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No Te Escondas (N. Jonas y Tu)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: No Te Escondas (N. Jonas y Tu)
holaaa! soy nueva lectoraa..
me encanta la novee es tan jkajskjasdaj! 8) S I G U E L A!!!!!!
pd: eh leido tdas tus novees :D SON HERMOSAS <3
me encanta la novee es tan jkajskjasdaj! 8) S I G U E L A!!!!!!
pd: eh leido tdas tus novees :D SON HERMOSAS <3
shamm
Re: No Te Escondas (N. Jonas y Tu)
shamm escribió:holaaa! soy nueva lectoraa..
me encanta la novee es tan jkajskjasdaj! 8) S I G U E L A!!!!!!
pd: eh leido tdas tus novees :D SON HERMOSAS <3
Bienvenida!!!!!!!!! :cheers: :lol!:
gracias por leer la nove!!!! :D
y que genial que ayas leido tambien las pasadas!!!
Andrea P. Jonas:)
Re: No Te Escondas (N. Jonas y Tu)
holaa!! chicas como estan!!!?? espero que este muuy bien!!
ayer tenia planeado subirles pero tuve un problemita con mi compu y ya no pude! pero ya lo arregle y aqui estoy de nuevo!! espero que les guste el cap!!!!
Nicholas se quedó perplejo al ver aterrizar un periódico en su mesa mientras llamaba a la décima floristería. Levantó la cabeza y observó el rostro de su teniente, con los labios tensos y la expresión severa; luego volvió a bajarla al ejemplar. Clavó en él los ojos mientras la voz de la florista se iba desvaneciendo hasta convertirse en un mero zumbido.
—Este... Lo siento, señora, volveré a llamar más tarde.
Colgó el auricular y tomó el periódico. Se trataba del Bulletin, algo más serio que la prensa amarilla.
El rostro de Rossi lo miraba desde la portada.
—Milller, fíjate en esto.
Milller se puso en pie tambaleándose, su expresión era fría y grave.
—¿Quién ha publicado esa mierda?
—Cyrus Bremin —soltó Spinnelli, y la rabia contenida hizo que le temblara el bigote—. Dice que tiene un confidente anónimo dentro del Departamento de Policía de Chicago. Descubran quién es, lo quiero en mi despacho lo antes posible.
La puerta se cerró de golpe e hizo traquetear las persianas.
Milller seguía escrutando la página en blanco y negro.
—Hablaré con Bremin —dijo en voz muy baja—. Él nos contará sin problemas quién le reveló la noticia.
—Eso, y así nos veremos en más líos con la prensa. Siempre me estás aconsejando que sea sensato, ¿no? Pues aplícate el cuento, Milller.
Nicholas examinó la fotografía de Adams.
—Debieron de tomarla antes de que yo llegara, porque envié a los mirones a la otra acera y les pedí a Forbes y a DiBello que prestaran atención a las cámaras. —Aguzó la vista para leer el pie de foto—. Aquí pone que la fotografía es de Joanna Carmichael. —Tecleó el nombre en su ordenador—. Bien, bien. Mira dónde vive la señorita Carmichael.
Milller volvió la cabeza.
—Es el edificio de Cynthia Adams. Pues sí que le costó poco conseguirla. Qué suerte tiene la muy bruja.
—Bueno, no sé si se puede llamar suerte a tener que vérselas con nosotros. —Nicholas imprimió la dirección justo en el momento en que Spinnelli abría la puerta.
—Los quiero en la sala de reuniones dentro de treinta minutos —les gritó—. Avisen también a Jack Unger, de la científica. El fiscal quiere hablar con nosotros.
Suponía que habría testigos, pero no fotógrafos.
«Tanto mejor.» Cynthia Adams aparecía en portada abriéndole el corazón al mundo entero, por así decirlo. Pero aún más gratificante resultaba la imagen de la popularísima _____ Rossi preocupada y exhausta. Semejante campaña publicitaria no tenía precio. El día no le estaba yendo nada mal.
El señor Avery Winslow también estaba progresando según lo previsto. Se había pasado toda la tarde yendo y viniendo de un lado a otro del salón de su casa, observando conmocionado la habitación del bebé y tratando frenéticamente de ponerse en contacto con su psiquiatra de confianza.
Era mucho más inestable emocionalmente que Cynthia Adams. Ella había aguantado bien el tipo, era toda una experta en negar la existencia de lo que más temía. El proceso había resultado muy irritante; cada vez que Adams estaba cerca de su objetivo, acababa negándose a creer lo que había oído y retrocedía. A veces incluso negaba haber tenido una hermana. Fue necesario aumentarle tres veces la dosis de "medicación" para que se trastocara lo suficiente, y al final había tenido que utilizar sustancias poco corrientes. La fenciclidina era lo que la había hecho venirse abajo.
Los lirios habían dado un toque de gracia, y la fotografía de su hermana con la soga al cuello había sido la guinda del pastel. Del pastel de cumpleaños. El calendario había desempeñado un papel muy importante en el derrumbe psicológico de la señorita Adams.
Y el calendario también sería la clave para derribar al señor Avery Winslow.
Eso y el llanto constante de un bebé. Magistral.
Si la pequeña y encantadora Nicole estaba cumpliendo con su deber, en ese mismo instante el pobre señor Winslow estaría recibiendo una más de las oportunas fotografías que lo llevarían a la perdición.
Y con él arrastraría a la doctora en quien tanto confiaba, _____ Rossi.
Patrick Hurst, el fiscal del estado, arrojó el periódico sobre la mesa con indignación.
—Mierda. Esto es horroroso, Marc, verdaderamente horroroso.
Jack Unger, de la policía científica, arrastró el periódico hasta su lado de la mesa y lo estudió.
—¿Quién es el confidente anónimo de Bremin?
Milller frunció el entrecejo.
—No lo sabemos, no estuvo allí la otra noche. En cambio la fotógrafa sí. Los dos agentes que llegaron primero al lugar de los hechos recuerdan haber visto a Carmichael entre la multitud, pero aseguran que no le dirigieron la palabra.
—Cualquier persona que ayer estuviera de servicio pudo vernos entrar con Rossi. —Nicholas se encogió de hombros con incomodidad al recordar lo furioso que se había puesto. Bastaba con observar su mala cara para comprender lo que ocurría—. Su abogada firmó la hoja de registro al entrar, así que cualquiera que la consulte sabrá que estuvo aquí. Muchas personas debieron de verlas salir juntas, pero nadie admitirá haber avisado a la prensa, Marc, aunque sabemos que cualquiera lo habría hecho con gusto.
Spinnelli dobló el periódico de modo que el rostro de Rossi quedara oculto.
—Es cierto. Investigaremos la filtración al mismo tiempo que lo demás, como siempre hemos hecho. ¿Cuál es, pues, la verdadera razón de que te tengamos aquí, Patrick? Tu visita me parece un poco... prematura.
El fiscal suspiró.
—He venido porque lo ocurrido tiene implicaciones que van mucho más allá del hecho de que _____ Rossi sea inocente o culpable, incluso de descubrir quién hizo una cosa así a esa pobre mujer.
—Cynthia Adams —dijo Nicholas con suavidad, y arqueó las cejas al ver que Patrick lo miraba con extrañeza—. Así es como se llamaba esa pobre mujer.
La mirada del fiscal se llenó de compasión.
—Ya lo sé, detective, pero de momento no podemos siquiera asegurar que la muerte de la señorita Adams fuera un homicidio. —Levantó la mano antes de que Nicholas pudiera protestar—. Lo investigaras y descubrirás quién lo hizo. No estoy diciendo que debas abandonar el caso. De hecho, quiero que se apliquen. El gran problema es que está en juego la credibilidad de la doctora Rossi en la resolución de casos pasados. Gracias a Bremin y al Bulletin, ya es del dominio público que la detuvieron para interrogarla. Todos los abogados defensores que han perdido casos en los que Rossi ha declarado pedirán la apelación, y para mi despacho eso será desastroso. ¿Sabes en cuántos casos ha intervenido en los últimos cinco años?
«Sí», pensó Nicholas. Lo sabía con exactitud. Y Danielle tenía razón, Harold Green era una excepción. _____ Rossi había hecho todo lo posible y más para quitar de en medio a unos cuantos malhechores. Al descubrirlo se le habían bajado los humos.
—En cuarenta y seis —masculló.
El bigote de Spinnelli se frunció siguiendo la forma de sus labios.
—¿Cómo?
Nicholas se aclaró la garganta.
—La doctora Rossi ha declarado en cuarenta y seis casos. Ayer fui al archivo y pedí que me imprimieran la lista; la he recogido de camino hacia aquí. —Arrojó la lista en el centro de la mesa.
—¿Cuántas condenas, Nicholas? —le preguntó Spinnelli.
—Treinta y una de los cuarenta y seis casos.
Milller apoyó la cabeza en el respaldo de la silla.
—Santo Dios.
Patrick tomó la lista con mala cara.
—Treinta y una apelaciones posibles. ¿Saben cuánto tiempo robará eso al personal de mi oficina?
—No quiero ni pensarlo —respondió Spinnelli—. Vamos a desvincular cuanto antes a _____ de todo esto y así tus hombres podrán dedicarse a hacer que condenen a unos cuantos gilipollas más. ¿Qué tenemos, aparte de las huellas dactilares que encontraron en el piso de Adams?
—Su voz grabada en el contestador —respondió Nicholas.
—Enviaré la cinta al departamento técnico para que dibujen una gráfica —sugirió Jack.
Patrick negó con la cabeza.
—No servirá para probar nada.
—Pero si las gráficas son distintas, Rossi quedará libre de sospechas —arguyo Jack—. Ese tipo es muy bueno, Pat. Vale la pena invertir un poco de tiempo.
—Entonces de acuerdo —convino Patrick.
—Entonces necesitamos que la doctora Rossi venga y nos proporcione una muestra de su voz para poder comparar las gráficas. —Nicholas lo anotó—. Hasta ahora ha colaborado, así que no creo que ponga ninguna pega. ¿Qué hay de la pistola que enviaron a Adams?
—La limpiaron para no dejar huellas, y también han lijado el número de serie pero creo que podré conseguir que se lea. —Jack miró a Spinnelli—. Supongo que el caso es de alta prioridad.
—Supones bien. ¿Qué más?
—Estamos siguiendo la pista de los lirios —añadió Milller—. Hasta ahora hemos encontrado tres floristerías que vendieron muchos el sábado. Esta tarde pasaremos por allí, pero antes tenemos que ir a la asesoría donde trabajaba Adams. Está claro que alguien la odiaba lo suficiente como para desear su muerte. Sabemos que tuvo muchos amantes y es probable que varios se llevaran un regalo de despedida bastante desagradable. Puede ser que alguno de ellos se cabreara y quisiera matarla.
Nicholas echó un vistazo a la lista de casos en los que Rossi cabía declarado y la recordó sentada sola en la sala de interrogatorios el día anterior. "¿Por qué me utilizan?", se había preguntado. Tal vez el objetivo final fuera ella.
—También puede ser que Cynthia Adams no fuera más que un medio para conseguir una apelación.
Patrick arqueó las cejas sorprendido.
—Me parece que hay formas más sencillas.
—Estamos haciendo demasiadas conjeturas —soltó Spinnelli—. Volvamos a los hechos. ¿Qué hay de los correos electrónicos? ¿Han podido seguirles la pista?
—Lo he dejado en manos del departamento técnico, les pediré que se den prisa con eso también. —Jack frunció el entrecejo y desdobló el periódico—. Esta foto fue tomada después de que la mujer cayera al suelo; inmediatamente después, quiero decir, tal vez hubieran pasado unos treinta segundos, o como mucho un minuto.
Nicholas se inclinó para verla más de cerca.
—¿Cómo lo sabes?
