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"Polos Opuestos" - Joe y tu Terminada

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"Polos Opuestos" - Joe y tu Terminada  Empty "Polos Opuestos" - Joe y tu Terminada

Mensaje por Nani Jonas Sáb 07 Jul 2012, 10:44 am

Nombre: Polos Opuestos
Autor: Nani Jonas
Adaptacion: Si
Genero: Romantica
Advertencias: No de mi parte
Otras paginas: De mi parte no pero como es adaptacion puede qe si

Hola chicas aqi les traigo una nueva nove, la acobo de terminar de leer es una de las noves qe mas me a gustado y espero qe a ustedes tambuen les guste, para las qe no me conosen me llamo Fernanda pero me pueden decir Nani ya tengo muchas novelas aqi en el foro por si qieren pasarse a leerlas abri un tema especial para ellas y ahi estan todas y el link de ese tema esta en mi firma bueno ahora si aqi les dejo la Sinopsis y el Prologo mañana vendre a subirles el primer cap


Sinopsis:

Joseph Palmer era alto, moreno y muy peligroso para una mujer como ______ Russell, una profesora convencional y nada aventurera. Pero aquel hombre fuerte y solitario estaba despertando en ella sentimientos de una intensidad que _____ nunca había imaginado. Toda su vida cambió después de conocerlo. Y aunque sabía que Joe la deseaba, el muy testarudo no hacía más que decir que ella era la clase de mujer que exigía a los hombres casarse… y que él jamás se casaría.

Prologo:


Domingo de madrugada, poco antes de amanecer.
Joe Palmer se había cubierto la cara con tinta negra de camuflaje y estaba preparado para realizar su misión.
—Cueste lo que cueste, tenemos que hacerlo —dijo el pequeño Joe, de diez años, apuntando con una linterna al graffiti que Butch Polnecek había escrito en la caseta que el Club de los Chicos Malos habían construido en un árbol. Allí, escrita en grandes letras, aparecía una palabra inadmisiblemente ofensiva: CANIJOS.
—Sigo pensando que deberíamos atarlo, untarle la cara de miel y dejar que las abejas lo maten a picotazos —añadió Jerry, probablemente el miembro del club que más ofendido se sentía, por ser, en efecto, bajito y delgado. Pero tenía mucho valor. Y mucho genio.
—Nos meteríamos en un lío —replicó Joe, el cual sabía por experiencia lo que podía meter a un niño en un lío—. Y queremos que sea Butch el que escarmiente; no nosotros.
—Joe tiene razón —intervino Joey, al tiempo que colocaba su bicicleta junto a la de Stan. No vivía en Cherry Lane, como el resto de los chicos; Joe ni siquiera había visto nunca a su padre; pero Joey era estupendo, un as en matemáticas y tenía cabeza para evitar meterse en líos.
Por su parte, Butch era un bruto. Siempre se estaba burlando de los Chicos Malos y entraba sin permiso en su caseta. Aprovechaba la menor oportunidad para pegar a Jerry y siempre estaba gastando bromas pesadas, como romper bombas fétidas en el vestuario, en las taquillas de los niños más tímidos. Pero nunca se metía en líos… Aquello no podía seguir así: los Chicos Malos lo odiaban y le iban a dar una lección.
—Bueno —dijo Stan, jefe del club—, Joe irá el primero con su bicicleta, vosotros lo seguiréis con las vuestras y yo os cubriré las espaldas.
—Y en cuanto llegue a su jardín, le dejo el regalito y nos damos media vuelta —añadió Joe, sonriente.
—El padre de Butch está obsesionado con que su jardín esté perfecto —prosiguió Stan—. Y ahora que le ha encargado a Butch que se ocupe de cuidarlo, seguro que lo castigará sin ir a la fiesta de hoy.
—Genial —dijo Joey, al tiempo que miraba la bicicleta de Joe—. Tienes una bici chulísima. ¡Ojalá pudiera tener yo una igual!
—¿Por qué no le pides a tu padre que te traiga una en uno de sus viajes? —le preguntó Joe, que no entendía la súbita expresión de tristeza que observaba en la cara de su amigo—. Cuando nos saquemos el carné, todos iremos tatuados en motocicleta —añadió.
—Tu madre te mataría si te tatuaras. Y tu padre te obligará a que conduzcas su coche —apuntó Stan—. Quizá hasta te obligue a llevar traje como las personas mayores.
Joe frunció el ceño. Sus padres debían de ser los más pesados del país, siempre preocupándose por lo que los vecinos podrían pensar… Así que no le quedaba más remedio que llevarles la contraria: si ella le peinaba con la raya a un lado, él se despeinaba; si ella le metía la camisa debajo del pantalón, él se la sacaba; y si su padre ponía la radio en una emisora, él la ponía en cualquier otra. No es que fueran malos, pero si todos los adultos eran como sus padres, Joe prefería pegarse un tiro.
—Sólo dejaré que me pongan un traje el día de mi funeral —protestó—. Y os prometo que cuando crezca, nunca conduciré un coche. Yo sólo tendré motocicletas.
—¿Y qué pasará cuando tengas novia? —preguntó Stan—. ¿Y niños?
—¡Una novia! — exclamó Joe, espantado. Las niñas eran guapas; pero eran tan aburridas como jugar con una muñeca. No tenía sentido… aunque debía reconocer que la mayoría de los tíos molones tenían novia—. Si algún día tengo una, tendrá que conducir su propia motocicleta —añadió.
—Está bien, está bien —dijo Stan—. Tenemos que pasar a la acción: ¿habéis quitado todos el timbre de vuestras bicicletas?
Después de comprobarlo, Joe encabezó la marcha hacia el jardín de los Polneceks y empezó a girar de un lado a otro sobre el césped y entre los arbustos. Le encantaba montar en bici y todos estaban de acuerdo en que era el que mejor montaba de todo el barrio. Sabía hacer caballitos y avanzar muchos metros sin agarrar el manillar; aunque lo que más le gustaba era pedalear a toda velocidad y sentir el viento fresco contra la cara.
Al oír el ruido de algunas ramas partidas de los setos, sonrió. No querían destrozarlos, ni mucho menos; sólo conseguir que el señor Polnecek se enfadara y castigase a Butch por no cuidar del jardín.
—¿Estás seguro de que funcionará? —preguntó Stan, un par de minutos después.
—Sí —respondió Joe mientras sacaba la sorpresa de su bolsillo—. Será mejor que os vayáis. Os garantizo que esto durará todo el día… Así que mientras nosotros estaremos divirtiéndonos en la piscina, el pobre de Butch tendrá que estar arreglando los arbustos y oliendo el aroma de…
—Huevos podridos —se adelantó Jerry, sonriendo con satisfacción.
Había muy pocas cosas que disgustaran a Joe; pero los chicos abusones lo repateaban. Aunque él mismo se saltaba las reglas de vez en cuando, Joe tenía un gran sentido de la justicia, incluso cuando le tocaba ser la parte perjudicada.
Joe esperó a que sus amigos se alejaran y entonces lanzó su especial y potentísima bomba fétida. El hedor se expandió inmediatamente y Joe salió disparado, como un rayo. Habían realizado la misión con éxito.


