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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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Torment {Joe & _______}
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Torment {Joe & _______}
Nombre: Torment
Autor: Lesly, Escritora original de la historia Lauren Kate
Adaptación: Si, de la saga Fallen de Lauren Kate
Género: Drama & Romance
Advertencias: Es un saga de 4 libros este es el segundo, la primera parte es aquí Time After Time
Otras páginas: No lose, como es adaptación, talvez otras paginas las tengan.
Autor: Lesly, Escritora original de la historia Lauren Kate
Adaptación: Si, de la saga Fallen de Lauren Kate
Género: Drama & Romance
Advertencias: Es un saga de 4 libros este es el segundo, la primera parte es aquí Time After Time
Otras páginas: No lose, como es adaptación, talvez otras paginas las tengan.
Sinopsis
El infierno en la tierra.
Eso es para ____________ estar separada de su novio ángel caído, Joe.
Tardaron una eternidad para encontrarse, pero ahora él le ha dicho que debe irse.
Solo lo suficiente para cazar a los Rechazados inmortales que quieren matar a ____________.
Joe la lleva a ____________ a Shoreline, una escuela en la rocosa costa de California con estudiantes inusualmente dotados: Nephilim, los hijos de los ángeles caídos y los seres humanos. En Shoreline, ____________ aprende lo que las sombras son, y cómo puede utilizarlas como
ventanas para sus vidas anteriores. Sin embargo, cada vez que ____________ aprende mas, más sospecha que Joe no le ha contado todo. Está escondiendo algo, algo peligroso.
¿Qué pasa si la versión de Joe del pasado no es realmente cierta?
¿Qué pasa si ____________ estaba predestinada a estar con alguien más?
Última edición por Fast Life' el Lun 16 Jul 2012, 5:08 pm, editado 1 vez
Fast Life'
Re: Torment {Joe & _______}
Prólogo
Joe miró hacia la Bahía. Sus ojos eran tan cafes como la espesa neblina que
envolvía el Shoreline Sausalito. Ya el agua estaba picada, lamiendo la playa de guijarros bajo sus pies. No había dorado para nada en ellos, podía sentirlo. Ella estaba demasiado
lejos.
Él se puso frente al viento que mordía el agua. Pero incluso mientras se acercaba
más, su grueso abrigo negro sabía que no servía de nada. Cazar siempre lo dejaba frío.
Sólo una cosa podría calentarlo hoy, y ella estaba fuera de su alcance. Extrañaba la forma en que la corona de su cabeza hacía la saliente perfecta para sus labios. Él se imaginaba llenando el círculo de sus brazos con su cuerpo, inclinándose para besar su cuello. Pero era algo bueno que ____________ no pudiera estar aquí ahora. Lo que vería la horrorizaría.
Detrás de él, el balido de los lobos marinos dejándose caer en montones a lo largo de la costa sur de la isla Ángel dio voz a la manera en que se sentía: ásperamente solo, sin nadie alrededor para escuchar.
Nadie excepto Nick.
Él estaba en cuclillas delante de Joe, empatando un ancla oxidada en torno a la
empapada figura abultada a sus pies. Incluso participando en algo tan siniestro, Nick se veía bien. Sus ojos verdes brillaban y su cabello cafe estaba corto. Era la tregua, siempre traía un resplandor brillante a las mejillas de los ángeles, un brillo a su pelo brillante, un corte aún más fuerte a sus impecables cuerpos musculosos. Los días de tregua eran para los ángeles lo que unas vacaciones en la playa era para los seres humanos.
Así que, a pesar de que Joe moría cada vez que era forzado a terminar con una
vida humana, él parecía que regresaba de una semana en Hawai: relajado, descansado, bronceado.
Apretando uno de sus intrincados nudos, Nick dijo: —Típico Joseph. Siempre haciéndose a un lado y dejándome hacer el trabajo sucio.
—¿De qué estás hablando? Yo fui el que acabó con él. —Joe miró abajo al hombre
muerto, desde el cabello gris mate en su frente pastosa, sus retorcidas manos y sus
chanclos de goma baratos, a la lágrima roja oscura a través de su pecho. Lo hizo sentir frío otra vez. Si la matanza no fuera necesaria para asegurar la seguridad de ____________, para salvarla, Joe nunca levantaría otra arma. Nunca lucharía otra batalla.
Y algo sobre matar a este hombre no se sentía muy bien. De hecho, Joe tenía un
vago sentimiento incómodo de que algo estaba profundamente mal.
—Acabar con ellos es la parte divertida. —Nick serpenteó la cuerda alrededor del
pecho del hombre y la apretó debajo de sus brazos—. El trabajo sucio es tirarlos al océano.
Joe aún sostenía la rama del árbol en su mano. Nick se había reído por su elección,
pero nunca le importaba a Joe qué arma usaba. La rama de un árbol, una daga, un rifle automático... bien podría haber sido un plumero; Joe podía matar con lo que fuera.
—Apresúrate —gruñó, enfermo por el obvio placer que Nick tomaba de la matanza humana—. Estás desperdiciando el tiempo. La marea está saliendo ahora, de todos modos.
—Y si no hacemos esto a mi manera, mañana la marea alta traerá al muerto aquí, de vuelta a tierra. Eres demasiado impulsivo, Joe, siempre lo fuiste. ¿Alguna vez piensas más de un paso por delante?
Joe se cruzó de brazos y miró hacia atrás, hacia las crestas blancas de las olas. Un
catamarán turístico en el muelle de San Francisco se deslizaba hacia ellos. Una vez, la visión de aquel barco podría haber traído una avalancha de recuerdos. Mil viajes felices que había tomado con ____________ a través de los mares de mil vidas. Pero ahora... ahora que ella podía morir y no volver, en esta vida cuando todo era diferente y no habría más reencarnaciones... Joe siempre fue muy consciente de cómo su memoria era lacia. Esta era la última oportunidad. Para los dos. Para todos, realmente. Así que era la memoria de ____________ la que importaba, no la de Joe, y tantas verdades impactantes tendrían que ser cuidadosamente traídas a la superficie si es que ella iba a sobrevivir. La idea de lo que ella tenía que aprender hacía a todo su cuerpo tensarse.
Si Nick creía que Joe no estaba pensando en el siguiente paso, estaba muy
equivocado.
—Sabes que sólo hay una razón por la cual sigo aquí —dijo Joe—. Necesitamos
hablar sobre ella.
Nick se rió. —Yo estaba hablando de ____________—Con un gruñido, levanto el cadáver empapado por encima de su hombro. El traje de trabajo de la marina del hombre muerto hacía juego con las cuerdas con las que Nick lo había atado. La pesada ancla descansaba sobre su pecho ensangrentado.
—Este es un poco cartilaginoso, ¿no? —Preguntó Nick—. Estoy casi ofendido de que los ancianos no enviaran a uno más joven, un asesinato más desafiante.
Entonces, como si se tratara de un tiro olímpico de un lanzador, Nick dobló las
rodillas, giró tres veces para agarrar envión, y lanzó al hombre hacia el agua, a un centenar de pies de distancia.
Por unos largos segundos, el cadáver voló por el aire. Entonces el peso del ancla lo
arrastró hacia abajo… abajo… abajo.
La profunda agua turquesa salpicó con grandilocuencia. Y al instante se hundió fuera de la vista.
Nick se limpió sus manos —Creo que acabo de establecer un record.
—¿Cómo puedes tomar la muerte humana tan a la ligera? —Dijo Joe—. Es un
misterio para mí.
—Este tipo se lo merecía —dijo Nick—. Realmente no ves el deporte en todo esto.
Fue entonces cuando Joe se puso frente a su cara y dijo con furia. —Ella no es un
juego para mí.
—Y así es exactamente cómo vas a perder.
Joe agarró a Nick por el cuello de su abrigo gris y consideró echarlo al agua de la
misma manera en que él había lanzado al depredador. Una nube derivaba más allá del sol, haciendo que la sombra oscureciera su rostro.
—Tranquilo —dijo Nick, con las indiscretas manos de Joe en la distancia—. Hay
un montón de enemigos, Joe. Pero ahora mismo no soy uno de ellos. Recuerda la tregua.
—Vaya tregua —dijo Joe—. Dieciocho días de todos los otros tratando de
matarla.
—Dieciocho días en que tú y yo la sacaremos fuera —corrigió Nick.
Era una larga tradición celestial que una tregua dure dieciocho días. En el cielo,
dieciocho años era afortunado, el número que afirma la luz, el número por el cual todos los grupos y categorías se han desplomado. En algunas lenguas mortales, dieciocho había significado la vida misma, aunque en este caso, por ____________, podría fácilmente significar la muerte.
Nick estaba en lo cierto. La noticia de su mortalidad corría por las gradas
celestiales, las filas de sus enemigos se duplicarían y redoblarían todos los días. La
señorita Sofía y sus secuaces, los veinticuatro ancianos de Zhsmaelin, aún detrás de ____________.
Joe había vislumbrado a dos ancianos en las sombras proyectadas por los anunciantes sólo esa mañana. Él había visto algo más, también, otra oscuridad, una
profunda astucia que no había reconocido al principio.
Un rayo de sol se punzaba entre las nubes, y algo brillaba en la esquina de la visión de Joe. Se volvió y se arrodilló para encontrar una sola flecha de plata plantada en la arena mojada. Era más delgada que una flecha normal, de color plateado mate, atada con remolinos de diseños grabados. Estaba caliente al tacto.
El aliento de Joe estaba atrapado en su garganta. Habían pasado años desde que
había visto una estrella caliente. Sus dedos temblaban mientras suavemente la sacaba de la arena, con cuidado para evitar su mortal filo.
Ahora Joe sabía de dónde había venido esa otra oscuridad en los Mensajeros de
esa mañana. La noticia fue aún más oscura de lo que había temido. Se volvió a Nick, él la tomó ligera como una pluma, equilibrada en sus manos. —No estaba actuando solo.
Nick miraba rígido la flecha. Él se movió hacia ella casi con reverencia, llegando a
tocarla de la misma manera en que Joe lo había hecho. Los dos sabían que era
increíblemente raro. —Para que este tipo de arma valiosa fuera dejada, el Desterrado debe haber estado con mucha prisa por marcharse.
Los Desterrados: Una secta de malas espinas, en palabrería de ángeles, rechazados por el cielo y el infierno. Su única gran fuerza era el solitario ángel Azazel, una de las pocas estrellas mitológicas, que todavía sabía cómo producir estrellas calientes. Cuando sale de su arco de plata, una estrella caliente podía hacer poco más que una contusión mortal.
Pero para los ángeles y los demonios, era el arma más letal de todas.
Todo el mundo los quería, pero no estaban dispuestos a asociarse con los
marginados, por lo que el trueque de estrellas calientes se realizaba siempre en la
clandestinidad, a través de un mensajero.
Lo que significaba que el tipo que Joe había matado no era un asesino a sueldo
enviado por los Ancianos. Él no era más que un barterer. Los marginados, el enemigo real, los había espiado, probablemente en la primera vista de Joe y Nick.
Joe se estremeció. Esto no era una buena noticia.
—Hemos matado al hombre equivocado.
—¿Qué pasa? —Nick le restó importancia—. ¿No es el mundo mejor con un depredador menos? ¿No lo es para ____________? —Miró a Joe, y luego al mar—. El único problema es…
—Los Desterrados.
Nick asintió con la cabeza. —Así que ahora la quieren a ella, también.
Joe podía sentir las puntas de sus alas erizadas bajo el suéter de cachemira y su
pesado abrigo negro, una picazón ardiente que le hizo estremecerse. Se quedó quieto, con los ojos cerrados y los brazos a los costados, tratando de someterse a sí mismo antes de que sus alas brotaran violentamente como las aspas de despliegue de un buque, y lo llevaran hacia arriba y fuera de esta isla y sobre la bahía y a distancia.
Directo hacia ella.
Cerró los ojos y trató de recordar la imagen de ____________. Él había tenido que arrancarse esa idea de su sueño tranquilo en la pequeña isla al este de Tybee. Sería en la noche, no ahora. ¿Estaría ella despierta? ¿Tendría hambre?
La batalla en Espada y Cruz, las revelaciones, y la muerte de su amiga, todo había
tomado peaje en ____________. Los ángeles esperaban que durmiera todo el día y toda la noche.
Pero mañana por la mañana era necesario un plan en su lugar.
Esta era la primera vez que Joe había propuesto alguna vez una tregua. Para
establecer los límites, las reglas, y establecer un sistema de consecuencias para uno y otro lado... era una enorme responsabilidad estar hombro a hombro con Nick. Pero por supuesto que lo haría, haría cualquier cosa por ella... sólo quería asegurarme de que lo hiciste bien.
—Tenemos que ocultarla a un lugar seguro —dijo—. Hay una escuela en el norte,
cerca de Fort Bragg.
—La Escuela Shoreline. —Nick asintió con la cabeza—. Pensé en ello también. Ella será feliz allí. Y educada de una manera que no la pone en peligro. Y, lo más importante, estará protegida.
Gabbe ya le había explicado a Joe el tipo de camuflaje que Shoreline puede
ofrecer. Muy pronto, la palabra se extendería que _____________ fue escondida allí, pero por un tiempo al menos, dentro del perímetro de la escuela, iba a ser casi invisible. En el interior, Francesca, la ángel más cercana a Gabbe, se ocuparía de ____________. Y Joe se ocuparía del exterior, y Nick cazaría y mataría a cualquiera que se atreviera acercarse a los límites de la escuela.
¿Quién hubiera dicho que Nick lo ayudaría? A Joe no le gustaba la idea de conocer
su lado más que el suyo. Ya estaba maldiciéndose a sí mismo por no visitar la escuela antes de que hicieran esa elección, pero había sido lo suficientemente duro dejar a ____________ cuando lo hizo.
—Ella puede comenzar mañana... Si quiere. —Los ojos de Nick pasaron por encima de la cara de Joe—. Asumiendo que digas que sí.
Él se llevó la mano al bolsillo del pecho de su camisa, donde tomó una fotografía
reciente. ____________ en el lago en Espada y Cruz. Y su húmedo cabello brillante. Con una rara sonrisa en la cara.
