♥ Al Viejo Estilo ♥... (Joe & Tu)...Adaptación

AWW JOE TU PAPI TE AMABA....

YA CONFIESENSE QUE SE AMAN¡¡

WUUUUAAAUUU
QUE CAAAPIIIISSS
Y TENGO DUDAAASSS!!!
SERA QUE ESE ES EL RESPONSABE DEL SECUESTROOO?????
JOE QUE HARASSS?????
AAII SIGUELA PORFIIISS

SIGUELA

LA AMO¡¡¡

siguelaaaaaaaaaaa

porfiiisss

siguelaaaaaaaaaaa

POR DIOS MUJER¡¡¡

SIGUELA¡¡

Hola!! Soy fan..a haaha xD
No enserio, ya la amo, es tan dulce y entretenida, no pude parar de leer!
Un beso grande y gracias por subir la novela por nosotras con nuestros nombres!!! Cuando vi eso... casi se me exalta el corazon hahha xD

CAPITULO 21

Invitado estaba sentada en la butaca, junto a la mesa y la lámpara, pero no podía concentrarse en el libro que tenía entre las manos. Al oír la llamada imperativa en la puerta, dio un respingo y el libro cayó al suelo.
Tyler no se movió. Ella se levantó y fue sigilosamente hasta la puerta.

—¿Quién es? —preguntó ella con un susurro.

—Yo.

El corazón le dio un vuelco. Abrió la puerta, salió al pasillo y volvió a cerrar la puerta. Joe tenía el pelo mojado y despeinado. El olor a jabón y a virilidad se adueñó de sus sentidos.

—¿Has tomado una decisión?

—Nadine va a quedarse con Tyler mientras tú y yo tratamos algunos asuntos.

Ella no se había fijado en la mujer esbelta que estaba a unos metros de allí. Parecía como si se hubiera puesto la falda y la camisola deprisa y corriendo. Invitado le sonrió con desconcierto.

—¿Qué estás haciendo, Joe?

—Vamos a hablar.

No se lo pedía por favor ni con amabilidad, se lo imponía. Su intransigencia la irritó. Estaba cansada de los hombres que le decían lo que tenía que hacer.

—Ya hemos hablado de todo salvo que tengas una respuesta sobre las acciones.

—No hemos hablado de todo —le contradijo él—. Todavía no has dicho nada que tenga sentido. Vamos antes de que montemos una escena en el pasillo.

Ella todavía no se había cambiado de ropa y no era una incorrección que él la visitara. Volvió a mirar a Nadine.

—Gracias. Siento que te hayan sacado de la cama.

—No pasa nada. No estaba dormida todavía —Nadine levantó un libro—. Puedo leer aquí igual que en mi cuarto.

—Cierra la puerta con llave —le pidió Invitado .

La chica entró en la habitación y la llave cerró el pestillo.

Joe señaló hacia las escaleras y ella subió por delante.

—Esto es una impertinencia —se quejó ella mientras él abría la puerta de sus aposentos y se apartaba para dejarla pasar.

Joe cerró con llave y se la guardó en el bolsillo del pantalón. El ambiente de la habitación le pareció opresivo y Invitado tuvo que contener un arrebato de pánico. Estaba segura de que no iba a hacerle nada, pero su actitud autoritaria le fastidiaba.

—Lo que es impertinente es que te niegues a decirme qué pasa —replicó él mientras señalaba a una mesilla—. ¿Quieres beber algo? ¿Un jerez...?

—No es una visita social ni un cortejo —contestó ella —. Me has obligado a levantarme de la cama como si tuvieras algún derecho.

—Hay cosas que tienen que hablarse. Por ejemplo, el motivo para que necesites dinero por encima de todo.

—No es de tu incumbencia —replicó ella tajantemente.

—A mí no me lo parece. Primero fue el trabajo y ahora las acciones. Cualquiera pensaría que estás tramando desaparecer para siempre con ese dinero.

Invitado notó que le ardían las mejillas por su perspicaz deducción. Estaba acorralándola contra la pared y sólo podía pelear o salir corriendo.

—¿Y qué pasaría si fuera así? Seguiría sin ser de tu incumbencia. No hay nada que te ate a mí.

—Siéntate —él le señaló el diván.

—No.

El se sentó en una butaca y suspiró.

—Invitado , sé algunas cosas de las que no he dicho nada.

A ella le zumbaron los oídos y tembló de miedo.

