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"Nadie Como Tu" - Joe y tu Terminada
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: "Nadie Como Tu" - Joe y tu Terminada
Capitulo 51
Joe se pasó la noche sentado en el sofá. No quería, no podía irse a la cama. A la cama que había compartido con ______. ¿Cómo había sido capaz de hacerle eso? ¿Por qué? ¿Adónde se había ido? Cuando llegó a casa y vio que ella no estaba, sintió como si las paredes se le cayeran encima, pero pasada la primera impresión empezó a preguntarse adónde se habría ido. No quería hablar con ella, no quería volver a verla jamás, pero tampoco quería que le pasara nada malo.
Llamó a Amanda, seguro que estaba allí; en los últimos meses, se habían hecho muy amigas, pero se equivocó. Amanda no sabía nada de ______ desde esa mañana. Luego se armó de valor y llamó a Nick; aunque entre él y ______ nunca hubiera pasado nada, Joe sabía que Nick sentía mucho cariño por ella. Cuando Nick le contestó y le dijo que seguía en Barcelona, y que estaba cenando con unos compañeros de trabajo, Joe opto por no desvelarle el auténtico motivo de su llamada y limitarse a mandarle saludos. Ya tendría tiempo de escuchar sus insultos más tarde. Empezaba a estar preocupado y llamó a todos sus amigos. Nada, nadie sabía nada de ______. Descartó la idea de que hubiera ido a casa de Nana, pues de lo contrario su abuela lo habría llamado seguro. Ni tampoco estaba con Sam y Silvia, pues ellos habían cambiado de planes y no iban a regresar de Escocia hasta el domingo por la noche. ¿Dónde podía estar?
Eran ya las doce de la noche cuando se rindió y se dio cuenta de que sólo había dos posibilidades: o ______ era peor de lo que él se imaginaba y se había ido con Steve a pesar de que era un hombre casado; o él se había equivocado del todo y ______ había regresado a Barcelona.
No sabía si le daba más miedo la primera opción o la segunda, pero por el momento sólo podía esperar. Esperar y por la mañana llamar a Kevin. Seguro que el hermano mayor de ______ sabía dónde encontrarla.
A las ocho en punto de la mañana del sábado, hora española, Joe llamó a Kevin.
—Eres un hijo de pu*a —fue el saludo de éste—. ¿Cómo has podido hacerle esto a ______?
Joe no se dejó intimidar por el insulto y respondió.
—Eso deberías preguntárselo a tu hermana. Creo que ha salido a ti, no tiene escrúpulos a la hora de mejorar su carrera profesional.
—¡Serás imbécil! —Kevin apretaba el teléfono con tanta fuerza que tenía miedo de romperlo—. Mira, de mí puedes opinar lo que quieras, me importa una mie&$a, pero de mi hermana... —Intentó controlarse—. Hay que ser idiota para creer que ella es capaz de hacer nada malo.
—Kevin, digamos que tú no eres objetivo. Ella es capaz de eso y de mucho más. —Joe también intentó recuperar el control, por lo que decía Kevin era obvio que estaba al corriente de todo—. La vi con mis propios ojos con Steve. ¿Cómo explicas eso?
Kevin cerró los ojos un instante. Le había prometido a ______ no contarle a Joe lo del artículo de su padre, e iba a mantener esa promesa. Se lo debía.
—Joe, siempre te había considerado inteligente. Pero ahora veo que me equivoqué. Creía que un buen periodista buscaba toda la información posible antes de llegar a una conclusión. —A ver si así se daba por aludido.
—¿Por qué lo dices? —preguntó Joe, intrigado por el cambio de tema en la conversación.
—Por nada. —Kevin no podía decir nada más—. ¿Por qué me has llamado?
Joe se quedó en silencio durante un instante.
—Porque quiero saber dónde está ______. Quiero saber si está bien.
Kevin se rió de un modo muy cruel.
—¿Así que ahora te importa? Pues no, ella no está bien. —Kevin alzó la voz—. Ayer, después de que la echaras de la revista y de tu piso, cogió la maleta y, con la muñeca aún escayolada, se fue sola al aeropuerto para coger un avión hacia Barcelona. —Kevin estaba cada vez más furioso—. Se pasó todo el viaje llorando y llegó aquí agotada y destrozada. Así que no. No está bien.
Joe iba a contestar, pero Kevin se lo impidió.
—Pero no te preocupes, dentro de poco sí lo estará. Se recuperará del accidente de moto, de Londres y de ti. Así que no se te ocurra llamarla ni aparecer por aquí. ¿Entendido?
