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Tentación y Seduccion I y II temporada Joe Jonas & Tu (TERMINADA)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Tentación y Seduccion I y II temporada Joe Jonas & Tu (TERMINADA)
Yo digo que no, pero Alan me preocupa ojalá se salve
esta novela es tan asafjkhf La amo es increíble
sube otro cap
esta novela es tan asafjkhf La amo es increíble
sube otro cap
JB&1D2
Re: Tentación y Seduccion I y II temporada Joe Jonas & Tu (TERMINADA)
nooo!!! no se puede morir!!
apenas revivio!!
pero algo paso que cambio!!
de repente es el mismo y luego es como muy brusco...
hasta hizo a una lado bien feo a la rayis!!
que le pasa?
y Alan es tan lindo tambien
parece que le gusta la rayis?
siguela pronto plis!!!
apenas revivio!!
pero algo paso que cambio!!
de repente es el mismo y luego es como muy brusco...
hasta hizo a una lado bien feo a la rayis!!
que le pasa?
y Alan es tan lindo tambien
parece que le gusta la rayis?
siguela pronto plis!!!
DanieladeJonas
Re: Tentación y Seduccion I y II temporada Joe Jonas & Tu (TERMINADA)
hay nooo Joe no se puede morir! :(
Acabo de recuperarlo, maldita sea
Es que jamas van a ser felices?? :¬¬:
No hay ni un momento en que pueden estar tranquilos
Y porque Joe esta tan raro??
Pienso que ha pasado algo desde que regreso?? Pero que es??
Siguela!!!
Acabo de recuperarlo, maldita sea
Es que jamas van a ser felices?? :¬¬:
No hay ni un momento en que pueden estar tranquilos
Y porque Joe esta tan raro??
Pienso que ha pasado algo desde que regreso?? Pero que es??
Siguela!!!
aranzhitha
Re: Tentación y Seduccion I y II temporada Joe Jonas & Tu (TERMINADA)
NOOOOO!!!.. NOOOOOOOO.. NOOO
JOOOEE NO SE PUEDE MOOORIIIR!!
PERO SIGO DICIENDO QUE JOE NO ES EL MISMOOO!!!1
SIENTO QUE ESCONDE ALLLGOOOOO!!!
PORFIISSS SIGUELAAA
JOOOEE NO SE PUEDE MOOORIIIR!!
PERO SIGO DICIENDO QUE JOE NO ES EL MISMOOO!!!1
SIENTO QUE ESCONDE ALLLGOOOOO!!!
PORFIISSS SIGUELAAA
chelis
Re: Tentación y Seduccion I y II temporada Joe Jonas & Tu (TERMINADA)
si joe llega amoriri no volvere a leerla nove ¬¬
jajajajaajja es enserio no queiro que el muera :(
jajajajaajja es enserio no queiro que el muera :(
andreita
Re: Tentación y Seduccion I y II temporada Joe Jonas & Tu (TERMINADA)
Perdón por no ver comentado
es que ando ocupada con la escuela
Pero bueno ya volví y leí
los capítulos
No inventes como que quieren
matar a Joe, pobre de ALan que lo
Culpan por algo que el no ISO
También adore cuando Joe le propuso matimonio a rayita pero
no inventes, como se atrevió a decirle que no
Adore el cambio que tubo la novela
pero sigo con la duda...
Como regreso Joe si se supone que dio su alma por rayita?
También me gusto la parte donde aparece Jerry
y le dice a rayita que el quisiera ser
el tercer novio jajajaja
Adoro tu novela
siguela pronto porfavor
es que ando ocupada con la escuela
Pero bueno ya volví y leí
los capítulos
No inventes como que quieren
matar a Joe, pobre de ALan que lo
Culpan por algo que el no ISO
También adore cuando Joe le propuso matimonio a rayita pero
no inventes, como se atrevió a decirle que no
Adore el cambio que tubo la novela
pero sigo con la duda...
Como regreso Joe si se supone que dio su alma por rayita?
También me gusto la parte donde aparece Jerry
y le dice a rayita que el quisiera ser
el tercer novio jajajaja
Adoro tu novela
siguela pronto porfavor
Darzee-picka
Re: Tentación y Seduccion I y II temporada Joe Jonas & Tu (TERMINADA)
siguela porfas!!!!
DanieladeJonas
Re: Tentación y Seduccion I y II temporada Joe Jonas & Tu (TERMINADA)
super maraton de 4 capitulos disfrutenlo....
ElitzJb
Re: Tentación y Seduccion I y II temporada Joe Jonas & Tu (TERMINADA)
1/4
Capítulo 8:Primera Parte
Banquete
Capítulo 8:Primera Parte
Banquete
Cruzamos la oscuridad junto con el vampiro foráneo hasta que nos detuvimos frente a una doble puerta de madera oscura.
Rodeé a Joe con mis brazos, aterrorizada por él.
–Confía en mí, estaremos bien –susurró Joe en mi oído. Sentí como acarició mi mandíbula con su nariz.
El vampiro abrió pórtico y nos hizo señas para que nos adentráramos al salón cargado hasta los topes de más lobreguez. Los tres ingresamos en el cuarto y el esplendor de las velas parcamente caía sobre nuestros cuerpos dibujando sombras en las paredes y el suelo. El no muerto que venía con nosotros permaneció del lado de afuera y se cercioró de cerrar las puertas luego de que estuvimos dentro. Mientras mis ojos se habituaban a la etérea luminosidad y al calor confortable del contexto, vi la figura de una mujer de pie en el centro del espacio, ella vestía una túnica negra y un velo que recubría su cabello abundante. Sus ojos eran grandes y relucían con un fulgor tétrico. Pero tras ese manto aterrador capturé la mirada apacible y efusiva de una madre.
La madre de Alan.
–Hijo –dijo la dama saltando de improviso como si justo ahora hubiese notado nuestra presencia. Ella abrazó a Alan, él le devolvió el abrazo gustosamente, con auténtica devoción. El velo de ella resbaló hacia atrás exhibiendo su rostro, y observé el atisbo de miedo en su expresión–. ¡Estaba tan preocupada! Pero ahora estarás bien.
–¿Cómo dices? –preguntó Alan desasiéndose del abrazo.
–Estarás bien –suspiró ella–. Alan, han llamado por ustedes. Los Ravenwood, han ordenado que no les hicieran daño, ustedes tienen su protección.
Alan se vio estupefacto y petrificado.
–¿Cuál de los Ravenwood, madre? –dijo él.
–Kevin Ravenwood, él ha dicho que los liberen, que ustedes tienen protección. Sabes que tu padre no puede intervenir mientras tengan protección. Y tú ya no perteneces aquí.
Alan asintió y luego nos miró a ambos, a Joe y a mí.
La Sra. Black hizo un movimiento circular con su dedo índice y después nos apuntó a cada uno de nosotros. Nuevamente todo el suelo se movió bajo mis pies, mi panorama se hizo borroso e impreciso, y bamboleándome caí en el frío suelo de mármol golpeando mi cabeza contra un sofá.
Casa.
Alan apareció allí de pie, firme como piedra, Joe sólo se tambaleó un poco sobre sus pies y agitó su cabeza aturdido.
–¡Oh! Hogar dulce hogar –exclamó Joe complacido y risueño–. Bien, estoy hambriento, sediento y me duele hasta el último hueso de mi cuerpo.
