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♥ Al Viejo Estilo ♥... (Joe & Tu)...Adaptación
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: ♥ Al Viejo Estilo ♥... (Joe & Tu)...Adaptación
CAPITULO 11
La fiesta de Tyler había merecido la atención de todos los trabajadores del hotel. Sabían que había perdido a su madre hacía poco y todos intentaron hacer algo especial en el menú o añadir un pequeño regalo al motón cada vez más alto que había en la mesa.
Tyler puso un gesto de fastidio cuando ella le insinuó que invitara a algunas niñas de su clase. Ella levantó las manos y le aseguró que podía hacer la lista de invitados que quisiera. Once niños, los Harper entre otros, invadieron el comedor. Jugaron a las tinieblas entre gritos de niños. Joe apareció y observó con interés. La sombra oscura que le cubría parte del rostro no le restaba atractivo. Por lo menos, había dejado de afeitarse con la mano izquierda y de destrozarse la piel.
—No me había imaginado que fueran a hacer tanto ruido —dijo ella casi a gritos.
—Son niños —replicó él mientras se encogía de hombros —. Tienen que divertirse.
Después de que jugaran un rato más, Joe sacó una campanilla del cabestrillo y empezó a tocarla para que le hicieran caso.
—¿Sabéis jugar al campanillero?
—¿Qué es eso?
—¿Cómo se juega?
Los niños fueron corriendo a donde estaba él.
—Un jugador tiene que ser el campanillero —empezó a explicarles él.
—¡Yo! ¡Yo! —gritaron todos a la vez.
El levantó la mano con la campanilla para callarlos.
—A todos los demás hay que taparles los ojos.
Joe se volvió hacia Wade, que estaba en la puerta con un montón de pañuelos rojos y nuevos.
—El campanillero lleva la campanilla y va de un lado a otro. Toca la campanilla de vez en cuando y todos los demás intentan atraparlo.
Los niños se rieron en cuanto comprendieron el juego.
—La señorita Sutherland será la primera campanillera —añadió Joe.
—No... —ella levantó una mano.
—¿Por qué? Todos tendrán los ojos tapados y tú podrás ver. No es muy difícil...
—No creo —insistió ella.
—Vamos, tía Invitado —le pidió Tyler—. Por favor, sé la campanillera.
Ante su súplica, ella aceptó y entonces, media docena de adultos aparecieron para apartar las sillas y mesas y vendar los ojos a los niños.
—Si yo voy a jugar, tú también —le exigió ella a Joe.
—Estoy herido.
—Eso dices ahora, pero el resto del tiempo te apañas muy bien —ella ladeó la cabeza—. ¿Tienes miedo de que los niños lo hagan mejor que tú?
Se dio la vuelta y fue a por un pañuelo.
—Acepto el reto, pero voy a poner una regla nueva. ¿Cuál?
—El primero que te atrape se comerá el trozo más grande de tarta.
A los niños les encantó la idea.
—Necesito ayuda —pidió él con el pañuelo en alto.
—¡Yo te lo pondré! —Tyler salió disparado para agarrar el pañuelo rojo —. Agáchate.
Invitado , al ver a Joe agachado para que Tyler pudiera ayudarlo, sintió un nudo en la garganta. Ella notó la buena sintonía que había entre ellos la noche en que hablaron de la Osa Mayor y captó la admiración de Tyler cuando Joe le contó sus andanzas en el ejército y le habló de su caballo.
Tyler estaba deseoso de tratar con un hombre. Así era como debería haber sido su vida. Dejó a un lado esas ideas súbitas y volvió al juego.
—Apartaos formando un círculo y de espaldas a mí —les ordenó.
Cuando todos los varones le obedecieron, ella se puso en medio de la habitación y tocó la campanilla. Todos se dieron la vuelta y fueron en distintas direcciones. Ella tocó otra vez y todos se volvieron hacia ella. Sigilosamente, se dirigió al extremo opuesto de la habitación y volvió a tocar. Todos se giraron y ella quiso reírse. Tuvo que taparse la boca para que Danny no la descubriera cuando pasó a un metro de ella.
Lo esquivó y tocó la campana.
Después de varios intentos, se quedó entre Matt Harper y Joe. Dispuesta a despistarlos, fue de puntillas y se puso detrás de Joe.
El se dio la vuelta tan deprisa, que ella estuvo a punto de tropezarse cuando quiso escapar, pero él la agarró de la cintura con el brazo sano y la estrechó contra sí. Ella no se opuso porque no quiso hacerle daño, pero pudo notar la dureza de su pecho cuando la sujetó.
—¡La tengo! —gritó él.
Los niños se quitaron los pañuelos y Joe la soltó un poco.
—¿Cómo has sabido que estaba ahí? —le preguntó ella.
—Podía oler tu pelo —contestó él sin soltarla del todo.
Ella se apartó y lo miró a los ojos, resplandecientes con un brillo burlón pero desbordante de deseo. Ella se apartó más, con el corazón desbocado.