La sigo?


Última edición por Nani Jonas el Mar 07 Ago 2012, 2:52 pm, editado 1 vez
Nani Jonas
Nani Jonas


http://misadatacionesnanijonas.blogspot.mx/

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Mensaje por jamileth Sáb 07 Jul 2012, 11:50 am

siiiii tinees q q seguirla!!!
reportandose nueva lectora!!!
me ha llamado mucho la atencion!!!

siguelaaaaaaaaaaaaaaa
jamileth
jamileth


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"Polos Opuestos" - Joe y tu Terminada  Empty Re: "Polos Opuestos" - Joe y tu Terminada

Mensaje por aranzhitha Sáb 07 Jul 2012, 12:28 pm

Hola!!! Nueva lectora
Me encanta
Siguela!!!
aranzhitha
aranzhitha


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"Polos Opuestos" - Joe y tu Terminada  Empty Re: "Polos Opuestos" - Joe y tu Terminada

Mensaje por joseph Sáb 07 Jul 2012, 4:27 pm

siguela!!!! me encanta!
joseph
joseph


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Mensaje por Karli Jonas Dom 08 Jul 2012, 1:14 am

Hola Nani!!
Nueva y Fiel Lectora!!
Jjejejeje aquí me tendrás molestando
Un poco jejejeje y por supuesto que si
Quiero que la sigas pliiiis!! :D
Karli Jonas
Karli Jonas


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Mensaje por Nani Jonas Dom 08 Jul 2012, 8:27 am

Hola chicas sean todas bienvenidas a la nove espero les guste tanto como a mi aqi les dejo el primer cap

