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"Nadie Como Tu" - Joe y tu Terminada
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: "Nadie Como Tu" - Joe y tu Terminada
Nanii!
Me encontré con tu novela! Muajajaja, no te desharías de mi! Te lo dije(?
Al fin se arriesgarán! ^^
-Siguela!-
Me encontré con tu novela! Muajajaja, no te desharías de mi! Te lo dije(?
Al fin se arriesgarán! ^^
-Siguela!-
-Lizz-
Re: "Nadie Como Tu" - Joe y tu Terminada
chicas perdonenme por favor por todo este tiempo
qe no les e subido capitulos me qede sin internet
y no tenia forma de avisarles pero ya regrese ahora
les subire un maraton como recompensa por la tardanza
las qiero
qe no les e subido capitulos me qede sin internet
y no tenia forma de avisarles pero ya regrese ahora
les subire un maraton como recompensa por la tardanza
las qiero
Nani Jonas
Re: "Nadie Como Tu" - Joe y tu Terminada
Capitulo 34
______ tuvo también un día ajetreado. Pasó toda la mañana preparando el nuevo diseño de las páginas de la revista. Jack había pensado que un modo de contrarrestar en cierta medida el robo de los artículos era ofreciendo un diseño más innovador a los lectores, y la idea le había gustado mucho a Sam. Sin embargo, para poder llevarla a cabo, todo el departamento de diseño y maquetación llevaba días trabajando al doscientos por cien.
—______ —la interrumpió Jack—. Yo necesito descansar un poco y voy a salir a comer, ¿me acompañas? —Ella guardó lo que estaba haciendo y cogió su bolso.
—Sí, claro. La verdad es que tengo hambre. ¿Viene Amanda con nosotros? —preguntó.
—No. Me ha dicho que Sam y Joe están repasando unos artículos y prefiere quedarse arriba por si la necesitan. Cariño, no sé qué le has hecho a Joe, pero sea lo que sea, me alegro.
Habían salido ya de la revista y Jack dudaba entre el hindú de la esquina y la pequeña cafetería italiana que había dos calles más abajo.
—Yo prefiero comer un panini —decidió ______.
Caminaban apresurados. Con todo el trabajo que tenían no podían perder demasiado tiempo comiendo. Una vez llegaron a la cafetería y tuvieron sus panini delante, ______ se decidió a preguntar:
—¿Por qué crees que le he hecho algo a Joe?
—Porque está contento. Creo que hacía años que no lo veía así. —Vio cómo ______ se sonrojaba—. Además, en mi opinión, hacéis una pareja fantástica. Ahora come y no insultes mi inteligencia diciendo que sólo sois amigos.
Ella se atragantó y tuvo un ataque de tos; cuando se le pasó, se atrevió a mirar a Jack.
—No sé si somos una pareja fantástica. Para serte sincera, no sé qué somos.
Jack enarcó las cejas y en un gesto de amistad le tomó la mano.
—Joe siempre ha sido muy frío, al menos por lo que yo lo conozco. Pero desde que tú llegaste es distinto. Al menos ya no esconde tan bien sus emociones. Parece más humano. —Al ver que ella levantaba una ceja, continuó—. Bueno, tengo que reconocer que durante unos días pensé que iba a matar a alguien. Nunca le había visto tan enfadado ni tan confundido. Pero hoy estaba... no sé, más relajado, más joven, incluso le he oído contar un par de chistes. Eso significa algo, seguro. —Siguió comiendo su panini y bebió un sorbo de café.
—Ya, bueno, para mí todo esto es nuevo. Estoy tan contenta que no puedo parar de sonreír. —Se acabó su almuerzo—. Jack, ¿puedo preguntarte algo?
—Dispara. —Él también había acabado, y estaba dándole un mordisco a una manzana.
—¿De qué conoce Clive a Joseph? Esta mañana, cuando nos hemos tropezado con él, ha sido como estar en medio de un duelo del Lejano Oeste. Me ha parecido que entre los dos había algo más, aparte de la revista.
—Clive es un imbécil, pero no te equivoques, no es estúpido. Clive y Joseph se conocieron en la universidad, creo que al principio incluso fueron amigos, buenos amigos. No sé qué pasó entre ellos, pero debió de ser grave. Su amistad se rompió y, si no fuera porque Sam es el tío de Clive, no creo que pudieran estar juntos en la misma habitación sin pelearse. Hace unos años, en una fiesta de Navidad de la revista, oí cómo Clive amenazaba a Joe con no sé qué de su padre. Nunca olvidaré la mirada de Joe, pensé que iba a matarlo. Evidentemente, nuestro Joe no hizo nada, sólo le susurró algo a Clive y éste se marchó de la fiesta y del país. Tardó varios meses en volver a aparecer. Extraño. Le pregunté a Joe qué había pasado y se hizo el loco. —Miró el reloj y se levantó—. Deberíamos volver.
—Vamos. —______ anduvo en silencio, no podía quitarse de la cabeza la historia que Jack le había contado. Bueno, la próxima semana vería a Nana, seguro que ella sabía algo. A Joseph le habían hecho daño, de eso estaba segura, y ella iba a encontrar el modo de compensarlo por ello. O a intentarlo.
Llegó la hora de salir y ______ aún no había tenido noticias de Joseph, nada, ni una llamada; seguro que había estado muy liado con la reunión. No sabía qué hacer, ¿lo esperaba? No, mejor no, mejor actuar como si nada. Recogió sus cosas y se fue hacia casa. Estaba cansada, no había dormido mucho y, aunque estaba enamorada del culpable, tenía ganas de tumbarse un rato y descansar. De camino, aprovechó para llamar a sus hermanas, ellas siempre se habían contado todo lo que les pasaba con los chicos, pero lo de ella y Joseph tenía ganas de guardárselo unos días más; quería disfrutarlo y asegurarse de que no se lo había imaginado. Así pues, sólo les explicó que ya no iba a mudarse, y que ese fin de semana lo iban a pasar fuera.
Joseph no había telefoneado a ______ en todo el día. Era verdad que había estado muy ocupado, pero no tanto como para no poder hacer una llamada. No se la había quitado en todo el rato de la cabeza, y por eso mismo había decidido que era mejor no hablar con ella. Los hombres siempre han sido animales extraños. Quería pensar, reflexionar sobre como actuar a partir de entonces. No había llegado a ninguna conclusión, y lo único que había logrado había sido tener una erección permanente durante todo el día. Sólo con recordar lo de la noche anterior, se le aceleraba el pulso y le sudaba la espalda. Nunca había sentido con tanta intensidad al hacer el amor, quizá exceptuando la primera vez que se acostó con ______, e incluso entonces fue distinto. Y nunca jamás había relacionado el sexo con el amor, pero con ella le era imposible no hacerlo. En sus treinta años de vida, se había acostado con bastantes mujeres, no tantas como Kevin, pero tampoco había sido un monje. Nunca había tenido una relación afectiva estable; como máximo, alguna compañera de viaje como Monique, una mujer que sólo se amaba a sí misma y que lo único que quería y ofrecía era buen sexo sin obligaciones. A él eso siempre le había funcionado, era una manera de no tener que hacer frente a sus demonios personales; a su padre, amar a su madre lo había convertido en un alcohólico, en un mal padre y, al final, en un cadáver, mientras que a su madre, la increíble Gloria, nada de aquello le había importado lo más mínimo. El amor no existía, y si existía, nunca acababa bien. No, seguro que enamorarse no podía ser bueno. Pero ______ se merecía que lo intentara. Se merecía que él arriesgara su corazón tanto como ella. Sí, eso iba a hacer, iba a cuidarla y a quererla, y a esforzarse por que fuera feliz allí con él. Y si algún día quería volver a Barcelona, la apoyaría. Sólo esperaba recuperarse de su partida. Apagó el ordenador y se fue a casa.
Cuando abrió la puerta del apartamento, lo primero que notó fue que no veía a ______ por ningún lado. Dejó sus cosas y oyó correr el agua. Ah, se estaba duchando. Intentó no pensar en ella mojada, pero fue inútil. Volvió a intentarlo. Espuma. Tenía que hacer algo, de modo que entró en el baño silenciosamente. La mampara de la ducha estaba totalmente empañada, pero dejaba adivinar la figura de ______; era preciosa. Ella estaba levantándose el pelo, y cuando acabó, enfocó el chorro de agua hacia su nuca; debía de dolerle la espalda. Sin pensarlo, Joseph se desnudó sigilosamente y se metió en la ducha.
—¿Joseph? ¿Qué haces aquí? —le preguntó ______ sorprendida mientras con las manos intentaba taparse algo.
—______, ya te he visto desnuda, ¿te acuerdas? —Él sonreía viendo los malabarismos que ella estaba haciendo—. ¿Te duele la espalda?
La acercó lentamente a él. Ahora los dos estaban empapados. Antes de que pudiera responder, la besó y le abrió la boca con la lengua, lamiendo las gotas de agua que ella tenía en la comisura de los labios. La había echado de menos.
—Hola —le dijo al separarse de ella un momento para volver a besarla en seguida. La acariciaba, tenía la piel caliente.
—Hola —respondió ella, mirándolo directamente a los ojos—. ¿Estás bien? —Notaba algo en sus besos, como una necesidad que no lograba entender.
—Ahora sí. —Le pasó cariñosamente la mano por el pelo—. Date la vuelta.
Ella levantó la ceja a modo de pregunta.
—Voy a darte un masaje —respondió él poniéndola de espaldas. ______ estaba nerviosa, no sabía qué se suponía que debía hacer. Él debió de notarlo—. Relájate. Cierra los ojos. —Empezó a masajearle la nuca, apretando exactamente los puntos que notaba más cargados—. Deja que te mime.
—Mmmmm...
—¿Te gusta?
—Ajá... mucho. —Apoyó las manos y la frente en la pared que tenía delante.
Joseph se puso un poco de jabón en las manos y pegó su cuerpo al de ______. Le mordió los hombros, el recuerdo de su sabor lo había obsesionado durante todo el día. Empezó a acariciarle los pechos; con el agua y el jabón, su piel era aún más suave. Era la primera vez que estaba tan obsesionado con una mujer, quería saberlo todo de ella, conocer todos sus sueños, sus miedos; nunca había sentido esa conexión sexual y emocional con nadie. Seguro que con el tiempo se apagaría. Eso, o los dos acabarían exhaustos de tanto hacer el amor. Notó cómo ella temblaba y cómo intentaba darse la vuelta para poder quedar frente a él.
—Shh, quieta. Déjame hacer.
______ quería volverse, besarlo y ver sus ojos, pero se dio cuenta de que hacer aquello para él era importante. Parecía como si quisiera demostrar algo.
—De acuerdo —susurró ella.
Joseph siguió besando, lamiendo, mordiendo su espalda, su nuca, pegado a su cuerpo. Estaba tan excitado que su erección la rozaba. Con los dedos, le dibujó los pechos, se los acarició, se los pellizcó, y luego deslizó sus temblorosas manos hasta el lugar más ardiente de ______. Jugó con ella, la apretó aún más contra la pared, le besó el cuello, le susurró al oído lo excitado que estaba, y finalmente introdujo los dedos en su interior. Notó cómo sus movimientos seguían el ritmo de la mano de él, cómo su respiración se alteraba aún más. Nunca lo había excitado tanto la respuesta de una mujer. Ella ni siquiera lo había tocado y ya estaba a punto de perder el control. ______ bajó una de las manos que tenía apoyadas en la pared y la colocó encima de la suya.
—Joseph, para, quiero hacer el amor. No puedo aguantar más.
—Pues no lo hagas.
Él le susurró lo sexy que le parecía, lo mucho que le gustaba acariciarla, sentir su calor por toda la piel. A cada palabra, le besaba la nuca, la oreja, la espalda y movía la mano rítmicamente, con la de ella encima, hasta que ______ empezó a estremecerse, su espalda se tensó y, finalmente, cayó rendida en sus brazos. Joseph la abrazó y, ahora ya frente a frente, la besó con dulzura.
— ¿Aún te duele la espalda?
______ entreabrió los ojos y con una media sonrisa respondió:
— ¿Qué espalda?
Joseph salió primero de la ducha y preparó un albornoz para ______, que permaneció un par de minutos más bajo el agua antes de salir. Una vez fuera, vio que Joseph le había dejado preparado su pijama para que no tuviera que ir a la habitación a buscarlo. Se vistió y fue a su encuentro.
—¿Joseph?
—¿Sí? —Él se había puesto una camiseta blanca y un pantalón de algodón. Aún tenía el pelo mojado—. ¿Estás bien?
—Sí —respondió ella sonrojándose—. ¿Y tú?... Tú no... Bueno, ya me entiendes.
Joseph soltó una carcajada.
—Te entiendo perfectamente, pero no te preocupes. Estoy muy bien.
—¿Ah, sí? —______ se acercó a él, que estaba sentado en el sofá con el ordenador portátil abierto encima de la mesa.
—Sí. Me gusta cuidarte. —Le dio un beso—. Me gusta hacerte feliz.
—Y a mí. —Ella le devolvió el beso y vio que hablaba en serio. A él no le importaba que ella no le hubiera hecho nada en la ducha.
—¿Tienes hambre? —le preguntó Joseph acariciándole cariñosamente el pelo.
—Sí. —Su estómago hizo un ruido escandaloso—. Mucha.
—Yo también —dijo Joseph relajado—. ¿Qué te parece si voy a la esquina a comprar un par de esos sándwiches que tanto te gustan?
—Genial. ¿De verdad no te importa?
—Por supuesto que no. —Se levantó del sofá y le dio otro beso—. Espérame aquí. Ahora que te he encontrado no quiero perderte de vista.
—Aquí estaré. Por nada del mundo me iría a ninguna parte. —______ quería abrazarse a Joseph y comérselo a besos, pero como su estómago volvió a entrar en acción, supuso que lo mejor sería aceptar su ofrecimiento de comida.
—En seguida vuelvo.
Él se fue del piso con una sonrisa en los labios. Entró en la tienda de comestibles favorita de ______ y, mientras hacía cola para que le atendieran, se acordó de que a Nick también le gustaba mucho la comida de allí. Él nunca había llegado a preguntarle a ______ qué había pasado entre ellos dos, y, aunque se repetía que no debía importarle, sabía que le importaba. Tenía que preguntárselo. Al menos, así dejaría de torturarse con la incertidumbre.
______ se estaba durmiendo en el sofá. Había sido un día lleno de emociones y aquella ducha la había dejado muy, muy relajada. Se esforzó por mantener los párpados abiertos, pero no lo consiguió.
—¿Has dormido bien, princesa? —le preguntó Joseph cuando ella abrió los ojos.
—Me he quedado dormida. Lo siento. —Vio que los sándwiches que Joseph había comprado estaban esperándola encima de la mesa—. ¿Cuánto rato he dormido?
—Una media hora. No te preocupes, he aprovechado para trabajar un poco. —«Y para torturarme con imágenes de ti con Nick», pensó—. ¿Quieres comer? —Se levantó y empezó a preparar los cubiertos.
—Sí, estoy muerta de hambre.
Ya estaban acabando de cenar cuando Joseph le preguntó:
—¿Mañana vamos a casa de Sam, te acuerdas? —Había querido preguntarle otra cosa, pero al final no se había atrevido.
—Sí, claro. —______ no podía dejar de bostezar—. Creo que lo mejor será que me vaya a la cama. ¿Vienes?
—No puedo, tengo que acabar de repasar unas cosas.
—¿Vas a quedarte mucho rato? —______ le dio un beso entre palabra y palabra—. No quiero estar en la cama sin ti.
—Un poco, quiero acabar esto para enseñárselo mañana a Sam. —Ella volvió a besarlo—. No me tientes. Vamos, vete. Te prometo que no tardo nada. Pero antes de que te vayas, me gustaría preguntarte una cosa. —Se le hizo un nudo en la garganta.
—Lo que quieras —respondió ella al instante, sorprendida por el cambio de actitud.
—¿Pasó algo entre tú y Nick? —Y apretó los puños a la espera de su respuesta.
—¿Y si te dijera que sí? —preguntó ella a su vez mirándolo a los ojos.
—Entonces te pediría que no volviera a suceder, por favor. Quiero darle una oportunidad a lo nuestro.
—¿No te importaría que me hubiera acostado con él?
Él tardó unos segundos en contestar.
—Sé que se supone que debería decir que no —se pasó nervioso las manos por el pelo—, pero mentiría. Me importaría. Mucho. Muchísimo.
—Pues no pasó nada —explicó ella sincera al ver que él, sin saberlo, le estaba ofreciendo un pedacito de su corazón—. Nada.
—¿De verdad? —Joseph empezó a tranquilizarse.
—De verdad. Yo nunca haría algo así. Y Nick tampoco. Él te quiere mucho, ¿sabes?
—Ya, bueno. Supongo que sí. —Joseph sonrió—. De lo contrario, seguro que habría intentado acostarse contigo.
—¿Y tú? —Ya que él había sacado el tema, ______ decidió preguntarle sobre Monique.
—¿Yo qué? —Él no entendía la pregunta.
—Monique. —______ se limitó a pronunciar ese odioso nombre.
—¿Monique? —Joseph pareció realmente ofendido—. No creo ni que lograra excitarme.
______ se ruborizó al oír ese comentario tan gráfico y a la vez tan sincero.
—En cambio, contigo, ése parece ser mi estado permanente. —Joseph se acercó a ella y le dio otro beso—. Vamos, vete ya o no acabaré esto nunca.
—De acuerdo. —______ se rió y se apartó de él.
Caminó hacia el pasillo y, por un instante, tuvo una duda, ¿entraba en su habitación o en la de Joseph? Él ya estaba sentado frente al ordenador y ______ oyó cómo las teclas dejaban de repicar un segundo. Notó los ojos de él clavados en su nuca y, sin dudarlo, abrió la puerta de la habitación de Joseph. Sintió que él sonreía a su espalda.
—Buena elección, princesa —dijo en voz baja. ______ no lo había oído, pero seguro que sabía que eso lo había hecho feliz.
Por desgracia, Joseph tuvo que quedarse un par de horas más trabajando en el nuevo artículo. La próxima edición estaba a punto de salir y quería tenerlo acabado por si volvían a ser víctimas de un robo. También aprovechó para revisar un par de currículos. Odiaba desconfiar de sus compañeros, pero tenía que reconocer que la teoría de Sam tenía cierta lógica. Por suerte, no encontró nada y decidió irse a dormir.
______ tuvo también un día ajetreado. Pasó toda la mañana preparando el nuevo diseño de las páginas de la revista. Jack había pensado que un modo de contrarrestar en cierta medida el robo de los artículos era ofreciendo un diseño más innovador a los lectores, y la idea le había gustado mucho a Sam. Sin embargo, para poder llevarla a cabo, todo el departamento de diseño y maquetación llevaba días trabajando al doscientos por cien.