Por lo general, en el tiempo había tenido la oportunidad de obtener una foto de ella
en cada vida, y entonces la perdía de nuevo. Esta vez, ella todavía estaba aquí.
Era él quien no estaba con ella.
—Vamos, Joe —dijo Nick—. Los dos sabemos lo que necesita. Nosotros le
permitiremos entrar, y entonces que ella decida. No podemos hacer nada para acelerar esta parte, pero la dejaremos en paz.
—No puedo dejarla sola tanto tiempo. —Había arrojado las palabras demasiado
rápido. Miró hacia abajo, a la flecha en sus manos, con una sensación de malestar. Quería arrojarla al mar, pero no pudo.
—Así que. —Nick entrecerró los ojos—. Tú no le has dicho.
Joe se congeló. —No puedo decirle nada. No podemos perderla.
—Tú podrías perderla —se burló Nick.
—Sabes lo que quiero decir. —Joe se puso tenso—. Es demasiado arriesgado
suponer que ella podría tener todo sin... —Cerró los ojos para desterrar la imagen de la llama agonizante al rojo vivo. Pero siempre quemaba en la parte posterior de su mente, amenazando con extenderse como pólvora.
Si le decía la verdad y eso la mataba, esta vez ella realmente se habría ido. Y sería por su culpa. Joe no podría hacer nada, él no podría existir sin ella. Sus alas quemaban ante la idea. Era mejor refugiarla un poco más.
—Qué conveniente para ti —murmuró Nick—. Sólo espero que ella no esté
decepcionada.
Joe no le hizo caso. —¿De verdad crees que ella será capaz de aprender en esta
escuela sin distracciones?
—Yo... sí —respondió lentamente Nick—. Suponiendo que estamos de acuerdo en que no habrá distracciones externas.... Eso significa que nada de Joe y nada de Nick. Eso tiene que ser una norma fundamental.
¿No verla durante dieciocho días? Joe no podía entenderlo. Más que eso, no podía
comprender que ____________ estuviera de acuerdo con él. Acababan de encontrarse uno al otro en esta vida y finalmente tenían la oportunidad de estar juntos. Y, como de costumbre, explicarle los detalles podría matarla. No podía oír hablar de sus vidas pasadas de boca de los ángeles. ____________ no lo sabía todavía, pero muy pronto, por su cuenta lo averiguaría... todo.
La verdad enterrada, específicamente lo que ____________ habría pensado de ella, aterraba a Joe. Pero ____________ descubrió por sí misma la única manera de salir de este ciclo horrible.
Por esa razón, su experiencia en Shoreline era tan crucial. Por dieciocho días, Joe podría arruinar muchas parias que vinieran por ella. Pero cuando la tregua hubiera
terminado, todo estaría en las manos de ____________ otra vez.
Únicamente en las manos de ____________.
El sol se ponía sobre el Monte Tamalpais y la niebla nocturna se fue balanceando
hacia arriba.
—Déjenme llevarla a Shoreline —dijo Joe. Sería su última oportunidad de verla.
Nick lo miró extrañamente, preguntándose si concederlo o no. Por segunda vez,
Joe tuvo que forzar físicamente su dolorida espalda para que sus alas permanecieran
en su piel.
—Bien —dijo por fin Nick—. A cambio de las estrella caliente.
Joe le entregó el arma, y Nick la guardó en el interior de su abrigo. —Llévala hasta la escuela y luego encuéntrame. No metas la pata; voy a estar viéndote.
—¿Y después?
—Tú y yo tenemos que ir de caza.
Joe asintió y desplegó sus alas, sintiendo el profundo placer de la puesta en libertad de su cuerpo. Se detuvo un momento, recolectando energía, sintiendo el viento
bruto en resistencia contra su armadura.
Era hora de huir de esa maldita y fea escena con Nick, para dejar que sus alas lo
llevaran de nuevo a un lugar donde pudiera ser su verdadero yo.
Volver a ____________.
Y de nuevo a la mentira con la que tendría que vivir un poco más.
—La tregua comienza a la medianoche de mañana —dijo Joe, rebotó pulverizando gran parte de la arena en la playa cuando sus rodillas se doblaron, entonces despegó y se adentro al cielo.
envolvía el Shoreline Sausalito. Ya el agua estaba picada, lamiendo la playa de guijarros bajo sus pies. No había dorado para nada en ellos, podía sentirlo. Ella estaba demasiado
lejos.
Él se puso frente al viento que mordía el agua. Pero incluso mientras se acercaba
más, su grueso abrigo negro sabía que no servía de nada. Cazar siempre lo dejaba frío.
Sólo una cosa podría calentarlo hoy, y ella estaba fuera de su alcance. Extrañaba la forma en que la corona de su cabeza hacía la saliente perfecta para sus labios. Él se imaginaba llenando el círculo de sus brazos con su cuerpo, inclinándose para besar su cuello. Pero era algo bueno que ____________ no pudiera estar aquí ahora. Lo que vería la horrorizaría.
Detrás de él, el balido de los lobos marinos dejándose caer en montones a lo largo de la costa sur de la isla Ángel dio voz a la manera en que se sentía: ásperamente solo, sin nadie alrededor para escuchar.
Nadie excepto Nick.
Él estaba en cuclillas delante de Joe, empatando un ancla oxidada en torno a la
empapada figura abultada a sus pies. Incluso participando en algo tan siniestro, Nick se veía bien. Sus ojos verdes brillaban y su cabello cafe estaba corto. Era la tregua, siempre traía un resplandor brillante a las mejillas de los ángeles, un brillo a su pelo brillante, un corte aún más fuerte a sus impecables cuerpos musculosos. Los días de tregua eran para los ángeles lo que unas vacaciones en la playa era para los seres humanos.
Así que, a pesar de que Joe moría cada vez que era forzado a terminar con una
vida humana, él parecía que regresaba de una semana en Hawai: relajado, descansado, bronceado.
Apretando uno de sus intrincados nudos, Nick dijo: —Típico Joseph. Siempre haciéndose a un lado y dejándome hacer el trabajo sucio.
—¿De qué estás hablando? Yo fui el que acabó con él. —Joe miró abajo al hombre
muerto, desde el cabello gris mate en su frente pastosa, sus retorcidas manos y sus
chanclos de goma baratos, a la lágrima roja oscura a través de su pecho. Lo hizo sentir frío otra vez. Si la matanza no fuera necesaria para asegurar la seguridad de ____________, para salvarla, Joe nunca levantaría otra arma. Nunca lucharía otra batalla.
Y algo sobre matar a este hombre no se sentía muy bien. De hecho, Joe tenía un
vago sentimiento incómodo de que algo estaba profundamente mal.
—Acabar con ellos es la parte divertida. —Nick serpenteó la cuerda alrededor del
pecho del hombre y la apretó debajo de sus brazos—. El trabajo sucio es tirarlos al océano.
Joe aún sostenía la rama del árbol en su mano. Nick se había reído por su elección,
pero nunca le importaba a Joe qué arma usaba. La rama de un árbol, una daga, un rifle automático... bien podría haber sido un plumero; Joe podía matar con lo que fuera.
—Apresúrate —gruñó, enfermo por el obvio placer que Nick tomaba de la matanza humana—. Estás desperdiciando el tiempo. La marea está saliendo ahora, de todos modos.
—Y si no hacemos esto a mi manera, mañana la marea alta traerá al muerto aquí, de vuelta a tierra. Eres demasiado impulsivo, Joe, siempre lo fuiste. ¿Alguna vez piensas más de un paso por delante?
Joe se cruzó de brazos y miró hacia atrás, hacia las crestas blancas de las olas. Un
catamarán turístico en el muelle de San Francisco se deslizaba hacia ellos. Una vez, la visión de aquel barco podría haber traído una avalancha de recuerdos. Mil viajes felices que había tomado con ____________ a través de los mares de mil vidas. Pero ahora... ahora que ella podía morir y no volver, en esta vida cuando todo era diferente y no habría más reencarnaciones... Joe siempre fue muy consciente de cómo su memoria era lacia. Esta era la última oportunidad. Para los dos. Para todos, realmente. Así que era la memoria de ____________ la que importaba, no la de Joe, y tantas verdades impactantes tendrían que ser cuidadosamente traídas a la superficie si es que ella iba a sobrevivir. La idea de lo que ella tenía que aprender hacía a todo su cuerpo tensarse.
Si Nick creía que Joe no estaba pensando en el siguiente paso, estaba muy
equivocado.
—Sabes que sólo hay una razón por la cual sigo aquí —dijo Joe—. Necesitamos
hablar sobre ella.
Nick se rió. —Yo estaba hablando de ____________—Con un gruñido, levanto el cadáver empapado por encima de su hombro. El traje de trabajo de la marina del hombre muerto hacía juego con las cuerdas con las que Nick lo había atado. La pesada ancla descansaba sobre su pecho ensangrentado.
—Este es un poco cartilaginoso, ¿no? —Preguntó Nick—. Estoy casi ofendido de que los ancianos no enviaran a uno más joven, un asesinato más desafiante.
Entonces, como si se tratara de un tiro olímpico de un lanzador, Nick dobló las
rodillas, giró tres veces para agarrar envión, y lanzó al hombre hacia el agua, a un centenar de pies de distancia.
Por unos largos segundos, el cadáver voló por el aire. Entonces el peso del ancla lo
arrastró hacia abajo… abajo… abajo.
La profunda agua turquesa salpicó con grandilocuencia. Y al instante se hundió fuera de la vista.
Nick se limpió sus manos —Creo que acabo de establecer un record.
—¿Cómo puedes tomar la muerte humana tan a la ligera? —Dijo Joe—. Es un
misterio para mí.
—Este tipo se lo merecía —dijo Nick—. Realmente no ves el deporte en todo esto.
Fue entonces cuando Joe se puso frente a su cara y dijo con furia. —Ella no es un
juego para mí.
—Y así es exactamente cómo vas a perder.
Joe agarró a Nick por el cuello de su abrigo gris y consideró echarlo al agua de la
misma manera en que él había lanzado al depredador. Una nube derivaba más allá del sol, haciendo que la sombra oscureciera su rostro.
—Tranquilo —dijo Nick, con las indiscretas manos de Joe en la distancia—. Hay
un montón de enemigos, Joe. Pero ahora mismo no soy uno de ellos. Recuerda la tregua.
—Vaya tregua —dijo Joe—. Dieciocho días de todos los otros tratando de
matarla.
—Dieciocho días en que tú y yo la sacaremos fuera —corrigió Nick.
Era una larga tradición celestial que una tregua dure dieciocho días. En el cielo,
dieciocho años era afortunado, el número que afirma la luz, el número por el cual todos los grupos y categorías se han desplomado. En algunas lenguas mortales, dieciocho había significado la vida misma, aunque en este caso, por ____________, podría fácilmente significar la muerte.
Nick estaba en lo cierto. La noticia de su mortalidad corría por las gradas
celestiales, las filas de sus enemigos se duplicarían y redoblarían todos los días. La
señorita Sofía y sus secuaces, los veinticuatro ancianos de Zhsmaelin, aún detrás de ____________.
Joe había vislumbrado a dos ancianos en las sombras proyectadas por los anunciantes sólo esa mañana. Él había visto algo más, también, otra oscuridad, una
profunda astucia que no había reconocido al principio.
Un rayo de sol se punzaba entre las nubes, y algo brillaba en la esquina de la visión de Joe. Se volvió y se arrodilló para encontrar una sola flecha de plata plantada en la arena mojada. Era más delgada que una flecha normal, de color plateado mate, atada con remolinos de diseños grabados. Estaba caliente al tacto.
El aliento de Joe estaba atrapado en su garganta. Habían pasado años desde que
había visto una estrella caliente. Sus dedos temblaban mientras suavemente la sacaba de la arena, con cuidado para evitar su mortal filo.
Ahora Joe sabía de dónde había venido esa otra oscuridad en los Mensajeros de
esa mañana. La noticia fue aún más oscura de lo que había temido. Se volvió a Nick, él la tomó ligera como una pluma, equilibrada en sus manos. —No estaba actuando solo.
Nick miraba rígido la flecha. Él se movió hacia ella casi con reverencia, llegando a
tocarla de la misma manera en que Joe lo había hecho. Los dos sabían que era
increíblemente raro. —Para que este tipo de arma valiosa fuera dejada, el Desterrado debe haber estado con mucha prisa por marcharse.
Los Desterrados: Una secta de malas espinas, en palabrería de ángeles, rechazados por el cielo y el infierno. Su única gran fuerza era el solitario ángel Azazel, una de las pocas estrellas mitológicas, que todavía sabía cómo producir estrellas calientes. Cuando sale de su arco de plata, una estrella caliente podía hacer poco más que una contusión mortal.
Pero para los ángeles y los demonios, era el arma más letal de todas.
Todo el mundo los quería, pero no estaban dispuestos a asociarse con los
marginados, por lo que el trueque de estrellas calientes se realizaba siempre en la
clandestinidad, a través de un mensajero.
Lo que significaba que el tipo que Joe había matado no era un asesino a sueldo
enviado por los Ancianos. Él no era más que un barterer. Los marginados, el enemigo real, los había espiado, probablemente en la primera vista de Joe y Nick.
Joe se estremeció. Esto no era una buena noticia.
—Hemos matado al hombre equivocado.
—¿Qué pasa? —Nick le restó importancia—. ¿No es el mundo mejor con un depredador menos? ¿No lo es para ____________? —Miró a Joe, y luego al mar—. El único problema es…
—Los Desterrados.
Nick asintió con la cabeza. —Así que ahora la quieren a ella, también.
Joe podía sentir las puntas de sus alas erizadas bajo el suéter de cachemira y su
pesado abrigo negro, una picazón ardiente que le hizo estremecerse. Se quedó quieto, con los ojos cerrados y los brazos a los costados, tratando de someterse a sí mismo antes de que sus alas brotaran violentamente como las aspas de despliegue de un buque, y lo llevaran hacia arriba y fuera de esta isla y sobre la bahía y a distancia.
Directo hacia ella.
