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♥ Al Viejo Estilo ♥... (Joe & Tu)...Adaptación
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: ♥ Al Viejo Estilo ♥... (Joe & Tu)...Adaptación
CAPITULO 15
Durante los días siguientes, Invitado se ruborizaba cada vez que lo veía. Eso le encantaba, como todo lo demás, como los reflejos de la luz del día en su pelo y la fragancia delicada y femenina que desprendía. Había decidido no decirle lo que sabía. Si se lo decía, quizá creyera que ya no podía confiar en él o quizá temiera que él tuviese peor opinión de ella, lo cual no podía ser más falso. Aun así, no quería arriesgarse. Su instinto le decía que tenía que hacer algo, como plantar bien los pies en el suelo y alzar los puños, pero podría perderla porque, precisamente, lo que ella temía más era quedar expuesta. Dominaría su furia y su necesidad de recibir respuestas y esperaría. Tenía que ver cómo evolucionaban las cosas.
Varias veces, cuando estaban en el despacho, él levantó la vista y se la encontró mirándolo.
Esa semana se dieron algunos besos apasionados en el pasillo. Dos veces, él colocó una silla contra la puerta del despacho y ella se arrojó en sus brazos.
Jonas se preguntaba qué tendría que hacer para ganar su confianza, si alguna vez lo conseguía. Los hombres la habían defraudado, por lo tanto, que le ofreciera esa parte de sí misma ya era una concesión. Sin embargo, lo tenía complicado con esa mujer.
El viernes, invitó a Invitado y Tyler a dar un paseo y preparó una sorpresa para la mañana siguiente. Vestido con sus pantalones, camisa y sombrero de costumbre, se presentó con un caballo y un carruaje. También como de costumbre, llevaba el revólver colgando de las caderas.
Tyler trepó corriendo y él ayudó a Invitado .
—¿Adónde vamos? —preguntó el niño. —Lo comprobarás enseguida. Disfruta del paseo.
Invitado se deleitó con el sol de primavera y señaló los jacintos silvestres que florecían en la ladera de una montaña.
—¿No os parecen preciosos?
—Puedes comértelos con los dedos, pero esas... —Joe señaló unas florecillas amarillas—...esas son venenosas. Si comes un poco, te pones enfermo.
Había todo tipo de flores por las colinas y en las orillas de los riachuelos.
—Hacía mucho tiempo que no daba un paseo así —le dijo Invitado .
Él la miró a los ojos por encima de la cabeza de Tyler, por debajo del ala del sombrero.
—Entonces, supongo que te apetecía salir.
—Yo también lo supongo —replicó ella.
La sonrisa de Joe llenó su corazón con cariño. Era demasiado para ella; demasiado bueno. Ella había dejado que los sentimientos se filtraran por las rendijas de su seguridad emocional y saberlo la desasosegaba.
—Cuando llega el verano, las colinas se llenan de altramuz y madreselva —les contó él.
Por fin, aparecieron una serie de edificios, establos y corrales. Tyler los señaló.
—¿Nos dirigimos ahí?
—Sí. ¿Ves esos pastos?
Tyler se puso una mano de visera.
—Hay caballos pastando.
—Uno de ellos es Jeremiah.
—¡Caray! ¿Puedo montarlo?
—¿Has montado alguna vez a caballo?
—Papá sólo tiene un carruaje. Se lo pedí a mamá hace algún tiempo y ella me dijo que podría cuando fuera mayor. ¿Ya soy mayor?
Joe miró a Invitado y ella asintió con la cabeza. —Puedes montarlo —dijo él.
Tyler se puso de pie y lanzó un grito que les perforó los oídos. Invitado lo agarró del brazo y tiró de él para que se sentara.
Se pararon delante de uno de los establos y un anciano curtido por el sol y con unos tirantes de cuero por encima de una camisa desgastada se acercó tambaleándose.
—Vaya, vaya. ¿A quién has traído? —preguntó con las cejas arqueadas.
—A la señorita Sutherland y Tyler —contestó Joe, antes de dirigirse a Invitado —. Es el padre de Lilibelle, Willie.
—¿Qué tal, señorita?
—Encantada de conocerlo.
Tyler se bajó de un salto y ella esperó a que Jonas atara las riendas al mango del freno y diera la vuelta para ayudarla.
—Me ocuparé de que no le pase nada —la tranquilizó él mientras la dejaba en el suelo.
Joe entró en el establo a por los arneses. Con Tyler pegado a los talones, fue hacia los corrales, se subió a una valla y silbó. Un caballo, con un pelaje oscuro y lustroso como el café, galopó hacia él. El animal se paró delante de Joe y sacudió la cabeza. Joe le palmeó el cuello. La melena y la cola eran negras y onduladas, como las partes inferiores de las patas. Joe le acarició el cuello y le rascó con fuerza en un sitio concreto.
—Mira, Tyler, cuando encuentro un punto que le gusta, le tiemblan los labios.
Efectivamente, el caballo levantó el labio superior y le tembló. Joe se rió. Tyler miró a Invitado con una sonrisa de oreja a oreja y luego volvió a mirar todo lo que hacía Joe.
Joe le enseñó a presentarse a un caballo que no lo conocía. Tyler se sentó en el tablón más bajo de la valla para ver cómo pasaba la brida por encima de la cabeza del animal, lo sacaba por un portón y lo llevaba hacia el establo. Se bajó de un salto y lo siguió.
—Lo ensillaré y podrás montarlo en el corral. No es asustadizo, pero da igual, no grites y alborotes entre animales que no conoces, ¿entendido?
—Sí, señor.
—Algunos caballos se asustan con ruidos o movimientos bruscos y nunca sabes qué caballo puede ser ése.
—Sí, señor.
Invitado siguió a Tyler y Joe dentro del establo y lo escuchó mientras explicaba cómo se ensillaba. El interior era cálido y olía a heno, cuero y animales.
—¿Tú también vas a montarlo? —preguntó Tyler.