—______ —la interrumpió Jack—. Yo necesito descansar un poco y voy a salir a comer, ¿me acompañas? —Ella guardó lo que estaba haciendo y cogió su bolso.
—Sí, claro. La verdad es que tengo hambre. ¿Viene Amanda con nosotros? —preguntó.
—No. Me ha dicho que Sam y Joe están repasando unos artículos y prefiere quedarse arriba por si la necesitan. Cariño, no sé qué le has hecho a Joe, pero sea lo que sea, me alegro.
Habían salido ya de la revista y Jack dudaba entre el hindú de la esquina y la pequeña cafetería italiana que había dos calles más abajo.
—Yo prefiero comer un panini —decidió ______.
Caminaban apresurados. Con todo el trabajo que tenían no podían perder demasiado tiempo comiendo. Una vez llegaron a la cafetería y tuvieron sus panini delante, ______ se decidió a preguntar:
—¿Por qué crees que le he hecho algo a Joe?
—Porque está contento. Creo que hacía años que no lo veía así. —Vio cómo ______ se sonrojaba—. Además, en mi opinión, hacéis una pareja fantástica. Ahora come y no insultes mi inteligencia diciendo que sólo sois amigos.
Ella se atragantó y tuvo un ataque de tos; cuando se le pasó, se atrevió a mirar a Jack.
—No sé si somos una pareja fantástica. Para serte sincera, no sé qué somos.
Jack enarcó las cejas y en un gesto de amistad le tomó la mano.
—Joe siempre ha sido muy frío, al menos por lo que yo lo conozco. Pero desde que tú llegaste es distinto. Al menos ya no esconde tan bien sus emociones. Parece más humano. —Al ver que ella levantaba una ceja, continuó—. Bueno, tengo que reconocer que durante unos días pensé que iba a matar a alguien. Nunca le había visto tan enfadado ni tan confundido. Pero hoy estaba... no sé, más relajado, más joven, incluso le he oído contar un par de chistes. Eso significa algo, seguro. —Siguió comiendo su panini y bebió un sorbo de café.
—Ya, bueno, para mí todo esto es nuevo. Estoy tan contenta que no puedo parar de sonreír. —Se acabó su almuerzo—. Jack, ¿puedo preguntarte algo?
—Dispara. —Él también había acabado, y estaba dándole un mordisco a una manzana.
—¿De qué conoce Clive a Joseph? Esta mañana, cuando nos hemos tropezado con él, ha sido como estar en medio de un duelo del Lejano Oeste. Me ha parecido que entre los dos había algo más, aparte de la revista.
—Clive es un imbécil, pero no te equivoques, no es estúpido. Clive y Joseph se conocieron en la universidad, creo que al principio incluso fueron amigos, buenos amigos. No sé qué pasó entre ellos, pero debió de ser grave. Su amistad se rompió y, si no fuera porque Sam es el tío de Clive, no creo que pudieran estar juntos en la misma habitación sin pelearse. Hace unos años, en una fiesta de Navidad de la revista, oí cómo Clive amenazaba a Joe con no sé qué de su padre. Nunca olvidaré la mirada de Joe, pensé que iba a matarlo. Evidentemente, nuestro Joe no hizo nada, sólo le susurró algo a Clive y éste se marchó de la fiesta y del país. Tardó varios meses en volver a aparecer. Extraño. Le pregunté a Joe qué había pasado y se hizo el loco. —Miró el reloj y se levantó—. Deberíamos volver.
—Vamos. —______ anduvo en silencio, no podía quitarse de la cabeza la historia que Jack le había contado. Bueno, la próxima semana vería a Nana, seguro que ella sabía algo. A Joseph le habían hecho daño, de eso estaba segura, y ella iba a encontrar el modo de compensarlo por ello. O a intentarlo.
Llegó la hora de salir y ______ aún no había tenido noticias de Joseph, nada, ni una llamada; seguro que había estado muy liado con la reunión. No sabía qué hacer, ¿lo esperaba? No, mejor no, mejor actuar como si nada. Recogió sus cosas y se fue hacia casa. Estaba cansada, no había dormido mucho y, aunque estaba enamorada del culpable, tenía ganas de tumbarse un rato y descansar. De camino, aprovechó para llamar a sus hermanas, ellas siempre se habían contado todo lo que les pasaba con los chicos, pero lo de ella y Joseph tenía ganas de guardárselo unos días más; quería disfrutarlo y asegurarse de que no se lo había imaginado. Así pues, sólo les explicó que ya no iba a mudarse, y que ese fin de semana lo iban a pasar fuera.
Joseph no había telefoneado a ______ en todo el día. Era verdad que había estado muy ocupado, pero no tanto como para no poder hacer una llamada. No se la había quitado en todo el rato de la cabeza, y por eso mismo había decidido que era mejor no hablar con ella. Los hombres siempre han sido animales extraños. Quería pensar, reflexionar sobre como actuar a partir de entonces. No había llegado a ninguna conclusión, y lo único que había logrado había sido tener una erección permanente durante todo el día. Sólo con recordar lo de la noche anterior, se le aceleraba el pulso y le sudaba la espalda. Nunca había sentido con tanta intensidad al hacer el amor, quizá exceptuando la primera vez que se acostó con ______, e incluso entonces fue distinto. Y nunca jamás había relacionado el sexo con el amor, pero con ella le era imposible no hacerlo. En sus treinta años de vida, se había acostado con bastantes mujeres, no tantas como Kevin, pero tampoco había sido un monje. Nunca había tenido una relación afectiva estable; como máximo, alguna compañera de viaje como Monique, una mujer que sólo se amaba a sí misma y que lo único que quería y ofrecía era buen sexo sin obligaciones. A él eso siempre le había funcionado, era una manera de no tener que hacer frente a sus demonios personales; a su padre, amar a su madre lo había convertido en un alcohólico, en un mal padre y, al final, en un cadáver, mientras que a su madre, la increíble Gloria, nada de aquello le había importado lo más mínimo. El amor no existía, y si existía, nunca acababa bien. No, seguro que enamorarse no podía ser bueno. Pero ______ se merecía que lo intentara. Se merecía que él arriesgara su corazón tanto como ella. Sí, eso iba a hacer, iba a cuidarla y a quererla, y a esforzarse por que fuera feliz allí con él. Y si algún día quería volver a Barcelona, la apoyaría. Sólo esperaba recuperarse de su partida. Apagó el ordenador y se fue a casa.
Cuando abrió la puerta del apartamento, lo primero que notó fue que no veía a ______ por ningún lado. Dejó sus cosas y oyó correr el agua. Ah, se estaba duchando. Intentó no pensar en ella mojada, pero fue inútil. Volvió a intentarlo. Espuma. Tenía que hacer algo, de modo que entró en el baño silenciosamente. La mampara de la ducha estaba totalmente empañada, pero dejaba adivinar la figura de ______; era preciosa. Ella estaba levantándose el pelo, y cuando acabó, enfocó el chorro de agua hacia su nuca; debía de dolerle la espalda. Sin pensarlo, Joseph se desnudó sigilosamente y se metió en la ducha.
—¿Joseph? ¿Qué haces aquí? —le preguntó ______ sorprendida mientras con las manos intentaba taparse algo.
—______, ya te he visto desnuda, ¿te acuerdas? —Él sonreía viendo los malabarismos que ella estaba haciendo—. ¿Te duele la espalda?
La acercó lentamente a él. Ahora los dos estaban empapados. Antes de que pudiera responder, la besó y le abrió la boca con la lengua, lamiendo las gotas de agua que ella tenía en la comisura de los labios. La había echado de menos.
—Hola —le dijo al separarse de ella un momento para volver a besarla en seguida. La acariciaba, tenía la piel caliente.
—Hola —respondió ella, mirándolo directamente a los ojos—. ¿Estás bien? —Notaba algo en sus besos, como una necesidad que no lograba entender.
—Ahora sí. —Le pasó cariñosamente la mano por el pelo—. Date la vuelta.
Ella levantó la ceja a modo de pregunta.
—Voy a darte un masaje —respondió él poniéndola de espaldas. ______ estaba nerviosa, no sabía qué se suponía que debía hacer. Él debió de notarlo—. Relájate. Cierra los ojos. —Empezó a masajearle la nuca, apretando exactamente los puntos que notaba más cargados—. Deja que te mime.
—Mmmmm...
—¿Te gusta?
—Ajá... mucho. —Apoyó las manos y la frente en la pared que tenía delante.
Joseph se puso un poco de jabón en las manos y pegó su cuerpo al de ______. Le mordió los hombros, el recuerdo de su sabor lo había obsesionado durante todo el día. Empezó a acariciarle los pechos; con el agua y el jabón, su piel era aún más suave. Era la primera vez que estaba tan obsesionado con una mujer, quería saberlo todo de ella, conocer todos sus sueños, sus miedos; nunca había sentido esa conexión sexual y emocional con nadie. Seguro que con el tiempo se apagaría. Eso, o los dos acabarían exhaustos de tanto hacer el amor. Notó cómo ella temblaba y cómo intentaba darse la vuelta para poder quedar frente a él.
—Shh, quieta. Déjame hacer.
______ quería volverse, besarlo y ver sus ojos, pero se dio cuenta de que hacer aquello para él era importante. Parecía como si quisiera demostrar algo.
—De acuerdo —susurró ella.
Joseph siguió besando, lamiendo, mordiendo su espalda, su nuca, pegado a su cuerpo. Estaba tan excitado que su erección la rozaba. Con los dedos, le dibujó los pechos, se los acarició, se los pellizcó, y luego deslizó sus temblorosas manos hasta el lugar más ardiente de ______. Jugó con ella, la apretó aún más contra la pared, le besó el cuello, le susurró al oído lo excitado que estaba, y finalmente introdujo los dedos en su interior. Notó cómo sus movimientos seguían el ritmo de la mano de él, cómo su respiración se alteraba aún más. Nunca lo había excitado tanto la respuesta de una mujer. Ella ni siquiera lo había tocado y ya estaba a punto de perder el control. ______ bajó una de las manos que tenía apoyadas en la pared y la colocó encima de la suya.
—Joseph, para, quiero hacer el amor. No puedo aguantar más.
—Pues no lo hagas.
Él le susurró lo sexy que le parecía, lo mucho que le gustaba acariciarla, sentir su calor por toda la piel. A cada palabra, le besaba la nuca, la oreja, la espalda y movía la mano rítmicamente, con la de ella encima, hasta que ______ empezó a estremecerse, su espalda se tensó y, finalmente, cayó rendida en sus brazos. Joseph la abrazó y, ahora ya frente a frente, la besó con dulzura.
— ¿Aún te duele la espalda?
______ entreabrió los ojos y con una media sonrisa respondió:
— ¿Qué espalda?
Joseph salió primero de la ducha y preparó un albornoz para ______, que permaneció un par de minutos más bajo el agua antes de salir. Una vez fuera, vio que Joseph le había dejado preparado su pijama para que no tuviera que ir a la habitación a buscarlo. Se vistió y fue a su encuentro.
—¿Joseph?
—¿Sí? —Él se había puesto una camiseta blanca y un pantalón de algodón. Aún tenía el pelo mojado—. ¿Estás bien?
—Sí —respondió ella sonrojándose—. ¿Y tú?... Tú no... Bueno, ya me entiendes.
Joseph soltó una carcajada.
—Te entiendo perfectamente, pero no te preocupes. Estoy muy bien.
—¿Ah, sí? —______ se acercó a él, que estaba sentado en el sofá con el ordenador portátil abierto encima de la mesa.
—Sí. Me gusta cuidarte. —Le dio un beso—. Me gusta hacerte feliz.
—Y a mí. —Ella le devolvió el beso y vio que hablaba en serio. A él no le importaba que ella no le hubiera hecho nada en la ducha.
—¿Tienes hambre? —le preguntó Joseph acariciándole cariñosamente el pelo.
—Sí. —Su estómago hizo un ruido escandaloso—. Mucha.
—Yo también —dijo Joseph relajado—. ¿Qué te parece si voy a la esquina a comprar un par de esos sándwiches que tanto te gustan?
—Genial. ¿De verdad no te importa?
—Por supuesto que no. —Se levantó del sofá y le dio otro beso—. Espérame aquí. Ahora que te he encontrado no quiero perderte de vista.
—Aquí estaré. Por nada del mundo me iría a ninguna parte. —______ quería abrazarse a Joseph y comérselo a besos, pero como su estómago volvió a entrar en acción, supuso que lo mejor sería aceptar su ofrecimiento de comida.
—En seguida vuelvo.
Él se fue del piso con una sonrisa en los labios. Entró en la tienda de comestibles favorita de ______ y, mientras hacía cola para que le atendieran, se acordó de que a Nick también le gustaba mucho la comida de allí. Él nunca había llegado a preguntarle a ______ qué había pasado entre ellos dos, y, aunque se repetía que no debía importarle, sabía que le importaba. Tenía que preguntárselo. Al menos, así dejaría de torturarse con la incertidumbre.
______ se estaba durmiendo en el sofá. Había sido un día lleno de emociones y aquella ducha la había dejado muy, muy relajada. Se esforzó por mantener los párpados abiertos, pero no lo consiguió.
—¿Has dormido bien, princesa? —le preguntó Joseph cuando ella abrió los ojos.
—Me he quedado dormida. Lo siento. —Vio que los sándwiches que Joseph había comprado estaban esperándola encima de la mesa—. ¿Cuánto rato he dormido?
—Una media hora. No te preocupes, he aprovechado para trabajar un poco. —«Y para torturarme con imágenes de ti con Nick», pensó—. ¿Quieres comer? —Se levantó y empezó a preparar los cubiertos.
—Sí, estoy muerta de hambre.
Ya estaban acabando de cenar cuando Joseph le preguntó:
—¿Mañana vamos a casa de Sam, te acuerdas? —Había querido preguntarle otra cosa, pero al final no se había atrevido.
—Sí, claro. —______ no podía dejar de bostezar—. Creo que lo mejor será que me vaya a la cama. ¿Vienes?
—No puedo, tengo que acabar de repasar unas cosas.
—¿Vas a quedarte mucho rato? —______ le dio un beso entre palabra y palabra—. No quiero estar en la cama sin ti.
—Un poco, quiero acabar esto para enseñárselo mañana a Sam. —Ella volvió a besarlo—. No me tientes. Vamos, vete. Te prometo que no tardo nada. Pero antes de que te vayas, me gustaría preguntarte una cosa. —Se le hizo un nudo en la garganta.
—Lo que quieras —respondió ella al instante, sorprendida por el cambio de actitud.
—¿Pasó algo entre tú y Nick? —Y apretó los puños a la espera de su respuesta.
—¿Y si te dijera que sí? —preguntó ella a su vez mirándolo a los ojos.
—Entonces te pediría que no volviera a suceder, por favor. Quiero darle una oportunidad a lo nuestro.
—¿No te importaría que me hubiera acostado con él?
Él tardó unos segundos en contestar.
—Sé que se supone que debería decir que no —se pasó nervioso las manos por el pelo—, pero mentiría. Me importaría. Mucho. Muchísimo.
—Pues no pasó nada —explicó ella sincera al ver que él, sin saberlo, le estaba ofreciendo un pedacito de su corazón—. Nada.
—¿De verdad? —Joseph empezó a tranquilizarse.
—De verdad. Yo nunca haría algo así. Y Nick tampoco. Él te quiere mucho, ¿sabes?
—Ya, bueno. Supongo que sí. —Joseph sonrió—. De lo contrario, seguro que habría intentado acostarse contigo.
—¿Y tú? —Ya que él había sacado el tema, ______ decidió preguntarle sobre Monique.
—¿Yo qué? —Él no entendía la pregunta.
—Monique. —______ se limitó a pronunciar ese odioso nombre.
—¿Monique? —Joseph pareció realmente ofendido—. No creo ni que lograra excitarme.
______ se ruborizó al oír ese comentario tan gráfico y a la vez tan sincero.
—En cambio, contigo, ése parece ser mi estado permanente. —Joseph se acercó a ella y le dio otro beso—. Vamos, vete ya o no acabaré esto nunca.
—De acuerdo. —______ se rió y se apartó de él.
Caminó hacia el pasillo y, por un instante, tuvo una duda, ¿entraba en su habitación o en la de Joseph? Él ya estaba sentado frente al ordenador y ______ oyó cómo las teclas dejaban de repicar un segundo. Notó los ojos de él clavados en su nuca y, sin dudarlo, abrió la puerta de la habitación de Joseph. Sintió que él sonreía a su espalda.
—Buena elección, princesa —dijo en voz baja. ______ no lo había oído, pero seguro que sabía que eso lo había hecho feliz.
Por desgracia, Joseph tuvo que quedarse un par de horas más trabajando en el nuevo artículo. La próxima edición estaba a punto de salir y quería tenerlo acabado por si volvían a ser víctimas de un robo. También aprovechó para revisar un par de currículos. Odiaba desconfiar de sus compañeros, pero tenía que reconocer que la teoría de Sam tenía cierta lógica. Por suerte, no encontró nada y decidió irse a dormir.
Nani Jonas
Re: "Nadie Como Tu" - Joe y tu Terminada
Capitulo 35
Abrió sigilosamente la puerta; ______ ya estaba dormida, y él se desnudó y se metió en la cama. No sabía cómo ponerse, era la primera vez que dormía con una mujer sin haber tenido relaciones sexuales antes. Estaba rígido, no sabía qué hacer, pensó que no pegaría ojo en toda la noche, hasta que ______ se movió y se abrazó a él. Estaba dormidísima, pero se acurrucó a su lado y susurró su nombre. Entonces, Joseph cerró los ojos y se durmió.
Al sonar el despertador, ______ fue la primera en despertarse, abrió los ojos y tras comprobar que Joseph seguía dormido, se levantó y se fue a la ducha. Luego preparó su bolsa para ir a casa de los Abbot. Estaba un poco nerviosa. Aparte de Nana, ellos eran lo más parecido a una familia para Joseph, así que no quería causar mala impresión. Mientras escogía la ropa se le ocurrió que quizá Sam y su esposa supieran algo sobre la muerte del padre de Danger; tendría que encontrar el modo de hablar con ellos. Ya vestida, preparó el desayuno y fue a comprobar si él se había despertado.
—Joseph, ¿estás despierto?
Vio que la cama estaba vacía y oyó correr el agua. Se estaba duchando. Por un instante, estuvo tentada de interrumpir su ducha igual que él había hecho el día anterior, pero descartó la idea. Quería que Joseph confiara en ella, y el sexo, aunque era fantástico, sólo servía para que él ejerciera un control más fuerte sobre sus emociones. Tenía que encontrar el modo de que bajara la guardia y, la próxima vez que hicieran el amor, el señor Jonas no sería capaz de controlar nada. Ya se encargaría ella de eso.