Cerró los ojos y trató de recordar la imagen de ____________. Él había tenido que arrancarse esa idea de su sueño tranquilo en la pequeña isla al este de Tybee. Sería en la noche, no ahora. ¿Estaría ella despierta? ¿Tendría hambre?
La batalla en Espada y Cruz, las revelaciones, y la muerte de su amiga, todo había
tomado peaje en ____________. Los ángeles esperaban que durmiera todo el día y toda la noche.
Pero mañana por la mañana era necesario un plan en su lugar.
Esta era la primera vez que Joe había propuesto alguna vez una tregua. Para
establecer los límites, las reglas, y establecer un sistema de consecuencias para uno y otro lado... era una enorme responsabilidad estar hombro a hombro con Nick. Pero por supuesto que lo haría, haría cualquier cosa por ella... sólo quería asegurarme de que lo hiciste bien.
—Tenemos que ocultarla a un lugar seguro —dijo—. Hay una escuela en el norte,
cerca de Fort Bragg.
—La Escuela Shoreline. —Nick asintió con la cabeza—. Pensé en ello también. Ella será feliz allí. Y educada de una manera que no la pone en peligro. Y, lo más importante, estará protegida.
Gabbe ya le había explicado a Joe el tipo de camuflaje que Shoreline puede
ofrecer. Muy pronto, la palabra se extendería que _____________ fue escondida allí, pero por un tiempo al menos, dentro del perímetro de la escuela, iba a ser casi invisible. En el interior, Francesca, la ángel más cercana a Gabbe, se ocuparía de ____________. Y Joe se ocuparía del exterior, y Nick cazaría y mataría a cualquiera que se atreviera acercarse a los límites de la escuela.
¿Quién hubiera dicho que Nick lo ayudaría? A Joe no le gustaba la idea de conocer
su lado más que el suyo. Ya estaba maldiciéndose a sí mismo por no visitar la escuela antes de que hicieran esa elección, pero había sido lo suficientemente duro dejar a ____________ cuando lo hizo.
—Ella puede comenzar mañana... Si quiere. —Los ojos de Nick pasaron por encima de la cara de Joe—. Asumiendo que digas que sí.
Él se llevó la mano al bolsillo del pecho de su camisa, donde tomó una fotografía
reciente. ____________ en el lago en Espada y Cruz. Y su húmedo cabello brillante. Con una rara sonrisa en la cara.
Por lo general, en el tiempo había tenido la oportunidad de obtener una foto de ella
en cada vida, y entonces la perdía de nuevo. Esta vez, ella todavía estaba aquí.
Era él quien no estaba con ella.
—Vamos, Joe —dijo Nick—. Los dos sabemos lo que necesita. Nosotros le
permitiremos entrar, y entonces que ella decida. No podemos hacer nada para acelerar esta parte, pero la dejaremos en paz.
—No puedo dejarla sola tanto tiempo. —Había arrojado las palabras demasiado
rápido. Miró hacia abajo, a la flecha en sus manos, con una sensación de malestar. Quería arrojarla al mar, pero no pudo.
—Así que. —Nick entrecerró los ojos—. Tú no le has dicho.
Joe se congeló. —No puedo decirle nada. No podemos perderla.
—Tú podrías perderla —se burló Nick.
—Sabes lo que quiero decir. —Joe se puso tenso—. Es demasiado arriesgado
suponer que ella podría tener todo sin... —Cerró los ojos para desterrar la imagen de la llama agonizante al rojo vivo. Pero siempre quemaba en la parte posterior de su mente, amenazando con extenderse como pólvora.
Si le decía la verdad y eso la mataba, esta vez ella realmente se habría ido. Y sería por su culpa. Joe no podría hacer nada, él no podría existir sin ella. Sus alas quemaban ante la idea. Era mejor refugiarla un poco más.
—Qué conveniente para ti —murmuró Nick—. Sólo espero que ella no esté
decepcionada.
Joe no le hizo caso. —¿De verdad crees que ella será capaz de aprender en esta
escuela sin distracciones?
—Yo... sí —respondió lentamente Nick—. Suponiendo que estamos de acuerdo en que no habrá distracciones externas.... Eso significa que nada de Joe y nada de Nick. Eso tiene que ser una norma fundamental.
¿No verla durante dieciocho días? Joe no podía entenderlo. Más que eso, no podía
comprender que ____________ estuviera de acuerdo con él. Acababan de encontrarse uno al otro en esta vida y finalmente tenían la oportunidad de estar juntos. Y, como de costumbre, explicarle los detalles podría matarla. No podía oír hablar de sus vidas pasadas de boca de los ángeles. ____________ no lo sabía todavía, pero muy pronto, por su cuenta lo averiguaría... todo.
La verdad enterrada, específicamente lo que ____________ habría pensado de ella, aterraba a Joe. Pero ____________ descubrió por sí misma la única manera de salir de este ciclo horrible.
Por esa razón, su experiencia en Shoreline era tan crucial. Por dieciocho días, Joe podría arruinar muchas parias que vinieran por ella. Pero cuando la tregua hubiera
terminado, todo estaría en las manos de ____________ otra vez.
Únicamente en las manos de ____________.
El sol se ponía sobre el Monte Tamalpais y la niebla nocturna se fue balanceando
hacia arriba.
—Déjenme llevarla a Shoreline —dijo Joe. Sería su última oportunidad de verla.
Nick lo miró extrañamente, preguntándose si concederlo o no. Por segunda vez,
Joe tuvo que forzar físicamente su dolorida espalda para que sus alas permanecieran
en su piel.
—Bien —dijo por fin Nick—. A cambio de las estrella caliente.
Joe le entregó el arma, y Nick la guardó en el interior de su abrigo. —Llévala hasta la escuela y luego encuéntrame. No metas la pata; voy a estar viéndote.
—¿Y después?
—Tú y yo tenemos que ir de caza.
Joe asintió y desplegó sus alas, sintiendo el profundo placer de la puesta en libertad de su cuerpo. Se detuvo un momento, recolectando energía, sintiendo el viento
bruto en resistencia contra su armadura.
Era hora de huir de esa maldita y fea escena con Nick, para dejar que sus alas lo
llevaran de nuevo a un lugar donde pudiera ser su verdadero yo.
Volver a ____________.
Y de nuevo a la mentira con la que tendría que vivir un poco más.
—La tregua comienza a la medianoche de mañana —dijo Joe, rebotó pulverizando gran parte de la arena en la playa cuando sus rodillas se doblaron, entonces despegó y se adentro al cielo.
Fast Life'
Re: Torment {Joe & _______}
aqui estoy!!!!!!!!!
enserio me encanta Joe es tan hermoso
lo unico q quiere es estar con la rayis!!
pero q es lo que va quedar en manos de ella
por qu eno le pueden decir la verdad
q le estan ocultando
wwaauu son muchas preguntas jejejje
siguela pronto plissssssss
que aqui estare siendo fiel lectora!!!!! :D
enserio me encanta Joe es tan hermoso
lo unico q quiere es estar con la rayis!!
pero q es lo que va quedar en manos de ella
por qu eno le pueden decir la verdad
q le estan ocultando
wwaauu son muchas preguntas jejejje
siguela pronto plissssssss
que aqui estare siendo fiel lectora!!!!! :D
Julieta♥
Re: Torment {Joe & _______}
Capítulo Uno
(parte Uno)
______________ planeó mantener los ojos cerrados las seis horas del vuelo desde Georgia hasta California, justo hasta el momento en el que las ruedas del avión tocaron el suelo en San Francisco. Medio dormida, resultaba mucho más fácil fingir que ya se había reunido con Joe. Sentía como si hubiese pasado toda una vida desde que lo había visto, a pesar de que sólo habían sido unos pocos días. Desde que le había dicho adiós en Espada y Cruz en la mañana del viernes, todo el cuerpo de _____________ se sentía aturdido. La ausencia de su voz, su calidez, el toque de sus alas: se había metido en sus huesos, como una extraña enfermedad.
Un brazo chocó contra el de ella, y _____________ abrió los ojos. Ella estaba cara a cara, con los ojos abiertos, con un chico de pelo castaño unos años mayor que ella.
—Lo siento —dijeron ambos al mismo tiempo, cada uno retirándose unos cuantos centímetros a cada lado del apoyabrazos.
Por la ventana, la vista era sorprendente. El avión estaba haciendo su descenso hacia San Francisco, y _____________ nunca había visto nada como esto antes. A medida que trazaron el lado sur de la bahía, una bobina azul afluente parecía atravesar la tierra en su camino hacia el mar. La corriente dividía un campo verde vibrante en un lado de un remolino de algo de color rojo brillante y negro por el otro. Apretó la frente sobre el panel de plástico doble y trató de obtener una mejor vista.
—¿Qué es eso? —se preguntó en voz alta.
—Sal —respondió el chico, señalando. Se inclinó más cerca—. La han sacado del Pacifico.
La respuesta era tan simple, tan… humana. Casi una sorpresa después del tiempo pasado con Joe y los otros (ella era inexperta en el uso de los términos todavía), los ángeles y demonios. Miró hacia el agua azul oscura, que parecía extenderse hacia el infinito oeste. El sol sobre el agua siempre había significado la mañana en la costa atlántica, donde se había criado _____________. Pero aquí era casi de noche.
—Tú no eres de por aquí, ¿verdad? —le preguntó su compañero de asiento.
_____________ negó con la cabeza, pero se mordió la lengua. Siguió mirando por la ventana.
Antes de que hubiera dejado Georgia, por la mañana, el Sr. Cole la había entrenado sobre cómo mantener el perfil bajo. Los otros maestros habían dicho que los padres de _____________ habían solicitado un traslado. Era mentira. En cuanto a los padres de _____________, ni Callie, ni nadie lo sabía, ella aún estaba matriculada en Espada y Cruz. Unas semanas antes, eso la habría enfurecido. Pero las cosas que habían sucedido los últimos días en Espada y Cruz habían hecho de _____________ una persona que se tomaba el mundo con más seriedad. Ella había visto un instante de su otra vida… una de tantas que había compartido antes con Joe.
Había descubierto que el amor era más importante para ella que lo que habría pensado nunca que fuera posible. Y entonces lo había visto todo amenazado por una mujer mayor, con un puñal en la mano, y loca, en quien ella había pensado que podía confiar.
Había más como la señorita Sophia, y _____________ lo sabía. Pero nadie le había dicho cómo reconocerlos. La señorita Sophia parecía normal, hasta el final. Podría parecer como los demás inocentes… ¿como el chico de pelo castaño sentado a su lado? _____________ tragó, cruzó las manos sobre su regazo y trató de pensar en Joe. Él estaba llevándola a un lugar seguro.
_____________ lo imaginaba esperando en una de esas sillas de aeropuerto de plástico gris, los dos codos sobre las rodillas, su rubia cabeza metida entre los hombros. Meciéndose hacia adelante y hacia atrás en sus zapatillas Converse negras. De pie, a cada rato paseando por el carrusel de equipaje.
Hubo una sacudida cuando el avión aterrizó. De repente estaba nerviosa. ¿Estaría tan feliz de verla como ella lo estaba de verlo a él? Se concentró en el patrón de color marrón y beige de la tela del asiento delantero. Su cuello estaba rígido debido al vuelto tan largo y su ropa tenía un olor rancio, el olor cargado del avión. El suelo era de color azul marino, adaptado a una tripulación que detrás de la ventana parecía estar tomándose un tiempo anormalmente largo para dirigir el avión a su estacionamiento.
Sus rodillas se balanceaban de la impaciencia.
— ¿Supongo que te vas a quedar en California durante algún tiempo? —el chico junto a ella le ofreció una sonrisa perezosa que sólo hizo que _____________ se sintiera más ansiosa por levantarse.
— ¿Por qué dices eso? —Preguntó rápidamente— ¿Qué te hace pensar eso?
Él parpadeó. —Con esa enorme bolsa roja y todo.
_____________ se movió lejos de él. No se había dado cuenta de este tipo hasta hacía dos minutos, cuando se había despertado. ¿Cómo sabía él cual era su equipaje?
—Oye, nada raro —él le disparó una extraña mirada—. Estaba detrás de ti en la fila cuando nos registrábamos.
_____________ sonrió torpemente. —Tengo novio —escuchó salir de su boca. Al instante, sus mejillas enrojecieron.
El chico tosió. —Entiendo.
_____________ hizo una mueca. No sabía por qué había dicho eso. Ella no quería ser grosera, pero la luz del cinturón de seguridad se apagó y todo lo que quería hacer era correr más allá de este tipo y del avión.
Tenían que haber tenido la misma idea, porque él dio un paso hacia atrás en el pasillo y barrió su mano hacia adelante. Con toda la cortesía que pudo, _____________ se abrió paso
y se dirigió hacia la salida.
Sólo para quedar atrapada en un cuello de botella de lentitud agonizante en el estacionamiento. Maldiciendo en silencio a todos los Californianos ocasionales que arrastraban lo pies delante de ella. _____________ se puso de puntillas y pasó de un pie a otro. Para el momento en que entró a la terminal, se conducía a si misma medio loca de impaciencia.
Finalmente, pudo moverse. Tejió hábilmente entre la multitud y se olvidó de todo sobre el hombre que acababa de conocer en el avión. Ella olvidó sentirse nerviosa por no haber estado nunca en su vida en California… nunca había ido más al oeste de Branson, Missouri, cuando sus padres la llevaron a ver a Yakov Smirnoff haciendo monólogos de comedia. Y por primera vez en días, aunque fuera brevemente, se había olvidado de las horribles cosas que había visto en Espada y Cruz. Ella se dirigía hacia la única cosa en el mundo que tenía el poder de hacerla sentirse mejor. Lo único que podría hacerla sentir que todas las angustias que había pasado, todas las sombras, la batalla irreal en el cementerio, y lo peor de todo, la angustia por la muerte de Penn, que valía la pena sobrevivir.
Allí estaba él.
