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No Te Escondas (N. Jonas y Tu)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: No Te Escondas (N. Jonas y Tu)
Pamm Jonas escribió:HOLAAA NUEVA LECTORA!!!! :)
Está genial la novela la he leido prácticamente en 1 día!!
SIGUELAAA!!! :)
Bienvenida...??
oye espera un momentito ya habias comentado antes no?? :P jajaja bueno no importa!!
BIENVENIDA!!! :cheers: :lol!:
me alegra que te guste la nove!! gracias por comentar!!! :D
Andrea P. Jonas:)
Re: No Te Escondas (N. Jonas y Tu)
haydeejOnaz escribió:como la dejas aho siguela péro yo...es que ya se besaron y ahahaha Denise es un amor .pero ahaha tienes que seguirla antes de que muero ahora ...es enserio.... siguela cuidate
jejeje tenia que dejarla en suspenso!! :P gracias por comentar! :D
Andrea P. Jonas:)
Re: No Te Escondas (N. Jonas y Tu)
Hey chicas como estan??
ya termine de contestar todos y cada uno de sus comentarios!! mis niñas mil gracias!! de verdad sus comentarios me alegran el dia!!! y me encanta leerlos toodos!!! y no me casare de agradecerles! :D
y pues ya me dejo de mis cursilerias :P y les dejo el cap de hoy espero que les guste!!! las quiero!! :hug: cuidense!!!
_____ observó la capota reparada del Camaro de Jonas y rezó por que la cinta resistiera, ya que volvía a llover. Sin embargo, no osó pronunciar palabra por si él volvía a tacharla de esnob. «Alguien le ha hecho daño», pensó. Esa persona debía de haber convertido el dinero en un problema y le habría hecho sentir que no estaba a la altura. Se mordió el labio inferior. Si una mujer consideraba que no estaba a la altura, era obvio que no lo había besado. Incluso ejerciendo un férreo autocontrol la había dejado impresionada. Sin duda había actuado con acierto. No le convenía enredarse con él ni con nadie, por lo menos ese día. Pero le había hecho bien saber que resultaba atractiva, y no habría sabido cuánto la deseaba Nicholas si no la hubiera estrechado entre sus brazos.
Se preguntó quién sería la mujer que le había hecho daño y que atribuía más valor al dinero que a su persona. Pero no le parecía apropiado preguntárselo, por lo menos de momento. No obstante, el silencio estaba empezando a pesarle.
—Me cae bien tu madre.
Nicholas la miró un momento y luego volvió la vista hacia la húmeda y oscura carretera.
—Le cae bien a todo el mundo. —Sus labios se curvaron en una sonrisa—. Gracias de todos modos. Se ha puesto más contenta que unas pascuas al ver que te gustaba todo lo que había comprado.
_____ palpó el suave jersey que llevaba puesto.
—Yo habría elegido las mismas cosas. Gracias por pedirle que me comprara jerséis de cuello alto.
—De nada.
_____ exhaló un suspiro.
—Y gracias por controlar la situación. No suelo arrojarme en los brazos de un hombre de ese modo.
Él no respondió, pero gracias a la tenue luz de los faros de los coches con los que se cruzaban ella vio que su mandíbula se tensaba. Luego suspiró.
—_____, si tratas de disculparte, no lo hagas. Y no creas que porque esta noche me haya controlado la próxima vez también lo haré.
A _____ se le pusieron los pelos de punta.
—¿La próxima vez?
La mirada de él fue rápida pero directa.
—Habrá una próxima vez, _____.
Ella se arrellanó en el asiento con una sonrisa de satisfacción.
—Muy bien.
La breve risa de Nicholas fue todo cuanto se oyó hasta que estacionó el coche en la plaza de aparcamiento de que ella disponía en el edificio donde tenía la consulta. _____ se apeó y miró extrañada.
—Está el coche de Harrison. Qué raro, nunca se queda a trabajar hasta tan tarde. —De pronto, el estómago le dio un vuelco—. Oh, no. —Corrió hacia la escalera, con Jonas siguiéndola de cerca, y se encontró con que Jack los estaba esperando en ella, delante de la consulta.
Jonas tomó las llaves que _____ sostenía en sus manos temblorosas, abrió la puerta y encendió la luz. Inmediatamente su figura bloqueó el paso.
—No entres.
Ella estiró el cuello para mirar y se quedó sin respiración.
—Dios mío. —El despacho de Samantha era un completo caos. Su ordenador estaba hecho pedazos. Revistas y libros hechos trizas tapizaban el suelo. Alguien había arrancado la puerta de madera de la cámara acorazada. No obstante, la cámara en sí estaba cerrada.
Jonas y Jack entraron despacio, empuñando sus armas.
—¡Policía! —La voz de Jonas repercutió contra las paredes; luego se hizo el silencio.
_____ señaló la puerta de Harrison, un poco entreabierta. Él siempre cerraba con llave.
—Nicholas, por favor, echa un vistazo al despacho de Harrison.
Este abrió la puerta de par en par.
—Dentro no se ve a nadie, _____. Pero ha habido una pelea de narices. —Los armarios estaban destrozados y el sofá hecho jirones. El monitor del ordenador de Harrison se había caído al suelo y la pantalla se había roto.
Jack abrió la puerta del despacho de _____.
—El tuyo está igual, _____. Alguien ha entrado a buscar algo.
Ella tragó saliva.
—¿Cámaras de vídeo?
Jack negó con la cabeza.
—No lo creo. Esto está hecho un desastre y quien colocó las videocámaras fue muy meticuloso. ¿Dijiste que no guardabas ningún historial en el despacho?
—No. Están todos en la cámara acorazada.
Justo el espacio que Jonas estaba escrutando con suma atención.
—Jack, ven aquí. —Señaló una de las pesadas bisagras y a _____ se le heló la sangre.
El extremo de la pieza estaba teñido de marrón oscuro. Era sangre seca. Jack se volvió a mirar a _____.
—Ven y ábrela, pero ten cuidado, está todo lleno de cristales.
Ella asintió con gesto trémulo, y se esforzó por recobrar la firmeza del pulso mientras marcaba la combinación y accionaba el tirador. Entonces dio un grito ahogado. Todos los archivadores habían sido extraídos de los estantes, las carpetas estaban abiertas y las cajas, volcadas. El suelo estaba cubierto de papel, en algunas zonas el grosor era de hasta quince centímetros. Debajo de una de las estanterías el papel estaba amontonado y cubría un bulto alargado. Del tamaño de un hombre.
—Harrison. —Con el corazón desbocado, _____ se arrodilló y al retirar el papel dejó al descubierto una cabeza de pelo blanco veteado de sangre. _____ destapó el rostro de su amigo y puso los dedos sobre su carótida. Contuvo el aliento hasta que notó su pulso. Era débil, pero lo había.
Jonas se acuclilló a su lado.
—¿Está vivo?
Ella asintió.
—Sí, pero le ha ido de poco. Ayúdame a quitar de en medio todo este papel. Necesito ver si tiene alguna herida más. ¡Cuidado! No lo muevas. —Desde el despacho se oían las interferencias de la radio de Jack, que estaba pidiendo una ambulancia. Mientras, Jonas destapó por completo al hombre y echó el papel a un lado—. La cabeza aún le sangra —observó—. Me hace falta algo para cortar la hemorragia.
—¿Hay algún botiquín? —le preguntó Jonas.
—En la taquilla. —_____ buscó a tientas las llaves, entonces recordó que aún las tenía Nicholas—. Es una de las llaves medianas. La número sesenta. Gracias.
Jonas le dio un apretoncito en el hombro y salió a toda prisa.
Harrison gimió y abrió los ojos con esfuerzo.
—_____.
Ella lo miró a los ojos mientras seguía palpando su cuerpo en busca de otras heridas.
—Tranquilo, Harrison. Ya estoy aquí. Vamos a llevarte a que te curen.
—_____. —La asió casi sin fuerza por la manga.
Al no encontrar más heridas externas, _____ avanzó a gatas hasta situarse delante de su rostro y se inclinó para acercarse a él.
—¿Quién te ha hecho esto?
Él hizo una mueca.
—Uno de tus pacientes. Estaba en el coche y me ha atacado por sorpresa. Llevaba un cuchillo.
El corazón de _____ omitió un latido.
—Lo siento.
—Calla y escucha, _____. Cogió su historial, y dijo... —Volvió a hacer una mueca—. Dijo que no quería que... fueras contando sus secretos por ahí, que antes... te mataría.
Ella empezó a desabrocharle el abrigo a tientas; luego, volvió la cabeza y prosiguió la tarea mirando lo que hacía.
—Iré con cuidado, Harrison. Te lo prometo.
Jonas se arrodilló a su lado y abrió el botiquín con pulso firme. Le tendió una gasa.
—¿Qué paciente es, doctor Ernst?
A Harrison le temblaron los labios al tratar de esbozar una patética sonrisa que atenazó el corazón de _____.
—Uno que está loco... supongo.
El hombre arrugó el entrecejo.
—No lo he visto por aquí... últimamente. Es joven. Lleva un peinado peculiar y tiene las orejas muy grandes. —Su tos era bronca—. Joder, cómo duele.
—¿Dónde? —_____ apartó de su mente la descripción y se centró por completo en Harrison. Acabó de desabrocharle el abrigo y luego hizo lo propio con la camisa. Y al verle el torso se estremeció. Estaba lleno de moratones y tenía muy mal aspecto—. ¿Dónde te duele?
Él trató de sonreír de nuevo.
—Más bien dirás dónde no me duele. —Cerró los ojos y soltó un gemido—. Me duelen las costillas, la espalda. Ese tipo quería que le abriera la cámara y como me resistía... me ha dado una buena paliza. Al final he tenido que decirle cómo... —El estertor que salió de su boca no presagiaba nada bueno—. Llama a Flo. Dile...
A _____ le costaba tragar saliva.
—La llamaré, Harrison. Nos encontraremos con ella en el hospital.
—Dile que la quiero.
_____ notó que se le ponían los ojos llorosos al presionar la gasa limpia contra la sangre de la herida.
—No seas tonto, Harrison. Se lo dirás tú mismo. Solo tienes una herida un poco aparatosa en la cabeza.
Él se limitó a mirarla y _____ notó que sabía que le estaba mintiendo. Los oscuros cardenales indicaban una gran hemorragia interna que resultaría bastante más difícil de cortar.
—¿Quién es Flo? —preguntó Jonas con voz queda.
—Su esposa. ¿Puedes llamarla? Tengo el móvil en el bolsillo de la chaqueta. El número está archivado como "Ernst casa". Dile que vaya al hospital. Aquí dentro no hay cobertura.
Él asintió, le dio otro apretoncito en el hombro y tomó el móvil.
Harrison resollaba.
—Ese policía amigo tuyo... es muy guapo.
_____ pestañeó y se enjugó los ojos. Luego se limpió las húmedas mejillas con el hombro.
—Chis.
—Los he visto juntos en las noticias. Es casi tan guapo como yo —bromeó, y _____ soltó una risa que más bien sonó a sollozo.
—Silencio, ancianito —respondió ella en tono suave—. Guárdate tu encanto para Flo.
Él abrió mucho los ojos y la miró con una mezcla de apremio y dolor.
—Díselo, _____. Por favor.
Ella le acarició la mejilla.
—Lo haré, te lo prometo. —Entonces él se tranquilizó. Resollaba tan fuerte que parecía que respirara a través de un pañuelo de papel. Era muy mala señal.
Jonas había regresado junto a _____ y la ayudó a ponerse en pie.
—Los médicos han llegado, _____. Vamos a dejar que hagan su trabajo.
Aturdida, _____ vio cómo se llevaban a Harrison. Jonas permaneció todo el rato detrás de ella, con las manos en sus hombros. Al fin le dio la vuelta; los ojos azules que un día la habían mirado con gesto acusador impedían ahora que se desmoronara.
—No es culpa tuya —dijo.
—Tiene el pulmón perforado —sollozó ella, sin prestarle atención—. ¿Se lo he dicho a los médicos?
Él la zarandeó suavemente.
—Sí, se lo has dicho. Tranquilízate, necesito que pienses. —Le oprimió los hombros con fuerza—. _____.
Ella pestañeó y relajó los hombros.
—¿Qué?
—¿De quién hablaba? Joven, con un peinado peculiar y grandes orejas. Dijo que no había venido por aquí últimamente.
Ella cerró los ojos y en su mente se dibujó el rostro del hombre. Qué fácil parecía. Solo tenía que decir su nombre y lo encerrarían. Recibiría su castigo. Parecía muy fácil, pero no podía hacerlo.
—No puedo decírtelo.
—¿Cómo que no puedes decírmelo?
Ella abrió los ojos y vio la seria mirada de incredulidad de él.
—Si me equivoco y no es él habré revelado la identidad de un paciente sin necesidad.
Él bajó las manos y retrocedió.
—¿Bromeas?
_____ miró a su alrededor, le temblaban las rodillas pero no había ningún lugar donde sentarse.
—Ojalá.
—Ya has oído lo que ha dicho tu amigo. Quienquiera que haya sido ha amenazado con matarte.
_____, cansada, se acercó a la pared y se apoyó en ella.
—Ya lo he oído. —Estaba casi segura de que sabía a quién se refería Harrison. Joven, corpulento, mezquino. Uno de los pocos pacientes que verdaderamente la habían asustado. «Me mataría sin pensarlo dos veces.» Notó el llanto inminente en su garganta y, no dispuesta a sucumbir, tragó saliva—. Tengo miedo, ¿sabes? —musitó con la voz quebrada.
Jonas se apoyó a su lado en la pared y le alzó la barbilla con un dedo.
—Pues dime quién es —susurró—. Nadie lo sabrá, te lo prometo.
Ella negó con la cabeza, aunque se sentía muy tentada de hablar. Tentada de arrojarse en sus brazos y dejar que él la abrazara fuerte.
—No puedo. Hoy mismo me han acusado de no respetar el secreto profesional, pero yo sé que no tienen razón. Si te digo quién es, la tendrán.
—_____, nadie lo sabrá.
—Yo sí. —Apartó la vista. «Y tú también.»
El equipo de Jack acababa de llegar y _____ observó aturdida cómo Jonas los guiaba hasta la cámara acorazada.
—Jack no puede acceder a los archivos sin una orden judicial, Nicholas.
Con la mandíbula tensa, Jonas asintió.
—No toques nada hasta que no consigamos una orden judicial, Jack —le gritó.
Jack asomó la cabeza.
