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Las reglas de la fantasia (joe y tu)

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Mensaje por Yhosdaly Miér 27 Jun 2012, 9:42 am

Wowwwww.... Es magnifica!!
Siguela porfisss
Espero q salgas bien en tus examenes BESOS
Siguelaa
Muero por saber q sigue!
Att: tu fiel lectora!
Yhosdaly
Yhosdaly


http://www.twitter/YhosdalyL

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Las reglas de la fantasia (joe y tu) - Página 3 Empty Re: Las reglas de la fantasia (joe y tu)

Mensaje por NanixG Miér 27 Jun 2012, 5:23 pm

Gracias :)
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Las reglas de la fantasia (joe y tu) - Página 3 Empty Re: Las reglas de la fantasia (joe y tu)

Mensaje por NanixG Miér 27 Jun 2012, 5:23 pm



—Mirad, la cosa es que nunca conseguí hacerle la entrevista.

—Por lo menos tienes tus prioridades bien claras —comentó Rosalie, con los hombros temblándole de la risa.

—Puedes apostar a que sí, Rosie Q. Así que, de todas maneras, fui al parque de bomberos el domingo por la tarde.

— ¿Te acostaste con él en el parque de bomberos?—esta vez Rina intentaba hablar en voz baja, pero estaba inclinada tan exageradamente en la mesa, que su cara estaba a escasos centímetros de la de __________ (TN) .

__________ (TN) negó con la cabeza tristemente.

—Sí y no. Estábamos muy cerca. Él estaba a punto de... —se detuvo, recordando la dilatada verga de Joe, suspendida delante de su entrada. La manera en la que se había echado hacia atrás, y cómo ella había tomado aliento, anticipando lo bien que le iba a hacer sentir la primera embestida. Aquel recuerdo hizo que le doliera su interior por la necesidad. No era solo el sudor de un día caluroso lo que estaba haciendo que sus pantalones se le pegaran a su entrepierna— y sonó la alarma de incendios.

— ¡No! —dijo Ann, mientras Rina con los ojos abiertos de par en par, exclamaba—. Oh, ¡no!

—Es como en Llamaradas —añadió Rosalie.

—Excepto en Llamaradas, de hecho, acaban el trabajo antes de que suene la alarma —dijo __________ (TN) con disgusto—. La vida real necesita obviamente un guionista.

—Entonces, ¿qué pasó? —preguntó Rina.

—Pues que puso su bonita verga de nuevo en su uniforme, yo me subí los pantalones y después hubo una manada de hombres gigantes corriendo por todo el lugar y a mí casi me arrollan.

—Bueno, tenían un incendio —señaló Ann, sonriendo.

—Yo también estaba jodidamente ardiendo —refunfuñó __________ (TN) — y tuve que apagar el fuego yo misma.

— ¿Te masturbaste en el parque de bomberos? —susurró Rina.

—No — __________ (TN) sonreía—, lo hice en mi Jeep, en el aparcamiento.

— ¿Lo hiciste? —Rosalie tenía los ojos brillantes—. Oh, Dios mío, esto es simplemente demasiado divertido.

—Me pregunto si el pobre Joe se masturbó en la parte de atrás del camión de bomberos, mientras sonaba la sirena —dijo Ann.

Y entonces, estaban todas chillando de risa otra vez.

Su camarera trajo la cena.

—Chicas, os estáis divirtiendo mucho esta noche.

Una vez que hubieron probado algo de pescado y que la camarera se marchó, __________ (TN) se giró a Rina.

— ¿Qué hay de ti? ¿No ibas a salir el sábado por la noche?

— ¿Con quién? —preguntó Rosalie.

—Es un tío llamado Al. Su sobrina es una de mis estudiantes de clarinete y lo he visto en un par de recitales.

— ¿Y cómo fue? —preguntó __________ (TN) —. ¿Era excitante?

—Eh... no exactamente, no como los bomberos. Pero no estuvo mal —columpió una de sus manos—. No estoy segura de lo que pienso. No fue química instantánea, pero fuimos a ver una película y a tomar un café después y estuvo bastante bien.

— ¿Nada de sexo? —interrogó __________ (TN) —. ¿Creía que la razón por la que salías con él era el sexo? Estabas tan excitada viendo n los bomberos, que necesitabas encontrar a un hombre, ¿no era así?

—No voy a acostarme con cualquiera solo para... aliviar el escozor —dijo Rina ásperamente—. Necesito sentir algo, ya sabes, algo por esa persona. Conexión.

__________ (TN) cogió su vaso de vino y tragó mientras pensaba en lo que Riña decía. Con Joe, ¿había simplemente aliviado el escozor? Si lo había hecho, era él quien lo había provoca. Y sí, definitivamente él la hizo sentir algo.

— ¿Vas a ver a Al otra vez? —le preguntó Ann a Rina.

—El fin de semana que viene.

—Hablando del fin de semana que viene —dijo Rose—. Tengo el sábado libre y me voy a San Francisco.

—Eso es genial —dijo Ann—. Verás el nuevo apartamento de Emmet.

—Busca sitios en donde poder hacerlo en San Francisco—añadió __________ (TN) mientras le guiñaba el ojo—. ¿Pensáis que los chicos pueden hacerlo en el Golden Gate Bridge? —Rosalie y Emmet eran célebres por hacerlo en lugares públicos.

Rosalie sonrió, pero lo hizo sin entusiasmo.

—Estoy nerviosa.

— ¿Por echar un polvo en el Golden Gate? —bromeó __________ (TN) .

Rose puso los ojos en blanco.

—No, idiota. El tiene un montón de planes los sábados. ¿Os he dicho que su amigo y él son entrenadores de baloncesto para adolescentes marginados? Bueno, quiere que vaya al partido.

— ¿Y tú odias el baloncesto? —se interesó __________ (TN) .

—No, me gusta, y será divertido ver a Emmet con los chicos. Pero voy a conocer a Rick y él es un doble adversario. Es el mejor amigo de Emmet y el jefe de la empresa a la que él acaba de unirse.

—Le encantarás —Ann la alcanzó para apretujarle la mano.

—Eso espero. Y eso no es lo peor. Voy a cenar con la madre de Emmet.

—Oh, oh, Rosie, eso suena bastante serio —dijo __________ (TN) .

—Era mucho más fácil antes de que empezáramos a enamorarnos. Cuando estábamos solos él y yo y Las Reglas del Champán. Sexo y nada más.

—Sí, era más fácil pero menos gratificante —dijo Rina—. Los dos tenéis la oportunidad de tener algo especial. Es tan romántico... Puede incluso que construyáis una vida, juntos.

— ¿Dónde? —Preguntó Rosalie—. ¿En San Francisco o aquí? —Después se llevó ambas manos a las sienes—. Mierda, lo estoy haciendo otra vez. Concentrándome en los problemas y no en lo bueno que me pasa —se giró hacia __________ (TN) —. Entonces, ¿Qué pasa contigo y Míster Febrero? ¿Cuál es su nombre otra vez?

—Joe Cullen. ¿Y qué pasa con nosotros?

— ¿Vas a verle otra vez?

—Dejaste a aquel tío con una erección —bromeó Ann—, ¿no crees que le debes algo?

__________ (TN) se sirvió más puré de una segunda ración extra que había en medio de la mesa.

—No tengo ni idea. No me ha dado su número de teléfono.

—Sabes dónde trabaja —añadió Ann.

Sí, un punto a mi favor. Una mujer moderna no lo pensaría dos veces, cogería el teléfono y llamaría al chico en el que estaba interesada. __________ (TN) jugaba con su tenedor.

—La cuestión es —dijo Rosalie—: ¿quieres verle otra vez? ¿O solo te divertiste un poco con Míster Febrero? Así, cuando veas el calendario del año que viene, podrás decirte a ti misma... —hizo una pausa.

— ¿Que ese tío ha estado dentro de mí? — __________ (TN) terminó la frase—. No lo sé. Ni siquiera sé si le gusto. Hasta ahora lo que he aprendido es que parece estar realmente empapado y que es como una combustión espontánea cuando estamos juntos.

—Eso me suena bien —dijo Ann.

—Sí, pero no veo que eso vaya a ningún lado. Para conectar con alguien, tengo que hablar primero con él.

— ¿Cómo sabes que no es capaz de hablar? —le preguntó Rosalie.

__________ (TN) se encogió de hombros.

— ¿Bombero? ¿Cuántos hombres inteligentes se dedican a un trabajo como ese?

—Estás estereotipando —le dijo Rosalie.

Ann golpeaba la mesa con uno de sus dedos.

—Es verdad, pero enfrentémonos a los hechos. ¿Cuándo tienes a menudo una combinación de físico y cerebro? Bel, ahí tienes una idea.

—Vale, dime.

—Siempre eliges a hombres intelectuales, pero por lo que dices el sexo es mejor con Joe. ¿No es así?

—El orgasmo es mejor. Él es más excitante. No estoy segura de que esté más capacitado.

Ann negó con la cabeza impacientemente.

—No ha tenido oportunidad alguna para mostrar sus capacidades. Así que lo que te sugiero es que le des una oportunidad. Ve a otros hombres si buscas algo de conversación, pero sigue viendo a Joe también y disfruta del sexo. Después de todo, no es que una persona pueda siempre satisfacer todas tus necesidades —dedicó una rápida mirada a Rosalie—, a no ser que por supuesto se trate del sobrehumano Emmet.

—De hecho, tiene mucho sentido lo que estás diciendo, Ann —le dijo __________ (TN) . Y aquello le daba una razón para ver a Míster Febrero una vez más—. Con Joe, no es solo sexo —dijo lentamente—, es algo así como una fantasía sexual. Quiero decir, él era el bombero más sexy de todos, el bailarín más excitante. Me pregunté si sería capaz de seducirle —sonrió—. Sigo imaginándole como mi bailarín privado. Con aquel traje, haciendo esos pasos tan sexys solo para mí.

—Bien —dijo Ann favorablemente.

—También tengo otra fantasía —confesó __________ (TN) —. Es una estupidez, pero...

—Déjalo caer —pidió Rosalie.

—Es simplemente el rollo rescátame. Estoy en un edificio en llamas, él viene a toda prisa llevando todo el ropaje y salva mi vida. Es como un héroe. ¿Qué puede hacer una chica con un héroe que no sea deshacerse de toda su ropa y hacerle una mamada?

— ¿Qué más, de hecho? —dijo Rose.

—Entonces, tengo razón —añadió Ann—. No te importa si Joe y tú tenéis alguna vez una conversación real, ¿solo quieres cumplir alguna de tus divertidas fantasías?

—Sí, supongo que sí. ¿Crees que sería capaz de hacer algo así?

— ¿Qué hombre en sus cabales rechazaría una oferta como esa? —preguntó Rose.

Por supuesto, su número de teléfono no estaba en la guía. Eso hubiera sido demasiado fácil. Pero Joe recordaba que __________ (TN) le había dicho que su artículo era para él Georgia Straight.

Fresco, recién salido de la ducha, llevando sus pantalones y sin ninguna camisa, se tendió en la cama, cogió el teléfono y marcó el número del Straight.

Cuando preguntó por __________ (TN) Swan, una voz femenina enérgica le dijo:

-Swan, Swan... déjame ver. No. No trabaja aquí. Es autónoma, una free lance.

— ¿Puede darme su número de teléfono?

—Nuestra política no nos permite dar números de teléfono.

Dándole la sensación de que aquella mujer estaba a punto de colgarle el teléfono, le dijo:

— ¡Espere! Ella estaba haciéndome una entrevista para mi artículo en el que está trabajando —tragó saliva, quitándose el disgusto que le producía pronunciar aquellas palabras—. Es por el concurso para el calendario de bomberos y...

— ¿El concurso del calendario? —interrumpió ella. Su voz era ahora dulce, como un ronroneo—. ¿Es usted uno de los ganadores?

—Sí, así que de todas maneras...

— ¿De qué mes?

—Febrero, pero la cosa es...

— ¡Oh! ¡Usted es el bailarín de claque! Estuvo usted magnífico —emitió ella.

— ¿Estaba usted allí?

—Sí, gritando tanto como me fue posible. Dígame, me gustaría invitarle a tomar una copa solamente para darle la enhorabuena en persona.

—Eh... —a él nunca le habían ido las citas a ciegas— estoy algo ocupado ahora. Necesito pedirle disculpas a la señorita Swan. Estábamos en mitad de, eh, de la entrevista y sonó la alarma de incendios y tuve que irme, ya sabe, a mitad de todo —le dolían los testículos solo ante la idea de la manera en la que se habían ido.

—Normalmente, no doy información confidencial, pero sé que puedo confiar en usted, ya que es bombero. De acuerdo, ¿tiene un bolígrafo?

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Las reglas de la fantasia (joe y tu) - Página 3 Empty Re: Las reglas de la fantasia (joe y tu)

Mensaje por NanixG Miér 27 Jun 2012, 5:25 pm

hoy hare maraton :-)
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Las reglas de la fantasia (joe y tu) - Página 3 Empty Re: Las reglas de la fantasia (joe y tu)

Mensaje por NanixG Miér 27 Jun 2012, 5:26 pm



Ella le dictó un número y él lo apuntó.

—Gracias, aprecio realmente su ayuda.

Ella rió.

—De veras que eso espero. Bueno, ese era mi número de teléfono, para cuando no esté tan ocupado, mi nombre es Farrah. Ahora le daré el número del móvil de la señorita Swan.

Unos minutos más tarde, se había deshecho de Farrah, había sacado una lata de cola del frigorífico y estaba de vuelta en su cama, marcando el número de __________ (TN) . Y se sentía nervioso. Seguro que ella estaba enfadada porque él la había dejado tirada el domingo. Sí, se trataba de un incendio, pero las chicas nunca entienden que pueda haber algo que sea más importante que ellas.

Allá vamos. Dios. Se estremeció. La había dejado insatisfecha, así que tenía todo el derecho de estar enfadada.

El teléfono sonó un par de veces, antes de que respondiera.

— __________ (TN) Swan.

— ¿ __________ (TN) ? —dijo él cautelosamente—. Soy Joe.

— ¡Eh! — Afortunadamente parecía contenta—. El chico de mi grabadora.

¿Cómo? Aquello lo golpeó.

— ¿Encendiste la grabadora y no la apagaste en toda la tarde?

—Eso es, novato. Lo tengo todo grabado —se rió—. No es que se oiga mucho. Principalmente, una alarma de incendios realmente escandalosa.

—No tienes ni idea de cuánto lo siento.

—De hecho, sí tengo algo de idea. Tiene que haber sido muy doloroso, apagar un fuego con los testículos morados.

Tenía una lengua ingeniosa.

Y Dios, cómo deseaba él tener esa boca en su cuerpo. La sola idea lo hizo ponerse duro.

Él quería decirle que tenían asuntos pendientes que resolver, pero eso sería demasiado tosco. Se tranquilizó y le dijo:

—He estado pensando en ti. Me preguntaba si te gustaría que nos viésemos.

— ¿Qué nos veamos? ¿En qué estás pensando?

Sexo.

