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Tentación y Seduccion I y II temporada Joe Jonas & Tu (TERMINADA)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Tentación y Seduccion I y II temporada Joe Jonas & Tu (TERMINADA)
Ahhhhh noooooooooooooooooooooooo!!!!!!!
POR QUE!!??
Esa escritora nos quiere matar a TODAS!!
Dios bendito!, me encanto, me fascino, me volvi loca desde que subiste la nove y la comenze a leer. Se convirtio en una especie de adiccion.
Muchas gracias por ser tan pasiente con nosotras y haber subido la novela todo este tiempo. :D
Un abrazo muy grande
Y creo que no es necesario decir que espero la continuacion haha xD
POR QUE!!??
Esa escritora nos quiere matar a TODAS!!
Dios bendito!, me encanto, me fascino, me volvi loca desde que subiste la nove y la comenze a leer. Se convirtio en una especie de adiccion.
Muchas gracias por ser tan pasiente con nosotras y haber subido la novela todo este tiempo. :D
Un abrazo muy grande
Y creo que no es necesario decir que espero la continuacion haha xD
Augustinesg
Re: Tentación y Seduccion I y II temporada Joe Jonas & Tu (TERMINADA)
POORRFIISSS SUBE LA SEGUNDAAAA TEMPORADA
chelis
Re: Tentación y Seduccion I y II temporada Joe Jonas & Tu (TERMINADA)
me asustastes mucho dije termino y despues leo segunda temporada y quedo wtf? :suspect: y estoy re contenta x eso pero q paso con la rayis y joe nunk van a poder ser felicies y ya me paso x tu novela....
jonatic&diectioner
Re: Tentación y Seduccion I y II temporada Joe Jonas & Tu (TERMINADA)
omj estoy super lista para esta tenporada
esta quede como en sohkc!!
dakle subela
esta quede como en sohkc!!
dakle subela
andreita
Re: Tentación y Seduccion I y II temporada Joe Jonas & Tu (TERMINADA)
Ya quiero la segunda temporada, esta nove es de infarto
siguelaa
siguelaa
JB&1D2
Re: Tentación y Seduccion I y II temporada Joe Jonas & Tu (TERMINADA)
esperandooooo la segundaa temporadaaa
chelis
Re: Tentación y Seduccion I y II temporada Joe Jonas & Tu (TERMINADA)
por favor por favor!!
pon la segunda plis!!!!!
pon la segunda plis!!!!!
DanieladeJonas
Re: Tentación y Seduccion I y II temporada Joe Jonas & Tu (TERMINADA)
SEDUCCION II temporada
Sinopsis:
Sinopsis:
________ Moore ha estado coqueteando con la muerte y está siendo seducida por las atrayentes fragancias del más allá.
Atrapada en un mundo oscuro y de secretos, ella desea buscar la salida y reencontrarse con su eterno amante, Joseph Jonas, que se encuentra al borde de perder la razón.
Por algún motivo ellos han vuelto a perderse el uno al otro en un camino muy difícil de retomar, donde las sombras te invaden y no hay más luces que las llamas del infierno.
Si el bien y el mal existen… ¿Qué camino elegirías?
Si amar es peligroso… ¿Qué estarías dispuesto a entregar por amor?
cuentenme chicas les gusta???? ya verán lo q es bueno
ElitzJb
Re: Tentación y Seduccion I y II temporada Joe Jonas & Tu (TERMINADA)
OMG!!!! estoy asi :affraid:
no le entedi muy bien ehh....
pero casi me caigo de la cama!!!
hay por favor!! por los Jonas!!!
sube pronto el primer capi!!!
si quieres me pongo de rodillas!!
pero subelo pronto plis!!!!
no le entedi muy bien ehh....
pero casi me caigo de la cama!!!
hay por favor!! por los Jonas!!!
sube pronto el primer capi!!!
si quieres me pongo de rodillas!!
pero subelo pronto plis!!!!
DanieladeJonas
Re: Tentación y Seduccion I y II temporada Joe Jonas & Tu (TERMINADA)
Obvio que si!!!!