—¿Quién será el campanillero ahora?
—Yo —contestó él mientras le daba el pañuelo a ella a cambio de la campanilla—. Y no te olvides de mi tarta...
—Tengo que ir a ver la comida.
Invitado hizo un esfuerzo para no salir corriendo hacia la cocina. Lilibelle, sentada junto a la puerta, lo había visto todo y sonrió.
—Me gusta ver cómo te diviertes.
Phoebe e Yvonne también sonrieron cuando pasó junto a ellas. Invitado se quedó sola en la cocina mientras intentaba serenarse. Todo había sido completamente inocente y lo habían presenciado una docena de niños y varios adultos, sin embargo, ella se sentía como si hubiera sido algo muy íntimo. ¿Había olido su pelo? Se pasó la mano por el pelo y se dio cuenta de que le temblaban los dedos. Fue la forma de decirlo de él, el resplandor de sus ojos, su cuerpo estrechado contra el de ella... Se llevó un mechón a la nariz. ¿A qué olía? ¿A vainilla? ¿A azúcar molida?
Oyó un grito y unas risas en la habitación de al lado y se acordó de que había ido a hacer algo. Destapó una bandeja con sándwiches y la llevó al comedor.
Los niños se lanzaron sobre los sándwiches, siguieron con unas empanadillas de manzana que había aportado Lilibelle y unas galletas que habían hecho Phoebe e Yvonne. Al final, llegó la tarta de Invitado .
—He estado reservándome —le anunció Joe—. Me toca el trozo más grande.
Ella cortó un trozo enorme y se lo dio.
—Es la receta de mi madre —le comentó ella—. Jenny y yo siempre tomábamos esta tarta en nuestros cumpleaños.
Él probó un trozo y cerró los ojos con un gesto exagerado de placer.
—¿Me harás una para mi cumpleaños?
—¿Cuándo es?
—En octubre.
Para entonces se habría marchado hacía tiempo.
—Le daré la receta a Lilibelle por si no estoy aquí.
Él frunció el ceño.
—¿Dónde vas a estar?
—Para entonces ya no estaré en el hotel —ella se limpió los dedos con un paño—. Es posible que esté viviendo en otra parte.
—Tu casa no está tan lejos. ¿Acaso te refieres a otra parte en otra parte?
—Es posible. No lo sé —no quiso mirarlo a los ojos y recogió los platos y vasos que estaban devolviendo los niños—. Tyler va a abrir sus juguetes y luego podemos mandar a los niños de vuelta a sus casas.
Invitado llamó a los niños y Tyler abrió los regalos: tirachinas y animales tallados, pelotas de goma y hasta un libro. Él dio las gracias a sus compañeros de clase.
Joe sacó un objeto pequeño envuelto en un papel marrón y se lo dio a Tyler.
Tyler lo desenvolvió y apareció un cilindro negro con arandelas de latón.
—¡Es maravilloso!
—¿Qué es? —preguntó Invitado .
Tyler se limitó a extenderlo y a ponérselo en un ojo para que comprobara que era un telescopio.
—Es como el que usan los exploradores del ejército —le explicó Joe.
Los niños se amontonaron para esperar a que les llegara el turno de mirar. Joe la ayudó a repartir los libros y la comida y, al cabo de un rato, todos los niños se habían marchado.
—Dale las gracias a Joe por el regalo y por habernos dejado celebrar el cumpleaños aquí —le dijo Invitado al niño.
Tyler estaba congestionado por la emoción y le felicidad.
—Ha sido el mejor cumpleaños que he pasado en mi vida —le dijo a Joe con mucha seriedad.
Joe se había sentado en una butaca para apoyar el brazo en una mesilla.
—Gracias por invitarme.
Tyler, impulsivamente, rodeó el cuello de Joe con los brazos. La mirada atónita de Joe se dirigió hacia Invitado . Las lágrimas le escocieron en los ojos, pero ella no pudo mirar hacia otro lado. Quiso darle las gracias, pero no le salieron las palabras.
Julieta♥
Re: ♥ Al Viejo Estilo ♥... (Joe & Tu)...Adaptación
SE OYE DIVERTIDO ESO DEL CAMPANILLERO¡¡
OWW JOE LE REGALO UN TELESCOPIO¡¡¡TERNURITA¡¡
OWW JOE LE REGALO UN TELESCOPIO¡¡¡TERNURITA¡¡
berenice_89
Re: ♥ Al Viejo Estilo ♥... (Joe & Tu)...Adaptación
que hermosoo joe es super lindo :)
cuando se besan de nuevo?
cuando se besan de nuevo?
andreita
Re: ♥ Al Viejo Estilo ♥... (Joe & Tu)...Adaptación
CAPITULO 12
No había conocido a muchos hombres, se dijo Invitado mientras volvía al comedor para ordenar y secar los platos y los vasos que había fregado Nadine. Había estado en contacto con hombres en la fábrica, pero no había llegado a conocer a ninguno. Su padre, Forest y Royce eran los ejemplos que había tenido más cerca. Su padre la amaba, pero no la había valorado mucho ni a ella ni a sus cualidades.