Algo que se asemejaba a una manada de caballos se escuchó vadeando el pasillo. Nina y Adolph, ellos acudieron galopando hacia nosotros. Puse mis manos en mi cabeza mientras mi vista se ajustaba a la claridad del día que se filtraba desde las ventanas. Joe me levantó del suelo con un movimiento veloz.
Nina corrió a los brazos de Alan, ellos se abrazaron durante minutos, ella no llevaba ninguna cabellera postiza esta vez, tenía su melena rubia desordenada cayéndole en la cara, ni siquiera usaba maquillaje y estaba vestida con un camisón blanco y una sencilla falda de tela. Adolph suntuosamente se mantuvo erguido escudriñándonos con incredulidad y escepticismo en la cara.
–Volvieron, volvieron –gritó de felicidad Nina al tiempo que besaba las mejillas de Alan, lo mismo hizo con Joe y luego me abrazó con fuerza.
–Volvieron –la entonación que aplicó Adolph casi era una pregunta–. ¡Cielos! ¿Están bien?
Entonces supe que quizás él había perdido las esperanzas, hasta yo lo había hecho. Pero ahí estábamos, de vuelta y casi íntegramente ilesos.
–Yo estoy bien –respondió Alan–. Joe necesita algunas horas para reponerse del todo de las heridas, pero creo que estará bien. Sólo necesitamos una profunda y larga sesión de sueño y un poco de sangre fresca, y creo que hablo por los tres.
Joe y yo asentimos con la cabeza afirmando. Me sentía agotada, sin fuerzas y exhausta.
–¿Cómo se supone que los dejaron libres? –sondeó Adolph.
Nina corrió a toda marcha hacia la cocina y la vimos desaparecer a la velocidad de un rayo.
–No vas a creer esto –soltó Alan–. Kevin Ravenwood ha llamado a mi padre y le pidió que nos liberaran porque, nosotros, supongo que todos nosotros, tenemos protección. No sé qué tipo de protección, pero aquí estamos. Y esto me parece muy extraño, porque fue el mismo Edmond Ravenwood quien le dijo a mi padre dónde encontrarme.
–Hay algo muy extraño en todo esto –masculló Adolph.
–Lo sé –dijo Alan desplomándose en el sofá.
Joe besó mis labios, el sabor de su boca era tan celestial que podía hacer que flaqueara en ese mismo instante. Había estado muchas horas codiciando sus labios, y aunque también estaba hambrienta y cansada lo único que me pasaba por la mente era dormir con él a mi lado y abrazarlo tan fuerte como podía. La sensación de saber que podía perderlo aún estaba doliéndome, en mi pecho, en mi garganta y en mi corazón.
Nina volvió andando, en sus manos sostenía tres de esos termos que disponíamos para almacenar sangre, nos los entregó y yo bebí con urgencia. Sangre, el sabor me hacía recordar a un corazón humano latiendo bajo mi cuerpo, a el sentimiento placentero de mis colmillos hundidos en la suave piel, la sublime sensación de degustar las emociones de la persona mientras engullía su sangre y su pecho dejaba de palpitar entre mis brazos. Eso podía trasladarme a otra dimensión, la sangre era más que un alimento, era como una droga.
Sentí que regresaba a mi cuerpo cuando la sangre se agotó y recipiente quedó vació. Relamí mis labios para catar los residuos de sangre que chorreaban. Los chicos me miraron atónitos ante mi sed descontrolada.
Con una llameante y flagrante sonrisa Joe se acercó y lamió mis labios con un beso sustancioso y jugoso, eso sólo hacía que mi cuerpo se sofocara y se avivara igual que el fuego del infierno.
–A mi parecer, esta noche debemos celebrar –apuntó Nina que venía con una bandeja de galletas para nosotros–. Hay que celebrar toda la noche que todos estamos bien y estamos juntos, ¿no?
–No puedo estar más de acuerdo –expresó Joe poniendo unas tres o cinco galletas en su boca y peleando de forma juguetona con Alan y conmigo para ser el primero en comer.
Él me hizo cosquillas, no pude evitar arrojarme al sofá encogiéndome de risa. Joe robó las últimas galletas y yo no había probado siquiera una. Entonces él se aproximó a mí con una galleta de chispas, la acercó a mi boca y me la dio.
Chocolate, chispas de chocolate. Era delicioso al paladar.
–Hmm… –manifesté–. Están deliciosas.
–También tú –me dijo Joe.
Me atraganté y me sonrojé, todos rieron.
Cuando Joe se tumbó a mi lado en el sofá saltó poniéndose de pie al instante y siseando de dolor.
–Quítate la camisa, Joe –le dije como una orden.
–¡Oh! Linda, ¿quieres abusar de mí?
–¡Joe! –discutí.
Me puse de pie detrás de él y emprendí a levantar su camiseta desde atrás. Como lo imaginé tenía heridas abiertas aún en su espalda, eso a ciencia cierta tardaría un poco en sanar. Se veía realmente mal. Joe se tensó cuando dejé al descubierto su piel magullada, tostada y marcada.
–Tengo algunas heridas para curar –dije en voz baja inspeccionando su espalda.
Después de hacer lo posible por la espalda de Joe caí rendida ante el cansancio y me quedé dormida junto a él en el sofá del salón.
Fui despertada horas más tarde por ruidos de voces y autos. Había una grácil luz plateada en mis ojos y un olor a sangre inquietante. Abrí los ojos, las luces estaban encendidas, Joe ya no estaba a mi lado, las puertas estaban abiertas, la noche irrumpiendo por las ventanas.
–Sí, puede poner eso allá atrás junto a la piscina –le estaba diciendo Nina a un par de hombres que estaban en casa levantando una mesa de pool.
–Y eso déjelo por aquí –le ordenó Alan a otros dos hombres que alzaban un equipo de sonido de tamaño monumental.
Miré por la ventana, había un camión aparcado en frente. Adolph le estaba entregando dinero al hombre que conducía el vehículo y Joe estaba a su lado.
–¿Qué es todo esto? –pregunté mientras me incorporaba.
–¡Eh! ¡Hola! –dijo Nina sonriendo y meneado su cabellera roja con risos–. Adolph ha decidido gastar un par de dólares para divertirnos esta noche. Deberías verlo, hay una gran mesa de póker y uno de esos videojuegos para bailar.
Adolph y Joe volvieron y los tipos del camión se marcharon. Nina encendió la música poniéndole todo el volumen. El hip hop vibró en mi pecho e hizo retumbar mis oídos.
Nina comenzó a bailar, ella tenía en sus manos una copa de algún coctel, su vestimenta era igual de sensual que siempre, su cuerpo se contoneaba de manera seductora, ella era en definitiva la reina de la seducción. Tan fuerte y armada de valor que en ese estado parecía que nunca se la vería llorar.
Había vodka, cerveza, whisky, cocteles y billar. Los chicos encendieron el gran televisor pantalla plana en el canal de deportes donde daban un juego de los Yankees, y entonces había palomitas de maíz de mantequilla y nachos con queso.
Me senté en el regazo de Joe sobre el sillón, él llevó su vaso a mi boca y bebí de su trago, de lo que parecía ser alguna mezcla de licores y soda. Me reí al percatarme de que todos estaban un poco ebrios. Eso sí era una locura.
