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Fiesta privada-Joe y Tu
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Fiesta privada-Joe y Tu
Ficha
Nombre: "Fiesta Privada" (Joe&Tú)
Autor: ni idea
Adaptación: Si
Género: HOT.
Advertencias: Es
corta, pero buenisima
Otras Páginas: No lose, ya que es una adaptación
Nombre: "Fiesta Privada" (Joe&Tú)
Autor: ni idea
Adaptación: Si
Género: HOT.
Advertencias: Es
corta, pero buenisima
Otras Páginas: No lose, ya que es una adaptación
Fiesta
Privada
QUE
SUBA LA TEMPERATURA…
Encontrar al hombre con el que se acaba de casar in flagrante delicto con otra
mujer no formaba parte de los planes que había hecho __________ __________ para
su espléndida boda. Ahora es una novia sin novio, pero decidida a disfrutar de
su noche de bodas, y para eso le sirve el guapísimo hermano del tramposo de su
marido. Joe Jonas es todo aquello que no es su hermano y encima, su duro cuerpo
es de los que convierten las fantasías sexuales más ardientes en realidad…
…Y QUE EMPIECE LA FIESTA
Joe no está por la labor de rechazar a la novia engañada. Después de soñar con
ella cinco años enteros, la oportunidad de acariciar el delicioso e incitante
cuerpo de su cuñada es demasiado tentadora como para resistirse. Cuando la
joven lo sigue al complejo tropical que Joe ha construido desde cero, insiste
en que lo único que quiere es el placer cálido húmedo de dos cuerpos uniéndose
bajo el sol. Lo único que le queda por hacer al empresario es convencerla de
que, en realidad, él quiere mucho más…
Última edición por Val's Matth. el Jue 08 Mar 2012, 1:09 pm, editado 1 vez
Val's Matth.
Re: Fiesta privada-Joe y Tu
Capítulo
1
1
__________ __________ era, sin lugar a dudas, la novia más hermosa que Joe
Jonas había visto jamás. El vestido de color marfil sin tirantes dejaba los
brazos de la joven al aire y, si cerraba los ojos, Joe podía imaginarse lo
sedosa que sería aquella piel bajo las yemas de sus dedos. Aunque el velo le
ocultaba la cara, a Joe no le costaba ver en su mente aquellos ojos grandes y
de largas pestañas, ojos del color del mar Caribe al amanecer, la nariz
pequeña, un poco respingona y los labios rosados y carnosos. Los pechos de la
joven henchían con elegancia el corpiño del vestido, aunque con solo verlo al
joven ya se le secaba la boca y le sudaban las manos. La falda amplia y
ahuecada de su vestido de novia cubría casi por completo el pasillo entero de
la catedral Grace de San Francisco y a Joe le recordó a un delicioso merengue,
un merengue tentador que lo desafiaba a llevárselo a la boca entero, de un solo
y lujurioso lametón.
Joe sintió un nudo en el pecho cuando vio acercarse a la novia y el estómago se
le fue encogiendo cada vez más con cada paso que acercaba a __________ al
altar. Aquella mujer iba a llegar hasta el final. Joe había tenido dieciocho
meses para prepararse mentalmente para aquel momento y, con todo, la realidad
lo golpeó como un puñetazo en las tripas. Apretó los puños, respiró hondo para
tranquilizarse y se obligó a no dar la vuelta y salir corriendo de la iglesia
tan deprisa como podía. Había hecho una promesa y, al contrario que algunos
hombres de su familia, cuando él daba su palabra, tenía por costumbre
cumplirla.
—¿Quién entrega a esta mujer en matrimonio a este hombre?
Joe observó, con un dolor amargo invadiéndole el estómago, al padre de la
joven, Grant, que levantaba el velo y revelaba la sonrisa nerviosa de
__________, una sonrisa que no terminaba de invadirle los ojos.
—Su madre y yo la entregamos —respondió Grant, y Joe contuvo la maldición que
clamaba en su cerebro cuando el prometido de __________, el hermanastro mayor
de Joe, Nick, se adelantó para coger la mano temblorosa de su novia.
_________________
—¿Pero se puede saber dónde está? Es hora de cortar la tarta.
—Estoy segura de que estará aquí de un momento a otro —__________ __________
Jonas intentó tranquilizar a la acelerada organizadora de su boda—. ¿Por qué no
le pides a uno de los amigos del novio que mire en el baño mientras yo voy a
ver si está en el vestíbulo.
Con franqueza, se diría que Nick ya debería saber a esas alturas que el novio
no desaparece en medio del banquete.
—¿Va todo bien? —Wendy, la dama de honor de __________, se acercó con sigilo
para hablar con ella.
—No encuentro a Nick. Supongo que necesitaba un momento a solas.
Wendy alzó una ceja.
—Ya…
Está bien, quizá Nick no fuera el tío más introspectivo del mundo pero, con
todo, era el día de su boda. Bien sabía Dios que hasta __________ estaba un
poco abrumada con todo aquello.
—Supongo que no lo habrás visto.
Wendy sacudió la cabeza.
—¿Dónde está su hermano? Creí que el trabajo del padrino era vigilar al novio.
—Se fue justo después de hacer su brindis —dijo __________. La novia sonrió un
poco al pensar en el brindis de Joe. Tan ensayado, tan civilizado. Tan poco
propio de él. Joe no era un tío que se preocupase mucho por lo que la gente
pensase de él, sobre todo no la multitud pomposa y prepotente que se había
dignado a asistir a la boda de __________. El estilo relajado y natural de su
cuñado lo hacía destacar entre aquella masa, incluso cuando intentaba encajar.
Al contrario que el de Nick, que podría haber posado para la portada de GQ, el
cabello castaño oscuro de Joe siempre iba un poco desaliñado, y su cuerpo
enorme y musculoso siempre parecía demasiado grande para la ropa que llevaba.
Pero había aparecido con un aspecto absolutamente delicioso con el esmoquin que
se había puesto para la boda y una camisa blanca que contrastaba de una forma
de lo más seductora con su piel, bruñida por el fuerte sol caribeño. Joe
siempre había sido guapísimo, con un estilo un tanto tosco, quizá, y había
mejorado todavía más en los cinco años que habían pasado desde la última vez
que __________ lo había visto.
La novia cerró los ojos e intentó no imaginarse los palmos de bronceados
músculos que ocultaba aquel esmoquin. __________ creía haber superado siglos
atrás aquel enamoramiento absurdo y adolescente, y desde luego el día de su
boda con el hermanastro del objeto de sus deseos no era el mejor momento para
resucitarlo.
__________ se dio una bofetada mental; era el día de su boda, por el amor de
Dios. Todos aquellos meses de duro trabajo y preparativos al fin daban su fruto
y no era el momento de revivir el encaprichamiento, muerto mucho tiempo atrás,
por cierto, que había sentido por la oveja negra de la familia de su fabuloso
novio.
La novia salió del salón de baile y se abrió camino por el vestíbulo sin dejar
de detenerse para intercambiar algunos comentarios corteses con cuantos
invitados se encontraba. Al acercarse al cuarto de las escobas, oyó un golpe
seco tras la puerta cerrada. Después una risita. Y luego un gemido.
Un gemido decididamente masculino.
Con el estómago más o menos a la altura de los tobillos, __________ tuvo un
horrible presentimiento; no quería imaginarse lo que iba a encontrar tras la
puerta.
—Serás hijo de pu*a. —Su voz le sonó muy lejana, como si saliera del final de
un túnel larguísimo y lleno de ecos.
Cerró los ojos con tanta fuerza que tuvo un calambre en los párpados. Aquello
no podía estar pasando. Es que no podía.
Pero allí estaba Nick, inconfundible, inmóvil en pleno embate mientras se
follaba a otra mujer contra la pared. La chica la miraba con la boca abierta
por encima del hombro de su novio de un modo que habría sido incluso cómico en
otras circunstancias.
__________ le lanzó una mirada rápida a la otra mujer. Ah, claro, la
encantadora Vanessa, la ayudante que acababa de entrar a trabajar para Nick. A
__________ se le había ocurrido en su momento que el contrato de Vanessa tenía
más que ver con unas piernas de varios kilómetros y unos pechos exagerados que
con sus habilidades como secretaria, y se dio un par de patadas mentales por
haber sido tan estúpida y haberle dado a Nick el beneficio de la duda. Pero la
última vez que lo había pillado engañándola, su novio había jurado por Dios,
sobre la tumba de su abuela y por las llaves de su adorado Ferrari que nunca,
jamás de los jamases volvería a ocurrir. Le había prometido que la próxima vez
que tuviera relaciones sexuales sería con __________, en su noche de bodas. Y
con los preparativos de la boda en pleno apogeo, había sido más fácil creerle
que admitir que estaba a punto de cometer el peor error de su vida.
—__________, no es nada. No significa nada. —Nick se manoseó con torpeza los
pantalones del esmoquin y después se sujetó el fajín cuando los pantalones
volvieron a caérsele hasta los tobillos. Vanessa se había bajado la falda y se
tiró en plancha a recuperar las bragas, un movimiento que lanzó hacia atrás a Nick,
que tropezó con una fregona y un cubo antes de caer de culo encima de Vanessa.
A __________ jamás le habían dado un puñetazo a traición pero se imaginó que la
sensación debía de ser muy parecida. Un golpe seco en medio del pecho y la
sensación de quedarse sin aire hasta terminar jadeando como una trucha recién
pescada. Un dolor que la atravesaba entera, acompañado por el ardor gélido de
la humillación. Con todo, la novia intentó no perder el control: no quería que Nick
viera que se estaba haciendo añicos por dentro, explotando en un millar de
fragmentos diminutos. La mente de __________ trabajaba a mil por hora,
intentando encontrar lo más apropiado que se pudiera decir o hacer en una situación
como esa. Pero no había forma de barrer aquello bajo la alfombra con un puñado
de sutilezas sociales.
Coger el mango de una fregona y meterlo en algún sitio extremadamente doloroso
quizá no fuera la mejor respuesta, por atractiva que resultara en ese momento.
—Se supone que tenemos que cortar la tarta —dijo __________; hasta a ella la
frase le sonó absurda.
Aturdida, regresó al salón como pudo. ¿Cómo podía haber sido tan estúpida?
Permitir que la arrastraran hasta el altar como una especie de vaca destinada
al sacrificio. La dulce __________, la perfecta __________, la que siempre
hacía lo que tenía que hacer por sus padres, por su familia, por la empresa.
Tan decidida estaba a no armar jaleo por nada que se había negado a admitir la
verdad sobre su futuro marido.
Apenas consciente de lo que hacía, __________ abrió de un empujón la puerta del
salón de baile del hotel Winston, la joya de la corona del imperio de hoteles
de lujo D&D. Su padre, Grant __________, y el padre de Nick, David Jonas,
habían adquirido la propiedad no hacía ni dos años. En solo un año estaba
haciendo sudar al Fairmont la gota gorda en el mercado de los hoteles de lujo
de San Francisco.
Pero ni siquiera vio el precioso salón
de baile recién redecorado con sus sofisticadas arañas de luces y los tapices
de seda que transmitían un ambiente de elegancia y lujo antiguo. A __________
le daban igual las decenas de miles de dólares en rosas blancas que adornaban
cada una de las setenta mesas que se habían dispuesto para albergar a los invitados
a la boda. Ni siquiera le importó chocar con un camarero y que una copa de
merlot le salpicara la falda de su vestido de novia de Vera Wang hecho a
medida.
Atravesó la multitud sin ver más que el contorno borroso de color carne de los
invitados que intentaban estrecharle la mano y besarla en la mejilla para
felicitarla. Hizo caso omiso de todos y cada uno y se dirigió al estrado que
había en la parte delantera del salón y que en esos momentos ocupaba la
orquesta.
Cuando subió el primer escalón la radiante novia sintió una mano firme que le
cogía el brazo, pero ni siquiera reconoció a Wendy cuando se desprendió de los
dedos de su amiga.
__________ le hizo una seña a la orquesta para que parara, cogió el micrófono y
lo bajó hasta que lo tuvo a la altura de la boca. Fue entonces cuando se dio
cuenta de que estaba temblando. No era un simple temblor de manos sino un
auténtico terremoto por todo el cuerpo. Se quedó mirando una multitud que
representaba ala flor y nata de la sociedad de San Francisco. Por el rabillo
del ojo vio al alcalde tirándole los trastos a una de sus primas. Los socios de
su padre, los concejales de la ciudad y los ricos financieros y sus esposas;
todos la miraban con actitud expectante.
__________ se humedeció los labios y apretó al micrófono. Se le quedaron los
nudillos blancos cuando se aferró al micro como si fuera un salvavidas. Miró a
su derecha y se le encogió el estómago cuando dos camareros entraron con el
carrito que llevaba la tarta de bodas de cinco pisos, de chocolate y frambuesas
con glaseado de vainilla, y la colocaron a su lado.
—¿Pueden prestarme atención, por favor?
La petición era innecesaria, todo el mundo se la había quedado mirando con la
boca ligeramente abierta.
—Les agradezco que hayan venido para celebrar lo que se suponía que iba a ser
el día más especial de mi vida. —La inundó una sensación vaga, como sí
abandonara su propio cuerpo y pudiera verse desde el otro extremo de la sala.