—¿Como qué?

—Sé que Tyler es hijo tuyo. Que tú le diste a luz, no tu hermana.

Las rodillas le flaquearon y la cabeza le dio vueltas. Se tambaleó. Joe se levantó de un salto, la agarró del brazo y la llevó al diván. Sirvió un vaso con agua y se lo ofreció como si fuera la solución de su vida. Ella lo aceptó con dedos temblorosos, se bebió la mitad y se lo devolvió. Joe lo dejó en la mesilla y se sentó otra vez.

—Qué... cómo... —balbució ella.

—Tengo un baúl lleno con los diarios de mi padre. Anotó todas sus visitas a los vecinos. Son descripciones muy detalladas. El día que nació Tyler, él le ayudó a que viniera al mundo. Y lo dejó en tus brazos, no en los de Jenny Lee. Ella tenía un corazón demasiado débil para gestar y dar a luz a un hijo. Tú eras fuerte y sana.

Invitado se quedó conmocionada y en silencio hasta que los oídos dejaron de zumbarle y los temblores cesaron. Entonces, después de que tardara en reponerse lo que le pareció una eternidad, lo miró a los ojos con vergüenza.

—Mi padre insistió en que le diera mi hijo a Jenny.

Intentó con todas sus fuerzas que los sentimientos no le brotaran en la voz y en el corazón, pero el dolor y el arrepentimiento afloraron con la misma intensidad que el día en que dejó a su hijo en brazos de su hermana.

—Estaba muy enfadado conmigo. Muy defraudado. Yo era madre fuera del matrimonio. No tenía otra alternativa.

—¿Cómo conseguiste que el pueblo no se enterara de tu estado?

—Me quedé en casa con Jenny durante los últimos meses. Cuando Nora venía a casa, poníamos un almohadón debajo del camisón de Jenny y yo me quedaba en mi cuarto. Dijimos a la gente que Jenny necesitaba descanso en una situación tan complicada y que yo estaba cuidándola.

Jonas asintió con la cabeza pensativamente.

—¿Cómo encaja Royce en todo esto?

El simple nombre de su cuñado hizo que Invitado sintiera náuseas.

—Él apaciguó a mi padre en todos los sentidos. Quería renombre y posición y si al contentar a Jenny contentaba a mi padre, estaba dispuesto a aceptarlo.

—Sigo atónito —insistió Joe—. ¿Qué papel tuvo en el nacimiento de Tyler? ¿Te violó? ¿Te acostaste voluntariamente con él?

Invitado lo miró estupefacta. No pudo entender que se le hubiera ocurrido semejante cosa.

—¡No! El no es el padre de Tyler. Joe se relajó ligeramente.

—Me alegro. Tendría que haberte impedido que escaparas con su hijo —la miró con ese equilibrio que le llegaba al alma—. Entonces, ¿fue ese hombre del que me hablaste?

—Yo era una tonta —Invitado asintió con la cabeza—. Creí que Forest me amaba y tenía intenciones rectas. Era el joven brillante y protegido de mi padre. Dijo que se lo diríamos a mi padre y que nos casaríamos —se alisó la falda al revivir esos momentos tan dolorosos —. íbamos a decírselo al día siguiente. Forest iría a cenar, como hacía muchas veces, y luego hablaría con mi padre en su despacho. No se presentó esa noche —lo dijo en voz muy baja—. Yo lo excusé y esperé encontrarlo en la fábrica al día siguiente. Mi padre me comunicó que había desaparecido; que había recogido sus cosas y se había marchado. Él no llegó a comprender esa marcha repentina.

Yo, naturalmente, estaba atónita, pero no podía contarle a mi padre lo del bebé y nuestros planes. Esperé. Recé para que fuera un error o una broma de mal gusto y para que él volvería y todo saliera bien. Sin embargo, empecé a tener vómitos... y... Jenny lo adivinó.

—Siento que ese canalla te hiciera tanto daño.

Su compasión la devolvió al hilo de los acontecimientos.

—Al final, tuve que decírselo a mi padre, claro. Se puso furioso. Me llamó de todo. Me acusó de alejar a su elegido para hacerse cargo de todo cuando ya era muy mayor. Naturalmente, siempre había soñado con ser esa persona, pero yo nunca era suficiente para él. Me expulsó de la fábrica y me avisó de que si volvía a seducir a alguno de sus empleados, me echaría de su casa. Unos días más tarde, estábamos todos a la mesa para cenar. El anunció que les entregaría mi hijo a Jenny Lee y Royce y que sería de ellos a partir de ese momento. Jenny Lee se alegró muchísimo, claro. Ella pensó que nuestro padre había hablado conmigo y que los dos habíamos llegado a esa decisión.

