♥ Al Viejo Estilo ♥... (Joe & Tu)...Adaptación

BIEN HECHO JOE ESE ORYCE SE LO MERECIA

QUE SI SEA TYLER¡¡

ASH ese royce es un estúpido bueno para nada no me extrañaría que el mismo hubiera hecho secuestrar al niño para hacer sufrir a su cuñada y la verdad me pareció poco el golpe que le dio joe el se merecía una paliza completa :caliente:


espero que sea verdad que el niño ya apareció :)

siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa

OTROOOOOO

Y EL NIÑO??

ESPERO QUE ESTE BIEN

como odio a royce pero donde esta el niño?
sigurla plis

POOORRRFIIISSS

siguelaaaaaaa

CAPITULO 19

Los dueños de las tiendas se despertaron y abrieron las puertas de sus casas. Cuando llegaron al banco, el sol asomó por el horizonte y bañó la calle principal y a sus habitantes con una luz rosada.
Había un hombre montado a caballo delante de la prisión. El sheriff llegó galopando justo a tiempo para ver la escena. Luther Vernon no descabalgó.

El caballo relinchó y dio la vuelta, lo que permitió a Invitado ver al niño rubio sentado delante de él.

—¡Tyler!

El niño se giró y la vio corriendo hacia él.

—¡ Invitado !

Luther Vernon agarró al niño, pasó sus piernas por encima de la montura y se inclinó hacia un costado para dejarlo en el suelo. Joe llegó antes, agarró a Tyler y lo posó en el suelo. Tyler sólo miraba a Invitado , que cayó de rodillas con un grito de alegría. Lo abrazó contra el pecho con toda la fuerza que pudo y notó el temblor de su pequeño cuerpo y los latidos desbocados de su corazón.

Su hijo estaba sano y salvo y entre sus brazos. Nunca había estado tan agradecida y aliviada. Nunca había querido reír y llorar al mismo tiempo. Tomó su cara entre las manos, le besó los ojos y las mejillas, le limpió las lágrimas y la suciedad con el borde de la manga y le dijo que lo quería.

—¿Dónde lo ha encontrado? —le preguntó el sheriff.

—Busqué por los riscos de Yakima. Lo encontré atado a un árbol detrás de unos arbustos de arándanos —Luther rebuscó en una alforja—. Esta es la cuerda.

El sheriff la agarró y la miró detenidamente.

—Parece igual que la que usaron para atar a los hermanos Harper.

—Quiero la recompensa —exigió Luther—. Me he jugado el cuello.

—Pídasela a Dunlap —le replicó el sheriff.

La multitud abrió paso y Royce apareció en la calle.

—¿Has encontrado a mi hijo? —le preguntó.

—Ahí está —contestó Luther.

Royce se volvió y miró a Invitado .

—Menos mal que había alguien buscándolo en vez de estar dormido.

Al oír su voz, Tyler se dio la vuelta en brazos de Invitado y vio a Royce.

—¡Papá!

Royce se acercó y Invitado soltó al niño, que abrazó a Royce por la cintura. Él le dio una palmada condescendiente en la cabeza. Invitado tuvo la sensación de que se cepillaría la chaqueta cuando nadie lo viera.

—Acompáñame al banco —dijo Royce a Luther en voz alta—. Recibirás tu recompensa inmediatamente.
Luther se bajó del caballo y lo ató a un poste delante de la prisión. Royce dijo algo a Tyler antes de separarse de él y los dos hombres fueron hacia el banco.

Joe se quedó mirando a Tyler con una expresión indescifrable en la cara y luego se encontró con la mirada de Invitado . Ella percibió el disgusto y el recelo en los ojos de él. Joe había captado la falta de emoción y preocupación de Royce. Fue hasta Tyler y se agachó a su lado.

—El sheriff te llevará a su despacho y te hará algunas preguntas. Cuando hayas contado tu versión, podrás volver al hotel con tu tía.

—¿Puede venir ella al despacho del sheriff? —Claro —Joe hizo un gesto a Invitado con la cabeza y ella agarró al niño de la mano.

—¿Tú también vas a venir? —preguntó Tyler a Joe.

—No os perderé de vista.