¿Qué iba a decir a continuación la pequeña novia psicópata?—. Por desgracia, ese
día tan especial lo ha arruinado el hecho de que mi marido —__________ señaló
con un gesto la parte posterior del salón, donde Nick luchaba por abrirse
camino entre la multitud— decidiera que su banquete de boda era el sitio
perfecto para follarse a su nueva ayudante.
Un coro de gritos ahogados y murmullos se alzó entre la multitud y lo puso todo
en perspectiva de repente. La gente se quedó mirando con la boca abierta y los
ojos casi salidos de las órbitas mientras estiraba el cuello para ver al novio
descarriado.
—Así que, si bien les ruego que sigan disfrutando de la fiesta, yo creo que voy
a dar la noche por terminada. —Se recogió la falda entera y apenas había
conseguido llegar al borde del escenario cuando Nick la alcanzó al fin.
—__________, lo siento, por favor, tienes que escucharme. —Nick se había
peinado y se había estirado el esmoquin, y una vez más era la encarnación de la
masculinidad impecable. La cogió por los brazos con tanta fuerza que __________
supo que le quedarían marcas y después le dijo con tono suplicante—: Soy adicto
al sexo. Es una enfermedad. No puedo evitarlo, __________…
_________ se deshizo de las manos de su novio de un tirón y una oleada de rabia
la sacó de repente de su estado de shock. Esa era la clase de excusa que se le
tenía que ocurrir a Nick: algo que lo absolvía a él de toda responsabilidad
personal y suscitaba comprensión en lugar de censura, __________ se puso tan
furiosa en un momento que temió que la cabeza le estallara en llamas.
—¿Adicto? —chilló—. ¡Pues para ser un adicto no has tenido mayores problemas
para no ponerme ni un dedo encima a mí!
Nick se acercó a ella con gesto decidido pero __________ se apartó e intentó
rodearlo.
—¿Tengo yo la culpa de querer evitar un caso permanente de congelación?
—murmuró Nick en voz tan baja que solo ella pudo oírlo. De cara a la multitud
se explayó un poco más—: ¿Cómo puedes darme la espalda así cuando necesito tu
apoyo?
Todos los ojos se habían clavado en el drama que se desarrollaba sobre el
escenario.
—Apártate de mi camino, Nick. —__________ tenía que salir de aquel salón, tenía
que alejarse de todos y de todo lo que la había obligado a someterse a aquella
humillación pública.
Nick se movió otra vez para cogerla, __________ estiró el brazo hacia atrás por
instinto y sus dedos entraron en contacto con la superficie cremosa de la
tarta. Se giró un poco y cogió el piso superior del pastel, bastante pesado, por
cierto. Después hizo acopio de todas las fuerzas que le quedaban y estrelló la
tarta contra el rostro conmocionado de Nick.
—Quizá quieras subirte la cremallera de paso —se burló la novia.
Tras lo cual, _________ __________, su alteza serenísima la princesa del
imperio hotelero D&D, cuadró los hombros, levantó la barbilla con
arrogancia y sacó su persona, manchada de vino y tarta y totalmente enfurecida,
del salón del banquete.
Val's Matth.
Re: Fiesta privada-Joe y Tu
Capítulo
2
2
—¡Maldito sea, maldito sea, maldito sea!
_________ se arrancó el velo y maldijo otra vez cuando casi la mitad del pelo
se le desprendió del cuero cabelludo en el proceso. Las horquillas salieron
disparadas de su cabeza como confeti y su liso y perfecto moño francés quedó
diezmado, con lo que su corte a lo paje se disparó en mechones rubios pegajosos
de laca que le llegaban a la barbilla. Se quitó de un par de patadas los
Manolos hechos a medida y entró en el baño a grandes zancadas para buscar un
cepillo.
El reflejo que la recibió desde el espejo era alarmante, por llamarlo de alguna
manera. Estaba colorada, cortesía de una combinación de ira y todo el champán
que había consumido. Llevaba el pelo de punta, muy al estilo Medusa, algo muy
parecido a lo que veía algunos de sus peores días nada más levantarse de la
cama. Una risa semiperturbada le hormigueó en la garganta.
Su precioso vestido sin tirantes, confeccionado para que se adaptara a la
perfección a su pequeño cuerpo, lucía una gigantesca mancha de vino en el
corpiño y un gran borrón negro en la falda, donde se había quedado atrapado en
las puertas del ascensor durante su frenética huida del salón de banquetes.
¿Cómo puede estar pasando esto?
Por lo general, _________ no era de las que se dejaba llevar por la
autocompasión. ¿Cómo iba a hacerlo cuando tenía más de lo que cualquier mujer
tenía derecho a pedir? Unos padres implicados en su educación, aunque no
especialmente cariñosos, y un prometido —no, que sea ya marido— guapo y con
éxito. Un trabajo que le encantaba como directora ejecutiva de eventos
especiales en el Winston y un generoso complemento paterno a sus ingresos que
le permitía tener un adorable apartamento de dos dormitorios en Pacific
Heights.
¿Era mucho pedir ser la única pareja sexual de su marido en su noche de bodas?
De repente sintió un nudo en el pecho y empezó a quedarse sin aliento. El
corpiño del vestido impedía que le llegara aire a los pulmones y _________
empezó a tirarse como una loca de los botones que le cubrían la espalda entera.
Gruñó y tironeó de la tela pero le temblaban los dedos, incapaces de dominar
los botoncitos forrados de seda. Comenzó a hiperventilar todavía más y supo que
estaba a meros instantes de desmayarse. Con la suerte que tenía, lo mismo se
daba un golpe en la cabeza con el váter y sufría una lesión cerebral masiva.
—Puñetero vestido —jadeó mientras intentaba en vano alcanzar los botones. ¿Por
qué tenían que hacer unos vestidos de novia tan difíciles de poner y quitar?
¿Qué clase de tradición sádica era esa, meter a una mujer en una prenda que no
podía ponerse ni quitarse sola si había una emergencia?
Si pudiera encontrar las tijeritas de las uñas, podría cortarlo y sacárselo.
Volcó el contenido del neceser en el suelo y estaba revolviendo como una posesa
entre la pila resultante cuando oyó que alguien llamaba a la puerta de la
suite.
—Largo —chilló mientras buscaba entre el contenido del neceser con las manos
temblorosas. ¿Dónde estaban las malditas tijeras? Wendy las había usado esa
mañana para cortar un hilo suelto de la bastilla del vestido, quizá estaban en
la salita…
—Déjame entrar. —Era Wendy, que le hablaba con tono firme a través de la pesada
madera de la puerta.
_________ apretó los puños y entre ellos la tela del vestido.
—Vete. Ahora mismo no quiero hablar con nadie.
—_________, si no me dejas entrar, tu madre va a hacer que el gerente le dé una
llave.
_________ se derrumbó en el suelo del baño, derrotada. No le cabía la menor
duda: su madre era muy capaz de hacer eso y a _________ ya no le quedaban
fuerzas para enfrentarse a la histeria de Barbara _________. Tenía que dejar
entrar a Wendy, aunque solo fuera para que bloqueara la puerta.
—Voy. —Se levantó despacio y en el proceso se pisó el borde de la falda. Oyó el
ruido de una tela que se rasgaba y al mirar vio un desgarrón de diez
centímetros en la costura, donde la falda del vestido se unía al corpiño. La
verdad, por veinte mil dólares se diría que un vestido tendría que aguantar un
poco más.
_________ abrió la puerta. Su mejor amiga tenía una expresión preocupada y
cautelosa en sus grandes ojos castaños. Cruzó el umbral sin decir nada y abrazó
a _________.
—¿Estás bien?
_________ se desprendió del abrazo de su amiga con suavidad pero con firmeza.
Si bien agradecía el gesto, temía derrumbarse del todo al menor roce.
—Estás hecha un desastre.
—Sí, ya lo sé.
No le costaba nada hacerse una idea de la imagen que estaba dando, sobre todo
en comparación con Wendy, que tenía un aspecto sexy y lleno de glamour, con su
alta figura y el cabello oscuro realzado a la perfección por el vestido largo y
lila de dama de honor.
Una nueva oleada de angustia embargó a _________ cuando recordó que más de
quinientos amigos y parientes seguían sin duda abajo, preguntándose qué
demonios estaba pasando. Se le aceleró la respiración y volvió a tironearse del
vestido, desesperada por deshacerse de la voluminosa prenda.
—¡Quítame esto de encima!
—Espera, espera. —Wendy la cogió por los hombros para detener los frenéticos
movimientos. Después le dio la vuelta y en un momento había desabrochado los
botones y los broches del corsé de encaje francés que llevaba debajo.
Cuando el vestido cayó a sus pies convertido en un charco de espuma blanca,
_________ respiró hondo varias veces. Qué maravilla poder llenarse los pulmones
con libertad. Después abrió los ojos y lo apartó de una patada colérica. Tras quitarse
el igualmente restrictivo corsé del torso, se acercó al armario para sacar su
albornoz violeta de felpilla. Con casi diez años de antigüedad, andrajoso y
desvaído después de muchos lavados, la consolaba tanto como la mantita favorita
de un bebé.
—Nick odia este albornoz. Decía que me hacía parecer una abuela. —_________
saboreó la profunda satisfacción que sintió cuando se ciñó el cinturón
alrededor de la cintura—. Me obligó a dejar de usarlo delante de él, iba a
deshacerme de él tras esta noche.
Se sentó al borde de la cama, junto a Wendy, y ocultó la cara entre las manos.
Su albornoz favorito parecía un símbolo de todo a lo que había estado dispuesta
a renunciar en el curso de su relación con Nick. Se acabaron las caminatas por
las colinas de Marín porque Nick quería que hiciera ejercicio bajo la mirada
estricta y reglamentada de su entrenador personal del club olímpico. Nada de
ponerse ropa mona y moderna porque necesitaba toda la ayuda que pudiera
conseguir para parecer mayor y más sofisticada. Debía cambiar su encantador y
pequeño escarabajo por un BMW serie 5 porque era «más apropiado para la imagen
que tenía que cultivar».
Tantas cosas, grandes y pequeñas, pero todas ellas cosas que le gustaban, cosas
que formaban parte de ella. Había renunciado a todas ellas con una misión
concreta: ser la hija perfecta, la novia perfecta, la todo perfecta.
—No me puedo creer que me hiciera esto —dijo—. ¿Te puedes creer que me hiciera
esto? —_________ se quedó mirando a Wendy.
Las cejas alzadas de Wendy y su consoladora palmadita en la rodilla de
_________ fue más que suficiente para transmitir que nada de aquello la había
sorprendido en absoluto.
—Me siento como una estúpida. De verdad pensé, después de sorprenderlo en
primavera, que me sería fiel. Pero apuesto a que nunca dejó de engañarme en
todo este tiempo.
—Pues no, no dejó de engañarte. —La convicción de Wendy provocó un hormigueo de
irritación que atravesó los hombros de _________.
—¿Y tú cómo lo sabes con tanta seguridad?
—________, lo vi por toda la ciudad. —Al contrario que _________, Wendy era una
juerguista convencida y le encantaba explorar los restaurantes y discotecas más
animados de San Francisco. A pesar de todos sus esfuerzos, eran raras las veces
que _________ se unía a ella para pasar una noche de fiesta—. Por lo menos una
vez a la semana lo veía con alguna mujer en el Bubble Lounge o en el Redwood
Room. Y si no llegaba con alguien, se iba con alguien.
Había veces que _________ agradecía de verdad la franqueza de Wendy pero esa no
era una de ellas.
—¿Por qué no me dijiste nada? —Para ser justos, Wendy no tenía la culpa del
comportamiento de Nick, pero _________ no podía creer que la mujer que llevaba
cinco años siendo su mejor amiga fuera capaz de ocultarle semejante
información.
—Pero si te lo dije —dijo Wendy, exasperada—. Más de una vez. Y cada vez
volvías a aceptarlo. Siempre supiste que no iba a cambiar. Si tú estabas
dispuesta a no darle importancia a sus aventuras, ¿quién era yo para intentar
convencerte de lo contrario?
A _________ se le hizo un nudo en el estómago y aunque no dijo nada reconoció
que lo que decía Wendy era cierto. Desde que se lo había presentado, a Wendy le
había caído mal Nick.
Era
demasiado hábil, decía Wendy. Demasiado zalamero, demasiado refinado, un
repelente niño Vicente pero con mejor pinta. Había intentado, a veces con
sutileza —pero la mayor parte de las veces sin ella— convencer a _________ para
que lo dejara. Una vez, tras una fiesta, Wendy incluso había afirmado que Nick
le había entrado, y eso que _________ estaba en la habitación de al lado. La
acusación había encolerizado a _________ de tal modo que no le había dirigido
la palabra a Wendy en todo un mes.
Las amigas terminaron por hacer las paces pero desde ese momento, si Wendy
tenía algo en contra de Nick, se lo guardaba.
Pero a pesar de la estricta política de «sin comentarios» que había instaurado,
Wendy había sido incapaz de quedarse callada esa primavera. Había visto a Nick
saliendo del hotel Clift a primera hora de la mañana de un día laborable,
cuando se suponía que estaba en Seattle por negocios, con una seductora morena
prácticamente pegada al costado.
A esas alturas, _________ ya se había atrincherado en los preparativos de la
boda que planeaban para el otoño, embalada en su carrera hacia su futuro como
la señora de Nick Jonas. Se había convencido de que Nick había tenido un
desliz, pero solo esa vez. Y dado que _________ se había visto obligada a
admitir, aunque solo fuera ante sí misma, que su vida sexual no era demasiado
espectacular, parte de ella se preguntó si quizá no fuera también culpa suya.
