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Luna de miel de un millonario (Nick y Tu)[TERMINADA]
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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De quien quereis que sea la próxima novela?
Luna de miel de un millonario (Nick y Tu)[TERMINADA]
Aqui is traigo mi nueva novela
spero q os guste
Argumento:
Se busca mujer… para tener un hijo.
Nick Jonas sabía que había llegado el momento de tomar esposa y tener un heredero. ___________ era la mujer perfecta para sus planes. Tímida y sin experiencia, rápidamente se había dejado seducir por el peligroso encanto del magnate de la industria publicitaria de Sidney. Se casó estando embarazada. Nada más acabar la luna de miel ___________ perdió al niño y además se le cayó la venda de los ojos: estaba atrapada en un matrimonio de conveniencia. Y Nick esperaba que concibiera pronto otro hijo. Debería haber pedido el divorcio, pero tenía que enfrentarse a la incómoda verdad: se había enamorado de su despiadado marido.
spero q os guste
Argumento:
Se busca mujer… para tener un hijo.
Nick Jonas sabía que había llegado el momento de tomar esposa y tener un heredero. ___________ era la mujer perfecta para sus planes. Tímida y sin experiencia, rápidamente se había dejado seducir por el peligroso encanto del magnate de la industria publicitaria de Sidney. Se casó estando embarazada. Nada más acabar la luna de miel ___________ perdió al niño y además se le cayó la venda de los ojos: estaba atrapada en un matrimonio de conveniencia. Y Nick esperaba que concibiera pronto otro hijo. Debería haber pedido el divorcio, pero tenía que enfrentarse a la incómoda verdad: se había enamorado de su despiadado marido.
Última edición por ranitaloka el Dom 25 Jul 2010, 3:33 pm, editado 1 vez
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Invitado
Re: Luna de miel de un millonario (Nick y Tu)[TERMINADA]
Prólogo
___________ yacía en la dura y estrecha cama de hospital, esperando y rezando para que la inyección que le había dado el médico surtiera pronto su efecto. No podría soportar seguir despierta durante mucho tiempo. No podría soportar el dolor de su pérdida ni un solo minuto más.
Apenas el día anterior había sido tan feliz, después de que la ecografía le hubiese confirmado que Nick y ella iban a ser padres de un niño… Se había sentido como en la luna. Y Nick también.
Los calambres habían empezado muy temprano por la mañana. Y luego había seguido la hemorragia. Nick se había apresurado a llevarla al hospital, y los médicos habían hecho todo lo posible. Pero nada había podido salvar al bebé.
Con las lágrimas anegando sus ojos una vez más, se llevó un puño a los labios temblorosos para reprimir un sollozo. No quería que nadie la oyera llorar. No quería escuchar más palabras de consuelo, o de piedad. Lo único que quería era olvidar. Así que se mordió los nudillos y soportó su dolor en atormentado silencio.
El tiempo parecía arrastrarse. Y lo mismo su corazón.
Finalmente, el sedante obró su efecto y se quedó dormida. No vio a su marido entrar en la habitación poco después. No vio su expresión consternada mientras lo contemplaba. Con un suspiro. Nick le apartó tiernamente el cabello de la cara y se inclinó para besarla en la mejilla. Luego, sacudiendo la cabeza, se irguió y abandonó la habitación.
Pasó un buen rato antes de que ___________ se despertara. Todavía permaneció con los ojos cerrados; sentía la cabeza densa, pesada. Podía escuchar voces en la habitación: voces masculinas… que paulatinamente fue reconociendo como las de los dos grandes amigos de su marido.
—Nick lleva demasiado tiempo ahí fuera hablando con el médico —dijo Joe con tono irritable.
Joe Parkinson era hijo único y heredero de una gran fortuna. Aunque tenía reputación de playboy. ___________ siempre le había encontrado especialmente dulce. Como padrino de su boda, su discurso había sido maravilloso.
—Probablemente estará preocupado por la salud de ___________ —repuso Kevin. Kevin McCain era uno de los más importantes promotores inmobiliarios de Sidney.
Los tres eran amigos desde su época estudiantil. Y, aunque tenían muy poco en común aparte de su riqueza y su pasión por el golf, su amistad había permanecido incólume. ___________ a veces envidiaba el afecto incondicional que se profesaban. Ella nunca había sido una chica muy sociable; era más bien tímida e introvertida.
—¡Bah! —resopló Joe—. Más bien querrá asegurarse de que ___________ podrá tener más bebés.
___________ se quedó anonadada, tanto por el reproche que destilaba el tono de Joe como por la conclusión que parecía derivarse de sus palabras. ¡Seguro que Nick no se había casado con ella sólo porque se había quedado embarazada! No podía ser. Nick la amaba; estaba segura de ello. ¡Eso al menos era lo que le decía todo el tiempo!
—Nunca debió casarse con esa pobre chica —continuó Joe—. Fue un error. No, maldita sea: fue una absoluta maldad. Nick se merecería que ___________ no pudiera tener más hijos.
___________ no salía de su asombro. ¿Por qué Joe se mostraba tan cruel y condenaba de aquella manera a su amigo?
—Eso que dices es un poquito duro, Joe —le amonestó Kevin.
—No, no lo es. El matrimonio tiene que ver con el verdadero amor, y no con satisfacer una egoísta necesidad de reproducirse.
—No hay nada malo en que Nick quiera tener una familia. Es una lástima que no quiera a ___________, pero está muy encariñado con ella.
A esas alturas, ___________ casi había dejado de respirar: el dolor que le había producido el aborto había quedado eclipsado por una impresión aún más devastadora. Porque podría sobrevivir a aquella pérdida, andando el tiempo… pero solamente sí contaba con el amor de su marido.
Sin embargo, al parecer no era así. «Oh, Dios mío…», exclamó para sus adentros.
—Podría disculparlo si es que la chica se quedó embarazada por accidente —dijo Joe—. Casarse con ella en esas circunstancias habría sido lo justo y lo correcto. Lo que no le puedo perdonar es que la dejara embarazada deliberadamente.
___________ tuvo que llevarse un puño a la boca para reprimirse el llanto. Era una suerte que estuviera tendida de lado y de espaldas a Kevin y a Joe, porque de otra manera la habrían visto moverse.
—Yo puedo entender por qué lo hizo —afirmó Kevin—. Acuérdate de cómo se puso cuando se enteró de que Jackie era estéril. El pobre era una sombra de sí mismo.
¡Estéril! ¿Su primera mujer había sido estéril? ___________ no salía de su asombro.
Nick le había dicho que su primer matrimonio había fracasado porque Jackie, una top model australiana, había aspirado a llevar un tren de vida de la jet set, mientras que él había querido llevar una normal vida de familia. Según lo que le había contado, se habían ido distanciando hasta que rompieron por mutuo acuerdo. Pero lo que se desprendía de la versión de sus amigos era que Nick se había divorciado de Jackie porque no ella no había podido tener hijos.
—Podría perdonarlo si hubiera escogido a una mujer experimentada como Jackie —gruñó Joe—. Pero, por supuesto, no podía cometer el mismo error dos veces, ¿verdad? Nick tenía que recuperar el control sobre su propia vida. Por eso se concentró en una inocente virgen que se quedó tan deslumbrada con él que la pobre no se enteró de nada…
—Tú no sabes si ___________ era virgen o no —señaló Kevin—. Tiene veinticuatro años. En estos tiempos son pocas las mujeres de esa edad que lo son.
—Oh, por el amor de Dios, sólo tienes que ver la forma en que se comporta con Nick para darte cuenta de que es su primer amante. Si él le dijera que la tierra es plana, ella se lo creería a pie juntillas.
___________ se encogió por dentro. Rusell suspiró.
—Probablemente. Pero eso no quiere decir que Nick no pueda ser un buen marido o un buen padre. Es un poco duro a veces, pero básicamente es un buen hombre. Y un gran amigo. No tenemos ningún derecho a juzgarlo. Ni tú ni yo somos perfectos. Joe. Y, al fin y al cabo, ___________ no conoce la verdad.
—¿Pero y si la descubre?
—¿Quién se la diría? Nosotros no, eso es seguro.
«No», pensó ___________, desconsolada. «No me contaríais la verdad. Ni siquiera tú. Joe, que tanto desapruebas la conducta de Nick. Los dos estuvisteis en mi boda y fuisteis testigos de cómo Nick juró amarme y respetarme… cuando sabíais que era mentira».