Besé a Joe, en sus labios, sus labios pillaron los míos, tenían un refinado sabor a vodka. Él me besó de manera salvaje, su lengua recorrió mi boca de forma ardiente. Me chupó, me mordió y me lamió los labios con arrebato. Su rostro estaba sonriente, sus manos me acariciaron la espalda y los hombros.
Desenfrenada besé su cuello, él gimió entrelazando sus dedos en mi cabello.
–Te amo –me dijo rebuscando el botón de mis vaqueros.
Enardecida y sin aliento besé sus labios y lo detuve.
–Lo sé, también te amo, pero ahora no, Joseph. No en público –le comenté.
–¿Quieres ir a mi habitación? –me preguntó en el oído mostrándome una sonrisa maliciosa y saturada de picardía.
La música estaba silbando en mi cabeza fuertemente, en lugar de responder sonreí, me levanté y bailé para él. Él se puso de pie precipitadamente y se enganchó de mi cintura, empezó a bailar conmigo. Sus manos en la parte baja de mi espalda apretujándome, su cuerpo moviéndose contra el mío, sus labios rozando mi cuello con caricias, sus piernas entrelazadas en las mías, me hacía sudar y entrar en calor. Un ardor tan déspota y férvido que parecía insoportable. Rodeé el cuello de Joe ansiando desnudar su cuerpo, tocarlo, saborearlo.
Me tomó dos segundos desasirme de su abrazo, me alejé para desabrochar los dos primeros botones de mi camisa, estaba acalorada y encendida. Joe dio un paso hacia adelante para acorralarme, lo empujé de forma coqueta.
–Ven aquí, chiquilla atrevida –él me sonrió al decirlo. Esa sonrisa retorcida con colmillos.
–Atrápame, bebé –le devolví la sonrisa mientras me separaba de él con movimientos seductores.
Adolph se aproximó hacia mí y rodeó mis hombros con su pesado brazo.
–Mis chicas no deberían estar bailando así cuando hay tres hombres medio borrachos cerca –dijo Adolph. Él solía tratarme como su pequeña hermanita menor.
–¡Vamos Yankees! –exclamó Alan con un grito, se encontraba de pie delante de la pantalla gigante y sujetaba un vaso pequeño de cristal con alguna bebida con hielos.
De rondón Nina estaba peleando por el control de la TV, Adolph le subía el volumen a la música y Joe quería atraparme y encerrarme en su habitación. Cosa que no me molestaba para nada, tal vez me agradaba un poco la idea, o tal vez me agrada mucho. Me escurrí más de una vez de sus brazos de forma traviesa. Amaba la sonrisa que tenía esbozada en la comisura labios, amaba su loca mirada endemoniada que me hacía creer que quería comerme, y yo no protestaría si ése fuera el caso.
–Deja de seducirme de esa manera, preciosa –me dijo él–. Eso es un gran error cuando estoy tan hambriento.
–¿Qué harás? ¿Me morderás? –espeté fingiendo inocencia.
Joe me tenía rodeada, hice un movimiento para hacerle creer que daría un paso a la izquierda pero salí por su derecha, él giró y sujetó mis caderas lúcidamente.
Maldición, era muy rápido.
–Probablemente –contestó Joe asintiendo.
Le saqué la lengua. Él tomó mi rostro, lo atrajo de manera veloz hacia el suyo y chupó mi lengua. Hice un gesto de asco, pero en mis adentros se sintió tan picante y ardiente que incluso estaba mareada.
–Eres desagradable –proclamé ocultando mi timidez.
La gran alerta de mentiras se activó en mi cabeza. ¿Él, desagradable? Sí, claro.
Él bajó la cabeza para besarme y, desdichadamente, llamaron a la puerta, justo cuando sus labios se acercaron a los míos.
–¡Yo voy! –pidió Joe.
Desagraciadamente se separó de mí para ir andando hacia la puerta.
–¿Henrie? –dijo Joseph cuando abrió la puerta. En su tono de voz pude advertir su risa.
–¡Oh! Hola, José –respondió la voz de Jerry.
ElitzJb
Re: Tentación y Seduccion I y II temporada Joe Jonas & Tu (TERMINADA)
2/4
Segunda Parte
Banquete
Segunda Parte
Banquete
Pude sentir como Joe fruncía el ceño.
–Es Joseph, idiota –gruñó Joe y posteriormente activó su voz encantadora–. ¿A qué viniste?
–También vine a celebrar.
–¡________! –gritó Joe sin girarse y sin apartar su vista del paisaje–. Tu pequeña mascota quiere unirse a nuestra fiesta. Y ha traído a todos sus amigos que respiran.
–Ni lo piensen –intervino Adolph–. No quiero hacerme responsable de todos los humanos que mueran esta noche y no quiero compartir el licor.
La mirada de Adolph tenía una chispa salvaje y bestial oculta tras la apariencia de tipo responsable.
–Yo creo que deberíamos dejarlos pasar –expresó Joe desde la puerta–. Hey, hombre, trajo con él una multitud de mujeres ardientes y dotadas.
–¿Una multitud de qué? –dije. Joe se giró a mirarme sonriendo de manera nerviosa y coqueta. Fruncí el entrecejo.
–Hombres peludos y aterradores –se corrigió Joseph riendo de manera inquieta.
–Eso creí haber escuchado –le dije martillándolo con mi mirada.
–Déjales entrar, así podremos darnos un banquete para acompañar la diversión –era Alan quien había dicho eso y después se llevó un puño de palomitas de maíz a la boca.
Adolph se encogió de hombros. Lo que parecía ser que se estaba dando por vencido.
–Está bien –Joseph abrió la puerta más ampliamente–. Pero recuerda, todo ser viviente que traigas a esta casa corre el riesgo de morir. Incluyéndote.
–No hay problema, ellos realmente no son mis amigos –respondió Jerry de manera simpática.
¡Vaya! Cuando Joe se apartó de la puerta Jerry atravesó el umbral liderando una multitud de al menos unas cincuenta personas. ¿Y les habían dejado entrar? Ellos no sólo eran comida, ellos podrían haber sido cazadores.
En general eran adolescentes y jóvenes adultos entre los dieciséis y veinte años. Mujeres, hombres, gays, del tipo roqueros, góticos, nerds, populares, deportistas, mujeres del tipo zorra y más zorra, y si tenías suerte hallarías algunos chicos del tipo “A positivo” para beber. Indiscutiblemente sería un enorme banquete.
Nina se paralizó para ver a Jerry frente a frente y cruzó sus brazos en su pecho, ella dio vueltas alrededor del humano, estudiando todo su cuerpo, merodeándolo y asechándolo mientras sus tacones golpeaban el suelo haciendo un suspendido ruido.
–Tú –dijo ella de forma teatral con los ojos entrecerrados, alargó la palabra de manera que parecía tener muchas más sílabas. Lo dijo lentamente como una amenaza satírica.
–Tú –repitió él casi como una burla–. La próxima vez no permitiré que me hagas correr desnudo.
–Ya lo veremos –Nina bebió otro sorbo de su trago.
Se formó un turbio clima, los humanos se desbordaron en nuestra casa, las mujeres rodearon a nuestros chicos y los hombres se aglomeraban alrededor de Nina y de mí. Estos chicos y chicas ya estaban borrachos, simplemente bailaron sin censura. Hastiada y asqueada me sumergí en el torrente de personas para llegar hasta Joe. Un grupo de mujeres bailaban alrededor de él, ellas tocaban su pecho mientras se insinuaban y le arrebataban la ropa. Un arranque de furia me asaltó, algo estaba prensando mi pecho.