Joe cerró los ojos y, al habérsele hecho un nudo en la garganta, tardó un poco en contestar.
—¿Entendido? —insistió Kevin.
—Sí, perfectamente. —Antes de que pudiera decir nada más, oyó cómo Kevin colgaba.
Dios, como si no hubiese bastante, ahora acababa de perder a su mejor amigo.
Joe se dio cuenta de que le temblaban las manos. Su vida iba de mal en peor. Si se quedaba en casa acabaría volviéndose loco; todo le recordaba a ______. Tenía que salir. Cogió las llaves y se fue a la calle. Caminó sin rumbo fijo, lo único que quería era pensar, tranquilizarse.
Joe se pasó la noche sentado en el sofá. No quería, no podía irse a la cama. A la cama que había compartido con ______. ¿Cómo había sido capaz de hacerle eso? ¿Por qué? ¿Adónde se había ido? Cuando llegó a casa y vio que ella no estaba, sintió como si las paredes se le cayeran encima, pero pasada la primera impresión empezó a preguntarse adónde se habría ido. No quería hablar con ella, no quería volver a verla jamás, pero tampoco quería que le pasara nada malo.
Llamó a Amanda, seguro que estaba allí; en los últimos meses, se habían hecho muy amigas, pero se equivocó. Amanda no sabía nada de ______ desde esa mañana. Luego se armó de valor y llamó a Nick; aunque entre él y ______ nunca hubiera pasado nada, Joe sabía que Nick sentía mucho cariño por ella. Cuando Nick le contestó y le dijo que seguía en Barcelona, y que estaba cenando con unos compañeros de trabajo, Joe opto por no desvelarle el auténtico motivo de su llamada y limitarse a mandarle saludos. Ya tendría tiempo de escuchar sus insultos más tarde. Empezaba a estar preocupado y llamó a todos sus amigos. Nada, nadie sabía nada de ______. Descartó la idea de que hubiera ido a casa de Nana, pues de lo contrario su abuela lo habría llamado seguro. Ni tampoco estaba con Sam y Silvia, pues ellos habían cambiado de planes y no iban a regresar de Escocia hasta el domingo por la noche. ¿Dónde podía estar?
Eran ya las doce de la noche cuando se rindió y se dio cuenta de que sólo había dos posibilidades: o ______ era peor de lo que él se imaginaba y se había ido con Steve a pesar de que era un hombre casado; o él se había equivocado del todo y ______ había regresado a Barcelona.
No sabía si le daba más miedo la primera opción o la segunda, pero por el momento sólo podía esperar. Esperar y por la mañana llamar a Kevin. Seguro que el hermano mayor de ______ sabía dónde encontrarla.
A las ocho en punto de la mañana del sábado, hora española, Joe llamó a Kevin.
—Eres un hijo de pu*a —fue el saludo de éste—. ¿Cómo has podido hacerle esto a ______?
Joe no se dejó intimidar por el insulto y respondió.
—Eso deberías preguntárselo a tu hermana. Creo que ha salido a ti, no tiene escrúpulos a la hora de mejorar su carrera profesional.
—¡Serás imbécil! —Kevin apretaba el teléfono con tanta fuerza que tenía miedo de romperlo—. Mira, de mí puedes opinar lo que quieras, me importa una mie&$a, pero de mi hermana... —Intentó controlarse—. Hay que ser idiota para creer que ella es capaz de hacer nada malo.
—Kevin, digamos que tú no eres objetivo. Ella es capaz de eso y de mucho más. —Joe también intentó recuperar el control, por lo que decía Kevin era obvio que estaba al corriente de todo—. La vi con mis propios ojos con Steve. ¿Cómo explicas eso?
Kevin cerró los ojos un instante. Le había prometido a ______ no contarle a Joe lo del artículo de su padre, e iba a mantener esa promesa. Se lo debía.
—Joe, siempre te había considerado inteligente. Pero ahora veo que me equivoqué. Creía que un buen periodista buscaba toda la información posible antes de llegar a una conclusión. —A ver si así se daba por aludido.
—¿Por qué lo dices? —preguntó Joe, intrigado por el cambio de tema en la conversación.
—Por nada. —Kevin no podía decir nada más—. ¿Por qué me has llamado?
Joe se quedó en silencio durante un instante.
—Porque quiero saber dónde está ______. Quiero saber si está bien.
Kevin se rió de un modo muy cruel.