—Eh, quizás una película. ¿Una cena? ¿Una comida? Tengo un horario un poco extraño. Turnos de diez y catorce horas, a veces incluso días, a veces noches. Luego tengo tres libres del tirón. Así que al fin y al cabo, soy flexible.

—Ah, flexible. Eso está bien. Me gusta lo flexible.

¿Estaba soñando o pensaba que tenía un doble sentido todo lo que le estaba diciendo?

—Eh... genial. Así que, ¿qué te apetece hacer?

— ¿Probar tu flexibilidad?

Vale, definitivamente había una connotación sexual ahí.

—Estoy dispuesto. ¿Qué te parece esta noche? —era martes, uno de sus días libres.

—Perfecto.

— ¿Quizás te apetezca ir a tomar algo, antes de que comprobemos esa flexibilidad?

—Primero necesito preguntarte algo, ¿estás saliendo con alguien más?

— ¿Importa eso? —no estaba haciéndolo en aquel momento. Pero no estaba preparado para comprometerse en exclusividad, no justo cuando acababa de conocer a la chica.

—Condones. Me dijiste que no tenías nada, pero si sales con alguien más, tenemos que usar protección.

Tenía razón. Pero tendría que ser tan condenadamente bueno, hacerlo sin obstáculos, sintiéndola tensa, la carne caliente de ella alrededor de la suya.

—No, no estoy saliendo con nadie.

— ¿No? ¿Qué me dices de aquella de cabello negro?

« ¿Cabello negro?», pensó.

— ¿Te refieres a la escandinava con el pelo negro platino? No, nunca he salido con ella —solo porque había descartado Escandinavia.

— ¿Negro platino? —Dio un gruñido—. Inténtalo otra vez: teñida es la palabra. No, no era esa a la que me refería. Estoy hablando de la cabello negro, que estaba abrazándote, ¿Alice?

—Rió — ¿Alice?—. Es mi hermana. Estaba abrazándome porque estaba contenta de que hubiera ganado. Ella me ayudó con el número.

—Bien por ella —aquello explicaba por qué su acto era más sutil, menos grosero que las otras chicas.

—Sí. Entonces, de todas maneras, olvidémonos de los preservativos, ¿vale? A no ser que tú estés...

—Genial, nos lo saltamos —se detuvo otra vez, más detenidamente—. ¿Joe? —su voz se había vuelto algo sensual—. Cuando rescatas a alguien de un incendio, ¿te dan algún tipo de recompensa?

— ¿Cómo? —Realmente no podía seguir la agudeza de aquella chica— No, solo hacemos nuestro trabajo.

—Si me rescatas, yo te recompensaré —su voz era ronca, sexual—. De hecho, quiero que te deshagas de tu uniforme y de tu ropa interior. Y después, quiero que envuelvas mi pelo y mis manos y mi boca con esa verga sexy y enorme que tienes. ¿Te parece una recompensa justa?

— ¡Oh, vaya! —su verga estaba votando, sí, bajo el forro de sus pantalones—. Si alguna vez te ves en un incendio, asegúrate de que sea yo el bombero al que llames.

Ella rió entre dientes.

—De hecho, Joe, es algo así como una fantasía. Creo que tú lo llamarías un rescate fantasía. Tú me salvas y a cambio, yo te doy una recompensa.

— ¿Una fantasía? — ¿de qué estaba hablando?

—Tengo un montón de fantasías —hizo que la última palabra se deslizara como un susurro—. ¿Quieres que te cuente otra?

Él paseó la mano sobre su temblorosa verga, después la rodeó, se bajó la cremallera de los pantalones y la dejó salir. Imaginando sus manos, su boca, la rodeó con su propio puño.

—Dios, sí, cuéntame otra.

— ¿Sabes aquel número de baile que hiciste encima del escenario? Quiero que bailes para mí. Solo para mí. Con el esmoquin que llevabas. Te devolveré incluso la pajarita que me diste. Después quiero que te desnudes, al ritmo de la música y solo para mí.

Su cerebro le decía que aquella mujer estaba loca, pero su pene no estaba muy de acuerdo; más bien pensaba que estaba condenadamente excitada.

—Eres una chica traviesa —tenía la boca seca y las palabras salían roncas de su boca.

— ¿Me estás diciendo que tú no tienes fantasía, Míster Bombero?

Mierda. Ninguna que fuera capaz de confesar. Y definitivamente no iba a contarle la de menearse su propia verga mientras una bonita chica lo hablaba por teléfono.

—No.

—Mentiroso. Yo te digo lo que hacer. Tú bailas para mí y yo bailaré para ti.

— ¿Bailar?

—Sobre una barra de striptease bailaré. Utilizaremos la barra que hay en el parque de bomberos, alguna noche, cuando todo el mundo esté durmiendo.

Ella se restregaría contra la barra de striptease, justo de la misma manera que él estaba haciendo con su pene ahora. Se excitaría y humedecería mientras lo hiciera. Él se endurecería como aquella barra, como lo estaba en ese preciso momento. Goteando un poco, por la necesidad. Después, ella se le acercaría, y él entraría dentro de ella mientras sus músculos le bombearan como él hacía ahora con sus manos, y él sentiría la presión ascendiendo incontrolablemente y...

Y entonces, explotaría. Como acababa de hacer su verga, mandando su semilla caliente por todo el abdomen. Joder.

— ¿Joe?

Si ella se daba cuenta, ¿cómo reaccionaría? ¿Estaría excitada o pensaría que él era una especie de pervertido?

Los espasmos fueron desapareciendo, la tensión aliviaba su cuerpo.

—De acuerdo, __________ (TN) , ahora tengo una fantasía. Me gustaría ver cómo enroscas tu cuerpo en la barra de striptease, solo para mí.

—Si haces que mi fantasía del rescate del incendio se vuelva realidad esta noche, te deberé una.

¿Hacer que la suya se volviera realidad? ¿Vestirse con el uniforme, escenificar algún tipo de rescate y después, dejarle que lo desnudara y le practicara sexo oral?

Sí, podía hacer eso. ¡Al menos la última parte!

Pero, ¿qué pasaba con el resto? ¿Querría ella hacer aquella fantasía en su casa? ¿Cómo iba a escenificar un rescate en el apartamento de dos habitaciones que compartía con Chris, un bombero que trabajaba en el otro turno?

Cuando los bomberos se dedican a su formación, hacen simulaciones, pero, ¡oh, sí! Tuvo una idea brillante. Con algo de ayuda de un amigo, podría hacer que aquello le pareciera muy real a __________ (TN) .

Él pensó rápidamente y después le dijo:

—Lleva algo de ropa de cama.

— ¿Perdona?

—Es para la fantasía. Será en mitad de la noche, estarás dormida, mientras se inicia un incendio.

— ¡Oh! Sí, suena genial.

Él tuvo la impresión de que finalmente, estaba un paso por delante de ella.

—Pero que no sea nada muy elegante. Algo que pueda lavar con facilidad después de aquello.

—Eh... ¿por qué?

Él rió a carcajadas.

— ¿Nunca has estado en un incendio? Hay mucho humo y huele mal.

— ¡Joe! ¿No irás a provocar un incendio de verdad? ¡No puedes hacer algo así!

—Espera y verás lo que puedo hacer.



Capítulo 5

__________ (TN) le había pedido a Joe que la recogiera enfrente del jardín Tradicional del Dr. Sun Sen, solo a un pequeño paseo de su casa.

Él se detuvo junto al bordillo y antes de que pudiera salir del coche, ella abrió la puerta del copiloto y se coló dentro. No quería andar dando vueltas cuando sabía que alguien podía reconocerle y decírselo a su familia. En Chinatown todo el mundo conoce a todo el mundo y se interesaba por los asuntos de los demás.

Cuando ella tendió su mano derecha, él la agarró y le ayudo a sentarse en el asiento del copiloto. Era fuerte. Oh, sí.

También tenía buen aspecto, con sus pantalones y su camiseta de algodón negra, sin mangas, por lo que ella pudo admirar la piel morena de sus firmes músculos. Casi había olvidado sus ojos increíblemente Verdes. ¡Vaya un bombón de hombre!

No pudo resistirse a inclinarse y rozar un rápido beso sobre sus labios.

Él lo recibió, alcanzó a cogerle la cabeza y no la dejó ir, mientras torturaba con la lengua la comisura de sus labios. Ella se agarró a sus hombros para mantener el equilibrio y felizmente abrió la boca, invitándole, y el beso se convirtió de juguetón a ardiente en menos de tres segundos.

De repente, ella recobró la razón y se retiró. ¿En qué estaba pensando? Cualquiera podía verla.

—Vamos.

—¿Tienes prisa?

No tenía ganas de explicarle todo aquel jaleo ridículo sobre salir con chicos blancos e intentó dedicarle una sonrisa sensual.

—Sí, tengo prisa por empezar con mi fantasía.

—Tú eres mi fantasía, chica sexy, así que la mía ya ha empezado.

Estaba claro, pudo ver cómo su verga crecía bajo el suave tejido de los pantalones. Ella deseaba alcanzarla y acariciarla, pero más que eso, quería salir de aquel infierno.

—Conduce, Joe .

—Sí, sí.

Él obedeció, y después de haber pasado algunos bloques y de que ella pudiera sentir que respiraba con más tranquilidad, le dijo:

—¿A dónde vamos?

Él la miró, con los ojos brillantes.

—Ahora verás.

Normalmente, a ella le gustaba sopesar todos los hechos, pero el suspenso iba de la mano con la fantasía, así que no trató de indagar. Los secretos la harían excitarse.

Por ahora, se sentía contenta solo con mirarle.

—¿Dónde has conseguido ese bronceado? —le preguntó.

—Mi familia tiene una granja en Chilliwack. Les suelo echar una mano cuando tengo días libres.

__________ (TN) lo imaginó conduciendo un tractor o, incluso mejor, un caballo; pero los caballos estaban en los ranchos, más que en las granjas, ¿verdad? Sin camiseta, mientras su torso musculado se volvía más y más moreno, al tiempo que los aquellos bonitos mechones cobrizos se hacían más claros.

A ella le gustaba la piel morena. Su familia siempre estaba detrás de ella para que se cubriera con ropa y llevara pantalla solar, pero aquella era otra costumbre anticuada. Relacionada con la clase social y no con el cáncer de piel.

—Granjero y bombero —reflexionó ella—. Parece una especie de combinación rara.

—Debido a los turnos, muchos chicos se dedican a otras cosas. Trabajan en la construcción, cosas por el estilo. Para mí, la granja es el negocio familiar y he trabajado allí desde que era lo suficientemente grande para andar. Probablemente sea parte de la razón por la que me aceptaron, como bombero.

—No te sigo.

—En la granja, lo aprendí todo. Construcción, instalaciones eléctricas, fontanería. El tiempo. Primeros auxilios. Tareas de organización. Cómo llevar mi peso como individual y como parte de un equipo.

—Tiene sentido.

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Las reglas de la fantasia (joe y tu) - Página 3 Empty Re: Las reglas de la fantasia (joe y tu)

Mensaje por NanixG Miér 27 Jun 2012, 5:29 pm



Ella nunca había pensado lo que conllevaba ser bombero. ¿Cuánta gente hacía eso? Ellos solo veían los camiones de bomberos pasando a toda prisa por la calle, con las luces centelleando y la sirena aullando, con hombres vestidos de uniforme. ¿Pero quiénes eran aquellos chicos y esporádicas chicas? ¿Cómo habían llegado hasta allí? Podía hacer un artículo sobre eso, como una segunda parte del artículo del calendario.

En aquel momento, pensó ella, estaba más interesada en Joe.

—¿Tu familia está de acuerdo con que seas bombero? —sus padres hubieran matado a Anthony si él hubiera pensado siquiera en dedicarse a algo tan peligroso.

Él soltó un gruñido y la miró.

—Joder, no. Soy un traidor. Se supone que yo debía encargarme de dirigir la granja.

—¿Eres el único chico, o el mayor de todos?

—Soy el mayor, y el chico.

Ella asintió. Sus padres siempre le habían dicho a Anthony que tendría que ocuparse de la agencia de viajes, y así lo había hecho, incluso expandiéndola. También le habían dicho que tendría que casarse con una mujer americana. Montaron tal escándalo cuando él trajo a casa a una novia de otro lugar, que tuvo que agachar la cabeza y romper con ella.

Joe tenía más agallas que su hermano, enfrentándose a sus padres. Por un lado, sus padres no eran raros. Nadie provocaba mejor el sentimiento de culpa de «nos lo debes», que los padres de nosotros.

—Alice es la única que lleva la granja en la sangre —-le decía Joe—. Ha estudiado agricultura, comercio y además trabaja en la granja. A ella le gustaría encargarse de todo y debería hacerlo. Pero mis padres no están tan entusiasmados con la idea. Es una mierda sexista, pero... —él se encogió de hombros—. La gente vive anclada en el pasado. Alemanes.

—¿Alemán? Jonasno suena a alemán.

—Originalmente era C-O-L-L-E-N-T-Z y se pronunciaba de otra manera. La gente lo adaptó cuando llegó aquí. Pero eso es todo lo que han cambiado.

__________ (TN) asintió.

—Sí, eso es así. Aunque de hecho, yo puedo utilizarlo como una ventaja. Mi hermano mayor ha acabado ocupándose del negocio familiar. Soy la segunda hija, y además mujer, por lo que no cuento demasiado. Al menos, no cuando se trata de una carrera —en donde ella contaba era en el deseo de casarse con un chico de éxito que viniera de una buena familia, que le proporcionara seguridad y protección para el resto de su vida.

—¿Cuál es el negocio familiar?

—Una agencia de viajes.

Él miró en su dirección.

—Genial. Hay un montón de oportunidades para viajar.

—Excepto en lo que refiere a viajes familiares, simplemente ahorran el dinero. Amplían el negocio. Compraron un edificio de apartamentos y ahora están ahorrando para comprar otro. Se han metido en la propiedad por la seguridad financiera que ello da. Un montón de gente lo hacen.

—Los alemanes también.

Ella levantó la cabeza, estudiando su perfil. Parecía como si al menos, tuvieran una o dos cosas en común.

—Mi gente lo ha hecho bien en cuanto a los negocios, pero no se han integrado realmente. Siempre han vivido en aquí.

Él asintió.

—Hay una comunidad alemana en Fraser Valley. Mi familia solo tiene relaciones con otra gente de Alemania.

Ella negó con la cabeza.

—Es una locura. En parte, esa es la razón por la que son tan rígidos con las viejas tradiciones, supongo. Si se mudaran a otro sitio donde fuera la única familia americana o alemana, se verían forzados a integrarse mejor —y puede que así, se deshicieran de sus creencias arcaicas y sus prejuicios.

Como si, justo en aquel momento, su familia se enteraba de que estaba... bueno, planeando acostarse, con un chico blanco. Se pondrían furiosos.

—Padres de la Edad Media —dijo ella—. ¿No te sacan de tus casillas algunas veces?

—Supongo que sí. Pero mi gente está a más de una hora de camino y yo vivo aquí. Llego más a vivir mi propia vida.

—Qué suerte tienes.