Joseph apareció en la cocina perfectamente duchado y con una bolsa de viaje en la mano. Vio que ______ estaba desayunando tostadas y leyendo un libro. Se la veía feliz, y a él le dio un vuelco el corazón.
—¿Qué estás leyendo?
______ acabó de masticar el bocado que aún tenía en la boca.
—El conde de Montecristo. ¿Lo has leído?
—No. Pero he visto la película.
—La película no está mal, pero el libro es genial. Yo lo he leído muchas veces, es uno de mis preferidos. Siempre que viajo, lo llevo conmigo. —Señaló el libro que ahora estaba encima de la mesa—. Me lo regaló mi abuelo.
Entonces Joseph se dio cuenta de lo vieja que era la edición y de lo gastado que se veía el libro. Recordó que el abuelo de Kevin y ______ era un señor serio y reservado, pero que quería a sus nietos con locura.
—¿Tu abuelo?
—Sí. Supongo que heredé de él la pasión por los libros. Murió hace seis años. —______ cambió de tema—. En fin, ¿a qué hora tenemos que irnos?
—No hay prisa. Hemos de estar allí a la hora de comer. —Se acercó a la mesa y cogió la novela—. ¿Me lo dejarás? —Antes de que ella pudiera contestar, él bajó la cabeza y le dio un beso.
—Claro —respondió ______.
—¿Sabes una cosa? —dijo él mientras le colocaba un mechón de pelo detrás de la oreja—. Aún tengo Charlie y la fábrica de chocolate. Siempre lo he llevado conmigo; en la universidad, en mis trabajos. Ahora está guardado en el primer cajón de mi escritorio.
Ella se sonrojó al acordarse del día en que le regaló ese libro, y lo miró sorprendida. No esperaba que él lo hubiera guardado todos esos años. No sabía qué decir, así que optó por una salida fácil:
—Yo ya estoy lista. Cuando quieras podemos irnos.
Joseph la miró, y vio en ella una determinación que no había visto antes. Algo estaba tramando, pero si ______ no se lo contaba, él, de momento, no iba a preguntárselo.
—Pues vamos.
En el coche, a él se le veía pensativo; conducía sin decir nada, no podía dejar de dar vueltas a cómo le estaba cambiando la vida.
—No pienses tanto —dijo ______ sin dejar de mirar el paisaje.
—No estoy pensando —contestó él enfurruñado.
—Sí lo haces; puedo oír tus pensamientos desde aquí. —Entonces ella se volvió y lo miró—. Si sigues así, se te arrugará la frente. —Le acarició el entrecejo con suavidad.
—Está bien —reconoció él—, estaba pensando.
—¿En qué? —le preguntó ella, dejando de acariciarle.
—¿En qué?, ¿cómo «en qué»?
Ella no contestó.
—Pues en «lo nuestro» —prosiguió él malhumorado.
—¿Lo nuestro? —______ sonrió—. ¿Te han dicho alguna vez que te preocupas demasiado?
—Constantemente.
—Pues deberías dejar de hacerlo. —Volvió a acariciarlo, esta vez en la nuca.
—Ya. —Le costaba pensar con ella tocándolo—. Me preocupa que acabe haciéndote daño. No me lo perdonaría.
—No vas a hacérmelo. —Notó cómo se le tensaban los músculos del cuello—. Tranquilo, ya soy mayorcita y sé dónde me estoy metiendo. —Seguía acariciándole y él fue relajando la respiración.
—Me alegro de que al menos uno de los dos sepa lo que está haciendo. —Soltó el aliento—. Mira, estamos llegando, es esa casa.
La vivienda de fin de semana de la familia Abbot era preciosa. Se trataba de una granja antigua que Silvia, la mujer de Sam, había restaurado. Estaba en medio de una enorme pradera verde, y en una esquina se veían unas vacas y unas ovejas acompañadas por dos grandes perros. Aparcaron el coche, y en el mismo instante en que Joseph detuvo el motor, por la puerta salieron corriendo dos niñas de unos siete y nueve años.
— ¡Joe! —gritó la más pequeña al mismo tiempo que se le colgaba del cuello—. Hacía mucho que no venías.
—Tu padre es muy malo y me tiene todo el día trabajando —contestó Joseph sonriendo y besando a la pequeña en las mejillas.
—Tú sabes que eso no es verdad —dijo Silvia descolgando a Natalie del cuello de Joseph para poder darle ella también dos besos—. Me alegro de verte. —Le peinó cariñosamente el pelo—. ¿Vas a presentarme a ______?
—Mamá —dijo Alicia, la mayor de las hijas de Sam—, no entiendo lo que decía papá de la cara de idiota de Joe. Yo lo veo igual que siempre.
Joseph se sonrojó, y para intentar ocultar un poco la vergüenza que sentía, se agachó delante de Alicia.
—¿No vas a darme un beso? —le preguntó a la causante de que todos lo llamaran «Joe».
—Claro. —La niña lo besó cariñosamente—. ¿Te vas a quedar a dormir?
—Si a tu madre le parece bien. —La despeinó un poco.
—A su madre le parece bien —contestó Silvia.
—¿Podremos jugar a los piratas? —preguntó Alicia, ansiosa.
—Por supuesto.
La niña, satisfecha con la respuesta, cogió a su hermana pequeña del brazo y echó a correr hacia el cobertizo que hacía las veces de barco pirata. ______ había observado toda la escena fascinada. Le encantaba ver esa faceta dulce y cariñosa de Joseph, le daba esperanzas. Si era capaz de ser tan afablecon unas niñas pequeñas, tal vez lograría que confiara en el amor.
—______ —Joseph le acarició el brazo—, me gustaría presentarte a Silvia, la mujer más valiente del mundo, la esposa de Sam.
—Joe, no digas tonterías —lo riñó cariñosa—. Estoy encantada de conocerte, ______.
—Lo mismo digo. Tienes unas hijas maravillosas.
—No te dejes engañar, son malísimas —dijo sonriendo—, aunque creo que gran parte de culpa la tiene Joseph. Cuando eran más pequeñas, él solía pasar mucho tiempo aquí. —Silvia se calló y recordó cómo se había quedado Joseph después de la muerte de su padre, y cómo Sam lo había obligado a vivir con ellos durante un tiempo. Se pasaba los días casi sin hablar, y las noches al lado de la cuna de Alicia, como si viéndola dormir pudiera combatir la pena que lo abrumaba—. En fin, podrás verlo por ti misma esta noche, cuando los piratas nos ataquen. —Ante la mirada perpleja de ambos añadió—. Vamos, voy a enseñarte vuestro cuarto.
—¿Nuestro cuarto? —preguntó Joseph tropezando con la bolsa que había sacado del maletero. ______ no sabía dónde mirar.
—Joseph Jonas, ¿vas a insultar mi inteligencia diciendo que quieres cuartos separados? —dijo Silvia desafiante.
Joseph no contestó, pero ______ sí lo hizo.
—No creo que Danger sea capaz de articular una palabra, pero yo sí. Tienes razón, Silvia, una habitación es todo lo que necesitamos. Bueno, no todo, pero basta para empezar.
— ¿Danger? —repitió Silvia, curiosa—. Me gusta, y también me gustas tú, ______. Ya era hora de que Joe recordara que tiene corazón. Es por aquí.
Joseph continuó mudo, pero cogió la bolsa y siguió a Silvia hacia el interior de la granja.
—Esta habitación es la que solía ocupar Joe cuando pasaba largas temporadas con nosotros. El año pasado decidí redecorarla, espero que estéis cómodos. Podéis utilizar el baño del pasillo.
—Es perfecta, Silvia, gracias —contestó ______ mirando las vistas desde la ventana—. Me encanta este lugar.
La mujer sonrió.
—Os dejo para que os instaléis —dijo. A continuación abrazó a Joseph y le susurró de modo que ______ no pudiera oírlo—: Cuando recuperes la voz, me gustaría que me contaras cómo has logrado que una chica así se enamorara de ti.
—No tengo ni idea —respondió él devolviéndole el abrazo.
—Os espero en la cocina —se despidió Silvia al salir de la habitación—. Supongo que Sam ya habrá regresado de correr, y que las niñas estarán ansiosas por jugar contigo.
______ y Joseph se quedaron solos. Ella seguía mirando por la ventana, le fascinaba el paisaje, parecía una escena de Orgullo y Prejuicio. Joseph abrió la bolsa y empezó a guardar la ropa en los cajones de la cómoda, como si fuese algo que hubiera hecho miles de veces.
—Es precioso —musitó ______.
Joseph seguía ordenando la ropa.
—¿Estuviste mucho tiempo aquí?
—Bastante —respondió él escueto sin dejar de hacer lo que hacía.
—¿Cuándo? —______ insistió sin darse la vuelta, deseando con todas sus fuerzas que Joseph confiara en ella.
Él dejó de moverse por la habitación, se sentó en la cama y se pasó nervioso las manos por el pelo.
—Cuando murió mi padre. —Tomó aliento—. Creí que me iba a volver loco. De no haber sido por Sam y Silvia, no sé si Nana hubiera podido consolarme. ¿Sabes qué fue lo peor de todo?
______ se dio la vuelta y se sentó a su lado en la cama.
—¿Qué? —Ella entrelazó sus dedos con los de él.
Joseph cerró los ojos y bajó la cabeza.
—Saber que yo no había sido suficiente.
______ no dijo nada y esperó a que él decidiera o no continuar.
—Cuando mi madre se fue, mi padre empezó a beber. El cáncer fue únicamente el último golpe. Durante años, él se había encargado de acabar por sí solo con su hígado y con parte de sus pulmones. —Respiró hondo—. Nunca logré convencerle de que dejara de beber. —Cerró los ojos—. Igual que nunca logré convencer a mi «queridísima» madre de que aceptara verlo. —Levantó la cabeza—. No sé por qué te estoy contando esto. Al parecer, tengo tendencia a decirte cosas que nunca le he dicho a nadie antes. —Le soltó la mano y se puso de pie.
—Yo tampoco lo sé, pero me gusta que sea así —replicó ______ acercándose a él. No tenía intención de permitir que se arrepintiera de haber compartido esos sentimientos con ella, así que le acarició suavemente la mejilla—. ¿Vamos a buscar a Silvia y a las niñas? Estoy impaciente por ver qué es eso de jugar a los piratas.
______ iba a abrir la puerta de la habitación cuando Joseph le puso una mano en el hombro y la obligó a darse media vuelta. Unos escasos centímetros los separaban y él buscó sus labios con suavidad. Fue un beso dulce, lento. Mientras, con las manos le acariciaba la cara, como si quisiera grabarse en el tacto de sus dedos la forma de sus facciones. Joseph no sabía muy bien qué le estaba pasando, pero sí sabía que necesitaba recordar su sabor, recordar que aún era capaz de sentir y, al parecer, sólo ______ hacía posible ese milagro. Ella le acariciaba la espalda, parecía entender lo que estaba pasando, y con sus labios y su cariño quería que él se sintiera tranquilo, feliz. Los dos se abrazaron con fuerza, sus lenguas no dejaban de acariciarse, sus corazones latían acelerados al unísono; Joseph deslizó una mano por debajo del jersey de ella para sentir su piel. Entonces, poco a poco, fue bajando la intensidad del beso y, con los ojos aún cerrados, apoyó su frente contra la de ______. Se apartó unos centímetros de ella y le colocó detrás de la oreja un mechón de pelo.
—Vamos, te enseñaré a jugar a los piratas.
Abrió sigilosamente la puerta; ______ ya estaba dormida, y él se desnudó y se metió en la cama. No sabía cómo ponerse, era la primera vez que dormía con una mujer sin haber tenido relaciones sexuales antes. Estaba rígido, no sabía qué hacer, pensó que no pegaría ojo en toda la noche, hasta que ______ se movió y se abrazó a él. Estaba dormidísima, pero se acurrucó a su lado y susurró su nombre. Entonces, Joseph cerró los ojos y se durmió.
Al sonar el despertador, ______ fue la primera en despertarse, abrió los ojos y tras comprobar que Joseph seguía dormido, se levantó y se fue a la ducha. Luego preparó su bolsa para ir a casa de los Abbot. Estaba un poco nerviosa. Aparte de Nana, ellos eran lo más parecido a una familia para Joseph, así que no quería causar mala impresión. Mientras escogía la ropa se le ocurrió que quizá Sam y su esposa supieran algo sobre la muerte del padre de Danger; tendría que encontrar el modo de hablar con ellos. Ya vestida, preparó el desayuno y fue a comprobar si él se había despertado.
—Joseph, ¿estás despierto?
Vio que la cama estaba vacía y oyó correr el agua. Se estaba duchando. Por un instante, estuvo tentada de interrumpir su ducha igual que él había hecho el día anterior, pero descartó la idea. Quería que Joseph confiara en ella, y el sexo, aunque era fantástico, sólo servía para que él ejerciera un control más fuerte sobre sus emociones. Tenía que encontrar el modo de que bajara la guardia y, la próxima vez que hicieran el amor, el señor Jonas no sería capaz de controlar nada. Ya se encargaría ella de eso.
Joseph apareció en la cocina perfectamente duchado y con una bolsa de viaje en la mano. Vio que ______ estaba desayunando tostadas y leyendo un libro. Se la veía feliz, y a él le dio un vuelco el corazón.
—¿Qué estás leyendo?
______ acabó de masticar el bocado que aún tenía en la boca.
—El conde de Montecristo. ¿Lo has leído?
—No. Pero he visto la película.
—La película no está mal, pero el libro es genial. Yo lo he leído muchas veces, es uno de mis preferidos. Siempre que viajo, lo llevo conmigo. —Señaló el libro que ahora estaba encima de la mesa—. Me lo regaló mi abuelo.
Entonces Joseph se dio cuenta de lo vieja que era la edición y de lo gastado que se veía el libro. Recordó que el abuelo de Kevin y ______ era un señor serio y reservado, pero que quería a sus nietos con locura.
—¿Tu abuelo?
—Sí. Supongo que heredé de él la pasión por los libros. Murió hace seis años. —______ cambió de tema—. En fin, ¿a qué hora tenemos que irnos?
—No hay prisa. Hemos de estar allí a la hora de comer. —Se acercó a la mesa y cogió la novela—. ¿Me lo dejarás? —Antes de que ella pudiera contestar, él bajó la cabeza y le dio un beso.
—Claro —respondió ______.
—¿Sabes una cosa? —dijo él mientras le colocaba un mechón de pelo detrás de la oreja—. Aún tengo Charlie y la fábrica de chocolate. Siempre lo he llevado conmigo; en la universidad, en mis trabajos. Ahora está guardado en el primer cajón de mi escritorio.
Ella se sonrojó al acordarse del día en que le regaló ese libro, y lo miró sorprendida. No esperaba que él lo hubiera guardado todos esos años. No sabía qué decir, así que optó por una salida fácil:
—Yo ya estoy lista. Cuando quieras podemos irnos.
Joseph la miró, y vio en ella una determinación que no había visto antes. Algo estaba tramando, pero si ______ no se lo contaba, él, de momento, no iba a preguntárselo.
—Pues vamos.
En el coche, a él se le veía pensativo; conducía sin decir nada, no podía dejar de dar vueltas a cómo le estaba cambiando la vida.
—No pienses tanto —dijo ______ sin dejar de mirar el paisaje.
—No estoy pensando —contestó él enfurruñado.
—Sí lo haces; puedo oír tus pensamientos desde aquí. —Entonces ella se volvió y lo miró—. Si sigues así, se te arrugará la frente. —Le acarició el entrecejo con suavidad.
—Está bien —reconoció él—, estaba pensando.
—¿En qué? —le preguntó ella, dejando de acariciarle.
—¿En qué?, ¿cómo «en qué»?
Ella no contestó.
—Pues en «lo nuestro» —prosiguió él malhumorado.
—¿Lo nuestro? —______ sonrió—. ¿Te han dicho alguna vez que te preocupas demasiado?
—Constantemente.
—Pues deberías dejar de hacerlo. —Volvió a acariciarlo, esta vez en la nuca.
—Ya. —Le costaba pensar con ella tocándolo—. Me preocupa que acabe haciéndote daño. No me lo perdonaría.
—No vas a hacérmelo. —Notó cómo se le tensaban los músculos del cuello—. Tranquilo, ya soy mayorcita y sé dónde me estoy metiendo. —Seguía acariciándole y él fue relajando la respiración.
—Me alegro de que al menos uno de los dos sepa lo que está haciendo. —Soltó el aliento—. Mira, estamos llegando, es esa casa.
La vivienda de fin de semana de la familia Abbot era preciosa. Se trataba de una granja antigua que Silvia, la mujer de Sam, había restaurado. Estaba en medio de una enorme pradera verde, y en una esquina se veían unas vacas y unas ovejas acompañadas por dos grandes perros. Aparcaron el coche, y en el mismo instante en que Joseph detuvo el motor, por la puerta salieron corriendo dos niñas de unos siete y nueve años.
— ¡Joe! —gritó la más pequeña al mismo tiempo que se le colgaba del cuello—. Hacía mucho que no venías.
—Tu padre es muy malo y me tiene todo el día trabajando —contestó Joseph sonriendo y besando a la pequeña en las mejillas.
—Tú sabes que eso no es verdad —dijo Silvia descolgando a Natalie del cuello de Joseph para poder darle ella también dos besos—. Me alegro de verte. —Le peinó cariñosamente el pelo—. ¿Vas a presentarme a ______?
—Mamá —dijo Alicia, la mayor de las hijas de Sam—, no entiendo lo que decía papá de la cara de idiota de Joe. Yo lo veo igual que siempre.
Joseph se sonrojó, y para intentar ocultar un poco la vergüenza que sentía, se agachó delante de Alicia.
—¿No vas a darme un beso? —le preguntó a la causante de que todos lo llamaran «Joe».
—Claro. —La niña lo besó cariñosamente—. ¿Te vas a quedar a dormir?
—Si a tu madre le parece bien. —La despeinó un poco.
—A su madre le parece bien —contestó Silvia.
—¿Podremos jugar a los piratas? —preguntó Alicia, ansiosa.
—Por supuesto.
La niña, satisfecha con la respuesta, cogió a su hermana pequeña del brazo y echó a correr hacia el cobertizo que hacía las veces de barco pirata. ______ había observado toda la escena fascinada. Le encantaba ver esa faceta dulce y cariñosa de Joseph, le daba esperanzas. Si era capaz de ser tan afablecon unas niñas pequeñas, tal vez lograría que confiara en el amor.
—______ —Joseph le acarició el brazo—, me gustaría presentarte a Silvia, la mujer más valiente del mundo, la esposa de Sam.