—No pensaba hacerlo. Hemos cubierto de reactivo los estantes y las paredes. Si solo hay tres personas que habitualmente tengan acceso a la cámara, será muy fácil descartar sus huellas y descubrir las del intruso.
—Suponiendo que no llevara guantes —observó Jonas.
Jack se encogió de hombros.
—Soy optimista por naturaleza.
Jonas se volvió hasta apoyarse de espaldas en la pared y luego miró a _____.
—¿Puedes por lo menos darme una pista?
Ella vaciló un momento y luego asintió.
—Si conseguís alguna huella podéis utilizar el AFIS para identificarlo.
—Así que tiene antecedentes.
_____ esbozó una sonrisa desprovista de humor.
—Si es quien yo pienso, tiene una lista de antecedentes más larga que tu brazo. —Miró el reloj—. Tengo que ir al hospital. ¿Cuánto tardará Jack con el reactivo? Tengo que cerrar con llave la cámara antes de marcharme.
La mirada de Nicholas se ensombreció.
—No te fías de que metamos las narices donde no debemos, ¿eh?
Ella apretó los puños pero no alzó la voz.
—Mierda, Nicholas, me entran ganas de darte un sopapo. Esto no tiene nada que ver con que te tenga o no confianza; es una cuestión legal. Todos los papeles que hay ahí dentro están protegidos, detective. Si te los entrego sin una orden judicial estaré incumpliendo la ley. Pero a ti eso te da igual, ¿verdad?
Él apretó los dientes.
—Lo que no me da igual es que un desequilibrado con una lista de delitos interminable quiera matarte. Eso no me da igual. —Tomó aire y lo expulsó de golpe—. Nos daremos prisa para que puedas cerrar antes de irte.
Toda la irritación que _____ sentía se desvaneció.
—Vuelvo a ser de poca ayuda, ¿verdad?
—Sí, pero lo comprendo. No puedo decir que me guste, pero lo entiendo. —Sacó el móvil de _____ de su bolsillo—. Al llamar a la señora Ernst he visto que tienes unas cuantas llamadas perdidas.
_____ miró el teléfono perpleja antes de caer en la cuenta de lo que ocurría.
—He desconectado el sonido esta tarde antes de visitar a los pacientes. —Lo abrió y se quedó boquiabierta—. ¿Treinta llamadas?
—Seguro que la mayoría son de periodistas.
—¿Y cómo habrán conseguido mí número de teléfono?
—Igual que consiguen toda la información.
—Bien pensado. —Miró el teléfono con mala cara—. ¿Es posible intervenir un móvil?
Ahora era él el perplejo.
—No tengo ni idea. Mejor no toques ningún teléfono. Utiliza el mío si quieres acceder a tu contestador. —Le pasó la mano por debajo del pelo y le presionó el cuello con el pulgar justo en el punto donde su musculatura estaba más tensa. Un escalofrío recorrió la espalda de _____—. Trata de no preocuparte por tu amigo. ¿De acuerdo? —susurró. Le devolvió el teléfono y siguió con su trabajo.
—Treinta mensajes —dijo _____ para sí a la vez que marcaba el número de su contestador. Tenía la vana esperanza de que eso le impidiera pensar en Harrison mientras Jack ponía en práctica su magia.
Nicholas ocupó el asiento del acompañante del coche de Miller. Con un arranque de tos, agitó la mano para dispersar el humo de la cabina.
—Joder, Miller, ¿es que te has fumado todo el paquete de golpe?
—Lo siento. —Miller bajó la ventanilla y dio una última calada al cigarrillo antes de apagarlo en el rebosante cenicero—. ¿Qué demonios has estado haciendo para tardar tanto?
No había contestado a la primera llamada de Miller porque _____ estaba usando su móvil, pero no pensaba decírselo.
—¿La has visto? —preguntó en lugar de dar explicaciones. Se refería a Nicole Rivera, una extraordinaria actriz de doblaje.
—No, pero trabaja allí. —Señaló un restaurante del otro lado de la calle.
—Es un restaurante caro. —Nicholas lo sabía por experiencia. Solo con ver el local se le revolvía el estómago.
—La gente se viste de esmoquin y tal —coincidió Miller—. El dueño me ha confirmado que la chica trabaja ahí, aunque no parecía muy contento al hablar conmigo. Y seguro que ahora aún lo está menos. Nicole lleva veinte minutos de retraso.
—¿Le habrán avisado?
—Puede ser. Hace dos horas que he venido por primera vez, y he hablado con el dueño nada más llegar. Me ha dado la dirección que consta en su ficha.
—¿Es falsa?
—Es antigua. La mujer que ha abierto la puerta me ha dicho que la chica se había trasladado hace unos dos meses porque no podía pagar el alquiler.
—Si trabaja en ese sitio tiene que ganar mucho dinero. ¿Dejó dicho adónde se mudaba?
—Sí. He ido allí también pero no estaba, y todavía no tenía ninguna orden de registro. Ahora ya la tengo.
—Menudo trajín.
Miller asintió.
—No me has dicho por qué has tardado tanto.
—He tenido que acompañar a _____ al hospital. —Ya le había contado lo del robo, la paliza de Ernst y la amenaza contra _____.
Miller aplastó la colilla en el cenicero.
—¿Has hablado con el equipo de seguridad del hospital?
—Sí. —Nicholas frunció el entrecejo—. Un tipo alto con un peinado peculiar y las orejas grandes. Y con los nudillos despellejados de las hostias que le ha dado al viejo. Del nombre, ni idea. —_____ se había mantenido firme y, aunque lo entendía, Nicholas sentía tanta rabia que tenía ganas de romper algo... o la cara de alguien. Esperaba estar presente cuando Jack averiguara algo con el AFIS.
—¿Y Ernst qué?, ¿se salvará?
—Lo veo difícil. _____ le ha cortado la hemorragia antes de que llegaran los médicos de urgencias. Ha conseguido conservar la calma. —Se miró los nudillos y recordó el vendaje que le había aplicado la noche anterior—. Siempre se me olvida que ha estudiado la misma carrera que los médicos de verdad.
Miller esbozó una sonrisa irónica.
—Yo que tú no se lo diría así.
Nicholas soltó una risita.
—No lo haré. Mira, el restaurante pronto se llenará. Si queremos volver a hablar con el dueño, será mejor que lo hagamos antes.
Se apearon del coche. Nicholas respiró con gusto el aire fresco y Miller le dirigió una mirada avinagrada.
—Ya te he dicho que lo siento.
—Aún no me he quejado.
—Joder —gruñó Miller—. ¿Cómo sabes que el restaurante está a punto de llenarse?
—Mi ex novia solía hacerme venir después de los conciertos.
Miller dio un silbido a la vez que abría la puerta del local.
—Debía de salirte cara.
«Qué me vas a contar», pensó Nicholas con tristeza. Los prístinos manteles le traían muchos recuerdos. Le había salido cara en más de un sentido. Aquel restaurante era uno de los lugares predilectos de Miley. A un policía corriente, una cena con los cócteles y el vino podía costarle el sueldo de dos días. Por eso tuvo que cortar lo que le suponía una ruina, y ella le había montado un número.
Miley podía pasarse la vida entera montando numeritos. Pero ya no tendría que hacerlo nunca más. Por fin había alcanzado su objetivo: iba a casarse con un hombre que podía costearle el ritmo de vida que su padrastro le había enseñado a llevar. Pobre tipo. Se refería a su marido, no a su papi. El papi de Shelley no tenía nada de pobre. Exhaló un suspiro. Y él ya no tenía que preocuparse de Miley.
Nicholas nunca se había sentido cómodo en lugares como aquel. Siempre temía utilizar el tenedor equivocado, y pagar semejantes sumas por una cena le parecía una locura. Seguro que _____ se sentiría estupendamente allí, pensó, pero enseguida se arrepintió. Ella le había dejado muy claro que asumía sus propios gastos. Pero, aunque al oírla hablar así se le hacía la boca agua, él no pensaba permitir que una mujer pagara la cuenta.
«Qué machista —le decía la conciencia—. ¿Y qué? —se replicó a sí mismo en el acto—. ¿Qué tiene de malo?»
—Es una vieja historia —le respondió a Miller en tono cortante. Escrutar los rostros que iban y venían lo ayudó a centrarse—. Disculpe —dijo para llamar la atención del maître vestido de esmoquin. Este lo miró con superioridad—. Estamos buscando a Nicole Rivera.
—Bienvenidos al club —respondió el maître con desdén—. Si la encuentran, díganle que está despedida.
—¿Por llegar veinte minutos tarde? —preguntó Miller en tono suave.
—No, porque ha faltado tres días en las últimas dos semanas.
—¿Qué días? —quiso saber Nicholas.
—No me acuerdo —dijo el hombre con un suspiro de impaciencia.
—Trate de hacer memoria —le advirtió Miller—. Si no, nos llevará mucho más tiempo.
El hombre alzó los ojos en señal de exasperación.
—Ayer, y también el sábado por la noche. Y ahora si me disculpan, por favor. —Señaló la puerta con un gesto desdeñoso que hizo que a Nicholas le entraran ganas de darle un puñetazo. Pero en vez de eso, le tendió una tarjeta.
—Si aparece, llámenos.
El hombre tomó la tarjeta por una esquina.
—Claro.
Una vez en la calle, Miller sacudió la cabeza.
—¿Cuánto cuesta una cena? ¿Cien dólares?
—Por barba. —Se echó a reír al ver que Miller se había quedado patidifuso—. Y si pides vino, multiplícalo por tres.
—No me extraña que ya no seáis novios.
—Volvamos al piso de Nicole. A lo mejor estaba en casa y no te ha contestado.
ya termine de contestar todos y cada uno de sus comentarios!! mis niñas mil gracias!! de verdad sus comentarios me alegran el dia!!! y me encanta leerlos toodos!!! y no me casare de agradecerles! :D
y pues ya me dejo de mis cursilerias :P y les dejo el cap de hoy espero que les guste!!! las quiero!! :hug: cuidense!!!
Capitulo 11
Martes, 14 de marzo, 19.45 horas.
_____ observó la capota reparada del Camaro de Jonas y rezó por que la cinta resistiera, ya que volvía a llover. Sin embargo, no osó pronunciar palabra por si él volvía a tacharla de esnob. «Alguien le ha hecho daño», pensó. Esa persona debía de haber convertido el dinero en un problema y le habría hecho sentir que no estaba a la altura. Se mordió el labio inferior. Si una mujer consideraba que no estaba a la altura, era obvio que no lo había besado. Incluso ejerciendo un férreo autocontrol la había dejado impresionada. Sin duda había actuado con acierto. No le convenía enredarse con él ni con nadie, por lo menos ese día. Pero le había hecho bien saber que resultaba atractiva, y no habría sabido cuánto la deseaba Nicholas si no la hubiera estrechado entre sus brazos.
Se preguntó quién sería la mujer que le había hecho daño y que atribuía más valor al dinero que a su persona. Pero no le parecía apropiado preguntárselo, por lo menos de momento. No obstante, el silencio estaba empezando a pesarle.
—Me cae bien tu madre.
Nicholas la miró un momento y luego volvió la vista hacia la húmeda y oscura carretera.
—Le cae bien a todo el mundo. —Sus labios se curvaron en una sonrisa—. Gracias de todos modos. Se ha puesto más contenta que unas pascuas al ver que te gustaba todo lo que había comprado.
_____ palpó el suave jersey que llevaba puesto.
—Yo habría elegido las mismas cosas. Gracias por pedirle que me comprara jerséis de cuello alto.
—De nada.
_____ exhaló un suspiro.
—Y gracias por controlar la situación. No suelo arrojarme en los brazos de un hombre de ese modo.
Él no respondió, pero gracias a la tenue luz de los faros de los coches con los que se cruzaban ella vio que su mandíbula se tensaba. Luego suspiró.
—_____, si tratas de disculparte, no lo hagas. Y no creas que porque esta noche me haya controlado la próxima vez también lo haré.
A _____ se le pusieron los pelos de punta.
—¿La próxima vez?
La mirada de él fue rápida pero directa.
—Habrá una próxima vez, _____.
Ella se arrellanó en el asiento con una sonrisa de satisfacción.
—Muy bien.
La breve risa de Nicholas fue todo cuanto se oyó hasta que estacionó el coche en la plaza de aparcamiento de que ella disponía en el edificio donde tenía la consulta. _____ se apeó y miró extrañada.
—Está el coche de Harrison. Qué raro, nunca se queda a trabajar hasta tan tarde. —De pronto, el estómago le dio un vuelco—. Oh, no. —Corrió hacia la escalera, con Jonas siguiéndola de cerca, y se encontró con que Jack los estaba esperando en ella, delante de la consulta.
Jonas tomó las llaves que _____ sostenía en sus manos temblorosas, abrió la puerta y encendió la luz. Inmediatamente su figura bloqueó el paso.
—No entres.
Ella estiró el cuello para mirar y se quedó sin respiración.
—Dios mío. —El despacho de Samantha era un completo caos. Su ordenador estaba hecho pedazos. Revistas y libros hechos trizas tapizaban el suelo. Alguien había arrancado la puerta de madera de la cámara acorazada. No obstante, la cámara en sí estaba cerrada.
Jonas y Jack entraron despacio, empuñando sus armas.
—¡Policía! —La voz de Jonas repercutió contra las paredes; luego se hizo el silencio.
_____ señaló la puerta de Harrison, un poco entreabierta. Él siempre cerraba con llave.
—Nicholas, por favor, echa un vistazo al despacho de Harrison.
Este abrió la puerta de par en par.
—Dentro no se ve a nadie, _____. Pero ha habido una pelea de narices. —Los armarios estaban destrozados y el sofá hecho jirones. El monitor del ordenador de Harrison se había caído al suelo y la pantalla se había roto.
Jack abrió la puerta del despacho de _____.
—El tuyo está igual, _____. Alguien ha entrado a buscar algo.
Ella tragó saliva.
—¿Cámaras de vídeo?
Jack negó con la cabeza.
—No lo creo. Esto está hecho un desastre y quien colocó las videocámaras fue muy meticuloso. ¿Dijiste que no guardabas ningún historial en el despacho?
—No. Están todos en la cámara acorazada.
Justo el espacio que Jonas estaba escrutando con suma atención.
—Jack, ven aquí. —Señaló una de las pesadas bisagras y a _____ se le heló la sangre.
El extremo de la pieza estaba teñido de marrón oscuro. Era sangre seca. Jack se volvió a mirar a _____.
—Ven y ábrela, pero ten cuidado, está todo lleno de cristales.