—¿Así que ahora te importa? Pues no, ella no está bien. —Kevin alzó la voz—. Ayer, después de que la echaras de la revista y de tu piso, cogió la maleta y, con la muñeca aún escayolada, se fue sola al aeropuerto para coger un avión hacia Barcelona. —Kevin estaba cada vez más furioso—. Se pasó todo el viaje llorando y llegó aquí agotada y destrozada. Así que no. No está bien.
Joe iba a contestar, pero Kevin se lo impidió.
—Pero no te preocupes, dentro de poco sí lo estará. Se recuperará del accidente de moto, de Londres y de ti. Así que no se te ocurra llamarla ni aparecer por aquí. ¿Entendido?
Joe cerró los ojos y, al habérsele hecho un nudo en la garganta, tardó un poco en contestar.
—¿Entendido? —insistió Kevin.
—Sí, perfectamente. —Antes de que pudiera decir nada más, oyó cómo Kevin colgaba.
Dios, como si no hubiese bastante, ahora acababa de perder a su mejor amigo.
Joe se dio cuenta de que le temblaban las manos. Su vida iba de mal en peor. Si se quedaba en casa acabaría volviéndose loco; todo le recordaba a ______. Tenía que salir. Cogió las llaves y se fue a la calle. Caminó sin rumbo fijo, lo único que quería era pensar, tranquilizarse.
Nani Jonas
Re: "Nadie Como Tu" - Joe y tu Terminada
Capitulo 52
¿Por qué tenía la sensación de que había cometido el mayor error de su vida? Él había visto a ______ con Steve, y no una, sino dos veces. Ella le había mentido. Ella era la única que conocía la contraseña de su ordenador. Ella le había mandado un e-mail a Steve con una relación de todos los artículos y sus fechas. Era obvio que ella era la ladrona.
Pero ¿por qué lo había hecho? ¿Por dinero? ¿Para mejorar su carrera profesional? Si hubiera sido por eso, ¿por qué habría regresado a Barcelona? Dios, había algo que se le escapaba.
Joe anduvo por las calles todo el día. Es increíble lo solo que se puede llegar a sentir uno en una ciudad llena de gente. Por la noche, al regresar a su casa, se detuvo ante el portal naranja. Ahí la había besado por primera vez, y en ese instante recordó perfectamente su olor y su sabor. Tenía que dejar de hacer eso, tenía que olvidarla y tenía que hacerlo ya. Ella lo había engañado, lo había utilizado, y cuanto antes se lo metiera en la cabeza, mejor. Lo que le resultaría difícil sería sacarla de su corazón, porque, a pesar de lo que le había dicho a ______, él sí se había enamorado de ella.
Pasó el domingo en ese mismo estado de estupor. El teléfono de su casa sonó tres o cuatro veces, pero él no contestó ninguna. Todas esas llamadas fueron seguidas por sus réplicas en el móvil, y vio que Jack, Amanda y Nick, que ya se habían enterado de lo que había sucedido, lo estaban buscando. Los ignoró. No quería hablar con nadie. No se veía capaz de contarles lo que había pasado. Llevaba dos noches sin dormir, estaba cansado, agotado, y por mucho que su cerebro se empeñara en lo contrario, su corazón echaba de menos a ______.
«¿Qué son esos golpes en la puerta?», pensó Joe entreabriendo los ojos e incorporándose en el sofá. Debía de haberse quedado dormido, porque aún llevaba la ropa puesta y la televisión estaba encendida. Volvieron a oírse los golpes, pero esta vez acompañados de unos gritos.
—¡Joe, si no abres la puerta de una vez, la echaré abajo! —La potente voz de Sam resonó por toda la escalera.
¿Sam? ¿Qué estaba haciendo él allí? Joe miró el reloj y vio que eran casi las doce del mediodía. mie&$a, en efecto se había dormido. Se pasó las manos por la cara y carraspeó.
—¡Ya voy! —Se levantó y caminó hacia la puerta—. Siento haberme dormido —dijo al abrirla—. Pero ¿desde cuándo vas a buscar a los empleados a su casa cuando llegan tarde?
—Desde que han cometido el mayor error de su vida —respondió Sam enfadado, y le golpeó con un DVD en el pecho.
—¿No ir a trabajar el lunes por la mañana es el mayor error de mi vida? —preguntó Joe aún soñoliento.
—No. —Sam entró y cerró la puerta tras de sí—. Pero echar de tu vida a la primera y única mujer a la que has querido, sí lo es. —Al ver que Joe lo miraba atónito, añadió—: ¿Tienes algún aparato en el que podamos ver este disco?
—Sí, claro, debajo del televisor. —Joe no entendía nada de lo que estaba pasando.
—Siéntate —dijo Sam—. No creo que puedas tenerte en pie después de verlo.