—Joe, no digas tonterías —lo riñó cariñosa—. Estoy encantada de conocerte, ______.
—Lo mismo digo. Tienes unas hijas maravillosas.
—No te dejes engañar, son malísimas —dijo sonriendo—, aunque creo que gran parte de culpa la tiene Joseph. Cuando eran más pequeñas, él solía pasar mucho tiempo aquí. —Silvia se calló y recordó cómo se había quedado Joseph después de la muerte de su padre, y cómo Sam lo había obligado a vivir con ellos durante un tiempo. Se pasaba los días casi sin hablar, y las noches al lado de la cuna de Alicia, como si viéndola dormir pudiera combatir la pena que lo abrumaba—. En fin, podrás verlo por ti misma esta noche, cuando los piratas nos ataquen. —Ante la mirada perpleja de ambos añadió—. Vamos, voy a enseñarte vuestro cuarto.
—¿Nuestro cuarto? —preguntó Joseph tropezando con la bolsa que había sacado del maletero. ______ no sabía dónde mirar.
—Joseph Jonas, ¿vas a insultar mi inteligencia diciendo que quieres cuartos separados? —dijo Silvia desafiante.
Joseph no contestó, pero ______ sí lo hizo.
—No creo que Danger sea capaz de articular una palabra, pero yo sí. Tienes razón, Silvia, una habitación es todo lo que necesitamos. Bueno, no todo, pero basta para empezar.
— ¿Danger? —repitió Silvia, curiosa—. Me gusta, y también me gustas tú, ______. Ya era hora de que Joe recordara que tiene corazón. Es por aquí.
Joseph continuó mudo, pero cogió la bolsa y siguió a Silvia hacia el interior de la granja.
—Esta habitación es la que solía ocupar Joe cuando pasaba largas temporadas con nosotros. El año pasado decidí redecorarla, espero que estéis cómodos. Podéis utilizar el baño del pasillo.
—Es perfecta, Silvia, gracias —contestó ______ mirando las vistas desde la ventana—. Me encanta este lugar.
La mujer sonrió.
—Os dejo para que os instaléis —dijo. A continuación abrazó a Joseph y le susurró de modo que ______ no pudiera oírlo—: Cuando recuperes la voz, me gustaría que me contaras cómo has logrado que una chica así se enamorara de ti.
—No tengo ni idea —respondió él devolviéndole el abrazo.
—Os espero en la cocina —se despidió Silvia al salir de la habitación—. Supongo que Sam ya habrá regresado de correr, y que las niñas estarán ansiosas por jugar contigo.
______ y Joseph se quedaron solos. Ella seguía mirando por la ventana, le fascinaba el paisaje, parecía una escena de Orgullo y Prejuicio. Joseph abrió la bolsa y empezó a guardar la ropa en los cajones de la cómoda, como si fuese algo que hubiera hecho miles de veces.
—Es precioso —musitó ______.
Joseph seguía ordenando la ropa.
—¿Estuviste mucho tiempo aquí?
—Bastante —respondió él escueto sin dejar de hacer lo que hacía.
—¿Cuándo? —______ insistió sin darse la vuelta, deseando con todas sus fuerzas que Joseph confiara en ella.
Él dejó de moverse por la habitación, se sentó en la cama y se pasó nervioso las manos por el pelo.
—Cuando murió mi padre. —Tomó aliento—. Creí que me iba a volver loco. De no haber sido por Sam y Silvia, no sé si Nana hubiera podido consolarme. ¿Sabes qué fue lo peor de todo?
______ se dio la vuelta y se sentó a su lado en la cama.
—¿Qué? —Ella entrelazó sus dedos con los de él.
Joseph cerró los ojos y bajó la cabeza.
—Saber que yo no había sido suficiente.
______ no dijo nada y esperó a que él decidiera o no continuar.
—Cuando mi madre se fue, mi padre empezó a beber. El cáncer fue únicamente el último golpe. Durante años, él se había encargado de acabar por sí solo con su hígado y con parte de sus pulmones. —Respiró hondo—. Nunca logré convencerle de que dejara de beber. —Cerró los ojos—. Igual que nunca logré convencer a mi «queridísima» madre de que aceptara verlo. —Levantó la cabeza—. No sé por qué te estoy contando esto. Al parecer, tengo tendencia a decirte cosas que nunca le he dicho a nadie antes. —Le soltó la mano y se puso de pie.
—Yo tampoco lo sé, pero me gusta que sea así —replicó ______ acercándose a él. No tenía intención de permitir que se arrepintiera de haber compartido esos sentimientos con ella, así que le acarició suavemente la mejilla—. ¿Vamos a buscar a Silvia y a las niñas? Estoy impaciente por ver qué es eso de jugar a los piratas.
______ iba a abrir la puerta de la habitación cuando Joseph le puso una mano en el hombro y la obligó a darse media vuelta. Unos escasos centímetros los separaban y él buscó sus labios con suavidad. Fue un beso dulce, lento. Mientras, con las manos le acariciaba la cara, como si quisiera grabarse en el tacto de sus dedos la forma de sus facciones. Joseph no sabía muy bien qué le estaba pasando, pero sí sabía que necesitaba recordar su sabor, recordar que aún era capaz de sentir y, al parecer, sólo ______ hacía posible ese milagro. Ella le acariciaba la espalda, parecía entender lo que estaba pasando, y con sus labios y su cariño quería que él se sintiera tranquilo, feliz. Los dos se abrazaron con fuerza, sus lenguas no dejaban de acariciarse, sus corazones latían acelerados al unísono; Joseph deslizó una mano por debajo del jersey de ella para sentir su piel. Entonces, poco a poco, fue bajando la intensidad del beso y, con los ojos aún cerrados, apoyó su frente contra la de ______. Se apartó unos centímetros de ella y le colocó detrás de la oreja un mechón de pelo.
—Vamos, te enseñaré a jugar a los piratas.
Nani Jonas
Re: "Nadie Como Tu" - Joe y tu Terminada
Capitulo 36
—Sam, si cuentas otra vez lo de esa fiesta, juro que dormirás solo lo que te queda de vida —lo riñó Silvia sonriendo—. No puedo creer que me convencieras de hacer esas locuras.
—Eh, no todo es culpa mía —respondió él entre carcajadas—. No soy yo el que se apuntó a clases de danza del vientre.
—No pienso dignificar ese comentario con una respuesta. —Silvia se levantó sonrojada de la silla—. ______, ¿quieres que te enseñe los artículos que Joe escribió en la universidad, mientras los «chicos» recogen la mesa y friegan los platos?
—Me encantaría —respondió ella aún riendo—. ¿Ya se han ido a dormir las niñas?
—Sí, hace un rato. Sam, Joseph, espero tener todos los platos y las copas limpias y enteras en unos veinte minutos. Nosotras os esperamos sentadas delante de la chimenea. —Se dirigió a ______—. ¿Vamos?
—Sí, claro.
Se levantó y siguió a Silvia hasta una habitación que hacía las veces de biblioteca y despacho y en la que había una chimenea con el fuego encendido. Silvia se dirigió a un escritorio y de un cajón sacó una carpeta azul, se sentó en un sofá y le indicó a ______ que se sentara a su lado.
—Siempre he guardado los artículos de Joe.
—¿Seguro que no quieres que vaya yo a fregar los platos y así Sam y tú estáis un momento tranquilos a solas? —preguntó ______ un poco incómoda por haber dejado a su anfitrión atrapado en la cocina.
—Vaya tontería. A Sam le encanta fregar platos, y así podrá interrogar a Joe sobre ti. Vamos, siéntate. Aparte de los artículos también tengo algunas fotos que quiero enseñarte.
______ no pudo resistir la tentación y se acomodó al lado de Silvia.
—¿Desde cuándo conoces a Joe?
—Desde que murió su padre, hace ya nueve años. Me acuerdo porque Alicia acababa de nacer, y a Joe le encantaba quedarse en su habitación, mirándola mientras dormía. —Rebuscaba entre los papeles de la carpeta—. Mira, este artículo es el primero que Sam descubrió.
______ empezó a leerlo; era fascinante la fuerza y la rabia que se desprendía de cada línea. Oyó cómo Silvia se levantaba y cogía una fotografía que había encima de una mesita.
—Esta fotografía es de ese invierno. —Se la acercó a ______—. Siempre ha sido una de mis favoritas. Sam quería que la incluyera en una de mis exposiciones, pero siempre me he negado. Es demasiado íntima, demasiado mía.
—Lo entiendo —susurró ______ ensimismada mirando la foto. En ella, Joseph estaba sentado en un sofá, con Alicia en los brazos. Los dos estaban dormidos y por la ventana de la habitación entraba una luz mágica que hacía que los dos parecieran igual de inocentes, igual de necesitados de protección.
—Recuerdo ese día —explicó Silvia—. Yo volvía de fotografiar unos terneros recién nacidos y cuando entré en la habitación y los vi no pude resistir la tentación. Se los veía tan dulces, tan tranquilos. Creo que era la primera vez que Joe dormía en dos semanas.
______ notó cómo los ojos se le llenaban de lágrimas, y para relajar un poco el ambiente decidió cambiar de tema.
—¿Eres fotógrafa?
—Sí, bueno, lo intento. —Silvia la cogió de la mano—. No te preocupes por llorar, él no ha sido capaz de hacerlo, así que está bien que alguien que le quiera llore por él.
—Ya —susurró ______ frotándose los ojos con los puños del jersey—. La verdad es que aún no sé qué va a pasar con nosotros.
—Nadie lo sabe —contestó Silvia—. ¿Quieres que te enseñe las fotografías que tomé de las niñas el año pasado por Halloween? Con una de ellas gané un concurso.
—Me encantaría —respondió ______ sonriendo de nuevo—. A ver si así dejo de hacer el ridículo durante un rato.
Mientras, en la cocina, Sam estaba haciendo lo que Silvia había anunciado; es decir, estaba interrogando a Joseph.
—Bueno, ¿cómo van las cosas? —Era un primer intento de acercamiento sutil y ambiguo.
—Bien, como siempre —respondió Joseph mientras fregaba una de las bandejas.
—¿Como siempre? —Sam le guiñó un ojo—. Yo no recuerdo haberte visto nunca sonreír más de dos veces seguidas en la misma noche. Hasta hoy.
—Ya.
—¿Cómo que ya? —Sam optó por abandonar la sutileza—. Hace diez años que te conozco, y es la primera vez que te veo feliz. ¿Crees que te voy a dejar escapar sin que me cuentes todos los detalles? Ni loco. Si lo hago, Silvia me mata. Vamos, compadécete de mí y cuéntamelo.
—Pues —Joseph carraspeó—, no sé. —Se sonrojó—. Primero pensé que sólo me sentía atraído por ella, que la deseaba.
—Para, para. —Sam levantó la mano con la que enjuagaba los platos—. Piensa que tengo el corazón de un hombre de cincuenta y siete años.
Joseph continuó como si no lo hubiera oído.
—Pero por desgracia es peor.
—¿Peor? —preguntó Sam sorprendido.
—Mucho peor. —Joseph fregaba los platos completamente concentrado—. No dejo de pensar en ella. No puedo dejar de pensar en ella.
—Eso no es malo. —Sam le puso una mano sobre el hombro—. Se llama amor, y cuando te acostumbras está bastante bien.
Joseph cerró el grifo y colocó el último plato en el escurridor.
—Es que me da miedo acostumbrarme.
—¿Miedo? ¿A qué tienes miedo? —Sam intuía la respuesta, pero quería oírselo decir a Joseph.
Este se dirigió a la puerta de la cocina y colgó el delantal.
—Tengo miedo de convertirme en mi padre —contestó sin atreverse a mirar a Sam a la cara.
Él le puso la mano en el antebrazo para poder decirle lo que pensaba de semejante estupidez, antes de ir a reunirse con Silvia y con ______.
—Joseph, tú no eres tu padre, nunca lo has sido y nunca lo serás, y ______ no es tu madre. —Buscó su mirada—. Tú nunca elegirías el camino que tomó Rupert cuando Gloria os abandonó. ¿Lo entiendes?
—Lo entiendo. ¿Vamos a ver qué están tramando esas dos?
—Vamos —convino Sam, pero estaba convencido de que Joseph no había escuchado ni una palabra de todo lo que le había dicho.
—En ésta están guapísimas —exclamó ______ sonriendo.
—Siempre he dicho que se parecen a mí —contestó Sam desde la puerta.
—Ya, eso quisieras —lo pinchó Joseph, que entró el último.
—Sam, Joseph, estoy aburriendo a ______ con batallitas de las niñas. Cada vez me parezco más a mi madre. —Silvia le acercó otra caja de fotografías—. Si estás harta —dijo dirigiéndose a ______—, podemos dejarlo.
—No, en absoluto. Me encanta ver fotografías. Mi padre también nos hacía muchas cuando éramos pequeños. Bueno, la verdad es que aún lo hace; es un poco pesado, pero vale la pena.
______ estaba tan enfrascada con las fotos que no se dio cuenta de que Joseph se había sentado a su lado en el sofá hasta que él empezó a hablar.
—Me acuerdo de un verano en que fuimos a la playa. Yo tendría nueve o diez años. Kevin y yo estuvimos nadando y jugando en el mar durante horas. —Le acarició el pelo—. Tú estabas con una de tus hermanas en la arena, intentando construir un castillo, y vi cómo tu padre se ponía en cuclillas y os sacaba una foto. —Le acarició la mejilla—. Nunca la he visto, pero seguro que estás preciosa.
A ______ le costó encontrar la voz, pero lo logró.
—Es una de mis fotos preferidas. Cuando cumplí dieciochos años mis hermanos me la regalaron en una tela y la tengo colgada en mi habitación. ¿Cómo te diste cuenta de que mi padre nos hacía esa foto?
—Porque te estaba mirando —contestó Joseph sin dudarlo, pero al notar que se sonrojaba, decidió cambiar de tema—. Sam, ¿has leído los artículos que te he traído?
—No, y no pienso hacerlo. Hoy es sábado —miró el reloj—, y ahora mismo me voy a la cama. Mañana hablamos de ello. —Le tendió la mano a su esposa para ayudarla a levantarse del sofá—. Buenas noches, ______.
—Buenas noches, Sam. Silvia, gracias por todo —respondió ella sabiendo que Silvia entendería a qué se refería.
—De nada, buenas noches.
—Tú y yo también deberíamos irnos a dormir —prosiguió ______, dirigiéndose ahora a Joseph—. Creo que mañana nos espera la venganza de los piratas. —Se levantó del sofá y se dirigió hacia la puerta—. ¿Vienes?
Él levantó la vista de las fotografías que aún tenía en el regazo y no dijo nada.
—¿Vienes? —volvió a preguntarle ______.
—Claro. —Se levantó del sofá y la cogió de la mano.
Una vez en la habitación, ninguno de los dos sabía muy bien cómo comportarse, y ______ optó por disimular buscando el pijama y el neceser en la bolsa que aún no había deshecho. Joseph abrió un cajón y cogió el pijama que antes había guardado.
—Voy al baño —dijo tras carraspear—, ¿o prefieres ir tú primero?
—No, gracias —contestó ______—. Ve tú.
Ella aprovechó que estaba sola para cambiarse y para preparar la cama.
—Ya tienes vía libre —le comunicó Joseph cuando volvió a la habitación, ya con el pijama puesto.
—Gracias, sólo tardaré un minuto.
Él se puso las gafas y cogió un libro. Necesitaba distraerse, tenía que dejar de pensar en las ganas que tenía de hacer el amor con ______, ya que de ninguna manera iba a hacerlo con Sam y Silvia durmiendo a escasos metros de ellos. Tenía que relajarse, a ver si así lograba volver a respirar con normalidad y que la sangre le circulara por todo el cuerpo, y no se concentrara sólo bajo su cintura. Se tumbó en la cama e intentó meterse en la lectura. No tenía ni idea de lo que estaba leyendo. ______ abrió la puerta y caminó en silencio hacia la cama.
—¿Quieres que deje la luz encendida o tienes suficiente con la de la mesita de noche? —le preguntó a Joseph antes de acostarse.
—Eh, no gracias. Con la de la mesilla tengo suficiente —contestó él sin apartar la mirada del libro.
—Buenas noches, pues —dijo ella, disponiéndose a dormir.
Pero pasados unos segundos se echó a reír.
—¿De qué te ríes?
—De nada. —Seguía riéndose a carcajadas.
—¿De nada? —Joseph sonrió—. Vamos, ______, cuéntamelo.
—Bueno, es que —dijo ______ a la vez que se incorporaba en la cama— toda esta escena me ha recordado a mis padres.
—¿Escena? —preguntó él enarcando una ceja.
—Si, ya sabes, tú tan serio, leyendo, y yo preguntándote si necesitas más luz. Una escena muy doméstica. —______ sonrió y le pasó la mano por el pelo. Joseph dejó el libro en la mesilla y se quitó las gafas.
—Yo nunca he visto una escena así —contestó mientras apagaba la luz.
—Ahora ya sí. Buenas noches —replicó ella, y cerró los ojos. Sabía que Joseph no estaba cómodo con Sam, Silvia y las niñas tan cerca.
Empezaban a pesarle los párpados cuando sintió cómo él se pegaba a su espalda y la abrazaba, creyendo que ya estaba dormida. Notó su respiración en la nuca y resultó más que evidente lo excitado que estaba. La mano de Joseph se deslizó por su espalda hasta ir a posarse con suavidad encima de su estómago; luego él se movió hasta quedar perfectamente encajado con ella. ______ iba a darse la vuelta cuando Joseph empezó a besarle suave y cariñosamente la nuca y el cuello. Sólo fueron un par de besos.
—____*, mi princesa —susurró entre los besos—, tengo miedo. —Suspiró profundamente y le dio un último beso en el cuello.
______ esperó un instante y, al ver que él respiraba cada vez más despacio, se atrevió a mover su mano hasta colocarla encima de la suya, y cerró los ojos.
Por la mañana, Joseph fue el primero en despertarse, y vio a ______ aún dormida acurrucada a su lado. Le encantaba verla dormir. Intentó salir de la cama, pero cada vez que se movía, ella se pegaba aún más a él, así que optó por rendirse y quedarse tumbado disfrutando del momento. Poco a poco, ______ se fue despertando.
—Buenos días —susurró aún medio dormida.
—Buenos días —contestó Joseph mirándola a los ojos—. ¿Has dormido bien?
—Sí, ¿y tú?
—Sí —respondió él mientras le acariciaba la espalda—. Me gusta dormir contigo. —Bajó la cabeza y la besó.
Estaban abrazados, él le acariciaba la espalda al mismo ritmo que su lengua devoraba su labios; ella subió lentamente una pierna recorriendo la de él, para poder estar más cerca.
