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Las reglas de la fantasia (joe y tu) - Página 4 Empty Re: Las reglas de la fantasia (joe y tu)

Mensaje por NanixG Miér 27 Jun 2012, 5:58 pm

que le quedaba demasiado pequeña desde el instituto. Pensando en una chica, justo como había hecho tantas veces antes, cuando vivía ahí todo el tiempo.



Cogió el teléfono móvil y marcó su número. ¿Habría alguna esperanza de que estuviera en casa a las diez de la noche de un sábado? Ella dijo que no estaba saliendo con ningún otro chico, pero aun así, tendría probablemente una vida social. Como había hecho antes, respondió al tercer tono.

—Eh, __________ (TN) . Soy yo, Joe.

—¿Joe? —su voz chirriaba un poco. Cuando habló otra vez, había bajado el tono, casi un susurro—. ¿Eres tú? Genial, eh, ¿qué tal? ¿Dónde estás? ¿No dijiste que te ibas a la granja este fin de semana?

—Sí, aquí es donde estoy —se tumbó encima de la estrecha cama, con un par de almohadas debajo de la cabeza. Al menos, había sacado tiempo para almacenar sus trofeos de fútbol y tirar sus posters de Pamela Anderson y Anna Nicole Smith que utilizaba cuando era crío para decorar las paredes. Ahora la habitación era árida, solo con aquel póster negro y rojo de la película de Llamaradas con los bomberos saliendo de las llamas.

Le recordó a la fantasía en la que rescató a __________ (TN) . Y lo que vino después.

—¿Y tú qué tal? ¿Qué haces?

—Fui a cenar temprano con un par de amigas. Desde que he llegado a casa, me he puesto con el ordenador, investigando para un artículo. Pero estoy cansada, es hora de dejar la noche. Bueno, dejar el trabajo, de alguna manera —un tono juguetón y ronco se había precipitado en su voz—. Me alegro de que hayas llamado.

—Yo también —mierda, ahora no sabía qué iba a decir. Solo había llamado para escuchar su voz, y ahora no podía tener una conversación inteligente.

Pero espera un momento. Todavía tenía la garganta ronca por la inhalación de humo y aun así sonaba excitante. No había manera de que __________ (TN) estuviera buscando algo de conversación inteligente en aquel momento.

—Tengo una pregunta acerca de las Reglas de la Fantasía —le dijo.

—Oh, sí —el tono de su voz le reveló que estaba sonriendo—, pregunta.

—¿Pueden hacerse a través del teléfono?

—¿Sexo telefónico?—ahora su voz era velada, definitivamente interesada.

Sexo telefónico. Él nunca había pensado en eso antes de hacerle la pregunta, pero fue su verga la que le dio la idea.

—Eh, supongo que tiene que ser fantasía sexual telefónica, ¿verdad?

—Fantasía sexual telefónica —eso sonaba casi como… alegre. Fuera cual fuera la maldita fantasía sexual telefónica ella estaba a punto de hacerlo.

—¿Cómo se hace? —le preguntó él—. Uno de nosotros elige una fantasía, supongo, y entonces...

—Utilizamos la imaginación —completó ella—. Entonces, ¿se te ocurre alguna?

—Dios, no me hagas empezar a mí. Estoy muerto. He estado trabajando todo el día bajo este sol abrasador. El calor del verano puede con un hombre.

—Calor del verano —repitió ella pensativamente—. ¿A qué me recuerda eso? ¡Sí! Espera un momento.

¿Es que pensaba irse?

Entonces, ya estaba de vuelta.

—Escucha esto —le dijo ella. El escuchó el sonido de la música y después un hombre cantando. No podía descifrar las palabras, pero la música era de un estilo pegadizo, rítmico y sensual que le decía algo. Era vaga pero excitante, como un día de verano. ¿No sonaba aquello como «Summerheat»?

Un par de minutos después, terminó la canción. Escuchó un clic y __________ (TN) ya estaba allí.

—¿Qué te parece? —le preguntó.

—No he reconocido la canción. Era buena música, pero no podía entender la letra.

—Se llama «Summerheat» y es de Gary Fjellgaard. Vive en una de las islas del Golfo. Un hombre mayor, pero muy atractivo. Algo sexy —se detuvo, riéndose—. A mi amiga Ann le encanta. De todas maneras, lo escuché en un festival de música folk que estaba cubriendo para un artículo y me gustó su música. Cuando dijiste calor de verano...

—Ya lo pillo. ¿De qué va la canción?

—Ese tío está ahí fuera, arreglando una valla y hace mucho calor —dijo ella—, mucho, mucho calor. ¿Puedes relacionarlo ahora?

Él sonrió.

—Sí, estaba conduciendo un tractor, pero es lo mismo.

—Cuando conseguí el CD, escuché la canción y construí toda esa fantasía.

—Me gusta. ¿Puedes cambiar el chico de la valla por uno con un tractor?

—Seguro que puedo, si el chico del tractor eres tú. Así que, Joe, ¿qué llevabas puesto cuando conducías el tractor?

Oyó por el teléfono cómo sonaba la música otra vez, baja, de fondo. Algo de country esta vez, algo de folk. Algo más de Gary Guy, supuso.

—Pantalones vaqueros —respondió él—, unos de esos auténticos antiguos, todo raídos y desgarrados. Sin camiseta —de la misma manera en la que iba vestido en ese momento, de hecho. Se inclinó para apagar la lámpara que había al lado de la cama.

—Perfecto —hubo una pausa, y después ella dijo—. Si cierras los ojos, te contaré una historia para que duermas.

Capitulo 8

—Oh, sí —Joe se tumbó, con su pene palpitando con antelación.

__________ (TN) estuvo en silencio un momento, quizás poniéndose en situación.

—Estás en un tractor y hace mucho calor. Te has quitado la camiseta hace una hora o dos, y el sudor te cae por el pecho, pero no puedes parar, todavía tienes trabajo que hacer —su voz era dulce, ronca, hipnótica, con un toque de sonido hermoso, que probablemente hubiera tomado de la canción—. Este viejo sol de agosto simplemente está abatiéndote, y sientes el calor del verano sobre tu cuerpo. El aire empieza a ondear delante de ti, es como si casi pudieras ver visiones.

Lo tenía. Él podía meterse perfectamente en la escena.

—Ya no puedo calcular las distancias —dijo él—, el aire está todo trémulo y borroso y el sudor sigue nublándome los ojos.

—Cuando miras a ese trémulo aire, ves a alguien que se te acerca —su voz era suave, fascinante—. ¿Es una mujer o estás teniendo alucinaciones?

Contra sus párpados cerrados, formó la escena que él quería ver.

—Todo lo que puedo ver a través de esta bruma caliente es que es pequeña, tiene el pelo castaño y largo. Pero sé perfectamente que eres tú.

—Apaga el tractor, Joe. Bájate y camina para encontrarte conmigo.

—Recorro mi ceja con la mano, quitando las gotas de sudor para poder ver con más claridad —Dios, no sabía lo que ella quería que viera. Aquello era difícil, construir una fantasía, juntos por teléfono. Sin embargo, le parecía excitante y su entrepierna estaba de acuerdo. Pero la cosa era que estaba acostumbrado a tener sexo, no a hablar sobre tenerlo. Las chicas tenían el don de palabra, los chicos preferían la acción. Quizás si él le preguntaba, ella le daría alguna pista—. ¿Qué es lo que ves, __________ (TN) ?

—Llevo un vestido de algodón muy ligero y está ajustado a mi cuerpo porque tengo mucho calor.

¡Oh, sí! Ahora él estaba dentro. El vestido era de color rosa pálido y no llevaba nada de ropa interior. Colgaba de sus pechos pequeños y perfectos, de su vientre, de la curva de su cintura. Maldita sea, incluso podía ver la V que se formaba en la parte de arriba de sus piernas, la suave proyección de su montículo.

—Estás preciosa —le dijo—, ese vestido te viene como una segunda piel. Casi puedo ver a través de él.

—Y tú eres tan grande y tan fuerte, pero estás muy cansado, puedo verlo en la manera en la que te mueves. Excepto, que cuanto más te aproximas, más rápido andas.

—Te veo más y más preciosa cuanto mejor puedo verte. Ahora, ya no me siento cansado —sin embargo, estaba cachondo como nunca.

—Tienes los ojos tan verdes, más azules que otra cosa, y resplandecen cuando me ven. Te digo: «Eh, trabajador, parece que necesitas algo de agua fría. He traído una vasija de barro; tomemos un descanso en el arroyo, donde los árboles nos darán algo de sombra».

¿Un arroyo? Vale, la fantasía se desarrollaba cerca de un arroyo. Buen golpe.

—Suena genial.

—Me inclino para cogerte de la mano...

—Y yo te digo que estoy todo sucio.

—Y yo te respondo, que te limpies y te cojo de la mano. Pero todo lo que puedo hacer en ese momento es entrelazar tus dedos ligeramente. Necesitamos tocarnos, pero hace tanto calor. Una vez que estemos en la sombra, podremos hacer más.

¿Dedos? ¿Solo dedos? Sí, podía verlo. Como el tipo de vestido por el que casi podía ver. De alguna manera, aquel rollo era mucho más excitante que echar un polvo en el campo. A veces, las chicas saben perfectamente lo que están haciendo.

—Estamos caminando hacia el arroyo —continuó ello— y solo está a unos metros, pero estamos sudando por el denso aire del calor de agosto.

—No queda duda de que estoy buscando la sombra —dijo él, intentando protegerse a sí mismo en el cuento que ella hilaba.

Y entonces, de repente, sucedió. Sí, era un chico tumbado en la cama de su infancia en Chilliwack, pero también era un granjero en mitad del calor del mediodía, la punta de sus dedos entrelazados con los de aquella chica que tiraba suavemente de él hacia la sombra de la hilera de árboles que se alineaban en el arroyo. Realmente estaba ahí, realmente ahí.

Tanto para...

—Álamos —dijo él—, puedo olerlos. Y puedo escuchar el fluir del arroyo. No tiene mucha agua en esta época del año, pero lo suficiente como para hacer un sonido burlón mientras se escapa sobre las rocas —ahora estaba ahí, realmente podía verlo, las palabras salían más fácilmente de su boca.

—Cuando llegamos allí, me quito los zapatos, entierro los pies en el arroyo, me siento en el banco y...

—Yo camino por el agua y hundo mis dedos dentro. Está templada, no fría, pero la siento fresca y limpia. Meto las manos y entonces recojo montones de agua que derramo sobre mi ardiente cara. Después me giro hacia ti, tan feliz de estar a tu lado, y me excito viendo el aspecto que tienes con ese vestido.

—El agua corre a través de mi pecho, mezclándose con el sudor que todavía está ahí. Realmente excitante —su voz era soñolienta— pongo algo de agua en una taza y te la ofrezco.

—Sabe tan bien —podía sentirla ahora en su boca, tan fresca y buena—. Bebo lentamente, disfrutando de cada sorbo. Cuando termino, vuelves a llenar la taza y me la das otra vez. Me gusta el roce de tus manos cuando nos pasamos la taza.

—A mí me gusta observar cómo se mueven los músculos de tu garganta cuando tragas. Me excita.

Genial, porque estaba endiabladamente seguro de que él también estaba muy excitado.

—Y a mí me encanta la manera en la que estás sentada ahí, con ese vestido adherido a tu cuerpo, mientras me miras. Hay cierta expresión en tu cara...

— ¿Sí?

—Creo que me deseas tanto como lo hago yo.

—Claro que sí, pero estoy disfrutando de este momento. Nosotros mirándonos. Me inclino hacia atrás, apoyando las manos y dejando que mi pelo caiga suelto. Vaya, hace mucho calor. Yo también estoy sudando.

Él podía ver el sudor recorriendo su bronceada piel.

—Hay una gota enorme en ese hueco que baja hacia el fondo de tu garganta, entre tus clavículas. Ahora, está descendiendo por tu pecho, al lugar donde los botones de tu vestido se abrochan en la parte delantera. Alargo un dedo y logro atraparla. —Ella dio un pequeño suspiro—. Me llevo el dedo a la boca y lo chupo. La sal me quema los labios agrietados, pero el sabor, tu sabor, __________ (TN) , es tan dulce en mi lengua.

Le dolía el pene y quería que aquella chica de la fantasía le desabrochara los pantalones y lo acariciara. Pero, por otro lado, le gustaba la manera suave en la que se estaba desarrollando todo aquello. Confiaba en el momento en que __________ (TN) viniera a hacer los preámbulos. Al final, ella lo llevaría donde él quisiera ir, y sería divertido ver de qué manera lo conduciría hasta allí.

—El pelo de tu pecho está oscurecido por el sudor —murmuró ella—, enredado en tu torso, contra tu piel. Me acerco para recorrerlo con mis dedos, trayéndote más cerca de mí.

—Yo me retiro —le dijo él sin entusiasmo—. Me encanta la manera en la que me tocas, pero... te digo que aún estoy sudoroso y sucio.

—Sí, lo estás —dijo, aceptándolo dulcemente—. Y hace calor —su voz se entretenía en la última palabra con un tono sugerente—. Podemos esperar hasta que se ponga el sol.

Joe se aclaró la garganta, sintiendo cómo los dedos de __________ (TN) jugueteaban con el pelo del pecho.

—Yo te digo: «No es que entonces haga mucho más frío» y después, me inclino hasta que nuestros labios se tocan y nos besamos. Algo suave al principio, pero se vuelve realmente excitante en poco tiempo.

—Seguro que sí.

—Y entonces te digo que quizás estarías más fresca si te quitaras el vestido.

— ¿Quieres que me lo quite aquí fuera?

—No hay nadie a nuestro alrededor. Solo nosotros dos. Y me gusta mirar tu cuerpo, __________ (TN) .

—De acuerdo. Desabrocho uno de los botones de la parte de delante.

Él podía vislumbrar aquellos botones, pero cuando se acercó para tocarlos con las manos se dio cuenta de que esta temblando y que no lograba coordinar el movimiento de sus dedos.

—Estoy muy torpe, así que lo haces tú. Déjame que te mire mientras tanto.

—Vale, empiezo por la parte de arriba y los desabrocho uno a uno, apartando los lados del vestido, mientras me dirijo hacia abajo. Puedes ver que no llevo sujetador.

—Ya me había dado cuenta de eso, por la manera en la que tu vestido se te pegaba a la piel —él se preguntó si aquella chica al otro lado del teléfono se estaba quitando la ropa también y si no llevaba nada debajo—. También sabía que tampoco llevabas bragas.

Ella soltó un pequeño gemido.

—Supongo que quería estar preparada para ti. De acuerdo, ya me he desabrochado el vestido hasta el dobladillo y ahora estoy tendida encima de él.

Él gimió. Tenía una visión perfecta de ella, estirada sobre aquel vestido abierto de color rosa. Su piel estaba bronceada donde el sol se había posado, pero había partes de su cuerpo incluso más pálidas que la tela de algodón.

—Hay pequeñas gotas de sudor en la parte de debajo de tus senos y quiero lamerlos para quitarlas.

—Sí, por favor.

Él pudo sentir su sabor otra vez, aquel gusto dulce y salado, mientras lamía el camino que bajaba por sus dulces curvas.

—Tu vulva está mojada.

—Pruébala, también. Pon los labios sobre mí, la lengua, como la última vez que lo hiciste.

Con __________ (TN) , todo era más pequeño de lo que estaba acostumbrado. Pero mejor. Más fino, más delicado, más femenino. Estaba lamiéndole el clítoris, tratando aquel pequeño capullo con tanta suavidad como sabía.

Tuvo que haber hecho efecto, porque, bajo el sonido de la música de fondo, podía oírla gimotear.

—Me gusta tanto, Joe.

También estaba surtiendo efecto en él, porque sentía la verga dilatada y dolorosamente endurecida bajo sus viejos pantalones.

—Quiero que tú también me toques.

—Oh, sí. Déjame desabrocharte los vaqueros y meter la mano dentro. Vaya, la tienes tan grande que necesito las dos manos para sujetarla.

Él tenía los ojos cerrados, los pantalones desabrochados y podía sentir cómo sus manos lo rodeaban, moviéndose arriba y abajo. Dios, podía sentirlas también.

—Quiero estar dentro de ti —aquellas palabras salieron con dificultad de sus labios.

—Yo también. Estoy bajándote los pantalones.

—Y yo estoy subiéndome encima de ti.

—Estoy extendiendo las piernas tanto como puedo, levantándolas para ti. Ahora, Joe, ven dentro de mí.

—Eres tan caliente y fuerte, me encanta la manera en la que me abrazas.

—Tan caliente —gimió ella—. Tenemos los cuerpos todos sudorosos, nos deslizamos y resbalamos, es como si ambos estuviéramos derritiéndonos, mezclándonos. Pero profundamente, en el centro de todo, puedo encontrarte endurecido y puedo sentir cada centímetro de ti.

—Estoy aliviándome, empujando dentro otra vez. Tómame, __________ (TN) , tómame entero. Ahora y otra vez.

Ella gimió con más fuerza.

—Oh, sí. Más fuerte, Joe. ¡Más rápido! —hablaba entre alientos rápidos y jadeantes.

—Oh, Dios, ¡sí! Joder, __________ (TN) me haces sentir tan bien —él estaba a punto de alcanzar el orgasmo, había sobrepasado el punto en donde podía detenerse—. No puedo...

— ¡Ahora, Joe, ahora!

Como si tuviera elección alguna. La embistió un par de veces más y escuchó sus gritos —« ¡oh, sí!»—, después se sintió libre.

Dios santo. Explosivo. Rápido. Podía haberla tomado por más tiempo, besarla y juguetear con ella, pero toda aquella conversación excitante, junto a la vista de ella con aquel ligero vestido pegado a su húmeda piel, lo tenía jodidamente cachondo.

Excepto... que todo aquello era una ilusión. La verdad era que estaba tocándose con su propia mano y una imaginación hiperactiva. Alimentada por una chica muy caliente que estaba al otro lado del teléfono. Lentamente, empezó a relajar el ritmo, retirándose del banco del arroyo, encontrando el camino en su propia cama, cuando le dijo ella:

—Vaya, no estás nada mal como chico de granja.

—Si no me hubieras puesto tan malo, hubiera durado incluso más.

— ¿Nunca te han enseñado que es una cuestión de calidad y no de cantidad? —le dijo entre risas y después añadió—. Vale, supongamos que hay un lugar donde la cantidad cuenta, pues simplemente lo haces bien en ese campo.

Él sabía que tenía un pene bastante grande, pero cuando estaba dentro de su diminuto cuerpo, le hacía parecer gigante.

— ¿No te hago daño?, ¿verdad?

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Mensaje por NanixG Miér 27 Jun 2012, 5:59 pm

hasta aqui por hoy :-)
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Mensaje por Yhosdaly Jue 28 Jun 2012, 8:40 pm

WOWWWW DEMASIADO COLIENTEEEEE LA MARATON!!!
me fascinaa... pero ainss tambien q hagan cosas romanticas no??
siguelaa
muero por saber q sigue

siguela

siguelaa


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att: tu fiel lectora!
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Mensaje por NanixG Vie 29 Jun 2012, 4:54 pm

a mi tambien me gustaria que hicieran cosas mas romanticas, pero la nove no es mia , yo solo la edito
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Mensaje por NanixG Vie 29 Jun 2012, 4:57 pm

Ella soltó un gruñido juguetón de impaciencia.



— ¿No has estado escuchando una palabra de lo que te he dicho? Soy fuerte.

Fuerte no es la palabra que yo utilizaría.

— ¿Ah, no? Pues dime.

Había trabajado en aquella. No era de los que decían palabras selectas.

—Eh, sedosa. Fina.

—Suena como un anuncio de crema de afeitar —refunfuñó ella, pero él pudo adivinar por el tono de su voz que estaba bromeando otra vez.

— ¿Sexy? —probó suerte.

— ¿En serio? ¡No me digas! —pero volvía a sonar complacida. Entonces, bostezó—. Caramba, esto ha acabado conmigo.

—Sí, conmigo también —el día había podido con él, y estaba muy cansado. Bostezó ampliamente, esperando que no se hubiera oído todo por el teléfono.

—La semana que viene, baile en la barra de descenso —le dijo ella.

—Como si fuera a olvidarme de eso.

Ella rió entre dientes.

—De ninguna manera te olvidarás de eso. Solo quería recordártelo antes de decirte buenas noches.

La terraza del restaurante Bridges era siempre un zoo en las tardes de verano, así que __________ (TN) se había ofrecido para conducir hasta Granville Island más temprano y reservar una mesa para el Cuarteto.

Sin problemas, simplemente se había traído algo de trabajo en el que investigar. Había estado descargándose cosas sobre esteroides y disfunción eréctil para un artículo que pensaba hacer, pero vaya, aquellos temas seguro que no encajaban con su estado de ánimo de aquella noche. En lugar de eso, había cogido una carpeta roja con información y trozos de opiniones en blogs que había sacado para su baile en la barra. Sí, era perfecto para su estado mental, y encajaba con los cardenales y los músculos doloridos que le habían causado la primera clase introductoria de la noche pasada.

A pesar del factor dolor, le había encantado la clase. Bailar en barra podía ser algo adictivo. Como lo podía ser Joe y la fantasía sexual por teléfono. Y ahí estaba ella, conduciendo hacia la ciudad, sonriendo como una maniaca.

¿A quién le importaba? Había tenido una semana fantástica, y no podía esperar a contárselo a sus amigas.

Mientras caminaba hacia el edificio de chapa de metal de color amarillo brillante que había al lado del Mercado Público, había una especie de brinco definido en sus pasos. ¿O era la manera de andar de bailarina de striptease que había aprendido en la clase? Su vestido largo de algodón de corte indio flotaba sobre sus piernas y brazos y se sentía femenina y poderosa.

A pesar de la multitud, no tenía la menor duda de que conseguiría una mesa estupenda.

Cuando la anfitriona la había dejado sola con el camarero, ella le sonrió con engreimiento. Oh, sí, no podía dejarlo escapar. Unas vistas hacia las dársenas de los yates, el West End y las montañas detrás. Una de aquellas pequeñas y bonitas barcas flotando sobre las aguas del West End. Un velero partiendo al caer la tarde. Dos piraguas con doble espacio, remando con sincronización.

Ahora podía disfrutar mejor de la escena, porque una vez que el Cuarteto Imponente empezara a hablar, se olvidarían de todo lo que las rodeaba.

Aquella noche, su propia contribución sería la mejor. ¡Imponente, increíblemente sexy! Pero se suponía que Rose había conocido a la madre de Emmet ese fin de semana, y aquello era algo enorme. Claro que Larissa McCarty estaría encantada con Rosalie — ¿quién no lo estaría?—, pero ¡vaya una cantidad de estrés!

Y Riña habría tenido una segunda cita y quizás incluso hubiera alcanzado la segunda base con aquel tío, Al. Y Ann... bueno, probablemente no tendría nada que contar. Trabajo, trabajo y más trabajo. Aquella era una mujer seriamente estresada, siempre saltándose las comidas, atiborrándose a pastillas para el dolor de cabeza, bebiendo cafeína con el postre para poder quedarse hasta tarde y trabajar.

Negó la cabeza, preocupándose por su amiga, y cogió el menú de bebidas. Inmediatamente, recobró el buen humor de nuevo.

—Un cóctel, Pura Pasión —le dijo a la camarera, con los labios silbando aquellas letras mayúsculas.

—Tiene que probarlo —la rubia diminuta le sonrió.

El menú decía que el cóctel llevaba vodka, curazao azul, licor de melón y zumo de arándano. __________ (TN) no podía imaginar a qué sabría la bebida, pero el nombre le llamaba la atención.

Y cuando llegó, su sabor fuerte encajó perfectamente con su día. De ninguna manera podía concentrarse en leer notas ahora, con la luz del sol y la brisa por disfrutar, todo el tráfico en el agua y la jet-set observando cómo los demás se alineaban para mirar.

Una rubia alta atravesó la línea y __________ (TN) se levantó y la saludó con la mano. Rose estaba allí.

Estaba radiante, también, con una minifalda blanca muy corta y una pequeña camiseta verde que hacía juego con sus ojos; el brillo que había en ellos era la mejor parte.

—Ya veo que has tenido un buen fin de semana —le dijo __________ (TN) .

— ¡El mejor! —Asentía Rosalie con entusiasmo, haciendo bailar sus pendientes de loro—. Pero probablemente no pueda superarte, con dos hombres.

— ¿He mencionado lo de la fantasía sexual por teléfono? —preguntó __________ (TN) con picardía.

Rose abrió los ojos de par en par.

— ¿Una fantasía sexual por teléfono? ¿Qué es eso? ¿Con quién lo has hecho?

__________ (TN) rió entre dientes.

—Ya sabes las reglas. No compartir lo bueno hasta que todo el mundo esté aquí. Entre tanto, ¿te apetece un Pura Pasión?

— ¿Cómo? ¿Qué has dicho?

—Es un cóctel. Toma un trago.

Su amiga lo hizo y después le dijo:

—Tentador, pero me apetece algo más dulce —y cuando la camarera vino, pidió un margarita con fresa.