Ella asintió con gesto trémulo, y se esforzó por recobrar la firmeza del pulso mientras marcaba la combinación y accionaba el tirador. Entonces dio un grito ahogado. Todos los archivadores habían sido extraídos de los estantes, las carpetas estaban abiertas y las cajas, volcadas. El suelo estaba cubierto de papel, en algunas zonas el grosor era de hasta quince centímetros. Debajo de una de las estanterías el papel estaba amontonado y cubría un bulto alargado. Del tamaño de un hombre.
—Harrison. —Con el corazón desbocado, _____ se arrodilló y al retirar el papel dejó al descubierto una cabeza de pelo blanco veteado de sangre. _____ destapó el rostro de su amigo y puso los dedos sobre su carótida. Contuvo el aliento hasta que notó su pulso. Era débil, pero lo había.
Jonas se acuclilló a su lado.
—¿Está vivo?
Ella asintió.
—Sí, pero le ha ido de poco. Ayúdame a quitar de en medio todo este papel. Necesito ver si tiene alguna herida más. ¡Cuidado! No lo muevas. —Desde el despacho se oían las interferencias de la radio de Jack, que estaba pidiendo una ambulancia. Mientras, Jonas destapó por completo al hombre y echó el papel a un lado—. La cabeza aún le sangra —observó—. Me hace falta algo para cortar la hemorragia.
—¿Hay algún botiquín? —le preguntó Jonas.
—En la taquilla. —_____ buscó a tientas las llaves, entonces recordó que aún las tenía Nicholas—. Es una de las llaves medianas. La número sesenta. Gracias.
Jonas le dio un apretoncito en el hombro y salió a toda prisa.
Harrison gimió y abrió los ojos con esfuerzo.
—_____.
Ella lo miró a los ojos mientras seguía palpando su cuerpo en busca de otras heridas.
—Tranquilo, Harrison. Ya estoy aquí. Vamos a llevarte a que te curen.
—_____. —La asió casi sin fuerza por la manga.
Al no encontrar más heridas externas, _____ avanzó a gatas hasta situarse delante de su rostro y se inclinó para acercarse a él.
—¿Quién te ha hecho esto?
Él hizo una mueca.
—Uno de tus pacientes. Estaba en el coche y me ha atacado por sorpresa. Llevaba un cuchillo.
El corazón de _____ omitió un latido.
—Lo siento.
—Calla y escucha, _____. Cogió su historial, y dijo... —Volvió a hacer una mueca—. Dijo que no quería que... fueras contando sus secretos por ahí, que antes... te mataría.
Ella empezó a desabrocharle el abrigo a tientas; luego, volvió la cabeza y prosiguió la tarea mirando lo que hacía.
—Iré con cuidado, Harrison. Te lo prometo.
Jonas se arrodilló a su lado y abrió el botiquín con pulso firme. Le tendió una gasa.
—¿Qué paciente es, doctor Ernst?
A Harrison le temblaron los labios al tratar de esbozar una patética sonrisa que atenazó el corazón de _____.
—Uno que está loco... supongo.
El hombre arrugó el entrecejo.
—No lo he visto por aquí... últimamente. Es joven. Lleva un peinado peculiar y tiene las orejas muy grandes. —Su tos era bronca—. Joder, cómo duele.
—¿Dónde? —_____ apartó de su mente la descripción y se centró por completo en Harrison. Acabó de desabrocharle el abrigo y luego hizo lo propio con la camisa. Y al verle el torso se estremeció. Estaba lleno de moratones y tenía muy mal aspecto—. ¿Dónde te duele?
Él trató de sonreír de nuevo.
—Más bien dirás dónde no me duele. —Cerró los ojos y soltó un gemido—. Me duelen las costillas, la espalda. Ese tipo quería que le abriera la cámara y como me resistía... me ha dado una buena paliza. Al final he tenido que decirle cómo... —El estertor que salió de su boca no presagiaba nada bueno—. Llama a Flo. Dile...
A _____ le costaba tragar saliva.
—La llamaré, Harrison. Nos encontraremos con ella en el hospital.
—Dile que la quiero.
_____ notó que se le ponían los ojos llorosos al presionar la gasa limpia contra la sangre de la herida.
—No seas tonto, Harrison. Se lo dirás tú mismo. Solo tienes una herida un poco aparatosa en la cabeza.
Él se limitó a mirarla y _____ notó que sabía que le estaba mintiendo. Los oscuros cardenales indicaban una gran hemorragia interna que resultaría bastante más difícil de cortar.
—¿Quién es Flo? —preguntó Jonas con voz queda.
—Su esposa. ¿Puedes llamarla? Tengo el móvil en el bolsillo de la chaqueta. El número está archivado como "Ernst casa". Dile que vaya al hospital. Aquí dentro no hay cobertura.
Él asintió, le dio otro apretoncito en el hombro y tomó el móvil.
Harrison resollaba.
—Ese policía amigo tuyo... es muy guapo.
_____ pestañeó y se enjugó los ojos. Luego se limpió las húmedas mejillas con el hombro.
—Chis.
—Los he visto juntos en las noticias. Es casi tan guapo como yo —bromeó, y _____ soltó una risa que más bien sonó a sollozo.
—Silencio, ancianito —respondió ella en tono suave—. Guárdate tu encanto para Flo.
Él abrió mucho los ojos y la miró con una mezcla de apremio y dolor.
—Díselo, _____. Por favor.
Ella le acarició la mejilla.
—Lo haré, te lo prometo. —Entonces él se tranquilizó. Resollaba tan fuerte que parecía que respirara a través de un pañuelo de papel. Era muy mala señal.
Jonas había regresado junto a _____ y la ayudó a ponerse en pie.
—Los médicos han llegado, _____. Vamos a dejar que hagan su trabajo.
Aturdida, _____ vio cómo se llevaban a Harrison. Jonas permaneció todo el rato detrás de ella, con las manos en sus hombros. Al fin le dio la vuelta; los ojos azules que un día la habían mirado con gesto acusador impedían ahora que se desmoronara.
—No es culpa tuya —dijo.
—Tiene el pulmón perforado —sollozó ella, sin prestarle atención—. ¿Se lo he dicho a los médicos?
Él la zarandeó suavemente.
—Sí, se lo has dicho. Tranquilízate, necesito que pienses. —Le oprimió los hombros con fuerza—. _____.
Ella pestañeó y relajó los hombros.
—¿Qué?
—¿De quién hablaba? Joven, con un peinado peculiar y grandes orejas. Dijo que no había venido por aquí últimamente.
Ella cerró los ojos y en su mente se dibujó el rostro del hombre. Qué fácil parecía. Solo tenía que decir su nombre y lo encerrarían. Recibiría su castigo. Parecía muy fácil, pero no podía hacerlo.
—No puedo decírtelo.
—¿Cómo que no puedes decírmelo?
Ella abrió los ojos y vio la seria mirada de incredulidad de él.
—Si me equivoco y no es él habré revelado la identidad de un paciente sin necesidad.
Él bajó las manos y retrocedió.
—¿Bromeas?
_____ miró a su alrededor, le temblaban las rodillas pero no había ningún lugar donde sentarse.
—Ojalá.
—Ya has oído lo que ha dicho tu amigo. Quienquiera que haya sido ha amenazado con matarte.
_____, cansada, se acercó a la pared y se apoyó en ella.
—Ya lo he oído. —Estaba casi segura de que sabía a quién se refería Harrison. Joven, corpulento, mezquino. Uno de los pocos pacientes que verdaderamente la habían asustado. «Me mataría sin pensarlo dos veces.» Notó el llanto inminente en su garganta y, no dispuesta a sucumbir, tragó saliva—. Tengo miedo, ¿sabes? —musitó con la voz quebrada.
Jonas se apoyó a su lado en la pared y le alzó la barbilla con un dedo.
—Pues dime quién es —susurró—. Nadie lo sabrá, te lo prometo.
Ella negó con la cabeza, aunque se sentía muy tentada de hablar. Tentada de arrojarse en sus brazos y dejar que él la abrazara fuerte.
—No puedo. Hoy mismo me han acusado de no respetar el secreto profesional, pero yo sé que no tienen razón. Si te digo quién es, la tendrán.
—_____, nadie lo sabrá.
—Yo sí. —Apartó la vista. «Y tú también.»
El equipo de Jack acababa de llegar y _____ observó aturdida cómo Jonas los guiaba hasta la cámara acorazada.
—Jack no puede acceder a los archivos sin una orden judicial, Nicholas.
Con la mandíbula tensa, Jonas asintió.
—No toques nada hasta que no consigamos una orden judicial, Jack —le gritó.
Jack asomó la cabeza.
—No pensaba hacerlo. Hemos cubierto de reactivo los estantes y las paredes. Si solo hay tres personas que habitualmente tengan acceso a la cámara, será muy fácil descartar sus huellas y descubrir las del intruso.
—Suponiendo que no llevara guantes —observó Jonas.
Jack se encogió de hombros.
—Soy optimista por naturaleza.
Jonas se volvió hasta apoyarse de espaldas en la pared y luego miró a _____.
—¿Puedes por lo menos darme una pista?
Ella vaciló un momento y luego asintió.
—Si conseguís alguna huella podéis utilizar el AFIS para identificarlo.
—Así que tiene antecedentes.
_____ esbozó una sonrisa desprovista de humor.
—Si es quien yo pienso, tiene una lista de antecedentes más larga que tu brazo. —Miró el reloj—. Tengo que ir al hospital. ¿Cuánto tardará Jack con el reactivo? Tengo que cerrar con llave la cámara antes de marcharme.
La mirada de Nicholas se ensombreció.
—No te fías de que metamos las narices donde no debemos, ¿eh?
Ella apretó los puños pero no alzó la voz.
—Mierda, Nicholas, me entran ganas de darte un sopapo. Esto no tiene nada que ver con que te tenga o no confianza; es una cuestión legal. Todos los papeles que hay ahí dentro están protegidos, detective. Si te los entrego sin una orden judicial estaré incumpliendo la ley. Pero a ti eso te da igual, ¿verdad?
Él apretó los dientes.
—Lo que no me da igual es que un desequilibrado con una lista de delitos interminable quiera matarte. Eso no me da igual. —Tomó aire y lo expulsó de golpe—. Nos daremos prisa para que puedas cerrar antes de irte.
Toda la irritación que _____ sentía se desvaneció.
—Vuelvo a ser de poca ayuda, ¿verdad?
—Sí, pero lo comprendo. No puedo decir que me guste, pero lo entiendo. —Sacó el móvil de _____ de su bolsillo—. Al llamar a la señora Ernst he visto que tienes unas cuantas llamadas perdidas.
_____ miró el teléfono perpleja antes de caer en la cuenta de lo que ocurría.
—He desconectado el sonido esta tarde antes de visitar a los pacientes. —Lo abrió y se quedó boquiabierta—. ¿Treinta llamadas?
—Seguro que la mayoría son de periodistas.
—¿Y cómo habrán conseguido mí número de teléfono?
—Igual que consiguen toda la información.
—Bien pensado. —Miró el teléfono con mala cara—. ¿Es posible intervenir un móvil?
Ahora era él el perplejo.
—No tengo ni idea. Mejor no toques ningún teléfono. Utiliza el mío si quieres acceder a tu contestador. —Le pasó la mano por debajo del pelo y le presionó el cuello con el pulgar justo en el punto donde su musculatura estaba más tensa. Un escalofrío recorrió la espalda de _____—. Trata de no preocuparte por tu amigo. ¿De acuerdo? —susurró. Le devolvió el teléfono y siguió con su trabajo.
—Treinta mensajes —dijo _____ para sí a la vez que marcaba el número de su contestador. Tenía la vana esperanza de que eso le impidiera pensar en Harrison mientras Jack ponía en práctica su magia.
Martes, 14 de marzo, 20.50 horas.
Nicholas ocupó el asiento del acompañante del coche de Miller. Con un arranque de tos, agitó la mano para dispersar el humo de la cabina.
—Joder, Miller, ¿es que te has fumado todo el paquete de golpe?
—Lo siento. —Miller bajó la ventanilla y dio una última calada al cigarrillo antes de apagarlo en el rebosante cenicero—. ¿Qué demonios has estado haciendo para tardar tanto?
No había contestado a la primera llamada de Miller porque _____ estaba usando su móvil, pero no pensaba decírselo.
—¿La has visto? —preguntó en lugar de dar explicaciones. Se refería a Nicole Rivera, una extraordinaria actriz de doblaje.
—No, pero trabaja allí. —Señaló un restaurante del otro lado de la calle.
—Es un restaurante caro. —Nicholas lo sabía por experiencia. Solo con ver el local se le revolvía el estómago.
—La gente se viste de esmoquin y tal —coincidió Miller—. El dueño me ha confirmado que la chica trabaja ahí, aunque no parecía muy contento al hablar conmigo. Y seguro que ahora aún lo está menos. Nicole lleva veinte minutos de retraso.
—¿Le habrán avisado?
—Puede ser. Hace dos horas que he venido por primera vez, y he hablado con el dueño nada más llegar. Me ha dado la dirección que consta en su ficha.
—¿Es falsa?
—Es antigua. La mujer que ha abierto la puerta me ha dicho que la chica se había trasladado hace unos dos meses porque no podía pagar el alquiler.
—Si trabaja en ese sitio tiene que ganar mucho dinero. ¿Dejó dicho adónde se mudaba?
—Sí. He ido allí también pero no estaba, y todavía no tenía ninguna orden de registro. Ahora ya la tengo.
—Menudo trajín.
Miller asintió.
—No me has dicho por qué has tardado tanto.
—He tenido que acompañar a _____ al hospital. —Ya le había contado lo del robo, la paliza de Ernst y la amenaza contra _____.
Miller aplastó la colilla en el cenicero.
—¿Has hablado con el equipo de seguridad del hospital?
—Sí. —Nicholas frunció el entrecejo—. Un tipo alto con un peinado peculiar y las orejas grandes. Y con los nudillos despellejados de las hostias que le ha dado al viejo. Del nombre, ni idea. —_____ se había mantenido firme y, aunque lo entendía, Nicholas sentía tanta rabia que tenía ganas de romper algo... o la cara de alguien. Esperaba estar presente cuando Jack averiguara algo con el AFIS.
—¿Y Ernst qué?, ¿se salvará?
—Lo veo difícil. _____ le ha cortado la hemorragia antes de que llegaran los médicos de urgencias. Ha conseguido conservar la calma. —Se miró los nudillos y recordó el vendaje que le había aplicado la noche anterior—. Siempre se me olvida que ha estudiado la misma carrera que los médicos de verdad.