—Sí, la mayoría de las veces soy condenadamente suertudo —él la alcanzó y descansó una de las manos sobre su muslo, lo que le envió a __________ (TN) un hormigueo suave y caliente directo a su entrepierna—. Como ahora mismo.

Ella le sonrió, deseando dejar de pensar en su familia.

—Supongo que yo también me siento con suerte en este momento.

Condujeron hasta un área que era casi mayoritariamente industrial. ¿A dónde demonios la estaba llevando?

Ella no reconoció el edificio frente al cual él había aparcado. Era una especie de robusto edificio cuadrado y... lleno de ceniza.

— ¿Es aquí donde vives? —le preguntó, deseando que no fuera así. Qué deprimente, pensar que tenía un gusto tan malo.

—No —salió del camión y después abrió la puerta del copiloto y bajó a __________ (TN) , con las manos descansando sobre su cintura unos segundos más—. Es el centro de formación de bomberos —fue a la parte de atrás para alcanzar un petate—y hacemos ejercicios de entrenamiento aquí.

Su mente de periodista barajaba una docena de preguntas, pero por ahora estaba principalmente nerviosa por lo que Joe hubiera preparado en aquel sitio para ella. Aquello no parecía el escenario perfecto para escenificar una fantasía sexual.

Él abrió la puerta y entraron dentro.

—No puedo decir mucho de la decoración —comentó ella. Aquel lugar era de hormigón, parecía más un bunker que otra cosa. Era frío, incluso bajo la caliente tarde de verano, y la luz del techo que él había encendido no sería superior a cuarenta vatios. Olía a humo rancio y había una sensación de abandono.

Ella tembló.

— ¿Estamos solos aquí?

—Espero que sí—él echó un vistazo a su alrededor.

— ¿Tienen llaves todos los bomberos?

—No —el guiño de sus ojos apenas fue perceptible bajo la luz oscura—. Ventajas de conocer al jefe de batallón desde que iba a la guardería.

— ¿Le dijiste a tu superior que querías venir aquí y tener relaciones sexuales pervertidas? —le dijo ella, sin estar segura de sentirse ofendida o halagada.

—No exactamente. Es una manera rápida de que te pongan de patitas en la calle.

— ¿Así que mentiste? ¿Por mí?

Él se encogió de hombros.

—No es que vayamos a herir a nadie. Y no le conté exactamente una mentira. Le dije que tenía una amiga que estaba interesada en los bomberos, y que quizás podría hacer un artículo sobre ellos.

El entrenamiento de bomberos sería definitivamente un buen tema para un artículo.

Y a fin de cuentas, se había saltado las reglas por ella. Qué bien. ¡Vaya, iba a tener una historia increíble que contarle a las chicas el siguiente lunes!

Él la llevo por un tramo de escaleras, hasta un pasillo. Había tres habitaciones sucias a cada lado, todas con aquel aspecto frío de un bunker. La mayoría tenían algo de muebles, y aquello parecía más como... puntales. Claro, eso tenía mucho sentido. En aquel lugar, los aprendices aprendían a luchar con el fuego, por lo que no iban a hacerlo con muebles reales.

Puntales. Perfecto para una fantasía. Aunque ella hubiera preferido una cama de latón con sábanas de satén.

Rina tenía una cama de latón. Quizás una noche __________ (TN) pudiera pedirle prestada su casa para realizar otra de sus fantasías con Joe.

Una cama de latón... ¿quizás esclavitud? ¿O tapar la lámpara con un pañuelo rojo y jugar a los burdeles? Ah, oh, definitivamente, estaba entrando en calor ahora, empezando a sentirse sexy otra vez.

Joe la condujo hasta una habitación que tenía una cama falsa. Parecía como una caja de metal llena de marcas.

— ¡Puaj! —dijo ella—. Es asqueroso —aquel sitio sería perfecto para una fantasía en una cárcel. Quizás debería cambiar su petición. Podía ser una prisionera y él un guarda. Estaba tan guapo con el uniforme.

O quizás pudiera darle la vuelta a la situación. Sí, aquello sería divertido. Él sería el prisionero, llevando uno de esos uniformes de prisión y ella sería la guarda. Él se abalanzaría sobre ella, pero Joe sería la que tuviera el poder. Definitivamente, podría excitarse con eso. De hecho, ya estaba haciéndolo, y apretaba sus muslos para saborear la sensación.

Mientras ella estaba meditando sobre aquello, Joe estaba hurgando en el petate. Sacó una sábana y la puso sobre la cama. Eran limpias, de algodón y de color azul. No eran de satén, pero no estaban nada mal.

— ¿Has traído algo para cambiarte? —le preguntó Joe.

Ella alcanzó su bolsa y sacó un camisón escaso. Del tono más suave de rosa.

Él sonrió.

—Me gusta. Vale, esto es lo que vamos a hacer.

Dios, realmente era él el que se encargaba de todo. Ella odiaba eso de la mayoría de los tíos. Detestaba la mierda de la superioridad del macho. Pero era Joe quien lo estaba haciendo y aquello le resultaba excitante. Ella había pedido una fantasía y él estaba montándolo todo para ella. Deseaba abrazarle, estrujarle, robarle un beso, pero no quería interrumpir el flujo de lo que fuera que estuviera planeando.

—Cámbiate —le dijo— y después pon la ropa en la bolsa y déjala fuera. Luego, cierras la puerta y así sabré que estás casi preparada. Métete en la cama entonces.

Ella asintió.

—Pensaré —continuó él— que estarás dormida, quizás te has tomado alguna pastilla para dormir o has bebido demasiado, así que no te despertarás cuando el incendio empiece en el piso de abajo. Estarás inhalando humo, así es como te intoxicarás. Yendo a la deriva, entre la consciencia y la inconsciencia. Incapaz de salvarte a ti misma. ¿De acuerdo?

Para un chico que decía no tener fantasías, lo había hecho bastante bien. Ella asintió.

—Me vale —después frunció el ceño— tienes el uniforme de bombero, ¿verdad? Quiero decir, es parte de la fantasía que lleves todo eso puesto.

—Me prepararé mientras te estés cambiando.

Después, él salió por la puerta y caminó hacia el pasillo, dejándola sola en aquella habitación sucia y con olor a rancio. La idea de la fantasía la excitaba, pero aquel condenado olor a humo estaba invadiéndola. Siempre había tenido la garganta sensible al humo, hasta el punto que no podía quedarse en un cuarto en donde alguien estuviera fumando un cigarrillo.

Pero aquello era la vida real, y era su fantasía de «rescátame», y ella estaba deseando que comenzara el espectáculo. Simplemente dejó que el olor a humo añadiera un toque de autenticidad.

Rápidamente, __________ (TN) se quitó la ropa y se puso el camisón, sintiendo aquella fina tela como una sensual caricia contra su piel, después dejó la bolsa en el pasillo y cerró la puerta.

¡Espera un momento! Estaba oscuro. No podía ver una mierda. Ni siquiera sabía dónde estaba la cama.

Abrió la puerta y comprobó si había algún interruptor. Ninguno, no había interruptor, y ninguna bombilla en la habitación. Con la puerta abierta, la única iluminación venía de la oscura luz del techo del pasillo. Vale, sin problemas, simplemente dejaría la puerta entornada.

Pero Joe le había dicho que la cerrara. Quizás era importante para la fantasía que había preparado.

Ella miró hacia la cama, memorizando su localización. Después, cerró la puerta y se arrojó encima de ella, donde se quedó tendida sobre las sábanas de Joe e inspiró hondo. De acuerdo, aquello era un poco extraño, pero podía prepararse mentalmente para la situación.

__________ (TN) volvió a tomar una bocanada de aire. Sí, había salido con las chicas, habían celebrado un cumpleaños y llevaba unas copas de más encima. El alcohol le daba dolor de cabeza, así que se había tomado una aspirina y la combinación del mareo y las pastillas la habían sumido en el sueño.

Ella se puso de lado, de la manera en la que normalmente dormía y cerró los ojos contra la oscuridad de la habitación. De acuerdo, así que estaba dormida, quizás teniendo alguna especie de sueño psicotrópico, como ser una guarda de prisión que debía dominar a toda aquella panda de enormes prisioneros masculinos…

Humo. Olió a humo. No solo el humo rancio que se había colado en su garganta desde que había entrado en la habitación, sino un humo fresco, real.

¿Fuego? Oh, Dios mío, ¿sería un incendio de verdad?

¿Estaba loco? Ambos podían morir allí.

Tiró bruscamente de su cuerpo hasta quedar derecha encima de la cama, con el corazón acelerado.

— ¡Joe! —no podía ver una maldita cosa, pero los ojos le picaban y ella sabía que el humo se estaba haciendo más espeso.

Un golpe de tos le arañaba la garganta y tuvo que dejarlo salir. Entonces, sintió que estaba asfixiándose con el humo.

De acuerdo, cálmate, piensa en esto.

¿Qué es lo que ella sabía acerca del fuego y del humo? Una vez recibió una clase de seguridad en el colegio. El instructor había dicho que si la casa se incendiaba, se mantuviera en el suelo, porque el humo tendía a subir.

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Mensaje por NanixG Miér 27 Jun 2012, 5:40 pm



Se bajó de la cama, sin importarle que el suelo estuviera sucio. Ahora, ¿dónde estaba la maldita puerta?

Pero espera.

Aquello no era un incendio real. Incluso si lo fuera, estaba en un centro de formación. Y Joe estaba ahí fuera. Se estaba encargando de todo, quizás controlando el fuego.

En cualquier minuto, aparecería por la puerta con la manguera y disparando un extintor de agua contra fuegos, oh ¡joder! Se había estado arrastrando por un suelo embarrado, asqueroso y mojado. ¿Aquella era su idea de una fantasía? Aquel chico no iba a recibir una mamada esa noche. De hecho, él...

¡Oh, mierda! ¡Llamas!

A través de unos pocos centímetros de oscuridad, lenguas calientes y naranjas lamían el suelo.

Ella había pensado que el fuego haría que la habitación se volviera más clara, pero el humo era tan denso, que no podía ver correctamente. Y estaba tosiendo con tal intensidad que apenas podía tomar aliento.

Que lo jodierán a Joe, ella se iba ahora mismo. Si solo pudiera saber dónde estaba la puerta.

Maldita sea, nunca se había dado cuenta de lo asustada que estaba, no era capaz de ver nada. Ella empezó a gatear hacia lo que pensaba debía ser la dirección correcta.

Detrás de ella, algo hizo un estruendo.

¿Qué demonios estaba sucediendo ahora? ¿Se le iba a caer el edificio encima?

Quizás aquello fuera real.

¿Qué pasaba si Joe había hecho algo, intentado empezar un fuego falso y se le había escapado de las manos? Oh, ¡Dios, quizás se hubiera quemado! Podía estar gravemente herido y...

Y ahora ella podía estar sola allí, en medio de un incendio, con nadie que pudiera venir a rescatarle.

Apenas barajó la idea cuando oyó más ruidos extraños. Algo crujió. ¿Sería la cama?

¿Joe? ¿Había entrado él, esperando encontrarla en la cama y no estaba allí?

— ¡Estoy aquí! —su voz era apenas un chirrido, y otro golpe de tos le vino repentinamente.

Le pareció una eternidad, pero probablemente duró solo unos segundos antes de que un rayo de linterna atravesara el humo y una mano pesadamente enguantada le sujetara el tobillo. Rastreó su pierna, entonces todo pasó como una bruma. Estaba siendo montada y él corría, llevándola, y después habían atravesado la puerta.

Ella aspiró el aire, la tos se volvió más intensa, haciéndola sentir enferma por el humo y el miedo. Afortunadamente, no la llevaba en una de esas posturas que utilizan los bomberos para cargar a la gente, colgando sobre sus hombros, si no hubiera vomitado. En lugar de eso, él la recogía, haciéndola colgar de sus brazos, como un bebé.

Todavía le quemaban los ojos pero ahora podía ver, lo suficiente para recaer en su cabeza, con un pesado casco y un aparato de respiración. Las paredes del pasillo se balanceaban arriba y abajo mientras él corría, y su estómago no apreció mucho aquel movimiento.

Esperando a que él bajara las escaleras, se asustó cuando vio que en lugar de eso, subía hacia arriba.

Se quitó el aparato de respiración y ella vio que tenía las mejillas manchadas de negro, su pelo despeinado y salvaje.

—Estará a salvo, señora. La sacaré de aquí. El piso de abajo está metido en el incendio y las escaleras quemaban cuando subía hacia arriba. Tenemos que salir por el tejado.

— ¿Tejado? Pero si el edificio está ardiendo... —no era cierto, estaba completamente segura de eso, pero todavía el humo, las llamas, su propio pánico, hacían que todo aquello fuera muy real.

—Una grúa con escalera nos sacará de aquí —le dijo—-o un helicóptero.

Dios mío, no habría contratado un helicóptero, ¿verdad?

Aquel hombre estaba loco.

Y aun así, había algo increíblemente sexy en la manera en la que él la había encontrado en aquella habitación oscura y llena de humo y la había sacado fuera. La forma en la que la llevaba tan fácilmente y cómo subía las escaleras con aquel abultado uniforme.

En su trabajo, aquello era real. Él salvaba las vidas de los demás.

Pero aquello no era real. Y ella todavía estaba tosiendo, con el pelo apestando a humo, su camisón arruinado, las rodillas y las palmas de las manos recubiertas de la arenilla del suelo de aquel sucio cuarto, y...

Él había hecho todo aquello por ella. Era verdad, había actuado regiamente como un estúpido, pero tenía que afrontar la situación, era un hombre. ¿Cómo se podía confiar en que un hombre montara una fantasía romántica? Pero sus intenciones habían sido buenas.

Y ella tenía dos elecciones a tomar. Podía darle una patada en los huevos en el momento en el que la pusiera en el suelo o podía sumergirse de nuevo en su fantasía.

Vale. La fantasía que ella había querido que creasen.

Había estado dormida, se había despertado por el humo y las llamas, había intentando pedir ayuda pero había perdido la compostura y aquel alto y fuerte bombero la había rescatado. Ella estaba en sus brazos, estaba corriendo como si nunca se cansara. Era su héroe.

Él alcanzó el final de las escaleras y empujó una pesada puerta. Estaban en el tejado. ¡Aire fresco!

Ávidamente, lo coló en sus pulmones y aquello hizo que tosiera incluso aún más.

Él intentó ponerla en el suelo, pero estaba tosiendo con tanta intensidad, que sus piernas se habían vuelto de gelatina. Mientras que no pudiera sostenerse en pie, él seguiría cogiéndola.

— ¿Está bien, señora? Parece que ha inhalado un montón de humo.

De repente, le dio la sensación de que él pensaba que ella estaba actuando.

—Soy realmente... sensible al humo —se arregló a decir entre los golpes de tos.

— ¡Oh, joder, __________ (TN) ! No lo sabía —abandonó su papel, ahora solo era Joe y con la luz del día ella pudo ver la preocupación en su cara—. Simplemente siéntate —se quitó el abrigo del uniforme y lo arrojó al suelo, después la dejó encima de él—. Volveré enseguida.

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Mensaje por NanixG Miér 27 Jun 2012, 5:40 pm



Ella levantó la cabeza, tomando profundos alientos, sintiendo cómo su corazón se calmaba lentamente y su estómago empezaba a serenarse.