—¡Joe! —gritó Alicia entrando de golpe en la habitación y casi provocando un infarto a sus ocupantes—. Natalie y yo hace rato que te esperamos para jugar. ¿Por qué no te has levantado aún?
—Ya voy —contestó él dando gracias a Dios por haber estado vestido en el momento de la invasión—. Ve con Natalie y yo ahora mismo voy.
—¿De verdad? —preguntó Alicia suspicaz—. Estás raro.
—De verdad. Y no estoy raro. —Le tiró una almohada—. Vamos, vete ya, pirata. En seguida voy.
Alicia salió riéndose de la habitación y ______, que de la vergüenza se había escondido bajo el edredón, por fin pudo respirar tranquila.
—¿Se ha ido?
—Sí, creo que es mejor que vaya a ducharme. No se debe hacer esperar a los piratas.
—Sam, si cuentas otra vez lo de esa fiesta, juro que dormirás solo lo que te queda de vida —lo riñó Silvia sonriendo—. No puedo creer que me convencieras de hacer esas locuras.
—Eh, no todo es culpa mía —respondió él entre carcajadas—. No soy yo el que se apuntó a clases de danza del vientre.
—No pienso dignificar ese comentario con una respuesta. —Silvia se levantó sonrojada de la silla—. ______, ¿quieres que te enseñe los artículos que Joe escribió en la universidad, mientras los «chicos» recogen la mesa y friegan los platos?
—Me encantaría —respondió ella aún riendo—. ¿Ya se han ido a dormir las niñas?
—Sí, hace un rato. Sam, Joseph, espero tener todos los platos y las copas limpias y enteras en unos veinte minutos. Nosotras os esperamos sentadas delante de la chimenea. —Se dirigió a ______—. ¿Vamos?
—Sí, claro.
Se levantó y siguió a Silvia hasta una habitación que hacía las veces de biblioteca y despacho y en la que había una chimenea con el fuego encendido. Silvia se dirigió a un escritorio y de un cajón sacó una carpeta azul, se sentó en un sofá y le indicó a ______ que se sentara a su lado.
—Siempre he guardado los artículos de Joe.
—¿Seguro que no quieres que vaya yo a fregar los platos y así Sam y tú estáis un momento tranquilos a solas? —preguntó ______ un poco incómoda por haber dejado a su anfitrión atrapado en la cocina.
—Vaya tontería. A Sam le encanta fregar platos, y así podrá interrogar a Joe sobre ti. Vamos, siéntate. Aparte de los artículos también tengo algunas fotos que quiero enseñarte.
______ no pudo resistir la tentación y se acomodó al lado de Silvia.
—¿Desde cuándo conoces a Joe?
—Desde que murió su padre, hace ya nueve años. Me acuerdo porque Alicia acababa de nacer, y a Joe le encantaba quedarse en su habitación, mirándola mientras dormía. —Rebuscaba entre los papeles de la carpeta—. Mira, este artículo es el primero que Sam descubrió.
______ empezó a leerlo; era fascinante la fuerza y la rabia que se desprendía de cada línea. Oyó cómo Silvia se levantaba y cogía una fotografía que había encima de una mesita.
—Esta fotografía es de ese invierno. —Se la acercó a ______—. Siempre ha sido una de mis favoritas. Sam quería que la incluyera en una de mis exposiciones, pero siempre me he negado. Es demasiado íntima, demasiado mía.
—Lo entiendo —susurró ______ ensimismada mirando la foto. En ella, Joseph estaba sentado en un sofá, con Alicia en los brazos. Los dos estaban dormidos y por la ventana de la habitación entraba una luz mágica que hacía que los dos parecieran igual de inocentes, igual de necesitados de protección.
—Recuerdo ese día —explicó Silvia—. Yo volvía de fotografiar unos terneros recién nacidos y cuando entré en la habitación y los vi no pude resistir la tentación. Se los veía tan dulces, tan tranquilos. Creo que era la primera vez que Joe dormía en dos semanas.
______ notó cómo los ojos se le llenaban de lágrimas, y para relajar un poco el ambiente decidió cambiar de tema.
—¿Eres fotógrafa?
—Sí, bueno, lo intento. —Silvia la cogió de la mano—. No te preocupes por llorar, él no ha sido capaz de hacerlo, así que está bien que alguien que le quiera llore por él.
—Ya —susurró ______ frotándose los ojos con los puños del jersey—. La verdad es que aún no sé qué va a pasar con nosotros.
—Nadie lo sabe —contestó Silvia—. ¿Quieres que te enseñe las fotografías que tomé de las niñas el año pasado por Halloween? Con una de ellas gané un concurso.
—Me encantaría —respondió ______ sonriendo de nuevo—. A ver si así dejo de hacer el ridículo durante un rato.
Mientras, en la cocina, Sam estaba haciendo lo que Silvia había anunciado; es decir, estaba interrogando a Joseph.
—Bueno, ¿cómo van las cosas? —Era un primer intento de acercamiento sutil y ambiguo.
—Bien, como siempre —respondió Joseph mientras fregaba una de las bandejas.
—¿Como siempre? —Sam le guiñó un ojo—. Yo no recuerdo haberte visto nunca sonreír más de dos veces seguidas en la misma noche. Hasta hoy.
—Ya.
—¿Cómo que ya? —Sam optó por abandonar la sutileza—. Hace diez años que te conozco, y es la primera vez que te veo feliz. ¿Crees que te voy a dejar escapar sin que me cuentes todos los detalles? Ni loco. Si lo hago, Silvia me mata. Vamos, compadécete de mí y cuéntamelo.
—Pues —Joseph carraspeó—, no sé. —Se sonrojó—. Primero pensé que sólo me sentía atraído por ella, que la deseaba.
—Para, para. —Sam levantó la mano con la que enjuagaba los platos—. Piensa que tengo el corazón de un hombre de cincuenta y siete años.
Joseph continuó como si no lo hubiera oído.
—Pero por desgracia es peor.
—¿Peor? —preguntó Sam sorprendido.
—Mucho peor. —Joseph fregaba los platos completamente concentrado—. No dejo de pensar en ella. No puedo dejar de pensar en ella.
—Eso no es malo. —Sam le puso una mano sobre el hombro—. Se llama amor, y cuando te acostumbras está bastante bien.
Joseph cerró el grifo y colocó el último plato en el escurridor.
—Es que me da miedo acostumbrarme.
—¿Miedo? ¿A qué tienes miedo? —Sam intuía la respuesta, pero quería oírselo decir a Joseph.
Este se dirigió a la puerta de la cocina y colgó el delantal.
—Tengo miedo de convertirme en mi padre —contestó sin atreverse a mirar a Sam a la cara.
Él le puso la mano en el antebrazo para poder decirle lo que pensaba de semejante estupidez, antes de ir a reunirse con Silvia y con ______.
—Joseph, tú no eres tu padre, nunca lo has sido y nunca lo serás, y ______ no es tu madre. —Buscó su mirada—. Tú nunca elegirías el camino que tomó Rupert cuando Gloria os abandonó. ¿Lo entiendes?
—Lo entiendo. ¿Vamos a ver qué están tramando esas dos?
—Vamos —convino Sam, pero estaba convencido de que Joseph no había escuchado ni una palabra de todo lo que le había dicho.
—En ésta están guapísimas —exclamó ______ sonriendo.
—Siempre he dicho que se parecen a mí —contestó Sam desde la puerta.
—Ya, eso quisieras —lo pinchó Joseph, que entró el último.
—Sam, Joseph, estoy aburriendo a ______ con batallitas de las niñas. Cada vez me parezco más a mi madre. —Silvia le acercó otra caja de fotografías—. Si estás harta —dijo dirigiéndose a ______—, podemos dejarlo.
—No, en absoluto. Me encanta ver fotografías. Mi padre también nos hacía muchas cuando éramos pequeños. Bueno, la verdad es que aún lo hace; es un poco pesado, pero vale la pena.
______ estaba tan enfrascada con las fotos que no se dio cuenta de que Joseph se había sentado a su lado en el sofá hasta que él empezó a hablar.
—Me acuerdo de un verano en que fuimos a la playa. Yo tendría nueve o diez años. Kevin y yo estuvimos nadando y jugando en el mar durante horas. —Le acarició el pelo—. Tú estabas con una de tus hermanas en la arena, intentando construir un castillo, y vi cómo tu padre se ponía en cuclillas y os sacaba una foto. —Le acarició la mejilla—. Nunca la he visto, pero seguro que estás preciosa.
A ______ le costó encontrar la voz, pero lo logró.
—Es una de mis fotos preferidas. Cuando cumplí dieciochos años mis hermanos me la regalaron en una tela y la tengo colgada en mi habitación. ¿Cómo te diste cuenta de que mi padre nos hacía esa foto?
—Porque te estaba mirando —contestó Joseph sin dudarlo, pero al notar que se sonrojaba, decidió cambiar de tema—. Sam, ¿has leído los artículos que te he traído?
—No, y no pienso hacerlo. Hoy es sábado —miró el reloj—, y ahora mismo me voy a la cama. Mañana hablamos de ello. —Le tendió la mano a su esposa para ayudarla a levantarse del sofá—. Buenas noches, ______.
—Buenas noches, Sam. Silvia, gracias por todo —respondió ella sabiendo que Silvia entendería a qué se refería.
—De nada, buenas noches.
—Tú y yo también deberíamos irnos a dormir —prosiguió ______, dirigiéndose ahora a Joseph—. Creo que mañana nos espera la venganza de los piratas. —Se levantó del sofá y se dirigió hacia la puerta—. ¿Vienes?
Él levantó la vista de las fotografías que aún tenía en el regazo y no dijo nada.
—¿Vienes? —volvió a preguntarle ______.
—Claro. —Se levantó del sofá y la cogió de la mano.
Una vez en la habitación, ninguno de los dos sabía muy bien cómo comportarse, y ______ optó por disimular buscando el pijama y el neceser en la bolsa que aún no había deshecho. Joseph abrió un cajón y cogió el pijama que antes había guardado.
—Voy al baño —dijo tras carraspear—, ¿o prefieres ir tú primero?
—No, gracias —contestó ______—. Ve tú.
Ella aprovechó que estaba sola para cambiarse y para preparar la cama.
—Ya tienes vía libre —le comunicó Joseph cuando volvió a la habitación, ya con el pijama puesto.
—Gracias, sólo tardaré un minuto.
Él se puso las gafas y cogió un libro. Necesitaba distraerse, tenía que dejar de pensar en las ganas que tenía de hacer el amor con ______, ya que de ninguna manera iba a hacerlo con Sam y Silvia durmiendo a escasos metros de ellos. Tenía que relajarse, a ver si así lograba volver a respirar con normalidad y que la sangre le circulara por todo el cuerpo, y no se concentrara sólo bajo su cintura. Se tumbó en la cama e intentó meterse en la lectura. No tenía ni idea de lo que estaba leyendo. ______ abrió la puerta y caminó en silencio hacia la cama.
—¿Quieres que deje la luz encendida o tienes suficiente con la de la mesita de noche? —le preguntó a Joseph antes de acostarse.
—Eh, no gracias. Con la de la mesilla tengo suficiente —contestó él sin apartar la mirada del libro.
—Buenas noches, pues —dijo ella, disponiéndose a dormir.
Pero pasados unos segundos se echó a reír.
—¿De qué te ríes?
—De nada. —Seguía riéndose a carcajadas.
—¿De nada? —Joseph sonrió—. Vamos, ______, cuéntamelo.
—Bueno, es que —dijo ______ a la vez que se incorporaba en la cama— toda esta escena me ha recordado a mis padres.
—¿Escena? —preguntó él enarcando una ceja.
—Si, ya sabes, tú tan serio, leyendo, y yo preguntándote si necesitas más luz. Una escena muy doméstica. —______ sonrió y le pasó la mano por el pelo. Joseph dejó el libro en la mesilla y se quitó las gafas.
—Yo nunca he visto una escena así —contestó mientras apagaba la luz.
—Ahora ya sí. Buenas noches —replicó ella, y cerró los ojos. Sabía que Joseph no estaba cómodo con Sam, Silvia y las niñas tan cerca.
Empezaban a pesarle los párpados cuando sintió cómo él se pegaba a su espalda y la abrazaba, creyendo que ya estaba dormida. Notó su respiración en la nuca y resultó más que evidente lo excitado que estaba. La mano de Joseph se deslizó por su espalda hasta ir a posarse con suavidad encima de su estómago; luego él se movió hasta quedar perfectamente encajado con ella. ______ iba a darse la vuelta cuando Joseph empezó a besarle suave y cariñosamente la nuca y el cuello. Sólo fueron un par de besos.
—____*, mi princesa —susurró entre los besos—, tengo miedo. —Suspiró profundamente y le dio un último beso en el cuello.
______ esperó un instante y, al ver que él respiraba cada vez más despacio, se atrevió a mover su mano hasta colocarla encima de la suya, y cerró los ojos.
Por la mañana, Joseph fue el primero en despertarse, y vio a ______ aún dormida acurrucada a su lado. Le encantaba verla dormir. Intentó salir de la cama, pero cada vez que se movía, ella se pegaba aún más a él, así que optó por rendirse y quedarse tumbado disfrutando del momento. Poco a poco, ______ se fue despertando.
—Buenos días —susurró aún medio dormida.
—Buenos días —contestó Joseph mirándola a los ojos—. ¿Has dormido bien?
—Sí, ¿y tú?
—Sí —respondió él mientras le acariciaba la espalda—. Me gusta dormir contigo. —Bajó la cabeza y la besó.
Estaban abrazados, él le acariciaba la espalda al mismo ritmo que su lengua devoraba su labios; ella subió lentamente una pierna recorriendo la de él, para poder estar más cerca.
—¡Joe! —gritó Alicia entrando de golpe en la habitación y casi provocando un infarto a sus ocupantes—. Natalie y yo hace rato que te esperamos para jugar. ¿Por qué no te has levantado aún?
—Ya voy —contestó él dando gracias a Dios por haber estado vestido en el momento de la invasión—. Ve con Natalie y yo ahora mismo voy.
—¿De verdad? —preguntó Alicia suspicaz—. Estás raro.
—De verdad. Y no estoy raro. —Le tiró una almohada—. Vamos, vete ya, pirata. En seguida voy.
Alicia salió riéndose de la habitación y ______, que de la vergüenza se había escondido bajo el edredón, por fin pudo respirar tranquila.
—¿Se ha ido?
—Sí, creo que es mejor que vaya a ducharme. No se debe hacer esperar a los piratas.
Nani Jonas
Re: "Nadie Como Tu" - Joe y tu Terminada
Capitulo 37
—Está bien, capitán Jack.
Joseph se duchó y vistió a la velocidad del rayo, y mientras él jubaga a la isla del tesoro, ______ permaneció en la cocina, hablando con Sam y Silvia.
—¿Puedo preguntaros una cosa? —______ se dirigió a ambos y se sirvió un poco más de té. Le fascinaba que en ese país creyesen que esa bebida podía solucionarlo casi todo.
—Claro —respondió Silvia en nombre de los dos, aceptando la taza que le ofrecía—, dispara.
—¿Cómo era el padre de Joseph?
Sam y Silvia se miraron el uno al otro como decidiendo quién iba a contestar, finalmente lo hizo Sam.
—¿Tú no lo conocías?
—No mucho —contestó ______ y tomó un sorbo—. Joseph pasaba mucho tiempo en mi casa, pero a sus padres sólo los vi un par de veces cuando venían a buscarlo. Creo que nunca juntos. Su padre era muy guapo, creo que Joseph se parece mucho a él, y muy serio. Su madre era también muy guapa y siempre iba muy arreglada.
—¿Sabes por qué se divorciaron?
—No muy bien, pero me acuerdo de lo triste que estaba Joseph. Recuerdo que vino a casa con una maleta, y que cuando mi madre lo abrazó, se echó a llorar. —______ se emocionó al pensar en ese día—. Kevin, mi hermano mayor, le dio también un abrazo, y sin decir nada salieron a pasear. Siempre ha sido parco en palabras.
—Gloria dejó a Rupert por otro hombre —la interrumpió Silvia—. Según nos contó el propio Joseph, ya hacía meses que se veían, y cuando ella se quedó embarazada, los abandonó. Rupert se derrumbó. No podía entender lo que estaba pasando, y empezó a beber.
—Al principio no bebía mucho —continuó Sam—, pero a medida que avanzaba el divorcio y que él veía que ella había formado una nueva familia, como si él y Joseph no existieran, bebía cada vez más. Seguía viviendo en España, pero venía a Inglaterra muy a menudo. —Sam se pasó las manos por el pelo—. Yo conocí a Rupert en la universidad, y aunque no éramos amigos siempre lo admiré como periodista. Su mejor amigo era Steve Gainsborough, el director de The Scope, y creo que éste intentó ayudarlo tanto como pudo. Aunque no sirviera de mucho.
—Todo lo sabemos por Joseph —intervino Silvia—, y por su abuela. ¿Conoces a Nana?
—Sí —respondió ______ aturdida. No sabía cómo digerir tanta información—. ¿Y el cáncer? Mi hermano me contó que Rupert murió de cáncer.
—Es cierto, pero él se encargó de ahorrarle mucho trabajo —respondió Sam—. ¿Te he contado alguna vez como conocí a Joseph?
—No.
—Yo trabajaba como director de contenidos para un grupo editorial al que pertenecen casi todos los periódicos locales de Inglaterra, y un día casi me da un infarto al leer un artículo publicado en uno de esos periódicos.
—Es ese artículo que leíste ayer —apuntó Silvia.
—Mi primera reacción fue despedir a quien lo había escrito, pero luego pensé que sería mucho mejor utilizar todo ese talento para mejores fines. Así que fui a buscarlo. Cuando llegué a la redacción de ese periódico, me dijeron que Joe se había ido, que su padre acababa de morir y que si quería encontrarlo, podía intentarlo en el pub de la esquina.
—¿En el pub? —______ estaba sorprendida. No recordaba haber visto beber a Joseph.
—Sí. —Sam se frotó los ojos—. Cuando entré allí, vi a un chico de unos veinte años sentado a la barra, frente a una botella sin abrir y con los ojos llenos de lágrimas.
Silvia acarició la espalda de su marido para animarlo a continuar.
—Me presenté y le dije que quería contratarlo. Él no me respondió, se limitó a mirarme a los ojos y a preguntarme si conocía a Rupert Jonas. Le dije que sí, y entonces me dijo: «Pues cuéntame cómo era, porque lo que yo sé de él quiero olvidarlo». Le conté lo que yo recordaba de su padre de nuestra época universitaria, y poco a poco empezamos a hablar de otras cosas. Cuando el pub iba a cerrar, lo invité a venir aquí.
