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No Te Escondas (N. Jonas y Tu)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: No Te Escondas (N. Jonas y Tu)
WhoIam13 escribió:me olvide d ealgo u.u
SIGUELAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA
jejejejeje en un momento mas la sigo!!!
Andrea P. Jonas:)
Re: No Te Escondas (N. Jonas y Tu)
tianijonas escribió:Nueva Lectoraa!! :study:
SIGUELAA!!!!!
_______________________
Pasa por mis noves;
Hermosas criaturas ~Nick&Tu~
Desata la noche ~Joe&Tu~
Placeres de la noche ~Joe&Tu~
BIENVENIDA!!! :cheers: :lol!:
que bueno tenerte por aqui!!! :D
Andrea P. Jonas:)
Re: No Te Escondas (N. Jonas y Tu)
Andrea P. Jonas:) escribió:WhoIam13 escribió:Me queeeeeeeeeeeeeeeemos las neuronas pensaaaaaaando que es lo que realmente sucedee, quien es, me eh planteado que haya sido algun padre de las niñas, no creo que un policia llegue a tanto por hacer "justicia" Desde que la comence a leer me atrapo completameeente <3
El siguiente matará a su esposa? noooooooo, es un desgraciaaaaaaaaado quien quiera que este provocando todo lo detesto ojala Jonas lo deje hecho colador u.u
okno ojala que Jonas y la Rayis 1313
jajajaja tranquila!!! que te me quedaras boba!! :P todo a su tiempo! aun falta que pasen varias cosas (por no decir que faltan mas muertitos :P )para que sepamos quien es el asesino! pero para quitarte presion te dire que NO no es el papa de alguna de las niñas! :D
me alegra que te guste tanto la nove!!! me encanta leer tus comentarios!!! gracias por leer! :D
Ayer vi una pelicula en que el mismo hombre se acostaba con la bauela con la madre y con la hija, si estaban todas malditas por la tentacion sexual (? no será este un caso parecido? e.e
hace un tiempo lei una nove algo parecido con el tema policial y el culpable fue la ultima persona que me imaginé y toda la nove fue dkjhfkjdhgkjfdyghfdgiufyhg es como un capitulo de Scubi doo y ta, eso, amo las novelas asi con misterio.
sabes si no quieres que me quede tonta, por mi salud, para poder estudiar y ser una buena hija y no quedarme tonta creo que la mejor opcion para semejante problema es una maraton :yonofui: no se quizás y con eso mejoro... mira la vaca rosa volando :z: okya Siguelaaaaaaaa y gracias por esos comentarios tan lindos <3 hacia tiempo que no me encontraba con una personita asi en el foro :3
Preguntaaaaaaaaa curiosaaaaaaaaaa viste ayer el Live de Joe? dkhfdjhfjdgh fue taaaaaaaaaaaaaaaaaaaaan Joe <3 ta re que no tenia nada que ver pero fue perfecto <3
WhoIam13
Re: No Te Escondas (N. Jonas y Tu)
hooolaaaa mi niñas!!! como estan??? espero que esten genial!!
y chicas preparence!!! este cap estaa!!!!! con el suspenso al 100!!! jejeje espero que les guste!! gracias por sus comentarios!!!
—Soy el detective Miller. Este es mi compañero, el detective Jonas.
—¿Qué quieren? —preguntó un hombre mayor desde el escenario.
—Tenemos que hacerles unas preguntas —respondió Nicholas—. Estamos buscando a una mujer que imita voces y nos han enviado aquí.
El hombre se sentó en el borde del escenario y saltó al suelo.
—Soy el director de escena, me llamo Grant Oldham.
—Muy bien. Tal como le decía, señor Oldham, estamos buscando a una mujer que imita voces. Es muy buena. Se nos ha ocurrido que podría pertenecer al mundo del teatro.
Oldham se irguió cuan alto era: un metro setenta.
—No voy a facilitarles ninguna lista de nuestros actores para su caza de brujas.
—No buscamos a ninguna bruja, señor Oldham, sino a un criminal —le respondió Nicholas en tono levemente irónico—. Claro que no están obligados a decirnos nada, ¿verdad, Miller?
—No. Pero tengo entendido que los actores y actrices son muy bohemios. Quién sabe lo que podemos descubrir si venimos con una orden judicial.
Costaba afirmarlo en la sala medio a oscuras, pero Oldham pareció palidecer.
—No pueden pedir una orden judicial sin motivo, es anticonstitucional.
Nicholas suspiró. De repente todo el mundo se sabía la Constitución al dedillo.
—Le estamos siguiendo la pista a un asesino que ya ha matado a dos personas y no da la impresión de que vaya a dejarlo ahí. Nos gustaría que nos ayudaran, pero la cuestión es tan importante que si no lo hacen y los detenemos para interrogarlos, nadie nos lo echará en cara. Por favor, compórtense como deben y colaboren con nosotros.
Oldham dio un resoplido.
—¿Qué quieren que hagamos?
—Ayudarnos a encontrar a imitadoras de voces —explicó Miller—. Con talento.
Oldham se frotó la calva de la coronilla.
—A ver, tenemos a Jen Rivers, Lani Swenson, Nicole Rivera... —Volvió la cabeza para mirar a los actores del escenario—. ¿Alguien más? —preguntó.
—Mary Anne Gibbs —apuntó un hombre con una incipiente perilla que le confería un aspecto descuidado—. Imita muy bien a Liza Minnelli.
Los otros se limitaron a negar con la cabeza, con el entrecejo fruncido.
Nicholas anotó todos los nombres mientras Miller se sacaba del bolsillo una fotografía de la mujer que aparecía en la grabación de la oficina de correos.
—¿La conoce?—preguntó Miller.
Oldham entrecerró los ojos.
—Eh, tú, guaperas, dale a la luz, ¿quieres?
El actor de la perilla atravesó tranquilamente el escenario y de súbito una luz cegadora inundó el teatro obligándolos a cerrar los ojos. Oldham tomó la fotografía y la examinó atentamente.
—Por el pelo no lo parece, pero... podría ser Nicole. De todas formas, tiene demasiado grano. Lo siento, detectives.
Un hormigueo recorrió la columna vertebral de Nicholas. Habían dado un paso más.
—¿Sabe dónde podemos encontrar a Nicole?
Oldham se volvió de nuevo hacia los actores.
—¿Alguno sabe por dónde anda Nicole?
—Trabajaba de camarera en un café, cerca de la torre Sears —dijo el hombre de la perilla—. No sé si sigue allí, hace unos cuantos meses que no veo a Nikki.
De pronto sonó el móvil de Nicholas.
—Discúlpenme, será solo un momento. —Se apartó un poco mientras miraba la pantalla. _____ Rossi.
—¿Qué hay? —le preguntó, saltándose el saludo.
—Tenemos que vernos. —Estaba sin aliento, su voz era incapaz de expresar su desesperación—. He recibido otra llamada.
—Miller —lo llamó Nicholas en tono imperioso—. Tenemos que irnos. ¿De quién se trata esta vez, _____?
—De Malcolm Seward.
Nicholas se detuvo en seco en el vestíbulo del teatro y, tras él, Miller hizo lo propio.
—¿El futbolista? —El hombre no era cualquier jugador, era un auténtico mito. ¿Malcolm Seward era paciente suyo?
—Sí. Por favor, detective, dese prisa. Esta es la dirección.
Nicholas sujetó el teléfono entre el hombro y la cabeza y garabateó la dirección en su cuaderno, debajo de los nombres de las cuatro mujeres. Se trataba de un barrio caro, no lejos de donde vivía Rossi.
—¿Dónde está ahora? —Oyó un bocinazo seguido de un chirrido de neumáticos y le pareció que Rossi decía algo como "estúpido"—. ¿_____? ¿Va todo bien?
—Sí, sí, todo bien, todo bien. Voy de camino a su casa, el piso es el séptimo. Dese prisa.
—Espere, _____; espérenos. —Pero ya no lo escuchaba—. Vamos, Miller —lo apremió, y echó a correr.
El corazón le latía con fuerza, con mucha fuerza; su ritmo se acompasaba al de sus pasos al atravesar a toda prisa la puerta de cristal del bloque de pisos donde vivía Seward.
El portero, estupefacto, no llegó a detenerla por pocos segundos.
—¡Espere! ¡No puede subir!
—Soy médico —dijo entre jadeos volviendo la cabeza—. Hay una urgencia. —La puerta de un ascensor se abría en ese momento y, tras vacilar durante fracciones de segundo, se coló dentro y apretó el botón del séptimo piso. Un penetrante sonido de sirenas lejanas se mezcló con el martilleo de su cabeza mientras la puerta se cerraba. La policía estaba a punto de llegar; se encontraban tan solo a una manzana de distancia.
«Son solo siete pisos. Seis.» Clavó la mirada en la pantalla digital y contó los latidos de su corazón mientras el ascensor se elevaba.
Malcolm Seward, un futbolista con mucha rabia contenida. Respiró hondo, le ardían los pulmones. El médico del equipo lo envió a su consulta por haber pegado un puñetazo en la cara a otro jugador durante una riña que había tenido lugar fuera del campo y, por suerte, lejos de las cámaras. Ella había captado cuál era el problema enseguida, semanas antes de que él fuera capaz de verbalizarlo.
La puerta del ascensor se abrió y _____ salió tambaleándose al descansillo. Le resultó fácil adivinar cuál era el piso de Seward al oír los violentos insultos solo interrumpidos por gritos de terror que le helaban la sangre.
—No, Dios, no. Malcolm, por favor. —Eran los gritos de una mujer. «Dice que va a acabar con ella de una p*uta vez.» Pero aún no estaba muerta. «No es demasiado tarde.»
La puerta blindada, llena de abolladuras, colgaba de un lado del marco. La observó un momento mientras se estrujaba los sesos. Había echado la puerta abajo. «¿Dónde está la policía? Tendría que haber llegado antes que yo.» Pero los agentes no habían llegado todavía y los gritos habían cesado. Ya solo se oían gemidos aterrados, lo cual era aún peor.
—Por favor, Malcolm. —El susurro de la mujer resultó tenso, ronco—. Por favor, no voy a dejarte. No diré nada.
—Mientes. Cerda asquerosa, a mí no me mientas.
—No estoy mintiendo, no... —Un grito ahogado.
Incapaz de esperar más tiempo, _____ empujó la puerta y se quedó petrificada. A escasa distancia, Malcolm Seward, casi dos metros de puro músculo y violenta furia, levantaba a su menuda esposa del suelo sujetándola por la garganta con el antebrazo y le apuntaba la cabeza con una pistola. «Su nombre —pensó _____ desesperada—. Cómo se llama... Gwen. Se llama Gwen.» Se esforzó por tomar aire y serenarse, lo cual no resultaba fácil teniendo en cuenta que a Gwen se le salían los ojos de las órbitas de puro terror. Sus pequeñas manos se clavaban en vano en el brazo de su marido. Miraba fijamente a _____, sus frenéticas súplicas eran totalmente inaudibles.
—Malcolm. —_____ pronunció su nombre con calma—. Suéltala. Si lo haces, te ayudaré.
Ahora a Gwen le costaba respirar y agitaba las piernas en el aire golpeando las de él. No obstante, el hombre era una roca capaz de avanzar con el esférico aun arrastrando a dos jugadores de más de cien kilos. Su diminuta esposa representaba una amenaza tan grande como un insecto.
Seward levantó la mirada enajenada, acusatoria. El sudor que rezumaba de su cuerpo le había empapado la camisa.
—Usted se lo dijo. Me prometió que no lo haría, pero sí que lo hizo.
_____ levantó las manos con las palmas hacia el frente.
El corazón volvía a latirle con violencia, esta vez a causa del miedo. Otra vez la mujer. La misma mujer que había dejado el mensaje en el contestador de Cynthia Adams había vuelto a imitar su voz.
—Suelta a Gwen, Malcolm.
—No. —El sacudió la cabeza, sus movimientos eran frenéticos—. No. Va a dejarme. Se lo dirá a todo el mundo. —La sujetó con más fuerza y, con un gesto brusco, la levantó todavía más del suelo—. A mí no me deja nadie.
—Nadie va a dejarte, Malcolm. —_____ trató de hablar en tono tranquilizador, melodioso, y vio que el hombre empezaba a estremecerse—. Nadie va a decir nada.
Ahora el hombre estaba temblando y las lágrimas le rodaban por las mejillas.
—Usted se lo dijo. La llamó y se lo dijo. Me prometió que no contaría nada, pero no lo ha cumplido. —Emitió un sollozo y de un tirón levantó más a su esposa y le empotró la espalda contra su pecho. Gwen había dejado de forcejear y colgaba flácida como una muñeca de trapo.
—No, Malcolm. Yo no he dicho nada.
—Ella lo sabía, lo sabía.
A _____ se le paralizó el corazón. No había dicho "lo sabe" sino "lo sabía".
—No le hagas daño, por favor.
—Me ha dicho que iba a dejarme y a contárselo a todo el mundo. Lo he perdido todo. —Se tranquilizó—. A mí no me deja nadie. Nadie va a contar nada —pronunció las palabras cuidadosamente, con precisión.
Entonces apretó el gatillo. El grito de _____ se heló en su garganta a la vez que el cuerpo de Gwen Seward sufría un espasmo y luego quedaba inmóvil. Malcolm arrojó a su esposa al suelo y _____, estupefacta, la siguió con la mirada. De su cabeza manaba sangre que empapaba la alfombra beréber color vainilla. Gwen Seward no se movía. Estaba muerta. El hombre había disparado a su esposa y ahora estaba muerta.
_____ recobró la cordura de golpe. «Sal de aquí. Corre.» Giró sobre sus talones para echar a correr, pero él fue más rápido y al cabo de un instante la había atrapado. _____ se revolvió y pataleó, pero el hombre le rodeó la garganta con el brazo y le clavó la pistola en la sien. Oía la voz de él junto a su oído, ahora tranquila.
—Nadie va a contar nada —aseguró—. Ni ella, ni tú.
Nicholas apretó los puños. El jodido ascensor era más lento que una tortuga y él tenía el corazón desbocado. Miller no decía nada; sus manos aparecían relajadas pero sus ojos traslucían otra cosa. Disparos. Rehenes. _____ Rossi.
«¿Y si llegamos demasiado tarde? —pensó Nicholas—. Santo Dios, que no sea demasiado tarde.»
Al fin la puerta del ascensor se abrió y Nicholas hizo cuanto pudo por aproximarse al escenario con calma y prudencia. Por su distribución el edificio parecía un hotel, tenía los pasillos casi igual de largos. Había seis policías de uniforme alineados en el pasillo, junto a la puerta abierta, empuñando el arma. Uno de ellos se dirigió hacia Nicholas y Miller con expresión desalentadora.
—Soy Ripley. Mi compañero y yo hemos sido los primeros en llegar al escenario.
—¿Cuál es la situación? —preguntó Miller en voz baja y tono apremiante.
—Le ha disparado a su esposa en la cabeza y no permite que ninguno de los médicos de urgencias entre a ver cómo está. De todos modos, no nos ha parecido que respire.
—¿Y la doctora? —preguntó Nicholas, y contuvo la respiración.
Ripley lo miró con vacilación.
—La tiene sujeta por la garganta y le apunta con una pistola en la cabeza.
Nicholas se estremeció. Por desgracia, la imagen que acudió a su mente resultaba demasiado real.
Miller tragó saliva.
—Igual que la otra vez.
Ripley ladeó la cabeza.
—¿Cómo dice, detective?
—Ya la atacaron una vez —explicó Miller muy serio—. Fue un preso al que estaba examinando. —Empezaron a dirigirse al piso de Seward—. ¿Han avisado a un experto en negociación con rehenes?
—Le hemos avisado pero está a media hora de distancia. —Ripley se detuvo a más de un metro de la puerta y bajó la voz—. Detrás de él hay una ventana enorme. Si conseguimos que un francotirador se sitúe en uno de los pisos de enfrente, podría efectuar un buen disparo. Hemos evacuado a todos los vecinos de esta planta y también de la superior y la inferior.
—Voy a llamar a Spinnelli —dijo Miller, y se dirigió al extremo opuesto de la planta para que no lo oyeran.
Nicholas se quitó el abrigo.
—Permítanme que trate de hablar con él.
El agente sacudió la cabeza.
—No creo que sea buena idea. Está fuera de sí.
—No podemos esperar media hora a que llegue el experto. Ya ha matado a su esposa y no tiene ningún motivo para mantener con vida a la doctora. ¿Alguien sabe por qué lo hace?
—Al salir del ascensor lo hemos oído quejarse de que la doctora había telefoneado a su esposa para decirle algo que había prometido no contar. Su esposa lo había amenazado con dejarlo y por eso le ha disparado. —Ripley apretó la mandíbula—. La doctora se ha quedado de piedra. Estaba a punto de salir corriendo pero él... la ha atrapado. No hemos podido hacer nada.
Nicholas volvió la cabeza hacia donde Miller se encontraba hablando por el móvil. Su compañero levantó la cabeza y le dirigió una mirada de cautela. Al fin asintió y Nicholas se desplazó hasta la puerta blindada que colgaba del marco. Hacían falta dos hombres para derribar una puerta así.
O un futbolista fuera de sus casillas, que en ese momento tenía a _____ Rossi agarrada por el cuello y le apuntaba en la cabeza con una pistola. Era un arma del calibre 45 pero en la enorme mano del hombre parecía un revólver de juguete. Ella tenía los ojos cerrados y estaba completamente quieta, aunque el pecho le subía y le bajaba al ritmo del aire que tomaba regularmente por la nariz. Con las manos aferraba el brazo de Seward y se sostenía a suficiente distancia para poder respirar. Sus pies apenas rozaban el suelo. Uno de sus zapatos había ido a parar al pasillo y el otro se encontraba junto al cadáver de la señora Seward.
Ella también había luchado por librarse de él, sin embargo ahora su cuerpo yacía rígido.
Seward tenía los ojos fijos en él, pero no lo veía. El hombre se mecía suavemente al ritmo de algo que solo él podía oír.
—Seward —lo llamó Nicholas en tono tranquilo, y el hombre centró la mirada de inmediato—. Suéltela.
_____ abrió los ojos de golpe y Nicholas observó en ellos un terror controlado. Y súplica. Y confianza. Él mismo tuvo que ponerse muy derecho para que no le temblaran las rodillas. La vida de ella estaba en sus manos.
—No —se negó Seward—. Lo ha contado. Ha faltado a su palabra.
Algo en el semblante de Seward varió y Nicholas se formó un juicio instantáneo. Malcolm Seward conservaba la coherencia suficiente para escuchar los hechos, pero estaba demasiado ido para emplear con él frases tópicas o promesas.
—Ella no ha dicho nada. Ha sido otra persona quien ha llamado a su mujer, Seward, haciéndose pasar por la doctora.
Él bajó un instante la vista a su esposa muerta antes de volver a cruzarla con la de Nicholas.
—Miente —dijo en tono vacilante. Empezaba a reparar en la barbaridad que había hecho.
—¿Ha leído los periódicos, Seward? ¿Ha visto el telediario? ¿Ha oído hablar de los dos suicidios de esta semana?
Algo en el hombre cambió más allá de su mirada.
—Sí. ¿Y qué?
—También eran pacientes de la doctora. Recibieron llamadas de una persona que sabemos que no era la doctora Rossi, sino alguien que imitaba su voz. —No era del todo cierto, pero dada la situación a Nicholas eso le traía sin cuidado.
Seward volvió a bajar la mirada al suelo, hacia su diminuta esposa que yacía en un charco de su propia sangre. La mano con que sujetaba el gatillo le tembló y Nicholas vio que _____ respiraba muy hondo. Sus oscuros ojos permanecían fijos en él, igual que esa mañana, en la cabina de sonido, mientras repetía las palabras del asesino.
—Ella lo sabía —soltó Seward con voz áspera—. Iba a dejarme.
—Lo siento, Malcolm —dijo Nicholas sin abandonar el tono tranquilo—. Pero la doctora Rossi no ha contado nada. Suéltela, ande. Sea justo y suéltela.
El hombre cerró los ojos.
—La he matado. Mi Gwen.
Nicholas no dijo nada y el hombre prorrumpió en sollozos entrecortados. Tensó el brazo con que sujetaba a _____ y ella hizo una mueca de dolor al notar que la pistola se le clavaba más en la sien.
—La he matado, y todo por tu culpa. —Apretó más su garganta y _____ empezó a boquear para tomar aire mientras se esforzaba por ponerse de puntillas y distanciarse así un poco más del brazo. No podía. Seward no paraba de sollozar y las lágrimas atravesaban la capa de sangre y suciedad que cubría su rostro.
Nicholas luchó contra el pánico que le oprimía la garganta.
—Ya ha muerto una mujer inocente, Seward —dijo en tono severo—. No haga que sean dos. —Vio que había logrado captar la atención del hombre y suavizó el tono—. Su Gwen no lo habría querido así. Por favor, Malcolm, suéltela antes de que sea demasiado tarde.
Seward se irguió de golpe y con un movimiento sincronizado empujó a _____ y se dejó caer de rodillas junto a su esposa. _____ se tambaleó, jadeante, y Nicholas le asió la mano y la apartó del alcance de Seward. Ella se abalanzó contra su pecho entre escalofríos y temblores; parecía que las sacudidas fueran a hacerla estallar en mil pedazos.
O tal vez fueran las sacudidas del cuerpo de él. Nicholas la envolvió con sus brazos y la estrechó mientras ella trataba de recobrar el aliento, a la vez que Seward tomaba a su mujer en sus enormes brazos y la mecía como a un bebé. Los sollozos habían cesado pero las lágrimas seguían resbalando por sus mejillas.
Los agentes situados detrás de Nicholas habían ocupado sus puestos. Las armas apuntaban a Seward, quien permanecía arrodillado, meciendo a su Gwen, con la pistola aún en su mano.