La siguiente cosa que supo fue que él estaba de vuelta y le ofrecía una botella.

—Bebe a pequeños sorbos —le dijo.

Agradecidamente, cogió la botella y tomó un cauteloso sorbo y después otro, más largo. El agua fría y pura goteaba por el calor de su garganta, aliviándola. Dios, nunca antes había probado algo que le sentara tan bien.

— ¿Mejor? —le preguntó él, arrodillándose a su lado, todo cubierto de hollín, excitante y frunciendo el ceño.

Ella asintió.

—Me has rescatado otra vez.

—Después de casi quemarte los pulmones. Lo siento, __________ (TN) , hacíamos este tipo de cosas en el entrenamiento, tosíamos un poco, pero no era gran cosa. Debí haber pensado...

—No —le interrumpió ella—, no soy una chiquilla blandengue. Soy pequeña pero fuerte. Es solo esta cosa que tengo con el humo.

—No te hagas nunca bombera.

Se encontró a sí misma sonriendo.

— ¿Sabes? No es una carrera que haya considerado nunca. Los días que más peso ni llego a los sesenta kilos, no es que sea mucho para ser bombero —tenía la garganta mucho mejor ahora, gracias al agua y a la brisa de la noche. — ¿El fuego está apagado?

—Sí, se enciende y se apaga con botones —suspiró y cambió de posición, sentándose al lado de ella—. ¿Estás segura de que estás bien? Estuviste ahí más tiempo del que había planeado. Pensé que te quedarías en la cama.

—Supongo que me entró un poco el pánico. Recordé que se supone que has de quedarte en la parte baja cuando hay humo. Salté de la cama y me estuve arrastrando, buscando la pasta —le dio un escalofrío, recordando lo estremecedor que había sido todo—. Recuérdame que nunca me meta en un incendio real.

—Es un buen plan —cerró los ojos por un segundo—. Me impactó, cuando no te encontré donde suponía que estarías. Lo hizo mucho más real.

—Supongo que en un incendio real no tienes ni idea de dónde puede estar la gente. Especialmente si les vence el humo y no pueden pedir ayuda.

—Y el rugido del fuego, y encima llevamos todos esos aparatos puestos, es realmente difícil escuchar algo. Pero tenemos un procedimiento. Quedarnos agachados, como tú dijiste. Comprobar la cama, debajo de la cama. Armarios. Ventanas bajas.

—Estaba muy oscuro ahí.

—Normalmente es así en un incendio. Sobre todo para el equipo de bomberos que va en primer lugar. A menudo no podemos ver mucho hasta que alguien, normalmente del camión de bomberos, da puñetazos en las ventanas o en el techo.

Su cerebro comenzaba a funcionar de nuevo y frunció el ceño.

—Pero eso deja que el aire entre. ¿No alimenta el aire al fuego?

—Sí, pero al ventilar, algo de humo se va y entonces podemos empezar a ver lo que estamos haciendo.

— ¿Y qué hacéis entonces?

—Lo primero es sacar a la gente viva. La segunda prioridad para nosotros es mantenernos a salvo. El incendio es la tercera. La gente siempre está antes que la propiedad.

Ella asintió.

—Buenas prioridades.

Jesús. Aquel hombre corría por edificios en llamas y sacaba fuera a la gente. ¿Era un héroe o un maniaco? ¿O un poco de los dos?

Fuera lo que fuera, le parecía condenadamente sexy en aquel momento, con todo el pelo despeinado por el casco, la cara vetada con manchas de suciedad. Aquellos pantalones holgados que se sostenían con tirantes, su camiseta sin mangas se adhería a su cuerpo por el sudor que le había costado llevarla a ella por las escaleras.

—Estás mojado otra vez —murmuró ella.

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Mensaje por NanixG Miér 27 Jun 2012, 5:42 pm



¿Cómo se las arreglaba para excitarla de aquella manera, cuando era todo físico y sudor? A ella nunca le había interesado ese tipo de cosas antes. Incluso aunque fuera la primera en mirar a un hombre atractivo, para ella la verdadera excitación se la provocaba el intelecto del hombre.

Y aquella excitación normalmente era gradual. Nunca había sido tan física, inexplicable y explosiva. Sin mencionar divertida. Nunca tan sexy como Joe.

Tenía mucho mejor la garganta y las otras partes de su cuerpo empezaban también a volver a la vida bastante bien. Una brisa ligera, caliente, acarició su pelo y presionó el camisón son contra sus pezones, que estaban empezando a dilatarse.

La vista era preciosa desde aquel tejado. Estrellas, una luna casi llena. Ella echó un vistazo a su alrededor. Unos pocos edificios más altos, no muchas ventanas con luces. Estaban en mitad de la ciudad, pero estaban solos.

Joe, sentado al lado de ella, se llevaba la botella de agua a la boca. Su cabeza se hizo hacia atrás, revelando los músculos de su garganta, ondeando mientras bebía.

Los músculos del interior de su vagina ondeaban también, en respuesta.

Le había prometido a aquel chico hacerle una mamada.

—Eh, Míster Bombero —le dijo, con la voz ronca—, ¿tienes idea de cuándo viene ese helicóptero?

Capítulo 6

Joe se giró hacia __________ (TN) y se sintió como un pedazo de mierda. Las manchas de suciedad en su cara y brazos lo hacían parecer amoratado. En aquel camisón de color rosa pálido, con la luz de la luna haciendo su piel bronceada casi blanca, ella parecía frágil y estropeada.

Vaya un idiota que estaba hecho. Ella quería una fantasía y él la había cagado. Quizás incluso hubiera puesto en riesgo su vida, sin saber aquello de su sensibilidad al humo. Debería haberle preguntado si era asmática o si tenía algún tipo de problema de respiración.

Había recibido formación paramédica, sabía cómo el humo podía afectar a ciertas personas. Mierda. Debería haber pensado en esas cosas.

Excepto que, con __________ (TN) , su cerebro no funcionaba muy bien. Se dio la vuelta otra vez, cruzó los brazos por encima de sus flexionadas rodillas y descansó la cabeza sobre ellas.

— ¿Joe?

Oh, sí, le había preguntado algo acerca del helicóptero imaginario. Obviamente, no podía esperar a salir de aquel tejado y él no podía culparla. Probablemente, nunca quisiera volver a verle otra vez.

Joder. La primera vez que se habían visto, le había dado sexo de tres segundos. La segunda vez, ni siquiera había recibido mucho, gracias a la maldita alarma de incendios.

Strike tres. Estás fuera

Maldita sea, ¿por qué debería importarle aquello? Cada vez que salía, tenía a chicas detrás de él. Altas, rubias y con curvas. Mujeres que eran perfectamente felices simplemente yéndose a la cama con él y después diciéndoles a sus amigas que se habían acostado con un bombero. Ninguna otra mujer le había pedido antes que escenificara ningún tipo de extraña fantasía.

Aun así, había algo en __________ (TN) Swan.

Y era algo que no tenía que ver con el sexo, o con su increíble pelo, su traviesa boca o sus bonitas uñas de los pies pintadas de rosa.

Era acerca de lo perceptiva que se mostraba, resolviendo el hecho de que los chicos del parque de bomberos le hubieran hecho pasar tantos malos tragos. Era aquella cosa de los padres anclados en el pasado, lo que le daba una experiencia en común. Era su coraje. Como ella había dicho, puede que fuera pequeña, pero nadie en sus cabales pensaría en ella como una mujer débil.

Sí, podía divertirse llegando a conocer a aquella mujer. Demasiado malo que hubiera metido la pata con ella.

Levantó otra vez la cabeza.

—No sé lo que ha pasado con el helicóptero —le dijo sin entusiasmo—, pero no te preocupes —iba a decirle que la sacaría de aquel techo y la llevaría a casa, pero ella lo interrumpió.

—Todo lo que me preocupa es si voy a tener el tiempo suficiente antes de que llegue —su voz era tan ronca del humo, que sonaba como si se le fuera a echar encima. Una oportunidad jugosa para eso.

— ¿El tiempo suficiente? —repitió él—. ¿Para qué?

Ella se puso de rodillas sobre su chaqueta. Tomó otro trago de agua. Después, dejó la botella en el suelo y se pasó la lengua por los labios. Levantó ambas manos, abanicó aquellos dedos pequeños y finos y los utilizó para levantarse el cabello, que ondeaba y brillaba bajo las estrellas, después lo dejó caer sobre los hombros, tan pálidos y resplandecientes como la misma luna.

La expresión de su cara era conocida. Se había transformado de frágil a sensual. Llevaba el control.

El control de él, por lo menos.

Y de su verga.

Oh, joder, puede que todavía quedara algo de esperanza para él. ¿Qué debería hacer? ¿Cuál sería ahora su fantasía? ¿Debía seguir él con el asunto del rescate?

—Creo que estamos fuera de peligro, señora —le dijo él, hablando de la manera que lo había estado haciendo mientras actuaba. Profesional, seguro y con un toque de cercanía, pero no demasiado afectuoso—. El fuego está apagado.

No el fuego que sentía en la ingle, eso era seguro. Estaba creciendo por momentos, simplemente mirando aquella bonita cara de ella, con sus rasgos finos y sus ojos con forma de almendra. Aquella boca malhumorada que parecía capaz de hacer cualquier cosa, hablar sucio, o...

Cuando ella había mencionado la fantasía del rescate por primera vez, había hablado de una recompensa. Algo acerca de rodear su verga con la boca.

—Me has salvado —ronroneó ella—. Estaba tan asustada, no podía encontrar el camino hacia la puerta. Estaba asfixiada por el humo y entonces... tú estabas allí. Me sacaste del incendio y me llevaste a un lugar seguro. Me llevaste en brazos, ¿cuántos tramos de escaleras?

—Dos. Aunque no pesa mucho.

—Aun así —le sonrió—, eres mi héroe.

Héroe. ¿Recompensa? Intento guardar la compostura a pesar de su excitación palpitante.

—Es mi trabajo, señora.

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Mensaje por NanixG Miér 27 Jun 2012, 5:43 pm



—Debe ser extraño, cuando hay un incendio en mitad de la noche. La gente en pijama, camisones, ropa interior. ¿Tengo que suponer que algunas personas duermen desnudas y has de rescatarlas de esa manera?

Dios, había sido un fallo no sugerirle que durmiera desnuda.

—Sí, los tomamos como vienen —le dedicó una breve sonrisa—. A menudo, sin embargo, no rescatamos a gente tan bonita como usted.

— ¿Me encuentras atractiva?

—Mucho.

— ¿Le permiten a un bombero recibir una recompensa?

Su verga estaba gritándole ¡sí, sí, sí!, dentro de sus pantalones holgados.

—No una recompensa monetaria.

— ¡Caramba! Eso no está bien —le dijo bromeando— Bueno, supongo que tendré que pensar en otra manera de darte las gracias.

Ella le alcanzó y deslizó una de sus manos bajo uno de los tirantes, con la palma contra la camiseta. Su caricia atravesó el fino algodón, quemándole y enviando una onda de conmoción por todo el cuerpo.

—En una noche tan calurosa como esta —le dijo ella—, ¿no tienes calor con esos pantalones tan pesados?

¿Calor? Dios, sí.

—Un poco de calor.

Ella deslizó la otra mano bajo el otro tirante y después, cerró las palmas alrededor de los dos tirantes y los sacó de sus hombros.

—Quizás deberías quitártelos. Parece que tenemos que esperar un poco antes de que venga el helicóptero. Puede que así estés más cómodo.

—Supongo que puedo hacer eso.

Se levantó para deshacerse de los pantalones y de las botas. Optimistamente, se había quitado los pantalones vaqueros antes de enfundarse los del uniforme, por lo que todo lo que llevaba debajo eran sus calzoncillos de algodón. Ahora estaba preparado para hacer estallar aquella excitación matadora.

¿Cómodo? Joder, tenía que estar de broma.

—Oh, Dios —dijo __________ (TN) , arrodillándose enfrente de él, mirándole a la cara—. Vaya una manguera tan impresionante la que tiene aquí, bombero.

—Gracias, señora —sus labios se torcieron en una mueca—sin embargo, está bajo un montón de presión. —Ella llevo la mano a la parte delantera de sus calzoncillos, los cubrió y murmuró—: Simplemente, puedo sentir esa presión. Oh, sí, definitivamente necesita algo de alivio —entonces, piadosamente, le quitó la ropa interior.

Él se la sacó por los pies.

—Quédate ahí —le ordenó ella—, justo así.

Unas pequeñas manos se enrollaron alrededor de su mango, agarrándole, apretándole. Ella se inclinó y tocó la punta de su verga con la lengua. Entonces, empezó a hacer círculos. Círculos más y más amplios, hasta que sus labios estaban atrapando la cabeza de su pene.

Tirando, ligeramente.

—Su garganta —se las arregló él para graznar—, ¿está bien?

Ella dijo algo, él no pudo descifrar sus palabras porque tenía la verga dentro de su boca y su lengua, dientes y labios se movían contra él mientras le hablaba.

—Vaya, eso es maravilloso —decía, con la voz ahogada—. Di algo más. Algo sucio.

Fuera lo que fuese lo que dijo, fue genial. Demasiado genial. No podría durar mucho tiempo si ella continuaba de aquella manera.

Una de sus manos le cubría los testículos, mientras la otra jugueteaba con su mango. Él no encajaba perfectamente bien dentro de su pequeña boca, pero ella lo estaba compensando con todo lo que estaba haciendo. Y aquel pelo, aquella increíble cortina de pelo, tapaba su pelvis y sus muslos, con los mechones jugando como docenas de suaves dedos. Todo lo que podía ver de __________ (TN) era su cabeza temblorosa, la cascada de cabello.

Sus testículos se preparaban, todos los músculos de su cuerpo se tensaban. Estaba tan cerca de correrse.

—Tienes que parar ahora —jadeó él.

Ella negaba con la cabeza y su pelo le hacía cosquillas por todas partes. Ella dijo algo, solo una palabra.

— ¿Qué? —le preguntó él.

Sus labios y lengua detuvieron lo que estaban haciendo y ella lo liberó.

—No —le dijo—, esta es tu recompensa.

Sus ojos castaños brillaban con la luz de las estrellas. Ella deseaba aquello también. Él podía verlo perfectamente.

— ¿Estás segura? —se aseguró él.

Ella sonrió.

—Quiero beber de ti.

Santo cielo. Le gustaba compartir el sexo oral, pera ninguna mujer le había dicho nunca nada tan excitante.

Ella inclinó la cabeza, aquel pelo sedoso le acarició los muslos, la ingle, los testículos, y volvió a atraparle en su boca.

Él se dio por vencido y disfrutó del momento. Sintió cómo crecía la tensión, el dolor, la necesidad por el alivio subiendo y ascendiendo. Todo lo que estaba haciendo lo hacía sentir tan jodidamente increíble que quería que aquello durase horas y horas, pero ese cuerpo estaba luchando por el alivio.

Después sintió una uña en su verga. No podía mirar, pero sabía que llevaba las uñas de color rosa, con brillantes piedrecitas sobre ellas. Solo podía imaginar cómo serían las uñas mientras trazaban la gran vena de su pene.