Rina llegó justo en el momento en que Rose bebía. Como siempre, su pelo era una masa de rizos alborotados y llevaba una falda larga y transparente en tonos de verde y por una vez una camiseta sin mangas. Holgada y de color verde hierba, pero definitivamente sin mangas. ¿Quién iba a saber que Rina tendría brazos? Y también estaba genial, con curvas y firme. Aquella chica estaba loca si pensaba que estaba gorda.

—Oh, genial —dijo Riña—, bebidas de chicas. Yo también quiero una. Creo que voy a tomar una pina colada.

— ¡Espera un momento! —Gritaba una voz, era Ann que venía a toda prisa—. ¿Está tomando nota? Yo quiero un mojito.

Guau, incluso Ann estaba contagiada por el espíritu del verano. Su falda de color café con leche era entallada pero sus piernas estaban desnudas y hoy llevaba una camiseta sin mangas de un precioso color lila. Parecía más femenina que con la ropa que normalmente llevaba para ir a la oficina.

Mientras Ann tomaba asiento, Rosalie dijo:

—¿Llevas maquillaje?

Ann se había quitado las gafas de sol y se las había puesto en la cabeza y entonces volvió a bajarlas, no antes de que __________ (TN) se diera cuenta de que Rose llevaba razón.

—Siempre llevo algo de maquillaje y brillo de labios —dijo Ann en su defensa—; por una vez, me he acordado de retocarme antes de irme de la oficina. Necesitaba esconder las bolsas de debajo de los ojos.

—¿Has trabajado todo el fin de semana? —preguntó Rina con compasión.

—Sí.

Aunque pareciera mentira, Ann estaba sonriendo. Raramente hacía eso cuando pensaba en el trabajo y mucho menos cuando pasaba un fin de semana en la oficina, pero traía una sonrisa en la cara. Y estaba claro que estaba mucho más guapa cuando sonreía. Relajada, divertida. Casi vibrante. Era una pena que no lo hiciera más a menudo.

— ¿Un proyecto interesante? —preguntó Suzanne.

—Sí, estoy aprendiendo un montón —Ann se inclinó, con una expresión de entusiasmo en la cara—. Es el caso Carta, lo que significa que estamos cuestionando la legislación en base a que viola la Carta Canadiense de Derechos y Libertades. Uno de los mejores abogados de la oficina de Toronto está aquí unos días porque es su área de especialización y estoy ayudándole. Es estimulante. Intelectualmente —añadió con rapidez.

¿Era aquel brillo en sus mejillas la sombra del colorete o realmente estaba ruborizada?

— ¿Está bien ese hombre para trabajar? —probó __________ (TN) , preguntándose si él era la razón por la que tenía las mejillas de color rosa.

Ann asintió vigorosamente.

—Genial. Trabajamos duro, pero me trata con respeto, no me da órdenes como si fuera una esclava. Incluso me pide mi opinión. Es muy inteligente y tiene gran sentido del humor.

—Ann ha encontrado chico —dijo Rosalie dulcemente.

— ¡No! —oh, sí, definitivamente Ann estaba ruborizada-. Es un colega, eso es todo.

Todas intercambiaron miradas con una variedad de expresiones escépticas.

—De acuerdo —admitió ella—, me gusta. Pero es socio de mi empresa y no sería correcto si... —se encogió de hombros—, bueno, ya sabéis.

— ¿Tiene nombre? —preguntó __________ (TN) , fascinada. No era que Ann nunca hubiera tenido una cita, pero con lo adicta que se había vuelto al trabajo, pasaba raramente.

—David —sus labios se curvaron mientras pronunciaba su nombre.

— ¿Qué ha pasado con aquel tío con el que saliste hace un par de meses? —le preguntó Rosalie.

Ann arrugó la nariz.

—Nada. Nunca pudimos arreglárnoslas para hacer coincidir nuestros horarios, lo que era una señal de que ninguno de los dos lo deseaba lo suficiente.

—Sí, era toda una señal —dijo __________ (TN) .

La camarera vino con el mojito de Ann y la piña colada de Rina.

— ¿Han decidido lo que van a tomar?

Ann cogió el menú.

— ¿Nos permites cinco minutos?

—Claro, en seguida vuelvo.

—Pidamos una selección de aperitivos para compartir —sugirió Ann.

— ¿No hay nada más que quieras contarnos sobre David? —preguntó Rosalie.

Ann negó con la cabeza.

—Probablemente no lo haga nunca. No hemos hablado de nada personal. Solamente del caso. Pero, sí, me gusta trabajar con él. Hace que las horas se pasen volando —sonrió un poco—, incluso hace pausas para comer y entonces pedimos pizza, o comida china —agitó el menú—. Ya hemos tenido suficiente de mí. Quiero escuchar las noticias de todo el mundo. Pidamos y después hablemos.

Estuvieron unos minutos decidiendo y terminaron pidiendo cebiche, atún y salmón con salsa tártara, gambas al ajillo, pita, humus y una ensalada César.

Después, __________ (TN) se inclinó impacientemente.

— ¿Quién empieza?

Rina dijo:

—Yo, porque no hay mucho que contar. Al y yo fuimos a ver Mamma Mía, al que no habíamos ido antes ninguno de los dos, y fue divertido. Sí, está poco logrado, pero al menos hace que muevas un poco el esqueleto. Después, pedimos un vaso de vino, hablamos un rato y me llevó a casa. Nos dimos un pequeño beso en la puerta y eso es todo.

— ¿«Y eso es todo»? —repitió __________ (TN) —. Vamos, Rina, ¿cómo fue el beso?

Rina suspiró y no fue un suspiro muy complaciente.

Oh-oh, pensó __________ (TN) .

—Estuvo bien —dijo Rina.

—Oh —contestó Rosalie—. ¿Solo bien?

—Es demasiado pronto para decirlo. Y él estaba bien. Nos lo pasamos bien, hablando después del espectáculo. La semana que viene quiere llevarme a cenar.

— ¿Una cita a la semana? —preguntó Rosalie.

—Nos lo estamos tomando con tranquilidad.

__________ (TN) estaba confusa.

— ¡Pensaba que estabas cachonda perdida y necesitabas un hombre! ¿No fue eso lo que dijiste después de lo de los bomberos?

—Así es como me sentía entonces. Pero ya he recuperado el sentido.

__________ (TN) negó con la cabeza. ¡Afortunadamente nunca había recuperado el sentido con Joe!

La camarera llegó y puso los platos de comida en el centro de la mesa y todas metieron la mano, empezando con su favorito. __________ (TN) se enganchó a las gambas al ajillo, Rosalie cogió un poco de cebiche, Ann arrancó un trozo de pita y lo metió en el humus y Rina se sirvió una pequeña porción de ensalada César.

Ann dijo:

—Buen humus —y después se concentró en Rina otra vez—. ¿Al no te hace sentirte cachonda?

—No, no es eso, pero... yo no soy así —estaba jugando con una hoja de lechuga—. Yo no soy como Rosalie o __________ (TN) , que tienen química instantánea con un chico. Para mí, lleva más tiempo.

Normalmente, también para mí, pensó __________ (TN) . Joe era la excepción.

—Está bien —dijo Ann—. Cada relación funciona de manera diferente —enterró el tenedor en la tártara de atún y salmón y se giró hacia Rosalie—, eres la siguiente. Me muero por oír lo de tu fin de semana.

Rose se inclinó, con los ojos brillantes.

—Fue maravilloso. Todo fue perfecto. La madre de Emmet, Darissa, es increíble. Ha pasado tanto, criándole ella sola, con dos trabajos sin ni siquiera haber acabado el instituto y después, consiguiendo su diploma de estudios y yendo cada vez a un trabajo mejor... —se detuvo—. De alguna manera, esperaba a alguien que pareciera consumida.

— ¿No lo está? —preguntó __________ (TN) .

—Dios, es una mujer muy atractiva. Ha pasado la mitad de los cuarenta pero podría pasar por diez años más joven. Llamativa, con clase, un buen gusto en ropa. Pero también es realista, cariñosa y divertida y...

Mientras arrastraba las palabras, todas la miraron por un momento y entonces Ann le dijo:

—Una suegra perfecta.

Rosalie asintió lentamente.

—Lo es. Excepto que está en San Francisco. Se encarga de una tienda de ropa y es socia de un restaurante que acaba de abrir. Su vida está allí—suspiró ella.

Pobre Rose. Obviamente, estaba pensando a largo plazo y se preocupaba por cómo todo se mezclaba con la gran distancia. Era duro tener problemas de ese tipo. Era más fácil si las cosas eran simples, ¡y excitantes!, como __________ (TN) estaba haciendo con Joe. El hot Joe, eso rimaba tan bien.

—Y la vida de Emmet también está ahí —continuó Rosalie—. Su amigo Rick, ¿os he hablado de él, verdad?

—Sí, el nuevo jefe de Emmet y un viejo amigo —confirmó Ann.

—Bueno, pues es genial, como su mujer y su hijo.

— ¿Fuiste a unos de esos entrenamientos de baloncesto? —le preguntó __________ (TN) —. ¿Lo del alto riesgo con los adolescentes?

Rosalie sonrió.

—Estuvo muy bien. Esos chicos se esfuerzan tanto, y supongo que la realidad es, que muchos de ellos son... pero puedes ver enseguida que adoran a Emmet y Rick, como héroes.

—Tu chico está cambiando algo en el mundo —dijo Rina—, deberías estar muy orgullosa de él.

—Lo estoy —frunció el ceño a su margarita—, pero el mundo en el que está haciendo algo está allí abajo. Y mi mundo está aquí arriba.

__________ (TN) le dio una pequeña palmada en el brazo.

—Date un respiro, Rosie Q. Has pasado un fin de semana especial con alguien que te vuelve loca. ¿Qué hay de malo en eso?

—Tómatelo con calma —le aconsejó Rina—. Emmet y tú no habéis hablado de matrimonio, ¿verdad?

—Claro que no. Solo nos conocemos desde hace unas pocas semanas. Desde aquella mágica tarde en Creta, claro —Rosalie estaba empezando a sonreír—. Tenéis razón. Debería parar de quejarme y disfrutar.

—«Don't worry, be happy» —le dijo __________ (TN) , cantando Bobby McFerrin. Después volviendo a su propia voz, le dijo—: ¿Cómo fue el sexo? ¿Lo hicisteis en el puente?

Rosalie estaba sonriendo ahora.

—No, pero el domingo fuimos a hacer un picnic en Golden Gate Park y encontramos un rincón aislado.

Ann retorció una de sus cejas.

—¿Habéis tenido alguno de los dos sexo en una verdadera cama?

—Estrenamos su nuevo apartamento, acostándonos en la cama, en la ducha, en la mesa de la cocina...

—¡Para! —Ann levantó la mano—. Siento haberlo preguntado. No estoy segura de si mi pobre vulva célibe pueda aguantar escuchar todo eso.

—Dios inventó los consoladores para algo —señaló __________ (TN) .

—«Y se lo agradezco a ella con gran regularidad —dijo Ann. Levantó la cabeza hacia un lado—. De acuerdo, sé que simplemente estás deseando contarlo todo. ¿Qué hay sobre eso de dos hombres?

—Y lo de la fantasía sexual por teléfono.

—¿Qué? —preguntaron Ann y Rina a la vez.

—Me lo dijo cuando llegué primera —les contó Rosalie—. Y tengo que saber qué pasó. Mi relación a larga distancia depende de ese tipo de cosas.

Presumida por la idea de que realmente pudiera enseñarle algo a Rose, __________ (TN) describió su llamada telefónica de «Summerheat».

Cuando terminó, Rina se abanicó con la mano.

—¡Guau! Eso es lo más sexy que he oído jamás.

—Eso es porque no has escuchado lo de la fantasía «rescátame» —dijo __________ (TN) satisfecha—. Aquello fue real, no como lo del teléfono.

—Y tampoco nos has dicho lo de las reglas, ni lo del otro tío —señaló Ann.

—Oh, las reglas están claras —dijo __________ (TN) despreocupadamente—. Las Reglas de la Fantasía.

—Lo que significa—dijo Rosalie lentamente—, ¿que tu relación va a basarse en fantasías?

—Efectivamente. Interpretamos las fantasías de cada uno.

Hubo un silencio por un momento, después las otras tres empezaron a sonreír.

—Entonces, si quisiera un esclavo sexual —pregunta Ann—¿Él lo sería? ¿Haría cualquier cosa que le pidiera?

—Y si yo quisiera un hombre que me acariciara, con la más suave de todas las plumas imaginables, por todo mi cuerpo —dijo Riña—, ¿lo haría?

—Sois unas pervertidas, señoritas —rió __________ (TN) —. Estoy orgullosa de vosotras. ¿Tú qué dices, Rose? ¿Hay alguna fantasía que Emmet y tú no hayáis hecho todavía?

—Ah. Hemos tenido un sexo tan increíble en tantos lugares, pero de hecho nunca hemos hablado de nuestras fantasías —estaba empezando a sonreír—pero lo haremos ahora, de eso puedes estar segura.

—¿Se te ocurre alguna? —dijo __________ (TN) repentinamente.

Rosalie se enrojeció.

—Siempre me ha parecido excitante ver cómo se masturba un hombre. Emmet y yo lo hemos hecho por teléfono, por correo, pero no en persona.

—Eso es definitivamente excitante —aprobó __________ (TN) —. Por supuesto, sabes que él querrá verte a ti también.

—No estoy segura de que fuera capaz.

Las otras tres explotaron de risa.

—Has tenido sexo en público —señaló __________ (TN) —, casi te arresta la policía, por el amor de Dios.

—Pero eso es tan... íntimo, masturbarse delante de alguien.

—Yo estoy segura de que no podría hacerlo —dijo Rina— ¿Tú podrías, __________ (TN) ?

—Claro —respondió ella inmediatamente. Después de pensarlo mejor añadió—. De acuerdo, puede que no. Tocarme yo intima, sí, pero, ¿masturbarme hasta llegar al orgasmo? Tienes razón, Rose, eso es demasiado íntimo. Realmente tienes que tener confianza con la otra persona —por supuesto, podría ser una fantasía entre dos personas que no se conocían, mirándose, como quizás a través de las ventanas de un apartamento que estuvieran uno al lado del otro... Ah. Puede que incluyera aquello en su lista de fantasías.

—¿Qué dices tú, Ann? —preguntó Rina.

Ann negó con la cabeza.

—No lo veo —pero el rubor de sus mejillas decía que estaba imaginando también claramente. ¿Con quién? ¿Con el abogado de Toronto?

Ann se giró hacia __________ (TN) .

—Cuéntanos lo de la fantasía del rescate. ¿Es algo así como que él es el bombero?

—Con uniforme y todo —dijo __________ (TN) —, rescatándome de un edificio en llamas.

Rosalie rió entre dientes.

—Hay una de nosotras que tiene imaginación brutal. ¿Tuviste que fingir que estabas en un edificio en llamas?

—No tuve que fingir nada —le dijo __________ (TN) —. Joe provocó un incendio.

—¿Que hizo qué? —dijeron todas a coro.

Y entonces, se lo contó todo. Reviviendo cada momento mientras lo hacía. Todavía no estaba segura de si debería haberse enfadado o estar halagada por el hecho de que hubiera intentado representar la fantasía que ella quería.

Las otras tres estaban tan ocupadas con sus «ah», sus «oh» y «dios mío», que se olvidaron de comer.

Cuando __________ (TN) terminó de contar la historia, Ann cogió el mojito y le dio un trago.

—Increíble. Espeluznante, excitante, sensual —le hizo gestos a la camarera y dijo—: necesito otra bebida.

Después de que todas hubieran pedido la segunda ronda, __________ (TN) dijo:

—Tienes razón, Ann. ¿Sabes eso que dice la gente de que las experiencias cercanas a la muerte provocan el instinto sexual? Bueno, no estaba cerca de la muerte, pero hubo momentos terribles. Y entonces, sí, tuvimos un sexo absolutamente increíble. Y, por suerte, aprendí que Joe puede ser realmente un amante terrorífico. Al menos —sonrió—, si yo lo alivio un poco antes.

—¿Tuviste que hacerle una mamada primero si querías tener buen sexo? —le preguntó Rosalie—. Quiero decir, no es que suene como una incomodidad, pero de todas formas...

—Buena pregunta —contestó __________ (TN) —, nunca he pensado en eso. Supongo que el tiempo lo dirá. Ya veremos lo que pasa con lo de bailar en la barra de striptease la semana que viene.

—¿Bailar en una barra de striptease? —Rina abrió los ojos de par en par.

—Claro. Utilizando la barra de descenso, mientras los otros chicos duermen.

—¿En el parque de bomberos? —preguntó Ann—. Estás loca. ¿Qué pasa si se dispara la alarma?

—El factor riesgo añade el toque divertido y sexual —dijo Rosalie—, ¿verdad, __________ (TN) ?

__________ (TN) intercambió una mirada de perfecta compenetración con su amiga.

—Has dado en el clavo.

—Estáis locas las dos —dijo Ann naturalmente—, pero, vaya, ese hombre parece tan encantador. Está dispuesto a asumir muchos riesgos por ti.

—Por el sexo —dijo __________ (TN) rápidamente.

Rina negó con la cabeza, sonriéndole.

—Creo que lo de la masturbación mutua va a ser dentro de muy poco.

__________ (TN) negó con la cabeza también.

—No cuentes con eso.

—Dijimos que hace falta tener confianza con esa persona— dijo Rina— y ya hay un montón de confianza entre Joe y tú.

__________ (TN) abrió la boca. No lo había mirado de aquella manera y no estaba ni siquiera segura de que le gustara la idea. No, Joe y ella estaban en lo de las fantasías sexuales, no en confianza e intimidad. No podía tener confianza e intimidad con un chico como el, aquello le jodería la vida seguro.

Rápidamente, dijo:

—Bueno, creo que voy ocupar mi tiempo libre en lo de bailarina de striptease. Firmeza en la parte superior del cuerpo, coordinación, flexibilidad. Es un ejercicio fantástico y es muy divertido, también. ¿Quién quiere venir conmigo?

—De ninguna manera —dijo Rina inmediatamente—. Suena más dura que la clase de yoga en la que nos conocimos por primera vez.

—¿No es degradante? —el tono de voz de Ann decía que estaba jodidamente segura de que era degradante, pero estaba intentando ser educada.

—Lo dice la tía que animó a aquella mujer bombero cuando bailó en la barra, sobre el escenario —señaló Rosalie.

—No porque sepa bailar en una barra de striptease—dijo Ann firmemente—, es porque se atrevió a competir con aquellos tíos e hizo un espectáculo magnífico —se giró hacia __________ (TN) —. ¿Estás fingiendo ser una stripper cuando bailas eso?

Ella rió a carcajadas.

—Puede que lo haga con Joe, pero no, no durante las clases. De hecho, es bastante libre. Me hace sentir sexy y segura, así como en forma. Además, es una sensación increíble tener los pies lejos del suelo y dar vueltas alrededor de la barra. Es como volar.

—Yo iré —dijo Rosalie— tengo que hacer más ejercicio y la diversión es mejor que el trabajo puro y duro.

—Genial —dijo __________ (TN) —. Ann, ¿qué dices tú?

Ann hundió los dedos en su pelo corto y moreno.

—Definitivamente no. Me tomo un respiro en el trabajo para salir con vosotras tres, pero no voy a sacrificar mi carrera de abogada por bailar en una barra de striptease.

—Si hicieras ejercicio y estuvieras en mejor forma, podrías trabajar con más eficacia —le dijo Rosalie.

—Ya —Rina puso los ojos en blanco— algunas de nosotras odiamos hacer ejercicio.

—Cuanto más ejercicio haces, más puedes comer —le dijo Rosalie, con un tono algo cauteloso, ya que el cuerpo de Rina era un tema sensible.

—Entonces, tomaré más pan de pita e iré a bailar en la barra mañana —dijo Rina susceptiblemente.

Comieron en silencio unos minutos; después, Rosalie le dijo a __________ (TN) :

—Entonces, Joe es el número uno. ¿Dijiste que había otro? ¿Uno que era perfecto? ¿A iba todo eso?

—Imagínate esto — __________ (TN) abrió bien los ojos— alto, delgado pero fuerte, una buena estructura ósea, pelo negro brillante, gusto increíble a la hora de vestir. Arquitecto. Bueno, lo será pronto. Y Martin cree que las mujeres deberíamos tener baños más amplios que los hombres. Le gusta el mismo tipo de comida y bebida que tomamos nosotras, es casi tan divertido para hablar como vosotras.

Ann arqueó una ceja.

—A mí me parece que es gay.

—Mi brillante amiga, lo has cogido —dijo __________ (TN) —, y por supuesto, eso es lo que lo hace perfecto.

Rina frunció el ceño.

—Me he perdido.

—Creo que ya lo tengo —dijo lentamente Rosalie—.Bel , sé que tus amigas y tú os inventáis coartadas y nosotras también lo hemos hecho alguna vez. Entonces, puedes fingir que estás con una amiga cuando en realidad estás con un chico que tu familia no aprobaría. ¿Y Martin y tú vais a hacer eso?

__________ (TN) simplemente tuvo que sonreír con más intensidad porque el pacto con Martin era realmente perfecto.

—Mi nuevo mejor amigo y yo hemos llegado a un acuerdo. Ha conocido a mi familia y ha pedido permiso para verme.

—Eso es perfecto —dijo Rina—, y por supuesto, tú estarás en realidad llevando a cabo tus fantasías con Joe. Y Martin estará en cualquier otro sitio con su novio.

—Sí, pero... —Rose hizo una pausa.

—¿Pero qué? —preguntó __________ (TN) .

Ella se encogió de hombros y dijo, medio disculpándose:

—Lo siento, pero, ¿no te molesta eso? ¿El engaño?

Antes de que __________ (TN) pudiera responder, Rina interrumpió:

—Claro que le molesta, ¿pero qué otra elección tiene? Sus padres están anclados en el pasado.

Todas se giraron para mirar boquiabiertas a Rina, la más dulce del grupo.

Rina atravesó con el tenedor otra hoja de lechuga de la ensalada César.

—Si mi gente estuviera todavía viva, yo estaría haciendo lo mismo. Eran judíos, ¿no? Eso era realmente importante para mi madre. Sí, y mi padre estaba en las Fuerzas Aéreas, vivíamos en cualquier sitio, mezclados con todo el mundo y mi madre hacía todo eso de la correcta vida social. Pero en su corazón, la única gente verdaderamente aceptable, joder, la gente elegida, eran los judíos.

__________ (TN) , Rose y Ann la miraron más detenidamente.

—Creo que nunca antes te había oído decir la palabra «joder» —le dijo Rosalie.

—Nunca lo ha hecho —confirmó Ann—. Rina, ¿qué te pasa?

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Mensaje por NanixG Mar 03 Jul 2012, 10:34 am

MARATON :)
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Las reglas de la fantasia (joe y tu) - Página 4 Empty Re: Las reglas de la fantasia (joe y tu)

Mensaje por NanixG Mar 03 Jul 2012, 10:36 am

__________ (TN) puso los ojos en blanco. Rose y Ann verdaderamente venían de un planeta diferente al de Rina y ella.



—Estáis poniendo mal a Bell por mentir y no lo entendéis. Pero yo, yo me identifico con ella —la piel oscura de Rina estaba resplandeciendo por la emoción, y sus ojos echaban chispas—. Cuando mis padres estaban vivos, mi madre hacía lo mismo conmigo. Y es una mierda y ninguna chica moderna, a no ser que tenga prejuicios, puede comprenderlo. Así que, acabé mintiendo, ¿vale? Y si mi madre estuviera todavía viva hoy, seguiría mintiéndole.

__________ (TN) asintió vigorosamente.

—Absolutamente.

Rosalie frunció el ceño.

—¿Preferirías mentir que enfrentarte a ellos?

__________ (TN) y Rina intercambiaron una mirada de complicidad.

—Por una sencilla razón —dijo __________ (TN) —. Es una falta de respeto enfrentarse a ellos. Y desde que estamos en el vientre, nos inculcan el mensaje de que tenemos que respetar a nuestros mayores y nuestra cultura. ¿No es verdad, Rina?

Su amiga asintió enérgicamente.

—Además —continuó __________ (TN) —, la confrontación no funciona. A cambio tienes toda esa mierda de la culpabilidad por todo lo que ellos han hecho por ti, y cuánto les debes. Siempre han tenido mucha presión y expectativas y entonces tú vas y los decepcionas. Todo el mundo está herido, impactado y loco.

Rina todavía estaba asintiendo y las otras dos miraban con expresiones de desconcierto.

__________ (TN) siguió.

—Como cuando quise mudarme y tener mi propio apartamento, antes de que incluso os conociera, chicas. Y cuando Anthony quiso casarse con su novia. No hay nada que se parezca a una discusión entre dos: solo recibes presión y culpabilidad, y eso te corroe por dentro. Dejan muy claro su desacuerdo. Y su decepción contigo.

— Tiene razón —dijo Rina, un poco más calmada ahora—. La confrontación no funciona. Y la evasión es mucho más fácil. Más respetuosa.

—¿Estáis diciendo que mentir a vuestras familias es mostrarles respeto? —Rosalie miró a un lado y a otro entre Rina y __________ (TN) , todavía parecía confusa.

—No sabes de lo que estás hablando —le dijo __________ (TN) con impaciencia—. Tú tienes unos padres perfectos, que son muy tolerantes y te apoyan en cada cosa que haces.

