♥ Al Viejo Estilo ♥... (Joe & Tu)...Adaptación

ASH ESE ROYCE CADA VEZ ME HACE PENSAR MAS EN QUERER MATARLO ES TAN DESCARADO :evil:


SIGUE CON LA NOVE PRONTO XFIS :)

mmm joe con jabon de afeitar y nada mas¡¡mmmm hehe soi pervertida¡¡

siguela

si siguela bueno cuando puedas claro¡¡

la rayis deberia contrale
todo sobre royce asi el la pede ayudar!!!!!!!

CAPITULO 09

—¿Te pasa algo? —le preguntó ella.
Joe intentó deshacerse de los recuerdos.
—Tardo un minuto —contestó él mientras subía a la acera de adoquines.
—¿En qué tardas un minuto?
—En acordarme de quién soy.
La miró. Ella había vivido allí toda su vida y Joe supuso que había oído contar historias.
—¿No sabes lo que pasó en esta casa?
Ella negó con la cabeza. Él miró hacia la luz que resplandecía detrás de las cortinas con cuadros amarillos y blancos. Vio las habitaciones tal y cómo eran entonces. Recordó la cesta de costura de su madre y un cuadro con un velero que colgaba encima de la estufa.
—Cuando yo era pequeño, mi padre era médico de caballería. Se pasaba meses curando soldados —hizo una pausa absorto en el pasado—. Mi madre se ocupaba de la casa y hacía las cosas normales como cocinar y hacer la colada. Yo la ayudaba. Me crió casi sola y lo hizo muy bien.
—Eso es evidente...
El comentario de Invitado lo distrajo un instante, pero volvió al asunto.
—A veces le leía mientras ella cosía. Una noche, un grupo de forajidos, no mayores que algunos de los chicos del pueblo, ahora que lo pienso, fueron tiroteados en un altercado. Vinieron aquí porque alguien les dijo que era la casa del médico.
—Mi madre les dijo que el médico no estaba, que mi padre había salido. Seguramente, estaban borrachos.
Joe recordó claramente el miedo que pasó; recordó su impotencia.
—Uno le dijo que curara a su amigo o le metería una bala en la cabeza.
Se volvió y vio a Invitado que lo miraba, que escuchaba con seriedad lo que estaba diciendo. El había revivido esa noche un millón de veces en su cabeza. Soñaba con esas imágenes una y otra vez, exactamente como había pasado, pero nunca se lo había contado a nadie. Las personas que llevaban mucho tiempo viviendo en Silver Bend, las que él trataba, ya sabían la historia. Le parecía curioso que la comunidad hubiera olvidado tan absolutamente el incidente que ella no lo hubiera oído contar.
—Vi cómo pasaba todo —siguió él—. Se rieron y me empujaron de un lado a otro como si fuera un muñeco de trapo. Yo no podía hacer nada.
—Me duele mucho oírlo —dijo ella con la voz un poco temblorosa—. ¿Cuántos años tenías?
—Diez.
—Sólo dos más que Tyler.
Joe nunca había mirado al niño y lo había comparado con la edad que tenía él entonces, pero en ese momento, comprendió perfectamente que fuera tan indefenso. Asintió con la cabeza.
—Mi madre les suplicó que se marcharan, pero ellos no dejaban de gritar y de amenazarla. Uno de ellos puso la pistola en mi cabeza y ella tuvo que acabar haciendo todo lo que pudo.
Había mucha sangre y las manos y el vestido de su madre estaban empapados.
—El tipo murió allí mismo, en el suelo. Entonces, el que me tenía agarrado me soltó... y disparó a mi madre.
Él corrió a donde estaba su madre con sangre brotándole del pecho. Joe dejó de respirar un instante con los ojos cerrados por el dolor.
—Lo siento muchísimo, Joe —dijo Invitado con toda delicadeza.
Le habían bastado unas frases para explicar el espanto que le había cambiado la vida, y la de su padre, y lo había forjado como el hombre que era en ese momento. Contento por habérselo contado, abrió los ojos y la vio en la oscuridad con expresión de compasión.
—Fue hace mucho tiempo.
Él lo dijo como si por eso fuera más fácil contarlo, pero el tiempo no había curado todas las heridas; era evidente desde el momento que no podía ir allí sin alterarse.
—Me quedé con mi familia hasta que se lo comunicaron a mi padre y volvió. Para entonces, ya la habían enterrado. Después... bueno, por eso empezó a beber. Por eso y por todo lo que había visto en los campos de batalla.
—Nunca lo supe.
—Me quedé un par de años, pero me largué cuando tenía trece años.
—Ya me contaste eso, pero acabaste volviendo.
—No podía dejar que se muriera solo. Él la amaba. Nunca tuvo un momento de paz después de que ella muriera. Se culpó a sí mismo.
—Como tú.