Y entonces, siguió. Recorriendo el camino hacia su ano.

Su orgasmo lo golpeó como un maremoto, ondeando a través de su cuerpo y explotando en oleadas sobre su boca. Levemente, él fue consciente de que __________ (TN) estaba aflojando el ritmo, tragando, volviéndole a chupar otra vez, mientras él seguía temblando con el placer que lo había hecho gritar.

Fue todo lo que pudo hacer para mantenerse de pie.

Al final pudo tomar aliento, y empezó a recobrar la compostura. Se encontró a sí mismo de pie, desnudo encima del techo del edificio del centro de entrenamiento bajo un cielo caluroso de agosto lleno de estrellas y con una luna casi llena.

Delante de él, __________ (TN) se estiraba como un gato y entonces, se tendió sobre su chaqueta, reclinada sobre sus codos y mirándole. Su primer pensamiento fue que ella debería estar desnuda también. Era tan condenadamente bonita, que quería ver cada detalle de aquellas finas curvas, cada centímetro de aquella piel suave.

Después, le vino el segundo pensamiento. Aquella vez, tenía que hacerlo bien. Él ya había tenido un orgasmo, la presión estaba aliviada. Podía hacerlo lentamente, darle el tipo de sexo que ella se merecía.

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Las reglas de la fantasia (joe y tu) - Página 3 Empty Re: Las reglas de la fantasia (joe y tu)

Mensaje por NanixG Miér 27 Jun 2012, 5:44 pm



__________ (TN) vio a Joe sonreír y se preguntó en qué estaría pensando. Recorrió los labios con la punta de su lengua, lamiendo el último sabor de él. Solo mirarle era puro placer. Sus piernas, la única parte de su cuerpo que no había visto antes, eran musculadas pero finas, encajando definitivamente con el resto de su cuerpo. Poniendo todo el paquete junto, incluido el paquete entre sus muslos, cualquier mujer podría babear.

Ella lo estaba haciendo, con toda seguridad, y lo hacía por cada par de labios de su cuerpo. Hacerle una felación le había puesto seriamente excitada y aquella vez no tenía intención de acabar el trabajo por él.

Parecía como si fuera un problema, porque ahora él estaba inclinado, desplegando sus pantalones, por lo que se pudo arrodillar sobre ellos y sonreírle.

—Muchas gracias, señora —le dijo—, ha sido la mejor recompensa que me han dado jamás.

Ella tenía que estar de acuerdo. Había sido preciosa y condenadamente inspirada la mamada que había hecho, incluso si era ella quien se lo decía a sí misma.

—Pero tengo que decir —le dijo él—, que aún estoy preocupado por usted.

— ¿Preocupado?

—Creo que debería comprobar su estado, asegurarme de que no ha sufrido ningún daño.

Ah. Parecía que a él tampoco le faltaba inspiración.

— ¿Como si jugáramos a los médicos?

—Sí, excepto por el hecho de que soy auxiliar sanitario.

Genial. Se quedaba con la fantasía, buscando la precisión.

—Qué concienzudo por su parte.

—Todo, en la línea del deber. Y a veces, el deber es un placer.

Gentilmente, él le cogió las manos entre las suyas y las levantó hacia sus ojos.

—Pobres ojos —dijo él— están enrojecidos por el humo. Pero son unos ojos muy bonitos, también —con uno de sus dedos le hizo cerrar los párpados y después, ella sintió la caricia de sus labios en el primero y después en el segundo, suave y tierno.

Delicioso, de una manera estremecida y sensual. ¿Quién iba a saber que los párpados podían ser una zona erógena?

Ella mantuvo los ojos cerrados, preguntándose qué haría él después.

Un beso tocó sus labios pero para cuando ella pudo responder, intentando capturarle, él se movió y ya estaba besándole el cuello.

— ¿Cómo siente la garganta? —le preguntó.

Temblando por su caricia, si decía la verdad.

—Mejor—sonrió—, ahora que he tenido algo que beber.

Él se rió dulcemente y después reposó la mejilla contra su pecho izquierdo.

—Estoy intentando escuchar los latidos de su corazón, pero con este camisón en medio, no consigo oírlos muy bien.

—Entonces, supongo que será mejor si nos deshacemos de él, ¿verdad? —con los ojos aún cerrados, ella se estiró y deslizó los finísimos tirantes por los hombros.

Joe lo miró desde ahí, aflojando la frágil tela sobre sus pechos. Y después... nada.

Ella abrió los ojos para ver cómo él le miraba el pecho. Quería comprobar si aquella rubia oxigenada era una referencia y a él le gustaban las chicas con globos enormes, porque ella no era así. ¿Estaría él decepcionado?

—Creo que es necesario que compruebe mi corazón—le dijo ella nerviosamente.

—Oh, de acuerdo —él se aclaró la garganta mientras retiraba la mirada de sus senos—. Lo siento, señora, me he distraído un poco —otra vez más, le puso la mejilla contra el pecho y ella sintió la caricia más fina de una barba, como si se hubiera afeitado recientemente pero tuviera un pelo que creciera con rapidez. También pudo sentir su respiración. Cómo se aceleraba. Quizás, después de todo, no estuviera decepcionado por sus pechos.

El roce de la barba, el calor de su respiración... y sus pezones endureciéndose, rogando por ser chupados.

— ¿Cómo es el sonido de mi corazón? —le preguntó ella.

—Fuerte. Sin embargo, un poco acelerado.

—No tengo duda de ello —omitió una risa—. Aquel incendio ha sido una experiencia espeluznante.

Él levantó la cabeza.

— ¿Alguna dolencia o achaque?

—Sí —ella hizo un círculo a sus dos aureolas suavemente, con los dedos índices.

Él estaba observando sus manos y su expresión decía que se excitaba al verla tocarse.

Ella se pellizcó los pezones suavemente entre los dedos pulgar e índice, disfrutando de la sensación y de la manera en la que su respiración se aceleraba.

—Justo aquí. Están tirantes y me duelen.

—Veamos lo que podemos hacer con ellos —le dijo con entusiasmo.

El se inclinó, y entonces sus labios rodearon su pezón izquierdo. __________ (TN) se arqueó hacia él y él succionó, utilizando después su lengua para acariciar el brote de su cima mientras sus labios continuaban chupando y aliviando, chupando y aliviando.

¡Oh, Dios! Ella presionó los muslos.

Sí, sabía que los pezones eran una zona erógena, pero los suyos nunca habían parecido lo bastante directamente conectados con su vulva.

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Mensaje por NanixG Miér 27 Jun 2012, 5:45 pm



Él cambió a su pecho derecho y ella empezó a preguntarse si una chica podría llegar al orgasmo solo porque le estuvieran estimulando los pezones.

Pero no quería hacerlo. Quería disfrutar de aquella mágica lengua, aquellos increíbles labios, hacia el sur, donde seguramente lo harían mucho mejor.

—Tengo otro punto doloroso —se las arregló ella para decir.

— ¿Cómo? —sonaba aturdido, levantó la cabeza y se colocó sobre sus rodillas.

Joder, él ya estaba completamente empalmado otra vez.

Y aquella vista hizo que el dolor de su entrepierna se intensificara.

—Aquí abajo —le dijo ella.

Levantó las caderas y aflojó el camisón entre sus piernas, después recorrió su cuerpo con los dedos, hizo un breve círculo alrededor de su ombligo para conducir sus ojos hacia la piedra rosa que resplandecía ahí. Después, continuó hacia abajo, sobre su vientre y a través de los escasos y sedosos mechones de vello púbico hasta que sus dedos encontraron la caliente humedad. Su cuerpo lloraba por ser tocado y sus dedos, se entretuvieron, acariciando, dejando que él viera cómo se tocaba.

Después de unos segundos, él retiró su mano con suavidad.

—Ese es mi trabajo, señora.

Ahora era su mano, mucho más intensa, fortalecida por el trabajo duro, la que la estaba acariciando.

— ¿Dónde le duele? —Le preguntó él, cubriéndole el monte—. ¿Aquí?

Ella jadeó.

—Oh, sí.

—Parece un poco hinchado —le dijo él— y caliente

Ahora estaba acariciando la cresta entre sus labios, sugiriendo con su dedo un poco más cada vez que frotaba arriba y abajo.

—Sí, sí.

Él estaba jugueteando con ella, evitando penetrarla completamente, manteniéndose alejado de su clítoris. A no ser, por supuesto, que no fuera capaz de encontrarlo. En su cuerpo, todo tenía una talla diminuta.

Ella se contoneaba contra sus dedos, intentando guiarlo. Maldita sea, lo había dado todo por hacerle una buena mamada y ahora necesitaba, y merecía un orgasmo.

Él adoptó otra posición, por lo que se encontró tendido y enterrando la cara entre sus piernas.

Oh, sí, ¡él sabía perfectamente dónde estaba su clítoris! Sus labios se habían cerrado sobre él infaliblemente.

Antes, había estado jugando con ella. Ahora parecía como si hubiera notado su impaciencia. Ella se extendía para él, cubriéndole los hombros con sus piernas mientras él deslizaba un dedo dentro de ella, estirándola suavemente, y su lengua bailaba sobre su clítoris al mismo momento que las sensaciones crecían volviéndose tan intensas, tan maravillosas.

Ella se agitó violentamente, moviendo de un lado a otro la cabeza, con las manos apretando las solapas de su abrigo de bombero. Ella recordó la sensación de él en su boca, el sabor. Y ahora su boca estaba dentro de ella, devorándola, y entonces, se sintió explotar, dando espasmos contra él.

Pero este no se detuvo.

Otro dedo se coló dentro de ella y ambos dedos salían y entraban, haciendo círculos alrededor, dentro de su vagina, mientras su lengua jugueteaba con su clítoris, y su cuerpo se encontró culminando una vez más, creciendo, sin ni siquiera haber terminado el primer orgasmo cuando un segundo la atravesaba y ella gritaba su placer.

Antes de que pudiera empezar a respirar otra vez, él se había apartado de ella, pero solo por un momento. Simplemente para ajustar la posición, alinear el cuerpo sobre el suyo.

Ella abrió las piernas automáticamente incluso más, mientras él descendía para guiar la cabeza de su verga hacia su entrada.

Se detuvo, clavándole los ojos, unos ojos ardientes por la urgencia.

— ¿Sí?

— ¡Por favor, sí! —oh, Dios, sí.

Ella esperaba sentirle cómo empujaba dentro de ella, pero de alguna manera todo se quedó suspendido por un momento, mientras se miraban. Entonces, él dirigió la mirada hacia su cuerpo, tomándola.

—Eres tan bonita, __________ (TN) —le dijo, y aunque el deseo, la urgencia estaban todavía en su cara, era como una expresión de... sobrecogimiento—. No he visto nunca nada tan bonito como tú bajo esta luz de luna.

¡Vaya!

Fíjate, ella tampoco había visto nada más masculino y sexy como Joe bajo la luz de la luna. Tenía que tenerle dentro. En aquel preciso momento.

Ella le alcanzó para cerrar su mano sobre la de él, que estaba alrededor de su verga y juntos entraron dentro de ella. Entonces, él se inclinó para besarla.

Mientras esperaba que las cosas hubieran acabado en cuestión de segundos, como la última vez que habían tenido relaciones sexuales, se sorprendió cuando él estableció un ritmo que era lento y seductor. Aquello invitaba a la satisfacción más que a demandarla instantáneamente.

Con dos orgasmos en el bolsillo, __________ (TN) se sintió feliz de poder bailar aquella lenta danza con él. De juguetear con sus lenguas, suavemente pellizcándose los labios. Para saborearse el uno al otro, deslizarse dentro de ella, cada uno refugiándose igualmente despacio, para sentir los groseros rizos de su vello púbico jugar con su sensible piel. Cada parte de su ser, dentro y fuera, parecía ultrasensible, muy receptor, pero la respuesta era vaga y se construía lentamente, sin ninguna combustión instantánea.

Hacer el amor bajo las estrellas. Aquello estaba sucediendo como se suponía que debía suceder.

Excepto, claro, que no estaban haciendo el amor, solamente representando una fantasía sexual. Pero, ah, quizás la fantasía del momento pudiera ser hacer el amor en lo alto de un tejado con solo las estrellas y la luna observándoles.

Joe era un amante tan considerado, tomando todo su peso sobre sus rodillas y antebrazos y ahora, le deslizaba el camisón bajo su cuerpo, levantándola, liberando la presión en su espalda.

Y permitiéndole abrir las piernas algo más para que rodearan su cuerpo, clavándole los tacones en los muslos.

En aquella posición, ella podía sentir la suave palmada de sus testículos cada vez que la embestía.

En aquella posición, podía alcanzárselos con una mano y amasar suavemente aquellos testículos.

Él gimió y quitó su boca de la de ella, arqueando hacia atrás la cabeza.

—Oh, vaya, qué bien sienta esto.

Ahora él retomaba el ritmo, cambiaba el ángulo para que cada vez que entrara completamente dentro de ella, pudiera presionar contra su clítoris y su punto G.

—Ahora es esto lo que sienta bien —jadeó ella, situándose hacia arriba para poder recibirle mejor, para encajar su ritmo que empezaba a acelerarse.

Sus testículos se estiraban bajos los dedos de ella. Él se inclino hacia abajo, la besó con avidez, demandantemente, mientras ella le respondía. Y supo el momento en el que había perdido el control.

Él apartó la boca de la suya y dio una poderosa embestida que tocó cada uno de las células sensibles y excitadas que había dentro de ella, que hizo que los dos gritaran su clímax justo mientras él gritaba y vertía su semilla profundamente dentro de ella.

Cuando la cabeza de __________ (TN) fue capaz de funcionar otra vez, su primer pensamiento fue, Esto es lo primero que me pasa. Nunca he tenido tres orgasmos seguidos antes. Y su segundo pensamiento. ¿He pensado alguna vez que este hombre no era un buen amante? Vaya, tuve que estar loca en aquel momento.

Joe se las había arreglado de alguna manera para no desplomarse encima de ella, de otra manera probablemente la hubiera aplastado hasta matarla, y ahora ya la había liberado. El se sentó a su lado y exclamó:

—Dios mío.

—Sí —puede que tuviera la fuerza suficiente en sus músculos para sentarse, pero seguro que no llegaba a hacerlo. Cada músculo de su cuerpo se había licuado. Todo lo que pudo hacer ella fue ponerse el camisón que tenía bajo la espalda.

Su expresión se afiló en preocupación.

— ¿Estás bien?

— ¿Aparte del hecho de que puede que nunca vuelva a caminar otra vez?

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Mensaje por NanixG Miér 27 Jun 2012, 5:46 pm



—Oh, Señor, ¿te he hecho daño?

—Eh, estoy bromeando —estaba segura de que la parte interior de sus muslos le dolerían al día siguiente por haberse estirado tan exageradamente, y probablemente pasaría lo mismo con todos los pedacitos de su interior. Pero nunca había disfrutado de un sexo tan bueno.

Ella se puso las manos bajo la cabeza, con el pelo alrededor y le sonrió.