Miller se colocó al lado de Nicholas y este, tácitamente, le pasó el testigo. Nicholas se apartó llevándose consigo a _____ y Miller ocupó su lugar junto a la puerta con el arma empuñada.
—Suelte la pistola, señor Seward —lo apremió Miller con voz serena. Nicholas no estaba seguro de poder recobrar ese tono jamás.
Malcolm Seward depositó a su mujer en el suelo y con una mano le colocó bien los brazos a ambos lados del cuerpo. Entonces se apuntó con la pistola en la boca y apretó el gatillo.
_____ se estremeció en los brazos de Nicholas, se aferró a la pechera de su camisa y permaneció inmóvil.
Durante unos instantes nadie dijo nada. Luego Miller enfundó lentamente la pistola y exhaló un suspiro.
—Joder. Qué mierda.
De súbito el pasillo se llenó de movimiento. Los médicos de urgencias entraron rápidamente en el piso, pero enseguida cesaron su actividad y sacudieron la cabeza en señal negativa.
—Están los dos muertos —dijo uno—. Llamen al forense.
_____ se apartó y, apoyándose en una pared del pasillo, se dejó caer al suelo sin tono muscular alguno. Miró dentro del piso hacia Seward y luego levantó la vista hacia Nicholas; el color de su rostro se había desvaído. Notaba el pulso acelerado en el hueco de la garganta, justo por encima de la ancha cicatriz roja.
—Gracias —susurró.
Nicholas, que no se fiaba de su propia voz, se limitó a asentir.
Miller se inclinó para recoger algo que brillaba en el suelo. Era la bufanda de _____, que volvió a caer con movimiento ondulante en cuanto él la soltó.
—Está... —empezó con mala cara—. Seguro que ya no la quieres, _____.
La voz de ella resultaba forzada.
—¿Me necesitan o puedo marcharme?
Nicholas no la creía capaz de tenerse en pie por sí sola, y mucho menos de llegar a su casa.
—Iremos a verla a su casa, pero antes necesitamos que conteste a unas preguntas.
No hacía ninguna falta, por lo menos de momento, pero Nicholas lo hizo para retenerla hasta que su rostro hubiera recobrado parte del color.
Ella se puso en pie, sorprendiéndolo.
—Pues acabemos cuanto antes, así podré irme a casa y asearme un poco. —Asió de un tirón su chaqueta, manchada de la sangre de Gwen Seward y del sudor de Malcolm Seward. Tragó saliva y se tambaleó—. Me parece que llevo sangre en el pelo. —Bajó la vista a sus pies descalzos—. Y en los pies. Dios mío. —Se estremeció y estaba a punto de cubrirse la boca con la mano cuando la retiró de golpe y se quedó mirando la palma ensangrentada—. Dios mío. —Levantó enseguida la vista y la puso en la camisa blanca de Nicholas, cuyo delantero, al que ella se había asido temiendo por su vida, aparecía ahora manchado de rojo.
Nicholas notó que se le cerraba la garganta al recordar la forma en que ella se había aferrado a él como si fuera su única esperanza de salvación.
—No se preocupe, me han pasado cosas peores. —Se acercó con la intención de ayudarla a sentarse de nuevo en el suelo antes de que se cayera, pero uno de los médicos de urgencias se le adelantó.
—Antes de ir a ninguna parte, déjeme examinarla.
—Estoy bien —protestó débilmente.
—Ya —respondió el médico de urgencias en tono poco comprometido, y se dispuso a hacer su trabajo. Ella le permitió que le tomara el pulso v la presión sanguínea, incluso que le examinara los ojos con una linterna. No obstante, retrocedió de inmediato en cuanto el médico le puso las manos en la garganta.
—Es una vieja herida —dijo con voz inexpresiva—. Si quiere rellenaré un impreso para eximirlos de toda responsabilidad, pero estoy bien y tengo ganas de marcharme a casa.
Había dos personas con la cabeza volada. Tendrían que haber sido tres. Sin embargo, cual gata con muchas vidas, Rossi se había salvado. Todavía estaba viva. No era justo. Aunque tal vez fuera mejor así. «Cuando por fin muera, quiero estar presente.» Para saborear cada momento, cada detalle.
Pero el día aún le reservaba otro sinsabor. El detective Jonas le había dicho a Seward que tenían pruebas de que alguien había imitado la voz de Rossi. Mentía. No cabía duda de que Jonas había mentido descaradamente. El parecido con la voz original era absoluto, lo había confirmado uno de los mejores estudios de sonido de Alemania. Nicole lo hacía tan bien que habría podido engañar incluso a la madre de Rossi.
Tal vez hubiera sido un error de cálculo dejar el mensaje en el contestador de Cynthia Adams, pero de otro modo la policía habría tardado días en comparar las huellas dactilares de la caja con las de Rossi, suponiendo que lo hubieran hecho.
No. El error era que Rossi tuviera a tanta policía de su parte. Resultaba obvio que el odio que en el departamento sentían por ella no era tan profundo ni estaba tan extendido como decían. El hecho de que el detective Jonas se hubiera convertido en uno de sus principales defensores era... una gran decepción. «Esperaba más de él.»
Sin embargo, a juzgar por la forma en que se esforzaba por que ella conservara la libertad no la odiaba, en absoluto. Más bien todo lo contrario. A juzgar por la forma en que la había abrazado mientras Seward se suicidaba, le importaba bastante más incluso de lo que probablemente estaba dispuesto a admitir.
Era vergonzoso. ¿Qué tenía aquella mujer para que los hombres cayeran rendidos a sus pies? Unos hombres que se suponía que eran capaces de ver más allá de un rostro bonito y un c*ulo garboso. La mayoría eran unos debiluchos.
«Pero yo no.»
Tenía dos opciones. La primera, eliminar a la atractiva Nicole. Si la policía sospechaba que alguien había imitado la voz de Rossi, tarde o temprano acabarían dando con Nicole. Por suerte, podía prescindir de ella. Por suerte, ya no le servía puesto que tenía que cambiar de planes. Rossi no acabaría en prisión, por lo menos en su sentido literal, con muros y barrotes.
Eso suponía una gran decepción. Lo había planeado todo cuidadosamente. Había empleado mucho tiempo en todos y cada uno de los pasos con el objetivo expreso de que Rossi acabara entre rejas. Sola y aislada. Sin carrera y sin amigos. Y, al fin, sin vida.
Pero había muchos tipos de prisión, muchas formas de inducir a alguien al aislamiento. El miedo. La angustia. En la prisión de Rossi estarían todas presentes.
Porque ella se las merecía.
No le habían preguntado por el secreto de Seward, pensó _____ aturdida mientras observaba a Miller y a Jonas dirigir la acción dentro del piso. Media docena de miembros de la policía científica habían acudido al lugar bajo el mando de Jack Unger. También había llegado el forense, con camillas y bolsas para los cadáveres. Y, a excepción del médico de urgencias, por fortuna todos la habían dejado tranquila. Ni una sola persona le había preguntado acerca de lo que Malcolm Seward tanto repetía que había contado. Por lo menos, de momento. Pero sabía que lo harían. Tenían que hacerlo. Y ella les respondería.
Total, ahora daba lo mismo. Malcolm Seward estaba muerto, y Gwen también. No tenían hijos. No quedaba nadie a quien la verdad pudiera herir.
_____ se sentó en el suelo del rellano, un agente uniformado se apostaba junto al ascensor y otro, junto a la escalera para prohibir el paso a las personas no autorizadas. Y suponía que también para evitar que ella se marchara antes de contar lo que la policía quería saber. Como si pudiera hacerlo. Después de oír cómo Seward apretaba el gatillo del arma dirigida a su propia persona, una oleada de pura adrenalina la había impulsado a moverse. En cambio ahora no tenía claro si podría hacerlo ni... Tragó saliva a la vez que la frase hecha le daba vueltas por la cabeza. «Ni a punta de pistola.»
Ya tenía las manos y los pies limpios, y un médico de urgencias le había quitado las medias manchadas de sangre con gestos suaves y una sonrisa alentadora. Estaba descalza. El médico le había dado un par de calcetines de deporte con suela antideslizante, pero de momento no se sentía con fuerzas para inclinarse y ponérselos.
Uno de los zapatos había quedado inservible, cubierto de sangre y sesos tanto de Malcolm como de Gwen Seward. El otro había ido a parar al rellano y permanecía en el suelo, cerca de donde estaba sentada. De todos modos, no pensaba volver a ponérselos. En cuanto llegara a casa, tiraría a la basura absolutamente todas las prendas que llevaba puestas. En cuanto llegara a casa, se daría una buena ducha con agua hirviendo y luego se frotaría el pelo y la piel sin dejar un solo rincón. Pero ni así se sentiría limpia. En cuanto llegara a casa, se terminaría la botella de vino de la noche anterior. Necesitaba caer en una inconsciencia que borrara todo lo sucedido durante la última hora.
De todos modos, no serviría de nada. Cuando despertara volvería a encontrarse en medio de aquella pesadilla. Malcolm y Gwen seguirían estando muertos, igual que Cynthia y Avery.
«Por mi culpa.» La razón le decía que no era cierto, pero la misma razón le decía que eso sería lo de menos cuando al día siguiente la ciudad entera leyera la noticia en los periódicos, o cuando esa noche tratara de conciliar el sueño. Lo cierto era que esas personas confiaban en que ella las ayudaría. Lo cierto era que cuatro inocentes habían muerto. «Por mi culpa.»
Los forenses estaban retirando los cadáveres y pasaban cerca de ella. Había una bolsa más grande y otra más pequeña. Recostó la cabeza en la pared y cerró los ojos. No quería que ese recuerdo se sumara a los demás, pero sabía que, por mucho que deseara lo contrario, la imagen perduraría en su mente mucho, mucho tiempo. Lo haría por mucho que ella le ordenara a su cerebro que la olvidara.
—¿_____?
Abrió los ojos y vio que Nicholas Jonas se acercaba. La miraba con ojos atentos, como si temiera que fuera a desmoronarse. Ella se presionó con las frías puntas de los dedos las mejillas, más frías aún.
—Quiere mi versión de los hechos.
—Si se siente capaz.
—Sí.
Hizo acopio de todas sus fuerzas para ponerse en pie, y se quedó atónita al ver que él se ponía en cuclillas y le embutía los calcetines en los pies como si fuera una criatura. Luego se dio media vuelta y se dejó caer hacia atrás hasta apoyarse en la pared y sentarse junto a ella. Su cuerpo irradiaba calor y _____ se estremeció mientras trataba por todos los medios de no pensar en cómo se había sentido en sus brazos, en lo fuerte que la había abrazado, en lo bien que le había sentado y en la seguridad que había experimentado. En los latidos de su corazón, que le aporreaba el pecho bajo su oído. Él también había tenido miedo. Sin embargo, había hecho su trabajo con confianza y aplomo. Le debía la vida. El pensar en que las cosas podían haber terminado de otra manera hizo que volviera a estremecerse.
—Tiene frío —dijo él en tono monótono—. Por Dios, mujer, ¿cómo se le ocurre venir desde la consulta sin abrigo? —Se quitó el suyo y se lo echó por encima de los hombros antes de que ella pudiera pronunciar una sola palabra de protesta—. No me lleve la contraria, _____ —le advirtió cuando ella trató de devolverle la prenda—. Con el aspecto que tiene, hasta un niño de cinco años podría con usted.
—Se manchará de sangre —masculló, pero él le tomó la mano entre las suyas y empezó a frotarla con energía para que volviera a circularle la sangre.
—Da igual. Santo Dios, tiene las manos heladas. ¿Por qué no nos ha dicho nada?
Ella se recostó en la pared, de pronto se sentía cansadísima.
—Tenían trabajo. —Todo lo que sucedía a su alrededor parecía desdibujarse en un lejano rumor que ella identificó como puro agotamiento—. ¿Le he dado las gracias?
Él le tomó la otra mano y se la calentó.
—Sí —respondió en tono más suave—. Ya me las ha dado. Explíqueme lo de la llamada.
—Estaba visitando a una paciente. —¿Quién era? «Ah, sí. La señora Lister»—. Samantha respondió al teléfono. La mujer dijo que sólo hablaría conmigo. Esta vez parecía hastiada.
—¿Cree que se trata de la misma mujer?
—No. No tenía voz de joven ni de mayor, solo de hastío. Dijo que Malcolm Seward y su mujer estaban discutiendo.
Él había terminado de frotarle las manos y le asía la derecha sin apretársela. Ella podría haberla retirado, pero no lo hizo. No era capaz.
—Dijo que Malcolm acababa de tirar a su mujer al suelo.
—¿Cuándo fue eso?
—Poco antes de avisarlo a usted. Mientras salía corriendo, le he pedido a Samantha que llamara al 911. —Frunció el entrecejo—. Han tardado mucho en llegar, pensaba que estarían aquí bastante antes que yo. —Levantó la cabeza y vio que él miraba fijamente su rostro. «Tiene ojos de policía», pensó. Prudentemente inexpresivos—. No pensaba hacerme la heroína, detective, pero no había nadie más para ayudarme. Él había derribado la puerta y yo sabía muy bien lo violento que podía llegar a ponerse cuando estaba enfadado. Sabía cuánto temía que algún día llegara a utilizar su fuerza contra su esposa. La tenía aferrada por el cuello... —Su voz se quebró y él le estrechó la mano.
—Tómese su tiempo, _____.
Ella irguió la espalda y se obligó a terminar.
—Él decía a voz en grito que yo había llamado a su esposa y le había contado su secreto, que ella lo había amenazado con dejarlo y que a él no lo dejaba nadie. Entonces le disparó. —Un escalofrío le recorrió el cuerpo y al notarlo se aferró con más fuerza a la mano de él—. Luego, la arrojó al suelo. Yo quise echar a correr, pero él era demasiado rápido. Entonces... —Su respiración se entrecortó pero, gracias a su perseverancia, acabó controlándola—, me puso la pistola en la sien. Justo en ese momento apareció la policía.
—¿Por qué estaba en tratamiento?
Ella soltó una risita triste.
—El motivo inicial era el control de la ira. Lo habían sancionado por romperle la nariz a otro jugador en una pelea durante un partido.
—Ya me acuerdo.
—Pues según parece la dirección del equipo también se acordaba. Insistieron en que recibiera ayuda psicológica.
—Y por eso acudió a su consulta.
—No. Primero acudió al médico del equipo, para cubrir las apariencias. Luego acudió a mí para que lo ayudara. —Lo miró a los ojos—. Era gay, detective. Llevaba años ocultándolo y negándolo delante de todo el mundo; se lo negaba incluso a sí mismo. Pero cada vez le costaba más controlar los impulsos. Tenía una esposa, una carrera. Le aterrorizaba perderlo todo si alguien llegaba a descubrirlo. Además, al ser Malcolm Seward no podía liarse con cualquiera. Lo habrían reconocido y se habrían aprovechado de ello. Así que no hacía nada, y cada día estaba más amargado.
Al principio la mirada de Nicholas reveló cierta sorpresa, pero de nuevo se había vuelto inexpresiva.
—¿Lo chantajeaban?
—No creo, pero de ser así dudo que lo hubiera admitido delante de mí. Francamente, con la terapia no íbamos a ninguna parte. Él seguía empeñado en negárselo a sí mismo. Al principio era capaz de... satisfacer a su esposa con suficiente frecuencia para que ella no sospechara nada, pero las cosas estaban cambiando. Ella quería tener un hijo y Malcolm no. Empezó a acusarlo de tener una aventura.
—Qué ironía —dijo Jonas en tono quedo.
—Sí. Él estaba cada vez más amargado, se metía con cualquier desconocido. —_____ suspiró con tristeza—. Y también con Gwen. Eso estaba acabando con él, realmente quería a su esposa. No quería herirla ni faltarle al respeto. Eran novios desde que iban a la escuela. Ella era más bien conservadora y no habría entendido su homosexualidad. —Tragó saliva—. Supongo que ahora todo da igual.
Él volvió a estrecharle la mano pero no hizo la mínima intención de confortarla con frases vanas, y ella se lo agradeció.
—¿Cómo fue a parar Seward a su consulta?
—Me encontró en las páginas amarillas. Malcolm no tenía bastante confianza con ninguno de sus amigos para pedirles referencias. No quería que supieran que había otro motivo aparte del control de la ira, en eso tenía el apoyo de la mayor parte de sus compañeros. Y, desde luego, no quería que Gwen lo descubriera.
_____ cerró los ojos. El atontamiento estaba empezando a desaparecer y su mente empezaba a ponerse de nuevo en marcha. Recordó la conversación que había mantenido con Harrison durante la comida. Tres horas antes creía que el asesino podía haber dado con sus pacientes a través de la unidad psiquiátrica del hospital. Ahora tenía que enfrentarse a la realidad.
—La única forma de dar con los tres pacientes es plantarse en la puerta de la consulta las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana. Eso, o registrar mi archivo.
La mera idea la ponía tan enferma que era incapaz de plantearse esa posibilidad. Todos los informes de sus pacientes... corrían peligro. Apretó los dientes y contuvo las náuseas que le habían entrado.
—Por cómo han ido las cosas, creo que es más probable lo segundo.
Él guardó silencio unos instantes.
—¿Dónde guárdalos informes?
—En una cámara de seguridad, junto con los de Harrison. El doctor Harrison Ernst es mi...
—Su colega. ¿Quién tiene acceso a esa cámara durante las horas de trabajo y después?
—Solo Harrison y yo, y Samantha, la recepcionista.
Él le soltó la mano y extrajo su cuaderno del bolsillo. _____ extendió los dedos, tenía la sensación de que le faltaba algo.
—Esa cámara, ¿es una especie de caja fuerte?
—No, es como un gran armario al que se puede entrar.
—¿Guarda información electrónica?
_____ lo miró con recelo.
—A veces. No de todos los pacientes. —Hacía más o menos cinco años había tratado a un paciente del que no guardó información electrónica así que, estrictamente hablando, no estaba mintiendo.
Él le dirigió una mirada severa.
—No pienso meter las narices en su archivo, doctora. Ya lo hará Patrick con su orden judicial. ¿Dónde guarda los ficheros electrónicos?
—En el ordenador de la consulta. Yo misma tomo las notas, las imprimo y las guardo en el archivador, en...
—En la cámara de seguridad. Ya. Y luego ¿elimina los ficheros del disco duro?
Ella vaciló.
—No con la frecuencia recomendable. De todos modos, el sistema está protegido mediante contraseña.
—¿Y guarda alguna copia de seguridad del disco duro?
De nuevo vaciló.
—Hago una todos los viernes por la tarde. La guardo en el lápiz de memoria.
Él arqueó las cejas con gesto interrogativo.
—Lo llevo en el llavero —añadió—, siempre lo llevo encima.
«Excepto ayer», pensó. Se había dejado las llaves en la consulta, dentro del bolso. De hecho, pensó con angustia creciente a cada segundo que pasaba, sus ficheros dejaban de estar protegidos en el momento en que no llevaba las llaves encima.
—Hay otra posibilidad, doctora —apuntó Jonas mirándola fijamente—. Alguien podría haber estado escuchando durante las visitas.
_____ abrió mucho los ojos.
—¿Quiere decir...? ¿Quiere decir que cree que hay algún micrófono oculto? Dios mío. Eso cree. —Desplazó la mirada hasta la puerta del piso de Seward, de donde salían Miller y Jack Unger. Miller hizo a Jonas un gesto de asentimiento apenas perceptible—. ¿Qué pasa? —Al ver que Jonas no le contestaba, lo aferró por el brazo—. Dígame qué pasa.
Jonas suspiró.
—Hemos encontrado cámaras ocultas en los tres pisos. Y también, micrófonos.
_____ se dejó caer contra la pared y se dio un pequeño golpe en la cabeza que apenas percibió.
—¿Cámaras?
Él asintió.
—Conectadas a internet.
La comida que _____ a duras penas había conseguido mantener en el estómago empezó a producirle náuseas, por lo que se puso en pie tambaleándose.
—No, no puede ser.
Nicholas se limitó a levantarse y mirarla con triste resignación.
—Santo Dios. ¿Por qué? —preguntó con gran pesar.
—Aún no lo sabemos. Pensábamos que habían instalado las cámaras para grabar los suicidios, pero ya no estamos seguros. De camino hacia aquí, se nos ha ocurrido que también podrían haber utilizado las cámaras para elegir a las víctimas. Si el asesino espía a sus pacientes, también podría estar espiándola a usted. ¿Permitiría que Jack registrara su consulta?
_____ asintió temblorosa.
—Sí, sí, claro. Vamos.
—Ahora no —dijo Jonas en tono amable—. Antes vaya a casa a asearse. Luego iremos a la consulta. —Le deslizó la mano por la espalda y la guió hacia el ascensor. Su tacto le dejó una sensación cálida a pesar de llevar todavía puesto su abrigo, que arrastraba por el suelo. Tendría que habérselo devuelto, pero no lo hizo. Él le levantó la barbilla y, una vez más, observó su rostro.
—Está temblando. ¿Soportará el ascensor o prefiere que bajemos por la escalera?
Ella bajó la vista al suelo, avergonzada de que le hablara tan abiertamente de su miedo.
—Qué tontería, ¿verdad? Una psiquiatra con fobia. El típico caso del médico que es el primero en necesitar tratamiento, y toda esa mierda.
Él le oprimió ligeramente el brazo y le dio un suave zarandeo.
—Eso no es ninguna tontería, _____. Demuestra que es humana.
Ella levantó la mirada y la posó en la de él. Sus ojos azules expresaban solo comprensión y apoyo, no resultaban condescendientes ni acusatorios. De forma inesperada, los de _____ se llenaron de lágrimas.
—Gracias —susurró—. Gracias por todo.