Sentado tal y como se lo había imaginado, en el último bloque de sillas de triste color gris, junto a una puerta automática que se mantenía abriéndose y cerrándose a sus espaldas. Por un segundo, _____________ se detuvo y sólo disfrutó de la vista. Joe usaba chanclas, unos vaqueros oscuros, que nunca había visto antes, y una camiseta roja estirada por fuera, cerca del bolsillo delantero. Él tenía el mismo aspecto, pero estaba, de alguna manera, diferente. Más descansado de lo que había estado cuando se despidieron el otro día. ¿Y precisamente eso era por lo que ella lo había echado mucho de menos, o era por que su piel estaba más radiante de lo que recordaba? Él miró hacia arriba y finalmente la vio. Su sonrisa prácticamente brillaba.
Ella echó a correr hacia él. En un segundo, sus brazos estaban a su alrededor, con el rostro enterrado en su pecho, y _____________ dejó escapar el más largo y profundo suspiro. Su boca encontró la suya y se hundieron en un beso.
Ella se relajó feliz en sus brazos.
No se había dado cuenta hasta ahora, pero había una parte de ella que se preguntaba si alguna vez volvería a verlo, si todo lo sucedido podría haber sido un sueño. El amor que sentía, el amor recíproco de Joe, todo aún se sentía surrealista. Seguían atrapados en un beso, _____________ apretando ligeramente su bíceps. No era un sueño. Por primera vez desde hacía no sabía cuánto tiempo, se sentía en casa.
—Estás aquí —le susurró él al oído.
—Estás aquí.
—Los dos estamos aquí.
Se rieron y siguieron besándose, comiendo cada pedacito de dulce torpeza por verse de nuevo.
Pero cuando _____________ menos lo esperaba, su risa se convirtió en un gimoteo. Ella buscaba la manera de decirle lo difícil que los últimos días habían sido para ella, sin nadie, medio dormida y atontada. Consciente de que todo había cambiado. Pero, ahora, en los brazos de Joe, ella no podía encontrar las palabras.
—Ya lo sé —dijo él—. Vamos a coger tu bolsa y a salir de aquí.
_____________ se volvió hacia el carrusel de equipaje y encontró a su vecino de pie enfrente de ella, con las correas de lona de su enorme bolsa en sus manos.
—Vi que se iba —dijo con una sonrisa forzada en su rostro, como si estuviera empeñado en demostrar que sus intenciones eran buenas—. Es tuya ¿no?
Antes de que _____________ tuviera tiempo de contestar, Joe socorrió al hombre cogiendo la pesada bolsa, con una sola mano.
—Gracias, hombre. Yo la llevaré a partir de aquí —dijo él con suficiente decisión como para poner fin a la conversación.
El chico vio cómo Joe deslizaba la otra mano por la cintura de _____________ y la conducía lejos.
Esta era la primera vez desde Espada y Cruz que _____________ había sido capaz de ver a Joe como el mundo lo hacía, su primera oportunidad para preguntarse si otras personas pondrían decir, con sólo mirar, que había algo extraordinario en él.
Después pasaron a través de las puertas corredizas de cristal y ella tomó su primer respiro verdadero de la Costa Oeste. El aire de principios de noviembre se sentía fresco, rápido y sano de alguna manera, no empapado y frío como el aire de Savannah esta tarde, cuando su avión había despegado. El cielo era de un azul vivo y brillante, no había nubes en el horizonte. Todo parecía nuevo, acuñado y limpio, incluso el apartamiento después de la fila de coches recién lavados. Una línea de montañas lo enmarcaba todo, de color marrón tostado con ralos puntos de árboles verdes y una colina ondulada.
Ella ya no estaba en Georgia.
—No puedo decir que esté sorprendido —bromeó Joe—. Te dejo salir de debajo de mis alas unos días y otro chico se abalanza sobre ti.
_____________ puso los ojos en blanco. —Vamos. Apenas hablamos. En realidad, me dormí durante todo el vuelo —ella le dio un codazo—. Soñando contigo.
Los labios fruncidos de Joe se convirtieron en una sonrisa y le dio un beso en la parte superior de la cabeza. Ella se detuvo con ganas de más, sin siquiera darse cuenta de que Joe se había detenido delante de un coche. Y no cualquier coche. Un Alfa Romeo negro.
La mandíbula de _____________ cayó cuando Joe abrió la puerta del pasajero. —Es… Esto —balbuceó ella—. Esto es… ¿Sabías que este es absolutamente el coche de mis sueños?
—Más que eso —Joe se echó a reír—. Este solía ser tu coche.
Se echó a reír cuando ella prácticamente saltó por sus palabras. Todavía estaba acostumbrándose a que la rencarnación fuera parte de su historia. Era tan injusto. Todo un coche que ella no podía recordar. Vidas completas que no podía recordar. Estaba desesperada por saber de ello, como si sus antiguos yo fueran hermanas de las que la habían separado al nacer.
Apoyó su mano en el parabrisas, en busca de una brizna de algo, un deja vu.
(parte Uno)
Dieciocho días
______________ planeó mantener los ojos cerrados las seis horas del vuelo desde Georgia hasta California, justo hasta el momento en el que las ruedas del avión tocaron el suelo en San Francisco. Medio dormida, resultaba mucho más fácil fingir que ya se había reunido con Joe. Sentía como si hubiese pasado toda una vida desde que lo había visto, a pesar de que sólo habían sido unos pocos días. Desde que le había dicho adiós en Espada y Cruz en la mañana del viernes, todo el cuerpo de _____________ se sentía aturdido. La ausencia de su voz, su calidez, el toque de sus alas: se había metido en sus huesos, como una extraña enfermedad.
Un brazo chocó contra el de ella, y _____________ abrió los ojos. Ella estaba cara a cara, con los ojos abiertos, con un chico de pelo castaño unos años mayor que ella.
—Lo siento —dijeron ambos al mismo tiempo, cada uno retirándose unos cuantos centímetros a cada lado del apoyabrazos.
Por la ventana, la vista era sorprendente. El avión estaba haciendo su descenso hacia San Francisco, y _____________ nunca había visto nada como esto antes. A medida que trazaron el lado sur de la bahía, una bobina azul afluente parecía atravesar la tierra en su camino hacia el mar. La corriente dividía un campo verde vibrante en un lado de un remolino de algo de color rojo brillante y negro por el otro. Apretó la frente sobre el panel de plástico doble y trató de obtener una mejor vista.
—¿Qué es eso? —se preguntó en voz alta.
—Sal —respondió el chico, señalando. Se inclinó más cerca—. La han sacado del Pacifico.
La respuesta era tan simple, tan… humana. Casi una sorpresa después del tiempo pasado con Joe y los otros (ella era inexperta en el uso de los términos todavía), los ángeles y demonios. Miró hacia el agua azul oscura, que parecía extenderse hacia el infinito oeste. El sol sobre el agua siempre había significado la mañana en la costa atlántica, donde se había criado _____________. Pero aquí era casi de noche.
—Tú no eres de por aquí, ¿verdad? —le preguntó su compañero de asiento.
_____________ negó con la cabeza, pero se mordió la lengua. Siguió mirando por la ventana.
Antes de que hubiera dejado Georgia, por la mañana, el Sr. Cole la había entrenado sobre cómo mantener el perfil bajo. Los otros maestros habían dicho que los padres de _____________ habían solicitado un traslado. Era mentira. En cuanto a los padres de _____________, ni Callie, ni nadie lo sabía, ella aún estaba matriculada en Espada y Cruz. Unas semanas antes, eso la habría enfurecido. Pero las cosas que habían sucedido los últimos días en Espada y Cruz habían hecho de _____________ una persona que se tomaba el mundo con más seriedad. Ella había visto un instante de su otra vida… una de tantas que había compartido antes con Joe.
Había descubierto que el amor era más importante para ella que lo que habría pensado nunca que fuera posible. Y entonces lo había visto todo amenazado por una mujer mayor, con un puñal en la mano, y loca, en quien ella había pensado que podía confiar.
Había más como la señorita Sophia, y _____________ lo sabía. Pero nadie le había dicho cómo reconocerlos. La señorita Sophia parecía normal, hasta el final. Podría parecer como los demás inocentes… ¿como el chico de pelo castaño sentado a su lado? _____________ tragó, cruzó las manos sobre su regazo y trató de pensar en Joe. Él estaba llevándola a un lugar seguro.
_____________ lo imaginaba esperando en una de esas sillas de aeropuerto de plástico gris, los dos codos sobre las rodillas, su rubia cabeza metida entre los hombros. Meciéndose hacia adelante y hacia atrás en sus zapatillas Converse negras. De pie, a cada rato paseando por el carrusel de equipaje.
Hubo una sacudida cuando el avión aterrizó. De repente estaba nerviosa. ¿Estaría tan feliz de verla como ella lo estaba de verlo a él? Se concentró en el patrón de color marrón y beige de la tela del asiento delantero. Su cuello estaba rígido debido al vuelto tan largo y su ropa tenía un olor rancio, el olor cargado del avión. El suelo era de color azul marino, adaptado a una tripulación que detrás de la ventana parecía estar tomándose un tiempo anormalmente largo para dirigir el avión a su estacionamiento.
Sus rodillas se balanceaban de la impaciencia.
— ¿Supongo que te vas a quedar en California durante algún tiempo? —el chico junto a ella le ofreció una sonrisa perezosa que sólo hizo que _____________ se sintiera más ansiosa por levantarse.
— ¿Por qué dices eso? —Preguntó rápidamente— ¿Qué te hace pensar eso?
Él parpadeó. —Con esa enorme bolsa roja y todo.
_____________ se movió lejos de él. No se había dado cuenta de este tipo hasta hacía dos minutos, cuando se había despertado. ¿Cómo sabía él cual era su equipaje?
—Oye, nada raro —él le disparó una extraña mirada—. Estaba detrás de ti en la fila cuando nos registrábamos.
_____________ sonrió torpemente. —Tengo novio —escuchó salir de su boca. Al instante, sus mejillas enrojecieron.
El chico tosió. —Entiendo.
_____________ hizo una mueca. No sabía por qué había dicho eso. Ella no quería ser grosera, pero la luz del cinturón de seguridad se apagó y todo lo que quería hacer era correr más allá de este tipo y del avión.
Tenían que haber tenido la misma idea, porque él dio un paso hacia atrás en el pasillo y barrió su mano hacia adelante. Con toda la cortesía que pudo, _____________ se abrió paso
y se dirigió hacia la salida.
Sólo para quedar atrapada en un cuello de botella de lentitud agonizante en el estacionamiento. Maldiciendo en silencio a todos los Californianos ocasionales que arrastraban lo pies delante de ella. _____________ se puso de puntillas y pasó de un pie a otro. Para el momento en que entró a la terminal, se conducía a si misma medio loca de impaciencia.
Finalmente, pudo moverse. Tejió hábilmente entre la multitud y se olvidó de todo sobre el hombre que acababa de conocer en el avión. Ella olvidó sentirse nerviosa por no haber estado nunca en su vida en California… nunca había ido más al oeste de Branson, Missouri, cuando sus padres la llevaron a ver a Yakov Smirnoff haciendo monólogos de comedia. Y por primera vez en días, aunque fuera brevemente, se había olvidado de las horribles cosas que había visto en Espada y Cruz. Ella se dirigía hacia la única cosa en el mundo que tenía el poder de hacerla sentirse mejor. Lo único que podría hacerla sentir que todas las angustias que había pasado, todas las sombras, la batalla irreal en el cementerio, y lo peor de todo, la angustia por la muerte de Penn, que valía la pena sobrevivir.
Allí estaba él.
Sentado tal y como se lo había imaginado, en el último bloque de sillas de triste color gris, junto a una puerta automática que se mantenía abriéndose y cerrándose a sus espaldas. Por un segundo, _____________ se detuvo y sólo disfrutó de la vista. Joe usaba chanclas, unos vaqueros oscuros, que nunca había visto antes, y una camiseta roja estirada por fuera, cerca del bolsillo delantero. Él tenía el mismo aspecto, pero estaba, de alguna manera, diferente. Más descansado de lo que había estado cuando se despidieron el otro día. ¿Y precisamente eso era por lo que ella lo había echado mucho de menos, o era por que su piel estaba más radiante de lo que recordaba? Él miró hacia arriba y finalmente la vio. Su sonrisa prácticamente brillaba.
Ella echó a correr hacia él. En un segundo, sus brazos estaban a su alrededor, con el rostro enterrado en su pecho, y _____________ dejó escapar el más largo y profundo suspiro. Su boca encontró la suya y se hundieron en un beso.
Ella se relajó feliz en sus brazos.
No se había dado cuenta hasta ahora, pero había una parte de ella que se preguntaba si alguna vez volvería a verlo, si todo lo sucedido podría haber sido un sueño. El amor que sentía, el amor recíproco de Joe, todo aún se sentía surrealista. Seguían atrapados en un beso, _____________ apretando ligeramente su bíceps. No era un sueño. Por primera vez desde hacía no sabía cuánto tiempo, se sentía en casa.
—Estás aquí —le susurró él al oído.
—Estás aquí.
—Los dos estamos aquí.
Se rieron y siguieron besándose, comiendo cada pedacito de dulce torpeza por verse de nuevo.
Pero cuando _____________ menos lo esperaba, su risa se convirtió en un gimoteo. Ella buscaba la manera de decirle lo difícil que los últimos días habían sido para ella, sin nadie, medio dormida y atontada. Consciente de que todo había cambiado. Pero, ahora, en los brazos de Joe, ella no podía encontrar las palabras.
—Ya lo sé —dijo él—. Vamos a coger tu bolsa y a salir de aquí.
_____________ se volvió hacia el carrusel de equipaje y encontró a su vecino de pie enfrente de ella, con las correas de lona de su enorme bolsa en sus manos.
—Vi que se iba —dijo con una sonrisa forzada en su rostro, como si estuviera empeñado en demostrar que sus intenciones eran buenas—. Es tuya ¿no?
Antes de que _____________ tuviera tiempo de contestar, Joe socorrió al hombre cogiendo la pesada bolsa, con una sola mano.
—Gracias, hombre. Yo la llevaré a partir de aquí —dijo él con suficiente decisión como para poner fin a la conversación.
El chico vio cómo Joe deslizaba la otra mano por la cintura de _____________ y la conducía lejos.