Capitulo 1

Joe la vio antes que nadie: sin duda, no parecía el tipo de mujer que frecuentaba el club Thunderbird los viernes por la noche.
En vez de llevar unos vaqueros ajustados o una minifalda, lucía un vestido negro con flores, con un diseño muy elegante. Llevaba el pelo recogido en un moño castaño claro, a la altura de la nuca, aunque algunos rizos suaves y rebeldes se habían escapado. Incluso desde la distancia, su piel parecía tan delicada como la porcelana.
Joe torció el gesto: demasiado frágil para ella. Un siglo antes, esa mujer habría llevado una falda anchísima y no se habría separado jamás de una sombrilla mientras paseara por las tierras de su papi. Por eso probablemente le parecía tan fuera de lugar la botella de cerveza de la que acababa de dar un sorbo aquella desconocida.
Estaba sentada en una banqueta, en una esquina oscura. Dejó la botella sobre la mesa que había a su lado y se quedó mirando a los ocupantes de ésta, como con la esperanza de que ellos le ofrecieran alguna respuesta.
Puede que a Joe no le pareciera muy normal lo de la cerveza, pero a él le importaba un rábano que una despistada se hubiera colado en el club Thunderbird por la noche. Sola. Dio un largo trago a su propia botella de cerveza y volvió a mirarla, al tiempo que el discjockey ponía una canción de Van Halen.
Aunque la rodeaba una cierta aura de tristeza, sus ojos no parecían turbados. El vestido no ocultaba las exquisitas curvas de sus pechos y sus caderas, y sus tobillos eran lo suficientemente delicados como para hacer que cualquier hombre deseara acariciarle los pies y subir hasta llegar al vértice de sus piernas. Puede que algunos hombres interpretaran su actitud ausente y femenina como un comportamiento desafiante. Joe mismo debía reconocer que sentía cierta curiosidad, aunque no la suficiente como para hacer nada al respecto.
No tendría que salir sola del club. Él la había visto primero, pero seguro que habría otros chicos preparados para la cacería.
En efecto, un segundo después un tipo se abrió paso entre la multitud que se agolpaba en el bar y se dirigió a su mesa.
Ella denegó con la cabeza educadamente y el cazador se marchó; pero no tardó en llegar un segundo. De nuevo denegó con la cabeza, tras lo cual se levantó de la banqueta. Entonces, después de saludar a otra mujer, pasó por delante de Joe y avanzó hacia la salida. Este no pudo evitar reparar en la suave fragancia de ella, pues era muy diferente a los aromas de las colonias y de la cerveza que ambientaban el bar por lo general.
Supuso que se había marchado y se encogió de hombros, satisfecho: ella no encajaba en el club. Sin embargo, por el rabillo del ojo, observó que la mujer estaba dando vueltas de un lado a otro, delante de la entrada. El segundo hombre que se había dirigido a ella debió de darse cuenta también, pues volvió a aproximársela.
Joe dio otro trago de cerveza y procuró fijar su atención en el resto de la gente del bar. No era asunto suyo. El no trabajaba de gorila, echando del bar a los clientes que se emborrachaban demasiado y se ponían pesados. Ya no. Ya no lo necesitaba.
Ahora tenía otros quebraderos de cabeza, asociados con la dirección de un próspero negocio de venta de automóviles.
A pesar de lo alta que sonaba la música, le fue imposible no oír el diálogo que tenía lugar al otro lado de la puerta:
—Entra y baila conmigo —dijo el cazador.
—No, gracias. Me apetece tomar un poco el aire —replicó con una voz tan suave como el cachemir.
—Deja que te invite a otra cerveza.
—No tengo ganas.
—Si quieres estar tranquila, puedo llevarte a algún otro sitio.
—No, yo…
—Vamos. Tengo la impresión de que te apetece pasar un buen rato; yo soy el hombre adecuado para…
Joe dejó su cerveza y exhaló un profundo suspiro mientras salía del club. El cazador seguía flirteando, pero Joe no le prestó atención; sí miró en cambio a los ojos, grandes y azules, de aquella mujer. Sus miradas se cruzaron y Joe sintió un hormigueo en su interior que le recordó a su Harley.
—¿Quieres algo? —le preguntó el otro tipo a Joe, al advertir la presencia de éste.
—Tomar el aire —contestó Joe, acercándose a ambos para apoyarse sobre la pared del edificio.
—¿Y tienes que tomarlo aquí? —preguntó el otro, con el ceño fruncido.
—Sí —Joe se encogió de hombros.
—Mira, estamos intentando hablar en privado, así que…
—¿Interrumpo? —le preguntó Joe a la mujer.
Ésta lo miró con cautela y Joe esperó, consciente de que su aspecto no inspiraba demasiada confianza. Siempre le decían que llevaba el pelo demasiado largo. Y tenía un pendiente en una oreja. Le gustaba mucho su chaqueta negra de cuero y, cuando no la llevaba, la serpiente que tenía tatuada tampoco resultaba tranquilizante.
Joe pensó que aquella mujer parecía de las que se desmayarían del susto nada más ver el tatuaje.
—No, no interrumpes en absoluto —contestó por fin la mujer.
—Me largo —murmuró entonces el cazador, tras una breve pausa. Ella suspiró aliviada al verlo alejarse.
—¿Por qué no te vas a casa? —le preguntó Joe a ésta.
—He venido con una amiga del trabajo. Se lo está pasando bien y no quiero cortarle la diversión —explicó después de vacilar unos segundos—. Tenía buena intención, invitándome aquí —añadió con una sonrisa reservada.
—Pero tú no encajas aquí —observó Joe, sin temor a equivocarse.
—Para nada. Ni después de tres cervezas —respondió con desenfado—. No debía haber bebido tanto —añadió, llevándose una mano a la cabeza.
—¿Te encuentras mal?
—No mucho. Pero necesitaba airearme un poco.
Joe la miró y, de alguna manera extraña, sintió que conectaban. Quizá se debiera a que él tampoco encajaba ya en el club Thunderbird.
—¿Te apetece pasear? Hay una zona tranquila un par de calles más allá.
—No creo que deba —contestó ella, sin saber si podía fiarse de Joe—. Sherry se extrañaría si me ausento demasiado tiempo.
—No puedo ofrecerte llevarte a casa —comentó él, tras encogerse de hombros—, a menos que no te importe montar en moto.
—No creo que lleve la ropa más adecuada —respondió después de mirarse la falda. Luego inclinó la cabeza hacia un lado y se quedó pensativa—. ¿Sabes? Nunca he montado en moto —confesó.