Celos.
Traté de pensar en esas mujeres como comida, nadie podía sentir celos por la comida de su novio, o sí? Pues esos sacos de sangre realmente querían llevarse a mi hombre a la cama. La ira comprimía garganta.
Joe me dirigió una mirada de disculpa, se encogió de hombros mientras intentaba mantener su ropa en su cuerpo. Caminé de manera presumida, molesta como el infierno. Sin dejar de parecer aterradora aparté a la multitud de fanáticas de Joseph y lo besé malvadamente. Saboreé sus suaves labios con un beso tan escandaloso que un artista porno se habría intimidado.
¡Oh sí! ¡Él es sólo mío!
Él se apartó de mí, acalorado, agitó el cuello de su camiseta y bebió hasta el fondo lo último que quedaba de su bebida. Por primera vez se veía vigorosamente ruborizado, todo su rostro enrojeció, parecía tener fiebre.
–Hermosa, si vuelves a hacer eso juro que te desnudaré en público –balbuceó él después de engullir el trago.
Le sonreí con malicia, esa clase de malicia de la te avergüenzas y te sonrojas al recordarlo. Di unos pasos hacia él, él retrocedió para jugar conmigo, esa clase de juegos peligrosos, como jugar con fuego, o peor aún, con vampiros. Lo empujé hacia el sillón, me subí sobre él, besé su cuello, luego sus labios y jugueteé con su cabello entre mis dedos. Eso sí que era divertirse.
Algo de cristal se oyó al hacerse añicos, posiblemente copas o jarrones, pero entonces todo se volvió un tono más oscuro. Aún encima de Joe separé mis labios de su boca y miré el resto de la estancia con perplejidad. No era más que una sórdida fiesta de jóvenes lascivos y atropellados, había bebidas derramadas en el suelo, chicos zambulléndose a la piscina, unos cuantos saqueando el bar, otros chicos por ahí tocándose en la oscuridad, mujeres danzando sobre las mesas, otro grupo de chicos jugaban al póker, de ése en el que apuestas prendas de ropa y te despojas de ellas. Observé algunos otros juegos, como ése de los besos con una botella, y una muchedumbre de personas bailando de manera censurada para televisión.
Alan tenía a una joven sentada sobre sus piernas, él le daba de beber a ella de su vaso y sonreía, era bueno que estuviera divirtiéndose, porque Adolph y Nina no estaban en ningún lugar, lo que indicaba que se habían escabullido para estar solos. La puerta principal estaba abierta, convirtiéndose en una trampa atrapa humanos, más de ellos entraban para unirse a la celebración improvisada y fuera de control.
Haciendo una mueca vi los vidrios rotos esparcidos en el suelo. La lámpara, habían quebrado una de las lámparas que colgaban en el techo. Eso no sólo significaba dinero perdido, también quería decir problemas. De pronto había sangre, Jerry se había cortado por accidente una de sus manos con el cristal roto. A pesar de la sangre él sonreía mientras yo le miraba de manera feroz, sedienta de su sangre. Mi mirada parecía pesarle; él apuesto muchacho rubio con sus jeans rotos y gastados se encontró con mi mirada y por un momento sentí que su aspecto era de pura satisfacción. Mirándome, él alzó su ceja en la que llevaba el piercing. Jamás había notado que un hombre podía verse opulentamente sexy con un piercing en ese lugar y arqueando la ceja de esa forma.
Mis instintos me pedían saltar hacia Jerry e ingerir su sangre, el olor de su sangre era agudo y exquisito, la necesitaba, tenía que beber de él. Abandoné el cuerpo de Joe para abrirme paso entre la muchedumbre, di lentas zancadas hacia el humano, sus tatuajes ocultaban los músculos de sus brazos y sus anteojos escondían el brillo sagaz de sus ojos puramente negros. Mi mandíbula comenzó a doler, mis colmillos se expandieron en mi boca. Sonreí, mis dientes aparecieron a la vista de todos, esa cosa irracional, fiera y salvaje dentro de mí se despertó y salté sobre Jerry. Mis colmillos estaban desnudos preparados para morder. Jerry hizo una mueca, su espalda contra en el frío suelo y su cuerpo debajo del mío, sin embargo, parecía estar divirtiéndose.
Detente, me dijo una voz en mi mente.
En lugar de morderlo tomé su mano ensangrentada y la llevé a mi boca, succioné la sangre desde la abertura en su piel. Él siseó, permitiéndome plenamente beber de su herida. El sabor de la sangre en mi paladar era suculento y majestuoso. No estaba saciada, nunca podría estarlo, una vez más su sangre tenía ese dulce sabor que me hacía sentir más fuerte y poderosa. Mis sentidos se agudizaron pero no conseguía la suficiente concentración para enfocarme en algo, sólo pensaba en sangre mientras la bebía. No obstante, la cortada en su mano no era lo adecuadamente profunda y su organismo empezaba a detener la hemorragia.
Alguien tocó mi hombro, supe que era Joe por la energía que provocó en mí y el calor distintivo de su piel que hacía que me sacudiera en una ola de placer.
Dejé de beber de Jerry, me encontraba sentada en sus caderas y aturdida. Joe me alzó, me sonrió y me besó con delicadeza para probar la sangre de mis labios.
–Tranquila –susurró Joseph, su aliento golpeaba mis labios–. Nadie recordará nada mañana, y si lo hacen, creerán que estaban bajo los efectos del alcohol. Hoy puedes beber sangre tanto como quieras.
La voz de Joe se escuchaba más fuerte en mis oídos, su rostro levemente coloreado deslumbraba con cada reflejo de luz. Por un momento era como si él fuera el único en esa habitación, el sonido de su voz parecía más fuerte que la música y el brillo en su sonrisa más radiante que la luz de la luna que penetraba por las ventanas.
Lo que antes era una multitud de cincuenta personas ahora se había convertido en una masa de alrededor de doscientos chicos apretados danzando sobre los muebles y rociando alcohol en nuestra piscina. Un completo caos. Pero era agradable si deseabas beber sangre hasta al amanecer.
Un par de tragos de coctel fue suficiente para comenzar a verlo todo empañado y caliginoso, toda la noche bailé, besé a Joe, bebí sangre, asesiné a algunos cuantos chicos, coqueteé y observé con horror a los adolescentes enloquecidos desmantelando parte de nuestra casa.
Desperté alrededor del mediodía, no recordaba nada de lo sucedido la noche anterior, mi cabeza me dolía, me hallaba recostada en la alfombra. Parpadeé para verlo todo con claridad, Joe dormía en el sillón con una botella vacía en su mano derecha que colgaba fuera del sillón, se encontraba sumamente desgreñado y su ropa estaba arrugada, tenía los ojos cerrados, sus hermosas pestañas largas se extendían en sus pómulos, su cara sonrojada era preciosa, dormía como una ángel, o un pequeño diablillo. Ni siquiera se había quitado los zapatos, por mi parte, yo estaba descalza. Alan dormía en el sofá grande, no llevaba camisa, ni zapatos y sus risos desordenados caían en su cara. Y Adolph nunca antes hubiera parecido tan encantador, dormía sentado en el mármol con su cabeza recostada en uno de los cojines del sofá, las manos descansadas torpemente en su pecho asomado a través de su camisa abierta y su porte era un tanto desaliñado y greñudo, él nunca se dejaba ver así.