Esta era la primera vez desde Espada y Cruz que _____________ había sido capaz de ver a Joe como el mundo lo hacía, su primera oportunidad para preguntarse si otras personas pondrían decir, con sólo mirar, que había algo extraordinario en él.
Después pasaron a través de las puertas corredizas de cristal y ella tomó su primer respiro verdadero de la Costa Oeste. El aire de principios de noviembre se sentía fresco, rápido y sano de alguna manera, no empapado y frío como el aire de Savannah esta tarde, cuando su avión había despegado. El cielo era de un azul vivo y brillante, no había nubes en el horizonte. Todo parecía nuevo, acuñado y limpio, incluso el apartamiento después de la fila de coches recién lavados. Una línea de montañas lo enmarcaba todo, de color marrón tostado con ralos puntos de árboles verdes y una colina ondulada.
Ella ya no estaba en Georgia.
—No puedo decir que esté sorprendido —bromeó Joe—. Te dejo salir de debajo de mis alas unos días y otro chico se abalanza sobre ti.
_____________ puso los ojos en blanco. —Vamos. Apenas hablamos. En realidad, me dormí durante todo el vuelo —ella le dio un codazo—. Soñando contigo.
Los labios fruncidos de Joe se convirtieron en una sonrisa y le dio un beso en la parte superior de la cabeza. Ella se detuvo con ganas de más, sin siquiera darse cuenta de que Joe se había detenido delante de un coche. Y no cualquier coche. Un Alfa Romeo negro.
La mandíbula de _____________ cayó cuando Joe abrió la puerta del pasajero. —Es… Esto —balbuceó ella—. Esto es… ¿Sabías que este es absolutamente el coche de mis sueños?
—Más que eso —Joe se echó a reír—. Este solía ser tu coche.
Se echó a reír cuando ella prácticamente saltó por sus palabras. Todavía estaba acostumbrándose a que la rencarnación fuera parte de su historia. Era tan injusto. Todo un coche que ella no podía recordar. Vidas completas que no podía recordar. Estaba desesperada por saber de ello, como si sus antiguos yo fueran hermanas de las que la habían separado al nacer.
Apoyó su mano en el parabrisas, en busca de una brizna de algo, un deja vu.
Fast Life'
Re: Torment {Joe & _______}
Me ha surgido un problema personal por eso no he subido y ahora tengo que hacer un viaje por el mismo asunto en el que no tendré acceso a Internet regreso hasta el 26, hasta entonces podre subir espero que comprendan.
Que tengo un buen día, Lesly.
Que tengo un buen día, Lesly.
Fast Life'
Re: Torment {Joe & _______}
AMO completamente esta nove!
tienes que seguirla por favor!
tengo que saber que sigue!
tienes que seguirla por favor!
tengo que saber que sigue!
fernanda
Re: Torment {Joe & _______}
OMG..un alfa romeo..yo kiero uno jejejjeje
joe e sun hermosito, esta tan enamorado de la rayis
ame el cap y su reencuentro
siguelapronto plisssssssssssss
joe e sun hermosito, esta tan enamorado de la rayis
ame el cap y su reencuentro
siguelapronto plisssssssssssss
Julieta♥
Re: Torment {Joe & _______}
aaawww!! nena me encanta la nove amo el amor de la rayita y joe el amor sale de la computadora que bonito cap y q reencuentro tan presioso soy nueva y fiel lectora nena me leei en un dia completo la primera parte y es encerio no dormi por leer time after time una palabra... perfecta... ame todo siguela porfavor
nataly jonas
Re: Torment {Joe & _______}
Capítulo Uno
(parte Dos)
Nada.
—Fue un regalo de tu Familia en tu quinceavo cumpleaños hace un par de vidas.—
Joe la miró de reojo, como si estuviera tratando de decidir cuánto hablar. Él sabía que tenía hambre de detalles, pero podría no ser capaz de tragarlos todos a la vez
—. Acabo de comprarlo a un hombre en Reno. Lo compró después de que tú, eh… Bueno, después de que…
Ardiera espontáneamente, pensó _________, llenándose de la amarga verdad de que Joe no se lo contaría. Eso era lo único de sus vidas pasadas: la final rara vez cambiaba.
Excepto que parecía que esta vez podría hacerlo. Esta vez ellos podían tomarse las manos, besarse, y… no sabía qué otra cosa podrían hacer. Pero se moría por descubrirlo.
Se sorprendió a sí misma. Deberían ser cuidadosos. Diecisiete años no eran suficientes y, en esta vida, _________ no quería quedarse esperando a ver cómo era realmente estar con Joe.
Aclaró su garganta y dio unas palmaditas al reluciente capó negro.
—Aún corre como un campeón. El único problema es…—
Dirigió su mirada al pequeño maletero del convertible, luego al bolso de lona de
_________, y de regreso al maletero.
Sí, _________ tenía un terrible hábito de sobre-equipaje, era la primera en admitirlo. Pero, por una vez, no era su culpa. Arriane y Gabbe habían empacado sus cosas del dormitorio de Espada y Cruz, cada una de aquellas prendas de ropa negra o no-negra que ella ni había tenido oportunidad de vestir.
Había estado demasiado ocupada despidiéndose de Joe, y de Penn, como para empacar. Dio un respingo, sintiéndose culpable por estar aquí, en California, con Joe, tan lejos de donde había dejado a su amiga enterrada. No le parecía justo. El Sr. Cole seguía asegurándole que la señorita Sophia sería tratada por lo que le había hecho a Penn, pero cuando _________ le había presionado para saber qué era exactamente lo que quería decir aquello, él tiró de su bigote y no dijo ninguna palabra más.
Joe echó un vistazo con recelo alrededor del aparcamiento y abrió el maletero, con el inmenso bolso de lona de _________ en la mano. Era imposible que cupiese, pero en ese momento un leve sonido de succión salió de la parte trasera del coche y el bolso de _________ comenzó a encogerse. Un momento después, Joe cerró rápidamente el maletero. _________ parpadeó.
—¡Hazlo otra vez!
Joe no reía. Parecía nervioso. Se deslizó en asiento del conductor y encendió el coche sin decir una palabra. Era una cosa nueva, extraña para _________: ver su rostro tan sereno en la superficie, sin embargo, lo conocía lo suficientemente bien como para sentir que había algo mucho más abajo.
—¿Qué ocurre?
—El Sr. Cole te advirtió sobre mantener un perfil bajo ¿Verdad? Ella asintió.
Joe retrocedió en el lugar, luego dio media vuelta para salir del aparcamiento, deslizando una tarjeta de crédito dentro de la máquina en camino a la salida.
—Eso fue estúpido. Debí haberlo pensado.—
—¿Cuál es el problema? —_________ metió su cabello oscuro detrás de sus orejas mientras el auto aceleraba
—. ¿Crees que vas a atraer la atención de Nick por meter un bolso en el maletero?
Joe tenía una mirada lejana en sus ojos y sacudió su cabeza. —No. No la de Nick.— Un momento después, el apretó la rodilla de ella
—. Olvida lo que he dicho. Yo sólo… es sólo que ambos debemos ser cuidadosos.—
_________ le oía, pero estaba demasiado abrumada para escucharlo con detenimiento. Le encantaba ver a Joe trabajando expertamente con la palanca de cambios a medida que tomaba la rampa hacia la autopista y se movía rápidamente a través del tráfico; le encantaba sentir el viento azotándola a través del coche mientras pasaban veloces hacia la imponente ciudad de San Francisco. Le encantaba, sobre todo, simplemente estar con Joe.
En San Francisco propiamente dicho, el camino se tornaba demasiado empinado.
Cada vez que alcanzaban una colina y comenzaban descender a toda velocidad otra, _________ captaba una visión diferente de la ciudad. Parecía antigua y nueva al mismo tiempo: los ventanales como espejos en los rascacielos se apostaban directamente contra los restaurantes y bares que parecían de un siglo de antigüedad. Coches diminutos alineados en las calles, estacionados en ángulos que desafiaban la gravedad. Perros y carriolas por todas partes. La chispa azul del agua por todo el borde de la ciudad. Y la primera visión del dulce rojo manzana del puente Golden Gate en la distancia.
Sus ojos revoloteaban de un lado a otro para mantenerse al día con todo lo que veía.
Y, aunque había pasado la mayor parte de los últimos días durmiendo, de repente sintió una oleada de agotamiento.
Joe estiró su brazo alrededor de ella y le guió la cabeza hacia su hombro.
—Un hecho poco conocido acerca de los ángeles: Somos almohadas excelentes.—
_________ rió, estirando su cuello para besar su mejilla.
—Probablemente no podría dormir — dijo, rozándole el cuello con su nariz.
En el Puente Golden Gate, una multitud de peatones, ciclistas expandiéndose, y corredores flanqueaban los coches. Abajo, a lo lejos, la bahía era brillante, salpicada de barcos de velas blancas y los primeros tonos de una puesta de sol.
—Hace días que no nos vemos. Quiero ponerme al día —dijo—. Dime lo que has estado haciendo. Cuéntamelo todo.—
Por un instante, creyó ver las manos de Joe estrecharse alrededor del volante.
—Si tu objetivo no es quedarte dormida —dijo, rompiendo en una sonrisa—, entonces realmente no debería ahondar en las minucias de la reunión de ocho horas de duración del Concilio de Ángeles en la que me quedé atrapado todo el día de ayer. Verás, el consejo se reunió para discutir una enmienda a la proposición 362B, que detalla el formulario aprobado para la participación de querubines en un circuito de tercera…
—Está bien, entendido —le dijo zarandeándolo. Joe estaba bromeando, pero era una extraña nueva forma de bromear. Estaba siendo realmente abierto con el hecho de ser un ángel, lo cual le encantaba, o al menos le encantaría, una vez que ella hubiese tenido tiempo de procesarlo. _________ aún se sentía como si su corazón y su cerebro estuvieran luchando por ponerse al día con los cambios en su vida. Pero estaban de nuevo juntos para siempre, así todo era infinitamente más fácil. No había nada que ocultar el uno del otro, nunca más. Tiró de su brazo.
—Al menos dime a dónde vamos.
Joe se estremeció, y _________ sintió un frío nudo extendiéndose en su garganta. Ella se movió para poner su mano sobre la de él, pero él la apartó para reducir la velocidad del coche.
—Una escuela en Fort Bragg llamada Shoreline. Las clases comienzan mañana.—
—¿Nos vamos a inscribir en otra escuela? —Preguntó—. ¿Por qué? —Sonaba tan permanente. Esto se suponía que iba a ser un viaje provisional. Sus padres ni siquiera sabían que ella había dejado el estado de Georgia.
—Te gustará Shoreline. Es muy progresista, mucho mejor que Espada y Cruz. Creo que podrás… desarrollarte allí. Y nada podrá dañarte. La escuela tiene una protección especial. Un escudo tipo… camuflaje.
—No lo entiendo. ¿Por qué necesito un escudo de protección? Pensé que venir aquí, lejos de la Señorita Sofía, era suficiente.
—No es sólo la Señorita Sofía —dijo Joe tranquilamente—. Hay otros.
—¿Quiénes? Puedes protegerme de Nick, o Molly, o quien sea. —_________ se rió, pero el sentimiento frío en su pecho se extendió a su estómago.
—No son Nick o Molly, tampoco. _________, no puedo hablarte de ello.
—¿Conoceremos a alguien más allí? ¿Algunos otros ángeles?
—Hay algunos ángeles allí. Ninguno que conozcas, pero estoy segura que lo harás.
Hay una cosa más. —Su voz era plana mientras miraba fijamente hacia adelante
—. No estaré inscripto. —Sus ojos no se desviaron de la carretera—. Sólo tú. Es sólo por poco tiempo.
—¿Cuán poco?
(parte Dos)
Dieciocho días
Nada.
—Fue un regalo de tu Familia en tu quinceavo cumpleaños hace un par de vidas.—
Joe la miró de reojo, como si estuviera tratando de decidir cuánto hablar. Él sabía que tenía hambre de detalles, pero podría no ser capaz de tragarlos todos a la vez
—. Acabo de comprarlo a un hombre en Reno. Lo compró después de que tú, eh… Bueno, después de que…
Ardiera espontáneamente, pensó _________, llenándose de la amarga verdad de que Joe no se lo contaría. Eso era lo único de sus vidas pasadas: la final rara vez cambiaba.
Excepto que parecía que esta vez podría hacerlo. Esta vez ellos podían tomarse las manos, besarse, y… no sabía qué otra cosa podrían hacer. Pero se moría por descubrirlo.
Se sorprendió a sí misma. Deberían ser cuidadosos. Diecisiete años no eran suficientes y, en esta vida, _________ no quería quedarse esperando a ver cómo era realmente estar con Joe.
Aclaró su garganta y dio unas palmaditas al reluciente capó negro.
—Aún corre como un campeón. El único problema es…—
Dirigió su mirada al pequeño maletero del convertible, luego al bolso de lona de
_________, y de regreso al maletero.
Sí, _________ tenía un terrible hábito de sobre-equipaje, era la primera en admitirlo. Pero, por una vez, no era su culpa. Arriane y Gabbe habían empacado sus cosas del dormitorio de Espada y Cruz, cada una de aquellas prendas de ropa negra o no-negra que ella ni había tenido oportunidad de vestir.
Había estado demasiado ocupada despidiéndose de Joe, y de Penn, como para empacar. Dio un respingo, sintiéndose culpable por estar aquí, en California, con Joe, tan lejos de donde había dejado a su amiga enterrada. No le parecía justo. El Sr. Cole seguía asegurándole que la señorita Sophia sería tratada por lo que le había hecho a Penn, pero cuando _________ le había presionado para saber qué era exactamente lo que quería decir aquello, él tiró de su bigote y no dijo ninguna palabra más.
Joe echó un vistazo con recelo alrededor del aparcamiento y abrió el maletero, con el inmenso bolso de lona de _________ en la mano. Era imposible que cupiese, pero en ese momento un leve sonido de succión salió de la parte trasera del coche y el bolso de _________ comenzó a encogerse. Un momento después, Joe cerró rápidamente el maletero. _________ parpadeó.
—¡Hazlo otra vez!