Ella pensó que Forest la amaba, pero todavía le dolía pensar que le había entregado su corazón y él se había marchado sin darle ninguna explicación.
Royce... El sólo hacía lo que le reportaba algún beneficio a él mismo a costa de los demás.
Joe, en cambio, hacía cualquier cosa por ayudar a los demás y su ayuda no tenía precio. Su amabilidad era muy atractiva.
Tyler no pudo cenar después de los sándwiches, las galletas y la tarta y ella se preguntó si los padres de los demás niños pensarían que se había vuelto loca por darles de comer tanto a esa hora. Le leyó un rato y él hizo algunas cuentas. Quizá si le diera un baño, se serenaría. Fue por el pasillo que había en el primer piso, por detrás del salón, hasta la zona de aseo. Estaba vacía. Uno de los cuartos de baño era para huéspedes, que recibían la ayuda del personal con el agua caliente y las toallas, y el otro era para empleados. Justo detrás de los cuartos con bañeras, en la esquina del edificio, estaba la lavandería con una bomba para sacar agua y dos estufas para calentarla. Mientras calentaba el agua de Tyler, no dejó de pensar en descansar ella un rato.
Una vez que Tyler estuvo bañado y profundamente dormido, leyó hasta que el hotel se quedó en silencio. Entonces, buscó ropa limpia y bajó por las escaleras traseras. Avivó el fuego de la estufa, calentó agua y la llevó de la lavandería a la enorme bañera de esmalte. Joe no había escatimado en comodidades en esa zona del edificio. Había baldas calientes junto a la estufa para las toallas y la bañera tenía un desagüe que, cuando le quitabas el tapón, vaciaba la bañera en el exterior, en cañerías que acababan regando el jardín.
Echó un poco de su perfume de sándalo y revolvió el agua mientras se acordaba de él, de su cara cuando Tyler lo había abrazado y del contacto de sus brazos alrededor de su cintura. Cuando volvió a por el último cubo de agua caliente, casi se dio de bruces con el hombre en el que estaba pensando. Él llevaba un cubo con la mano izquierda.
—Ya lo tengo.
—¿Has avivado tú la estufa? —preguntó ella.
Él pasó de largo junto a ella para echar el agua humeante en la bañera.
—Hay más agua calentando. Ésta puede estar demasiado caliente.
—No hacía falta que me la trajeras.
—No me importa —replicó él mientras dejaba el cubo.
—No estoy acostumbrada... a que me hagan las cosas.
—Es una pena —él se rascó el mentón con el pulgar.
Él siempre había estado impecablemente afeitado y no poder hacerlo tenía que ser desesperante. Ella pasó por alto ese pensamiento la última vez que lo tuvo, pero esa vez no pudo y agarró una silla que había en un rincón.
—Siéntate.
—¿Para qué?
—Voy a afeitarte.
Él arqueó las cejas con cierto recelo.
—¿Lo has hecho alguna vez?
—Muchas. Me ocupé de mi padre durante casi todo un año.
Él miró la bañera con agua caliente.
—¿Tiene que ser ahora mismo?
—Tenemos agua caliente —ella miró hacia las baldas—. Supongo que también habrá una navaja y jabón. ¿Qué más necesitamos?
—La navaja y lo demás está guardado ahí arriba —le dijo él mientras se sentaba.
—¿En qué cesta? —preguntó ella.
—En la primera por la izquierda de la balda más alta. Hay una pastilla de jabón Williams.
—¿Tienes utensilios en dos sitios?
—Me he pasado mucho tiempo apañándome con unas alforjas. Ahora me apetece darme algunos lujos.
—No me parece mal —Invitado bajó la cesta y llenó el cuenco con agua de su bañera—. Me gusta que todo el mundo tenga un sitio para dejar sus cosas como mejor les parezca.
—A mí me gusta que se pueda confiar en mis empleados para hacer eso.
—¿Por qué no iba a ser así? Has sacado a todos de algún apuro.
Cuanto más sabía de la gente que trabajaba en el hotel, más cosas descubría de Joe y de su tendencia a ayudar a gente en apuros. Era amable, aunque directo y resolutivo.
—A algunos... —Joe se encogió de hombros.
Ella mojó una toalla en el agua de la bañera y la escurrió. Le gustaba lo fuerte que era y cómo controlaba lo que lo rodeaba. Cada día lo respetaba más.
—Echa la cabeza hacia atrás.
Él obedeció y ella le puso la toalla en la cara.
—Qué delicia... —dijo él con la voz amortiguada.
Ella hizo espuma con el jabón de afeitar. Era un hombre con unos principios y un sentido de lo que estaba bien y lo que estaba mal dignos de admiración. Quitó la toalla y le cubrió la barba con el jabón.