— ¿Es costumbre tuya destrozar a las mujeres a las que rescatas, Míster Bombero?

Él le devolvió la sonrisa.

—Solo a las que me hacen una mamada.

Ella se estiró, dejó escapar un suspiro feliz y largo, mientras estudiaba el techo de estrellas.

Pero entonces, la realidad la golpeó, y ella se puso de mala gana en una posición sentada. Tan maravilloso como había sido todo, se estaba haciendo demasiado tarde. Y estaba sucia, olía a humo y a sexo.

— ¿Hay alguna ducha en este sitio, por casualidad?

Joe negó con la cabeza.

—Lo siento. Solo hay un lavabo y los aseos.

—Necesito limpiarme un poco antes de irme.

Él se puso de pie, le tendió una mano y la levantó.

—Te mostraré dónde están.

Se quedaron allí de pie por un momento, en cueros bajo la brisa de la noche. __________ (TN) se sintió al mismo tiempo expuesta y libre.

—Podría acostumbrarme a esto.

—Quizás la próxima vez podamos tener sexo, sin el incendio.

Ella estalló en una carcajada.

—Sexo sin incendio, no suena demasiado divertido.

—Ya sabes lo que quiero decir. Un tipo diferente de fuego.

—Puede que hubiera sido capaz de vivir sin las llamas y el fuego, pero me lo he pasado muy bien con la fantasía.

Él recogió su chaqueta y sus pantalones, mientras ella se deslizaba el sucio camisón por la cabeza. Aún desnudos, Joe la cogió de la mano y la llevó dentro, escaleras abajo.

Ella se llevó la bolsa al pequeño cuarto de baño y, con golpes de agua y papel higiénico, hizo lo que pudo para limpiarse. Mientras lo hacía, pensaba en Joe, en el sexo y en las fantasías.

La cosa era que realmente no podía mantener una relación con él. Le asustaba salir a lugares públicos con él, por miedo a que algún espía chino los viera y se lo dijera a su familia.

Pero ella dirigía su propia vida. La primera pregunta era: ¿quería verle otra vez? Su resplandor postorgásmico le había dicho que sí. Era un amante increíble, sin mencionar un hombre dulce y atento, un bombón delicioso y comestible.

Se vistió con sus ropas de calle y después enrolló el sucio camisón en unos cuantos trozos de papel y lo metió en la mochila. Estaría aceptable cuando llegara a casa, pero le apestaba el pelo.

Cuando salió de los aseos vio que Joe también se había vestido.

—Necesito limpiarme el pelo fuera —le dijo, esperando que pudiera capturar el suficiente aire fresco para contraatacar el olor a humo. Si los miembros de su familia la esperaban, simplemente les diría que había entrevistado a alguna persona que fumaba. Aquello también podría explicar sus ojos enrojecidos y su voz ronca.

Fuera, Joe se apoyaba contra el camión de bomberos. Ella se sujetó sobre sus piernas y se hizo hacia atrás, por lo que su pelo le colgaba por la cara y empezó a cepillarse de la raíz a las puntas, una y otra vez.

Ella escuchó su voz a través del velo de su pelo.

— ¿Eres consciente de lo excitante que resulta eso?

— ¿Te da alguna idea sobre fantasías? —le preguntó. Dejó de cepillarse, separó un par de mechones y lo miró—. No vas a admitir que tienes fantasías, pero todos los hombres las tienen con mujeres de pelo largo. ¿Anuncios de champú?

—Bueno...

Se escondió tras su pelo otra vez y volvió a cepillarse, dejándole pensar sobre el tema. Simplemente se moría por saber con lo que Joe pudiera estar fantaseando.

—Quizás tengo una con una chica hawaiana y una cascada —le dijo lentamente.

— ¿Una chica hawaiana desnuda?

—Lleva una de esas cosas tropicales de flores que se ponen alrededor del cuello.

—Un sarong —le dijo desde detrás de la cortina de su pelo.

—Tiene el pelo castaño y largo como el tuyo y lleva un sarong de flores rojas. La veo caminar hacia el agua clara y azul. Hay un acantilado rocoso con una cascada al final. Deja el sarong en el suelo, me da la espalda y camina hacia el agua. Cuando está a la altura de la cintura, empieza a nadar en la cascada y su pelo fluye con ella en el agua. Alcanza la cascada y trepa hasta un borde rocoso por lo que se queda ahí, bajo el agua, y se da la vuelta y empieza a lavarse el pelo. Puedo casi ver su cuerpo, pero está un poco escondido, también, por el agua y su largo cabello.

— ¿Y entonces? —le dijo repentinamente __________ (TN) cuando este se detuvo.

— ¿Entonces?

— ¿Qué haces tú? Has estado observándola. ¿Te excitas?

—Sí —dijo con suavidad.

— ¿Y simplemente sigues mirando?

—... De acuerdo, nado hasta ella y tenemos relaciones justo debajo de la cascada.

__________ (TN) se estiró, arrojando el pelo hacia atrás en un remolino largo y lento.

— ¿Ves? Las fantasías son geniales.

La luz de la noche hacía más difícil decir si estaba sonrojado, pero ella hubiera apostado a que sí, por su expresión de vergüenza.

—Aunque... debes de elegir una dura —meditó ella.

— ¿Eh, una dura?

—Una fantasía intensa —le dijo ella—. Una verga dura siempre es algo bueno, pero una fantasía dura... Ah, me pregunto dónde podríamos encontrar una cascada. De alguna manera, una ducha no es lo mismo.

— ¿Harías eso por mí? ¿Lo de la cascada?

—Me encantaría. Pero entretanto, ¿se te ocurre algo más fácil?

Él tragó saliva y cuando habló su voz era tan baja que apenas pudo oírle.

—Dijiste algo de bailar sobre la barra de descenso en el parque —su voz se volvió más ronca—. No me lo puedo quitar de la cabeza.

Genial, ¡le había dado una fantasía!

Ahora todo lo que necesitaba hacer era tomar un curso de baile sobre barras de striptease.

—Corre de tu cuenta —le dijo—. ¿Cómo vas a colarme allí?

Estaba mirándola, un poco asombrado.

— ¿Colarte?

—Creo que lo mejor sería que los otros chicos estuvieran dormidos. ¿No te parece?

— ¿Realmente harías eso en el parque de bomberos? ¿Va en serio? ¿Quieres que te cuele allí, en mitad de la noche?

Ella frunció el ceño, con perplejidad.

— ¿Acaso no esa tu fantasía?

—Bueno, sí, pero nunca me habría imaginado...

Vaya. Él había sido el que había llevado a cabo la fantasía, como la realidad misma. ¿Acaso el tema del baile de striptease en la barra no giraba entorno, literalmente, a la actual barra de descenso?

—Supongo que va contra las reglas —ronroneó ella—. Los novatos como tú no querrían nunca romper las reglas —se encogió de hombros elaboradamente—. Supongo que lo podemos hacer en cualquier otro lugar, pero no suena ni la mitad de divertido.

—Te colaré —le dijo rápidamente—. ¿Cuándo?

—La semana que viene —una vez que tuviera la oportunidad de dar una clase o dos.

Él la ayudó a subir al camión y pronto estaban conduciendo hacia mi hogar.

— ¿No quieres que quedemos antes de lo del baile en la barra de descenso? —le preguntó—. Quizás podamos ver una película o algo.

Una película. Puede que alguien los viera y se lo dijera a su familia. Podía fingir que solo era un amigo, pero sus padres sospecharían. Además, ¿dónde estaba la fantasía de ir a ver una película? Y eran las fantasías lo que hacían que todo fuera increíble entre Joe y ella.

—Joe, esta noche ha sido muy divertida.

— ¿Sí? —preguntó él con cautela, ladeando la cabeza hacia ella.

—Y lo de bailar en la barra será divertido. Y lo de la cascada, si la encontramos. Y nunca hemos terminado aquello de lo de Llamaradas, en lo alto de la manguera. Sin mencionar que todavía tengo fantasías sobre mi bailarín de claqué privado.

Él miró a su alrededor.

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Mensaje por NanixG Miér 27 Jun 2012, 5:48 pm



— ¿Vas a obligarme a hacer eso?

—Voy a hacer que te encante hacérmelo.

Él rió entre dientes.

—Casi te creo.

—Así que, creo que eso es lo que deberíamos hacer —le dijo firmemente.

—Ah, me he perdido —se detuvo en el semáforo en rojo y se giró hacia ella.

—Fantasías —entonces, tuvo una idea brillante. Cuando Rosalie y Emmet se habían visto por primera vez, habían dispuesto una serie de reglas que gobernarían su relación. Las Reglas del Champán, las habían llamado. Hacer que siguiera siendo sexy y efervescente y divertido, no hacer nada monótono que apagara su pasión.

Aquellas reglas parecían condenadamente buenas para ella ahora. Podía cogerlas prestadas, pero...

—Necesitamos tener unas reglas especiales —reflexionó.

La luz se volvió verde y Joe ya estaba conduciendo otra vez.

— ¿Reglas? Dios, __________ (TN) , vivo con demasiadas reglas en el trabajo.

Ella chasqueó los dedos y le dedicó una mirada traviesa

—No, te gustarán estas reglas, te lo prometo. Las llamaremos las Reglas de la Fantasía.

— ¿Qué?

—Cada vez que estemos juntos, haremos una fantasía nueva.

Había estado observando su perfil mientras le hablaba, y vio que por un momento su ceño había sufrido una especie de iluminación. Empezó a reírse.

— ¿Alguna otra regla más? —le dijo—. Como la de que irá por turnos. ¿Hay algunas fantasías que sean tabú?

Joder, ¿qué tipo de fantasías tenía aquel hombre? ¿Tríos? ¿Ver a dos mujeres en acción?

Eh...

—Solo veamos a qué acuerdos llegamos —contestó ella con evasivas— y por lo de los turnos, no seamos tan formales respecto a eso.

— ¿Quieres decir que quieres otro turno, verdad?

Ella sonrió felizmente.

— ¿Sería posible que yo tuviera a mi bailarín de claqué antes de que tú tuvieras tu bailarina de striptease? Después de todo, no has sufrido realmente con mi fantasía esta noche.

Él paró el camión y ella se dio cuenta de que ya habían llegado a los jardines del Dr. Sun Sen.

— ¿Dónde vives?

—Me quedo aquí mismo —era más seguro que él no tuviera su dirección y no arriesgarse a que alguien pudiera verle bajarse.

—Es tarde, te llevaré a casa.

—No me has dicho qué es lo que quieres, si bailas para mí —le dijo para distraerlo.

— ¿Qué?

—Hazlo y lo tendrás —abrió la puerta y saltó al suelo. Si se quedaba, iba a darle un beso, se enredarían con eso y alguien la pillaría haciéndolo en un camión de bomberos a solo un par de bloques de su casa.

Se inclinó hacia el camión, le envió un beso y después cerró la puerta y se precipitó por el callejón antes de que él intentara acompañarla a casa para asegurarse de que había llegado sana y salva. Por supuesto que lo haría...

Mientras se apresuraba hacia casa, hizo una nota mental: reservar una clase de baile en barra de striptease.

Capítulo 7

Cuando Joe dio parte de su entrada en el turno de las ocho de la mañana del día siguiente, se fue directamente a la cocina. Estaba hecha mistos —la jerga que utilizaban a menudo los bomberos para decir que algo estaba asqueroso—, y su tarea consistía en limpiarla, es decir, dejarla como una patena, limpiarla hasta que resplandeciera. Pero primero, tenía que preparar el café. Como novato, tenía que encargarse de la cocina.

El lugarteniente y John-Boy Boyd estaban sentados en la mesa, con otra pareja de hombres, y todos estaban sonriéndole desdeñosamente.

¿Qué pasaba ahora? Alguna broma nueva y estúpida, por supuesto.

Cogió la lata del café del frigorífico, la abrió y la olió sospechosamente, después la probó con la punta de la lengua. Parecía que estaba bien, así que continuó y se puso a preparar la cafetera.

Después, echó un vistazo alrededor de la habitación y su mirada recayó en una nueva foto clavada con chinchetas en la pizarra de los comunicados. Él se acercó para poder mirarla mejor y sonrió.

Sí, era él. Con su uniforme de bombero, el casco y todo. Llevando un caniche de peluche diminuto y de color blanco con lazos rosas en las orejas. El perro estaba dibujado al lado de él con una sonrisa canina. A un lado, en la parte de debajo de la foto, alguien había escrito, con tinta negra y gruesa, «Mimoso y su chica, Fifí».

Le había dicho a __________ (TN) cuáles eran las prioridades de un bombero en un incendio. Lo que había mencionado era que, después de sacar a toda la gente fuera, tenían que hacer lo que pudieran para rescatar a los animales domésticos. Otro deber que normalmente le tocaba al novato. La semana pasada, sus rescates habían incluido los peluches. Se preguntaba cuál de los chicos habría pintado la foto.

En un día normal se hubiera tomado el chiste de Fifí como un insulto a su masculinidad, pero ese día, con los recuerdos de todo lo que había hecho con __________ (TN) frescos en su memoria, no podía enfadarse lo más mínimo.

—Bonito perro —comentó él, y después empezó a recoger las tazas sucias y las puso en el lavavajillas.

— ¿Como tus chicas con lazos rosas en el pelo? —le preguntó John-Boy.

__________ (TN) llevaba un montón de rosa. Su pelo estaría simplemente genial con lazos rosas, adornándolo. Incluso podría incluir eso en su fantasía.

—A mí me parece bien.

— ¡Dios! —le dijo John-Boy disgustado—. ¿Qué es lo que te pasa hoy?

—Se habrá echado un polvo a sí mismo —dijo el lugarteniente lacónicamente, con la cabeza enterrada en la sección de deportes del periódico—. Esa es mi apuesta.

—Digamos que ni sí, ni no —dijo Joe, sin poder reprimir una sonrisa.

El lugarteniente levantó la cabeza, con los ojos brillándole por el interés.

— ¿Te has tirado a aquel trasero pequeño y bonito?

Vale, ahora su buen humor empezaba a desvanecerse. Abrió el grifo de agua caliente y la dejó correr en el paño y empezó a enjuagar la mesa con golpes largos y fuertes.

El lugarteniente asintió con complicidad.

—Las chicas americanas. No hay nada como su sabor. Y la manera en la que se adecuan a la verga de un chico tan fuertemente que él...

Joe dio un puñetazo en la mesa. Quería decirle a aquel gilipollas de Bulldog que le dieran por el culo, pero aquello mostraría una falta de respeto, y entonces, estaría hundido en la mierda.

—Lo siento —le dijo, con la voz chirriante—, se me ha resbalado la mano.

John-Boy sonrió.

—Sí, se está tirando a la reportera.

Le estaban sacando de quicio. Pero entonces, tenía que haberlo visto venir. Era parte de aquel rollo de bromear con él. Encontrar la debilidad de un meón, y encima dentro del típico bombero sobresaliente, no era difícil, y tenían que acosarle hasta que él estallara.

Tener que aprender aquella mierda se suponía que era lo que tenía que hacer a un novato más fuerte, para que los otros pudieran confiar en él en un incendio. Quizás pensaría en ella, cada vez que eso ocurriera y así, se las arreglaría mejor para manejar la situación.