Una vez dentro del pequeño despacho, Invitado se sentó en una silla, sentó a Tyler en su regazo y apoyó la mejilla en su cabeza. Olía a sudor y caballo.

Su narración de los hechos coincidía en casi todo con las de Matt y Daniel, salvo que Tyler contó que lo habían tenido con los ojos tapados y atado en algún sitio cerrado y muy pequeño. Le habían dado de comer y beber hasta que volvieron a montarlo en un caballo y lo abandonaron en el campo.

—¿Pasaste frío? —le preguntó ella.

—Mmm... El hombre me tapó con una manta y luego me la quitó.

Joe se agachó delante de él.

—¿Estás herido?

Tyler separó los dos brazos y Invitado creyó que iba a agarrar a Joe, pero comprendió lo que quería hacer cuando puso la muñeca debajo de la nariz de Jonas. Joe le agarró el brazo con delicadeza y le levantó la manga. Pudieron ver unas señales en carne viva. Tenía la otra muñeca igual.

—El médico te las curará.

Joe lo dijo con un tono más ronco de lo habitual, revolvió el pelo de Tyler y se levantó sin mirar a Invitado .

—Puede llevárselo a casa, señorita Sutherland —le dijo el sheriff.

Su casa era la seguridad del hotel y estaba deseando llevárselo allí.

—Iré a verte enseguida —le comentó Joe a Invitado —. Mandaré al médico.

Ella asintió con la cabeza y se marchó con Tyler.

—Hay algo que no encaja —afirmó Joe en cuanto ella cerró la puerta.

—A mí tampoco me gusta —confirmó Warren.

—Luther Vernon está en nómina de Royce. No me fío de él.

—No podemos agarrarnos a nada, Joe. Joe se rascó la barbilla. Se alegraba de que
el niño estuviera bien, pero tenía la sensación de que había algo raro.

—No entiendo que Vernon haya podido encontrarlo en la oscuridad. Los riscos son un pedregal y sólo un loco se metería ahí a caballo.

—Iré a echar una ojeada —dijo Warren. —Te acompañaré en cuanto haya ido a ver al médico. Que un hombre siga a Vernon a todos lados.


Después de que el médico examinara a Tyler y comprobara que no estaba herido, dio a Invitado un bote con un ungüento. Lilibelle sacó una fuente con comida. El médico comió con Ward en el comedor y Invitado se sentó con Tyler a la mesa de la cocina. El niño, cansado, casi ni probó el beicon con huevo.

—Tengo el estómago revuelto.

—El doctor McKee dijo que te pasaría eso y que seguramente te dolería de cabeza por esa cosa que te pusieron para dormirte. ¿Has vomitado?

Tyler negó con la cabeza.

Daniel ayudó a Ada a llevar agua caliente para llenar la bañera del cuarto de baño y luego, él y Matt se fueron a la escuela acompañados por Ward.

Invitado llevó a Tyler al cuarto de baño y lo ayudó a desvestirse y a meterse en la bañera. Le enjabonó el pelo y se lo aclaró. Lo puso de pie para poder lavarlo y mirarlo bien.

—¿Te duele algo más? —preguntó ella.

—No, pero he perdido los libros de la escuela.

—Estoy segura de que la señorita Fletcher te los repondrá.

—¿Matt y Dan también los perdieron?

—Supongo que sí. Tyler, ¿alguien te ha hecho daño?

—No fueron muy simpáticos, pero nadie me pegó ni me hizo nada. ¿Por qué iban a hacerlo?

—No lo sé, pero no había pasado tanto miedo en toda mi vida —contestó ella mientras le secaba la cabeza—. ¿Crees que podrás dormir?

—¿Y la escuela?

—Tienes que descansar.

—Pero ya he perdido un día...

—Si te encuentras bien, podrás ir mañana.

Ella quitó el tapón. Tyler salió de la bañera y tomó la toalla que tenía ella en las manos. Se quedó envuelto en la toalla mientras ella le ponía el ungüento en las muñecas y se las vendaba. Una vez vestido, volvieron a su habitación, ella cerró las cortinas y lo arropó en su camita.

—Me quedaré hasta que te quedes dormido —le tranquilizó ella.