Después de eso, se había jurado esforzarse más para ser la clase de amante que
quería su prometido y así evitar futuros lapsus.
Claro que, en el fondo, _________ siempre había sabido que aquella no había
sido la primera vez, ni la única. Que era por lo que sus intentos de darle un
poco más de sabor a su vida sexual se habían reducido a la compra de un inmenso
montón de lencería carísima y dos encuentros bastante mediocres en los últimos
seis meses. Al menos a ella le gustaba mucho su nueva ropa interior, que era
muy sexy, aunque Nick no hubiera sabido apreciarla.
Después de aquello, _________ se resignó a tener un matrimonio cómodo, aunque
no fuera apasionado. Después de todo, en un matrimonio había cosas más
importantes que el sexo. Y al casarse con Nick contribuía de una forma decisiva
a unir a las dos familias, a cimentar su relación empresarial y elevar el
perfil público de la compañía. Aunque hubiera querido echarse atrás, no habría
podido hacerlo sin provocar la madre de todos los desastres.
Con todo, el desastre se las había arreglado para encontrarla a ella.
—Dios, soy un auténtico felpudo —gimió _________ mientras se tiraba en la cama.
Después se sentó y apretó los puños—. Quiero ir ahí abajo y darle una buena
patada en esas fundas tan perfectas que se ha puesto en la boca.
Wendy lanzó una áspera carcajada.
—Venga, vamos. Yo te lo sujeto. Pero no te olvides de darle también un buen
pisotón en los huevos.
Entonces oyeron que alguien llamaba a la puerta.
—_________, déjame entrar.
_________ hizo una mueca al oír aquella voz temblorosa que arrastraba las
palabras. Genial. Su madre no solo era un caso perdido emocional, como de
costumbre, sino que encima llevaba una buena curda. Por lo general, era
_________ la que tenía que calmar a su madre y hacerla bajar del árbol
emocional al que se hubiera encaramado pero esa noche ya no tenía fuerzas.
Cogió a Wendy por los hombros y le rogó:
—Tienes que deshacerte de ella.
Wendy fue a la puerta y le hizo un gesto a _________ para que se escondiera en
la cocinita de la suite mientras ella contestaba a la puerta. _________ oyó la
voz apagada de Wendy y después la más aguda de su madre.
—Lo de ahí abajo es un caos —sollozaba su madre—. No hacen más que preguntarme
qué pasa y yo no tengo ni idea. Grant ha desaparecido con Nick y _________
tiene que bajar para tranquilizar a todo el mundo. —A Barbara se le quebró la
voz y _________ oyó el graznido apagado de su madre sonándose la nariz—. Y toda
la prensa local está por aquí. ¿Qué diantres les voy a decir? No hay nadie que
me diga lo que tengo que decirles.
—Señora _________ ¿por qué no se va a su habitación y se toma un poco de café?
Yo llamaré a la coordinadora de la boda y haré que ella lo solucione todo.
—Pero _________…
_________ se asomó a la esquina y Wendy se movió para bloquear físicamente la
puerta con su cuerpo. Por suerte, la madre de _________ compartía el cuerpo
menudo de su hija así que Wendy no tuvo problemas para hacer de gorila de
discoteca.
—Confíe en mí, señora _________ es mejor que su hija no vea a nadie ahora
mismo. ¿Quién sabe qué más sería capaz de hacer?
En circunstancias normales no era difícil arrollar a la madre de _________ y
era obvio que el estrés de la noche había despojado a la buena mujer de sus
escasas reservas de fuerzas. Con un pequeño sollozo lastimero y el ruego de que
_________ fuera a visitarla cuando se sintiera con ánimo, Barbara accedió a
retirarse a su habitación hasta el día siguiente. _________ tomó nota
mentalmente de enviarle un Martini bien cargado.
Después dio un suspiro de alivio cuando oyó que Wendy cerraba la puerta y
corría el cerrojo de seguridad. Su amiga regresó a la suite y rodeó los hombros
de _________ con un brazo.
—Ya está. Mi madre va a sufrir por fin un ataque de nervios y será todo culpa
mía.
—No le va a pasar nada. Mañana a primera hora la van a llamar todas sus amigas
por teléfono para soltar los «ohs» y «ahs» de rigor por el escándalo que has
provocado y tu madre podrá regodearse en toda esa compasión y todas las
atenciones que le van a prodigar.
_________ bufó.
—¿Crees que les sobrará un poco de compasión para mí?
—Sabes que estás mejor así, ¿verdad?
_________ se encogió de hombros y se sentó en la cama.
—Creo que podríamos haber conseguido que funcionara. Nos conocemos desde
siempre. Nos movemos en los mismos círculos. Jamás he tenido que preocuparme
por si iba detrás de mí dinero.
—O de tu cuerpo. —Wendy se dirigió directamente al minibar y apareció con los
brazos cargados de botellas diminutas.
—Para algunas personas…
—El sexo no es lo más importante —Wendy terminó por ella el sonsonete—. Si
hubieras dado alguna vez con un tío que sabía que es lo que hacía…
_________ puso los ojos en blanco. Se había acostado con más de un tío antes de
Nick (con tres, para ser exactos) y los resultados jamás habían sido esa
conmoción trascendental que describían todas sus amigas. Tampoco se había
preocupado demasiado por el tema.
Wendy no se rendía.
—Y aparte del sexo, ¿qué hay de la confianza, la compañía y todo eso? Admítelo,
_________, la única razón para que empezaras a salir con Nick ya en primer
lugar fue por la ley del mínimo esfuerzo y porque era un modo de garantizarte
la aprobación de tu padre.
_________ lanzó un gemido, incapaz de negar la verdad.
—Es patético. Yo soy patética.
—Lo has dicho tú, no yo —dijo Wendy por lo bajo.
_________ le sacó la lengua, después se pasó las manos por el pelo e hizo una
mueca cuando sus dedos se toparon con la densa capa de laca que lo cubría.
—Agh, necesito una ducha. Prepáranos unas copas.
_________ oyó el tintineo de las botellitas cuando se metió bajo el chorro y
empezó a frotarse con vigor para quitarse hasta el último rastro de maquillaje,
laca, vino y tarta, en un intento de borrar aquel día de su vida en el proceso.
Estaba tan harta de ser educada… no quería morderse más la lengua para guardar
las apariencias. Sus agallas tenían que manifestarse de una vez, que ya
llevaban un retraso de veintiséis años.
Salió del baño quince minutos después, sin laca y sin maquillaje. Miró la copa
que le ofrecía Wendy y sacudió la cabeza.
Su amiga frunció el ceño, confundida.
—Es Chardonnay, lo que bebes siempre.
—Dame eso —dijo _________ mientras cogía de un manotazo una botellita de
tequila del aparador.
—Esto… _________, ¿estás segura de que quieres beberte eso?
—El Chardonnay es para jovencitas sin agallas. Desde hoy, soy una mujer fuerte
e independiente. —Destapó la botellita de Cuervo con un floreo—. Me gustaría
proponer un brindis por la versión nueva y mejorada de _________ _________. Una
nueva _________ que hace lo que quiere, cuando quiere y que no se deja
mangonear por nadie. Sobre todo por el gilipollas de su marido, un capullo
incapaz de esperar a cortar la tarta para tener su primera aventura. —Levantó
la botella y se ventiló el contenido de un solo trago.
La nueva imagen de chica dura de _________ _________ quedó arruinada cuando le
entró tal ataque de tos y arcadas que la tumbó.
—Agh, Esto es asqueroso sin la mezcla
para hacer margaritas. —_________ echó mano del vino para quitarse el sabor a
gasolina que le había quedado en la boca—. Será mejor que vaya poco a poco
antes de ponerme con el tequila.
Sus ojos no tardaron en posarse en una botella de Veuve Clicquot que se
enfriaba en un cubo junto con dos copas de champán de cristal de Baccarat.
—Qué romántico —dijo con tono sarcástico mientras se apoderaba de la botella
con una mano y de las copas con la otra.
_________ se acomodó en la cama junto a Wendy y en un momento destapó la
botella y derramó un poco del líquido burbujeante en la moqueta. Después le dio
a Wendy una copa de champán.
—Vamos a probar otra vez. Un brindis por la nueva _________ _________, antiguo
felpudo y flamante zorra del momento. —Tomó un largo trago de champán. Las
burbujas le cosquillearon por la garganta y le calentaron el vientre de
inmediato.
La sonrisa de Wendy se apoderó de la mitad inferior de su cara.
—¡Ya era hora!
—Lo sé. Hace años que me dices que tengo que alejarme de mis padres, vivir mi
propia vida y deshacerme de Nick. Creo que todo este fiasco es la forma que
tiene de decirme el universo que ya va siendo hora. Hay todo un mundo nuevo de
posibilidades, y empieza ahora mismo.
—Así se habla. —Wendy tomó un buen sorbo de champán y _________ se apresuró a
rellenar las copas.
A medida que el alcohol le iba calentando el vientre, _________ se iba
entusiasmando cada vez más con su nueva vida.
—Quiero encontrar a alguien salvaje, alguien totalmente inadecuado para mí.
—Deberías acostarte con su hermano —dijo Wendy con los altos pómulos acalorados
por el champán—. Ya sabes, dos metros de hombre, hombros anchos y musculosos.
Ya me imagino lo que se esconde debajo de ese esmoquin. ¿Y le has visto las
manos? Prometedoras, muy prometedoras. Que lo sepas, un buen polvo con él sería
la venganza perfecta e iba a cabrear a Nick de lo lindo.
—No puedo ir a por Joe —Pero mientras hablaba, el cerebro de _________ se
inundó de imágenes de Joe desnudo, sobre ella, bajo ella, moviéndose dentro de
ella—. Además, incluso aunque quisiera, no soy su tipo para nada.
Wendy puso los ojos en blanco y le hizo un gesto a _________ para que le bajara
la cremallera y pudiera cambiarse el vestido de dama de honor por uno de los
albornoces de cortesía de la suite.
—Chorradas. La única razón por la que los tíos no te entran es por esa actitud
que tienes de mosquita muerta. Créeme, con un mínimo estímulo por tu parte,
aparecerían un montón de tíos a los que les encantaría tener la oportunidad de
despeinarte un poco. —Se pulió el resto del champán que le quedaba y después se
preparó un vodka con tónica en el minibar—. Joe Jonas no es ninguna excepción.
_________ puso la tele. Su incapacidad para «ligar» era uno de los temas
favoritos de discusión de las dos amigas, que a lo largo de los años lo habían
hablado hasta la saciedad, una conversación que a _________ no le apetecía
tener en ese momento. A pesar de las ruidosas protestas y argumentos que daba
Wendy en sentido contrarío, en el fondo a _________ no le parecía que tuviera
mucho con lo que trabajar.
Era bastante atractiva, suponía. Pero con 1,60 de altura, el cabello rubio
ondulado, los grandes ojos azules y las modestas curvas de su cuerpo, se
parecía bastante más a Sandra Dee, la niña buena de Grease, que a Marilyn
Monroe. Hasta le podrían haber grabado «futura madre de familia respetable» en
la frente. No se podía decir que fuera de las que le inspiraban a nadie
pensamientos lujuriosos. Cosa que tampoco le había molestado mucho hasta, el
momento.
Está bien, le había molestado el año que Joe y ella habían coincidido en
Berkeley, cuando ella era una ingenua de primero y él, el chico de último curso
que la protegía demasiado. A él lo había criado su madre, así que, hasta
entonces, _________ solo lo había visto unas cuantas veces en su vida y solo
recordaba vagamente a aquel tipo grande y guapo que había sido amable con ella
en esas ocasiones, pero cuando se había tropezado con él durante su primera
semana en el campus, Joe, a sus veintidós años, había inspirado en ella de
repente todo tipo de sensaciones y fantasías sexuales, sentimientos que
_________ no había experimentado en su vida. Ni los había vuelto a experimentar
después.
—Soy como su adorable hermanita pequeña —dijo con tono sombrío—. Siempre lo he
sido. —No pudo evitar sonreír al recordar a Joe cerniéndose sobre más de un
desafortunado chico de alguna fraternidad que intentaba emborracharla con
cerveza de barril o ponche de garrafón—. No le había visto desde que se largó,
después de la monumental bronca que tuvo con su padre y Nick justo después de
que yo me graduara de Berkeley. Dios, está tan bueno. —_________ apenas había
pensado en Joe en los cinco años transcurridos desde que se había marchado. O
más bien no se había permitido pensar en él, quizá porque, en el fondo, sabía
que terminaría tal y como estaba en esos momentos. Con el cerebro lleno de
imágenes lascivas, inquieta, tensa y con el cuerpo palpitándole en sitios donde
no tenía por qué palpitar, y sin esperanza de encontrar alivio en el guapísimo
pedazo de carne responsable de todo aquello.
Hora y medía después, _________ zappeaba por todos los canales de televisión
por milésima vez mientras se terminaba los restos de champán. Wendy roncaba
entre las almohadas con una bolsa medio vacía de M&M's de mantequilla de
cacahuete apretada en el puño.