Invitado recordó claramente el contraste entre la felicidad de su hermana y el desconsuelo de ella. Sin embargo, disimuló su dolor por el bien de Jenny, aunque la desgarró por dentro.

—Royce tenía una expresión engreída porque ya había ocupado el puesto de Forest como mano derecha de mi padre —siguió Invitado —. Dio una palmada en la mano de Jenny y le dijo que el bebé sería siempre suyo y que estaría muy orgulloso de trabajar para que el futuro heredero recibiera una empresa próspera.

—Entonces, ¿a qué se debe la huida y el miedo que veo en tus ojos?

—Esperó a que Jenny se muriera como un buitre que se cernía sobre su cabeza. Me repugnaba. Ahora, si no acepto casarme con él, contará la verdad sobre Tyler. No puedo permitirlo. No puedo destrozar así la vida de Tyler.

—¿No puedes desvelar la jugada de Dunlap?

—¿Cómo? ¿Voy a arriesgarme a que Tyler sepa que es ilegítimo y que todo el mundo lo señale con el dedo hasta que tenga que marcharse del pueblo?

Joe se llevó los nudillos a los dientes mientras meditaba.

—Supongo que no saldría bien —Jonas la miro detenidamente—. ¿Por qué no confiaste en mí y me lo contaste?

—No quería que tuvieras mal concepto de mí. Como lo tuvo mi padre y lo tiene Royce.

—Si tiene tan mal concepto de ti, entonces, ¿por qué...? Ya, quiere tu participación en la empresa cuando se haya casado contigo.

—Efectivamente —ella asintió con la cabeza—. Yo le doy igual, como Tyler. Para él sólo somos unas posesiones más.

Joe se levantó, se acercó al diván y le tomó las manos entre las suyas.

—Yo nunca podría tener mal concepto de ti. ¿Acaso no lo sabes? Amaste Forest y confiaste en él. Después de eso, me sorprende que confiaras lo suficiente en mí para... Nunca has confiado en mí, ¿verdad?

—Eres un hombre íntegro. Te preocupas profundamente por la gente y por hacer lo que está bien. Creo que no quería volver a arriesgar mi corazón. Pero ya es demasiado tarde para hacerlo.

Él apretó sus manos con más fuerza.

—¿Qué quieres decir?

—Quiero decir que me he enamorado de ti. Tienes que saberlo. Si no te hubiera amado...

—No habrías hecho el amor conmigo. Nunca pensé que estuvieras engañándome con cariños. Sólo pensé que quizá estuvieras aturdida. Además, sabía que te habían hecho daño —le rodeó los hombros con el brazo y la estrechó contra sí—. También te amo, pero nunca me has dejado decírtelo.

Ella apoyó la mano en el pecho de Joe, notó los latidos de su corazón y deseó que bastara con el amor. Se le llenaron los ojos de lágrimas, los cerró y levantó los labios para besarlo. Joe le tomó la cara entre las manos y la besó con un cariño como ella nunca había recibido de él. Si su amor... su beso... bastaran para alejar los demonios que poblaban su vida...

La besó en la nariz y en los párpados y la abrazó. Su abrazo fue como un sueño.

—Esto no cambia nada —susurró ella conteniendo un mar de lágrimas—. Nada detendrá a Royce. Sólo tengo dos opciones: o me caso con él o me marcho.

—Le haré frente —sentenció él.

—No puedes. ¿No lo entiendes? Si te enfrentas a él, si no se sale con la suya, desvelará mi secreto. No puedo permitirlo por Tyler. No puedo hacerlo a costa de su felicidad.

—Entonces, iré contigo. Nos marcharemos juntos y formaremos una familia lejos de aquí.
Invitado se apartó y lo miró fijamente y con incredulidad.

—¡Joe! Tu vida está aquí. Has trabajado mucho para conseguir esto.

—Tú también.

—Pero yo no puedo elegir. Tú, sí.

—Y yo he elegido que nos marchemos para poder estar juntos. Puedo volver a empezar.

—Yo nunca podría pedirte algo así.

—No lo has hecho.