—Puedes ir a trabajar si quieres, Invitado .

Tyler lo dijo con una voz temblorosa y nada convincente. Quería parecer valiente y portarse como una persona mayor.

—No quiero dejarte —replicó ella sacudiendo la cabeza.

El cerró los ojos y ella se sentó en la butaca que había al lado de la cama. Cuando comprobó que estaba dormido, se tumbó en su cama y se dejó llevar por el sueño. Soñó con su madre y Jenny Lee. Estaban tomando té con pastas y charlaban en la sala acristalada inundada por la luz del sol. Jenny se reía con destellos dorados en el pelo mientras ella no dejaba de rellenar la tetera y de sacar más pastas.

Una ligera llamada en la puerta la despertó. Se levantó y como esperaba a Joes, abrió. Phoebe estaba en el pasillo.

—Me ha mandado Ward. Una visita la espera abajo.

Aturdida por el sueño, intentó despejarse la cabeza.

—¿Quién es? —El señor Dunlap.

¿Royce había ido a verla? Sintió un instante de pánico.

—Yo me quedaré con Tyler —se ofreció Phoebe.

Ella miró a su hijo, que seguía profundamente dormido.

—Muy bien. Gracias.

Royce estaba esperándola en el vestíbulo.

—¿Qué tal estás, querida? —le preguntó él.

—Estaba descansando.

—Perdóname por molestarte. ¿Mi hijo está descansando?

—Tyler está profundamente dormido.

—Tenemos que hablar. ¿Hay algún sitio donde podamos estar solos?

Invitado miró a Ward y condujo a Royce alrededor del mostrador para llevarlo al despacho. Él entró detrás de ella y cerró la puerta.

Estaba segura de que él no haría una escena con tanta gente cerca, pero no quería oír nada de lo que tuviera que decir.

—No vas a seguir portándote como una cualquiera —le comunicó él con un tono bondadoso.

Ella miró el roble tallado durante un minuto antes de mirarlo a él. Sintió una satisfacción inmensa al ver el corte en la boca. El notó su reacción, frunció el ceño, apretó los labios y su finísimo bigote formó una línea recta. Se había puesto una camisa blanca y limpia. Ella se negó a participar de su mezquindad preguntándole de qué estaba hablando.

—El dueño del salón y tú os habéis mostrado demasiado cariñosos, querida...

Ella se acordó de lo que le contó Willie sobre alguien que los había seguido fuera del pueblo.

—¿Estás siguiéndome?

—Tengo cosas mejores que hacer con mi tiempo.

—Muchas veces me he preguntado qué serán esas cosas.

—Tengo ojos y oídos por todos lados y este idilio se ha terminado, ¿entendido? Vas a volver a casa.

—No puedo.

—¿Por qué? Si te preocupa el decoro, contrataré a alguien para que te acompañe hasta que nos hayamos casado. Alguien íntegro, no una chica de salón.

—Es muy difícil estar en esa casa desde que Jenny... —no terminó la frase.

—Vas a volver. Sea antes o después.

—Necesito más tiempo.

—¿Para qué? ¿Para que otro miserable te obnubile? El próximo hijo será mío, te lo aseguro.

—¿Qué quieres, Royce? —preguntó ella—. Te daré mi participación de la empresa. Es lo que siempre has querido.

Primero la participación de Jenny y luego la mía. Si vas a tenerla, ¿para qué me persigues? No me amas. Nunca amaste a Jenny.

El cuarto era muy pequeño y cuando él se acercó, ella sólo pudo retroceder hasta toparse con la pared. Royce le tomó un mechón de pelo y se lo pasó entre los dedos.

—El poder no tiene nada que ver con el amor, niña necia. Dirijo la empresa más grande de esta parte del estado. Le gente hace lo que yo digo.

—¿Por qué no te conformas con eso? —preguntó ella.

—Seré el propietario único de Sutherland Company, pero pasará a llamarse Dunlap Company. Además, habré poseído a las dos mujeres Sutherland. Tú también serás propiedad de Dunlap. Tendré todo lo que tuvo tu padre y más.

Invitado tragó saliva.