Él la miró mientras abría la navaja y se inclinaba sobre él. Con la mano izquierda en la cabeza, la inclinó hacia un lado y bajó la cuchilla por la mejilla con un movimiento suave. Cuando llegó a la mandíbula, inclinó más la cabeza y la cuchilla dejó a la luz una cicatriz que ella no había visto antes.
—¿Qué te pasó?
—¿A qué te refieres?
—Hay una cicatriz.
—No me acuerdo bien. He tenido bastantes peleas. Unos nudillos seguramente.
El siguiente paso de la cuchilla desveló otra línea blanca, más larga y profunda.
Jonas se dio cuenta de que ella se la miraba.
—De ésa sí me acuerdo. Me tiró un caballo.
La habitación era tan cálida y húmeda que costaba respirar. El olor de su pelo embriagaba sus sentidos y el contacto de su mano lo excitaba. El pelo, del color lustroso del azabache, le caía sobre el hombro y los pechos. Se había fijado en sus pechos. La tela brillante de su bata resaltaba sus curvas y la piel se le pegaba donde le habían caído algunas gotas de agua. Sus ojos, como ámbar ardiente, se clavaron en los de él. Se transmitieron algo, algo elocuente... algo que le dijo a él que ella también sentía el mismo calor y que no era el calor de la estufa.
Ella entrelazó los dedos en su pelo y tiró de su cabeza hacia atrás para afeitarle el cuello.
—Ned no lo hace así —dijo él conteniendo una sonrisa.
Ned May era el barbero del pueblo.
—Pudiste haber acudido a Ned —replicó ella.
—No está abierto a estas horas.
Con el pulgar en la nariz, le afeitó el labio superior con unos movimientos suaves y rápidos. Era metódica, como con todo lo que hacía. Le puso un poco más de espuma en la barbilla y le pasó la cuchilla.
—Me gusta tu estilo —la alabó él.
Invitado se sonrojó y a él le gustó. Ella aclaró la toalla y la utilizó para limpiarle la cara. Jonas la agarró delicadamente de la muñeca para detenerla.
—En realidad, me gusta cómo haces todo.
Ella lo miró a los ojos y los labios. Se podía notar el pulso en la base de su cuello y tenía la piel brillante por la humedad. Él le quitó la toalla y le secó la frente, el cuello y la mejilla.
—No puedo dejar de pensar en ti —reconoció él—. Ese beso... ¿Has pensado en él?
—Sí —contestó ella sin vacilar.
—¿Te gustó?
—Demasiado —contestó ella con la respiración entrecortada.
—¿Tanto como para repetirlo?
— Sí.
—Entonces, bésame.
Ella le sujetó la mejilla y le pasó el pulgar por la piel recién afeitada. Él entendió que la duda no era falta de ganas sino una forma de elegir el momento que más le apetecía. También le gustó eso.
Al inclinarse, se le abrió la bata y pudo ver su escote enmarcado en encaje de color marfil.
Su mirada se desvió hacia los pechos y ella lo notó.
Volvió a mirarla a los ojos mientras ella bajaba la cabeza para besarlo en los labios. Él cerró los ojos. El contacto de su boca exigía atención plena y si al levantar las dos manos para tomarla, sintió dolor, no se dio cuenta. Él le devolvió el beso y deseó más, pero quiso deleitarse con cada instante.
Invitado , con el corazón desbocado, se apartó para mirarlo a los ojos, su expresión...
Captó el deseo en su mirada, lo notó en sus manos calientes cuando una la agarró del hombro y la otra de la espalda. Para estar más cerca, ella se giró y se sentó en su regazo. Con una mejilla apoyada en la de él, rodeó sus magníficos hombros con los brazos.
Él le acarició la espalda a través del satén de la bata, llevó la otra mano a un hombro y le palpó el pelo.
—Eres tan cálida y suave, Invitado ... —susurró él.
Invitado sintió un cosquilleo en los brazos por las palabras y su aliento. Joe le tomó la cara con una mano y se la inclinó para poder verla a la luz del candil de petróleo.
—Te miraba cuando no sabías que te miraba —le dijo él —. Esperaba verte cuando ibas al salón de té.
Sus palabras alteraron su corazón. La asustaron y la complacieron.
—Eres la mujer más hermosa que he visto —siguió Joe.
Era fácil sentirse cautivada por ese hombre y lo halagador que era al hablar. Mejor aún era su forma de escuchar... como si realmente le interesara lo que ella decía... la forma de mostrarle respeto y el elevado concepto que tenía de ella. No recordaba haberse sentido tan especial y deseable. El deseo que él mostraba por ella hacía que la cabeza le diera vueltas... que el corazón se le acelerara... que el cuerpo le palpitara...
También le gustaba su físico. Admiraba su mandíbula firme y sus hombros anchos. Además, había visto mucho más de él que lo que él había visto de ella. Sonrió para sus adentros.
Joe la besó. Ladeó la cabeza para poder tomarla mejor y la abrazó. Le rozó los labios con la punta de la lengua y ella los separó y se entregó al beso.
El contacto desquició su corazón y ella disfrutó con cada segundo. Nunca la habían besado de aquella manera, nunca había soñado con que la besarían de aquella manera. Al cabo de un rato, él se separó para que los dos pudieran respirar. Joe introdujo los dedos entre los pliegues de la bata y le acarició un pecho. Ella sintió un estremecimiento en la piel ardiente.
Joe se inclinó, le besó el cuello y la clavícula y luego, le desató el cinturón.
En el cuarto había humedad y hacía calor. Cuando se le abrió la bata, se sintió más cómoda y algo más fresca. Él bajó la mirada a la camisola. La intensidad de su mirada era comparable al placer de su respetuosa caricia. Le tomó un pecho con la mano sobre el algodón húmedo. Se quedó sin aliento.
Él apartó la mano y ella sintió una inmensa decepción.
—Creo que nunca había deseado nada tanto como te deseo a ti —susurró él —, pero no quiero arrepentirme. Te molesto al decir que eres una mujer respetable, pero la verdad es que lo admiro, Invitado , y no te daré ningún motivo para que te avergüences.
Invitado agradeció su recelo. No era un hombre que se aprovechara de las mujeres, pero nunca podría avergonzarse de querer eso precisamente. Siempre había velado por las necesidades de los demás y se había sacrificado por ellas.
—Me consideras inteligente, ¿verdad, Joe?
—Sabes que sí.
—Entonces, confía en que he tomado esta decisión y no me hagas esperar. Ya he esperado bastante.
Julieta♥
Re: ♥ Al Viejo Estilo ♥... (Joe & Tu)...Adaptación
si joe ella es inteligente¡¡¡¡hacelo haahaha
berenice_89
Re: ♥ Al Viejo Estilo ♥... (Joe & Tu)...Adaptación
JOE YA TE DIO PERMISO ASI QUE O TE PARES :risa:
SIGUELAAAAAAAAAAAA
SIGUELAAAAAAAAAAAA
lorenitajonas
Re: ♥ Al Viejo Estilo ♥... (Joe & Tu)...Adaptación
waooo jajaja la rayis no espera nada
me necanta
que hagan bebes :)
me necanta
que hagan bebes :)
andreita
Re: ♥ Al Viejo Estilo ♥... (Joe & Tu)...Adaptación
CAPITULO 13
La levantó y fue a echar el pestillo de la puerta. Agarró todas las toallas de las baldas con el brazo izquierdo, las tiró al suelo y las amontonó con el pie.
—Ocúpate de mis botones.
Joe se sacó el brazo del cabestrillo y se lo quitó por encima de la cabeza con el otro brazo. Invitado le desabrochó la camisa y la tiró al montón de toallas. Tenía vendada la parte superior del musculoso brazo. Una cicatriz le cruzaba parte del pecho y tenía otra más pequeña en el hombro.
—¿Qué te pasó? —preguntó ella mientras recorría la marca con los dedos.
—Una flecha —contestó él.
Ella lo miró a la cara.
—¿Y ésta?
—Una bala.
—Ya te habían disparado antes... —comentó ella con sorpresa.
—No creerías que era tan inocente, ¿verdad?
Ella se rió y le gustó la facilidad que tenía él para conseguir que se riera.
Él le quitó la bata de un hombro y luego del otro. La tela de seda cayó al suelo con un susurro.
—¿Esto es lo que las mujeres respetables llevan ahora debajo de sus vestidos? —preguntó él sin apartar la mirada de sus calzones y su camisola.
Ella se deleitaba pasándole las manos por la superficie tersa de los hombros y comparándola con el pecho velludo. Quiso estrecharse contra él, ser parte de él. Tuvo la sensación de que se contenía por ella. Estaba dándole un tiempo que ella no quería ni necesitaba. Sin vacilar, para no perder la confianza, se soltó los lazos de la camisola y se la quitó por encima de la cabeza. Se le enganchó el pelo y Jonas se lo soltó y lo retuvo entre los dedos. La acarició con la mirada.
Invitado se soltó el resto de la ropa interior y se la quitó. Él, como si hubiera entendido lo que quería, la tumbó en el suelo y se puso a su lado. La besó con ternura al principio y cada vez con más intensidad. El recorrido con manos y labios hizo que le hirviera la sangre y que deseara más.
Adoraba cómo hacía que se sintiera. Al valorarla tanto, se sentía a gusto consigo misma, a gusto con los dos. Segura de sí misma; deseable.
Parecía como si fuera a partirse en dos por tanto placer. Lo agarró del pelo y abrió la boca para paladear su piel.
Invitado no había esperado el arrebato de sensaciones ni la vorágine de placer y asombro que se adueñó de ella cuando la llenó y le dijo lo perfecta que era en todos los sentidos.
—¿Te he hecho daño? —le preguntó él.
No había ni pasado ni futuro, sólo ese momento de felicidad perfecta y embriagadora. No quiso que la idea de estar engañándolo empeñara ese instante.
—No —le tranquilizó ella.
En ese preciso momento no podía importar que él fuera quien estaba satisfaciendo su necesidad imperiosa y egoísta de sentirse aceptada; que él fuera quien podía salir dolido. Invitado no había previsto el placer cada vez más intenso que hizo que estallara entre sus brazos. Él la besó en los párpados y acompañó su suspiro desgarrado con un gruñido. Su cuerpo húmedo se quedó rígido e inmóvil sobre ella, excepto allí donde ambos se unían en una palpitación y los latidos de su corazón.
Joe se separó y apoyó la cabeza junto a su cuello.
—No voy a darte un hijo —afirmó él con voz ronca.
La soltó y se puso de costado con un gemido.
—¿Te duele el brazo? —le preguntó ella.
Él resopló.
—Esta vez no le diré al médico por qué me duele tanto.
Ella se apoyó en un codo para mirarlo. Tenía el pelo mojado y la piel brillante por el sudor. Sintió una opresión en el pecho y se permitió el placer de pasarle la mano por la carne húmeda mientras apoyaba la nariz en su pecho.
—Podríamos aprovechar toda esa agua —dijo ella.
Ella se arrodilló y se cubrió con una de las toallas que había a su alrededor. El se sentó y se secó la frente con el brazo.
Jonas se levantó y fue a la bañera. Ella no iba a pensar en nada que no fuera esa noche; no pensaba estropearla pensando en su situación real.
Se puso la bata.
—Voy a ver qué tal está Tyler.
Joe se metió en la bañera.
—Sigue bastante caliente.
—Vuelvo enseguida.
—Espero que no entre otra mujer mientras estoy esperándote.
—Toma su nombre. La invitaré a mi sociedad de mujeres.
Él se rió y ella no pudo evitar inclinarse para besarlo antes de marcharse.
Entró en la habitación y observó a Tyler, que dormía plácidamente. Lo tapó bien y lo besó en la cabeza. Su amor por ese niño le daba fuerza en una vida que le parecía desoladora. Ese mismo amor le daría valor para seguir adelante con su plan. Aunque ese plan significara renunciar a cualquier esperanza de llegar a algo con Joe.
Unos minutos más tarde, volvió a entrar en el cuarto y cerró la puerta con pestillo.
—Está dormido como un tronco.
Joe tenía el pelo mojado y hacia atrás. Eso, además de estar recién afeitado, permitía apreciar cada ángulo y plano de su rostro, que parecía esculpido. Su belleza la dejó sin aliento.
—¿Qué tal el brazo? —le preguntó ella.
—Como si me hubieran pegado un tiro.
—Joe... —ella se arrodilló junto a la bañera.
—¿Qué...?
Ella, impulsivamente, apoyó la mejilla en su hombro mojado. Él la había cuidado, había tenido en cuenta sus sentimientos y sus deseos, y esas atenciones eran tentadoras y peligrosas. Hacían que deseara no hacer lo que tenía que hacer y no podía permitir que su firmeza se debilitara.
—¿Pasa algo? —preguntó él.
Ella negó con la cabeza, pero un vacío doloroso se adueñó de su pecho. Él era fuerte, amable y resolutivo. Quería abrirle su corazón, transmitirle su miedo y angustia, pero no podía. Si lo supiera, querría arreglarlo y su situación no tenía arreglo. Sólo se podía eludirla.
—Hay sitio. Métete —le propuso él.
Ella observó su cuerpo esbelto debajo del agua y no tardó ni un segundo en decidirse. Quería estar con él. Cuando se hubiera marchado y se avecinara un porvenir de años en soledad, podría rememorar y atesorar esos momentos.
Sacó unas horquillas del bolsillo de la bata, se sujetó el pelo, dejó la bata y la toalla en la silla y se metió en la bañera. El agua se desbordó. Él, sin importarle el suelo, enjabonó una esponja y la lavó desde los hombros a los pies.
—Tus dedos de los pies también son preciosos —comentó él.
Ella se quedó perpleja por lo segura y cómoda que se sentía con él. Confiaba en él y, en ese momento, la confianza hacía que su mundo fuera ideal. El la miraba con tanta admiración que hizo que las lágrimas le empañaran los ojos, por lo que levantó la cara para ocultarlas^ luego, rápidamente, se inclinó para besarlo. Él la agarró del tobillo y tiró de ella hasta tenerla a horcajadas sobre el regazo y corresponder a su beso.
—Tu brazo... —le avisó ella.
—Lo apoyaré en el borde.
Los besos se sucedieron y Joe volvió a reírse cuando se desbordó más agua y empapó las toallas.
CAPITULO 14
Pasó media hora antes de que se secaran, se vistieran y fueran a los aposentos de él. Encendió la chimenea y se sentaron en la alfombra para secarse el pelo.