—No lo bastante —dijo Rosalie, haciendo una mueca labios—, pero estoy empezando a entender lo que queréis decir. Crecí con la idea de que estaba bien mostrar desacuerdo. Que mi hermana y yo deberíamos ser abiertas honestas. Nuestros padres a veces nos desautorizaban, pero escuchaban nuestras opiniones. Así que, supongo que...

Rina interrumpió, otra vez algo que no solía hacer.

—Pero, ¿eso no te vuelve loca, Bel? No deberías tener que mentirles. ¿Qué tipo de padres hacen que les mientas?

—Ellos no hacen que les mientas —la pobre e ingenua Rosalie seguía—, es una elección que tú tomas.

Ambas, __________ (TN) y Rina, negaron con la cabeza firmemente y de pronto, en mitad de la densidad de la conversación del Bridges, su mesa se convirtió en un oasis de silencio.

__________ (TN) intentó buscar las palabras para explicar algo que quizás nadie entendería del todo si no habían crecido de la manera en que ella lo había hecho.

Ann, que se había quedado en silencio durante toda la conversación, habló primero.

—Algunos padres no te dan una opción realista. Puede que sea porque te quieren. Pero creen que sus valores son los únicos que cuentan, que su manera de actuar es la mejor, no, la única, para ti.

—¡Sí! —dijo __________ (TN) —. Es eso exactamente —y ella estaba un poco asombrada de que Ann hubiera pillado todo aquello. Le hacía preguntarse acerca de la relación de su amiga con su madre soltera.

—Sí —dijo Rina—, y lo extraño es que, incluso después de muertos, de alguna manera eso de los estúpidos valores todavía está en tu cabeza.

Vaya. Espeluznante.

—Entonces, tienes el argumento en tu cabeza —le dijo __________ (TN) —, y victoria, por el amor de Dios, chica, porque sabes que tienes razón. ¡Quitaros esos estúpidos valores anticuados de la cabeza!

Entonces, hubo otro silencio en la conversación y después Rosalie levantó su vaso.

—Tengo que brindar por mis padres. Me estáis dando toda una nueva gratitud.

—Tienes suerte —le dijo __________ (TN) , con su corazón lleno de envidia, a medida que ella levantaba el vaso para brindan con Rosalie. ¿Por qué no había podido ella nacer en tantas otros generaciones que habían perdido la pista, mezcladas y combinadas y cruzadas en Canadá?

Rina y ella adoraban a Rose y Ann, pero el hecho era que eran diferentes. Estaban aceptadas en la sociedad con garantía, la sociedad en la que habían nacido y crecido. Vancouver estaba a kilómetros por delante de otras ciudades de Canadá, pero lo cierto es que Rina y ella nunca habían encajado perfectamente en aquella sociedad. Cada vez que se sentían como ellas eran, las unidades parentales hablaban para decir algo diferente, ya fuera en persona o, aparentemente, en forma de voz fantasma.

—Entonces, volviendo a la pregunta original de Rosalie —dijo Ann—, ¿te molesta tener que mentir? —levantó las manos—. Mira, no estamos juzgándote, simplemente queremos comprender.

—Sí y no —dijo __________ (TN) —, para decir la verdad, pero son ellos los que me han puesto en esta situación tan difícil. Si no se hubieran creado esperanzas completamente absurdas, no tendría que mentir.

—Ya veo —dijo Ann, pareciendo completamente sincera.

La seriedad de su voz hizo que __________ (TN) se detuviera y se concentrara en su pobre amiga totalmente estresada. A pesar de un par de Pura Pasión, su cerebro funcionaba todavía correctamente y tenía la sensación de que Ann estaba exaltada aquella noche. O quizás deprimida. ¿Una forma de defensa quizás? Normalmente, Ann, la mayor del Cuarteto, tenía una máscara de dura, pero aquella noche estaba actuando de manera extraña.

—Tu madre es soltera, ¿verdad? —le preguntó __________ (TN) -. ¿Cómo se comporta ella con tu vida, tus elecciones?

—¿Mi madre? —Normalmente la voz de Ann era bien ajustada pero esta vez hizo un sonido raro, como si pasara las uñas por una pizarra—. Oh, mi madre es la liberación femenina personificada. Todo lo que consiga, mejor dicho, todo lo que consiga a lo grande, es gracias a mí misma y nunca tengo que depender ni un momento de un hombre, entonces seré feliz.

Gilipolleces, mierda, joder. Estaban en Bridges, bajo una noche de mitad de agosto y se suponía que era la noche de __________ (TN) para fanfarronear. Aunque, de alguna manera, el Cuarteto estaba pasando por todos aquellos silencios sin sentido.

Aquellas eran sus mejores amigas y todo el mundo estaba tenso y a la que saltaba, más que disfrutar de aquel momento. Su mesa estaba cargada con más temas pesados que rica comida y bebida, y __________ (TN) deseaba desesperadamente retomar sus bromas normales y optimistas.

Así que respiró con fuerza y pensó en la cosa más escandalosa que podía decir.

—¿Os he dicho que Joe tiene una polla de veinticinco centímetros?

Hubo otro silencio asombroso. Entonces, sintió que todas ellas estaban tomándose un descanso y que como ella había hecho, estaban deliberadamente cargando baterías.

—Apuesto a que Emmet la tiene más grande —dijo Rose.

Rina miró a Ann.

—¿Tenéis una idea de lo celosas que nos estáis poniendo?

Ann levantó una mano, como dejando bien claro lo que iba a decir.

—Veinticinco centímetros es algo absurdo. Bel y Rosie, o estáis mintiendo o estáis desilusionadas. Ningún hombre que no haya salido de ningún espectáculo de fenómenos tiene un tamaño como ese.

—Lo dice la mujer que obviamente está saliendo con enanos —dijo Rose, con un brillo travieso en los ojos.

—Hombres normales —dijo Ann—, hombres normales bien dotados.

—Estoy con Ann —dijo lentamente Rina—. ¿Veinticinco centímetros? Eso es... casi una regla.

Su comentario cortó la tensión rezagada y todas empezaron a reírse otra vez.

Entonces, Ann dijo:

—Pero siendo serias, veinticinco centímetros es enorme, ¿verdad? —se inclinó hasta sus pies y entonces dijo—. Joder, me he dejado el maletín en el coche. Y tengo papeles ahí.

—¿Qué? ¿Papeles? —dijo Rosalie.

—Holaaa. Una hoja de papel tiene unos veintinueve centímetros —respondió Ann.

—Bueno, tenemos servilletas —dijo Rina, levantando la suya de las rodillas—. ¿Qué tamaño crees que tiene?

—No tengo ni idea, pero yo tengo una hoja de papel — __________ (TN) se agachó bajo la mesa para recoger la carpeta que había guardado cuando Rosalie había aparecido y sacó uno de los folios que había imprimido—. Vale, la longitud es veintinueve centímetros, tenemos que quitar cuatro —plegó un pequeño trozo y después enrolló el papel en forma de tubo—. De acuerdo, veinticinco centímetros.

Todas lo miraron.

—No me jodas —dijo __________ (TN) —, es humanamente imposible.

—En ningún sitio cerca de mi cuerpo —aceptó Rosalie.

—Vaya, parece tan grande en, bueno, en persona —dijo Rina, casi reverencialmente.

—Hazla más fina —sugirió Ann.

__________ (TN) estrechó el tubo y Rosalie dijo:

—¡Toma! Qué asco. Es una serpiente. O un octopus vulgaris.

—Un alien con un pene de tres metros —contribuyó __________ (TN) .

—¿Qué? —era la voz de Rosalie, pero Ann y Rina todavía miraban a __________ (TN) también.

—Lo siento. Investigación para un artículo que hice en la tienda erótica paranormal.

Hubo una pausa y después todas empezaron a reírse a carcajadas. Ann habló alargando las palabras.

—¿Es esa tu siguiente fantasía con Joe?

Capítulo 9

Joe estuvo trabajando en el turno de noche del miércoles. A principios de la tarde estuvo ocupado: un golpe en casa de un antiguo amigo, un pequeño accidente de tráfico, una falsa alarma por una barbacoa. Para las once y media, los chicos del turno ya estaban en la cama. Estaban durmiendo, afortunadamente, y él estaba completamente despierto.

En media hora, __________ (TN) llegaría abajo, lo llamaría a su móvil, que tenía puesto en modo vibración y él la dejaría entrar.

Antes de irse a la cama, se había duchado, lavado los dientes bien a fondo y pensado mucho en lo del baile en la barra de descenso. Había ido al Brandy's un par de veces con los chicos, y sí, ver a aquellas chicas divirtiéndose con aquellas barras de striptease era excitante. Pero ninguna de esas chicas podía compararse con __________ (TN) .

__________ (TN) , con aquel cuerpo perfecto y diminuto. Cuyo pelo caía sobre su trasero con un movimiento Castaños y brillante. Quien era fuerte, sexy, traviesa, que llevaba las uñas de las manos y de los pies pintadas de rosa y aquel precioso ombligo.

Nunca había relacionado la barra de descenso con las barras de striptease hasta que ella lo había mencionado. La barra de descenso era para... los bomberos. Su trabajo. Y su trabajo era peligroso, excitante y, afrontándolo, una de las mayores excitaciones del mundo.

Y __________ (TN) también era fuego. Sentía una llama que ardía en su interior cuando ella estaba cerca.

Si pusiera a __________ (TN) y la barra de descenso juntas, solo Dios sabría cómo iba él a hacer frente a todo aquello.

Pero estaba condenadamente ansioso por saberlo. Nunca se había sentido más despierto, mientras contaba los segundos entre las 23:30 y las 23:45. La alarma de incendios no se había activado, afortunadamente.

—Eh, ¿hay alguien ahí? —murmuró __________ (TN) —. Aquí fuera hay una chica que está en seria necesidad por una barra dura entre sus piernas. ¿Crees que puedes ayudarme?

Por la manera en la que su pene se levantaba, estaba seguro como el demonio de que sí. Follarse la barra de striptease, ¡él solo quería follarse a __________ (TN) !

Pero ella estaba con todo aquello de las Reglas de la Fantasía. Y él tenía que admitir que mientras el sencillo sexo tradicional fuera condenadamente bueno, la idea de __________ (TN) bailando en una barra de striptease era mucho mejor.

—Voy a bajar por la barra de descenso ahora —le susurró por el teléfono— y calentarla para ti.

Había podido bajar por las escaleras, pero le encantaba deslizarse por la barra. Tenía mucho simbolismo. Todo venía de ser un pequeño chico aficionado al fuego que soñaba con convertirse en un hombre crecido apresurándose para salvar vidas.

Después de aquella noche, habría otro tipo de simbolismo para añadirlo a aquella mezcla potente.

Abajo, en la planta de los equipos, enchufó una luz tenue que iluminó el enorme camión de bomberos. Abrió la puerta y vio a la chica de sus fantasías allí, de pie, dentro de una gabardina a medio muslo, medias de rejilla negras y unas sandalias de tacón de aguja. Sandalias con correas que se ataban a sus tobillos. No podía esperar a echar un vistazo a lo que fuera que hubiera bajo ese abrigo. Incluso su pelo estaba guardado bajo el cuello del mismo.

Su verga ya le decía, ¡Oh, sí!

Él se acercó a ella, deseando recibir un beso, pero ella se aportó con una sonrisa enigmática. Una mujer misteriosa con aquella gabardina y el cuello doblado.

Le dedicó una mirada provocativa.

—¿Tienes una barra para mí? —entonces, levantó una Humo, liberó su pelo y lo dejó dar vueltas alrededor de ella.

En aquel punto, cualquier cosa que ella le pidiera, él estaría contento de proporcionársela.

Excepto... ¿no era aquella su fantasía? Se suponía que no debía estar arrastrándose hacia los pies de aquella diosa, se suponía que era él quien debía estar al mando de la situación.

—Tengo una barra —le dijo con un gruñido silencioso—, ¿crees que podrás trabajar con ella, guapa?

Sus ojos se abrieron momentáneamente, y después ladeó la boca hacia arriba.

—Sé que puedo trabajarla jodidamente —le susurró—, y a ti. Guapo.

Oh, joder. Como si pudiera tener la maldita esperanza de estar en control de todo con aquella chica. Lo mejor que podía hacer era luchar para contenerse. Y recordar que ella había elegido estar allí, con él. Con todos los hombres con los que podía estar pasando el rato, lo había elegido a él. Para bailarle en la barra de striptease.

Su verga, que había estado seriamente motivada antes, ahora se inflaba de orgullo. Sin mencionar de lujuria.

Ella entró en la zona y caminó entre el camión de bomberos y el vehículo escalera.

—¿Están dormidos todos los chicos?

—Con todas mis fuerzas espero que así sea —ambos hablaban en voz muy baja.

Ella deambuló por allí, tocando la barra de descenso y examinando las cosas. Los vehículos eran tan grandes, que apenas había espacio allí, solo una zona en forma de T entre los dos camiones, delante de ellos. __________ (TN) estaba asintiendo mientras miraba, por lo que debía estar satisfecha.

—¿Cómo están tus oídos? —le preguntó ella.

—¿Oídos? —la única parte de su anatomía que le i ni portaba en aquel momento estaba mucho más al sur que eso.

—Necesito algo de música si voy a bailar. ¿Crees que alguien se despertará si la pongo baja?

—Tengo unos grandes oídos. Y una gran imaginación.

Ella deslizó la mochila de su hombro, cogió la misma grabadora que había utilizado otras veces y la puso en una estantería que almacenaba el equipo. Entonces, dispuso algunas velas y cogió una caja de cerillas.

—Apaga la luz. El ambiente no es el adecuado.

Mujeres. Necesitaban todo eso del ambiente y a él no le importaba nada realmente, aunque tenía curiosidad por ver cómo ella quería escenificar todo aquello. ¿Y además, iba a quitarse ese maldito abrigo en algún momento próximo?

Joe apagó la luz mientras ella encendía las velas. Llamas expuestas en un parque de bomberos. Contradicción, tabú. Ella las había colocado cuidadosamente, nada cerca de las cosas inflamables. No obstante, las narices de los chicos eran muy sensibles cuando se trataba de humo y estaban durmiendo justo en el piso de arriba.

__________ (TN) estaba añadiendo ahora otro elemento de riesgo. Una emoción más.

Y tenía que admitirlo, la luz de las velas era genial. El suelo parecía ahora una mezcla intrigante de sombras y luz tenue, con los dos gigantescos vehículos desvaneciéndose en el fondo como testigos silenciosos. Aquel ya no era un lugar de trabajo, sino de posibilidades.

Sí, como aquella gabardina. Posibilidades. Podría llevar cualquier cosa debajo. Nada más que un liguero y unas medias de rejilla. Era algo divertido no saberlo.

—Estás muy guapo a la luz de las velas —le dijo ella y su mirada era sensual, juguetona y excitante.

La mayor excitación era saber que él, Joe Cullen, excitaba a aquella chica.

Segurísimo que no era la primera vez que ella pensaba que él era un hombre excitante, pero ella era diferente. Más compleja. En su mundo de misterio, con todo aquello de la serie de reglas que había establecido. Complacer a __________ (TN) era lo que más le importaba.

—Quédate ahí —ella señaló hacia donde había puesto la grabadora, a varios metros de donde estaba la barra de descenso—, y enciende la música cuando te haga una señal —le dijo, mientras le daba la espalda.

Después de un par de segundos, levantó su mano derecha y chasqueó los dedos una vez, y después otra.

—Ahora.

Él le dio al botón de encendido, esperando escuchar la canción de «Summerheat». Pero aquella era diferente. Jessica Simpson, se enfundaba sus botas hechas para caminar. ¿Cómo habría adivinado __________ (TN) que esa canción siempre le había parecido realmente sexy? Estaba tan familiarizado con la pieza, que podía bajar un poco más el volumen.

Durante los primeros compases de la música, __________ (TN) no se movió, solo soltó un murmullo de estremecimiento, mientras la música se deslizaba a través de su cuerpo, desde la cabeza hasta la punta de sus pies. Joe conocía aquella sensación. Fue la misma que él sintió cuando salió al escenario del Caprice y cerró los ojos al público. Dejó que todo su ser se concentrara en la música.

Él dio un paso hacia atrás, apoyándose contra la pared y adoptando la postura más cómoda para observar el espectáculo y disfrutarlo.

__________ (TN) empezó a alejarse de él, caminando hacia la barra de descenso. Excepto que caminar no era la palabra correcta para describir lo que ella estaba haciendo. Era una manera de andar pavoneándose, llena de actitud, que hacía que sus caderas giraran y su cabello se columpiara.

Y empezó a acelerársele el pulso.

Aproximadamente a mitad de camino de la barra de descenso, ella se detuvo y echó una mirada coqueta por encima de su hombro. Dejándole saber que era perfectamente consciente, y estaba actuando, para un solo hombre como público. Entonces, empezó a liberarse de la gabardina. No la dejó caer, sino que la deslizó suavemente, manteniendo sus brazos en las mangas hasta que la tela cayó sobre la cintura. Su pelo largo y espeso, protegía su espalda, así que él no pudo decir lo que llevaba puesto.

Entonces, de repente, la gabardina cayó al suelo. Él vio una falda diminuta de color rosa fuerte, brillando bajo la luz de las velas sobre aquellas medias de rejilla de color negras y unos zapatos de buscona, mientras volvía a retomar aquel paseo sexy hacia la barra.

Subió la mano derecha, agarró la barra, dio un brinco. De repente, ya estaba girando alrededor de ella, con los pies levantados del suelo, una mancha arremolinada de tela rosa y cabello negro al aire.

Su brillante falda era tan ajustada que cuando empezó a dar vueltas, cayó al aire en unos de esos círculos, desnudándole los muslos. Él pudo ver un liguero negro y, ¿era aquella un tanga? Él solo tenía rápidos vistazos, porque ella se estaba moviendo muy rápido bajo la luz parpadeante de las velas.

Estaba increíble.

Cuando dejó de dar vueltas, una de sus piernas colgaba alrededor de la barra y él vio que llevaba una camiseta palabra de honor de color rosa que colgaba sobre sus senos y caja torácica, dejando su pecho y sus hombros desnudos. Hasta..., oh, vaya, llevaba su pajarita al cuello, que estilizaba su cuello esbelto.

Con la luz de las velas, su bronceada piel parecía pálida, exótica, especialmente enmarcada por aquel pelo negro, la pajarita y la ropa de color rosa.

Cuando había hablado de lo de bailar en barra de striptease y él había empezado a fantasear, Joe había visualizado algo grosero. La canción de las «botas» no era de aquel tipo y encima, __________ (TN) le estaba dando un toque de elegancia. Si estaba actuando como una stripper, era una de las condenadamente caras.

Y el dolor en su ingle le dijo que él pagaría cualquier precio por poder verla. Tenía la verga dolorida y hambrienta, pero no se movía hacia ella. Aquel espectáculo era demasiado bueno para interrumpirlo.

Agarrándose a la barra con una mano, ella caminó a su alrededor, acompasando sus pasos con el ritmo de la música y utilizando la misma manera de caminar, haciendo bailar sus caderas. Entonces, enrolló una de sus piernas alrededor de la barra y presionó, trenzándose sobre ella como si se la estuviera follando.

Dios, toda la sangre de su cuerpo se había concentrado en su engordado pene. Estaba más duro que la maldita barra.

La canción terminó y empezó otra. Jessica otra vez, pero con un ritmo completamente diferente, de una manera más suave, más sensual. Todavía sexy. Que le decía que ella lo estaba dejando sin aliento.

__________ (TN) se retiró de la barra, sujetándola con una de sus manos. Su cuerpo estaba a un ángulo de cuarenta y cinco grados, con su pelo colgando hacia abajo, casi tocando el suelo. Aquella mujer realmente lo dejaba sin aliento.

Mantuvo esa posición por unos momentos y entonces, volvió a tirar la parte inferior de su cuerpo hacia la barra, por lo que su entrepierna presionaba contra ella mientras la parte superior de su cuerpo se alejaba. Tenía los ojos entrecerrados, como si estuviera en medio de un orgasmo.

Él casi podía tener uno, solo con mirarla. Y sabía perfectamente bien que desde aquel momento, cada vez que se deslizara por aquella barra imaginaría que era la pequeña y dulce vulva de __________ (TN) .

Ella se retiró de la barra como si estuviera alejándose de mala gana de un amante, lanzó al aire su pelo, le dio la espalda y caminó, alejándose de ella. Pero solo por unos pasos. Entonces, se dio la vuelta, dio un paso hacia atrás y se tiró a la barra en otro de aquellos giros voladores alrededor de la misma.

Cuando aterrizó, le dedicó una sonrisa que prometía que había más por llegar y entonces, apartó la cara para concentrarse en la barra. Sus pies estaban a pocos pasos alejados de ella, así que abrió las piernas, se inclinó desde la cintura y se agarró a la barra. Su sexy trasero empujaba en su dirección. Equilibrada con aquellos tacones de aguja, empezó a girar lentamente, al ritmo de la música, y todo lo que él pudo hacer fue observar cómo se balanceaba ese trasero descarado.

Y entonces, pensó en acercarse a ella por detrás, cogerla por la cintura y presionar su erección contra ella.

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Las reglas de la fantasia (joe y tu) - Página 4 Empty Re: Las reglas de la fantasia (joe y tu)

Mensaje por NanixG Mar 03 Jul 2012, 10:39 am



La música tenía un ritmo diferente y sexual y su pulso temblaba al son de ella. También estaba moviendo las caderas con golpes de propulsión y machacando su sexo imitador.

No podría aguantar mucho tiempo de aquella manera. Esa era su fantasía, podía tomar lo que él quisiera. Y él quería tocar a aquella mujer.

En media docena de rápidos movimientos, él cruzó el suelo, la agarró de la cintura y presionó su cuerpo contra el de ella.

Ella gimió, rompió el ritmo y entonces empezó a moverse otra vez, pero ahora era su trasero quien jugueteaba con su excitación. Rozándose con él, arriba y abajo. Él nunca había bailado el lap dance, pero aquella era la manera en la que él había supuesto que sería.

Dios santo, si quería un lap dance, ella se lo iba a dar. Cualquier cosa con la que él fantaseara, __________ (TN) estaba dispuesta a hacerla realidad. Joder, sí, ¡le gustaban las Reglas de aquella alocada chica!

Ella se inclinó y con una mano se levantó la falda, por lo que ahora él podía ver su trasero desnudo, la piel cremosa decorada con un liguero negro en forma de lazo... y sí, era un tanga.

—Dios, qué sexy eres— le susurró él al oído.

Se bajó sus pantalones de gimnasia y la ropa interior, liberando su erección. Le sujetó el trasero y la sostuvo así, mientras deslizaba su verga entre sus piernas, siguiendo la línea del tanga negro. Golpeó la suave piel de su tanga encima de las medias, deslizó su mano más arriba, hacia donde la caliente piel se humedecía y, a continuación, se hizo hacia atrás, para poder cubrir la piel húmeda que surgía entre sus piernas.

Estaba en posición para retirar a un lado el tanga y así poder entrar dentro de ella, cuando ella empezó a gemir y a retorcerse más rápidamente. No tan rítmicamente como antes, La necesidad estaba empezando a invadir su cuerpo.

Y él quería satisfacer aquella necesidad.

Sí, quería hacerlo en ese momento, fuerte y rápido, pero entonces, ambos solo tendrían un orgasmo. Si se mantenía en la parte de atrás, le podía dar dos.

Él descansó su verga erecta sobre los pliegues de las nalgas de su trasero y se concentró en utilizar sus dedos para aumentar la sensación de entre sus piernas. Los paseó de un lado a otro a través de la entrepierna húmeda y sedosa de su tanga y entonces, encontró su dilatado clítoris y presionó, haciendo círculos, intentando corresponder sus movimientos con los de ella.

—Oh, Dios, Joe —jadeó ella— sí, justo así.

__________ (TN) estaba utilizando la barra de descenso para sujetarse y apoyarse también. Quizás no era ni siquiera consciente de ello, pero su trasero trabajaba contra su pene al mismo tiempo que se retorcía bajos sus dedos. Él nunca se había sentido de aquella manera, no había visto nada tan provocativo como su trasero semidesnudo y empujando hacia arriba, el abanico de falda rosa alrededor de su cintura y su pelo castaño, cayendo en cascada hasta el suelo.

El suelo del parque de bomberos.

Joder, si la puta alarma se disparaba justo en aquel momento, él... no, no iba a tentar al destino ni siquiera pensando en las alarmas.

Alargó la mano bajo el tango, insertando cuidadosamente su dedo corazón entre sus pliegues calientes y lozanos, y continuó acariciándole el clítoris con los pulgares.

Su abertura cubrió su dedo. Ella gimió otra vez, tensándose y después, corriéndose alrededor de sus dedos.

En aquel momento, él apartó la tanga a un lado y mientras ella estaba todavía en mitad del orgasmo, embistió su pene en aquel mundo caliente, tenso y sexy que era el centro de __________ (TN) Swan.

Ella jadeó y sus músculos le masajearon a medida que daba espasmos a su alrededor.

Vaya, la sensación era tan maravillosa, demasiado, que él tuvo que esforzarse para no echarse a un lado y dejar que ella terminara.