—Jenny Lee quiso tu hijo bastardo, no yo —siguió él—. No lo olvides. Adoptarlo hizo feliz a Jenny Lee y apaciguó a tu padre. Yo gané puntos al fingir que lo quería. Sin embargo, Henry ya no está aquí.

—Tyler es un Dunlap para todo Sil ver Bend.

—No lo es para mí. Quiero un hijo mío.

¿Él no lo reconocería como hijo suyo aunque se quedara allí con Tyler? Cuantas más cosas oía, más convencida estaba de que irse era lo acertado; era lo único que podía hacer. No iba a suplicar más a un hombre que no tenía conciencia.

—¿Qué quieres de mí?

—Volverás a casa y luego te casarás conmigo y serás una buena esposa.

—¿Si no lo hago?

—Tu maravilloso hijo será todo tuyo, pero el pueblo sabrá que eres una cualquiera y que tu hijo es un bastardo.
Él retrocedió con una expresión jactanciosa que indicaba lo satisfecho que estaba consigo mismo.

—Naturalmente, me dolería que se supiera —añadió Royce—. He hecho lo posible para protegeros a ti y a tu hijo y para darle un apellido digno.

—Dame dos semanas para encontrar a alguien que me acompañe en la casa. A lo mejor tengo que buscarla fuera del pueblo.

—Una semana. Después, comunicaré que estamos cumpliendo el período de luto y que luego nos casaremos. Por el bien del niño, naturalmente. Y para conservar unido el legado familiar...

—Naturalmente.

—Y se acabó lo de tontear con el dueño del salón.

—No sabes lo que dices.

—Mantente lejos de él. Si no me tomas en serio, verás lo que pasa.

—¿Qué más puede pasar?

—Mmm... —Royce fue hasta la puerta y agarró el picaporte—. Podría recibir otro disparo.
Abrió la puerta y salió. Invitado se quedó mirando la puerta de roble. ¿Quería decir que le dispararía o que haría que le dispararan? ¿Quería decir que había tenido algo que ver con el otro disparo?

Se llevó la mano al pecho al intentar asimilar la amenaza y lo que implicaba. Si había hecho que la siguieran, sabía a dónde había ido y con quién. No podía ver lo que hacían detrás de aquellos muros, pero alguien pudo verlos en el porche la noche que dispararon a Joe.

¿Quería eliminarlo? Nunca había dudado de que Royce haría cualquier cosa para conseguir lo que quería. No tenía escrúpulos y era perfectamente capaz de presentarse como alguien íntegro mientras tramaba una estrategia despiadada a escondidas. Estaba segura de que no se detendría ante nada para llevar a cabo su plan y cada vez tenía más claro que la situación era peligrosa. Estaba jugándose todo lo que le importaba. Su libertad, el futuro de Tyler, la seguridad de los dos... Todo.

poooorfiisss

MADITO ROYCE¡¡LO ODIO ,LO ODIO LO ODIO CON PASION PERRUNA¡¡

PORFIIIIIIIISSS

CAPITULO 20

Julieta♥ se quedó en la habitación casi todo el día. Nadine subió comida para Tyler y ella. Cuando Joe pasó para ver qué tal estaban, ella pareció reacia a hablar y con ganas de estar sola. El entendió que habían pasado un suplicio espantoso y respetó su intimidad. Dándole vueltas en la cabeza a la facilidad de Luther Vernon para encontrar a Tyler, fue al salón y se sentó a una mesa.

Luther estaba jugando a las cartas con algunos clientes habituales y parecía que las apuestas eran bastante elevadas. Sacó unos cigarros del chaleco y los repartió. Los hombres encendieron las fósforos en el borde de la mesa y una nube de humo aromático cubrió la mesa.

Quay llevó a Joe una jarra de cerveza.

—¿Desde cuándo llevan así? —le preguntó Joe.

—Desde esta tarde. Está dilapidando la recompensa e invitando a rondas.

—¿Algún problema?

—Ninguno —Quay siguió en voz baja—. Luther lleva en el pueblo dos o tres años. Quién lo diría. Hasta ahora nunca le había visto con dinero y empiezo a entenderlo.