Se quedó paralizada cuando oyó el ruido de la puerta al abrirse, seguido de la voz de su marido.
—Siento haber tardado tanto —dijo a sus amigos—. ¿___________ aún sigue dormida?
—No ha movido un músculo —contestó Kevin—. ¿Qué ha dicho el médico?
—Que no hay razón para que ___________ no pueda tener otro bebé. Pero no hay que apresurar las cosas. Necesitará algún tiempo para recuperarse. Lo ha pasado muy mal —suspiró—. Y yo también. Era un niño —añadió con voz levemente quebrada—. Íbamos a llamarlo Jonathon.
___________ detestaba escuchar el dolor en la voz de su marido. Detestaba el hecho de que todavía pudiera compadecerlo en su aflicción…
—Lo siento, amigo —dijo Joe, desaparecido su anterior tono de reproche—. Ambos sabemos lo mucho que significa para ti tener hijos. Debes de estar destrozado. Vamos a tomar algo, Hay un pub en esta misma calle.
—Antes tengo que ver cómo se encuentra ___________.
—Claro.
___________ sintió la caricia de su aliento en la mejilla cuando se inclinó sobre ella.
—Cariño, ¿puedes oírme?
No supo por qué, pero abrió los ojos.
—¿Cómo te sientes? —le preguntó él con tono dulce.
Los ojos volvieron a llenársele de lágrimas mientras contemplaba al hombre al que amaba, y que había creído que la amaba a ella a su vez.
—Vete. ¡Por favor… vete! —y se puso a sollozar, incontenible. No podía parar.
—Voy a avisar a la enfermera.
La enfermera entró apresurada, una mujer cariñosa y de aspecto maternal que se limitó a abrazarla en silencio.
—Tranquila, tranquila, cariño… Sé cómo te sientes. Yo también perdí un bebé una vez.
«Pero yo he perdido algo más que eso», pensó ___________, desesperada. «¡Yo lo he perdido todo!». Y sollozó con mayor fuerza.
—Será mejor que la dejemos descansar —le dijo la enfermera a Nick—. Iré a buscar al doctor para que le dé un calmante más fuerte. Vuelva por la tarde. Confío en que se sentirá mejor para entonces.
«No», se dijo ___________, desconsolada. «Nunca me sentiré mejor. ¡Nunca!»
___________ yacía en la dura y estrecha cama de hospital, esperando y rezando para que la inyección que le había dado el médico surtiera pronto su efecto. No podría soportar seguir despierta durante mucho tiempo. No podría soportar el dolor de su pérdida ni un solo minuto más.
Apenas el día anterior había sido tan feliz, después de que la ecografía le hubiese confirmado que Nick y ella iban a ser padres de un niño… Se había sentido como en la luna. Y Nick también.
Los calambres habían empezado muy temprano por la mañana. Y luego había seguido la hemorragia. Nick se había apresurado a llevarla al hospital, y los médicos habían hecho todo lo posible. Pero nada había podido salvar al bebé.
Con las lágrimas anegando sus ojos una vez más, se llevó un puño a los labios temblorosos para reprimir un sollozo. No quería que nadie la oyera llorar. No quería escuchar más palabras de consuelo, o de piedad. Lo único que quería era olvidar. Así que se mordió los nudillos y soportó su dolor en atormentado silencio.
El tiempo parecía arrastrarse. Y lo mismo su corazón.
Finalmente, el sedante obró su efecto y se quedó dormida. No vio a su marido entrar en la habitación poco después. No vio su expresión consternada mientras lo contemplaba. Con un suspiro. Nick le apartó tiernamente el cabello de la cara y se inclinó para besarla en la mejilla. Luego, sacudiendo la cabeza, se irguió y abandonó la habitación.
Pasó un buen rato antes de que ___________ se despertara. Todavía permaneció con los ojos cerrados; sentía la cabeza densa, pesada. Podía escuchar voces en la habitación: voces masculinas… que paulatinamente fue reconociendo como las de los dos grandes amigos de su marido.
—Nick lleva demasiado tiempo ahí fuera hablando con el médico —dijo Joe con tono irritable.
Joe Parkinson era hijo único y heredero de una gran fortuna. Aunque tenía reputación de playboy. ___________ siempre le había encontrado especialmente dulce. Como padrino de su boda, su discurso había sido maravilloso.
—Probablemente estará preocupado por la salud de ___________ —repuso Kevin. Kevin McCain era uno de los más importantes promotores inmobiliarios de Sidney.
Los tres eran amigos desde su época estudiantil. Y, aunque tenían muy poco en común aparte de su riqueza y su pasión por el golf, su amistad había permanecido incólume. ___________ a veces envidiaba el afecto incondicional que se profesaban. Ella nunca había sido una chica muy sociable; era más bien tímida e introvertida.
—¡Bah! —resopló Joe—. Más bien querrá asegurarse de que ___________ podrá tener más bebés.
___________ se quedó anonadada, tanto por el reproche que destilaba el tono de Joe como por la conclusión que parecía derivarse de sus palabras. ¡Seguro que Nick no se había casado con ella sólo porque se había quedado embarazada! No podía ser. Nick la amaba; estaba segura de ello. ¡Eso al menos era lo que le decía todo el tiempo!
—Nunca debió casarse con esa pobre chica —continuó Joe—. Fue un error. No, maldita sea: fue una absoluta maldad. Nick se merecería que ___________ no pudiera tener más hijos.
___________ no salía de su asombro. ¿Por qué Joe se mostraba tan cruel y condenaba de aquella manera a su amigo?
—Eso que dices es un poquito duro, Joe —le amonestó Kevin.
—No, no lo es. El matrimonio tiene que ver con el verdadero amor, y no con satisfacer una egoísta necesidad de reproducirse.
—No hay nada malo en que Nick quiera tener una familia. Es una lástima que no quiera a ___________, pero está muy encariñado con ella.
A esas alturas, ___________ casi había dejado de respirar: el dolor que le había producido el aborto había quedado eclipsado por una impresión aún más devastadora. Porque podría sobrevivir a aquella pérdida, andando el tiempo… pero solamente sí contaba con el amor de su marido.
Sin embargo, al parecer no era así. «Oh, Dios mío…», exclamó para sus adentros.
—Podría disculparlo si es que la chica se quedó embarazada por accidente —dijo Joe—. Casarse con ella en esas circunstancias habría sido lo justo y lo correcto. Lo que no le puedo perdonar es que la dejara embarazada deliberadamente.
___________ tuvo que llevarse un puño a la boca para reprimirse el llanto. Era una suerte que estuviera tendida de lado y de espaldas a Kevin y a Joe, porque de otra manera la habrían visto moverse.
—Yo puedo entender por qué lo hizo —afirmó Kevin—. Acuérdate de cómo se puso cuando se enteró de que Jackie era estéril. El pobre era una sombra de sí mismo.
¡Estéril! ¿Su primera mujer había sido estéril? ___________ no salía de su asombro.
Nick le había dicho que su primer matrimonio había fracasado porque Jackie, una top model australiana, había aspirado a llevar un tren de vida de la jet set, mientras que él había querido llevar una normal vida de familia. Según lo que le había contado, se habían ido distanciando hasta que rompieron por mutuo acuerdo. Pero lo que se desprendía de la versión de sus amigos era que Nick se había divorciado de Jackie porque no ella no había podido tener hijos.
—Podría perdonarlo si hubiera escogido a una mujer experimentada como Jackie —gruñó Joe—. Pero, por supuesto, no podía cometer el mismo error dos veces, ¿verdad? Nick tenía que recuperar el control sobre su propia vida. Por eso se concentró en una inocente virgen que se quedó tan deslumbrada con él que la pobre no se enteró de nada…
—Tú no sabes si ___________ era virgen o no —señaló Kevin—. Tiene veinticuatro años. En estos tiempos son pocas las mujeres de esa edad que lo son.
—Oh, por el amor de Dios, sólo tienes que ver la forma en que se comporta con Nick para darte cuenta de que es su primer amante. Si él le dijera que la tierra es plana, ella se lo creería a pie juntillas.