Pero entonces, ella empezó a hacer esos movimientos del lap dance que presionaban su trasero contra su ingle, y también se movía adelante y hacia atrás. Un poco más adelante y ella liberaba su verga. Atrás y volvía a tragarla de nuevo. El gimió, enterrando la cara en su cuello bajo aquella cortina sedosa de pelo para amortiguar el sonido.

Ella liberó una de las manos de la barra de descenso y le alcanzó los testículos, con un suave agarrón que los hizo incluso tensarse más.

Otra vez, él buscó la bolita perlada de su clítoris, ahora empapada, y empezó a juguetear con ella.

Ella estaba respirando con alientos jadeantes y sus cuerpos se movían de forma tan diferente, delante y atrás, fuera y dentro, a un lado y otro, que él no estaba muy seguro de dónde terminaba uno y empezaba el otro.

La única cosa que sabía era que estaba al borde del orgasmo, y que quería llevarla a ella con él.

Apretujó su clítoris suavemente entre sus dedos pulgar e índice. Ella agarró con más fuerza sus testículos. Y entonces, sucedió, todo vino de una manera explosiva, larga, perfecta y mutua.

Parecía como si llevaran años colgados ahí, con los cuerpos apretados, jadeando por tomar una bocanada de aire. Equilibrados solo lo suficiente para no terminar en el suelo.

Entonces, de mala gana, él la liberó y con una de sus manos todavía en la cintura, dio un paso hacia atrás.

Ella se separó de la barra de descenso, y estiró los brazos.

—Vaya —dijo ella, todavía dándole la espalda.

—Oh, sí.

Ella se dio la vuelta, sacudiendo la cabeza, por lo que su cabello volvió a su lugar original, se ajustó la tanga y la falda.

—¿Ha sido tan bueno como habías pensado en tu fantasía?— le preguntó, con los ojos brillándole.

—Mejor, y lo sabes —rozó sus labios contra los de ella y entonces se probaron el uno al otro, dulcemente. ¿Cómo podía ser una chica tan sexy y tan dulce a la vez?—. Eres una bailarina de barra de striptease genial.

—Solo espera y verás, cuando haya tomado algunas clases más.

Joe empezó a ser más y más consciente de todo lo que lo rodeaba. Hacía rato que había dejado de escuchar la música, pero ahora se dio cuenta de que Jessica estaba cantando otra vez acerca del pecado más dulce. __________ (TN) podía enseñarle a aquella chica una cosa o dos.

Vaya, realmente habían hecho aquello en el parque de bomberos. Los chicos estaban en el piso de arriba, durmiendo.

Echó un vistazo hacia donde la barra subía hasta un agujero en el techo. No, afortunadamente no había caras allí, espiando. De hecho, se habían quitado del medio.

—Nadie nos ha pillado —le murmuró ella.

—Pareces decepcionada —bromeó él, rodeando sus hombros con el brazo y tirando de ella más cerca.

—Recuérdame que te cuente lo de mi amiga Rosalie y los policías —le dijo ella.

—Suena interesante —pero él ya estaba empezando a ponerse nervioso, no quería tentar a su suerte.

Puede que percibiendo aquello, __________ (TN) fuese hasta la grabadora y apagase a Jessica. Empezó a soplar las velas y encendió la luz.

Cuando recogió todas las cosas, sostuvo en la mano su gabardina y se deslizó dentro.

—Vayamos fuera —susurró él. La única desventaja de tener sexo en el parque de bomberos era que no podían hablar. No es que él fuera un gran conversador, pero le había gustado que la otra noche hubieran hablado de sus familias. Había sido algo... cómodo.

Y aquella era una palabra algo extraña de utilizar para una chica picante a la que le iban las fantasías.

Él la siguió hasta donde tenía aparcado el Jeep. Lo abrió y arrojó dentro la mochila, después se giró hacia él. Vestida de la misma manera que había estado cuando la había dejado entrar en el parque de bomberos, ahora tenía un aspecto de recién levantada.

Bajo aquella gabardina, sus piernas aparecían esbeltas y sexys, con aquellas medias de rejillas y sus tacones de aguja.

—¿Llevarás alguna vez esas medias y zapatos para mí?

Su sonrisa era descarada.

—¿Te gustan?

—Tengo esa imagen de ti, tumbada en una cama, desnuda excepto con el liguero, las medias y los zapatos —le confesó él—. Me gustaría que nos acostáramos de esa manera. Entonces, te quitaría cada media, la atraparía en mis dientes, te besaría las piernas hasta llegar a los pies. Te quitaría los zapatos y después recorrería otra vez con mi boca el camino de vuelta. Y, entonces, lo haría con la otra pierna. Y supongo que en ese momento, sería la hora de tener más sexo.

—Ah —murmuró ella—, me gusta esa fantasía. ¿Qué te parece una cama de latón? Eso parece ir muy bien con la escena.

—¿Tienes una cama de latón?

—No, pero sé dónde encontrar una.

—Suena bien —de hecho, no le importaba un bledo el tipo de cama que fuera, pero si el latón la excitaba, entonces no pondría ninguna pega.

—Y entonces, también está lo del lap dance —le dijo él.

A ella se le escapó una risa entre dientes.

—Creía que eras un chico que no tenía fantasías.

Cada hombre con sangre en las venas tenía fantasías sexuales, simplemente había tenido demasiada vergüenza en admitirlo. Pero antes, habían sido fantasías muy básicas. __________ (TN) le estaba enseñando un nuevo mundo de fantasía.

—Tú eres la que me estás dando ideas —le dijo.

—Bien —aquellos bonitos ojos tenían un brillo travieso—, pero la próxima vez me toca a mí.

—¿Qué vas a obligarme a hacer? —le dijo con algo de ansiedad.

—Bailarín privado. Tú has tenido la tuya y ahora yo quiero el mío.

Joe soltó un quejido.

—¿El rollo del claqué?

Ella asintió.

—Si has podido hacerlo para una multitud de cientos de personas, puedes hacerlo para mí sola.

Quizás. ¿Se sentiría él más o menos seguro?

—Puedes elegir esa canción de «Summertime» que tanto te excita —le murmuró con la voz ronca y le guiñó un ojo—. Esta vez seré yo la que esté al mando de la situación.

Para preservar su sexy imagen, y la excitante sensación de su cuerpo bien satisfecho, __________ (TN) condujo desde el parque de bomberos llevando su disfraz. Vaya, ¡qué noche más fantástica! Cada cosa había sido tan condenadamente ilícita, él colándola en el parque de bomberos, ella encendiendo las velas y la música, teniendo sexo mientras un grupo de hombres dormían sólo a unos pies sobre ellos, en el piso de arriba.

Y por encima de todo aquello, había estado el dulce Joe, con sus besos persistentes justo antes de que ella cerrar la puerta del Jeep y se alejara.

La vida no podía irle mejor que en aquel momento.

Por supuesto, hubiera estado bien tener unos minutos para acurrucarse y hablar. Pero entonces, una vez más, aquello no encajaría realmente con todo el elemento de alto riesgo de la fantasía de bailar en la barra de descenso.

A unos pocos bloques de su casa, se metió en el parking de una escuela. Puede que ella estuviera deseosa por correr riesgos en el parque de bomberos, pero no en su propia casa. Apresuradamente, se puso unos pantalones entallados de color beige y una blusa de algodón que había llevado justo al salir de casa hacía un par de horas.

Aquella noche había utilizado la excusa de la entrevista. Sí, Martin y ella se habían puesto de acuerdo para cubrirse el uno al otro, pero su familia no estaba muy de acuerdo en que ella tuviera una cita a medianoche con un chico que apenas conocía. No importaba cómo de lindo, educado y aceptable pudiera ser.

Afortunadamente, su próxima cita con Joe, la fantasía del bailarín privado, sería el sábado a las siete de la tarde. Había apostado a que Martin ya estaría planeando una cita falsa.

Mientras que Joe, había sugerido que empezaran la tarde con una cena fuera. A __________ (TN) le encantaba la comida, le chiflaban los restaurantes. Aunque, cuando iba a algún sitio con un tipo que no era como su familia queria, estaba tan condenadamente tensa que no llegaba a divertirse. Cada vez que la puerta se abría, ella miraba, preguntándose si sería alguien al que ella conocía. Inventándose todas esas historias para cubrir lo que verdaderamente estaba haciendo: entrevista, solo un amigo, solían ir juntos al colegio, todas las mesas estaban llenas por lo que se habían visto obligados a compartir aquella...

Ella le había dicho a __________ (TN) que llevaría comida para llevar a su casa, pero él había dicho que su apartamento era pequeño y que sería una mejor opción si salían fuera. Él le había preguntado si le gustaba la comida tailandesa. Un «ah» se le escapo de la boca antes de que pudiera evitarlo.

Él había sugerido el Tropika, en la Robson Street, en un segundo piso, unas dos puertas alejado del italiano caro CinCin. No era demasiado probable que ella conociera a alguien allí. Y si lo hacía, era una hora temprana para cenar, después de todo. Y —otro «después de todo»— Joe era el protagonista de uno de sus artículos.

La verdad era que había entregado el artículo del concurso del calendario la semana pasada, pero no había razón alguna por lo que tuviera que compartir aquella noticia con nadie. Además, puede que hiciera una segunda parte con los ganadores de los meses del calendario. O un artículo sobre el entrenamiento que reciben los bomberos. O sobre sus contratos. ¿Se basaban los contratos en el aspecto o era una extraña coincidencia que muchos de los chicos que luchaban contra el fuego fueran tan excitantes?

Ella estaba tatareando la canción de Jessica Simpson «These Boots are Made for Walkin» por lo bajo mientras subía de puntillas los escalones de la entrada principal de su casa.

El sonido cesó cuando entró en su habitación y encontró a su abuela dormida en su cama, con una bata verde alrededor de su cuerpo frágil. Parecía tan diminuta. Cuando estaba despierta, aquel pequeño cuerpo, como el de __________ (TN) , llevaba un suministro inagotable de determinación y agallas.

Pero ahora parecía vulnerable. Suavemente, __________ (TN) cubrió a su abuela con el edredón, mientras pensaba cómo abordar aquella situación.

Las gafas de la abuela descansaban en la mesita, junto con una taza de porcelana medio llena. __________ (TN) cogió la taza y dio un sorbo. Té de jazmín. Frío como la piedra. La abuela llevaría allí un buen rato.

Y aquello podía ser una ventaja para __________ (TN) .

Moviéndose silenciosamente, guardó su mochila con el disfraz de baile en el armario de archivos. Entonces, recogió su propio camisón y se dirigió de puntillas hacia el cuarto de baño para prepararse para irse a la cama. Después, se fue a la cocina, hirvió agua y preparó una gran taza de té de jazmín extra fuerte. Después, puso la tetera bajo el grifo y añadió algo de agua fría, para que pareciera como si el té se hubiera hecho hacía bastante tiempo.

Volvió a su habitación, colgó su ropa del trabajo, recogió el libro de Kathy Reichs que estaba leyendo— vaya, simplemente le encantaba una buena e inteligente novela de suspenso—, y se sentó en una silla. Bebió unos cuantos sorbos de té y entonces bostezó en voz alta.

La abuela, que normalmente se despertaba rápidamente, no se movió.

__________ (TN) volvió a bostezar. Maldita sea, realmente estaba muy cansada. Si su abuela no se despertaba pronto, iba a dejarla ahí e intercambiar las camas. Ella tosió, después otra vez, más fuerte.

El cuerpo de la abuela se retorció, entonces sus ojos se abrieron y miró como una cegata.

—¿amore? —dijo somnolientamente.

Oh, vaya, había vuelto a la época en la que llamaba a su marido. El amado abuelo de __________ (TN) , que había muerto hacía ya siete años.

—¿Abuela? —dijo __________ (TN) suavemente—. Aquí, deja que te dé las gafas.

La anciana se las puso y entonces, se sentó, meneando la cabeza.

—Ah, __________ (TN) . He tenido un sueño. Era con tu abuelo.

—Siento haberte despertado.

Su abuela echó un vistazo a su alrededor.

—¡Esta es tu habitación!

—Te has quedado dormida aquí. ¿He de suponer que estabas esperándome?

—¡Oh! Lo siento tanto —la abuela miraba a __________ (TN) —, ya estas en casa.

—Sí, estoy en casa.

Había pretendido fingir que había llegado a casa hacía siglos, y que había esperado educadamente a que la abuela se despertara. Normalmente, esperaba la oportunidad, incluso si era injusta, para culpar a algún otro de su familia. Pero ahora, sabiendo que su abuela había soñado con su marido, simplemente se sentía triste.

La abuela estaba sentada al borde de la cama ahora y __________ (TN) le ofreció un brazo en el que sostenerse y se colocó para que ella pudiera levantarse. Unas zapatillas diminutas estaban escondidas bajo el borde de la cama y __________ (TN) se arrodilló para deslizarlas en los pies de muñeca de su abuela.

—Te ayudaré a subir a tu habitación.

—No, no, ve a dormir. Estaré bien —su abuela avanzaba lentamente hacia la tetera que __________ (TN) había traído—. Puede que una taza de té me siente bien —tocó la tetera con la mano—. Oh, está ya fría.

__________ (TN) reprimió una sonrisa.

—Puedo calentártelo en el microondas.

Su abuela se le acercó y le acarició la mejilla.

—Eres una chica tan buena.

__________ (TN) puso la mano encima de la de su abuela, sosteniéndola por un momento.

—Te quiero, abuelita —y de verdad lo hacía, a pesar de la frecuente irritación que le provocaba—. Ahora vayámonos, subamos a tu cama y luego, te llevaré algo de té.

Mientras se movía suavemente hacia las escaleras, la abuela susurró:

—¿Has pasado una buena noche? ¿La entrevista fue bien?

—Muy bien —le susurró __________ (TN) —. Mi protagonista se ha mostrado muy cooperante.

—¿Puedes hablar sobre ella o es una de esas entrevistas secretas?

—Me temo que es una definitivamente confidencial.

—Vaya. Una chica tan joven como tú, pasas demasiado tiempo trabajando. ¿Cómo vas a encontrar buenos chicos así?

Después de morderse la lengua hasta sentir dolor, __________ (TN) señaló:

—He conocido a Martin Fong. Creo que a lo mejor saldremos este fin de semana.

—¡Ah! Entonces, está bien. Invítale aquí. A cenar, el domingo
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Las reglas de la fantasia (joe y tu) - Página 4 Empty Re: Las reglas de la fantasia (joe y tu)

Mensaje por NanixG Mar 03 Jul 2012, 10:40 am



¡Pobre Martin! Seguramente lo someterían al tercer grado.

—Se lo preguntaré, abuela.

El desayuno fue temprano en la casa Swan y todo el mundo estaba fuertemente animado para ayudar.

Cuando __________ (TN) entró en la cocina con su vestido y cogió la cafetera, su madre, vestida ya con el traje de la oficina, le dijo:

—¿Otra noche hasta tarde?

La abuela, sentada en la mesa con una taza de té, dijo:

—No llegó tan tarde. Yo la vi llegar. Tomamos juntas el té.

—Té de jazmín —confirmó __________ (TN) , guiñándole el ojo a su abuela. Por supuesto, la abuela ya había estado durmiendo cuando __________ (TN) le había llevado la taza del té calentado en el microondas, pero ninguna de las dos iba a admitir aquello.

—Martin Fong viene a cenar el domingo —anunció la abuela triunfante.

La madre de __________ (TN) arqueó las cejas.

—¿De verdad? —se giró hacia __________ (TN) para que se lo confirmara.

—La abuela y yo hablamos de ello anoche. Le invitaré esta mañana y os diré si está libre para entonces.

—Es un buen chico —dijo su madre sospechosamente. ¿Se habría dado cuenta de que su hija realmente no salía con buenos chicos?

—Es inteligente, atento — __________ (TN) sonrió—, muy guapo. Le bien en su carrera.

—Suena demasiado bueno para ser verdad —murmuró la tía desde donde estaba sentada, bebiendo su propia taza de té.

—Carlota —increpó su hermana—, eres tan cin... cin… __________ (TN) , ¿cuál es la palabra?

—Cínica —le proporcionó __________ (TN) .

Más tarde, cuando telefoneó a Martin en el trabajo, le dijo:

—Mi tía cree que eres demasiado bueno para ser verdad.

—Ah. ¿No creerás que sospeche nada?

—Por supuesto que no. Probablemente nunca haya sabido que los homosexuales existen. Creo que simplemente le llevará tiempo creer que voluntariamente salgo con alguien que es tan aceptable. Y hablando de ese tema, tengo dos invitaciones para ti.

—¿Dos?

—El domingo por la noche con mi familia.

Él gruñó.

—Vale, pero tú tendrás que hacer lo mismo. Mi gente se muere por conocerte. Mi madre ha estado intentando que acuerde un día.

—Quizás, si lo hiciéramos todo a la vez, nos los quitaríamos a todos de encima.

—¿Padres? ¿Tías y abuelas? No cuentes con eso.

Ambos se quedaron en silencio por unos minutos porque no había nada que decir. Aquella era la verdad.

—Martin, ¿has pensado alguna vez a largo plazo? ¿Puedes quitártelos de encima cuando te presionan para que te cases con alguien?

Un largo suspiro llegó flotando por la línea telefónica.

—Probablemente no. Supongo que finalmente tendré que ceder.

—¿Realmente? ¿Casarte con una mujer? Pero…

—Sé lo que estás pensando. Sí, y probablemente fingir un par de veces al año, lo suficiente como para hacer un par de niños.

—Pero eso no es justo, ni para la chica, ni para ti.

—Lo sé —hizo una pausa y entonces le dijo—. Deberíamos casarnos.

—¿Qué? ¿Tú y yo? — ¿estaba loco?

—Casarnos, tener un niño o dos y cubrir nuestra historia por el resto de nuestras vidas. Como estamos haciendo ahora mismo.

—¿Los dos viviendo una vida secreta?

Otro suspiro.

—Podría funcionar.

—Pero ¿y si te enamoras de alguien? ¿No querrás estar con esa persona? Como... ¿todo el tiempo?

—Claro, pero mi familia nunca lo aceptaría.

—Mierda —tenía razón.

Y quizás también la tuviera cuando hablaba de matrimonio. Puede que ella simplemente hiciera de tripas corazón y se rindiera a su familia en aquel momento.

No. Era demasiado joven para dejar de tener esperanzas.

—Haremos un trato —le dijo ella—. Si ninguno de nosotros ha solucionado esto para cuando tengamos treinta años, entonces nos casaremos. ¿De acuerdo?

—Es un trato —entonces, le dijo—. Odio preguntarte esto, pero, ¿dijiste dos invitaciones? ¿Podemos solucionar lo de tu familia en solo una vez?

—Ah, la segunda invitación te va a gustar. ¿Quieres tener una cita falsa el sábado por la noche? Yo con mi chico, tú con el tuyo, ¿qué te parece?

—Suena bien. Lo único es que tendremos que comparar ideas el domingo antes de la cena, para que nuestras historias concuerden.

—¿Concuerden? —rió ella—. No pareces tú el que ha dicho eso, Martin:

—Vale, eso ha sido mezquino —se había puesto seseando, como un verdadero gay de West End—. Es verdad, pero en mezquino. Chica mala.

—Cuenta conmigo.

Capitulo 10

El jueves, la hermana de Joe, Alice, lo llamó por teléfono.

—¿No tendrás que trabajar mañana, verdad? —le preguntó ella.

—No, no trabajo. ¿Por qué?

—Voy a la ciudad mañana y me debes una comida por ayudarte a ganar lo del calendario. Llévame a algún sitio que esté de moda —le rogó ella—, hazme olvidar que vivo en Chilliwack.

—Te encanta Chilliwack.

—No. Me encanta la granja, no me encanta Chilliwack. Llévame a una granja en medio de West End y estaré en el séptimo cielo. Pero no puedes, así que al menos, dedícame una hora o dos de lujos.

—¿Y qué sé yo sobre lo que está de moda? —le preguntó. ¿No sabía ella que se suponía que los bomberos tenían que ser unos hombretones, y no unos tíos que estuvieran puestos en lo que se llevaba o no? Vaya, si alguien llamaba a Bulldog Spievak moderno, él le partiría la cara.

—Dios, eres imposible —le dijo Alice—. Quedas con las chicas, ¿verdad? ¿Dónde vais?

El pensó en __________ (TN) sobre el suelo del centro de entrenamiento de bomberos. __________ (TN) enrollándose en la barra de descenso.

—¿Joe?

—Estoy pensando —murmuró. De acuerdo, sí, suponía que las chicas con las que había salido probablemente elegirían lugares de moda. Esa era la razón por la que siempre terminaba comiendo porciones diminutas de comida, normalmente en montones hacia lo alto, con colores extraños y sabores. Era mejor ir al tailandés, o al hindú, o a comer pizza, comidas favoritas.

A __________ (TN) le gustaba la comida tailandesa.

De mala gana, volvió sus pensamientos a los lugares de moda. Había un sitio que estaba bastante bien. Y por la manera en la que su cita había pasado la noche diciendo «¿Es aquel Ben Affleck? ¿Es ese Ashton Kutcher?», tendría que ser un sitio de moda. La comida había sido buena, pero a la hora de pagar la cuenta, tuvo que compartirla con la chica. Sí, puede que pudiera haberse metido en sus bragas, pero a ella le hubiera gustado que fuera Hugh Jackman y no Joe Cullen.

Ah. __________ (TN) estaba en sus fantasías. ¿Querría fingir algún día que era alguna estrella de cine? Por ella, seguro que el acabaría persuadido.

—Te lo juro, tienes el cerebro más lento del mundo —dijo Alice con desesperación.

—Lo siento. Solo estaba intentando pensar en un sitio en el que te divirtieras. ¿Conoces el Cardero? Está en el puerto. He oído que está lo suficientemente de moda para las estrellas de películas, así que puede que sea lo suficientemente bueno para ti.

—¡Genial! ¿Nos vemos allí a la una?

Joe sabía que aquello significaría más de la una y media, así que dormiría el viernes por la mañana y no se molestaría en llegar hasta la una y cuarto. Era una hora de movimiento, con la gente que comía temprano y que se iba, así que tendría una buena mesa para dos en la terraza. Empujaría a un lado la lista de vinos de lujo, pediría una cerveza y se tumbaría para disfrutar del sol y la fragancia del océano.

Cuando una bonita chica de cabello negro caminó hacia él, con las manos llenas de bolsas de compras, tuvo que mirarla dos veces.

—Dios, Alice, ¿eres tú?

Normalmente su pelo oscuro, estaba cubierto de mechones que iban del platino al negro. Llevaba una camiseta escasa de color azul bordada que hacía juego con sus ojos y unos pantalones ajustados que colgaban en la parte baja de sus caderas, desnudando su abdomen plano.

¿El abdomen de su hermana? No es que aquello fuera algo que él no quería ver. Volvió su mirada hacia el nuevo color de pelo. Se lo había cortado también, con uno de esos estilos alborotados. De ese tipo que parecía que una chica acababa de levantarse después de una noche de sexo enérgico. ¡Dios santo!

—¿Te gusta? —se deslizó en una silla enfrente de él, tirando como tres docenas de bolsas debajo de la mesa y destellándole con una sonrisa deslumbrante.

Si __________ (TN) llevara esa ropa con el pelo alborotado, él hubiera pensado que estaría completamente comestible. ¿Estaban los tíos mirando a su hermana y pensando...? Mierda.

—Vas enseñando mucha carne —le gruñó.

—Bien. Estoy condenadamente harta de parecer ingenua. No me está llevando a ningún sitio.

—¿A dónde coño te crees que va a llevarte tu nuevo look?

El brillo de su cara se volvía duda.

—¿He ido demasiado lejos? ¿Me estás diciendo que parezco una puta o algo así?

Él suspiró.

—Joder, ¿cómo demonios se supone que he de saberlo? Eres mi hermana.

Los ojos azules de Alice se habían nublado y sus cejas formaban una línea frontal.

Él suspiró otra vez e intentó ser objetivo.

—Vale, quizás esté protegiéndote demasiado —joder, su hermana ya era una mujer madura, más mayor que __________ (TN) , y se suponía que tenía todo el derecho del mundo a sentirse sexy si quería. Además, si intentaba hacerla llevar sus vaqueros holgados y su camiseta, lo hubiera mandado a la mierda.

—No, no pareces una puta —admitió él—, pero tienes un aspecto demasiado «de ciudad» para Chilliwack.

Una sonrisa volvió a aparecerle en los labios.

—Puedes sacar a una chica fuera de un pequeño pueblo, pero puedes apostar a que no puedes sacar el pequeño pueblo de la chica.

—Sí, excepto que tú tienes que regresar a ese pequeño pueblo. Creo que a papá no le va a gustar mucho tu nuevo look.

Ella negó la cabeza vigorosamente.

—Oh, que me olvide. Vive en la Edad Media y nunca voy a agradarle, así que puedo dejar de intentarlo y agradarme a mí misma —cuando él sonrió, ella le dijo—. Sí, mi hermano mayor resolvió eso por sí mismo unos pocos años antes de que yo lo hiciera.

Él se encogió de hombros. Se preguntaba si ella escucharía algún consejo si lograba decirlo de la manera correcta.

