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Mensaje por andreita Vie 13 Jul 2012, 9:11 am

:(
andreita
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Tentación y Seduccion I y II temporada  Joe Jonas & Tu (TERMINADA) - Página 38 Empty Re: Tentación y Seduccion I y II temporada Joe Jonas & Tu (TERMINADA)

Mensaje por chelis Vie 13 Jul 2012, 1:59 pm

:D
chelis
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Tentación y Seduccion I y II temporada  Joe Jonas & Tu (TERMINADA) - Página 38 Empty Re: Tentación y Seduccion I y II temporada Joe Jonas & Tu (TERMINADA)

Mensaje por Augustinesg Vie 13 Jul 2012, 10:48 pm

:o ...
Hay chalai!
Pero que carajo!?
.... Bueno, gracias por subir la novela! haha
Quede como re pasmada haha xD
Augustinesg
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Mensaje por ElitzJb Sáb 14 Jul 2012, 6:32 pm

Capítulo 12:Primera Parte

La Calle de las Pesadillas


Tentación y Seduccion I y II temporada  Joe Jonas & Tu (TERMINADA) - Página 38 Scaled.php?server=411&filename=72957182



Experimenté el modo en que la gravedad me halaba hacia su centro, caía como si una fuerza sobrenatural estuviera arrastrándome hacia abajo, hacia un agujero negro sin fondo. Mis gritos se atenuaban en la nebulosidad.
No estaba segura de si habían pasado horas o segundos cuando por fin caí en una superficie densa y espesa, supe que se trataba de agua cuando comencé a ahogarme, lo único que conseguí respirar fue líquido, quería con desesperación respirar, pero estaba agonizando, podía sentir mis pulmones exhaustos doliéndome en el pecho. Durante algunos momentos todo se alternaba y pasaba de matices azules hasta el color negro.
Asfixiada movía mis piernas y brazos entre el espeso mar líquido que me arropaba, desesperada por encontrar la superficie, desesperada por salir de ahí, desesperada por aire. Los latidos de mi corazón se hicieron lentos y pesados, sentía presión en mi cabeza y en mis oídos como si fueran a explotar. Cerré los ojos debido al ardor en ellos, todo era demasiado agonizante, todo el cuerpo me pesaba.
Había renunciado a luchar más, mi cuerpo se hundía más profundamente en la pesadez del agua ensombrecida, mi cabello flotaba como carente de gravedad alrededor de mi cara nublando mi visión de mechones castaños, rojizos y dorados.
La velocidad en la que se movía el mundo parecía haberse ralentizado, como si cada acción sucediera en cámara lenta. Recuerdo haber cerrado mis manos en puños y mis ojos hasta ver la parte trasera de mis párpados. Perdía la noción durante segundos hasta que sentí unos brazos rodearme y alzarme. Me vi elevándome entre la diluida viscosidad del líquido.
Pasados dos segundos percibí el aire respirable, escupí agua, entre parpadeos vi destellos y distinguí a Joe, sus brazos rodeándome de manera protectora y acogedora. Él estaba de rodillas en la tierra conmigo entre sus piernas y acunándome en su pecho. Pasó su mano por mi cabello húmedo y yo me aferré más a él prendiéndome de su cuerpo y suplicando que no se alejara. Lo rodeé con mis brazos, jadeé con mis labios rozando su cuello. Lo necesitaba.
Te necesito, quise decirle, en su lugar escupí más agua.
El agarre de Joe era fuerte y apretado, su respiración entrecortada, podía oír su corazón latiendo apresuradamente.
–Debes liberarte de mí, ___tn –su voz fue puro y cortante dolor.
Caí en el plano lodo al tiempo que Joseph desapareció en la nada dejándome sola, rodé sobre mi estómago y luego me puse de pie. Absorta me percaté de que mi ropa y mi cabello estaban secos, sin huellas de humedad.
Corrí a través de algo que parecía un largo pasillo oscuro, la única luz provenía del final del túnel, un resplandor de claridad nívea cegadora. Completamente muerta de miedo me mantuve corriendo a lo largo del conducto, aunque jamás alcanzaba la salida, era como ir rodando en una carretera siguiendo un arcoíris, la luz se alejaba más y más a medida que yo corría.
Súbitamente me caí arrodillada, instintivamente mis manos se apoyaron más adelante de mis rodillas en la fría tierra y noté el modo en a cada segundo el pasillo se hacía más estrecho. Entonces me di cuenta, las paredes se cerraban. Una pared a mi lado izquierdo y otra a mi costado derecho, ambas moviéndose en mi dirección para aplastarme como una mosca en un parabrisas, y un camino interminable hacia la ficticia luz blanca. Casi me arrastré en la humedad del fango pantanoso, mi única alternativa para vivir era perseguir la luz, así que me limité a dar rienda suelta a mi velocidad.
Prácticamente mi respiración se había esfumado, apenas conseguía aire para mantenerme con vida, y cada segundo era más angustioso que el anterior.
Los muros comenzaron a estar más cerca, ahora estaban tan cerca de mí que podía tocar ambas paredes si extendía los brazos. Con el pánico perturbándome recliné mi espalda en uno de los muros, éste me empujaba hacia adelante, apoyé mis pies en la pared contigua al frente de mí intentando de alguna manera empujarla, tomaba impulso con la espalda en la pared para empujar. En ese instante me di cuenta de que no estaba funcionando.
Resignada a morir retomé mi camino hacia la ráfaga de luminosidad, los muros comenzaron a apretar mis hombros dolorosamente, a cada lado de mi cuerpo una pared hacia presión en mi diminuto cuerpo que se haría trizas tan rápido como el vidrio, ya casi imaginaba el sonido que harían mis huesos al quebrarse.
El dolor se apoderó de mi cuerpo.
–¡Cierra los ojos, ___tn! –sonó a lo lejos la voz de Jerry. Se escuchaba como si yo estuviera sumergida en el agua y me hablara desde afuera.
Cerré los ojos y por un momento el dolor desapareció, todo era de color negro, incluso podía sentir las manos de Jerry sujetando mis brazos y empujándome.
Abrí los ojos una vez más. Las paredes aplastándome, el dolor matándome.
Decidida mantuve mis ojos cerrados, las manos de Jerry me tranquilizaron, él me guiaba en una negrura silenciosa, podía oír su corazón y su respiración, hasta podía olfatear su deseable sangre.
Jerry entonces se detuvo y me detuvo.
–Ya puedes mirar –susurró en mi oído, su aliento me causó escalofríos.
Tomé aire audiblemente, colmada de terror abrí los ojos, Jerry se movió delante de mí bloqueando mi visión, me aferré a su camisa.
–¡Fue horrible! –sollocé. Justo en ese momento noté que había estado llorando, las lágrimas habían mojado toda mi cara y llegaban hasta mi cuello–. ¿Qué sucedió? No dejes que se repita, por favor no, Jerry. ¡Fue horrible!
Jerry me sonrió y limpió mis lágrimas con sus dedos.
–¿Me pareció haberte dicho que cerraras lo ojos, no fue así? –dijo él, todavía riéndose de mí.
Brevemente él me abrazó para calmarme, percibiendo mis latidos a mil por segundo, yo temblaba conmocionada. Me sentía como una niña a la que su padre le había dicho que se sumergiera en el agua profunda y que nada sucedería, que él estaría esperando para atraparme del otro lado, y más tarde me encontraba llorando por haberme bebido toda el agua de la piscina al mismo tiempo que mi padre reía con simpatía mientras me consolaba. Igual que Jerry. “Me pareció haberte dicho que cubrieras tu nariz, ¿no fue así?” habría dicho mi padre.
–¡Maldición! ¿Qué demonios sucedió allá? ¿Por qué no me dijiste nada? Vi cosas horribles –aún mi voz se escuchaba quebradiza por el llanto.
–Ilusiones –me contestó él–. En La Calle de las Pesadillas todas tus peores pesadillas se vuelven reales. No es más que una trampa para asustar a los forasteros, los que conocemos la calle sabemos eso, este viejo callejón trabaja de forma diferente con la mente de cada persona, si hubieras estado sola te habrías quedado atrapada en una pesadilla, o si tus pesadillas se convertían en tus peores miedos podrías haber muerto.
–¿Tú no viste nada? –pregunté más calmada.
–Por supuesto que sí, pero como sé que son ilusiones no las tomo en cuenta, ésa es la única manera de salir de ahí, La Calle de las Pesadillas se alimenta del miedo, si no sientes miedo puedes escapar, aunque a veces hasta el más rudo se aterra al ver sus peores pesadillas hechas reales, incluso sabiendo que son ilusiones, por eso es mejor ignorarlo todo, o caminar con los ojos cerrados. Tienes bien merecido el susto que te llevaste, eres tan desobediente. Cómo podían tus padres lidiar contigo?
Golpeé el brazo de Jerry un poco, él frotó su brazo fingiendo que le dolía mucho y luego volvió a sonreírme.
–Es como si esa calle estuviera embrujada, ¿o viva? –inquirí.
–No es la única calle que está viva. ¡Vamos! –él miró por encima de mis hombros, seguidamente se volteó y comenzó a caminar, yo lo seguía–. Ahora hazme caso, no te alejes de mí, mantente a mi lado, en Somersault cada casa y cada calle tiene vida propia.
Después de La Calle de las Pesadillas Somersault se parecía mucho más a una ciudad, si las ciudades fueran del estilo gótico macabro. El suelo era de piedras, no había autos, solo transeúntes andantes, las vías, las casas, las paredes y todo lo demás parecía ser de color violeta, la luna brillaba tan resplandeciente que tintaba todo en matices púrpuras y azulados. Cada casa violeta era del estilo de las mansiones embrujadas de las caricaturas, con gárgolas descansando en las ventanas como vigilantes nocturnos, muros altos de piedra, grandes ventanales, senderos estrechos prolongados atravesando los jardines repletos de muerte.
–Debería llamarse la ciudad violeta, no subterránea –mencioné mientras caminábamos bajo la luz de la luna entre la multitud.
–Lo sé –dijo él–. ¿Ya estás mejor?
Asentí.
“En La Calle de las Pesadillas todas tus peores pesadillas se vuelven reales”, recordé.
¿Quién habría pensado que Joe formaba parte de todas mis pesadillas?
–Estábamos hablando de Joe si mal no recuerdo –me acordé–. Estabas diciéndome que crees que fue él quien asesinó a Nick .
–Estoy seguro de que lo hizo él –admitió Jerry.
–¿Cómo estás tan seguro? –argumenté desconcertada.
–Deberíamos hablar de eso cuando lleguemos al bar –Jerry parecía muy distraído, miraba hacia todas partes como si buscara algo.
–¿Jerry, qué pasa? Todavía no entiendo para qué me trajiste a este lugar –exclamé.
Él con su distintiva gracia me tomó de la mano y me condujo hacia un establecimiento comercial, por fuera era igual a las otras casas góticas violetas, por dentro era todo un bar de mala muerte. Gente danzando, bebiendo, fumando, apostando en juegos de azar.
–¡Jerry! ¿Qué haces por acá? –le saludó la mujer de la barra. Ella rozaba los cuarenta años, era madura y alegre.
–Con una amiga –le explicó Jerry a la mujer, ambos tomamos asiento.
–Les ofrecería un trago pero supongo que ambos son demasiado jóvenes incluso para estar sentados allí –ofreció la mujer con una sonrisa de labios rojos.
–Yo quiero una cerveza con espuma –dijo Jerry y luego me miró–. ¿Tú?
Negué débilmente.
–No quiero nada.
–¡Oh! ¡Entiendo! –dijo la dama de la barra–. Traeré un poco de sangre en una copa.
–¿Es eso legal? –pregunté una vez que la mujer se retiró.
–Todo es legal aquí.
–¡Este lugar es fantástico! –admití al fin.
Jerry me sonrió.
–¡Sí, a todos les gusta!
–Creo que tenemos una conversación pendiente –diserté.
Abrí la boca como si mi mandíbula se hubiera desprendido de mi cráneo al ver un par de bebidas flotando, la copa con sangre y el vaso de cerveza espumosa venían hacia nosotros elevándose en el aire. Jerry tomó ambas bebidas y las colocó en la mesa.
–Claro, supongo que así el servicio es más efectivo –mascullé con los ojos abiertos ampliamente.
–No entiendo cómo es que todavía te sorprenden estas cosas –se burló Jerry riéndose de manera potencialmente encantadora–. ¿No es lindo? Aquí todo el mundo puede ser quien es sin ocultarlo –fascinado Jerry me observaba beber de la copa, sangre roja y fresca. Suspiró–. Desearía ser como ustedes, vampiros.
Me encogí de hombros.
–Sigo sin entenderlo. Qué ganas tienes de ver morir tarde o temprano a toda la gente que quisiste, de ser un asesino, del lado de los malos.
Él resopló.
–No tengo a nadie, todos los amigos que he hecho son sólo vampiros, así que no hay nada que me ate al mundo de los humanos –reflexionó–. Y mira, la verdad es que no interesa si te alimentas de sangre o de una hamburguesa de carne de vaca –Jerry apretó en sus manos el vaso, su mirada puesta en el líquido amarillento–. El bien y el mal existen sin importar la especie que seas, pertenecer al lado bueno o al malo no se trata de lo comes, se trata de lo que llevas dentro. Odiar a otra especie es injusto y discriminatorio, en cambio, aprender a diferenciar el bien del mal es la elección correcta. Porque, nadie odia a los pájaros por comer insectos, ésa es su naturaleza y nadie los considera malvados por alimentarse y tratar de sobrevivir. Nadie odia a los humanos por devorase unas cuantas reses a la parrilla. ¿Y porqué odiarlos a ustedes por beber sangre? Pueden odiarte por ser malvada y despiadada, por cometer crímenes sin conciencia ni remordimientos, por querer pertenecer al lado oscuro. Pero no por tener problemas con tu régimen alimenticio –él bebió un trago de cerveza antes de continuar–. Ya era hora de que existiera algo superior a nuestra raza. Hay humanos ladrones, asesinos de su propia especie, son egoístas, viven en guerras, asesinándose los unos a los otros, envidiándose. ¿Cuál es la excusa? Lo que diferencia a los humanos de su especie es que los vampiros matan para sobrevivir, la mayoría de los humanos que matan sólo lo hacen porque les satisface mirar la sangre correr. El mundo no se divide en especies, no son vampiros y humanos. Es el bien y el mal. Y cada quién es libre para decidir su destino.
–Tienes razón –fue todo lo que dije. Había reflexionado sobre todas sus palabras, y recordé que, precisamente, nuestros peores enemigos no eran humanos, sino más vampiros–. Ahora dime lo que tienes que decirme realmente, siento que hay algo que no me has dicho, como si trataras de decírmelo pero no sabes cómo.
La misma empleada de la barra hizo volar algunas otras bebidas hasta las mesas de los clientes y volvió a aproximarse a nosotros.
–Espérame aquí, ya vuelvo, ___tn diminutivo –me dijo Jerry acercando su cerveza hacia mí–. Cuida de mi bebida.
El humano se levantó y desapareció entre la multitud.
Ensimismada en mis pensamientos tracé círculos en la boca de mi copa, ya había bebido toda mi sangre.
–Buenas noches, señorita –oí una voz grave y masculina.
Cuando levanté mi rostro observé a un extraño ocupando el lugar que Jerry había dejado vacío. Era un hombre vestido con un elegante traje gris, su cabello era castaño rojizo, sus ojos eran tan azules que no parecían reales, poseía un cuerpo dotado y esbelto, noté que probablemente tenía entre veinticuatro o veintisiete años. Él tamborileaba sus dedos contra la barra de madera con ansiedad y me miraba fijamente atribuyéndome una sonrisa. Hasta podía decirse que era apuesto y educado.
ElitzJb
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Mensaje por Augustinesg Sáb 14 Jul 2012, 9:35 pm