___________ se encogió por dentro. Rusell suspiró.
—Probablemente. Pero eso no quiere decir que Nick no pueda ser un buen marido o un buen padre. Es un poco duro a veces, pero básicamente es un buen hombre. Y un gran amigo. No tenemos ningún derecho a juzgarlo. Ni tú ni yo somos perfectos. Joe. Y, al fin y al cabo, ___________ no conoce la verdad.
—¿Pero y si la descubre?
—¿Quién se la diría? Nosotros no, eso es seguro.
«No», pensó ___________, desconsolada. «No me contaríais la verdad. Ni siquiera tú. Joe, que tanto desapruebas la conducta de Nick. Los dos estuvisteis en mi boda y fuisteis testigos de cómo Nick juró amarme y respetarme… cuando sabíais que era mentira».
Se quedó paralizada cuando oyó el ruido de la puerta al abrirse, seguido de la voz de su marido.
—Siento haber tardado tanto —dijo a sus amigos—. ¿___________ aún sigue dormida?
—No ha movido un músculo —contestó Kevin—. ¿Qué ha dicho el médico?
—Que no hay razón para que ___________ no pueda tener otro bebé. Pero no hay que apresurar las cosas. Necesitará algún tiempo para recuperarse. Lo ha pasado muy mal —suspiró—. Y yo también. Era un niño —añadió con voz levemente quebrada—. Íbamos a llamarlo Jonathon.
___________ detestaba escuchar el dolor en la voz de su marido. Detestaba el hecho de que todavía pudiera compadecerlo en su aflicción…
—Lo siento, amigo —dijo Joe, desaparecido su anterior tono de reproche—. Ambos sabemos lo mucho que significa para ti tener hijos. Debes de estar destrozado. Vamos a tomar algo, Hay un pub en esta misma calle.
—Antes tengo que ver cómo se encuentra ___________.
—Claro.
___________ sintió la caricia de su aliento en la mejilla cuando se inclinó sobre ella.
—Cariño, ¿puedes oírme?
No supo por qué, pero abrió los ojos.
—¿Cómo te sientes? —le preguntó él con tono dulce.
Los ojos volvieron a llenársele de lágrimas mientras contemplaba al hombre al que amaba, y que había creído que la amaba a ella a su vez.
—Vete. ¡Por favor… vete! —y se puso a sollozar, incontenible. No podía parar.
—Voy a avisar a la enfermera.
La enfermera entró apresurada, una mujer cariñosa y de aspecto maternal que se limitó a abrazarla en silencio.
—Tranquila, tranquila, cariño… Sé cómo te sientes. Yo también perdí un bebé una vez.
«Pero yo he perdido algo más que eso», pensó ___________, desesperada. «¡Yo lo he perdido todo!». Y sollozó con mayor fuerza.
—Será mejor que la dejemos descansar —le dijo la enfermera a Nick—. Iré a buscar al doctor para que le dé un calmante más fuerte. Vuelva por la tarde. Confío en que se sentirá mejor para entonces.
«No», se dijo ___________, desconsolada. «Nunca me sentiré mejor. ¡Nunca!»
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Re: Luna de miel de un millonario (Nick y Tu)[TERMINADA]
NUEVA LECTORA
¡¡SIGUELA!!
ME ENCANTA
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{@idrunkniall.}
Re: Luna de miel de un millonario (Nick y Tu)[TERMINADA]
TERCERA NUEVA LECTORA
WIWI
Y COMO YA TE LO DIJE N
AQUI ESTA TU FIEL
LECTORA
BYE KISSES NICKY
WIWI
Y COMO YA TE LO DIJE N
AQUI ESTA TU FIEL
LECTORA
BYE KISSES NICKY
NickyL.A Baby
Re: Luna de miel de un millonario (Nick y Tu)[TERMINADA]
aaaa me encanto!!!!!
tienes q seguirla por favor!!!
tienes q seguirla por favor!!!
Faby Evans Jonas
Re: Luna de miel de un millonario (Nick y Tu)[TERMINADA]
HOLAAAAAA soy nueva lectoraaa
me llamo Ivana
Con el prologo esta nove ya me atrpo encerio se ve que va estar GENIAL
PORFAVORRR SUBI CAPI LO MAS PRONYO POSIBLEEEE
me llamo Ivana
Con el prologo esta nove ya me atrpo encerio se ve que va estar GENIAL
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ivana-ilove
Re: Luna de miel de un millonario (Nick y Tu)[TERMINADA]
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Re: Luna de miel de un millonario (Nick y Tu)[TERMINADA]
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Re: Luna de miel de un millonario (Nick y Tu)[TERMINADA]
OMFG!! :affraid: ME.ENCANTA! TIENES QUE SEGUIRLA PERO YAAA!! :lol!: PLEASE!! :bounce:
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Re: Luna de miel de un millonario (Nick y Tu)[TERMINADA]
Chicas muchas gracoas por los comntarios ahora va el cap
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Re: Luna de miel de un millonario (Nick y Tu)[TERMINADA]
Capítulo 1
Tres meses después
Sidney a finales de abril desmentía el hecho de que solamente faltaba un mes para el invierno. Las noches podían ser frías, pero los días eran cálidos y secos, y los cielos despejados y azules.
El día de la boda de Joe fue un día de ese tipo. Para primera hora de la tarde la temperatura había alcanzado unos más que agradables veinticuatro grados, algo de lo cual se alegraba ___________, porque no tenía mucha ropa de abrigo. No había salido todavía de compras desde que abandonó el hospital en enero. De hecho, no había salido de casa… hasta ese día.
Estaba sentada, tensa, al lado de su atractivo marido, en la segunda fila de asientos que llenaban la cubierta del enorme yate del padre del novio. Cuando le llegó la invitación, declinó inmediatamente. Pero Nick le advirtió que él no pensaba ir si ella no lo acompañaba. Y luego Joe la llamó para pedirle que reconsiderara su decisión. Le aseguró que no iba a ser una boda fastuosa. Sólo unos sesenta invitados.
—Te sentará bien salir —le había dicho—. No puedes seguir así, ___________.
Lo cual era cierto, por supuesto. No podía continuar viviendo de aquella manera, cerrada al mundo, apartándose de todos. Especialmente de Nick. Tenía que tomar la decisión de abandonarlo o no, una decisión que la superaba. Tomar cualquier decisión la superaba. La única manera que tenía de soportar cada día era concentrarse en la única actividad que le proporcionaba una vía de escape de los conflictivos sentimientos que la acosaban.
La pintura siempre había sido para ___________ una arrebatadora pasión. De adolescente había soñado con convertirse algún día en una artista famosa, y poder colgar sus cuadros en las más prestigiosas galerías de Australia. Había suplicado a su padre que la enviara a la escuela de Bellas Artes después de terminar el instituto y. para disgusto de su madre, había conseguido su consentimiento.
___________ había pasado tres años desarrollando su talento, recibiendo el aplauso y los ánimos de sus profesores… pero no del mundo del arte en general. Sólo había expuesto una vez, en una pequeña galería de Bondi, así que, a esas alturas, le parecía improbable alcanzar el éxito que tanto había ansiado.
Pero continuó pintando, también después de haberse casado con Nick, aunque para entonces su pasión había quedado relegada a poco más que un simple pasatiempo.
En aquel momento, sin embargo, era su única arma de supervivencia. Una forma de resistir y de seguir adelante.
Sabía que si Nick pudiera ver los lienzos en los que había estado trabajando desde que tuvo el aborto, la mandaría de vuelta al médico que le había diagnosticado una depresión mientras estuvo en el hospital.
No dudaba de que le recetaría más antidepresivos, aparte de más somníferos.
¡Como si su problema pudiera resolverse con pastillas!
Nadie que no fuera ella misma podría arreglar su problema. En el fondo de su alma, ___________ estaba segura de ello. Apenas unas semanas atrás había arrojado todas las pastillas a la basura y no por ello se había sentido peor. De hecho, sorprendentemente, había empezado a sentirse algo mejor.
Decidir salir de casa y asistir a la boda de Joe había significado un paso enorme, y lo había dado.
Así que allí estaba, vestida con un traje rosa pálido que había sido uno de sus preferidos, y que ahora le quedaba una talla grande. Había tenido que cambiar el botón de la cintura para que la falda le estuviera bien. Se había recogido la melena oscura en un elegante moño francés. Llevaba meses sin pisar una peluquería y aquél era el único peinado sofisticado que había podido hacerse ella sola. Maquillarse le había costado mucho: carmín, un poco de color para disimular su palidez y mucha sombra de ojos y rimel. No se había repasado la línea de los ojos: lo había intentado, pero las manos le temblaban tanto que había terminado por renunciar.
Cuando la vio aquella mañana. Nick le había dicho que estaba guapísima. Por dentro se había retraído ante su cumplido, como solía retraerse cuando su marido intentaba expresarle afecto, cariño. Esa vez, sin embargo, había conseguido esbozar una leve sonrisa y murmurar un cortés «gracias». Luego, cuando él la tomó de la mano y se reunieron con los demás invitados en el yate, no se había soltado.
Había sido un error: ___________ se daba ahora cuenta de ello mientras bajaba la mirada a los dedos de Nick, firmemente entrelazados con los suyos. Porque aquél era el máximo contacto físico que se había permitido tener con él desde su aborto.
Ni una sola vez desde que salió del hospital había consentido en hacer el amor con Nick. Francamente, la sola idea de acostarse con él la ponía enferma. Siempre que Nick había intentado abrazarla, ella lo había rechazado con un brusco «¡no!», después del cual solía salir con alguna triste excusa, diciéndole que lo sentía pero que simplemente no podía. Aún no.
Nick se había mostrado increíblemente paciente, pero ella no se dejaba engañar. En ocasiones había leído la frustración en su rostro, y la había visto aumentar durante el último mes. Había empezado a trabajar cada vez más horas, probablemente para no tener que estar en casa con una esposa que lo rechazaba constantemente. Y ella había empezado a pasar más y más tiempo en su estudio, pintando. A veces incluso se quedaba a dormir allí.
Dejar que Nick la tomara de la mano no era algo tan grave, pero ___________ podía ver que en aquel momento su marido se sentía especialmente complacido consigo mismo. Y complacido con ella también. Estaba segura de que esa noche intentaría hacerle el amor con la esperanza de que no lo rechazara.
Comenzó a sonar la música, la tradicional Marcha nupcial, y Nick le apretó la mano mientras se levantaban. Sus miradas se cruzaron brevemente. ___________ sintió que le daba un vuelco el estómago y se apresuró a desviar la mirada, antes de que su marido pudiera leer la sorpresa en su rostro.
Porque no podía haber sido una chispa de deseo lo que ella acababa de experimentar… ¿o sí?
Aquello era sencillamente perverso. Malignamente perverso.
No quería volver a desearlo.
Pero si era sincera consigo misma, aquello era precisamente lo que había estado temiendo todo el tiempo: que, si no abandonaba a Nick, un día él terminara seduciéndola. Era por eso por lo que había evitado todo contacto físico. Y por lo que había seguido tomando la píldora. Porque había sabido, en lo más profundo de su alma, que seguía siendo vulnerable a las habilidades de su marido en la cama.
El sexo con Nick había superado con creces todas sus expectativas. Así había sido desde el mismo comienzo de su relación, la noche en que perdió la virginidad.
Y había imaginado que sería aún más maravilloso durante su luna de miel. Sus dos semanas de estancia en Hawai coincidieron con un leve ataque de náuseas matutinas, propias del embarazo, y Nick no había podido mostrarse más atento y considerado con ella.
Durante las semanas que precedieron a la boda, cuando Nick se vio obligado a viajar a los Estados Unidos por razones de trabajo, ___________ había experimentado de primera mano el amargo sabor de la frustración. Los recuerdos del sexo que habían compartido la habían atormentado cada noche durante su ausencia. Había permanecido despierta durante horas reviviendo aquellos momentos tan excitantes.
Cuando llegó la noche de bodas, lo había deseado con locura. Aquella noche se había entregado a lo que entonces le había parecido una pasión recíproca, compartida. Durante la luna de miel sólo había deseado una cosa: pasar la mayor parte de las horas del día y de la noche en sus brazos. Y Nick había continuado haciéndole el amor cada mañana, y ocasionalmente también en mitad de la noche, antes de que volvieran a asaltarla las náuseas.
Para cuando regresaron de la luna de miel, ___________ se había acostumbrado a hacer el amor por lo menos una vez al día. Cuando Nick volvió al trabajo, sin embargo, su vida sexual había perdido intensidad. Como propietario de una de las más famosas empresas de publicidad de Sidney, trabajaba mucho. Sólo en ese momento se daba cuenta ___________ de que probablemente habría terminado aburriéndose de ella. Había cumplido su misión, al fin y al cabo: ella había concebido un hijo suyo y estaba perdidamente enamorada de él.
Nick debía de haber imaginado que ella dejaría de desearlo tanto, una vez que se hubiera quedado embarazada. Sin embargo, había ocurrido justamente lo contrario. Lo había deseado más que nunca.
En varias ocasiones se había sentido tan frustrada que había pensado en llevar la iniciativa ella misma. Una vez, cuando estaban nadando juntos en la piscina de la casa, en una calurosa noche de verano. Y otra vez cuando se disponían a salir para celebrar la Nochevieja. Nick se había estado duchando y ___________ se había sentido repentinamente tentada de desnudarse y reunirse con él en la ducha. Había experimentado un fuerte impulso de hacerle todas aquellas cosas que había leído en las novelas: cosas atrevidas, sensuales, con las manos y con la boca…
Pero, al final, no se había sentido con la confianza necesaria para hacerlo.
Sólo ahora comprendía que su deseo por Nick siempre había sido mayor que el deseo de él por ella. Lo cual era perfectamente natural, ya que lo amaba.
Seguía amándolo, a pesar de todo. Lo amaba y, para su actual sorpresa y vergüenza, todavía lo deseaba. ¿Dónde había quedado su orgullo?
Justo en aquel momento, el corazón se le aceleró cuando lo vio volverse hacia ella y sonreírle con una de aquellas sonrisas tan sensuales que tanto la excitaban.
Desesperada, se las arregló para retirar la mano con la excusa de que siempre se ponía demasiado sentimental en las bodas y necesitaba sacar un pañuelo del bolso.
—Tengo que admitir —le dijo Nick mientras la veía hurgar en el bolso—, que nunca pensé que llegaría este día. Joe siempre juró y perjuró que no se casaría jamás.
___________ recordó las palabras de Joe que había escuchado en el hospital mientras se hacía la dormida: que el matrimonio sólo debía ser el resultado del amor verdadero.
—Aun así, tengo la sensación de que será más feliz en su matrimonio que su padre —le susurró Nick—. Aunque eso tampoco es precisamente muy difícil. He perdido la cuenta de las esposas que ha tenido Dickie Parkinson, cada una más joven que la anterior. Joe ha escogido muy bien, creo. Anna es una chica encantadora. Y muy sensata. ¡Oh, vaya! —exclamó—. ¿Qué es lo que tienen las novias que siempre parecen tan bellas?
___________ se alegró de tener algo para distraerse cuando volvió la cabeza para mirar a la novia caminando hacia el altar. Una bienvenida distracción de la horrible confusión que se había apoderado de su alma.
No sabía gran cosa sobre Anna Hart, sólo que había sido secretaria de Joe, pero Nick tenía razón. Estaba bellísima con su vestido blanco sin tirantes, su corpiño bordado y la larga falda. Era un estilo muy similar al del vestido que había lucido ella en su boda, aunque el suyo había sido de color marfil, que no blanco. Anna parecía flotar sobre la alfombra roja que separaba las dos lilas de asientos, con su largísimo velo y el cabello recogido y adornado con una diadema de pequeñas rosas blancas.
___________ desvió la mirada hacia el altar, donde el reverendo esperaba junto a Joe y Kevin, ambos espléndidos con sus negros trajes de etiqueta, luciendo una rosa blanca en la solapa. Pero por muy guapos que estuvieran, ninguno de ellos podía hacerle la menor sombra a Nick.
Se volvió para mirar a su marido, que afortunadamente tenía concentrada su atención en otra parte. No había la menor duda de que Nick era un hombre despampanante: muy alto, de cuerpo perfecto, rasgos muy masculinos y ojos oscuros de mirada penetrante. Tenía los pómulos altos, la nariz fina y recta, la boca bellamente delineada. Siempre llevaba el cabello castaño muy corto, lo que añadía un toque de chico duro a su imagen siempre tan formal.