Recogió las secciones deshechas del periódico y los plegó limpiamente.

—Estoy viendo a __________ (TN) —dijo finalmente—, pero no es algo que le importe a nadie. Y es una buena chica.

Buena. ¿Sabía siquiera si aquello era cierto? Pensó en la manera en la que ella había saltado del camión de bomberos la pasada noche, negándose a que él la llevara a casa. ¿Qué sabía realmente acerca de esa chica?

Le había hecho una mamada increíblemente buena, y sí, lugarteniente, la verdad era que sabía genial y que su verga nunca había sentido tal placer. Tenía un cuerpo de escándalo, un pendiente muy sexy en el ombligo y a él le encantaban las uñas de las manos y las de los pies. Y especialmente, su pelo.

Él sabía que era periodista y que venía de una familia tradicional.

Y que le gustaban las fantasías.

No era un mal principio para una relación.

—El meón tiene chica —canturreó John-Boy.

—Puedes estar jodidamente seguro de eso —le contestó él con engreimiento.

Y una noche, cuando todos esos tíos estuvieran roncando en las habitaciones, iría a colar a aquella chica para que le hiciera un baile con la barra de descenso.

La primera cosa que hizo __________ (TN) a la mañana siguiente fue enviar un correo electrónico a Rose, Rina y Ann.

«¿Adivinad qué? ¡Joe y yo tenemos reglas del sexo! Me apuesto a que podéis adivinar de qué se tratan. Os cuento el lunes.

P.D.: vayamos a la terraza del Bridges, el tiempo acompaña».

El viernes, alrededor de las seis, __________ (TN) estaba hurgando en su armario. Cat, vestida con una camiseta informal, unos pantalones vaqueros y su pelo recogido en una cola de caballo, irrumpió en la puerta abierta de __________ (TN) y se tiró en la cama.

—¿Estás viendo qué vas a ponerte para tu gran cita con Marty? —le preguntó Cat.

—Ese vestido verde, estilo cheongsam — __________ (TN) siempre lo llevaba en las primeras citas con los chicos—, pero no puedo encontrarlo —se dio la vuelta, mirando acusadoramente a su hermana, que esta tumbada sobre su barriga, con los codos en la cama y la cabeza sostenida con las manos—. ¿Me lo has cogido?

Cat negó con la cabeza con desdén. —Odio ese vestido. Es demasiado bueno, y es una talla más grande de la que necesitas —entonces, le brillaron los ojos —. Eh, eso significa que me quedaría ajustado y sexy. Así que puede que algún día lo coja prestado.

__________ (TN) puso los ojos en blanco.

—Eso no pasará.

—Solo estás celosa porque tengo unas tetas más grandes que las tuyas.

Era verdad. A veces la vida era muy injusta.

—¿No lo habías manchado con algo la última vez que te lo pusiste? —le preguntó Cat.

—Mierda, tienes razón. Está en la lavadora — __________ (TN) pegó la cabeza en el armario.

—Ponte algo rosa —le recomendó Cat— es tu color de la suerte, como el púrpura para mí. Quizás si llevas algo de color rosa, las cosas funcionen con Marty.

Era verdad que __________ (TN) se sentía más cómoda y segura cuando vestía de rosa, así que, ¿por qué no?

Cogió sus pantalones blancos, una camisa de seda roja con un adorno en forma de lazo y un cárdigan de color rosa que cogió del armario.

—Mejor —le dijo su hermana, sentándose con las piernas cruzadas encima de la cama—. ¿Crees que puede ser esa persona?

—Lo dudo. En la escuela primaria era un buen chico, pero un poco lelo —se quitó las mallas y se puso los pantalones de algodón blancos. La última vez que los había llevado puestos era el domingo. En el parque de bomberos. Ah, por lo menos tenía recuerdos eróticos que la acompañaran esa noche.

—Mamá ha dicho que Marty es arquitecto —le dijo Cat—. Eso no es que sea mucho de lelos. ¿No sería guau si realmente fuera esa personal ¿No te gustaría?

—Lees demasiadas novelas románticas —pero en su interior, en un lugar secreto que no había revelado a su familia, cada vez que salía con una de esas citas a ciegas, mantenía algún tipo de esperanza de que las cosas encajaran. Sería mucho más fácil si se enamoraba verdadera, loca y profundamente de un chico que su familia aprobara.

Excepto, claro, que tendría que vivir el resto de su vida escuchando la frase «te lo dije».

—La cosa es —reflexionaba __________ (TN) mientras ajustaba la camisa sobre el sujetador— que esos chicos se parecen demasiado a mí. Es casi como quedar con un hermano. Nos llevamos bien, pero no hay chispa.

—Tienes unas feromonas con poco acierto —le dijo Cat, bajándose de la cama y dirigiéndose hacia el armario. Sacó un par de pendientes de color rosa flamenco y los sostuvo sobre sus orejas —además, los polos opuestos se atraen, ¿no es verdad?

__________ (TN) soltó un gruñido.

—En las novelas románticas y revistas de chiquillas, como Cosmo. Vaya educación que estás recibiendo.

—Sí, ¿y a quién le cojo yo las revistas? —replicó su hermana.

—Simplemente, no te tomes tan en serio todo lo que digan —se detuvo— vale, sí, a veces, los polos opuestos se atraen —como ella y Joe, no podían ser más opuestos— pero esa no es la base para una relación duradera. Necesitas tener cosas en común con la persona.

Cat se quitó sus pendientes en forma de corazón y los cambió por los de color rosa flamenco.

—Entonces, ¿estás diciendo que mamá, la tía y la abuela tienen razón?

—Dios me libre —suspiró— dadme un respiro. Solo tengo veintitrés años. Todavía no he pensado en todas esas cosas. Un día, cuando encuentre a esa persona de la que tú hablas, te lo diré.

—Podría ser Marrrrtyyy —bromeaba su hermana, tarareando su nombre mientras balanceaba la cabeza de un lado a otro, admirando los pendientes.

—Supongo que podría —lo que sería genial, pero el fin de las fantasías con Joe. __________ (TN) se preguntó si a Marty le irían las fantasías.

El timbre sonó y su hermana se alejó.

—Aquí está, voy a por él.

Aunque Cat no llegó lo suficientemente a tiempo, __________ (TN) escuchó cómo su madre abría la puerta y decía:

—Tú debes ser Marty. Pasa un momento.

Y ven para que la familia pueda someterte a interrogatorio, pensó __________ (TN) . Pobre chico, debería ir a rescatarle. Se deslizó dentro de la chaqueta rosa y se ató los botones suficientes para parecer decente y entonces, soltó el pelo sobre sus hombros. No llevaría mochila aquella noche, en lugar de eso llevaría un bolso de color rosa fresa adornado con lentejuelas que había comprado en una tienda de Accessorize, en la Robson.

Cuando hizo su aparición, todo el mundo estaba de pie, cerca de la puerta, con su madre presentando a la familia y un hombre alto y esbelto, estrechando educadamente las manos. ¡Joder! ¿Aquel era Marty? ¿Cuándo se había convertido aquel alelado en un dios? Vaya, realmente era un bombón de hombre. Casi demasiado perfecto para creerlo, con aquel pelo tan de moda enmarcándole la hermosa cara, los pantalones de lino de color beige y una camisa marfil sin cuello que ella habría jurado que tendría la etiqueta de algún gran diseñador.

No tenía los rasgos tan masculinos ni marcados como Joe, pero, Dios, podría haberlo pedido perfectamente por catálogo.

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Las reglas de la fantasia (joe y tu) - Página 3 Empty Re: Las reglas de la fantasia (joe y tu)

Mensaje por NanixG Miér 27 Jun 2012, 5:56 pm



Esa cita comenzaba a tener potencial.

—¿Marty? —preguntó ella, entrando en el vestíbulo.

— __________ (TN) —él la recibió con una sonrisa—. Eh, mírate. Vaya, te has hecho toda una mujer. Y por cierto, ahora me llamo Martin.

—Tú también te has hecho un verdadero hombre —colocó la mano encima de su brazo estirado, deseando por solo una décima de segundo sentir aquella descarga eléctrica que bailaba entre Joe y ella.

Bueno, joder. Nada.

Ella echó un vistazo alrededor del círculo. Cat estaba casi babeando, las mujeres resplandecían con una aprobación maternal y su padre captó su mirada y le ofreció una inclinación de cabeza. Sí, el viejo Marty tenía la bendición de su familia.

Era absolutamente perfecto. Solo tenía que sentir la chispa.

—Probablemente deberíamos irnos ya —le dijo ella, y le tocó el brazo, deseando sentirlo. No. Nada.

Él se giró hacia ella, con sus ojos castaños mirándola amistosamente y... era eso. Solo amistosamente. Él tampoco sentía nada por ella.

—He hecho reservas en un par de sitios —le dijo— porque no sabía qué tipo de comida te gustaba. Podemos decidir dónde ir y después llamaré para cancelar una de las reservas.

—Es muy considerado de tu parte —le dijo su madre—. Tú...

—Llévala a un sitio agradable —interrumpió su abuela.

Él sonrió, mirando a __________ (TN) .

—Descuide.

Una vez que habían salido por la puerta principal, ella le dijo:

—Siento todo eso.

—No te preocupes. A mí también me pasa lo mismo. Mi madre ha dado el visto bueno a la ropa que llevo e incluso me ha dado una lista de restaurantes.

—¿También vives en tu casa?

—Como si tuviera otra elección —se encogió de hombros—. Quizás cuando termine la universidad y tenga un trabajo de verdad, pero incluso entonces, será toda una batalla.

—Sé exactamente a qué te refieres —anduvieron el uno al lado del otro, bajando los escalones—. Así que, ¿has elegido un restaurante de la lista que te ha dado tu madre?

—Eran sitios de señoras. Le di las gracias educadamente y los ignoré todos. He reservado un par de ellos en el puerto, el Lift y el Cardero. ¿Los conoces?

Ah. Los dos eran lugares de moda.

—He pasado por el Cardero para tomar algo en la terraza, pero nunca he ido al Lift. ¿Cómo es?

—Un poco más lujoso. La comida es buena, con una buena selección en un mostrador en donde puedes elegir las otras o el sushi. El lugar es algo pretencioso, aunque eso de hecho nunca importa en Vancouver. La gente sale en vaqueros y sudaderas y nunca sabes quién puede ser el millonario o la estrella de cine.

__________ (TN) rió a carcajadas.

—De hecho, suelo reconocer a las estrellas de cine, pero sé lo que quieres decir. ¿Por qué no vamos al Lift? —y si a ella le gustaba, se lo contaría a las chicas y el Cuarteto podría añadir otro lugar para quedar los lunes por la noche a cenar.

Ella se dio cuenta de que estaban de pie, en el borde de la acera, justo enfrente de su casa. Echando un vistazo hacia atrás, vio una hilera de caras femeninas mirando por la ventana.

Marty —no, tenía que recordar que ahora se llamaba Martin— sacó las llaves del bolsillo, presionó el remoto, y sonó un bip apagado y fino de un Mercedes negro, modelo antiguo.

—Bonitas ruedas —dijo ella mientras él abría el asiento de copiloto para ella.

—Heredado de mis padres. Pero sí, me gusta.

Una vez que se metieron dentro, él cogió el teléfono móvil de un hueco en la puerta y llamó al Cardero.

Vaya, estaba acumulando puntos por todas partes. Ofreciéndole elecciones de restaurantes de primera. Cancelando una reserva, en lugar de simplemente no aparecer por allí.

Quizás aquella chispa apareciera con el tiempo.

Él se alejó del bordillo, mientras decía:

—Me alegro de verte otra vez. Ha pasado mucho tiempo. Mi madre dice que eres periodista. ¿Dónde trabajas?

—Soy autónoma —empezó a contarle todo acerca de su trabajo y pronto estaban conversando fácilmente.

Él encontró aparcamiento en una de las calles del Puerto Coal y le dijo:

—Vayamos hacia la playa y caminemos por el dique. El restaurante está solo a cinco minutos.

—Genial. Es una noche preciosa.

Cuando alcanzaron el dique, vieron que el buen tiempo había traído a una docena de personas a caminar por allí. Residentes con los niños en las sillitas, turistas con cámaras de fotos... todo el mundo estaba fuera. Ella tomó una bocanada profunda de brisa del océano y escuchó el ruido sordo y metálico de los botes en una de las dársenas. Si alguna vez se las apañaba para tener un apartamento propio, elegiría el centro de la ciudad.

—Hay una terraza en el Lift —le dijo Martin—. Podemos comer dentro o fuera. Como tú quieras.

—Fuera —dijo ella inmediatamente.

Él sonrió.

—Ya me doy cuenta de que quieres broncearte.

—Probablemente tu madre no lo aprobaría —bromeó ella.

—No. Siempre agobia a mis hermanas cuando salen sin pantalla protectora —rió entre dientes—. Con mis amigos blancos es por el cáncer de piel. Pero mi gente, es toda esa mierda anticuada acerca de que la piel blanca es mucho más bonita.

—Lo sé. Mi abuela siempre dice que parezco una granjera con la piel tan morena.

—¡Tradición! —dijo él en tono despectivo.

Ella miró a su alrededor y le vio frunciendo el ceño. Era la tradición lo que había hecho que ellos salieran juntos aquella noche. Bajo toda aquella educación, ¿estaría él enfadado?

Caminaron en silencio por unos minutos, entonces ella le dijo:

—He oído que estás estudiando arquitectura.

Él asintió.

—Me encanta —su voz era agradable, guardando aparentemente tras él el mal humor—. Siempre me ha interesado el diseño, cómo crear un edificio que sea funcional a la vez que bonito. Y que tenga un buen Feng Shui —añadió, con un toque irónico.

—¿Haces lo del Feng Shui? ¿No es eso un poco tradicional?

—También es bastante moderno. Está de moda ahora. Un montón de clientes lo piden y no solamente los asiáticos.

Ella asintió.

—Entonces, como arquitecto, cuéntame tu filosofía de los lavabos de mujer en los edificios públicos.

Él rió.

—Debería ser más íntimo que el de los hombres, y tener mucha más capacidad.

Ella sonrió.

—Vale, pasable.

—Ahí está el restaurante —señaló hacia él—. ¿Qué te parece?

Ella estudió la estructura antiguamente perfilada, resplandeciendo de color plata bajo la luz temprana de la noche.

—Eh... no la habrás diseñado tú, ¿verdad?

—Dios, no. Soy un principiante. Ven, dame una opinión sincera.

Nunca había tenido problemas para ser franca.

—Parece una lata de sardinas jorobada.

Él rió.

—Es fabuloso. Voy a citarte.

¿Fabuloso? ¿Cuántos tíos utilizaban la palabra fabuloso?

—Es mejor desde la playa —él continuaba—, todo cristal. Y la terraza del patio de arriba es genial. Pero estoy de acuerdo contigo: aunque le daría un voto por creatividad, no me parece particularmente atractiva.

Entraron y una mujer alta y llamativa les dio la bienvenida.

—Tengo una reserva a nombre de Fong —dijo Martin—, en terraza, por favor.