Joe estuvo con algunos hombres hasta que se hizo tarde. Ayudó a cerrar y a apilar las sillas sobre las mesas.
Cuando terminó, volvió al hotel y a sus aposentos para leer. Los diarios se habían convertido en su entretenimiento cotidiano, eran un vínculo con el padre que no había conocido. Gracias a ellos, su padre había pasado de ser una figura difusa y ausente a ser un hombre corroído por el dolor y el arrepentimiento, un hombre que hacía lo que podía. Todavía sin sueño, Joe guardó el último diario en el baúl y observó las cartas que se habían escrito sus padres. Resignado a leerlas, se acomodó en la butaca. Las cartas de su padre eran relatos de su trabajo y de lo que hacía a lo largo del día. Hablaba con apasionamiento de las batallas, de los principios y creencias que había en ellas y muchas veces mencionaba su deseo de servir para algo. En una de las cartas con un sello más reciente escribió:

Os echo de menos, a ti y a mi hijo, más de lo que puedo decir con palabras. Joe es un niño inteligente y algo obstinado, que llegará lejos o que acabará por el mal camino, según lo bien que se encauce. Cuando vuelva la próxima vez, pienso quedarme. Para ti ha sido muy arduo estar sola estos meses, que se han convertido en años y cada vez deseo más pasar contigo el resto de mis días y noches, querida esposa. He pensado en un proyecto que Joe y yo podemos sacar adelante juntos, pero antes haremos otro. Labraremos ese trozo de terreno que siempre has querido y tendrás una huerta. Podrás hacer remolacha en conserva para que él la desprecie.

El detestaba la remolacha en conserva. ¿Lo sabía su padre? En todas las cartas acababa mandando mi amor inquebrantable para ti y nuestro hijo. Joe fue un niño que se crió sin la presencia de su padre y siempre pensó que él se había preocupado más por sus viajes y su trabajo que por su mujer y su hijo. Esa creencia había ido acompañada por un mundo de desconsuelo. Había aprendido a respetar a las mujeres al ver la fortaleza de su madre, pero en ese momento la admiraba más todavía, percibía lo mucho que se había sacrificado para que el hombre que amaba pudiera seguir el dictado de su corazón y viviera conforme a sus principios.

El nunca se había propuesto ser un héroe.

Defendía a los más débiles que él porque le salía de forma natural, como levantaba los puños ante alguien que quería abusar de otro. No hacía falta ser un genio para darse cuenta de que se sentía culpable por no haber podido defender a su madre. Durante años, había reprochado a su padre que no estuviera cuando ella lo necesitó más. Ayudar a la gente era su manera de compensar su debilidad de entonces y de ser distinto a su padre.

Sin embargo, su padre también ayudó a los demás. Durmió en tiendas de campaña y viajó con el ejército porque creía en lo que estaba haciendo. Su terca cabeza había cambiado el concepto que tenía de él. Siempre había considerado la profesión de su padre como un abandono y, sobre todo, como el motivo de la muerte de su madre.
La entrega de su padre al ejército y a los hombres que lo integraban fue una extensión de la compasión que sentía por las personas y de su altruismo. El pesar que dejó escrito se abrió paso entre los fríos reproches de su corazón. Debería haberlo perdonado hacía mucho tiempo.

Había llegado el momento de olvidar los reproches, pero tampoco podía quedarse en las lamentaciones. Era lo que había hecho su padre y lo que lo había destruido. Joe había vuelto a Silver Bend y había podido pasar un tiempo con su padre antes de que muriera. Hizo todo lo que pudo y tendría que conformarse con saberlo.

Esa noche, Julieta♥ volvió a soñar con la sala acristalada y soleada de la casa. Jenny y ella estaban sentadas en un sofá con un tapizado de flores desteñidas por el tiempo y la luz del sol. Observaban a Tyler, que jugaba sobre una de las colchas que había cosido su madre. El niño, que tenía el pelo casi blanco, se entretenía con unos bloques de colores y sus caballos de madera.

—Es lo mejor que me ha pasado en mi vida —le dijo Jenny con los ojos azules rebosantes de amor—. Ya lo sabes, ¿verdad?

Julieta♥ asintió con la cabeza.

—¿Te acordarás siempre de lo feliz que soy en este momento? ¿Te acordarás cuando en el futuro te hagas preguntas o rememores? Por favor, dime que lo harás.

