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Anelos prohibidos (Nick y tu)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Anelos prohibidos (Nick y tu)
Chicaaaasss perdon por la demoraa! eh tenido mil pruebas! estoy un poco estresada :P por eso les dejo el capi Enteritooo 1313 :D las quierooo :arre:
Capítulo 12
El rosado amanecer había dado paso a un despejado y precioso día de invierno para el funeral de Ralph. Las plomizas nubes que habían poblado el cielo durante aquella última semana habían dado paso a un cielo límpido y totalmente azul.
Fuera de la iglesia de San Juan Bautista se formaron grupos de personas que, para mantener los pies calientes, no paraban de golpear el suelo mientras hablaban. Algunos vestían elegantemente de negro, pero la mayoría vestía de diario. _________ supuso que se trataba de gente del pueblo que había acudido al funeral más atraída por el espectáculo social que suponía que por la pena.
—He olvidado traer cacahuetes para los monos —murmuró Tom con desacostumbrada ironía.
—Es lógico que la gente sienta curiosidad —lo reconvino Tatiana, la viva imagen de la sobria elegancia con su ceñido traje negro de falda y chaqueta y los ojos ocultos por un sombrero que llevaba un pequeño velo negro—. Quieren saber si sentimos las cosas de forma diferente a ellos. Pero no es así, por supuesto. La diferencia reside en que nosotros no mostramos nuestros sentimientos.
_________ se mordió el labio. Ella era una de esas personas, con su barato vestido negro, al que finalmente había tenido que hacer el dobladillo deprisa y corriendo con cinta de pegar. A pesar de que Nick prácticamente la había obligado a montarse en la limusina con ellos, ella no formaba parte del «nosotros» que acababa de mencionar Tatiana. Ni siquiera era la novia de Tom.
Cuando salieron del coche y Tom ofreció el brazo a su madre para acompañarla al interior de la iglesia, _________ trató de quedarse atrás para sentarse junto a Thomas y la señora Daniels, pero una firme mano la sujetó por el brazo.
—Oh, no. Tú vienes conmigo —murmuró Nick en un tono que no admitía réplica.
No la soltó mientras avanzaban por el pasillo de la abarrotada iglesia, tras Tatiana y Tom. Debatiéndose entre el instinto de rebelarse y su amor por él, _________ notó que la gente volvía la cabeza para mirarla con curiosidad, preguntándose quién sería y qué derecho tendría a estar allí. Sintió una terrible angustia al darse cuenta de qué pensarían que estaba con Nick.
Si al menos fuera así.
—Yo soy la resurrección y la vida.
Junto a ella, Nick sostenía con mano firme el libro con los himnos del servicio religioso. _________ no necesitó mirarlo para saber que estaba mirando de frente y que la expresión de sus ojos sería dura y seca. Era como si hubiera desarrollado un poder sobrenatural que le hacía instintivamente consciente de todo lo relacionado con él.
¿Sería aquel un efecto del amor?
Sonrió débilmente para sí. ¿Sería aquello una venganza divina, su castigo por haber jugado liberalmente con los afectos de Kevin Claude y muchos otros? ¿Por haber desdeñado el amor y haberse creído por encima de aquel sentimiento?
El organista de la iglesia empezó a tocar del himno Prometo a Mi País, cuya conocida letra hablaba de entregar tu vida a tu nación. Nick se preguntó qué diablos habría sabido Ralph de aquello. Que él supiera, Ralph tan solo se había preocupado de sus propias necesidades, de sus propios deseos. Había vivido para el placer. Había muerto siendo el centro de atención en su propio cumpleaños, no a solas y a miles de kilómetros de su casa, en la cuneta de alguna polvorienta carretera.
Ralph no habría sido capaz de sacrificar su felicidad por el bien de su hijo.
Cuando el himno terminó y todos se sentaron, Nick captó una vaharada del perfume de _________, del calor que emanaba de su cuerpo en la helada iglesia. Experimentó un deseo instantáneo y apretó los puños. Había asistido a demasiados funerales en desolados aeródromos como para no ser muy consciente de la brevedad de la vida. Las reglas y los principios no ayudaban cuando uno estaba muerto. Una noche como la que acababa de pasar con _________ debería ser motivo de celebración.
En el púlpito, el cura comenzó con su sermón.
—Nos hemos reunido hoy aquí para celebrar la vida de Ralph Jonas, que para los aquí reunidos no era tan solo el conde de Hawksworth, sino también un marido, un padre, un amigo.
«Era solo sexo». Aquello era lo que dijo _________ por teléfono la primera vez que la vio. Solo sexo. Debía olvidarlo. Especialmente en aquellos momentos, en medio del funeral.
—Debemos recordar las muchas formas en que Ralph Jonas afectó a nuestras vidas… —continuó el cura.
Nick se frotó los tensos músculos de su frente. En su caso, recordar cómo le había afectado Ralph no era precisamente una buena idea. Notó que muchos de los que lo rodeaban sacaban un pañuelo para secarse los ojos o se tomaban del brazo con el vecino, mientras él permanecía encerrado en la celda su propia amargura. Solo.
Entonces, con gran delicadeza, _________ apoyó una mano en la suya, enlazó sus dedos con los de él y le acarició la palma con el pulgar en un gesto que no tuvo nada que ver con el sexo, sino con el consuelo y la comprensión.
Y de pronto ya no estuvo solo.
—Ha sido una ceremonia encantadora —murmuraba la gente al salir, mientras de fondo sonaba el tema In My Life, de los Beatles. Aquello había sido idea de Tom.
—¿Estás bien? —preguntó _________ a la vez que tomaba a su amigo del brazo.
—Más o menos. Necesito una bebida.
—¿Qué pasa ahora?
—Ahora es el entierro —Tom se estremeció—. Hay un panteón familiar en Alnburgh. Es muy pequeño, así que podrás librarte de la escena. Iremos mamá, el vicario y yo… y supongo que Nick también vendrá. Para cuando acabemos, todo el mundo habrá llegado al castillo para beber algo. ¿Te importa quedarte aquí para indicar a la gente el camino?
_________ se puso de puntillas y besó su helada mejilla.
—Claro que no me importa. Ve y despídete de tu padre.
Al volverse vio que Nick estaba tras ella, esperando a que le dejara entrar en el coche con Tatiana y Tom.
—Lo siento —dijo a la vez que se apartaba—. ¿Vas a ir al entierro?
—Sí. Para salvar las apariencias. Tom y yo tendremos que hablar en algún momento, pero no creo que hoy sea el día más adecuado —Nick miró a _________ con reticencia—. Supongo que también tendremos que hablar tú y yo.