—Yo estaba embarazadísima —añadió Silvia— y recuerdo que cuando vi a Joseph me entraron ganas de llorar. Ya sabes lo sensibles que están las embarazadas. Parecía tan triste y solo.
—Lo contraté —prosiguió Sam—. Al principio nos peleábamos constantemente, ya sabes lo testarudo que es, pero nos hicimos amigos.
—La verdad es que los dos lo queremos mucho —dijo Silvia—. Por eso estamos tan contentos de que te haya encontrado.
—Bueno, no sé si él me ha encontrado a mí o yo a él, pero no tengo intención de dejarlo escapar. Lo único que quiero es encontrar el modo de hacerle feliz. —______ se mordió nerviosa el labio—. Y para lograrlo necesito vuestra ayuda.
—Él nunca habla mucho de todo aquello —comentó Sam—, pero al parecer su madre no sólo abandonó a su padre, sino también a él. Por lo que sé, Gloria no quiso volver a saber nada de su hijo.
—¿Cómo pudo ser capaz de hacer algo así? —preguntó Silvia indignada—. Una cosa es querer divorciarte de tu marido, pero ¿no querer ver más a un hijo tuyo? ¡Es indignante!
—Además, cuando Rupert empezó a beber, no sólo arruinó su salud, sino también la reputación que tenía como periodista. Ya sabes cómo es la gente. Desde su muerte, lo que se recuerda de él es que era un borracho. Nadie se acuerda ya de lo fantásticos que eran sus artículos antes de la bebida. Joseph lo pasó muy mal, no puedo ni imaginar lo que se debe de sentir al ver cómo tu padre se destruye por culpa de una mujer que ni siquiera se lo merece. —Sam tomó aire—. Bueno, ahora ya sabes todo lo que nosotros sabemos.
—Gracias por contármelo —respondió ______ aún emocionada.
—Será mejor que cambiemos de tema —propuso Silvia mirando por la ventana de la cocina—. Por ahí vienen Barbanegra y sus compinches.
______ se bebió el té que quedaba en su taza, se levantó y salió al jardín al encuentro de su pirata favorito.
En el coche, de regreso a Londres, Joseph no dejó de hablar en todo el rato. ______ le preguntó por Alicia y Natalie, y él empezó a contarle todas las travesuras que les había visto hacer desde pequeñas. Le explicó en qué consistía el juego de los piratas, de qué se habían disfrazado todos los años, lo malas que eran con él. De vez en cuando, mientras hablaba, Joseph descansaba la palma encima de la pierna de ______, y, en un semáforo, incluso le cogió la mano y le besó los nudillos. A ______ le gustaba ese Joseph dulce y relajado, un Joseph que parecía cómodo en su piel. Aparcaron el coche y caminaron hasta el edificio del portal naranja.
—Lo he pasado muy bien —dijo ______ subiendo la escalera—. Sam y Silvia te quieren mucho.
—Pareces sorprendida —contestó Joseph abriendo la puerta y entrando en el apartamento—. ¿Crees que soy difícil de querer? —preguntó sonriendo.
—Para nada —respondió ella cerrando tras de sí. Iba a encender la luz cuando Joseph la cogió de los hombros y la empujó suavemente contra la puerta. Colocó las manos a ambos lados de su cabeza y la besó con toda la pasión que llevaba dos días reprimiendo.
—He pasado todo el fin de semana pensando en esto —murmuró Joseph apartándose de ella un instante para tomar aire—. Ya no puedo aguantar más. —Volvió a besarla con fuerza. Con su lengua seducía sus labios, mientras con las manos le desabrochaba la camisa y le acariciaba los pechos.
—Yo tampoco —susurró ______ antes de seguir su ejemplo y desabrocharle también la camisa—. Me encanta tocarte.
Le deslizó la mano por el abdomen. Joseph se la apartó antes de que pudiera llegar a su objetivo y, ante la mirada sorprendida de ella, contestó a la pregunta no formulada.
—Me queda muy poco autocontrol. —Le besó el cuello, le recorrió la clavícula con la lengua y le desabrochó el pantalón—. Yo en tu lugar no me pondría a prueba.
______ optó por ignorar su consejo y le desabrochó el cinturón. La estaba volviendo loca con sus labios y con sus manos, que le recorrían todo el cuerpo, y quería que él sintiera lo mismo. Así que al cinturón le siguieron todos los botones de los vaqueros.
—______, te deseo. —Él posó la mano en su entrepierna—. Necesito hacer el amor contigo.
Era como si le pidiera permiso, y a ______ la emocionó esa ternura.
—Yo también necesito hacer el amor contigo.
Al oír esa frase, a Joseph le brillaron aún más los ojos y tardó sólo unos segundos en coger un preservativo y colocárselo.
—No vayamos a la habitación —dijo él con la respiración entrecortada—. Quedémonos aquí. Agárrate a mí.
______ notó cómo la levantaba del suelo y la penetraba en el mismo movimiento. Ella le rodeó el cuello con los brazos y, con las piernas, se apretó contra su cintura. Los dos seguían parcialmente vestidos. ______ nunca se había imaginado capaz de hacer algo así, pero con Joseph todo le parecía posible. Sentía todos sus movimientos en lo más profundo de su interior, mientras la besaba como si quisiera devorarla y con las manos la sujetaba y apretaba contra él para que su espalda no rozara demasiado la pared. Ella le acariciaba la espalda por debajo de la camisa y le besaba el pecho y los hombros, que empezaban a cubrirse de sudor. Sintió cómo él llegaba al límite, cómo tensaba la espalda; ella también estaba muy excitada.
—____*, mírame —le pidió Joseph con la mandíbula apretada—. Mírame.
______ abrió los ojos y lo miró, y en sus ojos vio todo lo que él aún no sabía cómo expresar con palabras.
—Joseph, me estoy enamorando de ti —fue lo único que se atrevió a decir.
Él no respondió, pero en su mirada apareció un brillo especial, y la besó como nunca antes la había besado. Con ese beso, intentó decirle que él también se estaba enamorando, aunque tenía miedo de reconocerlo, y con sus caderas ejecutó los últimos movimientos que los llevaron a ambos al paraíso.
Pasados los temblores del mayor orgasmo que Joseph había tenido en toda su vida, siguió de pie, sujetando a ______ entre sus brazos mientras ella aún se estremecía.
¡Se estaba enamorando de él! Dios, seguro que en alguna vida anterior había hecho algo muy bueno para merecer que una mujer como ______ se enamorase de él. Y aunque no fuera así, ahora que la tenía no iba a dejarla escapar; iba a encontrar un modo de convencerla de que se quedara con él. Aunque hacerle el amor como un salvaje contra la pared quizá no era el mejor modo de hacerlo.
—¿Te he hecho daño? —le preguntó preocupado mientras la soltaba y la apoyaba en el suelo.
—No. —______ lo miró perpleja—. ¿Por qué lo preguntas?
—Bueno —Joseph se sonrojó—, la pared... No sé qué me ha pasado.
—¿Ah, no? —Ella le acarició cariñosamente el pecho—. Se llama pasión, y ahora que la he descubierto, creo que me encanta. Así que no te atrevas a arrepentirte de lo que has hecho.
—¿Ahora que la has descubierto? —preguntó Joseph mientras la cogía en brazos y se encaminaba con ella hacia su habitación.
—Sí. —Ahora fue ______ la que se sonrojó—. Yo nunca había hecho algo así. —Le besó el cuello—. Aunque no sé si debería decírtelo. Ahora se te subirán los humos a la cabeza.
—Los humos no es lo único que se me está subiendo, princesa. —Y la soltó encima de la cama sin contemplaciones.
Cuando ______ entendió a lo que se refería, le tiró una almohada en la cabeza.
—Serás engreído —dijo riéndose y maravillada al ver que tenía razón, y que se le había elevado algo más que el ego—. Eres insaciable.
—Sólo contigo, princesa.
Y se pasó toda la noche demostrándoselo.
______ era feliz, muy feliz, había pasado la noche haciendo el amor con el hombre más maravilloso del mundo, se habían explorado y saboreado mutuamente, y luego habían hablado. Joseph le contó cómo conoció a Jack en la universidad, y cómo su abuela lo había cuidado de pequeño. Incluso le contó un par de secretos con los que algún día podría chantajear a Kevin. A cambio, ______ le habló de su interés por el arte, de su pésima carrera laboral y del patético accidente en el que se rompió la pierna. Joseph no habló de sus padres en ningún momento y ______ no quiso insistir; era una noche demasiado mágica como para que unos malos recuerdos la enturbiaran. Ambos se levantaron cansados, pero a ninguno de los dos le importó. Ya dormirían más tarde. De todos modos, dormir es una actividad sobrevalorada.
Llegaron a la revista juntos y, antes de subir a su despacho, Joseph le dio un beso en recepción. Nunca antes la había besado en el trabajo. ______ creía que se debía a su temperamento reservado, pero si había decidido cambiar, ella no iba a impedírselo. Finalmente, se despidieron y se fueron cada uno a su lugar de trabajo.
______ se sentó frente a su ordenador y, justo cuando empezaba a concentrarse, sonó el teléfono.
—¿Sí?
—______, ¿eres tú? —Era Nana—. ¿Te pillo en mal momento?
—No —contestó ella sorprendida—. ¿Pasa algo?
Nana se rió.
—Nada, tranquila. Es que pensé que sería mejor llamarte al trabajo si no queremos que Joseph se entere de nuestra pequeña reunión.
—Claro. Ya me había olvidado, ¿cuándo vas a venir?
—El miércoles, si a ti te va bien.
—Perfecto.
—______, ¿estás bien? —preguntó la anciana preocupada.
—Sí, muy bien, ¿por qué?
—Suenas distinta. Mi nieto se está portando bien, ¿no?
—Sí —sonrió—, demasiado.
—Ah. —Nana también sonrió—. Entiendo. Bueno, me alegro de que por fin se haya decidido a hacer algo bien.
—Yo también.
Las dos se rieron.
—Nos vemos el miércoles. —Nana hizo una pausa—. ¿Puedo pedirte un favor?
—Por supuesto —contestó ______ sin dudarlo—. Díme.
—¿Conoces a Steve Gainsborough?
—No personalmente, pero sé quién es. Es el director de la revista The Scope, ¿por qué?
—Era el mejor amigo de Rupert. —Nana tomó aliento—. Nunca he hablado con él de todo lo que pasó, y creo que ha llegado el momento. ¿Podrías conseguirme su número?
—Sí, claro. Si quieres, puedo intentar llamarlo.
—Te lo agradecería mucho. No sé, supongo que, lo mismo que a Joseph, aún me duele recordar a Rupert.
—No te preocupes. —______ decidió cambiar de tema—. ¿A qué hora llegas el miércoles?
—A las diez, pero no hace falta que vayas a la estación. Cuando llegue, te llamo y nos organizamos.
______ vio que Jack se acercaba a su mesa.
—Nos vemos el miércoles. Ahora tengo que colgar. Besos.
—Adiós.
______ colgó el teléfono e intentó concentrarse en su trabajo. Una cosa era que Jack y ella fueran amigos, y otra que no tuviera que cumplir con sus obligaciones.
—Buenos días —la saludó Jack sonriendo—. ¿Qué tal ha ido el fin de semana?
—Genial —contestó ______ sin poder evitar ruborizarse—. ¿Y el tuyo?
—Bien, fuimos a cenar a ese sitio de Covent Garden y luego a tomar una copa. Descubrimos un local muy interesante, tal vez Joe y tú podáis venir la próxima vez.
—Me encantaría.
Jack miró el ordenador.
—¿Estás trabajando en la nueva propuesta que te pasé?
—Sí. —______ movió el cursor para enseñarle los cambios que había hecho—. Creo que podríamos aumentar el contraste si las fotografías tuvieran un color más intenso, ¿qué te parece?
Jack estudió la fotografía.
—Estoy de acuerdo. Sigue con ello. ¿Nos vemos a la hora del almuerzo?
—Por supuesto.
«Seguro que tengo cara de idiota —pensó ______—. ¿Quién me iba a decir que rompiéndome la pierna acabaría encontrando al amor de mi vida y a tantos amigos?»
Como siempre, almorzó con Jack y Amanda, quienes le contaron que la afición de Silvia, la mujer de Sam, por la fotografía era mucho más que una afición, y que, bajo el pseudónimo de S. H. Wells, se escondía una de las más prestigiosas fotógrafas del mundo. Típico de ______ no enterarse de ese tipo de cosas a tiempo.
Era casi la hora de salir cuando sonó el teléfono.
—¿Sí?
—Te he echado de menos. —La voz de Joseph sonó al otro extremo de la línea.
—Y yo a ti, ¿sales ya? —preguntó ______.
—No, aún tengo para un rato —suspiró él cansado—. Por eso llamaba, no me esperes. Vete a casa, yo iré más tarde.
______ se acordó entonces de lo que le había pedido Nana. Si Joseph iba a estar en la oficina un par de horas más, como era habitual en él, tal vez fuera un buen momento para buscar el teléfono de Steve Gainsborough y llamarlo.
—______, ¿estás ahí?
—Ah, sí, lo siento —carraspeó ella—. Estaba pensando.
—¿En las ganas que tienes de acostarte conmigo? —Se rió—. Ya sé que es difícil, pero tienes que aprender a controlarte.
—No, tonto. —Ella también se rió—. Y el que tiene que controlarse eres tú. Estaba pensando que, si vas a llegar tarde, aprovecharé para pasarme por casa de Nick y ver cómo evoluciona su última conquista. —Odiaba mentirle—. ¿De acuerdo?
—De acuerdo. Nos vemos en casa. —Joseph vio que Sam lo miraba divertido desde la puerta de su despacho—. Tengo que colgar. Besos.
—Besos.
Sam no pudo evitar reírse.
—Cuando me cuelgas a mí no me mandas besos.
—No creo que a Silvia le gustara —contestó Joseph apretando los labios.
—Yo tampoco lo creo. —Sam no podía dejar de sonreír—. Vamos, pasa al despacho, a ver si acabamos esto y nos podemos ir a casa.
—Está bien, capitán Jack.
Joseph se duchó y vistió a la velocidad del rayo, y mientras él jubaga a la isla del tesoro, ______ permaneció en la cocina, hablando con Sam y Silvia.
—¿Puedo preguntaros una cosa? —______ se dirigió a ambos y se sirvió un poco más de té. Le fascinaba que en ese país creyesen que esa bebida podía solucionarlo casi todo.
—Claro —respondió Silvia en nombre de los dos, aceptando la taza que le ofrecía—, dispara.
—¿Cómo era el padre de Joseph?
Sam y Silvia se miraron el uno al otro como decidiendo quién iba a contestar, finalmente lo hizo Sam.
—¿Tú no lo conocías?
—No mucho —contestó ______ y tomó un sorbo—. Joseph pasaba mucho tiempo en mi casa, pero a sus padres sólo los vi un par de veces cuando venían a buscarlo. Creo que nunca juntos. Su padre era muy guapo, creo que Joseph se parece mucho a él, y muy serio. Su madre era también muy guapa y siempre iba muy arreglada.
—¿Sabes por qué se divorciaron?
—No muy bien, pero me acuerdo de lo triste que estaba Joseph. Recuerdo que vino a casa con una maleta, y que cuando mi madre lo abrazó, se echó a llorar. —______ se emocionó al pensar en ese día—. Kevin, mi hermano mayor, le dio también un abrazo, y sin decir nada salieron a pasear. Siempre ha sido parco en palabras.
—Gloria dejó a Rupert por otro hombre —la interrumpió Silvia—. Según nos contó el propio Joseph, ya hacía meses que se veían, y cuando ella se quedó embarazada, los abandonó. Rupert se derrumbó. No podía entender lo que estaba pasando, y empezó a beber.
—Al principio no bebía mucho —continuó Sam—, pero a medida que avanzaba el divorcio y que él veía que ella había formado una nueva familia, como si él y Joseph no existieran, bebía cada vez más. Seguía viviendo en España, pero venía a Inglaterra muy a menudo. —Sam se pasó las manos por el pelo—. Yo conocí a Rupert en la universidad, y aunque no éramos amigos siempre lo admiré como periodista. Su mejor amigo era Steve Gainsborough, el director de The Scope, y creo que éste intentó ayudarlo tanto como pudo. Aunque no sirviera de mucho.
—Todo lo sabemos por Joseph —intervino Silvia—, y por su abuela. ¿Conoces a Nana?
—Sí —respondió ______ aturdida. No sabía cómo digerir tanta información—. ¿Y el cáncer? Mi hermano me contó que Rupert murió de cáncer.
—Es cierto, pero él se encargó de ahorrarle mucho trabajo —respondió Sam—. ¿Te he contado alguna vez como conocí a Joseph?
—No.
—Yo trabajaba como director de contenidos para un grupo editorial al que pertenecen casi todos los periódicos locales de Inglaterra, y un día casi me da un infarto al leer un artículo publicado en uno de esos periódicos.
—Es ese artículo que leíste ayer —apuntó Silvia.
—Mi primera reacción fue despedir a quien lo había escrito, pero luego pensé que sería mucho mejor utilizar todo ese talento para mejores fines. Así que fui a buscarlo. Cuando llegué a la redacción de ese periódico, me dijeron que Joe se había ido, que su padre acababa de morir y que si quería encontrarlo, podía intentarlo en el pub de la esquina.
—¿En el pub? —______ estaba sorprendida. No recordaba haber visto beber a Joseph.
—Sí. —Sam se frotó los ojos—. Cuando entré allí, vi a un chico de unos veinte años sentado a la barra, frente a una botella sin abrir y con los ojos llenos de lágrimas.
Silvia acarició la espalda de su marido para animarlo a continuar.
—Me presenté y le dije que quería contratarlo. Él no me respondió, se limitó a mirarme a los ojos y a preguntarme si conocía a Rupert Jonas. Le dije que sí, y entonces me dijo: «Pues cuéntame cómo era, porque lo que yo sé de él quiero olvidarlo». Le conté lo que yo recordaba de su padre de nuestra época universitaria, y poco a poco empezamos a hablar de otras cosas. Cuando el pub iba a cerrar, lo invité a venir aquí.
—Yo estaba embarazadísima —añadió Silvia— y recuerdo que cuando vi a Joseph me entraron ganas de llorar. Ya sabes lo sensibles que están las embarazadas. Parecía tan triste y solo.
—Lo contraté —prosiguió Sam—. Al principio nos peleábamos constantemente, ya sabes lo testarudo que es, pero nos hicimos amigos.
—La verdad es que los dos lo queremos mucho —dijo Silvia—. Por eso estamos tan contentos de que te haya encontrado.