—Hoy, no. Lo monto de vez en cuando para que haga ejercicio, pero es mayor y ya ha visto muchos caminos y muchas batallas. Me llevó encima cuando las balas silbaban a nuestro alrededor y pasó muchas noches invernales de viento y nieve. Creo que le ha llegado el momento de vivir tranquilo.
—Es muy bonito —dijo Tyler.
—Guapo —le corrigió Joe entre risas mientras aseguraba la silla por debajo del vientre del animal —. Es un salerno. Es una raza que viene de Italia. Tiene sangre española y árabe.
—¿Hay más en Italia? A lo mejor puedo conseguir uno.
Joe puso un gesto serio.
—Italia es un país que está al otro lado del océano y Jeremiah no llegó desde allí. Sus antepasados son de allí.
—A lo mejor, Jeremiah puede tener un hijo y yo puedo quedármelo.
—Jeremiah está castrado.
La paciencia de Joe mientras se lo explicaba para que pudiera entenderlo conmovió a Eliza, que escuchó su voz balsámica con tanto interés como Tyler.
El sol entraba por la puerta abierta del establo e iluminaba al lustroso animal, al hombre de anchas espaldas y al niño que lo escuchaba atentamente con la cabeza dorada por los rayos del sol ladeada.
Unas motas de polvo flotaban en el aire y creaban una imagen etérea enmarcada por el mundo oscuro y vulgar.
Joe hablaba con el niño mientras acariciaba al animal y la miraba de vez en cuando con un gesto divertido. Invitado se dio cuenta de que estaba enamorada. Estaba, indiscutiblemente, cautivada por Joseph Jonas. Todo su cuerpo lo confirmaba: el nudo que tenía en el pecho y el escozor agridulce de las lágrimas que empañaban sus ojos y la dejaban sin aliento. Los sentimientos juveniles hacia Forest no eran nada en comparación con la pasión que sentía por Joe.
No debería haber permitido que eso pasara. Nunca olvidaría ese momento. ¿Cómo podría pasar un solo día sin él?
Cuando el corazón recuperó su ritmo normal, Joe estaba ayudando a Tyler a montarse en el lomo de Jeremiah. Joe agarró las riendas y los sacó fuera del establo.
Invitado se quedó en un rincón en sombra del establo y observó a Joe, que tiraba del caballo con Tyler, que sonreía resplandecientemente.
—¡Mira, tía Invitado ! ¡Mírame! Ella lo saludó con la mano. —Su sobrino es un niño estupendo —le dijo Willie Grimshaw, que estaba a su lado. —Sí, lo es —consiguió replicar ella.
—Mi hija Lily me dijo que su hermana falleció. Mis condolencias.
—Gracias.
—¿Conoce al tipo que cabalgaba detrás de ustedes?
Ella tuvo que ordenar las ideas para imaginarse qué estaba preguntando.
—¿Había alguien detrás de nosotros?
—Se paró cerca de aquella roca que sobresale al oeste. Se quedó allí cuando entraron en el rancho y luego se marchó.
—No —contestó ella—. No lo vi.
Willie fue cojeando hacia la valla, se apoyó en ella y se echó el sombrero hacia atrás. Invitado encontró un trozo de tronco viejo que se usaba para montar en los caballos y se sentó ahí para ver a Tyler.
Al cabo de un buen rato, Joe tuvo que convencer a Tyler de que tenían que dejar al caballo que volviera a pastar y le prometió que volverían.
Uno de los peones les llevó un cubo con agua y unas tazas de latón antes de que volvieran.
—¿Sabías que alguien nos siguió cuando veníamos aquí? —le preguntó ella a Joe cuando Tyler salió corriendo para montarse en el carruaje.
—Sí, lo vi —contestó él.
—¿Viste quién era?
—Estaba demasiado lejos.
Llegaron al carruaje y Joe la ayudó a subir. Ella tenía muy presente que hacía poco le habían disparado.
—¿Crees que nos seguían?
La posibilidad de que le dispararan cuando Tyler estaba cerca le atenazó el corazón con terror. Joe debió darse cuenta.
—Willie no debería haberte dicho nada. Lo más probable es que sea una coincidencia.
Durante el camino de vuelta y el resto del día, Tyler no habló de otra cosa que no fuera el caballo y su cabalgada. Invitado sin embargo no pudo quitarse de la cabeza la idea de que un desconocido los había estado siguiendo.
Joe cenó con ellos en el comedor y Tyler siguió hablando de Jeremiah y de las esperanzas que tenía de conseguir un caballo. Ella nunca lo había visto tan animado y feliz. La atención y orientación de Joe habían sacado a la luz un aspecto suyo que ella no había visto jamás. De vez en cuando, se olvidaba de todo y se imaginaba cómo sería su vida con Joe. Sin embargo, la realidad la abrumaba cuando oía las amenazas de Royce y veía su mirada furiosa. Él tenía la capacidad de exponer su imprudencia a todo el mundo. Ella podía soportarlo y lo haría si creyera que acabar con esa farsa fuera la solución. Ella podía vivir con esa deshonra. Lo que la paralizaba era lo que Royce podía hacer a Tyler. Además, como a Royce el niño le daba igual, haría cualquier cosa sin vacilar. Si contaba que Tyler era hijo suyo sin estar casada, Tyler sufriría las burlas y el desdén de los adultos y de los compañeros de clase. Tendría que elegir entre convertirse en un marginado dentro del pueblo donde había nacido o marcharse por la vergüenza. Ella había sabido siempre que existía esa posibilidad. Siempre había querido protegerlo. Llevárselo de allí era penoso, pero por lo menos no se enteraría de la verdad de una forma humillante.
Ella lo amó y lo amparó desde que supo que estaba gestándolo. Cuando Forest desapareció, se vio obligada a hacer lo único que libraría a Tyler de la deshonra. Le dio un padre y una madre.
Joe terminó el café y dejó la taza.
—¿Tarta? —preguntó él con una ceja arqueada y en voz muy baja para que sólo lo oyera ella.
Ella sonrió y negó con la cabeza.
—Tyler y tú podéis tomar un trozo.
—¿Un trozo de qué? —preguntó Tyler.
—Cuando hayan desaparecido las espinacas, podrás tomar un trozo de la tarta de manzana que hace Lilibelle.