—Me acordaré —dijo Julieta♥ .

Julieta♥ se despertó con la almohada mojada por las lágrimas y el corazón atenazado por la añoranza.
—Me acuerdo —susurró en la oscuridad.

A la mañana siguiente, Joe y Julieta♥ acompañaron a Tyler y a los niños Harper hasta la escuela. Ella quiso agacharse para abrazarlo, pero él se despidió con la mano y se dirigió hacia el pequeño edificio de ladrillo.
Julieta♥ lo miró con el corazón en un puño.

Un instante después, él se dio la vuelta para mirarlos, se detuvo y volvió corriendo hacia Julieta♥ . Le rodeó la cintura con los brazos y la abrazó con toda la fuerza que pudo. Los Harper sonrieron y lo esperaron.

—No me va a pasar nada —la tranquilizó él apartándose un poco para mirarla.

—Lo sé —ella se agachó.

—No te preocupes por mí, ¿de acuerdo?

—De acuerdo —repitió ella con lágrimas en los ojos.

Julieta♥ se levantó y Matt y Daniel acompañaron a Tyler dentro de la escuela.

—A lo mejor debería haber alguien vigilando la escuela hoy —propuso ella.

—Warren se ha ocupado de eso —replicó Joe—. Se lo ha encargado al sobrino de Earl Mobley. Uriah los vigilará durante el día y se encontrará con ellos a la salida.

Ella se sintió un poco más tranquila. Aun así, todavía había muchas cosas que le preocupaban. La amenaza de Royce para que se mantuviera alejada de Joe era inquietante.

Volvieron por la calle principal con las alas de sus sombreros protegiéndolos del sol. Ella no pudo evitar mirar hacia las puertas y ventanas de la calle. Joe siempre le había transmitido seguridad. Conocerlo... amarlo... había sido un bálsamo para su corazón solitario y dolorido. Lo amaba sin asomo de duda. Por eso tenía que protegerlo con las mismas ganas que protegía a Tyler. Alguien podía estar observándolos dispuesto a meterle una bala en el corazón.

Royce había reconocido tácitamente que había sido el responsable de que dispararan a Joe y no iba a desistir hasta que consiguiera lo que quería. Tomó una bocanada de aire para aplacar el creciente ritmo de los latidos de su corazón.

—Voy a volver a la casa la semana que viene.

Ella esperó su reacción, pero su cara no reflejó ningún sentimiento.

—¿Tan pronto? —preguntó él.

—Tengo que volver en algún momento y ya no me necesitas con los libros de cuentas. Tu brazo está mucho mejor.

—Creía que no querías parecer indecorosa y todo eso.

—Contrataré una dama de compañía.

¿Qué estaba haciendo? ¿Estaba mintiéndole como a Royce? Sería muy injusto contratar a alguien para hacer lo adecuado y luego desaparecer. Además, no tenía sentido volver a la casa porque una vez que no tuviera ingresos no había motivos para quedarse. No había ganado suficiente dinero, ni mucho menos. Royce cada vez le daba menos tiempo.

Lo más probable era que Royce hubiera pagado a alguien para que disparara a Joe. Si no estaba muerto todavía, no era porque no lo hubiera intentado. Aquel disparo salió de algún sitio en medio de la noche y podía pasar otra vez.

Después del sueño de la noche anterior, no pudo dormirse otra vez. Se quedó tumbada en la cama, luego fue a mirar por la ventana y acabó sentada en la butaca y escuchando la respiración de Tyler. No dejó de pensar un instante y se estrujó el cerebro para encontrar la mejor solución. La confusión y el miedo que le producía la situación la abrumaban. Necesitó toda su fuerza de voluntad para no gritar, para no soltar la verdad. Sin embargo, no quería acarrear con las consecuencias.

Sólo tenía dos opciones. Quedarse, someterse a las exigencias de Royce y ser su esposa era una alternativa que no podía aceptar. Quizá fuera egoísta, pero no podía hacerlo. ¿Hasta dónde llegaría él?

Tendría la sartén por el mango mientras ella viviera y podría amenazarla, como a Tyler.

