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Un falso novio Joe y tu TERMINADA
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Página 3 de 6. • 1, 2, 3, 4, 5, 6
Re: Un falso novio Joe y tu TERMINADA
siento como q si no les subo cap me matan!!!!
bienvenida karli...
y definitvamente este cap lo van a amar
Capítulo Siete
Un
grupo de niños pasó corriendo a su lado, riendo y gritando. Una pareja
de ancianos paseaba de la mano al borde del agua, en silencio. Y un
chaval adolescente escribía laboriosamente el nombre de su amada en la
arena.
Pero ellos no veían a nadie.
El viento pegaba el jersey
amarillo al cuerpo de ____________ y convertía su cabello rubio en una
especie de halo. Estaba temblando. Joe se quitó la cazadora y se la puso
sobre los hombros.
—Gracias —murmuró ella.
—De nada.
Habían
caminado al menos dos kilómetros por la playa y ésas habían sido sus
primeras palabras. Si él había esperado romper la barrera que el beso
había levantado entre los dos, se había equivocado.
Joe se tragó una
maldición, recordando el momento en que todo había cambiado entre ellos.
Cuando ____________ había acercado su boca a la suya, su cerebro había
dejado de funcionar. Un beso fugaz y amistoso era todo lo que ella
pretendía. Y él lo sabía. Pero no había sido suficiente con el roce de
sus labios. Necesitaba más. Necesitaba saborear, explorar su boca,
llenarse de ella.
Y por un momento, se había dejado llevar por el deseo.
El hecho de que ella hubiera roto el beso rápidamente no cambiaba nada.
El
viento seguía soplando y las nubes en el horizonte se oscurecían cada
vez más, ocultando el sol. Uno a uno, los surfistas abandonaban la playa
y pronto estuvieron solos, observando los guiños de un faro en la
distancia.
—Es precioso —susurró ____________. Joe tuvo que inclinar
la cabeza para escuchar sus palabras por encima del ruido del mar—. Creo
que he estado lejos demasiado tiempo.
—Sí —asintió él, mirando el mar—. Yo también.
—Es
raro, ¿verdad? Es el mismo océano, pero en el sur de California es
demasiado… tímido. Aquí es furioso, bestial —seguía diciendo
____________, intentando buscar palabras para definir lo que sentía—. Es
tan cambiante, tan poderoso.
Joe se acercó a ella sin darse cuenta.
Ambos tenían la mirada perdida en el horizonte. Tenía razón, pensaba. En
el norte de California, los árboles eran más grandes, el viento más
frío y el océano Pacífico, una presencia viva y salvaje.
Pero eso no era todo lo que había cambiado.
Aquella
tarde, él había observado a ____________ con los niños. La había oído
reír. Había visto como los críos respondían a sus bromas. Y le había
gustado.
—¿Por qué será? —preguntó ____________.
—No lo sé
—contestó el—. Quizá… —Joe volvió la cabeza para mirarla—. Quizá es que
lo vemos con otros ojos. Quizá nos estamos dando cuenta de que todo
tiene más caras de las que estamos acostumbrados a ver.
____________
levantó la mirada para encontrarse con la del hombre y Joe se quedó sin
aliento frente a sus ojos azules. Aquel viaje, aquel tiempo que estaban
pasando juntos le había mostrado a una ____________ diferente de la que
conocía. De la que esperaba. Levantando una mano, Joe apartó el pelo de
su cara y el roce hizo que los ojos de ella se oscurecieran.
____________ sentía lo mismo que él.
Había algo entre ellos, una corriente eléctrica, cada vez que se tocaban.
¿Por
qué aquella urgencia de estar con ella?, se preguntaba. ¿Cómo era
posible que un par de días en compañía de aquella mujer le hubieran
hecho empezar a replantearse su vida?
—____________…
Ella le puso
un dedo sobre los labios, en una muda petición de silencio. Después, se
dejó caer sobre su pecho y él la envolvió en sus brazos, apretándola
contra sí. Con el corazón acelerado, Joe dejó de pensar y se dejó llevar
por los sentimientos que ____________ despertaba.
Cuando ella
levantó la cara y le ofreció sus labios entreabiertos, Joe emitió un
gemido ronco y la apretó con más fuerza, acercándola a él tanto como era
posible. Abriendo los labios femeninos con la lengua, se entregó al
calor con el que llevaba días soñando. Ella gimió ante la dulce invasión
y rodeó el cuello del hombre con sus brazos.
Sus lenguas se
mezclaban en un baile de frenético deseo. Respiraban el mismo aire y el
pecho de ella se aplastaba contra el torso del hombre. Cuando ella
empezó a mover las caderas hacia él, instintivamente, Joe separó sus
labios para tomar aire.
—Joe—murmuró ella. Pero su voz se perdía con el viento.
—Te
necesito, ____________ —susurró él, mirándose en aquellos ojos azules
que brillaban con la misma pasión que los suyos. La necesitaba más de lo
que había necesitado nunca a una mujer.
—Sí —susurró ella roncamente—. Por favor.
El ruido de un trueno cruzó el aire. Los envolvía un viento helado y el mar se acercaba cada vez más a sus pies.
La marea había subido.
Joe
estaba corriendo las cortinas. El rugir del océano quedaba reducido a
un sonido ahogado que reverberaba como el latido de un corazón.
Después, se dio la vuelta y tomó a ____________ en sus brazos.
—Aún puedes cambiar de opinión —susurró, rezando para que no lo hiciera.
—No voy a hacerlo —dijo ella, tomando su cara entre las manos.
Sus
labios se encontraron en un beso que le llegaba al alma y Joe supo que
no había vuelta atrás. Ocurriera lo que ocurriera al día siguiente,
tendrían aquella noche. Aquella noche para la que parecían destinados
desde que la había visto en la puerta de su casa.
Deseoso de tocarla, de explorar el cuerpo que había atormentado sus sueños, sus manos se deslizaron por debajo del jersey.
—Eres… tan suave —susurró.
Ella
tragó aire y entreabrió los labios, buscando otro beso. Él obedeció su
mudo deseo y después, con un rápido movimiento, le quitó el jersey por
encima de la cabeza, exponiendo su piel bronceada y un diminuto
sujetador de encaje.
____________ se ruborizó. Sus ojos brillaban y
respiraba con dificultad. Joe sostuvo su mirada mientras desabrochaba la
prenda interior para admirar sus pechos. Ella se humedeció los labios y
la visión de su lengua encendió nuevos fuegos en su interior.
—____________…
—los latidos de su corazón se desbocaron cuando ella sonrió mientras se
quitaba la prenda de encaje, dejando que se deslizara por sus brazos
hasta caer al suelo. No tenía marcas, pensaba él tontamente. La imagen
mental de ____________ tomando el sol desnuda hacía que la fuerza de su
deseo creciera hasta niveles peligrosos—. Perfecta —susurró, mientras
acariciaba sus rosados pezones con los pulgares que, instantáneamente,
se endurecieron.
—Joe—suspiró ella—. Se me están doblando las rodillas.
Él
sonrió para sí mismo. Sus propias rodillas no parecían capaces de
sujetarlo. Suavemente, la tumbó en la cama e, inclinándose, empezó a
jugar con sus pezones, tomándose su tiempo para gozar de la suave piel
femenina.
____________ arqueaba la espalda, ofreciéndose en silencio.
Y él la aceptaba con avaricia, torturándola deliberadamente con los
labios, con la lengua, con los dientes. Su propio cuerpo se despertaba
con cada gemido, amenazando con hacerle perder el control.
Nunca había deseado a una mujer como deseaba a ____________.
Un segundo después, se apartó.
—¿Por qué te paras? —suspiró ella.