Sam puso el DVD, y Joe sintió como si le dieran un puñetazo en mitad del pecho.
El DVD contenía las grabaciones de unas cámaras de seguridad, y en ellas se veía claramente cómo Clive se sentaba delante del ordenador de Joe y copiaba unos archivos en un lápiz de memoria. Se veía incluso cómo mandaba un e-mail y luego, con mucha calma, apagaba el ordenador. En la pantalla aparecían la hora y el día de la grabación. Era el pasado lunes, justo después de que Joe saliera disparado de su despacho al enterarse del accidente de ______. Se puso tan nervioso, se asustó tanto, que se olvidó de que Clive estaba allí. Y ni se le ocurrió apagar o bloquear el ordenador. Dios, ¡qué estúpido había sido! El alivio inicial que sintió al darse cuenta de que ______ no era quien le había robado el artículo, se transformó en dolor al ver lo que había hecho. Sam tenía razón: había echado de su vida a la única mujer que había amado.
Sam se sentó a su lado y empezó a hablar.
—Antes de irme a Escocia, mandé instalar un montón de cámaras de seguridad ocultas. Hay una en cada despacho, un par en las salas de reuniones y tres en la zona de los diseñadores y los editores. —Sam le puso a Joe la mano en la espalda—. Con las prisas del viaje me olvidé de decírtelo, y luego, cuando hablábamos por teléfono, había tantas cosas importantes que comentar que ya no volví a acordarme de ellas.
Joe era incapaz de decir ni una sola palabra.
—El sábado, Jack me llamó para contarme lo que había pasado con ______. —Tras una pausa, Sam añadió—: Y cuando se lo dije a Silvia, ella me dijo que era totalmente imposible. —Al ver que Joe levantaba la cabeza y lo miraba intrigado, continuó—: Luego te cuento lo de Silvia, ahora déjame que acabe con lo de mi «querido» sobrino. En fin, Silvia insistió en que te llamara y, al ver que no me contestabas, creí que ya estaría todo solucionado. —Sam se levantó—. Esta mañana, cuando he llegado al despacho, lo primero que he hecho ha sido revisar las grabaciones de las cámaras. Como comprenderás, ver a Clive hurgando en tu ordenador no me ha hecho especialmente feliz, pero tampoco puedo decir que me haya sorprendido. Aun así, antes de venir a verte, le he pedido a un informático que comprobara qué archivo era el que Clive había copiado, y me ha confirmado que es el del artículo de las mafias asiáticas
A Joe nunca le habían temblado tanto las manos como en ese momento.
—Pero... —Fue incapaz de continuar—. No entiendo nada.
—Yo tampoco, pero supongo que Clive nos lo aclarará. —Sam volvió a sentarse—. Le he «pedido» que nos espere en mi despacho. No te preocupes, Jack y Amanda le están haciendo compañía para que no se aburra. ¿Qué dices? —Le dio un golpe en la espalda—. ¿Quieres venir?
Joe se duchó y se vistió en un tiempo récord.
Media hora más tarde, Sam y Joe llegaban a The Whiteboard. Tal como Sam le había dicho, en su despacho los esperaban Clive junto con Jack y Amanda. Al verlos entrar, Jack y Amanda salieron para dejarlos a solas, pero antes de salir, Amanda miró a Joe con reprobación. A él no le sorprendió, se lo tenía merecido.
—Clive —dijo Sam—. ¿Te importaría explicarnos de qué va todo esto?
Clive se levantó de la silla y los miró desafiante, pero no le contestó.
—Mira, Clive —lo amenazó Sam—. Tengo pruebas de que fuiste tú quien envió el artículo a The Scope, así que más te vale empezar a hablar.
—Tienes mala cara, Joe —se burló Clive—. ¿Has perdido a tu novia?
Joe no pudo más y le dio un puñetazo. Llevaba años deseando hacerlo, y al oírle mencionar a ______, estalló.
—¡Joe, suéltalo! —Exclamó Sam—. Y tú —se dirigió a Clive—, empieza a hablar.
Clive se puso bien la americana y se lamió el borde del labio, del que le caía una gota de sangre.
—¡El santo de Joe! No te soporto desde que nos conocimos en la universidad. —Clive miró a Joe con cara de asco—. Tú y tus rígidos y absurdos principios.
Joe tenía los puños tan apretados que los nudillos empezaban a quedársele blancos por falta de circulación.
—Cuando conocí a tu padre en esa fiesta y vi que era un borracho, no me lo podía creer. —Volvió a lamerse el labio que no dejaba de sangrar—. Creía que esas fotografías de él en ese estado tan patético te mantendrían a raya.