—¿Tengo que comérmelas todas? —preguntó él con la nariz arrugada. Ella asintió.
Nadine estaba de camarera esa noche. Se acercó, sirvió más café a Joe y le preguntó a Invitado si quería té.
—Sí, gracias —contestó
—También tomaremos dos trozos de tarta para hombres —añadió Joe.
Invitado miró el plato vacío de Tyler y él sonrió. Por algún motivo, también miró a Joe y él sonrió casi con desgana.
Nadine estaba retirando los platos usados.
—Traeré el té y los postres —dijo Nadine antes de dirigirse hacia la cocina.
Invitado miró a Tyler y a Joe alternativamente. Sospechaba que Joe se había comido las espinacas cuando ella no estaba mirando. Tyler nunca se había comido tan deprisa esa verdura. Sin embargo, cayó en la cuenta de que no había dicho que él tuviera que comérselas, sino que tenían que desaparecer del plato.
—Te diré que ya sé que Joe se ha comido las espinacas. La próxima vez seré más precisa con mis condiciones.
Tyler miró a Joe y los dos hicieron un gesto que ella no pudo descifrar.
Cuando terminaron los postres, Joe se excusó para poder ir al Silver Star y ella llevó a
Tyler a su cuarto. No sabía cuántas «próximas veces» les quedaban. Con un regusto agridulce, se dio cuenta de que Tyler estaba tan cautivado por él como ella.
CAPITULO 16
Los días siguientes pasaron demasiado deprisa, pero las noches se hacían eternas. Todas las noches, Invitado se tumbaba cerca del niño y escuchaba el sonido de su respiración. Demasiado tiempo para pensar. Demasiado tiempo para arrepentimientos y sueños truncados. Había entregado a su hijo. Había renunciado a sus derechos de madre porque lo amaba. Cada vez que oía cómo llamaba «mamá» a Jenny Lee, una punzada de desconsuelo le atravesaba el corazón. Las limitaciones y la necesidad de ayuda de Jenny habían sido una bendición y una tortura íntima. Pudo bañarlo, darle de comer, cuidarlo y llevarlo y traerlo de la escuela; todo eso fue un privilegio.
Esa noche se acordó de la historia de Moisés, quien se crió como el hijo de una reina, pero lo cuidó y amamantó su madre. Sin embargo, su situación no era tan noble. Su angustia era fruto de una confianza impulsiva y necia.
Jenny le había repetido una y otra vez el obsequio tan increíble que le había hecho. Se sintió tan agradecida y complacida que consideró a Tyler como propio. Royce aceptó sin oponerse. Invitado sospechaba que todo lo que sirviera para apaciguar a Jenny le facilitaba poder tramar a escondidas sin demasiadas preguntas.
El padre de Invitado hizo algo muy parecido con Jenny. Sus padres la mimaron y sosegaron. Jenny y Invitado fueron dueñas de una parte de la empresa porque la fábrica de ladrillos Sutherland se creó con el dinero de la madre de Invitado y su madre eligió los titulares de las participaciones.
El padre de Invitado levantó el negocio de la nada. Más tarde, Invitado invirtió y el dinero dejó de estar ahorrado para empezar a multiplicarse.
Jenny no se preocupó lo más mínimo de la empresa ni del dinero. Su mundo se redujo a sus habitaciones y a las personas que amaba.
Algunas veces, Invitado se preguntaba qué habría pasado si Forest se hubiese quedado; si se hubiese casado con ella y hubieran criado juntos a Tyler. ¿Se habría quedado ella en la fábrica o también la habría dejado para cuidar a Jenny? En cualquier caso, habría podido conservar a Tyler y él la habría llamado «mamá». Incluso, habría podido tener más hijos.
Era una necia por dar rienda suelta a hipótesis, pero las noches eran insoportablemente largas.
Oyó que llamaban suavemente a la puerta.
Se le aceleró el pulso. Se destapó, se puso la bata de seda que tenía a los pies de la cama, se levantó y fue a abrir.
Pudo reconocer los hombros y el pelo revuelto de Joe a contraluz del farol que estaba colgado en la pared detrás de él.
—Ven a mi habitación —susurró él.
Ella notó un estremecimiento y la sangre le hirvió.
—No puedo quedarme mucho tiempo —susurró ella—. Espera un segundo.
Volvió a la habitación, tapó al niño y recogió la llave. Una vez en el pasillo, Joe tomó la llave y cerró la puerta. La agarró de la mano y la llevó escaleras abajo. Él había encendido la chimenea y había abierto una botella de jerez. Sirvió dos copas y dio una a Invitado . Ella se la llevó a los labios con cierta vacilación. Dio un sorbo. Tenía un sabor fuerte que recordaba a las almendras.
—Es bueno.
El la llevó a la colcha que había extendido y tomó la copa de ella para dejarla a un lado. Sin decir nada, empezó a desvestirla. Se quitó la camisa, se arrodilló delante de ella, la agarró de las caderas y la besó en el estómago.
Invitado introdujo los dedos entre su pelo y cerró los ojos. Quería recordar cada caricia, cada beso, cada sonido y cada susurro de los instantes que pasaban juntos. Le cayeron unas lágrimas y se las enjugó antes de arrodillarse para mirarlo.
Él tomó sus mejillas entre las manos y la miró a los ojos. El corazón de Invitado se desbordó por la adoración que sentía por ese hombre que nunca podría tener, por el amor que nunca podría declararle ni permitirse.
—Cuando te miro durante el día —le dijo él—, te imagino así; entre mis brazos; debajo de mí con el pelo revuelto; con tus labios inflamados por los besos.
Esas palabras, directas y sencillas, eran poesía y música para su alma vacía, una alma que había anhelado la aceptación y el reconocimiento. Sintió un nudo en la garganta.
—No me basta con el amor —siguió él—. Quiero que seas mía.
—No.
Ella sacudió la cabeza y la bajó para que él no viera la vergüenza y el dolor que la dominaban. Él se la levantó con un dedo en la barbilla para que lo mirara a los ojos.