Él le sonrió.
—De nada. Le debía una.
Ella exhaló un suspiro entrecortado y recobró el control.
—Pues entonces estamos en paz, detective.
Una sombra empañó la sonrisa de él.
—Muy bien. Abajo hay un montón de periodistas. ¿Quiere salir sola o necesita ayuda?
_____ irguió la espalda.
—Saldré sola, pero prefiero bajar por la escalera.
Él guardó silencio mientras bajaban por la escalera. Se detuvieron varias veces para que ella descansara, lo cual le resultó más necesario de lo que creía. Varios policías se apostaban en el vestíbulo del edificio para mantener a raya a los periodistas. Nicholas hizo una señal con la cabeza a uno de los agentes.
—Ya pueden dar permiso a los vecinos para que vuelvan a sus casas —dijo. Luego, abrió la puerta—. No haga ningún comentario, no pronuncie una sola palabra.
«Habla igual que Amy», pensó _____. Se le ocurrió que ni a Jonas ni a Amy les habría hecho ninguna gracia la comparación, pero su reflexión se perdió en el mar de rostros y destellos que formaba la multitud de periodistas. Allí había por lo menos treinta personas, algunas con micrófonos, otras con cámaras al hombro.
Cámaras. Al verlas recordó que la policía había encontrado cámaras ocultas en los pisos de las víctimas. Cámaras para captar sus últimos momentos. Micrófonos. Tal vez en su consulta hubiera alguno. «Santo Dios.» Eso bastó para que volviera a sentirse mareada. Lo único que le faltaba era vomitar delante de las cámaras que, probablemente, emitían en directo, así que se armó de valor para afrontar la avalancha.
Alguien le plantó un micrófono en la cara.
—¿Es cierto que Malcolm Seward ha muerto? ¿Y que le ha apuntado a usted con la pistola?
Con una mano se ciñó el abrigo de Jonas al cuello y con la otra apartó el micrófono mientras seguía andando. Jonas avanzaba a su lado. Miró hacia la calle, donde Joe Miller los esperaba en el coche. «Solo un minuto más.»
—¿Le ha disparado?
—¿Ha visto morir a Gwen Seward?
—¿Es verdad que Malcolm Seward se ha suicidado?
Todas las preguntas se iban mezclando en su cabeza, hasta que una morenaza maquillada a la perfección le salió al paso. Percibió un destello en sus ojos y una mordacidad en su sonrisa que despertaron la voz de alarma en su mente, aunque unos instantes demasiado tarde.
—Doctora Rossi, soy Lynne Pope de Chicago On The Town. ¿Ha sido la homosexualidad que Malcolm Seward trataba de ocultar lo que ha causado hoy semejante tragedia?
Entre la multitud se oyeron gritos ahogados de asombro seguidos de murmullos incrédulos.
Lo único que la ayudó a avanzar en lugar de quedarse allí petrificada fue el hecho de notar que Nicholas Jonas la sujetaba por el brazo. Al recuperarse, _____ adoptó con gran habilidad un semblante impasible, pero temía que Pope hubiera notado su sorpresa y su perplejidad.
—Por ahora no tengo nada que decir.
Lynne Pope la siguió, forzando la sonrisa.
—Pero Malcolm Seward era gay —insistió—. Usted misma lo ha confirmado esta tarde, doctora.
La máscara de impasibilidad de _____ se desvaneció a la vez que la sangre pareció dejar de circular por su cerebro.
—¿Cómo dice?
Miller abrió la puerta del coche.
—Entra, _____.
Pope le impidió el paso.
—No sé a qué juega, doctora —dijo la reportera sin dejar de sonreír—, pero no pienso seguirle la corriente. Si cree que puede citarme aquí prometiéndome la noticia del siglo para luego saltar con que no tiene nada que decir y quedarse tan tranquila, está muy equivocada. Esta noche, a las ocho en punto, la noticia saldrá a la luz, incluida la grabación en la que explica que Malcolm Seward se había convertido en violento y peligroso por culpa de no aceptar su condición de homosexual.
_____ guardó silencio mientras las repercusiones de todo aquello se disparaban en su cabeza.
«Los periodistas.» El muy hijo de p*uta había revelado los secretos de sus pacientes a los periodistas. Los demás pacientes lo sabrían y se preguntarían si su secreto sería el siguiente en difundirse.
Al doctor Fenwick y al consejo no iba a gustarles ni un pelo.
«Me retirarán la licencia, mi carrera se irá al garete.» Ese parecía ser, de momento, el motivo principal de lo ocurrido.
Imágenes de sus pacientes muertos asaltaron su mente. Cuerpos mutilados, ojos sin vida. ¿Morirían más pacientes? «¿Han terminado? ¿Tienen bastante con acabar con mi carrera o piensan seguir?» ¿Quién sería el siguiente?
Pope escrutaba su rostro sin perder detalle, arqueando las cejas con gesto sardónico.
—¿Le sorprende, doctora? No sé por qué. Siempre grabo las llamadas telefónicas que recibo. Las grabo para mi uso particular, por supuesto.
«Tenía que poner fin a todo aquello, en ese mismo momento.» Tenía que advertir a sus pacientes de lo que estaba ocurriendo, daba igual lo que le costara. _____ levantó la barbilla.
—No, yo no aparezco en ninguna grabación suya, señorita Pope. Lo que ha oído no es más que una buena imitación.
—Doctora —la previno Jonas en voz baja—, no haga comentarios.
_____ lo miró con el rabillo del ojo.
—No puedo permitir que me acusen así, detective.
Él inclinó la cabeza en señal de aprobación y ella se volvió hacia Pope, en cuyo favor había que decir que parecía más interesada por los acontecimientos que enfadada.
—Señorita Pope, no tengo nada que decir, aparte de que nunca me he puesto en contacto con usted para contarle nada. Soy psiquiatra, no tendría ningún sentido que hiciera lo que usted afirma. Me temo que la han engañado.
A Pope le brillaban los ojos, estaba satisfecha de haber provocado su reacción.
—¿Y quién ha sido, doctora?
—No lo sé. —_____ se volvió hacia la cámara con los ojos entornados—. Pero pienso descubrirlo.
y chicas preparence!!! este cap estaa!!!!! con el suspenso al 100!!! jejeje espero que les guste!! gracias por sus comentarios!!!
Martes, 14 de marzo, 15.30 horas.
Por suerte, la esposa de Spinnelli se dedicaba a patrocinar diversas formas de arte. Por suerte, la semana anterior había arrastrado al teniente a una representación improvisada que le había gustado lo suficiente para mantenerse despierto, lo que no ocurría con la mayoría de las sesiones a las que lo llevaba. Así, la señora Spinnelli le había proporcionado una lista de contactos en el Chicago Studio Theater, un renombrado centro de estudios teatrales. Miller y Nicholas accedían en esos momentos al centro tras mostrar su placa identificativa. Todas las miradas de los asistentes al ensayo se fijaron en ellos.—Soy el detective Miller. Este es mi compañero, el detective Jonas.
—¿Qué quieren? —preguntó un hombre mayor desde el escenario.
—Tenemos que hacerles unas preguntas —respondió Nicholas—. Estamos buscando a una mujer que imita voces y nos han enviado aquí.
El hombre se sentó en el borde del escenario y saltó al suelo.
—Soy el director de escena, me llamo Grant Oldham.
—Muy bien. Tal como le decía, señor Oldham, estamos buscando a una mujer que imita voces. Es muy buena. Se nos ha ocurrido que podría pertenecer al mundo del teatro.
Oldham se irguió cuan alto era: un metro setenta.
—No voy a facilitarles ninguna lista de nuestros actores para su caza de brujas.
—No buscamos a ninguna bruja, señor Oldham, sino a un criminal —le respondió Nicholas en tono levemente irónico—. Claro que no están obligados a decirnos nada, ¿verdad, Miller?
—No. Pero tengo entendido que los actores y actrices son muy bohemios. Quién sabe lo que podemos descubrir si venimos con una orden judicial.
Costaba afirmarlo en la sala medio a oscuras, pero Oldham pareció palidecer.
—No pueden pedir una orden judicial sin motivo, es anticonstitucional.
Nicholas suspiró. De repente todo el mundo se sabía la Constitución al dedillo.
—Le estamos siguiendo la pista a un asesino que ya ha matado a dos personas y no da la impresión de que vaya a dejarlo ahí. Nos gustaría que nos ayudaran, pero la cuestión es tan importante que si no lo hacen y los detenemos para interrogarlos, nadie nos lo echará en cara. Por favor, compórtense como deben y colaboren con nosotros.
Oldham dio un resoplido.
—¿Qué quieren que hagamos?
—Ayudarnos a encontrar a imitadoras de voces —explicó Miller—. Con talento.
Oldham se frotó la calva de la coronilla.
—A ver, tenemos a Jen Rivers, Lani Swenson, Nicole Rivera... —Volvió la cabeza para mirar a los actores del escenario—. ¿Alguien más? —preguntó.
—Mary Anne Gibbs —apuntó un hombre con una incipiente perilla que le confería un aspecto descuidado—. Imita muy bien a Liza Minnelli.
Los otros se limitaron a negar con la cabeza, con el entrecejo fruncido.
Nicholas anotó todos los nombres mientras Miller se sacaba del bolsillo una fotografía de la mujer que aparecía en la grabación de la oficina de correos.
—¿La conoce?—preguntó Miller.
Oldham entrecerró los ojos.
—Eh, tú, guaperas, dale a la luz, ¿quieres?
El actor de la perilla atravesó tranquilamente el escenario y de súbito una luz cegadora inundó el teatro obligándolos a cerrar los ojos. Oldham tomó la fotografía y la examinó atentamente.
—Por el pelo no lo parece, pero... podría ser Nicole. De todas formas, tiene demasiado grano. Lo siento, detectives.
Un hormigueo recorrió la columna vertebral de Nicholas. Habían dado un paso más.
—¿Sabe dónde podemos encontrar a Nicole?
Oldham se volvió de nuevo hacia los actores.
—¿Alguno sabe por dónde anda Nicole?
—Trabajaba de camarera en un café, cerca de la torre Sears —dijo el hombre de la perilla—. No sé si sigue allí, hace unos cuantos meses que no veo a Nikki.
De pronto sonó el móvil de Nicholas.
—Discúlpenme, será solo un momento. —Se apartó un poco mientras miraba la pantalla. _____ Rossi.
—¿Qué hay? —le preguntó, saltándose el saludo.
—Tenemos que vernos. —Estaba sin aliento, su voz era incapaz de expresar su desesperación—. He recibido otra llamada.
—Miller —lo llamó Nicholas en tono imperioso—. Tenemos que irnos. ¿De quién se trata esta vez, _____?
—De Malcolm Seward.
Nicholas se detuvo en seco en el vestíbulo del teatro y, tras él, Miller hizo lo propio.
—¿El futbolista? —El hombre no era cualquier jugador, era un auténtico mito. ¿Malcolm Seward era paciente suyo?
—Sí. Por favor, detective, dese prisa. Esta es la dirección.
Nicholas sujetó el teléfono entre el hombro y la cabeza y garabateó la dirección en su cuaderno, debajo de los nombres de las cuatro mujeres. Se trataba de un barrio caro, no lejos de donde vivía Rossi.
—¿Dónde está ahora? —Oyó un bocinazo seguido de un chirrido de neumáticos y le pareció que Rossi decía algo como "estúpido"—. ¿_____? ¿Va todo bien?
—Sí, sí, todo bien, todo bien. Voy de camino a su casa, el piso es el séptimo. Dese prisa.
—Espere, _____; espérenos. —Pero ya no lo escuchaba—. Vamos, Miller —lo apremió, y echó a correr.
El corazón le latía con fuerza, con mucha fuerza; su ritmo se acompasaba al de sus pasos al atravesar a toda prisa la puerta de cristal del bloque de pisos donde vivía Seward.
El portero, estupefacto, no llegó a detenerla por pocos segundos.
—¡Espere! ¡No puede subir!
—Soy médico —dijo entre jadeos volviendo la cabeza—. Hay una urgencia. —La puerta de un ascensor se abría en ese momento y, tras vacilar durante fracciones de segundo, se coló dentro y apretó el botón del séptimo piso. Un penetrante sonido de sirenas lejanas se mezcló con el martilleo de su cabeza mientras la puerta se cerraba. La policía estaba a punto de llegar; se encontraban tan solo a una manzana de distancia.
«Son solo siete pisos. Seis.» Clavó la mirada en la pantalla digital y contó los latidos de su corazón mientras el ascensor se elevaba.
Malcolm Seward, un futbolista con mucha rabia contenida. Respiró hondo, le ardían los pulmones. El médico del equipo lo envió a su consulta por haber pegado un puñetazo en la cara a otro jugador durante una riña que había tenido lugar fuera del campo y, por suerte, lejos de las cámaras. Ella había captado cuál era el problema enseguida, semanas antes de que él fuera capaz de verbalizarlo.
La puerta del ascensor se abrió y _____ salió tambaleándose al descansillo. Le resultó fácil adivinar cuál era el piso de Seward al oír los violentos insultos solo interrumpidos por gritos de terror que le helaban la sangre.
—No, Dios, no. Malcolm, por favor. —Eran los gritos de una mujer. «Dice que va a acabar con ella de una p*uta vez.» Pero aún no estaba muerta. «No es demasiado tarde.»
La puerta blindada, llena de abolladuras, colgaba de un lado del marco. La observó un momento mientras se estrujaba los sesos. Había echado la puerta abajo. «¿Dónde está la policía? Tendría que haber llegado antes que yo.» Pero los agentes no habían llegado todavía y los gritos habían cesado. Ya solo se oían gemidos aterrados, lo cual era aún peor.
—Por favor, Malcolm. —El susurro de la mujer resultó tenso, ronco—. Por favor, no voy a dejarte. No diré nada.
—Mientes. Cerda asquerosa, a mí no me mientas.
—No estoy mintiendo, no... —Un grito ahogado.
Incapaz de esperar más tiempo, _____ empujó la puerta y se quedó petrificada. A escasa distancia, Malcolm Seward, casi dos metros de puro músculo y violenta furia, levantaba a su menuda esposa del suelo sujetándola por la garganta con el antebrazo y le apuntaba la cabeza con una pistola. «Su nombre —pensó _____ desesperada—. Cómo se llama... Gwen. Se llama Gwen.» Se esforzó por tomar aire y serenarse, lo cual no resultaba fácil teniendo en cuenta que a Gwen se le salían los ojos de las órbitas de puro terror. Sus pequeñas manos se clavaban en vano en el brazo de su marido. Miraba fijamente a _____, sus frenéticas súplicas eran totalmente inaudibles.
—Malcolm. —_____ pronunció su nombre con calma—. Suéltala. Si lo haces, te ayudaré.
Ahora a Gwen le costaba respirar y agitaba las piernas en el aire golpeando las de él. No obstante, el hombre era una roca capaz de avanzar con el esférico aun arrastrando a dos jugadores de más de cien kilos. Su diminuta esposa representaba una amenaza tan grande como un insecto.
Seward levantó la mirada enajenada, acusatoria. El sudor que rezumaba de su cuerpo le había empapado la camisa.
—Usted se lo dijo. Me prometió que no lo haría, pero sí que lo hizo.
_____ levantó las manos con las palmas hacia el frente.
El corazón volvía a latirle con violencia, esta vez a causa del miedo. Otra vez la mujer. La misma mujer que había dejado el mensaje en el contestador de Cynthia Adams había vuelto a imitar su voz.
—Suelta a Gwen, Malcolm.
—No. —El sacudió la cabeza, sus movimientos eran frenéticos—. No. Va a dejarme. Se lo dirá a todo el mundo. —La sujetó con más fuerza y, con un gesto brusco, la levantó todavía más del suelo—. A mí no me deja nadie.
—Nadie va a dejarte, Malcolm. —_____ trató de hablar en tono tranquilizador, melodioso, y vio que el hombre empezaba a estremecerse—. Nadie va a decir nada.
Ahora el hombre estaba temblando y las lágrimas le rodaban por las mejillas.
—Usted se lo dijo. La llamó y se lo dijo. Me prometió que no contaría nada, pero no lo ha cumplido. —Emitió un sollozo y de un tirón levantó más a su esposa y le empotró la espalda contra su pecho. Gwen había dejado de forcejear y colgaba flácida como una muñeca de trapo.
—No, Malcolm. Yo no he dicho nada.
—Ella lo sabía, lo sabía.
A _____ se le paralizó el corazón. No había dicho "lo sabe" sino "lo sabía".
—No le hagas daño, por favor.
—Me ha dicho que iba a dejarme y a contárselo a todo el mundo. Lo he perdido todo. —Se tranquilizó—. A mí no me deja nadie. Nadie va a contar nada —pronunció las palabras cuidadosamente, con precisión.
Entonces apretó el gatillo. El grito de _____ se heló en su garganta a la vez que el cuerpo de Gwen Seward sufría un espasmo y luego quedaba inmóvil. Malcolm arrojó a su esposa al suelo y _____, estupefacta, la siguió con la mirada. De su cabeza manaba sangre que empapaba la alfombra beréber color vainilla. Gwen Seward no se movía. Estaba muerta. El hombre había disparado a su esposa y ahora estaba muerta.
_____ recobró la cordura de golpe. «Sal de aquí. Corre.» Giró sobre sus talones para echar a correr, pero él fue más rápido y al cabo de un instante la había atrapado. _____ se revolvió y pataleó, pero el hombre le rodeó la garganta con el brazo y le clavó la pistola en la sien. Oía la voz de él junto a su oído, ahora tranquila.
—Nadie va a contar nada —aseguró—. Ni ella, ni tú.
Nicholas apretó los puños. El jodido ascensor era más lento que una tortuga y él tenía el corazón desbocado. Miller no decía nada; sus manos aparecían relajadas pero sus ojos traslucían otra cosa. Disparos. Rehenes. _____ Rossi.
«¿Y si llegamos demasiado tarde? —pensó Nicholas—. Santo Dios, que no sea demasiado tarde.»
Al fin la puerta del ascensor se abrió y Nicholas hizo cuanto pudo por aproximarse al escenario con calma y prudencia. Por su distribución el edificio parecía un hotel, tenía los pasillos casi igual de largos. Había seis policías de uniforme alineados en el pasillo, junto a la puerta abierta, empuñando el arma. Uno de ellos se dirigió hacia Nicholas y Miller con expresión desalentadora.
—Soy Ripley. Mi compañero y yo hemos sido los primeros en llegar al escenario.
—¿Cuál es la situación? —preguntó Miller en voz baja y tono apremiante.
—Le ha disparado a su esposa en la cabeza y no permite que ninguno de los médicos de urgencias entre a ver cómo está. De todos modos, no nos ha parecido que respire.
—¿Y la doctora? —preguntó Nicholas, y contuvo la respiración.
Ripley lo miró con vacilación.
—La tiene sujeta por la garganta y le apunta con una pistola en la cabeza.
Nicholas se estremeció. Por desgracia, la imagen que acudió a su mente resultaba demasiado real.
Miller tragó saliva.
—Igual que la otra vez.
Ripley ladeó la cabeza.
—¿Cómo dice, detective?
—Ya la atacaron una vez —explicó Miller muy serio—. Fue un preso al que estaba examinando. —Empezaron a dirigirse al piso de Seward—. ¿Han avisado a un experto en negociación con rehenes?
—Le hemos avisado pero está a media hora de distancia. —Ripley se detuvo a más de un metro de la puerta y bajó la voz—. Detrás de él hay una ventana enorme. Si conseguimos que un francotirador se sitúe en uno de los pisos de enfrente, podría efectuar un buen disparo. Hemos evacuado a todos los vecinos de esta planta y también de la superior y la inferior.
—Voy a llamar a Spinnelli —dijo Miller, y se dirigió al extremo opuesto de la planta para que no lo oyeran.
Nicholas se quitó el abrigo.
—Permítanme que trate de hablar con él.
El agente sacudió la cabeza.
—No creo que sea buena idea. Está fuera de sí.
—No podemos esperar media hora a que llegue el experto. Ya ha matado a su esposa y no tiene ningún motivo para mantener con vida a la doctora. ¿Alguien sabe por qué lo hace?
—Al salir del ascensor lo hemos oído quejarse de que la doctora había telefoneado a su esposa para decirle algo que había prometido no contar. Su esposa lo había amenazado con dejarlo y por eso le ha disparado. —Ripley apretó la mandíbula—. La doctora se ha quedado de piedra. Estaba a punto de salir corriendo pero él... la ha atrapado. No hemos podido hacer nada.
Nicholas volvió la cabeza hacia donde Miller se encontraba hablando por el móvil. Su compañero levantó la cabeza y le dirigió una mirada de cautela. Al fin asintió y Nicholas se desplazó hasta la puerta blindada que colgaba del marco. Hacían falta dos hombres para derribar una puerta así.
O un futbolista fuera de sus casillas, que en ese momento tenía a _____ Rossi agarrada por el cuello y le apuntaba en la cabeza con una pistola. Era un arma del calibre 45 pero en la enorme mano del hombre parecía un revólver de juguete. Ella tenía los ojos cerrados y estaba completamente quieta, aunque el pecho le subía y le bajaba al ritmo del aire que tomaba regularmente por la nariz. Con las manos aferraba el brazo de Seward y se sostenía a suficiente distancia para poder respirar. Sus pies apenas rozaban el suelo. Uno de sus zapatos había ido a parar al pasillo y el otro se encontraba junto al cadáver de la señora Seward.
Ella también había luchado por librarse de él, sin embargo ahora su cuerpo yacía rígido.
Seward tenía los ojos fijos en él, pero no lo veía. El hombre se mecía suavemente al ritmo de algo que solo él podía oír.
—Seward —lo llamó Nicholas en tono tranquilo, y el hombre centró la mirada de inmediato—. Suéltela.
_____ abrió los ojos de golpe y Nicholas observó en ellos un terror controlado. Y súplica. Y confianza. Él mismo tuvo que ponerse muy derecho para que no le temblaran las rodillas. La vida de ella estaba en sus manos.
—No —se negó Seward—. Lo ha contado. Ha faltado a su palabra.
Algo en el semblante de Seward varió y Nicholas se formó un juicio instantáneo. Malcolm Seward conservaba la coherencia suficiente para escuchar los hechos, pero estaba demasiado ido para emplear con él frases tópicas o promesas.
—Ella no ha dicho nada. Ha sido otra persona quien ha llamado a su mujer, Seward, haciéndose pasar por la doctora.
Él bajó un instante la vista a su esposa muerta antes de volver a cruzarla con la de Nicholas.
—Miente —dijo en tono vacilante. Empezaba a reparar en la barbaridad que había hecho.
—¿Ha leído los periódicos, Seward? ¿Ha visto el telediario? ¿Ha oído hablar de los dos suicidios de esta semana?
Algo en el hombre cambió más allá de su mirada.
—Sí. ¿Y qué?
—También eran pacientes de la doctora. Recibieron llamadas de una persona que sabemos que no era la doctora Rossi, sino alguien que imitaba su voz. —No era del todo cierto, pero dada la situación a Nicholas eso le traía sin cuidado.
Seward volvió a bajar la mirada al suelo, hacia su diminuta esposa que yacía en un charco de su propia sangre. La mano con que sujetaba el gatillo le tembló y Nicholas vio que _____ respiraba muy hondo. Sus oscuros ojos permanecían fijos en él, igual que esa mañana, en la cabina de sonido, mientras repetía las palabras del asesino.
—Ella lo sabía —soltó Seward con voz áspera—. Iba a dejarme.
—Lo siento, Malcolm —dijo Nicholas sin abandonar el tono tranquilo—. Pero la doctora Rossi no ha contado nada. Suéltela, ande. Sea justo y suéltela.
El hombre cerró los ojos.
—La he matado. Mi Gwen.
Nicholas no dijo nada y el hombre prorrumpió en sollozos entrecortados. Tensó el brazo con que sujetaba a _____ y ella hizo una mueca de dolor al notar que la pistola se le clavaba más en la sien.
—La he matado, y todo por tu culpa. —Apretó más su garganta y _____ empezó a boquear para tomar aire mientras se esforzaba por ponerse de puntillas y distanciarse así un poco más del brazo. No podía. Seward no paraba de sollozar y las lágrimas atravesaban la capa de sangre y suciedad que cubría su rostro.
Nicholas luchó contra el pánico que le oprimía la garganta.
—Ya ha muerto una mujer inocente, Seward —dijo en tono severo—. No haga que sean dos. —Vio que había logrado captar la atención del hombre y suavizó el tono—. Su Gwen no lo habría querido así. Por favor, Malcolm, suéltela antes de que sea demasiado tarde.
Seward se irguió de golpe y con un movimiento sincronizado empujó a _____ y se dejó caer de rodillas junto a su esposa. _____ se tambaleó, jadeante, y Nicholas le asió la mano y la apartó del alcance de Seward. Ella se abalanzó contra su pecho entre escalofríos y temblores; parecía que las sacudidas fueran a hacerla estallar en mil pedazos.
O tal vez fueran las sacudidas del cuerpo de él. Nicholas la envolvió con sus brazos y la estrechó mientras ella trataba de recobrar el aliento, a la vez que Seward tomaba a su mujer en sus enormes brazos y la mecía como a un bebé. Los sollozos habían cesado pero las lágrimas seguían resbalando por sus mejillas.
Los agentes situados detrás de Nicholas habían ocupado sus puestos. Las armas apuntaban a Seward, quien permanecía arrodillado, meciendo a su Gwen, con la pistola aún en su mano.
Miller se colocó al lado de Nicholas y este, tácitamente, le pasó el testigo. Nicholas se apartó llevándose consigo a _____ y Miller ocupó su lugar junto a la puerta con el arma empuñada.
—Suelte la pistola, señor Seward —lo apremió Miller con voz serena. Nicholas no estaba seguro de poder recobrar ese tono jamás.
Malcolm Seward depositó a su mujer en el suelo y con una mano le colocó bien los brazos a ambos lados del cuerpo. Entonces se apuntó con la pistola en la boca y apretó el gatillo.
_____ se estremeció en los brazos de Nicholas, se aferró a la pechera de su camisa y permaneció inmóvil.
Durante unos instantes nadie dijo nada. Luego Miller enfundó lentamente la pistola y exhaló un suspiro.
—Joder. Qué mierda.
De súbito el pasillo se llenó de movimiento. Los médicos de urgencias entraron rápidamente en el piso, pero enseguida cesaron su actividad y sacudieron la cabeza en señal negativa.
—Están los dos muertos —dijo uno—. Llamen al forense.
_____ se apartó y, apoyándose en una pared del pasillo, se dejó caer al suelo sin tono muscular alguno. Miró dentro del piso hacia Seward y luego levantó la vista hacia Nicholas; el color de su rostro se había desvaído. Notaba el pulso acelerado en el hueco de la garganta, justo por encima de la ancha cicatriz roja.
—Gracias —susurró.
Nicholas, que no se fiaba de su propia voz, se limitó a asentir.
Miller se inclinó para recoger algo que brillaba en el suelo. Era la bufanda de _____, que volvió a caer con movimiento ondulante en cuanto él la soltó.
—Está... —empezó con mala cara—. Seguro que ya no la quieres, _____.
La voz de ella resultaba forzada.
—¿Me necesitan o puedo marcharme?
Nicholas no la creía capaz de tenerse en pie por sí sola, y mucho menos de llegar a su casa.
—Iremos a verla a su casa, pero antes necesitamos que conteste a unas preguntas.
No hacía ninguna falta, por lo menos de momento, pero Nicholas lo hizo para retenerla hasta que su rostro hubiera recobrado parte del color.
Ella se puso en pie, sorprendiéndolo.
—Pues acabemos cuanto antes, así podré irme a casa y asearme un poco. —Asió de un tirón su chaqueta, manchada de la sangre de Gwen Seward y del sudor de Malcolm Seward. Tragó saliva y se tambaleó—. Me parece que llevo sangre en el pelo. —Bajó la vista a sus pies descalzos—. Y en los pies. Dios mío. —Se estremeció y estaba a punto de cubrirse la boca con la mano cuando la retiró de golpe y se quedó mirando la palma ensangrentada—. Dios mío. —Levantó enseguida la vista y la puso en la camisa blanca de Nicholas, cuyo delantero, al que ella se había asido temiendo por su vida, aparecía ahora manchado de rojo.
Nicholas notó que se le cerraba la garganta al recordar la forma en que ella se había aferrado a él como si fuera su única esperanza de salvación.
—No se preocupe, me han pasado cosas peores. —Se acercó con la intención de ayudarla a sentarse de nuevo en el suelo antes de que se cayera, pero uno de los médicos de urgencias se le adelantó.
—Antes de ir a ninguna parte, déjeme examinarla.
—Estoy bien —protestó débilmente.
—Ya —respondió el médico de urgencias en tono poco comprometido, y se dispuso a hacer su trabajo. Ella le permitió que le tomara el pulso v la presión sanguínea, incluso que le examinara los ojos con una linterna. No obstante, retrocedió de inmediato en cuanto el médico le puso las manos en la garganta.
—Es una vieja herida —dijo con voz inexpresiva—. Si quiere rellenaré un impreso para eximirlos de toda responsabilidad, pero estoy bien y tengo ganas de marcharme a casa.
Había dos personas con la cabeza volada. Tendrían que haber sido tres. Sin embargo, cual gata con muchas vidas, Rossi se había salvado. Todavía estaba viva. No era justo. Aunque tal vez fuera mejor así. «Cuando por fin muera, quiero estar presente.» Para saborear cada momento, cada detalle.
Pero el día aún le reservaba otro sinsabor. El detective Jonas le había dicho a Seward que tenían pruebas de que alguien había imitado la voz de Rossi. Mentía. No cabía duda de que Jonas había mentido descaradamente. El parecido con la voz original era absoluto, lo había confirmado uno de los mejores estudios de sonido de Alemania. Nicole lo hacía tan bien que habría podido engañar incluso a la madre de Rossi.
Tal vez hubiera sido un error de cálculo dejar el mensaje en el contestador de Cynthia Adams, pero de otro modo la policía habría tardado días en comparar las huellas dactilares de la caja con las de Rossi, suponiendo que lo hubieran hecho.
No. El error era que Rossi tuviera a tanta policía de su parte. Resultaba obvio que el odio que en el departamento sentían por ella no era tan profundo ni estaba tan extendido como decían. El hecho de que el detective Jonas se hubiera convertido en uno de sus principales defensores era... una gran decepción. «Esperaba más de él.»
Sin embargo, a juzgar por la forma en que se esforzaba por que ella conservara la libertad no la odiaba, en absoluto. Más bien todo lo contrario. A juzgar por la forma en que la había abrazado mientras Seward se suicidaba, le importaba bastante más incluso de lo que probablemente estaba dispuesto a admitir.
Era vergonzoso. ¿Qué tenía aquella mujer para que los hombres cayeran rendidos a sus pies? Unos hombres que se suponía que eran capaces de ver más allá de un rostro bonito y un c*ulo garboso. La mayoría eran unos debiluchos.
«Pero yo no.»
Tenía dos opciones. La primera, eliminar a la atractiva Nicole. Si la policía sospechaba que alguien había imitado la voz de Rossi, tarde o temprano acabarían dando con Nicole. Por suerte, podía prescindir de ella. Por suerte, ya no le servía puesto que tenía que cambiar de planes. Rossi no acabaría en prisión, por lo menos en su sentido literal, con muros y barrotes.
Eso suponía una gran decepción. Lo había planeado todo cuidadosamente. Había empleado mucho tiempo en todos y cada uno de los pasos con el objetivo expreso de que Rossi acabara entre rejas. Sola y aislada. Sin carrera y sin amigos. Y, al fin, sin vida.
Pero había muchos tipos de prisión, muchas formas de inducir a alguien al aislamiento. El miedo. La angustia. En la prisión de Rossi estarían todas presentes.
Porque ella se las merecía.
Martes, 14 de marzo, 16435 horas.
No le habían preguntado por el secreto de Seward, pensó _____ aturdida mientras observaba a Miller y a Jonas dirigir la acción dentro del piso. Media docena de miembros de la policía científica habían acudido al lugar bajo el mando de Jack Unger. También había llegado el forense, con camillas y bolsas para los cadáveres. Y, a excepción del médico de urgencias, por fortuna todos la habían dejado tranquila. Ni una sola persona le había preguntado acerca de lo que Malcolm Seward tanto repetía que había contado. Por lo menos, de momento. Pero sabía que lo harían. Tenían que hacerlo. Y ella les respondería.
Total, ahora daba lo mismo. Malcolm Seward estaba muerto, y Gwen también. No tenían hijos. No quedaba nadie a quien la verdad pudiera herir.
_____ se sentó en el suelo del rellano, un agente uniformado se apostaba junto al ascensor y otro, junto a la escalera para prohibir el paso a las personas no autorizadas. Y suponía que también para evitar que ella se marchara antes de contar lo que la policía quería saber. Como si pudiera hacerlo. Después de oír cómo Seward apretaba el gatillo del arma dirigida a su propia persona, una oleada de pura adrenalina la había impulsado a moverse. En cambio ahora no tenía claro si podría hacerlo ni... Tragó saliva a la vez que la frase hecha le daba vueltas por la cabeza. «Ni a punta de pistola.»
Ya tenía las manos y los pies limpios, y un médico de urgencias le había quitado las medias manchadas de sangre con gestos suaves y una sonrisa alentadora. Estaba descalza. El médico le había dado un par de calcetines de deporte con suela antideslizante, pero de momento no se sentía con fuerzas para inclinarse y ponérselos.
Uno de los zapatos había quedado inservible, cubierto de sangre y sesos tanto de Malcolm como de Gwen Seward. El otro había ido a parar al rellano y permanecía en el suelo, cerca de donde estaba sentada. De todos modos, no pensaba volver a ponérselos. En cuanto llegara a casa, tiraría a la basura absolutamente todas las prendas que llevaba puestas. En cuanto llegara a casa, se daría una buena ducha con agua hirviendo y luego se frotaría el pelo y la piel sin dejar un solo rincón. Pero ni así se sentiría limpia. En cuanto llegara a casa, se terminaría la botella de vino de la noche anterior. Necesitaba caer en una inconsciencia que borrara todo lo sucedido durante la última hora.
De todos modos, no serviría de nada. Cuando despertara volvería a encontrarse en medio de aquella pesadilla. Malcolm y Gwen seguirían estando muertos, igual que Cynthia y Avery.
«Por mi culpa.» La razón le decía que no era cierto, pero la misma razón le decía que eso sería lo de menos cuando al día siguiente la ciudad entera leyera la noticia en los periódicos, o cuando esa noche tratara de conciliar el sueño. Lo cierto era que esas personas confiaban en que ella las ayudaría. Lo cierto era que cuatro inocentes habían muerto. «Por mi culpa.»
Los forenses estaban retirando los cadáveres y pasaban cerca de ella. Había una bolsa más grande y otra más pequeña. Recostó la cabeza en la pared y cerró los ojos. No quería que ese recuerdo se sumara a los demás, pero sabía que, por mucho que deseara lo contrario, la imagen perduraría en su mente mucho, mucho tiempo. Lo haría por mucho que ella le ordenara a su cerebro que la olvidara.
—¿_____?
Abrió los ojos y vio que Nicholas Jonas se acercaba. La miraba con ojos atentos, como si temiera que fuera a desmoronarse. Ella se presionó con las frías puntas de los dedos las mejillas, más frías aún.
—Quiere mi versión de los hechos.
—Si se siente capaz.
—Sí.
Hizo acopio de todas sus fuerzas para ponerse en pie, y se quedó atónita al ver que él se ponía en cuclillas y le embutía los calcetines en los pies como si fuera una criatura. Luego se dio media vuelta y se dejó caer hacia atrás hasta apoyarse en la pared y sentarse junto a ella. Su cuerpo irradiaba calor y _____ se estremeció mientras trataba por todos los medios de no pensar en cómo se había sentido en sus brazos, en lo fuerte que la había abrazado, en lo bien que le había sentado y en la seguridad que había experimentado. En los latidos de su corazón, que le aporreaba el pecho bajo su oído. Él también había tenido miedo. Sin embargo, había hecho su trabajo con confianza y aplomo. Le debía la vida. El pensar en que las cosas podían haber terminado de otra manera hizo que volviera a estremecerse.
—Tiene frío —dijo él en tono monótono—. Por Dios, mujer, ¿cómo se le ocurre venir desde la consulta sin abrigo? —Se quitó el suyo y se lo echó por encima de los hombros antes de que ella pudiera pronunciar una sola palabra de protesta—. No me lleve la contraria, _____ —le advirtió cuando ella trató de devolverle la prenda—. Con el aspecto que tiene, hasta un niño de cinco años podría con usted.
—Se manchará de sangre —masculló, pero él le tomó la mano entre las suyas y empezó a frotarla con energía para que volviera a circularle la sangre.
—Da igual. Santo Dios, tiene las manos heladas. ¿Por qué no nos ha dicho nada?
Ella se recostó en la pared, de pronto se sentía cansadísima.
—Tenían trabajo. —Todo lo que sucedía a su alrededor parecía desdibujarse en un lejano rumor que ella identificó como puro agotamiento—. ¿Le he dado las gracias?
Él le tomó la otra mano y se la calentó.
—Sí —respondió en tono más suave—. Ya me las ha dado. Explíqueme lo de la llamada.
—Estaba visitando a una paciente. —¿Quién era? «Ah, sí. La señora Lister»—. Samantha respondió al teléfono. La mujer dijo que sólo hablaría conmigo. Esta vez parecía hastiada.
—¿Cree que se trata de la misma mujer?
—No. No tenía voz de joven ni de mayor, solo de hastío. Dijo que Malcolm Seward y su mujer estaban discutiendo.
Él había terminado de frotarle las manos y le asía la derecha sin apretársela. Ella podría haberla retirado, pero no lo hizo. No era capaz.
—Dijo que Malcolm acababa de tirar a su mujer al suelo.
—¿Cuándo fue eso?
—Poco antes de avisarlo a usted. Mientras salía corriendo, le he pedido a Samantha que llamara al 911. —Frunció el entrecejo—. Han tardado mucho en llegar, pensaba que estarían aquí bastante antes que yo. —Levantó la cabeza y vio que él miraba fijamente su rostro. «Tiene ojos de policía», pensó. Prudentemente inexpresivos—. No pensaba hacerme la heroína, detective, pero no había nadie más para ayudarme. Él había derribado la puerta y yo sabía muy bien lo violento que podía llegar a ponerse cuando estaba enfadado. Sabía cuánto temía que algún día llegara a utilizar su fuerza contra su esposa. La tenía aferrada por el cuello... —Su voz se quebró y él le estrechó la mano.
—Tómese su tiempo, _____.
Ella irguió la espalda y se obligó a terminar.
—Él decía a voz en grito que yo había llamado a su esposa y le había contado su secreto, que ella lo había amenazado con dejarlo y que a él no lo dejaba nadie. Entonces le disparó. —Un escalofrío le recorrió el cuerpo y al notarlo se aferró con más fuerza a la mano de él—. Luego, la arrojó al suelo. Yo quise echar a correr, pero él era demasiado rápido. Entonces... —Su respiración se entrecortó pero, gracias a su perseverancia, acabó controlándola—, me puso la pistola en la sien. Justo en ese momento apareció la policía.
—¿Por qué estaba en tratamiento?
Ella soltó una risita triste.
—El motivo inicial era el control de la ira. Lo habían sancionado por romperle la nariz a otro jugador en una pelea durante un partido.
—Ya me acuerdo.
—Pues según parece la dirección del equipo también se acordaba. Insistieron en que recibiera ayuda psicológica.
—Y por eso acudió a su consulta.
—No. Primero acudió al médico del equipo, para cubrir las apariencias. Luego acudió a mí para que lo ayudara. —Lo miró a los ojos—. Era gay, detective. Llevaba años ocultándolo y negándolo delante de todo el mundo; se lo negaba incluso a sí mismo. Pero cada vez le costaba más controlar los impulsos. Tenía una esposa, una carrera. Le aterrorizaba perderlo todo si alguien llegaba a descubrirlo. Además, al ser Malcolm Seward no podía liarse con cualquiera. Lo habrían reconocido y se habrían aprovechado de ello. Así que no hacía nada, y cada día estaba más amargado.
Al principio la mirada de Nicholas reveló cierta sorpresa, pero de nuevo se había vuelto inexpresiva.
—¿Lo chantajeaban?
—No creo, pero de ser así dudo que lo hubiera admitido delante de mí. Francamente, con la terapia no íbamos a ninguna parte. Él seguía empeñado en negárselo a sí mismo. Al principio era capaz de... satisfacer a su esposa con suficiente frecuencia para que ella no sospechara nada, pero las cosas estaban cambiando. Ella quería tener un hijo y Malcolm no. Empezó a acusarlo de tener una aventura.
—Qué ironía —dijo Jonas en tono quedo.
—Sí. Él estaba cada vez más amargado, se metía con cualquier desconocido. —_____ suspiró con tristeza—. Y también con Gwen. Eso estaba acabando con él, realmente quería a su esposa. No quería herirla ni faltarle al respeto. Eran novios desde que iban a la escuela. Ella era más bien conservadora y no habría entendido su homosexualidad. —Tragó saliva—. Supongo que ahora todo da igual.
Él volvió a estrecharle la mano pero no hizo la mínima intención de confortarla con frases vanas, y ella se lo agradeció.
—¿Cómo fue a parar Seward a su consulta?
—Me encontró en las páginas amarillas. Malcolm no tenía bastante confianza con ninguno de sus amigos para pedirles referencias. No quería que supieran que había otro motivo aparte del control de la ira, en eso tenía el apoyo de la mayor parte de sus compañeros. Y, desde luego, no quería que Gwen lo descubriera.
_____ cerró los ojos. El atontamiento estaba empezando a desaparecer y su mente empezaba a ponerse de nuevo en marcha. Recordó la conversación que había mantenido con Harrison durante la comida. Tres horas antes creía que el asesino podía haber dado con sus pacientes a través de la unidad psiquiátrica del hospital. Ahora tenía que enfrentarse a la realidad.
—La única forma de dar con los tres pacientes es plantarse en la puerta de la consulta las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana. Eso, o registrar mi archivo.
La mera idea la ponía tan enferma que era incapaz de plantearse esa posibilidad. Todos los informes de sus pacientes... corrían peligro. Apretó los dientes y contuvo las náuseas que le habían entrado.
—Por cómo han ido las cosas, creo que es más probable lo segundo.
Él guardó silencio unos instantes.
—¿Dónde guárdalos informes?
—En una cámara de seguridad, junto con los de Harrison. El doctor Harrison Ernst es mi...
—Su colega. ¿Quién tiene acceso a esa cámara durante las horas de trabajo y después?
—Solo Harrison y yo, y Samantha, la recepcionista.
Él le soltó la mano y extrajo su cuaderno del bolsillo. _____ extendió los dedos, tenía la sensación de que le faltaba algo.
—Esa cámara, ¿es una especie de caja fuerte?
—No, es como un gran armario al que se puede entrar.
—¿Guarda información electrónica?
_____ lo miró con recelo.
—A veces. No de todos los pacientes. —Hacía más o menos cinco años había tratado a un paciente del que no guardó información electrónica así que, estrictamente hablando, no estaba mintiendo.
Él le dirigió una mirada severa.
—No pienso meter las narices en su archivo, doctora. Ya lo hará Patrick con su orden judicial. ¿Dónde guarda los ficheros electrónicos?
—En el ordenador de la consulta. Yo misma tomo las notas, las imprimo y las guardo en el archivador, en...
—En la cámara de seguridad. Ya. Y luego ¿elimina los ficheros del disco duro?
Ella vaciló.
—No con la frecuencia recomendable. De todos modos, el sistema está protegido mediante contraseña.
—¿Y guarda alguna copia de seguridad del disco duro?
De nuevo vaciló.
—Hago una todos los viernes por la tarde. La guardo en el lápiz de memoria.
Él arqueó las cejas con gesto interrogativo.
—Lo llevo en el llavero —añadió—, siempre lo llevo encima.
«Excepto ayer», pensó. Se había dejado las llaves en la consulta, dentro del bolso. De hecho, pensó con angustia creciente a cada segundo que pasaba, sus ficheros dejaban de estar protegidos en el momento en que no llevaba las llaves encima.
—Hay otra posibilidad, doctora —apuntó Jonas mirándola fijamente—. Alguien podría haber estado escuchando durante las visitas.
_____ abrió mucho los ojos.
—¿Quiere decir...? ¿Quiere decir que cree que hay algún micrófono oculto? Dios mío. Eso cree. —Desplazó la mirada hasta la puerta del piso de Seward, de donde salían Miller y Jack Unger. Miller hizo a Jonas un gesto de asentimiento apenas perceptible—. ¿Qué pasa? —Al ver que Jonas no le contestaba, lo aferró por el brazo—. Dígame qué pasa.
Jonas suspiró.
—Hemos encontrado cámaras ocultas en los tres pisos. Y también, micrófonos.
_____ se dejó caer contra la pared y se dio un pequeño golpe en la cabeza que apenas percibió.
—¿Cámaras?
Él asintió.
—Conectadas a internet.
La comida que _____ a duras penas había conseguido mantener en el estómago empezó a producirle náuseas, por lo que se puso en pie tambaleándose.
—No, no puede ser.
Nicholas se limitó a levantarse y mirarla con triste resignación.
—Santo Dios. ¿Por qué? —preguntó con gran pesar.
—Aún no lo sabemos. Pensábamos que habían instalado las cámaras para grabar los suicidios, pero ya no estamos seguros. De camino hacia aquí, se nos ha ocurrido que también podrían haber utilizado las cámaras para elegir a las víctimas. Si el asesino espía a sus pacientes, también podría estar espiándola a usted. ¿Permitiría que Jack registrara su consulta?
_____ asintió temblorosa.
—Sí, sí, claro. Vamos.
—Ahora no —dijo Jonas en tono amable—. Antes vaya a casa a asearse. Luego iremos a la consulta. —Le deslizó la mano por la espalda y la guió hacia el ascensor. Su tacto le dejó una sensación cálida a pesar de llevar todavía puesto su abrigo, que arrastraba por el suelo. Tendría que habérselo devuelto, pero no lo hizo. Él le levantó la barbilla y, una vez más, observó su rostro.
—Está temblando. ¿Soportará el ascensor o prefiere que bajemos por la escalera?
Ella bajó la vista al suelo, avergonzada de que le hablara tan abiertamente de su miedo.
—Qué tontería, ¿verdad? Una psiquiatra con fobia. El típico caso del médico que es el primero en necesitar tratamiento, y toda esa mierda.
Él le oprimió ligeramente el brazo y le dio un suave zarandeo.
—Eso no es ninguna tontería, _____. Demuestra que es humana.
Ella levantó la mirada y la posó en la de él. Sus ojos azules expresaban solo comprensión y apoyo, no resultaban condescendientes ni acusatorios. De forma inesperada, los de _____ se llenaron de lágrimas.
—Gracias —susurró—. Gracias por todo.
Él le sonrió.
—De nada. Le debía una.
Ella exhaló un suspiro entrecortado y recobró el control.
—Pues entonces estamos en paz, detective.
Una sombra empañó la sonrisa de él.
—Muy bien. Abajo hay un montón de periodistas. ¿Quiere salir sola o necesita ayuda?
_____ irguió la espalda.
—Saldré sola, pero prefiero bajar por la escalera.
Él guardó silencio mientras bajaban por la escalera. Se detuvieron varias veces para que ella descansara, lo cual le resultó más necesario de lo que creía. Varios policías se apostaban en el vestíbulo del edificio para mantener a raya a los periodistas. Nicholas hizo una señal con la cabeza a uno de los agentes.
—Ya pueden dar permiso a los vecinos para que vuelvan a sus casas —dijo. Luego, abrió la puerta—. No haga ningún comentario, no pronuncie una sola palabra.
«Habla igual que Amy», pensó _____. Se le ocurrió que ni a Jonas ni a Amy les habría hecho ninguna gracia la comparación, pero su reflexión se perdió en el mar de rostros y destellos que formaba la multitud de periodistas. Allí había por lo menos treinta personas, algunas con micrófonos, otras con cámaras al hombro.
Cámaras. Al verlas recordó que la policía había encontrado cámaras ocultas en los pisos de las víctimas. Cámaras para captar sus últimos momentos. Micrófonos. Tal vez en su consulta hubiera alguno. «Santo Dios.» Eso bastó para que volviera a sentirse mareada. Lo único que le faltaba era vomitar delante de las cámaras que, probablemente, emitían en directo, así que se armó de valor para afrontar la avalancha.
Alguien le plantó un micrófono en la cara.
—¿Es cierto que Malcolm Seward ha muerto? ¿Y que le ha apuntado a usted con la pistola?
Con una mano se ciñó el abrigo de Jonas al cuello y con la otra apartó el micrófono mientras seguía andando. Jonas avanzaba a su lado. Miró hacia la calle, donde Joe Miller los esperaba en el coche. «Solo un minuto más.»
—¿Le ha disparado?
—¿Ha visto morir a Gwen Seward?
—¿Es verdad que Malcolm Seward se ha suicidado?
Todas las preguntas se iban mezclando en su cabeza, hasta que una morenaza maquillada a la perfección le salió al paso. Percibió un destello en sus ojos y una mordacidad en su sonrisa que despertaron la voz de alarma en su mente, aunque unos instantes demasiado tarde.
—Doctora Rossi, soy Lynne Pope de Chicago On The Town. ¿Ha sido la homosexualidad que Malcolm Seward trataba de ocultar lo que ha causado hoy semejante tragedia?
Entre la multitud se oyeron gritos ahogados de asombro seguidos de murmullos incrédulos.
Lo único que la ayudó a avanzar en lugar de quedarse allí petrificada fue el hecho de notar que Nicholas Jonas la sujetaba por el brazo. Al recuperarse, _____ adoptó con gran habilidad un semblante impasible, pero temía que Pope hubiera notado su sorpresa y su perplejidad.
—Por ahora no tengo nada que decir.
Lynne Pope la siguió, forzando la sonrisa.
—Pero Malcolm Seward era gay —insistió—. Usted misma lo ha confirmado esta tarde, doctora.
La máscara de impasibilidad de _____ se desvaneció a la vez que la sangre pareció dejar de circular por su cerebro.
—¿Cómo dice?
Miller abrió la puerta del coche.
—Entra, _____.
Pope le impidió el paso.
—No sé a qué juega, doctora —dijo la reportera sin dejar de sonreír—, pero no pienso seguirle la corriente. Si cree que puede citarme aquí prometiéndome la noticia del siglo para luego saltar con que no tiene nada que decir y quedarse tan tranquila, está muy equivocada. Esta noche, a las ocho en punto, la noticia saldrá a la luz, incluida la grabación en la que explica que Malcolm Seward se había convertido en violento y peligroso por culpa de no aceptar su condición de homosexual.
_____ guardó silencio mientras las repercusiones de todo aquello se disparaban en su cabeza.
«Los periodistas.» El muy hijo de p*uta había revelado los secretos de sus pacientes a los periodistas. Los demás pacientes lo sabrían y se preguntarían si su secreto sería el siguiente en difundirse.
Al doctor Fenwick y al consejo no iba a gustarles ni un pelo.
«Me retirarán la licencia, mi carrera se irá al garete.» Ese parecía ser, de momento, el motivo principal de lo ocurrido.
Imágenes de sus pacientes muertos asaltaron su mente. Cuerpos mutilados, ojos sin vida. ¿Morirían más pacientes? «¿Han terminado? ¿Tienen bastante con acabar con mi carrera o piensan seguir?» ¿Quién sería el siguiente?
Pope escrutaba su rostro sin perder detalle, arqueando las cejas con gesto sardónico.
—¿Le sorprende, doctora? No sé por qué. Siempre grabo las llamadas telefónicas que recibo. Las grabo para mi uso particular, por supuesto.
«Tenía que poner fin a todo aquello, en ese mismo momento.» Tenía que advertir a sus pacientes de lo que estaba ocurriendo, daba igual lo que le costara. _____ levantó la barbilla.
—No, yo no aparezco en ninguna grabación suya, señorita Pope. Lo que ha oído no es más que una buena imitación.
—Doctora —la previno Jonas en voz baja—, no haga comentarios.
_____ lo miró con el rabillo del ojo.
—No puedo permitir que me acusen así, detective.
Él inclinó la cabeza en señal de aprobación y ella se volvió hacia Pope, en cuyo favor había que decir que parecía más interesada por los acontecimientos que enfadada.
—Señorita Pope, no tengo nada que decir, aparte de que nunca me he puesto en contacto con usted para contarle nada. Soy psiquiatra, no tendría ningún sentido que hiciera lo que usted afirma. Me temo que la han engañado.
A Pope le brillaban los ojos, estaba satisfecha de haber provocado su reacción.
—¿Y quién ha sido, doctora?
—No lo sé. —_____ se volvió hacia la cámara con los ojos entornados—. Pero pienso descubrirlo.
Andrea P. Jonas:)
Re: No Te Escondas (N. Jonas y Tu)
WhoIam13 escribió:Andrea P. Jonas:) escribió:WhoIam13 escribió:Me queeeeeeeeeeeeeeeemos las neuronas pensaaaaaaando que es lo que realmente sucedee, quien es, me eh planteado que haya sido algun padre de las niñas, no creo que un policia llegue a tanto por hacer "justicia" Desde que la comence a leer me atrapo completameeente <3
El siguiente matará a su esposa? noooooooo, es un desgraciaaaaaaaaado quien quiera que este provocando todo lo detesto ojala Jonas lo deje hecho colador u.u
okno ojala que Jonas y la Rayis 1313
jajajaja tranquila!!! que te me quedaras boba!! :P todo a su tiempo! aun falta que pasen varias cosas (por no decir que faltan mas muertitos :P )para que sepamos quien es el asesino! pero para quitarte presion te dire que NO no es el papa de alguna de las niñas! :D
me alegra que te guste tanto la nove!!! me encanta leer tus comentarios!!! gracias por leer! :D
Ayer vi una pelicula en que el mismo hombre se acostaba con la bauela con la madre y con la hija, si estaban todas malditas por la tentacion sexual (? no será este un caso parecido? e.e
hace un tiempo lei una nove algo parecido con el tema policial y el culpable fue la ultima persona que me imaginé y toda la nove fue dkjhfkjdhgkjfdyghfdgiufyhg es como un capitulo de Scubi doo y ta, eso, amo las novelas asi con misterio.
sabes si no quieres que me quede tonta, por mi salud, para poder estudiar y ser una buena hija y no quedarme tonta creo que la mejor opcion para semejante problema es una maraton :yonofui: no se quizás y con eso mejoro... mira la vaca rosa volando :z: okya Siguelaaaaaaaa y gracias por esos comentarios tan lindos <3 hacia tiempo que no me encontraba con una personita asi en el foro :3
Preguntaaaaaaaaa curiosaaaaaaaaaa viste ayer el Live de Joe? dkhfdjhfjdgh fue taaaaaaaaaaaaaaaaaaaaan Joe <3 ta re que no tenia nada que ver pero fue perfecto <3
jajajaja no no creo! que se trate de eso! :P
pues es igual con esta nove!! creeme que cuando yo me entere de quien era el asesino me quede asi de hasta lo lei dos veces!!! :P porque dije no no esta persona no puede ser!!!! y valla solpresita que me lleve!! es lo mejor de estas noves que no adivinas hasta el final quien es el asesino! y yo tambien habia leido una asi se llama Nomeolvides te la recomiendo tambien es genial!!
jajaja tendre en cuenta cuidar de tu salud emocional! :P no quiero que mi querida lectora termine necesitando los servicios de la rayis! jajaja no se lo hermosa puede que mas adelante les suba un maraton!! ;) oye puede que tu vaca rosa se lleve bien con mi elefante azul!!! :P puede que se hagan amigos!!
y gracias a ti!!! por comentar y leer!! aprecio mucho todos sus comentarios!!! y siempre es lindo tener lectoras an lindas como tu! :hug: te anima a seguir!
y no!!!!! :sad: no pude verlo!!!! pero estube viendo en face que estuvo genial!! y que todas estuvieron locas por que dijo chaoo o algo asi me parece :P y nada termine con mi relato! jajajaja gracias por comentar! te quiero!!! :hug:
Andrea P. Jonas:)
Re: No Te Escondas (N. Jonas y Tu)
wwwuuuuuuuuaaauuuuuuu!!!!!!
queee caaapiiiiisssss!!!!!.. jejejejeje
hasta deje de hacer mi tarea por leeeerlos tooodoooosssss!!!!!......
perdon por pasar hasta ahoraaaaa!!
pero el miercoles me fui al concierto de DEMIIII!!!!.... y ayer... estueee ocupaaadaaa!!!!!.....
perooooo
aaaii siguelaaa porfiiiss
queee caaapiiiiisssss!!!!!.. jejejejeje
hasta deje de hacer mi tarea por leeeerlos tooodoooosssss!!!!!......
perdon por pasar hasta ahoraaaaa!!
pero el miercoles me fui al concierto de DEMIIII!!!!.... y ayer... estueee ocupaaadaaa!!!!!.....
perooooo
aaaii siguelaaa porfiiiss
chelis
Re: No Te Escondas (N. Jonas y Tu)
Andrea P. Jonas:) escribió:WhoIam13 escribió:Andrea P. Jonas:) escribió:WhoIam13 escribió:Me queeeeeeeeeeeeeeeemos las neuronas pensaaaaaaando que es lo que realmente sucedee, quien es, me eh planteado que haya sido algun padre de las niñas, no creo que un policia llegue a tanto por hacer "justicia" Desde que la comence a leer me atrapo completameeente <3
El siguiente matará a su esposa? noooooooo, es un desgraciaaaaaaaaado quien quiera que este provocando todo lo detesto ojala Jonas lo deje hecho colador u.u
okno ojala que Jonas y la Rayis 1313
jajajaja tranquila!!! que te me quedaras boba!! :P todo a su tiempo! aun falta que pasen varias cosas (por no decir que faltan mas muertitos :P )para que sepamos quien es el asesino! pero para quitarte presion te dire que NO no es el papa de alguna de las niñas! :D
me alegra que te guste tanto la nove!!! me encanta leer tus comentarios!!! gracias por leer! :D
Ayer vi una pelicula en que el mismo hombre se acostaba con la bauela con la madre y con la hija, si estaban todas malditas por la tentacion sexual (? no será este un caso parecido? e.e
hace un tiempo lei una nove algo parecido con el tema policial y el culpable fue la ultima persona que me imaginé y toda la nove fue dkjhfkjdhgkjfdyghfdgiufyhg es como un capitulo de Scubi doo y ta, eso, amo las novelas asi con misterio.
sabes si no quieres que me quede tonta, por mi salud, para poder estudiar y ser una buena hija y no quedarme tonta creo que la mejor opcion para semejante problema es una maraton :yonofui: no se quizás y con eso mejoro... mira la vaca rosa volando :z: okya Siguelaaaaaaaa y gracias por esos comentarios tan lindos <3 hacia tiempo que no me encontraba con una personita asi en el foro :3
Preguntaaaaaaaaa curiosaaaaaaaaaa viste ayer el Live de Joe? dkhfdjhfjdgh fue taaaaaaaaaaaaaaaaaaaaan Joe <3 ta re que no tenia nada que ver pero fue perfecto <3
jajajaja no no creo! que se trate de eso! :P
pues es igual con esta nove!! creeme que cuando yo me entere de quien era el asesino me quede asi de hasta lo lei dos veces!!! :P porque dije no no esta persona no puede ser!!!! y valla solpresita que me lleve!! es lo mejor de estas noves que no adivinas hasta el final quien es el asesino! y yo tambien habia leido una asi se llama Nomeolvides te la recomiendo tambien es genial!!
jajaja tendre en cuenta cuidar de tu salud emocional! :P no quiero que mi querida lectora termine necesitando los servicios de la rayis! jajaja no se lo hermosa puede que mas adelante les suba un maraton!! ;) oye puede que tu vaca rosa se lleve bien con mi elefante azul!!! :P puede que se hagan amigos!!
y gracias a ti!!! por comentar y leer!! aprecio mucho todos sus comentarios!!! y siempre es lindo tener lectoras an lindas como tu! :hug: te anima a seguir!
y no!!!!! :sad: no pude verlo!!!! pero estube viendo en face que estuvo genial!! y que todas estuvieron locas por que dijo chaoo o algo asi me parece :P y nada termine con mi relato! jajajaja gracias por comentar! te quiero!!! :hug:
Es que no fue un Caho comun fue completamente increible y hermoso durante todo el Live, Esperaré con ansias el maraton pero por ahora caaaaaaapitulo :3 por cierto me llamo Florencia (: pero me dicen Flo Flor Flower (? y muchas cosas mas xd
WhoIam13
Re: No Te Escondas (N. Jonas y Tu)
oh dios este cap es ahaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa que lindo 1° nick y ___ estan cada dia mas cariñosos y eso del abrigo ahahahahaha y luego que inutil es el que le hace todo eso a ____ siguela pronto cuidate
haydeejOnaz
Re: No Te Escondas (N. Jonas y Tu)
chelis escribió:wwwuuuuuuuuaaauuuuuuu!!!!!!
queee caaapiiiiisssss!!!!!.. jejejejeje
hasta deje de hacer mi tarea por leeeerlos tooodoooosssss!!!!!......
perdon por pasar hasta ahoraaaaa!!
pero el miercoles me fui al concierto de DEMIIII!!!!.... y ayer... estueee ocupaaadaaa!!!!!.....
perooooo
aaaii siguelaaa porfiiiss
jejeje no te preocupes!!! ;) pasa cuando puedas!!!
que genial que fuiste!!!! yo queria ir! pero me quedaba muy lejos :( pero me alegra mucho que tu pudieras ir!! :D
Andrea P. Jonas:)
Re: No Te Escondas (N. Jonas y Tu)
WhoIam13 escribió:Andrea P. Jonas:) escribió:WhoIam13 escribió:Andrea P. Jonas:) escribió:WhoIam13 escribió:Me queeeeeeeeeeeeeeeemos las neuronas pensaaaaaaando que es lo que realmente sucedee, quien es, me eh planteado que haya sido algun padre de las niñas, no creo que un policia llegue a tanto por hacer "justicia" Desde que la comence a leer me atrapo completameeente <3
El siguiente matará a su esposa? noooooooo, es un desgraciaaaaaaaaado quien quiera que este provocando todo lo detesto ojala Jonas lo deje hecho colador u.u
okno ojala que Jonas y la Rayis 1313
jajajaja tranquila!!! que te me quedaras boba!! :P todo a su tiempo! aun falta que pasen varias cosas (por no decir que faltan mas muertitos :P )para que sepamos quien es el asesino! pero para quitarte presion te dire que NO no es el papa de alguna de las niñas! :D
me alegra que te guste tanto la nove!!! me encanta leer tus comentarios!!! gracias por leer! :D
Ayer vi una pelicula en que el mismo hombre se acostaba con la bauela con la madre y con la hija, si estaban todas malditas por la tentacion sexual (? no será este un caso parecido? e.e
hace un tiempo lei una nove algo parecido con el tema policial y el culpable fue la ultima persona que me imaginé y toda la nove fue dkjhfkjdhgkjfdyghfdgiufyhg es como un capitulo de Scubi doo y ta, eso, amo las novelas asi con misterio.
sabes si no quieres que me quede tonta, por mi salud, para poder estudiar y ser una buena hija y no quedarme tonta creo que la mejor opcion para semejante problema es una maraton :yonofui: no se quizás y con eso mejoro... mira la vaca rosa volando :z: okya Siguelaaaaaaaa y gracias por esos comentarios tan lindos <3 hacia tiempo que no me encontraba con una personita asi en el foro :3
Preguntaaaaaaaaa curiosaaaaaaaaaa viste ayer el Live de Joe? dkhfdjhfjdgh fue taaaaaaaaaaaaaaaaaaaaan Joe <3 ta re que no tenia nada que ver pero fue perfecto <3
jajajaja no no creo! que se trate de eso! :P
pues es igual con esta nove!! creeme que cuando yo me entere de quien era el asesino me quede asi de hasta lo lei dos veces!!! :P porque dije no no esta persona no puede ser!!!! y valla solpresita que me lleve!! es lo mejor de estas noves que no adivinas hasta el final quien es el asesino! y yo tambien habia leido una asi se llama Nomeolvides te la recomiendo tambien es genial!!
jajaja tendre en cuenta cuidar de tu salud emocional! :P no quiero que mi querida lectora termine necesitando los servicios de la rayis! jajaja no se lo hermosa puede que mas adelante les suba un maraton!! ;) oye puede que tu vaca rosa se lleve bien con mi elefante azul!!! :P puede que se hagan amigos!!
y gracias a ti!!! por comentar y leer!! aprecio mucho todos sus comentarios!!! y siempre es lindo tener lectoras an lindas como tu! :hug: te anima a seguir!
y no!!!!! :sad: no pude verlo!!!! pero estube viendo en face que estuvo genial!! y que todas estuvieron locas por que dijo chaoo o algo asi me parece :P y nada termine con mi relato! jajajaja gracias por comentar! te quiero!!! :hug:
Es que no fue un Caho comun fue completamente increible y hermoso durante todo el Live, Esperaré con ansias el maraton pero por ahora caaaaaaapitulo :3 por cierto me llamo Florencia (: pero me dicen Flo Flor Flower (? y muchas cosas mas xd
jajajaja eso escuche!!! tendre que verlo!!! :D y no te preocupes My Flower (? en un momento mas subo cap!!!