Aunque ella lo protegiera mientras pudiera, él podría destrozarle la vida cuando fuera un hombre adulto.

La otra alternativa era desaparecer y seguía siendo la mejor. No se preocupaba sólo por su bienestar y por eso no era completamente egoísta. Sin embargo, no podía poner tierra por medio sin dinero suficiente. Pero poseía algo que le daría el capital que tanto necesitaba.

No volvió a dormir después del sueño tan nostálgico. Se quedó sentada en la oscuridad y añoró un tiempo y un lugar como el que conoció una vez. Un tiempo de inocencia y libertad. Un lugar seguro y donde la aceptaban. Después de tanto pensar, decidió lo que tenía que hacer.

—Tengo que proponerte algo.

Joe se levantó el ala del sombrero con el pulgar y se paró en la acera para mirarla. Ella también se paró.

—¿Vamos a olvidarnos de las cuentas esta mañana?

El tono de su voz y la mirada de sus ojos indicaron a Julieta♥ que había pensado en algo completamente distinto. A ella se le alteró el pulso sólo de pensarlo, pero lo dejó a un lado.

—Es una propuesta de negocios —le aclaró ella.

—Ah... —él se encogió de hombros—. ¿De qué se trata?

—Me gustaría que compraras mi participación en la fábrica de ladrillos.

--¿Qué...?

—He visto las cifras que manejas y he anotado tus depósitos. Si no puedes pagar toda la cantidad, puedes pedir prestado el resto. Te garantizo que te ofrezco una buena transacción.

—¿Qué estás pensando? —preguntó él en jarras —. Esa participación te garantiza unos ingresos para toda tu vida. O, al menos, mientras la empresa sea sólida y no veo por qué va a dejar de serlo.

—Sólo si sigo soltera. Si me caso, todo lo mío pasará a ser de mi marido.

El frunció el ceño con un gesto de inquietud.

—No sé qué decir. No me dejas hablar de eso. Me casaría contigo mañana mismo si...

—Lo sé —ella levantó una mano para callarlo.

—¿Lo ves? Me cortas cuando voy a decirlo. ¿Qué quieres de mí, Julieta♥ ?

—Quiero que compres mi participación de Sutherland Company.

—¿Cuál es la diferencia entre que te cases conmigo y que la participación sea legalmente mía o que pague por ella? Además, no querría tu participación. No sé nada sobre la fabricación de ladrillos. Ya tengo mis propiedades y mis inversiones.

Ella se había metido hasta el fondo, se había metido en una zona que nunca había querido comentar.

—La diferencia es que yo tendría dinero.

—Ahí es donde tu forma de pensar se enturbia como el barro. Entonces, el dinero sería mío a cambio de las acciones; legalmente, nada más.

Julieta♥ , desesperada, lo miró a los ojos.

—Tú y yo no vamos a casarnos, de modo que eso no pasará.

—Pero has dicho que quieres vender tu participación para que no sea de tu marido —él entrecerró los ojos y fue evidente que se sentía ofendido—. ¿Estás hablando de casarte con otro?

—No, no hablo de nadie.

La impotencia de él dio paso a una sombra de resquemor.

—¿Qué ha sido todo esto, Julieta♥ ? ¿Qué significo para ti? ¿Soy alguien para aliviar tu pena y que te ayuda a pasar el tiempo hasta que estés preparada para seguir adelante?

—No es el lugar para hablar de eso.

Julieta♥ , por primera vez, miró hacia las ventanas del banco y de la tienda de utensilios. Yale salió con una escoba.

—Buenos días, señorita Sutherland. Espero que su sobrino esté bien.

—Sí, gracias. Ha ido a la escuela.

—Entonces, vamos a hablar en algún sitio donde estemos solos —le dijo Joe.

—No es una buena idea.

—¿Por qué no? ¿Te quedas sin excusas o tu interés por mí ha desaparecido súbitamente?

—No es eso...

El se alejó y los tacones de sus botas retumbaron rápidamente en los tablones de la acera. Julieta♥ casi tuvo que correr para alcanzarlo.

—¡Espera, Joe !

Él llegó a la puerta del hotel y la abrió para que ella entrara.