—¿Qué fotografías? —preguntó Sam, pero ninguno de los dos le hizo caso.
—Pero no —continuó Clive—. Tú tenías que entrometerte en mis negocios y descubrir lo del desfalco de Nueva York.
—¿Estuviste involucrado en el desfalco de Nueva York? —Sam estaba atónito, aunque empezaba a entender lo que pasaba. Su sobrino nunca había sido santo de su devoción, pero él creía que tenía algunos límites. Era obvio que no—. Dios mío, Clive, ¿por qué?
—Porque me encanta vivir bien. Además, las arcas de la familia ni siquiera se inmutaron. Pero por desgracia, Joe sí lo hizo, y estuvo a punto de delatarme ante ti y ante el consejo. —Clive miró a Joe y a Sam—. ¿Sabes por qué no lo hizo?
Joe tenía ganas de volver a pegarle.
—Porque llegamos a un acuerdo. Él no le decía nada a nadie y yo no publicaba ni vendía a ningún medio las fotografías de su querido papá borracho como una cuba, vomitando en medio de la calle e incapaz de mantenerse en pie.
—Joe —le interrumpió Sam—, tendrías que habérmelo dicho.
Joe seguía sin hablar.
—O no, tío, Joe nunca necesita a nadie. Él solo puede con todo. ¿No es así? —Clive se sentó en la butaca que había en el despacho—. Después de llegar a nuestro acuerdo, me fui durante un tiempo, pero cuando regresé no paraba de oír elogios de Joe y de The Whiteboard. Me daban náuseas. Además, cada vez que trataba de intervenir en la gestión de la revista, el bueno de Joe me recordaba lo de mis pecados en Nueva York. Ya iba a darme por vencido cuando se me ocurrió; el mejor modo de hundirte —dijo mirando a Joe— era hundiendo tu preciosa revista.
—Tú robaste los artículos y los vendiste a The Scope. —Joe abrió la boca por primera vez.
—Sí y no. Yo robé los artículos, pero pagué para que se publicaran. A lo mejor te cuesta creerlo, pero me costó bastante lograr que aparecieran en The Scope. —Clive se pasó las manos por el pelo—. Aunque tengo que reconocer que sólo con verte sufrir para mantener la revista a flote, ya me sentí recompensado.
Sam no daba crédito a lo que estaba oyendo. Clive no había tenido ningún escrúpulo a la hora de tratar de hundir la revista.
—¿Y ______? —preguntó Joe, apretando los dientes.
—¿______? —Clive se rió—. Me temo, mi querido Joe, que no puedo atribuirme el mérito de eso. Si llego a saber que perder a esa chica iba a hacerte tanto daño, yo mismo me habría acostado con ella.
Joe lo cogió por el cuello de la camisa y lo golpeó contra la pared.
—¿Con quién estás más enfadado, conmigo o contigo? —se burló Clive sarcástico.
—Joe, suéltalo. —Sam se levantó—. Yo también tengo ganas de pegarle, pero eso no arreglará nada.
Joe no lo soltó y le apretó el cuello aún más.
—¿______ no tiene nada que ver? —insistió arrastrando cada palabra.
—No. —Clive no dejaba de sonreír—. Nada en absoluto. Tú solito has conseguido que se fuera. —Soltó una carcajada—. Y si los chismes son ciertos, después de lo que le dijiste delante de todos, no creo que vuelvas a verla nunca.
Ante ese último comentario, Joe retrocedió como si le hubieran dado un puñetazo. Por repugnante que fuera, Clive tenía razón. Él solo tenía la culpa de que ______ se hubiera ido.
—Me tengo que ir —dijo Joe tras soltar a Clive—. Sam, ¿te encargas tú de este individuo?
—Será un placer —respondió Sam mirando a Clive—. ¿Qué vas a hacer?
—Voy a hacer algo que debería haber hecho hace mucho tiempo. Voy a buscar a Steve Gainsborough y a preguntarle qué hacía ese día en mi casa con ______.
¿Por qué tenía la sensación de que había cometido el mayor error de su vida? Él había visto a ______ con Steve, y no una, sino dos veces. Ella le había mentido. Ella era la única que conocía la contraseña de su ordenador. Ella le había mandado un e-mail a Steve con una relación de todos los artículos y sus fechas. Era obvio que ella era la ladrona.
Pero ¿por qué lo había hecho? ¿Por dinero? ¿Para mejorar su carrera profesional? Si hubiera sido por eso, ¿por qué habría regresado a Barcelona? Dios, había algo que se le escapaba.