—No —Joe la miró—. Yo también lo culpé a él. Yo sólo era un niño tan indefenso como ella. Alguien debería habernos cuidado.
—Todo el mundo necesita a alguien que lo cuide.
Seguían en el sendero de adoquines y Joe señaló hacia la casa.
—El médico me dijo que me pasara para verme el brazo. Espero que no le importe la hora.
La agarró del codo y se acercaron hasta llegar a la pequeña plataforma de madera que hacía de porche. Joe llamó a la puerta con los nudillos.
—Pasad —los recibió Etta—. ¿Qué tal estás, Joe?
—Bien... —él se quitó el sombrero.
Etta se quedó acompañando a Invitado en la sala mientras Joe desparecía con el médico. Una rato más tarde, Joe volvió con el brazo recién vendado y en un cabestrillo nuevo.
—Tiene que descansar —le dijo el doctor McKee a ella—. La herida sigue un poco abierta y tiene fiebre.
Fueron hacia casa de Ada por los patios oscuros en vez de volver a la calle principal.
Cada vez que él le contaba algo de sí mismo, ella se sentía un poco más cerca y más cómoda en su compañía. Al estar todos los días con él y los demás empleados del hotel, no se sentía tan aislada como se había sentido durante tanto tiempo.
Al final, Invitado agarró a Tyler de la mano y emprendieron la vuelta. Estaban a tres manzanas, pero podía oír la música del piano en la oscuridad.
—Da un poco de miedo todo tan oscuro, ¿verdad? —preguntó Tyler.
—A mí me gusta —contestó Joe—. Cuando era soldado, dormí muchas noches al raso. En las noches claras puedes ver todas las estrellas y distinguir la Osa Mayor.
—He leído algo de la Osa Mayor en el colegio. ¿Dónde está?
Joe se quitó el sombrero e inclinó la cabeza hacia atrás.
—Es la más fácil de ver. Allí —él se agachó al lado de Tyler y señaló—. Si la encuentras, siempre sabrás tu posición.
Invitado estaba más fascinada de ver a los dos que por el cielo.
—He oído decir que en África dicen que es un cazo de calabaza —siguió Joe—. Lo esclavos que se habían escapado en el Sur buscaban el cazo de calabaza para ir hacia el norte y la libertad.
—¿Aprendiste eso en el colegio? La señorita Fletcher no nos lo ha contado.
—Lo aprendí de un esclavo libre —contestó Joe.
—¿Conoces esclavos libres?
—Sí. También he conocido algunos indios. Un rastreador cherokee me dijo que la parte del mango son tres animalitos que siguen a su madre —Joe se levantó y Tyler se quedó a su lado—. Los iroqueses dicen que una primavera de hace mucho tiempo, un oso fue por el cielo.
Cazó y pescó hasta que se quedó saciado y contento. Pero un día, tres jóvenes guerreros indios empezaron a perseguirlo para quitarle la piel y conseguir una manta y comida para sus familias. El oso corrió sin parar durante todo el verano, pero los guerreros acabaron capturándolo. Le dispararon sus flechas y el oso murió. Su sangre cayó del cielo y las hojas de los árboles se hicieron rojas y naranjas. Luego, lo árboles las dejaron caer en señal de duelo.
—He visto las hojas naranjas y rojas —confirmó Tyler.
—La historia no termina ahí. El gran oso renació en primavera y los guerreros fueron otra vez tras él. Ocurre lo mismo todos los años. Si miras al cielo, podrás ver a los guerreros que siguen el rastro del oso.
Durante unos minutos, Tyler se quedó absorto buscando al oso y los cazadores. Por fin, se pusieron en marcha otra vez.
—¿Adonde fuiste cuando estabas en el ejército? —le preguntó Tyler cuando entraban en la calle principal —. ¿Tenías un caballo negro?
—Fui a muchos sitios y montaba un caballo marrón. Ahora pasta en la granja de Willie Grimshaw.
—¿La familia de Lilibelle? —preguntó Invitado.
--Sí.
—¿Vas a verlo? —preguntó Tyler.
—Sí.
—¿Cómo se llama?
—Jeremiah.
—¿Puedo verlo?
—Claro.
—¡Caray! ¿Cuándo vamos?
—Tyler, no seas maleducado —le riñó Invitado —. Es de mala educación invitarse uno mismo.
—No te preocupes, Tyler —le tranquilizó Joe—. Algunas veces, un hombre tiene que decir claramente lo que quiere. ¿Qué te parece que vayamos cuando ya no lleve el brazo en cabestrillo?
—¡Sí! ¿Puedo ir, tía Invitado ?
Llegaron al hotel, Joe abrió la puerta y todos pasaron.
Tyler subió las escaleras a toda velocidad por delante de ellos y los adultos lo siguieron más despacio. En el segundo piso, Joe de despidió de ella.
—Tómate la medicina y que duermas bien —le deseó ella—. Y... —ella hizo un gesto como si cerrara con llave.
—No te preocupes —replicó él antes de ir a sus aposentos.