—No te avergüences. Lo que siento por ti es digno y respetable.
—Joe... No he dudado de tu honestidad ni un instante. Eres el mejor hombre que he conocido.
—Dime qué te lo impide. Dímelo.
—Algo que no puedes cambiar —replicó ella —. Estoy aquí y tenemos esta noche. Sé que no es justo, pero es todo lo que puedo darte. Desearte no está bien, pero no puedo evitarlo.
Él la abrazó con fuerza.
—No quiero que lo evites.
Él la besó y acarició y ella le correspondió con todo su corazón, con la esperanza de demostrarle que significaba todo para ella, queriendo confirmarle cuánto lo deseaba y necesitaba.
Fue delicado y cariñoso un instante y apremiante a continuación. Ella se sorprendió por la pasión. Su entrega a darle placer y confortarla hizo que los ojos se le empañaran otra vez de lágrimas. Además, seguía cuidándola y protegiéndola al no depositar su semilla dentro de ella.
Invitado quiso llorar, pero le dio miedo empezar y no poder parar y no quería que él pensara que la había disgustado en algún sentido porque no era así. Ella era la que no estaba a la altura, la que ponía trabas. No se merecía su aprecio.
El reloj de la estantería de la chimenea dio la hora y ella agarró la bata.
—Tengo que irme.
Él no dijo nada, se sentó, rebuscó en el bolsillo, sacó la llave de la habitación y se la dio. —Me voy.
El no discutió y ella se alegró. Estaba casi en la puerta cuando él habló.
—Que duermas bien, Invitado .
Salió y subió las escaleras rápida y silenciosamente. Consiguió abrir y volver a cerrar la puerta antes de derramar las lágrimas. Se tumbó en la cama, se tapó con la colcha y agarró la almohada para sofocar los sollozos. Cerró los ojos para alejar el recuerdo de la pregunta que le hizo con tanta preocupación la primera vez, pero que todavía le retumbaba en la cabeza: «¿Te he hecho daño?»
Lloró tanto que temió despertar a Tyler. Se tranquilizó, puso la parte mojada de la almohada hacia abajo y colocó bien la colcha. No se avergonzaba de amar a Joe ni se avergonzaba de haber amado a Forest, pero se sentía dolida y humillada. Le dolía el pecho con una punzada de arrepentimiento y un tipo de vergüenza completamente distinto. Forest la abandonó sin explicación alguna; la abandonó y se quedó esperando mientras pasaban los días, las semanas y los meses.
Ella estaba pensando hacerle lo mismo a Joe.
El quería un compromiso. Si no lo hubiera callado cada vez que lo había intentado, ya le habría pedido que se casara con él. Sin embargo, estaba satisfaciendo sus deseos. Estaba amándola de la única manera que ella le había consentido. Había encontrado un hombre que la apreciaba y tenía un concepto elevado de ella, pero era demasiado tarde. Era imposible que los sentimientos de los dos, cada vez más intensos, tuvieran algún fruto. Como era imposible que negara el placer que encontraba entre sus brazos. Nunca volvería a dormir bien.
Invitado esperó haber disimulado su noche en vela lavándose la cara con agua fría y aplicándose con largueza todo tipo de potingues. Sirvió el desayuno a Tyler y se sentó al extremo de la mesa con Matt, Daniel y Phoebe. Se sirvió un plato y probó un poco los huevos y la loncha de jamón.
Al ver a su hijo con los Harper, estuvo segura de que la estancia allí había sido provechosa para él. Había salido de sus límites habituales y había participado en las cosas propias de los niños. Además, el interés de Joe había aumentado mucho su confianza en sí mismo.
Los niños terminaron y llevaron los platos a la cocina. Tyler volvió y agarró los libros y la bolsa con comida.
—Adiós, tía Invitado .
—Que pases un buen día, Tyler —replicó ella con una sonrisa.
Por la noche, él le daba un beso y un abrazo, pero delante de los otros chicos se comportaba como si fuera demasiado mayor para hacerlo. Los tres se empujaron para ver quién llegaba antes a la puerta y sus risas y carreras retumbaron en el vestíbulo.
—Es una pena que crezcan y se hagan hombres —comentó Phoebe con una sonrisa maliciosa. —A esta edad son encantadores.
—Lo he oído —dijo Ward de camino a la cocina.
Invitado terminó el té y también llevó los platos a la cocina, donde Lilibelle estaba dando instrucciones. Cuando entró en el despacho, Joe ya estaba allí con una taza de café al alcance de la mano. Tenía una bolsa pequeña en la mano derecha y la apretaba una y otra vez.
—El médico me ha dicho que ejercite la mano y el brazo con esta bolsa llena de arena —le explicó mientras la dejaba—. ¿Has dormido bien?
Las visiones de la noche anterior con él la sofocaron y le aceleraron el pulso. La expresión de Joe le indicó que se había dado cuenta de lo que estaba pensando. La habitación le pareció de pronto agobiante. Si hubiera habido una ventana, la habría abierto.
—¿Y tú?
—No especialmente.
Ella se sentó, ordenó la pluma y el tintero y abrió uno de los libros de cuentas.
—¿Por dónde empezamos?
El día pasó sin contratiempos. Joe se marchó para asistir a una reunión del ayuntamiento y volvió después de comer.
Invitado miró el reloj que tenía en el broche y al comprobar que era la hora de que los chicos volvieran de la escuela, fue a la cocina y les preparó unas rebanadas de pan con mantequilla y unos vasos de leche. Ada llegó y se sentaron a la mesa a esperar. Lilibelle y su ayudante estaban preparando la cena mientras Ada y Invitado charlaban. Al cabo de un rato, Ada se levantó.
—¿Qué habrán encontrado esos niños que los ha distraído tanto? Saben que tienen cosas que hacer.
—Iré a ver —se ofreció Invitado .
Salió por la puerta trasera y se dirigió por el callejón hacia la parte de atrás del almacén. Siguió hasta la escuela y se encontró con la puerta abierta.
La señorita Fletcher estaba borrando la pizarra cuando Invitado entró en la clase.
—Hola, señorita Sutherland —saludó—. ¿Qué la trae por aquí?