Joe no reía. Parecía nervioso. Se deslizó en asiento del conductor y encendió el coche sin decir una palabra. Era una cosa nueva, extraña para _________: ver su rostro tan sereno en la superficie, sin embargo, lo conocía lo suficientemente bien como para sentir que había algo mucho más abajo.
—¿Qué ocurre?
—El Sr. Cole te advirtió sobre mantener un perfil bajo ¿Verdad? Ella asintió.
Joe retrocedió en el lugar, luego dio media vuelta para salir del aparcamiento, deslizando una tarjeta de crédito dentro de la máquina en camino a la salida.
—Eso fue estúpido. Debí haberlo pensado.—
—¿Cuál es el problema? —_________ metió su cabello oscuro detrás de sus orejas mientras el auto aceleraba
—. ¿Crees que vas a atraer la atención de Nick por meter un bolso en el maletero?
Joe tenía una mirada lejana en sus ojos y sacudió su cabeza. —No. No la de Nick.— Un momento después, el apretó la rodilla de ella
—. Olvida lo que he dicho. Yo sólo… es sólo que ambos debemos ser cuidadosos.—
_________ le oía, pero estaba demasiado abrumada para escucharlo con detenimiento. Le encantaba ver a Joe trabajando expertamente con la palanca de cambios a medida que tomaba la rampa hacia la autopista y se movía rápidamente a través del tráfico; le encantaba sentir el viento azotándola a través del coche mientras pasaban veloces hacia la imponente ciudad de San Francisco. Le encantaba, sobre todo, simplemente estar con Joe.
En San Francisco propiamente dicho, el camino se tornaba demasiado empinado.
Cada vez que alcanzaban una colina y comenzaban descender a toda velocidad otra, _________ captaba una visión diferente de la ciudad. Parecía antigua y nueva al mismo tiempo: los ventanales como espejos en los rascacielos se apostaban directamente contra los restaurantes y bares que parecían de un siglo de antigüedad. Coches diminutos alineados en las calles, estacionados en ángulos que desafiaban la gravedad. Perros y carriolas por todas partes. La chispa azul del agua por todo el borde de la ciudad. Y la primera visión del dulce rojo manzana del puente Golden Gate en la distancia.
Sus ojos revoloteaban de un lado a otro para mantenerse al día con todo lo que veía.
Y, aunque había pasado la mayor parte de los últimos días durmiendo, de repente sintió una oleada de agotamiento.
Joe estiró su brazo alrededor de ella y le guió la cabeza hacia su hombro.
—Un hecho poco conocido acerca de los ángeles: Somos almohadas excelentes.—
_________ rió, estirando su cuello para besar su mejilla.
—Probablemente no podría dormir — dijo, rozándole el cuello con su nariz.
En el Puente Golden Gate, una multitud de peatones, ciclistas expandiéndose, y corredores flanqueaban los coches. Abajo, a lo lejos, la bahía era brillante, salpicada de barcos de velas blancas y los primeros tonos de una puesta de sol.
—Hace días que no nos vemos. Quiero ponerme al día —dijo—. Dime lo que has estado haciendo. Cuéntamelo todo.—
Por un instante, creyó ver las manos de Joe estrecharse alrededor del volante.
—Si tu objetivo no es quedarte dormida —dijo, rompiendo en una sonrisa—, entonces realmente no debería ahondar en las minucias de la reunión de ocho horas de duración del Concilio de Ángeles en la que me quedé atrapado todo el día de ayer. Verás, el consejo se reunió para discutir una enmienda a la proposición 362B, que detalla el formulario aprobado para la participación de querubines en un circuito de tercera…
—Está bien, entendido —le dijo zarandeándolo. Joe estaba bromeando, pero era una extraña nueva forma de bromear. Estaba siendo realmente abierto con el hecho de ser un ángel, lo cual le encantaba, o al menos le encantaría, una vez que ella hubiese tenido tiempo de procesarlo. _________ aún se sentía como si su corazón y su cerebro estuvieran luchando por ponerse al día con los cambios en su vida. Pero estaban de nuevo juntos para siempre, así todo era infinitamente más fácil. No había nada que ocultar el uno del otro, nunca más. Tiró de su brazo.
—Al menos dime a dónde vamos.
Joe se estremeció, y _________ sintió un frío nudo extendiéndose en su garganta. Ella se movió para poner su mano sobre la de él, pero él la apartó para reducir la velocidad del coche.
—Una escuela en Fort Bragg llamada Shoreline. Las clases comienzan mañana.—
—¿Nos vamos a inscribir en otra escuela? —Preguntó—. ¿Por qué? —Sonaba tan permanente. Esto se suponía que iba a ser un viaje provisional. Sus padres ni siquiera sabían que ella había dejado el estado de Georgia.
—Te gustará Shoreline. Es muy progresista, mucho mejor que Espada y Cruz. Creo que podrás… desarrollarte allí. Y nada podrá dañarte. La escuela tiene una protección especial. Un escudo tipo… camuflaje.
—No lo entiendo. ¿Por qué necesito un escudo de protección? Pensé que venir aquí, lejos de la Señorita Sofía, era suficiente.
—No es sólo la Señorita Sofía —dijo Joe tranquilamente—. Hay otros.
—¿Quiénes? Puedes protegerme de Nick, o Molly, o quien sea. —_________ se rió, pero el sentimiento frío en su pecho se extendió a su estómago.
—No son Nick o Molly, tampoco. _________, no puedo hablarte de ello.
—¿Conoceremos a alguien más allí? ¿Algunos otros ángeles?
—Hay algunos ángeles allí. Ninguno que conozcas, pero estoy segura que lo harás.
Hay una cosa más. —Su voz era plana mientras miraba fijamente hacia adelante
—. No estaré inscripto. —Sus ojos no se desviaron de la carretera—. Sólo tú. Es sólo por poco tiempo.
—¿Cuán poco?
Fast Life'
Re: Torment {Joe & _______}
:o
pobrecito d emi joe todo angustiadito por que no le puede decir a la rayis las cosas..pero no e spor odioso el la adora se nota
siguela pronto por favorrrrrrrrr
perdon por perderme tanto tiempo pero la universidad me esta consumiendo :(, pero aunque me demore puedes estar segura q siempr eme pondre al dia amo esta nove :D
pobrecito d emi joe todo angustiadito por que no le puede decir a la rayis las cosas..pero no e spor odioso el la adora se nota
siguela pronto por favorrrrrrrrr
perdon por perderme tanto tiempo pero la universidad me esta consumiendo :(, pero aunque me demore puedes estar segura q siempr eme pondre al dia amo esta nove :D
Julieta♥
Re: Torment {Joe & _______}
Julieta escribió::o
pobrecito d emi joe todo angustiadito por que no le puede decir a la rayis las cosas..pero no e spor odioso el la adora se nota
siguela pronto por favorrrrrrrrr
perdon por perderme tanto tiempo pero la universidad me esta consumiendo :(, pero aunque me demore puedes estar segura q siempr eme pondre al dia amo esta nove :D
Tranquila yo también aveces estoy muy ocupada por la escuela y es que voy en preparatoria
Fast Life'
Re: Torment {Joe & _______}
nataly jonas escribió:aaawww!! nena me encanta la nove amo el amor de la rayita y joe el amor sale de la computadora que bonito cap y q reencuentro tan presioso soy nueva y fiel lectora nena me leei en un dia completo la primera parte y es encerio no dormi por leer time after time una palabra... perfecta... ame todo siguela porfavor
Si aveces yo también no duermo por leer Ha Bienvenida ;D
Fast Life'
Re: Torment {Joe & _______}
Capítulo Uno
(parte Tres)
—Unas pocas… semanas.
Siendo ____________ la que estuviera detrás del volante, en ese momento ella habría frenado de repente.
—¿Unas pocas semanas?
—Si pudiera estar contigo, lo haría. —La voz de Joe era tan plana, tan calmada, que hacía que ____________ estuviera más molesta—.Viste lo que recientemente pasó con la bolsa y la maletera. Ese fue como mi disparo de bengala hacia el cielo para dejar saber dónde estamos. Para alertar a cualquiera que esté buscándome a mí, y cuando digo a mí, me refiero a ti. Soy muy fácil de encontrar, muy fácil de localizar. ¿Y eso con la bolsa? No es nada comparado con las cosas que hago cada día para llamar la atención de… —Él sacudió la cabeza bruscamente—. No te pondré en peligro, ____________, no lo haré.
—Entonces no lo hagas.
La cara de Joe lucía adolorida. —Es complicado.
—Y déjame adivinar: No puedes explicarlo.
—Ojala pudiera.
____________ se llevó las rodillas a su pecho, apartándose de él, y se recostó contra la puerta del lado del pasajero, sintiendo una especie de claustrofobia bajo el gran cielo azul de California.
Por media hora, los dos estuvieron en silencio. Se adentraban y salían de los parches de neblina, subiendo y bajando por el rocoso y árido terreno. Pasaron señales de Sonoma, y en cuanto el coche cruzó los frondosos viñedos verdes, Joe habló.
—Faltan tres horas más para Fort Bragg. ¿Vas a estar molesta conmigo todo ese tiempo?
____________ lo ignoró. Pensó y se negó a darle voz a cientos de preguntas, frustraciones, acusaciones y, ultimadamente, disculpas por actuar como una niña mimada.
En el desvío para Anderson Valley, Joe cruzó al oeste y trató de tomar su mano.
—¿Tal vez me perdonarías a tiempo para disfrutar nuestros últimos minutos juntos?
Ella quería hacerlo. Ella realmente no quería pelear con Joe ahora. Pero la fresca mención de que había una cosa como “pocos minutos juntos”, él dejándola sola por razones que ella no podía entender y que él se negaba a explicar, hizo a ____________ ponerse nerviosa, luego aterrorizada, luego frustrada, una y otra vez.
En el mar agitado que con llevaba un nuevo estado, una nueva escuela, nuevos peligros en donde fuera, Joe era la única roca que tenía para aferrarse. ¿Y él estaba a punto de dejarla? ¿No había pasado suficiente? ¿No habían pasado los dos por suficiente?
No fue hasta que pasaron por unas secoyas y salieron a una estrellada noche azul ultramar que Joe dijo algo que la desmoronó. Acababan de pasar una señal que decía BIENVENIDOS A MENDOCINO, y ____________ estaba viendo al oeste. Una luna llena brillaba sobre un grupo de edificios: un faro, torres de agua y filas de casas de madera vieja bien conservadas. En algún lugar más allá de todo eso había un océano que ella podía escuchar pero no ver.
Joe señaló al sureste, en la oscuridad, un denso bosque de secoyas y árboles de arce.
—¿Ves el remolque estacionado adelante?
Ella no lo habría hecho si él no lo hubiese señalado, pero ahora ____________ entrecerró los ojos para ver un estrecho camino donde un cartel de madera con cal endurecida decía en letras blanqueadas CASAS RODANTES MENDOCINO.
—Solías vivir aquí.
—¿Qué? ____________ contuvo el aliento tan rápido que empezó a toser. El estacionamiento lucía tan triste y solo, una embotada línea de cajas cortadas a la misma medida se disponía en un barato camino de gravilla.
—Eso es horrible.
—Viviste aquí antes de que fuera un estacionamiento de remolques —dijo Joe, apartando el coche a un lado del camino—. Antes había casas rodantes. Tu padre en ese tiempo trajo a tu familia de Illinois durante la fiebre del oro. —Parecía mirar hacia adentro en alguna parte, y tristemente sacudió su cabeza—. Solía ser un lugar agradable.
____________ vio a un hombre calvo con barriga arrastrando a un perro naranja sarnoso con una correa. El hombre estaba usando una camiseta blanca y unos boxers de lana.
____________ no se veía allí de ningún modo.
Sin embargo, era muy claro para Joe.
—Tenían una cabina de dos cuartos, y tu madre era una terrible cocinera, así que todo el lugar olía a repollo. Tenían esas cortinas a cuadros azules que yo solía abrir de manera para subir por tu ventana en las noches después de que tus padres estuvieran dormidos.
El carro estaba estacionado. ____________ cerró sus ojos y trató de luchar contra sus estúpidas lágrimas. Escuchar la historia de ellos la hizo sentir posible e imposible.
Escucharla también la hizo sentir extremadamente culpable.
Se había unido con ella durante tanto tiempo, a lo largo de tantas vidas. Había olvidado lo bien que él la conocía. Más de lo que se conocía a si misma. ¿Sabría Joe lo que estaba pensando ahora? ____________ se preguntó si, de alguna manera, sería más fácil ser ella y nunca recordar a Joe, lo que era para él pasar esto una y otra vez.
Si él decía que tenía que irse por unas pocas semanas y no explicarle el por qué… ella tenía que confiar en él.
—¿Cómo fue la primera vez que me conociste? —preguntó ella.
Joe sonrió. —Cortaba leña a cambio de comida en ese entonces. Una noche cerca de la hora de cenar, estaba caminando por tu casa. Tu madre cocinaba el repollo, y olía tan mal que casi me salto tu casa. Pero luego te vi en la ventana. Estabas cociendo. No podía apartar mis ojos de tus manos.
____________ miró sus manos, sus pálidos, afilados dedos y sus pequeñas y cuadradas palmas. Se preguntó si siempre habían lucido igual. Joe las alcanzó a través del panel de mandos.
—Son tan suaves como lo eran entonces.
____________ agitó su cabeza. Ella amaba la historia, quería escucharla mil veces más, pero no era lo que había querido decir.
—Quiero saber sobre la primera vez que me conociste — dijo—. La primera vez verdadera. ¿Cómo fue?
Luego de una larga pausa, finalmente dijo: —Se está haciendo tarde. Ellos te esperan en Shoreline antes de la medianoche.
Pisó el acelerador, tomando hacia la izquierda al centro de Mendocino. En el retrovisor, ____________ vio el estacionamiento de casas rodantes volverse más pequeño, oscuro, hasta que desapareció completamente. Pero luego, unos segundos después, Joe estacionó el coche en frente de un restaurante 24 horas, vacío, con paredes amarillas y ventanas que llegaban del techo al suelo.