—¿Sabes? Cuando vamos a un incendio, hacemos una valoración. Es la guerra, ¿vale? Nosotros contra esa bestia. Así que pensamos cómo de fuerte es el fuego, si podemos salvar vidas, salvar la propiedad, mantener a salvo a nuestra gente. Luchamos lo mejor que podemos, pero hay veces que la batalla no se puede ganar. A veces, tienes que enfrentarte a otro tipo de cosas en lugar de eso, como hacer que al edificio de al lado no se le pegue fuego también.

Ella cogió la lista de los vinos pero no la miraba, solo la presionaba contra la mesa, mirándole.

—¿Quieres decirme que elija bien mis batallas? ¿Como por ejemplo que la granja es más importante que la apariencia que tenga? Pero todo eso es jodidamente injusto. Si nuestra gente no estuviera encerrada en ninguna mentalidad sexista de la edad de hierro, ni siquiera sería un tema a tratar, yo queriéndome encargar de la granja.

—La mayoría de las veces los incendios son también muy injustos —señaló él— pero sí, oigo lo que estás diciendo sobre nuestra familia. Aun así, eso es con lo que nosotros también estamos encerrados. No es que hayamos elegido nuestra familia.

—No lo hubiera deseado —refunfuñó ella.

Él bebió un trago de cerveza y pensó en algo que __________ (TN) había dicho.

—Conozco a una chica —le contó a Alice—, es America-canadiense con descendecia china . Con unos padres anticuados. Las esperanzas estaban puestas en su hermano mayor, como pasa con nosotros. Pero funcionó, porque de hecho, él quería meterse en el negocio familiar. __________ (TN) quería hacer algo diferente, periodismo, y su familia estuvo de acuerdo solo porque ella es la segunda hija, además de mujer.

Alice dejó la lista de vinos.

—Qué suerte tiene —sonrió irónicamente—. Me pregunto qué hubiera hecho la familia de __________ (TN) si hubieran tenido que lidiar con hijos como nosotros que no encajan tan claramente en esas estúpidas esperanzas.

Él se encogió de hombros.

—Probablemente lo mismo que los nuestros. Añadir presión —levantó el menú—. Tengo hambre, ¿por qué no decidimos lo que queremos?

Alice estudió el menú con entusiasmo.

—Oh. Me muero por comer carne con patatas.

—Y spätzle —sonrió él. Aquellas bolitas de masa constituían el alimento básico en su casa.

—Y noodles —le devolvió la sonrisa—. Creo que tomaré el ahi, poco hecho, con salsa de pepino y wasabi con mostaza y soja —entonces, finalmente abrió la lista de los vinos e hizo varios «mmm» de aprobación mientras lo estudiaba.

Joe estaba contento de comprobar que podía tomar hamburguesa con patatas.

Cuando estaban tomándoles nota, Alice dijo:

—Esa __________ (TN) suena interesante. ¿Estás saliendo con ella?

Saliendo. Aquella era una palabra complicada, implicaba cierto grado de compromiso.

—Estoy viéndola —aunque habían sido más veces lo normal y él aún estaba definitivamente interesado—. Puede que quedemos otra vez, pronto —admitió.

—¡Genial! Mi hermano mayor tiene una chica. Ya era hora. Entonces, cuéntame algo de ella.

—Lo acabo de hacer.

Ella puso los ojos en blanco.

—Una periodista America-canadiense con unos padres anticuados. Eso no es que sea mucha información.

—Es pequeña y bonita, y le encanta el color rosa. Tiene un pelo increíble, largo y Castaño. Se hace la manicura de las manos de fantasía.

Alice arrugó la nariz.

—Ojalá yo pudiera, pero tardaría dos minutos en la granja. ¿Qué más?

—Es una bailarina de striptease increíble.

—Eh, es divertida. Su personalidad es diez veces más grande que su cuerpo —y aquello era todo lo que iba a decir.

—Suena genial —dijo Alice—. ¿Cómo la conociste?

Él se encogió.

—Me hizo una entrevista para un artículo.

—¿A ti? ¿Para qué tipo de artículo? —entonces ella chasqueó los dedos y empezó a reírse—. El concurso para el calendario de los bomberos.

—Sí —admitió de mala gana.

—¿Para qué periódico? ¿Cuándo sale el artículo? No me lo he perdido, ¿verdad?

—Para el Georgia Straight. Y no tengo ni idea de cuándo sale.

—No confío en que me tengas informada de ello, así que lo comprobaré cada semana.

—Simplemente no se lo enseñes a nuestra familia, ¿vale?

Le dedicó una de esas miradas de regocijo que dicen ahora, te tengo yo a ti.

—Si quieres que haga eso, tendrás que invitarme a un postre decadente. Y a otro vaso de vino.

—Chantaje.

—Puedes apostar a que sí. Entonces, ¿cuándo voy a conocer a __________ (TN) ?

Levantó la mano en señal de protesta.

—Dios, hermana, solo la he visto yo. Al menos, espera hasta que estemos saliendo.

—No debería tardar mucho. Obviamente estás colgado con esa chica.

Él se encogió de hombros, tímidamente, pero no pudo reprimir una sonrisa.

Ella se le acercó.

—¿No es divertido cuando empiezas a salir con alguien? Todo es tan nuevo y tan excitante...

Excitante. ¡Oh, sí!

—¿Vas a hablarle de ella a la familia? —le preguntó Alice.

—Supongo, si seguimos saliendo.

—¿En serio? —arqueó una ceja.

—¿Por qué no? —entonces, él frunció el ceño, recordando las pocas conversaciones en los últimos dos años. Ahora que se acercaba a los treinta, su madre estaba presionándole para que sentara la cabeza y creara una familia—. Oh, vale. Mamá puede que se haga ilusiones —y le diera la lata sin piedad ninguna.

No era que la idea del matrimonio fuera una mala idea —algún día, cuando conociera a la chica correcta—, pero era asunto suyo, no de su madre.

—Lo dudo —dijo Alice—. Creo que la criticará.

—¿Qué? ¿Criticar?

— __________ (TN) es America-canadiense —dijo Alice.

—Sí, ¿y qué?

—Sabes cómo es nuestra familia. Los alemanes son mejores, los de Europa del Este y los ingleses están bien, la gente de los países mediterráneos cuestionables. Los extrajeros no son buenos.

—Estás de broma —la miró con los ojos entrecerrados—. Nunca las he oído decir una barbaridad como esa.

—No has prestado demasiada atención entonces. ¿Acaso no has oído a papá quejarse del mercado de productos del señor Nguyen?

—¿Algo como que está provocando un embotellamiento en aquella zona?

—Si el señor Werner hubiera abierto el mercado, papá no pondría ninguna queja. Es porque el señor Nguyen es vietnamita.

—¿Y qué hay de malo con los vietnamitas? —dijo Joe con una perplejidad genuina—. ¿Con los americo-canadienses?

—Parecen diferentes, tienen costumbres distintas.

—Eso es una locura.

—¿Me lo dices tú a mí?

—¿Estás diciendo que nuestros padres son racistas? Venga ya.

Ella levantó ambas manos en el aire.

—No tan racistas como... vale, mira, tú y yo, la mayoría de la gente de nuestra edad, piensan de forma diferente a sus padres y abuelos. Hemos ido al colegio, especialmente a la universidad, con niños de todas razas, culturas y religiones. Para nosotros, es algo más interesante que algo de lo que tener miedo. La gente mayor es más recelosa de la diferencia, es como una especie de amenaza
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Las reglas de la fantasia (joe y tu) - Página 4 Empty Re: Las reglas de la fantasia (joe y tu)

Mensaje por NanixG Mar 03 Jul 2012, 10:40 am

—¿Crees que mamá y papá se sentirían amenazados por __________ (TN) Swan? —aquella idea le daba ganas de reír.



Una sonrisa dibujó los labios de Alice, pero era una triste.

—Hazme ver que estoy equivocado. Diles que estás saliendo con ella y veremos lo que te dicen.

__________ (TN) había rechazado la oferta de Joe de recogerla el sábado por la noche. En lugar de eso, condujo hacia su apartamento, en West End, que él había dicho que estaba situado a unos pocos bloques del restaurante tailandés.

Era sábado, noche de agosto, el tipo de noche en la que a veces ella iba con una amiga o dos de tiendas, cenaban juntas o caminaban sin rumbo por el dique. Pero aquella noche, estaba aparcando en una calle residencial, que parecía un bloque de apartamentos mediocre. Si se estaba dirigiendo hacia casa de Joe para llevar a cabo una fantasía sexual, puede que hubiera estado alegre, pero en aquel momento estaba fuera de la lona de comodidad.

Él estaba actuando como si aquella fuera una noche normal de sábado... de cita. De lo que él no se había dado cuenta era que para ella, esa cosa no existía. Incluso si iba a hacer lo acordado con un chico o si iba a estar en el apartamento de su amante, a salvo de miradas indiscretas chinas.

No había nada de qué hablar, Joe y ella vivían en dos mundos muy diferentes.

Ella esperaba que cenaran rápido, volver a toda prisa a su casa y representar la fantasía. Cuando se trataba de una elección entre el mundo real y el mundo de fantasía, tenía claro lo que iba a elegir.

__________ (TN) estaba en la entrada del edificio, comprobando su reflejo en la puerta de cristal. Porque iban a ir a un sitio público, tenía que estar vestida de manera tradicional. Nada de ombligos desnudos. Nada de medias de rejilla. Había elegido los pitillos de color fucsia y una camiseta blanca de lentejuelas con un hibisco, unos pendientes rosas colgando y un brazalete amplio que hacía juego.

Ella apretó el botón del interfono y Joe respondió:

—Eh, __________ (TN) , bajo ahora mismo.

Dos minutos más tarde, estaba empujando la puerta de entrada.

Pantalones cortos. Se había puesto unos pantalones cortos. Pantalones cortos de color kaki con una camiseta azul de manga corta que hacía que sus ojos fueran aún más azules. Excepto, que ella no podía concentrarse realmente en sus ojos porque estaba demasiado ocupada mirándole las piernas.

Joe tenía también unas piernas increíbles. Bonitos músculos, un vello moreno dorado y un buen bronceado. Unas piernas muy, muy caucásicas.

—¿ __________ (TN) ? ¿Estás bien?

Ella dirigió su mirada hacia arriba.

—Bonitas piernas —recobrando la compostura, le dedicó una sonrisa—, hechas para bailar.

Él gruñó.

—¿Realmente vas a hacer que siga con todo esto?

—Espero que tengas los zapatos de claqué listos para salir a escena —alcanzó su bolso de lentejuelas y sacó la pajarita—, y necesitarás esto.

Él la cogió y la metió en uno de los bolsillos de sus pantalones cortos. Parecía uno de esos chicos surfistas de California, y le sentaba bien. Justo como los pantalones de esmoquin y el chaleco que llevó aquella vez.

—¿No tengo un beso de bienvenida? —se inclinó mientras le decía.

Ah. Sí, a ella le encantaba besarle, pero no estaba muy acostumbrada a las demostraciones de afecto en público. Además, cuando sus labios se tocaban, las cosas empezaban a encenderse. Actuando con cautela, __________ (TN) se estiró y le dio un rápido beso en los labios y después se alejó un par de pasos.

—¿Eso es todo? —le dijo él desconfiadamente—. ¿De la chica de la barra de striptease?

—Es suficiente por ahora. Sabes lo que pasará si empezamos.

—Supongo que sí-—él rió a carcajadas y después la cogió de la mano—. Vayamos a cenar.

Aquella mano era tan tentadora, pero espeluznante también.

—Eh, Joe. No soy mucho de cogerme de la mano.

—¿Qué?

—Es... tiene que ver con las tradiciones de mi familia. No estamos muy acostumbrados a las demostraciones de afecto en público —cuando él frunció el ceño, ella añadió—. Tocarse es algo muy privado. Como... cuando estamos en casa, mis padres no se besan y ni siquiera se cogen de la mano delante de mí —y si algún conocido la veía cogida de la mano de Joe, no podría hacerle pasar por el entrevistado o «solo un amigo».

—Tienes sexo conmigo en una barra de descenso, ¿pero no quieres cogerme de la mano? —le dijo incrédulo.

Ella se encogió de hombros. Para ella tenía sentido perfectamente, y Martin seguro que también lo entendería, pero Joe probablemente nunca llegara a hacerlo.

Él la miró durante unos segundos y entonces, pareció darse cuenta de que no estaba bromeando.

—Vale, bueno. Pero tienes que saber, que esto me resulta algo extraño.

—Estoy segura de que tendrás alguna cosa cultural que a mí me parezca extraña —intentó sonar razonable, no irascible.

Pero tuvo que haber tenido efecto, porque él rió entre dientes.

—¿Qué te parece que mi padre cultive maíz para venderlo pero que nunca entre en casa? En el viejo país, era comida para cerdos.

Ella asintió.

—Sí, eso es algo extraño.

—No comen arroz, tampoco. Para él eso no es comida.

—Tendría problemas en mi casa —no es que el padre de Joe, ni el mismo Joe fueran a visitar siquiera su casa. A sus padres les daría un ataque.

El uno al lado del otro, se dirigieron hacia la Robson Street. El paseo estaba lleno de gente que caminaba sin rumbo. Muchos de ellos eran parejas, viejas y jóvenes, homosexuales y heterosexuales, y muchos de ellos iban cogidos la mano.

__________ (TN) tenía que admitirlo, una gran parte de ella quería agarrarse a su gran mano. Entrelazar las dos, decirles al mundo que estaban juntos. Pero no merecía la pena correr tantos riesgos. Y el hecho era que, realmente, no estaban juntos, simplemente eran... compañeros de fantasías sexuales. De camino a su cena, para recargar batería antes del sexo con el bailarín privado.

—¿Estás segura de que la comida tailandesa está bien? —le preguntó él—. ¿No quieres ir a cualquier otro sitio más elegante?

—Me encanta el tailandés. Como mucho de todo excepto chino.

—¿No comes comida china? —su mirada de reojo le decía otra vez que pensaba que era algo extraña.

—No fuera de casa, quiero decir. Siempre la comemos ahí, así que no me parece muy especial. Cuando salgo a comer fuera, me apetece algo especial —le guiñó un ojo—, algo como el sexo. ¿Quién quiere sexo todos los días? Debería ser extraordinario.

—Seguro que sí, contigo —se movió hacia ella al lado, por lo que su brazo desnudo rozaba el de ella.

Las células de su piel dieron un salto. ¿Había sido aposta aquello? Estaba bien, caliente y algo eléctrico, y no se retiró.

La Robson Street estaba repleta de gente y ella se dio cuenta de cómo Joe estaba siendo protector, asegurándose de que ella no sufriera ningún empujón. ¿O estaba simplemente buscando cada oportunidad para obtener una caricia inocua de su brazo, su hombro, mientras la guiaba lejos de un hombre gordo con un puro o de un niño que corría apresurado hacia ella?

Cada roce le enviaba una ráfaga de calor por todo el cuerpo. Para cuando alcanzaron las escaleras del Tropika, ella ya estaba rezando por el aire acondicionado.

—Oh, qué bonito —dijo ella mientras entraban en la habitación, fría y con un techo alto. La decoración era sencilla y atractiva, con un toque de madera y fibras naturales, y el aroma del ajo, el curry y el jengibre hicieron que su estómago rugiera —. No puedo creer que no haya estado aquí antes —le a Joe mientras un sonriente camarero los llevaba a la mesa de la ventana.

Después de que el camarero anotara la comanda de la cerveza Singha, __________ (TN) abrió el menú.

—Pidamos, me muero de hambre. ¿Quieres que pidamos dos o tres cosas y las compartamos?

—Claro.

Debatieron las opciones y se decidieron por el pollo al curry verde con leche de coco, cerdo salteado con jengibre y verduras y un pad tailandés.

—Y arroz de jazmín —le dijo __________ (TN) al camarero mientras tomaba nota. Entonces, ella arqueó las cejas en dirección a Joe—. ¿Comes arroz?

—Me encanta.

Cuando ella volvió a tomar asiento y bebió un sorbo de cerveza, él le preguntó:

—Tengo casi miedo de preguntarlo, pero, ¿cuándo sale el artículo del calendario?

—Lo entregué la semana pasada. Estará publicado el jueves que viene. Y es fantástico. Hay una foto increíble de ti para la portada.

—¿La portada? —refunfuñó él—. Mierda, ¿cómo has podido hacerme algo así?

Ella se inclinó sobre la mesa y le dio un pellizco fingido sobre el brazo.

—¿Hacer qué? ¿Hacer que seas un dios del sexo para todo West End? Hombre, deberías darme las gracias. Tendrás tantísimas chicas después de eso que no sabrás qué hacer con ellas.

eres más mujer y sé que hacer contigo —le dijo secamente.

Ella rió deleitada.

—Te lo estás tomando bien. Hasta ahora —le arqueo la ceja sugerentemente.

—Sí, lo sé, tengo que bailar para ti —suspiró—. Tendré que tener unas cuantas cervezas encima antes de que pueda siquiera pensar en ello.

—No te pongas muy borracho —le dijo ella dulcemente—, que si no perderás tu... ¿cómo debería llamarlo? Capacidad de actuación.

Él alcanzó su vaso de cerveza y dejó que su mano rozara la de ella.

—No tengas miedo por eso.

Un temblor de placer le recorrió todo el cuerpo.

—¿Sabes qué? —le dijo ella—. Le he sugerido a mi editor un artículo sobre la serie de fotos para lo del calendario. Si acepta, iré a la sesión. Y haré fotos mientras os hacen fotos así de sencillo. —arrugó la nariz—. Espero que hagan algo diferente para el calendario del año que viene.

—No he mirado el de este año. ¿Es malo?

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Las reglas de la fantasia (joe y tu) - Página 4 Empty Re: Las reglas de la fantasia (joe y tu)

Mensaje por NanixG Mar 03 Jul 2012, 10:41 am

El pobre chico parecía nervioso.



—No es malo, es solo que... —se encogió de hombros—. Los chicos son excitantes, pero las fotos son en blanco y negro, con los pantalones de bombero coloreados de rojo. Es dramático, pero me gusta ver los músculos desnudos en color real. Es más sexy.

—¿Músculos desnudos? —ahora sí que parecía realmente preocupado.

—Ah. Torsos y brazos —le dedicó una sonrisa juguetona de tranquilidad, encendiéndolo—. Estoy segura de que este año buscarán un tema diferente. No querrán hacer lo mismo —entonces le dio su sonrisa más traviesa—. Quizás os echen fotos a todos en ropa interior, llevando esas enormes mangueras.

El gruñó y bebió algo más de cerveza.

—Puedo sugerirles que hagan eso —le dijo ella—. Después de todo, no es que tengas nada de lo que preocuparte. Unos calzoncillos de leopardo te quedarán sencillamente bien.

—¿Nunca te ha dicho nadie que tienes tendencia a hacer el mal?

Ella sonrió.

—Haremos un trato. No sugeriré lo de la ropa interior al fotógrafo, si me concedes otra fantasía.

—¿Por qué me da que tienes una en particular en la cabeza?

—Fantasía de la sesión de fotos —le dijo ella inmediatamente—. Mi cámara de fotos y yo, tú y un par de... —estaba a punto de decir calzoncillos cuando otra idea le vino a la cabeza. Aquellos pantalones rojos le habían recordado a otra de las historias de Rosalie. Oh, vaya, sí, eso sería incluso mejor.

—No me voy a poner ningún calzoncillo de leopardo— dijo él firmemente.

—De acuerdo, te perdono eso.

Él la miraba sospechosamente.

—Seguro que has pensado en algo peor. Olvídalo, no pienso ponerme nunca una tanga.

Ella abrió los ojos de par en par.

—Oh, no había pensado en eso. Es una idea genial.

—No, por favor, Dios, una tanga no.

—Es mi fantasía y hemos hecho un trato. Eso no es justo. Pero, vale, nada de calzoncillos de leopardo ni de tangas —tenía una sonrisa traviesa en la cara—, pero llevarás... llevarás exclusivamente, unos bóxers de seda. De color rojo bombero.

—¿Seda? ¿Seda roja? No hablas en serio.

—Estoy hablando totalmente en serio. Uno bien apretado, totalmente de seda roja.

Rosalie le había contado a las chicas cómo le había dado a Emmet unos bóxers de seda de color rojo, y lo bien que se lo habían pasado jugando con ellos… En persona y en sexo por teléfono. Y __________ (TN) tenía una vena competitiva. Unos bóxers de seda, una fantasía de sesión de fotos superaría con mucho las aventuras de Rose.

—Si consigues lo del baile de claqué y lo de la sesión de fotos —le dijo él, aproximándose para alinear la vela, por lo que rozó la mano con la de ella otra vez— me debes una.

—¿Liguero y medias? —le dijo ella—. ¿Cama de latón?

—Eso está en la lista. Junto con lo de la cascada. Todavía no has hecho lo de la cascada.

—No es culpa mía. Encuéntrame una cascada y estaré allí.

Se callaron cuando vino el camarero repartiendo platos de comida humeante que olía tan bien que __________ (TN) gimió de placer. Con ansia, cogió arroz del centro del plato, mientras Joe y ella se pasaban las raciones, sirviéndose cucharones de los otros platos que se apilaban desordenadamente alrededor del arroz.

—Tengo otra —su voz hizo que __________ (TN) lo mirara.

—¿Otra qué?

—Qué rápido se olvida la chica. Supongo que la comida es más importante que el sexo.

—A veces. Lo siento, ¿te referías a otra fantasía? —se inclinó hacia delante, con los codos sobre la mesa—. Dime.

Geisha.

Ella arqueó las cejas. ¿Geisha?

—¿Te das cuenta de que las geishas son japonesas y que yo no lo soy?

Él puso los ojos en blanco.

—Dios, __________ (TN) , por supuesto que lo sé. Pero tu pelo podría pasar por el de una japonesa. Es tu cabello lo que me hace pensar en eso. Podrías recogértelo en uno de esos estilos tan sensuales de las japonesas, llevar un bonito kimono también.

¿Un kimono que él pudiera quitarle? Sí, ya se estaba haciendo una idea de la escena. Para bromear con él, le preguntó:

—¿Haremos el ritual del té? ¿Eso es lo que tienes en mente?

Una sonrisa dibujó su rostro.

—No había pensado en esa parte, pero sí, puede ser divertido. Puedes esperar a que llegue, servirme, tratarme como tu jefe y señor.

—Eres tan hombre.

—Compréndelo. Tú quieres un bailarín de claqué y yo quiero una geisha privada.

—De acuerdo, supongo que puedo servirte el té, si es tu deseo más profundo, oh, señor y jefe —bromeó ella.

—Y entonces... —se detuvo.

Sexo, por supuesto.

—Puedo suponerlo.

—Un masaje.

Aquello sonaba algo divertido. De hecho, sus manos estaban deseando explorar cada centímetro de aquel excitante cuerpo.

—Puedo hacer lo del mensaje.

—Con alguna loción oriental con especias.

—Sándalo. Es muy masculino.

Él asintió.

—Masajéame primero con tus manos y entonces, quiero que sobre mi espalda camines.

—¿Andar sobre tu espalda?

—Es un tipo de masaje japonés, ¿verdad? Y eres tan ligera como una pluma.

—Quieres que camine sobre tu espalda —aquella idea era una locura. Aunque, era intrigante. Como la idea de que la visión de que una mujer sirviera a Joe, fuera que le caminara sobre la espalda—. De acuerdo, quizás podamos hacer lo de la geisha —estuvo de acuerdo. Tenía que echar un vistazo a Internet o a la biblioteca porque casi no sabía nada sobre las geishas. Claro que Joe tampoco sabría nada. Se divertiría mezclando algunos rasgos genuinos con otras cosas que encajaran en su fantasía. A él le gustaría un acento, un pelo largo, una cara pintada de blanco...

—¿No tienes hambre?—le preguntó él, con un brillo travieso en los ojos.

—¿Eh? —se dio cuenta de que se había detenido después de unos pocos bocados, tan fascinada había estado con lo que él había estado diciendo. Era muy raro que ella se olvidara de que había comida deliciosa en su plato. Cogió un par de cucharadas, degustando el sabor—. Está muy bueno. Siempre olvido que hay restaurantes aquí arriba. Cuando camino por la Robson Street estoy ocupada viendo los escaparates del nivel inferior.

—Me gusta este lugar. A veces, cuando paseo yo solo, subo y encargo comida para llevar.

—Tengo que añadirlo a la lista del Cuarteto —medito mientras pinchaba con el tenedor algo más de pollo al curry.

—¿La lista del Cuarteto? ¿Qué es eso?

—Cada lunes ceno con mis tres amigas. Somos el Cuarteto Imponente.

Él soltó una pequeña carcajada.

—Si son como tú, apuesto a que sois el Cuarteta Formidable.

Eh, aquel chico era rápido y divertido. Sonrió agradecidamente.

—Todas somos muy diferentes, pero, sí, rematadamente formidables.

—Sois buenas amigas, ¿verdad?

—Las mejores —¿debería dejarlo ahí? No, era muy divertido bromear con Joe. Ella le dedicó una resplandeciente mirada a través de la mesa—. Hablamos de todo.

Él abrió los ojos de par en par.

—No les habrás dicho...

—¿Acabo de decirte que hablamos de todo?