—Tyler y los chicos Harper no han llegado a casa todavía y he pensado que a lo mejor seguían en clase por algún motivo.
La profesora frunció el ceño y se frotó las manos para limpiárselas.
—Tyler, Daniel y Matt no han venido hoy a clase. Supuse que tendrían algo que hacer.
Invitado intentó asimilar lo que había oído.
—¿No han venido a clase en todo el día?
—No —contestó la profesora mientras sacudía la cabeza.
Julieta♥
Re: ♥ Al Viejo Estilo ♥... (Joe & Tu)...Adaptación
AAAII EN DONDE ESTARAAANN ESOS NIÑOOOSSSS????
PORFAAAA PON OTROOOSSS
PORFAAAA PON OTROOOSSS
chelis
Re: ♥ Al Viejo Estilo ♥... (Joe & Tu)...Adaptación
que le pasaría a los niños donde estarán? vamos síguela no nos dejes con curiosidad :bounce:
siguelaaaaaaaaaaa
siguelaaaaaaaaaaa
lorenitajonas
Re: ♥ Al Viejo Estilo ♥... (Joe & Tu)...Adaptación
que trsite que la rayis no se quede con joe :/
y tyler donde esta?
me encanta
sigue
y tyler donde esta?
me encanta
sigue
andreita
Re: ♥ Al Viejo Estilo ♥... (Joe & Tu)...Adaptación
ASI QUE TYLER SI ES SU HIJO¡¡¡WOW
ASHH QUIERO QUE ACEPTE A JOE¡¡¡
ASHH QUIERO QUE ACEPTE A JOE¡¡¡
berenice_89
Re: ♥ Al Viejo Estilo ♥... (Joe & Tu)...Adaptación
CAPITULO 17
¿Los niños no habían llegado al colegio?
—¿Cómo? —Invitado , casi presa del pánico, miró hacia la puerta—. No lo entiendo, Ada y yo los despedimos a la hora de siempre.
La profesora movió lentamente la cabeza.
—Puede mirar en las pozas. A lo mejor están pescando. Hace un día muy bueno y hasta los mejores alumnos pueden sentirse tentados por el buen tiempo.
—Tyler no sabe absolutamente nada de pesca —contestó ella mientras salía corriendo del edificio.
Siguió corriendo hasta el hotel y entró precipitadamente en la cocina.
—¡No han ido al colegio!
—¿Estás segura? —preguntó Ada levantándose de un salto.
—La señorita Fleteher me ha dicho que esta mañana no aparecieron por allí; que a lo mejor están pescando.
—Daniel y Matt saben que los despellejaría vivos si hicieran novillos —replicó Ada en jarras.
—Pero ¿es posible? —insistió Invitado . Ada levantó las dos manos y ladeó la cabeza.
—Es posible...
Invitado fue apresuradamente al despacho, pero Joe no estaba allí. A esas horas de la tarde, a veces pasaba un par de horas en el salón. Salió corriendo del hotel y llegó casi sin aliento a las puertas batientes. Joe estaba sentado a una mesa con Quay y dos mujeres vestidas con unas faldas sencillas y con camisa. Invitado reconoció a Madeline Holmes.
—¿Pasa algo? —le preguntó Joe.
—Tyler y los chicos Harper no han ido hoy a la escuela. La señorita Fletcher me ha dicho que no los ha visto en todo el día. Pensó que a lo mejor habían ido a pescar —a ella se le ocurrieron algunas posibilidades peores—. ¿No se habrán encontrado con una serpiente venenosa y les habrá picado?
—No picaría a los tres a la vez —Joe, siempre racional, se levantó—. Alguno habría vuelto corriendo para pedir ayuda. Es más probable que estén pescando.
—¿Se te ocurre dónde?
—Puedo imaginármelo. ¿Crees que habrá intentado encontrar la casa de Willie para ver el caballo otra vez?
Ella se llevó la mano a la boca mientras lo pensaba.
—No es propio de él, pero tampoco había faltado nunca a la escuela.
—Voy a ensillar los caballos, jefe —dijo Quay antes de levantarse e ir hacia la puerta.
—Rowena —Joe se volvió hacia la pelirroja que estaba sentada a la mesa—. ¿Te importaría ir a buscar al sheriff y decirle que estamos buscando a Tyler y a los hijos de Ada?
—Claro —la chica se levantó y fue hacia la puerta.
—¿Hay algún otro sitio a donde habría podido ir Tyler? —preguntó Joe—. A la casa, quizá.
—Es posible —contestó Invitado —, pero no hay nadie allí. Royce sólo va a dormir.
—¿Por qué no vas a comprobarlo por si acaso?
—De acuerdo. Tendré que encontrar la llave. Seguro que Royce ha cerrado la casa.
—Maddie, la acompañarás, ¿verdad?
La mujer asintió con la cabeza y acompañó a Invitado hacia la puerta. Invitado no podía pensar con claridad, pero rezó para encontrar a los tres chicos en la casa. No sabía por qué se sentía abrumada por un mal presagio.
Maddie estuvo con ella mientras abría la puerta y las dos entraron en el recibidor.
—¡Tyler...!
El grito retumbó y volvió a gritar. Buscaron minuciosamente y en silencio por todos lados. Maddie no pudo evitar fijarse en la altura de los techos y la calidad de los muebles.
—No han estado aquí —afirmó Invitado .
Nora apareció por las escaleras principales.
—¡Invitado ! ¡Qué alegría verte!
—Tyler no ha ido hoy a la escuela —le explicó Invitado deprisa y corriendo—. Esperaba que hubiera venido aquí. Está con otros dos niños.
—No he visto a nadie —replicó Nora con el ceño fruncido por la preocupación.
Se quedaron en el camino de entrada y Invitado miró hacia las casas que había al otro lado de la calle.
—Joe ha ido a buscarlos en las pozas. Supongo que no estará de más si pregunto por los alrededores hasta que vuelva.
—Te acompañaremos —se ofreció Nora.
La tres recorrieron toda la manzana y se hicieron con la ayuda de Marian Atwell y otros vecinos.