Joe estaba a gusto… y extrañado. Había susurrado lo de la moto como si le hubiera confesado sus medidas. La miró sin descaro y pensó que no le costaría adivinar dichas medidas. Su cuerpo era una cosita de lo más golosa. Quizá fuera mejor que lo ocultara bajo aquella blusa larga y amplia de lo contrario, podría provocar muchos problemas.
—¿Quieres verla?, ¿mi moto? Mirarla no te hará daño.
—¿Qué haces aquí esta noche? —replicó ella, lanzándole una mirada curiosa.
—Estaba aburrido —contestó, encogiéndose de hombros, al tiempo que arrancaba en dirección a la moto—. Últimamente he estado trabajando demasiadas horas… Normalmente cuido de mi sobrino los viernes y los sábados por la noche; pero mi hermana y mi cuñado se lo han llevado fuera de la ciudad este fin de semana.
Se habría dejado cortar la melena antes de reconocerle a su hermana, Maddie, que echaba de menos no tener al pequeño para entretenerse con él. ¿Cuándo se había vuelto tan casero? Definitivamente, tenía que acostumbrarse a salir más.
—¿Cuántos años tiene?
—Cuatro. Se llama Davey.
—Casi una manita.
—Sí —Joe sonrió—. Aquí está —se detuvo cuando llegaron a la moto.
—Grande, negra y apuesto a que ruidosa —comentó ella. Joe asintió y se presentó:
—Me llamo Joe.
—_____ Russell.
—No eres de aquí, ¿verdad?
—No. Soy de Carolina del Sur. Creo que se nota mucho en mi acento… Es bonita —añadió _____, cuyos ojos parecían realmente fascinados con la moto.
—Puedes tocarla. No muerde.
—Eso se lo dirás a todas —replicó, mirándolo de reojo.
Una broma inesperada, coqueta casi. Joe intuyó que no era normal en ella y sintió un sofoco repentino mientras la miraba tocar el manillar.
—¿Hace mucho que la tienes? —preguntó _____.
—Ésta, desde hace dos años.
—¿Has tenido otras? —pasó la mano por el lateral de la moto y el corazón de Joe dio un desconcertante vuelco.
—Sólo he conducido motos desde que me saqué el carné.
—¿Nunca has tenido un coche? —le preguntó, mirándolo fijamente.
—Acabé comprándome uno hace dos años; pero no suelo usarlo —contestó. Joe recordó el voto que había hecho de pequeño, en Cherry Lane. Aunque no había sido fiel a las motos sólo por aquella promesa; simplemente, le gustaban.
—¿Y qué pasa cuando llueve?
—Me mojo o llevo chubasquero.
—¿Y si nieva?
—Eso ya es más peliagudo —reconoció Joe, esbozando una ligera sonrisa.
_____ paseó la mano por el asiento de la motocicleta. Parecía que estuviera explorando algo prohibido.
—¿Te importa arrancarla?
Lo había preguntado en un tono que a Joe le resultó casi seductor, sexual; aunque sabía que no había sido ésa la intención de _____.
—No, no me importa —respondió por fin. Sacó una llave de su bolsillo, se montó en el asiento y arrancó la motocicleta—. ¿Quieres sentarte?
—¿Seguro que no pasará nada? —preguntó después de dudar unos segundos. Una mirada aventurera resplandeció en sus ojos.
—Seguro —afirmó Joe. Luego la ayudó a sentarse. _____ permaneció sentada un momento sobre la moto, en marcha; después miró a Joe y sonrió. Una auténtica sonrisa. Joe nunca había visto una sonrisa semejante y a fe que le había gustado. La expresión de _____ reflejaba una mezcla de asombro y dulzura que lo perturbó mucho más que cualquier proposición descarada que pudiera jamás recibir.
—¿Vibra tanto cuando la conduces? —le preguntó, alzando la voz sobre el ruido del motor.
—No —denegó con la cabeza—. En realidad parece que estás volando… Tengo dos cascos —añadió al notar que _____ sentía cierta tentación.
—No debería.
—No saldremos de la carretera que rodea el aparcamiento.
_____ miró con deseo la motocicleta. Joe no quiso presionarla ni venderle lo agradable que sería estar con él. No quería comportarse como los otros tipos que se habían acercado a ella antes.
—¿Seguro que no saldremos de esa carretera? —quiso asegurarse _____, después de mirar alrededor—. ¿No iremos a ningún otro sitio?
—A ninguno —le prometió. Joe sintió que de nuevo lo estaba tanteando; que se estaba fijando más en él que en la motocicleta—. ¿Es por la chaqueta?, ¿por el pelo?
—No estoy segura —contestó tras pestañear. Sus mejillas se habían sonrosado—. Tú no eres como los demás hombres que he visto aquí esta noche.
Pero podía serlo; de hecho, lo había sido en ocasiones. Podía haber intentado cazarla; pero la veía tan frágil que debía actuar con cuidado. Una vez más, prefirió no forzarla.
_____ miró la moto y luego a Joe, hasta que, por fin, sonrió confiada:
—¿Puedes darme una vuelta despacito?
—Échate para atrás y agárrate a mí —dijo Joe mientras tomaba asiento, después de ponerle un casco en la cabeza.
Se subió la falda hasta las rodillas para que no se arrugara y luego, tímidamente, puso las manos sobre los costados de Joe.
Éste sonrió. En cuanto pisó un poco el acelerador, _____ lo abrazó con fuerza y se aplastó contra su cuerpo. Joe notaba el contacto de sus pechos contra la espalda, sus delicadas y exquisitamente cuidadas manos aferrándose a él, sus muslos tensos en la cintura… y no pudo evitar pensar en otra escena diferente e imaginársela desnuda, sentada encima de él a horcajadas, con los ojos iluminados por esa chispa aventurera, y los pechos moviéndose arriba y abajo, mientras él dirigía las caderas de _____ para situarla… Se excitó.
Suspiró con disimulo, siguió respirando lentamente y le dio a la mujer lo que quería: sólo un paseo despacito. Recorrió la calle de un extremo a otro un par de veces y se paró de nuevo.
—¡Qué gozada! —exclamó ella sin aliento—. Ha sido divertidísimo. Gracias… Me siento como una niña pequeña: ¿me puedes dar otra vuelta? —añadió sonriente.
—Si quieres, te acerco a casa —le ofreció.
—¡Dios!, ¡tengo que estar loca! —exclamó con los ojos bien abiertos, después de un largo silencio.
—¿Por qué?
—Porque me lo estoy planteando.
—Deberías avisar a tu amiga. Dile que te vas con Joe Palmer —comentó éste mientras avanzaban hacia la entrada del club Thunderbird. Luego, después de bajarse de la moto, la ayudó a que descendiera también ella. Le quitó el casco y resistió el deseo de rozar su cabello despeinado. Parecía suave. Los ojos le relucían con un brillo que casi, casi expresaba temeridad. Tendría que tener tacto con ella—. ¿Estás segura?
—No, pero voy a hacerlo de todos modos —respondió, justo antes de meterse en el club. Regresó un par de minutos más tarde y extendió una mano inmediatamente, solicitando su casco.
—¿Has hablado con tu amiga?