Me encanta!!
Lo vas a subir en este mismo link? O vas a hacer otro?
:O Ya quiero que empieze ahaha
beso
Me encanta!!
Lo vas a subir en este mismo link? O vas a hacer otro?
:O Ya quiero que empieze ahaha
beso
Augustinesg
Re: Tentación y Seduccion I y II temporada Joe Jonas & Tu (TERMINADA)
la voy a publicar en este mismo link
ElitzJb
jonatic&diectioner
Re: Tentación y Seduccion I y II temporada Joe Jonas & Tu (TERMINADA)
omj se ve genialll
dale mepiezala
dale mepiezala
andreita
Re: Tentación y Seduccion I y II temporada Joe Jonas & Tu (TERMINADA)
Capítulo 1:
La Tumba de Los Condenados
La Tumba de Los Condenados
Esa diabólica música de carrusel atiborró mis oídos, las luces coloridas cegaban mis ojos entrando en mí como destellos verdes, azulados, blancos, rosados y rojos. Una nube de humo grisáceo nubló mi visión haciéndome toser asfixiada. Un hombre fumaba un cigarrillo a mi lado reclinado en una pared, el hombre llevaba un sombrero vaquero, acompañado de Jeans descoloridos, chaqueta de cuero marrón y botas puntiagudas.
El hombre cubrió sus ojos inclinando ligeramente el sombrero hacia adelante, sacó el cigarrillo de sus labios y escupió en mi cara todo ese espeso humo que se coló en mi garganta.
Calada en confusión proseguí dando débiles zancadas, adentrándome más y más en la neblina coloreada de luces de diferentes matices.
Luces y más luces, era todo lo que vislumbraba en medio de la nada, la melodía de carrusel continuaba aturdiéndome trivialmente, el aire era caliente y estaba repleto de diferentes aromas extraños, olía a arena, a whisky, a huesos, a azúcar, a madera, olía a… noche, porque era de noche. Sobre mi cabeza el cielo negro estaba despejado de estrellas.
Mis ojos ardían ante la espesa claridad ensombrecida, me abrí paso a través de todas esas luces y contemplé el inmenso toldo de circo frente a mí, detrás de éste una enorme rueda de la fortuna, a su izquierda un carrusel de caballos de plástico, subiendo y bajando con sus tubos de espirales, sobre el suelo metálico rodante y con esa infernal canción; había una muchedumbre de personas extrañas circulando en el lugar, niños con motas voluminosas de algodón de azúcar en sus manos, adultos sonrientes, adolescentes góticos, vendedores ambulantes, vagabundos ebrios con botellas en sus manos, un grupo de payasos aterradores, bailarinas eróticas danzando con trajes sensuales y disfraces, hombres de traje con máscaras cubriendo su parte de su rostro. Todo era un caos, nada parecía real.
Demonios, ¿dónde se supone qué estoy?
No podía recordar lo último que había vivido, no podía recordar el último lugar en el que había estado. Pero al menos recordaba mi nombre:
Eva… mi nombre era Eva.
Un hombre con el rostro pintado de blanco, traje a rayas blanco y negro, pantalones con tirantes y guantes blancos se avecinó hacia mí con una sonrisa y una rosa de color escarlata en sus manos.
–Te estábamos esperando –me dijo el mimo sin abrir la boca, me había hablado con esa fatídica sonrisa coloreada en el rostro mientras me ofrecía el capullo de rosa.
Recelosa rodeé el tallo de la rosa con mi mano al mismo tiempo que sus espinas se enterraban en mis dedos y el hombre se marchaba dando saltos.
Tierra de Halloween era mucho más agradable que aquel lugar.
Incrédula comencé a sentir el dolor en las puntas de mis dedos que ahora goteaban sangre.
Proseguí andado con prudencia, ejecutando lentos pasos en alguna dirección.