—Invitado —dijo él mientras le pasaba un mechón por detrás de la oreja—. Seguramente sea un momento muy malo... hace tan poco tiempo que perdiste a Jenny...
Ella le tapó los labios con los dedos.
—No sigas —le pidió ella—. Por favor.
—Pero hay que hablar las cosas.
—No en este momento. Por favor.
Lo miró con veneración y captó los ángulos en sombra de su rostro; el hoyuelo tan característico que tenía en el carnoso labio superior. Quería recordar cómo conseguía que se sintiera, cómo la miraba. Le tomó una mano, se la llevó a la mejilla y le besó todos los nudillos. Las mismas manos que habían tumbado a más de un hombre a puñetazos, la acariciaban con una delicadeza que la derretía. Era un hombre con contrastes fascinantes. Sus ojos denotaron una aceptación a regañadientes. Se inclinó hacia delante para besarla con delicadeza y un cariño inmenso.
Juntó unos almohadones y se tumbaron ante la crepitante chimenea, el uno en brazos del otro, hasta que Invitado se despertó sobresaltada. Se había quedado dormida. No había podido ser mucho tiempo porque el fuego seguía encendido.
—Tengo que irme —le dijo a Joe.
La acompañó a la puerta y la besó. Luego, la siguió al piso de arriba y volvió a besarla. Lo dejó en el pasillo, vestido sólo con los pantalones. Él se quedó allí un rato y volvió a sus aposentos. El fuego seguía crepitando y los almohadones estaban tirados por el suelo. La habitación estaba tal y como la habían dejado, pero él estaba solo.
Se pasó el dorso de la mano por la mandíbula afeitada y revivió las últimas horas. El brazo le dolía mucho. Hasta ese momento, había estado tan absorto con Invitado que no le había prestado atención al dolor. No había tomado la medicina que le había dado el médico. No le gustaban los efectos que lo aturdían y tampoco quería depender de ella. Normalmente, si leía, se olvidada del dolor y se adormecía. Se sentó en el sofá con una manta y abrió el diario por donde lo había dejado la noche anterior. Ya se había familiarizado con las descripciones de su padre de los habitantes de Sil ver Bend, con su forma de acompañar los acontecimientos y las visitas a los pacientes con el tiempo que hacía y con las iniciales que empleaba para acortar los nombres de las personas. Se había enterado de que en 1878 hubo una primavera lluviosa que siguió a un invierno muy crudo y de que el ayuntamiento se dividió por una discusión sobre la propuesta para poner un salón y una sala de juegos. Casi todos los vecinos se opusieron. Al parecer, temían atraer una clientela indeseable a su pacífico pueblo. Otros abogaron por los beneficios, pero perdieron la votación. No era de extrañar que la gente de Sil ver Bend lo hubiera recibido tan bien cuando volvió. Un salón aportaba ingresos por tributos y él, desde el principio, garantizó que su establecimiento cumpliría con la ley y que no se alquilarían habitaciones para que las chicas recibieran a hombres.
El viejo Jess no se ha recuperado, había escrito su padre en referencia al caballo que había tirado de su carruaje durante diez años.
Sé desde hace semanas que tengo que acabar con él por humanidad, pero no he tenido coraje.
Mencionaba tan a menudo sus visitas la casa de los Sutherland que sólo se detenía cuando algo le llamaba la atención. Una anotación le interesó especialmente.
En este día tan bueno de primavera me vendrá bien una cabezada por la mañana. Después de varias horas de espera por la noche, a las cuatro, T.I (tus iniciales) con mi ayuda, ha dado a luz un niño muy sano y ella está bien. J.L. insistió en acompañarla. Yo estuve muy preocupado por ella. Cualquier emoción la debilita y le corta la respiración y quizá eso sea lo que hace que el corazón le funcione mal. Yo exigí que si se quedaba en la habitación, tenía que tumbarse al lado de su hermana.
Jonas, perplejo, volvió a leerlo.
...a las cuatro, E.J.S., con mi ayuda, ha dado a luz un niño muy sano y ella está bien...
Evidentemente, su padre estaba aturdido o borracho cuando lo escribió. T.I eran las iniciales de Invitado . Joe repasó el diario para buscar una aclaración. Encontró varias referencias a visitas a la casa de los Sutherland, pero ninguna contradecía esas palabras. Siguió leyendo. Un día después, su padre escribió que fue a casa de los Sutherland para ver cómo estaba el niño, como volvió a hacer una semana más tarde. Al cabo de tres semanas, visitó a T.I. y la declaró completamente recuperada.
Joe asimiló la información, pero se sintió conmocionado. Su padre se refería a la gente conocida del pueblo con iniciales y aunque todas las noches bebía, sus anotaciones eran crónicas claras y precisas de lo que hacía cada día. Si creía lo que su padre había escrito, tenía que aceptar que Invitado había dado a luz un niño.
Volvió a comprobar el día y el año. Fue el veintinueve de mayo de hacía ocho años. Él repasaba el libro de cuentas todos los días y sabía muy buen el día en el que vivía. Ese día era el veintinueve de mayo; el día que habían celebrado el cumpleaños de Tyler.