Joe anduvo por las calles todo el día. Es increíble lo solo que se puede llegar a sentir uno en una ciudad llena de gente. Por la noche, al regresar a su casa, se detuvo ante el portal naranja. Ahí la había besado por primera vez, y en ese instante recordó perfectamente su olor y su sabor. Tenía que dejar de hacer eso, tenía que olvidarla y tenía que hacerlo ya. Ella lo había engañado, lo había utilizado, y cuanto antes se lo metiera en la cabeza, mejor. Lo que le resultaría difícil sería sacarla de su corazón, porque, a pesar de lo que le había dicho a ______, él sí se había enamorado de ella.
Pasó el domingo en ese mismo estado de estupor. El teléfono de su casa sonó tres o cuatro veces, pero él no contestó ninguna. Todas esas llamadas fueron seguidas por sus réplicas en el móvil, y vio que Jack, Amanda y Nick, que ya se habían enterado de lo que había sucedido, lo estaban buscando. Los ignoró. No quería hablar con nadie. No se veía capaz de contarles lo que había pasado. Llevaba dos noches sin dormir, estaba cansado, agotado, y por mucho que su cerebro se empeñara en lo contrario, su corazón echaba de menos a ______.
«¿Qué son esos golpes en la puerta?», pensó Joe entreabriendo los ojos e incorporándose en el sofá. Debía de haberse quedado dormido, porque aún llevaba la ropa puesta y la televisión estaba encendida. Volvieron a oírse los golpes, pero esta vez acompañados de unos gritos.
—¡Joe, si no abres la puerta de una vez, la echaré abajo! —La potente voz de Sam resonó por toda la escalera.
¿Sam? ¿Qué estaba haciendo él allí? Joe miró el reloj y vio que eran casi las doce del mediodía. mie&$a, en efecto se había dormido. Se pasó las manos por la cara y carraspeó.
—¡Ya voy! —Se levantó y caminó hacia la puerta—. Siento haberme dormido —dijo al abrirla—. Pero ¿desde cuándo vas a buscar a los empleados a su casa cuando llegan tarde?
—Desde que han cometido el mayor error de su vida —respondió Sam enfadado, y le golpeó con un DVD en el pecho.
—¿No ir a trabajar el lunes por la mañana es el mayor error de mi vida? —preguntó Joe aún soñoliento.
—No. —Sam entró y cerró la puerta tras de sí—. Pero echar de tu vida a la primera y única mujer a la que has querido, sí lo es. —Al ver que Joe lo miraba atónito, añadió—: ¿Tienes algún aparato en el que podamos ver este disco?
—Sí, claro, debajo del televisor. —Joe no entendía nada de lo que estaba pasando.
—Siéntate —dijo Sam—. No creo que puedas tenerte en pie después de verlo.
Sam puso el DVD, y Joe sintió como si le dieran un puñetazo en mitad del pecho.
El DVD contenía las grabaciones de unas cámaras de seguridad, y en ellas se veía claramente cómo Clive se sentaba delante del ordenador de Joe y copiaba unos archivos en un lápiz de memoria. Se veía incluso cómo mandaba un e-mail y luego, con mucha calma, apagaba el ordenador. En la pantalla aparecían la hora y el día de la grabación. Era el pasado lunes, justo después de que Joe saliera disparado de su despacho al enterarse del accidente de ______. Se puso tan nervioso, se asustó tanto, que se olvidó de que Clive estaba allí. Y ni se le ocurrió apagar o bloquear el ordenador. Dios, ¡qué estúpido había sido! El alivio inicial que sintió al darse cuenta de que ______ no era quien le había robado el artículo, se transformó en dolor al ver lo que había hecho. Sam tenía razón: había echado de su vida a la única mujer que había amado.
Sam se sentó a su lado y empezó a hablar.
—Antes de irme a Escocia, mandé instalar un montón de cámaras de seguridad ocultas. Hay una en cada despacho, un par en las salas de reuniones y tres en la zona de los diseñadores y los editores. —Sam le puso a Joe la mano en la espalda—. Con las prisas del viaje me olvidé de decírtelo, y luego, cuando hablábamos por teléfono, había tantas cosas importantes que comentar que ya no volví a acordarme de ellas.
Joe era incapaz de decir ni una sola palabra.