Él le dijo irónicamente:

—Entonces, ¿les has dicho que... estás viéndote conmigo?

—¿Viéndote? Supongo que he mencionado que veo una gran cantidad de ti —le sonrió—. Pero no te preocupes, te dejo en muy buen lugar. De momento —su sonrisa se hizo más grande—. ¿No tienes hambre?

—¿Eh?

—Has dejado de comer. Si has terminado con eso, yo la terminaré.

—De ninguna manera. Necesito coger fuerzas —ahora era él quien estaba sonriendo, con una sonrisa engreída—. No sabía que el espectáculo que voy a hacer hoy iba a ser sometido a examen.

__________ (TN) adoraba la manera en la que él se ganaba su confianza y cómo trataba aquello como un reto sexy, más que sentirse intimidado. Maldita sea, realmente tenía ganas de inclinarse sobre la mesa y acariciarle.

—Cuéntame algo más sobre tus amigas —le dijo él.

Y a ella le gustaba que se interesara por sus amigas. Echó un vistazo a su alrededor, por todo el restaurante. No, no había nadie que pudiera conocerla. Entonces se giró hacia Joe.

—Son geniales —casualmente, descansó su mano sobre el antebrazo izquierdo de Joe. Vaya, le hacía sentir bien y le gustaba la cariñosa sonrisa que él le enviaba—. Rosalie esta estudiando para ser veterinaria y...

¡Crac! Sonó como si una mesa hubiera caído encima de algo detrás de ellos, en algún sitio del restaurante.

Ella enterró el tenedor en la comida cuando oyó a una mujer que empezaba a gritar.

—¡Dios mío! —dijo __________ (TN) —. ¿Qué pasa? —se dio la vuelta para mirar y lo que vio fue a Joe atravesando la sala.

Con el corazón presionándole el pecho, __________ (TN) se levantó y lo siguió.

Un hombre regordete y calvo se había caído al suelo, llevándose la silla con él. Aglomerados alrededor de él estaban la mujer que había gritado y otro hombre y otra mujer más.

Joe se hizo paso a través de ellos.

—Échense hacia atrás, déjenle respirar. Soy auxiliar sanitario, déjenme que le eche un vistazo.

La mujer estaba gritando.

—¡John! ¡Oh, Dios mío, John! ¡Levántate! ¿Qué le pasa? —decía mientras le tiraba del brazo.

El hombre... Dios, parecía deshecho. Tenía los ojos cerrados de un blanco pálido y no se movía.

—¿ __________ (TN) ? —Joe ni siquiera la miraba, simplemente asumía que estaba ahí—. Encárgate de esta mujer.

—Eh... — __________ (TN) le tocó el hombro con vacilación— Necesita tomar algo de aire fresco —la mujer la ignoraba. El cerebro de __________ (TN) finalmente empezó a funcionar, sobrepasando el shock de la escena. Cogió a la mujer del brazo y tiró—. Levántese, no está ayudando. Deje que Joe se ocupe de él.

Para su sorpresa, la mujer le dedicó una mirada de desconcierto y después, cerró la boca y obedeció. Se desplomó en una silla, como si sus piernas estuvieran agotadas.

—Es mi marido —se sofocó, sollozando ahora— ¿Qué le pasa?

Joe estaba arrodillado al lado del hombre, tocándole la garganta para comprobar el pulso, llevando su morena mejilla contra la cara blanca de aquel señor. Después, la miró.

—Llama al 911 —le ordenó—. Diles que es un paro cardiaco y que ya estoy haciendo la reanimación cardiopulmonar.

__________ (TN) miró a su alrededor, aliviada al ver que los camareros ya estaban al teléfono, dando toda la información. Ella se giró para mirar cómo Joe abría la boca de aquel hombre y miraba dentro. Aunque llevaba una camiseta y unos pantalones cortos, tenía un aire palpable de autoridad. La mujer sollozaba con más fuerza.

—¿Paro cardiaco? ¿Significa eso que su corazón se ha... se ha parado? ¡Oh, Dios mío!

Joe estaba haciendo todo lo que podía por aquel hombre. El deber de __________ (TN) era ocuparse de aquella pobre mujer. Le puso una mano amablemente sobre el hombro.

—Joe es bombero. Sabe lo que hacer. John está en buenas manos.

La mujer se inclinó para cogerle de la mano, con tanta fuerza que le crujieron los huesos. Ambas miraban mientras Joe cogía un protector facial de su bolsillo y lo ponía sobre la cara de aquel hombre.

__________ (TN) quería decirle a la mujer que su marido se pondría bien, pero no sabía si aquello era verdad. Sentía pánico, impotencia. Sentía presión en el pecho. Aquel hombre, John, estaba muerto. Estaba viendo un hombre muerto.

Pero al menos, Joe no parecía asustado. Estaba haciendo la reanimación cardiopulmonar, alternándolo con bocinadas de aire en la boca de John y haciendo compresiones a la altura de las costillas, con ambas manos sobre su pecho. Se detenía en ocasiones para comprobar el pulso de su garganta, para ver si John estaba respirando.

__________ (TN) no tenía ni idea de cuánto tiempo había pasado mientras la pobre mujer y ella miraban a Joe pacientemente siguiendo la rutina. Fuera, escuchó sirenas que se aproximaban. Entonces, Joe puso los dedos en el cuello de John, le levantó la cabeza y les sonrió.

—Tiene pulso —le quitó la protección facial—, un buen pulso. Y ahora respira por sí mismo.

—Gracias a Dios —la mujer enterró la cara en el hombro de __________ (TN) , todavía sollozando, mientras oía pasos por las escaleras. __________ (TN) la rodeó con el brazo, temblorosa y sintiendo que lloraba también. Pero aquella mujer necesitaba a alguien que fuera fuerte por ella.

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Las reglas de la fantasia (joe y tu) - Página 4 Empty Re: Las reglas de la fantasia (joe y tu)

Mensaje por NanixG Mar 03 Jul 2012, 10:42 am

Suavemente Joe colocó a John de lado mientras dos bomberos cruzaban la sala. Uno se arrodilló, abriendo un botiquín, mientras el otro preguntaba:



—¿Qué tenemos? —entonces, Joe levantó la cabeza y se puso de pie, y el otro exclamó—: ¡Cullen! ¿Qué demonios estás haciendo aquí?

—Eh, Waldren, Singh —dijo Joe—. Estaba cenando aquí. Este hombre, llamado John, ha sufrido una parada cardiaca y he conseguido llegar hasta él en unos segundos. Le he practicado la respiración boca a boca y reanimación cardiopulmonar. Después de un par de minutos, empezó a respirar y recuperó el pulso.

¿Dos minutos? ¿Solo habían pasado dos minutos? Le había parecido un siglo.

Y podía haber sido perfectamente. Aquel hombre, John, había perdido la vida y había vuelto a ella, todo en un espacio tan reducido de tiempo.

Vuelto a la vida gracias a Joe.

Él estaba hablando despacio a los otros bomberos mientras ellos le ponían una máscara de oxígeno al hombre y parches por todo el cuerpo. Escuchó otra sirena fuera y __________ (TN) supuso que era una ambulancia que había llegado.

—¿Hay alguien con el paciente? —le preguntó a Joe uno de los bomberos—. ¿Tenemos algún tipo de historial? ¿Alergias?

—No, aún no, pero su mujer está aquí—dijo Joe.

__________ (TN) se desprendió suavemente del hombro de la mujer.

—Necesitan hablar con usted.

Secándose las lágrimas con las manos, la mujer se dirigió hacia los bomberos, con una expresión cubierta de manchas.

—Su marido va a ponerse bien, señora —le dijo uno de ellos—. La ambulancia ya está aquí —hizo gestos a un par de auxiliares que estaban atravesando el restaurante—, y el hospital de St. Paul está justo a la vuelta de la esquina.

__________ (TN) soltó un enorme suspiro de alivio y solo entonces fue consciente de que Joe le había puesto la mano sobre el hombro. Ella se dio la vuelta. Normalmente, tendría montones de cosas que decir sobre cualquier tema, pero en aquel momento no pudo articular ni una palabra.

Capitulo 11

—No te preocupes —le dijo Joe—, todo se ha acabado ya. Apuesto a que se pondrá bien —la condujo amablemente hacia su mesa mientras los auxiliares se encargaban de colocar al hombre sobre la camilla.

__________ (TN) quería decir algo, hacer algo. Llorar, reír, no sabía qué hacer. Nunca se había sentido de aquella manera antes.

—¡Esperen! —exclamó una voz.

Se dieron la vuelta y la mujer de aquel hombre se apresuró con los brazos abiertos hacia Joe.

— ¡Gracias! Muchísimas gracias. Ha salvado la vida a John.

Él la abrazó un momento y después, dejó que se retirara.

—Me alegro de haberme encontrado aquí para ayudar.

—Yo... yo también —rompió su voz y después se apresuró a seguir la camilla.

—Lo has hecho —dijo __________ (TN) con un sentimiento de sobrecogimiento—. Has salvado su vida. Ha sido increíble.

Joe se encogió de hombros.

—Eso es lo que pasa un día de trabajo —después una sonrisa asimétrica se le dibujó en la cara—. Sí, es genial. Aunque no es que se necesite una habilidad especial.

Ella lo miraba, todavía perpleja, asombrada. Hacía diez minutos había sido un hombre normal, su hombre sexy, y ahora era alguna especie de superhéroe.

—Nadie en este restaurante sabía lo que tenía que hacer.

—Han llamado al 911. Mi parque de bomberos y los que responden están dentro del mismo bloque. La suerte es que lo han cogido a tiempo.

Él la llevó hacia la mesa, que ya habían recogido.

—Oh, mierda —dijo él—, todavía tengo hambre.

Ella se sentó delante de él.

—Estaba mu... muerto —Dios, aquella palabra era difícil de pronunciar—. ¿Le quedarán algún tipo de secuelas?

—Es difícil de decir. Cuanto más tiempo se queda el cerebro sin oxígeno, más posibilidades hay de un daño cerebral. Pero con él ha pasado justo poco tiempo. Es una suerte que estuviera aquí.

—Mucha suerte —mierda, seguía teniendo un tono desfallecido.

Él se inclinó para cogerle la mano, y entonces, se retiró, probablemente acordándose de que a ella no le gustaban las demostraciones de afecto en público.

Ella le agarró la mano con las suyas y la sujetó con fuerza. Sintiendo como su calor y solidez inundaba su cuerpo.

Joe sonrió y negó con la cabeza.

—No me conviertas en un héroe, ¿de acuerdo, __________ (TN) ? No he hecho nada del otro mundo, simplemente he utilizado mis conocimientos básicos de socorrista. La sociedad de ambulancias de St. John y otros lugares ofrecen cursos todo el tiempo. Todo el mundo debería hacer eso.

Su modestia solo le hacía parecer más un héroe. Atractivo. Excitante, en realidad. Pero ahora mismo, lo que había dicho era mucho más importante que la atracción que ella sentía por él.

—Tienes razón. Voy a apuntarme mañana mismo —pero podía hacer algo más. Su reacción aquella noche la había inspirado—, y voy a intentar redactar un artículo sobre eso. Si más gente supiera lo fácil que es, la disponibilidad de los cursos, que de hecho pueden salvar una vida una noche cuando salgan a cenar o ver una película, quizás se animarían.

Su camarero apareció con dos cervezas más.

—¿Podemos pedir otra vez? —preguntó Joe mientras __________ (TN) le dejaba la mano libre y con agradecimiento bebía un trago de cerveza.

—No, no. Espera un momento, por favor —se apresuró a decir.

—¿Qué ha querido decir eso? —Joe le preguntó a __________ (TN) , quien negaba con la cabeza. Bebió algo de cerveza, y soltó un suspiro de satisfacción—. Sería genial si hicieras un artículo sobre eso. Los periodistas pueden llegar a un montón de gente.

Él tenía razón. Hasta ahora, había escrito mayoritariamente cosas de interés humano y de diversión, y los había hecho condenadamente bien, pero raramente tocaba temas intensos. Tenía veintitrés años, escribía sobre lo que le interesaba. Vaya. Puede que fuera inteligente, había conseguido buenas notas, sacado su carrera, conseguido su licencia antes de los veinte años, pero también era muy superficial.

Espera un momento, no era tan mala. Podía pensar en ello al menos una docena de veces antes de empezar con una idea seria.

—¿Sabes lo que pasa muy a menudo? Tengo una idea y entonces el editor dice, «ah, interesante comienzo, pero qué hay de lo que vas a hacer, de lo que sabes, cualquier cosa».

Alisó el reverso de su mano con el dedo pulgar, de un lado a otro; su piel era un poco áspera.

—Lo siento, no te sigo.

Su caricia era sensual, distraída, pero ella se concentraba en explicárselo.

—Dar un enfoque distinto al que había empezado. Como si dijera que quiero hacer un artículo sobre la importancia de que la gente tome un curso de primeros auxilios y el editor dijera «no, eso es aburrido. Haz algo como, oh, no sé, ¿si la gente muere y después vuelve a la vida, cambian sus vidas después de eso? ¿O vieron a Dios cuando estaban muertas?». No es que sean historias malas, pero no es lo que yo quería hacer en un principio.

—Pues entonces, no lo hagas. Haz el artículo que quieres hacer —le estrechó la mano.

—Sí, como si eso fuera tan fácil —le dijo cínicamente—. Ser dueña de mi propio artículo. Joe, tengo que vender la historia. Alguien tiene que querer comprarlo.

Él se echó hacia atrás, con la cabeza inclinada hacia un lado, estudiándola.

—¿Quieres decir que simplemente escribes lo que ellos quieren que escribas? Es un poco jodido eso. ¿Qué pasa si realmente crees en algo?

Ella suspiró. La cosa era que no había un montón de cosas en las que ella creyera firmemente. Joe parecía ver la vida en blanco o negro. Aquello tenía sentido, tenía un trabajo físico, luchaba contra los incendios, contra la muerte. Ella veía matices de gris, eran cuestiones de interpretación y perspectiva, no lo pillaba. Para ella, por otro lado, la vida era como ser un camaleón.

Ella se miró a sí misma, con la ropa que pensaba llevar delante de sus padres y la que llevaba en público. La ropa interior, llevaba un sujetador transparente de color rosa fuerte y un tanga, cosas que guardaba en su archivador en casa.

Sí, cambiaba de color para encajar con el ambiente que la rodeaba en cada momento. Enfocando sus artículos en cualquiera que fuera la dirección que un editor quería. Utilizaba una versión diferente de __________ (TN) con su familia, con el Cuarteto, con otros amigos. Con Joe. Con Joe en público, con Joe en privado.

Joe. Ella lo miró a través de la mesa. Era un hombre sencillo. Ella respetaba eso, incluso puede que lo envidiara. Sin embargo, en una parte de su cabeza, él era demasiado simple e ingenuo a la hora de hablar. La vida era mucho más complicada que eso.

Pero salvaba vidas. Y ella ni siquiera había sabido cómo vender un artículo de importancia.

Estaba claro que eran una pareja extraña. Pero le encantaba sentir su mano entre las suyas. En aquel preciso momento, todo su cuerpo anhelaba estar cerca y de manera íntima con el suyo. En parte había un efervescencia sexual en su sangre y en parte había... ni siquiera podía explicarlo. Quizás algo de eso se le había pegado a ella.

—Tierra llamando a __________ (TN) . ¿Ha sido una pregunta tan difícil?

—Sí, algo así —afortunadamente, el camarero llegó a tiempo para salvar la situación, y llegaba con comida en las manos.

—Creo que se ha equivocado de mesa —le dijo Joe.

—No, esto es para ustedes —el hombre empezó a dejar los platos sobre la mesa y Joe y ella se soltaron de las manos.

Otro hombre apareció llevando incluso más comida.

—Soy el jefe del restaurante —le dijo— y estamos todos profundamente agradecidos por lo que ha hecho esta noche. Por favor, acepte esta comida con todas nuestras felicitaciones.

—Vaya —dijo __________ (TN) mientras multitud de platos llenaban la mesa, cada uno de ellos con un aspecto más tentador que el anterior.

—No debería haber hecho eso —murmuró Joe, con una expresión de vergüenza en la cara.

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Las reglas de la fantasia (joe y tu) - Página 4 Empty Re: Las reglas de la fantasia (joe y tu)

Mensaje por NanixG Mar 03 Jul 2012, 10:42 am



—Pero... —-el jefe parecía consternado.

__________ (TN) le dedicó una sonrisa resplandeciente a aquel pobre hombre.

—Parece todo delicioso. Muchísimas gracias —cuando se hubo ido, ella alcanzó el bol de arroz—. Vamos, Joe, dijiste que estabas hambriento. Nos están ofreciendo un festín. Te lo has ganado y les hará sentir bien ver que lo estás disfrutando.

Él la miró por un momento, después se encogió de hombros como si estuviera tomando una decisión deliberadamente.

—Tienes razón. Ataquemos.

Quizás era todo aquello de la vida y la muerte, pero __________ (TN) se sentía entusiasmada y excitada, preparada para comer todo lo que tenía delante. Y esperando el momento en que llegara a casa con su atractivo socorrista.

Comieron con buen apetito, y la conversación se centró en la comida y otras cocinas que a ambos les gustaba. Joe parecía haber olvidado que ella nunca había respondido a su pregunta sobre los artículos en los que creía, y ella no se lo recordó.

Cuando los dos hubieron comido más que suficiente el camarero preguntó:

—¿Van a tomar postre?

__________ (TN) gimió.

—Adoro los postres pero estoy demasiado llena. Maldita sea, esta es la primera vez.

Joe rió. Entonces, después de que el camarero se hubiera ido y hubiera limpiado la mesa, le preguntó:

—¿Te gusta el chocolate? Tengo algo en casa.

—Oh, sí, me gusta el chocolate —habló arrastrando las palabras y entonces, retomó su estilo travieso—. De la misma manera que me gustan los hombres. Ricos y fuertes, con nueces grandes.

Él rió.

—Tendrás que colocarme las nueces. Pero los chocolates están ricos. Pensé en ti cuando los compré.

—¿Por qué?

—Se llaman Chocolates Bad Girl.

—¡Estás bromeando! Es genial. ¿Cómo es que nunca he oído hablar de ellos?

—Es una pequeña marca. No tiene tienda propia. Es una mujer que los vende a los mercados de los vecindarios y por Internet.

—¿Cómo has llegado a saber de ellos?

—Hay un mercado los sábados en West End. Cierran las calles y ponen puestos. Fui a comprar cosas esta mañana y la chica del chocolate estaba allí.

El jefe en persona retiró las sobras, las empaquetó para llevarlas a casa y se negó a que Joe pagara ninguna de las cosas que habían bebido o comido. El personal y él los acompañaron hasta la puerta del restaurante, haciéndoles una reverencia mientras se iban.

__________ (TN) estaba contenta de salir de allí. Quería estar a solas con su sexy héroe, y sus chocolates.

Al final de las escaleras, cuando habían entrado en el paseo, Joe la cogió de la mano. Ella evadió su caricia.

—Oh, sí, lo había olvidado. Lugar público, ¿verdad?—puso los ojos en blanco—. Es distinto del restaurante, donde estaba bien que nos cogiéramos de las manos.

Ella se acercó a él, por lo que sus brazos se rozaban a cada paso. El deslizamiento de su caliente y peluda piel contra su carne suave le daba escalofríos, pero maldita sea, quería más que eso.

Cuando giraron la Robson Street hacia una paralela, ella miró alrededor. Estaba oscuro, o al menos más oscuro que en la calle central de la ciudad, y además estaba tranquila. Y ella realmente, realmente quería más de Joe.

Ella se inclinó y entrelazó los dedos con los de él. El calor recorrió su brazo e inundó todo su cuerpo. Era realmente extraño cómo aquel hombre podía hacerla sentir caliente y... ¿sería aquella la palabra exacta? ¿Segura? ¿Cómoda?

Él la observó con las cejas arqueadas y murmuró:

—Eres una chica muy extraña —pero su mano estrechaba la suya.

Sí, aquello la hacía sentir extrañamente bien. Era como un rollo de novios. Pero no lo eran. Nunca lo serían. Eran amantes de fantasías sexuales. El sexo era lo que los unía; la excitación que sentía su vulva temblorosa por él no era por la comodidad de entrelazar dedos, caminando por una tranquila calle residencial, llevando a casa las sobras de la comida. Pero en otro mundo puede que hubieran tenido algo más..

Normalmente, ella habría estado charlando desde hacía kilómetros, pero aquella noche no podía pensar en nada que decir. Y Joe no era definitivamente un hombre que hablara mucho.

Cuando una persona no habla, es difícil de saber lo que está pensando. ¿Estaba bien? Parecía muy serio después de haber salvado a aquel hombre, entonces fue como si él hiciera un intento deliberado de animarse. ¿Por ella?

¿Lo habría estresado lo del paro cardiaco?

Ella le apretó la mano.

—Está bien si no quieres hacer lo de la fantasía de baile esta noche.

Él se paró y la miró.

—¿Qué? ¿Me estás sacando del apuro?

—No permanentemente —le dijo ella, mirándole e intentando descifrar la expresión de su cara—. Es solo... que quizás no tengas el ánimo de hacerlo ahora, ¿no? Ha sido algo muy duro lo de aquel hombre.

El le apretó la mano con más fuerza. Le dolía, después de que aquella mujer le hubiera crujido los huesos antes. Pero no retiró la mano.

—Estoy algo nervioso, __________ (TN) . Siempre ocurre lo mismo después de un rescate o un incendio, cuando tenemos éxito. Es como... —se detuvo.

—¿Qué?

—Vale, voy a confesarlo —su voz se había vuelto ronca y su mirada bajo la luz de las farolas era intensa—: es excitante.

A ella se le aceleró el pulso.

—A mí también me lo parece. Mirándote mientras pienso «este es el chico con el que estoy» —Joe estaba empezando a sonreír mientras ella continuaba—, ver cómo reaccionaba aquella mujer cuando escuchó que su marido volvía a respirar. La manera sincera en la que te daba las gracias, como si también hubieras salvado su vida —oh, maldita sea, sus estúpidos ojos se estaban volviendo húmedos otra vez.

Sin ganas de expresar un sentimiento sensiblero, se recuperó y le dio un suave codazo en las costillas.

—Lo has hecho muy bien, chico bombero.

—Entonces, ¿me merezco una recompensa?—bromeó él—¿Cómo después de que te rescatara del incendio? Me gustan mucho tus recompensas.

Por supuesto que su verga iba a terminar en su boca. Sin mencionar otro lugar que también estaba hambriento por ella. Pero ella no iba a dejar que aquello fuera tan fácil para él.

—No tan rápido —bromeó—. No ha sido a mí a quien has rescatado esta noche. Si alguien te debe una recompensa, es esa mujer.

Él negó con la cabeza.

—Para ella, gracias es suficiente.

Ella rió.

—Por supuesto, si bailas para mí, puede que tengas mi propia recompensa.

—¿Puede?

—Solo si realmente me excitas mucho, mucho. Lo que no creo que vaya a ser muy complicado —su cuerpo ya le dolía de deseo por él. Toda la noche, las caricias medio inocentes, su heroísmo, los montones de buena comida, y ahora el hecho de ir cogidos de la mano, bajo la oscuridad, había alimentado su excitación.

Joe abrió la puerta principal de su edificio y ambos cogieron el ascensor hasta la cuarta planta.

Dentro de su apartamento, ella miró a su alrededor con curiosidad.

—¿Dijiste que tenías un compañero de piso?

—Otro bombero, del otro turno. Ahora mismo, trabaja por las noches.

Parecía un lugar muy masculino, con muebles básicos, nada de arte en las paredes, pero una enorme televisión y un buen equipo de música. Y aun así, estaba todo increíblemente limpio.

Joe se había ido a la cocina y estaba metiendo sobras en el frigorífico. Ella lo siguió. El frigo estaba bien dispuesto, limpio y organizado. No vio ninguna mancha, ni ningún signo de suciedad.

—¿Tu compañero de piso bombero no será una chica? —preguntó ella sospechosamente, sin estar segura de cómo le hacía sentir aquello.

Él la miró.

—No. ¿Por qué lo preguntas?

Ella hizo un gesto, como barriendo el suelo.

—Tu casa está muy limpia y ordenada.

—La mayoría de los bomberos son así. Tenemos que hacerlo en el parque de bomberos. Y eso se lleva a tu propia casa. ¿Quieres algo de vino?

—Por supuesto. Gracias.

Él sacó una botella del frigorífico y ella miró la etiqueta, después volvió a mirar la botella.

—¡Es champán!

Él se encogió de hombros.

—Es solo una botella de California. No es que sea gran cosa. Pero le pregunté a la mujer de los Bad Girl qué es lo que pegaba mejor con sus chocolates.

—Chocolate y champán —dijo __________ (TN) respetuosamente. Sin mencionar que su propio bailarín privado sexy, además de salvar vidas, encajaba perfectamente con aquella mezcla. ¿Podría una chica ser más afortunada?

Observó cómo él descorchaba la botella y llenaba dos copas. Aquellas manos grandes y masculinas eran muy habilidosas. No la sorprendió en absoluto, después de la manera tan diestra en la que había hecho que su cuerpo vibrara. Brindaron con ambos vasos y entonces, ella le dijo:

—Por la fantasía.