—Mira la zona del pavimento alrededor de su cabeza. No se ve ningún charco de sangre todavía. A Nicholas se le aceleró el pulso.
—Rossi aseguró que recibió una llamada anónima diciendo que Adams estaba a punto de tirarse por el balcón a las doce y seis minutos. Los dos testigos, en cambio, dicen que eran las doce y cinco cuando se tiró.
—Qué precisión —observó Patrick, pero sus ojos también habían adquirido cierto brillo.
—Llegaban tarde a casa. La chica explicó que tenía que estar allí a las doce en punto y que acababa de mirar el reloj preocupada por la bronca de sus padres. —Nicholas se volvió hacia Milller—. Rossi dijo que la llamada parecía hecha desde un móvil.
Milller entrecerró los ojos.
—Así que el autor estaba presenciando la caída, qué hijo de p*uta.
—Rossi también dijo que quien la llamó era una mujer, una vecina de Adams, y...
—Carmichael era vecina de Adams —concluyó Milller—. No sería la primera vez que el propio periodista provoca la noticia. —Se encogió de hombros—. Vale la pena añadirla a la lista.
—Lo que está claro es que vale la pena averiguar si tomó más fotografías —agregó Jack—. Si el asesino estaba allí, tal vez Carmichael lo viera. Ola viera.
Nicholas se recostó en el asiento.
—Así que por ahora tenemos como sospechosos a treinta y un prisioneros potenciales que quieren que se apele su sentencia, a unos cuantos promiscuos con una enfermedad de transmisión sexual, a una periodista aficionada a la fotografía y, por desgracia, a _____ Rossi.
Patrick se puso en pie.
—Encargense de descartar a _____ lo primero. No quiero vérmelas con las apelaciones.
—Entendido —convino Spinnelli—. Señores. —Y señaló la puerta—. Quiero resultados hoy mismo. Y también quiero saber quién es el confidente anónimo. A trabajar.
Milller hizo un saludo.
—Nos vamos a visitar las floristerías. ¿Has tenido alguna bronca con tu mujer, Marc? Si quieres podemos comprarle un ramo, te cobraremos los portes baratos. A las mujeres les encanta que les regalen flores.
Spinnelli curvó los labios.
—Las broncas con mi mujer son continuas, pero a ella le gustan más los brillantes. Marchense.
Nicholas miró a Milller de reojo al salir de la sala de reuniones.
—¿Estás casado, Milller?
—Lo estuve, pero me separé. ¿Cuál es la primera floristería?
Era obvio que tenía ganas de cambiar de tema.
—Josie's Posies. Vendieron unos cuantos lirios el sábado. —Mientras caminaba, Nicholas examinó la lista de los casos en que había intervenido Rossi—. Conduce tú, quiero echar un vistazo a estos nombres. Algunos prisioneros han quedado en libertad. —Miró el reloj—. Antes de pasar por la asesoría donde trabajaba Adams, vamos al Departamento de Sanidad para ver si ella y _____ Rossi tienen enemigos comunes.
La señorita Tuttle, una mujer de mediana edad, los miró con mala cara desde el gran mostrador de madera.
—La información que nos facilitan nuestros pacientes es confidencial, detectives, y lo saben.
—Estamos investigando un asesinato, señora —respondió Milller con suavidad—. Una de sus pacientes ha muerto, así que su privacidad ya no importa.
—Pero la de sus compañeros sí. No puedo ayudarles.
Nicholas extrajo una fotografía de su cuaderno.
—Esta es Cynthia Adams, señora. Así es como quedó después de caer desde un vigésimo segundo piso.
La señorita Tuttle observó la fotografía y luego volvió la cabeza con los ojos cerrados y su enjuto rostro desvaído.
—Márchense, detectives. No estoy autorizada a ayudarles, y no pienso hacerlo.
—Alguien la obligó a arrojarse al vacío, señora —insistió Nicholas con calma; conseguido su objetivo, guardó la fotografía—. Ese alguien podría haber sido uno de sus compañeros sexuales, alguien que le guardara rencor. ¿Recuerda que alguien amenazara a la señorita Adams cuando le notificaron que era posible que hubiera contraído una enfermedad?
—Detective —empezó la mujer, mirándolo fijamente a los ojos—, si me dedicara a contar cosas de los pacientes que acuden aquí, no vendría nadie. Protegerlos forma parte de mi trabajo. Su mera presencia ya supone un problema. Si les contestara a lo que me preguntan, estaría incumpliendo mi deber.
—No queremos que incumpla su deber, en serio. —Nicholas le dirigió una mirada que se esforzó por que fuera de lo más persuasiva. No esperaba que la empresa resultara fácil; de hecho, Tuttle estaba colaborando más de lo que había imaginado—. Según el historial de la psiquiatra de la señorita Adams, usted era su persona de contacto aquí. ¿Puede por lo menos decirnos si la recuerda? —Extrajo otra fotografía de Cynthia del cuaderno, esta vez la del carnet de conducir—. Tenía este aspecto. Debió de acudir aquí hace unas seis semanas.
Tuttle se mordió el labio.
—Sí, sí que la recuerdo.
—¿Puede decirnos si alguno de sus compañeros amenazó con hacerle algo o se mostró furioso con ella cuando le comunicaron la noticia? No hace falta que nos diga nombres, solo queremos saber si estamos sobre la pista correcta.
—¿No me preguntarán ningún nombre, detective?
Nicholas negó con la cabeza.
—No, señora.
La mujer exhaló un suspiro.
—Hubo uno que se quedó blanco como el papel y dijo que se lo haría pagar.
Nicholas dio un paso atrás.
—Gracias, señorita Tuttle. Ya nos vamos.
Milller aguardó a estar en la calle para sacar un chicle de canela del bolsillo.
—No nos ha dicho ningún nombre.
—No esperaba que lo hiciera. —Nicholas ocupó el asiento del acompañante del coche de Milller y aguardó a que su compañero se sentara al volante—. Pero ahora sabemos que vale la pena molestarse en reclamar la lista de pacientes; es todo cuanto quería.
Milller se incorporó al tráfico.
—Pues entonces lo has hecho muy bien. Primero vamos a comer algo; luego iremos a la asesoría y a Josie's Posies.
ayer tenia planeado subirles pero tuve un problemita con mi compu y ya no pude! pero ya lo arregle y aqui estoy de nuevo!! espero que les guste el cap!!!!
Lunes, 13 de marzo, 9.15 horas.
Nicholas se quedó perplejo al ver aterrizar un periódico en su mesa mientras llamaba a la décima floristería. Levantó la cabeza y observó el rostro de su teniente, con los labios tensos y la expresión severa; luego volvió a bajarla al ejemplar. Clavó en él los ojos mientras la voz de la florista se iba desvaneciendo hasta convertirse en un mero zumbido.
—Este... Lo siento, señora, volveré a llamar más tarde.
Colgó el auricular y tomó el periódico. Se trataba del Bulletin, algo más serio que la prensa amarilla.
El rostro de Rossi lo miraba desde la portada.
—Milller, fíjate en esto.
Milller se puso en pie tambaleándose, su expresión era fría y grave.
—¿Quién ha publicado esa mierda?
—Cyrus Bremin —soltó Spinnelli, y la rabia contenida hizo que le temblara el bigote—. Dice que tiene un confidente anónimo dentro del Departamento de Policía de Chicago. Descubran quién es, lo quiero en mi despacho lo antes posible.
La puerta se cerró de golpe e hizo traquetear las persianas.
Milller seguía escrutando la página en blanco y negro.
—Hablaré con Bremin —dijo en voz muy baja—. Él nos contará sin problemas quién le reveló la noticia.
—Eso, y así nos veremos en más líos con la prensa. Siempre me estás aconsejando que sea sensato, ¿no? Pues aplícate el cuento, Milller.
Nicholas examinó la fotografía de Adams.
—Debieron de tomarla antes de que yo llegara, porque envié a los mirones a la otra acera y les pedí a Forbes y a DiBello que prestaran atención a las cámaras. —Aguzó la vista para leer el pie de foto—. Aquí pone que la fotografía es de Joanna Carmichael. —Tecleó el nombre en su ordenador—. Bien, bien. Mira dónde vive la señorita Carmichael.
Milller volvió la cabeza.
—Es el edificio de Cynthia Adams. Pues sí que le costó poco conseguirla. Qué suerte tiene la muy bruja.
—Bueno, no sé si se puede llamar suerte a tener que vérselas con nosotros. —Nicholas imprimió la dirección justo en el momento en que Spinnelli abría la puerta.
—Los quiero en la sala de reuniones dentro de treinta minutos —les gritó—. Avisen también a Jack Unger, de la científica. El fiscal quiere hablar con nosotros.
Lunes, 13 de marzo, 9.30 horas.
Suponía que habría testigos, pero no fotógrafos.
«Tanto mejor.» Cynthia Adams aparecía en portada abriéndole el corazón al mundo entero, por así decirlo. Pero aún más gratificante resultaba la imagen de la popularísima _____ Rossi preocupada y exhausta. Semejante campaña publicitaria no tenía precio. El día no le estaba yendo nada mal.
El señor Avery Winslow también estaba progresando según lo previsto. Se había pasado toda la tarde yendo y viniendo de un lado a otro del salón de su casa, observando conmocionado la habitación del bebé y tratando frenéticamente de ponerse en contacto con su psiquiatra de confianza.
Era mucho más inestable emocionalmente que Cynthia Adams. Ella había aguantado bien el tipo, era toda una experta en negar la existencia de lo que más temía. El proceso había resultado muy irritante; cada vez que Adams estaba cerca de su objetivo, acababa negándose a creer lo que había oído y retrocedía. A veces incluso negaba haber tenido una hermana. Fue necesario aumentarle tres veces la dosis de "medicación" para que se trastocara lo suficiente, y al final había tenido que utilizar sustancias poco corrientes. La fenciclidina era lo que la había hecho venirse abajo.
Los lirios habían dado un toque de gracia, y la fotografía de su hermana con la soga al cuello había sido la guinda del pastel. Del pastel de cumpleaños. El calendario había desempeñado un papel muy importante en el derrumbe psicológico de la señorita Adams.
Y el calendario también sería la clave para derribar al señor Avery Winslow.
Eso y el llanto constante de un bebé. Magistral.
Si la pequeña y encantadora Nicole estaba cumpliendo con su deber, en ese mismo instante el pobre señor Winslow estaría recibiendo una más de las oportunas fotografías que lo llevarían a la perdición.
Y con él arrastraría a la doctora en quien tanto confiaba, _____ Rossi.
Lunes, 13 de marzo, 9.45 horas.
Patrick Hurst, el fiscal del estado, arrojó el periódico sobre la mesa con indignación.
—Mierda. Esto es horroroso, Marc, verdaderamente horroroso.
Jack Unger, de la policía científica, arrastró el periódico hasta su lado de la mesa y lo estudió.
—¿Quién es el confidente anónimo de Bremin?
Milller frunció el entrecejo.
—No lo sabemos, no estuvo allí la otra noche. En cambio la fotógrafa sí. Los dos agentes que llegaron primero al lugar de los hechos recuerdan haber visto a Carmichael entre la multitud, pero aseguran que no le dirigieron la palabra.
—Cualquier persona que ayer estuviera de servicio pudo vernos entrar con Rossi. —Nicholas se encogió de hombros con incomodidad al recordar lo furioso que se había puesto. Bastaba con observar su mala cara para comprender lo que ocurría—. Su abogada firmó la hoja de registro al entrar, así que cualquiera que la consulte sabrá que estuvo aquí. Muchas personas debieron de verlas salir juntas, pero nadie admitirá haber avisado a la prensa, Marc, aunque sabemos que cualquiera lo habría hecho con gusto.
Spinnelli dobló el periódico de modo que el rostro de Rossi quedara oculto.