—Sí, ¿podemos irnos?
Era como si tuviera prisa y estuviera huyendo de algo. Joe se preguntó de qué. Quizá pudiera preguntárselo más adelante.
—¿Dónde vives? —le preguntó. _____ respondió mientras montaba de nuevo junto a él—. ¿Vamos directos o prefieres que demos una vuelta más larga? —le propuso, después de girarse para poder mirarla a la cara.
—¿Cuántos accidentes de tráfico has tenido? —replicó _____, cerrando los ojos como si estuviera esforzándose por no hacer una locura.
—Ninguno en los últimos tres años. Antes de eso, demasiados.
—¿Te hiciste mayor?
—Precavido —Joe sonrió—. Iré con cuidado —le aseguró.
—No puedo creerme que esté haciendo esto —murmuró después de suspirar profundo—. Mejor damos una vuelta —respondió con gran resolución.
—Sólo se vive una vez —comentó Joe, asintiendo con la cabeza a modo de aprobación.
—Lo sé —dijo ella, cuyos ojos se ensombrecieron emocionados.
Aquella súbita expresión multiplicó el misterio de _____, las preguntas que Joe habría querido hacerle; pero las aplazó para otro momento y decidió centrarse en la carretera y en la vuelta que le había prometido.
Joe condujo durante un buen rato y _____ disfrutó cada segundo. El viento parecía haber borrado de un soplo su tristeza. Era mucho mejor que montar en una atracción de Disney World, porque el paseo en moto no se terminaba nunca. Seguía y seguía sin descanso.
De repente se sentía liberada, como si hubiera traspasado una barrera que la hubiera estado oprimiendo. La sensación de libertad era mareante y, en esos momentos, los únicos puntos de referencia estables eran la potente y vibrante moto sobre la que estaba montada y el no menos potente hombre que le estaba dando el paseo de su vida.
Aspiró su aroma varonil y se fundió con la fortaleza de su espalda. Podía contarle las costillas con los dedos y sentir los latidos de su corazón con la palma de la mano. El viento era frío y ella habría necesitado algo con que abrigarse de no ser por el calor que desprendía el cuerpo de Joe. Los pechos se le aplastaban contra su espalda y el trasero de él estaba situado justo entre sus muslos separados. Era una locura perturbadora que la estaba haciendo temblar: hacía un año que no estaba tan cerca de un hombre.
Durante esa última hora había dejado de ser una profesora de Historia en la Universidad de Salem. Por primera vez desde hacía demasiado tiempo, no se sentía vacía ni perdida, sino emocionada, muy emocionada, y ella siempre había sido una mujer muy serena, desquiciantemente práctica y conservadora, incapaz de abandonarse a sus impulsos.
Pero las cervezas y el paseo en moto habían destapado su imaginación: en otros tiempos, Joe podría haber sido un fugitivo que aparecería por sorpresa con su caballo negro. Juntos habrían cabalgado a velocidad de vértigo por las calles oscuras y el miedo y la emoción la habrían dejado sin respiración… En esa fantasía, ¿la estaría secuestrando o rescatando de algún peligro?
Al ver que se acercaban al barrio en que vivía, regresó de golpe a la realidad. El estómago le hacía cosquillas y deseó que el paseo hubiera sido infinito. Finalmente, Joe giró por una última esquina y se detuvo frente a la casa de _____. Después de parar el motor, permanecieron sentados en silencio durante varios segundos.
—¿Sigues ahí? —le preguntó él después de quitarse el casco.
—Estoy alucinada.
—¿Y eso es bueno o es malo? —preguntó con desenfado, después de bajar de la moto, mirándola fijamente a los ojos.
—No lo sé; pero el paseo ha sido maravilloso —respondió. Joe torció los labios mientras le quitaba el casco con delicadeza. Luego le tomó una mano, la ayudó a bajar de la moto y _____ estiró las piernas en un movimiento mecánico para poder mantenerse en pie. Las rodillas le temblaron—. ¿Será posible? —se dijo en voz alta, avergonzada, agarrándose a Joe instintivamente.
—¿Te fallan las piernas? —preguntó él en tono divertido—. Me siento halagado.
—No es por ti —se apresuró a asegurar. Pero tal vez no fuera verdad del todo. Se sonrojó—. Es que mis piernas no están acostumbradas a montar en moto.
—Era broma, _____.
Se agarró a los brazos de Joe, aliviada porque éste la estuviera sujetando, suspiró profundamente y lo miró: sus ojos parecían sinceros y caballerosos, lo cual contrastaba con el pendiente de su oreja y su pelo largo. Si hubiera vivido en otra época, habría sido un fugitivo con corazón.
—Ah… —fue todo lo que acertó a decir. «¡Profundo comentario!», pensó contrariada. Si sus piernas no le hubieran flaqueado tanto, se habría dado una patada como castigo.
—Espera. Te acompaño a la puerta —dijo él.
Mientras avanzaban hacia el pequeño porche de su casa, _____ pensó que Joe estaba siendo increíblemente cortés e intentó despejar su cabeza. Logró sacar la llave de la puerta e introducirla en la cerradura.
—¿Te apetece un café? —le ofreció, como persona de buenos modales que era, mientras empujaba la puerta.
—No, yo…
—O un refresco. También tengo té helado y puede que algo de vino…
—Déjalo, de verdad. Me vuelvo a casa —rechazó Joe.
_____, que por fin había recuperado la estabilidad suficiente para mantenerse en pie por sí sola, sintió un cúmulo de emociones: él la había sacado del pozo de tristeza en que se hallaba y ahora no sabía qué hacer.
—Tengo que darte las gracias —dijo por fin; pero no le sonó convincente—. Hacía mucho que no me sentía así.
—Así, ¿cómo? —le preguntó. Sus ojos negros le brillaron con una chispa de humor—. ¿Alucinada?
—No, viva —denegó con la cabeza y se prometió que nunca más volvería a beberse tres cervezas. Se sentía emotiva, impulsiva y tentada a dejarse llevar por los temerarios pensamientos que se le agolpaban en la cabeza.
No estaba segura de si era la cerveza, el paseo en moto o la mezcla de caballerosidad y peligro que intuía en Joe Palmer lo que la había hecho rebasar el límite… Quizá fuera que esa noche se cumplía un año del accidente que había acabado con la vida de su marido, dejándola sola entre el resto de los mortales… Las palabras de Joe resonaron en su cabeza: «sólo se vive una vez».
De repente se rebeló contra la vida tan programada que llevaba. Se inclinó y le dio un beso en la comisura de sus labios:
—¿Te importaría volver a secuestrarme alguna vez más? —le pidió.
Nani Jonas
Nani Jonas