Miller esbozó una sonrisa irónica.
—Yo que tú no se lo diría así.
Nicholas soltó una risita.
—No lo haré. Mira, el restaurante pronto se llenará. Si queremos volver a hablar con el dueño, será mejor que lo hagamos antes.
Se apearon del coche. Nicholas respiró con gusto el aire fresco y Miller le dirigió una mirada avinagrada.
—Ya te he dicho que lo siento.
—Aún no me he quejado.
—Joder —gruñó Miller—. ¿Cómo sabes que el restaurante está a punto de llenarse?
—Mi ex novia solía hacerme venir después de los conciertos.
Miller dio un silbido a la vez que abría la puerta del local.
—Debía de salirte cara.
«Qué me vas a contar», pensó Nicholas con tristeza. Los prístinos manteles le traían muchos recuerdos. Le había salido cara en más de un sentido. Aquel restaurante era uno de los lugares predilectos de Miley. A un policía corriente, una cena con los cócteles y el vino podía costarle el sueldo de dos días. Por eso tuvo que cortar lo que le suponía una ruina, y ella le había montado un número.
Miley podía pasarse la vida entera montando numeritos. Pero ya no tendría que hacerlo nunca más. Por fin había alcanzado su objetivo: iba a casarse con un hombre que podía costearle el ritmo de vida que su padrastro le había enseñado a llevar. Pobre tipo. Se refería a su marido, no a su papi. El papi de Shelley no tenía nada de pobre. Exhaló un suspiro. Y él ya no tenía que preocuparse de Miley.
Nicholas nunca se había sentido cómodo en lugares como aquel. Siempre temía utilizar el tenedor equivocado, y pagar semejantes sumas por una cena le parecía una locura. Seguro que _____ se sentiría estupendamente allí, pensó, pero enseguida se arrepintió. Ella le había dejado muy claro que asumía sus propios gastos. Pero, aunque al oírla hablar así se le hacía la boca agua, él no pensaba permitir que una mujer pagara la cuenta.
«Qué machista —le decía la conciencia—. ¿Y qué? —se replicó a sí mismo en el acto—. ¿Qué tiene de malo?»
—Es una vieja historia —le respondió a Miller en tono cortante. Escrutar los rostros que iban y venían lo ayudó a centrarse—. Disculpe —dijo para llamar la atención del maître vestido de esmoquin. Este lo miró con superioridad—. Estamos buscando a Nicole Rivera.
—Bienvenidos al club —respondió el maître con desdén—. Si la encuentran, díganle que está despedida.
—¿Por llegar veinte minutos tarde? —preguntó Miller en tono suave.
—No, porque ha faltado tres días en las últimas dos semanas.
—¿Qué días? —quiso saber Nicholas.
—No me acuerdo —dijo el hombre con un suspiro de impaciencia.
—Trate de hacer memoria —le advirtió Miller—. Si no, nos llevará mucho más tiempo.
El hombre alzó los ojos en señal de exasperación.
—Ayer, y también el sábado por la noche. Y ahora si me disculpan, por favor. —Señaló la puerta con un gesto desdeñoso que hizo que a Nicholas le entraran ganas de darle un puñetazo. Pero en vez de eso, le tendió una tarjeta.
—Si aparece, llámenos.
El hombre tomó la tarjeta por una esquina.
—Claro.
Una vez en la calle, Miller sacudió la cabeza.
—¿Cuánto cuesta una cena? ¿Cien dólares?
—Por barba. —Se echó a reír al ver que Miller se había quedado patidifuso—. Y si pides vino, multiplícalo por tres.
—No me extraña que ya no seáis novios.
—Volvamos al piso de Nicole. A lo mejor estaba en casa y no te ha contestado.
Andrea P. Jonas:)
Re: No Te Escondas (N. Jonas y Tu)
OOOOOOOOOHHHHHH!!!!!!! NO LO PUEDO CREEERRR YO PENSE QUE ERA EL JEFE DE _____.. PERO AHORA YA NO SEEE!!!!
AAAII SIGUELA PORFIIISS
AAAII SIGUELA PORFIIISS
chelis
Re: No Te Escondas (N. Jonas y Tu)
chelis escribió:OOOOOOOOOHHHHHH!!!!!!! NO LO PUEDO CREEERRR YO PENSE QUE ERA EL JEFE DE _____.. PERO AHORA YA NO SEEE!!!!
AAAII SIGUELA PORFIIISS
jjejeje no el no era!!! pero estuviste serca!!! jajaj pero no queiro adelantar nada!!! :P
gracias por comentar y por pasar de pagina!!! :D
Andrea P. Jonas:)
Re: No Te Escondas (N. Jonas y Tu)
Mis niñas...
HAPPY JONAS DAY!!!!!!!! :grupo: :lol!:
Hoy es nuestro dia!! y de nuestros amores!! asi que les tengo un pequeño regalito!!! espñero que les guste!!! :D
HAPPY JONAS DAY!!!!!!!! :grupo: :lol!:
Hoy es nuestro dia!! y de nuestros amores!! asi que les tengo un pequeño regalito!!! espñero que les guste!!! :D
Andrea P. Jonas:)
Re: No Te Escondas (N. Jonas y Tu)
ahahah HAPPY DAY..... quiero ver que es el regalo... ")..... espero e verdad ...
haydeejOnaz
Re: No Te Escondas (N. Jonas y Tu)
Maraton!!!
1-3
1-3
Martes, 14 de marzo, 21.40 horas.
—Mierda —masculló Miller—. Joder. Llegamos tarde.Era una verdad como un templo. Claro que Nicole Rivera se encontraba en casa, pensó Nicholas mientras evaluaba los daños, pero tenía sus buenos motivos para no haber abierto la puerta.
La habían encontrado arrodillada junto a su cama con unos pantalones negros y una blusa con volantes que originalmente debía de ser blanca: su uniforme de trabajo. Tenía las manos atadas a la espalda y su torso descansaba sobre una colcha que antes había lucido un estampado de florecillas azules. Pero ahora tanto la colcha como la blusa aparecían cubiertas de sangre.
Nicholas se guardó el teléfono en el bolsillo.
—El forense está de camino. —Se acuclilló junto al cadáver y examinó la única herida de bala que tenía en la nuca—. Parece que la hayan ejecutado. —Nicole había tenido una muerte rápida y piadosa. O al menos más piadosa que Adams, Winslow y los Seward—. Da la impresión de ser un calibre veintidós. No hay orificio de salida, así que la bala sigue dentro.
Miller estaba mirando en el armario.
—¿Está fría?
Nicholas se colocó un par de guantes y le tocó el cuello.
—Tibia. No lleva mucho rato muerta. —Empezó a abrir los cajones del tocador—. Calcetines, blusas. Ropa interior, más ropa interior... Anda, lo que tenemos aquí. —Sacó una pila de recibos de compra que sobresalían de la copa de un sujetador de encaje, doblado y guardado debajo de otros cuatro—. Son copias. Una caja de cartón, una muñeca Baby Linda... —Hojeó unas cuantas más—. Una parrilla y un peluche de Wal-Mart. Todas las compras son de ayer por la mañana. Las pagó al contado. —Los dejó a un lado para llevárselos a analizar—. Deben de saber que seguimos la pista de la tarjeta de crédito.
—O bien la tarjeta de crédito no era más que un reclamo —apuntó Miller desde dentro del vestidor—. Los lirios son lo único que han comprado con esa tarjeta. Mierda, esta mujer tenía demasiados zapatos para no poder pagar el alquiler.
—Es posible que haya más tarjetas. Esta mañana he solicitado que efectúen un seguimiento de todas las operaciones hechas a nombre de _____. Con un poco de suerte la tendré en el casillero cuando volvamos.
—Buena idea. —Miller salió del vestidor; con un dedo sujetaba una bolsa de gimnasia de color negro—. Estaba enrollada y escondida dentro de una caja de zapatos. Huele a flores.
Nicholas bajó la vista hacia el cadáver.
—¿Por qué la habrán matado? —se preguntó irritado—. Esta tarde nos han estado vigilando. Le he dicho a Seward que tenemos pruebas de que han imitado la voz de _____. He revelado nuestras intenciones.
—No tenías elección. Seward estaba apuntando a _____ en la cabeza, Nicholas. Has hecho lo correcto.
—Pero alguien que está muerto no puede confesar que se ha hecho pasar por _____.
Miller se encogió de hombros con resignación.
—Con un poco de suerte la bolsa y los recibos bastarán para contentar a Patrick. Llamaré a Spinnelli. Llama tú a Jack.
Martes, 14 de marzo, 22.55 horas.
Nicholas sabía cuántas cámaras había encontrado el equipo de Jack en el piso de _____, pero no se esperaba verlas todas sobre la mesa de la sala de reuniones de Spinnelli. Tras un día lleno de emociones tanto en el terreno personal como en el profesional, su capacidad de autocontrol resultaba precaria en el mejor de los casos. Sabía que no debería preguntarle a Rick confidencialmente dónde habían encontrado cada una de las cámaras del piso, de la consulta y de la ropa de _____, pero tenía la necesidad de saberlo.
Pero no preguntárselo denotaría también demasiada implicación personal, y llevaba toda la tarde repitiéndose que debía andarse con cuidado en ese sentido. Si Spinnelli llegaba a pensar que tenía algún interés personal en la misión, le asignaría la protección de _____ a otro detective.
«De hecho, lo tengo», pensó. Porque al final el objetivo de la misión había acabado siendo ese: proteger a _____ Rossi. Por eso no podía apartar la vista de las cámaras apiladas en medio de la mesa, en especial de un modelo que destacaba del resto. Era sumergible y cerca del borde se observaban restos de moho. El muy hijo de p*uta había instalado la cámara en el ventilador del techo del cuarto de baño, situado justo encima de la ducha. El ruido del ventilador habría arruinado el sonido, pero las imágenes debían de ser perfectas.
Sintió que se le revolvían las tripas mientras en su mente se sucedían, cual serpiente rastrera, imágenes del asesino mirando a _____. ¿Cuántos p*utos babosos más la habrían estado contemplando? No podía controlar los pensamientos, ni tampoco los violentos latidos de su corazón.
Habían violado la intimidad de _____ y solo por eso el hijo de p*uta que lo había hecho debía morir.
Spinnelli observaba la mesa de la sala de reuniones con los puños cerrados y en jarras mientras sacudía la cabeza.
—Dios mío. Aquí hay más material que en RadioShack.
Era cierto. Nicholas se centró en el asunto tras controlar la furia que bullía en su interior. Jack y Rick habían clasificado las cámaras y los micrófonos encontrados durante los últimos dos días en siete montones. Los tres primeros correspondían a los pisos de las tres víctimas: Adams, Winslow y Seward. El cuarto montón era el de mayor tamaño y procedía del piso de _____. El quinto, la mitad de alto, correspondía a la consulta. El sexto aún era más pequeño y en él se encontraban los micrófonos que Rick había extraído de su coche tras registrarlo durante cinco minutos. Tal vez hubiera más. De hecho, era probable. El séptimo montón era el menor de todos. En él había micrófonos del tamaño de una aguja de coser que Rick había encontrado en el forro de todas sus chaquetas, incluso en la de cuero rojo que llevaba puesta el domingo. «Cuando la acusé de ser una asesina.»
—Cuéntame, Rick —empezó Spinnelli—, ¿qué has averiguado de toda esta mierda?
Rick se puso en pie.
—No todo lo que te gustaría, pero algo es algo. En primer lugar, no hemos encontrado nada al tratar de controlar las transmisiones ni los correos electrónicos del piso de Adams. Dejé una cámara en cada piso por si volvían a utilizarlas, pero ya no funcionan. Quien las puso allí debe de saber que las hemos encontrado.
—¿Ya nos rendimos? —preguntó Spinnelli irritado.
—Teníamos pocas probabilidades de que saliera bien —lo animó Rick—. Pero he conseguido información de esos dos montones —señaló los dos primeros—. Las cámaras de los pisos de Adams y de Winslow son del mismo modelo, y los números de serie son consecutivos.
Spinnelli asintió.
—Entonces es que las compraron al mismo tiempo.
—Probablemente. Hasta hace dos semanas, ese modelo era el más vendido de la marca. Hace dos semanas, lanzaron ese otro —Rick señaló el montón de circuitos de Seward—, y ya ha pasado a ser el más vendido. No necesariamente la cámara que encontré en su piso tuvo que ser comprada después que la otra, pero es posible que fuera así.
—Así que Seward no formaba parte del plan original —dijo Nicholas pensando en voz alta. «Céntrate, Jonas.» La visión de tantas cámaras lo concomía—. El jefe de Adams nos explicó que llevaba semanas con muchos altibajos y _____ dice que hace tres que faltó a la visita. La cámara de casa de Seward no estaba a la venta cuando empezó todo.
—Puede ser. —Spinnelli se sentó y se cruzó de brazos—. Lo que quiero saber es si nuestro hombre colocó las cámaras en todos esos lugares: en los pisos, en la consulta y en el coche. —Tomó la bolsa con los micrófonos del tamaño de una aguja—. Y también en la ropa. ¿Quién tiene acceso a todo eso?
—Lo mejor que podemos hacer es examinar las grabaciones de seguridad del edificio de Seward de los últimos dos días y compararlas con las de Winslow de antes de ayer —propuso Jack—. Suponiendo que todo sea obra de la misma persona. Por lo menos en las de Winslow aparece la hora, y por la cantidad de plástico que se derritió, el muñeco no estuvo en el horno más de tres horas, así que tenemos que analizar la secuencia desde las once hasta la una.
—¿Cómo es posible que alguien metiera un muñeco en el horno sin que él se enterara? —preguntó Spinnelli—. Dios, eso es lo peor de todo.
Nicholas estaba en completo desacuerdo. Lo peor de todo era la cámara del baño, pero no era momento de pensar en ello. No podía permitírselo; tenía que mantener la calma.
—Si Winslow estaba dormido y drogado, es posible que no oyera que alguien entraba en la cocina, pero ahora que tenemos el marco temporal volveremos a preguntarles a los vecinos. ¿Qué hay de las cámaras del piso de _____?
—Son modelos más antiguos —respondió Rick—, de tres fabricantes distintos.
—¿Muy antiguos? —preguntó Nicholas con voz tensa.