Un helado golpe de viento hizo que un mechón de pelo cayera sobre la frente de _________. Al mover la cabeza para apartarlo, un movimiento en la distancia captó su atención. Alguien estaba saltando el pequeño muro que separaba los terrenos de la iglesia de la carretera.
«Oh, no. Oh, por favor, no. No ahora».
_________ sintió que la sangre abandonaba su rostro.
Era una figura conocida, aunque incongruente en aquel contexto. De su mano colgaba una botella.
—Puede que hoy tampoco sea el mejor día para eso —dijo mientras se cruzaba de brazos—. Y ahora deberías irte; creo que te están esperando.
Había sido una respuesta evasiva, pensó Nick sombríamente mientras entraba en el coche y cerraba la puerta. No era la que esperaba.
Cuando el coche se alejaba, volvió la cabeza y vio que _________ caminaba rápidamente hacia un hombre que no iba vestido de luto y tampoco de forma adecuada para el frío reinante. Vestía vaqueros, chaqueta sport y una camisa cuyos bordes asomaban por debajo. Había cierto aire arrogante en su actitud, en sus movimientos, como si estuviera haciendo algo temerario, pero le diera igual. Cuando el coche cruzaba las puertas del cementerio, vio por el espejo retrovisor que _________ se había acercado y movía la cabeza. Parecía que le estaba rogando algo. Luego lo abrazó.
Nick miró de frente mientras notaba los fuertes latidos de su corazón. Cuando _________ lo había tomado de la mano en la iglesia había creído que algo había cambiado. O tal vez nada había cambiado, pero aquel gesto le había hecho ver lo que no había querido admitir: que, probablemente, lo que quería con ella no era mero sexo, y la esperanza de que, en algún momento, cuando _________ hubiera aclarado las cosas con Tom, pudiera desear lo mismo.
Pero, al parecer, se había equivocado.
* * *
—Por favor, Sergio. Ya no falta mucho para que acabe el funeral. Un par de horas o tres a lo sumo.
Sergio se apartó con impaciencia de ella.
—Tres horas —dijo con desdén—. Haces que no parezca nada, pero cada hora es como un mes para mí. Ya llevo una semana esperando, y hoy me he pasado todo el día en el tren. Necesito a Tom, _________. Y él me necesita.
—Lo sé, lo sé —_________ trató de armarse de paciencia. De lo contrario, habría echado mano al egoísta y elegante cuello de Sergio para ahogarlo.
¿A qué se habría referido Nick cuando había dicho que necesitaban hablar? ¿Y por qué había tenido que elegir Sergio precisamente aquel momento para hacer su ridícula y melodramática aparición?
—No lo sabes —protestó Sergio teatralmente—. Nadie lo sabe.
—Sé que Tom está desesperado sin ti, pero también sé que su madre lo necesita en estos momentos. Además, Tom necesita superar esto antes de poder estar adecuadamente contigo.
—¿Tú crees?
Sintiendo una cercana victoria, _________ tomó la botella que sostenía Sergio y lo condujo de vuelta por donde había llegado.
—Claro que lo creo. Y también creo que estás muy cansado. Has pasado una semana terrible y encima acabas de hacer un largo viaje en tren. El pub del pueblo también es un hostal. ¿Por qué no vamos a ver si hay alguna habitación libre y yo me ocupo de enviar a Tom a verte lo antes posible? De momento me parece lo más prudente.
Sergio dirigió una nostálgica mirada hacia el castillo de Alnburgh, y _________ temió que fuera a rebelarse.
—Vamos —dijo rápidamente—. Te acompaño para echarte una mano. Luego iré a decirle a Tom dónde estás.
Sergio le dedicó una conmovedora mirada.
—Gracias, _________. Creo que tienes razón. Me fío de ti.
El vestíbulo del castillo estaba lleno de gente vestida de negro que, en general, hablaba demasiado alto. Después de la surrealista ceremonia que acababa de tener lugar en el panteón familiar, Nick estaba desesperado por beber algo fuerte, pero no lograba dar dos pasos sin que lo interrumpieran con preguntas sobre su padre y felicitaciones por su medalla. Entablar una conversación resultaba imposible habiendo tantas cosas que no podía decir. A nadie excepto a _________.
Tenía que encontrarla.
—Nick.
La voz resultó conocida, pero inesperada. Al volverse, Nick vio que se trataba de Alexia. Estaba muy morena y preciosa bajo su sombrero negro, aunque su expresión parecía preocupada.
—Lo siento, cariño —murmuró mientras se ponía de puntillas para besarlo en ambas mejillas—. La muerte de tu padre ha supuesto una terrible conmoción. Debéis estar destrozados.
—Algo así. No esperaba verte aquí —Nick fue consciente de que su tono de voz no había resultado especialmente agradable, y se reprendió mentalmente por ello. No era culpa de Alexia que hubiera visto a _________ abrazando a otro hombre, ni que después hubiera desaparecido.
—Olimpia y yo estábamos en St. Moritz el pasado fin de semana, pero cuando su madre nos dijo lo que había pasado quise venir de inmediato. En realidad lo hice por ti. Sé que no tuve la suerte de llegar a conocer bien a tu padre, pero… quería asegurarme de que estabas bien. Aún me preocupo por ti, ya lo sabes.
—Gracias.
Alexia inclinó un poco la cabeza y el ala de su sombrero ocultó en parte su rostro.
—Debes estar pasando unos momentos horribles, Nick. No estés solo.
Nick sintió una oleada de desesperación. Parecía que estaban celebrando el Día Internacional de la Ironía. Por primera vez en su vida no quería estar solo, pero, al parecer, la única persona con la que quería estar no parecía compartir sus sentimientos.
—Lo tendré en cuenta —contestó, disponiéndose a escapar en cuanto pudiera. Pero no le iba a resultar tan fácil.
—Hola, Nick. Siento mucho lo de tu padre.
Si hubiera tenido a mano una de las pistolas que con tanto esmero había limpiado _________, Nick se habría pegado un tiro. Pero, dadas las circunstancias, no le quedó más remedio que someterse al abrazo sobrecargado de perfume de Olympia Rothwell Hyde y esbozar una sonrisa.
—Olympia.
—Mamá dijo que estuviste genial en la fiesta, cuando tu padre sufrió el ataque. Fuiste un auténtico héroe.
—No fue para tanto —replicó Nick con frialdad mientras miraba a su alrededor.
Olympia se inclinó hacia delante y bajó la voz hasta convertirla en un excitado suspiro.