—Es cierto. Investigaremos la filtración al mismo tiempo que lo demás, como siempre hemos hecho. ¿Cuál es, pues, la verdadera razón de que te tengamos aquí, Patrick? Tu visita me parece un poco... prematura.
El fiscal suspiró.
—He venido porque lo ocurrido tiene implicaciones que van mucho más allá del hecho de que _____ Rossi sea inocente o culpable, incluso de descubrir quién hizo una cosa así a esa pobre mujer.
—Cynthia Adams —dijo Nicholas con suavidad, y arqueó las cejas al ver que Patrick lo miraba con extrañeza—. Así es como se llamaba esa pobre mujer.
La mirada del fiscal se llenó de compasión.
—Ya lo sé, detective, pero de momento no podemos siquiera asegurar que la muerte de la señorita Adams fuera un homicidio. —Levantó la mano antes de que Nicholas pudiera protestar—. Lo investigaras y descubrirás quién lo hizo. No estoy diciendo que debas abandonar el caso. De hecho, quiero que se apliquen. El gran problema es que está en juego la credibilidad de la doctora Rossi en la resolución de casos pasados. Gracias a Bremin y al Bulletin, ya es del dominio público que la detuvieron para interrogarla. Todos los abogados defensores que han perdido casos en los que Rossi ha declarado pedirán la apelación, y para mi despacho eso será desastroso. ¿Sabes en cuántos casos ha intervenido en los últimos cinco años?
«Sí», pensó Nicholas. Lo sabía con exactitud. Y Danielle tenía razón, Harold Green era una excepción. _____ Rossi había hecho todo lo posible y más para quitar de en medio a unos cuantos malhechores. Al descubrirlo se le habían bajado los humos.
—En cuarenta y seis —masculló.
El bigote de Spinnelli se frunció siguiendo la forma de sus labios.
—¿Cómo?
Nicholas se aclaró la garganta.
—La doctora Rossi ha declarado en cuarenta y seis casos. Ayer fui al archivo y pedí que me imprimieran la lista; la he recogido de camino hacia aquí. —Arrojó la lista en el centro de la mesa.
—¿Cuántas condenas, Nicholas? —le preguntó Spinnelli.
—Treinta y una de los cuarenta y seis casos.
Milller apoyó la cabeza en el respaldo de la silla.
—Santo Dios.
Patrick tomó la lista con mala cara.
—Treinta y una apelaciones posibles. ¿Saben cuánto tiempo robará eso al personal de mi oficina?
—No quiero ni pensarlo —respondió Spinnelli—. Vamos a desvincular cuanto antes a _____ de todo esto y así tus hombres podrán dedicarse a hacer que condenen a unos cuantos gilipollas más. ¿Qué tenemos, aparte de las huellas dactilares que encontraron en el piso de Adams?
—Su voz grabada en el contestador —respondió Nicholas.
—Enviaré la cinta al departamento técnico para que dibujen una gráfica —sugirió Jack.
Patrick negó con la cabeza.
—No servirá para probar nada.
—Pero si las gráficas son distintas, Rossi quedará libre de sospechas —arguyo Jack—. Ese tipo es muy bueno, Pat. Vale la pena invertir un poco de tiempo.
—Entonces de acuerdo —convino Patrick.
—Entonces necesitamos que la doctora Rossi venga y nos proporcione una muestra de su voz para poder comparar las gráficas. —Nicholas lo anotó—. Hasta ahora ha colaborado, así que no creo que ponga ninguna pega. ¿Qué hay de la pistola que enviaron a Adams?
—La limpiaron para no dejar huellas, y también han lijado el número de serie pero creo que podré conseguir que se lea. —Jack miró a Spinnelli—. Supongo que el caso es de alta prioridad.
—Supones bien. ¿Qué más?
—Estamos siguiendo la pista de los lirios —añadió Milller—. Hasta ahora hemos encontrado tres floristerías que vendieron muchos el sábado. Esta tarde pasaremos por allí, pero antes tenemos que ir a la asesoría donde trabajaba Adams. Está claro que alguien la odiaba lo suficiente como para desear su muerte. Sabemos que tuvo muchos amantes y es probable que varios se llevaran un regalo de despedida bastante desagradable. Puede ser que alguno de ellos se cabreara y quisiera matarla.
Nicholas echó un vistazo a la lista de casos en los que Rossi cabía declarado y la recordó sentada sola en la sala de interrogatorios el día anterior. "¿Por qué me utilizan?", se había preguntado. Tal vez el objetivo final fuera ella.
—También puede ser que Cynthia Adams no fuera más que un medio para conseguir una apelación.
Patrick arqueó las cejas sorprendido.
—Me parece que hay formas más sencillas.
—Estamos haciendo demasiadas conjeturas —soltó Spinnelli—. Volvamos a los hechos. ¿Qué hay de los correos electrónicos? ¿Han podido seguirles la pista?
—Lo he dejado en manos del departamento técnico, les pediré que se den prisa con eso también. —Jack frunció el entrecejo y desdobló el periódico—. Esta foto fue tomada después de que la mujer cayera al suelo; inmediatamente después, quiero decir, tal vez hubieran pasado unos treinta segundos, o como mucho un minuto.
Nicholas se inclinó para verla más de cerca.
—¿Cómo lo sabes?
—Mira la zona del pavimento alrededor de su cabeza. No se ve ningún charco de sangre todavía. A Nicholas se le aceleró el pulso.
—Rossi aseguró que recibió una llamada anónima diciendo que Adams estaba a punto de tirarse por el balcón a las doce y seis minutos. Los dos testigos, en cambio, dicen que eran las doce y cinco cuando se tiró.
—Qué precisión —observó Patrick, pero sus ojos también habían adquirido cierto brillo.
—Llegaban tarde a casa. La chica explicó que tenía que estar allí a las doce en punto y que acababa de mirar el reloj preocupada por la bronca de sus padres. —Nicholas se volvió hacia Milller—. Rossi dijo que la llamada parecía hecha desde un móvil.
Milller entrecerró los ojos.
—Así que el autor estaba presenciando la caída, qué hijo de p*uta.
—Rossi también dijo que quien la llamó era una mujer, una vecina de Adams, y...
—Carmichael era vecina de Adams —concluyó Milller—. No sería la primera vez que el propio periodista provoca la noticia. —Se encogió de hombros—. Vale la pena añadirla a la lista.
—Lo que está claro es que vale la pena averiguar si tomó más fotografías —agregó Jack—. Si el asesino estaba allí, tal vez Carmichael lo viera. Ola viera.
Nicholas se recostó en el asiento.
—Así que por ahora tenemos como sospechosos a treinta y un prisioneros potenciales que quieren que se apele su sentencia, a unos cuantos promiscuos con una enfermedad de transmisión sexual, a una periodista aficionada a la fotografía y, por desgracia, a _____ Rossi.
Patrick se puso en pie.
—Encargense de descartar a _____ lo primero. No quiero vérmelas con las apelaciones.
—Entendido —convino Spinnelli—. Señores. —Y señaló la puerta—. Quiero resultados hoy mismo. Y también quiero saber quién es el confidente anónimo. A trabajar.
Milller hizo un saludo.
—Nos vamos a visitar las floristerías. ¿Has tenido alguna bronca con tu mujer, Marc? Si quieres podemos comprarle un ramo, te cobraremos los portes baratos. A las mujeres les encanta que les regalen flores.
Spinnelli curvó los labios.
—Las broncas con mi mujer son continuas, pero a ella le gustan más los brillantes. Marchense.
Nicholas miró a Milller de reojo al salir de la sala de reuniones.
—¿Estás casado, Milller?
—Lo estuve, pero me separé. ¿Cuál es la primera floristería?
Era obvio que tenía ganas de cambiar de tema.
—Josie's Posies. Vendieron unos cuantos lirios el sábado. —Mientras caminaba, Nicholas examinó la lista de los casos en que había intervenido Rossi—. Conduce tú, quiero echar un vistazo a estos nombres. Algunos prisioneros han quedado en libertad. —Miró el reloj—. Antes de pasar por la asesoría donde trabajaba Adams, vamos al Departamento de Sanidad para ver si ella y _____ Rossi tienen enemigos comunes.
Lunes, 13 de marzo, 10.30 horas.
La señorita Tuttle, una mujer de mediana edad, los miró con mala cara desde el gran mostrador de madera.
—La información que nos facilitan nuestros pacientes es confidencial, detectives, y lo saben.
—Estamos investigando un asesinato, señora —respondió Milller con suavidad—. Una de sus pacientes ha muerto, así que su privacidad ya no importa.
—Pero la de sus compañeros sí. No puedo ayudarles.
Nicholas extrajo una fotografía de su cuaderno.
—Esta es Cynthia Adams, señora. Así es como quedó después de caer desde un vigésimo segundo piso.
La señorita Tuttle observó la fotografía y luego volvió la cabeza con los ojos cerrados y su enjuto rostro desvaído.
—Márchense, detectives. No estoy autorizada a ayudarles, y no pienso hacerlo.
—Alguien la obligó a arrojarse al vacío, señora —insistió Nicholas con calma; conseguido su objetivo, guardó la fotografía—. Ese alguien podría haber sido uno de sus compañeros sexuales, alguien que le guardara rencor. ¿Recuerda que alguien amenazara a la señorita Adams cuando le notificaron que era posible que hubiera contraído una enfermedad?
—Detective —empezó la mujer, mirándolo fijamente a los ojos—, si me dedicara a contar cosas de los pacientes que acuden aquí, no vendría nadie. Protegerlos forma parte de mi trabajo. Su mera presencia ya supone un problema. Si les contestara a lo que me preguntan, estaría incumpliendo mi deber.
—No queremos que incumpla su deber, en serio. —Nicholas le dirigió una mirada que se esforzó por que fuera de lo más persuasiva. No esperaba que la empresa resultara fácil; de hecho, Tuttle estaba colaborando más de lo que había imaginado—. Según el historial de la psiquiatra de la señorita Adams, usted era su persona de contacto aquí. ¿Puede por lo menos decirnos si la recuerda? —Extrajo otra fotografía de Cynthia del cuaderno, esta vez la del carnet de conducir—. Tenía este aspecto. Debió de acudir aquí hace unas seis semanas.
Tuttle se mordió el labio.
—Sí, sí que la recuerdo.
—¿Puede decirnos si alguno de sus compañeros amenazó con hacerle algo o se mostró furioso con ella cuando le comunicaron la noticia? No hace falta que nos diga nombres, solo queremos saber si estamos sobre la pista correcta.
—¿No me preguntarán ningún nombre, detective?
Nicholas negó con la cabeza.
—No, señora.
La mujer exhaló un suspiro.
—Hubo uno que se quedó blanco como el papel y dijo que se lo haría pagar.
Nicholas dio un paso atrás.
—Gracias, señorita Tuttle. Ya nos vamos.
Milller aguardó a estar en la calle para sacar un chicle de canela del bolsillo.
—No nos ha dicho ningún nombre.
—No esperaba que lo hiciera. —Nicholas ocupó el asiento del acompañante del coche de Milller y aguardó a que su compañero se sentara al volante—. Pero ahora sabemos que vale la pena molestarse en reclamar la lista de pacientes; es todo cuanto quería.
Milller se incorporó al tráfico.
—Pues entonces lo has hecho muy bien. Primero vamos a comer algo; luego iremos a la asesoría y a Josie's Posies.
Andrea P. Jonas:)
Re: No Te Escondas (N. Jonas y Tu)
me encanta siguela
tengo la ligera sospecha que el asesino es el que le hiso daño a _____ cuando se conocieron joe y ____
tengo la ligera sospecha que el asesino es el que le hiso daño a _____ cuando se conocieron joe y ____
Dorin
Re: No Te Escondas (N. Jonas y Tu)
hola! chicas gracias por sus comentarios!! no saben como los aprecio de verdad! aunque somos poquitas me encanta leer sus comentarios!! y les agradezco enormemente que se tomen un poco de su tiempo y comenten :D y pues espero que les guste el cap de hoy!!! :D
Amy cerró la puerta del despacho de ______.