—No quiere decir que lleven allí mucho tiempo —advirtió Rick, y luego se encogió de hombros—. Eran los más vendidos hace seis meses. —Vaciló—. Excepto ese. —Señaló el modelo sumergible—. Es de hace cuatro años más o menos. Pero no parece que llevara allí más tiempo que las otras cámaras —se apresuró a añadir—. Yo que ustedes me centraría en los últimos seis meses como mucho.
A Nicholas se le encogió el estómago.
—¿Seis meses? ¿Un pervertido lleva mirándola seis p*utos meses?
Spinnelli arqueó las cejas.
—¿Cómo sabemos que es un pervertido?
Furioso, a punto de explotar, Nicholas se estiró y tomó la cámara sumergible.
—Porque estaba en la ducha, joder —soltó entre dientes. Estaba lo bastante furioso para emprenderla a golpes, así que con cuidado dejó la cámara en su sitio con mano temblorosa.
Jack miró a Rick con enfado.
—¿Se lo has dicho tú?
Rick volvió a encogerse de hombros, incómodo.
—Me lo ha preguntado, yo no... Da igual.
Spinnelli parecía preocupado.
—¿Nicholas?
Él sacudió la cabeza para pensar con claridad.
—Lo siento. Tú no viste la cara que puso cuando le dije lo de las cámaras. Lo siento. —Se pasó la palma de las manos por el rostro—. El día ha sido muy largo.
—Para Nicole Rivera, no —observó Miller en voz baja—. Registramos todo el piso, Marc, pero no encontramos indicios de que nadie le hubiera pagado por hacerlo.
—¿Encontrast el abrigo y la peluca? —quiso saber Spinnelli.
Miller negó con la cabeza.
—No, pero encontramos cintas con la voz de _____ en la despensa, detrás de unos cuantos paquetes de Hamburger Helper. Eran grabaciones de sesiones con pacientes.
—Con eso practicaba. —Spinnelli se frotó la frente—. Bastará para que Patrick rechace las apelaciones. Tal vez el informe de balística revele algo sobre la bala. ¿Y qué ha pasado esta tarde en la consulta?
—Su colega nos ha dicho que ha sido uno de los pacientes de _____ —explicó Nicholas—. _____ cree saber quién es, pero no quiere decirlo. —Y él la admiraba tanto por sus principios como ganas tenía de echarle una reprimenda.
Miller se volvió hacia Jack con expresión sombría.
—¿Has identificado a ese c*abrón?
—Justo ahora tengo a uno de mis hombres comparando las huellas con el AFIS —explicó Jack—. Es probable que sepamos algo dentro de una hora como mucho.
—Cuando sepas su nombre quiero ir yo. —Miller habló en voz baja, con control, pero el tono no logró ocultar del todo la fuerza de sus emociones. Nicholas sabía muy bien cómo se sentía.
—Enviaré a otra persona —repuso Spinnelli, y les lanzó a ambos una mirada de advertencia—. Ustedes se encargaran de investigar al de las grabaciones. ¿Está claro?
Nicholas asintió con gesto enérgico.
—Más que el agua. Patrick no se pondrá muy contento —auguró cambiando de tema para ganar tiempo y que tanto él como Miller pudieran tranquilizarse—. Puede reclamar las pruebas que quiera pero se tardará días enteros en volver a colocar todos esos informes en sus correspondientes carpetas. En la cámara había historiales de veinte años, tirados todos por el suelo. Lo mejor que podrá conseguir de momento es una lista de los pacientes, pero con eso no sabrá cuáles son los más susceptibles de cometer un suicidio. —En ese instante se le ocurrió una idea—. A menos que...
Spinnelli se inclinó hacia delante.
—¿A menos que qué? Dime, Nicholas.
Nicholas se sacó las llaves de _____ del bolsillo. Las había guardado allí al entrar en la consulta y se le había olvidado devolvérselas. Del llavero colgaba un pequeño lápiz de memoria, no más grande que un dedo pulgar.
—Guarda una copia de todos los historiales aquí.
Miller entrecerró los ojos.
—¿Qué diablos es eso?
—Un lápiz de memoria —explicó Nicholas—. Es igual que un disquete, pero con una capacidad... ¿cincuenta veces mayor? Solía utilizar uno en las clases de diseño gráfico. Se conecta al puerto USB del ordenador.
Miller sacudió la cabeza.
—¿En eso caben cincuenta disquetes?
Rick lo observó detenidamente.
—¿En este? Y mil también.
—Uau. —Spinnelli quiso cogerlo, pero Nicholas negó con la cabeza.
—No. Sería como entrar en su despacho y robarle los archivadores. No puedes hacerlo.
El semblante de Spinnelli se ensombreció.
—Los cinco cadáveres que hay en la morgue son motivo suficiente.
—Yo también quiero conseguir la lista, y quiero darle su merecido a ese tipo cuando lo atrapemos. Pero también quiero que _____ pueda ejercer cuando termine todo esto. Si consultamos el lápiz de memoria, seguro que no podrá hacerlo porque parecerá que nos lo haya dado ella. Espera a mañana. Patrick tendrá su orden de registro y nosotros conseguiremos la información que necesitamos.
—Tal vez mañana sea tarde —se quejó Spinnelli, y luego suspiró—. Mierda, Jonas, tienes razón. ¿Desde cuándo eres más sensato que yo? —Sin esperar respuesta, le tendió a Nicholas un papel doblado—. Es el informe de tóxicos de Adams completo.
Nicholas lo leyó y luego se lo pasó a Miller.
—¿Psilocibina? ¿Qué es?
—He llamado a Julia —dijo Spinnelli—. Dice que es una sustancia que se extrae de setas venenosas, muy alucinógena. El nivel de sustancia encontrado en la sangre de Adams es solo un diez por ciento del que habría si se hubiera comido una seta entera, pero parece que estuvo ingiriendo el veneno durante mucho tiempo. Lo contenían las cápsulas de uno de los botes de medicamentos que encontraste en el botiquín de Adams.
—Entonces, ¿por qué le dieron fenciclidina? —preguntó Nicholas, y suspiró al verlo claro—. Era el aniversario de la muerte de su hermana. El tipo debía de estar impaciente al ver que lo de las setas no funcionaba y la ocasión la pintaban calva.
—Y Winslow también estaba al borde del abismo —convino Spinnelli—. Julia buscará la misma sustancia en su análisis de tóxicos.
Nicholas pensó en Seward, en su mirada enajenada.
—¿Y en Seward?
Spinnelli negó con la cabeza.
—Julia dice que no ha encontrado nada en el análisis inicial. Se dará prisa, pero aun así tendremos que esperar a mañana. —Vaciló un momento y luego se volvió hacia Rick—. Rick, tengo que hablar con ellos tres a solas.
Rick se puso en pie.
—No tendrás que decírmelo dos veces. Buenas noches.
Cuando hubo salido por la puerta, Spinnelli cerró los ojos con gesto cansino.
—Asuntos Internos ha tomado parte en el tema.
Esas dos palabras hicieron que Nicholas se crispara.
—¿Por qué?
Spinnelli pestañeó varias veces.
—Porque tenemos cinco huellas distintas procedentes de las cartas que _____ recibió después de lo de Green. Tres corresponden a policías, todos amigos de Preston Tyler.
—¿Y la empleada de Archivos? —preguntó Miller—. ¿Ha identificado a alguno?
—No. Insiste en que no se acuerda, pero Asuntos Internos opina que oculta algo.
—Es muy joven —dijo Miller pensativo—. Debe de darle miedo hablar.
—Si alguno de ellos está implicado en esto, es normal que tenga miedo —observó Nicholas con tristeza.
—¿Quiénes son, Marc? —quiso saber Jack.
—Tom Voight, James Mason y Blaine Connell. —Spinnelli echó hacia atrás la cabeza hasta que le crujió el cuello—. Todos tienen un expediente impecable, sin una mácula.
Nicholas sacudió la cabeza, no daba crédito a lo que oía.
—No puede ser. Conozco a Blaine Connell.
—¿No puedes creer que haya sido él? —preguntó Spinnelli con una mueca—. Pues claro que no. —Suspiró—. Claro que no.
Miller empezó a darse golpecitos con el mechero en la palma de la mano.
—Si alguno de ellos está detrás de esto, quiere decir que han hecho mucho más que provocar suicidios. Han ejecutado a Nicole Rivera a sangre fría. Cuesta creer que lo haya hecho un policía, pero si...
—Un policía sabe muy bien cómo liar a alguien para que cometa un asesinato —opinó Jack.
Nicholas dirigió una seria mirada a Spinnelli.
—Ahora que sabemos sus nombres, ¿qué vamos a hacer?
Todos se volvieron al oír que llamaban a la puerta. Rick asomó la cabeza.
—Lo siento, pero la doctora Rossi está esperando fuera. Quiere verte, Nicholas. No tiene muy buen aspecto.
Nicholas se puso en pie y la preocupación colocó en segundo plano todos sus otros pensamientos.
—Tenía que llamarme antes de salir del hospital. ¿Dónde está?
—Aquí. —_____ entró apartando a Rick, y al ver las cámaras sobre la mesa se quedó helada. Nicholas la había visto pálida, pero ahora su rostro había perdido todo el color y aparecía ceniciento—. ¿Tantas? —preguntó con un hilo de voz—. ¿Vigilando a mis pacientes? ¿Y a mí?
Nicholas la asió del brazo y la llevó hasta una silla. Luego se acuclilló a su lado y le volvió la cabeza para que lo mirara a él en lugar de las cámaras.
—¿Qué ha ocurrido, _____?
Ella se soltó de su mano, le temblaban los labios. Miró de nuevo hacia la mesa y sus ojos se posaron en el llavero. Se volvió hacia Nicholas, con un inmenso dolor en la mirada y el ánimo por los suelos.
—¿Les has dado mis archivos? —Su voz apenas se oía, solo salían amagos de palabras.
—Yo quería abrirlos, _____ —dijo Spinnelli antes de que Nicholas pudiera pronunciar palabra—, pero él no me ha dejado.
_____ asintió con alivio, aunque Nicholas sabía que seguía sintiendo una gran pesadumbre. Volvió a formular la pregunta con la esperanza de que su temor fuera vano.
—¿Qué ha ocurrido, _____? —preguntó otra vez, con mucha delicadeza.
Ella dio un suspiro trémulo.
—Harrison ha muerto.
La pesadumbre invadió también a Nicholas, que en esos momentos sintió ganas de atraer a _____ hacia sí y abrazarla fuerte. Pero no podía hacerlo. Allí no. No delante de un teniente que pensaba que tanto él como Miller estaban demasiado implicados en el caso.
Solo le faltaría saber lo suyo con _____. Por eso se limitó a tomar su mano.
—¿Cuándo?
Ella agitó la cabeza, aturdida.
—Hace media hora. Lo estaban operando, pero la hemorragia interna era demasiado importante. Han llegado sus hijos y le están haciendo compañía a Flo, así que yo me he marchado. —Bajó la mirada, sombría y angustiada—. Mientras esperaba, he terminado de escuchar los mensajes del contestador —prosiguió en un tono tan apagado y vacuo que hizo que a Nicholas se le acelerara el pulso—. Me han retirado la licencia, y tres pacientes más han amenazado con matarme si contaba sus secretos.
El acelerado corazón de Nicholas se paralizó.
—¿Sabes quiénes?
—No. Pensaba llamarlos a todos y decirles que no pienso contar nada de nada, pero los que me creen no habrían tenido que amenazarme así. Además, también podría ser esa mujer haciéndose pasar por mí. Y de todas formas, eso no evitaría el mal. Harrison ha muerto a pesar de haber protegido la privacidad de los pacientes, de haber guardado sus p*utos secretos. —Su voz se quebró—. Su muerte no ha servido de nada. —Bajó la cabeza y se quedó allí sentada, aferrada a su mano y llorando en silencio.
Nicholas notó un escozor en los ojos y pestañeó para contener sus propias lágrimas al ver cómo las de ella caían en su mano.
—Lo siento, _____. Lo siento muchísimo. —Las palabras eran obviamente insuficientes, pero ella asintió y dio otro suspiro. Se soltó de su mano y se enjugó las húmedas mejillas.
—No, quien lo siente soy yo. No tendría que haber venido aquí, están trabajando. —Se puso en pie e irguió la espalda—. Los dejo seguir, pero supongo que no puedo entrar en casa.
—Todavía no —respondió Jack—. Mañana, tal vez. Quiero registrar el piso una vez más.
_____ se sentía aterrada, pero asintió.
—Gracias. Si me devuelves las llaves, me iré.
Nicholas le puso la mano en el hombro y, a través del grueso jersey de cuello alto, la notó estremecerse.
—Espérame, por favor. —Se volvió hacia Rick, quien permanecía de pie junto a la puerta con cara de compasión—. ¿Puedes quedarte con ella hasta que acabemos?
Rick asintió.
—Vamos, _____. —Le pasó el brazo por los hombros—. Te invito a un café.
Cuando cerraron la puerta, Nicholas se volvió hacia Spinnelli.
—Tenemos que decirle que Rivera está muerta.
El teniente se frotó la nuca.
—Estoy de acuerdo. Ya no podremos conseguir que confiese, pero por lo menos _____ se tranquilizará al saber que no hará más llamadas imitando su voz.
—Eso es lo que el asesino quiere que pensemos —apuntó Miller despacio—. Ha sido muy fácil encontrarla. Podría haberla matado en cualquier otro sitio para que nos llevara un poco más de tiempo identificarla.
Nicholas hurgó con los dedos en su pelo, furioso.
—Sabía que íbamos a ir a buscarla. Estaba escuchando cuando le dije a Seward que teníamos pruebas de que alguien imitaba la voz de _____. ¿Qué hará ahora que se ha quedado sin su títere?
—A lo mejor ha terminado —opinó Jack.
Nicholas negó con la cabeza.
—No, no ha terminado. Aunque tal vez haya cumplido su objetivo. Quién sabe a cuántos enfermos mentales ha manipulado. Le gusta hacer las cosas sin ensuciarse las manos, y ha conseguido poner a unos cuantos locos en contra de _____.
—Y encima es posible que lleve una placa. —Miller dirigió una seria mirada a Spinnelli—. ¿Qué haremos con los remitentes de las cartas?
Este sacudió la cabeza.
—Todavía no lo sé. De momento quiero que tengan los ojos y los oídos bien abiertos. Ha trascendido la noticia de que Asuntos Internos ha tomado parte en el tema y las cosas pueden ponerse feas. Jack, avísame en cuanto sepas de quién son las huellas que has encontrado en la consulta y detendremos al tipo por el asesinato del doctor Ernst. Nicholas, acompaña a _____ a un hotel para que duerma un poco. Los quiero a todos aquí mañana a primera hora.