–¿Quieres? –sonó una voz femenina cerca. Me giré y había una mujer alta, con el cabello rizado, dorado, brillante y largo hasta sus senos. Ella también estaba fumando, un cigarrillo largo, delgado y rojo al tiempo que me ofrecía otro de esos cigarros rojos con su otra mano.
Incapaz de negarme alargué la mano, tomé el cigarrillo apagado y dejé de respirar cuando ella exhaló humo en mi rostro.
Le di la espalda a la mujer, sosteniendo en una mano la rosa que laceraba mis dedos y en la otra mano el alargado cigarrillo.
–Debes fumarlo –escuché la voz de ella a mis espaldas.
Cuando me volví nuevamente hacia la mujer la vi entregándome un encendedor.
Negué con la cabeza.
Entonces la mujer alta me sonrió dejando ver un gran par de colmillos blancos y afilados.
Abrí mis puños dejando caer la flor y el cigarrillo de mis manos y comencé a alejarme con rapidez de aquella mujer. Mientras daba zancadas fluctuantes y me adentraba en aquella multitud de personas extrañas, podía sentir mis hombros chocando con cada persona cercana y todas esas miradas fijas en mí.
Todo era tan espeluznante que se me helaba la piel y la parte trasera de mi cuello se erizaba debido al pánico.
Hecha un ovillo me encaminé hacia la vasta lona rayada que conformaba aquella carpa de circo, había en la entrada una fila de individuos sonrientes que esperaban para entrar a lo que parecía ser un espectáculo de magia.
Centenares de miradas estaban en mí: “La pequeña espécimen que no sabía siquiera lo que estaba sucediendo a su alrededor”. Sabía que mi rostro había perdido color, estaba tan nerviosa que involuntariamente miré mis manos, una de ellas estaba cubierta con un guante para motoristas y la otra estaba expuesta, blanca y pequeña, con pequeños dedos magullados y espinas enterradas aún.
La gigantesca fila de personas aglomeradas avanzó tan rápido que parecía imposible que tantos habitantes pudieran entrar a ese lugar al mismo tiempo.
La entrada era un arco iluminado con luces de bengala, letras brillantes y flores adornándolo. Miré al interior del marco consiguiendo ver oscuridad absoluta.
Había un hombre de esmoquin negro de pie a un lado del umbral.
–¿Estás segura de querer entrar? –escuché al hombre vestido de esmoquin.
No recordaba siquiera la última vez que había escuchado mi propia voz, así que tenía miedo de abrir la boca y oír mis propias palabras.
Volví a negar agitando mi cabeza. Por supuesto que no estaba segura, no alcancé a ver más que negrura allí dentro, sin embargo, quería entrar, pero si debía ser sincera no estaba segura de hacerlo, aunque sí estuviera preparada para tomar el riesgo.
–Muy buena respuesta –me susurró el tipo sin dejarme ver su rostro, él agachaba su mirada hacia el suelo de piedra–. Si hubieras mentido yo hubiera cortado tu lengua.
El hombre finalmente levantó su barbilla y me observó, sus ojos eran felinos y dorados, bastante hipnotizadores. Aparté la vista intimidada y colmada de terror.
Moví mi lengua dentro de mi boca para asegurarme de que siguiera en su lugar, palpé con ella mis filosos incisivos que bruscamente habían crecido dentro de mi boca.
–Adelante, niña –balbuceó el tipo de ojos dorados–. Bienvenido al abismo, te presentaremos la más oscura magia cara a cara. Debes estar lista para conocer el más allá y ser seducida por él, pero recuerda… el precio de tus sueños hechos realidad es altamente costoso.
Respiré profundamente antes de dar el primer paso, tenía un miedo excesivo invadiendo todo mi pecho. ¿Cómo era posible que el interior de ese lugar estuviera tan oscuro y tan atestado de lugareños?
Atravesé el umbral negro al mismo tiempo que cerraba mis ojos, al siguiente paso abrí de nuevo mis párpados y me hallé en un auditorio con butacas de terciopelo rojo, paredes de lona, alfombra púrpura bajo mis pies y un numeroso público rodeándome.
Tomé asiento en una de las butacas de la primera hilera de asientos, hundiéndome plácidamente en la comodidad de aquella silla, apuntando mi vista hacia el escenario oculto tras el telón e iluminado con faros desde las vigas del techo.
Todo el sitio estaba atestado de un olor dulzón que hacía picar mi nariz. A mi lado una mujer de ojos granates me observaba con fisgoneo, tal como si yo fuera una especie de ser extraño. Giré mi vista hacia ella y le sonreí abiertamente mostrando mis colmillos. La mujer me devolvió la sonrisa y yo creí intimidarme hasta los huesos.
De pronto miles de aplausos resonaron en mis oídos, el telón frente a mí se desplegó y aparecieron sobre el escenario un grupo de mujeres vestidas con ornamentos y plumas, realizando un baile al mejor estilo de Las Vegas, la música comenzó a detonar y las luces descendieron concentrándose únicamente en el grupo de mujeres subidas en las tablas.
Las bailarinas desaparecieron danzando en la pista, dando paso a la entrada de un hombre que vestía de negro con un sombrero de mago encima de su cabello largo.
–Bienvenidos, condenados –dijo el hombre sobre el escenario con una voz temeraria e increíblemente sensual, exponiendo un acento inglés sofisticado–. Bienvenidos sean a la antesala del infierno.
Su voz era tan agradable para mis oídos que parecía hechizarme nocivamente, su voz era como la noche, atractiva.
–Permítanme presentarme –esa voz hipnótica continuaba saliendo de los labios de ese hombre y yo me convertía en una cautivada chica, estaba siendo poseída y mitigada al oír ese sonido que me seducía como una serpiente siseando en mi oído–. Yo soy el hijo de las tinieblas, nací de la oscuridad y vivo en ella, soy capaz de cumplir todas tus fantasías –el hombre cogió en su mano su sombrero negro de copa para después hacer aparecer del interior de éste un raudal de palomas blancas que volaron encima de los espectadores y luego desaparecieron–. Tengo todo lo que deseas al alcance de tus manos.
El misterioso mago sacudió su negro cabello largo que le colgaba hasta sus hombros y extendió frente al público sus manos recubiertas con unos guantes de color blanco, revelando un mazo de naipes. Con un soplo él hizo volar las barajas al aire, flotaban como si la gravedad fuera inexistente.
Cerré los ojos únicamente para deleitarme ante aquella majestuosa voz que hacía que mi estómago se estremeciera. Él hablaba y yo escuchaba perdida en un averno.
A continuación, lo oí acercarse hacía mi lugar en la multitud y la luz me apuntó, cegándome.
–Eva –escucharlo decir mi nombre fue mi terminante perdición, era ardiente–. ¿Quieres ser mi primera voluntaria?
Acto seguido, separé mis párpados súbitamente y lo vi frente a mí, su rostro era perfecto, maligno y eclipsado. Él rodeó mi cuello con su mano, su tacto me hizo paralizarme de pánico. Me acarició el rostro y descendió hasta mi cuello, hombros, clavícula; continuó rozando el largo de mi brazo hasta encontrarse con mi temblorosa mano.
–Ven –me dijo. Tenía que ir con él, mi cuerpo respondía por sí mismo ante esa voz que conseguía dominarme.
Ascendí algunos escalones aferrada de la mano de ese hombre hasta llegar al escenario.
–Damas y caballeros –dijo él. Sentí que mi cuerpo se movía por su propia cuenta–, no se dejen engañar, esto sí es magia.
El mago me atrajo hacia él, sujetó mi mentón y aproximó su rostro al mío. Respiró sobre mi boca, tenía la mirada puesta en mis labios, su aliento estuvo chocando contra mi piel durante un sinnúmero de segundos eternos. Exhalaba maldad en su respiración.
Inmediatamente sus labios tocaron los míos muy delicadamente, muy lentamente, succionó mi labio inferior al interior de su boca, sus labios eran suaves y mórbidos como la seda.
–Entra –me ordenó con severidad señalando con su barbilla una caja negra rectangular puesta verticalmente que había aparecido de pronto.
Me introduje en aquella enorme caja y el hombre del sombrero cerró la puerta. Allí dentro no había más que negrura, sombras y oscuridad. Había tanta lobreguez que era como si mis ojos estuvieran cerrados, pero no lo estaban.
Entonces apareció la luz, luz blanca se filtró cuando la puerta volvió a abrirse.
Corrí fuera de la caja pero ya no formaba parte de aquel espectáculo de magia, ahora me hallaba en un despejado terreno arenoso, vacío y al aire libre. Pensé en correr aunque no sabía hacia dónde dirigirme.
A lo lejos vislumbré una sombra acercándose a mí con rapidez, tan veloz como si corriera. Era una figura masculina y tranquilizadora, no sentí miedo.
–¡________! –exclamó el chico.
¡Santo Cielo! Era Darius. Darius Ross, mi amigo fantasma que solía protegerme de la muerte.
Y mi nombre no era Eva, era ________.
________ Eve Moore.
Extendí mis brazos y corrí a abrazarlo.
–¡Darius! –proferí con horror en la voz, estaba a punto de llorar de pavor–. ¡Ah! ¡Gracias al cielo! Darius, no sé como llegué acá, no sé dónde estoy, no sé qué pasó, y no sé dónde está Joseph. ¡Ayúdame por favor!
Él me sujetó entre sus brazos con fuerza, temiendo que yo me desmayara.
–¡Dios! ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Cómo…? –se interrumpió a sí mismo al verme–. Cálmate, ¿estás bien?
–Demonios, sí, relativamente –respondí–. ¿Dónde estoy?
–Estás en “La Tumba de Los Condenados” –aseveró–. ________, tranquilízate y trata de recordar lo último que has vivido antes de llegar aquí, trata de recordar qué es lo último que viste, qué es lo que sucedió.
–Yo… –comencé evasiva–. Yo… no lo sé, había un arma, yo disparé, la maté, maté a Deborah. Joe me besó y luego había lluvia y sangre y luces. ¡No lo sé! ¡No lo sé! –vociferé exaltada.
–Oh no –susurró Darius para sí–. Escúchame bien, yo no podré acompañarte más, debo irme porque no pertenezco a este lugar, pero debes tener mucho cuidado, no aceptes nada de nadie, eso puede significar aquí un serio compromiso, no los mires a los ojos, cuando te hablen finge escucharlos pero no lo hagas, no los escuches realmente, no les mientas porque ellos lo sabrán y te castigarán, y por último, intenta ser respetuosa, aquí nada ni nadie es lo que parece.
–No yo… –rebatí–. Mira, un hombre me regaló una rosa, una mujer me ofreció un extraño cigarrillo y el tipo del sombrero… me ha besado.
–¡Ah! –suspiró–. De acuerdo, no vuelvas a aceptar nada de nadie, yo… creo que estarás bien, pero… ni siquiera puedo saberlo con seguridad.
–¡No entiendo nada, no sé qué está sucediendo! ¿Cómo llegué aquí? –clamé desconcertada.
–Ojalá yo lo supiera –murmuró Darius. Él entonces miró detrás de mí–. Te están llamando, anda ________, yo estaré… cerca, cuidándote.
Di la vuelta dándole la espalda, la puerta de la caja negra estaba abierta invitándome a entrar de nuevo. Giré mi rostro para despedirme de Darius pero él ya se había esfumado.
Entré en aquella caja gigante, la puerta se cerró, hubo oscuridad, oí aplausos anticipados, la puerta se abrió y ahí estaba yo de nuevo, sobre el escenario. El hombre del sombrero de copa me observó con sus endemoniados ojos, me ofreció su mano para ayudarme a salir de la caja. El público aplaudía, yo miraba hacia todas partes sintiendo un atroz vacío en la boca del estómago.
Me eché a correr al siguiente segundo, salí apresurada de aquella carpa de circo, en las afueras del toldo todo era igual a como lo recordaba, el cielo negro, la rueda de la fortuna, el carrusel, la música. A excepción de que ahora un tren esperaba descansado en el suelo frente a mí, los vagones estaban pintados de colores con tenebrosas imágenes de bufones, títeres y payasos.
Caminé entre la frívola multitud. A cada dos metros me encontraba con jaulas rodantes que transportaban mujeres diabólicas en su interior, prostitutas con exuberantes maquillajes, ropa poco abrigadora y botas de tacón. Ellas se aferraban a las barras de hierro de las jaulas y me dirigían miradas siniestras mientras se insinuaban a los hombres que transitaban cerca, igual que animales de circo encerrados. Una de ellas extendió su brazo sacándolo fuera de las barras metálicas y rasguñó ligeramente mi mejilla con sus largas uñas.
Me apresuré a salir de allí, prácticamente corría cuando sentí que halaban de mi abrigo de cuero y sea quien fuera me hizo detenerme en seco. Me volví hacia mi espalda y el chico me soltó, él era extremadamente hermoso, joven, de intensos ojos verdes, cabello negro y el rostro de un ángel. ¿Cuál era su nombre?
Hmmm… Sí. Christian Jonas, el hermano de Joe.
–Oye, tú –me dijo–. No sé por qué estás aquí, pero, si llegas a volver a ver a mi hermano necesito que le digas que no cargue con la culpa de mi muerte, que lo he perdonado y está liberado de toda culpa.
Pálida como un espectro tragué saliva.
No puede ser, estaba viendo más muertos, nada de eso podía ser cierto.
–¿Tú… estás… muerto? –pregunté susurrando.
Él alzó una ceja expectante.
–¿Tú no? –contra preguntó.
–Eh, no, claro que no –le respondí al hermoso muchacho.
Él me sonrió.
–Entonces debes estar en problemas –me dijo.
Me acerqué más hacia él.
–¡Oye, niña! –exclamó un hombre borracho que se aproximó a nosotros.
–Déjala, está conmigo –balbuceó Christian sin mirar al hombre ebrio.
–¿Qué es este lugar? –dije al fin sin comprender nada.
Christian exhaló aíre y me tomó de ambas manos.
–La Tumba de Los Condenados es la antesala del infierno –me explicó–. Aquí permanecen las almas que esperan por un juicio para ser condenados. Pero nadie quiere estar aquí, nadie quiere ser un condenado.
¡Oh por Dios! Yo… era…
–¿Yo soy una condenada? –interrogué al joven, él era tan parecido a su hermano que perdía el aliento al verlo a los ojos.
–No lo sé –dijo negando–, sólo tú sabes qué pecados has cometido en vida, sólo tú sabes si lograrás salir de aquí.
–Estás diciéndome que… –no continué la oración porque Christian desapareció, desmaterializándose frente a mí sin dejar algún rastro aparente de que alguna vez estuvo ahí.
Una masa de personas desconocidas me rodeó, se acercaban a mí como dispuestos a comerme. Me alejé tropezando con una docena de esos condenados.
Continué corriendo sin saber el rumbo ni el destino, cruzando un lugar que no se encontraba en ningún mapa, corriendo bajo un cielo sin estrellas, asustada y sola.
Joseph, pensé, ¿dónde está él?
Lo necesitaba. ¡Por Dios! Rogaba por escuchar su voz, necesitaba con locura tocar aunque sea su acalorada mejilla ruborizada, pensaba en él y me lo imaginaba, tan hermoso como un ángel, tan agraciado y perfecto que dolía.
¿Dónde estaba él? ¿Dónde estaba yo?
Una punzada dolorosa cruzó mi estómago, mis colmillos ardían con urgencia. Necesitaba… sangre.
Pero nadie a mi alrededor parecía tener lo que yo buscaba, allí nadie parecía poseer sangre, sus cuerpos no soltaban aroma a sangre, ni siquiera podía oír el latido de sus corazones, ni tampoco percibir la fragancia de su sudor y mucho menos sentir su organismo en movimiento. Ellos no… ¿no eran humanos?
Caí de hinojos en el empedrado y me llevé las manos a mi estómago hambriento.
Sólo en reparé en que me hallaba temblando de debilidad, deseaba obligatoriamente tanta sangre como fuera posible, mis piernas estaban frágiles y mi cuerpo inmóvil.
Observé el sombrío espacio que me rodeaba, repleto de extraños, forasteros y condenados, me dolía la cabeza.
Sangre, repetí en mi mente, necesito sangre.
Lanzada en el piso encogí mis rodillas hacia mi pecho y las rodeé con mis brazos.
–Hola –atendí a una suave voz aniñada.
Levanté mi rostro y la vi, una niña, seis años, ella tenía seis años. No tenía ni idea de cómo lo sabía pero lo sabía. Ella llevaba el cabello recogido en dos trenzas de mechones rubios que caían en sus hombros, tenía un bonito vestido abultado, zapatillas brillantes, ojos azules, envolvía a un oso de peluche en su brazo y con su otra mano sostenía un caramelo colorido de espirales.
¿Los niños también podían ser condenados?
–Hola –le respondí con recelo.
–¿Tienes hambre? –extendió su brazo queriendo entregarme el caramelo.
Asentí con lentitud.
“No aceptes nada de nadie” había dicho Darius.
–Pero no… yo no… como caramelos –espeté.
–¿Comes sangre? –inquirió.
¿Podía decirle a una niña de seis años que yo era una murciélago hambrienta?
“No les mientas” recordé a Darius.
Entonces volví a asentir con la cabeza.
–¡Pobre! –dijo ella con lástima–. Aquí nadie tiene sangre. Y aquí nadie muere.
La niña se alejó sonriendo con su caramelo y su oso, y yo medité sus palabras petrificada.
Diablos! Me encontraba tan sedienta que mi cuerpo estaba frágil y estaba siendo tentada a morderme a mí misma. Debía beber, rayos! Debía beber.
Recosté mi espalda a una de las sucias ruedas de los vagones del tren colorido y me detuve a ver el ambiente que me envolvía, en el horizonte vislumbré un puente de piedra que se curvaba a lo alto. Otra fila de personas se acumulaba allí a lo largo de las escaleras en espiral que ascendían hasta lo más alto del puente.
Con atención reparé en lo que ellos hacían. Ellos, tal como un pelotón de zombies vivientes se apilaban unos detrás de los otros, esperando por su turno para arrojarse del puente, eran metros y metros hasta impactar contra el suelo. Ellos deseaban morir.
Había una mujer en medio del puente, su rostro estaba íntegramente cubierto de polvo, suciedad, mugre y magulladuras secas, ella usaba un largo vestido blanco rasgado y sucio, y su largo cabello le sobrepasaba las caderas. Abrió los brazos a cada lado como si sirvieran de alas y se arrojó a la inmensidad. Su cabello y su vestido volaban detrás de ella, parecía estar volando y cayendo muy lentamente, pero verdaderamente iba a toda velocidad hacia una muerte segura.
Colisionó contra el suelo, nadie habló, todos se lo esperaban. Permaneció segundos tendida boca abajo en las piedras hasta que se levantó arrastrándose de vuelta a la fila de condenados sin conseguir lo que quería, o sea, morir.
Una oleada de nauseas se atrancó en mi garganta.
–Aquí estás –dijo Darius corriendo hacia mí–. Hay algo que debo mostrarte, hay algo que necesitas saber.
Darius me tendió sus manos ayudándome a ponerme de pie.
–Tengo... –balbuceé adolorida por la necesidad de sangre–, mucha sed –concluí.
–Voy a tratar de sacarte de este lugar –objetó Darius–, pero primero tienes que ver algo, necesitas salir de aquí, de lo contrario, nunca podrás saciar tu sed y terminarás como ellos –señaló a la multitud suicida del puente–. No hay sangre en este lugar, los vampiros condenados deben soportar la arrolladora sed sin tener la capacidad de morir jamás. No te lo recomiendo. Ven conmigo.
Me estremecí.