Aunque no hubiera sido tan rico y poderoso, pensó ___________, habría tenido el mismo éxito con las mujeres.
Aparte de eso, siempre vestía impecablemente. El traje blanco que lucía ese día, cortado especialmente para él, le sentaba a la perfección. Pero sin ropa no perdía atractivo: todo lo contrario, sus hombros eran anchos y sus músculos, bien trabajados por el ejercicio regular en el gimnasio. Su impresionante cuerpo estaba lo suficientemente bien dotado como para hacer feliz a una mujer en todos los sentidos.
«A mí, por ejemplo», pensó ___________. «Y seguirá haciéndote feliz», le advirtió una voz interior. «Lo único que tienes que hacer es dejarlo…»
Se sonrojó sólo de pensar en aquella tentación, y un leve gemido escapó de sus labios.
Cuando Nick volvió la cabeza hacia ella, ___________ se llevó el pañuelo a la boca e intentó disimular.
—No estarás llorando, ¿verdad? —sonrió, indulgente.
—Aún no.
—Eres una sentimental de primera. Pero yo te quiero por eso.
«¿Me quieres?», le preguntó ella en silencio, mientras apartaba la mirada. Según Kevin, Nick estaba encariñado con ella. Eso sí que podía ser cierto. Nick siempre había sido muy amable y atento.
Pero estar encariñado con alguien era un sentimiento tibio e insípido, que no podía compararse con la enloquecida pasión que Nick había despertado en ella desde un primer momento, y que ella había creído era mutuo. ¿Cuánta de aquella presunta pasión habría fingido en la noche de bodas? ¿La desearía realmente? ¿O se trataba de un simple medio para conseguir un fin?
___________ era consciente de que los hombres no podían fingir una erección. Pero no se necesitaba mucho para que un hombre joven se excitara, y Nick, a sus treinta y seis años, seguía siendo un hombre joven. Era bien sabido que los hombres no necesitaban el amor para tener sexo: sólo una mujer dispuesta y deseosa.
Y ella había estado dispuesta y deseosa. Además de que había sido muy ingenua.
Pero ya no.
Si alguna vez volvía a acostarse con Nick, tendría que ser con la convicción de que él no la amaba. ¿Podría hacerlo?
Antes de aquel día, su respuesta habría sido que no. ¡Definitivamente no! Pero ahora ya no estaba tan segura…
—Espero que Kevin no haya olvidado los anillos —dijo Nick—. No me gustaría que se montara una escena como la de su boda. ¿Te acuerdas de que la madre de Danielle se presentó en el último momento acusándolo de querer casarse con su hija por venganza?
—Claro que me acuerdo —respondió ___________, tensa.
—Qué mujer tan estúpida. Como si un hombre pudiera casarse por venganza. Cualquiera con dos dedos de frente se habría dado cuenta de que Kevin estaba locamente enamorado.
___________ miró a Kevin, que justo en aquel momento sonreía a Danielle, espléndida con su vestido verde claro. Recordaba muy bien su boda. No hacía tanto que había vuelto de su luna de miel y su ciega creencia en el amor de Nick había reforzado su autoestima, todo lo cual se desvaneció el día en que perdió a su bebé. Y con él, su inocencia.
La risa baja de Nick la devolvió a la realidad.
—Pobre Joe. Fíjate en su mirada.
Joe estaba mirando a su novia con una expresión de completa adoración. Le brillaban los ojos por las lágrimas mientras la veía acercarse al altar.
«Eso es lo que yo quiero», pensó ___________ con el corazón encogido. «Que Nick me mire así. Que me ame de verdad».
«Pero eso no va a suceder, ¿verdad?», le recordó una voz interior. «Y tú tampoco vas a abandonarlo. No ahora que has vuelto a desearlo».
___________ nunca había imaginado que llegaría a llorar otra vez. Llevaba tiempo sin hacerlo, como si se le hubieran agotado las lágrimas. Pero de repente allí estaban, inundando sus ojos, con su pañuelo de papel totalmente incapaz de enjugar aquella marea.
Nick acudió en su rescate con su pañuelo blanco de tela, antes de pasarle cariñosamente un brazo por los hombros.
—Pero qué boba eres… —le dijo con tono suave—. Las bodas son ocasiones felices, no tristes.
—Yo… quiero irme a casa —lloró—. Por favor, llévame a casa.
Nick suspiró.
—No puedo, ___________. Aún no. Mira, te prometo que no nos quedaremos mucho rato, pero lo que no puedo hacer ahora mismo es levantarme y marcharme. Joe es uno de mis mejores amigos, y tú lo sabes.
La llegada de un helicóptero fletado por la prensa para grabar la escena impidió que se escuchara el llanto de ___________. Afortunadamente no descendió lo suficiente como para arruinar peinados y hacer volar pamelas, pero sí que armó bastante ruido y el reverendo tuvo que alzar la voz.
El helicóptero se alejó por fin una vez que Joe y Anna pronunciaron sus votos. Para entonces ___________ había dejado de llorar, pero el desahogo la había dejado completamente agotada.
Se las arregló para soportar las siguientes horas, aunque tuvo que encerrarse en uno de los lujosos tocadores del barco durante un buen rato. Siempre le había costado mantener conversaciones puramente frívolas y corteses con desconocidos, que era el caso de la mayoría de los invitados a aquella boda. Y con los conocidos, Kevin y Danielle, principalmente, se sentía culpable. Al fin y al cabo había rechazado todas sus invitaciones durante los últimos meses. Y se sentía tanto más culpable cuanto más amables se mostraban ellos con ella.
Además, durante todo el tiempo fue atrozmente consciente de Nick, y del efecto físico que de repente parecía ejercer sobre ella. Incluso cuando él no estaba cerca, se sorprendía a sí misma observándolo. Los celos alzaban su horrible cabeza cada vez que lo veía charlando con otras mujeres… con mujeres atractivas.
Se le ocurrió de pronto que quizá su guapo marido no se había sentido tan frustrado como ella había imaginado durante los tres últimos meses. Quizá no se había quedado a trabajar en la oficina las numerosas noches que había llegado tarde a casa… Tal vez se había estado acostando con una o varias de las despampanantes mujeres con las que solía tratar en su vida diaria. Dirigir una agencia de publicidad significaba estar en constante contacto con actrices y modelos, todas ellas sofisticadas mujeres de mundo. De haberlo deseado, no habría tenido problema alguno en buscarse una ocasional compañera de cama.
Para cuando finalmente Nick se despidió de la feliz pareja, ___________ estaba más que deseosa de marcharse de allí… y para colmo hirviendo de celos, como un volcán a punto de hacer erupción.
Quería estallar, quería lanzarle furiosas acusaciones. Quería decirle que sabía que no la amaba, que sólo se había casado con ella para tener hijos. Quería provocar una pelea.
Estuvo a punto de hacerlo. Se habían detenido en un semáforo y acababa de volverse hacia él, dispuesta a soltarle su discurso. Y lo habría hecho si Nick no hubiera escogido aquel preciso momento para besarla. No con ternura sino con avidez, tomándole la barbilla con una mano.
Si a ___________ le había quedado alguna duda sobre su renovado deseo por Nick, aquel beso terminó por despejarlas. De hecho, se prolongó hasta que el conductor que se hallaba detrás hizo sonar el claxon, impaciente.
—Que se fastidie —musitó Nick contra sus labios—. Ahora mismo estoy ocupado besando a mi mujer… —y volvió a besarla, ignorando el estrépito de cláxones y los insultos que le lanzó el conductor cuando tuvo que hacer una maniobra para rebasarlos.
Para cuando terminó de besarla, la volcánica furia de ___________ había sido sustituida por un deseo tan intenso, que amenazaba con acabar con la poca cordura que pudiera quedarle. Aquello era incluso peor de lo que había temido: mucho peor. No se trataba sólo de que tuviera ganas de hacer el amor con Nick. Era un ansia tan intensa y arrebatadora que resultaba absolutamente irresistible.
Su piel suspiraba por ser acariciada. En aquel momento, nada más importaba: ni siquiera el hecho de que Nick no la amara, o la posibilidad de que le hubiera sido infiel.
¡Menos mal que había tenido la previsión de seguir tomando la píldora!
Cuando más cláxones se unieron al coro que se había formado. Nick suspiró y volvió a concentrarse en el volante.
El trayecto hasta casa la salvó. ¿O fueron los últimos vestigios de su orgullo los que acudieron a su rescate? Fuera lo que fuera, para cuando Nick traspuso la verja de la mansión que había comprado poco después de su matrimonio, ___________ había conseguido controlar mínimamente sus impulsos.
—¿Te apetece beber algo? —le preguntó él mientras bajaban del coche.
—No —se apresuró a responder—. Tengo una jaqueca terrible. Creo que tomaré una aspirina y me iré directamente a la cama.
Nick se la quedó mirando por encima del techo del coche, con una expresión nada contenta.
—Ya. Una jaqueca.
___________ no pronunció una sola palabra.
—¿Te das cuenta de que esto no puede seguir así?
—Sí —replicó, tensa, y desvió la mirada.
—Ya hablaremos por la mañana. Antes de que salga para el trabajo. Tenemos que tomar algunas decisiones sobre nuestro futuro.
Lo miró: quizá Nick iba a ponérselo fácil y pedir él mismo el divorcio. Quizá había terminado por perder la paciencia. Parte de su ser lo esperaba y deseaba.
Pero no la otra parte que aquella noche la atormentó durante horas mientras yacía en la cama de espaldas a Nick, simulando estar dormida.
Al final no puso soportarlo más. Levantándose sigilosamente, se puso su bata de seda sobre su camisón y bajó las escaleras para salir a la terraza trasera. La luna estaba alta y se reflejaba en el agua de la piscina cuando se dirigió hacia su estudio, estremeciéndose de frío.
Una vez dentro de lo que antaño había sido la caseta de la piscina, encendió las luces y se acercó al caballete, situado bajo la claraboya que Nick había mandado abrir para ella. Después de retirar la sábana que la cubría, contempló la pintura en la que llevaba trabajando tanto tiempo.
No era lo que quería pintar esa noche. Esa noche quería trabajar en algo por completo diferente.
Rápidamente cambió el lienzo por otro nuevo, se sentó en la banqueta y empezó a preparar sus colores, mirándose de vez en cuando en el espejo que colgaba en la pared del fondo.
¿Podría capturar esa misma mirada en el lienzo?
¿Y qué importaba si no podía? Nadie vería nunca aquella pintura, ni la primera. Nadie que no fuera ella misma.
Tres meses después
Sidney a finales de abril desmentía el hecho de que solamente faltaba un mes para el invierno. Las noches podían ser frías, pero los días eran cálidos y secos, y los cielos despejados y azules.
El día de la boda de Joe fue un día de ese tipo. Para primera hora de la tarde la temperatura había alcanzado unos más que agradables veinticuatro grados, algo de lo cual se alegraba ___________, porque no tenía mucha ropa de abrigo. No había salido todavía de compras desde que abandonó el hospital en enero. De hecho, no había salido de casa… hasta ese día.
Estaba sentada, tensa, al lado de su atractivo marido, en la segunda fila de asientos que llenaban la cubierta del enorme yate del padre del novio. Cuando le llegó la invitación, declinó inmediatamente. Pero Nick le advirtió que él no pensaba ir si ella no lo acompañaba. Y luego Joe la llamó para pedirle que reconsiderara su decisión. Le aseguró que no iba a ser una boda fastuosa. Sólo unos sesenta invitados.
—Te sentará bien salir —le había dicho—. No puedes seguir así, ___________.
Lo cual era cierto, por supuesto. No podía continuar viviendo de aquella manera, cerrada al mundo, apartándose de todos. Especialmente de Nick. Tenía que tomar la decisión de abandonarlo o no, una decisión que la superaba. Tomar cualquier decisión la superaba. La única manera que tenía de soportar cada día era concentrarse en la única actividad que le proporcionaba una vía de escape de los conflictivos sentimientos que la acosaban.
La pintura siempre había sido para ___________ una arrebatadora pasión. De adolescente había soñado con convertirse algún día en una artista famosa, y poder colgar sus cuadros en las más prestigiosas galerías de Australia. Había suplicado a su padre que la enviara a la escuela de Bellas Artes después de terminar el instituto y. para disgusto de su madre, había conseguido su consentimiento.
___________ había pasado tres años desarrollando su talento, recibiendo el aplauso y los ánimos de sus profesores… pero no del mundo del arte en general. Sólo había expuesto una vez, en una pequeña galería de Bondi, así que, a esas alturas, le parecía improbable alcanzar el éxito que tanto había ansiado.
Pero continuó pintando, también después de haberse casado con Nick, aunque para entonces su pasión había quedado relegada a poco más que un simple pasatiempo.
En aquel momento, sin embargo, era su única arma de supervivencia. Una forma de resistir y de seguir adelante.
Sabía que si Nick pudiera ver los lienzos en los que había estado trabajando desde que tuvo el aborto, la mandaría de vuelta al médico que le había diagnosticado una depresión mientras estuvo en el hospital.
No dudaba de que le recetaría más antidepresivos, aparte de más somníferos.
¡Como si su problema pudiera resolverse con pastillas!
Nadie que no fuera ella misma podría arreglar su problema. En el fondo de su alma, ___________ estaba segura de ello. Apenas unas semanas atrás había arrojado todas las pastillas a la basura y no por ello se había sentido peor. De hecho, sorprendentemente, había empezado a sentirse algo mejor.
Decidir salir de casa y asistir a la boda de Joe había significado un paso enorme, y lo había dado.
Así que allí estaba, vestida con un traje rosa pálido que había sido uno de sus preferidos, y que ahora le quedaba una talla grande. Había tenido que cambiar el botón de la cintura para que la falda le estuviera bien. Se había recogido la melena oscura en un elegante moño francés. Llevaba meses sin pisar una peluquería y aquél era el único peinado sofisticado que había podido hacerse ella sola. Maquillarse le había costado mucho: carmín, un poco de color para disimular su palidez y mucha sombra de ojos y rimel. No se había repasado la línea de los ojos: lo había intentado, pero las manos le temblaban tanto que había terminado por renunciar.
Cuando la vio aquella mañana. Nick le había dicho que estaba guapísima. Por dentro se había retraído ante su cumplido, como solía retraerse cuando su marido intentaba expresarle afecto, cariño. Esa vez, sin embargo, había conseguido esbozar una leve sonrisa y murmurar un cortés «gracias». Luego, cuando él la tomó de la mano y se reunieron con los demás invitados en el yate, no se había soltado.
Había sido un error: ___________ se daba ahora cuenta de ello mientras bajaba la mirada a los dedos de Nick, firmemente entrelazados con los suyos. Porque aquél era el máximo contacto físico que se había permitido tener con él desde su aborto.
Ni una sola vez desde que salió del hospital había consentido en hacer el amor con Nick. Francamente, la sola idea de acostarse con él la ponía enferma. Siempre que Nick había intentado abrazarla, ella lo había rechazado con un brusco «¡no!», después del cual solía salir con alguna triste excusa, diciéndole que lo sentía pero que simplemente no podía. Aún no.
Nick se había mostrado increíblemente paciente, pero ella no se dejaba engañar. En ocasiones había leído la frustración en su rostro, y la había visto aumentar durante el último mes. Había empezado a trabajar cada vez más horas, probablemente para no tener que estar en casa con una esposa que lo rechazaba constantemente. Y ella había empezado a pasar más y más tiempo en su estudio, pintando. A veces incluso se quedaba a dormir allí.
Dejar que Nick la tomara de la mano no era algo tan grave, pero ___________ podía ver que en aquel momento su marido se sentía especialmente complacido consigo mismo. Y complacido con ella también. Estaba segura de que esa noche intentaría hacerle el amor con la esperanza de que no lo rechazara.
Comenzó a sonar la música, la tradicional Marcha nupcial, y Nick le apretó la mano mientras se levantaban. Sus miradas se cruzaron brevemente. ___________ sintió que le daba un vuelco el estómago y se apresuró a desviar la mirada, antes de que su marido pudiera leer la sorpresa en su rostro.
Porque no podía haber sido una chispa de deseo lo que ella acababa de experimentar… ¿o sí?
Aquello era sencillamente perverso. Malignamente perverso.
No quería volver a desearlo.