—Bueno, no sé si él me ha encontrado a mí o yo a él, pero no tengo intención de dejarlo escapar. Lo único que quiero es encontrar el modo de hacerle feliz. —______ se mordió nerviosa el labio—. Y para lograrlo necesito vuestra ayuda.
—Él nunca habla mucho de todo aquello —comentó Sam—, pero al parecer su madre no sólo abandonó a su padre, sino también a él. Por lo que sé, Gloria no quiso volver a saber nada de su hijo.
—¿Cómo pudo ser capaz de hacer algo así? —preguntó Silvia indignada—. Una cosa es querer divorciarte de tu marido, pero ¿no querer ver más a un hijo tuyo? ¡Es indignante!
—Además, cuando Rupert empezó a beber, no sólo arruinó su salud, sino también la reputación que tenía como periodista. Ya sabes cómo es la gente. Desde su muerte, lo que se recuerda de él es que era un borracho. Nadie se acuerda ya de lo fantásticos que eran sus artículos antes de la bebida. Joseph lo pasó muy mal, no puedo ni imaginar lo que se debe de sentir al ver cómo tu padre se destruye por culpa de una mujer que ni siquiera se lo merece. —Sam tomó aire—. Bueno, ahora ya sabes todo lo que nosotros sabemos.
—Gracias por contármelo —respondió ______ aún emocionada.
—Será mejor que cambiemos de tema —propuso Silvia mirando por la ventana de la cocina—. Por ahí vienen Barbanegra y sus compinches.
______ se bebió el té que quedaba en su taza, se levantó y salió al jardín al encuentro de su pirata favorito.
En el coche, de regreso a Londres, Joseph no dejó de hablar en todo el rato. ______ le preguntó por Alicia y Natalie, y él empezó a contarle todas las travesuras que les había visto hacer desde pequeñas. Le explicó en qué consistía el juego de los piratas, de qué se habían disfrazado todos los años, lo malas que eran con él. De vez en cuando, mientras hablaba, Joseph descansaba la palma encima de la pierna de ______, y, en un semáforo, incluso le cogió la mano y le besó los nudillos. A ______ le gustaba ese Joseph dulce y relajado, un Joseph que parecía cómodo en su piel. Aparcaron el coche y caminaron hasta el edificio del portal naranja.
—Lo he pasado muy bien —dijo ______ subiendo la escalera—. Sam y Silvia te quieren mucho.
—Pareces sorprendida —contestó Joseph abriendo la puerta y entrando en el apartamento—. ¿Crees que soy difícil de querer? —preguntó sonriendo.
—Para nada —respondió ella cerrando tras de sí. Iba a encender la luz cuando Joseph la cogió de los hombros y la empujó suavemente contra la puerta. Colocó las manos a ambos lados de su cabeza y la besó con toda la pasión que llevaba dos días reprimiendo.
—He pasado todo el fin de semana pensando en esto —murmuró Joseph apartándose de ella un instante para tomar aire—. Ya no puedo aguantar más. —Volvió a besarla con fuerza. Con su lengua seducía sus labios, mientras con las manos le desabrochaba la camisa y le acariciaba los pechos.
—Yo tampoco —susurró ______ antes de seguir su ejemplo y desabrocharle también la camisa—. Me encanta tocarte.
Le deslizó la mano por el abdomen. Joseph se la apartó antes de que pudiera llegar a su objetivo y, ante la mirada sorprendida de ella, contestó a la pregunta no formulada.
—Me queda muy poco autocontrol. —Le besó el cuello, le recorrió la clavícula con la lengua y le desabrochó el pantalón—. Yo en tu lugar no me pondría a prueba.
______ optó por ignorar su consejo y le desabrochó el cinturón. La estaba volviendo loca con sus labios y con sus manos, que le recorrían todo el cuerpo, y quería que él sintiera lo mismo. Así que al cinturón le siguieron todos los botones de los vaqueros.
—______, te deseo. —Él posó la mano en su entrepierna—. Necesito hacer el amor contigo.
Era como si le pidiera permiso, y a ______ la emocionó esa ternura.
—Yo también necesito hacer el amor contigo.
Al oír esa frase, a Joseph le brillaron aún más los ojos y tardó sólo unos segundos en coger un preservativo y colocárselo.
—No vayamos a la habitación —dijo él con la respiración entrecortada—. Quedémonos aquí. Agárrate a mí.
______ notó cómo la levantaba del suelo y la penetraba en el mismo movimiento. Ella le rodeó el cuello con los brazos y, con las piernas, se apretó contra su cintura. Los dos seguían parcialmente vestidos. ______ nunca se había imaginado capaz de hacer algo así, pero con Joseph todo le parecía posible. Sentía todos sus movimientos en lo más profundo de su interior, mientras la besaba como si quisiera devorarla y con las manos la sujetaba y apretaba contra él para que su espalda no rozara demasiado la pared. Ella le acariciaba la espalda por debajo de la camisa y le besaba el pecho y los hombros, que empezaban a cubrirse de sudor. Sintió cómo él llegaba al límite, cómo tensaba la espalda; ella también estaba muy excitada.
—____*, mírame —le pidió Joseph con la mandíbula apretada—. Mírame.
______ abrió los ojos y lo miró, y en sus ojos vio todo lo que él aún no sabía cómo expresar con palabras.
—Joseph, me estoy enamorando de ti —fue lo único que se atrevió a decir.
Él no respondió, pero en su mirada apareció un brillo especial, y la besó como nunca antes la había besado. Con ese beso, intentó decirle que él también se estaba enamorando, aunque tenía miedo de reconocerlo, y con sus caderas ejecutó los últimos movimientos que los llevaron a ambos al paraíso.
Pasados los temblores del mayor orgasmo que Joseph había tenido en toda su vida, siguió de pie, sujetando a ______ entre sus brazos mientras ella aún se estremecía.
¡Se estaba enamorando de él! Dios, seguro que en alguna vida anterior había hecho algo muy bueno para merecer que una mujer como ______ se enamorase de él. Y aunque no fuera así, ahora que la tenía no iba a dejarla escapar; iba a encontrar un modo de convencerla de que se quedara con él. Aunque hacerle el amor como un salvaje contra la pared quizá no era el mejor modo de hacerlo.
—¿Te he hecho daño? —le preguntó preocupado mientras la soltaba y la apoyaba en el suelo.
—No. —______ lo miró perpleja—. ¿Por qué lo preguntas?
—Bueno —Joseph se sonrojó—, la pared... No sé qué me ha pasado.
—¿Ah, no? —Ella le acarició cariñosamente el pecho—. Se llama pasión, y ahora que la he descubierto, creo que me encanta. Así que no te atrevas a arrepentirte de lo que has hecho.
—¿Ahora que la has descubierto? —preguntó Joseph mientras la cogía en brazos y se encaminaba con ella hacia su habitación.
—Sí. —Ahora fue ______ la que se sonrojó—. Yo nunca había hecho algo así. —Le besó el cuello—. Aunque no sé si debería decírtelo. Ahora se te subirán los humos a la cabeza.
—Los humos no es lo único que se me está subiendo, princesa. —Y la soltó encima de la cama sin contemplaciones.
Cuando ______ entendió a lo que se refería, le tiró una almohada en la cabeza.
—Serás engreído —dijo riéndose y maravillada al ver que tenía razón, y que se le había elevado algo más que el ego—. Eres insaciable.
—Sólo contigo, princesa.
Y se pasó toda la noche demostrándoselo.
______ era feliz, muy feliz, había pasado la noche haciendo el amor con el hombre más maravilloso del mundo, se habían explorado y saboreado mutuamente, y luego habían hablado. Joseph le contó cómo conoció a Jack en la universidad, y cómo su abuela lo había cuidado de pequeño. Incluso le contó un par de secretos con los que algún día podría chantajear a Kevin. A cambio, ______ le habló de su interés por el arte, de su pésima carrera laboral y del patético accidente en el que se rompió la pierna. Joseph no habló de sus padres en ningún momento y ______ no quiso insistir; era una noche demasiado mágica como para que unos malos recuerdos la enturbiaran. Ambos se levantaron cansados, pero a ninguno de los dos le importó. Ya dormirían más tarde. De todos modos, dormir es una actividad sobrevalorada.
Llegaron a la revista juntos y, antes de subir a su despacho, Joseph le dio un beso en recepción. Nunca antes la había besado en el trabajo. ______ creía que se debía a su temperamento reservado, pero si había decidido cambiar, ella no iba a impedírselo. Finalmente, se despidieron y se fueron cada uno a su lugar de trabajo.
______ se sentó frente a su ordenador y, justo cuando empezaba a concentrarse, sonó el teléfono.
—¿Sí?
—______, ¿eres tú? —Era Nana—. ¿Te pillo en mal momento?
—No —contestó ella sorprendida—. ¿Pasa algo?
Nana se rió.
—Nada, tranquila. Es que pensé que sería mejor llamarte al trabajo si no queremos que Joseph se entere de nuestra pequeña reunión.
—Claro. Ya me había olvidado, ¿cuándo vas a venir?
—El miércoles, si a ti te va bien.
—Perfecto.
—______, ¿estás bien? —preguntó la anciana preocupada.
—Sí, muy bien, ¿por qué?
—Suenas distinta. Mi nieto se está portando bien, ¿no?
—Sí —sonrió—, demasiado.
—Ah. —Nana también sonrió—. Entiendo. Bueno, me alegro de que por fin se haya decidido a hacer algo bien.
—Yo también.
Las dos se rieron.
—Nos vemos el miércoles. —Nana hizo una pausa—. ¿Puedo pedirte un favor?
—Por supuesto —contestó ______ sin dudarlo—. Díme.
—¿Conoces a Steve Gainsborough?
—No personalmente, pero sé quién es. Es el director de la revista The Scope, ¿por qué?
—Era el mejor amigo de Rupert. —Nana tomó aliento—. Nunca he hablado con él de todo lo que pasó, y creo que ha llegado el momento. ¿Podrías conseguirme su número?
—Sí, claro. Si quieres, puedo intentar llamarlo.
—Te lo agradecería mucho. No sé, supongo que, lo mismo que a Joseph, aún me duele recordar a Rupert.
—No te preocupes. —______ decidió cambiar de tema—. ¿A qué hora llegas el miércoles?
—A las diez, pero no hace falta que vayas a la estación. Cuando llegue, te llamo y nos organizamos.
______ vio que Jack se acercaba a su mesa.
—Nos vemos el miércoles. Ahora tengo que colgar. Besos.
—Adiós.
______ colgó el teléfono e intentó concentrarse en su trabajo. Una cosa era que Jack y ella fueran amigos, y otra que no tuviera que cumplir con sus obligaciones.
—Buenos días —la saludó Jack sonriendo—. ¿Qué tal ha ido el fin de semana?
—Genial —contestó ______ sin poder evitar ruborizarse—. ¿Y el tuyo?
—Bien, fuimos a cenar a ese sitio de Covent Garden y luego a tomar una copa. Descubrimos un local muy interesante, tal vez Joe y tú podáis venir la próxima vez.
—Me encantaría.
Jack miró el ordenador.
—¿Estás trabajando en la nueva propuesta que te pasé?
—Sí. —______ movió el cursor para enseñarle los cambios que había hecho—. Creo que podríamos aumentar el contraste si las fotografías tuvieran un color más intenso, ¿qué te parece?
Jack estudió la fotografía.
—Estoy de acuerdo. Sigue con ello. ¿Nos vemos a la hora del almuerzo?
—Por supuesto.
«Seguro que tengo cara de idiota —pensó ______—. ¿Quién me iba a decir que rompiéndome la pierna acabaría encontrando al amor de mi vida y a tantos amigos?»
Como siempre, almorzó con Jack y Amanda, quienes le contaron que la afición de Silvia, la mujer de Sam, por la fotografía era mucho más que una afición, y que, bajo el pseudónimo de S. H. Wells, se escondía una de las más prestigiosas fotógrafas del mundo. Típico de ______ no enterarse de ese tipo de cosas a tiempo.
Era casi la hora de salir cuando sonó el teléfono.
—¿Sí?
—Te he echado de menos. —La voz de Joseph sonó al otro extremo de la línea.
—Y yo a ti, ¿sales ya? —preguntó ______.
—No, aún tengo para un rato —suspiró él cansado—. Por eso llamaba, no me esperes. Vete a casa, yo iré más tarde.
______ se acordó entonces de lo que le había pedido Nana. Si Joseph iba a estar en la oficina un par de horas más, como era habitual en él, tal vez fuera un buen momento para buscar el teléfono de Steve Gainsborough y llamarlo.
—______, ¿estás ahí?
—Ah, sí, lo siento —carraspeó ella—. Estaba pensando.
—¿En las ganas que tienes de acostarte conmigo? —Se rió—. Ya sé que es difícil, pero tienes que aprender a controlarte.
—No, tonto. —Ella también se rió—. Y el que tiene que controlarse eres tú. Estaba pensando que, si vas a llegar tarde, aprovecharé para pasarme por casa de Nick y ver cómo evoluciona su última conquista. —Odiaba mentirle—. ¿De acuerdo?
—De acuerdo. Nos vemos en casa. —Joseph vio que Sam lo miraba divertido desde la puerta de su despacho—. Tengo que colgar. Besos.
—Besos.
Sam no pudo evitar reírse.
—Cuando me cuelgas a mí no me mandas besos.
—No creo que a Silvia le gustara —contestó Joseph apretando los labios.
—Yo tampoco lo creo. —Sam no podía dejar de sonreír—. Vamos, pasa al despacho, a ver si acabamos esto y nos podemos ir a casa.
Nani Jonas
Re: "Nadie Como Tu" - Joe y tu Terminada
Capitulo 38
A ______ no le fue difícil encontrar el teléfono de Steve en la agenda de su ordenador. Lo mismo que en las de los demás empleados, tenía introducidos en ella los datos básicos de todos los periódicos y revistas del sector, y el de The Scope no era una excepción. Ahora sólo tenía que llamar. Lo hizo un par de veces, y en ambas ocasiones colgó antes de que le contestaran. Tenía que pensar en qué iba a decirle al señor Gainsborough. A la tercera va la vencida. No podía ser tan difícil; sólo tenía que pedirle al director de una revista de la competencia que aceptara quedar con ella y con la madre de su mejor amigo, que llevaba casi diez años muerto.
Marcó. Sonó. Una recepcionista descolgó.
—The Scope, dígame, ¿con quién desea hablar?
—Con el señor Gainsborough, por favor. —A ______ le sudaban las manos. Volvió a oír tono de llamada.
—Despacho del señor Gainsborough, ¿en qué puedo ayudarla? —preguntó una secretaria con tono eficiente.
—Desearía hablar con el señor Gainsborough, por favor.
—Ahora mismo está muy ocupado, ¿de qué se trata?
Ya le extrañaba a ______ que todo fuera tan fácil.
—Es personal. —Tomó aliento y decidió arriesgarse—. Dígale que es de parte de Rupert Jonas.
—¿Rupert Jonas? —preguntó sarcástica la eficiente secretaria. Era evidente que había reconocido el nombre y sabía que los fantasmas no podían llamar por teléfono.
—Sí, Rupert Jonas. Gracias.
______ volvió a oír la señal de llamada y estaba convencida de que «la secretaria maléfica» la había vuelto a pasar con la centralita cuando una voz muy irritada respondió.
—¿Se puede saber qué tipo de broma es ésta?
—¿Señor Gainsborough?
—Sí, ¿y usted quién es? —preguntó enfadado.
—Soy ______ Martí. —Hizo acopio de valor—. Llamo de parte de la señora Jonas, la madre de Rupert Jonas. A la señora Jonas le gustaría mucho poder hablar con usted sobre Rupert.
—Ya, ¿y eso por qué? —Cada vez sonaba más antipático—. ¿Por qué ahora? Rupert ya lleva casi diez años muerto.
Era lógico que estuviera sorprendido.
—Para ella no ha sido fácil, y para el hijo de Rupert tampoco. Lamento haberle molestado, señor Gainsborough.
—Oiga, no cuelgue. Aún no le he dicho que no. —Se frotó los ojos—. Mire, estaba a punto de salir y no me gusta hablar de algo tan personal con alguien a quien no conozco. Usted podría ser otra periodista sensacionalista interesada en la tragedia de una vieja figura del periodismo. Así que, ¿sabe dónde está el café Meridien?
—Sí, claro. —______ conocía ese café perfectamente, estaba muy cerca de casa de Nick.
—Perfecto. —Él tomó aliento—. Tiene suerte de que hoy esté de humor, señorita Martí. Estaré allí dentro de media hora y ya veremos qué pasa.
—Bien. —______ miró el reloj, tenía tiempo de sobra para llegar—. Le espero allí, y no se preocupe por encontrarme, ya le encontraré yo a usted.
—De eso no tengo ninguna duda, señorita. —Colgó.
______ cogió el bolso y salió apresurada a coger el metro. En el trayecto, pensó en todo lo que quería preguntarle a Steve Gainsborough. Tenía que averiguar lo que le había pasado a Rupert en los años previos a su muerte y cómo había afectado eso a Joseph.
Llegó al café Meridien y vio al hombre sentado a una mesa, al lado de una ventana. Aparentaba unos sesenta años, y se le veía muy atractivo y elegante. ______ lo reconoció gracias a las fotografías que había visto de él en diferentes revistas. Solía acudir a muchos eventos sociales, siempre acompañado de su mujer y, a veces, incluso de alguna de sus hijas. ______ siempre había pensado que parecía un buen hombre, pero ahora que tenía que hablar con él, no estaba tan segura.
—¿Señor Gainsborough? —______ se acercó a él y le tendió la mano—. Soy ______ Martí.
Él aceptó su mano, dobló el periódico que estaba leyendo y la estudió detenidamente.
—No parece una periodista.
—No lo soy. —Se sentó a su lado—. Soy diseñadora gráfica.
—Dígame, ¿Nana continúa siendo tan entrometida como siempre?
______ enarcó una ceja al oír el apodo cariñoso de Nana.
—Vamos, no creerá que me pasé toda mi adolescencia en casa de Rupert llamando a su madre «señora Jonas». Nana me habría matado.
—Tiene razón. —______ sonrió—. Señor Gainsborough, supongo que querrá saber a qué viene todo esto.
—Estoy impaciente. —Se apoyó en el respaldo del asiento para ponerse más cómodo—, pero llámame Steve. Me temo que coincido con Nana en lo de las formalidades.
______ volvió a sonreír y empezó a contarle por qué Nana y ella querían hablar con él.
En el despacho de Sam, éste y Joseph seguían repasando el reportaje sobre el cambio climático.
—¿De verdad crees que es buen tema? —preguntó Sam.
—Ya sé que no es muy original, pero todo el mundo está hablando de ello. Además, creo que nosotros le hemos sabido dar un enfoque distinto. ¿No te gusta?