Andrea P. Jonas:)
Re: No Te Escondas (N. Jonas y Tu)
2-3
Capitulo 12
Capitulo 12
Martes, 14 de marzo, 23.55 horas.
[size=18]]_____ veía pasar las blancas líneas discontinuas de la carretera. Jonas no la estaba llevando a un hotel, a menos que este estuviera fuera de la ciudad. La estaba llevando a casa; a su casa.La casa con la cenefa de patitos en el baño y el suelo del garaje tapizado de piezas mecánicas. Podría haberle pedido que la acompañara a un hotel, pero no se veía con ánimos. Debería darle las gracias, y lo haría, cuando el tremendo peso que notaba en el pecho dejara de oprimirle y le permitiera respirar.
Harrison ya no estaba. El que, junto con Eleanor, le había enseñado tantas cosas. Le debía mucho. Ella no tenía la culpa de lo que había ocurrido y lo sabía. Y sabía también que la mirada acusadora de los hijos de su colega era una reacción lógica ante la tristeza y el dolor que sentían. Sin embargo, esas miradas se le habían clavado en el corazón como si fueran puñales, y eso junto con otras tres amenazas de muerte en su contestador... Al ponerse en pie estaba medio mareada. Salió sola del hospital, paró un taxi y se dirigió al primer sitio que se le ocurrió. A ver a Nicholas Jonas.
Menuda tontería, salir sola del hospital. Si acudir junto a Nicholas también lo era aún estaba por ver. Wallace Clayborn podría haberla estado esperando en la puerta, aguardando la oportunidad de matarla igual que había matado a Harrison. Cuanto más pensaba en ello, más segura estaba de que él era el hombre a quien Harrison había visto. _____ recordó cómo Clayborn se había sentado frente a ella en la consulta con los ojos clavados en sus manos y una mezcla de orgullo y temor en la mirada. Su arma eran sus propias manos, y las había utilizado para asesinar a Harrison Ernst.
—¿Ha encontrado Jack alguna huella? —le preguntó con voz desanimada.
Él la miró perplejo.
—Creía que estabas durmiendo.
—No, de momento no duermo. —Ni luego tampoco. En su interior bullían demasiadas cosas. Pesadumbre. Miedo. Furia. Odio—. ¿Ha encontrado huellas o no?
—Cuando nos hemos marchado aún estaba comparando las huellas con el AFIS.
_____ miró por la ventanilla. Trataba de pensar en el compromiso que tenía con sus pacientes. Con Harrison. Consigo misma. Pero a su mente solo acudía la imagen de Harrison desangrándose; y Flo y sus hijos llorando.
—Llama a Jack. —Tragó saliva—. Pregúntale si ya ha dado con el nombre, por favor.
Sin decir nada, Jonas se sacó el teléfono del bolsillo y marcó el número de Jack.
—Jack, soy Nicholas... No, está bien. Quiere saber si has averiguado el nombre de la persona con el AFIS. —Hubo una pequeña pausa—. La lista se ha reducido a cincuenta. ¿Qué quieres hacer, _____?
Ella hervía de odio; se estaba consumiendo.
—¿Alguno empieza por ce?
Nicholas se lo preguntó a Jack.
—Sí —respondió a _____—. Tres.
La impotencia la atenazaba. Sería muy fácil pronunciar el nombre en voz alta: Wallace Clayborn. Pero si no coincidía con ninguno de los de la lista, habría revelado sin motivo la identidad de un paciente; de un hombre inocente. Nicholas no se lo diría a nadie. «Pero yo sabré que se lo he dicho, y él también.» De repente, eso se le antojó más importante que aplacar su ira. Apoyó la cabeza en el frío cristal; estaba agotada.
—Lo siento. No creáis que estoy jugando con ustedes pero ¿podría decirme qué nombres son?
Jonas preguntó los nombres a Jack y los repitió en voz alta.
—Camden, Clayborn y...
—Sí. —Se sentía tan aliviada que la cabeza le daba vueltas. Levantó la mano—. Clayborn. Wallace Clayborn.
—Es Clayborn, Jack —dijo Jonas—. Díselo a Spinnelli. Tiene a un equipo a punto.
_____ oyó el ruido que hizo Nicholas al cerrar de golpe el móvil y apartarlo.
—¿Nicholas? —Notó que la voz le temblaba, pero le daba igual.
Él introdujo la mano bajo su pelo, le rodeó con ella la nuca y se la masajeó como la otra vez.
—No te preocupes, _____. Entendemos que no pudieras decirnos el nombre así como así. Spinnelli enviará de inmediato a alguien a buscarlo.
Ella se estremeció en su asiento. Su tacto le resultaba muy agradable, muy necesario.
—Quiero que se aseguren de que el examen psiquiátrico lo haga Liam Duncan. Ese c*abrón de Clayborn intentará escudarse en la locura, pero no está loco. Simplemente es un rastrero. Liam se encargará de que el jurado vea la diferencia.
—Lo dices porque quieres que pague por lo que hizo, _____ —dijo Nicholas con suavidad—. Es normal.
—No, no quiero que pague por lo que hizo —repuso ella con fiereza—, quiero que muera. Pero sé que eso no pasará. No lo considerarán homicidio en primer grado. —El pulgar de Nicholas dio con el nervio que estaba tenso y lo presionó suavemente—. Quiero que Wallace Clayborn se pudra en la cárcel hasta que sea viejo —dijo con un sollozo incipiente—. A lo mejor entonces algún c*abrón que se encuentre por la calle hace con él lo mismo que él ha hecho hoy con Harrison.
El coche aminoró la marcha y luego se detuvo. Nicholas retiró la mano y _____ tuvo que morderse la lengua para evitar suplicarle que volviera a ponerla donde estaba. El frío viento la azotó al apearse del vehículo. Levantó la vista y notó que la opresión del pecho había disminuido, aunque solo un poco. Estaban en el garaje y él rodeaba el coche para abrirle la puerta. Sin pronunciar palabra la ayudó a ponerse en pie y la acogió en sus brazos.
A salvo. Se sentía a salvo y protegida como en ningún momento durante el último año. No; ni siquiera entonces. Justin nunca la había hecho sentir así.
«No durará mucho.» Los pensamientos realistas resultaban deprimentes en una noche en la que no era capaz de soportar más disgustos. Por eso los apartó de su mente y respiró hondo, deleitándose con el aroma de la piel de Nicholas como no había podido hacer la otra vez por estar demasiado ocupada en sentir los labios de él contra los propios.
Ahora aquellos labios le besaban el pelo, las sienes, y ella lo rodeó con los brazos y lo estrechó. Oyó en su pecho el latido regular de su corazón y se quedó escuchándolo. Él la dejó hacerlo y la abrazó hasta que la tempestad hubo amainado en su interior.
Aún estaba furiosa, y dolida, pero aquellas emociones ya no la asfixiaban.
—Gracias.
Él la abrazó más fuerte.
—De nada.
Nicholas le alzó la barbilla para que lo mirara.
—Te acompañaré a un hotel si es lo que quieres.
Pero no quería, aunque tampoco quería que él se hiciera ilusiones acerca de lo que pasaría entre ellos.
—Si me quedo, ¿dónde dormiré?
Él esbozó una sonrisa ladeada.
—En mi cama. Yo me quedaré en el sofá. Es un sofá cama. —Se puso serio y le acarició el labio inferior con el pulgar. Ella notó que un escalofrío le recorría la espalda, a pesar de la gravedad de la expresión de él—. _____, ya no llamarán más a los periodistas ni a tus pacientes; por lo menos no lo harán imitando tu voz.
—¿Por qué?
—La mujer que se hacía pasar por ti ha muerto.
Ella abrió mucho los ojos.
—¿Estás seguro?
—Estamos completamente seguros de que ha muerto, y bastante de que era ella quien se hacía pasar por ti. Te lo digo porque no quiero que te preocupes; ni tampoco quiero que te quedes aquí porque pienses que alguien dará motivos a esos c*abrones para que cumplan sus amenazas.
—Te lo agradezco. —Y de verdad le estaba agradecida. Nicholas Jonas le había demostrado su honradez en muchas ocasiones.
—Pero sigo deseándote —añadió, y _____ tomó aire al notar que el placer la invadía, un placer femenino—. No quiero que te quedes aquí sin tener eso claro.
—Yo... —«No puedo respirar»—. Lo tengo claro. Gracias por tu hospitalidad.
Él sonrió de repente, y el gesto alegró a _____.
—La doctora tiene muchas cosas que aprender —la provocó.
El estómago de _____ hizo un ruido que la cogió desprevenida.
—La doctora tiene hambre.
—Yo también. —La soltó, pero mantuvo la mano en su cintura al guiarla hacia la puerta. Ella entendió que ya no se trataba solo de un gesto de apoyo. El gesto denotaba intimidad, y le gustaba—. Me parece recordar algo de la conversación que hemos tenido antes. —Señaló la motocicleta y ella notó que le ardían las mejillas.
—Yo la recuerdo casi toda, detective.
Él se detuvo en seco, tenía el entrecejo fruncido.
—Eso no me gusta.
—¿El qué?
—Que me llames "detective". Mi nombre es Nicholas.
_____ comprendió su enfado, consciente de que él había empezado a llamarla por su nombre de pila mucho antes de que ella hiciera lo mismo con él. Era una forma de conservar intacto su muro de defensa. Pero ahora el muro se había derrumbado, fuera por obra del destino o por las circunstancias, o a lo mejor eran una misma cosa.
—Yo la recuerdo casi toda, Nicholas —rectificó.
Su ceño desapareció.
—Dijiste que sabías cocinar tan bien como en un restaurante.
_____ hizo una mueca.
—¿Por qué lo dices? ¿Quieres que te haga una comidita?
Los ojos de Nicholas emitieron un destello al captar el doble sentido.
—Sí y sí. Pero lo primero es lo primero. Me estoy muriendo de hambre, no he probado bocado desde la hora de comer.
Abrió la puerta de la cocina, y al detenerse en seco _____ chocó con él. En la puerta había colgada una nota. Nicholas la arrancó y _____ aguardó con nerviosismo hasta que él se echó a reír.
—Ese demonio... —dijo con cariño—. ¡Demi! Estoy en casa.
Entró en la casa y no se inmutó cuando el rottweiler se abalanzó sobre él para saludarlo. Aquel perrazo se llamaba Elvis, lo cual _____ encontró muy gracioso. Una jovencita se personó en la cocina con la gata de _____ en los brazos. Bella parecía haberse aclimatado muy bien a su nuevo hogar y Elvis no le infundía ningún miedo.
—Otra vez has llegado tarde —lo amonestó Demi mientras acariciaba el lomo de Bella desde la cabeza hasta la punta de su cola.
—Y tú has vuelto a salir de casa sin permiso —repuso él. Arrojó la nota sobre la mesa y entonces _____ pudo leer las palabras "Nicholas, estoy aquí" escritas con redondeada caligrafía infantil—. ¿Se puede saber por qué?
La jovencita miró a _____ algo turbada.
—Tienes compañía.
—Sí. Demi, esta es _____ Rossi. _____, esta es mi hermana Demi.
Resultaba obvio que la chica era hermana de Nicholas. El azul intenso de sus ojos era exactamente igual que el de los de él. No obstante, los de ella aparecían ensombrecidos y _____ recordó lo que Danielle había mencionado, que la chica andaba preocupada por algo. De todos modos, como ese asunto era cosa de la familia Jonas, no pensaba intervenir.
—Encantada de conocerte, Demi. Gracias por cuidar de Bella.
Demi frotó la mejilla de la gatita con la suya.
—Así que te llamas Bella, ¿eh? —dijo con suavidad—. Te queda el nombre.
—En italiano es una palabra corriente para decir "bonita".
—Ya lo sé. —La chica escrutaba el rostro de _____—. Eres la psiquiatra que sale en las noticias.
—Demi... —le advirtió Nicholas.
—No te preocupes, Nicholas. —_____ hizo una señal de asentimiento a la chica—. Sí. ¿Qué tal me tratan los periodistas?
—Mi profesora de lengua diría que te vilipendian. Es una de las palabras que entran en el examen de acceso a la universidad —añadió, y _____ tuvo que echarse a reír.
—Me alegra saber que estudias mucho —le espetó Nicholas con ironía—. ¿Necesitas que hablemos, pequeña?
Demi miró a _____, incómoda.
—Ya volveré mañana.
Lo que le preocupaba debía de ser importante.
—Vallan al salón, Nicholas. Yo me quedaré aquí a preparar algo de comer.
Él volvió a rodearle la nuca con la mano y _____ tuvo que hacer esfuerzos para no cerrar los ojos y soltar un gemido.
—¿No te importa?
—Claro que no. Vallan y dejenme cocinar.
Estuvieron hablando en voz baja en el salón durante veinte minutos. _____ hizo cuanto pudo para no escuchar la conversación, pero a pesar de armar más ruido del necesario con las ollas y las sartenes oyó lo suficiente para saber que Demi Jonas tenía problemas serios. Por eso no le extrañó nada que al volver a la cocina la chica estuviera blanca como el papel y tan temblorosa que le fallaban las rodillas.
Su primer impulso fue soltar el cucharón y ayudarla a sentarse, pero la mirada de advertencia que observó en los ojos de Demi la obligó a quedarse donde estaba. Nicholas apareció segundos después con el rostro más pálido si cabe que su hermana.
—Demi, espérame en el coche.
Nicholas aguardó a que hubiera salido. Luego se volvió hacia _____ con expresión severa.
—¿Qué has oído?
_____ vaciló.
—No gran cosa... Trataba de no escucharlos. Pero sé lo suficiente. Estaban celebrando una fiesta y la situación se les fue de las manos. Ella se marchó, pero después las cosas empeoraron y a una de las chicas la hirieron.
Nicholas tensó la mandíbula.
—No la hirieron, _____, la violaron. Varias veces. —Apartó la mirada, le costaba tragar saliva—. Brutalmente.
Ella asintió despacio.
—Yo también lo he pensado. —Le posó una mano en el brazo y notó que le temblaban los músculos—. Piensas que podría haberle pasado a ella, ¿verdad?
Él echó hacia atrás la cabeza y su mirada de sufrimiento se le clavó en el alma de tal modo que creyó no poder soportarlo más.
—Santo Dios —masculló él sin apenas voz—. Yo...
Ella le acarició el brazo.
—No le ha pasado a ella, Nicholas.