Andrea P. Jonas:)
Re: No Te Escondas (N. Jonas y Tu)
haydeejOnaz escribió:oh dios este cap es ahaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa que lindo 1° nick y ___ estan cada dia mas cariñosos y eso del abrigo ahahahahaha y luego que inutil es el que le hace todo eso a ____ siguela pronto cuidate
si cada vez estan mas cariñosos!!! jejeje y espera que aun falta mas!!! :D gracias por comentar!! en un momento mas la sigo!!
Andrea P. Jonas:)
Re: No Te Escondas (N. Jonas y Tu)
holaaa chicas!!!!!!
mis niñas ya llego el cap de hoy!!!! espero que les guste!!! y creo que si les va a gustar!!! pero el que sigue de este les va a encantar!!!!! :¬w¬: pero mejor no digo nada :yonofui: y las dejo que lean su cap!!! las adoro! y gracias por sus comentarios!!!
—Patrick va a obtener una orden judicial para impedir que Pope saque a la luz la grabación esta noche.
Miller lo miró y luego volvió de nuevo la vista hacia la carretera.
—¿Ha conseguido la cinta?
—Sí. Ahora Burkhardt tiene más material para comparar.
—¿Qué quiere decir con "más material"? —La pregunta procedía del asiento trasero, donde _____ llevaba en silencio los diez minutos que habían tardado en recorrer dos manzanas. El tráfico estaba paralizado por gentileza de lo que parecían todas las unidades móviles de la ciudad.
Nicholas se volvió para verla mejor. Estaba pálida y temblorosa. Aún tenía el pelo enmarañado y apelmazado y con una mano se ajustaba el abrigo al cuello. Sus labios aparecían desprovistos de color, salvo por las dos marcas rojas que sus dientes habían dejado en ellos. Sin embargo, su mirada era despierta. Había conservado la serenidad con una fortaleza interna que Nicholas no se habría imaginado antes del domingo por la tarde y que ahora le permitía entender la lealtad que le profesaban las pocas personas que parecían conocerla de verdad.
—Cynthia Adams grabó una cinta —explicó él.
Ella tragó saliva.
—¿Con mi voz?
—No. No se oye muy bien, pero parece la voz de una niña pequeña.
_____ cerró los ojos y volvió la cabeza.
—Mortificándola.
—Sí. Le hemos entregado la cinta a Burkhardt para que pueda compararla con el mensaje del contestador.
Al oír eso, _____ abrió los ojos de golpe.
—Entonces, ¿lo que le dijo a Malcolm es cierto? ¿Pueden demostrar que no soy yo?
Nicholas miró a Miller. Ella observó el gesto y suspiró.
—Solo se lo dijo para que me soltara. —Esbozó una triste sonrisa ladeada que atenazó el corazón de Nicholas—. Tranquilo, no se lo reprocho; solo estoy disgustada.
—No es ninguna mentira —terció Miller, mirándola por el retrovisor.
—Aunque tampoco es del todo verdad —añadió Nicholas—. Burkhardt apreció lo que podrían ser pequeñas diferencias, pero dijo que necesitaba más material para estar seguro.
—Quienquiera que lo haya hecho lo planeó todo para que mi voz apareciera en el contestador de Cynthia —dijo _____—. Quería que sospecharan de mí y que encontraran mis huellas. Quería que creyeran que yo era la culpable.
Y podría haber surtido efecto, pensó Nicholas con tristeza, de no haber sido por el apoyo incondicional de personas como Danielle y Miller.
—Me pregunto si ese monstruo sabe que Cynthia y Lynne Pope grabaron esas cintas —prosiguió ella.
—Supongo que no —dijo Miller, y se aclaró la garganta—. _____, Nicholas ya te ha contado lo de las cámaras, ¿no?
Ella se estremeció.
—Sí, ya le he dicho que pueden registrar la consulta.
Nicholas sabía adónde quería ir a parar Miller.
—Es posible que también nos haga falta registrar tu piso —dijo con el tono más suave de que fue capaz.
Ella se quedó petrificada y boquiabierta, con los ojos como platos, y Nicholas se percató de que no se le había ocurrido pensarlo.
—Lo siento —dijo él en voz baja.
—No... No pasa nada. —Pero sí que pasaba. Él notó cuánto le costaba recobrar la serenidad. Inconscientemente se estaba meciendo y tenía los nudillos blancos de la fuerza con que asía el abrigo, hasta el punto de que Nicholas pensó que iba a ahogarse—. Dios mío. Dios mío.
—_____ —casi le gritó Nicholas, y ella, aún aturdida, levantó la vista—. Estamos a punto de llegar a su casa. Habrá más periodistas.
Ella asintió y una vez más recobró la calma. Se relajó visiblemente, su pálido rostro se tornó inexpresivo y una fría mirada asomó a sus ojos oscuros.
—Lo entiendo. Podría recoger unas cuantas cosas y marcharme a un hotel. Tengo que... —Los labios le temblaron un instante antes de recobrar su gesto resuelto—. Tengo que ducharme en alguna parte. El pelo aún me huele a sangre.
—Quédate con ella —dijo Miller a Nicholas en voz baja—. Cuando se vaya, pídeles a Jack y a Rick que registren el piso. Luego lleva su coche al depósito y dile a Rick que también le eche un vistazo.
Nicholas asintió mientras Miller detenía el coche junto al bordillo, frente al edificio de _____. Un pequeño grupo de periodistas hacían guardia pacientemente.
—¿Adónde vas tú?
—Mientras yo llamaba por lo del francotirador, Spinnelli ha conseguido la dirección de esa actriz, Nicole Rivera. Iré a verla. —Miller detuvo el coche—. No la pierdas de vista. Quienquiera que esté detrás de todo esto se ha marcado un buen tanto.
—¿Qué quieres decir? —preguntó _____.
Miller se volvió para verle la cara.
—Que todos los periodistas han oído cómo te acusaba Pope.
—Pero yo no he dicho nada. —Exhaló un suspiro—. Da lo mismo, los pacientes se enfadarán igual.
Nicholas arrugó el ceño.
—¿Hay alguno que sea peligroso?
—Unos cuantos. A nadie le gusta que revelen sus secretos más íntimos en televisión. A todo el mundo le tranquiliza pensar que puede esconder cosas, que hay lugares en los que está verdaderamente solo. —Irguió la espalda y abrió la puerta del coche—. A mí también.
Nicholas salió del vehículo tras ella y la alcanzó en el momento en que apartaba el primer micrófono. Se colocó delante y fue abriéndose paso entre los ruidosos periodistas hasta la puerta del edificio, donde los aguardaba el portero, nervioso. Nicholas lo recordaba del domingo anterior.
Al parecer el hombre también tenía buena memoria, pues al ver a Nicholas entrar en el pequeño vestíbulo una mueca de verdadera aversión le transfiguró el semblante. El hombre, ya de edad, se precipitó hacia ellos y se detuvo a corta distancia. La mueca se había desvanecido y en su lugar apareció una paternal mirada de preocupación.
—Doctora Rossi, dígame que está bien.
Ella le sonrió.
—Estoy bien, señor Hughes. Ha sido un día difícil, pero estoy bien.
—No los dejaré entrar —dijo con expresión airada mirando a los periodistas apiñados en el exterior. Luego se volvió hacia Nicholas—. Y a él tampoco lo dejaría entrar si pudiera evitarlo.
Ella lo sorprendió con una risita ahogada.
—Oh, señor Hughes, me alegro tanto de verlo.
—Ethel me ha pedido que le diga que no cree una sola palabra de lo que cuentan.
—Dígale a Ethel que aprecio mucho que crea en mí. En cuanto al detective, no tiene por qué preocuparse. —Su expresión se suavizó—. Esta tarde me ha salvado la vida.
Hughes escrutó a Nicholas y luego asintió con gesto reticente.
—De acuerdo. He dejado subir a sus amigos, doctora Rossi, el doctor Carter y la señorita Parks. La están esperando arriba. El doctor Carter me ha pedido que lo llamara al móvil cuando usted llegara.
—Muy bien, señor Hughes, llámelo. Y muchas gracias de nuevo.
Esa vez Nicholas no le preguntó. Abrió la puerta que daba a la escalera y aguardó a que ella pasara delante. _____ se detuvo ante el primer escalón y lo miró a la vez que exhalaba un suspiro.
—¿Tiene alguna fobia, detective?
Él vaciló y luego se encogió de hombros.
—No me gustan las alturas. —Decir eso era quedarse corto. De hecho, las grandes alturas le producían vértigo, pero eso era algo que nunca le había contado a absolutamente nadie—. ¿Quiere intentar curarme?
Ella esbozó una sonrisa que, aunque escueta e irónica, hizo que un cosquilleo recorriera la piel de Nicholas. Lo atraía en muchos sentidos. El domingo le había parecido una rompecorazones sensual sin sentimientos, y había sentido un deseo tan intenso que hasta le había dolido. Ahora, de pie a su lado con el pelo sucio y el rostro sumamente pálido, lo atraía aún más. Tenía un fondo tierno y bondadoso, pero también más voluntad que la mayoría de los hombres que conocía. Al ver que Seward la tenía en sus manos y le apuntaba con la pistola, Nicholas pensó que nunca se recobraría del susto.
—Gracias —dijo en voz baja—. Aunque no sea verdad, aprecio el gesto. —Recorrió la mitad del tramo de escalera y se volvió para sentarse en un escalón y apoyar la cabeza en la barandilla metálica. Sendas manchas rojas teñían sus pálidas mejillas y su frente aparecía perlada de sudor. Respiró hondo y relajó la mano con que se sujetaba el abrigo al cuello. Este le cayó suelto por los hombros y dejó al descubierto la cicatriz que tanto se había esforzado por ocultar, pero ella parecía demasiado cansada para darse cuenta.
—Lo siento. No es normal que me canse tanto por subir cuatro escalones.
Él se sentó a su lado.
—No se preocupe. Lleva un día horroroso, es normal que esté cansada. Debió de haber tardado menos de cinco minutos en plantarse en casa de Seward.
—Me imagino que sí. En ese momento no pensaba en nada.
El hilo de voz con que habló alarmó a Nicholas.
—¿Ha ido a comer?
—Sí, fui con Harrison.
—Se lo preguntaré de otra manera. ¿Ha tomado algún alimento?
Ella hizo una mueca.
—He picado unas cuantas galletas saladas. Harrison ha pedido estofado de cerdo, pero yo estaba demasiado alterada para comer. Supongo que me falta combustible y por eso estoy un poco decaída.
—No me diga.
Los labios de _____ se curvaron ante el comentario y Nicholas tuvo que volver a hacer un esfuerzo por controlarse.
—Déme un minuto más y me repondré. —Y, tal como prometía, al cabo de un minuto se puso en pie. Se quitó el abrigo y se lo tendió a Nicholas—. ¿Podría llevarlo usted? Pesa mucho —dijo, y emprendió los escalones restantes con la tenaz concentración de un alpinista. Nicholas la siguió a corta distancia con la intención de sujetarla si se caía, pero lo que no esperaba era que la perspectiva le proporcionara una maravillosa vista de su precioso trasero.
«Precioso», pensó mientras se moría de ganas de tocar las curvas que se contorneaban de forma tan tentadora a cada escalón. El instinto le decía que se adaptarían a la perfección a la palma de sus manos, y por un instante su imaginación se anticipó a los hechos y se inundó de pensamientos eróticos. Pensó en qué notaría si le rodeara las nalgas con las manos y la atrajera con fuerza hacia sí, en cómo ella se estremecería y gemiría hasta volverlo loco, en cómo se sentiría entre los brazos de él cuando el éxtasis le embargara la razón.
En lugar de estar temblando de miedo. De repente, la imagen se desvaneció y su cerebro recobró la lucidez. Ya sabía qué se sentía abrazándola cuando estaba aterrorizada. «Y para eso es para lo que estás aquí, Jonas», se dijo con dureza al llegar a la planta donde ella vivía. Lo que tenía que hacer era protegerla y dejar de pensar en su trasero.
_____ lo condujo hasta el piso y se detuvo tras poner la mano en el tirador.
—Mis amigos querrán que me quede en casa para poder cuidarme. Les explicaré que usted me ha aconsejado que pase la noche en otro sitio debido a los periodistas. No diré nada de las cámaras.
De pronto, a Nicholas lo asaltó la idea exacta de dónde debería pasar la noche. «Conmigo.» Y, para su sorpresa, no estaba pensando en el sexo. Por lo menos, no solo en eso. Su prioridad era mantenerla a salvo; luego, verla desnuda. Se las arregló para asentir con sobriedad.
—Será lo mejor.
Al entrar encontraron a los amigos de _____ viendo las noticias. Ambos se pusieron en pie al instante. Zac Carter atravesó el salón en dos zancadas y la rodeó con sus brazos. El gesto posesivo obligó a Nicholas a apretar los dientes.
«Son solo amigos.» _____ se lo había explicado y seguro que así lo creía, pero era evidente que el buen doctor Carter sentía algo totalmente distinto. El joven retrocedió con el semblante demudado.
—Santo Dios, _____, parece que hayas estado metida conmigo en el quirófano; hueles incluso peor. Qué tienes en el... —Se interrumpió al ver que _____ se ponía rígida. La expresión horrorizada de Carter se volvió hacia Nicholas, y este asintió, confirmándole lo que ya imaginaba.
Carter palideció.
—Entonces, es cierto.
—La sangre es de ella —afirmó _____ débilmente—. Lo había salpicado y al cogerme...
Carter le pasó el brazo por los hombros.
—Ve a ducharte, cariño.
Ella se libró del abrazo con gesto todavía tenso.
—Enseguida, pero no lo haré aquí, Zac.
Carter frunció el entrecejo.
—¿Por qué no?
Nicholas dio un paso adelante.
—¿Qué han dicho exactamente en las noticias?
—Que otro paciente de _____ ha matado a su mujer y luego se ha suicidado. Y ya van tres —terció Amy Parks. No se había movido ni un milímetro desde que se pusiera en pie—. Y que _____ había contado a la prensa lo de su homosexualidad. —Alzó la barbilla y miró a Nicholas a los ojos como desafiándolo a mostrarse en desacuerdo—. Pero nosotros sabemos que no es cierto.
—Él también lo sabe, Amy, pero algunos de mis pacientes tal vez piensen lo contrario —dijo _____, y Nicholas, al ver que Parks la miraba con expresión incómoda, recordó lo que la chica le había contado la noche anterior. «No creo que quiera seguir siendo mi abogada.» Su amiga y ella se habían peleado y el ambiente estaba enrarecido debido a todo lo que no eran capaces de decirse—. Voy a pasar la noche en un hotel. Cuando me instale, les diré dónde estoy.
Parks asintió, tenía la mandíbula tensa.
—Supongo que es lo mejor. —Miró a Nicholas con recelo—. ¿Sigues necesitando un abogado, _____?
—No. —La chica tragó saliva y se aclaró la garganta—. Pero sí que necesito a mi amiga.
Al oírlo, Amy hizo lo mismo que había hecho Carter. Rodeó con sus brazos a _____ y la estrechó durante un buen rato.
—Zac tiene razón, _____ —dijo al separarse—. Métete en la ducha; mientras, yo te haré la maleta.
_____ negó con la cabeza.
—De verdad, prefiero ir directamente a un hotel. En cuanto salga de la ducha caeré rendida en la primera cama que encuentre.
Nicholas notaba el bombeo constante de la sangre en su cabeza al ver a _____ dirigirse a su dormitorio junto con su amiga abogada, ajena al hecho de haber expresado a la perfección todos y cada uno de los pensamientos que su excitada libido evocaba.
—Sabe que no lo ha hecho —dijo Carter, obligándolo a centrarse.
—No puedo decirle qué sé o dejo de saber —respondió Nicholas en tono sereno, y en ese momento algo lo incitó a desviar la conversación hacia un terreno espinoso—. Aunque creo que usted está más implicado de lo que parece.
Carter, estupefacto, lo miró de hito en hito.
—Está mal de la cabeza.
—Entonces tengo suerte de que _____ sea psiquiatra.
De súbito, Carter echó hacia atrás la cabeza y prorrumpió en carcajadas.
—Muy bueno, Jonas. Por un momento ha conseguido engañarme. —Sin dejar de sonreír, sacudió la cabeza—. ¿Piensa que _____ y yo...? —Dejó la pregunta sin terminar—. Pues no. —Se puso completamente serio—. Pero es una de mis mejores amigas y no quiero que le hagan daño.
—En eso estamos de acuerdo.
—¿Corre peligro, detective?
—Ahora mismo, no. —Nicholas encogió un hombro—. Solo trato de ser precavido.
Carter asintió.
—Ya lo veo. —De pronto, se dio media vuelta y abrió un cajón de una de las mesas auxiliares colocadas contra el respaldo del sofá. Nicholas notó con ánimo sombrío que se sentía como en su propia casa. Carter extrajo una hoja de papel y escribió algo en ella; luego se la tendió a Nicholas—. Aquí tiene mi dirección. También he anotado unos cuantos números de teléfono, por si hay alguna urgencia. Si necesita ayuda, llámeme, por favor.
Nicholas echó un vistazo a la hoja.
—A usted o a Robin, ¿no?
—A cualquier hora del día o de la noche. Acudiremos a donde nos diga. —Carter vaciló y miró hacia el dormitorio antes de proseguir en voz más baja—. Su familia vive en Filadelfia.
—Ya me lo ha contado.
Carter arqueó las cejas, sorprendido.
—¿En serio? —Miró hacia atrás de nuevo—. ¿Le ha contado que no se hablan?
Nicholas se descubrió mirando hacia el dormitorio, igual que Carter.
—No, solo me ha explicado que tiene cuatro hermanos. Por los nombres, parecen de la mafia.
Zac sonrió.
—Su hermano Vito es policía. De los otros, uno es maestro, otro, artista y otro, arquitecto. _____ es la pequeña. Con el único que aún se habla es con Vito. —La sonrisa de Carter se desvaneció—. Vino a verla el año pasado, cuando la agredieron.
—¿Sus padres no vinieron? —Nicholas se quedó atónito.
—Ella no quiso que Vito les dijera nada. De todos modos, si _____ necesita ayuda, avíselo. No me sé su teléfono de memoria pero si llama a casa, Robin o yo se lo daremos. Por favor, cuide de _____, detective. Es como de la familia.
—Lo haré. —Y en ese momento Nicholas supo que cumpliría su palabra, costara lo que costase.
Las dos chicas salieron del dormitorio. Parks asía una bolsa de viaje. _____ llevaba puesta la ropa sucia, pero se había quitado los calcetines y se había puesto unas bambas de lona.
—Aquí tenemos a las señoritas —dijo Carter, e hizo un amplio ademán con el brazo—. Amy, voy en coche al hospital. ¿Quieres que de paso te deje en el bufete?
—No, yo también he traído el coche. —Le dio otro abrazo a _____—. Llámame en cuanto te hayas instalado. —Le entregó la bolsa a Nicholas y se dispuso a salir del piso detrás de Carter.
En cuanto se cerró la puerta _____ relajó los hombros. Abrió la boca, pero volvió a cerrarla con gesto resuelto mientras recorría el espacio con la mirada en busca de alguna cámara.
—Tengo que ponerle comida al gato antes de marcharme.
Nicholas la siguió hasta la cocina y apretó los dientes cuando ella se inclinó ante el armario que había debajo del fregadero; sin pretenderlo, volvía a torturarlo mostrándole su sinuoso trasero. Cerró los puños para combatir el deseo de tocarlo, aunque no pensaba hacerlo.
Por lo menos no allí, con las posibles cámaras filmando cada uno de sus movimientos. Ni tampoco en esos momentos en que sus ojos aún traslucían el pesar de los acontecimientos de la tarde. Para cuando ella se incorporó con una bolsa de comida de gato en la mano, Nicholas había dominado su cuerpo y sus pensamientos.
Un precioso gatito pardo apareció en la cocina atraído por el ruido que su comida hacía al caer en el bol. _____ lo cogió en brazos y apretó las mejillas contra su suave pelaje.
—Cuando estoy enferma esta minina no se aparta de mi lado. Me gustaría que vinieras conmigo, Bella, pero no puede ser. En los hoteles no te dejan entrar. Tendré que buscarte una residencia.
A Nicholas le llevó menos de un segundo decidirse. No iba a pasar la noche en ningún hotel, ni tampoco iba a quedarse sola.
—¿Tiene una jaula para transportarla?
Ella lo miró perpleja.
—Sí. No le gusta nada.
—¿Quiere llevarla con usted?
—No puedo...
—_____, estamos perdiendo un tiempo precioso. ¿Quiere o no quiere darse una ducha?
Ella alzó la barbilla y lo miró con ojos centelleantes.
—No me dé órdenes, Nicholas. Ya he perdido bastante el control de mi vida en los últimos tres días —dijo suspirando. Era evidente que se esforzaba por calmarse—. Sí, si es posible, me gustaría llevármela, ¿Conoce algún hotel en el que admitan gatos?
Él no estaba preparado para afrontar las ganas de poseerla que le entraron con solo oírla pronunciar su nombre.
—Sí, conozco un lugar. Vamos, iremos en su coche.