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Mensaje por aranzhitha Dom 08 Jul 2012, 11:32 am

awww su marido murio?? Que feo
Pero Joe la va a ser vivir de nuevo
Siguela!!!
aranzhitha
aranzhitha


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Mensaje por Dayi_JonasLove!* Dom 08 Jul 2012, 12:21 pm

¡Nueva Lectora! :D
Esta parece ser una novel de los más tierna.
SIGUELAAAAAAA
Dayi_JonasLove!*
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Mensaje por -Lizz- Dom 08 Jul 2012, 3:32 pm

Nani!
HE LLEGADO! Se que me extrañaste(? badumtss

ME ENCANTÓ LA SIPNOSIS & EL PRÓLOGO!
La escena donde pasean, me la imaginé como ''3 metros sobre el cielo''
Asdfghjkasfdghdja

¡SIGUEE! ^^
-Lizz-
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Mensaje por Karli Jonas Lun 09 Jul 2012, 1:02 am

Siguelaaaaaaaa!!
Me ha encantado el primer cap
Plis siguela pronto!!
Karli Jonas
Karli Jonas


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Mensaje por jamileth Lun 09 Jul 2012, 4:28 pm

ahhhh!!!la rayita estaba casada!!!!
joe esta kballeroso!!!!



siguela!!!!!!!!!!
necesito mas cap!!!!
jamileth
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Mensaje por Karli Jonas Lun 09 Jul 2012, 8:47 pm

sigueeeee!!!
Karli Jonas
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Mensaje por Nani Jonas Mar 10 Jul 2012, 9:29 am