—Cielo,
acabamos de empezar —susurró él, intentando mostrarse calmado. Pero su
corazón se había lanzado a una carrera desenfrenada. Rápidamente se
desnudó, dejando caer la ropa al suelo en su prisa por volver a ella.
Después, se inclinó sobre ____________ de nuevo—. Voy a quitarte los
pantalones, ____________ —susurró—. Quiero sentirte toda.
Ella no
podía hablar. Intentó desabrochar su cinturón, pero sus dedos eran
torpes y Joe, demasiado impaciente. Apartando sus manos, él mismo
desabrochó el cinturón y le bajó el pantalón hasta los tobillos.
La
piel de color melocotón brillaba a la luz de la lámpara. Pero cuando los
pantalones cayeron al suelo, Joe se fijó en unos cardenales que
estropeaban la belleza de sus muslos.
—¿Qué te ha pasado? Estás llena de cardenales.
—Nada —sonrió ella—. Es que me choco con los muebles.
Joe
sonrió, recordando el día que la había visto golpearse con la cómoda.
Inclinando la cabeza, paso la lengua por uno de los cardenales.
—Ay —musitó ella.
—Eso digo yo —dijo él con voz ronca, bajándole las braguitas.
El
edredón sobre el que estaban tendidos era resbaladizo y Joe pensó en
apartarlo y tumbarla sobre las sábanas, pero no quería perder más
tiempo. Lo que quería, lo que necesitaba, era hundirse dentro de
____________. Sentir la caricia húmeda y caliente de su cuerpo.
Lentamente,
empezó a acariciar sus muslos, sus caderas, su vientre… y después
deslizó la punta de los dedos hasta el triángulo de rizos rubios que
terminaba entre sus muslos. El cuerpo de ____________ parecía nacer a la
vida bajo sus manos.
—Joe—susurró ella, acercándose más—. Necesito…
—Lo sé, cariño —susurró él, deslizando los dedos hasta su húmeda cueva—. Lo sé. Los dos necesitamos…
Ella
tembló violentamente al sentir el roce de los dedos masculinos. Joe
inclinó la cabeza para tomar su boca y saborear sus gemidos mientras
hundía uno de sus dedos dentro de ella. ____________ temblaba,
apretándose contra él, clavándole las uñas en la espalda.
Instintivamente,
abrió las piernas para darle acceso y él se aprovechó. Una y otra vez
violaba su secreto, gozando inmensamente del roce de terciopelo húmedo.
Cuando
él reclamó uno de sus pezones, ____________ se sujetó a su espalda como
si estuviera al borde de un precipicio y lo único que pudiera salvarla
fueran los brazos de Joe.
Pero cuando él empezó a chupar, aquella
tenue sujeción se disipó. ____________ creía estar volviéndose loca.
Electrificada, se movía debajo del hombre. Sus manos exploraban la
musculosa espalda y se deslizaban hacia su pecho para acariciar el vello
oscuro que lo cubría.
Él la tocaba íntima, profundamente y ella
levantó las caderas en un gesto instintivo. Los dedos del hombre se
movían, expertos, llevándola cada vez más alto, hasta que no podía
respirar.
Era como si hubiera esperado aquella noche durante toda su
vida. Y el destino parecía haber planeado que fuera Joe el hombre que la
introdujera en aquel secreto. Las sensaciones empezaban a hacerla
perder el control. No podía pensar, pero le daba igual. No necesitaba el
cerebro para procesar lo que sentía.
El pulgar de él rozó una zona increíblemente sensible y ____________ lanzó un gemido ronco. Sentía escalofríos de anticipación.
—Joe, no puedo soportarlo más —susurró, aunque sabía que si él paraba en aquel momento, se moriría—. Haz algo. Ahora.
—Sí, señora —sonrió él, colocándose sobre sus piernas abiertas.
El
cuerpo del hombre presionaba contra su entrada y ____________ contuvo
el aliento. Cuando la penetró, dejo escapar un gemido y sintió que su
interior se ensanchaba para recibirlo.
Echando la cabeza hacia atrás,
____________ tuvo que sujetarse a la cama. Él estaba dentro de ella.
Llenándola. Era como si se hubieran convertido en una sola persona. Dos
cuerpos en uno solo.
La frente del hombre estaba perlada de sudor.
Joe
la miraba con fiebre en los ojos, sin moverse, con los dientes
apretados. Entonces, ella empezó a mover las caderas sin saber lo que
hacía, por instinto. El cuerpo del hombre parecía estar tocando su alma.
Joe
estaba apoyado sobre las manos y sus músculos estaban en tensión.
Lentamente, empezó a moverse sin dejar de mirarla a los ojos. El ritmo
crecía. Las embestidas eran cada vez más fuertes y ____________ gemía,
entregándose.
El sonido del océano hacía eco en la habitación. Ella
intentaba llevar aire a sus pulmones hasta que sintió que iba a romperse
como un cristal contra las rocas.
Aquello era mucho más glorioso de
lo que prometían los libros. Todas las novelas de amor que había leído
pasaban por su mente en aquel momento. Las descripciones de fuegos
artificiales y explosiones internas, todo parecía pequeño en comparación
con lo que estaba sintiendo.
El deseo adolescente que había sentido
por aquel hombre era como la llama de una cerilla en medio de un
vendaval, comparado con lo que ____________ estaba sintiendo en aquel
instante.
¿Cómo había ocurrido aquello? ¿Cómo un deseo adolescente se había convertido en amor en tres días? Era imposible, se decía.
____________ abrió los ojos y lo miró, perdiéndose en aquellos ojos verdes.
Estaba
a punto de ocurrir. Lo sabía. Enredó sus piernas sobre la cintura del
hombre, atrayéndolo hacia ella con fuerza, mientras se preparaba para el
clímax.
Entonces, él deslizó una mano entre sus cuerpos y cuando sus
dedos rozaron su parte más sensible, el cuerpo de ____________ explotó.
Gritó el nombre de Joe y se sujetó a él con desesperación mientras se
dejaba mecer por ola tras ola de placer.
Sólo cuando ella dejo de gemir, Joe lanzó un grito ronco y se abandonó al placer.
—¿____________? —la llamó. Ella se movió y murmuró algo incoherente—. Vamos, ____________. Despierta. Tenemos que hablar.
—Tengo sueño —susurró ella, sin levantar la cara de su pecho—. Luego hablamos.
Era
tentador, pensaba Joe. En aquel momento, lo que más le hubiera gustado
era cerrar los ojos, abrazarla y dormir por primera vez en tres días.
Ella
se apretó mas fuerte contra él, pasándole una pierna por encima. El
deseo volvía a despertarse en el hombre. ¿A quién intentaba engañar?, se
preguntaba. Mientras aquella mujer estuviera tumbada a su lado, ninguno
de los dos podría dormir. Apretando los dientes, hizo un esfuerzo para
apartarse. Tenían que hablar.
—____________, despierta —insistió, con el tono que solía usar con sus tropas. Y, asombrosamente, funcionó.
Aquellos ojos enormes y no tan inocentes después de aquella noche, se abrieron.
—Hola —sonrió ella, acariciando su cara.
—Hola —dijo él, intentando ignorar el deseo que la caricia despertaba.
—¿Qué te pasa?
—Nada. ¿Cómo estás?
____________ sonrió, estirándose perezosamente. El lánguido y excitante movimiento era demasiado para él.
—Me siento… maravillosamente bien —suspiró ella.
—Me
alegro —dijo Joe, saltando de la cama. Si quería hablar, tenía que
apartarse de ____________—. Ella se siente «maravillosamente bien».
Estupendo.
Desnudo, empezó a pasearse por la habitación. Después, se volvió para mirarla.
Inclinada
sobre las almohadas, ____________ parecía una amazona esperando un
sacrifico de sus leales servidores. Sus bronceadas y largas piernas
estaban cruzadas y se había puesto los brazos detrás de la cabeza. Sus
pechos erguidos parecían mirarlo, orgullosos. Joe no entendía cómo podía
aparentar tal tranquilidad desnuda y en aquella posición.