Cuando volvieron delante de la casa de su infancia, Invitado miró hacia la fábrica de ladrillo y vio el edificio de tres pisos, las chimeneas y los secaderos. Tyler había ido allí muy pocas veces y no se imaginó ningún motivo para que hubiera ido esa vez.
Maddie agarró del brazo a Invitado cuando volvía al salón.
—Encontrarán al niño.
—Nunca le he levantado la mano —comentó Invitado con la voz temblorosa —, pero se va a llevar unos buenos azotes por esto.
Ada salió del hotel y el enfado de antes había dejado paso a la incredulidad.
—He buscado en todos los sitios que se me han ocurrido.
Invitado le contó dónde habían buscado ellas. Luego, tomó la mano de Ada y siguieron hasta el salón, donde el sheriff estaba esperándolas. Ada se sentó a una mesa y Invitado fue de un lado a otro mirando por las ventanas cada dos por tres. Al cabo de un rato, Joe y Quay volvieron sin los niños. Joe tenía una expresión sombría y firme.
—Tenemos que decírselo a Royce y organizar la búsqueda.
Un miedo nuevo atenazó el corazón de Invitado , que miró a Ada y captó su preocupación porque cada vez era más evidente que la situación era grave.
El sheriff pidió atención y asignó las tareas.
—Quay, ve a la fábrica de ladrillos y comunícaselo al padre del niño. Dile que sus empleados revisen cada rincón de la fábrica. Joe, reúne a Yale y Silas y a todo el que puedas encontrar. Primero buscaremos por el pueblo y luego, si es necesario, nos extenderemos por las afueras.
Al cabo de unos minutos, todo el mundo estaba buscando por almacenes, establos, patios y por debajo de las piedras. Invitado se sentó al lado de Ada y le dio una palmada en el brazo para tranquilizarla, aunque ella no estaba nada tranquila en ese momento.
Royce se presentó en el salón, empezó a hacer preguntas y se sentó al lado de Invitado .
—¿Qué tal estás, querida?
Invitado se puso muy recta. No quería mirarlo. Detestaba que él tuviera algo que ver con su vida y la de Tyler y le fastidiaba que estuviera allí, sobre todo, cuando su comportamiento era una actuación falsa y premeditada.
Bonnie llevó unas teteras y Maddie y ella hicieron té.
—Tómate esto, cariño —le dijo Bonnie a Invitado —. El té siempre te ha sentado bien.
Invitado sabía que su amiga quería ayudar e hizo un esfuerzo para tomar la taza con una mano temblorosa. Por dentro, sólo quería gritar.
Ada estaba sentada con la mirada clavada en la puerta.
—Llegaremos al fondo de este asunto, ya lo verás —le dijo Royce como si estuviera haciendo algo para conseguirlo.
Invitado no tuvo más remedio que mirarlo ante tanta hipocresía. El esbozó una sonrisa que fingía ser de ánimo, pero que sólo era una manera de regocijarse con el poder que tenía sobre ella. Invitado quiso pegarle con algo.
Habían pasado quince minutos cuando se oyó un alboroto en la calle. Royce se levantó para recibir a los hombres que entraban con dos niños. Daniel y Matt Harper tenían las caras sucias y con estelas de lágrimas secas.
Ada también se levantó y corrió hacia ellos para abrazarlos.
—¿Dónde está Tyler? —preguntó Invitado mientras se abría paso.
—No lo sé —contestó Danny con la voz quebrada.
Joe levantó unos trozos de cuerda cortada.
—Los hemos encontrado atados en el cobertizo de Oak Street.
—¿Qué ha pasado? —preguntó Ada.
Matt se echó a llorar y se abrazó a su madre. Ella lo agarró y miró a Daniel.
—íbamos a la escuela como siempre —le contestó Daniel con un tono algo más animado—. Estábamos detrás del almacén y caminábamos al lado de un carro. Entonces, oí un rifirrafe, me di la vuelta y vi los pies de Matt. Alguien estaba montándolo a rastras en el carro. Tyler estaba tirado en el suelo. Fui hacia él, pero alguien me agarró y me puso algo que olía muy mal en la nariz. Lo siguiente que recuerdo es que Matt y yo estábamos atados en ese cobertizo y Tyler no estaba allí.
Invitado sintió unas ganas incontenibles de vomitar. Vio un cubo de madera al fondo de la barra y corrió hacia él. Vomitó hasta que le pareció que el estómago se le había dado la vuelta como un calcetín.
—Yo me ocuparé de esto —Royce le puso una mano en el hombro—. No te preocupes —se dio la vuelta y se dirigió a todos en voz alta—. Pagaré una recompensa de trescientos dólares a quien traiga a mi hijo sano y salvo.
Invitado se dejó caer y se quedó sentada en el suelo. Maddie le llevó un paño mojado.
—Tenga. Límpiese la cara, señorita Sutherland.
Joe no pudo soportar ver la expresión de espanto en el rostro desencajado de Invitado . Tuvo que reunir toda su entereza para no levantarla y abrazarla hasta que dejara de temblar. Eso habría dado lugar a las habladurías y era preferible emplear el tiempo en buscar a Tyler.
—Parece que alguien los adormeció con cloroformo, pero que sólo se llevó al pequeño Sutherland —concluyó Warren Haglar a los hombres que esperaban instrucciones.
—A lo mejor piden un rescate —opinó Yale—. Dunlap tiene más dinero que casi todo el mundo por aquí.
—Joe, seguramente seas el mejor rastreador que tenemos —dijo el sheriff.
Joe tuvo que apartar la mirada de Invitado , que estaba siendo consolada por su cuñado. No podría ser tan eficiente como tenía que ser si se dejaba llevar por lo que estaba sufriendo ella o por el miedo que estaría pasando Tyler. Durante su paso por el ejército había disparado más tiros que buscado pistas. No era tan diestro como tendría que ser y por eso tenía que ser resolutivo y diligente. Tyler y Invitado lo necesitaban y no podía defraudarlos.
—Revisaré los caminos que salen del pueblo —dijo al sheriff—, pero fue temprano por la mañana y desde entonces, muchos caballos y carruajes habrán pasado por allí.