El bloque estaba lleno de edificios extravagantes y pintorescos que recordaban a
____________ una versión menos congestionada de la costa de Nueva Inglaterra cerca de su vieja escuela de New Hampshire, Dover. La calle estaba pavimentada con adoquines desiguales que brillaban a la luz amarilla de las farolas a lo alto. En su extremo, el camino parecía caer directamente al mar. Un súbito frío la cubrió. Tuvo que pasar por alto su reflexivo miedo a la oscuridad. Joe le explicó acerca de las sombras, que no había nada que temer de ellas, que eran simplemente mensajeros. Que debería haber sido tranquilizante, a excepción de lo difícil que era ignorar el hecho que había cosas más grandes a las que temer.
—¿Por qué no me lo dirás? —Ella no pudo evitarlo. No sabía por qué sentía que era tan importante preguntarle. Si ella iba a confiar en Joe cuando él le dijo que tenía que abandonarla después de su anhelo de toda la vida para esta reunión, bueno, quizás ella sólo quería entender el origen de esa confianza. Saber cuándo y cómo comenzó.
—¿Sabes lo que mi apellido significa? —dijo, sorprendiéndola.
____________ se mordió el labio, tratando de recordar la investigación que Penn y ella hicieron. —Recuerdo a la Señorita Sofía diciendo algo acerca de los Vigilantes. Pero no sé lo que significa, o si se supone que debería de creer en ella. Sus dedos fueron hasta su cuello, al lugar donde había estado el cuchillo de la Señorita Sofía.
—Ella tenía la razón. Los Jonas’s son un clan. Son un clan nombrado en pos de mí, en realidad. Porque ellos observaban y aprendían de lo que pasaba cuando… cuando yo todavía era bienvenido en el Cielo. Y en el tiempo cuando tú eras... bueno, todo esto sucedió mucho tiempo atrás, ____________. Es difícil para mí recordar la mayor parte de ello.
—¿Donde? ¿Dónde estaba yo? —presionó ella—. Recuerdo a la señorita Sofía diciendo algo acerca de los Jonas’s relacionándose con mujeres mortales. ¿Es eso lo que pasó? ¿Tú…?
Él la miró. Algo cambió en su rostro, y en la luz de la luna oscura, ____________ no podía decir lo que significaba. Era casi como si estuviera aliviado de que ella lo hubiera imaginado, así que no tenía que ser el que lo explicara.
(parte Tres)
Dieciocho días
—Unas pocas… semanas.
Siendo ____________ la que estuviera detrás del volante, en ese momento ella habría frenado de repente.
—¿Unas pocas semanas?
—Si pudiera estar contigo, lo haría. —La voz de Joe era tan plana, tan calmada, que hacía que ____________ estuviera más molesta—.Viste lo que recientemente pasó con la bolsa y la maletera. Ese fue como mi disparo de bengala hacia el cielo para dejar saber dónde estamos. Para alertar a cualquiera que esté buscándome a mí, y cuando digo a mí, me refiero a ti. Soy muy fácil de encontrar, muy fácil de localizar. ¿Y eso con la bolsa? No es nada comparado con las cosas que hago cada día para llamar la atención de… —Él sacudió la cabeza bruscamente—. No te pondré en peligro, ____________, no lo haré.
—Entonces no lo hagas.
La cara de Joe lucía adolorida. —Es complicado.
—Y déjame adivinar: No puedes explicarlo.
—Ojala pudiera.
____________ se llevó las rodillas a su pecho, apartándose de él, y se recostó contra la puerta del lado del pasajero, sintiendo una especie de claustrofobia bajo el gran cielo azul de California.
Por media hora, los dos estuvieron en silencio. Se adentraban y salían de los parches de neblina, subiendo y bajando por el rocoso y árido terreno. Pasaron señales de Sonoma, y en cuanto el coche cruzó los frondosos viñedos verdes, Joe habló.
—Faltan tres horas más para Fort Bragg. ¿Vas a estar molesta conmigo todo ese tiempo?
____________ lo ignoró. Pensó y se negó a darle voz a cientos de preguntas, frustraciones, acusaciones y, ultimadamente, disculpas por actuar como una niña mimada.
En el desvío para Anderson Valley, Joe cruzó al oeste y trató de tomar su mano.
—¿Tal vez me perdonarías a tiempo para disfrutar nuestros últimos minutos juntos?
Ella quería hacerlo. Ella realmente no quería pelear con Joe ahora. Pero la fresca mención de que había una cosa como “pocos minutos juntos”, él dejándola sola por razones que ella no podía entender y que él se negaba a explicar, hizo a ____________ ponerse nerviosa, luego aterrorizada, luego frustrada, una y otra vez.
En el mar agitado que con llevaba un nuevo estado, una nueva escuela, nuevos peligros en donde fuera, Joe era la única roca que tenía para aferrarse. ¿Y él estaba a punto de dejarla? ¿No había pasado suficiente? ¿No habían pasado los dos por suficiente?
No fue hasta que pasaron por unas secoyas y salieron a una estrellada noche azul ultramar que Joe dijo algo que la desmoronó. Acababan de pasar una señal que decía BIENVENIDOS A MENDOCINO, y ____________ estaba viendo al oeste. Una luna llena brillaba sobre un grupo de edificios: un faro, torres de agua y filas de casas de madera vieja bien conservadas. En algún lugar más allá de todo eso había un océano que ella podía escuchar pero no ver.
Joe señaló al sureste, en la oscuridad, un denso bosque de secoyas y árboles de arce.
—¿Ves el remolque estacionado adelante?
Ella no lo habría hecho si él no lo hubiese señalado, pero ahora ____________ entrecerró los ojos para ver un estrecho camino donde un cartel de madera con cal endurecida decía en letras blanqueadas CASAS RODANTES MENDOCINO.
—Solías vivir aquí.
—¿Qué? ____________ contuvo el aliento tan rápido que empezó a toser. El estacionamiento lucía tan triste y solo, una embotada línea de cajas cortadas a la misma medida se disponía en un barato camino de gravilla.
—Eso es horrible.
—Viviste aquí antes de que fuera un estacionamiento de remolques —dijo Joe, apartando el coche a un lado del camino—. Antes había casas rodantes. Tu padre en ese tiempo trajo a tu familia de Illinois durante la fiebre del oro. —Parecía mirar hacia adentro en alguna parte, y tristemente sacudió su cabeza—. Solía ser un lugar agradable.
____________ vio a un hombre calvo con barriga arrastrando a un perro naranja sarnoso con una correa. El hombre estaba usando una camiseta blanca y unos boxers de lana.
____________ no se veía allí de ningún modo.
Sin embargo, era muy claro para Joe.
—Tenían una cabina de dos cuartos, y tu madre era una terrible cocinera, así que todo el lugar olía a repollo. Tenían esas cortinas a cuadros azules que yo solía abrir de manera para subir por tu ventana en las noches después de que tus padres estuvieran dormidos.
El carro estaba estacionado. ____________ cerró sus ojos y trató de luchar contra sus estúpidas lágrimas. Escuchar la historia de ellos la hizo sentir posible e imposible.
Escucharla también la hizo sentir extremadamente culpable.
Se había unido con ella durante tanto tiempo, a lo largo de tantas vidas. Había olvidado lo bien que él la conocía. Más de lo que se conocía a si misma. ¿Sabría Joe lo que estaba pensando ahora? ____________ se preguntó si, de alguna manera, sería más fácil ser ella y nunca recordar a Joe, lo que era para él pasar esto una y otra vez.
Si él decía que tenía que irse por unas pocas semanas y no explicarle el por qué… ella tenía que confiar en él.
—¿Cómo fue la primera vez que me conociste? —preguntó ella.
Joe sonrió. —Cortaba leña a cambio de comida en ese entonces. Una noche cerca de la hora de cenar, estaba caminando por tu casa. Tu madre cocinaba el repollo, y olía tan mal que casi me salto tu casa. Pero luego te vi en la ventana. Estabas cociendo. No podía apartar mis ojos de tus manos.
____________ miró sus manos, sus pálidos, afilados dedos y sus pequeñas y cuadradas palmas. Se preguntó si siempre habían lucido igual. Joe las alcanzó a través del panel de mandos.
—Son tan suaves como lo eran entonces.
____________ agitó su cabeza. Ella amaba la historia, quería escucharla mil veces más, pero no era lo que había querido decir.
—Quiero saber sobre la primera vez que me conociste — dijo—. La primera vez verdadera. ¿Cómo fue?
Luego de una larga pausa, finalmente dijo: —Se está haciendo tarde. Ellos te esperan en Shoreline antes de la medianoche.
Pisó el acelerador, tomando hacia la izquierda al centro de Mendocino. En el retrovisor, ____________ vio el estacionamiento de casas rodantes volverse más pequeño, oscuro, hasta que desapareció completamente. Pero luego, unos segundos después, Joe estacionó el coche en frente de un restaurante 24 horas, vacío, con paredes amarillas y ventanas que llegaban del techo al suelo.
El bloque estaba lleno de edificios extravagantes y pintorescos que recordaban a
____________ una versión menos congestionada de la costa de Nueva Inglaterra cerca de su vieja escuela de New Hampshire, Dover. La calle estaba pavimentada con adoquines desiguales que brillaban a la luz amarilla de las farolas a lo alto. En su extremo, el camino parecía caer directamente al mar. Un súbito frío la cubrió. Tuvo que pasar por alto su reflexivo miedo a la oscuridad. Joe le explicó acerca de las sombras, que no había nada que temer de ellas, que eran simplemente mensajeros. Que debería haber sido tranquilizante, a excepción de lo difícil que era ignorar el hecho que había cosas más grandes a las que temer.
—¿Por qué no me lo dirás? —Ella no pudo evitarlo. No sabía por qué sentía que era tan importante preguntarle. Si ella iba a confiar en Joe cuando él le dijo que tenía que abandonarla después de su anhelo de toda la vida para esta reunión, bueno, quizás ella sólo quería entender el origen de esa confianza. Saber cuándo y cómo comenzó.
—¿Sabes lo que mi apellido significa? —dijo, sorprendiéndola.
____________ se mordió el labio, tratando de recordar la investigación que Penn y ella hicieron. —Recuerdo a la Señorita Sofía diciendo algo acerca de los Vigilantes. Pero no sé lo que significa, o si se supone que debería de creer en ella. Sus dedos fueron hasta su cuello, al lugar donde había estado el cuchillo de la Señorita Sofía.
—Ella tenía la razón. Los Jonas’s son un clan. Son un clan nombrado en pos de mí, en realidad. Porque ellos observaban y aprendían de lo que pasaba cuando… cuando yo todavía era bienvenido en el Cielo. Y en el tiempo cuando tú eras... bueno, todo esto sucedió mucho tiempo atrás, ____________. Es difícil para mí recordar la mayor parte de ello.
—¿Donde? ¿Dónde estaba yo? —presionó ella—. Recuerdo a la señorita Sofía diciendo algo acerca de los Jonas’s relacionándose con mujeres mortales. ¿Es eso lo que pasó? ¿Tú…?
Él la miró. Algo cambió en su rostro, y en la luz de la luna oscura, ____________ no podía decir lo que significaba. Era casi como si estuviera aliviado de que ella lo hubiera imaginado, así que no tenía que ser el que lo explicara.
Fast Life'
Re: Torment {Joe & _______}
pobrecito joe..me duele mucho qu eel no pueda decirle nada y sea ella la que tiene que adivinar
y la rayis e suna tonta por enfadarse con el el la aodra y todo lo que hace es por el bien de ella y ella lo presiona..asi somos las mujeres de intensas jejejje
siguela pronto!!!!!!!!
y la rayis e suna tonta por enfadarse con el el la aodra y todo lo que hace es por el bien de ella y ella lo presiona..asi somos las mujeres de intensas jejejje
siguela pronto!!!!!!!!
Julieta♥
Re: Torment {Joe & _______}
Capítulo Uno
(parte Cuatro)
—La primera vez que te vi —Joe continuó—, no había diferencia de las otras veces que te vi desde entonces. El mundo era nuevo, pero tú siempre eras igual. Fue…
—Amor a primera vista. —Esa parte ella la sabía.
Él asintió. —Simplemente, como siempre. La única diferencia fue, al principio, que estabas fuera de mis límites. Estaba siendo castigado, y me enamoré de ti en el peor de los momentos. Las cosas estaban muy violentas en el cielo. Por lo que… soy… esperaba poder mantenerme alejado de ti. Eras una distracción. El foco estaba supuestamente en ganar la guerra. Es la misma guerra que todavía sigue. —Suspiró—. Y, por si no lo has notado, todavía estoy muy distraído.
—Así que eras un ángel de rango superior —murmuró ______________.
—Cierto. —Joe lucía miserable, haciendo una pausa, y luego, cuando volvió a hablar, mordiendo las palabras—: Fue una caída de una de las más altas perchas.
Por supuesto. Joe tenía que ser importante en el Cielo para causar una ruptura tan importante. Para que su amor hacia una chica mortal estuviera tan fuera de los límites.
—¿Renunciaste a todo? ¿Por mí?
Él tocó su frente con la de ella. —No cambiaría nada.
—Pero yo era nada —dijo ______________. Ella se sintió pesada, como si fuese arrastrada.
Arrastrándolo a él—. ¡Has dado demasiado! —Se sintió enferma del estómago—. Y ahora estas maldito para siempre.
Apagando el carro, Joe le dio una triste sonrisa. —Tal vez no sea para siempre.
—¿A qué te refieres?
—Vamos —dijo, saltando del carro y yendo a abrir su puerta—. Vamos a dar un paseo.
Se encaminó al final de la calle, que no era un callejón sin salida después de todo, pero daba lugar a un acantilado empinado que continuaba hacia el agua. El aire era fresco y húmedo con el rocío del mar. Justo a unos pasos a la izquierda, había un sendero. Joe tomó su mano y se movió a la orilla del acantilado.
—¿A dónde vamos? —preguntó ______________.