:O Wow, mmm, quien sera no?
Me encanta, es como si cada vez se pusiese mas interesante la cosa
ahah, Gracias por subir la novela! :D
Un abrazo!
Augustinesg
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Tentación y Seduccion I y II temporada  Joe Jonas & Tu (TERMINADA) - Página 38 Empty Re: Tentación y Seduccion I y II temporada Joe Jonas & Tu (TERMINADA)

Mensaje por chelis Sáb 14 Jul 2012, 9:46 pm

OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOHHH QUIEN SERAAAAAA?????
AAAAAAAHHH POORFIISS PON OTROOO
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Mensaje por ElitzJb Dom 15 Jul 2012, 6:45 pm

Maraton 1/4

Segunda Parte

La Calle de las Pesadillas


Tentación y Seduccion I y II temporada  Joe Jonas & Tu (TERMINADA) - Página 38 Scaled.php?server=713&filename=122ux


–¿Estás hablándome a mí? –arqué una ceja cuando pregunté.
–Por supuesto –confirmó–. Parece que te encuentras muy sola. ¿Me permites invitarte un trago?
Negué.
–Lo siento, estoy bien, gracias –respondí con amabilidad.
–¿Vienes con alguien?
–De hecho sí –señalé la cerveza de Jerry.
–¡Oh! –espetó–. Perdona que lo pregunte, pero, es un chico, ¿cierto? ¿Tu novio quizás?
Me sorprendió darme cuenta de su tono educado y elegante, también su voz estaba bañada en un divino acento extranjero.
–Es mi amigo –murmuré.
–Parece que estoy de suerte –él sonrió–. Entonces, ¿eres soltera?
Fruncí el ceño.
–Sí, bueno. No –balbuceé–. ¿Le importa eso? No conseguirá una cita conmigo ni nada parecido.
El hombre se sonrojó sin borrar su sonrisa.
–Lo siento, siento si te ofendí –se disculpó–. Nada más quería conocerte, eres una damisela muy hermosa.
Y yo me sonrojé. Me sobresalté cuando puso una de sus manos sobre la mía, tan sigiloso como peligroso deslizó su otra mano hacia mi cara y apartó mi cabello detrás de mi oreja. Sentí un cosquilleo en mi oreja y me sacudí por el escalofrío. Un segundo después el tipo sostenía una extraña flor de color violeta que había sacado de mi oído. Me regaló la flor, la acepté por pura cortesía.
–Tal vez no te impresione la magia pero… –dijo.
–Me impresiona –lo interrumpí, dejando la flor sobre la mesa.
Este hombre tenía una presencia masculina y sexual, la manera en la que hablaba me hacía sentir que me había visto desnuda, sentía que si le dejaba hablarme o mirarme más me llevaría a la cama. Era escalofriante sentirse tan pequeña, intimidada y caliente.
–¿Bailas? –dijo.
Sacudí la cabeza.
–De verdad lo siento, pero no tengo ánimos de bailar, acabo de pasar por una experiencia muy traumática. No es que no me agrades, ni que no sepa bailar, pero no, gracias –lo rechacé.
Él acercó más su silla hacia la mía.
–¿Puedo saber tu nombre? –dijo él.
–___tn Moore. ¿Y el tuyo?
El tipo asintió muy lentamente.
–No tiene importancia, soy sólo un tipo misterioso, sin nombre –el hombre extendió su mano para estrecharla con la mía. Le di la mano y percibí el frío de su piel–. Espero verte pronto, por ahora me tengo que ir, adiós, ___tn.
–Adiós –vacilé–. Sin nombre.
Él se acercó más a mí, tanto que podía sentir su fresco aliento de hierbabuena sobre mi cara.
–Revisa tu sujetador –susurró en mi oído, se levantó y se marchó mezclándose entre la muchedumbre.
Miré mi camiseta sintiendo que mi rostro se tornaba de todos los colores, ensanché mis ojos en el momento que descubrí un pequeño papel doblado que estaba entre mis senos, lo saqué de allí y lo desdoblé, tenía un número de teléfono escrito con una bellísima letra curva. Mis mejillas se acaloraron, traté de convencerme de que el hombre había utilizado magia para introducir la tarjeta en mi camisa, pero casi me sentía tocada, como si sus manos hubieran dejado marcas en mi piel. Aunque no me había tocado por alguna razón me sentía incómoda y avergonzada.
Busqué a Jerry con la mirada, en lugar de eso vi que la multitud se conglomeraba en círculo alrededor de dos hombres, uno de ellos me daba la espalda, su cabello era negro, vestía una camisa de un rojo fuerte que ceñía muy bien la figura de su espalda y unos jeans oscuros. El otro hombre era el misterioso sin nombre, se encontraban uno al frente del otro, amenazándose, como a punto de comenzar una pelea.
–Las mujeres que desatan pasiones causan problemas –dijo la femenina voz de la mujer camarera de la barra.
Confundida la miré mientras ella secaba copas con un pañuelo blanco.
–¿Qué? –le dije yo.
Pero mi voz se cortó mezclándose con un estrépito atronador, volví la mirada hacia la multitud. El hombre sin nombre estaba tendido en una mesa, su cabeza sangraba de alguna parte, las personas exclamaban por lo bajo, divertidos por la escena. El otro hombre de cabello negro y camisa roja tenía una silla despedazada en las manos sujetándola por encima de su cabeza, caminaba como un depredador hacia el caballero tumbado en la mesa.
Tragué saliva, algo muy familiar había en ese tipo con la camisa roja, noté sus mangas largas arremangadas para pelear, el modo en caminaba tan seguro de sí mismo. Todavía me daba la espalda, pero yo sabía que sólo había una persona en el mundo que podía caminar con tanta rebeldía y arrogancia, sólo una persona con tanta seguridad en sí mismo.
A conveniencia las luces se apagaron, aunque todavía entraba de las ventanas la suficiente luz violeta como para iluminar todo tenuemente.
El caballero misterioso se levantó de la mesa para arrojar un golpe, y fue arrojado hacia el otro lado del bar, voló como si apenas pesara unos veinte kilogramos. El hombre de cabello negro se rió, una risa malvada y sarcástica, picante y sensual, la manera en la que había arrojado a su oponente con tanta fuerza había hecho que mi corazón diera un vuelco y se acelerara. Parecía tan sexy, y yo tan estúpida. Únicamente veía su musculosa y ancha espalda tensa cuando lo alzó y lo azotó como todo un héroe. Su silueta enmarcada entre la oscuridad y las luces violetas se movió más rápido de lo que mis ojos captaban, en un segundo había atravesado todo el lugar y se encontraba golpeando al hombre sin nombre, con los puños asestando su cara y su pecho.
Creí verlo todo borroso unos instantes, yo reconocía esa espectacular manera de pelear también. Por lo que deduje con más seguridad que ese chico con la camisa roja y jeans tenía que ser Joe. Nadie era tan igual a él.
Mi imaginario Joe alzó del cuello a su adversario, pero lo que él no sabía es que su rival estaba tratando forzadamente de alargar la mano para tomar una botella que había sobre una de las mesas.
Oí el vidrio quebrándose al colisionar contra la cabeza del chico. Este Joseph se tambaleó un poco dando pasos hacia atrás luego de haber dejado caer a su contrincante. Puse mis manos en mi boca para evitar gritar, recordé que muchas cosas de ese lugar no eran reales, lo más probable era que ese chico no fuera Joe.
Rápidamente mi soñado Joe volvió a ponerse rígido como piedra.
El hombre sin nombre comenzó a correr abriéndose paso entre los espectadores, el otro chico apenas visible en la oscuridad saltó con la agilidad invisible de un lobo y bloqueó el camino de ese individuo.
Advertí con deseo el modo en que la camisa del supuesto Joseph se apretaba amoldándose en su cuerpo cuando sus músculos se dilataban al hacer fuerza, no me hubiera molestado si la ropa se le rasgaba o algo. A pesar de que había sido golpeado con una botella no parecía tener aparentes marcas de sangre, estaba completamente pulcro y perfecto inclusive en la oscuridad. Él finalmente dio una patada al hombre sin nombre y éste quedó tendido en el suelo dándose por vencido, lo habían apaleado de la peor manera, este Joseph lo había humillado en batalla, aplastado como insecto.
Un tipo mayor dio unas palmadas en la espalda de Joseph, felicitándolo por haber derrotado en la pelea, y una mujer de risos rubios que tampoco distinguía demasiado se echó en sus brazos frotándose contra su cuerpo como una serpiente enroscándose en las ramas de un árbol. Él a duras penas le había devuelto el abrazo, su mirada estaba puesta en su enemigo que yacía en el piso adolorido.
Ése no es Joe, quise convencerme, pero de todas maneras los celos llegaron a mí como ira y dolor al observar a esa mujer en sus brazos.
Escuché que decían mi nombre por encima del bullicio del público y vi a Jerry, acercándose liderando a un grupo de chicos que le acompañaban. Alcé la mano para que él me viera, el chico rubio me reconoció y caminó hacia mí, unas cinco personas venían detrás de él.
–¿Es ella, no? ¿La que buscan? –dijo Jerry a sus seguidores.
Palidecí, busqué con la mirada entre las personas al chico que creí que era Joseph y ya no estaba allí, en ninguna parte. Reconocí que al menos la mitad de los chicos que andaban con Jerry debían de ser vampiros, porque la mayoría de ellos eran conocidos para mí, esos eran los chicos con los que Joe había peleado la noche que encontré a Jerry inconsciente, entre ellos estaba esa chica, con su cabello rojo cayéndole hasta la cintura, su cara de felina y sus curvas, esa tal Caroline, la mujer con la que Joe había pasado un par de noches anteriormente.
–Sí, ella es –se apresuró a decir la chica vampiro. Los demás me rodearon y me miraban de arriba abajo sonriendo maliciosamente.
–Jerry, ¡nos traicionaste! –elevé mi voz casi en un grito de indignación–. Yo confié en ti, ¡pero Adolph tenía razón!
–No, ___tn diminutivo. Espera, ellos no quieren venganza, te dije la verdad –comenzó a balbucear Jerry acercándose con cautela hacia mí, yo di un par de pasos hacia atrás.
–¡Estás entregándome, Jerry! –vociferé–. Yo no pensé jamás que tú…
Uno de los vampiros puso sus manos en mis hombros, yo me lo sacudí de encima de manera furiosa zarandeando mi cuerpo.
–Ella vendrá con nosotros –explicó Caroline acariciando con un dedo el rostro pálido de Jerry–. Gracias por tus servicios, querido.
–Detente ahí –interrumpió Jerry a la mujer pelirroja–. Dijiste que sólo iban a hablar con ella, lo dijiste, prometiste que no le harían daño.
–Niño, los vampiros mienten, pensé que ya sabías eso –le contestó la mujer–. Te contaré nuestro plan para que no te quedes fuera de esto. Tomaremos a la niña de rehén, te usaremos para que le envíes la noticia a sus amiguitos, y cuando ellos vengan por ella los mataremos a todos.
Mi cuerpo estaba tenso, tan rígido que un dolor se extendía desde mi espalda hasta mi cuello, avisté el movimiento dentro del bar, todo el desastre que había causado la pelea había desaparecido. Una joven, muy joven chica adolescente se encontraba sentada en una mesa curando las heridas del hombre que decía no tener nombre y había una alocada caterva de personas en la pista.
–Se suicidarán, eso es lo que harán –declaró Jerry a Caroline–. ¿Han visto con lo que se enfrentan? Nada más el novio de ella les pateó el culo a todos ustedes en menos de quince minutos, y con ellos vive un hijo de Zephyrs. Creí que de verdad habían recapacitado con eso de la venganza, sin su Succubus no tienen oportunidad.
Caroline sonrió.
–Tenemos a alguien ayudándonos con esto –dijo ella.
Un chico vampiro me agarró del brazo.
–Pagarás por esto, mi amigo mortal –le dije a Jerry–. Realmente trabajabas para ellos, fui tan estúpida.
Él me miró, su cabello dorado caía cerca de sus sienes y su frente.
–Ya cállate, ___tn diminutivo.
–Ya deja de llamarme ___tn diminutivo –le grité.
–Creo que se está alterando –terció el chico que me estaba sujetando, yo solté mi brazo de su aferre con un tirón.
Él vampiro intentó agarrarme nuevamente pero Jerry lo empujó y sacó una navaja de su bota, en un segundo él desplegó la hoja de la navaja y apuntó a sus compañeros con el arma. Ellos lo miraron atónitos pero sin muestras de miedo.
A la velocidad de un rayo y con la fuerza de un vampiro Jerry me alzó, me colocó como un saco de frutas en uno de sus hombros y corrió directo hacia la puerta de salida conmigo encima. En el momento que atravesó la puerta el frío congeló mi piel, sentí en toda la piel húmedos copos golpeándome, observé el suelo cubierto de una capa glacial de escarcha blanca que lanzaba resplandores celestes como si tuviera diamantes.
Nieve, estaba nevando.
¿Cómo era posible? Solamente unos minutos atrás yo había sentido el calor nocturno de verano y ahora la nieve escarchada como el azúcar cubría cada centímetro del suelo empedrado. En la posición en la que estaba, sobre los hombros de Jerry, podía distinguir sus botas hundiéndose en la nieve colorida mientras el corría y se resbalaba. Escuchaba sus jadeos y oía las voces cercanas de los otros vampiros siguiéndonos.
Luego de recorrer unas cuadras Jerry me dejó de pie en la nieve, mis pies se hundieron al instante. Nunca había visto alguna nieve tan suave y brillante, ésta resplandecía con iluminación violeta, azulada y verdosa como un arcoíris o un montón de cristales preciosos esparcidos.
Jerry tenía el cabello dorado empapado y repleto de diminutos copos de nieve blanca violácea derritiéndose.
–Para que no digas que no he hecho nada por ti –jadeó él–. Creo que ya los hemos perdido.
–Yo todavía los escucho.
–Entonces sigue corriendo –masculló Jerry, me agarró de la mano y ambos corrimos traspasando a toda velocidad las casas y mansiones embrujadas.
Luego de un rato dejé de oír a los vampiros.
–Ya, ya no los escucho, han dejado de seguirnos –hablé sin aire por haber corrido.
Nos detuvimos lentamente, ambos cansados.
–¡Qué alivio! Adolph me cortará las pelotas si algo te sucede –dijo el humano.
–Sería bueno que te dieran una lección, por traicionero.
Él suspiró.
–Mira, admito que al principio sí estaba utilizándote, quería llegar a ustedes para informar a los chicos, pero ya no más –admitió descaradamente–. Ahora trabajo para ustedes, ¿me crees? Solamente los serviré a ustedes.
–Por supuesto, te diste cuenta de que patearíamos el trasero de tus amiguitos y cambiaste de bando –impugné.
De improviso oí un siseo, alguien me llamaba por mi nombre, aunque no era exactamente una voz, sino un ruido, un murmullo como el viento que me llamaba. Provenía de una de las casas, su gran pórtico de madera adornada al mejor estilo Halloween y Scooby Doo, el jardín bañado en nieve, todas sus luces apagadas. Aun así me invitaba a entrar, como si escondiera secretos que yo necesitaba descubrir.
–¡Jerry! –le llamé–. Creo que esa casa está hablándome.
Él asintió.
–Es correcto, ¿no te dije que aquí todas las casas tienen vida propia?
Era aterrador y fantástico, del tipo de fantasía que veías sólo en películas y libros.
–¡Oye! –corté el silencio–. Creo haber visto a Joe en el bar, me pareció que estaba allí…
–Sí, tú siempre ves a Joe en todas partes –me interrumpió él–. Eso es imposible, él no podría venir aquí.
–Pero… sí, lo he visto. Era él, nadie es igual a él.
Jerry enarcó las cejas al mirarme, no me creía.
–Claro que nadie es igual a él, pero créeme, muñeca –me dijo–. Te escuché en la calle de las pesadillas, tú sólo decías su nombre, ¿tanto miedo le tienes?
No tenía por qué darle explicaciones sobre mi relación con Joe, pero tenía la necesidad de expresar lo que sentía.
–No le tengo miedo a él. Tengo miedo por él –mi voz había sonado firme pero luego se disolvió hasta sonar como un susurro–. Tú sabes, miedo de perderlo, de que no me ame más, de que se convierta en otra persona.
¿Y qué hacía yo contándole mis miedos a un humano cualquiera?
No sólo me interrumpí por estar hablando demasiado, también lo hice porque escuché pasos y una constante respiración acercándose, Jerry se sobresaltó, miró a su alrededor, también lo escuchaba.
–¿Deberíamos correr? –dije.
–No lo sé. Pero muévete, por precaución, ¡camina! –me mandó.
Habíamos empezado a caminar cuando alguien gritó mi nombre, la voz más sensual y sexual que habitaba el planeta.
–¡___tn! –reconocí la voz de Joe, sexy y confiada.
Él corrió hacia mí al verme.
Vacilé, ¿era ése el verdadero Joe?
–¿Joe? ¿Eres tú?
Él llevaba la misma ropa, la camisa roja de mangas largas todavía arremangadas hasta sus codos, sus jeans ajustados a sus piernas y una apariencia casual y relajada. Noté con curiosidad que su cabello estaba un poco más crecido, ahora caía más hacia su cara completamente desordenado.
–No. Soy su hermano gemelo malvado –me respondió cuando se acercó.
–¡Oh! Idiota –lo golpeé en el brazo–. ¿Qué haces aquí?
El calor corporal de Joe me calentó, no sólo el calor que manaba de su alma, sino el calor de cada palabra que decía, el calor de su mirada y su sonrisa ardiente.
–La mejor pregunta es, ¿qué diablos haces tú aquí? –me preguntó y después se dirigió a Jerry–. ¿Cómo pudiste siquiera pensar en traer a un lugar como éste a ___tn?
Jerry no contestó. Yo deseaba decirle que tenía razón, había visto a Joe.
–Entonces sí eras tú –le dije a Joe–. El tipo del bar eras tú, y te peleaste con ese tipo.
–No, no era yo, y no hice tal cosa.
–¿Entonces por qué me pareció haberte visto allí? –pregunté.
–Porque seguramente has visto a un tipo muy atractivo –contestó.
Contuve una sonrisa que se escapaba de mis labios.
–¡Eres un tonto! –le dije entrecerrando los ojos.
Él me sonrió, asintió encogiéndose de hombros y me agarró de la mano. Una sacudida de calor me invadió, su tacto fue como placentero fuego avivando mis hormonas.
–Si me disculpas –le dijo Joe a Jerry–. Quiero hablar un momento con mi chica, a solas.
Mi chico vampiro me alejó unos metros de Jerry para tener más privacidad.
–¿Por qué demonios has dejado que este nene rubiecito te trajera hasta Somersault? –me reprimió–. Este lugar es tan fantástico como peligroso.
–Adolph le dio su aprobación –me defendí–. Y dime, ¿por qué te has peleado en el bar con ese tipo?
Él resopló.
–¿Acaso no lo notaste? –preguntó–. Ese tipo trataba de seducirte. Y no tengo ni idea de cómo funciona la magia, pero con seguridad sé que eso de poner números de teléfonos en los pechos de las mujeres va mucho más allá de aparecer el papel por arte de magia entre tu ropa interior. Por otro lado, odié la parte en que susurró quién sabe qué cosas sucias en tu oído. Ese hombre luego tenía una mirada tan satisfecha como si te hubiera tocado por entero. Enloquecí, me calenté.
Una media sonrisa se curvaba en mi boca.
–Es por eso que me había parecido tan sensual el tipo que ganó la pelea –de pronto vino a mi mente un recuerdo amargo, apreté la mandíbula–. Y esa mujer, ridícula rubia que se lanzó en tus brazos como perra en celo, ¿quién era?
Él sonrió, odié esa sonrisa.
–Oye, no es como si pudiera evitar que las mujeres se me arrojen a los brazos, no tengo la culpa de ser tan irresistible –presumió y se puso serio–. No intentes desviarte del tema, no debiste venir aquí, no lo vuelvas a hacer.
–¿Por qué? ¿Porque podría ver como todas tus mujeres te besuquean? –le reprendí cruzándome de brazos–. ¿Es aquí adonde vienes todo el día?
–¡Vamos! No empieces –me miró con enfado–. Si ese rubio mortal te pone en peligro de nuevo voy a romperle la cara, ¿me oyes? Aléjate de ese mocoso.
–Ok –asentí con ironía–. Tú si puedes armar escenas de celos pero yo no puedo. De verdad, ¿qué es lo que te pasa últimamente?
La furia de su mirada se acrecentó, la nieve caía del cielo mojando su cara ligeramente, su aliento era visible como una exhalación de niebla blancuzca. Su cabello, su rostro, su cuerpo, todo iluminado en la luz violeta de la luna.
–¿Escena de celos? –repitió Joe, casi indignado, casi incrédulo–. ¿Es que no te has dado cuenta? No me preocupa Jerry, ese chico es gay.

ElitzJb
ElitzJb


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Mensaje por ElitzJb Dom 15 Jul 2012, 6:52 pm

Maraton 2/4

Capítulo 13: Primera Parte

La Ventana Infausta


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No lo es –articulé tan despachadamente como un reflejo, pensé por un momento antes de continuar–. Él es muy masculino –titubeé–. Bueno, no tanto, quizás es extrovertido, pero a su manera es muy masculino. Jerry no es gay. Él sabe como seducir y me ha dicho que soy hermosa.
Joe cruzó sus brazos en su pecho, arqueando sus cejas y torciendo su boca provocativa.
–Sí, seguramente lo ha hecho –afirmó–. Te ha dicho que eres hermosa de la misma manera que Nina lo ha hecho.
Me giré para ver a Jerry, que se encontraba unos metros alejado con la vista en el piso, meneándose ociosamente pasando su peso de un pie al otro.
–Él me besó, tú estuviste ahí –repliqué.
–Créeme, si yo hubiera estado más cerca me podría haber besado a mí –alegó Joe. Después de sondearme con la mirada durante unos instantes de silencio, agregó–. Te gusta él, por eso no lo aceptas, ¿verdad?
–¡Qué tonterías dices! –vociferé ensanchando mis ojos–. Ese chico es encantador, pero no me gusta de esa manera. De todas formas, ¿por qué demonios estamos discutiendo sobre la sexualidad de Jerry?
Joe se mofó.
–Porque siempre discutimos –repuso pasando sus manos por su cabello–. Esto no está funcionando.
–¿Qué cosa?
–Tú y yo –dijo. Sentí frío recorrer mi espalda–. No podemos estar juntos, lo único que hacemos es discutir, y pelear, se está convirtiendo en la tercera guerra mundial. Y sé que mucho de esto es mi culpa, pero… ¡Maldita sea! ¡Ya no puedo más!
Me paralicé y enmudecí, sentía como si algo se hubiera quebrado en mi pecho.
–¿Qué significa eso? –musité, mi voz laboriosamente había brotado de mi garganta.
Él me aferró del brazo y me separó más de Jerry de manera que no pudiera escuchar si empezábamos a gritarnos.
–¡Que estoy harto! –su voz era fuerte, matizada de furia–. Sé que los últimos días he estado perdiéndome, no hemos tenido demasiado tiempo juntos, y cuando queremos estar juntos sólo conseguimos pelear. Me está destruyendo, estoy destruyéndome. Deberíamos terminar con lo nuestro de una vez por todas.
¿Así de fácil? Pensé yo.
Su pasajero amor se había desteñido, pero tristemente el mío estaba allí. Mi corazón acababa de ser quebrado en pedazos. Un nudo comprimió mi garganta, estaba asimilando sus palabras mientras me saciaba de antipatía y cólera.
–¿Qué propones? –traté de que mi voz sonara indiferente, y sonó llena de frialdad–. Vivimos juntos, ¿quieres que sigamos siendo amigos? ¿Que nos demos un tiempo? ¿Esas serán tus excusas? He repetido ese mismo cuentecillo mil veces antes, dime la verdad. ¿Hay alguien más? ¿Algo que me ocultes? Si vas a terminar conmigo quiero escuchar verdaderas explicaciones.
Él se aclaró la garganta, tenía la mirada fija en mis ojos, así que luché para contener el desconsuelo que sentía de manera que no se evidenciara en mi mirada.
–No hay nada que explicar, está claro que lo nuestro no funcionó –espetó. Yo apreté la mandíbula–. Podríamos tratar de ser amigos…
–Eso no funcionará –concreté interrumpiéndolo, mi voz se disparó casi en un chillido–. ¡Joe, nosotros nunca hemos sido amigos! Desde que te conocí jamás hemos tenido una relación siquiera parecida a una amistad. Y con esto creo que mucho menos. ¿Sabes? A veces siento que me odias. ¿Qué pasó con eso de que me amabas y que querías compartir tu vida conmigo? ¿También era otra de tus bromas? ¡Qué bien que te salió!
Enfurecido se frotó la frente con una mano.
–¡Yo también a veces siento que te odio! –dijo a gritos. Una punzada de congoja me apretó el pecho al escucharlo–. Debes madurar, ___tn. A las personas se les agota el amor, ¡quizás ya no te amo! Nunca vamos a poder estar juntos, los dos somos extremadamente celosos y posesivos, yo creo que de eso no se trata el amor. Y por favor, no quiero que empieces a lloriquear.
Mis ojos se habían empañado, estaba conteniendo la respiración.
–Qué bueno que el odio es mutuo –pude decir sin llorar y lo empujé por el pecho con fuerza, tenía la exigencia de golpearlo, de gritarle. Él no se había tambaleado siquiera con mi embiste, pero sujetó mi muñeca en un rápido movimiento evitando que yo lo agrediera una vez más. Su tacto sobre mi piel me causaba un calor abusivo y copioso–. ¿Por qué no te alejas de mí y me dejas en paz?
Solté mi muñeca de su agarre, mis labios estaban apretados y mis ojos comprimidos por la furia. Y Joseph Jonas con su perfecto cuerpo y su despampanante cara de estrella de cine parecía hermosamente enfadado, todo su rostro encendido en un tono escarlata de ensañamiento y exasperación. ¿Por qué diablos tenía que parecerme tan resplandeciente y atractivo aun cuando deseaba abofetearlo?
–¡Eso intento! –clamó–. ¿Que no ves? Quiero alejarme de ti. Tengo toda esta ira en mi interior que no puedo controlar. Yo no te convengo, ¡no te merezco!
Mientras él gritaba daba pasos hacia mí, acercándose peligrosamente, su respiración fría colisionaba contra mi rostro, podía ver esos llenos labios de cerca y esos ojos repletos de emociones que no dejaba salir.
Resoplé.
–¿Y tú no ves que lo único que deseo es tenerte a ti? –le increpé. Mi voz era una mescla de gritos y sonidos agudos que salían cuando estaba a punto de llorar. Con los ojos empañados era forzado distinguirlo todo–. Pero ¿Sabes qué? ¡Vete a la mierda! –volví a empujarlo esta vez más fuerte–. Ya no debo enredarme más con tipos como tú. Eres un… un… maldito imbécil. Eso eres.
Cuando quise volverlo a empujar él se echó hacia adelante y me empujó ligeramente apretando mis hombros para que yo me apartara de su camino. Sus ojos eran pura furia y aflicción.
–Y tú no entiendes que puedes tener a cualquier tipo del planeta, que debes conseguir otro hombre y olvidarme porque no mereces andar con un maldito imbécil como yo –continuó a gritos–. En serio, eres hermosa, cualquier hombre del planeta estaría encantado con tenerte. ¡Yo sólo soy un miserable infeliz que no sabe hacer otra cosa aparte de dañar a la gente!
–¡Yo no quiero a ningún otro hombre! –me quejé al tiempo que él sujetaba mis hombros una vez más haciéndome temblar. Yo me aparté dándole golpes en pecho hasta que finalmente me soltó.
–¡Caprichosa! –me insultó con suficiencia.
–¡Engreído! –dije con los dientes apretados y la respiración agitada. La distancia entre ambos era tan corta que me sentía cerca de desmayarme.
Con toda la pelea casi no había notado que había dejado de nevar y el suelo estaba convirtiéndose en una capa de hielo resbaloso, brillante y derretido. Busqué con la mirada a Jerry.
No estaba. O nos habíamos alejado demasiado, o él se había marchado para dejarnos solos.
La cercanía de Joe estaba perturbándome en demasía, me separé de él en busca de mi amigo humano que había desaparecido.
–___tn, espera. Todavía no hemos terminado de hablar –vociferó.
Dirigiéndome una mirada iracunda me agarró de un brazo impidiendo mi avance.
–Estoy harta de tus juegos, ya no quiero escucharte más –le dije en voz alta–. Si quieres terminar conmigo, está bien. Se acabó.
Me volví caminando sobre el hielo y, torpemente, no pude evitar patinar, mis zapatos con un ínfimo tacón se deslizaron por la superficie resbaladiza, mis rodillas se flexionaron esperando la caída y lancé un pequeño grito. Igual que uno de esos chicos que trabajan para atraparte si te caes en una pista pública de patinaje sobre hielo, Joe se deslizó y me agarró de las caderas precipitosamente. No me dio tiempo de responder a eso, de pronto los dos estábamos cayendo, él rodó para caer sobre su espalda de manera que fuera él quien recibiera el impacto, no soltó mis caderas mientras los dos éramos un solo ser combinado aventurándonos al suelo frígido.
Extenuado él gimió un poco cuando cayó, debido al golpe de su espalda supuse, yo había caído sobre su cuerpo, su duro cuerpo escabroso. Podía sentir su cuerpo rezumado en montañas de músculos endurecidos debajo de mí. Los dos jadeábamos, sus manos todavía me apretaban en mi espalda baja.
Percibí la calidez de su aliento dulce en mi cuello, su rostro tan próximo que casi sentía que podía atravesar sus ojos cenicientos irradiados en tonalidades violáceas, lilas y añiles. Me hallaba amarrada a él en esa misma posición, igual que la vez que los cazadores nos habían atrapado, yo era más novata, y el atractivo sexual de Joseph me había cautivado.
Encerrada entre sus brazos escapé de su hipnótica mirada, del mismo modo quise levantarme, apoyé mis rodillas en el suelo, él estaba entre mis piernas apretujándome contra su cuerpo, sin facilitarme la libertad de mover siquiera mis brazos.
Nuestros labios apenas se rozaron accidentalmente por la cercanía de nuestros rostros, ese leve roce me hizo devanear.
–¡Suéltame! –le pedí intemperantemente.
Obedientemente él apartó sus manos de mis caderas, pero entonces cuando me moví para ponerme de pie me sujetó con fuerza de la parte trasera de mi cuello y me atrajo hacia su boca. Con los dedos entrelazados en mi pelo devoró mis labios, me forzó a abrir la boca con sus labios e indagó el terreno de mi boca con su lengua danzante. Las veces que intenté detener el beso él me apisonaba más tomándome por la nuca, haciendo su beso más profundo.
El placer hizo que mi cuerpo cediera, como un crudo instinto saboreé sus labios en un movimiento salvaje y furibundo. Nos besamos famélicamente con avidez, mis colmillos rasguñaron sus labios una y otra vez, tenían un profuso sabor dulce. Su pecho debajo del mío se contraía y se expandía apretado bajo mi peso, su corazón latía con fuerza.
En mis vanos empeños de recuperar la cordura me separé de sus labios durante tan solo un segundo, apenas tuve tiempo de tomar un poco de aire, al verlo tan dotado, precioso, exigente, apetecible y salvaje, lo único que conseguí fue ahuecar su rostro en mis manos y volver a besarlo hambrienta. Su corta barba me pinchaba la cara, esa sensación se sentía familiar y placentera.
De mala gana separé mi rostro del suyo, ambos respirábamos por la boca agitados y retomando el aire perdido, nuestros alientos se mezclaban en uno solo. Apoyé mis manos sobre su rígido pecho que subía y bajaba.
–Eso no debió pasar –logró jadear él.
Y como él pensaba que eso no debía haber sucedido yo me levanté de su cuerpo y me recliné contra un muro de piedra para no caerme una vez más.
Él se puso de pie velozmente luego de haber dado un suspiro.
Me miró mientras yo fingía ignorarlo, pero no podía, era tan consciente de su apremiante presencia estimulante.
Entre jadeos intenté peinar mi cabello con mis dedos.
–¿Por qué? –me volví a hablarle a Joe–. ¿Por qué siempre lo haces todo tan difícil? –en un arranque de furia comencé a gritarle y cerré mis puños en su camisa para sacudirlo como se merecía–. ¡No entiendo para qué tenías que besarme!
Nadie terminaba con alguien y luego le daba un beso tan caliente que derretía el invierno.
Iracunda y enajenada lo sacudí arrugando su camisa en mis puños.
Con una mirada que yo no lograba entender él también alargó sus brazos y sujetó mi camisa entre sus puños.
–¡Lo siento! –me gritó–. No pude evitarlo, no puedo evitar cosas como ésa –me sacudió también con violencia–. Tú tienes la culpa, por ser tan torpe, y sensual, y diabólicamente hermosa.
Los dos habíamos tenido un arrebato de insólita ira y nos estábamos tomando de la ropa zarandeándonos el uno al otro como si quisiéramos repentinamente saltar a devorarnos. Mientras me agitaba ferozmente, sus manos en mi blusa comenzaron a desabrochar mis botones. Yo no me había dado cuenta pero mis manos temblorosas e impacientes habían desabrochado con apremio los primeros botones de la camisa de Joe.
Mi sed iba más allá del hecho de ser un vampiro, mi mirada había adoptado una forma fiera y bestial, igual que la de él. Mis dedos trepidaban tanto que sabía que era incapaz de desabotonar el resto de su ropa con paciencia.
Consumida ante la majestuosidad de ese vampiro le abrí su camiseta desgarrándola, los botones volaron. Él se movió sinuosamente y se desprendió de mi abrigo. No podía haber estado más hechizada por la masculinidad y pasión de ese hombre. Mi espalda se encontró con la pared de piedras, él había empezado a levantar mi falda corta plisada. La pared había sido firme unos segundos antes, pero después sentí vacío tras mi espalda, el muro se había dado la vuelta como esas puertas giratorias de los centros comerciales. Joseph y yo rodamos hasta caer en frío césped, observé con perplejidad que habíamos aterrizado en otro lugar traspasando esa engañosa pared corrediza. La misma luna violeta se podía vislumbrar en lo alto, el mar de estrellas nacaradas y bruñidas. Pero aquí no había hielo, sólo frío césped bajo mi espalda y todo estaba solitario. Excepto por Joe y yo, él me aplastaba con su cuerpo haciéndome ardua la tarea de respirar.
Él le echó una rápida ojeada al lugar sin parecer impresionado, seguidamente me besó con la misma ferocidad al tiempo que corría sus manos por debajo de mi camiseta.
Hice intentos de sacarme de encima a Joe, pero me estaba volviendo loca de deseo y ardor, con sus rodillas él abrió mis piernas, la sensación de sus jeans rozando piernas desnudas ya era familiar. Su camisa estaba abierta, su pecho visible, hociqueé sus pectorales y abdominales con mi boca y mi rostro.
Él levantó mi camisa para besar mis pechos, se paralizó, observó mi delgada cintura y recorrió con sus dedos el borde de mi sujetador con encaje. Se inclinó un poco más besando y manoseando todo mi torso mientras yo me estremecía y gemía, me sentía ardiendo y fundamentalmente necesitada.
–¡Ya basta! Joe –gemí mientras él me acariciaba con la lengua–. ¡Eso ha sido suficiente!
Él tocó sutilmente mis labios con su dedo índice.
–Shhh –dijo y después me besó–. Yo también puedo hacerte enojar y luego seducirte. Y luego… –se interrumpió para besar mi cuello–. …y luego hacerte el amor.
¿Por qué tenía que hacerme perder la cabeza?
Joe era todo un hombre, masculino, voraz, tenía una manera experta de tocar que me hacía trastornarme, y a cualquier mujer. Se veía tan sediento y con una pisca de cruda fiereza en la mirada, como si codiciara devorarme. Yo conocía perfectamente su sabor, cada sabor de su cuerpo entero, y aun así sentía que cada vez sabía mejor, si eso era posible. Sabía dónde tocarlo para hacerlo retorcerse de placer, conocía todos los aspectos de su faceta de amante, era mi único amante.
Enloquecida adentré mis manos en el cálido interior de su camisa abierta, toqué su pecho deleitándome con la suavidad de su piel y me aferré a sus fuertes hombros anchos. De la misma manera deslicé su camisa hacia atrás, raudamente, deseosamente, impetuosamente.
Él levantaba mi falda al mismo tiempo que yo me deshacía de su camisa, necesitaba devorarlo, tenía hambre de su deseable cuerpo masculino y musculoso, él era como una escultura en perfectas proporciones, era imponente, experimentado, experto, hábil, como si alguien le hubiera entrenado para proporcionarle placer irracional a las mujeres. Como si hubiera sido hecho para ser saboreado, lamido, mordido. Me encontraba jadeando sin saber hasta qué punto exactamente él me había desnudado. Nada más sabía que me hallaba mareada sintiendo el enloquecedor tacto de su piel caliente.
Aferrada a su cuello y su nuca lo besé para después buscar el botón de sus pantalones, sin soltar nuestros labios continuamos despojándonos de nuestras prendas.
Deseé con locura tomar todo lo que él tenía, y quería que él se apoderara de todo lo que yo podía ofrecerle. Él continuaba acariciándome y lamiéndome, pero yo necesitaba todo de él. Mis labios palpitaban más con cada beso.
Posé mis manos en su bello rostro, deleitándome al mirarlo, tracé el contorno de su mandíbula rasposa por la barba, sus ojos estaban entrecerrados de forma pícara y juguetona, como solía hacerlo cuando sonreía de esa manera, curvando sus apetitosos labios contorneados ligeramente hacia un lado. Aún su agraciado rostro era juvenil, un poco adolescente. Acaricié el lunar que tenía a un lado de la barbilla y nada más lo miré mientras él traspasaba mi mente con su mirada traviesa. Muy dolorosamente me di cuenta de que no sólo lo deseaba físicamente, sino que lo amaba con locura. Si yo lo perdía, yo me perdía también.
ElitzJb
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Tentación y Seduccion I y II temporada  Joe Jonas & Tu (TERMINADA) - Página 38 Empty Re: Tentación y Seduccion I y II temporada Joe Jonas & Tu (TERMINADA)

Mensaje por ElitzJb Dom 15 Jul 2012, 6:55 pm

Maraton 3/4

Segunda Parte

La Ventana Infausta



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Me costaba creer que él alguna vez me había amado tanto como yo lo hacía, no obstante él había dado su vida una vez por mí, eso jamás se me iba a olvidar. Ése era el acto más grande de amor que me había demostrado, a pesar de todo yo nunca le había agradecido, la idea de perderlo de nuevo me mataba. Justo en ese momento quise oírle diciéndome que me amaba, que me quería, que lo perdonara, que no había querido lastimarme. Y las palabras no salían de su parte, quizás él sólo me deseaba muy apasionadamente, tal vez él había confundido el deseo y el amor.
–Tú eres mío, Joseph –pensé en voz alta.
Él no dijo nada, entre caricias y besos él entró en mí, poseyéndome. Yo grité y gemí, sintiendo un éxtasis paradisiaco fluir por mi cuerpo. Mi estómago se contrajo y clavé mis uñas en su espalda.
–Jamás debí haber sido tuyo –él susurró.
Cerré los ojos, las palabras me habían hecho daño lastimosamente.
Él me acarició con la nariz por todo el pecho, el cuello y el rostro mientras tomaba posesión de mi cuerpo enteramente. Lo oí gemir, sentí el pasto clavarse en mi espalda pinchándome.
Mis colmillos ardieron y se desplegaron.
–Te juro, Joseph Adam Jonas. Que te volveré loco, me desearás tanto que nunca podrás separarte de mi lado. Jamás –el juramento había sonado igual a una maldición.
Tras haber mencionado las palabras el cielo crepitó, se escucharon estruendos de truenos seguidos de luces coloridas atravesando el cielo negro, violeta y plateado; y una fresca llovizna cayó sobre nosotros, dulces gotas de agua mojaron mis mejillas y el suave cabello de Joe en el que entrelacé mis dedos.
–Acabas de condenarme, ___tn Moore –susurró por lo bajo, con dificultad yo lo había escuchado–. Y también has firmado tu sentencia de muerte.
Mientras él me embestía con su cuerpo yo meditaba sobre sus palabras.
–¿Qué? –dije.
–¡Oh ___tn! –se regocijó de placer, me besó y apartó el cabello de mi cara con ternura.
Extasiada hundí más mis uñas en la espalda de Joe, podía sentir la humedad de su frío sudor mezclado con las gotas de lluvia.
En mi último aliento él se apartó de mí, se tumbó en el césped a mi lado mientras abotonaba sus pantalones. Incliné mi mirada hacia el cielo estrellado siguiendo la vista de Joe, devolví mi ropa interior a mi cuerpo y bajé mi falda de mi cintura hasta mis caderas.
Lágrimas se deslizaron por mi cara, yo las había dejado salir porque se confundían fácilmente con las gotas de agua de la lluvia. De nuevo había pasado, luego de gritarnos y pelear como perros y gatos terminábamos físicamente así de unidos. Si algo había aprendido era que si se mesclaban la ira y el amor el resultado se convertía en pasión.
–¿Por qué dejaste de amarme? ¿Cuando? –murmuré.
Él suspiró, sin responderme.
–Me has maldecido –dijo él–. En Somersault los dioses y demonios se aseguran de que cada juramento y maldición pronunciada se cumpla. Y tú acabas de maldecirme con mi nombre completo, me has atado a ti a través del placer carnal.
Jadeé un poco, me debatía entre mirar las estrellas o verlo a él, con su perfecto pecho desnudo, sus labios sobrenaturalmente deseables.
–Supongo que para ti es una mierda –balbuceé–. Debe molestarte como el infierno estar atado a mí.
Él me rodeó con un brazo atrayéndome hacia su cuerpo, mi pecho contra sus costillas.
–No es que no quiera –masculló–. Es que no puedo, no puedo ponerte en peligro manteniéndote a mi lado. Pero da igual, con o sin tu juramento te deseo imposiblemente demasiado, de otra manera no estaríamos lanzados aquí.
–Lo he notado –le dije buscando su mirada que estaba perdida en el infinito cielo–. He notado que no eres tú mismo por unos instantes, te pierdes. Eso sucede desde que volviste de la muerte, ¿cierto?
Pensé que él nunca me hablaría sobre eso, pero, para mi sorpresa, él asintió.
–Por favor, nena –me rogó, no le gustaba suplicar, así que noté el tono desganado y contrariado cuando dijo por favor–. Necesito que me hagas más fácil esto, debes alejarte de mí. No sé lo que puedo llegar a hacerte mientras no soy yo mismo.
Gruñí totalmente hastiada.
–Entonces deja de rodéame con tus brazos.
Él casi sonrió con picardía, la comisura izquierda de sus labios se curvó hacia un lado tenuemente, pero no dejó de abrazarme.
–Cuando pensé en… –él vaciló–. Casarme contigo, quise venir aquí, para la boda, y para vivir en este lugar. Quedé encantado con Somersault desde el momento en que Deborah me lo mostró.
La mención del nombre de Deborah mandó un hatajo de celos a mi pecho.
Miré al cielo percatándome de que había parado de llover. Ignorando sus palabras cambié el tema sintiendo sus fuertes y rígidos brazos comprimiéndome contra su cuerpo.
–Tú mataste a Nick –le reclamé.
–¿Eso te molesta?
–No lo sé. Es sólo que… estás convirtiéndote…
–¿En un asesino? ¡Pero qué descubrimiento! –él tragó, su manzana de Adán se movió y su cálida mano se situó en mi estómago causándome cosquilleos–. Él iba a matarte, a ti y a los chicos. No le dejaría hacer eso, ni siquiera sobre mi cadáver.
Una vez más cerré los ojos. Quizás Nick no me habría matado después de todo, yo le había visto dejarme huir. Y Joe, ¿por qué él…?
–Cuando rechacé tu propuesta de matrimonio lo hice porque tenía miedo que dejaras de amarme con un compromiso de tanta seriedad. Pero eso sucedió de todas formas –dije. Guardé silencio un instante y seguí–. ¿Por qué te preocupas por mí? ¿Si no me amas por qué sigues actuando como mi guardián nocturno?
Él afianzó su abrazo y me colocó encima de él, sobre su pecho.
–¿Estás llorando? –notó al ver mis ojos. Ahuecó mis mejillas en su manos y frotó mi rostro con su pulgares limpiando mis lágrimas–. ¡Oh! Mi princesa. ¿Cómo no podría preocuparme por ti? Daría mi vida una vez más para mantenerte a salvo. Aunque estuviéramos separados, alejados a miles de calles y ciudades, yo siempre estaré ahí, siendo tu guardián nocturno –él olfateó mi cabello–. Siento tanto lastimarte.
Hice un renuente esfuerzo por secar mis ojos, con malicia me dispuse a cumplir mi juramento de volverlo loco de deseo, me incliné hacia su pecho desnudo y musculoso y lo besé, después lo lamí, degustándome con su delicioso sabor tan dulce como sus dedos de cereza.
Joseph siseó complacido y perversamente me puse de pie, tuve la plácida oportunidad de mirarlo por al menos unos segundos tendido en el césped debajo de mí con su pecho desnudo hasta que él se levantó ofreciéndome mi camisa, inclusive me la colocó y la volvió a abotonar. Yo me tensaba al sentir el roce de sus manos cerca de mi pecho y mi abdomen mientras él abrochaba los botones de la prenda, uno a uno, lentamente, arteramente, deliberadamente, intencionadamente, siendo totalmente consciente de que él también podía derretirme igual que un poco de hielo bajo el sol de verano.
–Cretino endemoniado –le insulté.
No me respondió, me sonrió pícaramente asomando ligeramente sus colmillos. Se volvió dándome la espalda mientras buscaba su camisa en alguna parte del herbaje, yo vi curiosamente en sus hombros y en la parte alta de su espalda las marcas rosadas donde había clavado mis uñas y el símbolo tatuado en su omóplato.
–Debemos encontrar a Jerry –mascullé al tiempo que Joe se enfundaba con su camisa. En mi interior me lamentaba, debía haber desgarrado esa prenda por completo, pues se veía mucho mejor sin ella–. ¿Dónde estamos?
–Ayúdame con esto –gruñó él, se acercó al muro de piedra y lo empujó gimiendo un poco.
Parecía una locura, pero me uní a él y empujé el muro empedrado hasta que éste se giró lanzándonos al otro lado hacia la calle fría y mojada por el hielo derretido. Mi abrigo continuaba en el suelo, donde Joe me lo había quitado, lo recogí del piso y estaba empapado, por eso decidí amarrarlo en mis caderas.
–¿Jerry? –le grité. Tal vez podría escucharme.
Joe examinó todo a su alrededor, algunas personas revoloteaban por ahí caminando como ciudadanos normales en un ciudad normal, pero yo sabía que no era así. Ahí nada era simplemente normal.
Como una exhalación Jerry franqueó la calle húmeda, jadeando y corriendo, hice una mueca arrugando el rostro cuando lo vi perder el equilibrio y comenzar a derrapar en el terreno húmedo. Sería un golpe muy fuerte.
Pero Joe alargó un brazo. Antes de que el humano pudiera tocar el piso lo sujetó de la parte trasera de la camisa y lo alzó como si no pesara más que un niño.
–¿Adónde crees que vas? –le preguntó Joe y ladeó la cabeza echándole una rápida ojeada al muchacho.
–Me… me están… siguiendo –Jadeó el mortal todavía colgando en la mano de Joe, sus pies no tocaban el suelo–. El clan de los niños de Nick y Deborah quiere matarme. Deberíamos correr y salir de aquí.
¡Oh! Mierda.
Bufando Joe puso a Jerry en el piso nuevamente.
–Conozco un modo más rápido de llegar hacia la entrada –dijo Joseph.
–La Ventana Infausta –completó Jerry.
Joe asintió hacia el mortal y corrió, no sin antes tomarme de la mano.
–Estamos jodidos, la pandilla de vampiros me confesó que han conseguido ayuda de las hermanas Salem para asesinarlos, a ustedes –admitió Jerry para Joe mientras corría.
–Eso no es problema. Al contrario –expuso Joe–. Hace un tiempo las hermanas Salem nos engañaron de la misma forma, ésa es su manera de cazar, dijeron que nos protegerían de los Zephyrs, en lugar de eso nos cazaron, sobrevivimos porque Alan estaba con nosotros. Ellos no sobrevivirán.
Una calle más lejos estaba esa “Ventana Infausta”. Cuando habían hablado sobre eso yo me había imaginado una ventana, o algo parecido. Pero esto sólo parecía un agujero negro en medio de una pared. Las extravagantes personas iban sin asomos de sorpresa atravesando el hoyo negro.
Los tres nos colamos en medio de la multitud para aproximarnos hacia La Ventana Infausta, Joe me rodeó la cintura con un brazo apretándome contra su cuerpo, lo suficiente como para que el mío entero se calentara.
–___tn, escúchame, correrás a través del agujero, yo estaré detrás de ti –me indicó Joe–. Sólo dobla las rodillas y cae.
Con un salto me sumergí en la oscuridad.
Dobla las y rodillas y cae, había dicho Joe. Aunque eso no se sentía como caer, era más bien como ser absorbido por una ráfaga de aire, doblé las rodillas y tuve un turbulento aterrizaje que me causó nauseas. El ambiente se llenó de luz nuevamente, luego de tragar saliva observé con reconocimiento aquello que me rodeaba.
¡Maldición! Gruñí para mis adentros, ésa era la entrada de la calle de las pesadillas.
–No pienso entrar ahí de nuevo –me negué rotundamente.
La sonrisa que Joe esbozó hizo resplandecer el sitio y aflojar mis rodillas.
–¿La princesita tiene miedo? –me retó.
Estreché mis ojos, sintiendo la cólera aguijonearme.
–Así solían llamarme –recordé yo–. En mi antigua secundaria, era la princesita, nunca fui de esas chicas que tenía problemas con el cabello, nunca tuve un novio nerd. ni desadaptado, ni freak, en mi casa dos de los cinco autos eran míos, y tenía un gran club de fans. Pero era tan perversa que seguramente nadie me extrañó cuando me fui.
La sonrisa de Joe se aplacó, su mirada se llenó de culpa, remordimientos contra sí mismo por haberme arrebatado mi “perfecta vida”. Él no sabía que yo le había perdonado por eso hace mucho tiempo, porque yo nunca se lo había dicho, sin embargo yo sabía que había valido la pena el cambio, puesto que ahora lo conocía a él.
–La Calle de las Pesadillas fue construida con sangre de Succubus –dijo Joe abruptamente desviando el tema, no me miraba al hablar–. Ya que son los únicos vampiros que pueden entrar en los sueños de los seres humanos, y de esta manera actúa sobre tu mente alterando la percepción de la realidad y enviándote a una pesadilla mortal –supe que estaba citando, había algo en su tono de voz que me lo decía. Él se volvió hacia mí–. Estaré justo detrás de ti, no lo dudes. Sólo cierra los ojos y no los abras.
–La última vez que le pedí eso no me hizo caso –bramó Jerry–. Terminó lloriqueando como nenita.
La sonrisa de Joseph reapareció.
–Puedo imaginármelo, es tan terca.
–¡Oh! Seguro, señor flexibilidad –hablé con ironía–. Como sea, no entraré ahí.
–Al menos no ando buscando problemas cada vez que puedo, tú vives para frustrarme, en eso eres excelente –Joe resopló en tono tajante–. Entra en la maldita calle, tú te has metido en esto, ahora afróntalo. Son sólo sueños, qué tan malo puede ser, lindura?
–¡Eres increíble! –gruñí con irritación–. Y no en el buen sentido.
–¿Puedes dejar tú actitud de diva durante unos segundos? –alzó la voz–. No tengo tiempo para berrinches, ¡están siguiéndonos! ¡SI-GUIÉN-DO-NOS! Y ya he peleado demasiado en un solo día. Estás demasiado acostumbrada a tener lo que quieres, a mi parecer.
Mi rostro había cambiado de color a un carmesí incendiado por la indignación.
–Chicos… –la voz de Jerry se disolvió con mi grito.
–¡Hola! ¡Planeta llamando a Joe! –exclamé teatralmente–. Si no hubiera sido por ti mi vida continuaría siendo perfecta y tendría cualquier cosa que mi papi pudiera comprarme, eres el culpable de mis desgracias, siento si te desagrada si soy una caprichosa niña y…
¡Ouch! Golpe Bajo, me dije, arrepentida de haber dicho esas inútiles y falsas palabras.
El semblante de Joe se endureció.
–Pues no todo puede ser cómo tú quieras…
–¡Chicos! –protestó Jerry más alto.
–¡¿QUÉ?! –gritamos Joe y yo al unísono girando nuestras miradas más fulminantes y asesinas hacia el humano.
Jerry se sobresaltó, dio un brinco y luego se frotó la nuca distraídamente.
–Siento interrumpir esta linda y amistosa discusión –nos dijo–. Pero ahí vienen nuestros más grandes seguidores.
Con horror giramos hacia el otro lado de la calle, donde descubrí a ese grupo de vampiros insolentes caminando hacia nosotros.
–Jerry, trata de llevarte a ___tn, quizás a ti sí te escuche –le ordenó Joe–. Yo haré algunos negocios con esta bandada de idiotas.
Utilizando ese encantador porte de supremacía Joe se encaminó hacia los vampiros, sentí que Jerry tomaba mi brazo.
–Vámonos de aquí –dijo el muchacho.
Negué con un gruñido.
–No iré a ningún lado sin Joe –clavé mis pies al suelo.
–No te entiendo –bufó Jerry con irritación–. ¿Lo amas o lo odias?
Sin vacilar le contesté:
–Ambas.
Había personas rodeándonos lo suficiente como para ocultarnos, por lo que Joseph presumiblemente conjeturó que ya nos habríamos marchado. Yo lo distinguía caminando con la perfecta gracia y equilibrio de un ángel, daba la impresión de que nada podía vencerlo, de que era intocable.
–¡Joseph! –exclamó Caroline con diversión–. Qué agradable sorpresa el verte de nuevo.
La mujer se acercó a él y acarició su pecho, sin darme cuenta solté un gruñido amenazante y luego me sonrojé al notarlo. De manera violenta Joe tomó a Caroline del cuello, advertí que apretaba su garganta con fuerza, ya que ella chilló y se sacudió, hasta yo sentí pavor helando mi piel.
–Te dejé huir una vez, Caroline –le habló Joseph–. Para tu fortuna lo haré de nuevo, pero si piensas seguir con este jueguito de la venganza de tu reina no dudaré en dispararte en el pecho como hice con tu amiguillo Nick .
Ella asintió haciendo una mueca de dolor e intentando sacar las manos de Joe de su cuello.
–¿Ves esto? –Joe le mostró el medallón de su cuello–. Eso significa tengo protección mayor, y si lastimas a uno de los míos la pasarás realmente mal. Así que –Joe se rió y soltó su cuello–, vete al infierno.
La amenaza me congeló, el tono de voz de Joe, a pesar de ser cadencioso, era aterrador y diabólico.
–Debemos irnos –murmuró Jerry–. Tu novio va a flipar si sabe que aún estamos aquí, y creo que hemos escuchado más de la cuenta.
Asentí, estaba de acuerdo.
–Bien –dije con desgana–. Atravesemos la maldita calle.
Me aferré del fuerte brazo de Jerry, y por un momento lo miré, preguntándome si le agradaría tenerme colgada a su brazo, dudé de masculinidad. Él terminó dirigiéndome rodeando mis hombros con su brazo, sin parecer incómodo, ni demasiado encantado.
–Recuerda cerrar los ojos –me aconsejó.
Cerré los ojos mientras dejaba mi vida en manos de Jerry, ese chico nos había traicionado, todavía me sentía usada por eso, pero dependía de él esta vez, no quería volver a revivir mis pesadillas.
Incluso con los ojos cerrados podía escuchar voces, susurros, no debía tener miedo, o sería peor. Mi cabeza se llenó de malignos bisbiseos y murmullos. Una voz áspera se acercó mi oído, podía sentir un aliento glacial chocar contra mi piel.
–Nunca te amé –sonó Joe en mi cabeza.
Y sin poder evitarlo abrí los ojos dando un grito ahogado.
Jerry estaba delante de mí sonriéndome satisfactoriamente.
–Está bien, ya lo hiciste –me animó Jerry.
Respiré profundamente, vi la arena suave bajo mis pies y más lejos la cabina telefónica por la que habíamos entrado. Luego de un segundo apareció Joe con el ceño fruncido y corriendo desde la oscura calle de las pesadillas.
–Debemos irnos –nos informó Joe–. Pero antes quiero saber algo, bolsa de sangre –se dirigió a Jerry–. ¿Cómo demonios han entrado a Somersault? Hasta dónde tengo entendido no puedes entrar aquí sin la ayuda de un brujo o hechicero. Y no veo a ninguno de esos con ustedes.
Fruncí el ceño.
–Nadie nos ayudó, Jerry lo hizo solo –diserté.
Joe dio un paso hacia Jerry, el humano con palidez extendió las manos frente a mi vampiro.
–Escucha –balbuceó el mortal–. Antes de que me mates o algo parecido. Sí, tengo herencia y sangre de hechicero. Es por eso, ___tn, que no puedo convertirme en vampiro. Pero estoy con ustedes, no trabajo para nadie. Puedo jurarlo.
Joe asintió sin decir una sola palabra y señaló hacia la cabina de teléfono. Los tres entramos en el diminuto espacio con apenas aire para respirar. Jerry hizo el mismo procedimiento fingiendo marcar un número en el teléfono. De pronto todo se desvaneció convirtiéndose en New York, y era de día. Joe abrió la puerta de la cabina con una patada, salimos de allí rápidamente.
Acto seguido, Joe desenfundó una daga y amenazó a Jerry con el arma azotándolo contra un muro.
–Ahora sí me dirás lo que estás buscando con nosotros, niñito –Joe apoyó la daga en el pecho de Jerry.
El humano se puso más pálido que antes y miró su pecho asegurándose de que no estuviera herido. Quedé petrificada como estatua.
–De acuerdo, bien –Jadeó el chico entrecerrando los ojos–. Estoy buscando algo que tú tienes, Joseph.

ElitzJb
ElitzJb


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Mensaje por ElitzJb Dom 15 Jul 2012, 7:08 pm

Maraton 4/4

Capítulo 14: Primera Parte

Magia Negra



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Qué? –declamó Joe y separó el arma del pecho de Jerry–. ¿Qué estás buscando? ¿Quieres a ___tn, verdad?
Efímeramente Jerry se volteó hacia mí y me lanzó una bonita sonrisa amplia, Joe con destemplanza lo hizo mirarlo apoyando la daga en una de sus mejillas.
–No, hombre –negó Jerry–. ___tn fue mi excusa para acercarme a ustedes, o a ti, Joseph.
De un salto Joe se apartó de Jerry.
–Lo sabía –rezongó Joseph–. Eres desagradable. A mí no me gustan los hombres.
Abrí los ojos de par en par.
¿Es que acaso Jerry quería robarme a mi chico? Si así era entonces no me agradaría tanto ese niñito. Automáticamente fruncí el ceño oprimiendo mis rasgos, Joe estaba rígido como una vara.
La carcajada de Jerry fue estrepitosa y puramente divertida, ni siquiera podía parar de reír, inclusive perdió aire y necesitó varios minutos para apaciguarse.
–Sí, amigo –se burló Jerry entre risitas–. Seguramente debes pensar que eres tan jodidamente sexy que nadie puede resistir tu cuerpo de dios y tu encantadora personalidad.
Los ojos de Joe se estrecharon radicalmente, su cara había enrojecido.
–¿Entonces qué es lo que quieres de mí, humano? –refunfuñó.
Jerry seguía pareciendo amenizado.
–Definitivamente no es acostarme contigo, vampiro –le respondió–. El asunto, mi querido vampiro, es que yo estuve ahí cuando despertaste de la muerte y he visto a quien te despertó. También estuve siguiéndote los últimos días y…
–¡Cállate! –sonó la voz de Joe en advertencia.
Le eché una ojeada a Joe con reparo y aprensión. ¿Qué era todo eso que me ocultaba? ¿Por qué no dejaba continuar a Jerry?
–Sí, yo esperaba que habláramos a solas sobre esto, pero no me diste elección –largó Jerry–. Mira, esto es muy importante para mí. Solía tener una hermana pequeña, ella falleció hace un año, y quiero traerla de vuelta. También sé que has estado teniendo encuentros con el tipo que te ayudó a vivir y que…
–¡Dije que dejaras de hablar! ¿Me oyes? ¡Cállate! –Joe apuntó el arma nuevamente al pecho de Jerry–. No puedo ayudarte con lo quieres, la gente no regresa del infierno, entendido? Sólo yo lo he hecho y no creo que nadie más quiera estar en mi lugar. Lo único que puedo sugerirte es que si realmente quieres a tu hermanita de vuelta busca a un demonio y has un cambio. Ofrécele tu alma a cambio de la de ella.
Aturdido el joven humano asintió.
–¿Es ése el tipo para el que trabajas, verdad? –me apresuré a interrogar mientras reflexionaba. Joe se giró hacia mí–. Estás trabajando para alguien que te trajo de la muerte, ¿cierto? Eso es lo que no querías decirme. Ahora que sé lo suficiente podrías terminar de contarme. Dime, ¿quién es ese tipo? ¿Qué te hace hacer?
El suspiro de Joe se oyó cortando el aire como un filoso cuchillo.
–No, ___tn –la voz de Joe fue casi suplicante–. Deja de hacer especulaciones, te quiero fuera de esto y de mi vida privada.
Me sentí atrozmente ofendida, pensé miles de insultos y palabrotas para decirle.
–Bueno, lo siento, pero no soy estúpida, me doy cuenta de las cosas –di un paso hacia Joe–. Responde a mis preguntas.
Distraídamente Jerry nos escuchaba discutir mientras él alisaba su camisa con sus manos y se recomponía de su palidez. Joe me asesinó con una mirada estoica.
–Mira, nena –Joe guardó su daga–. No sé mucho más que tú sobre el tipo que me trajo a la vida, así que no puedo darte muchas respuestas. Lo único que sé es que es un demonio, como él me dio vida me ha hecho trabajar para su persona. Hago encargos y él me paga, eso es todo.
No podía ser tan simple, debía de haber algo más oculto.
–¿Qué clase de encargos? –interpelé.
Joseph se acercó hacia nuestras dos motocicletas que estaban aparcadas una al lado de la otra, la de Joe no había estado allí anteriormente, lo que significaba que él había llegado después de que Jerry y yo lo hicimos.
–Deja de acosarme con tus preguntas –murmuró Joe al tiempo que se subía a la motocicleta y me hacía señas para que subiera a su regazo.
Jerry había venido conmigo, así que Jerry se iría conmigo. No me subiría con Joe en ese vehículo.
No seas tonta, Joe no se pondrá celoso si vas con Jerry. Sonó mi voz en mi cabeza.
No pretendía darle celos! Me quejé para mis adentros.
Sí, claro. Me contradijo esa vocecita burlona.
Al final me rendí ante la parte de mí que me suplicaba que fuera con Joe, pero no permitiría que esa parte de mí me dominara por completo.
–Debería ir en la otra motocicleta con Jerry –sugerí, sólo para saber la reacción de Joe.
Se encogió de hombros.
–Podrías intentarlo, pero no voy a dejarte –su voz era tranquila, suave, confiada y asquerosamente presumida.
–Sólo fue una sugerencia, no tenías que amenazarme –discutí, indignada e incrédula–. A ver, dime. ¿Qué harás si no quiero subirme contigo al vehículo?
Jerry y Joe resoplaron al mismo tiempo, como si de pronto se hubieran puesto de acuerdo. Jerry se subió a la moto adyacente, yo me paré en medio de los dos vehículos entre Jerry y Joe. Sabía que era estúpido que yo estuviera tratando de hacer enfadar a Joseph con algo como eso, puesto que él pensaba que mi “mascota humana” era gay.
–Te obligaría –soltó Joe en un gruñido.
–___tn diminutivo, compórtate. Ve con tu novio Drácula –intervino Jerry.
Sentí que me estaba rindiendo ante algo y no se sentía bien ser derrotada, me sentí irascible e impotente, pero al final me acomodé entre las piernas de Joseph, tratando de ignorar la paralizante sensación de su pecho contra mi espalda, de sus duras y musculosas piernas rodeando mis caderas y mis muslos, de su respiración cerca de mi cuello.
Me puse tensa de pies a cabeza y maldije en mi mente.
–¿Vendrás conmigo porque tu amiguito te lo pidió? –preguntó Joe en mi oído antes de poner en marcha la moto.
Un escalofrío recorrió mi piel con el aliento de Joe en haciendo cosquillas en mi oreja.
–¿Quieres que vaya contigo o no? –le dije irritablemente.
Ahí estaba, entre sus piernas y siendo rodeada por sus musculosos brazos, y él continuaba poniéndole leña al fuego y avivando mi furia.
¡Ya cállate, vampiro sexy y diabólico! Quise decirle.
Joe no dijo nada, puso a andar el motor y aceleró. A mí me pareció que sonreía detrás de mí, pero era demasiado cobarde para volverme a verlo sobre mi hombro y comprobar que sonreía, porque esa malditamente encantadora sonrisa me hacia arder.
Mientras avanzábamos bajo el sol yo estaba chamuscándome y sofocándome, y lo peor de todo era que ni siquiera sabía cuál era la razón. Por un lado, el sol me caía en la piel directamente, y por otro, el hombre que tenía detrás de mí estaba provocándome una inquietud demasiado desgarradora. A diferencia de Jerry, este vampiro me sujetaba de manera protectora, rodeando mi cintura con un brazo mientras su mano descasaba sobre mi abdomen plano. Yo había perdido el aire, sentía que desmayaría, incliné mi cabeza hacia atrás, adormeciéndome en el hombro de mi vampiro.
Minutos más tarde nos detuvimos frente a casa, respiré de manera entrecortada y salté de la motocicleta. Advertí a Jerry mirándome con horror, di un traspié hacia adelante sintiendo como si todo daba vueltas alrededor de mí.
–¿Estás bien? –oí a Joe preguntarme con pesadumbre.
–El sol –balbuceé–. ¡Creo que estoy achicharrándome!
Una capa fina de sudor envolvía mi cuerpo.
–Estás roja –dijo Jerry.
–Maldición, entremos a casa rápido –vociferó Joe conduciéndome por la entrada hasta que llegamos hasta nuestro recibidor principal–. Recuéstate –me pidió Joseph acomodando los cojines del sofá para mí.
Sonreí apenas.
–Eres tan exagerado, estoy bien. Nadie se muere de calor.
Con escepticismo Jerry me miró de arriba abajo, sus ojos ensanchados como platos.
–No pareces estar tan bien, tus mejillas están rojas como la sangre –me aseguró el humano–. Te ves sofocada.
–Lo estoy.
Me senté en el sofá cuando Joseph me alcanzó una lata de Coca Cola fría.
–¿Estás segura de que no vas a morirte o a desmayarte? –murmuró Joe poniendo su mano en mi frente.
Me reí.
–Sí, de hecho creo que deberían preparar mi tumba o algo así –me burlé–. ¿Estás delirando, Joseph? Sólo enciende el maldito aire acondicionado.
Él tomó el control a distancia del artefacto mencionado y lo encendió.
–¿Segura de que…? –continuó Joe.
–Sí, estoy segura.
–Lo digo porque necesito salir y quiero asegurarme de que estás bien.
Pensándolo bien…
–De hecho creo que estoy mareada. Deberías quedarte y vigilarme, quizás pierda el conocimiento o algo.
Atendí a la risa que Jerry trataba de reprimir, él estaba de pie a unos pasos más lejos con los brazos cruzados en el pecho y su bonita y delgada boca curvada en una sonrisa. Joe tomó mi barbilla entre su dedo pulgar y el índice.
–Linda y manipuladora, ¡cómo me gustas! –me dijo–. Les pediré a los chicos que te cuiden de todos modos.
Él acercó sus labios a los míos, creí que me besaría, abrí ligeramente mis labios para recibirlo, pero cuando estuvo tan cerca como para sofocarme nuevamente, se retiró, se despidió con la mano y salió por la puerta de entrada. Al momento en que la puerta se cerró detrás de él lancé un grito de frustración, maldiciendo mil veces por lo furiosa que estaba. Odiaba que Joe se alejara de mí, había odiado cada palabra que me había dicho, cuando me dijo que me odiaba, cuando me dijo que su amor se había desvanecido, cuando me hacía el amor y me decía que nunca debió haber sido mío. El sentimiento de ira en mi pecho estaba asfixiándome. Maldije el nombre de Joe con cada poro de mi cuerpo y cada centímetro de piel.
–Nunca había visto a alguien más testarudo que ustedes dos –oí la voz de Nina agujerear el salón. Ella tomó asiento al lado de Jerry en uno de los sillones.
–¡Qué suerte que tienes de no haber pasado el día entero con ellos! –suspiró el mortal.
–¡Uh! –Nina fingió una cara de terror–. ¿En qué momento se te ocurrió meterte en semejante pesadilla?
Fulminé a ambos con la mirada, ellos se rieron.
–Bueno, mi querida Nina –dijo Jerry–. Por favor dile a Adolph que he traído a la pequeña ___tn diminutivo sana y salva. Quiero conservar mis pelotas.
Nina salió de allí dirigiéndole una astuta sonrisita a Jerry. Miré al muchacho, acusatoriamente y con reproche, él conocía el significado de esa mirada tan bien como si hubieran sido palabras rezumando de mis ojos. Al momento en que Nina desapareció Jerry suspiró a modo de disculpa.
–¿Vas a contarles sobre mi traición y sobre Somersault? –me preguntó él a susurros.
–No.
–Y… ¿Por qué?
–Porque confío en ti y espero que eso no vuelva a suceder. No lo de llevarme a ese sitio, sino lo de la traición –le respondí–. Y porque quiero que me cuentes todo lo que has visto cuando estuviste siguiendo a Joe.
–Ya me parecía –dijo un poco decepcionado–. Te diré todo lo que sé, que es realmente poco. Estuve ahí cuando Joe despertó de su muerte, fue un hombre quien lo hizo despertar, pero llegué muy tarde, porque no pude ver todo el ritual. Sólo sé que de un momento a otro tu vampiro estaba vivo, y ese hombre desapareció –agitó su cabello rubio con gracia–. La noche que saliste a conocer a mi banda y fuiste atacada por Nick , Joe estaba tan… digamos que furioso, y en cuanto te quedaste dormida salió, yo lo seguí y estuve allí cuando mató a tu ex-novio, te mentí sobre haber escuchado rumores, yo lo vi. Después de eso lo vi reunirse con el mismo hombre demonio del que te habló, el tipo le dio armas y dinero. Eso es todo, ahora sí puedo jurarte que no sé nada más. Y sobre mi hermana, todo era cierto, la única y verdadera razón para la que vine aquí fue para averiguar sobre el regreso de tu novio, porque quiero de vuelta a mi hermana. La idea de venir aquí y engañarte para darle información a la pandilla enemiga fue sólo otra excusa, igual que estar cerca de ti para que Joe pudiera acercarse a mí –Jerry bebió de mi lata de Coca Cola antes de continuar–. Ese tipo no iba a dejar que yo quisiera ser su amigo ni nada por el estilo –se arrimó más hacia mi lado en el sofá, donde su brazo podía tocar el mío–. Ahora debes saber porqué quiero ser inmortal como ustedes, si mi hermanita hubiese sido un vampiro quizás jamás habría muerto.
Era un golpe bajo saber eso, me sentí repugnantemente usada y traicionada, no podría confiar más en ese chico, tal vez vivía con el enemigo. Él me había hecho creer en lo que decía, y siempre había estado mintiéndome, la posibilidad de que todavía estuviera engañándome era casi contundente.
–Bueno –espeté–. Ahora háblame sobre eso de que tienes sangre de hechicero…
–Debes creer que soy peligroso –me detuvo Jerry–. La verdad es que no hago nada sobrenatural ni mucho menos, sólo sé que la anciana que me criaba cuando era niño me dijo que yo era un mesclado, un mestizo. Me contó que yo tenía sangre mesclada ya que provenía de la unión de una hechicera y un humano. Pero nunca he poseído algo parecido a la magia, siempre he estado esperando a que desarrollen mis poderes o algo, ni siquiera sé qué edad tengo o si soy lo suficiente mayor para desarrollar alguna “habilidad especial” –enmarcó haciendo comillas en el aire con los dedos–. Lo único que sé es que tengo libre acceso a los portales de inframundo, ultramundo, dimensiones abstractas y esas cosas; y que mi sangre no se infecta con la de los vampiros. También practico la magia negra, pero eso podría hacerlo cualquiera aunque no lo creas.
El mundo estaba lleno de cosas tan extraordinariamente sorprendentes…
–Una última cosa…
–¿Qué? –me dijo jugando con las esquinas de hilos deshilachados de los cojines.
–Tú… –me sonrojé, sabiendo que la siguiente pregunta haría saltar los nervios de cualquiera–. Tú eres… ¿Cómo decirlo…? Te gustan… quiero decir, tus preferencias… ¡Oh! Al diablo. ¿Eres gay?
Los ojos de Jerry se abrieron con estupor al mirarme directamente, su apariencia incrédula ante mi pregunta.
–¿Perdón?
Sus mejillas estaban ruborizadas en un tono escarlata fuerte, y las mías también. Me encogí de hombros ansiosa por su respuesta.
–¿Acaso lo parezco? –consultó después.
–Bueno, yo creo que no, porque yo nunca lo noté, pero Joe dijo…
Para hacerme callar él se inclinó hacia mí y me besó, apasionadamente. Sus labios forzaron a abrir los míos, su lengua penetró en mi boca y yo estaba patidifusa, petrificada y atónita sin reaccionar. Hasta que mis sentidos se volvieron contra su cuerpo, auscultaba cada latido de su corazón apresurado, su respiración saliendo de manera atropellada de sus pulmones, sus venas palpitando. Olía su cuerpo, con un dulce aroma a vainilla, pero sobre todo olía su sangre, mientras la sed me atacaba despiadadamente. Mi mandíbula comenzó a dolerme cuando mis colmillos afilados se mostraron y surcaron los labios del chico. Paladeé la sangre en mi lengua y me obligué a retirar a Jerry de un empujón. Sorpresivamente él voló lejos hasta estrellarse contra la pared más cercana.
Sin aliento se levantó, sonriendo, sangrando, satisfecho.
–¿Eso responde a tu pregunta? –inquirió dando zancadas avecinándose paulatinamente hasta mi sitio en el sofá.
Dios sabía que cualquier cosa que le hubiese preguntado ya se me había olvidado. Sólo pensaba en la sangre, que chorreaba despacio de sus labios. Como en cámara lenta observé el rosado labio de Jerry sangrar, una gota cayó de su barbilla, escuché el sonido que hizo al golpear el suelo al mismo tiempo que mi corazón daba un doloroso y estridente latido en mi pecho.
Mis sentidos se volvieron silvestres, mi garganta gruñó con una sensación de sed histérica reprimida.
Jerry sabía lo peligrosa que yo era en ese estado, y aun así se aproximaba más a mí.
Bueno, si quería ser mi víctima, lo sería. No había compromiso alguno, no se convertiría en vampiro, y si moría… Al diablo, al fin y al cabo no era más que otro humano, con la sangre más deseable, apetitosa y deliciosa que jamás había probado.
–Pequeño y dulce mortal, te deseo, ahora mismo –mi voz era tan caprichosa, demandante y despiadada como lo había sido cuando yo era la princesita humana que se paseaba por los pasillos de mi escuela secundaria en busca de víctimas. En otras circunstancias eso podría haberme sorprendido, pero mi cuerpo actuaba tan descomedida y primitivamente que nada me importaba.
La sonrisa de gusto en el rostro del humano se mantuvo.
–Entonces tómame.
Tómame, bébeme. Sonaba igual para mí, quería hundir mis angulosos dientes caninos en su garganta.
Sujetando su camisa lo arrojé al sofá, no había tiempo para tomarse molestias y buscar una toalla, ni para cuidar que su ropa no se manchara ni mucho menos. En consecuencia rasgué su camisa y la desgarré, me subí a horcajadas en sus caderas y le mordí otra vez directo en el cuello.
Había empezado a sentirme vigorosamente dotada, espléndida, poderosa, fuerte, saciada y satisfecha cuando perdí la conciencia, de un momento al siguiente todo se hizo distante, prieto y sombrío. Hacía frío en ese lugar lejano, como si estuviera a punto de morir.
–___tn diminutivo –me llamaba la voz de Jerry–. ¡Hey, ___tn diminutivo, muñeca, despierta!
Desperté desesperada por respirar, necesitada de aire.
–¿Qué pasó? –chillé. Sin aire apenas podía hablar.
–Shh –dijo Jerry. Su bonito rostro apareció frente al mío, con sus anteojos en los ojos, su arete en la ceja y su humor–. Adolph no se puede enterar de esto.
Gemí, sintiéndome nauseabunda y adormecida, mi boca se estaba llenando de saliva como si estuviera a punto de vomitar.
Escuché pisadas acercarse, abrí los ojos completamente mientras estos se amoldaban a la luz y las sombras.
–¿Te sientes bien? –me habló la voz de Nina.
Es seguida distinguí su cabello de color plata brillante, me erguí para quedar sentada, estaba encima de una cama, la habitación que me asediaba era íntegramente desconocida para mí, las paredes eran extensas, sin afiches ni posters, pero cubiertas de un tapiz de terciopelo gamuzado de cabello largo en colores fucsias resplandecientes, amarillos chillones, verdes fosforescentes. Las sábanas en la cama eran aparentemente de piel de cebra, abrigadoras y frescas, el habiente era frío y luminoso, todo centellaba en colores cegadores como en un club nocturno.
–¿Tu habitación? –fue lo que dije, preguntándoselo a Nina.


hola!!!
chicas espero y allas disfrutado mucho el maraton cada
ves se pondrá mejor
les parece buena la nove??? espero q si :) lugo les colocare mas capitulos
ElitzJb
ElitzJb


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Tentación y Seduccion I y II temporada  Joe Jonas & Tu (TERMINADA) - Página 38 Empty Re: Tentación y Seduccion I y II temporada Joe Jonas & Tu (TERMINADA)

Mensaje por ElitzJb Dom 15 Jul 2012, 8:49 pm

Hola Chicas tal ves se quieran pasar por mi nueva MINI-Novela es de kevin
les aseguro q les gustara
https://onlywn.activoforo.com/t14608-mascaras-kevin-y-tu#983846
ElitzJb
ElitzJb


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Tentación y Seduccion I y II temporada  Joe Jonas & Tu (TERMINADA) - Página 38 Empty Re: Tentación y Seduccion I y II temporada Joe Jonas & Tu (TERMINADA)

Mensaje por chelis Dom 15 Jul 2012, 10:33 pm

WUUUUUAAAAAAA!!!
QUE COSAAAASS!!!
YA CASII SABEMOS LO QUE LE PASA A JOOEEEEE!!!
AAAAAAAHHH
chelis
chelis


http://www.twitter.com/chelis960

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Tentación y Seduccion I y II temporada  Joe Jonas & Tu (TERMINADA) - Página 38 Empty Re: Tentación y Seduccion I y II temporada Joe Jonas & Tu (TERMINADA)

Mensaje por andreita Lun 16 Jul 2012, 8:41 am

omj est nove esta cada vez mas buena :)
andreita
andreita


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Tentación y Seduccion I y II temporada  Joe Jonas & Tu (TERMINADA) - Página 38 Empty Re: Tentación y Seduccion I y II temporada Joe Jonas & Tu (TERMINADA)

Mensaje por chelis Lun 16 Jul 2012, 2:31 pm

:D
chelis
chelis


http://www.twitter.com/chelis960

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Tentación y Seduccion I y II temporada  Joe Jonas & Tu (TERMINADA) - Página 38 Empty Re: Tentación y Seduccion I y II temporada Joe Jonas & Tu (TERMINADA)

Mensaje por andreita Lun 16 Jul 2012, 3:50 pm

:(
andreita
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