Pero si era sincera consigo misma, aquello era precisamente lo que había estado temiendo todo el tiempo: que, si no abandonaba a Nick, un día él terminara seduciéndola. Era por eso por lo que había evitado todo contacto físico. Y por lo que había seguido tomando la píldora. Porque había sabido, en lo más profundo de su alma, que seguía siendo vulnerable a las habilidades de su marido en la cama.
El sexo con Nick había superado con creces todas sus expectativas. Así había sido desde el mismo comienzo de su relación, la noche en que perdió la virginidad.
Y había imaginado que sería aún más maravilloso durante su luna de miel. Sus dos semanas de estancia en Hawai coincidieron con un leve ataque de náuseas matutinas, propias del embarazo, y Nick no había podido mostrarse más atento y considerado con ella.
Durante las semanas que precedieron a la boda, cuando Nick se vio obligado a viajar a los Estados Unidos por razones de trabajo, ___________ había experimentado de primera mano el amargo sabor de la frustración. Los recuerdos del sexo que habían compartido la habían atormentado cada noche durante su ausencia. Había permanecido despierta durante horas reviviendo aquellos momentos tan excitantes.
Cuando llegó la noche de bodas, lo había deseado con locura. Aquella noche se había entregado a lo que entonces le había parecido una pasión recíproca, compartida. Durante la luna de miel sólo había deseado una cosa: pasar la mayor parte de las horas del día y de la noche en sus brazos. Y Nick había continuado haciéndole el amor cada mañana, y ocasionalmente también en mitad de la noche, antes de que volvieran a asaltarla las náuseas.
Para cuando regresaron de la luna de miel, ___________ se había acostumbrado a hacer el amor por lo menos una vez al día. Cuando Nick volvió al trabajo, sin embargo, su vida sexual había perdido intensidad. Como propietario de una de las más famosas empresas de publicidad de Sidney, trabajaba mucho. Sólo en ese momento se daba cuenta ___________ de que probablemente habría terminado aburriéndose de ella. Había cumplido su misión, al fin y al cabo: ella había concebido un hijo suyo y estaba perdidamente enamorada de él.
Nick debía de haber imaginado que ella dejaría de desearlo tanto, una vez que se hubiera quedado embarazada. Sin embargo, había ocurrido justamente lo contrario. Lo había deseado más que nunca.
En varias ocasiones se había sentido tan frustrada que había pensado en llevar la iniciativa ella misma. Una vez, cuando estaban nadando juntos en la piscina de la casa, en una calurosa noche de verano. Y otra vez cuando se disponían a salir para celebrar la Nochevieja. Nick se había estado duchando y ___________ se había sentido repentinamente tentada de desnudarse y reunirse con él en la ducha. Había experimentado un fuerte impulso de hacerle todas aquellas cosas que había leído en las novelas: cosas atrevidas, sensuales, con las manos y con la boca…
Pero, al final, no se había sentido con la confianza necesaria para hacerlo.
Sólo ahora comprendía que su deseo por Nick siempre había sido mayor que el deseo de él por ella. Lo cual era perfectamente natural, ya que lo amaba.
Seguía amándolo, a pesar de todo. Lo amaba y, para su actual sorpresa y vergüenza, todavía lo deseaba. ¿Dónde había quedado su orgullo?
Justo en aquel momento, el corazón se le aceleró cuando lo vio volverse hacia ella y sonreírle con una de aquellas sonrisas tan sensuales que tanto la excitaban.
Desesperada, se las arregló para retirar la mano con la excusa de que siempre se ponía demasiado sentimental en las bodas y necesitaba sacar un pañuelo del bolso.
—Tengo que admitir —le dijo Nick mientras la veía hurgar en el bolso—, que nunca pensé que llegaría este día. Joe siempre juró y perjuró que no se casaría jamás.
___________ recordó las palabras de Joe que había escuchado en el hospital mientras se hacía la dormida: que el matrimonio sólo debía ser el resultado del amor verdadero.
—Aun así, tengo la sensación de que será más feliz en su matrimonio que su padre —le susurró Nick—. Aunque eso tampoco es precisamente muy difícil. He perdido la cuenta de las esposas que ha tenido Dickie Parkinson, cada una más joven que la anterior. Joe ha escogido muy bien, creo. Anna es una chica encantadora. Y muy sensata. ¡Oh, vaya! —exclamó—. ¿Qué es lo que tienen las novias que siempre parecen tan bellas?
___________ se alegró de tener algo para distraerse cuando volvió la cabeza para mirar a la novia caminando hacia el altar. Una bienvenida distracción de la horrible confusión que se había apoderado de su alma.
No sabía gran cosa sobre Anna Hart, sólo que había sido secretaria de Joe, pero Nick tenía razón. Estaba bellísima con su vestido blanco sin tirantes, su corpiño bordado y la larga falda. Era un estilo muy similar al del vestido que había lucido ella en su boda, aunque el suyo había sido de color marfil, que no blanco. Anna parecía flotar sobre la alfombra roja que separaba las dos lilas de asientos, con su largísimo velo y el cabello recogido y adornado con una diadema de pequeñas rosas blancas.
___________ desvió la mirada hacia el altar, donde el reverendo esperaba junto a Joe y Kevin, ambos espléndidos con sus negros trajes de etiqueta, luciendo una rosa blanca en la solapa. Pero por muy guapos que estuvieran, ninguno de ellos podía hacerle la menor sombra a Nick.
Se volvió para mirar a su marido, que afortunadamente tenía concentrada su atención en otra parte. No había la menor duda de que Nick era un hombre despampanante: muy alto, de cuerpo perfecto, rasgos muy masculinos y ojos oscuros de mirada penetrante. Tenía los pómulos altos, la nariz fina y recta, la boca bellamente delineada. Siempre llevaba el cabello castaño muy corto, lo que añadía un toque de chico duro a su imagen siempre tan formal.
Aunque no hubiera sido tan rico y poderoso, pensó ___________, habría tenido el mismo éxito con las mujeres.
Aparte de eso, siempre vestía impecablemente. El traje blanco que lucía ese día, cortado especialmente para él, le sentaba a la perfección. Pero sin ropa no perdía atractivo: todo lo contrario, sus hombros eran anchos y sus músculos, bien trabajados por el ejercicio regular en el gimnasio. Su impresionante cuerpo estaba lo suficientemente bien dotado como para hacer feliz a una mujer en todos los sentidos.
«A mí, por ejemplo», pensó ___________. «Y seguirá haciéndote feliz», le advirtió una voz interior. «Lo único que tienes que hacer es dejarlo…»
Se sonrojó sólo de pensar en aquella tentación, y un leve gemido escapó de sus labios.
Cuando Nick volvió la cabeza hacia ella, ___________ se llevó el pañuelo a la boca e intentó disimular.
—No estarás llorando, ¿verdad? —sonrió, indulgente.
—Aún no.
—Eres una sentimental de primera. Pero yo te quiero por eso.
«¿Me quieres?», le preguntó ella en silencio, mientras apartaba la mirada. Según Kevin, Nick estaba encariñado con ella. Eso sí que podía ser cierto. Nick siempre había sido muy amable y atento.
Pero estar encariñado con alguien era un sentimiento tibio e insípido, que no podía compararse con la enloquecida pasión que Nick había despertado en ella desde un primer momento, y que ella había creído era mutuo. ¿Cuánta de aquella presunta pasión habría fingido en la noche de bodas? ¿La desearía realmente? ¿O se trataba de un simple medio para conseguir un fin?
___________ era consciente de que los hombres no podían fingir una erección. Pero no se necesitaba mucho para que un hombre joven se excitara, y Nick, a sus treinta y seis años, seguía siendo un hombre joven. Era bien sabido que los hombres no necesitaban el amor para tener sexo: sólo una mujer dispuesta y deseosa.
Y ella había estado dispuesta y deseosa. Además de que había sido muy ingenua.
Pero ya no.
Si alguna vez volvía a acostarse con Nick, tendría que ser con la convicción de que él no la amaba. ¿Podría hacerlo?
Antes de aquel día, su respuesta habría sido que no. ¡Definitivamente no! Pero ahora ya no estaba tan segura…
—Espero que Kevin no haya olvidado los anillos —dijo Nick—. No me gustaría que se montara una escena como la de su boda. ¿Te acuerdas de que la madre de Danielle se presentó en el último momento acusándolo de querer casarse con su hija por venganza?
—Claro que me acuerdo —respondió ___________, tensa.