Joe le sonrió, enderezando sus hombros, y desplegó sus alas. Lentamente, se extendieron hacia arriba y por fuera de sus hombros, desplegando con una serie casi inaudible de suaves chasquidos y crujidos. Completamente flexionadas, hicieron un suave sonido, como un edredón de plumas colocándose sobre una cama. Por primera vez, ______________ notó que en la parte de atrás de la franela de Joe había dos pequeñas, de algún modo invisibles, ranuras, que se separaban ahora para que sus alas se deslizaran a través de ellas. ¿Toda la ropa de Joe tenía estas angelicales alteraciones? ¿O tenía ciertas cosas especiales que él usaba cuándo sabía que planeaba volar?
De cualquier manera, sus alas nunca fallaban en dejar a ______________ sin palabras.
Eran enormes, elevándose tres veces más altas que Joe, curvadas hacia el cielo y hacia los lados como amplias velas blancas. Su amplia extensión captaba la luz de las estrellas y la reflejaba con más intensidad, de modo que resplandecía con un brillo iridiscente. Cerca de su cuerpo se oscurecían, una sombra de un color crema como la rica tierra, donde se reunían con los músculos de sus hombros. Pero a lo largo de sus bordes afilados, crecían delgadas y brillantes, volviéndose casi transparentes en las puntas.
______________ las miraba, absorta, tratando de recordar la línea de cada gloriosa pluma, para mantener todo aquello dentro de ella cuando él se fuese. Él relucía tan resplandeciente que
el sol podría haber tomado luz de él. La risa de sus ojos violeta le decía cuán bien él se sentía por dejar en libertad sus alas. Tan bien como ______________ se sentía cuando estaba envuelta en ellas.
—Vuela conmigo —le susurró.
—¿Qué?
—No voy a verte por un tiempo. Tengo que darte algo para que me recuerdes.
______________ lo besó antes de que él pudiera decir nada más, enlazando sus dedos alrededor de su cuello, apretándolo tan fuertemente como podía, con la esperanza de darle algo para que la recordara, también.
Con la espalda de ella recostada contra su pecho, y la cabeza sobre su hombro, Joe trazó una línea de besos que bajaban por su cuello. Ella contuvo su aliento, esperando.
Entonces él dobló sus piernas y con gracia se abalanzó hacia el borde del acantilado.
Estaban volando.
Lejos de la rocosa plataforma de la línea costera, sobre las plateadas olas chocando más abajo, formaban arcos en el cielo, como si estuvieran remontándose a la luna. El abrazo de Joe la escudaba de cada agitada ráfaga de viento, de cada roce del frío océano. La noche estaba completamente quieta. Como si fueran las únicas dos personas que quedaran en el mundo.
—Esto es el Cielo, ¿no? —le preguntó.
Joe rió. —Desearía que lo fuera. Tal vez un día no muy lejano.
Cuando habían volado lo suficientemente lejos para que no pudiese verse la tierra ni nada alrededor de ellos, Joe viró delicadamente hacia el norte, y se abalanzaron sobre una amplio arco pasando la ciudad de Mendocino, que brillaba en todo su esplendor en el horizonte. Estaban muy por encima del edificio más alto de la ciudad y moviéndose increíblemente rápido. Sin embargo, ______________ nunca se había sentido más segura o más enamorada en su vida.
Y luego, todo fue demasiado rápido, estaban descendiendo, acercándose gradualmente a un borde diferente del acantilado. El sonido del océano se hizo más fuerte de nuevo. Un oscuro camino bifurcaba a la carretera principal. Cuando sus pies tocaron ligeramente abajo en un trozo fresco de la hierba espesa,
______________ suspiró. —¿Dónde estamos? —preguntó, aunque por supuesto ya lo sabía.
La escuela Shoreline. Podría ver una enorme edificación en la distancia, pero desde aquí parecía completamente oscura, simplemente una figura en el horizonte. Joe la mantuvo presionada contra él, como si estuvieran aún en el aire. Ella estiró su cabeza para ver su expresión. Los ojos de Joe estaban húmedos.
—Aquellos quienes me maldijeron están aún observando, ______________. Lo han estado haciendo durante milenios. Y no quieren que estemos juntos. Harán cualquier cosa que puedan para detenernos. Es por eso no es seguro para mí permanecer aquí.
Asintió, los ojos le picaban. —Pero, ¿por qué estoy yo aquí?
—Porque haré cualquier cosa que esté a mi alcance para mantenerte a salvo, y este ahora es el mejor lugar para ti. Te amo, ______________. Más que a cualquier cosa. Volveré contigo tan pronto como pueda.
Quiso protestar, pero se contuvo. Él lo había dado todo por ella.
Cuando la liberó de su abrazo, abrió la palma de su mano y una pequeña figura roja dentro de ella comenzó a crecer. Su bolso de lona. Lo había tomado de la parte de atrás del auto sin que ella siquiera lo notara, cargándolo todo el camino dentro de su mano. En sólo pocos segundos, se había expandido completamente, de regreso a su tamaño original. Si no hubiera estado tan destrozada por lo que significaba que él se la entregara, a ______________ le hubiera encantado el truco.
Una sola luz se encendió en el interior del edificio. Una silueta apareció en la puerta.
—No es por mucho tiempo. Tan pronto como las cosas estén más seguras, vendré por ti.
Su mano caliente le apretó la muñeca y, antes de que se diera cuenta, ______________ se vio envuelta en su abrazo, atraída por sus labios. Dejó que todo lo demás se disipara, permitiendo a su corazón desbordarse.
Tal vez ella no podía recordar sus vidas anteriores, pero cuando Joe la besaba, ella se sentía cerca del pasado. Y del futuro.
La figura en el camino de la entrada estaba caminando hacia ella, una mujer vestida con un corto vestido blanco.
El beso que ______________ había compartido con Joe era demasiado dulce para ser tan breve, y la dejó tan sin aliento como lo hacían siempre los besos entre ellos.
—No te vayas —susurró, con sus ojos cerrados.
Todo estaba pasando muy rápido. No podía dejar ir a Joe. No aún. Ni siquiera creía que pudiera. Sintió la ráfaga de aire que indicaba que él ya había despegado.
Su corazón se fue tras de él mientras abría sus ojos y veía el último trazo de sus alas desapareciendo en una nube, dentro de la oscura noche.
(parte Cuatro)
Dieciocho días
—La primera vez que te vi —Joe continuó—, no había diferencia de las otras veces que te vi desde entonces. El mundo era nuevo, pero tú siempre eras igual. Fue…
—Amor a primera vista. —Esa parte ella la sabía.
Él asintió. —Simplemente, como siempre. La única diferencia fue, al principio, que estabas fuera de mis límites. Estaba siendo castigado, y me enamoré de ti en el peor de los momentos. Las cosas estaban muy violentas en el cielo. Por lo que… soy… esperaba poder mantenerme alejado de ti. Eras una distracción. El foco estaba supuestamente en ganar la guerra. Es la misma guerra que todavía sigue. —Suspiró—. Y, por si no lo has notado, todavía estoy muy distraído.
—Así que eras un ángel de rango superior —murmuró ______________.
—Cierto. —Joe lucía miserable, haciendo una pausa, y luego, cuando volvió a hablar, mordiendo las palabras—: Fue una caída de una de las más altas perchas.
Por supuesto. Joe tenía que ser importante en el Cielo para causar una ruptura tan importante. Para que su amor hacia una chica mortal estuviera tan fuera de los límites.
—¿Renunciaste a todo? ¿Por mí?
Él tocó su frente con la de ella. —No cambiaría nada.
—Pero yo era nada —dijo ______________. Ella se sintió pesada, como si fuese arrastrada.
Arrastrándolo a él—. ¡Has dado demasiado! —Se sintió enferma del estómago—. Y ahora estas maldito para siempre.
Apagando el carro, Joe le dio una triste sonrisa. —Tal vez no sea para siempre.
—¿A qué te refieres?
—Vamos —dijo, saltando del carro y yendo a abrir su puerta—. Vamos a dar un paseo.
Se encaminó al final de la calle, que no era un callejón sin salida después de todo, pero daba lugar a un acantilado empinado que continuaba hacia el agua. El aire era fresco y húmedo con el rocío del mar. Justo a unos pasos a la izquierda, había un sendero. Joe tomó su mano y se movió a la orilla del acantilado.
—¿A dónde vamos? —preguntó ______________.
Joe le sonrió, enderezando sus hombros, y desplegó sus alas. Lentamente, se extendieron hacia arriba y por fuera de sus hombros, desplegando con una serie casi inaudible de suaves chasquidos y crujidos. Completamente flexionadas, hicieron un suave sonido, como un edredón de plumas colocándose sobre una cama. Por primera vez, ______________ notó que en la parte de atrás de la franela de Joe había dos pequeñas, de algún modo invisibles, ranuras, que se separaban ahora para que sus alas se deslizaran a través de ellas. ¿Toda la ropa de Joe tenía estas angelicales alteraciones? ¿O tenía ciertas cosas especiales que él usaba cuándo sabía que planeaba volar?
De cualquier manera, sus alas nunca fallaban en dejar a ______________ sin palabras.
Eran enormes, elevándose tres veces más altas que Joe, curvadas hacia el cielo y hacia los lados como amplias velas blancas. Su amplia extensión captaba la luz de las estrellas y la reflejaba con más intensidad, de modo que resplandecía con un brillo iridiscente. Cerca de su cuerpo se oscurecían, una sombra de un color crema como la rica tierra, donde se reunían con los músculos de sus hombros. Pero a lo largo de sus bordes afilados, crecían delgadas y brillantes, volviéndose casi transparentes en las puntas.
______________ las miraba, absorta, tratando de recordar la línea de cada gloriosa pluma, para mantener todo aquello dentro de ella cuando él se fuese. Él relucía tan resplandeciente que
el sol podría haber tomado luz de él. La risa de sus ojos violeta le decía cuán bien él se sentía por dejar en libertad sus alas. Tan bien como ______________ se sentía cuando estaba envuelta en ellas.
—Vuela conmigo —le susurró.
—¿Qué?
—No voy a verte por un tiempo. Tengo que darte algo para que me recuerdes.
______________ lo besó antes de que él pudiera decir nada más, enlazando sus dedos alrededor de su cuello, apretándolo tan fuertemente como podía, con la esperanza de darle algo para que la recordara, también.
Con la espalda de ella recostada contra su pecho, y la cabeza sobre su hombro, Joe trazó una línea de besos que bajaban por su cuello. Ella contuvo su aliento, esperando.
Entonces él dobló sus piernas y con gracia se abalanzó hacia el borde del acantilado.
Estaban volando.
Lejos de la rocosa plataforma de la línea costera, sobre las plateadas olas chocando más abajo, formaban arcos en el cielo, como si estuvieran remontándose a la luna. El abrazo de Joe la escudaba de cada agitada ráfaga de viento, de cada roce del frío océano. La noche estaba completamente quieta. Como si fueran las únicas dos personas que quedaran en el mundo.
—Esto es el Cielo, ¿no? —le preguntó.
Joe rió. —Desearía que lo fuera. Tal vez un día no muy lejano.
Cuando habían volado lo suficientemente lejos para que no pudiese verse la tierra ni nada alrededor de ellos, Joe viró delicadamente hacia el norte, y se abalanzaron sobre una amplio arco pasando la ciudad de Mendocino, que brillaba en todo su esplendor en el horizonte. Estaban muy por encima del edificio más alto de la ciudad y moviéndose increíblemente rápido. Sin embargo, ______________ nunca se había sentido más segura o más enamorada en su vida.
Y luego, todo fue demasiado rápido, estaban descendiendo, acercándose gradualmente a un borde diferente del acantilado. El sonido del océano se hizo más fuerte de nuevo. Un oscuro camino bifurcaba a la carretera principal. Cuando sus pies tocaron ligeramente abajo en un trozo fresco de la hierba espesa,
______________ suspiró. —¿Dónde estamos? —preguntó, aunque por supuesto ya lo sabía.
La escuela Shoreline. Podría ver una enorme edificación en la distancia, pero desde aquí parecía completamente oscura, simplemente una figura en el horizonte. Joe la mantuvo presionada contra él, como si estuvieran aún en el aire. Ella estiró su cabeza para ver su expresión. Los ojos de Joe estaban húmedos.
—Aquellos quienes me maldijeron están aún observando, ______________. Lo han estado haciendo durante milenios. Y no quieren que estemos juntos. Harán cualquier cosa que puedan para detenernos. Es por eso no es seguro para mí permanecer aquí.
Asintió, los ojos le picaban. —Pero, ¿por qué estoy yo aquí?
—Porque haré cualquier cosa que esté a mi alcance para mantenerte a salvo, y este ahora es el mejor lugar para ti. Te amo, ______________. Más que a cualquier cosa. Volveré contigo tan pronto como pueda.
Quiso protestar, pero se contuvo. Él lo había dado todo por ella.
Cuando la liberó de su abrazo, abrió la palma de su mano y una pequeña figura roja dentro de ella comenzó a crecer. Su bolso de lona. Lo había tomado de la parte de atrás del auto sin que ella siquiera lo notara, cargándolo todo el camino dentro de su mano. En sólo pocos segundos, se había expandido completamente, de regreso a su tamaño original. Si no hubiera estado tan destrozada por lo que significaba que él se la entregara, a ______________ le hubiera encantado el truco.
Una sola luz se encendió en el interior del edificio. Una silueta apareció en la puerta.
—No es por mucho tiempo. Tan pronto como las cosas estén más seguras, vendré por ti.
Su mano caliente le apretó la muñeca y, antes de que se diera cuenta, ______________ se vio envuelta en su abrazo, atraída por sus labios. Dejó que todo lo demás se disipara, permitiendo a su corazón desbordarse.
Tal vez ella no podía recordar sus vidas anteriores, pero cuando Joe la besaba, ella se sentía cerca del pasado. Y del futuro.
La figura en el camino de la entrada estaba caminando hacia ella, una mujer vestida con un corto vestido blanco.
El beso que ______________ había compartido con Joe era demasiado dulce para ser tan breve, y la dejó tan sin aliento como lo hacían siempre los besos entre ellos.
—No te vayas —susurró, con sus ojos cerrados.
Todo estaba pasando muy rápido. No podía dejar ir a Joe. No aún. Ni siquiera creía que pudiera. Sintió la ráfaga de aire que indicaba que él ya había despegado.
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