Ella negó con la cabeza. La tristeza se adueñó de ella hasta que no quedó nada más; ni esperanzas ni promesas.

El apretó los labios hasta que se le quedaron blancos.

—Ya está, ¿no? No lo quieres, ¿verdad?

—No por el motivo que estás pensando —replicó ella inmediatamente—. No porque no te quiera, sino porque escapar no es la manera de levantar una vida. Cambiarnos los nombres podría no servir de nada. Tyler y yo solos podríamos tener alguna posibilidad, pero ¿los tres? Él nunca dejaría de buscarnos si creyera que me he escapado contigo, Joe. Nunca dejaría de querer cazarte si creyera que te has llevado algo que le pertenece.

—No le temo.

—Pero yo sí y tengo motivos.

Los ojos de él transmitían la misma desolación que ella sentía por dentro. Él le había ofrecido renunciar a toda su vida por ella y ella lo había rechazado amablemente. La soltó y fue a sentarse junto a la chimenea apagada. Se quedó mirando fijamente el reloj que había en la repisa.

—Te compraré las acciones. Dime la cifra. ¿Quieres que haga una transferencia?

—Royce lo descubriría.

—En efectivo.

—Sí.

—¿Cuándo?

—Puedo mantenerlo confiado durante unos días, mientras contrato a la dama de compañía.

—Pídeles a Nadine o a Maddie que se queden unos días contigo si quieres.

—¿Quieres decir...?

—Dile a una de ellas que te gustaría que te acompañaran, como un favor, durante el tiempo que quieras y que yo seguiría pagándoles su salario aquí.

—No puedo hacerlo

—¿Por qué? —Joe se volvió para mirarla—. ¿No quieres que te ayude?

—No quiero aprovecharme de ti —ella cerró los puños sobre su regazo—. Lamento haberte hecho tan infeliz.

—Piensa en lo que pasará cuando te hayas marchado y Dunlap descubra que soy su nuevo socio. Eso debería animarte

—Te dejaré con un buen embrollo, ¿no? —preguntó ella como si no tuviera otras preocupaciones.
¿Cómo se lo diría a Tyler? ¿Cómo se sustentarían? Casi no podía ni oír todas las preguntas que le daban vueltas en la cabeza.

Él tomó aliento y estiró el brazo dolorido, pero no contestó.

—¿Sabré algo de ti cuando te hayas marchado?

—No lo sé. ¿Crees que sería prudente que te escribiera? No quiero que me persiga.

—Creo que tienes que hacer lo mejor para vosotros. Es que... Bueno, sabes que estoy aquí si me necesitas.

El corazón de Invitado no podía soportar más dolor. Aparte de entregar a su hijo, decirle la verdad a Joe había sido la cosa más difícil que había hecho hasta ese momento. Sin embargo, tenía que marcharse y los dos sabían que sería para siempre. Sería el final. Necesitó toda la entereza que pudo reunir para centrarse en lo que necesitaba y no en lo que quería.

—Entonces, solucionaremos lo del dinero mañana —dijo ella.

Él asintió con la cabeza.

Vacía por dentro, Invitado se levantó y fue hasta la puerta. Un segundo después, se encontró en el pasillo, sin nada.

Tenía que tener presente que estaba más cerca de su objetivo que nunca. Había sido una necedad dejarse llevar por la confusión y tener un idilio con Joe... enamorarse de él. Era despiadado hacerle daño. Tenía que pensar en otra cosa o se derrumbaría y nunca más volvería a dominar sus emociones. Tenía que pensar en muchas cosas.

No le había contado nada a Tyler. ¿Cómo haría el equipaje, lo montaría en el tren y lo sacaría del pueblo sin que él preguntara por Royce y adónde iban? Esperaría hasta el último minuto. Alguien, quizá Ward, podría llevar sus cosas a la estación. Tenía que comprobar las horas de salida. Cuando Tyler se hubiera levantado y vestido, podría llevarlo a la estación y decirle que iban a vivir una aventura. Le pediría a Ada o Maddie que comprobaran los horarios de los trenes y que le compraran los billetes. Se dijo que había llegado el momento de pensar a dónde iban a ir. Cuando hubieran llegado al primer destino, cambiarían los nombres y se dirigirían a otro sitio. Era el mejor plan que se le ocurría. Además, desde ese momento tenía que seguir moviéndose hacia delante.