—Qué mujer tan estúpida. Como si un hombre pudiera casarse por venganza. Cualquiera con dos dedos de frente se habría dado cuenta de que Kevin estaba locamente enamorado.
___________ miró a Kevin, que justo en aquel momento sonreía a Danielle, espléndida con su vestido verde claro. Recordaba muy bien su boda. No hacía tanto que había vuelto de su luna de miel y su ciega creencia en el amor de Nick había reforzado su autoestima, todo lo cual se desvaneció el día en que perdió a su bebé. Y con él, su inocencia.
La risa baja de Nick la devolvió a la realidad.
—Pobre Joe. Fíjate en su mirada.
Joe estaba mirando a su novia con una expresión de completa adoración. Le brillaban los ojos por las lágrimas mientras la veía acercarse al altar.
«Eso es lo que yo quiero», pensó ___________ con el corazón encogido. «Que Nick me mire así. Que me ame de verdad».
«Pero eso no va a suceder, ¿verdad?», le recordó una voz interior. «Y tú tampoco vas a abandonarlo. No ahora que has vuelto a desearlo».
___________ nunca había imaginado que llegaría a llorar otra vez. Llevaba tiempo sin hacerlo, como si se le hubieran agotado las lágrimas. Pero de repente allí estaban, inundando sus ojos, con su pañuelo de papel totalmente incapaz de enjugar aquella marea.
Nick acudió en su rescate con su pañuelo blanco de tela, antes de pasarle cariñosamente un brazo por los hombros.
—Pero qué boba eres… —le dijo con tono suave—. Las bodas son ocasiones felices, no tristes.
—Yo… quiero irme a casa —lloró—. Por favor, llévame a casa.
Nick suspiró.
—No puedo, ___________. Aún no. Mira, te prometo que no nos quedaremos mucho rato, pero lo que no puedo hacer ahora mismo es levantarme y marcharme. Joe es uno de mis mejores amigos, y tú lo sabes.
La llegada de un helicóptero fletado por la prensa para grabar la escena impidió que se escuchara el llanto de ___________. Afortunadamente no descendió lo suficiente como para arruinar peinados y hacer volar pamelas, pero sí que armó bastante ruido y el reverendo tuvo que alzar la voz.
El helicóptero se alejó por fin una vez que Joe y Anna pronunciaron sus votos. Para entonces ___________ había dejado de llorar, pero el desahogo la había dejado completamente agotada.
Se las arregló para soportar las siguientes horas, aunque tuvo que encerrarse en uno de los lujosos tocadores del barco durante un buen rato. Siempre le había costado mantener conversaciones puramente frívolas y corteses con desconocidos, que era el caso de la mayoría de los invitados a aquella boda. Y con los conocidos, Kevin y Danielle, principalmente, se sentía culpable. Al fin y al cabo había rechazado todas sus invitaciones durante los últimos meses. Y se sentía tanto más culpable cuanto más amables se mostraban ellos con ella.
Además, durante todo el tiempo fue atrozmente consciente de Nick, y del efecto físico que de repente parecía ejercer sobre ella. Incluso cuando él no estaba cerca, se sorprendía a sí misma observándolo. Los celos alzaban su horrible cabeza cada vez que lo veía charlando con otras mujeres… con mujeres atractivas.
Se le ocurrió de pronto que quizá su guapo marido no se había sentido tan frustrado como ella había imaginado durante los tres últimos meses. Quizá no se había quedado a trabajar en la oficina las numerosas noches que había llegado tarde a casa… Tal vez se había estado acostando con una o varias de las despampanantes mujeres con las que solía tratar en su vida diaria. Dirigir una agencia de publicidad significaba estar en constante contacto con actrices y modelos, todas ellas sofisticadas mujeres de mundo. De haberlo deseado, no habría tenido problema alguno en buscarse una ocasional compañera de cama.
Para cuando finalmente Nick se despidió de la feliz pareja, ___________ estaba más que deseosa de marcharse de allí… y para colmo hirviendo de celos, como un volcán a punto de hacer erupción.
Quería estallar, quería lanzarle furiosas acusaciones. Quería decirle que sabía que no la amaba, que sólo se había casado con ella para tener hijos. Quería provocar una pelea.
Estuvo a punto de hacerlo. Se habían detenido en un semáforo y acababa de volverse hacia él, dispuesta a soltarle su discurso. Y lo habría hecho si Nick no hubiera escogido aquel preciso momento para besarla. No con ternura sino con avidez, tomándole la barbilla con una mano.
Si a ___________ le había quedado alguna duda sobre su renovado deseo por Nick, aquel beso terminó por despejarlas. De hecho, se prolongó hasta que el conductor que se hallaba detrás hizo sonar el claxon, impaciente.
—Que se fastidie —musitó Nick contra sus labios—. Ahora mismo estoy ocupado besando a mi mujer… —y volvió a besarla, ignorando el estrépito de cláxones y los insultos que le lanzó el conductor cuando tuvo que hacer una maniobra para rebasarlos.
Para cuando terminó de besarla, la volcánica furia de ___________ había sido sustituida por un deseo tan intenso, que amenazaba con acabar con la poca cordura que pudiera quedarle. Aquello era incluso peor de lo que había temido: mucho peor. No se trataba sólo de que tuviera ganas de hacer el amor con Nick. Era un ansia tan intensa y arrebatadora que resultaba absolutamente irresistible.
Su piel suspiraba por ser acariciada. En aquel momento, nada más importaba: ni siquiera el hecho de que Nick no la amara, o la posibilidad de que le hubiera sido infiel.
¡Menos mal que había tenido la previsión de seguir tomando la píldora!
Cuando más cláxones se unieron al coro que se había formado. Nick suspiró y volvió a concentrarse en el volante.
El trayecto hasta casa la salvó. ¿O fueron los últimos vestigios de su orgullo los que acudieron a su rescate? Fuera lo que fuera, para cuando Nick traspuso la verja de la mansión que había comprado poco después de su matrimonio, ___________ había conseguido controlar mínimamente sus impulsos.
—¿Te apetece beber algo? —le preguntó él mientras bajaban del coche.
—No —se apresuró a responder—. Tengo una jaqueca terrible. Creo que tomaré una aspirina y me iré directamente a la cama.
Nick se la quedó mirando por encima del techo del coche, con una expresión nada contenta.
—Ya. Una jaqueca.
___________ no pronunció una sola palabra.
—¿Te das cuenta de que esto no puede seguir así?
—Sí —replicó, tensa, y desvió la mirada.
—Ya hablaremos por la mañana. Antes de que salga para el trabajo. Tenemos que tomar algunas decisiones sobre nuestro futuro.
Lo miró: quizá Nick iba a ponérselo fácil y pedir él mismo el divorcio. Quizá había terminado por perder la paciencia. Parte de su ser lo esperaba y deseaba.
Pero no la otra parte que aquella noche la atormentó durante horas mientras yacía en la cama de espaldas a Nick, simulando estar dormida.
Al final no puso soportarlo más. Levantándose sigilosamente, se puso su bata de seda sobre su camisón y bajó las escaleras para salir a la terraza trasera. La luna estaba alta y se reflejaba en el agua de la piscina cuando se dirigió hacia su estudio, estremeciéndose de frío.
Una vez dentro de lo que antaño había sido la caseta de la piscina, encendió las luces y se acercó al caballete, situado bajo la claraboya que Nick había mandado abrir para ella. Después de retirar la sábana que la cubría, contempló la pintura en la que llevaba trabajando tanto tiempo.
No era lo que quería pintar esa noche. Esa noche quería trabajar en algo por completo diferente.
Rápidamente cambió el lienzo por otro nuevo, se sentó en la banqueta y empezó a preparar sus colores, mirándose de vez en cuando en el espejo que colgaba en la pared del fondo.
¿Podría capturar esa misma mirada en el lienzo?
¿Y qué importaba si no podía? Nadie vería nunca aquella pintura, ni la primera. Nadie que no fuera ella misma.
Invitado
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Re: Luna de miel de un millonario (Nick y Tu)[TERMINADA]
awwwwwwwwwwww me encantaaaa
esta increibleee
ame el primer capi
sube uno pronto porfisssssss
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ivana-ilove
Re: Luna de miel de un millonario (Nick y Tu)[TERMINADA]
Síguela
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