Maldita fuera Wendy y toda esa charla de vengarse con un buen polvo y arrojarse
en brazos de Joe. No podía dejar de pensar en él, enredado en sus sábanas de
seiscientos hilos, todo músculos y piel bronceada.
La lujuria se acumulaba en el vientre de _________, mezclada con la
indignación, mientras examinaba cada rasgo de la suite nupcial. Se suponía que
era su noche de bodas, maldita fuera. Se suponía que tenía que estar rodando
por aquella cama y retozando en el jacuzzi con el hombre con el que se había casado.
Por extraño que pareciera, la idea no era tan dolorosa como embarazosa. Una vez
superado el susto inicial, _________ se dio cuenta de que el cabreo que tenía
era más por su orgullo herido que porque Nick le hubiera roto el corazón.
Quería casarse con él, al menos eso había pensado. Con todo, siempre había
sabido que el suyo habría sido un matrimonio basado en la compatibilidad más
que en la pasión. Y a ella le había parecido bien. Pero hasta ese momento no se
había dado cuenta de la poca consideración que sentía Nick por ella, tan poca
que había sido capaz de hacer algo así el día de su boda.
Si miraba las cosas con perspectiva, se daba cuenta de que había actuado como
un felpudo, ¿era de extrañar entonces que Nick pensara que podía pisarla sin
más? Pero todo eso iba a cambiar, desde ese mismo instante.
Quizá Wendy tenía razón. Quizá solo tenía que dejar de comportarse como una
niña buena para que los hombres se enteraran de que ardiendo bajo su aspecto
seráfico había una diosa del sexo esperando a que alguien la soltara. Solo
había un modo de averiguarlo.
Fue al tocador y sacó un pequeño paquete de papel del que extrajo el salto de
cama de La Perla que había elegido para esa noche. Cuando se lo puso, la seda
fresca alivió su piel ardiente. Estiró la tela sobre las caderas y alargó el
brazo para ponerse otra vez el albornoz violeta, después cogió el neceser
íntimo que con tanta consideración proporcionaba el personal del Winston.
La vieja _________ jamás haría algo como lo que había planeado, pero a la nueva
_________ le habían prometido sexo esa noche y ni de coña pensaba renunciar a
él.
Val's Matth.
Re: Fiesta privada-Joe y Tu
Ok ok aparecii! :s nawuaaaa no puede serr como demonios se. Tre ocurre dejarla alli???
Casi combulsiono por saber q sigueee!!!
Siguelaa porfisss
Amooo sta novee! Y que lastima q las otras las borraron esas eran autenticas *_*
Siguelaaaa
Muero x saber q sigueee!
Att: tu megfa fielisima lectora!
Casi combulsiono por saber q sigueee!!!
Siguelaa porfisss
Amooo sta novee! Y que lastima q las otras las borraron esas eran autenticas *_*
Siguelaaaa
Muero x saber q sigueee!
Att: tu megfa fielisima lectora!
Yhosdaly
Re: Fiesta privada-Joe y Tu
:( no hay nadie mas ue tu qe leea la nove :(
Joe se quedó mirando el minibar mientras se planteaba su siguiente selección.
Tenía que reconocérselo a su padre y Grant: ellos sí que sabían con qué había
que llenar un minibar. Podía emborracharse una semana entera si quería.
Que era con toda probabilidad lo que habría hecho sí no tuviera que irse casi
al amanecer para regresar a Cayo Holley.
Eligió una botellita de Jack Daniel's y lo rebajó con la otra mitad de la
Coca-Cola que le había quedado del cuba libre que se acababa de ventilar. Hizo
una mueca al ver lo que costaba el licor en la hoja de precios del minibar.
Cierto, era absurdo esconderse en su habitación a beber un licor de precio
ridículo cuando podía estar disfrutando abajo de la barra libre.
Pero era incapaz de enfrentarse a aquello. Había cumplido con su obligación.
Había aparecido, había sido el padrino perfecto y había fingido estar encantado
de ver que la pequeña ________ ________ se encadenaba a un imbécil integral
como Nick. Después, había salido zumbando de allí nada más escupir el brindis
preparado y totalmente insincero que había tenido que soltar.
Joe no se hacía ilusiones con su hermano mayor y la clase de marido en la que
iba a convertirse. Nick era exactamente igual que el padre de ambos: hábil,
intrigante, el típico tío que necesitaba quedar siempre por encima. Un carácter
que les venía muy bien en los negocios pero que era un infierno para las mujeres
que metían en sus vidas. Su padre ya iba por el cuarto matrimonio y era muy
probable que engañara a su mujer. David Jonas no podía renunciar a la emoción
de la caza o la satisfacción de la conquista. Y Joe no albergaba dudas: Nick
era igual que su padre.
Aferró con más fuerza la copa y se acomodó entre las orondas almohadas que
adornaban la cama gigante de la habitación. No sabía por qué estaba tan
disgustado. Tampoco era como si se hubiera pasado los últimos cinco años
suspirando por ella. Por lo menos no mucho. Pero habían pasado nueve meses
desde que había recibido el anuncio del compromiso. Nueve meses para deshacerse
de cualquier ilusión que pudiera haberle quedado de llegar a disfrutar algún
día de todo lo que la dulce ________ tenía que ofrecer.
No obstante, las imágenes de aquella chica seguían atormentándolo. ________ con
su bikini rojo de guingán el verano que había cumplido los dieciséis años. Unos
pechos pequeños y redondos que se apretaban contra, la ceñida tela, con los
pezones endurecidos por el agua fría. ________ en el club de campo, la niña
bien perfecta con sus rebequitas y sus perlas. Siempre había sido toda una
dama, incluso de adolescente, cuando lo irritaba con su gazmoñería al tiempo
que le inspiraba escabrosas fantasías en las que él le quitaba las braguitas
blancas de algodón y le demostraba lo divertido que podía ser portarse mal.
Y al fin la peor imagen de todas. ________, de pie ante el altar junto a su
hermano, tan frágil como una muñeca de porcelana mientras hacía los votos que
la unían a Nick.
Se ventiló el resto de la copa, como si con eso pudiera ahogar las voces de su
cabeza que lo ponían verde por no haberle tirado los tejos a ________ cuando
había tenido la oportunidad. Ah, no, por alguna extraña razón a los veintidós
años había tenido que desarrollar una vena noble cuando se trataba de aquella
chica, quizá porque había sabido por instinto que si salía con ella solo
terminarían sufriendo los dos. Así que en lugar de permitirse disfrutar de
aquella larga fantasía recurrente en la que le enseñaba a la virginal ________
todo lo que había que saber sobre las alegrías del sexo, se había dedicado a
ser su protector en lugar de su amante.
Y mientras él estaba en el Caribe matándose para poner Cayo Holley en la cumbre
de los complejos de lujo de primera clase, el que le había tirado los trastos
había sido el cabronazo de su hermanastro.
Un golpe en la puerta lo sacó con un sobresalto de su meditación. Un vistazo
por la mirilla reveló a la última persona que hubiera esperado ver allí.
________ ________ (más bien Jonas, con los rasgos distorsionados por el efecto
pecera de la mirilla) aporreaba con determinación la puerta de su habitación en
la que se suponía que era su noche de bodas.
Joe descorrió el cerrojo y abrió la puerta. Por un momento creyó que estaba
sufriendo una alucinación. O quizá había hecho una mezcla un poco fuerte con el
último ron y Coca-Cola que quedaba en el minibar, se había desmayado y estaba
soñando. Desde luego no era la primera vez que ________ invadía sus sueños pero
por lo general llevaba algo un poco más provocativo que la deshilachada bata
violeta de abuela que ya tenía en la universidad. Tenía que ser real, porque si
fuera un sueño, a esas alturas la bata ya estaría en el suelo y él ya estaría
medio metido en aquel cuerpo.
Lo que no evitó que la sangre se le acumulara en la entrepierna. El año que
habían coincidido en Berkeley, Joe había llegado a la puerta del dormitorio de
la residencia de la joven en incontables ocasiones y se la había encontrado
recién salida de la ducha y envuelta en aquel albornoz. La idea de despojarla
de aquella prenda suave y gastada para poder recorrer con la lengua toda su
piel suave y húmeda se había burlado en casi todas aquellas ocasiones de la
promesa que había hecho de no ponerle las manos encima.
La verga se le hinchó en los calzoncillos y Joe se recordó con furia que era
una mujer casada, y con su hermano, por si fuera poco. Tenía que haber pasado
algo grave para que ________ estuviera allí. ¿Cómo se le ocurría, a él empalmarse
cuando necesitaba toda la sangre posible en el cerebro?
—¿Le ha pasado algo a Nick? —preguntó Joe cuando ________ no dijo nada. Se lo
había quedado mirando con la boca un poco abierta. Joe casi podía sentir el
calor de aquella mirada en su piel mientras lo iba recorriendo entero, primero
el pecho, después el abdomen plano para seguir bajando, hasta que las cejas
femeninas se alzaron con cierto interés.
Joe bajó los ojos y se puso colorado cuando se dio cuenta de que no llevaba más
que los boxers y que el bulto de la bragueta seguía creciendo bajo la mirada de
la joven.
—¿Puedo
entrar? —dijo ________ al tiempo que alzaba de mala gana los ojos hacia la cara
de Joe.
Joe se apartó para dejarla pasar y en algún lugar de su cerebro nublado por el
minibar se disparó una alarma. Por lo general, las mujeres no visitaban las
habitaciones de otros hombres a las dos de la mañana de su noche de bodas.
________ se encaramó al borde de la cama y encendió la lamparilla de la mesita.
La luz la envolvió en un fulgor tenue que iluminó su cabello de color dorado
pálido y su piel suave como la de un bebé. Aparentaba unos catorce años con sus
grandes ojos azules y los labios suaves y rosados. Había vuelto a clavar los
ojos en él y en su expresión había cualquier cosa menos inocencia.
Con la polla amenazando con asomar por la bragueta de los calzoncillos, Joe
cogió con gesto casual uno de los albornoces que colgaban en su armario e hizo
una mueca cuando se dio cuenta de que eso de que la talla única sirve para
todos no se aplicaba a su cuerpo. El albornoz le tiraba de los hombros, no le
cubría el pecho y apenas le dejaba estirar los brazos. Pero al menos si su
amiguito decidía asomar la cabeza por la cinturilla, ________ no tendría que
verlo.
—Te fuiste temprano de la fiesta, ¿no? —dijo la joven, como si fuera lo más
normal del mundo estar en su habitación cuando debería estar disfrutando de su
primera noche de sexo marital—. Nunca te gustaron mucho los actos que exigen
corbata.
Joe asintió.
—Pues no, y además tengo que coger un vuelo muy temprano. —Se sentó en la cama,
al lado de ella y solo su aroma fue suficiente para volverlo loco. Como en sus
mejores sueños, ________ había aparecido en su habitación de hotel. Pero en la
realidad hablaban de trivialidades, del banquete y sus planes de viaje mientras
él tenía una erección capaz de clavar clavos en cualquier sitio.
Y aunque cada una de sus terminaciones nerviosas era consciente de lo que tenía
delante y le rogaba que la echara en la cama y le metiera la lengua entre las
piernas, Joe sabía que no era para eso para lo que ________ había ido allí.
¿O sí?, se preguntó cuando la joven se encogió de hombros y una de las mangas
del albornoz se deslizó y le dejó el hombro al descubierto.
A Joe se le secó la boca al ver el diminuto tirante de satén de color marfil
que se apoyaba en aquella piel suave.
—Sorprendí a Nick tirándose a su ayudante en el cuarto de las escobas.
La revelación de ________ lo arrancó por un momento de la fantasía que estaba
teniendo en la que cogía el tirante con los dientes y lo bajaba por la piel
sedosa del brazo femenino.
—¿Que sorprendiste qué?
—Fui a buscarlo para cortar la tarta y lo encontré tirándose a su nueva
ayudante, Vanessa, en el cuarto de las escobas que hay junto al salón de
banquetes.
________ parecía sorprendentemente tranquila, dadas las circunstancias. Claro
que ________ nunca se dejaba llevar por sus emociones. Si alguien podía manejar
una situación así con elegancia, esa era ________.
—Así que me subí al escenario y les expliqué a todos lo que había ocurrido, y
después le aplasté la tarta en la cara.
No debía de haber sido muy divertido pero Joe no pudo contener la carcajada. La
serena y perfecta ________ estrellando una tarta en la cara del tan perfecto Nick.
Y nada menos que delante de quinientos de sus amigos más íntimos y socios
empresariales.
Joe no pudo evitar la risita baja que le brotaba del pecho.
—Mierda, siento habérmelo perdido. —Hizo una pausa e intentó recuperar la
compostura—. Perdona que me haya reído. Sé que para ti no tiene ninguna gracia.
Una sonrisita traviesa que Joe no había visto jamás cruzó la cara de la joven.
—De hecho, fue graciosísimo. Encima, Nick todavía llevaba la bragueta abierta,
el muy idiota.
—Lo siento mucho. —Joe se acercó un poco más y le envolvió los hombros con un
abrazo de consuelo, ________ se acurrucó contra él, su amigo enterró la nariz
en la suavidad de su cabello y aspiró el aroma limpio y fresco de la joven. A Joe
siempre le había encantado cómo olía ________, a jabón fresco y flores blancas.
La verga le creció lo que le pareció otro centímetro y Joe le dijo con toda
firmeza que se fuera calmando. ________ había ido allí para que la consolaran,
no para que le tiraran los trastos.