—El sábado, Jack me llamó para contarme lo que había pasado con ______. —Tras una pausa, Sam añadió—: Y cuando se lo dije a Silvia, ella me dijo que era totalmente imposible. —Al ver que Joe levantaba la cabeza y lo miraba intrigado, continuó—: Luego te cuento lo de Silvia, ahora déjame que acabe con lo de mi «querido» sobrino. En fin, Silvia insistió en que te llamara y, al ver que no me contestabas, creí que ya estaría todo solucionado. —Sam se levantó—. Esta mañana, cuando he llegado al despacho, lo primero que he hecho ha sido revisar las grabaciones de las cámaras. Como comprenderás, ver a Clive hurgando en tu ordenador no me ha hecho especialmente feliz, pero tampoco puedo decir que me haya sorprendido. Aun así, antes de venir a verte, le he pedido a un informático que comprobara qué archivo era el que Clive había copiado, y me ha confirmado que es el del artículo de las mafias asiáticas
A Joe nunca le habían temblado tanto las manos como en ese momento.
—Pero... —Fue incapaz de continuar—. No entiendo nada.
—Yo tampoco, pero supongo que Clive nos lo aclarará. —Sam volvió a sentarse—. Le he «pedido» que nos espere en mi despacho. No te preocupes, Jack y Amanda le están haciendo compañía para que no se aburra. ¿Qué dices? —Le dio un golpe en la espalda—. ¿Quieres venir?
Joe se duchó y se vistió en un tiempo récord.
Media hora más tarde, Sam y Joe llegaban a The Whiteboard. Tal como Sam le había dicho, en su despacho los esperaban Clive junto con Jack y Amanda. Al verlos entrar, Jack y Amanda salieron para dejarlos a solas, pero antes de salir, Amanda miró a Joe con reprobación. A él no le sorprendió, se lo tenía merecido.
—Clive —dijo Sam—. ¿Te importaría explicarnos de qué va todo esto?
Clive se levantó de la silla y los miró desafiante, pero no le contestó.
—Mira, Clive —lo amenazó Sam—. Tengo pruebas de que fuiste tú quien envió el artículo a The Scope, así que más te vale empezar a hablar.
—Tienes mala cara, Joe —se burló Clive—. ¿Has perdido a tu novia?
Joe no pudo más y le dio un puñetazo. Llevaba años deseando hacerlo, y al oírle mencionar a ______, estalló.
—¡Joe, suéltalo! —Exclamó Sam—. Y tú —se dirigió a Clive—, empieza a hablar.
Clive se puso bien la americana y se lamió el borde del labio, del que le caía una gota de sangre.
—¡El santo de Joe! No te soporto desde que nos conocimos en la universidad. —Clive miró a Joe con cara de asco—. Tú y tus rígidos y absurdos principios.
Joe tenía los puños tan apretados que los nudillos empezaban a quedársele blancos por falta de circulación.
—Cuando conocí a tu padre en esa fiesta y vi que era un borracho, no me lo podía creer. —Volvió a lamerse el labio que no dejaba de sangrar—. Creía que esas fotografías de él en ese estado tan patético te mantendrían a raya.
—¿Qué fotografías? —preguntó Sam, pero ninguno de los dos le hizo caso.
—Pero no —continuó Clive—. Tú tenías que entrometerte en mis negocios y descubrir lo del desfalco de Nueva York.
—¿Estuviste involucrado en el desfalco de Nueva York? —Sam estaba atónito, aunque empezaba a entender lo que pasaba. Su sobrino nunca había sido santo de su devoción, pero él creía que tenía algunos límites. Era obvio que no—. Dios mío, Clive, ¿por qué?
—Porque me encanta vivir bien. Además, las arcas de la familia ni siquiera se inmutaron. Pero por desgracia, Joe sí lo hizo, y estuvo a punto de delatarme ante ti y ante el consejo. —Clive miró a Joe y a Sam—. ¿Sabes por qué no lo hizo?
Joe tenía ganas de volver a pegarle.
—Porque llegamos a un acuerdo. Él no le decía nada a nadie y yo no publicaba ni vendía a ningún medio las fotografías de su querido papá borracho como una cuba, vomitando en medio de la calle e incapaz de mantenerse en pie.
—Joe —le interrumpió Sam—, tendrías que habérmelo dicho.
Joe seguía sin hablar.
—O no, tío, Joe nunca necesita a nadie. Él solo puede con todo. ¿No es así? —Clive se sentó en la butaca que había en el despacho—. Después de llegar a nuestro acuerdo, me fui durante un tiempo, pero cuando regresé no paraba de oír elogios de Joe y de The Whiteboard. Me daban náuseas. Además, cada vez que trataba de intervenir en la gestión de la revista, el bueno de Joe me recordaba lo de mis pecados en Nueva York. Ya iba a darme por vencido cuando se me ocurrió; el mejor modo de hundirte —dijo mirando a Joe— era hundiendo tu preciosa revista.