Era culpa suya. Debería haber cuidado de ella, no hacerle el amor, se decía. Debería haberse parado a pensar.
Pero, ¿cómo podría haberse imaginado que era virgen?
—¿Qué te ocurre, Joe?
—Nada. Solo que se te ha olvidado decirme que eras virgen.
—¿Te has dado cuenta? —preguntó ____________, abriendo mucho los ojos.
—Pues
claro que sí —contestó él. De hecho, al darse cuenta había estado a
punto de apartarse. Pero no había podido hacerlo. El asunto era que ella
debería habérselo dicho. Joe no sabía si eso hubiera cambiado algo.
Pero tenía derecho a saberlo. Él no estaba acostumbrado a desflorar
vírgenes.
____________ abandonó su pose relajada y se sentó sobre la cama.
—¿Cómo lo has sabido? ¿Es que he hecho algo mal?
¿Mal?,
pensaba Joe. En absoluto. Él nunca había tenido relaciones sexuales. Él
nunca había hecho el amor de aquella forma. Nunca había sentido cada
caricia de aquella manera. Cada suspiro… Ninguna de sus experiencias
podía compararse con lo que había vivido aquella noche.
Porque en ninguna de aquellas experiencias se había involucrado su corazón.
Pero no pensaba decírselo a ella.
—Lo
sabía, sencillamente. Pero deberías habérmelo dicho tú —dijo Joe,
mirándola a los ojos. Ella se encogió de hombros—. ¿Cómo es posible que
una chica de veintiocho años siga siendo virgen? —exclamó. ¿Cómo una
mujer tan guapa y tan inteligente podía seguir siendo tan pura como la
nieve?, se preguntaba. ¿Qué les pasaba a los hombres? ¿Es que eran
ciegos?
—Perdona —dijo ella, sarcástica, saltando de la cama—. Si
hubiera sabido que ibas a ponerte así, me habría pasado un par de días
practicando con otro.
—¡No es eso lo que quería decir, maldita sea!
—Entonces,
¿qué has querido decir? —preguntó, con las manos en las caderas. Ni
siquiera Joe sabía la respuesta. Lo único que sabía era que tenía que
apartar la mirada para no ver el tentador cuerpo desnudo de aquella
mujer—. ¿Es que te dan miedo las vírgenes? ¿Es eso? Pues cálmate porque,
gracias a ti, yo ya no pertenezco a ese grupo.
—Las vírgenes no me dan miedo, señorita —gruñó él, en un tono que sus subordinados habían aprendido a respetar—. Pero tú sí.
—Supongo que eso ha sido un piropo.
—Deberías habérmelo dicho, ____________.
—Si
te lo hubiera dicho, no habrías seguido adelante. Y yo quería que
siguieras —dijo ella, con una sonrisa en los labios—. No sé por qué
estás tan enfadado. Si alguien tiene derecho a estar enfadada, soy yo.
—Lo sé.
—Tú has hecho que una experiencia maravillosa se convierta en una pelea.
Joe
levantó las manos y se las pasó por el pelo, más para apartarlas de
ella que para otra cosa. ____________ tenía razón. Lo que habían
compartido le había tocado más profundamente de lo que hubiera
imaginado. Pero sabía bien que ella no había considerado las posibles
repercusiones.
Él sí lo había hecho. A toro pasado, pero lo había
hecho, ¿Cómo podía haber sido tan estúpido, tan poco cuidadoso? Él no
era un adolescente con más hormonas que cerebro. Él era un marine. Si
entrase en combate como había entrado en la cama de ____________, habría
muerto en el acto.
—Muy bien, «señorita encantada de la vida»…tengo una pregunta para ti. ¿Estás tomando pastillas anticonceptivas?
—Como tú mismo has comprobado, yo era virgen… ¿para qué iba a tomar pastillas?
Una
sensación abismal se concentró en su estómago, como un agujero negro
que se lo tragaba todo. ____________ lo miraba sin darse cuenta de nada.
Pero acabaría haciéndolo. Y no tardaría mucho. De modo, que esperaría a
que ella pusiera los pies sobre la tierra.
Un momento más tarde, su paciencia se vio recompensada.
Los ojos de ____________ se abrieron como platos y se sentó sobre la cama, en silencio.
—¿Te sigues sintiendo «maravillosamente bien»? —pregunto Joe.
bienvenida karli...
y definitvamente este cap lo van a amar
Capítulo Siete
Un
grupo de niños pasó corriendo a su lado, riendo y gritando. Una pareja
de ancianos paseaba de la mano al borde del agua, en silencio. Y un
chaval adolescente escribía laboriosamente el nombre de su amada en la
arena.
Pero ellos no veían a nadie.
El viento pegaba el jersey
amarillo al cuerpo de ____________ y convertía su cabello rubio en una
especie de halo. Estaba temblando. Joe se quitó la cazadora y se la puso
sobre los hombros.
—Gracias —murmuró ella.
—De nada.
Habían
caminado al menos dos kilómetros por la playa y ésas habían sido sus
primeras palabras. Si él había esperado romper la barrera que el beso
había levantado entre los dos, se había equivocado.
Joe se tragó una
maldición, recordando el momento en que todo había cambiado entre ellos.
Cuando ____________ había acercado su boca a la suya, su cerebro había
dejado de funcionar. Un beso fugaz y amistoso era todo lo que ella
pretendía. Y él lo sabía. Pero no había sido suficiente con el roce de
sus labios. Necesitaba más. Necesitaba saborear, explorar su boca,
llenarse de ella.
Y por un momento, se había dejado llevar por el deseo.
El hecho de que ella hubiera roto el beso rápidamente no cambiaba nada.
El
viento seguía soplando y las nubes en el horizonte se oscurecían cada
vez más, ocultando el sol. Uno a uno, los surfistas abandonaban la playa
y pronto estuvieron solos, observando los guiños de un faro en la
distancia.
—Es precioso —susurró ____________. Joe tuvo que inclinar
la cabeza para escuchar sus palabras por encima del ruido del mar—. Creo
que he estado lejos demasiado tiempo.
—Sí —asintió él, mirando el mar—. Yo también.
—Es
raro, ¿verdad? Es el mismo océano, pero en el sur de California es
demasiado… tímido. Aquí es furioso, bestial —seguía diciendo
____________, intentando buscar palabras para definir lo que sentía—. Es
tan cambiante, tan poderoso.
Joe se acercó a ella sin darse cuenta.
Ambos tenían la mirada perdida en el horizonte. Tenía razón, pensaba. En
el norte de California, los árboles eran más grandes, el viento más
frío y el océano Pacífico, una presencia viva y salvaje.
Pero eso no era todo lo que había cambiado.
Aquella
tarde, él había observado a ____________ con los niños. La había oído
reír. Había visto como los críos respondían a sus bromas. Y le había
gustado.
—¿Por qué será? —preguntó ____________.
—No lo sé
—contestó el—. Quizá… —Joe volvió la cabeza para mirarla—. Quizá es que
lo vemos con otros ojos. Quizá nos estamos dando cuenta de que todo
tiene más caras de las que estamos acostumbrados a ver.
____________
levantó la mirada para encontrarse con la del hombre y Joe se quedó sin
aliento frente a sus ojos azules. Aquel viaje, aquel tiempo que estaban
pasando juntos le había mostrado a una ____________ diferente de la que
conocía. De la que esperaba. Levantando una mano, Joe apartó el pelo de
su cara y el roce hizo que los ojos de ella se oscurecieran.
____________ sentía lo mismo que él.
Había algo entre ellos, una corriente eléctrica, cada vez que se tocaban.
¿Por
qué aquella urgencia de estar con ella?, se preguntaba. ¿Cómo era
posible que un par de días en compañía de aquella mujer le hubieran
hecho empezar a replantearse su vida?
—____________…
Ella le puso
un dedo sobre los labios, en una muda petición de silencio. Después, se
dejó caer sobre su pecho y él la envolvió en sus brazos, apretándola
contra sí. Con el corazón acelerado, Joe dejó de pensar y se dejó llevar
por los sentimientos que ____________ despertaba.
Cuando ella
levantó la cara y le ofreció sus labios entreabiertos, Joe emitió un
gemido ronco y la apretó con más fuerza, acercándola a él tanto como era
posible. Abriendo los labios femeninos con la lengua, se entregó al
calor con el que llevaba días soñando. Ella gimió ante la dulce invasión
y rodeó el cuello del hombre con sus brazos.
Sus lenguas se
mezclaban en un baile de frenético deseo. Respiraban el mismo aire y el
pecho de ella se aplastaba contra el torso del hombre. Cuando ella
empezó a mover las caderas hacia él, instintivamente, Joe separó sus
labios para tomar aire.
—Joe—murmuró ella. Pero su voz se perdía con el viento.
—Te
necesito, ____________ —susurró él, mirándose en aquellos ojos azules
que brillaban con la misma pasión que los suyos. La necesitaba más de lo
que había necesitado nunca a una mujer.
—Sí —susurró ella roncamente—. Por favor.
El ruido de un trueno cruzó el aire. Los envolvía un viento helado y el mar se acercaba cada vez más a sus pies.
La marea había subido.
Joe
estaba corriendo las cortinas. El rugir del océano quedaba reducido a
un sonido ahogado que reverberaba como el latido de un corazón.
Después, se dio la vuelta y tomó a ____________ en sus brazos.
—Aún puedes cambiar de opinión —susurró, rezando para que no lo hiciera.
—No voy a hacerlo —dijo ella, tomando su cara entre las manos.
Sus
labios se encontraron en un beso que le llegaba al alma y Joe supo que
no había vuelta atrás. Ocurriera lo que ocurriera al día siguiente,
tendrían aquella noche. Aquella noche para la que parecían destinados
desde que la había visto en la puerta de su casa.
Deseoso de tocarla, de explorar el cuerpo que había atormentado sus sueños, sus manos se deslizaron por debajo del jersey.
—Eres… tan suave —susurró.
Ella
tragó aire y entreabrió los labios, buscando otro beso. Él obedeció su
mudo deseo y después, con un rápido movimiento, le quitó el jersey por
encima de la cabeza, exponiendo su piel bronceada y un diminuto
sujetador de encaje.
____________ se ruborizó. Sus ojos brillaban y
respiraba con dificultad. Joe sostuvo su mirada mientras desabrochaba la
prenda interior para admirar sus pechos. Ella se humedeció los labios y
la visión de su lengua encendió nuevos fuegos en su interior.
—____________…
—los latidos de su corazón se desbocaron cuando ella sonrió mientras se
quitaba la prenda de encaje, dejando que se deslizara por sus brazos
hasta caer al suelo. No tenía marcas, pensaba él tontamente. La imagen
mental de ____________ tomando el sol desnuda hacía que la fuerza de su
deseo creciera hasta niveles peligrosos—. Perfecta —susurró, mientras
acariciaba sus rosados pezones con los pulgares que, instantáneamente,
se endurecieron.
—Joe—suspiró ella—. Se me están doblando las rodillas.
Él
sonrió para sí mismo. Sus propias rodillas no parecían capaces de
sujetarlo. Suavemente, la tumbó en la cama e, inclinándose, empezó a
jugar con sus pezones, tomándose su tiempo para gozar de la suave piel
femenina.
____________ arqueaba la espalda, ofreciéndose en silencio.
Y él la aceptaba con avaricia, torturándola deliberadamente con los
labios, con la lengua, con los dientes. Su propio cuerpo se despertaba
con cada gemido, amenazando con hacerle perder el control.
Nunca había deseado a una mujer como deseaba a ____________.
Un segundo después, se apartó.
—¿Por qué te paras? —suspiró ella.
—Cielo,
acabamos de empezar —susurró él, intentando mostrarse calmado. Pero su
corazón se había lanzado a una carrera desenfrenada. Rápidamente se
desnudó, dejando caer la ropa al suelo en su prisa por volver a ella.
Después, se inclinó sobre ____________ de nuevo—. Voy a quitarte los
pantalones, ____________ —susurró—. Quiero sentirte toda.
Ella no
podía hablar. Intentó desabrochar su cinturón, pero sus dedos eran
torpes y Joe, demasiado impaciente. Apartando sus manos, él mismo
desabrochó el cinturón y le bajó el pantalón hasta los tobillos.
La
piel de color melocotón brillaba a la luz de la lámpara. Pero cuando los
pantalones cayeron al suelo, Joe se fijó en unos cardenales que
estropeaban la belleza de sus muslos.
—¿Qué te ha pasado? Estás llena de cardenales.
—Nada —sonrió ella—. Es que me choco con los muebles.
Joe
sonrió, recordando el día que la había visto golpearse con la cómoda.
Inclinando la cabeza, paso la lengua por uno de los cardenales.
—Ay —musitó ella.
—Eso digo yo —dijo él con voz ronca, bajándole las braguitas.
El
edredón sobre el que estaban tendidos era resbaladizo y Joe pensó en
apartarlo y tumbarla sobre las sábanas, pero no quería perder más
tiempo. Lo que quería, lo que necesitaba, era hundirse dentro de
____________. Sentir la caricia húmeda y caliente de su cuerpo.
Lentamente,
empezó a acariciar sus muslos, sus caderas, su vientre… y después
deslizó la punta de los dedos hasta el triángulo de rizos rubios que
terminaba entre sus muslos. El cuerpo de ____________ parecía nacer a la
vida bajo sus manos.
—Joe—susurró ella, acercándose más—. Necesito…
—Lo sé, cariño —susurró él, deslizando los dedos hasta su húmeda cueva—. Lo sé. Los dos necesitamos…
Ella
tembló violentamente al sentir el roce de los dedos masculinos. Joe
inclinó la cabeza para tomar su boca y saborear sus gemidos mientras
hundía uno de sus dedos dentro de ella. ____________ temblaba,
apretándose contra él, clavándole las uñas en la espalda.
Instintivamente,
abrió las piernas para darle acceso y él se aprovechó. Una y otra vez
violaba su secreto, gozando inmensamente del roce de terciopelo húmedo.
Cuando
él reclamó uno de sus pezones, ____________ se sujetó a su espalda como
si estuviera al borde de un precipicio y lo único que pudiera salvarla
fueran los brazos de Joe.
Pero cuando él empezó a chupar, aquella
tenue sujeción se disipó. ____________ creía estar volviéndose loca.
Electrificada, se movía debajo del hombre. Sus manos exploraban la
musculosa espalda y se deslizaban hacia su pecho para acariciar el vello
oscuro que lo cubría.
Él la tocaba íntima, profundamente y ella
levantó las caderas en un gesto instintivo. Los dedos del hombre se
movían, expertos, llevándola cada vez más alto, hasta que no podía
respirar.
Era como si hubiera esperado aquella noche durante toda su
vida. Y el destino parecía haber planeado que fuera Joe el hombre que la
introdujera en aquel secreto. Las sensaciones empezaban a hacerla
perder el control. No podía pensar, pero le daba igual. No necesitaba el
cerebro para procesar lo que sentía.
El pulgar de él rozó una zona increíblemente sensible y ____________ lanzó un gemido ronco. Sentía escalofríos de anticipación.
—Joe, no puedo soportarlo más —susurró, aunque sabía que si él paraba en aquel momento, se moriría—. Haz algo. Ahora.
—Sí, señora —sonrió él, colocándose sobre sus piernas abiertas.
El
cuerpo del hombre presionaba contra su entrada y ____________ contuvo
el aliento. Cuando la penetró, dejo escapar un gemido y sintió que su
interior se ensanchaba para recibirlo.
Echando la cabeza hacia atrás,
____________ tuvo que sujetarse a la cama. Él estaba dentro de ella.
Llenándola. Era como si se hubieran convertido en una sola persona. Dos
cuerpos en uno solo.
La frente del hombre estaba perlada de sudor.
Joe
la miraba con fiebre en los ojos, sin moverse, con los dientes
apretados. Entonces, ella empezó a mover las caderas sin saber lo que
hacía, por instinto. El cuerpo del hombre parecía estar tocando su alma.
Joe
estaba apoyado sobre las manos y sus músculos estaban en tensión.
Lentamente, empezó a moverse sin dejar de mirarla a los ojos. El ritmo
crecía. Las embestidas eran cada vez más fuertes y ____________ gemía,
entregándose.
El sonido del océano hacía eco en la habitación. Ella
intentaba llevar aire a sus pulmones hasta que sintió que iba a romperse
como un cristal contra las rocas.
Aquello era mucho más glorioso de
lo que prometían los libros. Todas las novelas de amor que había leído
pasaban por su mente en aquel momento. Las descripciones de fuegos
artificiales y explosiones internas, todo parecía pequeño en comparación
con lo que estaba sintiendo.
El deseo adolescente que había sentido
por aquel hombre era como la llama de una cerilla en medio de un
vendaval, comparado con lo que ____________ estaba sintiendo en aquel
instante.
¿Cómo había ocurrido aquello? ¿Cómo un deseo adolescente se había convertido en amor en tres días? Era imposible, se decía.
____________ abrió los ojos y lo miró, perdiéndose en aquellos ojos verdes.
Estaba
a punto de ocurrir. Lo sabía. Enredó sus piernas sobre la cintura del
hombre, atrayéndolo hacia ella con fuerza, mientras se preparaba para el
clímax.
Entonces, él deslizó una mano entre sus cuerpos y cuando sus
dedos rozaron su parte más sensible, el cuerpo de ____________ explotó.
Gritó el nombre de Joe y se sujetó a él con desesperación mientras se
dejaba mecer por ola tras ola de placer.
Sólo cuando ella dejo de gemir, Joe lanzó un grito ronco y se abandonó al placer.
—¿____________? —la llamó. Ella se movió y murmuró algo incoherente—. Vamos, ____________. Despierta. Tenemos que hablar.
—Tengo sueño —susurró ella, sin levantar la cara de su pecho—. Luego hablamos.
Era
tentador, pensaba Joe. En aquel momento, lo que más le hubiera gustado
era cerrar los ojos, abrazarla y dormir por primera vez en tres días.
Ella
se apretó mas fuerte contra él, pasándole una pierna por encima. El
deseo volvía a despertarse en el hombre. ¿A quién intentaba engañar?, se
preguntaba. Mientras aquella mujer estuviera tumbada a su lado, ninguno
de los dos podría dormir. Apretando los dientes, hizo un esfuerzo para
apartarse. Tenían que hablar.
—____________, despierta —insistió, con el tono que solía usar con sus tropas. Y, asombrosamente, funcionó.
Aquellos ojos enormes y no tan inocentes después de aquella noche, se abrieron.
—Hola —sonrió ella, acariciando su cara.
—Hola —dijo él, intentando ignorar el deseo que la caricia despertaba.
—¿Qué te pasa?
—Nada. ¿Cómo estás?
____________ sonrió, estirándose perezosamente. El lánguido y excitante movimiento era demasiado para él.
—Me siento… maravillosamente bien —suspiró ella.
—Me
alegro —dijo Joe, saltando de la cama. Si quería hablar, tenía que
apartarse de ____________—. Ella se siente «maravillosamente bien».
Estupendo.
Desnudo, empezó a pasearse por la habitación. Después, se volvió para mirarla.
Inclinada
sobre las almohadas, ____________ parecía una amazona esperando un
sacrifico de sus leales servidores. Sus bronceadas y largas piernas
estaban cruzadas y se había puesto los brazos detrás de la cabeza. Sus
pechos erguidos parecían mirarlo, orgullosos. Joe no entendía cómo podía
aparentar tal tranquilidad desnuda y en aquella posición.
Era culpa suya. Debería haber cuidado de ella, no hacerle el amor, se decía. Debería haberse parado a pensar.
Pero, ¿cómo podría haberse imaginado que era virgen?
—¿Qué te ocurre, Joe?
—Nada. Solo que se te ha olvidado decirme que eras virgen.
—¿Te has dado cuenta? —preguntó ____________, abriendo mucho los ojos.
—Pues
claro que sí —contestó él. De hecho, al darse cuenta había estado a
punto de apartarse. Pero no había podido hacerlo. El asunto era que ella
debería habérselo dicho. Joe no sabía si eso hubiera cambiado algo.
Pero tenía derecho a saberlo. Él no estaba acostumbrado a desflorar
vírgenes.
____________ abandonó su pose relajada y se sentó sobre la cama.
—¿Cómo lo has sabido? ¿Es que he hecho algo mal?
¿Mal?,
pensaba Joe. En absoluto. Él nunca había tenido relaciones sexuales. Él
nunca había hecho el amor de aquella forma. Nunca había sentido cada
caricia de aquella manera. Cada suspiro… Ninguna de sus experiencias
podía compararse con lo que había vivido aquella noche.
Porque en ninguna de aquellas experiencias se había involucrado su corazón.
Pero no pensaba decírselo a ella.
—Lo
sabía, sencillamente. Pero deberías habérmelo dicho tú —dijo Joe,
mirándola a los ojos. Ella se encogió de hombros—. ¿Cómo es posible que
una chica de veintiocho años siga siendo virgen? —exclamó. ¿Cómo una
mujer tan guapa y tan inteligente podía seguir siendo tan pura como la
nieve?, se preguntaba. ¿Qué les pasaba a los hombres? ¿Es que eran
ciegos?
—Perdona —dijo ella, sarcástica, saltando de la cama—. Si
hubiera sabido que ibas a ponerte así, me habría pasado un par de días
practicando con otro.
—¡No es eso lo que quería decir, maldita sea!
—Entonces,
¿qué has querido decir? —preguntó, con las manos en las caderas. Ni
siquiera Joe sabía la respuesta. Lo único que sabía era que tenía que
apartar la mirada para no ver el tentador cuerpo desnudo de aquella
mujer—. ¿Es que te dan miedo las vírgenes? ¿Es eso? Pues cálmate porque,
gracias a ti, yo ya no pertenezco a ese grupo.
—Las vírgenes no me dan miedo, señorita —gruñó él, en un tono que sus subordinados habían aprendido a respetar—. Pero tú sí.
—Supongo que eso ha sido un piropo.
—Deberías habérmelo dicho, ____________.
—Si
te lo hubiera dicho, no habrías seguido adelante. Y yo quería que
siguieras —dijo ella, con una sonrisa en los labios—. No sé por qué
estás tan enfadado. Si alguien tiene derecho a estar enfadada, soy yo.
—Lo sé.
—Tú has hecho que una experiencia maravillosa se convierta en una pelea.
Joe
levantó las manos y se las pasó por el pelo, más para apartarlas de
ella que para otra cosa. ____________ tenía razón. Lo que habían
compartido le había tocado más profundamente de lo que hubiera
imaginado. Pero sabía bien que ella no había considerado las posibles
repercusiones.
Él sí lo había hecho. A toro pasado, pero lo había
hecho, ¿Cómo podía haber sido tan estúpido, tan poco cuidadoso? Él no
era un adolescente con más hormonas que cerebro. Él era un marine. Si
entrase en combate como había entrado en la cama de ____________, habría
muerto en el acto.
—Muy bien, «señorita encantada de la vida»…tengo una pregunta para ti. ¿Estás tomando pastillas anticonceptivas?
—Como tú mismo has comprobado, yo era virgen… ¿para qué iba a tomar pastillas?
Una
sensación abismal se concentró en su estómago, como un agujero negro
que se lo tragaba todo. ____________ lo miraba sin darse cuenta de nada.
Pero acabaría haciéndolo. Y no tardaría mucho. De modo, que esperaría a
que ella pusiera los pies sobre la tierra.
Un momento más tarde, su paciencia se vio recompensada.
Los ojos de ____________ se abrieron como platos y se sentó sobre la cama, en silencio.
—¿Te sigues sintiendo «maravillosamente bien»? —pregunto Joe.
jonatic&diectioner
Re: Un falso novio Joe y tu TERMINADA
OMJ fue maravillosamente encantador :D
pero ahhh no se cuidaron cierto?
OMJ!! esto cada vez se pone mejor
me encanta la noveee ahhiii plis siguela!!
y gracias por la bienvenida :D
NECESITO MAS CAPS :D PLIIIS!!
pero ahhh no se cuidaron cierto?
OMJ!! esto cada vez se pone mejor
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y gracias por la bienvenida :D
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Karli Jonas
Re: Un falso novio Joe y tu TERMINADA
*Karli Jonas Lovato* escribió:OMJ fue maravillosamente encantador :D
pero ahhh no se cuidaron cierto?
OMJ!! esto cada vez se pone mejor
me encanta la noveee ahhiii plis siguela!!
y gracias por la bienvenida :D
NECESITO MAS CAPS :D PLIIIS!!
ya te vas a enterar..
Capítulo Ocho
—¡Bingo! —dijo Joe suavemente.
—¿Y no has usado…? —empezó a decir ____________.
—No —contestó él, paseando por la habitación.
____________
lo miraba guiñando los ojos, pero sin lentillas no podía ver nada
interesante. Aquel pensamiento hizo que se ruborizara—. Ha sido culpa
mía. Soy un idiota —estaba diciendo el—. No quería pensar, no podía
pensar. No tengo excusa, maldita sea…
—Así no ayudas nada —lo
interrumpió ____________. Como recompensa, Joe se colocó directamente
frente a ella—. Esto es tan culpa tuya como mía —insistió, intentando
pensar con claridad. Aunque era casi imposible después de las
sensaciones explosivas que acababa de experimentar. Su cuerpo le seguía
pareciendo el cuerpo de otra mujer—. Ni siquiera se me había ocurrido
pensar…
—Lo sé —murmuró él, sentándose a su lado.
¿Lo que habían
compartido le habría afectado a él tanto como a ella?, se preguntaba
____________. Le hubiera gustado, pero estaba segura de que no era así.
Él no era virgen y aquélla no era la primera vez que sus fantasías se
hacían realidad.
Entonces, ¿por qué estaba tan alterado por no haber usado protección?
—Por curiosidad, ¿no llevas preservativos?
—Aunque tú creas lo contrario, yo no soy un semental en busca de conquistas —contestó Joe.
Por
el tono de su voz, ____________ adivinó que la pregunta no le había
hecho ninguna gracia—. No llevo preservativos en la cartera desde que
tenía dieciocho años.
No sabía por qué, pero aquello hizo que
____________ se sintiera mejor. Al menos sabía… ¿que? ¿Qué Joe no había
pensado que los necesitaría estando con ella? Aquello sí que era un
cumplido.
—Yo creí que los marines siempre iban preparados.
—Esos son los boy scouts.
—Ah.
El
incómodo silencio que siguió parecía una eternidad, pero no fueron más
que unos segundos. En aquel breve espacio de tiempo, ____________
consideró la posibilidad de haber quedado embarazada.
Además de la lógica preocupación y ansiedad por comportarse de forma tan estúpida, no podía evitar sentirse emocionada.
Hacía
tiempo que había abandonado la idea de tener hijos. Después de todo,
tenía veintiocho años y no era exactamente una rompecorazones.
Y,
aunque la idea de ser madre soltera era en cierto modo descorazonadora,
su instinto maternal la hacía desear ponerse a dar gritos de alegría.
De
repente, sintió un nudo en el estómago y se levanto para ponerse las
gafas. Pero, cuando vio a Joe sentado en la cama, desnudo, como una
estatua griega, pensó que debería haber permanecido ciega durante
aquella conversación.
Aquel bronceado cuerpo masculino lleno de músculos la hacía perder el equilibrio.
Tenía que admitir que estaba enamorada de Joe Jonas. Absurda, locamente enamorada.
Siempre lo había estado.
—No vale de nada que nos preocupemos por algo que ya no podemos evitar —dijo ____________, después de aclararse la garganta.
—¿Qué hacemos entonces? ¿Olvidarnos del asunto?
No
podían hacer eso y ella lo sabía. Y sabía que aquella noche iba a
quedar grabada en su corazón con letras mayúsculas. Incluso aunque, como
imaginaba, no hubiera quedado embarazada.
Pero no pensaba pasar por la humillación de contarle a Joe su secreto.
Intentando
sonreír, se cruzó de brazos, pensando en lo ridículo que era mantener
aquella conversación estando completamente desnudos. Por supuesto, si no
hubieran estado completamente desnudos, la conversación no habría sido
necesaria.
—Lo único que digo es que no va a pasar nada —sonrió ella,
intentando mostrarse segura de sí misma—. Es muy poco probable quedar
embarazada la primera vez.
Joe se levantó de la cama y tomó su ropa del suelo.
—Me
pregunto cuántas parejas a lo largo de la historia han querido
consolarse con esas mismas palabras —dijo mientras se ponía los
vaqueros.
A la mañana siguiente, Joe se dirigía a la habitación
de ____________ después de haber tomado un café. Aunque no necesitaba
cafeína para despertarse, porque no había podido pegar ojo en toda la
noche. ¿Cómo podía dormir después de cometer una estupidez como la que
había cometido?
Había estado despierto durante horas, recordando cada
momento de aquella noche con ____________. Sus caricias, sus gemidos.
Nunca se había sentido tan cerca de una mujer. Aquella noche hacía que
todo lo demás en su vida pareciera carente de importancia.
Le había
dado miles de vueltas, intentando descifrar qué había ocurrido entre los
dos, pero no encontraba la respuesta. Si alguien le hubiera dicho unos
días antes que iba a encontrarse en aquella situación, se habría echado a
reír.
¿Joe Jonas? ¿El maestro en el juego del amor, atrapado por una rubia medio cegata?
Siempre
había pensado que él era del tipo de hombre que nunca se casaba. Que la
vida militar era demasiado dura para una esposa. Y que ésas eran las
razones por las que había permanecido soltero durante tantos años. Pero
empezaba a preguntarse si la verdadera razón era que, hasta entonces, no
había encontrado a la mujer adecuada. Una mujer por la que estaba
dispuesto a arriesgarlo todo. Una mujer que le hacía pensar en cosas
como un hogar… hijos.
¿Hijos?
Por Dios bendito. ¿Qué harían si ____________ quedaba embarazada?
No
debía pensar en eso, se decía. Quizá ella tenía razón. Quizá no
ocurriría nada y podrían despedirse como si aquel viaje nunca hubiera
tenido lugar.
Era raro, pero aquella idea no lo animaba en absoluto. Todo lo contrario.
Los
recuerdos del día anterior daban vueltas y vueltas en su torturada
mente. La manera en la que el viento jugaba con su pelo, su forma de
mirarlo cuando no llevaba puestas las lentillas, su risa cristalina, sus
gemidos. Ella le había tocado el corazón.
¿Y qué demonios iba a hacer él al respecto?
Lo mejor sería meterla en el coche y llegar a Oregón lo antes posible, pensaba, suspirando pesadamente.
La
puerta de su habitación estaba abierta y la vio de espaldas frente al
acantilado, mirando el océano. Sus rizos rubios bailaban suavemente
mecidos por el viento. El jersey azul de cuello vuelto sobre pantalones
del mismo color le sentaba a la perfección. Cuando ella se dio la vuelta
al oír sus pasos, Joe pensó que sus ojos aquella mañana eran de un azul
imposible.
La deseaba de nuevo, de una forma imperiosa y tuvo que
echar mano de todo su autocontrol para no envolverla en sus brazos y
poseerla allí mismo. Empujando a un lado su deseo, avanzó hacia ella
como lo haría en un desfile militar.
—Buenos días —dijo ____________.
—¿Buenos? —replicó él, malhumorado.
Joe
estudiaba sus rasgos, buscando los signos de una noche en vela, pero no
los encontró. Aparentemente, ____________ había dormido de un tirón.
—Yo creo que sí —contestó ella, volviéndose para mirar el océano.
—____________…
—No
hace falta que te disculpes otra vez —lo interrumpió ella, sin
volverse—. Además, te recuerdo que no estoy de buen humor por las
mañanas.
—Maldita sea, ____________, ¿qué quieres que diga?
—¿Por qué tienes que decir nada? Somos dos adultos que han disfrutado de una noche juntos.
—Eso es todo —replicó ella, mirándolo por fin. ¿Eso era todo? ¿Esa era la espectacular noche que habían compartido?
No, Joe se decía a sí mismo. Era mucho más. Mucho mas y lo dos lo sabían.
—No pongas esa cara —dijo ella—. No voy a contárselo a tu madre ni nada por el estilo.
—Estás
muy simpática por las mañanas —murmuró Joe para sí mismo. Él había
estado despierto toda la noche y ella, no sólo había dormido como una
niña, sino que estaba bromeando sobre algo que a él lo había dejado
convulso.
¿Era aquella una especie de justicia cósmica? ¿Estaba el
destino pagándole por todas las veces que se había tomado una relación
como algo sin importancia?
—Además —dijo ____________, interrumpiendo sus pensamientos—. Yo debería darte las gracias.
—¿Qué?
—Sí
—sonrió ella, apartándose el pelo de la cara—. Ahora que… ya tengo
experiencia, digamos, podré hacer que mi relación con Brad parezca más
real.
—¿Brad? —repitió Joe. No sabía cómo había podido pronunciar
aquel nombre. En ese momento vio que ella se había puesto el anillo de
diamantes y sintió un feroz deseo de quitárselo y tirarlo al mar.
—Mi prometido, ¿recuerdas? Cuando hable de él ahora, podré convencer a todo el mundo de que es real.
Joe
no estaba seguro de si debía sentirse halagado o insultado.
¿____________ iba a usar su noche juntos para mentir sobre su novio
imaginario?
Joe había sentido que la tierra se movía aquella noche y ella estaba usándolo para su ridícula novela de amor.
El destino era muy juguetón.
Cuando
llegaron al estado de Oregón, ____________ empezó a sentir mariposas en
el estómago. Miró a Joe para decir algo, pero él seguía con la misma
expresión hosca que había mantenido durante toda la mañana y prefirió no
hablar.
Un inmenso bosque recorría el borde de la carretera pero,
por primera vez en su vida, ____________ no se sentía emocionada por el
paisaje. Ni siquiera las viejas secuoyas eran una distracción.
Pronto llegarían a casa. A Juneport. Y estarían rodeados de familiares y amigos. Y aquel… interludio se habría terminado.
La desilusión y la desesperanza empezaban a atenazar su corazón.
Iba a echar de menos a Joe. Echaría de menos estar a solas con él. Bromear y reír con él.
Hacer el amor con él…
No podía dejar de pensar en ello. No podía dejar de vivir de nuevo cada roce, cada susurro.
De
repente, el bueno de Brad le parecía un petardo. ¿Cómo podría su marine
imaginario compararse con el auténtico? ¿Y cómo podía aparentar que
amaba a ese tal Brad, cuando el hombre al que amaba de verdad estaba a
unos centímetros de ella? No podía hacerlo. Era imposible.
—¿Sabes una cosa? —dijo, abruptamente—. He estado pensando.
—¿Sobre qué?
—Sobre Brad —contestó ____________. Las facciones de Joe se tensaron—. He decidido que no es marine. Es contable.
—¿Estabas pensando en él?
—Pues
sí —contestó ella. Era mejor pensar en su novio de ficción que en uno
que parecía estar a punto de darle un puñetazo al parabrisas—. Prefiero
que sea contable.
—A mi no me parece buena idea —gruñó él.
—No te
estoy pidiendo tu opinión —dijo ____________—. Simplemente, creí que era
mejor decirte lo que había pensado para que lo supieras.
—No funcionará —dijo él, con los dientes apretados.
—¿Ah, no? ¿Y por qué no?
—¿Quién se va a quedar impresionado por una birria de contable?
—Bueno, no es una birria…
—Pero no es un marine.
—Es un contable muy importante —replicó ella.
—Un contable es un contable, por muy importante que sea.
—Mira, la verdad es que esto no es asunto tuyo.
—Pues debería serlo.
____________ lo miró, confusa. Era una conversación rara, pero al menos era una conversación.
—¿Qué quieres decir?
—Yo seré Brad —dijo Joe entonces.
____________ lo miró durante unos segundos, como si estuviera viendo un extraterrestre.
—Tú no puedes ser Brad. ¡En Juneport te conoce todo el mundo!
—Diremos que yo soy tu prometido —suspiró Joe, quitándose las gafas de sol—. Y Brad desaparece de la historia.
____________
sintió un escalofrío. Un fin de semana con Joe, pensaba. Un fin de
semana de besos y abrazos, un fin de semana para vivir aquella fantasía
loca en la que Joe Jonas la amaba. Sólo un fin de semana, que valdría
toda una vida.
Los ojos de ____________ se llenaron de lágrimas y
tuvo que apartar la mirada. No podía ser, se decía. Si vivía aquella
fantasía con Joe, la vuelta a la realidad sin él sería insoportable.
—No —dijo por fin.
—¿Por
qué no? —preguntó él—. Tú misma has dicho que todo el mundo en Juneport
me conoce. Y un prometido de carne y hueso es mucho mejor que uno
ausente.
—Es una locura —murmuró ____________. Una parte de ella
deseaba decir que sí. Deseaba decirle a todo el mundo que Joe le había
dado el anillo y que le había prometido un futuro lleno de amor. Pero la
racional ____________ cruzó los brazos sobre el pecho, obstinada—. Es
absurdo.
—¿Y un novio imaginario no lo es?
—Ayer te parecía buena
idea —replicó ella—. ¿Por qué ahora no te gusta? No me has dicho una
palabra en toda la mañana y ahora, de repente, te ofreces a ser mi
prometido. ¿Por qué?
—Un capitán de marines al que todo el mundo conoce es mejor que un contable imaginario, ¿no te parece?
—Supongo que sí —murmuró ella.
—Vaya, gracias —sonrió él, por fin—. Pero ésa no es la única razón.
—¿Cuál es?
—Piensa
en ello, ____________ —la sonrisa de Joe se había evaporado—. No puedes
ignorar la posibilidad de que puedes estar embarazada.
—No lo estoy.
—No
lo sabes —insistió Joe, obligándose a sí mismo a mirar la carretera.
Había estado pensando en ello durante toda la mañana y por fin se le
había ocurrido aquella idea. Era la única solución—. Piénsalo un poco.