—Podría haber ido peor, ______.
______ se hundió en la silla. Su reunión con el doctor Fenwick, el jefe del consejo de cualificaciones profesionales, no había ido muy bien.
—También podría haber ido mejor.
—No te han impuesto ninguna sanción, ______. Puedes seguir ejerciendo.
—Porque no he hecho nada malo, deminios —le espetó ______, y se pasó la mano por la frente al barruntar un ataque de migraña—. Lo siento, gracias por venir. Tenerte aquí me ha ayudado a llevarlo mejor. —______ sospechaba que si su abogada no hubiera estado presente, el doctor Fenwick habría hecho algo más que mirarla mal. El consejo no veía con buenos ojos que un profesional estuviera acusado de un delito, y tampoco les había gustado que no les hubiera devuelto la llamada al terminar de visitar a sus pacientes. De hecho, pensaban seguir de cerca la investigación, y vigilarla. Cuando las autoridades confirmaran que era inocente, ______ tendría que presentar una declaración jurada al consejo afirmando lo mismo.
—Por mí pueden irse a tomar por el c*ulo —masculló.
—A su edad no creo que les convenga. Además sin una buena dosis de Viagra harán bien poca cosa —bromeó Amy.
______ le lanzó una mirada feroz.
—No le encuentro la gracia, está en juego mi carrera.
Amy se apoyó en el sofá, se cruzó de brazos y adoptó una actitud más seria.
—¿Qué piensas hacer, ______?
—¿Sobre qué?
—No puedes permitir que te acusen así como así, tu carrera podría irse al garete.
—No me digas.
—______, hablo muy en serio.
______ se levantó y empezó a guardar la documentación en el maletín.
—Voy a colaborar con la policía para descubrir quién lo ha hecho.
Amy se inclinó hacia delante con las cejas arqueadas y expresión sarcástica.
—Qué inteligente por tu parte. Como si no supieras que la policía cree que lo has hecho tú.
______ examinó el contenido de una carpeta y luego la guardó en el maletín junto con el resto.
—Pues a mí me parece que no es eso lo que creen.
—Tal vez Joe Miller no, pero ese tal Jonas lo tiene clarísimo.
______ pensó en Jonas, en la forma en que le había planteado las preguntas por la mañana.
—Me parece que él tampoco me cree culpable. De todos modos, no podrán acusarme porque no he hecho nada.
La carcajada que soltó Amy no le resultó precisamente agradable.
—Como si eso tuviera algo que ver. Despierta de una vez, ______. Todos los días me dedico a defender a gentes que piensan que no podrán acusarlas porque no han hecho nada. ¿Qué te hace pensar que tú eres distinta?
______ cerró de golpe el maletín, un repentino ataque de pánico hizo que el pulso se le acelerara vertiginosamente.
—Que yo no pienso que soy inocente, lo soy.
La ofensa hizo centellear los ojos de Amy.
—No represento a alguien si creo que es culpable, ______.
Los hombros de ______ se hundieron.
—Lo siento, no pretendía herir tus sentimientos. —Posó la mano en el brazo de Amy y notó que su amiga estaba tensa—. Sé que para ti la ética profesional es tan importante como para mí.
Amy asintió con gesto forzado.
—No tiene importancia. —Pero sí que la tenía, y no resultaba difícil darse cuenta. De todos modos, Amy irguió la espalda y prosiguió—. Mira, yo opino que tienes que atacar el problema de frente. Llama al periódico y cuéntales tu versión. Haz que Bremin se muera de ganas de adelantarse a los acontecimientos.
Todo el día, ______ había estado pensando en un plan similar.
—De acuerdo. ¿Conoces a alguien que trabaje en un periódico? ¿Alguien que te merezca confianza?
—Sí. Yo me encargo de concertar la cita. Ya te diré con quién tienes que encontrarte y cuándo. —Amy levantó un dedo en señal de advertencia—. No hables con nadie excepto con quien yo te diga. Prométemelo.
—De acuerdo. —______ miró el reloj y frunció el entrecejo—. Tenía que ver a un paciente a las tres. ¿Quién era? —Se mordió el labio tratando de recordarlo. Se trataba del señor Winslow, un hombre muy triste. Al oír su caso se le había partido el corazón—. Amy, tengo que ver a un paciente. Te llamaré al despacho cuando termine.
Amy se estaba abrochando el abrigo cuando alguien llamó flojito a la puerta. Samantha asomó la cabeza.
—Doctora, tengo unos veinte mensajes para usted. La mayoría son de periodistas, pero también han llamado seis pacientes. —Frunció el entrecejo—. Tres han cancelado la visita de mañana.
______ suspiró, tomó el montón de notas que le tendía Samantha y les echó un vistazo.
—Supongo que es normal que haya bajas.
—Un tal detective Jonas ha llamado dos veces. Ha dicho que se pusiera en contacto con él en cuanto estuviera libre, que se trataba de algo urgente. Me ha dejado su número de móvil. Ah, y tiene una llamada por la línea uno; se trata de una vecina del señor Winslow. Insiste mucho en hablar con usted y no quiere dejar ningún mensaje.
______ dio un respingo, la palabra "vecina" hizo que se le cayera el alma a los pies.
—¿Cómo?
—Una vecina del señor Wins...
______ se abalanzó sobre el teléfono.
—Mierda, mierda.
Descolgó el auricular con manos temblorosas.
—¿Diga?
—¿Doctora Rossi?
No era la misma mujer, esta parecía mayor que la que decía ser vecina de Cynthia Adams. «demonios.» Con un gesto de la mano, indicó a Samantha y a Amy que guardaran silencio. Respiró hondo y se esforzó por hablar con voz serena.
—Sí, soy yo. ¿Qué quiere?
—Soy vecina de uno de sus pacientes, Avery Winslow. Estoy preocupada por él, lleva todo el día encerrado en el piso, llorando. He llamado a la puerta para ver qué ocurría pero me ha pedido que me marchara. Tenía... Tenía una pistola en la mano, doctora.
«Santo Dios.»
—¿Ha llamado a la policía?
—No, solo a usted. Dios mío, tendría que haber llamado al 911. Ahora mismo lo haré.
—No, ya llamo yo. Gracias, señora... —Pero oyó cómo colgaba—. Mierda. —Temblando, hojeó las notas hasta dar con la de Jonas—. Joder, qué mierda. Samantha, llama al 911. Tenemos que enviar a la policía a casa del señor Winslow, diles que va a suicidarse. Consígueme la dirección; te llamaré desde el coche para pedírtela. ¡Muévete, Samantha!
Blanca como el papel, Samantha desapareció dispuesta a hacer lo que le pedía.
—Mierda. ¿Dónde tengo el móvil?
Amy metió la mano en el bolsillo de la chaqueta de ______.
—Está aquí. Tranquilízate, ______.
—No puedo.
Un sollozo de terror afloraba a la garganta de la psiquiatra, pero consiguió ahogarlo mientras marcaba el número de Jonas. Cuando él respondió, ya había cogido su abrigo y había salido del despacho.
—Jonas.
—Detective Jonas, soy ______ Rossi.
—Doctora Rossi, llevo toda la tarde tratando de hablar con usted. —Su voz denotaba otra vez tensión, enfado—. Hemos...
—Sea lo que sea, tendrá que esperar. —Pasó por delante del ascensor y bajó corriendo la escalera sin apenas prestar atención a Amy, que le pisaba los talones—. Necesito su ayuda. He recibido otra llamada.
—¿De quién?
—Está relacionada con Avery Winslow. En este mismo momento mi secretaria está llamando al 911. Llámela a ella si necesita la dirección de Winslow. Yo estoy de camino. Me gustaría que nos encontráramos allí.
—Ahora mismo voy.
—Dese prisa, detective. —Colgó de golpe el teléfono e irrumpió en el aparcamiento—. Tengo el coche allí.
—Iremos con el mío. —Amy la asió del brazo y la obligó a cambiar de sentido—. No estás en condiciones de conducir.
Tardaron solo unos instantes en llegar hasta el Lexus de Amy, pero les parecieron siglos. ______ aún temblaba cuando esta salió del aparcamiento y se incorporó al tráfico.
Dio un respingo cuando su amiga le oprimió la mano con suavidad.
—Respira, ______, respira. Me daré toda la prisa que pueda.
Capitulo 6
Lunes, 13 de marzo, 15.15 horas.
Amy cerró la puerta del despacho de ______.
—Podría haber ido peor, ______.
______ se hundió en la silla. Su reunión con el doctor Fenwick, el jefe del consejo de cualificaciones profesionales, no había ido muy bien.
—También podría haber ido mejor.
—No te han impuesto ninguna sanción, ______. Puedes seguir ejerciendo.
—Porque no he hecho nada malo, deminios —le espetó ______, y se pasó la mano por la frente al barruntar un ataque de migraña—. Lo siento, gracias por venir. Tenerte aquí me ha ayudado a llevarlo mejor. —______ sospechaba que si su abogada no hubiera estado presente, el doctor Fenwick habría hecho algo más que mirarla mal. El consejo no veía con buenos ojos que un profesional estuviera acusado de un delito, y tampoco les había gustado que no les hubiera devuelto la llamada al terminar de visitar a sus pacientes. De hecho, pensaban seguir de cerca la investigación, y vigilarla. Cuando las autoridades confirmaran que era inocente, ______ tendría que presentar una declaración jurada al consejo afirmando lo mismo.
—Por mí pueden irse a tomar por el c*ulo —masculló.
—A su edad no creo que les convenga. Además sin una buena dosis de Viagra harán bien poca cosa —bromeó Amy.
______ le lanzó una mirada feroz.
—No le encuentro la gracia, está en juego mi carrera.
Amy se apoyó en el sofá, se cruzó de brazos y adoptó una actitud más seria.
—¿Qué piensas hacer, ______?
—¿Sobre qué?
—No puedes permitir que te acusen así como así, tu carrera podría irse al garete.
—No me digas.
—______, hablo muy en serio.
______ se levantó y empezó a guardar la documentación en el maletín.
—Voy a colaborar con la policía para descubrir quién lo ha hecho.
Amy se inclinó hacia delante con las cejas arqueadas y expresión sarcástica.
—Qué inteligente por tu parte. Como si no supieras que la policía cree que lo has hecho tú.
______ examinó el contenido de una carpeta y luego la guardó en el maletín junto con el resto.
—Pues a mí me parece que no es eso lo que creen.
—Tal vez Joe Miller no, pero ese tal Jonas lo tiene clarísimo.
______ pensó en Jonas, en la forma en que le había planteado las preguntas por la mañana.
—Me parece que él tampoco me cree culpable. De todos modos, no podrán acusarme porque no he hecho nada.
La carcajada que soltó Amy no le resultó precisamente agradable.
—Como si eso tuviera algo que ver. Despierta de una vez, ______. Todos los días me dedico a defender a gentes que piensan que no podrán acusarlas porque no han hecho nada. ¿Qué te hace pensar que tú eres distinta?
______ cerró de golpe el maletín, un repentino ataque de pánico hizo que el pulso se le acelerara vertiginosamente.
—Que yo no pienso que soy inocente, lo soy.
La ofensa hizo centellear los ojos de Amy.
—No represento a alguien si creo que es culpable, ______.
Los hombros de ______ se hundieron.
—Lo siento, no pretendía herir tus sentimientos. —Posó la mano en el brazo de Amy y notó que su amiga estaba tensa—. Sé que para ti la ética profesional es tan importante como para mí.
Amy asintió con gesto forzado.