Si un huracán hubiese atacado nuestra casa probablemente estaría más ordenada de lo que ahora se encontraba. Los muebles estaban manchados, había comida y botellas en el suelo, lámparas rotas, todo estaba de cabeza. Inclusive encontrarías humanos durmiendo por ahí lanzados en el piso y gente semidesnuda con resaca desmayada en los alrededores. Cualquier cosa podría haber pasado anoche, yo sólo sabía que había bebido sangre hasta hartarme de su sabor.
Jerry también seguía allí, durmiendo en el tapete cerca de la chimenea. ¡Qué bueno que a nadie se le había ocurrido encender fuego! El cuello del muchacho tenía marcas recientes de mordeduras, tal vez yo lo había mordido, pero no podía estar segura de eso cuando mis recuerdos eran borrosos y lejanos.
Sintiéndome enferma me quedé allí tumbada, apenas podía moverme y tenía nauseas. Alan se revolvió en el sofá y se acostó sobre uno de sus brazos para quedar de lado.
–Me acosté con ella –murmuró Alan con la voz ronca. Había despertado pero todavía no era capaz de abrir sus ojos.
–¿Con quién? –contesté con mucha dificultad.
El silencio que hubo después de mi pregunta fue tan interminable que creí que Alan se había quedado dormido de nuevo.
–No lo sé –dijo finalmente–. Con una chica, dos o quizás tres. Pero sólo pensaba en ella, sólo pensaba en Nina.
Él continuaba con los ojos cerrados, su voz no sonaba muy bien.
–¡Oh! –espeté sin ánimos y cubrí mi rostro con los cojines. Justo cuando estaba por preguntarle si estaba bien él se adelantó.
–Sí, estoy mejor que nunca. Salvo por el hecho de que vomité tres veces y no puedo levantarme –dijo.
–No recuerdo casi nada de anoche –balbuceé.
–Tampoco yo, y necesito mucho café.
–Lo preparé, todos lo necesitamos –me ofrecí.
Ponerme de pie fue espantosamente complicado, me sentía mareada y el dolor de cabeza no me dejaba ver. Esquivando algunos cuerpos caminé para aproximarme hacia Joe, quité la botella vacía de su mano y le di un suave beso en los labios. Se despertó, igual de desconcertado que yo, durante segundos parpadeó sin entender nada y luego se enderezó en el sillón.
–¿Qué hora es? –interrogó Joseph.
No se lo dije, él miró el reloj de su muñeca con los ojos entrecerrados y maldijo en voz baja.
–¡Diablos! Tengo que ir a trabajar –se quejó Joe. Alan se rió por lo bajo–. Voy a darme una ducha.
Joe se apresuró hacia el cuarto de baño, lo vi alejarse, caminando de forma sofisticada con un andar sensual que hacía que su espalda y sus hombros anchos se menearan en perfecta armonía con su cuerpo. El me tenía loca.
Nina irrumpió en la habitación, perfectamente maquillada, con su cabello que hoy era de una tonalidad negra y un vestuario especialmente diseñado para que los hombres babearan tras ella. Después de una noche tan movida ella parecía estar lista para salir de fiesta nuevamente.
–¡Fuera de aquí! –decía Nina taconeando mientras echaba a los últimos humanos que aún se encontraban ebrios por todas partes, en la piscina, en las habitaciones, en el pasillo, en el jardín, en la cocina, en los baños.
Tuve más bien una batalla con la cafetera más tarde y Nina terminó preparando el café, yo me bebí una taza, aunque no solía tomarlo, ahora lo necesitaba.
Adolph parecía realmente arrepentido de haberse divertido tanto, aún más cuando él tendría que cubrir los gastos de los daños ocasionados. Joe entró precipitado en la cocina, bebió de un sorbo su taza de café caliente al tiempo que se colocaba un abrigo para salir. Me besó velozmente y marchó.
Ya tendría tiempo para preguntarle en qué consistía su nuevo empleo.
Jerry, el único humano que quedaba en casa se unió a la mesa con el resto del grupo, ya era un conocido para todos.
–Necesito hablar contigo, ___tn –masculló Jerry cuando le ofrecí mi taza de café y él se negó a probarlo.
¿Hablar conmigo? ¿De qué quería hablar conmigo?
El chico mortal con sus anteojos y sus tatuajes no tenía mucho mejor aspecto que nosotros. Mis amigos vampiros no pasaron por alto las palabras de Jerry, cada uno de ellos tuvo su propia reacción, Alan trataba de leer la mente del humano seguramente, Adolph estaba demasiado cansado para estar paranoico, y Nina no dejaba de tener esa astucia en su expresión.
–¡Suéltalo! –le pedí a Jerry una vez que estuvimos solos.
–Somos amigos, ¿no? –me preguntó él.
Interesante pregunta, me dije. El tono que usó me recordaba a la tonalidad que envolvía mi voz cuando estaba a punto de pedir dinero a mis padres. Era algo como… Me quieres, ¿cierto? Necesito dólares.
Entrecerré los ojos dirigiéndole una escamada mirada.
–¡Oh! ¡Vamos! Dime qué quieres –farfullé.
–¿Cómo supones que quiero pedirte algo? –él dio trancos pasivamente escudriñando los objetos de valor de nuestra casa–. Podría ser cualquier cosa, podría ser…
–¡Jerry!
–Bien –admitió–. Necesito un lugar dónde quedarme, la cosa es que. Quiero estar con ustedes.
Se quería unir a nosotros, ¿eh? Cómo si yo pudiera verdaderamente decidir eso.
–Adolph… –comencé. Él me interrumpió.
–Sí, lo sé –afirmó él–. Por razones importantes necesito estar bajo la protección de vampiros, si tú estás de acuerdo en que yo me quede con ustedes me gustaría que convencieras a Adolph y al resto de tus amigos para que me tengan aquí. Si no pueden hacerme un vampiro no hay problema, yo podría ser su esclavo, tú sabes, les conseguiría victimas a diario, les dejaría beber de mi sangre, limpiaría la piscina si es necesario. Pero de verdad, necesito quedarme con ustedes si es posible.
–¿Qué eres? ¿Un fugitivo?
–Um, en parte. Sí –me contestó.
La parte difícil sería decírselo a Adolph.
–Ni de broma –Adolph negó luego de habérselo mencionado–. ¿Sabes lo que pienso? Pienso que este niñito solamente trabaja para la pandilla de vampiros de Deborah y Nick . Probablemente estará con nosotros y les proporcionará información a esos chicos. Nos pone en peligro, absolutamente no.
El rostro de Jerry se vio pálido. ¿Era eso lo que él quería hacer? ¿Y yo me había dejado engañar?
–No, no es así –negó Jerry–. Venga, hombre, tienes más de setenta años, ¿no es así? ya estás lo bastante capacitado para oler si estoy mintiendo. ¡Hazlo! Olfatéame, estoy diciendo la verdad. No trabajo para ellos, al contrario, si tú quieres podría colarme algún tiempo con aquella pandilla y te mantendría informado sobre los movimientos que ellos planean hacer en contra de ustedes. Ellos podrían confiar en mí, aunque hayan intentado matarme.
Adolph se acercó a humano y, como él le pidió, lo olfateó.
–Parece que está siendo sincero –dijo Adolph–. Pero aún no confío en ti, algunas personas son muy buenas mentirosas. Alan, ¿tú qué dices? ¿Está mintiendo?