—Tengo que preguntártelo, cariño. Esa pelirroja junto a la que estabas sentado en la iglesia se parece mucho a una chica llamada Summer Greenham que conocí en el colegio, pero no puede ser.
Nick se puso inmediatamente alerta.
—_________. Se llama _________ Greenham.
—¡Entonces es ella! —exclamó Olympia, que miró a Alexia con una mezcla de incredulidad y triunfo—. ¿Quién puede culparla por haberse desembarazado de ese nombre tan hippy? También debería haberse cambiado el apellido, que, según parece, procedía del campamento de lesbianas en que vivía. Pero nada de eso explica qué hace aquí. ¿Trabaja en el castillo? Porque, de ser así, yo tendría cuidado con la plata familiar.
—Es la novia de Tom —dijo Nick. Tal vez, si lo repetía las suficientes veces, acabaría aceptándolo.
—¡No me digas! ¿En serio? ¡Cielo santo!
Nick frunció el ceño.
—¿Qué quieres decir?
Olympia estaba demasiado inmersa en su papel de cotilla como para darse cuenta de la tensión que de pronto pareció crepitar en el ambiente. Alexia se movió incómoda sobre sus zapatos de diseño.
—Llegó a nuestro colegio desde algún mugriento camping. Por lo visto, una tía suya se apiadó de ella y quiso civilizarla antes de que fuera demasiado tarde. Pero no sirvió de nada, porque acabaron echándola por robar —Olympia tomó un sorbo de champán antes de seguir cotilleando en tono confidencial—. Fue justo antes del baile de fin de curso. La madre de una de nuestras compañeras había enviado dinero para que se comprara un vestido, pero el dinero desapareció del dormitorio y, casualmente, la vulgar señorita Greenham, que apenas tenía nada decente que ponerse, apareció de pronto con un vestido muy bonito.
—Y, por supuesto, tú sumaste dos más dos —dijo Nick en tono gélido.
Olympia pareció sorprendida y ligeramente indignada.
—Y deduje que eran cuatro. Su tía admitió que no le había dado ningún dinero, y la única explicación que dio Summer fue que se lo había regalado su madre. Su madre, que vivía en un autobús, que no había sido vista durante más de un año y por tanto era imposible de localizar y que no tenía algo tan «moderno» como un teléfono.
Nick rió sin humor.
—Y que, por tanto, tampoco pudo apoyar la versión de su hija.
—Oh, vamos, Nick —replicó Olympia en tono desdeñoso—. A veces no es necesaria la evidencia, porque la verdad es tan obvia que todo el mundo puede verla. Además, si es la novia de Tom, ¿por qué acaba de ser vista en el pub reservando una habitación con un tipo que no se sabe de dónde ha salido? Alexia y yo hemos ido a beber algo para entrar en calor después del funeral y la hemos visto —su tono desdeñoso se transformó en otro de triunfo—. Si no quieres creerme, tiene la habitación tres.
* * *
Si _________ hubiera sabido que iba a regresar caminando al castillo, habría llevado otro calzado. Tenía los pies helados y temía que el roce acabara produciéndole ampollas. Lo único que la mantuvo en marcha fue el pensamiento de encontrar a Nick para averiguar de qué quería hablar con ella.
También tenía que ver a Tom para decirle que Sergio estaba allí. Seguro que acudiría a verlo en cuanto se enterara.
Cuando llegó al castillo tuvo que sortear los coches que abarrotaban la entrada. Mientras subía las escaleras, su corazón comenzó a latir más rápido. Una vez en el vestíbulo se quitó el abrigo y alisó su falda con manos temblorosas, constatando distraídamente que la cinta de pegar no se había soltado.
—¿Va todo bien, señorita Greenham?
Thomas, que pasaba en aquel momento por el vestíbulo con una bandeja llena de copas de champán, la miró con cierta preocupación.
—Oh, sí, gracias. Lo único que sucede es que acabo de venir andando del pueblo. ¿Sabe dónde está Tom?
—Ha subido a su habitación nada más llegar y creo que aún no ha bajado.
—De acuerdo. Gracias. Voy a ver cómo se encuentra —_________ dudó un momento antes de continuar, y sintió que se ruborizaba—. ¿Y sabe dónde puedo encontrar a Nick?
—Creo que anda por aquí —Thomas miró a su alrededor—. Hace un momento lo he visto. Ah, sí, ahí está, hablando con la joven dama que lleva ese gran sombrero.
_________ volvió la mirada hacia donde había indicado Thomas. Nick estaba de espaldas a ella, y no pudo ver bien su rostro. Sintió un revoloteo de mariposas en el estómago.
Entonces vio con quién estaba hablando.
Capítulo 12
El rosado amanecer había dado paso a un despejado y precioso día de invierno para el funeral de Ralph. Las plomizas nubes que habían poblado el cielo durante aquella última semana habían dado paso a un cielo límpido y totalmente azul.
Fuera de la iglesia de San Juan Bautista se formaron grupos de personas que, para mantener los pies calientes, no paraban de golpear el suelo mientras hablaban. Algunos vestían elegantemente de negro, pero la mayoría vestía de diario. _________ supuso que se trataba de gente del pueblo que había acudido al funeral más atraída por el espectáculo social que suponía que por la pena.
—He olvidado traer cacahuetes para los monos —murmuró Tom con desacostumbrada ironía.
—Es lógico que la gente sienta curiosidad —lo reconvino Tatiana, la viva imagen de la sobria elegancia con su ceñido traje negro de falda y chaqueta y los ojos ocultos por un sombrero que llevaba un pequeño velo negro—. Quieren saber si sentimos las cosas de forma diferente a ellos. Pero no es así, por supuesto. La diferencia reside en que nosotros no mostramos nuestros sentimientos.
_________ se mordió el labio. Ella era una de esas personas, con su barato vestido negro, al que finalmente había tenido que hacer el dobladillo deprisa y corriendo con cinta de pegar. A pesar de que Nick prácticamente la había obligado a montarse en la limusina con ellos, ella no formaba parte del «nosotros» que acababa de mencionar Tatiana. Ni siquiera era la novia de Tom.
Cuando salieron del coche y Tom ofreció el brazo a su madre para acompañarla al interior de la iglesia, _________ trató de quedarse atrás para sentarse junto a Thomas y la señora Daniels, pero una firme mano la sujetó por el brazo.
—Oh, no. Tú vienes conmigo —murmuró Nick en un tono que no admitía réplica.
No la soltó mientras avanzaban por el pasillo de la abarrotada iglesia, tras Tatiana y Tom. Debatiéndose entre el instinto de rebelarse y su amor por él, _________ notó que la gente volvía la cabeza para mirarla con curiosidad, preguntándose quién sería y qué derecho tendría a estar allí. Sintió una terrible angustia al darse cuenta de qué pensarían que estaba con Nick.
Si al menos fuera así.
—Yo soy la resurrección y la vida.
Junto a ella, Nick sostenía con mano firme el libro con los himnos del servicio religioso. _________ no necesitó mirarlo para saber que estaba mirando de frente y que la expresión de sus ojos sería dura y seca. Era como si hubiera desarrollado un poder sobrenatural que le hacía instintivamente consciente de todo lo relacionado con él.
¿Sería aquel un efecto del amor?
Sonrió débilmente para sí. ¿Sería aquello una venganza divina, su castigo por haber jugado liberalmente con los afectos de Kevin Claude y muchos otros? ¿Por haber desdeñado el amor y haberse creído por encima de aquel sentimiento?
El organista de la iglesia empezó a tocar del himno Prometo a Mi País, cuya conocida letra hablaba de entregar tu vida a tu nación. Nick se preguntó qué diablos habría sabido Ralph de aquello. Que él supiera, Ralph tan solo se había preocupado de sus propias necesidades, de sus propios deseos. Había vivido para el placer. Había muerto siendo el centro de atención en su propio cumpleaños, no a solas y a miles de kilómetros de su casa, en la cuneta de alguna polvorienta carretera.
Ralph no habría sido capaz de sacrificar su felicidad por el bien de su hijo.
Cuando el himno terminó y todos se sentaron, Nick captó una vaharada del perfume de _________, del calor que emanaba de su cuerpo en la helada iglesia. Experimentó un deseo instantáneo y apretó los puños. Había asistido a demasiados funerales en desolados aeródromos como para no ser muy consciente de la brevedad de la vida. Las reglas y los principios no ayudaban cuando uno estaba muerto. Una noche como la que acababa de pasar con _________ debería ser motivo de celebración.
En el púlpito, el cura comenzó con su sermón.
—Nos hemos reunido hoy aquí para celebrar la vida de Ralph Jonas, que para los aquí reunidos no era tan solo el conde de Hawksworth, sino también un marido, un padre, un amigo.
«Era solo sexo». Aquello era lo que dijo _________ por teléfono la primera vez que la vio. Solo sexo. Debía olvidarlo. Especialmente en aquellos momentos, en medio del funeral.
—Debemos recordar las muchas formas en que Ralph Jonas afectó a nuestras vidas… —continuó el cura.
Nick se frotó los tensos músculos de su frente. En su caso, recordar cómo le había afectado Ralph no era precisamente una buena idea. Notó que muchos de los que lo rodeaban sacaban un pañuelo para secarse los ojos o se tomaban del brazo con el vecino, mientras él permanecía encerrado en la celda su propia amargura. Solo.
Entonces, con gran delicadeza, _________ apoyó una mano en la suya, enlazó sus dedos con los de él y le acarició la palma con el pulgar en un gesto que no tuvo nada que ver con el sexo, sino con el consuelo y la comprensión.
Y de pronto ya no estuvo solo.
—Ha sido una ceremonia encantadora —murmuraba la gente al salir, mientras de fondo sonaba el tema In My Life, de los Beatles. Aquello había sido idea de Tom.
—¿Estás bien? —preguntó _________ a la vez que tomaba a su amigo del brazo.
—Más o menos. Necesito una bebida.
—¿Qué pasa ahora?
—Ahora es el entierro —Tom se estremeció—. Hay un panteón familiar en Alnburgh. Es muy pequeño, así que podrás librarte de la escena. Iremos mamá, el vicario y yo… y supongo que Nick también vendrá. Para cuando acabemos, todo el mundo habrá llegado al castillo para beber algo. ¿Te importa quedarte aquí para indicar a la gente el camino?
_________ se puso de puntillas y besó su helada mejilla.
—Claro que no me importa. Ve y despídete de tu padre.
Al volverse vio que Nick estaba tras ella, esperando a que le dejara entrar en el coche con Tatiana y Tom.
—Lo siento —dijo a la vez que se apartaba—. ¿Vas a ir al entierro?
—Sí. Para salvar las apariencias. Tom y yo tendremos que hablar en algún momento, pero no creo que hoy sea el día más adecuado —Nick miró a _________ con reticencia—. Supongo que también tendremos que hablar tú y yo.
Un helado golpe de viento hizo que un mechón de pelo cayera sobre la frente de _________. Al mover la cabeza para apartarlo, un movimiento en la distancia captó su atención. Alguien estaba saltando el pequeño muro que separaba los terrenos de la iglesia de la carretera.
«Oh, no. Oh, por favor, no. No ahora».
_________ sintió que la sangre abandonaba su rostro.
Era una figura conocida, aunque incongruente en aquel contexto. De su mano colgaba una botella.
—Puede que hoy tampoco sea el mejor día para eso —dijo mientras se cruzaba de brazos—. Y ahora deberías irte; creo que te están esperando.
Había sido una respuesta evasiva, pensó Nick sombríamente mientras entraba en el coche y cerraba la puerta. No era la que esperaba.
Cuando el coche se alejaba, volvió la cabeza y vio que _________ caminaba rápidamente hacia un hombre que no iba vestido de luto y tampoco de forma adecuada para el frío reinante. Vestía vaqueros, chaqueta sport y una camisa cuyos bordes asomaban por debajo. Había cierto aire arrogante en su actitud, en sus movimientos, como si estuviera haciendo algo temerario, pero le diera igual. Cuando el coche cruzaba las puertas del cementerio, vio por el espejo retrovisor que _________ se había acercado y movía la cabeza. Parecía que le estaba rogando algo. Luego lo abrazó.
Nick miró de frente mientras notaba los fuertes latidos de su corazón. Cuando _________ lo había tomado de la mano en la iglesia había creído que algo había cambiado. O tal vez nada había cambiado, pero aquel gesto le había hecho ver lo que no había querido admitir: que, probablemente, lo que quería con ella no era mero sexo, y la esperanza de que, en algún momento, cuando _________ hubiera aclarado las cosas con Tom, pudiera desear lo mismo.
Pero, al parecer, se había equivocado.
* * *
—Por favor, Sergio. Ya no falta mucho para que acabe el funeral. Un par de horas o tres a lo sumo.
Sergio se apartó con impaciencia de ella.
—Tres horas —dijo con desdén—. Haces que no parezca nada, pero cada hora es como un mes para mí. Ya llevo una semana esperando, y hoy me he pasado todo el día en el tren. Necesito a Tom, _________. Y él me necesita.
—Lo sé, lo sé —_________ trató de armarse de paciencia. De lo contrario, habría echado mano al egoísta y elegante cuello de Sergio para ahogarlo.
¿A qué se habría referido Nick cuando había dicho que necesitaban hablar? ¿Y por qué había tenido que elegir Sergio precisamente aquel momento para hacer su ridícula y melodramática aparición?
—No lo sabes —protestó Sergio teatralmente—. Nadie lo sabe.
—Sé que Tom está desesperado sin ti, pero también sé que su madre lo necesita en estos momentos. Además, Tom necesita superar esto antes de poder estar adecuadamente contigo.
—¿Tú crees?
Sintiendo una cercana victoria, _________ tomó la botella que sostenía Sergio y lo condujo de vuelta por donde había llegado.
—Claro que lo creo. Y también creo que estás muy cansado. Has pasado una semana terrible y encima acabas de hacer un largo viaje en tren. El pub del pueblo también es un hostal. ¿Por qué no vamos a ver si hay alguna habitación libre y yo me ocupo de enviar a Tom a verte lo antes posible? De momento me parece lo más prudente.
Sergio dirigió una nostálgica mirada hacia el castillo de Alnburgh, y _________ temió que fuera a rebelarse.
—Vamos —dijo rápidamente—. Te acompaño para echarte una mano. Luego iré a decirle a Tom dónde estás.
Sergio le dedicó una conmovedora mirada.
—Gracias, _________. Creo que tienes razón. Me fío de ti.
El vestíbulo del castillo estaba lleno de gente vestida de negro que, en general, hablaba demasiado alto. Después de la surrealista ceremonia que acababa de tener lugar en el panteón familiar, Nick estaba desesperado por beber algo fuerte, pero no lograba dar dos pasos sin que lo interrumpieran con preguntas sobre su padre y felicitaciones por su medalla. Entablar una conversación resultaba imposible habiendo tantas cosas que no podía decir. A nadie excepto a _________.
Tenía que encontrarla.
—Nick.
La voz resultó conocida, pero inesperada. Al volverse, Nick vio que se trataba de Alexia. Estaba muy morena y preciosa bajo su sombrero negro, aunque su expresión parecía preocupada.
—Lo siento, cariño —murmuró mientras se ponía de puntillas para besarlo en ambas mejillas—. La muerte de tu padre ha supuesto una terrible conmoción. Debéis estar destrozados.
—Algo así. No esperaba verte aquí —Nick fue consciente de que su tono de voz no había resultado especialmente agradable, y se reprendió mentalmente por ello. No era culpa de Alexia que hubiera visto a _________ abrazando a otro hombre, ni que después hubiera desaparecido.
—Olimpia y yo estábamos en St. Moritz el pasado fin de semana, pero cuando su madre nos dijo lo que había pasado quise venir de inmediato. En realidad lo hice por ti. Sé que no tuve la suerte de llegar a conocer bien a tu padre, pero… quería asegurarme de que estabas bien. Aún me preocupo por ti, ya lo sabes.
—Gracias.
Alexia inclinó un poco la cabeza y el ala de su sombrero ocultó en parte su rostro.
—Debes estar pasando unos momentos horribles, Nick. No estés solo.
Nick sintió una oleada de desesperación. Parecía que estaban celebrando el Día Internacional de la Ironía. Por primera vez en su vida no quería estar solo, pero, al parecer, la única persona con la que quería estar no parecía compartir sus sentimientos.
—Lo tendré en cuenta —contestó, disponiéndose a escapar en cuanto pudiera. Pero no le iba a resultar tan fácil.
—Hola, Nick. Siento mucho lo de tu padre.
Si hubiera tenido a mano una de las pistolas que con tanto esmero había limpiado _________, Nick se habría pegado un tiro. Pero, dadas las circunstancias, no le quedó más remedio que someterse al abrazo sobrecargado de perfume de Olympia Rothwell Hyde y esbozar una sonrisa.
—Olympia.
—Mamá dijo que estuviste genial en la fiesta, cuando tu padre sufrió el ataque. Fuiste un auténtico héroe.
—No fue para tanto —replicó Nick con frialdad mientras miraba a su alrededor.
Olympia se inclinó hacia delante y bajó la voz hasta convertirla en un excitado suspiro.
—Tengo que preguntártelo, cariño. Esa pelirroja junto a la que estabas sentado en la iglesia se parece mucho a una chica llamada Summer Greenham que conocí en el colegio, pero no puede ser.
Nick se puso inmediatamente alerta.
—_________. Se llama _________ Greenham.
—¡Entonces es ella! —exclamó Olympia, que miró a Alexia con una mezcla de incredulidad y triunfo—. ¿Quién puede culparla por haberse desembarazado de ese nombre tan hippy? También debería haberse cambiado el apellido, que, según parece, procedía del campamento de lesbianas en que vivía. Pero nada de eso explica qué hace aquí. ¿Trabaja en el castillo? Porque, de ser así, yo tendría cuidado con la plata familiar.
—Es la novia de Tom —dijo Nick. Tal vez, si lo repetía las suficientes veces, acabaría aceptándolo.
—¡No me digas! ¿En serio? ¡Cielo santo!
Nick frunció el ceño.
—¿Qué quieres decir?
Olympia estaba demasiado inmersa en su papel de cotilla como para darse cuenta de la tensión que de pronto pareció crepitar en el ambiente. Alexia se movió incómoda sobre sus zapatos de diseño.
—Llegó a nuestro colegio desde algún mugriento camping. Por lo visto, una tía suya se apiadó de ella y quiso civilizarla antes de que fuera demasiado tarde. Pero no sirvió de nada, porque acabaron echándola por robar —Olympia tomó un sorbo de champán antes de seguir cotilleando en tono confidencial—. Fue justo antes del baile de fin de curso. La madre de una de nuestras compañeras había enviado dinero para que se comprara un vestido, pero el dinero desapareció del dormitorio y, casualmente, la vulgar señorita Greenham, que apenas tenía nada decente que ponerse, apareció de pronto con un vestido muy bonito.
—Y, por supuesto, tú sumaste dos más dos —dijo Nick en tono gélido.
Olympia pareció sorprendida y ligeramente indignada.
—Y deduje que eran cuatro. Su tía admitió que no le había dado ningún dinero, y la única explicación que dio Summer fue que se lo había regalado su madre. Su madre, que vivía en un autobús, que no había sido vista durante más de un año y por tanto era imposible de localizar y que no tenía algo tan «moderno» como un teléfono.
Nick rió sin humor.
—Y que, por tanto, tampoco pudo apoyar la versión de su hija.
—Oh, vamos, Nick —replicó Olympia en tono desdeñoso—. A veces no es necesaria la evidencia, porque la verdad es tan obvia que todo el mundo puede verla. Además, si es la novia de Tom, ¿por qué acaba de ser vista en el pub reservando una habitación con un tipo que no se sabe de dónde ha salido? Alexia y yo hemos ido a beber algo para entrar en calor después del funeral y la hemos visto —su tono desdeñoso se transformó en otro de triunfo—. Si no quieres creerme, tiene la habitación tres.
* * *
Si _________ hubiera sabido que iba a regresar caminando al castillo, habría llevado otro calzado. Tenía los pies helados y temía que el roce acabara produciéndole ampollas. Lo único que la mantuvo en marcha fue el pensamiento de encontrar a Nick para averiguar de qué quería hablar con ella.
También tenía que ver a Tom para decirle que Sergio estaba allí. Seguro que acudiría a verlo en cuanto se enterara.
Cuando llegó al castillo tuvo que sortear los coches que abarrotaban la entrada. Mientras subía las escaleras, su corazón comenzó a latir más rápido. Una vez en el vestíbulo se quitó el abrigo y alisó su falda con manos temblorosas, constatando distraídamente que la cinta de pegar no se había soltado.
—¿Va todo bien, señorita Greenham?
Thomas, que pasaba en aquel momento por el vestíbulo con una bandeja llena de copas de champán, la miró con cierta preocupación.
—Oh, sí, gracias. Lo único que sucede es que acabo de venir andando del pueblo. ¿Sabe dónde está Tom?
—Ha subido a su habitación nada más llegar y creo que aún no ha bajado.
—De acuerdo. Gracias. Voy a ver cómo se encuentra —_________ dudó un momento antes de continuar, y sintió que se ruborizaba—. ¿Y sabe dónde puedo encontrar a Nick?
—Creo que anda por aquí —Thomas miró a su alrededor—. Hace un momento lo he visto. Ah, sí, ahí está, hablando con la joven dama que lleva ese gran sombrero.
_________ volvió la mirada hacia donde había indicado Thomas. Nick estaba de espaldas a ella, y no pudo ver bien su rostro. Sintió un revoloteo de mariposas en el estómago.
Entonces vio con quién estaba hablando.
CariitoJonas15
Re: Anelos prohibidos (Nick y tu)
AAAIII NOO ESA MALDITAAA AARRRPIIAAAAAA!!!!!
OJALA Y NO LE SALGA SU JUEGUITOOO!!!!!
AAII NICK CREEE EN _____ PORFIISS
OJALA Y NO LE SALGA SU JUEGUITOOO!!!!!
AAII NICK CREEE EN _____ PORFIISS
chelis
Re: Anelos prohibidos (Nick y tu)
síguela me encanto el capítulo
espero que Nick no le crea a Olympia
y que lo que él le dirá a ______ sea bueno,
quiero saber, ella si robo dinero y fue "mala"
o son cosas que invento Olympia
me quede re :affraid:
síguela pronto
me encanta la novela
chau
xoxo
:D
espero que Nick no le crea a Olympia
y que lo que él le dirá a ______ sea bueno,
quiero saber, ella si robo dinero y fue "mala"
o son cosas que invento Olympia
me quede re :affraid:
síguela pronto
me encanta la novela
chau
xoxo
:D
MenizdeJonas
Re: Anelos prohibidos (Nick y tu)
ah maldita tipa sisañoza :caliente:
Nick no le hagas caso!!!
Siguela!!!
Nick no le hagas caso!!!
Siguela!!!
aranzhitha
Re: Anelos prohibidos (Nick y tu)
Capítulo 13
Durante su infancia, _________ no había parado de ir de un lado a otro con su madre, viviendo en lugares diminutos, sin espacio para las posesiones personales, algo que la había marcado. Una de las cosas a las que se había acostumbrado había sido a viajar ligera y a no deshacer casi nunca el equipaje.
Tras ver a Tom, apenas le llevó un rato recoger sus cosas. Necesitó más tiempo para recuperar un poco la compostura, pero al cabo de un rato se sintió los suficientemente fuerte como para despedirse de su dormitorio y encaminarse hacia las escaleras que llevaban al vestíbulo de las armas. Tal vez animadas por el champán, las personas reunidas en el castillo habían empezado a hablar más alto, y sus voces se mezclaban con el sonido de risas. Instintivamente, _________ trató de reconocer en el barullo reinante la voz de Nick, mientras pensaba que nunca lo había oído reír.
Pero tal vez estuviera riéndose en aquellos momentos con Olympia.
Decidida a no mirar a su alrededor para no perder el valor, se encaminó rápidamente hacia la puerta.
El frío aire del exterior fue como una bofetada e hizo que sus ojos se llenaran de lágrimas. Sorbió por la nariz y se frotó impacientemente el rostro con la manga de su viejo abrigo.
—Así que te vas.
_________ giró sobre sus talones. Nick estaba de pie en lo alto de las escaleras, con la puerta abierta a sus espaldas. Había algo siniestro en su quietud, en la rigidez de su expresión.
Los últimos rescoldos de esperanza se apagaron en el corazón de _________.
—Sí —contestó, y logró esbozar una leve sonrisa—. Te he visto hablando con Olympia. El mundo es un pañuelo. Supongo que te lo habrá contado todo.
—Sí, aunque no ha supuesto ninguna diferencia. De manera que te vas… así como así. ¿No ibas a despedirte?
_________ bajó la mirada.
—Escribiré a Tatiana —su voz pareció surgir de muy lejos—. En estos momentos está rodeada de amigos y no quiero interrumpir.
—Estaba pensando en Tom. ¿Qué pasa con él?
—Estará bien. No me necesita —murmuró _________. En aquella ocasión, Nick no trató de disimular su enfado.
—¿Quién es él? Debe tratarse de alguien muy especial para que hayas acabado con él en la cama apenas terminado el funeral. ¿Es el mismo con el que te escuché hablando en el tren, o algún otro?
Tras un momento de confusión, _________ dedujo que debía haberla visto con Sergio, y que, al instante, había sacado sus propias y erróneas conclusiones. Pero hacía tiempo que sabía que las explicaciones lógicas no bastaban para transformar los prejuicios de la gente.
—Es otro.
—¿Lo amas? —El enfado de Nick se desvaneció, dando paso a un intenso cansancio.
_________ negó con la cabeza y tuvo que hacer esfuerzos para contener los sollozos que se acumulaban en su pecho.
—No.
—¿Entonces, por qué? ¿Por qué te vas con él?
—Porque él lucharía por mí —_________ respiró profundamente, alzó la cabeza y, con toda la calma que pudo, dijo—: Porque confía en mí.
A continuación dio la vuelta y se alejó caminando.
Nick volvió a entrar y pasó entre la gente que se hallaba en el vestíbulo sin detenerse. Entró en la biblioteca, cerró la puerta y apoyó la espalda contra esta, respirando agitadamente.
Confianza. Aquello era lo último que esperaba que dijera _________.
Se pasó la mano por el pelo mientras pensaba rápidamente. Había aprendido desde pequeño que uno podía fiarse de muy poca gente, y desde entonces prácticamente se había enorgullecido de su cinismo. Pero aquella desconfianza le había hecho permitir que la única mujer con la que quería estar se alejara de él para caer en brazos de otro hombre. Un hombre que llevaba ropa de diseño y que confiaba en ella. Alguien que lucharía por ella.
Era posible que la confianza no fuera su fuerte, pero sí lo era luchar.
Abrió la puerta con decisión y casi tropieza con la persona que se hallaba al otro lado.
—¿Alexia? ¿Qué…?
—Quería hablar contigo —Alexia se recuperó del susto rápidamente y siguió a Nick, que ya avanzaba hacia el vestíbulo—. Necesito decirte algo.
—Este no es un buen momento —dijo Nick sin dejar de caminar.
—Lo sé. Disculpa, pero se trata de algo en lo que no he logrado dejar de pensar todos estos años —Alexia se interpuso en el camino de Nick cuando estaba a punto de salir—. Es respecto a lo que sucedió en el internado. No fue Summer, sino Olympia la que robó el dinero. Ella lo organizó todo. Es cierto que Summer… digo, _________, apareció con un vestido nuevo, y no sé de dónde sacó el dinero para pagárselo, pero no lo consiguió robándolo del dormitorio. Fue Olympia quien la acusó.
—Lo sé —dijo Nick con un suspiro de cansancio—. Eso no lo había dudado.
—Oh —Alexia se había quitado el sombrero y, sin este, parecía extrañamente desprotegida y alicaída—. Sé que sucedió hace mucho y que solo fue una fea travesura, pero no me ha gustado escuchar a Olympia contándolo de nuevo. Ya somos adultos. Solo quería asegurarme de que supieras la verdad.
—La verdad es ligeramente irrelevante. Lo que importa es lo que estás dispuesto a creer —Nick dudó un momento antes de añadir—: El otro asunto lo de que la habéis visto reservando una habitación en el hostal del pub con un hombre, ¿también ha sido una invención de Olympia?
—No, eso era cierto —Alexia miró a Nick con ojos casi suplicantes—. ¿De verdad estás bien? ¿Puedo ayudarte de algún modo?
Nick comprendió que el dolor de Alexia debía parecerse al suyo. Cuando contestó, lo hizo con especial delicadeza.
—No, no estoy bien. Pero tú ya me has ayudado —dijo, y a continuación abrió la puerta y salió rápidamente del castillo.
El pub King’s Arm se hallaba en el momento de calma que solía producirse entre la hora del almuerzo y la tarde. El dueño estaba sentado tras la barra, leyendo el periódico, pero se puso en pie en cuanto vio a Nick.
—Mayor Jonas… digo, lord Jonas.
—Busco a alguien —interrumpió Nick, impaciente—. Alguien que se aloja aquí. Creo que está en la habitación número tres. Yo mismo subo a comprobarlo.
Sin dar tiempo a que el patrón reaccionara, fue hasta la escalera y subió los peldaños de dos en dos. La habitación número tres estaba al final del pasillo. Había una botella de vodka vacía en el exterior. Nick llamó a la puerta enérgicamente.
—¡_________! —Al no recibir respuesta de inmediato volvió a repetir el nombre en alto.
Estaba a punto de golpear de nuevo la puerta cuando esta se abrió unos centímetros. Un rostro de tez morena sin afeitar y de ojos hinchados se asomó por la rendija.
—_________ no está aquí.
Nick masculló una maldición y empujó la puerta con un hombro. El hombre apenas opuso resistencia y la puerta se abrió fácilmente. Nick lo observó el tiempo justo para darse cuenta de que tan solo llevaba una pequeña toalla blanca en torno a la cintura. Luego pasó al dormitorio.
En un instante vio la ropa dispersa por el suelo, ropa negra amontonada sobre la alfombra, y la amplia cama que dominaba el centro de la habitación, deshecha. Por un momento, temió desmayarse.
—¡Nick! —Tom se irguió en la cama de repente y se cubrió con la sábana.
Parpadeante, Nick trató de reconciliar lo que estaba viendo con lo que esperaba encontrarse.
—¿Tom?
Durante su infancia, _________ no había parado de ir de un lado a otro con su madre, viviendo en lugares diminutos, sin espacio para las posesiones personales, algo que la había marcado. Una de las cosas a las que se había acostumbrado había sido a viajar ligera y a no deshacer casi nunca el equipaje.
Tras ver a Tom, apenas le llevó un rato recoger sus cosas. Necesitó más tiempo para recuperar un poco la compostura, pero al cabo de un rato se sintió los suficientemente fuerte como para despedirse de su dormitorio y encaminarse hacia las escaleras que llevaban al vestíbulo de las armas. Tal vez animadas por el champán, las personas reunidas en el castillo habían empezado a hablar más alto, y sus voces se mezclaban con el sonido de risas. Instintivamente, _________ trató de reconocer en el barullo reinante la voz de Nick, mientras pensaba que nunca lo había oído reír.
Pero tal vez estuviera riéndose en aquellos momentos con Olympia.
Decidida a no mirar a su alrededor para no perder el valor, se encaminó rápidamente hacia la puerta.
El frío aire del exterior fue como una bofetada e hizo que sus ojos se llenaran de lágrimas. Sorbió por la nariz y se frotó impacientemente el rostro con la manga de su viejo abrigo.
—Así que te vas.
_________ giró sobre sus talones. Nick estaba de pie en lo alto de las escaleras, con la puerta abierta a sus espaldas. Había algo siniestro en su quietud, en la rigidez de su expresión.
Los últimos rescoldos de esperanza se apagaron en el corazón de _________.
—Sí —contestó, y logró esbozar una leve sonrisa—. Te he visto hablando con Olympia. El mundo es un pañuelo. Supongo que te lo habrá contado todo.
—Sí, aunque no ha supuesto ninguna diferencia. De manera que te vas… así como así. ¿No ibas a despedirte?
_________ bajó la mirada.
—Escribiré a Tatiana —su voz pareció surgir de muy lejos—. En estos momentos está rodeada de amigos y no quiero interrumpir.
—Estaba pensando en Tom. ¿Qué pasa con él?
—Estará bien. No me necesita —murmuró _________. En aquella ocasión, Nick no trató de disimular su enfado.
—¿Quién es él? Debe tratarse de alguien muy especial para que hayas acabado con él en la cama apenas terminado el funeral. ¿Es el mismo con el que te escuché hablando en el tren, o algún otro?
Tras un momento de confusión, _________ dedujo que debía haberla visto con Sergio, y que, al instante, había sacado sus propias y erróneas conclusiones. Pero hacía tiempo que sabía que las explicaciones lógicas no bastaban para transformar los prejuicios de la gente.
—Es otro.
—¿Lo amas? —El enfado de Nick se desvaneció, dando paso a un intenso cansancio.
_________ negó con la cabeza y tuvo que hacer esfuerzos para contener los sollozos que se acumulaban en su pecho.
—No.
—¿Entonces, por qué? ¿Por qué te vas con él?
—Porque él lucharía por mí —_________ respiró profundamente, alzó la cabeza y, con toda la calma que pudo, dijo—: Porque confía en mí.
A continuación dio la vuelta y se alejó caminando.
Nick volvió a entrar y pasó entre la gente que se hallaba en el vestíbulo sin detenerse. Entró en la biblioteca, cerró la puerta y apoyó la espalda contra esta, respirando agitadamente.
Confianza. Aquello era lo último que esperaba que dijera _________.
Se pasó la mano por el pelo mientras pensaba rápidamente. Había aprendido desde pequeño que uno podía fiarse de muy poca gente, y desde entonces prácticamente se había enorgullecido de su cinismo. Pero aquella desconfianza le había hecho permitir que la única mujer con la que quería estar se alejara de él para caer en brazos de otro hombre. Un hombre que llevaba ropa de diseño y que confiaba en ella. Alguien que lucharía por ella.
Era posible que la confianza no fuera su fuerte, pero sí lo era luchar.
Abrió la puerta con decisión y casi tropieza con la persona que se hallaba al otro lado.
—¿Alexia? ¿Qué…?
—Quería hablar contigo —Alexia se recuperó del susto rápidamente y siguió a Nick, que ya avanzaba hacia el vestíbulo—. Necesito decirte algo.
—Este no es un buen momento —dijo Nick sin dejar de caminar.
—Lo sé. Disculpa, pero se trata de algo en lo que no he logrado dejar de pensar todos estos años —Alexia se interpuso en el camino de Nick cuando estaba a punto de salir—. Es respecto a lo que sucedió en el internado. No fue Summer, sino Olympia la que robó el dinero. Ella lo organizó todo. Es cierto que Summer… digo, _________, apareció con un vestido nuevo, y no sé de dónde sacó el dinero para pagárselo, pero no lo consiguió robándolo del dormitorio. Fue Olympia quien la acusó.
—Lo sé —dijo Nick con un suspiro de cansancio—. Eso no lo había dudado.
—Oh —Alexia se había quitado el sombrero y, sin este, parecía extrañamente desprotegida y alicaída—. Sé que sucedió hace mucho y que solo fue una fea travesura, pero no me ha gustado escuchar a Olympia contándolo de nuevo. Ya somos adultos. Solo quería asegurarme de que supieras la verdad.
—La verdad es ligeramente irrelevante. Lo que importa es lo que estás dispuesto a creer —Nick dudó un momento antes de añadir—: El otro asunto lo de que la habéis visto reservando una habitación en el hostal del pub con un hombre, ¿también ha sido una invención de Olympia?
—No, eso era cierto —Alexia miró a Nick con ojos casi suplicantes—. ¿De verdad estás bien? ¿Puedo ayudarte de algún modo?
Nick comprendió que el dolor de Alexia debía parecerse al suyo. Cuando contestó, lo hizo con especial delicadeza.
—No, no estoy bien. Pero tú ya me has ayudado —dijo, y a continuación abrió la puerta y salió rápidamente del castillo.
El pub King’s Arm se hallaba en el momento de calma que solía producirse entre la hora del almuerzo y la tarde. El dueño estaba sentado tras la barra, leyendo el periódico, pero se puso en pie en cuanto vio a Nick.
—Mayor Jonas… digo, lord Jonas.
—Busco a alguien —interrumpió Nick, impaciente—. Alguien que se aloja aquí. Creo que está en la habitación número tres. Yo mismo subo a comprobarlo.
Sin dar tiempo a que el patrón reaccionara, fue hasta la escalera y subió los peldaños de dos en dos. La habitación número tres estaba al final del pasillo. Había una botella de vodka vacía en el exterior. Nick llamó a la puerta enérgicamente.
—¡_________! —Al no recibir respuesta de inmediato volvió a repetir el nombre en alto.
Estaba a punto de golpear de nuevo la puerta cuando esta se abrió unos centímetros. Un rostro de tez morena sin afeitar y de ojos hinchados se asomó por la rendija.
—_________ no está aquí.
Nick masculló una maldición y empujó la puerta con un hombro. El hombre apenas opuso resistencia y la puerta se abrió fácilmente. Nick lo observó el tiempo justo para darse cuenta de que tan solo llevaba una pequeña toalla blanca en torno a la cintura. Luego pasó al dormitorio.
En un instante vio la ropa dispersa por el suelo, ropa negra amontonada sobre la alfombra, y la amplia cama que dominaba el centro de la habitación, deshecha. Por un momento, temió desmayarse.
—¡Nick! —Tom se irguió en la cama de repente y se cubrió con la sábana.
Parpadeante, Nick trató de reconciliar lo que estaba viendo con lo que esperaba encontrarse.
—¿Tom?
CariitoJonas15
Re: Anelos prohibidos (Nick y tu)
Demonios! Ya se entero :affraid:
Ahh y nunca confiaste en la rayiz
Y ahora la vas a perder :x
Y ahora que dira Tom??
Siguela!!
Ahh y nunca confiaste en la rayiz
Y ahora la vas a perder :x
Y ahora que dira Tom??
Siguela!!
aranzhitha
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