Capitulo 2

—Pareces diferente esta mañana —comentó Sherry Kiggins al ver a ______.
Efectivamente, ______ se sentía diferente. Se había levantado decidida a no seguir vistiendo de negro. Sentía como si hubiera estado metida en una cueva y hubiera aspirado un primer soplo de aire fresco que la había revitalizado.
—Gracias —respondió, sonriendo para sí, mientras se sentaba para asistir a la reunión matutina de la facultad.
—No harías nada que yo no hubiese hecho con el hombre con el que te fuiste anoche, ¿no? —Sherry la miró, intentando descifrar el enigma de aquel cambio en su amiga.
—Sólo montamos un rato —______ suspiró. El recuerdo de la noche anterior era como una fotografía poco enfocada, brumosa por las esquinas.
— ¿Montasteis? —preguntó Sherry, enarcando las cejas.
—En su moto —aclaró ______, que se obligó a no pensar en las fantasías a las que se había entregado durante aquel paseo, pegada a la espalda de Joe. Por suerte, estaba a salvo: nadie más que ella sabía de aquellas fantasías—. Fue divertido.
—Me parece perfecto que te diviertas, pero me enteré de ciertas cosas sobre Joe Palmer después de que os marcharais —arrancó Sherry—. Ha tenido algún problema que otro con la ley, las mujeres que lo conocen dicen que es indomable y, además, solía ganarse la vida como gorila de clubs y discotecas… No es tu tipo —sentenció.
Mientras asimilaba la información que acababa de recibir sobre Joe, el resto del profesorado de la Universidad de Salem entró en la sala de reuniones. ______ se acordó de su difunto esposo y sintió una mezcla de emociones contradictorias.
—Cuando le dije que era profesora, él dijo que llevaba un negocio de coches de importación —murmuró. Luego lanzó una mirada intrigada a Sherry—. No sabía que tuviera un tipo de hombre.
—Ya lo creo que sí —aseguró la amiga, convencida—. Tu hombre ideal tiene que ser educado, conservador en política, un hombre de trato agradable que invierta en acciones de poco riesgo y amante de la música clásica.
—¿De dónde te sacas todo eso? —______ parpadeó—. Suena como si pudiera elegir a mi pareja mirando en un catálogo.
—El otro día me compré un CD—ROM que se encarga de buscar a la pareja ideal a partir de un cuestionario con las características personales de cada uno —comentó Sherry con una sonrisa traviesa.
—Si tu análisis es correcto, ¿por qué demonios me llevaste anoche al club Thunderbird? —preguntó ______, después de dar un suspiro. Al fin y al cabo, a Sherry siempre se le habían dado muy bien los ordenadores—. No pensarías que iba a encontrar a ese tipo de hombre en un sitio así —añadió en voz más baja, consciente de que había varias personas mirándola.
—Lo de anoche no fue una salida en serio —respondió Sherry—. Necesitabas un cambio; dicho en términos informáticos, tenías que reinicializarte.
Reinicializarse… ______ se quedó pensativa. En menos de dos horas, Joe Palmer le había cambiado todos los esquemas, de arriba abajo y de dentro a afuera. Si eso no era reinicializarse…
Indomable, problemas con la ley, un gorila.
______ repasó una segunda, tercera y cuarta vez su salida con Joe Palmer y decidió no volver al club Thunderbird.
Cada vez que pensaba en aquella noche, se aceleraba; pero ______ había recibido una educación para que fuera precavida y sensata. Era verdad que sólo se vivía una vez; «pero si se quiere vivir mucho tiempo», razonó, «conviene no exceder ciertos límites».
De nuevo inmersa en su antigua monotonía, tomó una cena ligera, echó un vistazo al periódico y luego hizo un poco de punto mientras miraba el telediario. Para llenar el silencio que sobrevino cuando apagó el televisor, puso uno de los compactos de música clásica de su marido, Charles, y esperó a que la música surtiera su mágico efecto.
Estaba que se subía por las paredes… Pero no pasaba nada, se dijo. Si estaba un poco inquieta, bastaría con hacer un poco de ejercicio para desfogarse. Puede que se apuntara al gimnasio de la universidad.
Entonces pensó que hasta su madre llevaba una vida mucho más emocionante que la suya. Irritada, prefirió desestimar tal posibilidad.
Sin embargo, no podía dejar de sentir la necesidad de hacer algo diferente. Su marido había sido su mejor amigo desde la infancia y ella se había pasado la vida tratando de convertirse en la mujer que más y mejor pudiera complacerlo. La discreción en su forma de vestir, la decoración de la casa, sus inversiones en fondos de poco riesgo, hasta el color de sus uñas, todo era un reflejo de los gustos de Charles.
En una de esas noches interminables, ______ dejó las agujas de hacer punto, se miró las uñas y frunció el ceño: ¿qué tal les sentaría un rosa vivo? Luego murmuró algo, disgustada por aquella idea arrebatada. ¿Por qué no podía seguir siendo la mujer equilibrada de siempre?, ¿por qué se sentía tan insatisfecha? Un paseo en moto no podía haberla afectado tanto.
Por otra parte, había llegado a la conclusión de que Joe Palmer sería lo suficientemente inteligente como para haberse olvidado de una recatada profesora de Historia, y trató de convencerse de que se sentía aliviada por ello.
Hasta que oyó el inconfundible ruido de una moto que pasaba por su calle.
El corazón se le disparó.
Oyó que la moto se detenía frente a su porche y se quedó sin respiración. ¿Qué podía hacer? El timbre de la puerta sonó y el cerebro se le quedó atascado. Permaneció de pie, incapaz de moverse, mirando hacia la puerta.
El timbre volvió a sonar y ______ se acercó a la puerta. Guiñó un ojo y vio a Joe Palmer al otro lado de la mirilla. Intentó serenarse y cuando oyó que el timbre sonaba por tercera vez, abrió de inmediato la puerta, aunque no logró articular palabra una vez que se halló frente a Joe.
Llevaba una chaqueta de cuero negro y unos vaqueros que le sentaban muy bien. Él le lanzó una mirada fogosa, recorriéndola de pies a cabeza, y ______ sintió como si hubiera estado demasiado tiempo tomando el sol.
—Me hiciste una propuesta que no podía rechazar —habló él, al tiempo que esbozaba una sonrisa malévola.
______ tragó saliva y se cruzó de brazos para que no se notara que le temblaban las manos. Parecía más alto que la otra noche. Más grande. Más peligroso…
—Mi propuesta —repitió ella.
Joe se acercó y ______ volvió a aspirar la fragancia de su aroma varonil; un aroma que le recordó la sensación de notar el viento fresco contra la cara mientras iba en moto.
—Sí, tu propuesta… Me pediste que volviera a secuestrarte alguna vez —le recordó.
—Eso dije, ¿verdad? Es increíble lo que pueden hacer tres cervezas —acertó a comentar con un hilillo de voz. Se aclaró la garganta y se preguntó cómo era posible que la palabra «secuestrar» sonara tan sugerente puesta en boca de Joe—, Pasa, te invito a una limonada —añadió, dándose media vuelta inmediatamente para correr hacia la cocina.
Abrió la nevera y metió la cabeza dentro, con la esperanza de que el frescor interior despejara la confusión de su cerebro. Varios segundos después, sacó el refresco y se lo ofreció.
—Yo no soy la mujer de la otra noche —prosiguió ______.
—¿Quién eres entonces? —le preguntó, apoyándose en la pared.
—Pues… quiero decir que no suelo ser tan impulsiva —respondió algo desconcertada—. Normalmente me pienso mucho más todas las cosas.
—Entiendo —Joe le dio un buen trago a la lata de limonada. ______ se quedó fascinada mirándole el cuello, viendo cómo bajaba el refresco por su nuez. Joe se secó la boca con un dedo y ella recordó el beso que le había dado en la comisura de los labios. El corazón le dio un vuelco—. Llevas la ropa adecuada para que te secuestre… Sólo tienes que ponerte una chaqueta y unos zapatos —añadió, después de radiografiarla con la mirada.
Sin duda, se trataba de un hombre peligroso; pero ______ intuía algo que la hacía confiar en él. Se mordió un labio y trató de aclarar sus ideas.