A la mañana siguiente, Invitado estaba llevando un montón de camisas limpias por el descansillo del piso superior cuando miró al vestíbulo y vio a Luther entrar y ponerse a hablar con Ward. Ward le dijo algo y Luther se marchó.

Ward la encontró cuando estaba haciendo una cama.

—Tiene una carta, señorita Sutherland.

El salió apresuradamente y ella desplegó el papel después de romper el lacre.


He concertado una cita en la joyería esta tarde. Acude a las dos en punto.


¿La joyería? Royce quería comprar o encargar el anillo de boda. Cuando lo hubiera hecho, los rumores correrían como la pólvora. Se encontraría atrapada entre más mentiras y evasivas.

Más órdenes y exigencias, pero eso no duraría mucho tiempo.

Estuvo ansiosa hasta que se acercó el momento de ir a enfrentarse con él. Entonces, se lavó, se cambió de ropa y se peinó.

—Tengo una cita —le dijo a Ada—. Debería estar de vuelta a tiempo para recoger a los chicos en la escuela.

No tenía que ir muy lejos. La única joyería era la de un relojero que estaba en Oak Boulevard, al norte de la calle principal. En la esquina de enfrente, delante de la tienda de utensilios, Luther estaba recostado contra un poste. La miró por debajo del ala del sombrero con un cigarro encendido entre los dientes.

Invitado , después de la sorpresa inicial, miró hacia otro lado y siguió su camino. Estaba vigilándola. Seguramente llevaba mucho tiempo vigilándola menos visiblemente. Dobló la esquina y enfiló la calle hacia la joyería. La calesa de Royce, tirada por un caballo negro y lustroso, ya estaba delante de la tienda. La anterior calesa de los Sutherland era más que suficiente, pero él había encargado ésa hacía un año e hizo que se la llevaran desde Pittsburg. Invitado se preparó cuando estuvo cerca y abrió la puerta desgastada por el tiempo. Sonó una campanilla. El interior olía a madera y los tablones del suelo crujieron bajo sus pies.

—Buenos días, querida.

Royce se acercó a ella y le besó el dorso de la mano. Ella quiso apartarla, pero se contuvo y se encontró con que el señor Atwell la miraba con curiosidad desde detrás de sus gafas. Sólo lo conocía de oídas porque nunca había estado en la tienda. Ella esbozó una sonrisa vacilante. Royce señaló una silla de madera.

—Siéntate, el señor Atwell sacará algunos anillos para tomarte la medida y un catálogo para que elijas.
Invitado se sentó y se alisó la falda nerviosamente. Supuso que no debería importarle lo que Royce hiciera con el dinero al que ella iba a renunciar. Con el dinero de su padre. La herencia de Jenny y suya. Además, si conseguía un anillo antes de marcharse, siempre podría venderlo. Se fijó en el diamante más grande del muestrario que le enseñó el señor Atwell. No sabía gran cosa de diamantes, pero parecía grande y estaba rodeado por ocho rubíes que hacían que el anillo se asemejara a una flor con un centro enorme.

—No tengo muchos aquí —le explicó el señor Atwell —, pero puedo pedir el que quiera a Nueva York.

—En realidad, me gusta ése —Invitado lo señaló con el dedo.

El anciano sonrió y su expresión se iluminó.

—La señora tiene un gusto excelente. Este diamante es de primera calidad; de un quilate y tres cuartos. Además de los rubíes de Birmania.

Lo retiró de la bandeja y se lo entregó a ella. Eliza se lo puso en el dedo. Era extraño que Royce se aviniera a esa farsa cuando le había robado todas sus joyas. Naturalmente, era una exhibición de dominio. Una parte de su implacable deseo de poseer todo lo que era de los Sutherland. Quizá pagara ese anillo con el dinero de las joyas de su madre.

—Si prefieres algo menos ostentoso, puedes elegir otro del catálogo —intervino Royce.

—No, éste me gusta mucho —replicó ella con una sonrisa.

Alguien tan obsesionado con los bienes materiales como Royce entendería una motivación tan materialista.

—En realidad —añadió ella—, no creo que otro pudiera gustarme más.

espero que cambie de opinión y me valla con joe sin importarme nada o bueno hasta seria mejor si royce muriera :evil:


siguelaaaaaaaaaaaaaaa

jajajajajajajajajaja!!!
buena esaaaaa _____
jajajaja siguela porfiiiss

SIGUELAAAAAAAAAAAA