Si estás embarazada, ¿qué le vas a decir a tus padres? ¿Que el padre del
niño es ese Brad? —____________ hizo una mueca de angustia—. Tu hijo no
puede tener un padre de mentira. Aunque sigas adelante con tu plan de
«romper» con tu prometido dentro de un mes, tus padres querrán conocer a
ese Brad en algún momento. Al fin y al cabo, será el padre del niño.
—Oh…
Y Joe iría al infierno antes que dejar que nadie pensara que su hijo era hijo del imaginario contable.
—Le diremos a todo el mundo que vamos a casarnos y después, aunque no estés embarazada, puedes romper conmigo.
—¿Y si lo estoy?
Si lo estaba, no podrían romper. Joe se encargaría de ello. Pero sabía que no era el momento de decírselo.
—Nos preocuparemos de eso cuando llegue el momento —contestó él, aparentando tranquilidad.
—No sé… —empezó a decir ella, confusa.
—Es lo mejor, ____________.
Al menos, pensaba Joe, no tendría que escucharla hablar de aquel Brad durante toda la semana. Realmente, odiaba a aquel tipo.
Y
además, no tendría ningún problema para convencer a todo el mundo de
que ____________ y él estaban prometidos. La atracción que sentían el
uno por el otro era evidente.
—¿Y qué le decimos a nuestras familias?
—preguntó ____________ entonces. Aquella pregunta era como un jarro de
agua fría. Joe no había pensado en ello—. ¿No deberíamos decirles la
verdad?
—Esto cada vez se complica más —murmuró él.
Ir a pasar
unos días a Juneport le había parecido una buena idea. Unos días para
pensar, para relajarse. Pero, en aquel momento, estaba más angustiado y
confundido que nunca.
—Dímelo a mí.
—Muy bien —dijo Joe por fin—. Les diremos la verdad. De todas maneras, no iban a tragárselo.
—Vaya, muchas gracias —replicó ____________.
Joe
se mordió la lengua. Lo que había querido decir era que sus padres
sabían que era un solterón empedernido. Pero, a juzgar por la expresión
de ____________, ella lo había tomado como un insulto.
Empezaban a tener los mismos problemas de comunicación que cualquier pareja, pensó de repente.
Una hora más tarde, Joe paraba el coche frente a la casa de los padres de ____________.
—¿Estás preparada?
____________
apartó la mirada del elegante edificio de dos plantas y lo miró. Joe
había adoptado su actitud de marine. La mandíbula firme, los ojos fríos,
los labios apretados.
Desde luego, la viva imagen de un novio feliz.
Aunque, seguramente, ella no tenía mejor aspecto.
¿Cómo se habían complicado tanto las cosas en un periodo tan corto de tiempo?, se preguntaba.
—Supongo que sí…
—¡____________!
____________
se dio la vuelta y vio a Meg corriendo alegremente hacia el coche.
Detrás de ella iban sus padres y los padres de Joe. Aparentemente, las
dos familias se habían juntado para celebrar su llegada.
____________
saltó del coche para abrazar a su hermana, pero se tropezó con un
aspersor escondido en la hierba y habría caído al suelo si Meg no la
hubiera sujetado.
—Estás más guapa que la última vez —rió su
hermana—, pero no has cambiado mucho, ¿verdad, ____________? Sigues
tropezándote por todas partes.
—Es verdad —rió ella, mirando el aspersor—. ¿Cuándo ha instalado papá…?
—¡Dios
mío! —exclamó Meg de repente, mirando el anillo de pedida en la mano de
su hermana pequeña—. ¡Estás prometida y no me habías dicho nada! ¿Quién
es él? —____________ tomó aire. Tenía que pensar algo rápidamente. Joe
llegó a su lado en aquel momento y ____________ le lanzó una mirada de
socorro—. ¡No puede ser! –exclamó Meg, a quien aquella mirada no había
pasado desapercibida—. ¡No os lo vais a creer! —Gritó a sus padres y los
padres de Joe, que acababan de llegar a su lado—. ¡Joe y ____________
están prometidos!
____________ miró a su hermana, después a su madre y
después a la madre de Joe. La cara de las tres mujeres irradiaba
felicidad. Era horrible.
—Meg… —empezó a decir ____________. Pero sus padres los habían rodeado y todo el mundo se puso a hablar a la vez.
—Ya era hora —decía Dave Hall, abrazando a Joe.
—Papa… —intentó hablar ____________.
—Desde luego que sí —decía Paul Jonas, dándole a su hijo un golpe en la espalda.
—Mira, papá… —empezó a decir Joe.
Nadie estaba escuchando.
—Creí que nunca se iban a dar cuenta de que son perfectos el uno para el otro —decía Denise Jonas, abrazando a su hijo.
Nancy Hall le dio a su hija un sonoro beso y ____________ miró a Joe, desesperada.
—Soy tan feliz, ____________ —decía su madre, con lágrimas en los ojos.
jonatic&diectioner
Re: Un falso novio Joe y tu TERMINADA
ahora diganme se lo esperaban????:::: :twisted:
jonatic&diectioner
Re: Un falso novio Joe y tu TERMINADA
ahhhhhhhhhhhhh :affraid: :affraid: :affraid: :affraid: :affraid: :affraid: :affraid: :affraid:
tienes que seguirlaaaaaaaaaaaaaaaaaaa......
awww Joe ama a la RAYIS... pero es tan tercoooo ash... luego...!!
tienes que seguirlaaaaaaaaaaaaaaaaaaa......
awww Joe ama a la RAYIS... pero es tan tercoooo ash... luego...!!
@ntonella
Re: Un falso novio Joe y tu TERMINADA
jajajajajaja literal muero de la risa :D jejejejejeje se les ha salido de las manos su plan jejejejeje :D ahhhh cada vez me encanta mas la novela
y awww mil gracias por subir un cap mas en verdad me encantaaaaaa!!! :D
ahora muero por leer otro cap!! jejeje si lo se, pero tu tienes la culpa por tener una fantastica novela :D
y awww mil gracias por subir un cap mas en verdad me encantaaaaaa!!! :D
ahora muero por leer otro cap!! jejeje si lo se, pero tu tienes la culpa por tener una fantastica novela :D
Karli Jonas
Re: Un falso novio Joe y tu TERMINADA
OMJ!! ESTE ES MI COMENTARIO 4000 Y QUIERO QUE ESTE EN TU NOVE QUE AMO MUCHISIMO :D ASI QUE VA DEDICADO A TI :D
Karli Jonas
Re: Un falso novio Joe y tu TERMINADA
aww, haha me encanta que joe este celoso de alguien imaginario !!! :P
y creo que ya es muy tarde para decir la verdad :P
y creo que ya es muy tarde para decir la verdad :P
Nick_is_infatuation
Re: Un falso novio Joe y tu TERMINADA
Nick_is_infatuation escribió:aww, haha me encanta que joe este celoso de alguien imaginario !!! :P
y creo que ya es muy tarde para decir la verdad :P
la verdad q si tienes razon ya es re tarde!!!!!
jonatic&diectioner
Re: Un falso novio Joe y tu TERMINADA
*Karli Jonas Lovato* escribió:OMJ!! ESTE ES MI COMENTARIO 4000 Y QUIERO QUE ESTE EN TU NOVE QUE AMO MUCHISIMO :D ASI QUE VA DEDICADO A TI :D
muchas gracias para mi es una alegria y un placer tenerte como lectora!!!
jonatic&diectioner
Re: Un falso novio Joe y tu TERMINADA
@ntonella escribió:ahhhhhhhhhhhhh :affraid: :affraid: :affraid: :affraid: :affraid: :affraid: :affraid: :affraid:
tienes que seguirlaaaaaaaaaaaaaaaaaaa......
awww Joe ama a la RAYIS... pero es tan tercoooo ash... luego...!!
si supieras cuando acepta lo q siente te moris!!
jonatic&diectioner
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