Alan y Nina estaban uno al lado del otro, sin decir una palabra. Él estaba absorto en sus propios asuntos, miraba a Jerry con los ojos entrecerrados, escarmentado y receloso.
–No lo sé –contestó Alan. Me sorprendí, él frotó su barbilla limpia de barba–. Su mente está hecha un caos, sólo hay imágenes y palabras flotando. Pero creo que dice la verdad.
Adolph suspiró, un suspiro que sonaba como si estuviera dándose por vencido. Tal vez mis encantos terminarían por convencerlo. No era que me importara demasiado el mortal, pero algo de ese chico realmente me agradaba.
–Por favor, me haré responsable –le rogué a Adolph, tomé las solapas de su abrigo y lo miré suplicante, sin ser demasiado coqueta para no provocar celos en Nina.
Él me miró, con seriedad.
–Esa mirada puede funcionar con Joe, pero no lo hará conmigo –informó Adolph. Yo me sonrojé. ¡Rayos!–. Mira, es una tentación tenerlo viviendo con nosotros, si por error bebemos de él nos meteríamos en problemas sin duda. ¿Qué dicen ustedes? –pidió su opinión a Nina y Alan.
Nina asintió lentamente.
–No me molestaría que viva con nosotros, ¿y a ti? –inquirió Nina y miró hacia Alan.
–Si dice que trabajará para nosotros no veo porqué no –Alan estuvo de mi lado–. Y con respecto a lo de beber sangre, Joe y ___tn son los únicos que tienen problemas para controlar sus instintos. Pienso que si se acostumbran a vivir con él se les facilitará salir en público y controlarse.
Sí, eso era mayoría.
–Tienes suerte de que vivimos en un país democrático y libre. Pon tus cosas en una habitación –le habló Adolph a Jerry–. Y podrías comenzar limpiando el desastre de anoche, que por cierto tú causaste.
Algo más peligroso sería ver como lo tomaría Joe. Todo el día estuvimos recuperándonos de la infernal resaca mientras que Jerry limpiaba la casa. Joe no llegó hasta después de la una de la mañana y tuve que explicarle la situación de Jerry cuando él preguntó: “¿Qué hace este pelmazo todavía aquí?”. Explicarlo no fue lo más duro, sino su reacción, le aseguré que me haría responsable sobre Jerry y no funcionó demasiado.
–___tn, él no es una mascota, es un mortal. Una bolsa de sangre –me dijo en voz alta, claramente sobresaltado y alterado.
Yo sabía cómo suavizarlo, me acerqué a él, besé su cuello con suavidad una y otra vez, su cuerpo se tensaba con cada contacto.
–Joe –insistí dándole un besito en la barbilla.
–No intentes distraerme.
–No lo hago –mentí.
De forma seductora acaricié sus fuertes y duros brazos, bajé mis caricias a sus manos, entrelacé mis dedos con los suyos y recorrí su cara con besos dulces. El sabor de Joe era algo asombroso de lo que nunca podría aburrirme, su piel tenía el más sutil y complaciente sabor, sus labios y su boca poseían un gusto suculento y jugoso. Su cuerpo había sido hecho para ser saboreado y para proporcionar placer.
Joe, tenso y caliente sujetó mi cintura de pronto apretando su vientre contra el mío, sentí hormigueos recorriendo mi piel y mi corazón precipitándose.
–¿Cómo podría enojarme contigo alguna vez? –se quejó él–. Esto es serio, es injusto eso que haces para seducirme cada vez que quiero estar molesto.
Le sonreí y descansé mis manos en su pecho. Lo había extrañado, durante todo el día lo había extrañado, y lo deseaba. Deseaba sus manos en mi cuerpo, su boca en cada parte mi piel, la sensación de sus mordidas rasguñándome, el roce de sus labios en mi cuello.
De verdad estaba desesperada por tenerlo a solas conmigo.
Lo besé con furia en la boca, saboreé su lengua contra la mía, me aferré a su cuerpo, pasé mis dedos por su cabello al tiempo que caminaba conduciéndolo a través del pasillo de las habitaciones. Lo embestí con mi cuerpo y lo aprisioné contra una pared para profundizar el beso.
–¿Adónde me llevarás, preciosa? –preguntó Joseph entre besos.
–A mi cuarto –susurré jadeando.
ElitzJb
Re: Tentación y Seduccion I y II temporada Joe Jonas & Tu (TERMINADA)
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Capítulo 9: Primera Parte
Malas Juntas
Capítulo 9: Primera Parte
Malas Juntas
Me gusta cómo suena eso –dijo Joe cambiando su expresión de hilarante a salvaje.
Eludió mis brazos y me despidió contra la pared. Mi espalda se estrelló contra la superficie plana y dura haciendo un ruido sordo. Sus manos vagaron impetuosamente las sinuosidades de mis curvas retozando con mi indumentaria, él intentaba rasgar mi camiseta. Yo estaba claramente alterada, mis sentidos y hormonas enloquecieron como un estallido de lujuria en mi interior.
–¡No! –lo frené con severidad.
Sus ojos se estrecharon al mirarme con vacilación y se detuvo para observarme jadear después de un estimulante y enloquecedor beso. Me apreté contra su cuerpo y sin soltar sus labios lo conduje hacia mi dormitorio, empujándolo constantemente con mi cuerpo y tocando los contornos de sus músculos con pasión.
Mi habitación estaba oscura, cerré la puerta detrás de mí y mordisqueé la piel del cuello de Joe. Había decidido que él no iba hacerme perder el juicio, estaba dispuesta a hacerle el amor hasta que no pudiera moverse y a tener todo el control sobre su cuerpo.
–Déjame guiarte, déjame seducirte –le susurré–. Déjate llevar, Joe.
Instalé mis manos en su pecho y lo aventé a mi cama, que había estado muy abandonada los últimos días. Él se dejó caer en las sábanas, su cuerpo grande, musculoso y contraído se hallaba extendido en mis mantas de satén y mis almohadas de plumas. En sus labios se asomaba una doblegada sonrisa picante, tenía las mejillas ligeramente ruborizadas. Parecía acalorado. Miré todo su cuerpo, advirtiendo el modo en que la tela de su ropa se adhería a su piel y su tensa musculatura se vislumbraba para mi deleite.
Me moví a lentas zancadas hacia las ventanas y desplegué las cortinas, permitiendo que la luz de la noche se filtrara a través del cristal de los ventanales. Volví mi mirada hacia Joe, su negro cabello se veía destellando matices de luz blanquecina y plateada, haciendo contraste con el dorado de su piel. Evitar sonreír era un caso perdido. Él me miró con interrogantes en sus fastos ojos bañados en un brillo vigorizante. De forma provocativa me aproximé hacia la cama, Joseph estaba inclinado contra los almohadones apoyándose de sus codos para mirarme. Gateé sobre el colchón de manera sensual trepándome por su cuerpo como una pantera.
Capturé sus labios con voracidad, hambrienta de su sabor. Él abrió mi boca con la suya, los movimientos de sus labios eran firmes, furiosos y desesperados. Gimió dentro de mi boca regocijándose, sus manos se posaron en la parte de atrás de mi cuello, me atrajo hacia sí más cerca, de manera que era imposible hacer el beso más penetrante.