]_____ estiró el cinturón de la pequeña prenda de una desconocida para atárselo a la cintura y recorrió con paso airado la corta distancia que separaba el baño de casa de Nicholas Jonas de la cocina, de donde procedía su voz profunda. El hombre estaba loco de remate. Eso era lo único que lo libraba de que lo matara.
Ya era bastante descabellado que la hubiera llevado allí, a su casa. Había prometido llevarla a un hotel.
«De hecho, me ha prometido llevarme a un lugar donde pudiera estar con Bella.»
Ya era bastante descabellado que la hubiera llevado allí, pero entrar a hurtadillas en el baño mientras se duchaba y quitarle la ropa...
«Y pensar que confiaba en él.»
Se detuvo en la puerta de la cocina.
—Detective Jonas... —De repente, dos cabezas se volvieron a mirarla y _____ relajó un poco sus tensos hombros—. Hola, Danielle.
La cuñada de Jonas depositó con cuidado sobre la mesa el tazón que sostenía y frunció los labios.
—Cierra la boca si no quieres que entren moscas, Nicholas.
Jonas cerró la boca de golpe pero seguía teniendo los ojos fuera de las órbitas como si se hubiera tragado la lengua. _____, cohibida, se apretó más el cinturón y se subió las solapas de la bata para taparse la garganta; aunque a Jonas no le habría ayudado en nada si de verdad estuviera ahogándose con la lengua.
Danielle los observaba con atención y _____ trató de no darle importancia al sofoco que le había teñido los pómulos de un rojo intenso.
—¿Has sido tú quien me ha dejado esto en el baño? —le preguntó.
Danielle se succionó la parte interior de las mejillas.
—Pues sí. Encima de la cama de Nicholas tienes más ropa. Hemos dejado allí a la gata. —Señaló el rottweiler que descansaba junto a los pies de Jonas—. Elvis es un encanto, pero no quiero que tu gatita pase miedo.
_____ asintió y lanzó una mirada cautelosa al gran perro que, según había observado al llegar, obedecía todas y cada una de las órdenes de Jonas.
—Gracias. Pero ¿dónde está mi ropa, la que he traído en la bolsa?
—En el maletero del coche —respondió Danielle.
—¿Y qué hace la ropa en el coche, Danielle?
Su amiga miró hacia el otro extremo de la mesa.
—¿Nicholas?
Jonas examinaba con una concentración absoluta el contenido de su tazón.
—Vaya a cambiarse, _____. Danielle le ha preparado té y un poco de sopa. Cuando salga le vendrá bien comer algo.
Ella sacudió la cabeza, el terror había hecho desaparecer la sonrisa de su rostro.
—Dígamelo ahora, Jonas. Necesito saberlo.
Él suspiró.
—Entonces, siéntese.
Ella lo obedeció en silencio y tomó asiento al lado de Danielle, quien le dio unas palmaditas en la mano.
Jonas la miró a los ojos con expresión seria y apesadumbrada.
—Jack ha registrado su piso en cuanto nos hemos marchado.
_____ contuvo la respiración.
—¿Y?
—Hay cámaras en todas las habitaciones.
Ella notó cómo la sangre dejaba de afluir a su rostro.
—¿En todas las habitaciones?
Él asintió.
Ella tragó saliva.
—¿Incluso en el baño? —Él se limitó a mirarla sin pronunciar palabra. No era necesario—. ¿Y cuánto tiempo llevan allí?
—Jack no lo sabe seguro. Más que las de los otros pisos, tal vez unos meses.
Alguien la había estado observando durante... meses. Notó que el estómago se le revolvía y tomó aire para tranquilizarse.
—¿Y por qué está la ropa en el coche?
—Jack ha registrado el piso muy a fondo —explicó Jonas—. Algunas de sus chaquetas tienen micrófonos cosidos en el forro.
_____, medio atontada, no era capaz más que de mirarlo sin dar crédito a sus palabras. Pero lo había oído bien. Notó un espasmo en los pulmones y en ese momento se dio cuenta de que se había olvidado hasta de respirar.
—¿Me está diciendo que alguien me espía allá adónde voy?
—No necesariamente —dijo él—. Depende de la distancia a la que se encuentre del receptor.
_____ miró el techo. Su mente estaba invadida por demasiadas ideas para que ninguna cobrara sentido. Cámaras. Micrófonos. Receptores. Cuatro personas muertas. El techo empezó a dar vueltas y ella cerró los ojos deseando que la habitación se estuviera quieta. «No vas a vomitar. Conservarás la calma.»
—Así que tienen que examinar toda mi ropa.
—Eso me temo.
Danielle le estrechó la mano.
—Nicholas me ha llamado en cuanto Jack le ha dado la noticia. Hemos llevado la bolsa con la ropa a tu coche. Jack enviará un camión para remolcarlo. Luego revisarán el coche y la ropa. Le he pedido a Denise que vaya a Wal-Mart a comprarte unas cuantas cosas para salir del paso hasta que terminen.
El corazón de _____ se llenó de gratitud.
—Qué amable por su parte, pero ¿quién es Denise?
—Mi madre —respondió Jonas. La estaba observando mientras pensaba la respuesta. Tenía la mandíbula tensa y la mirada de sus ojos se había endurecido, con cierta desaprobación—. Le encanta ayudar, así que haga ver que está contenta con lo que le traiga.
_____ lo miró con el entrecejo fruncido.
—¿Y por qué no iba a estarlo?
Danielle se apartó de la mesa de un salto.
—Será mejor que te traiga la sopa, _____ —dijo rápidamente—. ¿La quieres en un bol o en un tazón?
—Creo que en un bol —respondió ella sin apartar la mirada del rostro de Jonas, con los nervios a flor de piel—. Dígame, detective, ¿por qué tendría que fingir que aprecio el amable gesto de su madre?
Jonas no se pensó la respuesta dos veces.
—No dudo que lo aprecie, solo que resulta evidente que sus gustos se decantan por ropa más cara que la que venden en Wal-Mart, doctora. Eso es todo.
Ella abrió mucho los ojos.
—O sea que me considera una esnob.
Él no respondió, se limitó a permanecer sentado, mirándola fijamente con sus azules ojos. Ella aferró el delantero de la bata y se volvió hacia Danielle, que se encontraba frente a los fogones sirviendo sopa en un bol.
—Cree que soy una esnob.
Por algún motivo, después de todo el pánico y el trajín del día, ese hecho le dolió. La avergonzó notar el repentino escozor de las lágrimas que asomaban a sus ojos y bajó la mirada al bol que Danielle acababa de depositar frente a ella.
La mano de Danielle en su espalda resultaba tranquilizadora.
—Es sopa de sobre, pero es más que lo que me parece que has comido en todo el día, o sea, nada, así que cómetela. —Entonces Danielle la sorprendió al extender el brazo hasta el otro lado de la mesa y propinarle a Jonas un manotazo en la cabeza—. Y no es ninguna esnob, ¿te queda claro?
Él se frotó la coronilla.
—Mierda, Danielle, me has hecho daño.
—Esa era mi intención. Me voy a casa. Kevin tiene guardia esta noche y Demi se ha quedado a cuidar de Kara. Es hora de que la niña se vaya a dormir, además mañana Demi tiene que ir a la escuela. Tómate la sopa, _____, luego ve a ponerte los pantalones de chándal que he dejado encima de la cama de Nicholas. En una media hora Denise te traerá unos cuantos tejanos. —Se detuvo frente a la puerta y se volvió con cara de preocupación—. Nicholas, ¿le pasa algo a Demi?
A través de las pestañas, _____ vio que Jonas se estremecía, aunque el movimiento resultó casi imperceptible.
—Que yo sepa no, ¿por qué?—preguntó.
Danielle se encogió de hombros.
—Parece preocupada. No me ha contado nada, pero creo que tiene algún problema.
—Hablaré con ella —dijo él en tono tenso, y se levantó para cerrar la puerta. Sin embargo, no se volvió cuando Danielle hubo salido. El silencio de la cocina intensificó su estado de ánimo. Estaba enfadado. No había vuelto a mostrarse así desde la primera noche, en el escenario del... suicidio.
_____ bajó los ojos a la sopa. «Cuando aún me creía una asesina.» Al menos, había cambiado de opinión. Ahora solo la consideraba una esnob y una arrogante.
Lo que pensara de ella debería traerla sin cuidado, pero no era así. Se sentía demasiado cansada para disimular. Se encorvó sobre la sopa. Le temblaba la mano, y en ese momento cayó en la cuenta de que llevaba sin comer más de un día entero. La última vez había sido en el Blue Lemon de Robin. La verdad era que estaba empezando a aborrecer la sopa.
El sonido del fuerte suspiro de Jonas hizo que alzara los ojos. La estaba mirando fijamente, por debajo de la barbilla. Poco a poco, ella levantó la cabeza y se olvidó de la sopa. El centelleo de sus ojos no se debía únicamente al enfado. En ellos se captaba también deseo, auténtico y puro deseo. El pulso martilleaba los oídos de _____ mientras él permanecía allí plantado, con un músculo de la mandíbula temblándole. De repente, se volvió de espaldas y al hablar lo hizo sin apenas voz y con la respiración fatigosa.
—Voy al garaje. Cuando termine de comer y de vestirse, iremos a su consulta y nos encontraremos con Jack. Quiere registrarlo todo, incluida la cámara de seguridad. Ven aquí, Elvis.
_____ se quedó perpleja al verlo desaparecer por otra puerta con el perro obedientemente pegado a sus talones. El pulso que martilleaba en su cabeza se suavizó, y cuando bajó la mirada un súbito rubor hizo arder sus mejillas. Al inclinarse sobre el bol, la bata se había abierto más de lo que cualquiera consideraría decente. Por si no había bastante con que la considerara una esnob, ahora pensaría que era una putilla barata. Le había visto las tetas más que nadie después de Justin. Menudo c*abrón.
Más que nadie, a excepción de quien hubiera estado espiándola en su propia casa, que se las habría visto del todo y además llevaba meses haciéndolo. Otro c*abrón.
Pero no era momento de pensar en eso. Danielle tenía razón, necesitaba comer y lo hizo con aplicación.
«Cámaras.» Se estremeció. «En mi propia casa.» El imaginarse a sí misma en páginas pornográficas de internet hizo que estuviera a punto de vomitar la sopa que acababa de comerse.
Con todo, aún era peor tener cámaras en la consulta, y micrófonos en las chaquetas. La intimidad de todos sus pacientes había sido violada sin escrúpulos, habían utilizado la información confidencial en contra de ella.
Apartó el bol. Cuanto antes supiera cuál era el alcance de todo aquello, mucho mejor, pensó, y se dispuso a ir en busca de los pantalones de Danielle con la esperanza de que fueran más grandes que la bata.
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mis niñas ya llego el cap de hoy!!!! espero que les guste!!! y creo que si les va a gustar!!! pero el que sigue de este les va a encantar!!!!! :¬w¬: pero mejor no digo nada :yonofui: y las dejo que lean su cap!!! las adoro! y gracias por sus comentarios!!!
Capitulo 10
Martes 14 de marzo, 17.10 horas.
Nicholas se guardó el teléfono móvil en el bolsillo.—Patrick va a obtener una orden judicial para impedir que Pope saque a la luz la grabación esta noche.
Miller lo miró y luego volvió de nuevo la vista hacia la carretera.
—¿Ha conseguido la cinta?
—Sí. Ahora Burkhardt tiene más material para comparar.
—¿Qué quiere decir con "más material"? —La pregunta procedía del asiento trasero, donde _____ llevaba en silencio los diez minutos que habían tardado en recorrer dos manzanas. El tráfico estaba paralizado por gentileza de lo que parecían todas las unidades móviles de la ciudad.
Nicholas se volvió para verla mejor. Estaba pálida y temblorosa. Aún tenía el pelo enmarañado y apelmazado y con una mano se ajustaba el abrigo al cuello. Sus labios aparecían desprovistos de color, salvo por las dos marcas rojas que sus dientes habían dejado en ellos. Sin embargo, su mirada era despierta. Había conservado la serenidad con una fortaleza interna que Nicholas no se habría imaginado antes del domingo por la tarde y que ahora le permitía entender la lealtad que le profesaban las pocas personas que parecían conocerla de verdad.
—Cynthia Adams grabó una cinta —explicó él.
Ella tragó saliva.
—¿Con mi voz?
—No. No se oye muy bien, pero parece la voz de una niña pequeña.
_____ cerró los ojos y volvió la cabeza.
—Mortificándola.
—Sí. Le hemos entregado la cinta a Burkhardt para que pueda compararla con el mensaje del contestador.
Al oír eso, _____ abrió los ojos de golpe.
—Entonces, ¿lo que le dijo a Malcolm es cierto? ¿Pueden demostrar que no soy yo?
Nicholas miró a Miller. Ella observó el gesto y suspiró.
—Solo se lo dijo para que me soltara. —Esbozó una triste sonrisa ladeada que atenazó el corazón de Nicholas—. Tranquilo, no se lo reprocho; solo estoy disgustada.
—No es ninguna mentira —terció Miller, mirándola por el retrovisor.
—Aunque tampoco es del todo verdad —añadió Nicholas—. Burkhardt apreció lo que podrían ser pequeñas diferencias, pero dijo que necesitaba más material para estar seguro.
—Quienquiera que lo haya hecho lo planeó todo para que mi voz apareciera en el contestador de Cynthia —dijo _____—. Quería que sospecharan de mí y que encontraran mis huellas. Quería que creyeran que yo era la culpable.
Y podría haber surtido efecto, pensó Nicholas con tristeza, de no haber sido por el apoyo incondicional de personas como Danielle y Miller.
—Me pregunto si ese monstruo sabe que Cynthia y Lynne Pope grabaron esas cintas —prosiguió ella.
—Supongo que no —dijo Miller, y se aclaró la garganta—. _____, Nicholas ya te ha contado lo de las cámaras, ¿no?
Ella se estremeció.
—Sí, ya le he dicho que pueden registrar la consulta.
Nicholas sabía adónde quería ir a parar Miller.
—Es posible que también nos haga falta registrar tu piso —dijo con el tono más suave de que fue capaz.
Ella se quedó petrificada y boquiabierta, con los ojos como platos, y Nicholas se percató de que no se le había ocurrido pensarlo.
—Lo siento —dijo él en voz baja.
—No... No pasa nada. —Pero sí que pasaba. Él notó cuánto le costaba recobrar la serenidad. Inconscientemente se estaba meciendo y tenía los nudillos blancos de la fuerza con que asía el abrigo, hasta el punto de que Nicholas pensó que iba a ahogarse—. Dios mío. Dios mío.
—_____ —casi le gritó Nicholas, y ella, aún aturdida, levantó la vista—. Estamos a punto de llegar a su casa. Habrá más periodistas.
Ella asintió y una vez más recobró la calma. Se relajó visiblemente, su pálido rostro se tornó inexpresivo y una fría mirada asomó a sus ojos oscuros.
—Lo entiendo. Podría recoger unas cuantas cosas y marcharme a un hotel. Tengo que... —Los labios le temblaron un instante antes de recobrar su gesto resuelto—. Tengo que ducharme en alguna parte. El pelo aún me huele a sangre.
—Quédate con ella —dijo Miller a Nicholas en voz baja—. Cuando se vaya, pídeles a Jack y a Rick que registren el piso. Luego lleva su coche al depósito y dile a Rick que también le eche un vistazo.
Nicholas asintió mientras Miller detenía el coche junto al bordillo, frente al edificio de _____. Un pequeño grupo de periodistas hacían guardia pacientemente.
—¿Adónde vas tú?
—Mientras yo llamaba por lo del francotirador, Spinnelli ha conseguido la dirección de esa actriz, Nicole Rivera. Iré a verla. —Miller detuvo el coche—. No la pierdas de vista. Quienquiera que esté detrás de todo esto se ha marcado un buen tanto.
—¿Qué quieres decir? —preguntó _____.
Miller se volvió para verle la cara.
—Que todos los periodistas han oído cómo te acusaba Pope.
—Pero yo no he dicho nada. —Exhaló un suspiro—. Da lo mismo, los pacientes se enfadarán igual.
Nicholas arrugó el ceño.
—¿Hay alguno que sea peligroso?
—Unos cuantos. A nadie le gusta que revelen sus secretos más íntimos en televisión. A todo el mundo le tranquiliza pensar que puede esconder cosas, que hay lugares en los que está verdaderamente solo. —Irguió la espalda y abrió la puerta del coche—. A mí también.
Nicholas salió del vehículo tras ella y la alcanzó en el momento en que apartaba el primer micrófono. Se colocó delante y fue abriéndose paso entre los ruidosos periodistas hasta la puerta del edificio, donde los aguardaba el portero, nervioso. Nicholas lo recordaba del domingo anterior.
Al parecer el hombre también tenía buena memoria, pues al ver a Nicholas entrar en el pequeño vestíbulo una mueca de verdadera aversión le transfiguró el semblante. El hombre, ya de edad, se precipitó hacia ellos y se detuvo a corta distancia. La mueca se había desvanecido y en su lugar apareció una paternal mirada de preocupación.
—Doctora Rossi, dígame que está bien.
Ella le sonrió.
—Estoy bien, señor Hughes. Ha sido un día difícil, pero estoy bien.
—No los dejaré entrar —dijo con expresión airada mirando a los periodistas apiñados en el exterior. Luego se volvió hacia Nicholas—. Y a él tampoco lo dejaría entrar si pudiera evitarlo.
Ella lo sorprendió con una risita ahogada.
—Oh, señor Hughes, me alegro tanto de verlo.
—Ethel me ha pedido que le diga que no cree una sola palabra de lo que cuentan.
—Dígale a Ethel que aprecio mucho que crea en mí. En cuanto al detective, no tiene por qué preocuparse. —Su expresión se suavizó—. Esta tarde me ha salvado la vida.
Hughes escrutó a Nicholas y luego asintió con gesto reticente.
—De acuerdo. He dejado subir a sus amigos, doctora Rossi, el doctor Carter y la señorita Parks. La están esperando arriba. El doctor Carter me ha pedido que lo llamara al móvil cuando usted llegara.
—Muy bien, señor Hughes, llámelo. Y muchas gracias de nuevo.
Esa vez Nicholas no le preguntó. Abrió la puerta que daba a la escalera y aguardó a que ella pasara delante. _____ se detuvo ante el primer escalón y lo miró a la vez que exhalaba un suspiro.
—¿Tiene alguna fobia, detective?
Él vaciló y luego se encogió de hombros.
—No me gustan las alturas. —Decir eso era quedarse corto. De hecho, las grandes alturas le producían vértigo, pero eso era algo que nunca le había contado a absolutamente nadie—. ¿Quiere intentar curarme?
Ella esbozó una sonrisa que, aunque escueta e irónica, hizo que un cosquilleo recorriera la piel de Nicholas. Lo atraía en muchos sentidos. El domingo le había parecido una rompecorazones sensual sin sentimientos, y había sentido un deseo tan intenso que hasta le había dolido. Ahora, de pie a su lado con el pelo sucio y el rostro sumamente pálido, lo atraía aún más. Tenía un fondo tierno y bondadoso, pero también más voluntad que la mayoría de los hombres que conocía. Al ver que Seward la tenía en sus manos y le apuntaba con la pistola, Nicholas pensó que nunca se recobraría del susto.
—Gracias —dijo en voz baja—. Aunque no sea verdad, aprecio el gesto. —Recorrió la mitad del tramo de escalera y se volvió para sentarse en un escalón y apoyar la cabeza en la barandilla metálica. Sendas manchas rojas teñían sus pálidas mejillas y su frente aparecía perlada de sudor. Respiró hondo y relajó la mano con que se sujetaba el abrigo al cuello. Este le cayó suelto por los hombros y dejó al descubierto la cicatriz que tanto se había esforzado por ocultar, pero ella parecía demasiado cansada para darse cuenta.
—Lo siento. No es normal que me canse tanto por subir cuatro escalones.
Él se sentó a su lado.
—No se preocupe. Lleva un día horroroso, es normal que esté cansada. Debió de haber tardado menos de cinco minutos en plantarse en casa de Seward.
—Me imagino que sí. En ese momento no pensaba en nada.
El hilo de voz con que habló alarmó a Nicholas.
—¿Ha ido a comer?
—Sí, fui con Harrison.
—Se lo preguntaré de otra manera. ¿Ha tomado algún alimento?
Ella hizo una mueca.
—He picado unas cuantas galletas saladas. Harrison ha pedido estofado de cerdo, pero yo estaba demasiado alterada para comer. Supongo que me falta combustible y por eso estoy un poco decaída.
—No me diga.
Los labios de _____ se curvaron ante el comentario y Nicholas tuvo que volver a hacer un esfuerzo por controlarse.
—Déme un minuto más y me repondré. —Y, tal como prometía, al cabo de un minuto se puso en pie. Se quitó el abrigo y se lo tendió a Nicholas—. ¿Podría llevarlo usted? Pesa mucho —dijo, y emprendió los escalones restantes con la tenaz concentración de un alpinista. Nicholas la siguió a corta distancia con la intención de sujetarla si se caía, pero lo que no esperaba era que la perspectiva le proporcionara una maravillosa vista de su precioso trasero.
«Precioso», pensó mientras se moría de ganas de tocar las curvas que se contorneaban de forma tan tentadora a cada escalón. El instinto le decía que se adaptarían a la perfección a la palma de sus manos, y por un instante su imaginación se anticipó a los hechos y se inundó de pensamientos eróticos. Pensó en qué notaría si le rodeara las nalgas con las manos y la atrajera con fuerza hacia sí, en cómo ella se estremecería y gemiría hasta volverlo loco, en cómo se sentiría entre los brazos de él cuando el éxtasis le embargara la razón.