Él se estremeció y bajó la cabeza hasta apoyar la barbilla en el pecho.
—Ya lo sé, ya lo sé. —Levantó la cabeza—. La chica no ha querido denunciarlo.
_____ lo miró perpleja.
—Esa parte me la he perdido. ¿Qué piensa hacer Demi?
—No lo sé. Está asustada; aterrorizada, más bien. Y yo también, joder.
—¿Cómo lo sabe Demi si la chica no ha contado nada?
—Su amiga hoy no ha ido al colegio, pero ha corrido el rumor. —Los labios de Nicholas formaron una fina línea—. Supongo que los chicos no han podido callárselo. Demi ha ido a casa de la chica para ver cómo estaba y resulta que ni siquiera se lo había contado a sus padres. Ellos pensaban que la fiesta se había descontrolado y que se encontraba mal por culpa de haber bebido demasiado. La han castigado un mes entero. Demi ha intentado convencerla para que ponga una denuncia, pero no quiere hacerlo. Tiene mucho miedo.
—Eso no tiene nada de raro, Nicholas. Ya lo sabes.
De repente él dio un manotazo en la encimera y ambos se sorprendieron.
—Pues claro que lo sé, joder. —Dejó caer los hombros—. Y también sé que tengo la obligación de poner yo la denuncia.
—Pero si lo haces, Demi se verá implicada.
Él clavó sus ojos en los de ella.
—Tiene miedo de que los chicos descubran que ella los ha delatado y le hagan lo mismo.
_____ notó el mal sabor de boca que el temor había dejado a Nicholas; un sabor amargo y metálico. Sabía muy bien cómo se sentía Demi.
—Pues tienes que asegurarte de que nadie sepa quién te lo ha contado.
Él asintió con un gesto brusco.
—Tengo que acompañarla a casa. Mis padres deben de estar preocupadísimos. —Se llevó la mano a la espalda y extrajo una pistola semiautomática del cinturón, más pequeña que la que guardaba en la funda del hombro y más grande que la que _____ sabía que llevaba en el tobillo—. ¿Sabes usarla?
Esforzándose por mantener el pulso firme, _____ tomó el arma y la depositó con diligencia en la encimera, junto a la salsa que había preparado para la ensalada.
—Sí. Me enseñó mi hermano Vito.
—Elvis se encargará de que nadie entre en la casa. Mis padres viven a menos de diez minutos de aquí, pero tengo que hablar con mi padre y puede que tarde un rato. —Miró las ollas puestas en el fuego—. Lo siento, huele muy bien pero no puedo...
—No se estropea, Nicholas. Anda, vete. No te preocupes por mí.
Él se abrochó la cremallera del abrigo y se detuvo frente a la puerta.
—Te llamaré al teléfono fijo cuando entre en el garaje para que sepas que soy yo. Quédate ahí, Elvis.
Dicho eso se marchó, y _____ oyó la puerta del garaje abrirse y cerrarse después de que saliera para acompañar a Demi. Bella entró en la cocina y se refrotó contra sus piernas, y _____ la tomó en brazos y la arrimó a su mejilla.
—Bella —susurró—, ¿te acuerdas de que Eleanor solía decir que cuesta muy poco que las cosas se estropeen? Pues se refería a días como este.
Al acordarse de Eleanor no pudo evitar pensar en Harrison, y la pesadumbre volvió a atenazarla. «Dedícate a hacer de psiquiatra», le había aconsejado.
Tenía razón. Ya era hora de dejar de hacerse la víctima. «Ponte a trabajar, _____.»
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Andrea P. Jonas:)
Re: No Te Escondas (N. Jonas y Tu)
3-3
Miércoles, 15 de marzo, 6.00 horas.
Su madre estaba preparando el desayuno y olía divinamente. Nicholas se dio media vuelta y enterró la cara en el mullido cojín del sofá. Se esforzó por abrir los ojos.Y se encontró mirando los ojos color ámbar de una gatita parda. Su madre no tenía ninguna gata, pero _____ sí. Cuando su cerebro empezó lentamente a atar cabos se incorporó de golpe y la gatita salió disparada. Se encontraba en el salón de su propia casa, en su propio sofá. La noche anterior, después de acompañar a Demi y hablar con su padre hasta altas horas de la madrugada, había regresado a casa y había encontrado a _____ durmiendo sobre la mesa de la cocina, con la sonrosada mejilla apoyada en el brazo, y a Elvis a sus pies.
Se había quedado dormida mientras anotaba algo en uno de sus cuadernos y con la mano asía sin fuerza el bolígrafo. Tenía la pistola a mano, y Nicholas recordó cómo el pánico que le había desbocado el corazón, al no contestar ella al teléfono, había dado paso a un deseo tal que le cortaba la respiración. Estaba calentita y despeinada, y tuvo que echar mano de un autocontrol inhumano para no arrastrarla consigo al mullido sofá. En vez de eso, la había acompañado a la cama y se había acostado en el sofá, solo.
Decididamente, era un santo.
El estómago no paraba de hacerle ruido. Era un santo hambriento. Se puso en pie desperezándose, se dirigió en silencio a la cocina y al entrar se quedó fascinado. _____ Rossi se encontraba frente a los fogones con unos tejanos y la vieja sudadera de su uniforme del Departamento de Policía de Chicago con las mangas dobladas por encima del codo. El pelo moreno le caía por la espalda formando ondas y con los pies embutidos en unos gruesos calcetines seguía el intenso ritmo de la canción de Aerosmith procedente de la radio, puesta a bajo volumen. Estaba bailando un shimmy, meneando su increíble trasero mientras daba la vuelta a las crepes en la sartén, y Nicholas pensó que nunca en toda su vida había gozado de una vista más hermosa.
En dos zancadas se plantó a su lado y, antes de que ella pudiera pronunciar palabra, puso las manos en su pelo y le cubrió con la boca los labios prietos, ardientes, deseosos. El pequeño chillido de sorpresa atrapado en la garganta de ella se transformó en un suave gemido que cortó el fino hilo del que pendía su sentido común. Sus manos se colaron por debajo de la raída sudadera y le acariciaron la sedosa piel de la espalda mientras ella le echaba los brazos al cuello y abría la boca, atrapándole la lengua con todas sus fuerzas. Todavía llevaba en la mano la espátula y a Nicholas el mango se le clavaba en el cuello, pero no le importaba porque ella estaba de puntillas, esforzándose por acercarse más, con el busto apretado contra su pecho y meneando las caderas contra su entrepierna de tal modo que Nicholas solo podía pensar «ahora, ahora, ahora». Buscó a tientas el corchete del sujetador y, al reparar en que se abrochaba por delante, sus dedos rozaron la parte inferior de sus senos.
Las manos le temblaron al oír su gemido.
—Date prisa —susurró ella contra sus labios—. Por favor.
El tiró de la prenda hasta que el corchete se abrió y los senos llenaron sus manos. Ella, en silencio, echó hacia atrás la cabeza y empezó a mecerse sobre los talones. Separó los labios y cerró los ojos, y él se dio cuenta de que estaba conteniendo el aliento mientras aguardaba. Aguardaba a que él la tocara. Y, de pronto, le pareció muy importante que el placer hiciera que la espera hubiera merecido la pena.
La soltó y sacó las manos de debajo del jersey. Ella abrió los ojos de golpe: estaba desenfrenada, excitada y confusa.
—¿Qué haces? ¿Por qué?
—Porque... —La besó mientras con una mano le quitaba la espátula y con la otra apagaba el fuego—. Quiero tomarme mi tiempo.
Poco a poco, la condujo de espaldas hasta el salón, donde topó con el respaldo del sofá. La bajó hasta apoyarle la cabeza en el cojín, acompañando el gesto con todo su cuerpo. Le abrió las piernas y se colocó en medio. Ella arqueó la espalda para ejercer presión y un gesto de placer estuvo a punto de hacer que Nicholas olvidara lo que acababa de decidir. Con un gemido risueño apretó las caderas contra ella y consiguió inmovilizarla.
—No tan deprisa —masculló, más por sí mismo que por ella. De repente le quitó el jersey por la cabeza, atrapándole los brazos y dejando sus senos al desnudo. Se quedó sin respiración; incluso le dolía el pecho—. Por Dios —susurró—. Mírate, _____.
Él también la miró; miró sus senos perfectos, redondeados y firmes. Sus pezones, erectos, parecían suplicarle que los besara, y él se inclinó para hacerlo, pero en el último momento se desvió de la trayectoria y ella, decepcionada, soltó un grito entrecortado. Forcejeó para liberar los brazos y al hacerlo sus senos se menearon. Nicholas estuvo a punto de quedarse bizco.
—Suéltame.
—No. —Le pasó la lengua por debajo del seno izquierdo y ella se estremeció. Fuerte—. Todavía no, _____. Cierra los ojos. —Ella le hizo caso y él repitió la caricia en el otro seno; luego enterró el rostro entre ambos y aspiró su perfume.
—Nicholas. —_____ arqueó la espalda, pero él volvió la cabeza y le lamió el seno derecho, aunque de nuevo se detuvo antes de tiempo. Ella notaba su aliento abrasador. Estaba a cien, cada centímetro de su piel parecía suplicar que lo acariciara. Quería sentir sus manos, su boca en la piel. Lo necesitaba.
Trató de elevar las caderas pero él la aguantaba fuerte; su erección palpitaba contra el cuerpo de ella. Con una sacudida logró liberar los brazos y lanzó la sudadera a la otra punta del salón. Le aferró la cabeza con ambas manos y lo atrajo hacia sí, y cuando él le rodeó el pezón con los labios soltó un grito. Por fin, por fin lo succionaba, con la boca abierta y mucha fuerza, y el placer empezó a aumentar.
—Dios. No pares.
Él levantó la cabeza y se la quedó mirando; tenía la mirada azul ensombrecida, y los labios húmedos.
—No puedo hacerlo —masculló—. No lo haré.
Entonces bajó de nuevo la cabeza y aplicó el mismo tratamiento erótico al otro seno hasta obligarla a dar un gemido, suave y prolongado, mientras ella se retorcía para acercarse a la dura prominencia de sus pantalones.
Él se irguió, le sostuvo la cabeza y le dio un apasionado beso en la boca. Empezó a mover las caderas y a empujarla, y ella enroscó los pies en sus pantorrillas para poder empujar también. Tenía los senos apretados contra su camisa y la tela de algodón le rozaba los sensibles pezones. Con las manos temblorosas le desabrochó todos los botones hasta que la camisa quedó abierta y no hubo nada entre sus cuerpos. Empezó a contonearse; le encantaba el tacto de su piel. Él respiraba con dificultad. El sudor le perlaba la frente.
—Vuelve a hacerlo —susurró él, y ella lo hizo mirando cómo le temblaba el músculo de la mandíbula y sus párpados se cerraban. Él ralentizó el movimiento de las caderas, ahora las apretaba contra ella de forma más profunda y rítmica. Si no llevara pantalones ya estaría en su interior, llenándola por completo, arrastrándola hasta el orgasmo que llevaba tanto tiempo sin sentir.
Dios, cómo lo deseaba.
Nicholas tragó saliva y abrió los ojos. Al hablar, lo hizo sin apenas voz y otro escalofrío recorrió la piel de _____.
—¿Qué quieres, _____? —Se inclinó y le repasó el mentón con los labios—. ¿Quieres hacer el amor?
Ella deseaba con todas sus fuerzas responder que sí, pero cuando llegó el momento de la verdad la voz de su padre se dejó oír en su mente. A pesar de su hipocresía, la educación que le había dado había arraigado en ella y la hizo dudar. Había salido con el c*abrón de Justin durante meses antes de acostarse con él, y antes había tenido poquísimas relaciones.
—No estoy preparada.
Él volvió a apretar las caderas y _____ gimió, deshecha.
—Yo sí —le dijo él al oído.
Ella seguía dudando y él dejó de empujar.
—No te muevas —le ordenó; ahora su voz era trémula—. No muevas ni un músculo. —Asiéndose al respaldo del sofá, se puso de rodillas y así se quedó, mirándola con avidez—. Eres preciosa, _____.
Un hombre tan guapo y con un torso tan musculoso bien podría haberse ganado la vida haciendo de modelo. Sin embargo, Nicholas había preferido ser policía. Para ofrecer protección, para trabajar al servicio de los demás. Hasta el momento, había demostrado que sabía hacer ambas cosas muy bien. _____ se aclaró la garganta.
—Tú también eres muy guapo.
Él se puso en pie con cuidado e hizo una mueca al inclinarse para recoger la sudadera. Se la tendió a _____ y se dio media vuelta con expresión resuelta, dándole la espalda mientras se abrochaba la camisa.
Ella se colocó bien el sujetador. Luego se puso la sudadera. Seguía excitada, lo notaba tanto entre las piernas como en el resto de su cuerpo.
—Lo siento.
—Tranquila. —Volvió la cabeza y le dirigió una triste mirada—. Ya te he dicho que no quería aprovecharme de ti.
—No lo has hecho. —_____ se puso en pie y le plantó un beso en la barba incipiente—. Me has hecho recordar qué significa sentirse deseada, y desear. Gracias.
Los ojos de él emitieron un centelleo.
—Me parece que ya es hora de desayunar.
Se alejó mascullando "santa inocencia" o algo así.
Ella lo siguió hasta la cocina.
—Siéntate. Te serviré unas crepes. —Echó un vistazo a la masa a medio cocer que había en la sartén—. Por suerte era la última. Las que he hecho están frías pero puedes calentarlas en el microondas.
Él se sentó con una mueca de desagrado.
—No tienes por qué cocinar para mí. —Su pierna extendida apareció bajo el otro extremo de la mesa y ella disimuló una sonrisa al ver que se sentaba bien—. Y tampoco tienes por qué mostrarte siempre tan pagada de ti misma. —Lo último lo dijo en tono afable.
—Suelo cocinar cuando estoy nerviosa. —Puso la mesa y le sirvió un café—. Mi madre también lo hace. —Sus labios se fruncieron en una mueca. Ojalá no hubiera dicho aquello.
Él le dirigió una mirada de curiosidad.
—Tu amigo Zac me ha contado que no te hablas con tus padres.
_____ apretó los dientes, molesta.
—Mi amigo Zac es un bocon. —Luego esbozó una sonrisa—. Se me ha olvidado llamar a Zac y Amy para decirles que estoy bien. —Tomó su móvil—. Lo apagué anoche. Tú ibas a llamarme al fijo y empecé a imaginarme que también me habían puesto un micrófono en el móvil. Qué tontería, ¿verdad? —Sonó el timbre del microondas y colocó un plato en la mesa.