—No tiene importancia. —Pero sí que la tenía, y no resultaba difícil darse cuenta. De todos modos, Amy irguió la espalda y prosiguió—. Mira, yo opino que tienes que atacar el problema de frente. Llama al periódico y cuéntales tu versión. Haz que Bremin se muera de ganas de adelantarse a los acontecimientos.
Todo el día, ______ había estado pensando en un plan similar.
—De acuerdo. ¿Conoces a alguien que trabaje en un periódico? ¿Alguien que te merezca confianza?
—Sí. Yo me encargo de concertar la cita. Ya te diré con quién tienes que encontrarte y cuándo. —Amy levantó un dedo en señal de advertencia—. No hables con nadie excepto con quien yo te diga. Prométemelo.
—De acuerdo. —______ miró el reloj y frunció el entrecejo—. Tenía que ver a un paciente a las tres. ¿Quién era? —Se mordió el labio tratando de recordarlo. Se trataba del señor Winslow, un hombre muy triste. Al oír su caso se le había partido el corazón—. Amy, tengo que ver a un paciente. Te llamaré al despacho cuando termine.
Amy se estaba abrochando el abrigo cuando alguien llamó flojito a la puerta. Samantha asomó la cabeza.
—Doctora, tengo unos veinte mensajes para usted. La mayoría son de periodistas, pero también han llamado seis pacientes. —Frunció el entrecejo—. Tres han cancelado la visita de mañana.
______ suspiró, tomó el montón de notas que le tendía Samantha y les echó un vistazo.
—Supongo que es normal que haya bajas.
—Un tal detective Jonas ha llamado dos veces. Ha dicho que se pusiera en contacto con él en cuanto estuviera libre, que se trataba de algo urgente. Me ha dejado su número de móvil. Ah, y tiene una llamada por la línea uno; se trata de una vecina del señor Winslow. Insiste mucho en hablar con usted y no quiere dejar ningún mensaje.
______ dio un respingo, la palabra "vecina" hizo que se le cayera el alma a los pies.
—¿Cómo?
—Una vecina del señor Wins...
______ se abalanzó sobre el teléfono.
—Mierda, mierda.
Descolgó el auricular con manos temblorosas.
—¿Diga?
—¿Doctora Rossi?
No era la misma mujer, esta parecía mayor que la que decía ser vecina de Cynthia Adams. «demonios.» Con un gesto de la mano, indicó a Samantha y a Amy que guardaran silencio. Respiró hondo y se esforzó por hablar con voz serena.
—Sí, soy yo. ¿Qué quiere?
—Soy vecina de uno de sus pacientes, Avery Winslow. Estoy preocupada por él, lleva todo el día encerrado en el piso, llorando. He llamado a la puerta para ver qué ocurría pero me ha pedido que me marchara. Tenía... Tenía una pistola en la mano, doctora.
«Santo Dios.»
—¿Ha llamado a la policía?
—No, solo a usted. Dios mío, tendría que haber llamado al 911. Ahora mismo lo haré.
—No, ya llamo yo. Gracias, señora... —Pero oyó cómo colgaba—. Mierda. —Temblando, hojeó las notas hasta dar con la de Jonas—. Joder, qué mierda. Samantha, llama al 911. Tenemos que enviar a la policía a casa del señor Winslow, diles que va a suicidarse. Consígueme la dirección; te llamaré desde el coche para pedírtela. ¡Muévete, Samantha!
Blanca como el papel, Samantha desapareció dispuesta a hacer lo que le pedía.
—Mierda. ¿Dónde tengo el móvil?
Amy metió la mano en el bolsillo de la chaqueta de ______.
—Está aquí. Tranquilízate, ______.
—No puedo.
Un sollozo de terror afloraba a la garganta de la psiquiatra, pero consiguió ahogarlo mientras marcaba el número de Jonas. Cuando él respondió, ya había cogido su abrigo y había salido del despacho.
—Jonas.
—Detective Jonas, soy ______ Rossi.
—Doctora Rossi, llevo toda la tarde tratando de hablar con usted. —Su voz denotaba otra vez tensión, enfado—. Hemos...
—Sea lo que sea, tendrá que esperar. —Pasó por delante del ascensor y bajó corriendo la escalera sin apenas prestar atención a Amy, que le pisaba los talones—. Necesito su ayuda. He recibido otra llamada.
—¿De quién?
—Está relacionada con Avery Winslow. En este mismo momento mi secretaria está llamando al 911. Llámela a ella si necesita la dirección de Winslow. Yo estoy de camino. Me gustaría que nos encontráramos allí.
—Ahora mismo voy.
—Dese prisa, detective. —Colgó de golpe el teléfono e irrumpió en el aparcamiento—. Tengo el coche allí.
—Iremos con el mío. —Amy la asió del brazo y la obligó a cambiar de sentido—. No estás en condiciones de conducir.
Tardaron solo unos instantes en llegar hasta el Lexus de Amy, pero les parecieron siglos. ______ aún temblaba cuando esta salió del aparcamiento y se incorporó al tráfico.
Dio un respingo cuando su amiga le oprimió la mano con suavidad.
—Respira, ______, respira. Me daré toda la prisa que pueda.
Andrea P. Jonas:)
Re: No Te Escondas (N. Jonas y Tu)
esssstooo es......... aaaaiiii!!!! sigueeelaaa porfiiisss
me estooyy comiendo las uñaaaaaassssss
me estooyy comiendo las uñaaaaaassssss
chelis
Re: No Te Escondas (N. Jonas y Tu)
chelis escribió:esssstooo es......... aaaaiiii!!!! sigueeelaaa porfiiisss
me estooyy comiendo las uñaaaaaassssss
jajaja tranquila!!! y eso que aun falta muuucho!!! respira y relajate!!! ya pronto la seguire!!!
Andrea P. Jonas:)
Re: No Te Escondas (N. Jonas y Tu)
Dorin escribió:QUE SOLO HASTA HAY!!!!!!!!!
siguela mujer
lo siento!!!! este ultimo cap fue cortito!!! jejeje pero ya pronto la sigo no te preocupes!!!
Andrea P. Jonas:)
Re: No Te Escondas (N. Jonas y Tu)
holaa chicas como estan!!!! yo estoy un poco desocupada hoy! :P asi que les subire el maraton que les prometi!!!! espero que les guste!!! y mil gracias por sus comentarios! las amo!!!! :hug:
Andrea P. Jonas:)
Re: No Te Escondas (N. Jonas y Tu)
Maraton...!
1-4
Lunes, 13 de marzo, 15.45 horas.
—¿Ves alguna tarjetita de regalo? —preguntó Miller.
Nicholas se puso de pie, sostenía el Colt 45 del señor Avery Winslow entre dos dedos enguantados.
Al hombre ya no le hacía ninguna falta.
—No. —En el salón de casa del señor Winslow solo se observaban sesos y fragmentos de huesos del cráneo esparcidos por toda la estancia. La pared más cercana al ordenador había quedado cubierta de despojos, también la pantalla estaba llena, y el teclado aparecía pringoso y teñido de rojo y gris. Del impacto la pantalla se había inclinado y entre la sangre y los restos de tejido se veían iluminarse y oscurecerse mientras se sucedían las diapositivas de una presentación.
Miller se acercó lo bastante para poder distinguir las imágenes entre el revoltijo.
—Son fotografías de un bebé. Es un niño.
Junto al cadáver de Winslow había una silla con ruedas volcada.
—Estaba sentado en la silla del despacho, de espaldas a la pantalla —dijo Nicholas.
Miller resopló.
—El impacto del disparo debió de empotrarlo en el monitor.
Nicholas se agachó junto al cadáver.
—Sostiene un oso. —Se le hizo un nudo en la garganta. Tragó saliva y miró a Miller—. Un oso de peluche con una tarjetita dorada. Igual que en el caso anterior. "Feliz cumpleaños, Avery, Jr."
Miller lo miró con resignación.
—Pero no hay flores —observó.
—Es obvio que no apretó el gatillo por voluntad propia.
—Aquí está la caja del oso de peluche. —Miller la recogió de la mesita auxiliar junto con un bloc de notas—. Había quedado con ______ a las tres.
—Pues parece ser que se le olvidó —comentó Jack Unger desde la puerta—. Spinnelli me ha pedido que viniera, por si acaso. —Examinó el escenario con ojo clínico—. Avisaré a mi equipo y empezaremos.
Nicholas señaló el cuarto de baño.
—Mira si hay medicamentos. Si es así, mételos en bolsas y ponles etiquetas de identificación a todas, incluso a las aspirinas.
Jack volvió la cabeza y lo miró un poco irritado.
—No te preocupes, lo cogeremos todo con pinzas.
Miller se acercó a la mesa del ordenador y pulsó el botón del ratón con un dedo enguantado.
—El ordenador se ha quedado colgado en esta presentación. Aunque pulse el ratón, no desaparece.
—Tal vez se haya estropeado al ensuciarse.
—No lo dirás en serio, ¿no?
Nicholas negó con la cabeza.
—No. Será mejor que nos llevemos también el disco duro.
¿Qué prefieres, el dormitorio o la cocina?
—Voy al dormitorio.
Nicholas registró la cocina. Se veía sucia y los platos se amontonaban en el fregadero. Tocó el horno; estaba caliente y habían accionado el mando de la temperatura al máximo. Pero lo que no esperaba era el panorama que observó al abrir la portezuela. Al comprender de pronto la situación, le entraron arcadas y dio un gran paso atrás.
—¡Miller! ¡Ven a ver esto!
Miller no tardó; al cabo de un instante se asomaba por encima de su hombro.
—¿Qué demonios...?
—No es de verdad —dijo Nicholas en tono grave. Sacó su pañuelo y tiró de la parrilla hasta extraerla del horno—. Es solo un muñeco, pero tiene un aspecto muy real. —Los dedos y la nariz del muñeco se habían derretido y el fuerte olor del pelo quemado hizo que a Nicholas le escocieran los ojos y la nariz—. Incluso el pelo parece de verdad.
—Cierra la puerta —le ordenó Jack desde detrás, y Nicholas le obedeció de inmediato—. La única forma de saber cuánto tiempo lleva eso ahí es la temperatura interior. —Jack encendió la luz del horno y miró a través del cristal—. Es... —Sacudió la cabeza—. Inhumano. En fin, ¿cuál era el drama de este hombre?
—______ nos lo explicará —dijo Miller mientras abría un cajón—. Mira, Nicholas.
Nicholas miró con repugnancia el revólver colocado sobre una pila de manoplas de cocina.
—Alguien lo preparó todo para que al ver el muñeco en el horno se desquiciara y luego encontrara esto.
Se oyó una voz procedente del salón.
—¿Detectives? —Nicholas regresó al salón, donde el forense examinaba el cadáver de Winslow con el entrecejo fruncido—. Soy Johnson, del equipo de VanderBeck. Julia me ha avisado de que este hombre ha pasado a mejor vida. ¿Qué se supone que tengo que averiguar?
—De entrada, la hora de la muerte —respondió Nicholas—. También habrá que realizar un análisis de tóxicos.
Johnson se agachó junto al cadáver.
—Aún está tibio, la sangre no ha empezado a coagularse. Diría que apretó el gatillo hace una hora como máximo. ¿Qué hace ahí ese oso? Anda, miren eso —prosiguió sin aguardar la respuesta. Levantó la cabeza, su semblante denotaba asombro—. Mi madre siempre nos decía que acabaría tirándose de los pelos de pura desesperación, pero nunca había visto a nadie que de verdad llegara a hacerlo.
Nicholas se inclinó para observar el cadáver de cerca. Con la mano izquierda, Winslow aferraba un manojo de pelo castaño oscuro con algunas canas, el mechón que le faltaba en el cuero cabelludo y que, en parte, aún le colgaba suelto por encima de la nuca.