Pero entonces la joven se volvió hacia él y le deslizó la mano por el torso,
por dentro del albornoz, después lo rodeó hasta apoyar los dedos en la piel
desnuda de su espalda. Joe estuvo a punto de ponerse a ronronear cuando las
yemas femeninas trazaron pequeños dibujos en los músculos de sus hombros.
—Me alegro tanto de verte otra vez, Joe —murmuró ________ acurrucándose todavía
más contra él hasta que la bocanada cálida de su aliento le cosquilleó en el
cuello—. Te he echado de menos.
—Yo también me alegro mucho de verte, ________. —Joe le acarició la espalda con
gesto tranquilizador. Solo la estaba consolando. ¿Qué tenía eso de malo? Nada.
Bajó un poco más la mano y puso a prueba la resistencia de la cadera femenina
antes de esquivar el trasero de la joven con nobleza para volver a desrizarle
la mano espalda arriba.
________ se apartó un poco pero sin dejar de abrazarlo, mientras con la mano
seguía provocando la piel desnuda de la espalda masculina.
—Se supone que es mi noche de bodas. —El rostro de la joven era sombrío pero no
lucía la expresión dolorida que Joe hubiera esperado en una mujer a la que
acababa de traicionar el hombre al que amaba—. Se supone que esta noche la iba
a pasar haciendo el amor con mi flamante marido.
Lo único que podía hacer Joe era asentir. ¿Adonde quería ir a parar con todo
eso?
—¿Sabes que me he pasado toda la vida intentando ser perfecta? Lo he hecho todo
bien, todo lo que mis padres han querido, y mira lo que he conseguido.
Era cierto. Al contrario que él, ________ se había
pasado la vida intentando conseguir la aprobación de sus padres —sobre todo la
de su padre—. Uno de los grandes motivos por los que nunca le había dicho nada
a ________ era porque sabía que Grant ________ jamás aprobaría que su hija
anduviera por ahí con el hijo salvaje de Jonas, el producto de un segundo
matrimonio, breve y escandaloso, con una camarera de Las Vegas. Siempre que Joe
había ido a visitar a su padre y se había tropezado con Grant ________, el
magnate le había dejado muy claro que no le gustaba la idea de que Joe mirara a
su hija siquiera. ________ había tenido tanto cuidado de mantener su amistad en
secreto que él había sabido que nunca lo presentaría en su casa como su novio.
En aquel momento, Joe había decidido que era mejor conformarse con una amistad;
temía que si llegaba a acostarse de verdad con ella, no sería capaz de evitar
gritar a los cuatro vientos que aquella mujer era suya y a la mie&$a con
las consecuencias. Y entretanto se había tragado el resentimiento que le inspiraba
tener que ocultar su inocente relación como si fuera una especie de sucio
secreto.
Y cuando Joe había abandonado el redil familiar para perseguir su sueño de
fundar su propio complejo de lujo supo que ________ jamás se plantearía dejar
la seguridad del nido familiar para reunirse con él. Tampoco era que él hubiera
considerado la opción de preguntárselo. Por lo menos no más de unas cien veces.
Por aquel entonces no había tenido la oportunidad de tener un futuro con ella y
tampoco la tenía esa noche. Pero allí estaba, mirándolo con aquellos grandes
ojos azules, presumiendo de hombros sexys y llenándolo con una mezcla
perturbadora de lujuria y ternura, queriendo intrigar como fuera para
llevársela a su isla paradisíaca hasta que reconociera que era suya y de nadie
más. ¿Pero qué coño le pasaba? Había tenido años enteros para superar todas
aquellas chorradas. Había tenido tiempo de sobra —por no hablar de mujeres de
sobra— para conseguir superar el hecho de que su irracional encaprichamiento
con ________ jamás encontraría satisfacción.
¿Qué importaba que estuviera en su habitación en plena noche? Era demasiado
mayor para dejar que ________ (que no tenía ni la más remota idea del tornado
que bramaba en el interior de Joe) lo enredara. Aunque sabía que no era buena
idea que siguiera acariciándola, recorrió con el pulgar la curva de la mejilla
de la joven mientras intentaba como podía no hacer caso de la intensa descarga
que lo atravesaba desde el pulgar a los huevos.
—Ojalá pudiera haberme parecido más a ti, ojalá hubiera tenido el valor de
defenderme sola y decir lo que quería. En lugar de eso, dejé que me
convencieran para casarme con un hombre que sabía que nunca me haría feliz.
Joe asintió.
—Siempre pensé que te merecías algo mejor. —La envolvió entre sus brazos y la
estrechó con fuerza.
—Y desde hoy mismo yo también lo sé. Y ahí es donde entras tú.
La mano de Joe se congeló en la espalda femenina. Por un instante le había
parecido que volvían a los viejos tiempos. ¿Cuántas veces había consolado a
________ cuando el chico que le gustaba rompía con ella? Por supuesto, una
parte de él, la parte que le palpitaba con insistencia en la entrepierna, se
moría por desnudarla, pero había sido capaz de contenerla y recuperar el ritmo
antiguo y conocido de su vieja amistad.
Pero allí estaba esa mirada otra vez. Esa mirada que decía que aquella chica
quería lamerlo de la cabeza a los pies, y prestar quizá una atención especial a
las partes intermedias.
Ojalá. Debía de estar muy borracho, o haberse vuelto loco. O las dos cosas.
—Joe, tengo que pedirte un favor muy grande. —La expresión de la joven había
perdido el fulgor lujurioso y se había convertido en un gesto de expectativa
cortés.
—Lo que quieras, ________.
—Quiero que te acuestes conmigo.
—¿Qué? —No podía haberla entendido bien.
—Acuéstate conmigo, por favor —repitió ________, cuya expresión era tan
impaciente y civilizada como sí le estuviera pidiendo que le sirviera un poco
más de Coca-Cola light. Pero cuando Joe no hizo nada salvo mirarla con la boca
abierta, ________ continuó—: Hablo en serio. Llevo toda la vida dejando que
otras personas me digan lo que quiero porque temía desagradarles. Después de
esta noche, me da igual lo que piense nadie. Por una vez, quiero tener algo que
quiero de verdad. Y eres tú.
Los ojos de ________ ardieron y se licuaron una vez más mientras sus manos
buscaban bajo las solapas del albornoz masculino y le acariciaban el pecho.
—Te deseo, Joe —susurró otra vez antes de inclinarse para deslizar los labios
por la piel de la clavícula del empresario. Con todo, Joe hizo lo que pudo para
recordar todas las razones por las que no debería aceptar la oferta. Para
empezar, aquella chica estaba en un momento vulnerable. Había encontrado a su
marido follándose a otra apenas unas horas después de la boda. Eso ya era
suficiente para mandar a cualquiera al abismo del comportamiento irracional y
poco apropiado. Y además, ________ olía a champán y él jamás se había
aprovechado de una chica borracha, ni siquiera en la universidad, cuando era un
gilipollas que vivía en una fraternidad.
La mano femenina se deslizó por el interior del muslo de Joe y sus dedos se
fueron abriendo camino, atormentándolo bajo la pernera del calzoncillo. El
pobre estuvo a punto de correrse allí mismo.
—Sé que estás disgustada —medio gimió Joe—, pero no creo que quieras hacer esto
de verdad.
—Oh, pues yo estoy bastante segura de lo que quiero. —________ se levantó, se
desprendió de la bata violeta, que dejó caer al suelo, cogió la mano masculina
y se cubrió con ella un pecho a través del satén cremoso de la combinación que
llevaba.
—Me voy mañana —dijo Joe, incapaz de resistir la tentación de recorrer con el
pulgar el guijarro duro del pezón que le ofrecían—, y no sé cuándo podré
volver. Lo único que puedo prometerte es una noche. —Por Dios bendito, tenía la
teta de ________ ________ en la mano. La mera idea hizo rugir su cabeza con tal
estrépito que casi no oyó lo que le dijo ella a continuación.
Capítulo
3 [primera parte]
3 [primera parte]
Joe se quedó mirando el minibar mientras se planteaba su siguiente selección.
Tenía que reconocérselo a su padre y Grant: ellos sí que sabían con qué había
que llenar un minibar. Podía emborracharse una semana entera si quería.
Que era con toda probabilidad lo que habría hecho sí no tuviera que irse casi
al amanecer para regresar a Cayo Holley.
Eligió una botellita de Jack Daniel's y lo rebajó con la otra mitad de la
Coca-Cola que le había quedado del cuba libre que se acababa de ventilar. Hizo
una mueca al ver lo que costaba el licor en la hoja de precios del minibar.
Cierto, era absurdo esconderse en su habitación a beber un licor de precio
ridículo cuando podía estar disfrutando abajo de la barra libre.
Pero era incapaz de enfrentarse a aquello. Había cumplido con su obligación.
Había aparecido, había sido el padrino perfecto y había fingido estar encantado
de ver que la pequeña ________ ________ se encadenaba a un imbécil integral
como Nick. Después, había salido zumbando de allí nada más escupir el brindis
preparado y totalmente insincero que había tenido que soltar.
Joe no se hacía ilusiones con su hermano mayor y la clase de marido en la que
iba a convertirse. Nick era exactamente igual que el padre de ambos: hábil,
intrigante, el típico tío que necesitaba quedar siempre por encima. Un carácter
que les venía muy bien en los negocios pero que era un infierno para las mujeres
que metían en sus vidas. Su padre ya iba por el cuarto matrimonio y era muy
probable que engañara a su mujer. David Jonas no podía renunciar a la emoción
de la caza o la satisfacción de la conquista. Y Joe no albergaba dudas: Nick
era igual que su padre.
Aferró con más fuerza la copa y se acomodó entre las orondas almohadas que
adornaban la cama gigante de la habitación. No sabía por qué estaba tan
disgustado. Tampoco era como si se hubiera pasado los últimos cinco años
suspirando por ella. Por lo menos no mucho. Pero habían pasado nueve meses
desde que había recibido el anuncio del compromiso. Nueve meses para deshacerse
de cualquier ilusión que pudiera haberle quedado de llegar a disfrutar algún
día de todo lo que la dulce ________ tenía que ofrecer.
No obstante, las imágenes de aquella chica seguían atormentándolo. ________ con
su bikini rojo de guingán el verano que había cumplido los dieciséis años. Unos
pechos pequeños y redondos que se apretaban contra, la ceñida tela, con los
pezones endurecidos por el agua fría. ________ en el club de campo, la niña
bien perfecta con sus rebequitas y sus perlas. Siempre había sido toda una
dama, incluso de adolescente, cuando lo irritaba con su gazmoñería al tiempo
que le inspiraba escabrosas fantasías en las que él le quitaba las braguitas
blancas de algodón y le demostraba lo divertido que podía ser portarse mal.
Y al fin la peor imagen de todas. ________, de pie ante el altar junto a su
hermano, tan frágil como una muñeca de porcelana mientras hacía los votos que
la unían a Nick.
Se ventiló el resto de la copa, como si con eso pudiera ahogar las voces de su
cabeza que lo ponían verde por no haberle tirado los tejos a ________ cuando
había tenido la oportunidad. Ah, no, por alguna extraña razón a los veintidós
años había tenido que desarrollar una vena noble cuando se trataba de aquella
chica, quizá porque había sabido por instinto que si salía con ella solo
terminarían sufriendo los dos. Así que en lugar de permitirse disfrutar de
aquella larga fantasía recurrente en la que le enseñaba a la virginal ________
todo lo que había que saber sobre las alegrías del sexo, se había dedicado a
ser su protector en lugar de su amante.
Y mientras él estaba en el Caribe matándose para poner Cayo Holley en la cumbre
de los complejos de lujo de primera clase, el que le había tirado los trastos
había sido el cabronazo de su hermanastro.
Un golpe en la puerta lo sacó con un sobresalto de su meditación. Un vistazo
por la mirilla reveló a la última persona que hubiera esperado ver allí.
________ ________ (más bien Jonas, con los rasgos distorsionados por el efecto
pecera de la mirilla) aporreaba con determinación la puerta de su habitación en
la que se suponía que era su noche de bodas.
Joe descorrió el cerrojo y abrió la puerta. Por un momento creyó que estaba
sufriendo una alucinación. O quizá había hecho una mezcla un poco fuerte con el
último ron y Coca-Cola que quedaba en el minibar, se había desmayado y estaba
soñando. Desde luego no era la primera vez que ________ invadía sus sueños pero
por lo general llevaba algo un poco más provocativo que la deshilachada bata
violeta de abuela que ya tenía en la universidad. Tenía que ser real, porque si
fuera un sueño, a esas alturas la bata ya estaría en el suelo y él ya estaría
medio metido en aquel cuerpo.
Lo que no evitó que la sangre se le acumulara en la entrepierna. El año que
habían coincidido en Berkeley, Joe había llegado a la puerta del dormitorio de
la residencia de la joven en incontables ocasiones y se la había encontrado
recién salida de la ducha y envuelta en aquel albornoz. La idea de despojarla
de aquella prenda suave y gastada para poder recorrer con la lengua toda su
piel suave y húmeda se había burlado en casi todas aquellas ocasiones de la
promesa que había hecho de no ponerle las manos encima.
La verga se le hinchó en los calzoncillos y Joe se recordó con furia que era
una mujer casada, y con su hermano, por si fuera poco. Tenía que haber pasado
algo grave para que ________ estuviera allí. ¿Cómo se le ocurría, a él empalmarse
cuando necesitaba toda la sangre posible en el cerebro?
—¿Le ha pasado algo a Nick? —preguntó Joe cuando ________ no dijo nada. Se lo
había quedado mirando con la boca un poco abierta. Joe casi podía sentir el
calor de aquella mirada en su piel mientras lo iba recorriendo entero, primero
el pecho, después el abdomen plano para seguir bajando, hasta que las cejas
femeninas se alzaron con cierto interés.
Joe bajó los ojos y se puso colorado cuando se dio cuenta de que no llevaba más
que los boxers y que el bulto de la bragueta seguía creciendo bajo la mirada de
la joven.
—¿Puedo
entrar? —dijo ________ al tiempo que alzaba de mala gana los ojos hacia la cara
de Joe.
Joe se apartó para dejarla pasar y en algún lugar de su cerebro nublado por el
minibar se disparó una alarma. Por lo general, las mujeres no visitaban las
habitaciones de otros hombres a las dos de la mañana de su noche de bodas.
________ se encaramó al borde de la cama y encendió la lamparilla de la mesita.
La luz la envolvió en un fulgor tenue que iluminó su cabello de color dorado
pálido y su piel suave como la de un bebé. Aparentaba unos catorce años con sus
grandes ojos azules y los labios suaves y rosados. Había vuelto a clavar los
ojos en él y en su expresión había cualquier cosa menos inocencia.
Con la polla amenazando con asomar por la bragueta de los calzoncillos, Joe
cogió con gesto casual uno de los albornoces que colgaban en su armario e hizo
una mueca cuando se dio cuenta de que eso de que la talla única sirve para
todos no se aplicaba a su cuerpo. El albornoz le tiraba de los hombros, no le
cubría el pecho y apenas le dejaba estirar los brazos. Pero al menos si su
amiguito decidía asomar la cabeza por la cinturilla, ________ no tendría que
verlo.
—Te fuiste temprano de la fiesta, ¿no? —dijo la joven, como si fuera lo más
normal del mundo estar en su habitación cuando debería estar disfrutando de su
primera noche de sexo marital—. Nunca te gustaron mucho los actos que exigen
corbata.
Joe asintió.
—Pues no, y además tengo que coger un vuelo muy temprano. —Se sentó en la cama,
al lado de ella y solo su aroma fue suficiente para volverlo loco. Como en sus
mejores sueños, ________ había aparecido en su habitación de hotel. Pero en la
realidad hablaban de trivialidades, del banquete y sus planes de viaje mientras
él tenía una erección capaz de clavar clavos en cualquier sitio.
Y aunque cada una de sus terminaciones nerviosas era consciente de lo que tenía
delante y le rogaba que la echara en la cama y le metiera la lengua entre las
piernas, Joe sabía que no era para eso para lo que ________ había ido allí.
¿O sí?, se preguntó cuando la joven se encogió de hombros y una de las mangas
del albornoz se deslizó y le dejó el hombro al descubierto.
A Joe se le secó la boca al ver el diminuto tirante de satén de color marfil
que se apoyaba en aquella piel suave.
—Sorprendí a Nick tirándose a su ayudante en el cuarto de las escobas.
La revelación de ________ lo arrancó por un momento de la fantasía que estaba
teniendo en la que cogía el tirante con los dientes y lo bajaba por la piel
sedosa del brazo femenino.
—¿Que sorprendiste qué?
—Fui a buscarlo para cortar la tarta y lo encontré tirándose a su nueva
ayudante, Vanessa, en el cuarto de las escobas que hay junto al salón de
banquetes.
________ parecía sorprendentemente tranquila, dadas las circunstancias. Claro
que ________ nunca se dejaba llevar por sus emociones. Si alguien podía manejar
una situación así con elegancia, esa era ________.
—Así que me subí al escenario y les expliqué a todos lo que había ocurrido, y
después le aplasté la tarta en la cara.
No debía de haber sido muy divertido pero Joe no pudo contener la carcajada. La
serena y perfecta ________ estrellando una tarta en la cara del tan perfecto Nick.
Y nada menos que delante de quinientos de sus amigos más íntimos y socios
empresariales.
Joe no pudo evitar la risita baja que le brotaba del pecho.
—Mierda, siento habérmelo perdido. —Hizo una pausa e intentó recuperar la
compostura—. Perdona que me haya reído. Sé que para ti no tiene ninguna gracia.
Una sonrisita traviesa que Joe no había visto jamás cruzó la cara de la joven.
—De hecho, fue graciosísimo. Encima, Nick todavía llevaba la bragueta abierta,
el muy idiota.
—Lo siento mucho. —Joe se acercó un poco más y le envolvió los hombros con un
abrazo de consuelo, ________ se acurrucó contra él, su amigo enterró la nariz
en la suavidad de su cabello y aspiró el aroma limpio y fresco de la joven. A Joe
siempre le había encantado cómo olía ________, a jabón fresco y flores blancas.
La verga le creció lo que le pareció otro centímetro y Joe le dijo con toda
firmeza que se fuera calmando. ________ había ido allí para que la consolaran,
no para que le tiraran los trastos.
Pero entonces la joven se volvió hacia él y le deslizó la mano por el torso,
por dentro del albornoz, después lo rodeó hasta apoyar los dedos en la piel
desnuda de su espalda. Joe estuvo a punto de ponerse a ronronear cuando las
yemas femeninas trazaron pequeños dibujos en los músculos de sus hombros.
—Me alegro tanto de verte otra vez, Joe —murmuró ________ acurrucándose todavía
más contra él hasta que la bocanada cálida de su aliento le cosquilleó en el
cuello—. Te he echado de menos.
—Yo también me alegro mucho de verte, ________. —Joe le acarició la espalda con
gesto tranquilizador. Solo la estaba consolando. ¿Qué tenía eso de malo? Nada.
Bajó un poco más la mano y puso a prueba la resistencia de la cadera femenina
antes de esquivar el trasero de la joven con nobleza para volver a desrizarle
la mano espalda arriba.
________ se apartó un poco pero sin dejar de abrazarlo, mientras con la mano
seguía provocando la piel desnuda de la espalda masculina.
—Se supone que es mi noche de bodas. —El rostro de la joven era sombrío pero no
lucía la expresión dolorida que Joe hubiera esperado en una mujer a la que
acababa de traicionar el hombre al que amaba—. Se supone que esta noche la iba
a pasar haciendo el amor con mi flamante marido.
Lo único que podía hacer Joe era asentir. ¿Adonde quería ir a parar con todo
eso?
—¿Sabes que me he pasado toda la vida intentando ser perfecta? Lo he hecho todo
bien, todo lo que mis padres han querido, y mira lo que he conseguido.
Era cierto. Al contrario que él, ________ se había
pasado la vida intentando conseguir la aprobación de sus padres —sobre todo la
de su padre—. Uno de los grandes motivos por los que nunca le había dicho nada
a ________ era porque sabía que Grant ________ jamás aprobaría que su hija
anduviera por ahí con el hijo salvaje de Jonas, el producto de un segundo
matrimonio, breve y escandaloso, con una camarera de Las Vegas. Siempre que Joe
había ido a visitar a su padre y se había tropezado con Grant ________, el
magnate le había dejado muy claro que no le gustaba la idea de que Joe mirara a
su hija siquiera. ________ había tenido tanto cuidado de mantener su amistad en
secreto que él había sabido que nunca lo presentaría en su casa como su novio.
En aquel momento, Joe había decidido que era mejor conformarse con una amistad;
temía que si llegaba a acostarse de verdad con ella, no sería capaz de evitar
gritar a los cuatro vientos que aquella mujer era suya y a la mie&$a con
las consecuencias. Y entretanto se había tragado el resentimiento que le inspiraba
tener que ocultar su inocente relación como si fuera una especie de sucio
secreto.
Y cuando Joe había abandonado el redil familiar para perseguir su sueño de
fundar su propio complejo de lujo supo que ________ jamás se plantearía dejar
la seguridad del nido familiar para reunirse con él. Tampoco era que él hubiera
considerado la opción de preguntárselo. Por lo menos no más de unas cien veces.
Por aquel entonces no había tenido la oportunidad de tener un futuro con ella y
tampoco la tenía esa noche. Pero allí estaba, mirándolo con aquellos grandes
ojos azules, presumiendo de hombros sexys y llenándolo con una mezcla
perturbadora de lujuria y ternura, queriendo intrigar como fuera para
llevársela a su isla paradisíaca hasta que reconociera que era suya y de nadie
más. ¿Pero qué coño le pasaba? Había tenido años enteros para superar todas
aquellas chorradas. Había tenido tiempo de sobra —por no hablar de mujeres de
sobra— para conseguir superar el hecho de que su irracional encaprichamiento
con ________ jamás encontraría satisfacción.
¿Qué importaba que estuviera en su habitación en plena noche? Era demasiado
mayor para dejar que ________ (que no tenía ni la más remota idea del tornado
que bramaba en el interior de Joe) lo enredara. Aunque sabía que no era buena
idea que siguiera acariciándola, recorrió con el pulgar la curva de la mejilla
de la joven mientras intentaba como podía no hacer caso de la intensa descarga
que lo atravesaba desde el pulgar a los huevos.
—Ojalá pudiera haberme parecido más a ti, ojalá hubiera tenido el valor de
defenderme sola y decir lo que quería. En lugar de eso, dejé que me
convencieran para casarme con un hombre que sabía que nunca me haría feliz.
Joe asintió.
—Siempre pensé que te merecías algo mejor. —La envolvió entre sus brazos y la
estrechó con fuerza.
—Y desde hoy mismo yo también lo sé. Y ahí es donde entras tú.
La mano de Joe se congeló en la espalda femenina. Por un instante le había
parecido que volvían a los viejos tiempos. ¿Cuántas veces había consolado a
________ cuando el chico que le gustaba rompía con ella? Por supuesto, una
parte de él, la parte que le palpitaba con insistencia en la entrepierna, se
moría por desnudarla, pero había sido capaz de contenerla y recuperar el ritmo
antiguo y conocido de su vieja amistad.
Pero allí estaba esa mirada otra vez. Esa mirada que decía que aquella chica
quería lamerlo de la cabeza a los pies, y prestar quizá una atención especial a
las partes intermedias.
Ojalá. Debía de estar muy borracho, o haberse vuelto loco. O las dos cosas.
—Joe, tengo que pedirte un favor muy grande. —La expresión de la joven había
perdido el fulgor lujurioso y se había convertido en un gesto de expectativa
cortés.
—Lo que quieras, ________.
—Quiero que te acuestes conmigo.
—¿Qué? —No podía haberla entendido bien.
—Acuéstate conmigo, por favor —repitió ________, cuya expresión era tan
impaciente y civilizada como sí le estuviera pidiendo que le sirviera un poco
más de Coca-Cola light. Pero cuando Joe no hizo nada salvo mirarla con la boca
abierta, ________ continuó—: Hablo en serio. Llevo toda la vida dejando que
otras personas me digan lo que quiero porque temía desagradarles. Después de
esta noche, me da igual lo que piense nadie. Por una vez, quiero tener algo que
quiero de verdad. Y eres tú.
Los ojos de ________ ardieron y se licuaron una vez más mientras sus manos
buscaban bajo las solapas del albornoz masculino y le acariciaban el pecho.
—Te deseo, Joe —susurró otra vez antes de inclinarse para deslizar los labios
por la piel de la clavícula del empresario. Con todo, Joe hizo lo que pudo para
recordar todas las razones por las que no debería aceptar la oferta. Para
empezar, aquella chica estaba en un momento vulnerable. Había encontrado a su
marido follándose a otra apenas unas horas después de la boda. Eso ya era
suficiente para mandar a cualquiera al abismo del comportamiento irracional y
poco apropiado. Y además, ________ olía a champán y él jamás se había
aprovechado de una chica borracha, ni siquiera en la universidad, cuando era un
gilipollas que vivía en una fraternidad.
La mano femenina se deslizó por el interior del muslo de Joe y sus dedos se
fueron abriendo camino, atormentándolo bajo la pernera del calzoncillo. El
pobre estuvo a punto de correrse allí mismo.
—Sé que estás disgustada —medio gimió Joe—, pero no creo que quieras hacer esto
de verdad.
—Oh, pues yo estoy bastante segura de lo que quiero. —________ se levantó, se
desprendió de la bata violeta, que dejó caer al suelo, cogió la mano masculina
y se cubrió con ella un pecho a través del satén cremoso de la combinación que
llevaba.
—Me voy mañana —dijo Joe, incapaz de resistir la tentación de recorrer con el
pulgar el guijarro duro del pezón que le ofrecían—, y no sé cuándo podré
volver. Lo único que puedo prometerte es una noche. —Por Dios bendito, tenía la
teta de ________ ________ en la mano. La mera idea hizo rugir su cabeza con tal
estrépito que casi no oyó lo que le dijo ella a continuación.
Val's Matth.
Re: Fiesta privada-Joe y Tu
TE SOY SINCERAAA, NO ME GUSTA ESTA NOVEEEE
ME FASCINAAA, LA AMOOO!!!
DE PANAAA ES MEGA MAGNIFICAAA!
SIGUELAAA PORFISS!! Y PSSSSS LE HAR PUBLICIDAD ATU NOVEE!! ES MEGA MAGNIFICAA!!
SIGUELAAAA
ATT: TU MEGAAA FIELISIMA LECTORA!!! :*
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Yhosdaly
Re: Fiesta privada-Joe y Tu
hola soy nueva lectora espero subas el siguiente cap pronto porfavor
DanyelitaJonas
Re: Fiesta privada-Joe y Tu
VISTE YA LLEGO OTRA LECTORA! :)
SIGUALEEE PORNTIO ESPERO Y PUBLIQUES TODOS LOS DIAS COMO ANTES!
TE EXTRAÑABE :(
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Yhosdaly
Re: Fiesta privada-Joe y Tu
Yhosdaly escribió:TE SOY SINCERAAA, NO ME GUSTA ESTA NOVEEEE
ME FASCINAAA, LA AMOOO!!!
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¡¡¡¡HAY!!!!, siiiii simpre cuento con tu comentario y cada ves que los leeo me pongo super cotenta... muchas gracias por si mi mas fiel lectora :)
Val's Matth.
Re: Fiesta privada-Joe y Tu
DanyelitaJonas escribió:hola soy nueva lectora espero subas el siguiente cap pronto porfavor
Bienvenida!!! que genial que te guste la nove y no te preocupes por los cap ya que nunca les fallo a mis lectoras gracias :)
Val's Matth.
Re: Fiesta privada-Joe y Tu
Capítulo
3 [segunda parte]
3 [segunda parte]
—Sé cómo eres, Joe —dijo ________ con aquel tono ronco tan sexy que el
empresario no le había oído jamás, mientras le pasaba una pierna por encima de
los muslos para sentarse sobre él a horcajadas—. De eso se trata, precisamente.
Joe no tuvo tiempo de pensar a qué se refería la mujer que tenía entre sus
brazos. ________ se alzó sobre las rodillas y le rodeó el cuello con los
brazos. A pesar de todas sus bravatas, el beso que le dio era vacilante, con
los labios apenas separados, buscándole la boca con la más ligera de las presiones.
El sabor de la joven explotó en la boca de Joe, dulce, picante, disparándose
por su columna hasta que las manos le temblaron de deseo. El hombre le separó
los labios con la lengua; la necesitaba, necesitaba sentir la lengua femenina
enredándose con la suya. Las manos de ________ se enredaron en el cinturón del
albornoz que llevaba Joe y este se despojó con impaciencia de la prenda, con un
gemido al sentir los pechos cubiertos de satén contra su torso.
Joe le succionó y le mordió los labios; estaba perdiendo el control a toda
velocidad mientras deslizaba las manos por la espalda de la joven y luego las
bajaba para cubrir la curva suntuosa de su trasero. A pesar de todas las
fantasías que había tenido con ________, con estar con ella, con acariciarla,
besarla, saborearla, la realidad era mejor que todo lo que podía haber
imaginado. Joe arqueó las caderas contra la V que dibujaban los muslos
femeninos para que la joven pudiera sentir cómo ardía por ella, lo grande que
la tenía solo por ella.
________ dejó escapar un gritito y se agarrotó un poco contra él. Joder. Tenía
que frenar un poco o el único que iba a divertirse esa noche era él.
—¿Estás segura de que quieres hacer esto? —preguntó él, rezando para que
________ dijera que sí pero con la necesidad de asegurarse de todos modos. Era
cierto que hacía mucho tiempo que no la veía, pero la ________ que él había
conocido nunca había sido de las que se dedicaban a tener relaciones sexuales
casuales y Joe dudaba mucho que eso hubiera cambiado.
—Muy segura —gimió ________, que abrió las piernas más todavía sobre las
caderas masculinas para que él pudiera sentir el calor que irradiaba su
excitación a través del algodón fino de los boxers—. Siempre te he deseado, Joe,
y ahora por fin tengo la oportunidad de hacerte mío.
Los pensamientos masculinos se habían enfangado en el horno de la lujuria pero
un diminuto grano de esperanza se alojó en medio de sus tripas. A pesar de todo
lo que había dicho, ¿era posible que ________ quisiera algo más? Quizá una vez
solucionado todo aquel desastre con Nick, una vez que la vida de Joe se calmase
un poco, ¿existía la posibilidad de que pudieran estar juntos?
—Además —le susurró ella entre beso y beso—, me encanta pensar cómo se
cabrearían todos si llegaran a averiguar esto.
Las manos de Joe se quedaron inmóviles sobre los pechos de la joven. Un polvo
para vengarse de su marido. De eso se trataba. Debería haberse dado cuenta en
cuanto la había visto por la mirilla de la puerta. La realidad no hizo nada por
calmar su verga aunque sí detuvo en seco aquellas vagas fantasías que empezaban
a formarse de vivir con ________ algún día, felices para siempre.
Pues claro. El era el hijo pequeño, el que nadie tomaba en serio. Suficiente
para echar un polvo pero no para mucho más.
Las manos masculinas se tensaron sobre las caderas de ________ al tiempo que
algo oscuro y primitivo se alzaba en su interior. Si lo único que ________
quería era un simple polvo sin pretensiones entre amigos, ¿quién era él para
negárselo? Le daría lo que quería. Un polvo tan intenso y extraordinario que
los recuerdos la torturarían durante el resto de su vida, como ella lo había
torturado a él. Y con un poco de suerte, al poder tener a ________ justo donde
la quería y como la quería, quizá por fin podría quitársela de la cabeza de una
vez por todas.
Cambió de posición y la echó sobre la cama, boca arriba, sujetándole las
muñecas con una mano por encima de la cabeza. La otra mano la deslizó por el
plano firme del vientre de ________, antes de seguir bajando. La humedad empapaba
la tela de la combinación cuando Joe introdujo los dedos en el calor que
quemaba los muslos femeninos. Emitió un sonido profundo de satisfacción cuando
sintió que la verga se le endurecía todavía más, hasta lo imposible. La seda
rozaba el botón del clítoris de la joven que Joe sintió latir bajo él cuando
incrementó la presión e introdujo los dedos en los pliegues inundados de aquel
sexo dulce y palpitante.
Succionó la lengua de ________ y aspiró sus gemidos, sus jadeos roncos.
—Estoy deseando entrar en ti.
La joven se estremeció contra él, casi a punto de deshacerse entre sus brazos. Joe
sacó la mano de entre sus muslos y sonrió al oír la indignada protesta de
________ pero él quería que se corriera cuando estuviera dentro de ella, quería
mirarla a los ojos y oírla gritar su nombre mientras palpitaba y le ceñía la
polla con el coño.
Le soltó las muñecas y le bajó la combinación hasta la cintura. Durante un
instante eterno no la tocó, se limitó a cernerse sobre ella, sujetándose con
los brazos, para poder absorber aquellos pechos perfectos. Al fin ________
empezó a retorcerse, con el rostro enrojecido de vergüenza bajo aquella mirada
descarada.
Joe se acostó de lado y se incorporó sobre un codo mientras con la otra mano la
exploraba casi con pereza.
—¿Sabes —le dijo al tiempo que con una palma enorme cubría casi por entero la
piel cremosa— cuántas veces me he imaginado esto? —La piel femenina era, por
imposible que pareciera, incluso más suave que la tela de su albornoz, con los
pezones pequeños y rosados, tensos y erectos como capullos pequeños y duros.
Por un momento la cólera de Joe al sentirse utilizado se desvaneció mientras
gozaba de la sensación de aquella piel satinada contra la palma de su mano.
Se inclinó para trazar con la lengua el borde inferior del pecho femenino.
—Recuerdo que te miraba en la piscina. Tú llevabas un bikini de cuadros blancos
y rojos. —Le rodeó con la lengua el pezón y le regaló el más ligero de los
golpecitos—. El agua fría te endurecía los pezones, como ahora. —Los dedos de ________
se entrelazaron en el cabello de su amante y no dejaron que su boca se apartara
de su sensibilizada piel—. Te imaginaba quitándote el bikini por mí, para que
pudiera saborearte. —Joe continuó con un hábil lametón de un pezón y luego el
otro.
—Por favor —le susurró ________, que hacía rodar la cabeza por el colchón y se
arqueaba hacia su boca, rogándole algo más que aquella caricia que la
atormentaba. Joe cerró los labios con firmeza alrededor de un capullito y
atormentó el otro pezón con el pellizco suave de sus dedos. Abrió más la boca y
envolvió todo lo que pudo de aquella mujer con los labios, después se apartó un
poco y succionó con fuerza.
Después se colocó sobre ella y se acomodó entre sus piernas sin dejar de besar,
succionar y lamer sus pechos de todas las formas que había imaginado siempre.
________ le rodeó el torso con las piernas y se apretó contra él. La
combinación se le había subido hasta las caderas y el calor húmedo de la joven
se frotaba con pasión contra el abdomen masculino. El aroma de la excitación de
la joven flotaba en el aire, almizcleño y dulce a la vez. Aquella mujer lo
estaba matando.
—Dios, eres preciosa.
A ________ le brillaban los ojos, vidriados de deseo, con los rizos sueltos
bajo la cabeza, sexy y despeinada. La combinación se le había arremolinado
alrededor de la cintura, por arriba desnudaba unos pechos llenos y alegres y
por abajo la maraña exuberante de unos rizos de color dorado oscuro, Las
piernas abiertas le ofrecían a Joe una vista perfecta de su carne rosada y
resplandeciente. La parte de su cerebro que todavía era capaz de pensar se
maravilló ante aquella criatura extraordinariamente sensual que acechaba bajo
la virtuosa fachada de ________. Allí echada, en medio de su cama, había una
mujer sexy, impaciente y más ardiente de lo que ninguna mujer podría llegar a
ser jamás.
Se le crispó la polla y Joe supo que no podría esperar mucho más. Había
esperado a ________ demasiados años, maldita sea. Tenía que penetrarla de una
vez. Ya.
Se levantó y se deshizo de los boxers.
—Ay, madre —dijo ________ con una vocecita tímida cuando la erección de Joe
quedó libre por fin.
Su amante no pudo evitar una oleada de puro orgullo masculino cuando vio el
destello de admiración que había en los ojos femeninos. Y bajo la admiración…
nerviosismo. Se inclinó, apoyó el peso en los brazos y atrapó la boca femenina
en otro beso que la abrasó.
—Esto va a estar muy bien. Mejor que bien.
Joe cogió un condón y se lo puso con un movimiento rápido, después acomodó su
peso entre los muslos de ________. Bajó la mano, se colocó sobre el sexo de la
joven y se introdujo con un embate.
—Dios, tienes el coño tan tenso —susurró mientras introducía todo su grosor en
el interior de la joven. Cerró un momento los ojos cuando sintió la presión
firme de los finos músculos de la joven envolviéndole la verga. Empujó otra
vez, con más decisión, y ________ dejó escapar un pequeño gañido.
Quizá la lujuria lo hubiera dejado sin cerebro pero tendría que estar ciego
para no notar la mueca de dolor que cruzó el rostro de ________.
—Mierda.
—Hasta un taco tan suave sonaba raro en los labios de ________. La joven sonrió
avergonzada y acarició la mejilla de Joe con los dedos—. Ha pasado mucho
tiempo. —La risita suave que siguió al comentario hizo que la joven se tensara a
su alrededor de un modo insoportable. Joe estuvo a punto de quedarse bizco
cuando el calor sedoso y ardiente de la joven le presionó el miembro.
Joe apretó los dientes y sofocó de forma implacable el impulso de hundirse en
ella de inmediato y hasta el fondo.
—¿Cuánto?
________ contuvo el aliento y levantó las caderas con cierta vacilación.
—Una relación sin pena ni gloria hace casi un año.
¿Qué diablos le pasaba a su hermanastro? ¿Cómo demonios había podido mantener
las manos apartadas de aquella mujer? Joe no le habría encontrado sentido ni en
las mejores circunstancias y desde luego era incapaz en aquel momento, cuando
casi con toda seguridad toda su sangre había abandonado su cerebro.
Intentó concentrarse con desesperación para pensar con un poco de coherencia,
cosa nada fácil cuando se había introducido en quince centímetros del sexo más
tenso y húmedo que había sentido jamás. Debería habérselo tomado con más calma,
haberle dado a ________ más tiempo para acostumbrarse a su tamaño… Intentó
salirse y ________ volvió a hacer otra mueca. La cruda realidad del dolor de la
joven liberó parte de la sangre de Joe, que regresó, obediente, a su cerebro.
Joder. Estaba tan impaciente por hacer experimentar a aquella mujer lo que no
había vivido en su vida que había terminado por hacerle daño. Quizá estuviera
enfadado por el hecho de que ella lo estuviera utilizando para vengarse de su
hermano, pero era importante que ella también disfrutara de verdad. No hay nada
como saber que le estás causando a una mujer una incomodidad notable para matar
el momento.
Pero ________ tenía otras ideas.
—No —le dijo mientras ceñía mejor las piernas alrededor de la cintura
masculina—. Ni te atrevas a parar. —Puntuó la orden con una arremetida diminuta
de las caderas, y los huevos de Joe se tensaron ante aquella fricción
exquisita.
—Deberías habérmelo dicho. —Se inclinó sobre ella y la besó con ternura en la
frente; ansiaba calmarla y consolarla después de haberla atacado con la
delicadeza de un adolescente de dieciséis años la noche del baile de fin de
curso—. Habría sido un poco más dulce contigo.