—Lo sé —replicó el sheriff —, pero tenemos que empezar por algún sitio.
Los hombres se miraron unos a otros y Joe supo lo que estaban pensando. Si Tyler estaba vivo, y Joe tenía que creerlo, estaría aterrado. Le alegró comprobar que Ada y Bonnie estaban ocupándose de Invitado y fue hacia la puerta.
—Será mejor que no desperdicie la luz que queda.
Como había temido, había tantas huellas que entraban y salían del pueblo que no podía seguir ninguna con garantías. Sólo les quedaba la alternativa de buscar entre todos por los caminos, los campos, las granjas y los ranchos.
Silas Brown acompañó a Joe. Buscaron por el este del pueblo, cabalgaron por lechos de riachuelos, por colinas pedregosas y por desfiladeros. Había tanto terreno y había pasado tanto tiempo desde la desaparición de Tyler que Joe se sintió abrumado. Intentó no pensar en la infinidad de cosas que podían haberle pasado al niño. Si alguien hubiera querido matarlo, había tenido todo el tiempo y espacio que necesitaba.
Joe se acordó de los ratos que había pasado con él y de su mente curiosa y perspicaz. No podía concebir que alguien quisiera hacerle algo. El, Joe, se había quedado solo con su madre y no disfrutó casi de su infancia. Tyler le recordaba lo que era ver la vida con unos ojos inocentes.
El cielo se oscureció. Silas y él sacaron el trozo de carne seca que les había dado Quay y la masticaron mientras volvían al pueblo con resignación.
Joe detestaba volver con las manos vacías. Le espantaba tener que ver la expresión en la cara de Invitado . No podía asimilar la idea de defraudarla cuando lo necesitaba.
—Quizá alguien lo haya encontrado ya —comentó Silas.
—Es posible —replicó Joe con más esperanza que convicción.
Cuando ataron los caballos delante del saloon, las luces estaban encendidas, pero no se oía música. Joe abrió las puertas y entró. Invitado levantó la mirada de la mesa a la que estaba sentada con Madeline y Bonnie. Se levantó y lo miró acercarse.
—¿Nada? —preguntó ella.
—Está demasiado oscuro para seguir buscándolo.
En ese momento vio la expresión que lo desgarró por dentro.
—Aumento la recompensa a quinientos dólares —anunció Royce desde la otra punta de la habitación—. Quien me devuelva a mi hijo se llevará el dinero.
Joe mantuvo la mirada atormentada de Invitado . Poner precio a la cabeza del niño hacía que pareciera una posesión y notó que se acaloraba.
—Lilibelle ha estado cocinando —le dijo Rowena a Joe—. Hay comida en el hotel para los hombres que han estado fuera.
—¿Ha comido ella? —le preguntó él mientras señalaba a Invitado con la mirada. Rowena negó con la cabeza.
—¿Por qué no nos traes algo de comer? —le pidió él.
--Voy.
Rowena se levantó y fue hacia la puerta.
—¿Vais a comer mientras mi hijo está desaparecido? —preguntó Royce—. Puede estar en manos de un ladrón o un asesino.
Invitado cerró los ojos al oírlo.
—No sabemos nada con certeza —intervino el sheriff.
—Está demasiado oscuro para seguir buscando —le dijo Joe —. No servirá de nada poner en riesgo a los caballos y no servirá de nada que vayamos hambrientos.
—A lo mejor puedes vender entradas para este espectáculo, Jonas —le dijo Royce mientras se acercaba.
Joe se limitó a mirarlo.
—A lo mejor lo has montado para hacer negocio.
—¿De qué estás hablando? —Joe se sentía cansado, hambriento y furioso —. A mí me parece que estamos perdiendo dinero. ¿Alguien ha tomado algo, Quay?
—He vendido un par de cervezas, nada más.
—Además, Lily está sirviendo comidas en el hotel —añadió Joe.
—Nadie quiere tu caridad —le espetó Royce—. Puedo ocuparme de mi familia.
—Ya lo he visto... —replicó Joe.
—¿Qué insinúas?
—¿Cuándo es el cumpleaños de Tyler?
—Joe, déjalo... —le pidió Invitado con tono de advertencia.
Royce estaba de pie justo delante de Joe. Miró a Invitado y volvió a mirar a Joe.
—¿Qué importa eso?
Jonas ya estaba furioso.
—Creo que un hombre debería saber cuándo es el cumpleaños de su hijo y hacer un esfuerzo para felicitarlo.
—Tengo que dirigir un negocio. Un negocio respetable —añadió con tono provocador—. Dedico todo el tiempo a dirigir la fábrica de ladrillos. Yo, al revés que tú, no me gano la vida alquilando habitaciones a rameras y traficando con esclavos.
Se hizo un silencio muy tenso y todas las miradas se dirigieron a Joe.
Julieta♥
Re: ♥ Al Viejo Estilo ♥... (Joe & Tu)...Adaptación
ese cretino bueno para naaadaaaa!!!
como se atreve a decirle eso a joooeeeee!!!!!!....
yyy aaaii porfaaa que no le pase nada a el niñoooo!!!!!
como se atreve a decirle eso a joooeeeee!!!!!!....
yyy aaaii porfaaa que no le pase nada a el niñoooo!!!!!
chelis
Re: ♥ Al Viejo Estilo ♥... (Joe & Tu)...Adaptación
quien s llevoa tyler???
ese royce que se cree al decirle eso a joe??
ese royce que se cree al decirle eso a joe??
berenice_89
Re: ♥ Al Viejo Estilo ♥... (Joe & Tu)...Adaptación
CAPITULO 18
—¿A cuál de todas estas mujeres estás llamando ramera, Dunlap? —preguntó Joe mientras se desabrochaba el cinturón de la cartuchera—. Me encantaría partirte la cara en su nombre.
Uno de los presentes agarró la cartuchera y se retiró.
Una sombra de miedo cruzó el rostro de Royce.
—Dímelo —Joe se acercó con un gesto desafiante—. ¿A cuál?