—Puedes presentarte a Ada esta mañana —dijo él —. Tienes razón sobre mi brazo. Puedo ocuparme de los libros de cuentas.

Ella intentó no sentirse dolida porque la había apartado de él. Había estado esquiva y mezquina por no darle explicaciones y se merecía su enojo. No había querido hacerle daño, pero se lo había hecho. Aun así, él seguía siendo su mayor esperanza.

—¿Te pensarás lo de comprarme mi participación?

—Lo tendré en cuenta.

—Gracias.

Joe la observó subir las escaleras con un nudo de perplejidad en las entrañas. Aunque estaba furioso, podía darse cuenta de que algo iba mal. Ella volvía a buscar dinero y esa vez era una cantidad desorbitada. Supuso que él podía cubrirla. No sabía la cifra exacta, pero había heredado los ahorros de su padre, sacaba unos intereses de una buena parte de la paga del ejército y tenía tres negocios florecientes. Sin embargo, ¿por qué tenía ella tanto interés en vender? Más aún, ¿por qué quiso ponerse a trabajar?

De vuelta al despacho, volvió a pensar en la conclusión que sacó en su momento: estaba pensando en escapar. Había restado importancia a esa idea, pero se había engañado a sí mismo. Necesitaba dinero. No pensaba seguir allí en otoño y nunca había pensado en tener una relación permanente con él.

Él seguía sin saber quién era el padre de Tyler. Si era Dunlap, Joe no podía quedarse de brazos cruzados y permitir que ella desapareciera con su hijo. Ser un majadero no era motivo para perder a su hijo para siempre, pero el comportamiento de ella cuando estaba con Dunlap dejaba muy claro que él la intimidaba con algo.

Siempre daba vueltas a todos los aspectos. El niño se merecía un padre, pero necesitaba un padre que le mostrara algo de amor. Royce nunca mostró ni el más mínimo interés.

Además, no estaba convencido de que Dunlap fuera el padre de Tyler y si lo era, de que no la hubiera forzado. En ese caso, no tenía ningún derecho.

Tenía que tomar algunas decisiones.

La negativa de ella a hacerle partícipe de lo que estaba pasando lo carcomió todo el día. Esa noche volvió a ver a Luther gastando dinero en el salón. Hacía las diez, se quedó sin blanca.

—¿Crees que se ha gastado quinientos dólares? —preguntó Joe a Quay.

—Alegremente —contestó Quay—. Lleva ropa nueva y esta tarde ha traído regalos para las chicas. Pañuelos y cosas así. La señora Holmes y Rowena dejaron los suyos en la barra.

El prestigio de Luther se disipó con su dinero y hacia las once agarró el sombrero y se marchó. Joe lo siguió afuera y lo observó desatar el caballo y marcharse. Desde la puerta, Joe hizo un gesto con la cabeza a Quay y se dio la vuelta para dirigirse a casa. Le apetecía darse un baño relajante. Calentó agua, llenó la bañera, se metió y cerró los ojos. Por un lado, deseó que Julieta♥ fuera a buscarlo esa noche, pero por otro deseó no haber perdido el juicio y no haber tenido ese idilio con ella. No sabía cuánto tiempo aguantaría sin hacer nada. Quizá hubiera sido demasiado paciente.

Nunca había vuelto a estar en ese cuarto sin pensar en ella, sin acordarse de cuando hicieron el amor entre el vapor y de su belleza de alabastro a la luz del candil. Cuanto más pensaba en ella, más se enfurecía.
Estaba cansado de las evasivas de ella; estaba harto de tanta tontería. Contenerse era lo más difícil que había hecho en su vida. Se había metido en trifulcas con hombres tres veces más grandes que esa seductora llena de curvas, había levantado los puños y había salido ileso. ¿Por qué se contenía? Ya no tenía motivos para preocuparse por asustarla. En cualquier caso, ella estaba planeando marcharse.

Quitó el tapón para que se vaciara la bañera, salió, se secó y se vistió. Agarró el sombrero, la cartuchera y las botas y los dejó en sus habitaciones de camino hacia el tercer piso.

ASH ese royce cada vez me cae peor ya deberían matarlo para que no estorbe en la novela :evil:


siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaa