Sin ataduras (Harry Styles)

—Shh, ya deja de llorar, odio verte llorar—su mano se deslizaba una y otra vez por mi cabello mientras yo seguía sollozando.
—¿No te parece… raro? Yo llorando por otro y tú, mi novio, consolándome. Bueno… si es que lo sigues siendo—yo estaba en mi cama sobre mi costado, abrazando a una almohada y por tanto, dándole la espalda a Liam, que se encontraba detrás de mí, acariciando repetitivamente mi brazo, podía sentir su respiración en mi cabello.
—Voy a estar aquí para ti, eso ya no importa. Y no lo dudes, sí sigo siendo tu novio—dijo dulcemente. Suspiré, a la vez que él tomaba una de mis manos y entrelazaba mis dedos con los suyos.
—Lamento todo, Liam, lamento mucho si te he hecho daño. Tú no has hecho más que ayudarme siempre, y quererme… y yo…
—Olvida eso, sólo prométeme algo.
—¿Qué cosa?—pregunté mirándolo por encima de mi hombro.
—Prométeme que no tendrás ningún tipo de contacto o relación con Styles… nunca más—murmuró en mi oído, para luego depositar un pequeño beso en mi cuello.
Veía a Harry todos los días en la escuela… pero… ni yo misma quería volverlo a ver. Esperaba no volverlo a ver.
—Harry ya es agua pasada, Liam.
—Dime que ya no sientes nada por él—casi rogó.
—No Liam, no siento nada por Harry, ya no.

Catorce días habían pasado, dos semanas, justamente. Lo que yo llamaría dos semanas de tortura. Los siguientes días al encuentro nada bonito que tuvimos Liam, Harry, Tania y yo, fueron de total… tranquilidad; mas no de esa tranquilidad reconfortante, esa tranquilidad fría y solitaria. Durante las últimas semanas parecía que la amistad que no unía como un grupo inseparable se resquebrajaba de a poco, no parecíamos ni conocidos. Con Sophie no había hablado desde la discusión que tuvimos, y a pesar de que había regresado con su hermano, y que este por defecto no se iba a ir a ningún lado, de todas maneras no habíamos cruzado palabra alguna.
Con Louis… igual. En parte no me había acercado para no ponerlo en una mala situación con Sophie. Estaba harta de crear problemas y peleas, así que ¿por qué causarle uno más a Louis, si de verdad no se lo merece? Y con Zayn, pues… tampoco había hablado con él, a pesar de que a él no lo involucraba ninguna discusión ni pelea.
Con el que más había hablado, el que me había acompañado todos esos días, a parte de Liam, había sido Niall, el cual se colaba a mi habitación a altas horas de la madrugada con un tarro de helado que había robado del refrigerador y dos cucharas, y luego de eso, amanecíamos hablando de todo y de nada.
A pesar de que hoy era un día “especial”, no se sentía así. Se suponía que debía estar feliz, con mis amigos, tal vez hablando con mi novio, el cual había salido de la ciudad por temas de la universidad, y pasándolo bien… pero era todo lo contrario.
—Vamos, hoy es un día especial, cambia esa cara. Te veo luego, Val—Niall se alejó para irse a su última clase. Yo no dije nada más, tan solo seguí caminando con los libros entre mis brazos y aguantando las ganas de llorar.
Las horas pasaban lentamente y yo me encontraba en mi cama, acostada sobre mi espalda, mientras las lágrimas corrían mojaban las almohadas, sollozando en silencio.
Escuché un ruido proviniendo del pasillo. No me había fijado en la hora hasta que vi el reloj sobre mi mesita. Este marcaba las siete y media de la noche. Y mamá no se encontraba en casa. Me dirigí hacia el pasillo a la vez que me quitaba el resto de las lágrimas del rostro. En la entrada de la habitación de mamá y Robert había una rubia. Otra rubia y joven chica en ropa interior de encaje negra.
—Sal ahora mismo de aquí—dije apretando los puños, con una repentina ira que nubló mis pensamientos.
—¿Perdón?—levantó una ceja y me miró con superioridad.
—¡Que te vas de aquí! ¡Ahora!—grité. Ella tomó sus cosas del suelo y comenzó a marcharse, así como estaba en sostén y bragas.
—¿Catherine…? ¿Cariño, dónde estás?—la voz de Robert, el cual recién salía del baño, se escuchó dentro de la habitación. Este salió de la habitación cuando se escuchó un portazo de la puerta principal.—No me digas que la echaste…
—Pues deja de meter tus zorras en esta casa, que por cierto ni es tuya—le reclamé, enojada con él, con todo, conmigo, con toda mi vida.
Sentí la mejilla arder. Cuando levanté la vista, mi vista estaba nublada por las lágrimas, pero podía ver el rostro de Robert rojo de ira. Su mano se cerró en torno a mi cabello, apretadamente, y comenzó a caminar, sujetándome por el pelo hacia mi habitación. Yo lloriqueaba, clavando mis uñas en su piel para que aflojara el agarre.
—¡Eres una estúpida insolente!—me empujó contra la pared, golpeándome en el hombro de paso. Apoyó un antebrazo en la pared por sobre mi cabeza, y la otra mano se cerró apretadamente en mi cuello.—Y aparte de todo, muy irrespetuosa. Te he dicho miles de veces que no te metas conmigo, ¿cierto? ¿Quieres acabar muerta como tu papito, como tu hermanita? ¿Eso es lo que quieres?
—¡Eres un maldito!—rugí, revolviéndome entre las manos de ese señor. El, aún tomándome por el cuello, golpeó mi cabeza contra la pared.—¡Suéltame!
—Me levantas la voz una vez más y te dejo inconsciente, estúpida—apreté la mandíbula, negándome a soltar otra lágrimas frente a él.—Que sea la última vez que me quitas mis chica de sexo—se acercó más a mi rostro, hasta que sus labios casi tocaron mi oreja—, sino, tú ocuparás el lugar de esas chicas, y yo no tengo compasión ni piedad—me soltó bruscamente, y caí de sentón en el suelo. Antes de salir definitivamente, se giró y me miró con la burla bailoteando en sus ojos.—Por cierto… feliz cumpleaños, niñita—y salió de la habitación.
Abracé mis piernas y lloré fuertemente, ahora sin importarme quién me escuchara.
Sí… el mejor cumpleaños de la vida…
—Valerie, han dado helados gratis en el centro comercial, te he traído—Niall entraba risueño a la habitación, hasta que me vio llorando y dejó todo sobre una mesita, y se agachó frente a mí, sosteniendo mi rostro entre sus manos con gesto preocupado.—Val… te ha golpeado—dijo. Acarició suavemente mi cuello, viendo las posibles marcas rojizas que allí estaban.—Maldito sea el tipo ese. Valerie… esto no lo soporto más, tengo que decírselo a alguien.

—Harry, vamos, anímate—Louis comenzaba a impacientarme.
—¡Maldita sea Louis, comprende que no quiero salir!—me grité mientras enterraba la cara en la almohada.
—¿Para quién es eso?—preguntó al ver una cajita de terciopelo negro sobre la mesa de noche al lado de mi cama. Levanté la vista y me sequé furiosamente las lágrimas.
—Lo compré para Valerie, hace unas semanas, para su cumpleaños. Pero… parece que nunca lo recibirá, te lo dije, estoy muerto para ella—la impotencia y la frustración me carcomían.
—No es posible—él negó con la cabeza.
—¿De qué hablas, Lou?—pregunté y la voz salió ronca y quebrada.
—Ella no te puede olvidar tan rápidamente, Harry, es imposible—él negaba una y otra vez.—Me siento como el peor amigo. La he dejado sola… yo… soy el peor Harry. Ella debe estar pasándolo mal, verdaderamente mal—él se cubrió con las manos el rostro. De pronto, levantó la cabeza, como si algo se le hubiera ocurrido.
—¿Qué sucede?
—Harry… ¿qué me dijiste que pasó hace dos semanas?
—Te dije que Tania me tendió una trampa, me hizo decir cosas que de verdad no sentía y las grabó y parece que Sophie se alió con ella, porque Liam llegaba en ese momento y le mandó el video por mensaje. El punto es que Valerie lo vio y…
—Pero Sophie no pudo haber sido, Harry.
—Pero el mensaje que le llegó a Liam fue desde el teléfono de Liam.
—Harry… eso no es posible porque Sophie estaba conmigo ese día. Me dijo que discutió con Valerie. Y que creía que su teléfono se había perdido… Eso quiere decir…
—¡Quiere decir que Liam y Tania nos tendieron una trampa!