Después de que los dos hubieran tomado un sorbo de champán, volvieron al salón. Ella caminó hacia una de las estanterías. Las novelas eran simplemente lo que ella había imaginado: mayoritariamente thrillers. En la parte de arriba de la estantería había un camión de bomberos de juguete abollado y un casco igualmente anticuado y abollado con una chapa de metal de capitán sobre él.

—¿Joe? Cuéntame de qué se trata esto.

—El casco es de mi compañero de piso —lo cogió con cuidado—; era de su abuelo antes de que éste se retirara. Su padre también era bombero y trabaja ahora en North Van.

—¿Y esto? —dejó en la mesa la copa y señalo el camión de bomberos.

—Es mío. Un regalo de navidad de cuando tenía seis o siete años. Uno de los que mi familia siempre se arrepiente.

Ella asintió, recordando que él había dicho que sus padres no aprobaban su carrera y querían que fuera granjero.

—Bien por ti, por tener las agallas de hacer lo que te gusta—ella sostuvo suavemente el juguete. Un niño pequeño había jugado con él, soñando en el hombre que llegaría a ser cuando creciera.

¿Cómo no podían los malditos padres de aquel hombre estar radiantes de orgullo?

—¿Quieres jugar con mi camión de bomberos? —le dijo Joe, bromeando, con un tono de voz seductor que cortó sus pensamientos.

Riéndose, ella puso el juguete en su sitio en la estantería y giró hacia él.

—No jugaré hasta que haya tenido mi baile —echó un vistazo a su alrededor—. ¿Vas a hacerlo aquí o en tu habitación?

—La habitación tiene moqueta. No puedo hacer claqué sobre una moqueta.

Y el salón era de madera noble. Otra cosa que no fuera eso, definitivamente quitaría algo de gracia a la escena. Afortunadamente, ella tenía buena imaginación.

—Ponte cómoda y dame cinco minutos —le dijo él—. El baño está por allí, si necesitas entrar.

Ella aprovechó para ir, y también se dio cuenta de que estaba limpio. Vaya, aquel hombre estaba bien entrenado.

Cuando volvió al salón, vio que él había encendido una lámpara de lectura, igual que con lo de la barra de descenso, la bombilla era un reflector de color azul, y el resultado era una luz azulada como cuando había bailado en el escenario. Si se concentraba en el área iluminada, podría olvidar cómo de vacía estaba la habitación. Joe no era mucho de detalles a la hora de escenificar una fantasía.

Ella se sentó en el sofá y bebió su champán. Las burbujas gaseosas eran un complemento perfecto para el zumbido de anticipo que hacía florecer sus sentidos. Incluso mejor que el cóctel que había bebido la primera noche que lo había conocido. ¿Hacía solamente dos semanas de aquello?

Él entró en la habitación llevando sus pantalones de esmoquin y su chaleco, la pajarita, con un aspecto muy, muy sexy. Quizás también hubiera algo de camaleón en él, por la manera tan fácil en la que podía cambiarse de surfista a socorrista y a bailarín privado.

El disfraz hacía un buen trabajo exhibiendo sus largas piernas y los músculos ondeantes de sus muslos y brazos. Fuerte, masculino, sexy, pero no inflado. Sí, tras un análisis cuidadoso tenía que decir que tenía el cuerpo masculino perfecto. Su propio cuerpo confirmaba aquel análisis, hirviendo por la expectación.

Él puso algo cerca de la lámpara. Dios mío, era hielo seco. Un humo se levantó vagamente a través de la luz azul.

En aquel momento, ella se dio cuenta de que fuera cual fuera la fantasía que deseara, aquel increíble hombre haría lo que estuviese en sus manos por hacerla realidad, hasta el más mínimo detalle.

Mierda. ¿Qué es lo que había hecho ella para merecerse a aquel tipo?

—¿Preparada? —le preguntó él suavemente.

—Más que preparada —tomó un pequeño sorbo más y entonces dejó la copa a un lado de la mesa, se frotó las manos y se inclinó para disfrutar del espectáculo.

Él fue hacia la zona del entretenimiento y presionó un botón. El cuarto quedó en silencio por un momento mientras él se situaba bajo la luz y adoptaba la misma postura de descanso que había utilizado al principio de su acto aquella noche.

La música no había empezado ni siquiera y su respiración estaba volviéndose más agitada y superficial.

Y entonces, empezó la música, el mismo sensual saxofón «Summertime», tocada en un estilo blues y sexy.

—Oh, sí —suspiró __________ (TN) . Recordando, esperando, sabiendo cómo él se concentraría, sentiría la música antes de empezar a moverse. Su impaciencia crecía. De alguna manera, era incluso más tentador saber lo que iba a hacer él antes de que lo hiciera.

El saxo creció, ella pudo ver cómo la música ondeaba a través de la parte superior de su cuerpo. La emoción inundaba todo su ser. Una fantasía que se estaba volviendo realidad. Su bailarín sexy. Su amante. Vaya, menuda excitación aquella. Ella sintió un dolor punzante en su vulva y cruzó las piernas, apretando con fuerza.

Y entonces, él dio su primer paso hacia delante, moviéndose con aquellos pasos, arrastrando los pies, siguiendo la serie de movimientos de tacón punta del claqué. Mientras bailaba, sus movimientos sensuales y fluidos eran todo lo que ella pudo recordar, y la mezcla perfecta de la música sensual que atravesaba el aire lleno de humo.

Solo había cambiado una cosa de su espectáculo.

Cuando había estado encima del escenario, su concentración había sido interior, como si no hubiera público que lo observara. Aquella noche, su mirada azul intensa estaba en ella.

Ella recorrió su cuerpo con los ojos. Sí, estaba empezando a excitarse. Por la música, y esta vez, también por su presencia.

Y ella también estaba excitada, incluso más que la primera vez que lo había visto en el escenario. Ahora ella sabía exactamente lo que estaba empaquetado bajo aquellos bonitos pantalones entallados y lo que podía hacer él, pronto se lo haría a ella, con lo que había dentro.

Él se deslizó del chaleco y lo arrojó a un lado, y ella admiró la belleza masculina escarpada de la parte superior de su cuerpo. Fuerte, musculoso, bronceado. Justo la cantidad exacta de pelo moreno y rizado en su pecho. Los tres pares de abdominales, el movimiento dentro y fuera de su escultural estómago mientras respiraba.

El humo todavía se movía en el aire como si tuviera vida propia, a veces cubriendo con su velo partes de su cuerpo y después, desapareciendo otra vez para revelarlo.

Su respiración se convertía ahora en pequeños jadeos, su vulva estaba húmeda y dolorida.

La música se detuvo y él también lo hizo. Ahora estaba llevándose las manos hacia arriba y deshaciéndose de la pajarita. La sostuvo, sonrió y entonces se la tiró directamente sobre sus manos, que estaban a la espera
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Las reglas de la fantasia (joe y tu) - Página 4 Empty Re: Las reglas de la fantasia (joe y tu)

Mensaje por NanixG Mar 03 Jul 2012, 10:43 am

La última vez, aquella era la parte en donde el espectáculo terminaba pero en aquel momento, otra canción de saxofón empezó a sonar. Ella no la reconoció. Había sido la misma música sensual, pero con un ritmo más pausado.



Sus caderas empezaron a moverse al ritmo de la música y sus manos fueron hacia la cinturilla de sus pantalones. Hacia los botones de la parte delantera.

Los desabrochó.

__________ (TN) se tragó un suspiro e intentó no retorcerse. Ella podía ir hacia él, desabrocharle los pantalones y podía gritarle, «quítatelos», era su fantasía, así que podía elegir qué hacer.

Pero eligió quedarse sentada y observar. Ver cuál era el siguiente paso.

Él agarró la cremallera y la bajó despacio, centímetro a centímetro, para revelar...

Su verga desnuda.

No llevaba ropa interior, tan solo un mango empujando hacia la parte delantera del forro.

__________ (TN) tuvo que retorcerse ahora, tensando sus músculos e imaginándose la sensación que le produciría él mientras ella se agarraba a aquella preciosa erección.

Él puso las manos a ambos lados de sus pantalones y después tiró de ellos hacia debajo de sus muslos y continuó. Se quitó los zapatos, salió de los pantalones y los calcetines, mientras se quedaba ahí parado, como una escultura erótica. Completamente desnudo, su cuerpo todo superficies y valles de tono azul, con el humo todavía enrollándose a su alrededor. Su pene se levantaba hacia arriba de su cuerpo, tocándole el ombligo.

Él extendió una mano hacia ella.

—¿Quieres bailar? —le preguntó de una manera suave y seductora.

Ella ya estaba de pie, moviéndose hacia él.

Cuando le alcanzó la mano, él tiró de ella.

—¿No prefieres hacerlo desnuda?

¡Sí!

Apresuradamente, ella se deshizo de la camiseta y los pantalones, revelando su ropa interior escasa, de color rosa fuerte. Su pene palpitaba y se contorsionaba. Un par de gotas cayeron desde la punta y se deslizaron por los lados.

La humedad mojó la parte interior de sus muslos y rápidamente se quitó la ropa interior, mientras observaba cómo la mirada de Joe seguía cada uno de sus movimientos.

Él levantó las manos sobre la cabeza, las frotó y dejó que su cuerpo se moviera lentamente, hipnóticamente con la música. Ella imitó sus movimientos, quedándose un paso hacia atrás, sin tocarlo, pero dejando que su cuerpo siguiera su ritmo y fuera como un espejo de lo que él estaba haciendo. Lentas rotaciones de caderas, sus brazos empujando hacia arriba, tirando de sus pechos altos y firmes. Movimientos de striptease, aunque Joe y ella ya estaban desnudos.

—¿Qué es lo que quieres? —le preguntó él, con la respiración acelerada.

—Saltar sobre ti —le dijo ella honestamente.

Él dejó de moverse, se hizo hacia atrás y abrió los brazos.

—Entonces, salta.

De bailarín privado a barra de descenso personal. Aquel hombre era todo lo que una mujer podía desear, y ella no esperó a que él repitiera la oferta. Se arrojó a sí misma al aire.

Él la cogió, mientras ella encerraba sus piernas alrededor de su cuerpo y él empezó a bajarla, sosteniéndola fuerte, hasta que su verga descansó exactamente donde ella quería. Justo como la primera noche, en el callejón trasero, pero sin nada de ropa entre ellos.

Sus labios se encontraron y entonces se besaron con avidez.

Ella lo deseaba, lo deseaba, lo deseaba y su vulva caliente y húmeda estaba telegrafiando aquellas palabras. __________ (TN) empezó a contonearse, sintiéndose completamente abierta alrededor de él, empezando a tenerlo dentro.

Cuando él estuvo quizás a un centímetro de distancia, interrumpió el beso y empezó a embestirla, introduciéndose más profundamente con cada uno de los golpes. Y ella se dio cuenta... oh, Dios, estaba haciéndolo al ritmo de la música. ¿Cómo de insoportablemente sexy podía resultarle aquello?

Y cómo de increíblemente fuerte era él, sosteniéndola bajo sus muslos, levantándola arriba y abajo, moviendo sus caderas con un suave baile mientras estaba enclavado en su interior.

Todo lo que pudo hacer ella fue aferrarse sin poder resistirse, dejándole que estableciera el ritmo.

No, había una parte de su cuerpo que no podía mover. Y tenia que moverse. Los músculos internos de su vagina.

Ella tomó el ritmo en contrapartida, apretando cuando él embestía hacia arriba, aflojando cuando él se deslizaba hacia fuera, todas deliciosas sensaciones, casi demasiadas como para soportarlas. Le rodeaba el cuello con los brazos, mientras se inclinaba hacia atrás tanto como podía, dejando que su pelo cayera suelto y balanceando la cabeza y el cuello con su propio y sensual baile.

Sus ojos estaban entrecerrados por la concentración, los rasgos de su cara endurecidos, intensos bajo la luz azul. Todo era azul, todo estaba siendo enfocado. Humeante, sensual. Incluso su cuerpo. Con aquella luz, su propio torso brillaba con una luz azul misteriosa.

—Dios, eres preciosa —le susurró él.

—Los amantes de azul —respondió ella. Alguien debería tomar aquella escena, era la cosa más erótica que ella había visto nunca—. La próxima vez —jadeó ella— necesitaremos un espejo —oh, sí, ¡quería ver a los dos de aquella manera!

La fantasía del espejo. Aquella iba directa a su lista.

—Dios —gimió él, perdiendo el ritmo, creando uno nuevo. Uno nuevo, primitivo y palpitante, que demandaba respuesta, que la hacía aplastar su cuerpo contra el de él, llevándole gemidos a la garganta porque su orgasmo estaba cerca y ella lo quería desesperadamente.

Y entonces, él también lo alcanzó, surgiendo dentro de ella con salvajes embestidas que la llevaron al límite, y ella no pudo hacer otra cosa que alcanzar y alcanzar y alcanzar el climax.

Joe apeló a cada pizca de fuerza mientras luchaba por mantener el equilibrio y __________ (TN) y él se estremecían a la vez en un orgasmo que parecía durar por siempre. Él bailaría para aquella mujer las veces que hiciera falta si aquella iba a ser su recompensa.

Pero en aquel preciso momento, le flaqueaban las piernas.

Él entró en su habitación, dejándola sin ceremonias sobre la cama y colapsándose a su lado.

—Dios bendito —le dijo él, mientras su pecho se levantaba a medida que respiraba—, eres tan condenadamente sexy.

—Sí —jadeó ella—, tú. El baile.

A él le gustó que ella no consiguiera respirar mejor que él.

Se quedaron tumbados, uno al lado del otro, jadeando durante unos pocos segundos. Se sintió tan rematadamente tonto cuando había empezado a bailar... Pero la manera en la que ella lo miraba, combinado con la música, lo había hecho excitarse. Con ella, él estaba descubriendo una faceta totalmente nueva de sí mismo.

Y el sexo era alucinante. __________ (TN) Swan podía ser una pequeña loca, pero, joder, merecía la pena estar con ella.

—¿No dijo alguien —empezó ella suavemente, y él se preguntó lo que tendría en mente en aquel momento— que había chocolate? —terminó.

Él rió a carcajadas, sin poder retomar la normalidad de su respiración, jadeando con dificultad hasta que pudo ser capaz de hablar otra vez.

—¿He de suponer que has sido una chica lo suficientemente mala para merecerlo?

—Es una buena chica —le decía Joe a su madre. Su padre, Alice y sus abuelos estaban escuchando con atención—, es periodista. Se llama __________ (TN) .

Eran las seis de la tarde del domingo y estaban sentados alrededor de la gran mesa del salón de madera de sus padres, comiendo sauerbraten, un asado típico alemán. Su madre acababa de preguntarle si había quedado con alguien especial aquellos días. Él le había echado agallas y le había dicho que sí, armándose de valor para enfrentar el inevitable interrogatorio «háblanos de ella».

—¿Periodista? —le preguntó su padre, que no confiaba en nadie que no se ensuciara las manos cuando trabajaba.

«Mira todo el grupo de ellos, alrededor de la mesa», pensó Joe. Puede que la ropa fuera más formal de lo normal, obedeciendo la regla del domingo de pantalones largos para el hombre, faldas para las mujeres, pero todo el mundo había tenido un día duro de trabajo físico.

__________ (TN) sería como... una muñeca alrededor de todos aquellos campesinos.

—¿Es fuerte y saludable? —preguntó Elizabeth, su abuela.

Joe estaba acostumbrado a aquellas preguntas extravagantes, por lo que respondió pacientemente.

—Es pequeña, pero sí, bastante fuerte —él pensó en cómo había volado alrededor de la barra de descenso, y entonces, intentó pensar en otra cosa. Se aclaró la garganta—. Parece saludable. Y ciertamente, tiene un apetito bueno —evitó la pregunta real, que era si sería una buena mujer granjera. ¿ __________ (TN) como granjera? No, no podía hacerse esa imagen en su cabeza. ¿Y a quién le importaba? De todas maneras, él no iba a ser granjero.

Ni se iba a casar en cuestión de tiempo.

¿Lo haría?

Aquella idea lo dejó atolondrado; entonces, casi perdió el hilo de lo que Elizabeth le estaba preguntando.

—El apetito es cuestión de agallas —le dijo ella—. La última chica que trajiste a casa, comía como... ¿cuál es la expresión?

—Cabeza de chorlito —dijo su abuelo.

Alice y Joe estallaron de la risa e incluso sus padres se le unieron. Entonces, Alice dijo:

—La expresión es comer como un pájaro. Pero tiene razón, era un poco tonta.

—¿Tonta? —preguntó su abuela.

—No era terriblemente inteligente, abuela—le dijo Alice.

Elizabeth asintió.

—Sí. Pero creo que nuestro Joe no está tan interesado en el cerebro de una chica como en su... —se detuvo, pero la mirada expresiva hacia sus propios amplios senos terminó la frase por ella.

—Sí —Alice, sentada en su sitio habitual, cerca de Joe, le daba un codazo en las costillas—. El cerebro no ha tenido una posición muy alta en la lista de mi hermano.

— __________ (TN) es inteligente —dijo con suavidad— y bonita.

—Y su familia, ¿a qué se dedica? —preguntó su madre, mientras pasaba un bol de puré de patatas hacia él, por lo que este esperó unos segundos.

—Dirigen una agencia de viajes y son los dueños de su edificio de apartamentos.

—Ah —dijo su padre—, no está tan bien como la granja, pero claramente no son unos vagos.

—No por lo que ella dice.

—¿Aún no los has conocido? —preguntó su madre.

Él negó con la cabeza.

—Solo llevamos saliendo un par de semanas.

—Pero te gusta esa __________ (TN) —dijo Elizabeth.

Él asintió.

Sí, había muchas cosas de __________ (TN) que le gustaban.

—Deberías traerla algún día a cenar —le dijo su madre.

¿Estaba él preparado para eso? Traer una chica a casa a que conociera a una familia que siempre estaba estresada, tanto por él como por su cita. Sus padres volvían la hospitalidad en una producción grande e intimidatoria. Su padre tenía aquella manía de intentar emborrachar a la gente, porque decía que eso revelaba su verdadero carácter. Y su madre simplemente seguía pasando los platos de comida, un examen que la mayoría de mujeres no pasaban, pero __________ (TN) probablemente saldría airosa de la situación. Después de todo, sus padres y sus abuelos le darían sus opiniones acerca de si la mujer en cuestión sería buena trabajadora o buena madre. Lo volvía loco.

Cuando encontrara a la chica de sus sueños con la que sentar la cabeza, tenía la sensación de que las cosas no encajarían con su familia. Tendrían que aceptarla, ¿no? Después de todo, ella llegaría a convertirse en un miembro de la familia, como lo haría él. Para toda la vida.

—Esperemos un tiempo. Veamos si va hacia delante la relación—dijo. No había nada de qué hablar acerca de meter a __________ (TN) en toda aquella mierda si no iban en serio en su relación. Hasta ahora, ella parecía estar más interesada en la diversión que en la seriedad.

—¿Cuál es el apellido de __________ (TN) ? —preguntó su madre.

—Swan.

—¿Sw-an? —preguntó elizabeth—. ¿Qué tipo de apellido es ese?

Joe miró a Joe, que arqueaba las cejas.

—Americano-canadiense.

Hasta ese momento, la conversación había estado acompañada del estrépito de la cubertería de plata sobre los platos, pero ahora la mesa estaba en silencio.

—¿ __________ (TN) es america-canadiense? —dijo su madre—. ¿americana?

—Americo - canadiense.

—¿Canadiense? —resopló su padre—. ¿Estás saliendo con una chica asi?

Alice le dio un codazo, como diciendo «ya te lo dije». Entonces dijo ella, con una nota de aspereza en la voz:

—¿Hay algo malo en eso, papá?

—Es mejor que salgas con alguien como tú —le dijo su padre—. Ellos son gente rara. Comen cosas extrañas, tiene costumbres extrañas.

—La mayoría de gente la piensa que el picadillo de carne de vaca envasada con arenques en sal es algo bastante extraño —replicó Joe—. Mira, esto es Canadá, papá. Un país hecho de docenas de culturas diferentes —se giró hacia su madre—. ¿Qué piensas tú?

Ella frunció el ceño.

—Tenemos negocios con mucha gente extranjera, pero es algo diferente que traigas a uno de ellos a casa.

Joe dejó la servilleta en la mesa. Había perdido el apetito.

—¿Estáis diciendo que __________ (TN) no será bienvenida en esta casa?

Sus padres intercambiaron miradas, mientras el abuelo decía.

—Es una forastera.

—No más de lo que lo somos nosotros —dijo Alice—. Estáis reaccionando todos como fanáticos —arrojó su propia servilleta—. Esta familia está tan anticuada que da asco —se levantó de la mesa y se fue a su habitación.

Joe se levantó.

—Vuelvo a la ciudad.

—Ibas a quedarte aquí —protestó su madre.

—No me apetece quedarme aquí —entonces, dándose cuenta de que sonaba como un chiquillo, le dijo—: Mira, si __________ (TN) es mi amiga, es todo lo que necesitarías saber. Si me gusta __________ (TN) , deberíais aceptarla y que os gustara también.

Nadie respondió y Joe se fue a su habitación para hacer la mochila.

Antes de irse, golpeó ligeramente la puerta de Alice.

—Eh, hermana, soy yo.

—Entra.

Él la encontró en la ventana, mirando hacia la noche oscura sobre el pueblo. No se giró para mirarle.

—¿Estás bien? —le preguntó.

Ella encogió los hombros.

—No sé cuál es la razón por la que estoy aquí. Son imposibles.

Él suspiró.

—Tu pequeño arranque no ha sido solo por __________ (TN) .

Ella negó con la cabeza.

—Es toda la actitud de mierda Son gente extranjera y rara, no son los suficientemente buenos para nosotros. Soy una chica, no soy lo suficientemente buena para dirigir una granja». Joe, deberían saber cómo son las cosas —se apoyó en la pared—. ¿Hay alguna esperanza de que cambien algún día?

Él levantó la barbilla.

—Están encerrados en sus creencias, pero sí, los haremos cambiar de opinión. Nos quieren, Alice, y nosotros los queremos a ellos. Las cosas se resolverán.

—Mi hermano, el eterno optimista —dijo ella amargamente—. ¿Has pensado en que harás si te enamoras de __________ (TN) y ellos la rechazan? ¿Si te hacen elegir entre ella y tu familia?

Su corazón se aceleró y después recobró su ritmo normal.

—Eso no pasará —le dijo firmemente—. Si amo a una mujer, la familia la aceptará.

Alice tenía la mirada vacía.

—Espero que tengas razón.

Él se acercó y la cogió de los hombros.

—Somos jóvenes y fuertes, hermana. Lucharemos juntos y persistiremos lo que haga falta hasta que los agotemos y vean las cosas como nosotros lo hacemos.

Sus ojos brillaban.

—Tienes razón —entonces empezó a sonreír—. Y por cierto, realmente quiero conocer a esa __________ (TN) .

—Martin, ¿no quieres más pescado? —preguntaba la madre de __________ (TN) , sosteniendo el plato de pargo rojo con habichuelas negras, jengibre y cebollino.

Las mujeres Swan habían preparado toda la cena con pato Peking, cerdo moo-shoo y una serie de otras delicatessen, hasta que __________ (TN) recordando la discusión de la cena en el Lift con Martin, dijo:

—Sé que le gusta realmente el pescado.

Por lo que en lugar de carne había pargo, gambas al ajillo con chili y verduras salteadas. Y Martin estaba comiendo con ganas y alabando la comida, como suelen hacer los buenos huéspedes.

—¿Pasasteis un buen rato __________ (TN) y tú la otra noche viendo la película? —preguntó su madre.

Él le dedicó a __________ (TN) una sonrisa.

—Resulta que a ambos nos gustan las películas extranjeras.

El chico era tan bueno evitando la mentira como ella. Cuando habían planeado su cita falsa, habían descubierto amor mutuo por cualquier cosa con subtítulos y habían elegido una película que ya habían visto con otros amigos.

Martin dijo:

—Hubo unos cuantos momentos de emoción pura que me recordaron a Almodóvar.

—Sí, pero Almodóvar es mejor —dijo __________ (TN) —. Tiene un toque mucho más luminoso. Es dramático, pero no melodramático —aquella era exactamente el tipo de conversación que ella adoraba.

Cat puso los ojos en blanco.

—Los dos hacéis una pareja hecha en el mundo del subtítulo. Pero yo, quiero ir a ver Someone kidnapped my fiancée. He oído que es realmente romántica y divertida y excitante. ¿Y sabéis qué? Hablan en inglés británico.

—Hay muchas cosas divertidas, excitantes y románticas, sin mencionar el inglés —dijo él diplomáticamente.

Era verdaderamente el número uno. Excepto por aquel pequeño detalle de que era homosexual y ninguno de los dos tenía el menor interés sexual el uno en el otro.

Por otro lado, a ella le gustaría realmente ir a ver una película con él una noche, después tomar un par de copas y diseccionar cada parte de ella.

Y para el sexo, ya tenía a Joe, que era el perfecto número uno en eso.