—Sí, me gusta. Es sólo que aún no hemos logrado averiguar nada de los robos de los artículos y, aunque en estos últimos números no ha vuelto a ocurrir, no estoy tranquilo. Además, la semana que viene tengo que asistir a esa convención en Escocia, y no me gustaría irme dejándote solo con todo esto.
—No estoy solo. —Joseph lo miró serio—. En esta revista hay gente de sobra para ayudarme. No te preocupes.
—Claro que me preocupo. Si quieres, puedo pedirle a Clive que venga a echarte una mano.
Joseph sonrió burlón.
—Antes prefiero que me cortes un brazo.
—Está bien. —Sam se quitó las gafas—. Algún día me gustaría que me contaras a qué viene todo esto entre vosotros dos.
—No creo que ese día llegue nunca —respondió Joseph con sinceridad—. Pareces cansado. ¿Por qué no lo dejamos por hoy?
—De acuerdo. —Sam apagó su ordenador—. Mañana será otro día.
Joseph se dirigió a su escritorio y miró el reloj. Sólo hacía cuarenta minutos que ______ se había ido. Si se daba prisa, aún la encontraría en casa de Nick, y quizá podían cenar fuera. Sí, seguro que eso le gustaría.
Listo chicas aqi les dejo un maraton espero les guste las qiero
A ______ no le fue difícil encontrar el teléfono de Steve en la agenda de su ordenador. Lo mismo que en las de los demás empleados, tenía introducidos en ella los datos básicos de todos los periódicos y revistas del sector, y el de The Scope no era una excepción. Ahora sólo tenía que llamar. Lo hizo un par de veces, y en ambas ocasiones colgó antes de que le contestaran. Tenía que pensar en qué iba a decirle al señor Gainsborough. A la tercera va la vencida. No podía ser tan difícil; sólo tenía que pedirle al director de una revista de la competencia que aceptara quedar con ella y con la madre de su mejor amigo, que llevaba casi diez años muerto.
Marcó. Sonó. Una recepcionista descolgó.
—The Scope, dígame, ¿con quién desea hablar?
—Con el señor Gainsborough, por favor. —A ______ le sudaban las manos. Volvió a oír tono de llamada.
—Despacho del señor Gainsborough, ¿en qué puedo ayudarla? —preguntó una secretaria con tono eficiente.
—Desearía hablar con el señor Gainsborough, por favor.
—Ahora mismo está muy ocupado, ¿de qué se trata?
Ya le extrañaba a ______ que todo fuera tan fácil.
—Es personal. —Tomó aliento y decidió arriesgarse—. Dígale que es de parte de Rupert Jonas.
—¿Rupert Jonas? —preguntó sarcástica la eficiente secretaria. Era evidente que había reconocido el nombre y sabía que los fantasmas no podían llamar por teléfono.
—Sí, Rupert Jonas. Gracias.
______ volvió a oír la señal de llamada y estaba convencida de que «la secretaria maléfica» la había vuelto a pasar con la centralita cuando una voz muy irritada respondió.
—¿Se puede saber qué tipo de broma es ésta?
—¿Señor Gainsborough?
—Sí, ¿y usted quién es? —preguntó enfadado.
—Soy ______ Martí. —Hizo acopio de valor—. Llamo de parte de la señora Jonas, la madre de Rupert Jonas. A la señora Jonas le gustaría mucho poder hablar con usted sobre Rupert.
—Ya, ¿y eso por qué? —Cada vez sonaba más antipático—. ¿Por qué ahora? Rupert ya lleva casi diez años muerto.
Era lógico que estuviera sorprendido.
—Para ella no ha sido fácil, y para el hijo de Rupert tampoco. Lamento haberle molestado, señor Gainsborough.
—Oiga, no cuelgue. Aún no le he dicho que no. —Se frotó los ojos—. Mire, estaba a punto de salir y no me gusta hablar de algo tan personal con alguien a quien no conozco. Usted podría ser otra periodista sensacionalista interesada en la tragedia de una vieja figura del periodismo. Así que, ¿sabe dónde está el café Meridien?
—Sí, claro. —______ conocía ese café perfectamente, estaba muy cerca de casa de Nick.
—Perfecto. —Él tomó aliento—. Tiene suerte de que hoy esté de humor, señorita Martí. Estaré allí dentro de media hora y ya veremos qué pasa.
—Bien. —______ miró el reloj, tenía tiempo de sobra para llegar—. Le espero allí, y no se preocupe por encontrarme, ya le encontraré yo a usted.
—De eso no tengo ninguna duda, señorita. —Colgó.
______ cogió el bolso y salió apresurada a coger el metro. En el trayecto, pensó en todo lo que quería preguntarle a Steve Gainsborough. Tenía que averiguar lo que le había pasado a Rupert en los años previos a su muerte y cómo había afectado eso a Joseph.
Llegó al café Meridien y vio al hombre sentado a una mesa, al lado de una ventana. Aparentaba unos sesenta años, y se le veía muy atractivo y elegante. ______ lo reconoció gracias a las fotografías que había visto de él en diferentes revistas. Solía acudir a muchos eventos sociales, siempre acompañado de su mujer y, a veces, incluso de alguna de sus hijas. ______ siempre había pensado que parecía un buen hombre, pero ahora que tenía que hablar con él, no estaba tan segura.
—¿Señor Gainsborough? —______ se acercó a él y le tendió la mano—. Soy ______ Martí.
Él aceptó su mano, dobló el periódico que estaba leyendo y la estudió detenidamente.
—No parece una periodista.
—No lo soy. —Se sentó a su lado—. Soy diseñadora gráfica.
—Dígame, ¿Nana continúa siendo tan entrometida como siempre?
______ enarcó una ceja al oír el apodo cariñoso de Nana.
—Vamos, no creerá que me pasé toda mi adolescencia en casa de Rupert llamando a su madre «señora Jonas». Nana me habría matado.
—Tiene razón. —______ sonrió—. Señor Gainsborough, supongo que querrá saber a qué viene todo esto.
—Estoy impaciente. —Se apoyó en el respaldo del asiento para ponerse más cómodo—, pero llámame Steve. Me temo que coincido con Nana en lo de las formalidades.
______ volvió a sonreír y empezó a contarle por qué Nana y ella querían hablar con él.
En el despacho de Sam, éste y Joseph seguían repasando el reportaje sobre el cambio climático.
—¿De verdad crees que es buen tema? —preguntó Sam.
—Ya sé que no es muy original, pero todo el mundo está hablando de ello. Además, creo que nosotros le hemos sabido dar un enfoque distinto. ¿No te gusta?
—Sí, me gusta. Es sólo que aún no hemos logrado averiguar nada de los robos de los artículos y, aunque en estos últimos números no ha vuelto a ocurrir, no estoy tranquilo. Además, la semana que viene tengo que asistir a esa convención en Escocia, y no me gustaría irme dejándote solo con todo esto.
—No estoy solo. —Joseph lo miró serio—. En esta revista hay gente de sobra para ayudarme. No te preocupes.
—Claro que me preocupo. Si quieres, puedo pedirle a Clive que venga a echarte una mano.
Joseph sonrió burlón.
—Antes prefiero que me cortes un brazo.
—Está bien. —Sam se quitó las gafas—. Algún día me gustaría que me contaras a qué viene todo esto entre vosotros dos.
—No creo que ese día llegue nunca —respondió Joseph con sinceridad—. Pareces cansado. ¿Por qué no lo dejamos por hoy?
—De acuerdo. —Sam apagó su ordenador—. Mañana será otro día.
Joseph se dirigió a su escritorio y miró el reloj. Sólo hacía cuarenta minutos que ______ se había ido. Si se daba prisa, aún la encontraría en casa de Nick, y quizá podían cenar fuera. Sí, seguro que eso le gustaría.
Listo chicas aqi les dejo un maraton espero les guste las qiero
Nani Jonas
Re: "Nadie Como Tu" - Joe y tu Terminada
awww presiento que algo malo va a pasar
Joe es tan lindo
Me encanta
Siguela!!!
Joe es tan lindo
Me encanta
Siguela!!!
aranzhitha
Re: "Nadie Como Tu" - Joe y tu Terminada
Capitulo 39
Mientras, en el café Meridien, ______ y Steve seguían charlando.
—Vaya —dijo Steve observando a ______—. Lamento oír que Joseph lo pasó tan mal con el problema de Rupert con la bebida. La verdad es que fue horrible ver cómo se destruía, y todo por una mujer que no merecía la pena.
—¿No merecía la pena? —preguntó ______—. ¿Por qué?
—Porque Gloria sólo se quiere a sí misma. —Steve levantó una ceja—. Y cuando vio que Rupert tenía prestigio pero no dinero, no dudó en buscar a otro que sí lo tuviera. ¿Me equivoco si digo que su segundo marido tiene mucho dinero?
______ hizo memoria y se acordó de que Kevin le había contado que la madre de Joseph se había casado con un hombre muy rico de la clase alta barcelonesa.
—No, no te equivocas —contestó ______—, pero aun así no logro entenderlo.
—Mira, ______, lo que tú no entiendes es exactamente lo mismo que nunca entendió Rupert. Gloria no le quería, nunca le quiso. Aún me acuerdo de cuando la conoció; Rupert y yo estábamos de vacaciones en Ibiza y Gloria estaba allí con unas amigas. No sé si fue el acento inglés o si creyó que Rupert era una especie de lord, pero no se separó de él ni un instante. Al principio, todo iba bien, Rupert se convirtió en un periodista muy prestigioso en todo el Reino Unido, y nació su hijo, Joseph. —Steve miró a ______ a los ojos—. Pero a Gloria no le gustaba vivir aquí, y no paró hasta convencer a Rupert de que se trasladaran a vivir a Barcelona. No sé qué pasó durante esos años, la verdad es que lo único que sabía de él era a través de los artículos que escribía. Pero tras el divorcio regresó. Aunque no era el mismo. Parecía una copia barata del que había sido. Dejó de escribir, de trabajar. —Cerró los ojos un instante—. Era el mejor escribiendo historias, y en cambio no supo darse cuenta de que la suya necesitaba un cambio de orientación.
—Nana quiere hablar contigo sobre esos años. Creo que ella no sabe muy bien por lo que pasó su hijo y quiere entenderlo.
—Bueno, no sé si yo podré ayudarla —miró el reloj—, pero estaré encantado de volver a verla. Esa señora siempre me gustó.
—Ya, entiendo a qué te refieres —______ también miró el reloj—. Debería irme. —Se mordió el labio—. ¿Puedo preguntarte una cosa?
—Claro —contestó él mientras se levantaba—. Tú dirás.
—La reputación de Rupert. —Lo miró indecisa—. ¿Se podría recuperar?
—No lo sé. Quizá.
—Nana va a venir a Londres el miércoles. ¿Te parece bien si te llama para reunirse contigo?
—Sí —contestó él buscando en el bolsillo interior de su americana—. Aquí tienes también el número de mi casa.
—Gracias. —______ cogió la tarjeta—. Por todo.
—De nada. —Los dos caminaron juntos hacia la puerta—. Hasta el miércoles, ______.
Joseph no podía creer lo que estaba viendo. ¿Qué demonios hacía ______ hablando con el director de The Scope? ¿Desde cuándo conocía ella a Steve? ¿Por qué no se lo había dicho?
Le dolían las manos, y se dio cuenta de que tenía los puños apretados con fuerza. Se negaba a creer que ______ tuviera algo que ver con el robo de los artículos. No, era imposible, seguro que había una explicación lógica para todo aquello. Sí, seguro que sí. No podía creer que su corazón se hubiera equivocado tanto. Cerró los ojos y se dio la vuelta; a lo mejor así se convencía de que no la había visto. Empezó a caminar y debió de hacerlo muy rápido, porque llegó a su casa en seguida. Una vez allí, se desnudó y se metió bajo la ducha, como si el agua que se iba por el desagüe pudiera llevarse con ella toda su tristeza.
—¿Joseph? Ya estoy en casa —dijo ______ al entrar en el piso, pero nadie le contestó—. ¿Joseph?
—Estoy aquí —contestó él saliendo de la habitación recién duchado—. ¿Cómo ha ido con Nick? —le preguntó tenso, esperando a ver qué le decía.
—Bueno —respondió ella mientras colgaba el bolso en el perchero—, al final no he ido a verlo.
—¿Ah, no? —Él levantó una ceja. Tal vez no a iba mentirle—. ¿Y qué has hecho?
Ella se dio la vuelta y lo miró a los ojos.
—No puedo decírtelo —contestó, mordiéndose el labio inferior.
—¿Por qué no? —Joseph estaba cada vez más intrigado.
—Porque es una sorpresa. —Se puso de puntillas y le dio un beso.
—¿Una sorpresa? —Le rodeó la cintura con las manos.
—Sí, una sorpresa.
Al ver que ella no continuaba, Joseph le dio un beso; eso siempre lograba despistarla. A lo mejor así le contaba que había visto a Steve.
—Ya sé lo que estás tratando de hacer —dijo ella apartándose un poco para poder respirar.
—¿Lo sabes? —Le besó el cuello.
—Sí, quieres despistarme.
Joseph le desabrochó el primer botón de la blusa para poder besarle el escote.
—Y está funcionando. Pero si te digo algo más, Nana me matará. —______ le cogió la cabeza y le besó.
¿Nana? ¿Qué diablos tenía que ver Nana con todo aquello? ¿Era todo una mentira? ¿De qué conocía Nana a Steve Gainsborough? Fuera lo que fuese, tenía que averiguarlo. Su padre ya había cometido el error de enamorarse de una mujer mentirosa y él no iba a seguir sus mismos pasos. Una parte de Joseph sabía que ______ no se parecía en nada a su madre, pero había otra que llevaba demasiados años convencida de que el amor no existía, no para él. Así que lo mejor que podía hacer era resolver pronto el misterio del robo de los artículos, llamar a Nana para preguntarle lo de esa misteriosa y seguramente inexistente «sorpresa», y proteger su corazón. Si ______ le había mentido, se le rompería en pedazos, y dudaba que jamás pudiera recomponerlo.
—Joseph, ¿estás bien? —______ dejó de besarlo al notar que él había empezado a distanciarse.
—Sí, claro —contestó, pasándose las manos por el cabello—. Creo que voy a ir al gimnasio, hace mucho que no voy. ¿Te parece bien?
Entonces ______ se dio cuenta de que la bolsa con la ropa de deporte estaba junto a la entrada. Joseph no había vuelto al gimnasio desde que dejó de evitarla.
—Sí —dijo ella sin entender lo que estaba pasando. Un segundo antes, él la estaba besando, y ahora ¿quería ir al gimnasio?—. Yo llamaré a mi madre, hace días que no hablo con ella, y luego podemos cenar algo.
—No, no te preocupes por mí. —Él cogió la bolsa y le dio un beso en la mejilla—. Llegaré tarde.
Se fue, y ______ se quedó atónita mirando la puerta. Bueno, seguro que estaba preocupado por la revista.
Joseph decidió ir andando, y de camino llamar a Nana, pero ella no contestó. Estaría cenando con alguna de sus amigas. Durante todo el rato que estuvo en el gimnasio, no pudo dejar de darle vueltas al asunto. Cuanto más lo pensaba, menos lo entendía. ¿Qué podían tener en común Nana, ______ y el director de The Scope? ¿Una sorpresa? ¿Qué sorpresa? ¿Por qué? ¿Para qué? La única relación que existía entre The Scope y Joseph era el robo de los artículos, y él se negaba a creer que ______ tuviera algo que ver con ello. Los robos habían empezado unas semanas después de que ella llegase y ______ no tenía ningún motivo para colaborar con Steve. O al menos ninguno que él conociera. Tal vez quisiera encontrar un trabajo de más categoría, o quizá mejorar su curriculum. Aunque ¿de ese modo? Pero ¡qué tonterías estaba pensando! ¿Cómo podía plantearse que ______ pudiera hacer algo así? Subió la velocidad de la cinta en la que estaba corriendo. Por mucho que le doliera reconocerlo, sabía la respuesta a esa pregunta. Tenía miedo de confiar en ______, tenía miedo de que ella le hiciera daño, y cualquier excusa era buena para evitar enamorarse de ella. Detuvo la cinta y fue a ducharse.
De camino a casa, se dio cuenta de que ella no le había mentido cuando él le había preguntado por lo que había hecho esa tarde, pero tampoco podía quitarse de la cabeza que no le había dicho la verdad. A lo mejor no era tan complicado, tal vez sólo era casualidad y se estaba preocupando por nada. Quizá debía arriesgarse a confiar en ella.
Mientras Joseph estuvo en el gimnasio, ______ llamó a su madre y estuvieron charlando. Ella le contó lo feliz que era con Joseph y lo mucho que le gustaba el trabajo que hacía en la revista. Parecía que por fin todo empezaba a tener sentido. Elizabeth le contó las últimas aventuras de sus hermanos, y ambas decidieron que, de momento, era mejor que Kevin no supiera nada de lo que había entre ella y Joseph. El mayor de los Martí era excesivamente protector con sus hermanas pequeñas. Después de colgar, ______ se preparó algo de cena y se acostó. Estaba muerta de sueño.
Joseph llegó y vio que todo estaba a oscuras. Mejor. Aún estaba hecho un lío y se alegró de ver que ______ ya estaba dormida. Se desnudó y se acostó a su lado. Ella, sin despertarse, se movió hasta apoyar la cabeza en su pecho, y él la rodeó con el brazo. Desde el día en que vieron Drácula, dormían juntos. Esa noche «hicieron el amor» por primera vez. En esa ocasión, Joseph entendió la diferencia que había entre acostarse con alguien y hacer el amor. ______ y él se habían acostado juntos una vez, y fue espectacular, pero no se podía ni comparar con lo que tenían ahora. Ni él ni ella habían hablado nunca de eso, pero cuando dormían juntos y ______ se abrazaba a él de ese modo, Joseph suponía que era la manera que ella tenía de decirle que entre ellos dos había mucho más que una relación física, y que quería estar con él.
—¿Estás bien? —preguntó ______ sin abrir los ojos.
Él tardó un instante en contestar. Allí, con ella en sus brazos, no lograba acordarse de por qué estaba tan preocupado. Con ______ sentía una paz que nunca había sentido antes; era como si todo estuviera bien, como si nada fuera tan grave. Seguro que lo del encuentro con Steve tenía una explicación, así que, por primera vez en su vida, decidió arriesgarse y seguir a su corazón:
—Sí. Ahora sí —contestó él, y le besó el pelo—. Sigue durmiendo.
aqi les dejo otro cap disfrutenlo
Nani Jonas
Re: "Nadie Como Tu" - Joe y tu Terminada
ahhh Joseph no pienses mal :evil:
Me encanta
Siguela!
Me encanta
Siguela!
aranzhitha
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