Johnson retiró con suavidad el oso que sostenía Winslow, lo alzó y le dio la vuelta lentamente para examinarlo.
—En el oso también hay pelo. Debió de arrancárselo con las dos manos antes de asir el peluche.
—¿Qué le han hecho a usted, Winslow? —masculló Nicholas.
—Lo siento, detective, necesito un poco de espacio libre. ¿Puede retirarse?
Cuidadosamente, Nicholas se hizo a un lado. Tenía todos los sentidos puestos en los movimientos del forense hasta que un grito ahogado lo obligó a volverse de golpe hacia la puerta abierta.
Allí estaba ______ Rossi, sin abrigo, con el pelo y la chaqueta empapados de sudor y el rostro blanco como el papel. Con una mano se cubría la boca y tenía los ojos oscuros abiertos como platos del horror. Vacilante, puso un pie en el salón y se detuvo en seco.
—¡Oh, no! —musitó—. ¡Avery!
Un agente que estaba apostado en el rellano la tomó por el brazo.
—Lo siento, detective, se me ha escapado.
Tiró de ella, pero ______ forcejeó sin apartar la vista del cadáver de Avery Winslow. El policía volvió a tirar de ella, esta vez con más fuerza.
—Vamos, "doctora". —Pronunció la palabra sin ningún respeto, y eso, junto con el hecho de que le tirara del brazo, hizo que a Nicholas le hirviera la sangre.
—Suéltela, agente. —A pesar de los esfuerzos por mantener la calma, sonó como un gruñido.
El policía parpadeó, muy sorprendido.
—Es ______ Rossi, detective. Es...
—Ya sé quién es —repuso Nicholas con acritud—. Déjela.
Con el rostro ensombrecido, el agente le obedeció y se hizo atrás a la vez que miraba a Rossi con absoluto desdén, pero ella ni se dio cuenta. Miller se quitó un guante, le puso la mano en el hombro y la atrajo hacia sí.
—Vamos, ______ —susurró—. Ya no puedes hacer nada. Llamaré a alguien para que te acompañe a casa.
Ella se liberó del abrazo de Miller.
—Perdió a su hijo —soltó, como si no hubiera oído a nadie pronunciar palabra—. Solo era un bebé. —Posó los ojos en los de Nicholas y en ese momento todo vestigio de duda acerca de su inocencia... desapareció. Su mirada era angustiada. Y sincera.
—¿Cómo murió? —preguntó Nicholas en voz baja. A través de la vistosa bufanda de seda de ______, notó el movimiento de su garganta al tragar saliva. La había juzgado mal, ahora se daba cuenta.
—Ocurrió el verano pasado —susurró ella—. Hacía mucho calor, ¿se acuerda? Salía de casa a toda prisa para ir a trabajar cuando su esposa le recordó que ese día le tocaba a él dejar al niño en la guardería. —Sus ojos se posaron en el cadáver de Winslow y al notar que le temblaban los labios, se los mordió.
Con el rabillo del ojo, Nicholas vio que Johnson no movía un dedo y que Jack observaba la escena desde la puerta de la cocina. Rossi prosiguió, ajena a todos ellos. Su voz adoptó un tono etéreo que hizo que a él se le erizara el vello de la nuca.
—Él no quería llevarlo, tenía mucho que hacer y llegaba tarde. Tenía la mente ocupada con reuniones, pero hizo lo que le pedía su esposa porque ambos compartían las obligaciones en igual medida y... —Volvió a tragar saliva—. Y porque amaba a su hijo. Sentó al niño en el coche, le colocó el cinturón de seguridad y se puso en marcha. Había mucho tráfico y eso aún lo retrasó más. Para tranquilizarse, puso un CD. Al fin llegó a la oficina y entró a toda prisa. Los clientes lo estaban esperando. En algún punto del trayecto se había olvidado de su hijo, y no volvió a acordarse de él hasta que al cabo de unas cuantas horas oyó alboroto en la calle. En el aparcamiento había un coche de la policía, y también una ambulancia. Un agente se disponía a romper el cristal de la ventanilla.
______ cerró los ojos.
—Era su monovolumen, y el niño estaba dentro. Dijeron que la temperatura del habitáculo había ascendido hasta los cuarenta y cuatro grados. El cerebro de su hijo estaba... —Se interrumpió a la vez que sacudía la cabeza, incapaz de continuar. De hecho, no hizo falta. La escena que describía era lo bastante vivida. Nicholas se lo figuró todo: la frenética desesperación del padre, allí plantado, consciente de haber cometido un terrible error. Y la imagen de aquel padre al descubrir que había un muñeco derritiéndose en el horno se le antojó aún más espantosa.
—Trataron de reanimar al bebé mientras Avery lo presenciaba todo, pero era demasiado tarde —terminó de forma brusca—: Su hijo ya llevaba al menos dos horas muerto.
Nicholas exhaló un suspiro. No era el momento de ponerse a pensar en todos sus sobrinos, ni en lo ocupados que solían estar sus hermanos, ni en cómo una tragedia semejante podía ocurrirles incluso a los mejores padres. Sin embargo, no pudo evitarlo; por eso tuvo que carraspear con brusquedad.
—¿Cuándo acudió a la consulta?
—Después de tratar de suicidarse por primera vez. Para entonces, su mujer ya lo había dejado. Él... se odiaba. Todo el mundo le echaba la culpa de lo ocurrido. —______ abrió los ojos y cruzó la mirada con la de Nicholas—. Fue un accidente, detective. No fue más que un horrible accidente.
Johnson, en silencio, se había puesto a trabajar de nuevo.
—Detectives, debajo del cadáver hay algo —observó mientras tiraba de una caja plana del tamaño de un plato de postre.
Miller tomó la caja y levantó la tapa. Alzó la cabeza con expresión de desconcierto a la vez que inclinaba la caja para que todos pudieran ver el contenido.
—Hay un CD. Es la banda sonora de El fantasma de la ópera. ¿Por qué?
______ reaccionó igual que si acabara de recibir una descarga de cuarenta voltios. Se presionó los labios con los dedos mientras miraba fijamente el CD que la caja contenía.
—Es la música que Winslow iba escuchando en el coche. Dijo que se había distraído cantando "Música en la noche". —Volvió a tragar saliva—. Después de ese día no pudo quitarse nunca esa pieza de la cabeza, ni el llanto de su bebé. No podía dormir; no podía hacer nada de nada. Perdió el trabajo y a su mujer, y el remordimiento lo llevó al borde de la desesperación.
—Pues alguien le ha dado un empujón para que acabara de desesperarse —dijo Nicholas, y ella asintió con un gesto rígido.
—Sí.
Miller tapó la caja y se la entregó a Jack.
—Métela en una bolsa, por favor.
—Detectives. —Johnson colocó el cadáver de lado y dejó al descubierto una fotografía en color: veintiuno por veintisiete, brillo. Aún era más horrible que la de Melanie colgando de la soga. A Nicholas se le revolvió el estómago; quería apartar la mirada de la imagen pero algo se lo impedía. Era la fotografía de un bebé en una sillita de coche; llevaba puesto un pelele azul y tenía el rostro enrojecido y abotargado, sus facciones apenas resultaban reconocibles.
Con movimientos yertos, ______ Rossi avanzó desde la puerta hasta situarse al lado de Nicholas y una vez allí miró al suelo.
—Es su hijo. —Tenía la voz enronquecida y temblaba de furia—. Así es como la policía lo encontró aquella mañana. —Cerró los ojos y frunció los labios con amargura—. ¿Quiere saber lo mejor? Quienquiera que haya enviado esto no tenía necesidad de hacerlo. Esa imagen es la que veía Avery Winslow cada vez que cerraba los ojos.
Durante unos instantes, nadie pronunció palabra. Al final Miller suspiró.
—En el escritorio hay un sobre del mismo tamaño de la foto. —Con una mueca lo asió por el único extremo que no estaba manchado de sangre y sesos. Entre dientes, leyó el remite—: "Dra. T. Rossi, psiquiatra". Está timbrado, ______. Es uno de tus sobres.
______ se quedó boquiabierta, paralizada. Miró horrorizada el sobre, la fotografía y el cadáver de Avery Winslow hasta encolerizarse.
—Lo siento, tengo que marcharme. —Se dio media vuelta y se dirigió a la puerta a toda prisa.
Miller se dispuso a salir tras ella pero Nicholas negó con la cabeza mientras se quitaba los guantes.
—Ya voy yo.
______ se dirigió a la puerta de la escalera.
—Espere, doctora Rossi.
Ella siguió su camino con paso decidido y sin volver la cabeza.
Nicholas atravesó la puerta mientras ella desaparecía en el primer tramo de la escalera.
—Aguarde, doctora.
Ella vaciló un brevísimo instante y luego aceleró, asiéndose a la barandilla para guardar el equilibrio cuando dio la vuelta al rellano y emprendió el siguiente tramo.
______ corría, y la escalera se desdibujaba bajo sus pies. Jonas aún la seguía, oía retumbar sus pasos detrás de ella, cada vez más cercanos. Pero no podía parar, no podía siquiera respirar. Necesitaba un momento, solo un momento para recobrar el aliento y la serenidad.
«Esa foto... Santo Dios. ¿Quién habrá hecho una cosa así? ¿Quién ha podido ser tan cruel?» Esa foto... Esa imagen espantosa había salido de uno de sus sobres. «Y mi nombre aparecía estampado en una esquina.» Avery había abierto el sobre porque confiaba en ella. Se le atrancó la garganta. Qué debía de haber pensado... qué debía de haber sentido. «Un gran sufrimiento al ver a su hijo en ese estado... y al pensar que la foto la había enviado yo.» Luego se había llevado la pistola a la boca y había apretado el gatillo.
Estaba muerto. Avery estaba muerto. Y por malo que eso fuera, el motivo de su muerte era incluso peor. Una hora antes aún era capaz de decirse a sí misma que no tenía la culpa de nada, que alguien que deseaba la muerte de Cynthia Adams la había utilizado.
Ahora sabía que eso no era cierto. La verdad era que alguien había utilizado a Cynthia y a Avery. El verdadero objetivo... «soy yo.» Dos personas inocentes habían muerto. «Por mi culpa.»
Exhaló un suspiro entrecortado y se detuvo de golpe, aferrada a la barandilla mientras el latido del corazón le aporreaba los oídos y las rodillas le flaqueaban. Se agachó para sentarse en un peldaño; cada vez que inspiraba tenía que hacerlo con más fuerza.
El sonido de los pasos de Jonas se volvió más espaciado y al fin cesó. Lo tenía justo detrás. Ahora lo único que se oía en la escalera era su propia respiración acelerada.
—______ —dijo. Nada más. Solo eso.
Pero el monosílabo pareció envolverlos y adquirir vida propia. Ella fijó la vista en la pared que tenía enfrente.
—No saldré de la ciudad —dijo, y se puso en pie—. Le doy mi palabra. Colaboraré en todo lo que pueda. —Con paso envarado, se puso en marcha de nuevo, y ya había bajado medio tramo más cuando Nicholas la adelantó por la izquierda. Él se plantó en medio del rellano y le bloqueó el paso con su figura corpulenta. ______ se detuvo en el último escalón, le temblaban las rodillas.
«No puede arrestarte —se dijo—. No has hecho nada.»
Pero sabía que si quería, podía hacerlo, y que en cambio no había nada en absoluto que ella pudiera hacer para evitarlo.
—Lo siento, detective. —Su voz se quebró y se odió por ser tan débil y tener miedo. Podría haberse dicho que aquello iba dirigido a Avery y a Cynthia, pero era lo bastante realista para admitir que no era así. Iba dirigido a ella—. Llevaba toda la tarde tratando de localizarme. ¿Qué ha descubierto?