—Por alguna razón no me pareció que fuera el lugar adecuado para hablar de Nick
y nuestra desastrosa vida sexual. —________ le acarició la espalda con las
manos y a Joe le hizo falta toda su fuerza de voluntad para resistir el impulso
de hundirse todavía más en ella—. Por favor, no te pares —le dijo otra vez—.
Quiero hacerlo. Hace mucho tiempo que te deseo. No creo haber deseado a nadie
como te deseo a ti.
Otro pequeño empujón de las caderas femeninas y Joe tuvo que sujetarlas con
firmeza para evitar cualquier otro movimiento.
—________, deja de moverte. No quiero hacerte daño.
Pero la joven apretó los músculos internos para ceñirle y soltarle el miembro
en una caricia insoportable. Una sonrisita astuta cruzó los labios femeninos y
volvió a encoger los músculos. Joe lanzó la cabeza hacia atrás con los ojos
apretados. Por Dios, un hombre solo podía aguantar hasta cierto punto.
Metió la mano entre los cuerpos de los dos y encontró con el pulgar el capullito
tenso del clítoris femenino.
—No te muevas —le dijo otra vez mientras la rodeaba con caricias tensas y
firmes. A los pocos segundos, ________ se estaba fundiendo a su alrededor,
alzando las caderas en impulsos diminutos e inconscientes a medida que se iba
humedeciendo cada vez más con cada golpecito del pulgar de Joe.
El cosquilleo tenso comenzó en la base de la columna de Joe y se fue abriendo
camino hasta sus testículos. No iba a durar mucho. Y ella estaba tan cerca,
jadeaba con suspiros entrecortados y tenía los pezones erectos, como picos de
color cereza, con el orgasmo apenas a la vuelta de la esquina. Pero Joe sabía
que no iba a poder aguantar ni un segundo más dentro de ella sin correrse y
antes se cortaba el huevo izquierdo que permitirse llegar al final antes que
ella. Había llegado el momento de tomar medidas drásticas.
—No —protestó ________ cuando Joe, con suavidad pero con firmeza, se desprendió
de las piernas que le rodeaban la cintura y se retiró. Frustrada, las lágrimas
inundaron los ojos de ________—. No puedes parar ahora. —No cuando estaba tan
cerca de lo que sabía que sería el orgasmo más intenso de toda su vida. Por no
decir el único orgasmo que había tenido jamás a manos (por así decirlo) de otra
persona.
Joe la interrumpió con otro de aquellos besos que la derretían entera.
—No voy a parar, ________. —Se deslizó por el cuerpo de ________ hasta que su
cabeza quedó al mismo nivel que la de ella, con el estómago apretado entre las
piernas de la joven. Alzó la mano para acunar la mandíbula femenina y ________
se olvidó de lo que estaba diciendo cuando Joe le exploró sin prisas la boca
con la lengua—. Pero sí voy a hacer que todo vaya muchísimo mejor, ya lo verás.
________ volvió a excitarse muchísimo más. Joe entrecerró los ojos, cuyo azul
apenas quedaba visible entre las gruesas pestañas negras. La suya era una
expresión decidida. Decidida a darle a ________ todo el placer posible.
Los dedos y la lengua de Joe colmaron de atenciones los pezones femeninos hasta
que ________ creyó que se iba a volver loca si no paraba y que lo mataría si se
detenía. El hombre bajó la mano para abrir los pliegues húmedos de la
entrepierna femenina, acariciándola, calmándola y, por increíble que fuera,
excitándola al mismo tiempo. ________ se sentó en la cama, conmocionada, cuando
la boca de Joe siguió a las manos. No era la primera vez que la joven se
preguntaba si no había sido demasiado impulsiva la decisión de acostarse con Joe.
No era que no se lo estuviese pasando bien. Se lo estaba pasando en grande, más
que con cualquier otro hombre en toda su vida. Pero era mucho más intenso,
mucho más abrumador de lo que sé habría imaginado jamás.
Como
en ese momento, pensó mientras bajaba la cabeza, estupefacta al ver las ondas
de cabello oscuro que contrastaban con la piel pálida de sus muslos. Siempre le
había dado demasiada vergüenza dejar que un hombre le hiciera aquello pero sus
inhibiciones salieron huyendo con la primera caricia firme de la lengua
masculina en aquella zona ya hipersensibilizada. ________ gimió de deseo cuando
la presión dulce y cálida de los labios de Joe envió oleadas de placer que
resonaron por cada una de sus terminaciones nerviosas.
—Siento haberte hecho daño. —El rumor profundo de la voz de Joe cosquilleó
junto a la piel femenina—. Pero ahora te voy a curar a besos.
La lengua de aquel hombre hacía magia, girando y hundiéndose en su ardiente
esencia. ________ apretó los puños contra el edredón y agitó la cabeza de un
lado a otro. Ni en sus mejores fantasías podría haberse imaginado sensación
mejor. Primero uno y después dos dedos se deslizaron en su interior y le
ensancharon la entrada, atormentando un puñado de nervios que ella ni siquiera
sabía que tenía.
—Te sabe tan bien el coño —murmuró Joe y su lenguaje franco la hizo enrojecer
entera—. No tienes ni idea de cuántas veces me hice una paja soñando con
follarte con la lengua y los dedos.
La imagen envió una descarga de placer que atravesó a la joven entera
haciéndola retorcerse contra la boca ávida que la lamía. Sus gemidos y grititos
de placer se fundieron con los chupeteos cálidos y húmedos de los besos
masculinos. La tensión le hizo un nudo en el estómago. La presión firme de los
dedos de Joe entrando y saliendo sin prisas, la succión suave de sus labios y
su lengua la hicieron caer en una espiral de deseo. ________ no hubiera podido
contener el orgasmo aunque hubiera querido. Arqueó la espalda y la levantó de
la cama, después se corrió en una oleada que parecía interminable mientras sus
estridentes gritos se desvanecían en suaves suspiros al irse calmando los
temblores.
Podrían haber pasado segundos u horas mientras yacía allí, un poco aturdida.
Soltó el edredón y dejó caer las manos con las palmas hacía arriba a ambos
lados de la cabeza. Poco a poco fue consciente de que Joe iba abriéndose camino
a besos por su vientre y su torso. El empresario se detuvo un instante para
atormentarle un pezón con un mero papirotazo de la lengua, como si hubiera
comprendido que el hipersensibilizado pico no podría soportar una succión más
firme en ese momento.
—¿Mejor? —le susurró mientras se acomodaba una vez más entre sus piernas.
________ lo sintió, increíblemente grueso y duro, presionando con insistencia
la cara interna de sus muslos.
—Mucho mejor, gracias —le contestó y lanzó una risita al ver la gran sonrisa
que se extendió por la cara de Joe.
—Ni que me estuvieras dando las gracias por el té —se burló él al inclinar la
cabeza para besarla. Levantó una mano y la entrelazó en el cabello femenino
mientras la otra le cogía una pierna y se la encaramaba a la cadera. Cambió de
posición y ________ gozó de la sensación de aquel miembro que se estiraba y se
deslizaba cuando Joe le introdujo el glande.
—¿Lista para intentarlo otra vez?
________ intentó decir que sí pero todo lo que le salió fue un confuso «sa»
cuando la hábil presión combinada con la fricción en su interior envió una
nueva oleada de calor por todo su cuerpo.
Un tendón sobresalió en brusco relieve en el cuello masculino y el sudor
comenzó a caerle de las sienes a Joe mientras luchaba por mantener el control.
Esa vez no se lanzó en un embate sino que fue introduciéndose poco a poco,
centímetro a incitante centímetro hasta que al fin se hundió en ella hasta tal
punto que los cosquilleos de placer le recorrieron a ________ la columna
entera.
—¿Estás bien? —La cara del hombre estaba marcada por líneas tensas de
concentración y los brazos le temblaban un poco al soportar su peso.
Era una criatura bella y salvaje la que se sostenía sobre ________, con todo el
cuerpo estremecido por el esfuerzo de no perder el control. A modo de
experimento, la joven cambió las caderas de posición y jadeó de repente cuando
el movimiento apoyó la base de la verga de Joe contra su clítoris. Al confundir
aquel sonido con un gemido de dolor, el hombre lanzó un juramento y empezó a
retirarse.
—Lo siento…
—No, por favor, no pares. No me duele, te lo juro. —________ se apretó contra
él otra vez, rezando para que volviera a moverse dentro de ella—. Estoy bien,
increíblemente bien. —________ deslizó las manos por la espalda de su amante y
le cogió las nalgas, apretándoselas para introducirlo todavía más en ella—.
Creo que puedo sentir los latidos de tu corazón dentro de mí.
Fue todo el aliento que Joe necesitaba. Al fin empezó a moverse, saliendo y
entrando del cuerpo femenino poco a poco, gimiendo cuando ella se apretaba a su
alrededor para intentar introducirlo más en ella con cada acometida.
________ levantó las rodillas por instinto para abrirse más. Joe metió las
manos bajo las rodillas de la joven y le apretó los muslos contra el pecho
para, abrirle más las piernas y que pudiera sentir su polla cuando se deslizaba
contra su clítoris cada vez que entraba en ella.
________ oyó de forma vaga sus propios gemidos, cuyo volumen se iba
incrementando con cada embestida. Clavó las uñas en los músculos duros de las
nalgas masculinas y sus gritos lo alentaron mientras la acometía una y otra vez
hasta que otro orgasmo la golpeó con tal fuerza que podría haber jurado que
había visto estrellas.
Joe echó atrás la cabeza y al llegar al clímax, un grito gutural se escapó de
su garganta. ________ lo exprimió con dulzura y sintió una deliciosa sensación
de poder cuando él se hundió en ella con fuerza. Y cuando se derrumbó sobre
ella, ________ lo acunó rodeándolo con brazos y piernas.
Era mucho más grande que ella y quizá debería haberse sentido asfixiada, pero
en lugar de eso, enterró la cara en el cuello masculino y sintió una
satisfacción inmensa. Ella, la aburrida y pequeña ________ ________, tenía el
poder de convertir a Joe Jonas en una temblorosa e indefensa masa de carne.
Espero sus comentarios
Disfruten el capitulo :)
Val's Matth.
Re: Fiesta privada-Joe y Tu
Holaaaaa =)
Recien termine de leer 3 capis, wouuu no tienes idea me encantaron!, me he qdado re sorprendida con la nove esta buenisima, lindisima, perfectisima.^^ Sip me qde O.O jejejeje
En serio muy buena nove y mejor si es con el papazito de Joe...Awwwww Dios, muerooo con ese cuerooo...ajajaja
Yaaa... me puse a escribir ahurita xq stoy desesperada con tu nove....xD
Lo mejor esq aun tengo caps x leer yeeeeeee ....y los leere en este mismo momento! ^^
Por el momento, aqui estoy como nueva y fielsisima lectora =)
Me voy a leer.....uy spero lo mejor de los sigts caps... 8) 8) U know :twisted: .
byeeee y igual te pongo: SIGUELA! hahaha ^^
Cuiate, xoxo :hug:
ah, casi lo olvido: GRACIAS yhosdaly! x tu firma encontre la nove....jijiji
Recien termine de leer 3 capis, wouuu no tienes idea me encantaron!, me he qdado re sorprendida con la nove esta buenisima, lindisima, perfectisima.^^ Sip me qde O.O jejejeje
En serio muy buena nove y mejor si es con el papazito de Joe...Awwwww Dios, muerooo con ese cuerooo...ajajaja
Yaaa... me puse a escribir ahurita xq stoy desesperada con tu nove....xD
Lo mejor esq aun tengo caps x leer yeeeeeee ....y los leere en este mismo momento! ^^
Por el momento, aqui estoy como nueva y fielsisima lectora =)
Me voy a leer.....uy spero lo mejor de los sigts caps... 8) 8) U know :twisted: .
byeeee y igual te pongo: SIGUELA! hahaha ^^
Cuiate, xoxo :hug:
ah, casi lo olvido: GRACIAS yhosdaly! x tu firma encontre la nove....jijiji
Liz...=)
Re: Fiesta privada-Joe y Tu
Awooooo casi casi q me va a dar un infartico!!!!
Siguelaaa porfiss mujerrr!!!!
Muero x saber q pasa al dia siguente! Que acitu tomara joe???
Siguelaa porfiss
Y ps me alegro q te alegren mis comentarios :p
Espero q no te olvides de nosotras y q sigas publicano estra. Estaa adictisima nove!!!
Siguelaaaaaaaa X1000
Att: tu mega fielisima lectora!
Besoss espero mis capis!
Siguelaaa porfiss mujerrr!!!!
Muero x saber q pasa al dia siguente! Que acitu tomara joe???
Siguelaa porfiss
Y ps me alegro q te alegren mis comentarios :p
Espero q no te olvides de nosotras y q sigas publicano estra. Estaa adictisima nove!!!
Siguelaaaaaaaa X1000
Att: tu mega fielisima lectora!
Besoss espero mis capis!
Yhosdaly
Re: Fiesta privada-Joe y Tu
AwOoooo siguelaaaaa porffisss!!!!!
*_*
Siguela
Siguela
Awooo tantoss capiss y no pasO la paginaa!! La pasare
Siguela
Siguela
*_*
Siguela
Siguela
Awooo tantoss capiss y no pasO la paginaa!! La pasare
Siguela
Siguela
Yhosdaly
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