—No estoy segura de que sea una buena noche para secuestrarme.
—¿Necesitas una luna llena? —Joe enarcó una de las cejas.
—Es que… —lo que necesitaba era valor. O locura. De todos modos, cuando Joe se acercó a ella y le rozó un mechón del pelo, se sintió incapaz de terminar la frase.
—¿Te arrepientes de haber montado conmigo en moto la otra noche?
—No —le aseguró de inmediato—. Fue maravilloso.
—Entonces, simplemente no estás segura de querer repetir —retiró la mano del pelo de ______ y la miró a los ojos.
Ella sintió una terrible dentellada en el estómago. A pesar de que su instinto le decía que podía fiarse de Joe, no podía librarse de ciertos recelos. Además, llevaba tanto tiempo encerrada en sí misma, sin vivir realmente, que se sentía como una colegiala novata.
Joe debió de leerle el pensamiento. Permaneció de pie un par de segundos más, como dándole tiempo a que se decidiera y ______ sintió que aquellos segundos se estiraban indefinidamente. Cerró los ojos dubitativa y cuando volvió a abrirlos, estaba sola.
Joe tenía ganas de darle un puñetazo a la ventana de su despacho. Los clientes le resultaban pesados, los mecánicos no paraban de molestarlo y, aunque no quería admitirlo, estaba agobiado. Y el motivo de su agobio hizo que golpeara la mesa de su despacho.
No comprendía cómo podía estar de mal humor por culpa de una mujer, una que ni siquiera era de su misma onda y que nunca lo sería. Había sido amigo de muchas mujeres y había salido con unas cuantas; pero jamás en su vida se había pasado los días y las noches pensando en ninguna de ellas, exceptuando aquélla que le había roto su primera moto.
Las mujeres siempre querían que él se comprometiera en una relación seria, o acabar casándose incluso. Querían a un hombre que sirviera para encajar con el modelo aceptado de respetabilidad. La mera idea de intentar imaginarse sometido a ese molde le provocaba náuseas, de modo que Joe había decidido no involucrarse nunca demasiado.
Sobre todo, procuraba mantenerse alejado de cualquiera que llevara ropa de mujer de negocios y de las que tenían demasiados títulos y diplomas a sus espaldas. Eran dos señales evidentes de que el mundo de Joe no tenía cabida en el sistema solar de ellas. La única vez que se había relacionado con una mujer de esas características su ego había salido resentido; pero no su corazón, en absoluto.
Joe había aprendido que las mujeres eran un misterio, a veces gozoso, pero siempre temporal.
Entonces, ¿por qué seguía pensando en ______? Ella no era adecuada para él, ni siquiera como relación transitoria. Era convencional, sumamente prudente y carecía de imaginación y espíritu aventurero.
Joe recordó el brillo de sus ojos y cómo se había agarrado a él. Y recordó también el tono ronco, excitado y sexy de su voz, el suave y fugaz roce de sus labios contra su boca.
Pensó en la indecisión que había notado en su rostro justo antes de salir de su casa y gruñó disgustado. No debería estar pensando en ella.
—Señor Palmer —una voz lo llamó al otro lado de la puerta.
—¿Qué? —respondió después de suspirar y abrirle la puerta a su gerente, Rick.
—Hay una cliente que insiste en hablar con usted.
—¿Cuál es el problema, Rick? —preguntó Joe mientras se mesaba el pelo. Otro cliente pesado…
—No sé —Rick se encogió de hombros—. Sólo le hemos cambiado el aceite, pero ella dice que tiene que preguntarle una cosa.
—¿Está enfadada por algo? —Joe frunció el ceño.
—No —Rick denegó con la cabeza—. Simplemente no para de repetir que quiere hablar con usted.
—Está bien. Dile que pase —se resignó. Un incordio más en un día para olvidar. Creía que la cabeza acabaría estallándole. Se giró para mirar por la ventana y contempló la posibilidad de irse de acampada el fin de semana siguiente. Necesitaba librarse de la oficina, de aquellos pensamientos que lo estaban…
—¿Joe?
La voz lo dejó paralizado. Era la misma voz suave y sexy que había excitado su libido y se había metido en su cabeza de manera obsesiva. ______. Se dio media vuelta y la miró con atención: llevaba una falda larga y una blusa, discreta y femenina. Su madre aprobaría la elección de tal conjunto… ¡Hasta su abuela la aprobaría!
Llevaba el pelo recogido por detrás, pero se le habían escapado un par de rizos rebeldes. Las mejillas se le habían encarnado. Joe se preguntó por qué.
—Dígame, señora —respondió por fin—. Me han dicho que quería usted verme.
—Cierto —______ sonrió—. He venido a cambiarle el aceite al coche. Sus empleados han sido muy amables.
—Me alegra que esté contenta —dijo con un tono distante que la hizo sentirse un poco incómoda.
______ dejó de mirarlo y desvió los ojos hacia la mesa de la oficina.
—Me preguntaba… —arrancó. Pero se detuvo en cuanto volvió a mirarlo a la cara. Estiró la mano y le rozó con delicadeza la mejilla. Sus dedos eran tan delicados como las alas de una mariposa y toda ella estaba revestida de la misma fragilidad. Era amable y los ojos le brillaban con una mezcla de curiosidad y sensualidad—. ¿Qué te ha pasado? —añadió al ver un corte que tenía Joe en el cuello.
Éste se preguntó por qué le latía el corazón tan rápido. Debía de haber tomado demasiado café ese día.
—Sólo es un rasguño —respondió, encogiéndose de hombros—. Me lo hice esta mañana al afeitarme. Ha sido uno de esos días.
—¿Un día duro?
—Sí —contestó—. ¿Quieres hacer algo para arreglarlo? —añadió sorprendido.
Los ojos de ______ se agrandaron, luego miró hacia abajo y Joe supuso que habría asustado u ofendido a la pulcra señorita ______. Ésta respiró profundamente y luego lo miró a la cara.
—Tal vez —contestó. Joe sintió un pinchazo de excitación y sorpresa. Aquella mujer era un enigma: tan pronto actuaba con timidez como se mostraba lanzada un segundo después—. ¿Quieres venir a mi casa a cenar?
—¿Estás segura de que no vas a cambiar de opinión? —preguntó, de nuevo sorprendido.
______ rió y su risa rozó los oídos de Joe como si de una caricia se tratara.
—En absoluto: supongo que cambiaré de opinión una docena de veces durante la siguiente hora; pero la cena será a las seis y media.
Joe pensó que era una mujer un tanto alocada; pero sentía cierta curiosidad. Además, sólo se trataba de cenar, lo que, por otra parte, le ahorraría tener que cocinar o comprar cualquier cosa en algún restaurante de comida rápida.
—De acuerdo —aceptó—. ¿Hace falta que lleve algo?
—Con que te lleves a ti mismo es suficiente —______ se puso firme y sonrió—. Bueno, tampoco te olvides de tu moto.
______ se había equivocado: no cambió de opinión una docena de veces durante la siguiente hora, sino tres docenas de veces. Cuando el timbre de la puerta sonó a las seis y veinticinco, el corazón se le subió a la garganta. No había ningún motivo para que perdiera la compostura, se dijo mientras se dirigía a la puerta. Sólo era una cena y él sólo era un…
______ abrió la puerta y el corazón le dio un nuevo vuelco. Sólo era un hombre, se dijo. ¡Pero menudo hombre! No entendía cómo podía resultar tan… Buscó en su aturullada cabeza un adjetivo que lo describiera con precisión; pero no logró encontrar la palabra adecuada. Sus ojos negros destelleaban con una mezcla de atracción y perversión; ______ no sabía qué la afectaba más.






Espero les guste el cap
Nani Jonas
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Mensaje por Nani Jonas Mar 10 Jul 2012, 9:31 am

Dayi_JonasLove!* escribió:¡Nueva Lectora! :D
Esta parece ser una novel de los más tierna.
SIGUELAAAAAAA

Hola bienvenida y si tienes razon esta nove es muy tierna, gracias por pasarte
Nani Jonas
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Mensaje por aranzhitha Mar 10 Jul 2012, 10:36 am

aww la rayiz me da risa cambia muy rapido de opinion
Me encanta Joe :arre:
Siguela!!
aranzhitha
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