auu pobre de joe...malditos los que mataron a su madre¡¡¡

que historia tan triste la de joe :(


sigue la nove pronto por favor

siguela...quiero llorar haha bueno no, no quiero¡¡

ai pobre joe siguela pronto plis

pobresito joe
enserio
me diieron ganas de llorar!!!

cuando hay besito?

CAPITULO 10

Entre Invitado y los recuerdos que le habían aflorado, la cabeza le daba vueltas. Si a eso le añadía la fiebre, Joe se reconoció que esa noche necesitaba la medicina, aunque detestara el efecto narcotizante que tenía.
Se durmió profundamente, pero se despertó sudando varias veces. Cada vez, se enjuagó con agua fría. La última vez todavía estaba oscuro, pero no pudo volver a dormirse.
Encendió los candiles y bajó a por más agua y un trozo de tarta. Como sólo tenia una mano, tuvo que hacer dos viajes, pero acabó comiéndose el postre y bebiendo con cierta ansia. Esa tarde se había quedado dormido y comprendió que por eso no podía dormir tanto. Mientras iba de un lado a otro por la sala, se fijó en el baúl que estaba apoyado en la pared. Ward y Pool lo habían subido el día anterior. Estaba entre las cosas de su padre y él lo había llevado de un lado a otro y acabó dejándolo en el trastero, hasta que lo desalojaron para convertirlo en despacho. Tenía un candado que nunca había funcionado, pero no tenía nada de valor dentro. Levantó la tapa y se arrodilló para ver el contenido. Había una caja de porcelana azul y blanca con monedas y dos relojes de bolsillo. Sacó un abrigo doblado y encontró dos paquetes de cartas atadas con unas cintas. Las desató y descubrió docenas de cartas que se habían escrito sus padres. Abrió una y la leyó a toda velocidad. Su padre hablaba del tiempo, de algunas escaramuzas y del sitio donde estaba. También le decía cuánto la amaba y la echaba de menos. Las ojeó y todas las cartas le resultaron parecidas. Jonas no había querido leer todo aquello. No estaba preparado para cambiar la opinión que había tenido de su padre durante todos esos años. Volvió a atarlas y las dejó entre unos libros. Se fijó en que algunos eran libros de cuentas y tomó uno con la mano sana. El libro no tenía cifras ni cuentas sino líneas escritas con la misma caligrafía nítida que había visto en las cartas de su padre.
Cada página tenía una fecha que indicaba un año que Joe había estado lejos. Uno empezaba con una visita a la casa de la familia Kopeke porque tenían fiebre y estaban enfermos, pero luego, el padre de Joe contaba un incidente muy divertido en el salón. Pasó algunas páginas y vio el nombre de Jenny Lee Sutherland. Joe se llevó el libro a la butaca, se sentó cómodamente y empezó a leer.

Es una niña pequeña, pálida y delicada, pero que disfruta de la vida y quiere mucho a su familia. Me entristezco cada vez que me llaman para que vaya a esa casa y me duele mucho no poder dar un augurio mejor a sus padres. La han llevado a los mejores médicos del este y todos les han dicho lo mismo. La niña tiene un corazón defectuoso.

Los comentarios de su padre eran algo más informes que médicos; eran la expresión de los acontecimientos que había visto y de los sentimientos que le habían producido.
Joe fue pasando las páginas y encontró numerosas visitas a la casa de los Sutherland y de otras familias de Silver Bend. Hablaba de la gente del pueblo y de sus enfermedades. Se enteró de las familias que habían perdido hijos, de los hombres que habían estado en el ayuntamiento y de lo que trató el sermón de cierto domingo. El Silver Bend del pasado cobró vida en las páginas del diario de su padre.