—Esto es exactamente lo que me esperaba de ti —dijo Royce mientras se colocaba bien la corbata y retrocedía—. Una amenaza vulgar de un mísero...
Royce no terminó la frase porque Joe le pegó un puñetazo en la mandíbula y lo derribó sobre la mesa, que se volcó y lo dejó caer al suelo.
—¡Sheriff! —gritó Royce mientras se ponía de rodillas con toda la dignidad que pudo—. ¿Va quedarse de brazos cruzados y permitir que este desecho de la sociedad aumente el sufrimiento cuando hago todo lo que puedo para encontrar a mi hijo?
Warren se puso delante de Joe.
—Sé que es un pez gordo de este pueblo, pero es un poco descortés —le dijo a Royce—. Ha venido a insultar al hombre y a la gente que están buscando a su hijo. No le he visto ahí fuera buscándolo.
—Me parece que olvida quién lo contrató —replicó Royce con una mirada furiosa.
—El ayuntamiento lo contrató —intervino Joe.
—Y el ayuntamiento puede despedirlo. Royce se levantó, pero se tambaleó. Apretó la mandíbula y la movió hacia los lados, luego, abrió la boca. Un hilillo de sangre le cayó por la comisura y le manchó el cuello de la camisa, blanco e impecable.
Invitado se acercó unos pasos y miró a los dos hombres.
—Lo único que importa es que Tyler vuelva sano y salvo. Todo el mundo está preocupado y cansado, pero los demás no nos insultamos ni nos damos puñetazos al final de un día espantoso —estaba enfadada, asustada y congestionada—. Comed algo, por favor, y descansad, pero dejad de comportaros como rufianes.
Joe seguía tan rabioso que habría machacado a Royce, pero también se dio cuenta de que su comportamiento había molestado a Invitado .
—Pido disculpas.
Rowena había llegado con una bandeja tapada. La dejó en la mesa y le hizo un gesto con la cabeza. Silas se sentó y se sirvió un plato de asado con patatas. Maddie obligó a Invitado a servirse otro plato. Joe se sentó enfrente de ella.
Rowena llevó café para los hombres y Bonnie sirvió otra taza de té a Invitado . Royce acabó sentándose al lado de la puerta.
—Todo el mundo necesita dormir —dijo el sheriff—. Nos reuniremos en la puerta de mi oficina al amanecer.
A Joe le fastidió no poder confortar a Invitado en público. Se dio cuenta de lo clandestina que era su relación y de lo perjudicial que sería para ella desvelarla.
—Creo que no deberías pasar la noche sola —le dijo Joe.
Ella lo miró con los ojos rebosantes de preocupación y una tristeza muy profunda.
—Si quieren un rescate, no le harán daño. Pero, entonces, ¿por qué no han dicho nada todavía?
—No lo sé —contestó él impotente por no poder darle una respuesta ni consuelo—.
Maddie podría quedarse contigo; o cualquier otra si lo prefieres.
—Me cae bien Maddie.
Joe habló con la mujer, que se mostró más que dispuesta a acompañar a Invitado . Las dos mujeres salieron hacia el hotel.
Royce se marchó poco después.
Joe se quedó y llenó unas jarras de cerveza para los hombres que se habían quedado. El desánimo era general y en el Silver Star, inusitadamente, no se oían ni música ni risas. Bastante después de la medianoche, Joe cerró las puertas y se fue a casa. Se quedó un buen rato en la calle mirando el cielo para buscar la Osa Mayor y rumiando su desasosiego. En algún sitio había un niño aterrado que estaba lejos de su madre por primera vez. Él no tuvo la presencia de su padre durante su infancia y Tyler merecía algo mejor. No solía rezar, pero elevó una plegaria para que Tyler siguiera vivo y volviera sano y salvo.
Un lobo aulló a lo lejos.
Invitado no volvería a dormir hasta que Tyler apareciera vivo. Maddie se había quedado dormida en el otro extremo de la cama y agradeció su presencia. Se imaginó cientos de situaciones atroces. Aun así, no podía entender que alguien se hubiera llevado a su hijo. Según lo que contó Daniel, alguien había empleado cloroformo para adormecer a los niños y poder llevárselos del callejón que había detrás del hotel y el almacén. Seguramente, los habrían montado en el carro que Daniel y Matt habían visto. Nadie en el hotel recordaba que a esas horas hubieran entregado algún pedido o se hubieran llevado algo. A esas alturas, se sentiría aliviada si veía una nota pidiendo un rescate. Por lo menos, tendría una explicación.
Con el pulso acelerado y los ojos secos, se despertó después de haber dormido una hora o así. Sintió remordimientos por haber dormido algo cuando Tyler estaba en algún sitio desconocido, seguramente herido y, con toda certeza, aterrado. Estaba oscuro, pero encendió una cerilla y miró el broche. Amanecería pronto.
—¿Ha dormido? —le preguntó Maddie.
—Un poco.
—Iré a por agua —le dijo Maddie para dejarle un rato de intimidad.
Cuando se hubieron lavado y vestido, el hotel ya estaba empezando a tener actividad. Las puertas se abrían y cerraban y se podían oír algunas voces en el piso de abajo.
Invitado oyó tres disparos mientras bajaba al vestíbulo. Bajó corriendo. Se oyeron pasos precipitados y Joe salió corriendo del comedor seguido por otros hombres. Las ayudantes de cocina también aparecieron para saber qué había pasado.
Invitado siguió a Joe, que había desenfundado la pistola y estaba abriendo la puerta del hotel. Cruzó el porche a toda velocidad.
—¡Quédate ahí! —le gritó a ella por encima del hombro.
Ella se quedó en el porche e intentó ver algo en la penumbra del amanecer.
—¡Tiene al niño! —gritó alguien en la calle principal, cerca del banco y la prisión.
Invitado lo oyó y salió corriendo para intentar alcanzar a Joe.
Julieta♥
Re: ♥ Al Viejo Estilo ♥... (Joe & Tu)...Adaptación
yo creoo que todo esto es cosa de ese cuñado hijo de la maldad :caliente2: aaiiiiii que sea cierto que aparecio el niño
chelis
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