En lugar de estar temblando de miedo. De repente, la imagen se desvaneció y su cerebro recobró la lucidez. Ya sabía qué se sentía abrazándola cuando estaba aterrorizada. «Y para eso es para lo que estás aquí, Jonas», se dijo con dureza al llegar a la planta donde ella vivía. Lo que tenía que hacer era protegerla y dejar de pensar en su trasero.
_____ lo condujo hasta el piso y se detuvo tras poner la mano en el tirador.
—Mis amigos querrán que me quede en casa para poder cuidarme. Les explicaré que usted me ha aconsejado que pase la noche en otro sitio debido a los periodistas. No diré nada de las cámaras.
De pronto, a Nicholas lo asaltó la idea exacta de dónde debería pasar la noche. «Conmigo.» Y, para su sorpresa, no estaba pensando en el sexo. Por lo menos, no solo en eso. Su prioridad era mantenerla a salvo; luego, verla desnuda. Se las arregló para asentir con sobriedad.
—Será lo mejor.
Al entrar encontraron a los amigos de _____ viendo las noticias. Ambos se pusieron en pie al instante. Zac Carter atravesó el salón en dos zancadas y la rodeó con sus brazos. El gesto posesivo obligó a Nicholas a apretar los dientes.
«Son solo amigos.» _____ se lo había explicado y seguro que así lo creía, pero era evidente que el buen doctor Carter sentía algo totalmente distinto. El joven retrocedió con el semblante demudado.
—Santo Dios, _____, parece que hayas estado metida conmigo en el quirófano; hueles incluso peor. Qué tienes en el... —Se interrumpió al ver que _____ se ponía rígida. La expresión horrorizada de Carter se volvió hacia Nicholas, y este asintió, confirmándole lo que ya imaginaba.
Carter palideció.
—Entonces, es cierto.
—La sangre es de ella —afirmó _____ débilmente—. Lo había salpicado y al cogerme...
Carter le pasó el brazo por los hombros.
—Ve a ducharte, cariño.
Ella se libró del abrazo con gesto todavía tenso.
—Enseguida, pero no lo haré aquí, Zac.
Carter frunció el entrecejo.
—¿Por qué no?
Nicholas dio un paso adelante.
—¿Qué han dicho exactamente en las noticias?
—Que otro paciente de _____ ha matado a su mujer y luego se ha suicidado. Y ya van tres —terció Amy Parks. No se había movido ni un milímetro desde que se pusiera en pie—. Y que _____ había contado a la prensa lo de su homosexualidad. —Alzó la barbilla y miró a Nicholas a los ojos como desafiándolo a mostrarse en desacuerdo—. Pero nosotros sabemos que no es cierto.
—Él también lo sabe, Amy, pero algunos de mis pacientes tal vez piensen lo contrario —dijo _____, y Nicholas, al ver que Parks la miraba con expresión incómoda, recordó lo que la chica le había contado la noche anterior. «No creo que quiera seguir siendo mi abogada.» Su amiga y ella se habían peleado y el ambiente estaba enrarecido debido a todo lo que no eran capaces de decirse—. Voy a pasar la noche en un hotel. Cuando me instale, les diré dónde estoy.
Parks asintió, tenía la mandíbula tensa.
—Supongo que es lo mejor. —Miró a Nicholas con recelo—. ¿Sigues necesitando un abogado, _____?
—No. —La chica tragó saliva y se aclaró la garganta—. Pero sí que necesito a mi amiga.
Al oírlo, Amy hizo lo mismo que había hecho Carter. Rodeó con sus brazos a _____ y la estrechó durante un buen rato.
—Zac tiene razón, _____ —dijo al separarse—. Métete en la ducha; mientras, yo te haré la maleta.
_____ negó con la cabeza.
—De verdad, prefiero ir directamente a un hotel. En cuanto salga de la ducha caeré rendida en la primera cama que encuentre.
Nicholas notaba el bombeo constante de la sangre en su cabeza al ver a _____ dirigirse a su dormitorio junto con su amiga abogada, ajena al hecho de haber expresado a la perfección todos y cada uno de los pensamientos que su excitada libido evocaba.
—Sabe que no lo ha hecho —dijo Carter, obligándolo a centrarse.
—No puedo decirle qué sé o dejo de saber —respondió Nicholas en tono sereno, y en ese momento algo lo incitó a desviar la conversación hacia un terreno espinoso—. Aunque creo que usted está más implicado de lo que parece.
Carter, estupefacto, lo miró de hito en hito.
—Está mal de la cabeza.
—Entonces tengo suerte de que _____ sea psiquiatra.
De súbito, Carter echó hacia atrás la cabeza y prorrumpió en carcajadas.
—Muy bueno, Jonas. Por un momento ha conseguido engañarme. —Sin dejar de sonreír, sacudió la cabeza—. ¿Piensa que _____ y yo...? —Dejó la pregunta sin terminar—. Pues no. —Se puso completamente serio—. Pero es una de mis mejores amigas y no quiero que le hagan daño.
—En eso estamos de acuerdo.
—¿Corre peligro, detective?
—Ahora mismo, no. —Nicholas encogió un hombro—. Solo trato de ser precavido.
Carter asintió.
—Ya lo veo. —De pronto, se dio media vuelta y abrió un cajón de una de las mesas auxiliares colocadas contra el respaldo del sofá. Nicholas notó con ánimo sombrío que se sentía como en su propia casa. Carter extrajo una hoja de papel y escribió algo en ella; luego se la tendió a Nicholas—. Aquí tiene mi dirección. También he anotado unos cuantos números de teléfono, por si hay alguna urgencia. Si necesita ayuda, llámeme, por favor.
Nicholas echó un vistazo a la hoja.
—A usted o a Robin, ¿no?
—A cualquier hora del día o de la noche. Acudiremos a donde nos diga. —Carter vaciló y miró hacia el dormitorio antes de proseguir en voz más baja—. Su familia vive en Filadelfia.
—Ya me lo ha contado.
Carter arqueó las cejas, sorprendido.
—¿En serio? —Miró hacia atrás de nuevo—. ¿Le ha contado que no se hablan?
Nicholas se descubrió mirando hacia el dormitorio, igual que Carter.
—No, solo me ha explicado que tiene cuatro hermanos. Por los nombres, parecen de la mafia.
Zac sonrió.
—Su hermano Vito es policía. De los otros, uno es maestro, otro, artista y otro, arquitecto. _____ es la pequeña. Con el único que aún se habla es con Vito. —La sonrisa de Carter se desvaneció—. Vino a verla el año pasado, cuando la agredieron.
—¿Sus padres no vinieron? —Nicholas se quedó atónito.
—Ella no quiso que Vito les dijera nada. De todos modos, si _____ necesita ayuda, avíselo. No me sé su teléfono de memoria pero si llama a casa, Robin o yo se lo daremos. Por favor, cuide de _____, detective. Es como de la familia.
—Lo haré. —Y en ese momento Nicholas supo que cumpliría su palabra, costara lo que costase.
Las dos chicas salieron del dormitorio. Parks asía una bolsa de viaje. _____ llevaba puesta la ropa sucia, pero se había quitado los calcetines y se había puesto unas bambas de lona.
—Aquí tenemos a las señoritas —dijo Carter, e hizo un amplio ademán con el brazo—. Amy, voy en coche al hospital. ¿Quieres que de paso te deje en el bufete?
—No, yo también he traído el coche. —Le dio otro abrazo a _____—. Llámame en cuanto te hayas instalado. —Le entregó la bolsa a Nicholas y se dispuso a salir del piso detrás de Carter.
En cuanto se cerró la puerta _____ relajó los hombros. Abrió la boca, pero volvió a cerrarla con gesto resuelto mientras recorría el espacio con la mirada en busca de alguna cámara.
—Tengo que ponerle comida al gato antes de marcharme.
Nicholas la siguió hasta la cocina y apretó los dientes cuando ella se inclinó ante el armario que había debajo del fregadero; sin pretenderlo, volvía a torturarlo mostrándole su sinuoso trasero. Cerró los puños para combatir el deseo de tocarlo, aunque no pensaba hacerlo.
Por lo menos no allí, con las posibles cámaras filmando cada uno de sus movimientos. Ni tampoco en esos momentos en que sus ojos aún traslucían el pesar de los acontecimientos de la tarde. Para cuando ella se incorporó con una bolsa de comida de gato en la mano, Nicholas había dominado su cuerpo y sus pensamientos.
Un precioso gatito pardo apareció en la cocina atraído por el ruido que su comida hacía al caer en el bol. _____ lo cogió en brazos y apretó las mejillas contra su suave pelaje.
—Cuando estoy enferma esta minina no se aparta de mi lado. Me gustaría que vinieras conmigo, Bella, pero no puede ser. En los hoteles no te dejan entrar. Tendré que buscarte una residencia.
A Nicholas le llevó menos de un segundo decidirse. No iba a pasar la noche en ningún hotel, ni tampoco iba a quedarse sola.
—¿Tiene una jaula para transportarla?
Ella lo miró perpleja.
—Sí. No le gusta nada.
—¿Quiere llevarla con usted?
—No puedo...
—_____, estamos perdiendo un tiempo precioso. ¿Quiere o no quiere darse una ducha?
Ella alzó la barbilla y lo miró con ojos centelleantes.
—No me dé órdenes, Nicholas. Ya he perdido bastante el control de mi vida en los últimos tres días —dijo suspirando. Era evidente que se esforzaba por calmarse—. Sí, si es posible, me gustaría llevármela, ¿Conoce algún hotel en el que admitan gatos?
Él no estaba preparado para afrontar las ganas de poseerla que le entraron con solo oírla pronunciar su nombre.
—Sí, conozco un lugar. Vamos, iremos en su coche.
[size=18]Martes 14 de marzo, 18.30 horas.
]_____ estiró el cinturón de la pequeña prenda de una desconocida para atárselo a la cintura y recorrió con paso airado la corta distancia que separaba el baño de casa de Nicholas Jonas de la cocina, de donde procedía su voz profunda. El hombre estaba loco de remate. Eso era lo único que lo libraba de que lo matara.
Ya era bastante descabellado que la hubiera llevado allí, a su casa. Había prometido llevarla a un hotel.
«De hecho, me ha prometido llevarme a un lugar donde pudiera estar con Bella.»
Ya era bastante descabellado que la hubiera llevado allí, pero entrar a hurtadillas en el baño mientras se duchaba y quitarle la ropa...
«Y pensar que confiaba en él.»
Se detuvo en la puerta de la cocina.
—Detective Jonas... —De repente, dos cabezas se volvieron a mirarla y _____ relajó un poco sus tensos hombros—. Hola, Danielle.
La cuñada de Jonas depositó con cuidado sobre la mesa el tazón que sostenía y frunció los labios.
—Cierra la boca si no quieres que entren moscas, Nicholas.
Jonas cerró la boca de golpe pero seguía teniendo los ojos fuera de las órbitas como si se hubiera tragado la lengua. _____, cohibida, se apretó más el cinturón y se subió las solapas de la bata para taparse la garganta; aunque a Jonas no le habría ayudado en nada si de verdad estuviera ahogándose con la lengua.
Danielle los observaba con atención y _____ trató de no darle importancia al sofoco que le había teñido los pómulos de un rojo intenso.
—¿Has sido tú quien me ha dejado esto en el baño? —le preguntó.
Danielle se succionó la parte interior de las mejillas.
—Pues sí. Encima de la cama de Nicholas tienes más ropa. Hemos dejado allí a la gata. —Señaló el rottweiler que descansaba junto a los pies de Jonas—. Elvis es un encanto, pero no quiero que tu gatita pase miedo.
_____ asintió y lanzó una mirada cautelosa al gran perro que, según había observado al llegar, obedecía todas y cada una de las órdenes de Jonas.
—Gracias. Pero ¿dónde está mi ropa, la que he traído en la bolsa?
—En el maletero del coche —respondió Danielle.
—¿Y qué hace la ropa en el coche, Danielle?
Su amiga miró hacia el otro extremo de la mesa.
—¿Nicholas?
Jonas examinaba con una concentración absoluta el contenido de su tazón.
—Vaya a cambiarse, _____. Danielle le ha preparado té y un poco de sopa. Cuando salga le vendrá bien comer algo.
Ella sacudió la cabeza, el terror había hecho desaparecer la sonrisa de su rostro.
—Dígamelo ahora, Jonas. Necesito saberlo.
Él suspiró.
—Entonces, siéntese.
Ella lo obedeció en silencio y tomó asiento al lado de Danielle, quien le dio unas palmaditas en la mano.
Jonas la miró a los ojos con expresión seria y apesadumbrada.
—Jack ha registrado su piso en cuanto nos hemos marchado.
_____ contuvo la respiración.
—¿Y?
—Hay cámaras en todas las habitaciones.
Ella notó cómo la sangre dejaba de afluir a su rostro.
—¿En todas las habitaciones?
Él asintió.
Ella tragó saliva.
—¿Incluso en el baño? —Él se limitó a mirarla sin pronunciar palabra. No era necesario—. ¿Y cuánto tiempo llevan allí?
—Jack no lo sabe seguro. Más que las de los otros pisos, tal vez unos meses.
Alguien la había estado observando durante... meses. Notó que el estómago se le revolvía y tomó aire para tranquilizarse.
—¿Y por qué está la ropa en el coche?
—Jack ha registrado el piso muy a fondo —explicó Jonas—. Algunas de sus chaquetas tienen micrófonos cosidos en el forro.
_____, medio atontada, no era capaz más que de mirarlo sin dar crédito a sus palabras. Pero lo había oído bien. Notó un espasmo en los pulmones y en ese momento se dio cuenta de que se había olvidado hasta de respirar.
—¿Me está diciendo que alguien me espía allá adónde voy?
—No necesariamente —dijo él—. Depende de la distancia a la que se encuentre del receptor.
_____ miró el techo. Su mente estaba invadida por demasiadas ideas para que ninguna cobrara sentido. Cámaras. Micrófonos. Receptores. Cuatro personas muertas. El techo empezó a dar vueltas y ella cerró los ojos deseando que la habitación se estuviera quieta. «No vas a vomitar. Conservarás la calma.»
—Así que tienen que examinar toda mi ropa.
—Eso me temo.
Danielle le estrechó la mano.
—Nicholas me ha llamado en cuanto Jack le ha dado la noticia. Hemos llevado la bolsa con la ropa a tu coche. Jack enviará un camión para remolcarlo. Luego revisarán el coche y la ropa. Le he pedido a Denise que vaya a Wal-Mart a comprarte unas cuantas cosas para salir del paso hasta que terminen.
El corazón de _____ se llenó de gratitud.
—Qué amable por su parte, pero ¿quién es Denise?
—Mi madre —respondió Jonas. La estaba observando mientras pensaba la respuesta. Tenía la mandíbula tensa y la mirada de sus ojos se había endurecido, con cierta desaprobación—. Le encanta ayudar, así que haga ver que está contenta con lo que le traiga.
_____ lo miró con el entrecejo fruncido.
—¿Y por qué no iba a estarlo?
Danielle se apartó de la mesa de un salto.
—Será mejor que te traiga la sopa, _____ —dijo rápidamente—. ¿La quieres en un bol o en un tazón?
—Creo que en un bol —respondió ella sin apartar la mirada del rostro de Jonas, con los nervios a flor de piel—. Dígame, detective, ¿por qué tendría que fingir que aprecio el amable gesto de su madre?
Jonas no se pensó la respuesta dos veces.
—No dudo que lo aprecie, solo que resulta evidente que sus gustos se decantan por ropa más cara que la que venden en Wal-Mart, doctora. Eso es todo.
Ella abrió mucho los ojos.
—O sea que me considera una esnob.
Él no respondió, se limitó a permanecer sentado, mirándola fijamente con sus azules ojos. Ella aferró el delantero de la bata y se volvió hacia Danielle, que se encontraba frente a los fogones sirviendo sopa en un bol.
—Cree que soy una esnob.
Por algún motivo, después de todo el pánico y el trajín del día, ese hecho le dolió. La avergonzó notar el repentino escozor de las lágrimas que asomaban a sus ojos y bajó la mirada al bol que Danielle acababa de depositar frente a ella.
La mano de Danielle en su espalda resultaba tranquilizadora.
—Es sopa de sobre, pero es más que lo que me parece que has comido en todo el día, o sea, nada, así que cómetela. —Entonces Danielle la sorprendió al extender el brazo hasta el otro lado de la mesa y propinarle a Jonas un manotazo en la cabeza—. Y no es ninguna esnob, ¿te queda claro?
Él se frotó la coronilla.
—Mierda, Danielle, me has hecho daño.
—Esa era mi intención. Me voy a casa. Kevin tiene guardia esta noche y Demi se ha quedado a cuidar de Kara. Es hora de que la niña se vaya a dormir, además mañana Demi tiene que ir a la escuela. Tómate la sopa, _____, luego ve a ponerte los pantalones de chándal que he dejado encima de la cama de Nicholas. En una media hora Denise te traerá unos cuantos tejanos. —Se detuvo frente a la puerta y se volvió con cara de preocupación—. Nicholas, ¿le pasa algo a Demi?
A través de las pestañas, _____ vio que Jonas se estremecía, aunque el movimiento resultó casi imperceptible.
—Que yo sepa no, ¿por qué?—preguntó.
Danielle se encogió de hombros.
—Parece preocupada. No me ha contado nada, pero creo que tiene algún problema.
—Hablaré con ella —dijo él en tono tenso, y se levantó para cerrar la puerta. Sin embargo, no se volvió cuando Danielle hubo salido. El silencio de la cocina intensificó su estado de ánimo. Estaba enfadado. No había vuelto a mostrarse así desde la primera noche, en el escenario del... suicidio.
_____ bajó los ojos a la sopa. «Cuando aún me creía una asesina.» Al menos, había cambiado de opinión. Ahora solo la consideraba una esnob y una arrogante.
Lo que pensara de ella debería traerla sin cuidado, pero no era así. Se sentía demasiado cansada para disimular. Se encorvó sobre la sopa. Le temblaba la mano, y en ese momento cayó en la cuenta de que llevaba sin comer más de un día entero. La última vez había sido en el Blue Lemon de Robin. La verdad era que estaba empezando a aborrecer la sopa.
El sonido del fuerte suspiro de Jonas hizo que alzara los ojos. La estaba mirando fijamente, por debajo de la barbilla. Poco a poco, ella levantó la cabeza y se olvidó de la sopa. El centelleo de sus ojos no se debía únicamente al enfado. En ellos se captaba también deseo, auténtico y puro deseo. El pulso martilleaba los oídos de _____ mientras él permanecía allí plantado, con un músculo de la mandíbula temblándole. De repente, se volvió de espaldas y al hablar lo hizo sin apenas voz y con la respiración fatigosa.
—Voy al garaje. Cuando termine de comer y de vestirse, iremos a su consulta y nos encontraremos con Jack. Quiere registrarlo todo, incluida la cámara de seguridad. Ven aquí, Elvis.
_____ se quedó perpleja al verlo desaparecer por otra puerta con el perro obedientemente pegado a sus talones. El pulso que martilleaba en su cabeza se suavizó, y cuando bajó la mirada un súbito rubor hizo arder sus mejillas. Al inclinarse sobre el bol, la bata se había abierto más de lo que cualquiera consideraría decente. Por si no había bastante con que la considerara una esnob, ahora pensaría que era una putilla barata. Le había visto las tetas más que nadie después de Justin. Menudo c*abrón.
Más que nadie, a excepción de quien hubiera estado espiándola en su propia casa, que se las habría visto del todo y además llevaba meses haciéndolo. Otro c*abrón.
Pero no era momento de pensar en eso. Danielle tenía razón, necesitaba comer y lo hizo con aplicación.
«Cámaras.» Se estremeció. «En mi propia casa.» El imaginarse a sí misma en páginas pornográficas de internet hizo que estuviera a punto de vomitar la sopa que acababa de comerse.
Con todo, aún era peor tener cámaras en la consulta, y micrófonos en las chaquetas. La intimidad de todos sus pacientes había sido violada sin escrúpulos, habían utilizado la información confidencial en contra de ella.
Apartó el bol. Cuanto antes supiera cuál era el alcance de todo aquello, mucho mejor, pensó, y se dispuso a ir en busca de los pantalones de Danielle con la esperanza de que fueran más grandes que la bata.
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Andrea P. Jonas:)
Re: No Te Escondas (N. Jonas y Tu)
hcvghbvgfjncfgbhjvcb Esoooooooooooooooo no es suficiente cndxbsfddkj el Nichou le vio las tetas a la rayis Piiiiiiiiyuelo -.-
Porfavooooooooor siguela cuanto antes, maaaaaaaaaaaaldito desgraciado el hijo de su madre camaras y microfonos hasta en la ropaaaaaaaa hcdxjvhxdjf ya quisiera yo utilizar eso con Nick <3
xhxjchdkvjx Amooooooooooooooooooo la noveeeeeee, Dios sjdekshfj quiero y necesito mas es demasiado adictivaaaaaaaaa, siuela porfaaaaaaaaaaaaaaa!
Bessssssssssoooooos cuidate <3
Porfavooooooooor siguela cuanto antes, maaaaaaaaaaaaldito desgraciado el hijo de su madre camaras y microfonos hasta en la ropaaaaaaaa hcdxjvhxdjf ya quisiera yo utilizar eso con Nick <3
xhxjchdkvjx Amooooooooooooooooooo la noveeeeeee, Dios sjdekshfj quiero y necesito mas es demasiado adictivaaaaaaaaa, siuela porfaaaaaaaaaaaaaaa!
Bessssssssssoooooos cuidate <3
WhoIam13
Re: No Te Escondas (N. Jonas y Tu)
dios esto mejor nick ya conoce mejor a la rayis ja...y ahahah tienes que seguirla pronto esta nove es muy adictiva siguela
haydeejOnaz
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