—Por supuesto —los deslumbro con una sonrisa resplandeciente pero informal—. Reuben los llevará hasta la mesa.

El atractivo hombre que les hacía señales con la mano era rubio también, esbelto y elegante, y gay, a __________ (TN) no le quedaba duda alguna. Con el más mínimo aleteo de pestañas examinó a los dos y después eligió a Martin para dedicarle una sonrisa. Agradable y personal.

—Por aquí, señor. Será un placer llevarlos arriba.

__________ (TN) lo miraba con los ojos entrecerrados, mientras él se paseaba por las escaleras. ¿Estaba pirada o aquel tío estaba ligando con Martin?

Arriba en el patio, la decoración era sencilla pero elegante, resaltando las vistas. Lo que con la brisa fresca, la luz del sol y el océano, era toda una gloria. En honor a aquella preciosa tarde, ella pidió un cóctel de melocotón y champán, y se sorprendió cuando Martin dijo:

—Que sean dos.

Era una bebida de chicas. Y además, él había dicho fabuloso.

Eso es. Todas las pistas empezaron a tener sentido. La manera en la que iba vestido y hablaba, un gesto ocasional, el comportamiento del camarero. ¿Sería Martin homosexual?

Ella se movió en la silla, dejó caer la servilleta al suelo y dijo:

—Ups —se agachó para recogerla, dejando que cayera su pelo por encima de ella. Entonces, retomó la posición, levantando la cabeza y arrojando al aire su cabello patentado.

—Tienes un pelo precioso —le dijo Martin mientras le ofrecía el menú, pero sus ojos no la miraban, ni tenía la boca abierta.

—Gracias —no era una confirmación, pero una prueba contundente. No es que le importara personalmente que fuera gay. Pero, joder, vaya un asuntillo para un chico con unos padres conservadores. Eso era algo más tabú que el hecho de salir con un chico blanco. Por supuesto, ¡quizás Martin lo estuviera haciendo ya!

Ella omitió la sonrisa y examinó exhaustivamente el menú.

—Bolas de ostras picantes, suena delicioso.

—Suena bien, ¿verdad?

Discutieron los méritos de cada uno de los platos antes de decidirse por las bolas de ostras, seguidas por una pasta de langosta asada con cardamomo para compartir, porque, ¿quién podría resistirse a algo que sonaba tan poco común? Y después __________ (TN) tomaría paella y Martin, bacalao negro.

—No puedo creerme que seas capaz de comerte todo eso —le comentó Martin— Eres tan pequeña.

—Y todavía me queda sitio para el postre.

—¿Dónde metes todo eso?

Ella se encogió de hombros, ya que le habían preguntado lo mismo un millón de veces.

—Buen metabolismo.

Cuando llegaron las bebidas, pidieron. El camarero murmuró:

—Unas elecciones excelentes. ¿Querrán quizás una botella de vino? Tenemos un número interesante de selecciones de bodegas BC. ¿Son residentes o turistas? —se dirigía hacia Martin, ignorando completamente a __________ (TN) .

—Somos los dos de Vancouver —le dijo Martin—. Sí, echémosle un vistazo a esa lista de vinos. Díganos qué nos recomienda y después decidiremos.

Cuando el camarero se había ido, __________ (TN) soltó un resoplido de molestia.

—Soy pequeña, pero no invisible. Me fastidia tanto cuando los hombres homosexuales ignoran completamente a una mujer...

—La mayoría no lo hacen, ¿verdad? —dijo Martin, sonando casi demasiado informal. Levantó su vaso para hacer el brindis y lo dirigió contra el suyo—. Cuando descubren a un viejo amigo —le dijo él.

—Sí, viejos amigos —ella estuvo de acuerdo—. Entonces... no, tienes razón. Los hombres homosexuales tienen normalmente una conversación agradable, a no ser que tengan... ya sabes, algo de prisa.

—¿Algo de prisa? —frunció el ceño—. ¿Estás, eh, diciendo que crees que está intentando ligar conmigo?

—¿No lo crees tú?

Él levantó la cabeza y una sonrisa se dibujó en su cara.

—Quizás está tanteando el terreno. Quien no se moja, no pasa el río.

Mierda. Ella quería saberlo. ¿Era o no era gay? Normalmente no era exactamente reacia, pero incluso en el Vancouver de ambiente, la sexualidad de una persona podía ser un tema del que hablar. Especialmente si esa persona era como el.

Oh, bueno, la noche acababa de empezar y ella era periodista. Tenía sus maneras de obtener la información.

—Supongo que estás algo ocupado, con la universidad y el trabajo a media jornada —le dijo ella—, no te dejará mucho tiempo para hacer vida social.

Él se encogió de hombros.

—Sí, es verdad, estoy dentro del viejo dicho: mucho trabajo y nada de diversión. Debería haber un equilibrio en la vida.

—Tienes razón. Ojalá mis padres pudieran reflexionar sobre eso. Parece que todo lo que hacen es trabajar. E interfiere en mi vida —añadió ella.

— ¿Te hacen salir con muchas citas a ciegas?

—Estaría fuera todos los fines de semana si por ellos fuera. Parece que la oferta de un joven soltero no se acaba.

—¿Qué me dices sobre los que no son como quieren? ¿Has salido con alguno de ellos?

Vale, contar un secreto era una buena manera de que la otra persona se abriera un poco y compartiera los suyos. Además, aquel era el bueno y viejo Marty, podía confiar en él.

—Sí, pero no se lo digas a mi familia. He salido con todas las razas que hay en el mundo.

Él rió entre dientes.

—Tranquila, tu secreto está a salvo conmigo. ¿Sales con alguien ahora mismo?

Ella no pudo aguantar la sonrisa.

—Un bombero.

Cogiéndole desprevenido, abrió los ojos de par en par y soltó un «oh» que sonó puramente gay.

—Hubo un concurso para un calendario de bomberos. Estoy haciendo un artículo para el Straight —le dijo con orgullo—. Aquel hombre fue el gran ganador. Míster Febrero. Y, vaya ¡es realmente excitante!

—Supongo que sí —le dedicó una sonrisa juguetona—. ¿Y de qué raza es Míster Febrero? ¿Sería demasiado esperar que fuera Americano?

—Demasiado. No, es blanco. Alto y fornido, pero no hipermusculado como esos tíos que toman esteroides. Con un pelo cobrizo con mechones y los ojos verdes más increíbles que he visto nunca.

—Suena, eh, bien —le dijo incómodamente.

__________ (TN) levantó el vaso, se puso la pajita en la boca y sorbió un gran trago de delicioso cóctel.

—Martin, no es que vaya haber algo entre tú y yo, ¿verdad? Quiero decir, no algo en plan novios.

Acercó la cara.

—Bueno... me gustas, __________ (TN) , pero... —se detuvo y se encogió de hombros.

Ella asintió.

—No hay química. Tú también me gustas y espero que seamos amigos.

—A mí también me gustaría —pero todavía tenía la expresión precavida.

—Estoy confiando en ti, contándote un gran secreto. Mi familia me mataría, o al menos me enterraría hasta que me casara, si le dices a alguien con quién salgo.

—Por supuesto que no lo haré —sonaba ofendido.

—Entonces, deberías confiar en mí también. Que podamos echarnos una mano el uno al otro.

Él cogió el vaso y sorbió lentamente.

—¿Echarnos una mano?

—Yo estoy viendo a otra persona y no quiero que mi gente lo sepa. ¿Qué hay de ti? ¿Tienes a alguien en tu vida ahora mismo?

Él reflexionó por un momento y luego dijo:

—Puede.

—¿Alguien de quien no quieres que sepa tu familia?

—Puede.

Ella resplandeció.

—Podemos cubrirnos. Todo el mundo estaría contento si acertamos y empezamos a salir juntos. Así que, ¿por qué no fingir? Pero por las noches diremos que hemos quedado para salir, yo estaré realmente con mi bombero y tú estarás con... esa persona.

Sus ojos empezaron a centellear.

—Podría funcionar.

—¿Nunca antes habías hecho esto con otra chica como yo?

Él negó con la cabeza.

—Nunca he pensado en sugerirlo. Y ellas tampoco. Simplemente parecen decepcionadas cuando les digo que no quiero seguir saliendo con ellas.

Ella lo miraba a los ojos.

—Bueno, eres un buen partido. Cualquier madre estaría encantada con un yerno como tú.

Su sonrisa decía mucho.

Las bolas de ostras llegaron y la botella de Pinot gris que habían pedido.

El camarero abrió el vino y derramó un poco para que Martin lo probara, después llenó hasta la mitad los dos vasos.

Esta vez fue __________ (TN) la que levantó el vaso para brindar.

—Por el comienzo de una preciosa, y de recompensa mutua, amistad.

—Brindo por ello.

Bebieron el vino, y después Martin cogió un chupito. __________ (TN) se acordó de que el menú decía que las ostras venían acompañadas con algo de sandía y vodka.

—Entonces, ¿vais en serio? —le preguntó ella, solo mientras dejaba la ostra a un lado de la boca—. ¿Con el chico ese que estás saliendo?

Martin se atragantó y empezó a toser. Cogió el vaso de agua y bebió profundamente, tosió un poco más y volvió a beber.

Ella permanecía sentada, mirándole.

Cuando terminó de toser, dejó escapar una palabra.

—Mierda.

Ella sonrió.

—Tranquilo, tu secreto está a salvo.

—¿Cómo lo has sabido?

—Poca cosa. Supongo que lo he sabido sobre todo por el hecho de que seas un hombre atractivo y divertido, además de que no haya entre nosotros nada que suela pasar entre un chico y una chica.

Él arqueó las cejas.

—¿Qué pasa si simplemente no te encuentro atractiva?

Ella puso los ojos en blanco.

—No ha nacido el hombre que no reaccione cuando hago un movimiento con el pelo. Incluso si prefieren las rubias o el pelo corto, aun así reaccionan.

Sus labios se torcieron en una mueca.

—Te he dicho que tienes un pelo precioso.

—Guau. Precioso. De hecho, es completamente fabuloso —se inclinó para tocarle la mano—. Martin, Martin, ¿en qué estabas pensando? Esas no son palabras que utilice el típico macho —pensó en Joe, Le había dicho que era bonita. Guapa, una vez. Así es como habla un hombre heterosexual.

—Me relajo demasiado contigo —refunfuñó él, pero ella no podía decir que estuviera demasiado molesto—, he bajado la guardia.

—Sí, y no pedirías un cóctel de melocotón con champán, ni nada que fuera con pajita.

—¿Y qué se supone que he de pedir?

—Una cerveza. Un whisky, solo.

—Ja, ja.

Y entonces, se pusieron a reírse los dos a carcajadas. Él le cogió la mano y la sostuvo entre la suya.

—Estoy tan contento de que mi madre me forzara a venir a esta cita.

—Yo también.

Cuando el camarero volvió y los encontró cogidos de la mano, no podía haber arqueado más las cejas.

Para el momento en el que el sol se había puesto, habían terminado el vino y __________ (TN) había devorado un trozo de pastel de chocolate con plátano caramelizado, ya habían tramado un plan.

Que pondrían en práctica inmediatamente.

Paso 1: cuando Martin la llevara a casa, entraría y le pediría permiso formalmente a sus padres para seguir viéndola. Su padre, resplandeciente, lo aprobaría.

Ya en la puerta, Martin le tendió la mano a __________ (TN) , mientras estaban siendo observados por varios pares de ojos.

La puerta no estaba cerrada tras él, antes de que su abuela le dijera:

—¿Ves, __________ (TN) ? Un buen chico, justo perfecto para ti. Ojalá tu abuelo estuviera vivo para ver esto.

—Sí, abuela, me gusta Martin. Hemos pasado un buen rato, juntos.

Ya que era viernes noche y solo daban las diez y media, Cat estaba despierta. Con los ojos brillantes y echando chispas, le preguntó:

—¿Es él esa persona?

En tono de burla, __________ (TN) le respondió:

—Es demasiado pronto para decirlo —vio cómo la tía Carlota estaba sacudiendo la cabeza—. ¿Qué pasa, tía? ¿No te gusta Martin?

—Sí, sí, ¿por qué no iba a gustarme? Es un buen chico. Un chico guapo. Con unas buenas perspectivas de trabajo. Y uno bonita ropa —pero no estaba sonriendo, como el resto de su familia.

Probablemente porque el hombre que __________ (TN) había elegido no era el candidato que la tía había recomendado. Honestamente, no había manera de ganar con su familia.

Se encogió de hombros y contestó con paciencia a todas las preguntas acerca de Martin y de la cita. Después, simulando cansancio, se escapó a su habitación. Ahí, les escribió un correo electrónico a sus amigas.

«He tenido una cita a ciegas esta noche, y oh, dios, no me lo puedo creer, de hecho mi gente me ha encontrado el hombre PERFECTO».

¡Aquello les daría que pensar!

Joe había salido hacia la granja al salir del trabajo el viernes. Sus turnos en el parque de bomberos le daban tres días seguidos libres y a menudo iba a ayudar a la familia. No, no era un granjero de corazón, pero había crecido en esas tierras. Su gente y Alice se preocupaban por él y de alguna manera extraña él no podía explicárselo, así que lo hacía.

Además, el trabajo físico duro le hacía sentirse bien y lo mantenía en forma y había cosas buenas que contar para volver a casa unos días. Y disfrutar de la comida casera de su madre en lugar de tener que valerse por sí mismo.

Acostado en la cama de su infancia después de la cena del sábado, se pasó la mano por su estómago satisfecho. Aquella noche había comido labskaus, carne de vaca envasada con arenques en sal. Definitivamente étnico, no era una receta que pudiera hacer en el parque de bomberos, pero a su familia le encantaba. Y para el postre, su madre había hecho un rico strudel de manzana.

Su familia podía haber sido un grupo de obesos, pero todos quemaban toneladas de calorías. El trabajo en la granja era exigente e interminable.

Vaya, tenía que haber trabajado y sudado cinco kilos bajo el sol de aquel día. Agosto era el mes más duro del año. Fraser Valley era un hervidero, donde no corría aire o brisa marina como acostumbraba en la parte este del país.

Y no estaba __________ (TN) .

Aquella chica había tomado definitivamente un montón de espacio en su cabeza. Era una pervertida, con todo aquello de las Reglas de la Fantasía. Nunca había salido con una chica como ella.

Sí, era realmente extraña. Y realmente, realmente excitante.

Y nunca había pasado tanto tiempo pensando en una chica. De hecho, una vez que se había acostado con una, perdía el interés. No pasaba eso con __________ (TN) , él estaba más intrigado. ¿Sería lo de las Reglas de la Fantasía? ¿O la cantidad de actitud que guardaba en aquel cuerpo diminuto? ¿O la manera en la que parecía interesada, o entendía cosas que a otras chicas no les importaba en absoluto, como la manera en que le habían tratado en el parque de bomberos o el rollo de la estúpida tradición familiar?

Fuera la que fuera la causa, todo lo que sabía en aquel momento era, que después de un día agotador de trabajo bajo el sol abrasador, cuando cualquier otra persona se hubiera sentido cansada, él estaba completamente despierto. Acostado en la cama
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