—Tú robaste los artículos y los vendiste a The Scope. —Joe abrió la boca por primera vez.
—Sí y no. Yo robé los artículos, pero pagué para que se publicaran. A lo mejor te cuesta creerlo, pero me costó bastante lograr que aparecieran en The Scope. —Clive se pasó las manos por el pelo—. Aunque tengo que reconocer que sólo con verte sufrir para mantener la revista a flote, ya me sentí recompensado.
Sam no daba crédito a lo que estaba oyendo. Clive no había tenido ningún escrúpulo a la hora de tratar de hundir la revista.
—¿Y ______? —preguntó Joe, apretando los dientes.
—¿______? —Clive se rió—. Me temo, mi querido Joe, que no puedo atribuirme el mérito de eso. Si llego a saber que perder a esa chica iba a hacerte tanto daño, yo mismo me habría acostado con ella.
Joe lo cogió por el cuello de la camisa y lo golpeó contra la pared.
—¿Con quién estás más enfadado, conmigo o contigo? —se burló Clive sarcástico.
—Joe, suéltalo. —Sam se levantó—. Yo también tengo ganas de pegarle, pero eso no arreglará nada.
Joe no lo soltó y le apretó el cuello aún más.
—¿______ no tiene nada que ver? —insistió arrastrando cada palabra.
—No. —Clive no dejaba de sonreír—. Nada en absoluto. Tú solito has conseguido que se fuera. —Soltó una carcajada—. Y si los chismes son ciertos, después de lo que le dijiste delante de todos, no creo que vuelvas a verla nunca.
Ante ese último comentario, Joe retrocedió como si le hubieran dado un puñetazo. Por repugnante que fuera, Clive tenía razón. Él solo tenía la culpa de que ______ se hubiera ido.
—Me tengo que ir —dijo Joe tras soltar a Clive—. Sam, ¿te encargas tú de este individuo?
—Será un placer —respondió Sam mirando a Clive—. ¿Qué vas a hacer?
—Voy a hacer algo que debería haber hecho hace mucho tiempo. Voy a buscar a Steve Gainsborough y a preguntarle qué hacía ese día en mi casa con ______.
Nani Jonas
Re: "Nadie Como Tu" - Joe y tu Terminada
NOOOOO!
NANI!
NO LA DEJES AHÍ! NO POR FAVOOOOOOOOR! ME MORIRÉ!
Josephhhhh! Anda, antes de que sea más tarde! :$
SIGUEEE! YAAAA! AHORA! xD
NANI!
NO LA DEJES AHÍ! NO POR FAVOOOOOOOOR! ME MORIRÉ!
Josephhhhh! Anda, antes de que sea más tarde! :$
SIGUEEE! YAAAA! AHORA! xD
-Lizz-
Re: "Nadie Como Tu" - Joe y tu Terminada
andale Joseph te lo tienes bien merecido :caliente:
Por hacerle daño a la rayiz :¬¬:
Nani, siguela!!!!
Por hacerle daño a la rayiz :¬¬:
Nani, siguela!!!!
aranzhitha
Re: "Nadie Como Tu" - Joe y tu Terminada
es verdad joe cometio su peor error.
ahhh
siguela!!!!
siguelaaa
quiero saber q va a hacer joe!!
ahhhh
ahhh
siguela!!!!
siguelaaa
quiero saber q va a hacer joe!!
ahhhh
jamileth
Re: "Nadie Como Tu" - Joe y tu Terminada
Ahiiii jopo por que la dejas ahí!!!
Plus y lo suplico SIGUELA!!
Necesito mas caps
Y aggg Joe tonto como hasta apenas
Se te ocurre orle a preguntar a steve
Eso lo tenias que haber hecho desde el primer
Día que los viste!!
Jejjejje pero lo amo :D
SIGUELA plis!!
Necesito mas caps!!
Plus y lo suplico SIGUELA!!
Necesito mas caps
Y aggg Joe tonto como hasta apenas
Se te ocurre orle a preguntar a steve
Eso lo tenias que haber hecho desde el primer
Día que los viste!!
Jejjejje pero lo amo :D
SIGUELA plis!!
Necesito mas caps!!
Karli Jonas
Re: "Nadie Como Tu" - Joe y tu Terminada
Si por fin Joe se entero de que no fue la rayis!
Que bueno, Siguelaaaa!
Que bueno, Siguelaaaa!
☎ Jimena Horan ♥
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