Lo seguí entre la niebla colorida y los destellos luminosos de los faros, en un oscuro rincón una mujer sujetaba una daga filosa y cortaba sus muñecas una y otra vez con insistencia sin lograr sangrar ni un poco.
Atravesamos el puente de piedra por debajo, justo antes de que otro condenado pudiera lanzarse.
Del otro lado del puente el suelo no era de piedras, era pavimento negro y húmedo, había comenzado a llover pero el agua no me mojaba, era como si no pudiera tocarme; aparecieron estrellas en el cielo azul oscuro, incluso apareció la luna llena plateada.
Daba más pasos y cada vez el contexto se asimilaba más a New York, la carretera extensa hacia el horizonte, los autos levantando agua al correr a través de las vías, las montañas cubiertas de niebla.
Posteriormente divisé aquella escena distante, el suelo estaba brillante por el agua que lo cubría y tenuemente iluminado con los faros de tres motocicletas. Dos de las motocicletas se encontraban detenidas una al lado de la otra, la otra motocicleta reposaba lanzada unos metros más lejos.
Ahí estaba Nina, llorando en el pecho de Adolph, había un charco enorme de sangre, también estaba mi lápiz labial lanzado y aquella rosa que había vuelto a marchitarse.
Mi corazón se paralizó, mi respiración se hizo entrecortada y mis lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas cuando observé a Joe lanzado de rodillas junto a mi cuerpo bañado en sangre y cubierto de heridas. El perfecto rostro de Joseph estaba cubierto de cristalinas lágrimas que podían diferenciarse de las gotas de lluvia.
–Ella está bien, ¿cierto? –murmuró Joe apretando los dientes, con la voz tan quebrada como el cristal–. Alan, ella no está muerta, dime que no.
Alan estaba arrodillado a su lado, sus risos estaban mojados al igual que toda su ropa.
–Joe –le dijo Alan–, escúchame, ella… se… se ha ido.
Alan ayudó a Joe a levantarse con mucho cuidado.
Joe apretaba sus puños con tanta fuerza que sus nudillos eran blancos, estaba mordiendo tanto sus labios que consiguió romperlos y hacerlos sangrar.
–Es mi culpa –susurró en voz absolutamente baja y exhausta–. ¡YO LA MATÉ! –gritó enloqueciendo, seguidamente pateó la motocicleta que se encontraba tumbada a un lado de la carretera, la pateó con todas sus fuerzas–. ¿Por qué? Maldita sea, ¿por qué? –gritó entre sollozos–. ¡Soy un maldito, soy un desgraciado! –Joe pateó aquella motocicleta unas cien veces más, él deseaba hacerse daño.
Finalmente Joe se dejó caer con rudeza de rodillas en el asfalto, junto a mi cuerpo.
–Yo te amo –le dijo a mi cuerpo–, no puedes dejarme, no, por favor, ________. ¿Por qué tuve que hacerte esto?
–Cálmate, por favor –le rogó Alan–. No ha sido tu culpa, fue un accidente, ella estaba muy débil, no pudo seguir resistiendo.
–Todo fue mi culpa, ¿no lo entiendes? –le gritó Joe a Alan mientras con ira lo sujetaba de la camisa, parecía que iba a golpearle–. Yo le hice esto, yo la amo, maté a la mujer que amo.
y asi empieza esta historia de nuevo ???
q tal les pareció, se q estan ansiosas x saber q pasara para q la rayis vuelva a la vida pero calma ya van averiguarlo tratare de subir 1 capitulo x dia ok
chicas tambien tengo otra novela nueva q acabo de empesar si les gusta leanla tambien es calidad aqui les dejo el link ---> https://onlywn.activoforo.com/t13041-demonios-personales-kevin-nick-y-tu#907792
Última edición por nyJB el Miér 13 Jun 2012, 7:08 pm, editado 1 vez
ElitzJb
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» outoflove.
Lun 04 Nov 2024, 11:42 am por indigo.
» witches of own
Dom 03 Nov 2024, 9:16 pm por hange.