No es que ella pudiera llevarlo a casa alguna vez a cenar. No se podía imaginar ir a ver una película extranjera con él y después tener una conversación intelectual. Era bombero, probablemente solo estaría interesado en thrillers con sangre y tripas por todos lados.

Así que, de acuerdo, tenía dos chicos para ella para dos vidas completamente diferentes. Si mantenía ambos estilos de vida separados, como había hecho con éxito durante años, podía tener a los dos perfectos números uno. ¿Qué podía haber mejor que eso?

Capitulo 12

—¿No es verdaderamente genial? ¿Dos hombres perfectos? ¿Cómo puedo ser tan afortunada? —les gritaba a Rose, Rina y Ann el lunes.

Acababa de contarle a las demás lo de Joe y Martin, y ahora con la garganta seca por haber hablado tanto, ponía mas vino blanco en su vaso. Se hizo hacia atrás en su silla, disfrutando de los rayos de sol sobre sus hombros. Las chicas, un brillante ramillete aquel día, con Rose de verde esmeralda, Rina de turquesa, Ann de coral y ella de color frambuesa, estaban sentadas alrededor de una mesa de la terraza en el Athene's, uno de sus restaurantes favoritos.

—Suena genial —dijo Ann—, como solución temporal.

—Ya veremos. Joe y yo puede que nunca dejemos lo de las fantasías y Martin y yo... — __________ (TN) se encogió de hombros, sonriendo—. Bueno, tenemos un plan para casarnos— Sumergió la pita en el humus que habían pedido para matar el hambre antes de que llegara el plato de deidades griegas.

—¿Casarse? —dijo Rosalie, mientras Rina decía:

—¿Qué vas a hacer qué?

Y Ann añadía:

—Dime que estás bromeando.

—Cuando lleguemos a los treinta. Si no hemos encontrado ninguna solución mejor para entonces. Así que seguiremos cubriéndonos el uno al otro para el resto de nuestras vidas.

—Tienes que estar bromeando —repitió Ann.

__________ (TN) se encogió de hombros.

—No sé. Lo hemos hablado. Puede ser una solución. Nuestras familias serían felices, nos llevamos realmente bien y podemos tener relaciones sexuales cada uno por su lado.

—¿Realmente crees que serás capaz de hacer eso? ¿Seguir mintiendo a tu familia para el resto de tu vida? —preguntó Rosalie; sonaba, afortunadamente, más curiosa que juiciosa. Nunca sabías cómo iba a responder Rose a cosas como esa, tan atada estaba a su familia molestamente maravillosa.

__________ (TN) arqueó una ceja en dirección a Rose.

—Si no me enamoro de un chico como quiere mi familia, ¿qué se supone que voy a hacer? —de hecho, cuanto más lo pensaba, se afirmaba en la idea de que debería decidirse por Martin en aquel preciso momento. De otra manera, puede que acabara forzada a un matrimonio real con otro chico chino que no amara, con ninguna oportunidad de amantes por otro lado. Maldita sea, si aquello ocurría, seguro que era mejor crear un enchufe de memoria de fantasías sexuales a las que recurrir.

—¿Hablas en serio, Bellla? —preguntó Ann—. Si te enamoras de un hombre que no sea a su medida, ¿qué van a hacer tus padres? ¿Realmente, no renegarían de ti, verdad?

__________ (TN) soltó un gruñido emulando el de una señora china, casi igual que los que hacía su tía

—Todo lo que he oído desde que soy una niña es que tenía que casarme con un buen chico . Si llevo a casa a otra persona, me culparán día y noche como hicieron con Anthony e intentarán que rompa con ese hombre.

—Entonces, les harás caso —dijo Rosalie—. Tú siempre estás diciéndonos, que tenemos que tener más agallas. Escucha tu propio consejo.

—Ellos son como el agua desgastando una roca —dijo __________ (TN) tristemente—, pueden hacer tu vida miserable. Anthony intentó afirmarse en lo que quería, pero lo presionaron de tal manera que finalmente cedió. Ahora él me dice que tengo que complacerles porque ellos saben qué es lo mejor para mí.

—Eso es de la Edad Media —dijo Rosalie.

—Bienvenida a mi familia. Sí, es así. Y no todas las familias Americo-canadienses son de esa manera, pero un montón de chicas chinas que conozco están en la misma situación que yo —miró a Rina—. Como tú dijiste sobre los judíos, ¿verdad? ¿No creen los judíos que ellos son los elegidos? Bueno, pues con los chinos es más o menos lo mismo. Las generaciones más viejas honestamente piensan que somos una raza mejor.

Rina asintió.

—Yo soy una chica —continuó __________ (TN) — y una familia necesita asegurarse de que cada hija se casa con un hombre que va a cuidarla, proporcionarle seguridad para ella y sus hijos. Y no se puede confiar en un hombre blanco para que haga eso.

—Vaya una mierda —dijo Ann.

—¡Puedes estar segura! —decía __________ (TN) .

Mientras, Rina añadía:

—Claro que lo es. —Rina siguió hablando—. Sí, pero como dice __________ (TN) , es difícil luchar contra eso. Hay siglos de historia tras todo esto. Y los medios para provocar el sentimiento de culpa se han vuelto verdaderamente refinados —le dedicó a __________ (TN) una sonrisa a medias—. Si mi madre estuviera todavía viva, la mediría con la tuya. Las madres judías han patentado el arte del sentimiento de culpabilidad.

__________ (TN) suspiró, observando ausentemente el tráfico de la avenida Broadway, escuchando las risas que venían de un grupo grande en el restaurante. Estaba claro que no deseaba que sus padres estuvieran muertos, pero a veces, sentía momentos de envidia por la vida sin padres de Riña, sin complicaciones.

Volvió a suspirar y entonces se inclinó hacia Ann para coger el último trozo de pita.

—Entonces, ese tío, Al, al que estás viendo —le dijo a Rina—, ¿es judío?

—No.

—¿Está circuncidado? —preguntó __________ (TN) sospechosamente, volviendo a recuperar el ánimo.

—Te aseguro que te lo haré saber en cuanto lo adivine —dijo Rina agriamente.

—¿No ha habido sexo todavía, eh? —preguntó __________ (TN) .

—¿Pero todavía sigues viéndole? —le preguntó Ann. Vio que el camarero pasaba cerca y le pidió más pita, y esta vez taramosalata, la salsa hecha con hueva.

—Nos lo pasamos realmente bien el sábado por la noche —dijo Rina—. Fuimos al Sequoia Grill, en Ferguson Point, cenamos fuera y después fuimos hacia el dique y observamos la puesta de sol.

Rina era la romántica del grupo, aunque no se mostró efusiva ni demasiado sentimental cuando describió su cita con Al. Curiosa, __________ (TN) , le soltó:

—Suena romántico.

—Sí... supongo —pero Rina fruncía el ceño más que resplandecer de ilusión.

—¿Supones que fue romántico? —preguntó Suze.

Rina ofreció una sonrisa amplia.

—Lo fue. Y fue genial. Hablamos de un montón de cosas, y él sabe escuchar muy bien y también comparte cosas. Es un buen tío. Y fue muy bonito estar en el parque, al lado del océano. Supongo que mis expectativas... no, mis esperanzas, son demasiado altas. Nos lo pasamos bien, pero quiero que sea algo mágico. Entonces, me obsesiono por el hecho de que no lo haya sentido como mágico, y realmente no me permití disfrutar lo bueno que era.

Las otras tres intercambiaron miradas.

El pita y la salsa llegaron y todas se sirvieron.

—No mágico, pero bien —dijo Ann—. Supongo que en algunas relaciones la magia viene con el tiempo —sus cejas ponían en duda las de ella.

Rosalie se encogió de hombros, sonriendo.

—Yo no soy la persona correcta a la que preguntar. Con Emmet y conmigo ha sido mágico desde el principio.

—Pero vuestro principio fue en Creta —señaló Rina, mordisqueando un poco de taramosalata—. ¿Cómo no iba a ser mágico?

__________ (TN) se inclinó hacia delante.

—Entonces, imagínate a ti misma en Creta con Al. Digamos que ambos estáis en la playa nudista donde Rose conoció a Emmet. Te has quitado toda la ropa y has dejado tu piel desnuda y…

—¡Para! —Rina levantaba una de sus manos—. Esa no es la manera que yo considero mágica. Quitarse la ropa a la luz del día es una pesadilla, no un sueño —se estremeció y entonces dijo atentamente—. Por otro lado, he visto fotos de Santorini. Arriba, en los acantilados sobre el océano, restaurantes blanqueados, luces de colores brillando en un cielo nocturno de color negro terciopelo, despejado, con estrellas derramadas por él como un montón de diamantes. Si me imaginó cenando ahí con Al... —cerró los ojos.

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Las reglas de la fantasia (joe y tu) - Página 4 Empty Re: Las reglas de la fantasia (joe y tu)

Mensaje por NanixG Mar 03 Jul 2012, 10:44 am

Después de un par de minutos, __________ (TN) estaba impaciente.



—¿Y bien? —preguntó—. ¿Mágico?

—Quizás. Oh, no lo sé —Rina negó con la cabeza rápidamente, sus pendientes se balanceaban y su pelo rizado y despeinado iba de un lado a otro—. Lo que cuenta es que ahora mismo nos lo estamos pasando bien. Hasta ahora, él no ha dicho ni hecho nada repugnante, por lo que supongo que es bueno para un chico —se giró a __________ (TN) —. Y hablando del tema del «bueno para un chico», ¿cuál es lo último de Míster Febrero?

—Ah-ah — __________ (TN) se lamió los labios. Cogió su mochila de los pies, sacó algo de ella y la puso sobre la mesa. Era una pequeña caja blanca de comida preparada, el tipo de caja plegada que a menudo se utiliza para la comida, pero en forma de concha. A un lado, había un dibujo de una rubia sexy, del estilo de los años 50 y las palabras BAD GIRL CHOCOLATES.

—Tiene un gusto magnífico en chocolate —les contó.

—¿Qué tiene qué? —dijo Rina.

—Me encanta el chocolate —admitió Rosalie.

—Qué caja más bonita —Ann la alcanzó—. Eh, ¡está vacía! No es justo.

—Solo había media docena de bombones y los comimos todos el sábado.

—No conozco esta tienda —dijo Rosalie—. ¿Donde está?

—No hay tienda. Es una mujer de la ciudad que lleva su propia compañía y los vende en Internet y en los mercados. Sabores riquísimos como naranja, granada, jengibre... y mirad esto, té chai y té cinco especias.

—Oh, definitivamente tengo que pillarme alguno de esos —dijo Rosalie.

—¿Cómo conoció Joe a esa mujer? —preguntó Rina.

—Estaba vendiendo chocolate en el mercado de West End. Él fue a comprar algunas cosas para el sábado por la noche, junto con champán, os tengo que decir. Me dijo que le habían hecho pensar en mí.

—¿Bad girl? —preguntó Rosalie, mientras Rina decía—: ¿La concha?

__________ (TN) explotó de la risa.

—¿La concha ? Oh, eso es desagradable.

Ann también estaba riéndose mientras Rina preguntaba:

—¿Qué he dicho?

Ann se inclinó y le tocó el hombro.

—Pobre pequeña inocente. Concha se utiliza muchas veces para referirse en coloquial a la vagina.

—¿De verdad? —preguntó Rosalie. Entonces, añadió—: De acuerdo, ya tenemos suficiente de argot obsceno y de chocolates, me muero por saber si Joe y tú escenificasteis otra fantasía.

—Totalmente. Son las reglas. Así que, él me hizo de bailarín privado. Aquel baile de claqué, combinado con una luz azul y humo. Solo para mí.

—¿Hizo lo de la luz y el humo, lo escenificó todo? ¡Vaya! Imponente —dijo Rina—. Ese hombre es muy buen partido.

¿Buen partido? __________ (TN) frunció el ceño mientras aquella palabra se le colaba en el cerebro. Sí, quizás. Si viviera en un universo paralelo donde pudiera permitirse un hombre blanco. Llevarle a casa a conocer a su familia.

Por supuesto, apenas lo conocía, pero tenía tantas cosas buenas. Al principio, ella solo se había dado cuenta de su cuerpo apetitoso, había sido como algún tipo de dios del sexo, fiero ahora sabía que había mucho más en él. Era un hombre por el que una mujer podía realmente acabar enamorada.

No es que fuera a permitirse hacer eso. Tomar ese minino solo significaría dolor y ella no era masoquista. Entonces, joder, realmente tenían que agarrarse a lo de las fantasías. No habría más cenas fuera, no más socorrista, nada de conversaciones sobre sus familias y trabajos. Nada que pudiera dejar que Joe se colara bajo su piel, más de lo que ya lo había hecho.

Ella se deshizo de aquellos pensamientos turbadores.

—Tengo que decir, que aquel baile fue incluso más sexy en persona —le dijo a las chicas—, especialmente... —se detuvo para darle un grado de suspenso a la cosa.

—¿Especialmente qué? —preguntó Riña.

—Cuando está desnudo.

—Oh, Dios mío, ¿bailó para ti desnudo? —dijo Rosalie—. Eso es increíble.

__________ (TN) sonrió burlonamente.

—De hecho, no estuvo mucho tiempo bailando. Salté sobre él y...

—Silencio —avisó Rina mientras llegaba la cena.

Cuando el camarero se había ido otra vez, __________ (TN) cogió un anillo de calamar frito y lo coló en su dedo índice.

—¿Rose? ¿Habéis utilizado Emmet y tú algún anillo vibrador?

Rosalie sonrió.

—Rubber Rainbow o Denman vende algunos que son muy divertidos. De colores diferentes. Puedes cubrirlos por capas. Y si utilizas preservativos, puedes poner uno de color y sabor antes de los anillos. Por lo que todo acaba siendo algo así como un polo de arco iris.

__________ (TN) sonrió.

—La fantasía del polo arco iris. VALE, eso va a la lista,

—¿Joe y tú tenéis una lista? —preguntó Ann.

—¡Tenemos una lista! —se jactó ella.

—Cuéntanoslo —pidió Rina—. Así, tendré algo con lo que fantasear cuando estemos solo mi Jack Rabbit y ya en la cama.

—La próxima que estamos planeando es la fantasía al la geisha. Me tengo que vestir como una japonesa y hacer lo de la ceremonia del té y después darle un masaje y, quedaos con esto, caminar por su espalda —cogió un trozo de un triángulo de spanokopita y dijo—: ¡Qué bueno!

—Ah —dijo Ann, frunciendo el ceño—. También tendrá lo de la fantasía de la hawaiana, ¿verdad? La próxima vez querrá a Miss Saigón o una prostituta adolescente tailandesa Y la semana pasada estuviste hablando de algo de bailar en una barra de striptease...

—¡Lo hice! —interrumpió __________ (TN) .

—¿Bailaste en una barra de striptease para él? —preguntó Rosalie, pero Ann continuó:

—Eso me parece algo políticamente incorrecto.

—Oh, bobadas —dijo __________ (TN) —. ¿Quién quiere sexo políticamente correcto? Eso no está en nuestra lista.

—Vale, vale —dijo Ann—. Ya veo lo que quieres decir. Pero, seriamente, ¿no te molesta que él te vea como algún símbolo america, que puede ser canadiense, japonés o lo que sea? Y quizás alguna especie de stripper, o puta, o esclava. ¿Cualquier cosa encaja con sus fantasías?

—No, si no le molesta ser mi chico de calendario, mi bailarín privado o mi bombero "rescatavidas" — __________ (TN) levantó la cabeza—. Mira, entiendo lo que quieres decir. Sí, algunos chicos blancos tienen algo con las chicas como yo y puede resultar ofensivo. Pero Joe no es así. No creo que tenga ni un solo prejuicio en su precioso cuerpo. Pero es un hombre, tiene fantasías. Si va a fantasear conmigo —se detuvo para echarse a un lado el pelo—, no voy a ser exactamente una lechera suiza con pecas y trenzas, ¿verdad?

Rosalie soltó un bufido de risa y las otras se le unieron.

—Y tú haces lo del rollo americano con ese lanzamiento al aire de pelo —señaló Rina mientras cortaba una albóndiga griega en miles de pedacitos.

—Sí, soy asi, no es exactamente algo que pueda ocultar, así que lo utilizaré de la manera que sea si eso me beneficia. Como utilizo los beneficios de ser una mujer. Y los pocos beneficios de tener una talla diminuta —se encogió de hombros—. Es una locura no sacar partido de lo que tienes.

—Bell —dijo Ann firmemente—, tienes que asegurarte de que él te ve como un igual dentro de la relación.

—A veces eres tan coñazo —se quejó __________ (TN) .

—Las mujeres como mi madre lucharon por sus derechos y a ti ni siquiera te importa lo más mínimo —dijo Ann un poco acaloradamente.

—No creo que a __________ (TN) no le importe —dijo Rosalie, dejando en el plato los calamares que estaba a punto de comerse—, es que muchas de nosotras chicas (perdón, supongo que debería decir «mujeres jóvenes» o estaréis saltándome al cuello con lo de la terminología), lo damos por hecho. Las cosas por las que las generaciones de nuestras madres tuvieron que luchar.

—Qué pacificadora —le dijo __________ (TN) con una sonrisa—. No creo que sea algo de «dar por hecho» mientras «sigo adelante». Hace treinta años que pasamos los setenta, por el amor de Dios, es un mundo completamente nuevo —golpeó la mesa con una de sus brillantes uñas—. Y sí, voy a pintarme las uñas como una chiquilla, llevar un sujetador de encaje y un top ajustado, hacerme un piercing en el ombligo y arrojar al aire mi sexy pelo. No creo que ninguna de esas cosas me haga un objeto o haga que sea menos que un hombre. Soy simplemente yo, siendo yo misma, y eso es uno de los puntos del feminismo, ¿verdad? No tienes que encajar con la imagen de nadie que tú tendrías que ser, sino crear tu propia imagen.

—¡Escuchad! ¡Escuchad! —dijo Rosalie mientras volvía a los calamares.

—Realmente quiero que conozcáis a mi madre algún día —dijo Ann, sonriendo un poco—. No puedo esperar a ver cómo os saca el pellejo.

—Me gustaría tener una conversación seria con ella sobre la desca __________ (TN) da ética del trabajo que te ha inculcado —dijo Rosalie—. Y hablando de ello, ¿todavía trabajas con el abogado de Toronto?

__________ (TN) se sirvió una hoja de uva rellena, con curiosidad; por escuchar si Ann finalmente tenía algo de vida sexual.

La sonrisa de su amiga parecía muy satisfecha mientras decía:

—Claro que sí. David y yo hemos pasado juntos un montón de tiempo esta semana. Parece que podemos hablar de cualquier cosa.

—¿Habéis salido fuera alguna vez? —preguntó Rina.

—No, todavía no. Trabajamos muchas horas pero él es tan organizado que a menudo cortamos a una hora razonable o tomamos un descanso. Vamos a la cafetería de la oficina, tomamos algo de beber, nos relajamos y hablamos.

Lo que su amiga estresada necesitaba era menos conversación y más acción, pensó __________ (TN) .

—Entonces, ¿de qué habláis? —preguntó—. ¿De vuestras vidas sexuales?

Ann se ruborizó.

—Nada personal. La mayoría son cosas como a dónde fuimos al colegio, cómo vemos la ley y nuestras carreras, temas actuales en Canadá y en el mundo.

—La estimulación intelectual está bien —dijo __________ (TN) —, pero, ¿qué hay de la parte física? —le guiñó un ojo—. ¿Algo de magia?

Ann cogió una albóndiga y la mordisqueó sin mirar a sus amigas.

—¿Annie? —preguntó __________ (TN) .

Se ruborizó un poco más.

—Supongo.

—Vaya —dijo Rina—. Es genial. Definitivamente, te veo con un abogado, tendréis muchas cosas en común. Aunque es un problema demasiado importante que sea de Toronto. ¿Sabes si está unido a esta ciudad, si tiene familia y amigos?

—No hemos compartido muchas cosas acerca de nuestras vidas personales —Ann pasó una de sus manos por su pelo corto y leonado—. Además, es un colega de trabajo. No es muy correcto para un asociado involucrarse con una colega.

—¿Pero sientes todo eso de la magia? —le preguntó Rosalie—. ¿Qué hay sobre él? ¿Crees que siente algo?

Ann ladeó la cabeza y asintió.

—Sí. A veces, lo miro y lo pillo observándome y saltan chispas entre nosotros.

—Excelente —dijo Rosalie—, las chispas son buenas.

—Las chispas llevan a todo tipo de cosas apasionadas —añadió __________ (TN) .

—Es verdad —dijo Rosalie, volviéndose hacia ella—. Has dejado lo del bailarín desnudo en el momento en que saltabas sobre él. Y quiero escuchar lo de la barra de striptease.

—Puedes adivinarlo por ti misma — __________ (TN) le sonrió—. Nos he apuntado a las dos para la clase del miércoles por la noche. Emmet me dará las gracias por ello —se giró hacia Ann y Rina y arqueó las cejas—. Vosotras también podéis venir.

—¡Ni en broma! —dijo Ann.

—Definitivamente no es lo mío —replicó Rina.

Ann rellenó las copas de vino y __________ (TN) retomó la historia donde la había dejado. Las cuatro atacaban los enormes platos de comida, mientras le contaba a las chicas todo acerca de las dos noches de sexo con Joe.

Cuando un camarero se llevaba el plato vacío de comida, Rosalie se hizo hacia atrás en su silla.

—Bel, Joe no es simplemente un buen amante, sino que también es tan... concienzudo no parece la palabra correcta, pero puedo pensar en otra... por lo de darte las fantasías que tú deseas. Suena como un buen partido.

—¿Podéis dejar ya de decir «buen partido»? Yo no quiero buenos partidos.

—Todavía no —dijo Rina—. Estoy con Rosalie. No hay muchos hombres que se esfuercen tanto. Creo que realmente le gustas.

__________ (TN) resopló.

—A él le gusta realmente el sexo. Igual que a mí.

—¿Pero a ti también te gusta él? —persistió Rina.

Por supuesto que le gustaba. Demasiado.

—Claro, supongo —dijo despreocupadamente—¿Acaso hay algo que pueda no gustarme? Es excitante, guapisimo, sexy, le gusta comer, tiene buen gusto en chocolate. Hablando de eso, vamos a pedir el postre.

—Oh, venga ya —dijo Ann—. Hay mucho más en él que todo eso, ¿verdad?

__________ (TN) contuvo la respiración, que encontró atrapada en su garganta por un momento. Suavemente, le dijo:

—Salva vidas.

—¡No me digas! —dijo Rosalie—. ¿Un bombero? Eso es lo que se supone que han de hacer.

—Sí, pero... no fui consciente realmente hasta el sábado. Estábamos cenando en el Tropika (a donde tenemos que ir todas un lunes, por cierto), y hubo un hombre que sufrió un ataque al corazón. Justo ahí, en el restaurante. De hecho, su corazón dejó de latir.

—Dios mío —dijo Rina—. Qué terrible.

—Joe estaba ahí, como en cero segundos, haciendo el boca a boca y la reanimación cardiopulmonar y... —mierda, seguro que tenía problemas para respirar esa noche— le salvó la vida. Antes de que los auxiliares sanitarios aparecieran.

—Vaya —respiró Rosalie.

—Sí, fue como... guau. Como, ¿cuánta gente es capaz de hacer eso? —entonces se acordó de algo—. Excepto que más gente debería saber qué hacer. Quiero que vengáis las cuatro conmigo y hagamos un curso de primeros auxilios.

—¿Reanimación cardiopulmonar y todo eso? —preguntó Rina—. Yo hice un curso hace unos años. Y me aterrorizó. No estoy ni siquiera segura de saber lo que tendría que hacer.

—Entonces, necesitas hacerlo otra vez. Imagina cómo nos sentiríamos si alguien en un restaurante empieza a darle algo o tiene un ataque al corazón y ninguna de nosotras puede hacer nada para ayudarle. Si se muere delante de nuestros ojos... — __________ (TN) las miraba a cada una de ellas, por turnos—. Venga. Es importante.

—Yo iré —para la sorpresa de __________ (TN) , era Ann quien estuvo de acuerdo la primera. Ann, que nunca tenía tiempo para nada, excepto para el trabajo y las cenas semanales con el Cuarteto Imponente.

—¿Irás? —preguntó __________ (TN) .

—Me has convencido. Raramente he oído a alguien que hable tan en serio sobre algo —Ann destelló con una rápida sonrisa—. Excepto por lo de la barra de striptease, y nunca me convencerás de eso.

—Yo también iré —dijo Rosalie—. He entendido lo que estabas diciendo.

—Yo también —dijo Rina—. ¿Qué pasa si le sucede algo a alguno de mis estudiantes mientras estoy dando clase? Nunca había pensado en eso antes.

__________ (TN) sintió ruborizarse del orgullo. Si podía influenciar a sus tres amigas en la cena, imagina la gente a quien convencería una vez que publicaran su artículo.

—Entonces, volviendo a Joe —dijo Rosalie—... Suena como si estuvieras empezando a preocuparte por ese chico.

—No —dijo __________ (TN) inmediatamente. Gustarle ya era suficiente. Preocuparse era una opción. Tres pares de cejas se arquearon y ella se apresuró a agregar—. Quiero decir, es un buen chico y me gusta, pero no estoy enamorándome de él, si es eso a lo que Rose se refiere.

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