Estaban tan cerca que ______ notaba el aliento de él en la mejilla. Era fuerte y robusto; su mirada, penetrante y orgullosa, pero en ella también podía ver compasión. Compasión por Cynthia, por Avery. Y por un instante se preguntó cómo se sentiría si en lugar de acusarla la protegiera. Fue un pensamiento fugaz.
—Hemos encontrado tres floristerías donde el sábado vendieron lirios a una joven —dijo en tono grave—. Las pagó todas con una tarjeta de crédito.
______ no tuvo que preguntar nada, sabía la respuesta de antemano. Hizo acopio de valor y lo miró a los ojos. Su mirada era seria pero no acusatoria.
—Con la mía —dijo ella con voz inexpresiva.
Él inclinó una vez la cabeza en señal de asentimiento.
—Sí.
______ apretó los labios.
—Yo no fui, detective. Yo no he hecho nada. —Apartó la mirada—. Imagino que no me cree.
—Yo también pensaba que no podría creerla.
Atónita, ______ posó de inmediato la vista en el serio semblante de él y volvió a notar el pulso alterado.
—¿Me cree?
Él arqueó las cejas como si desconociera por completo qué razones lo habían llevado hasta aquella conclusión.
—Sí.
—Entonces... —Casi tenía miedo de pronunciar las palabras en voz alta—. Entonces, ¿no piensa arrestarme?
—No. —Él se asió al final de la barandilla y retrocedió un paso hasta el rellano; su intensa mirada expresaba tribulación—. Pero necesito saber por qué la han implicado en esto.
—No lo sé. Pensaba que me habían utilizado como mero instrumento, pero no es así.
—Esta mañana se me ha ocurrido que tal vez el verdadero objetivo fuera usted, ahora tengo la certeza.
Ella ladeó la cabeza.
—¿Qué ha ocurrido esta mañana? ¿Qué lo ha hecho cambiar de opinión?
Él desvió la mirada unos instantes. Cuando volvió a ponerla en ella, se había apagado.
—Ayer por la tarde pedí una lista de los casos en los que ha declarado como testigo de cargo. Es muy larga. Hay muchas personas que se beneficiarían si resultara inculpada. Le debo una disculpa, doctora Rossi. Me he equivocado con usted.
El hecho de llamarla "doctora" sirvió para volver a marcar las distancias entre ambos. En cualquier caso, siempre era mejor el trato formal que una mirada acusatoria.
—Gracias.
—Ahora tenemos que decidir cómo continuar. —Miró el reloj—. Me he entretenido demasiado, debo volver arriba y acabar de revisar el escenario del crimen. Vamos, la ayudaré a subir hasta la siguiente planta; luego ya tomará el ascensor para bajar.
______ negó con la cabeza, la idea le revolvía el estómago.
—No se preocupe, iré por la escalera.
Él la miró como si estuviera loca.
—Son nueve pisos.
A ______ le daba igual que fueran nueve o diecinueve. Solo tomaba el ascensor cuando no tenía más remedio, y eso implicaba como mínimo tener que subir veinte plantas. En su estado actual, no quería ni siquiera pensar en quedarse encerrada en una cabina de dos metros cuadrados, y menos tratándose solo de nueve pisos.
—Ya he bajado un piso y medio, así que solo quedan siete y medio más. Suba y termine su trabajo, detective. Es lo mínimo que podemos hacer por Avery Winslow. No se preocupe por mí, llámeme cuando podamos hablar. Yo me dedicaré a revisar las notas de mis exámenes psiquiátricos para los juicios, tal vez eso me ayude a señalar algún nombre de los que aparecen en su lista. —Bajó la vista al suelo y luego volvió a mirarlo a los ojos—. Gracias por creerme, detective.
Él asintió con una inclinación de cabeza y subió dos peldaños a la vez que ella bajaba otros dos. Un escalofrío recorrió la nuca de ______ y se volvió para descubrir que él se había detenido y la estaba mirando. Sus labios dibujaban una línea adusta y sus brillantes ojos azules estaban fijos en el rostro de ella, que ante el escrutinio, se sonrojó. La mirada no tenía nada que ver con el anterior gesto acusatorio, pero resultaba exactamente igual de intensa. ______ notó que se le aceleraba el pulso.
—De nada, doctora —respondió él al fin, muy serio. Luego, empezó a subir los escalones de dos en dos y en menos de un minuto ella oyó que una puerta se abría y se cerraba; el sonido retumbó en la escalera.
______ exhaló un profundo suspiro, se sentía un poco aturdida. El detective Nicholas Jonas emanaba fuerza. Aún tenía la piel de gallina debido a la larga mirada que ni siquiera se atrevía a calificar. «Puedes darte por satisfecha de que no te haya arrestado, ______», se dijo. Se dispuso a bajar la escalera sintiéndose aliviada y culpable al mismo tiempo. No iban a arrestarla.
Pero dos personas habían muerto, y eso no cambiaría.
Las piernas le flaqueaban y se sentía aturdida, aun así consiguió bajar los siete pisos y medio y alcanzar el rellano de la planta baja en el instante en que Amy salía del ascensor con su abrigo marrón en el brazo. Su amiga la miró con los ojos entornados.
—¿Qué ha pasado ahí arriba? He encontrado aparcamiento y he subido a buscarte pero un policía me ha impedido que saliera del ascensor. El mocoso me ha dicho que el detective Jonas había bajado a por ti. Ya creía que tendría que ir a buscarte otra vez a la comisaría.
—No es eso. Avery Winslow ha muerto.
—Me lo temía —repuso Amy—. Hay agentes y policía científica por todas partes.
—Han encontrado otra fotografía. —Al recordarlo se le revolvió el estómago—. Llegó dentro de un sobre con mi membrete, Amy.
La abogada arrugó la frente.
—Bueno, no resulta muy agradable, pero cualquiera podría robar un sobre; no es el fin del mundo.
—Iba dirigido a Avery Winslow.
—No ha sido culpa tuya y no puedes hacer nada por cambiar las cosas. Ponte el abrigo, te acompañaré a casa.
______ cogió el abrigo y esbozó una sonrisa de agradecimiento. Había salido disparada del coche de Amy media manzana antes de llegar y se había olvidado el abrigo en el asiento de atrás.
—Gracias. Lo único bueno es que Jonas está convencido de que no lo he hecho yo.
—¿De verdad? ¿El superdetective te lo ha confesado?
______ se removió incómoda ante el tono de burla de su amiga.
—Sí.
La risa de Amy denotaba cierto desdén.
—¿Y tú te lo has creído?
______ asintió.
—Sí.
—Caray, no seas idiota, ______.
______ se irguió, ofendida.
—No soy idiota.
Amy empujó la puerta y salió a la calle.
—Si te crees todo lo que te diga la policía es que eres idiota. Tengo el coche aparcado a dos manzanas. —Escrutó el rostro de ______ con ojo crítico—. Estás pálida. Si quieres espérame aquí mientras voy a buscarlo.
______ negó con la cabeza, seguía dolida por el insulto.
—Me sentará bien caminar.
Amy se encogió de hombros y empezó a andar.
—Muy bien. Mira, siento haberte llamado idiota, pero me estás asustando. La policía quiere que te confíes, forma parte de su estrategia. Estoy segura de que, con esos ojazos azules, Jonas parece absolutamente sincero, pero el hecho es que es policía. Lo único que quieren es que te confíes. —La miró con ojos penetrantes—. Han hablado en la escalera, ¿verdad?
______ mantuvo la mirada fija hacia el frente.
—Solo le he dicho que yo no he sido.
—Y te ha pedido que se reúnan más tarde para hablar.
Ella alzó la barbilla, el tono agresivo de Amy la confundía.
—De hecho, se lo he pedido yo.
La despectiva carcajada de su amiga le puso los pelos de punta.
—¿Cuánto te dije que te cobraría? Voy a tener que duplicar el precio.
______ apretó los dientes y no dijo nada.
Amy resopló impaciente.
—Estás enfadada conmigo porque soy la única persona que te habla con franqueza. ______, no te fíes de la policía. Jonas utilizará su pestañeo seductor y su sonrisa de estrella de cine para conseguir que se lo cuentes todo; pero ¿sabes qué, querida? Que todo lo que digas será utilizado en tu contra. No me hagas trabajar más de la cuenta, caray. Cierra la boca y todo irá bien. No hables con ningún policía sin que tu abogada esté presente, es decir, sin que esté yo. ¿Me das tu palabra?
______ embutió las frías manos en los bolsillos. No sabía qué le molestaba más, si la amonestación de Amy o lo poco que esta confiaba en su capacidad para juzgar a las personas.
«Resulta que la psiquiatra soy yo», pensó con ironía. Colaborar con la policía no tenía nada de malo. De hecho, era posible que constituyera el único medio de terminar con todo aquello antes de que muriera alguien más.
—¿Y qué pasa si me niego, abogada?
Amy se detuvo en medio de la acera y obligó a ______ a hacer lo mismo. Su amiga hablaba totalmente en serio, su mirada era tan cortante como una cuchilla de afeitar y tenía las mejillas enrojecidas de ira.
—Pues que tendrá que buscarse quien la defienda, doctora, porque yo no pienso representarla. —Y dicho eso, echó a andar y dejó a ______ plantada en la acera, mirándola boquiabierta. Mientras su amiga desaparecía entre la multitud, ______ cayó en la cuenta de que era la segunda vez en tan solo una hora que alguien la llamaba "doctora" en aquel tono tan desagradable.
La primera persona había sido el policía apostado en la puerta del piso de Avery Winslow, que probablemente al asirla por el brazo le había dejado un moretón. Por suerte Nicholas Jonas le había parado los pies, le había ordenado que la soltara y no precisamente en un tono amable. Jonas la había respaldado, pero ______ se dijo que él era así; lo había hecho porque formaba parte de su carácter.
Daba qué pensar, aunque también tenía que pensar en un modo de volver a casa. Amy se había marchado hacía rato, no podría alcanzarla por mucho que corriera y tampoco pensaba hacerlo. No obstante, había salido del despacho sin maletín y sin monedero. En el bolsillo llevaba un dólar y medio, un poco de pelusilla y el móvil. «Si estuviera en casa, avisaría a Vito y vendría a buscarme en menos que canta un gallo.»
El pensamiento la sorprendió tanto que la obligó a pestañear. Y a apretar los dientes. Ahora su hogar estaba en Chicago, no en el sur de Filadelfia. Y su hermano Vito se encontraba a cientos de kilómetros de distancia. «Lo echo de menos.» Era capaz de admitirlo. «Los echo de menos a todos.» Sabía que Vito acudiría a su lado si lo llamara, pero eso le crearía problemas con su padre y no quería que eso sucediera. Pero si la hubieran arrestado... «Sí, entonces lo habría llamado.» No era ese el caso, así que descartó la idea.
En ese momento Zac debía de estar en el quirófano y Samantha se habría marchado a casa. Levantó la vista hasta el piso de Avery. Miller y Jonas seguían allí.
Y también los restos de Avery Winslow. Cerró los ojos para apartar de la memoria aquella escena, pero los abrió de inmediato ante las imágenes que se proyectaban en sus párpados. Avery yacía con la cabeza medio reventada y Cynthia tenía el cuerpo abierto en canal. También acudió a su mente su propia voz incitando a Cynthia a suicidarse. El recuerdo la perseguiría siempre.
No podía volver a subir, volver a enfrentarse a todo ello.
El hecho le daba rabia, y además la advertencia de Amy no cesaba de rondarle por la cabeza. Jonas era una buena persona y un buen policía. Miller se lo había dicho. Por otra parte, Miller había permitido que la arrestaran y la interrogaran. La razón le decía que lo había hecho para cumplir con su deber, pero aun así se sentía dolida. Además eso demostraba que la confianza depositada en un policía podía esfumarse de la noche a la mañana.