Dimos en vueltas en la cama, él rodó sobre mí y luego yo giré nuevamente arremolinándome encima de su apetitoso cuerpo. No permitiría que él tuviera el dominio sobre esto, yo quería que él alucinara deseándome y se regodeara en mis brazos, aunque su orgullo masculino estuviera en contra. Él se satisfacía dándome placer, saciando mis necesidades. Pero esta vez sería diferente, porque lo haría necesitarme con premura.
Percibí el cálido aroma en su ropa, una dulce fragancia a sándalo y cuero; aspiré audiblemente su olor. Las manos de él acariciaron mis muslos, delicadamente, apretándome, tentándome y causándome cosquilleos en cada parte de mi espíritu.
Respiré de manera entrecortada, demasiado conmocionada y excitada.
¡No! Pensé, yo tendré el control.
–Recuéstate, Joseph. Sé que puedes ser más dócil –murmuré en su oído, sabiendo que mi aliento en ese lugar le hacía blandirse con escalofríos.
Él sacudió la cabeza.
–No, no puedo –exhortó él.
Levantó el borde de mi camisa y ahuecó sus manos en mis pechos. El calor en mi interior era insufrible, estaba quemándome y picándome en todas partes. Su aliento sobre mi cuello. ¡Ah! Ésa era una sensación cercana al paraíso, tan arrebatadora y placentera.
Debía ser más fuerte que eso, ahora yo estaba delirando, sintiendo el pecado en mis venas y el infierno tan cercano que escuchaba los susurros del mal y sentía el fuego de las tinieblas.
Le obligué a quedarse tumbado debajo de mí, sujeté sus manos, le acaricié lentamente el pecho, los brazos, el cuello, el rostro, el cabello, las orejas. Pasé mis dedos por sus labios sugestivamente, él gimió una vez más. Le dediqué una sonrisa, besé y lamí su cuello, descendí mis besos hacia su pecho, tocando con mis labios la superficie de algodón de su camiseta.
–No, no puedo más –se impacientó él. Su tono de voz sonaba en un ronquido grave.
Puso sus manos a cada lado de mis caderas y me apegó a su cuerpo, deslizó con suavidad los tirantes de mi camisa a través de mis desnudos hombros. Antes de que pudiera continuar yo le levanté la camisa, él se la quitó en segundos y la arrojó al suelo. Ansié besar sus abdominales desnudos tan pronto como los vi. Joe se sentó al borde de la cama para descalzarse y quitarse los jeans.
Me puse de rodillas detrás de Joe mientras él desanudaba los cordones de sus zapatos. Vislumbré su espalda repleta de músculos, resplandeciendo con la intensidad de la mortecina luz. Lo toqué, la piel en su espalda era suave pero él estaba tenso. Me quedé atónita en el acto.
–Joe, tu espalda… –espeté impresionada. Tenía la piel tan suave y…–. ¿Cómo ha sanado tan rápido?
No había ninguna marca, ninguna herida, ni rastros de la tortura. Inclusive Alan todavía estaba cicatrizando sus heridas, pero Joe no tenía nada. El día anterior yo había visto las horribles heridas abiertas y ahora no había nada.
Él aclaró su garganta y se paralizó.
–¿Y esto? –pregunté pasando mis dedos por encima de su omóplato. Allí tenía un símbolo grabado con tinta negra, como un tatuaje o algo parecido. Parecía una especie de signo como una runa, verdaderamente extraño, similar a dos círculos entrelazados con algo igual a un ojo en su interior. La piel alrededor estaba enrojecida, tal como si el tatuaje hubiese sido hecho hace algunas horas. Yo podía jurar que él no tenía eso antes.
Recorrí su clavícula con las puntas de mis dedos y después fui hasta la base de su cuello, donde colgaba el pequeño medallón plateado de Joseph. Sujeté el trozo metálico, circular y frio en mi mano, examinándolo. Y lo descubrí, el colgante de Joe tenía el mismo símbolo que se había tatuado en la espalda. ¿Qué era lo que eso significaba?
Cuando Joe notó que yo estaba estudiando su collar apartó mis manos de su cuerpo casi de forma brusca.
–¿Vas a ponerte dramática porque me hice un tatuaje? –replicó él.
Desconcertada me retiré.
–Pero, tus cicatrices, Joe, no tienes nada. ¿Y qué es lo que significa ese símbolo? –inquirí en un suspiro.
Él pareció repentinamente molesto, frotó sus sienes con las yemas de sus dedos y suspiró.
–Olvida eso, ¿sí? –me pidió él–. ¿No estábamos en medio de algo?
Sí, recordé. No obstante, mi mente estaba haciéndose tantas preguntas que era difícil concentrarse en algo. No era demasiado importante, ¿o sí? Un tatuaje, un símbolo.
La figura escultural del maravilloso cuerpo de Joseph me distrajo por completo. Lo único que podía divisar era cuan perfecto estaba su lujurioso y esbelto cuerpo, y sólo pensaba en lo mucho que ambicionaba tenerlo más cerca. Así que me quité la camisa y el sujetador fugazmente, de manera que ambos estuviéramos en las mismas condiciones de desnudes.
Todavía de rodillas me adosé más a su cuerpo, adhiriendo mi abdomen a su espalda caliente. Él se puso rígido al sentir mis pechos en su piel.
–Hey –proferí–. No es porque sea un vampiro, pero tengo muchas ganas de morderte.
Comencé a mordisquear sus hombros, luego su cuello, ascendiendo poco a poco para conservar su sabor en mi lengua. Sentí como Joe se estremecía de arriba abajo y noté la forma en que apretó los puños cuando pasé mi lengua por el lóbulo de su oreja. Su pecho se movió ascendiendo y descendiendo de forma agitada.
Mi cuerpo demandaba el suyo, mis colmillos se dilataron y de forma inapelable lo mordí en el hombro, cerca de la raíz de cuello. Mis dientes hundiéndose en la suave piel, su sangre corriendo por mi boca, un espectacular choque de todas las emociones de Joe fluyendo a través de mí. Fue impactante, como si pudiera entrar en sus pensamientos. Él estaba emocionado, conmocionado, sobreexcitado, me amaba. Jadeó inclinando su cabeza hacia atrás y arqueándose.
En cuanto cesé de morderlo una línea roja de sangre corrió por su pecho.
Más salvajemente él se dio la vuelta y me aprisionó contra el colchón. Todo mi cuerpo tembló y se debilitó al sentir su boca explorando mi pecho. Ansiaba dolorosamente más de él. Ahora era yo quien se encontraba en deplorablemente necesitada. Mi corazón se agitó golpeando mis costillas exigentemente.
Estábamos batallando por el control. Era una persistente lucha por no dejarnos llevar. Una pelea de besos y caricias. Subí a sus caderas para llevar la delantera, limpié con mi lengua los residuos de sangre que manchaban su pecho, le di besos en el abdomen, acaricié cada uno de sus músculos con mi lengua, probé ese ameno sabor de su cuerpo.
Se quedó inmóvil, supe en ese momento que yo tenía la ventaja.
–No te detengas, por favor –gimió él.
Sonreí satisfecha. Me deshice de sus pantalones y él me despojó de los míos. Con urgencia él me poseyó, me tomó y me marcó. Yo sabía que él era de mi propiedad, y yo también le pertenecía hace mucho. Era sólo suya, nunca de nadie más, nunca de otro. Alcancé el borde del éxtasis más deseado, apenas respiraba, sólo me meneaba al compás de sus envites bravíos.