Muchas cosas encajaron. Si creía a ese diario, y no tenía motivos para no creerlo ya que su padre lo había escrito para sí mismo, con la esperanza de que nadie lo leyera, entonces, tenía que creer que Invitado era la madre de Tyler.
Eso, sin duda, explicaba su devoción.
Joe había llegado a conocer a las mujeres gracias a mujeres con experiencia. Si lo pensaba bien, ésa no había parecido la primera vez de Invitado . Sus reacciones habían sido espontáneas y poco elaboradas, pero no había tenido miedo. Él se había alegrado de eso y de no haberle hecho daño.
Al parecer, había un explicación. Invitado ya había estado con un hombre y ese hombre le había dado un hijo. Sin embargo, todo el mundo creía que Tyler era hijo de Jenny Lee.
Joe lamentó para sus adentros su falta de perspicacia. Lo había tenido todo el tiempo delante de sus narices. Era casi evidente. Si se hubiera fijado un poco, la debilidad y los problemas de corazón de Jenny Lee deberían haberle indicado que no podía tener un hijo. Cayó en la cuenta del extraño comportamiento de Invitado cuando estaba con Royce. Él sabía la verdad y estaba utilizándola de alguna manera contra ella.
Joe sintió una punzada desasosegante en las entrañas. Si Royce Dunlap era el padre de Tyler, eso significaba que Invitado y él...
No podía indagarlo, ni hablar. Pensó en la expresión y la reacción de ella cuando ese tal Luther le llevó la nota. Se acordó de cuando estuvo en el comedor y en la actitud de Invitado con Royce. Recelaba de él.
Eso era en ese momento. Sin embargo, ¿lo había amado alguna vez? Intentó acordarse de todo lo que sabía de los Sutherland, pero sólo sabía de oídas muchas de las cosas que pasaron mientras él estaba fuera. Estaba seguro de que Royce y Jenny Lee se casaron hacía diez años, por lo que Invitado y Royce no pudieron tener un idilio hacía ocho. Royce ya estaba casado. ¿La había forzado? Independientemente del tiempo que hubiera pasado, lo mataría si lo sabía con certeza.
Joe siguió ojeando el diario, pero sólo encontró menciones de visitas a Jenny y a Tyler. Abrió el libro siguiente y el siguiente. Repasó dos años, pero no aclaró nada. No había ninguna anotación de que Jenny hubiera tenido un hijo y su padre relataba todo meticulosamente.
Por fin, con los ojos escocidos, miró el reloj que había en la repisa de la chimenea. Iba a amanecer. Apagó el candil, removió las cenizas y se acostó.
Hizo un esfuerzo de voluntad para cerrar los ojos y relajarse. Había roto su primera regla en lo referente a las mujeres. En realidad, se había olvidado de la regla desde que Invitado se había adueñado de sus pensamientos. Se había entregado sentimentalmente. Además, le gustaba esa relación. Le gustaba cómo se sentía al ocuparse de ella y estaba seguro de que esa atracción no era algo que sólo sintiera él.
Era imposible no pensar en lo que había pasado esa noche. Cuando cerró los ojos, pudo verla, olería, sentir su contacto y oír sus leves gemidos de placer. Joe se dejó llevar por esos pensamientos.
Un poco después, se sentó en la cama de un salto. Ella dijo que a lo mejor no estaba allí para su cumpleaños en octubre. Estaba pensando en escapar con Tyler. Por eso necesitaba un empleo y dinero. Por eso no quería que Royce supiera lo que estaba haciendo. Royce estaba utilizando a Tyler de alguna manera contra ella, estaba seguro de eso. Nunca había sentido simpatía por él y su comportamiento reafirmaba su opinión. Desde la muerte de Henry, los empleados de la fábrica de ladrillos trabajaban desde el amanecer hasta el ocaso y sus condiciones de trabajo habían empeorado. Royce negaba las donaciones al pueblo que su suegro había hecho siempre. Joe no sabía qué había pasado exactamente, pero esa situación con Invitado no tenía sentido. Dio un puñetazo a la almohada. Después de todo, debería haberse tomado la medicina.
Julieta♥
Re: ♥ Al Viejo Estilo ♥... (Joe & Tu)...Adaptación
la rayis es la mama de tyler ¡¡¡¡¡¡¡
siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
lorenitajonas
Re: ♥ Al Viejo Estilo ♥... (Joe & Tu)...Adaptación
:affraid: :affraid:lorenitajonas escribió: la rayis es la mama de tyler ¡¡¡¡¡¡¡
siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
quede suepr confundida necesito cappp
andreita
Re: ♥ Al Viejo Estilo ♥... (Joe & Tu)...Adaptación
ooooohh tantos caaapiiiss me perdiiiiii
pero ya me puse al corrienteee
pero ya me puse al corrienteee
chelis
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