Joe se despertó por la luz que se colaba entre las cortinas. El diario de su padre estaba en el suelo. Hizo una mueca de dolor al levantarse, no sólo por el hombro, sino porque tenía entumecidas las piernas. Se estiró, fue a la ventana que daba a la calle principal y apartó las cortinas. La calle estaba rebosante de caballos y carretas. En la pizarra de la panadería pudo leer que había bollos de canela recién sacados del horno. El estómago le rugió. Fuera, junto a la puerta, había una jarra con agua. La vertió en la palangana del dormitorio y se le derramó un poco.
Mientras se ocupó de sus cosas ese día y el siguiente, no dejó de pensar en la detallada narración de su padre sobre la comunidad.
Ordenó cronológicamente los diarios y siguió leyéndolos. Empezaban unos dos años después de que Joe se hubiera marchado. Joe se imaginó a su padre solo por la noche, sentado en la casa donde habían asesinado a su mujer y con un vaso de whisky al alcance de la mano, mientras escribía el transcurso de los días y los acontecimientos. Joe no quería, pero se vio obligado a ver a su padre desde otra perspectiva. Su punto de vista, desconocido y revelador, dejaba muy claras su soledad y su compasión.
Una tarde que estaba sentado en el despacho, sus pensamientos volaron hacia cosas que había estado leyendo. Cuando Invitado hablaba del padre de él, parecía como si lo hubiera conocido mejor que él y seguramente era así. Sin embargo, ella sólo lo había conocido después, sólo había visto un aspecto de él.
Invitado sacó un montón de recibos y preguntó algo. El no estaba prestando atención y ella tuvo que repetir la pregunta. Invitado había hecho un trabajo magnífico llevando las cuentas del hotel y el salón y Joe también tuvo que pedirle ayuda para rellenar los permisos de trabajo. Ella aprendía enseguida, así que debía haber sido una gran ayuda para su padre. Estaba muy claro que éste no se lo había reconocido. ¿Por qué había personas que no veían las cosas buenas que tenían delante?
—Guarda esos —le pidió él.
Ella asintió con la cabeza, pero siguió mirándolo a la cara. Estaba sentada al escritorio y él a una pequeña mesa que habían colocado enfrente. Estaban cara a cara.
—Quiero preguntarte algo que no tiene nada que ver con el trabajo —dijo ella.
Él dejó el documento que estaba leyendo y le prestó atención.
—Dentro de unos días será el cumpleaños de Tyler. Normalmente, pediría a algunos amigos suyos que fueran a casa para celebrarlo —ella se frotó una pequeña mancha de tinta que tenía en el índice —. Como estamos aquí, me preguntaba si podría decirle a sus amigos que vinieran al hotel después del colegio para hacer una pequeña fiesta en el comedor.
—Claro. A esa hora no hay casi actividad.
—Por eso me había parecido que era mejor que el sábado. Pagaré los ingredientes y haré la tarta.
—No hace falta. Lily tiene sacos de harina y azúcar y tenemos una docena de gallinas ahí fuera.
—Pero quiero hacerla yo.
—Como quieras, Invitado .
Ella esbozó una sonrisa vacilante, algo insólito, y el suspiro le alcanzó en lo más hondo, produciéndole esa sensación que lo alteraba. Al estar todo el día con ella, no podía pasar por alto la sensación de perder el dominio de sí mismo. No le gustaba perderlo... pero admiraba todo de Invitado ; desde el tono de su voz y las cosas raras que decía de vez en cuando, hasta cómo se alisaba la falda cuando estaba nerviosa. Le gustaba cómo lo miraba; con cierta duda, pero aun así, desafiante y provocadora.
—¿Y Royce?
—¿Qué pasa con él? —preguntó ella con cautela.
—¿Vendrá?
—No se acordará —contestó Invitado .
—¿No se acordará de que es el cumpleaños de su hijo?
—Quiero decir... —Invitado miró los documentos que tenía delante—. Estará trabajando. Celebrará el cumpleaños de Tyler de otra manera.
—¿Estoy invitado?
Ella frunció ligeramente el ceño hasta que se dio cuenta de lo que quería decir.
—¡Claro! Si no te importan los niños ruidosos. Te encantará mi tarta.
Él estaba completamente seguro de que le encantaría cualquier cosa que ella le ofreciera. En ese momento, se permitió ir más lejos y se imaginó algo más profundo entre ellos. Él reconocía que tenía debilidad por cuidar a las mujeres, pero su deferencia por ésa era mucho más que protección. Pensó en el beso que se habían dado y en lo que había sentido. Se acordó de lo que había hablado con ella y de que había sido la primera vez que había hablado de la muerte de su madre.
Hasta ese momento, había estado contento con su vida y no se había planteado claramente la posibilidad de compartirla con una mujer; no había conocido ninguna que le gustara bastante. Quizá hubiera llegado el momento. Quizá pudiera plantearse un futuro con Invitado .

si si si joe¡¡planea un futuro con ella¡¡¡¡¡¡¡¡¡

ai tan lindo joe qiere un futuro conmigo jajaja
siguela plis