Nicholas se sirvió unas cuantas crepes en el plato.
—No es ninguna tontería. Es poco probable que sea cierto, pero después de todo lo que te ha pasado yo no lo consideraría ninguna tontería. —Al disponerse a comer exhaló un suspiro—. Crepes, Aerosmith y un bonito trasero. En el fondo eres de carne y hueso, doctora.
_____ se echó a reír y miró el móvil.
—Menudo poeta. Mierda. —Levantó la cabeza con la frente arrugada—. Vuelvo a tener un millón de mensajes, pero parece que esta vez la mayoría son de Zac y Amy. —Se desplazó por los números de la pantalla—. Hay dos llamadas hechas con identificación oculta.
Nicholas apretó la mandíbula.
—Intentaremos averiguar de quién eran las amenazas de anoche.
Ella trató de no dejarse llevar por el pánico.
—Gracias. Y... —Miró perpleja el siguiente número—. ¿Vito?
—¿Tu hermano?
—Sí. —Marcó su número sin pensárselo—. Vito, soy _____.
—¿Dónde diablos estás? —bramó.
Ella hizo una mueca.
—Gracias por saludar.
—Ahórrate la cortesía, _____. Me tenías preocupadísimo, y a mamá también.
—¿Cómo te has enterado?
—Pues porque apareces en las noticias de todos los canales. En la CNN y en la ESPN. Hablan de ti y de ese futbolista que se suicidó. Mamá lo vio anoche y me llamó desesperada. ¿En qué diablos piensas, _____? Santo Dios. ¿Cómo es posible que te hayan apuntado con una pistola y no nos llames? Mamá creía que habías muerto. Llevamos horas llamándote a casa.
—No estoy en casa.
—No me digas —soltó furioso—. Ya lo sé. Llevo toda la noche en el vestíbulo de tu edificio esperando a que vuelvas.
Ella se quedó boquiabierta.
—¿Estás aquí? ¿En Chicago?
—Sí, estoy en Chicago. Anoche cogí el último vuelo desde Filadelfia.
—Oh, Vito, no había necesidad. —Los recuerdos del día anterior acudieron a su mente y de pronto notó que le costaba tragar saliva—. Pero me alegro mucho. Ayer robaron en la consulta.
—Ya lo sé. En la portada del Bulletin aparece una foto de los enfermeros llevando a tu colega a una ambulancia. ¿Cómo está?
La cólera hervía en lo más profundo de su ser e iba dirigida tanto a Wallace Clayborn como al periódico que se aprovechaba de su desgracia de un modo tan despiadado.
—Ha muerto.
Vito guardó un silencio tenso.
—¿Qué ha ocurrido?
—¿Qué dice el artículo?
—Que se desconoce al agresor y que la policía está investigando las pistas —explicó Vito—. ¿Qué ha ocurrido?
—Uno de mis pacientes me vio en las noticias... —Suspiró—. Y fue a por mí, pero encontró a Harrison.
—Dios mío. —Su voz ya no atronaba de indignación, ahora temblaba de miedo—. ¿Dónde estás?
—Estoy bien. Nos veremos, pero no en mi casa.
—¿Por qué? —preguntó él con temor.
—Ya te lo contaré cuando nos veamos. ¿Dónde te alojas?
—En el Holiday Inn del centro.
_____ tapó con la mano el auricular del teléfono.
—¿Puedes acompañarme de camino al trabajo?
Nicholas asintió.
—Claro.
—¿_____? —La voz de Vito retumbaba—. ¿Estás con un hombre?
_____ suspiró. Daba igual la edad que tuviera, seguía siendo la hermana pequeña de Vito, y para su padre todos seguían siendo sus niños, les gustara o no.
—Sí, Vito.
—No solo quiero que te acompañe —gruñó Vito—. Quiero conocerlo.
_____ volvió a suspirar.
—Sí, Vito. Estaremos ahí dentro de una hora. —Colgó el teléfono y se encogió de hombros—. ¿Te importa saludar a mi hermano?
Nicholas abrió los ojos en un grotesco gesto de alarma.
—¿Me pegará?
—No lo creo. De hecho, nunca ha pegado a ninguno de mis novios. Bueno, a Justin le rompió la nariz.
—¿A don C*abrón? —Al decirlo sonrió—. Me da la impresión de que se lo merecía.
—Te aseguro que sí. —_____ se puso seria al recordar lo preocupado que estaba Nicholas por su hermana—. ¿Cómo fue ayer con Demi, Nicholas?
La sonrisa de los ojos de Nicholas se desvaneció.
—Mi padre dice que se encargará del caso. Era policía, y aunque está retirado tiene amigos dispuestos a decir que han recibido un aviso anónimo.
—¿Y si llega a pensar que ha sido Demi?
Él palideció.
—Entonces Kevin y yo nos encargaremos de hacerles entender a esos chicos de su escuela que si alguien la toca, morirá. —Se sirvió más crepes—. Estas crepes están deliciosas. Están incluso más buenas que las de mi madre, pero sí se lo dices te llamaré embustera en la cara.
Ella comprendió que necesitaba cambiar de tema y asintió.
—No le diré ni una palabra. Ayer te preparé linguini. Si quieres, puedes calentarte un plato hoy para cenar.
Él arqueó una ceja.
—¿Cómo que puedo calentármelo para cenar? ¿Y tú? No me parece buena idea que andes sola por ahí.
El pánico volvió a atenazar el estómago de _____, pero ella no estaba dispuesta a darle cancha, así que respondió ladeando la cabeza.
—Lo que pasa es que quieres que te haga otra comidita.
Él, lentamente, esbozó una sonrisa que de nuevo aceleró el corazón de _____.
—Sí, eso es.
Desarmada, ella volvió la cabeza y en una esquina de la mesa vio el cuaderno en el que había estado escribiendo la noche anterior.
—Tengo una cosa para ti —dijo, inclinándose para alcanzarlo—. No quise utilizar tu ordenador sin permiso pero te cogí una libreta en blanco del escritorio. Por cierto, tienes una buena colección de libros de texto. Hay de todo, desde historia antigua hasta cálculo.
Y, en medio, una curiosa mezcla de psicología, filosofía y poesía. Observar los lomos de los libros que guardaba en la estantería constituía una forma fascinante de examinar a Nicholas Jonas.
Guardó silencio una fracción de segundo más de lo debido.
—Terminé la carrera, pero ya no estudié nada más. —Había cerrado los ojos para que no dejaran entrever nada, para que no pudiera leer en su mirada, lo que de por sí ya tenía una curiosa lectura.
_____ suspiró exasperada.
—Mierda, deja de hacer eso.
—¿El qué, doctora?
—Mortificarte, señor detective —le espetó—. Das por hecho que menosprecio tu título universitario porque yo tengo unos cuantos diplomas más colgados en la pared.
Él la miró fríamente y luego se encogió de hombros.
—Lo siento. —Pero en su tono no se apreciaba un ápice más de afabilidad, ni tampoco en su mirada.
—¿Por qué haces eso? ¿Por qué siempre piensas mal de mí? —Se apartó de la mesa, irritada—. Hace tan solo unos minutos te tenía pegado a mi cuerpo, y ahora me colocas en un pedestal. Aclárate de una vez, Nicholas. Decide si quieres que te trate con cariño o con frialdad.
Captó en los ojos de él un destello y ella entornó los suyos. Al ver que no respondía rompió el silencio.
—Muy bien, ya has dicho suficiente. —Hojeó las páginas del cuaderno en las que había tomado sus anotaciones—. Ayer, cuando te marchaste, estuve trabajando en el perfil psicológico de la persona que buscamos. Empecé a hacerlo en el ordenador de la consulta... antes de recibir la llamada sobre Seward. —Resuelta, apartó de sí el temor que aún sentía y estiró bien las rodillas—. No tuve tiempo de guardar una copia de seguridad, y dadas las circunstancias dudo que pueda recuperarlo de mi disco duro. —Su ordenador estaba en el suelo, hecho trizas—. Voy a cambiarme de ropa. Cuando quieras salir, avísame; estaré lista.
—_____.
Antes de salir del salón, _____ se detuvo y se dio media vuelta; lo vio leyendo la página del cuaderno en la que había colocado una señal. Él levantó la cabeza, turbado.
—Gracias por esto.
—Es lo que a Harrison le habría gustado que hiciera. —Su boca se frunció en una mueca—. Ayer comimos juntos y estuvimos hablando del tema. —Señaló el cuaderno que Nicholas tenía en las manos—. Ahí tienes el resultado. Te agradeceré que me hagas una copia.
Había pasado junto al sofá y estaba en el recibidor cuando él volvió a llamarla.
—_____.
Ella se detuvo, pero esta vez no se dio la vuelta.
—¿Qué?
—Lo siento. He metido la pata y me sabe mal.
Lo oyó atravesar el salón y se estremeció al notar que le ponía las manos en los hombros.
—Llevo lo mío a cuestas. —La besó en el cuello, justo encima de la cicatriz—. Creo que a los dos nos pasa lo mismo.
—¿Cómo se llamaba?
—Miley. —Él hizo una pausa, y luego con voz risueña añadió—. Menuda c*abrona. —Le apartó el pelo y la obsequió con más besos en la nuca—. Me daré una ducha y estaré listo en veinte minutos. Puedes comentarme el perfil psicológico en el coche, hay algunas palabras que no entiendo.
Pasó de largo y se metió en el baño de la cenefa de patitos, y ella suspiró al comprender que le costaba más admitir su ignorancia que disculparse. Se preguntó quién sería la tal Miley y qué le habría hecho. Luego, se puso en marcha.
Tenía que prepararse. A Vito no le gustaba que lo hicieran esperar.
Bueno chicas aqui su pequeño reglito: un mini-maraton!! y de anexo una escenita hot! :P espero que les haya gustado!!! y gracias por sus comentarios!!!
Andrea P. Jonas:)
Re: No Te Escondas (N. Jonas y Tu)
SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO esperando mas (? si te estaba dando tiempo xmscjdhfcjdhvf no creo que quieras vertelas con mis contactos para que molestar a Mr. Baby?
vmcjxcvjfchv esta novelaaaaaaa eeeeeeeeeeees demasiaaaaaad perfecttttttaa necesito mas!!!!!!!
ok eso iba a publicarte pero oooh sorpresa hay cap y ctm dfgdsjhgrfdhjgv me deseeeeeeeeeeeespera CONOCEMOS AL ASESINO? eso es lo peor la dudaaaaaaa mhfgljfhghjg mi oferta de mr. baby sigue en pie (?
quiero maaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaas
Amo tooooooodo, como intenta Nicolas controlarse, la Rayis que se desmorona,pobre el amigo de la rayis AAAAAAAAAGH YA ESTOY PENSANDO EN QUE SEA ALGUNO DE LOS AMIGOS DE LA RAYIS -.- es frustrante, para mi la mejor solucion es subir mas mas mas mas maaaaaaas capitulo (? xD naaah y como que hotel? la Rayis se va para la Cama del Nichou.
siguela porfaaaaaaaaaa
y luego cuando iba a registraaaaaaar ese comentario otrooooo capitulo maaaaas :3 jfhgjhfkghkfdj fue hermoso la escena entre el Detective y la doctora ella cosinandoooo y el ahi abrasandola por derás Fucking novelas que nos ilusionan (? djshgfksdg fue increible, Pobre Demi : c
Que desgraciaaaaaaaaaaaaaaaaada la ex del Nichou Como puuudo? njhdfjdgh
Ame el maratoooooon mil graciaaaaaaaaaaas la nove est;a increible <3 Siguela prontoooooooooo!
HAPPY JONAS DAY!
vmcjxcvjfchv esta novelaaaaaaa eeeeeeeeeeees demasiaaaaaad perfecttttttaa necesito mas!!!!!!!
ok eso iba a publicarte pero oooh sorpresa hay cap y ctm dfgdsjhgrfdhjgv me deseeeeeeeeeeeespera CONOCEMOS AL ASESINO? eso es lo peor la dudaaaaaaa mhfgljfhghjg mi oferta de mr. baby sigue en pie (?
quiero maaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaas
Amo tooooooodo, como intenta Nicolas controlarse, la Rayis que se desmorona,pobre el amigo de la rayis AAAAAAAAAGH YA ESTOY PENSANDO EN QUE SEA ALGUNO DE LOS AMIGOS DE LA RAYIS -.- es frustrante, para mi la mejor solucion es subir mas mas mas mas maaaaaaas capitulo (? xD naaah y como que hotel? la Rayis se va para la Cama del Nichou.
siguela porfaaaaaaaaaa
y luego cuando iba a registraaaaaaar ese comentario otrooooo capitulo maaaaas :3 jfhgjhfkghkfdj fue hermoso la escena entre el Detective y la doctora ella cosinandoooo y el ahi abrasandola por derás Fucking novelas que nos ilusionan (? djshgfksdg fue increible, Pobre Demi : c
Que desgraciaaaaaaaaaaaaaaaaada la ex del Nichou Como puuudo? njhdfjdgh
Ame el maratoooooon mil graciaaaaaaaaaaas la nove est;a increible <3 Siguela prontoooooooooo!
HAPPY JONAS DAY!
WhoIam13
Re: No Te Escondas (N. Jonas y Tu)
noo graaaciiiaaass a tiiii por subirrrlooooo!!!
aaaii me facinooooo!!!!
pero.. entonces su jefe ya no .. por que muriooo.. luego nicole.....
entonces me queda la secretaria de _____!!!!!
sera elllaaaaaa????!!!!.. te tendra envidiaaaa?????? ......
aaiii siguela porfiiiiiissss... sino se quemaran mis neuronaaasss!!!
jejejejej
aaaii me facinooooo!!!!
pero.. entonces su jefe ya no .. por que muriooo.. luego nicole.....
entonces me queda la secretaria de _____!!!!!
sera elllaaaaaa????!!!!.. te tendra envidiaaaa?????? ......
aaiii siguela porfiiiiiissss... sino se quemaran mis neuronaaasss!!!
jejejejej
chelis
Re: No Te Escondas (N. Jonas y Tu)
tengo unos cuanto sospechosos pero nada seguro.... y luego a la rayis y Nick asi o mas tiernos a su modo claro pero tiernos sabes de mas que amo tu nove verdd?¡? y si no lo sabias pues amo tu nove...de verdad espero que maten al inutil que le hace esto a la rayis.... y cuidate
haydeejOnaz
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