–Muérdeme, Joe. !Hazlo! –le ordené. Lo necesitaba, requería de la sensación dolorosa y placentera de sus colmillos en hundidos en mi piel.
Él cerró los ojos y sacudió la cabeza para negar.
–Podría lastimarte. Tengo miedo de hacerte daño –dijo jadeando.
Estaba asustado por la situación de hacía días, cuando había bebido de mí hasta dejarme completamente débil y mareada. Pero yo confiaba en él, sabía que no me haría daño.
Acerqué su boca para besarlo furiosa y vivazmente. Atrapada en un enloquecedor juego de lenguas en movimiento, después jugué con su corto cabello entre mis dedos y le obligué a hundir su nariz en el valle de mi cuello en el que caía mi cabello castaño claro. Justo cuando me olfateó mostró sus colmillos y los hundió en mi garganta. Grité, de placer, de dolor, de ardor. Quería que él siguiera bebiendo de mi sangre pero se detuvo a sí mismo bruscamente en menos de tres segundos.
Toda la noche hicimos el amor una y otra, y otra, y otra vez. Sin descanso hasta el amanecer, hasta estar sudorosos, exhaustos y doloridos.
Me acosté encima de él, nos cubrimos con las sábanas, sus brazos me rodeaban la cintura, su aliento se sentía en mi cuello.
–Te extrañé –le susurré cerca del oído y le acaricié cariñosamente el rostro y el cuello con mi nariz.
Él sonrió al tiempo que acariciaba y besaba mi pelo.
–Sólo me ausenté algunas horas.
–No hablo de eso –manifesté–. Hablo de tenerte así. Junto a mí, desnudo en mi cama.
Hablaba de su calor dentro de mi cuerpo, de sopesar su peso, de su piel quemando la mía, de sus abrazos, su sabor, su amor.
–Yo también te he extrañado de esa manera –dijo después de besar mis labios–. Me dejaste agotado, nena. Ahora no puedo moverme, pero sí, valió la pena.
Definitivamente. Inclusive mis dedos estaban entumecidos, agarrotados y adormecidos por haber estado toda la noche aferrada a Joe con tanta fuerza, pero había valido la pena.
Perdida mirando su hermoso y perfecto rostro tracé el contorno de su cara, bajé hasta su cuello, toqué la sexy protuberancia que sobresalía en su cuello y lo hacía ver más masculino. Su manzana de Adán. Tuve escalofríos y sujeté con cuidado el medallón de Joe. Esta vez él simplemente me dejó mirarlo con un poco de tención en su semblante.
–¿Qué es lo que significa? –insistí refiriéndome a ese colgante y al signo de su nuevo tatuaje.
Joe suspiró y se quedó en silencio, muchos minutos en silencio. Acomodé mi cabeza entre su pecho y cuello, deleitándome con su fascinante aroma atractivo y masculino. Él apartó mi cabello de mi rostro con una mano, la otra descansaba en la parte más baja de mi espalda desnuda; después me besó en los labios de forma tan dulce, tierna y romántica que estaba segura de que me amaba tanto como yo a él. Sus húmedos labios hinchados se sentían tan bien sobre los míos, tan blandos y abrasadores.
–Tenemos que hablar –masculló.
Lo miré a la cara.
–¡Huh! Eso suena aterrador.
–Bueno. Lo es –me respondió él.
Me separé de su cuerpo tumbándome en el colchón a su lado, él me abrazó pasando su pierna alrededor de mis caderas. Yo trataba de prepararme para lo siguiente que venía. ¿Qué era eso tan aterrador de lo que tenía que hablarme?
–No te preocupes por esto –me dijo él señalando el colgante de su collar–. Es parte de mi nuevo empleo.
Yo bostecé, estaba verdaderamente cansada y somnolienta, sobre todo después de haber permanecido toda la noche despierta y en movimiento. Él continuó viéndome con una sonrisa seductora que pronto se apaciguó. Miró hacia el techo.
–Hice algo muy mal –me dijo. Fruncí el ceño al mirarlo pero él no me vio, estaba concentrado en el techo–. He hecho algo terrible para volver aquí. Yo tendría que estar muerto ahora mismo. Yo no quiero hacerte daño, ___tn. Pero estoy seguro de que alguien vendrá pronto a buscarme.
Parpadeé sobrecogida y perpleja.
–¿Qué me estás diciendo, Joe? ¿Qué quieres decir? –mi voz sonaba claramente alterada.
–Cálmate –él sujetó mi cara entre sus manos–. Es sólo un presentimiento, creo que tal vez alguien vendrá a arrastrarme de nuevo al infierno. Por eso quiero decirte que entiendo si tú quisieras alejarte de mí, porque quizás yo no esté aquí para siempre.
–¿Joseph, estás loco? ¿De qué hablas cuando dices que has hecho algo “muy mal”? No entiendo de lo que hablas, por favor explícamelo.
Rápidamente él se sentó en la cama, le echó un vistazo al reloj en la pared y rebuscó su ropa en el suelo.
–Lo siento, linda. Tengo que irme a trabajar –se subió los pantalones y cogió su camiseta.
–Pero… –protesté–. … Es demasiado temprano, y ni siquiera has dormido nada. ¿Cómo demonios piensas irte? Joe, ¡habla conmigo primero!
Ya se había colocado la camisa y se dirigía a la puerta para marcharse.
–Hablaremos luego de esto, chiquita –dijo Joe.
–¡Joseph jonas! –vociferé–. ¡Ven aquí ahora mismo!
Envolví mi cuerpo en las sábanas, me levanté para seguirlo.
–Volveré en unas horas, ___tn. Estaré bien –anunció y se fue dando un portazo.
Suspiré consternada, seguidamente vi la billetera de Joe lanzada en suelo. Se le había caído del pantalón, supuse. La tomé y vino esa tentación a mi cabeza. Sí, debía revisar esa billetera. Se me revolvió el estómago al pensar que me estaba volviendo paranoica, celosa y obsesiva. Y de todas maneras le eché una ojeada, estaba vacía, salvo por mil trescientos dólares en efectivo que llenaban y abultaban ese trozo de cuero. De acuerdo, Joe estaba forrado.
Salí de la habitación envuelta en las mantas para entregarle la billetera a Joe. Pero cuando llegué al recibidor y me asomé por la ventana él estaba alejándose en una de las motos.
De camino de vuelta a mi habitación contemplé a Jerry jugando con la chimenea de fuego artificial del corredor, él estaba utilizando el control de mando a distancia para cambiar el color del fuego en diferentes matices. La chimenea era moderna, se asimilaba más a una vidriera cristalina que se alzaba hacia el techo.
Jerry llevaba su mochila negra en su espalda, tenía puesto unos pantalones caquis y una camiseta veraniega, me escuchó dar pasos detrás de él.
–Deberías ver esto –me dijo sin mirarme, su tonalidad era de asombro. Oprimió botones en el control y el fuego artificial pasó a ser de un matiz verdoso a otro púrpura, dándole a toda la estancia una iluminación en tonos morados.
Una guitarra eléctrica descasaba a los pies de Jerry, pero él no le prestaba atención, estaba más interesado en el fuego cambiante y brillante. Entonces se giró a mirarme, alzó esa bonita ceja rubia con el piercing y curvó la comisura de su boca.
ElitzJb
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