Ayudaría a Jonas y a Miller, pero se andaría con cuidado. De momento lo que necesitaba era encontrar un lugar donde descansar y resguardarse del frío. Echó un vistazo alrededor para tratar de orientarse. Estaba a solo unas manzanas del Lemon, el local donde sabía que la acogerían aunque no llevara un centavo encima.
Lunes, 13 de marzo, 16.45 horas.
Joanna dio sin querer un empujón a una dama que paseaba a un lento basset y masculló una disculpa sin dejar de correr. ______ Rossi, igual que todo el mundo, caminaba con la cabeza gacha para protegerse del viento y de la lluvia, lo cual le venía de perlas para pisarle los talones. Llevaba toda la tarde siguiendo a Rossi y sabía que otro de sus pacientes había muerto. La noticia volvería a aparecer en portada.
Y volvería a firmarla Cy Bremin. «Antes tendrá que pasar por encima de mi cadáver», pensó sin intención de hacer ningún juego de palabras.
Entrecerró los ojos que mantenía fijos en la persona que acababa de doblar la esquina y se dirigía hacia el oeste. Le hacía falta una exclusiva para asegurarse de que el c*abrón de Schmidt no le cedería la noticia a Bremin.
Necesitaba hablar con ______ Rossi sin trabas y parecía que sus deseos iban a hacerse realidad pues, en un arrebato que había dejado a Joanna estupefacta, la joven había despedido a su abogada; nada más y nada menos. Allí mismo, en plena calle. Y todo porque a la medicucha se le había metido en la cabeza, cooperar con la policía.
Personalmente, ella estaba de acuerdo con la abogada. Rossi era idiota. O tal vez —y no era más que una simple suposición— fuera cierto que no había hecho nada malo y todo formara parte de un plan verdaderamente enrevesado. Francamente, eso era lo de menos; lo importante era que la firma del artículo rezara "Joanna Carmichael".
Andrea P. Jonas:)
Re: No Te Escondas (N. Jonas y Tu)
Capitulo 7
2-4
Lunes, 13 de marzo, 16.45 horas.
Nicholas llegó justo en el momento en que Johnson, el forense, cerraba la cremallera de la bolsa que contenía el cadáver de Winslow. Se apartó para que pasaran con la camilla y se situó al lado de Miller.
—_____ está bien —anunció Nicholas en voz baja—. Le he contado lo de las tarjetas de crédito. No ha hecho falta decirle que eran suyas, ya se lo imaginaba.
—Mientras estabas con ella me ha llamado Spinnelli. —Miller le mostró el cuaderno donde había apuntado la dirección de una oficina bancaria del otro extremo de la ciudad—. Ha averiguado que la cuenta donde se efectuaron los cargos de la tarjeta de crédito es de esa oficina. Está abierta hasta las seis.
Nicholas miró el reloj.
—Tenemos el tiempo justo.
—Spinnelli también me ha dicho que tiene noticias de Patrick. Hay cinco abogados que están preparando recursos de apelación.
—Se va a armar.
—La gorda —añadió Miller—. ¿Dónde está _____?
—Se ha marchado a su casa a revisar los informes psiquiátricos de los juicios. Le he dicho que la llamaría más tarde.
—¡Miller! —Jack apareció en el vestíbulo donde confluían los dormitorios y les hizo señales para que se aproximaran—. Ven tú también, Nicholas. Te gustará ver esto.
Siguieron a Jack hasta la habitación que había sido el dormitorio del bebé. La cuna seguía estando en una esquina y en el cambiador se apilaban pañales desechables y polvos de talco, todo cubierto por una gruesa capa de polvo. Uno de los ayudantes de Jack se encontraba de pie sobre un taburete con el rostro contra un conducto de ventilación destapado cuya rejilla estaba apoyada en la pared.
—Este es Rick Simms. Muéstrales lo que has encontrado, Rick.
Rick se volvió; entre el índice y el pulgar sostenía un pequeño receptáculo negro, de dos centímetros y medio de ancho por uno veinticinco de largo.
Nicholas se subió a un extremo del taburete para verlo mejor. Un cable de dos centímetros y medio de largo sobresalía de una de las esquinas del receptáculo y Nicholas supo de inmediato qué era lo que había encontrado Rick Simms. Miró a Miller; ambos estaban atónitos y enojados. Le sorprendía que todavía les afectara algo después de todo lo que habían visto esa tarde.
—Es una cámara.
—Tienes buena vista —comentó Rick—. Es una cámara inalámbrica de alta resolución. —Inclinó ligeramente el receptáculo—. Y además puede reproducir sonidos. Aquí está el micrófono.
—Al muy hijo de p*uta le gusta mirar —masculló Miller—. ¿Cómo has sabido que estaba ahí?
—Rick se ha fijado en que no había polvo en la rejilla —dijo Jack con cierto orgullo en la voz—. Buen trabajo.
En el rostro de Rick se dibujó una sonrisa deslumbrante.
—Gracias.
—¿Cuántas cámaras más hay? —preguntó Nicholas, bajándose del taburete.
—Eso mismo nos preguntamos. —Jack los condujo de nuevo al salón—. Seguro que no han querido perderse el gran final —dijo, y señaló la rejilla de ventilación que había sobre el escritorio, cuya superficie había quedado despejada al trasladar el ordenador al laboratorio.
—Prueba con esa.
Rick hizo una mueca al esforzarse por alcanzar el conducto de ventilación salpicado de sangre y sesos.
—Qué asco, Jack —exclamó.
Jack soltó una risita sardónica.
—No te irá mal mancharte las manos para variar. Rick es uno de los expertos en electrónica del equipo —explicó dirigiéndose a Nicholas—. No suele salir del laboratorio, pero esta vez he pedido que vinieran todos.
Rick entregó la rejilla a Jack, quien la depositó en el suelo con cuidado.
—Tenías razón —dijo Rick—. Hay otra cámara con micrófono y... —Enfocó el oscuro hueco con la linterna y luego se volvió, turbado—. Y un altavoz instalado en la pared. —Lo descolgó para que todos pudieran verlo. Consistía en una cajita del tamaño de una ciruela—. ¿Para qué le hacía falta un altavoz?
—Mientras estabas con _____ ha venido un vecino, Nicholas —explicó Miller—. Nos ha dicho que llevaba todo el día oyendo llorar a un bebé. Yo creía que el hombre había estado viendo algún vídeo, pero ahora ya sabemos de dónde salía el llanto.
Rick miró con repugnancia el altavoz que sostenía.
—Nos enfrentamos a un gran hijo de p*uta.
—¿Adónde va a parar la señal del vídeo? —preguntó Nicholas.
—Aún no lo sé —respondió Rick—. Pero de entrada sospecho que al receptor Ethernet. Y luego... —Hizo una señal con la mano—. Sale por ahí.
Miller pestañeó extrañado.
—¿Al receptor Ethernet?
—Es un medio de conectarse a internet —dijo Nicholas; la mente le bullía, las repercusiones eran demasiado abrumadoras.
Rick asintió.
—Es un vídeo de esos a los que se puede acceder sin necesidad de descargárselos; el último grito, chicos. Las cámaras que normalmente encuentro están situadas en el suelo o en los zapatos de alguna mujer, hay pervertidos que las utilizan para verlas en ropa interior. Esa la han colocado para vigilar al tipo.
Miller sacudía la cabeza.
—Así, ¿las imágenes aparecen en internet? —repitió—. ¿En una página web o algo similar? ¿Nos estás diciendo que cualquiera podría haber visto a Winslow volarse los sesos?
—Es posible. —Rick encogió un hombro—. Depende de lo que pretenda el autor de todo esto. Si el espectáculo es privado, no aparecerá en una búsqueda de Google. —Arqueó las cejas—. Si no...
A Nicholas se le revolvió el estómago al captar el significado de las palabras de Rick.
—Santo Dios. ¿Podría ser una de esas páginas en que la gente paga por entrar? —Miró a Miller y vio que ambos habían llegado a la misma conclusión.
—Es el snuff del siglo veintiuno. —A Miller empezó a temblarle un músculo de la tensa mandíbula—. Parece increíble.
—¿Tienes idea del tiempo que lleva eso ahí? —preguntó Nicholas.
Jack se acuclilló para examinar la rejilla.
—En las rendijas se ve suciedad, pero en los tornillos no hay apenas polvo. Tal vez una semana o dos.
—Tenemos que averiguar quién ha accedido a este piso durante las últimas dos semanas —concluyó Miller—. ¿Qué tipo de persona buscamos? ¿Hace falta tener conocimientos de algún programa en especial?
Rick se bajó del taburete.
—En realidad podría haberlo hecho cualquier adolescente ducho en piratería informática.
Nicholas dio un resoplido cansino.
—Jack, tendremos que volver a registrar el piso de Cynthia Adams para ver si hay algún aparato semejante.
Jack miró a Rick.
—¿Puedes hacerlo hoy?
Rick asintió.
—¿Agarrar a ese tipo? Claro.
—Primero tenemos que seguir la pista de las flores del piso de Adams —explicó Miller—. ¿Puedes encargarte de terminar con esto, Jack?
Jack agitó la mano para indicarles que podían irse.
—Marchence. Nos encontraremos en el despacho de Spinnelli a las ocho. Diganle que encargue comida china, la noche será larga.
Lunes, 13 de marzo, 20.30 horas.
Seguía allí. Sentada en el comedor de su casa con una bata de seda roja y gruesos calcetines blancos. A su lado, encima de la mesa, había medio vaso de vino tinto. Consultaba ficheros y más ficheros.
Seguía allí. No estaba donde tenía que estar, encerrada en una celda, muerta de miedo, rodeada de chusma, aguardando a que uno de esos tipos a quienes llamaba "amigos" pagara la fianza; o bien delante de un juez.
Pero la paciencia era una virtud, y el rostro de Rossi empezaba a denotar estrés. La mano le temblaba cada vez que asía el vaso de vino y de vez en cuando en su rostro se dibujaba una expresión de puro horror que le tornaba las mejillas pálidas y los ojos vidriosos. Estaba recordando el aspecto de los cadáveres, imaginando cómo debían de haberse sentido las víctimas justo antes de morir al creer que las había traicionado, preguntándose cuál sería la siguiente.
Era suficiente por el momento.
En cuanto a la policía, de momento podían darse por satisfechos si al ir a mear se encontraban la polla. Con el tiempo, acabarían consultando las cuentas corrientes de las víctimas y paso a paso irían acortando la distancia que separaba a Rossi de su bonita fosa. Mientras tanto, quedaba por ver cuál era la decisión del consejo de cualificaciones profesionales. Habían entrado en acción antes de lo esperado, y todo gracias a Cy Bremin y la noticia que había ocupado una portada entera. Se lo había pasado en grande.
Tenía ganas de volver a oírlo. Un simple clic del ratón sobre el archivo de sonido sería suficiente para que la áspera voz del doctor Fenwick cobrara vida. "El consejo considera que las imputaciones son graves e inaceptables.
No." «¿En serio?» Las imputaciones no eran graves e inaceptables. Aquel era uno de los comentarios más necios que su micrófono había recogido durante las semanas que llevaba oculto tras uno de los archivadores del despacho de Rossi. El consejo no tenía ninguna prueba en su contra y todos los presentes en la sala lo sabían: Fenwick, Rossi y su abogada, que rápidamente había despachado el asunto con amenazas farragosas.
Sin embargo, la visita había sentado las bases sobre las que podría construir algo interesante. Era probable que el imperioso doctor Fenwick considerara la muerte de Avery Winslow más inaceptable aún. Segundo delito grave. El tercer ataque iría dirigido al consejo de cualificaciones profesionales, no a la policía. No sería el toque final, pero le serviría para matar el aburrimiento mientras la policía daba palos de ciego.
Y sobre todo sería muy divertido verlo.
Andrea P. Jonas:)
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