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"Un amante de ensueño" (Nick y tu)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: "Un amante de ensueño" (Nick y tu)
Capítulo 13
— Sí, Yari —le contestó ___ por teléfono mientras se vestía para ir a trabajar—. Ya ha pasado una semana. Estoy bien.
— Pues no lo parece —replicó Yari, incrédula—. Tienes la voz temblorosa.
Y realmente aún no lo había superado del todo. Pero estaba bien, gracias a Nick y al hecho de
no haber visto morir al pobre Jason Carmichael.
Una vez la policía hubo acabado con los interrogatorios, Nick la llevó a casa y ella había
procurado no pensar demasiado en lo sucedido.
— De verdad. Estoy bien.
Nick entró en la habitación.
— Vas a llegar tarde. —Le quitó el auricular de la mano y le ofreció una galleta—. Acaba de
vestirte —le dijo, y comenzó a hablar con Yari.
___ frunció el ceño cuando Nick salió de la habitación; ya no podía escuchar la conversación.
Mientras se vestía, cayó en la cuenta de lo cómoda que se sentía junto a Nick. Le encantaba
tenerlo a su alrededor, cuidarlo y que él la cuidara. La reciprocidad de su relación era
maravillosa.
— __________ —le dijo, asomando la cabeza por la puerta—. Vas a llegar tarde.
Ella se rió y se puso los zapatos de tacón.
— Ya voy, ya voy.
Cuando atravesaron la puerta principal _________ vio que él no se había puesto los zapatos.
— ¿No vas a venir hoy conmigo?
— ¿Me necesitas?
Ella dudó. En el fondo le encantaba almorzar junto a él y bromear entre paciente y paciente.
Pero claro, seguro que para él sentarse horas seguidas esperándola era muy aburrido.
— No.
Él le dio un beso hambriento.
— Hasta la noche.
De mala gana, se apresuró hacia el coche.
Fue uno de los días más largos de la historia. _______ lo pasó sentada tras el escritorio, contando los segundos que faltaban para acompañar a sus pacientes hasta la puerta.
A las cinco en punto, echó a la pobre Rachel de la oficina, recogió rápidamente todas sus cosas y se marchó a casa.
No tardó mucho en llegar. Frunció el ceño cuando vio a Yari, que la esperaba en el porche delantero.
— ¿Ha pasado algo? —le preguntó _______ al acercarse.
— Nada de importancia. Pero te daré un consejo: rompe la maldición. Nick es un tesoro.
___ la miró aún más ceñuda mientras Yari se alejaba hacia su Jeep. Confundida, abrió la puerta para entrar en casa.
— ¿Nick? —lo llamó.
— Estoy en la habitación.
________ subió las escaleras. Lo encontró tumbado sobre la cama en una postura mucho más que deliciosa, con la cabeza apoyada en una mano. Había una rosa roja delante de él. Estaba increíblemente seductor y maravilloso con aquellos hoyuelos y esa luz en sus ojos, que en esos momentos eran decididamente perversos.
___ subió las escaleras. Lo encontró tumbado sobre la cama en una postura mucho más que deliciosa, con la cabeza apoyada en una mano. Había una rosa roja delante de él. Estaba increíblemente seductor y maravilloso con aquellos hoyuelos y esa luz en sus ojos, que en esos momentos eran decididamente perversos.
— Tienes toda la apariencia del gato que se ha comido al canario —le dijo en voz baja—. ¿Qué han estado haciendo Yari y tú hoy?
— Nada.
— Nada —repitió ella, escéptica. ¿Y por qué no se lo creía? *Porque Nick tenía la apariencia de un niño que acaba de hacer una travesura.*
Su mirada bajo hasta la rosa.
— ¿Es para mí?
— Sí.
Ella sonrió ante su escueta y cortante respuesta. Dejó caer sus zapatos al lado de la cama y se quitó las medias.
Al alzar la vista, captó la mirada de Nick que había estirado el cuello para no perderse nada. Él volvió a sonreír.
___ cogió la rosa y aspiró su dulce aroma.
— Es una sorpresa encantadora —dijo, besándolo en la mejilla—. Gracias.
— Me alegra que te guste —susurró, acariciándole el mentón.
___ se alejó con renuencia y cruzó la habitación para depositar la rosa sobre la cómoda, y abrir el cajón superior.
Se quedó paralizada. Sobre la ropa había un pequeño ejemplar de Peter Pan, adornado con un gran lazo rojo.
Boquiabierta, lo cogió y desató el lazo. Al pasar la primera página, su corazón dejó de latir un instante.
— ¡Oh Dios mío! ¡Es una primera edición, y firmada!
— ¿Te gusta?
— ¿Que si me gusta? —le contestó con los ojos humedecidos—. ¡Nick!
Se arrojó sobre él y depositó una lluvia de besos sobre su rostro.
— ¡Eres tan maravilloso! ¡Gracias!
Y por primera vez, ___ lo vio avergonzado.
— Esto es… —su voz se desvaneció al mirar hacia el vestidor. La puerta estaba entreabierta y la luz del interior encendida.
No podía haber…
Muy lentamente, ___ se acercó. Abrió la puerta y miró dentro.
Los ojos se le llenaron de lágrimas de alegría y la invadió una oleada de calidez. Las estanterías estaban de nuevo llenas de libros. La mano le temblaba mientras acariciaba los lomos de su nueva colección.
— ¿Esto es un sueño? —susurró.
Sintió a Nick tras ella. No la estaba tocando, pero podía percibirlo con cada poro, con cada sentido de su cuerpo. No era nada físico pero conseguía que la tierra temblara bajo sus pies. Y la dejaba sin aliento.
— No pudimos encontrarlos todos, especialmente las ediciones de bolsillo, pero Yarelys me ha asegurado que hemos conseguido los más importantes.
Una única lágrima descendió por la mejilla de ___ al ver las copias de los libros de su padre. ¿Cómo los habían podido conseguir?
El corazón le latía con fuerza mientras veía sus títulos favoritos: Los tres Mosqueteros, Beowulf, La Letra Escarlata, El Lobo y la Paloma, Armas de Caballero, Fallen, Amores en Peligro… y seguían y seguían hasta dejarla aturdida.
Abrumada y con una sensación de mareo, dejó que las lágrimas corrieran por su rostro.
Se dio la vuelta y se lanzó a los brazos de Nick.
— Gracias —sollozó—. ¿Cómo…? ¿Cómo lo has hecho?
Él se encogió de hombros, y alzó una mano para enjugarle las lágrimas. En ese momento, ___ se dio cuenta de que algo faltaba en su mano.
— Tu anillo no —murmuró mientras contemplaba la señal blanquecina en el dedo de su mano derecha, donde había llevado el anillo—. Dime que no lo has hecho.
— Sólo era un anillo, ___.
No, no lo era. Ella recordaba la expresión de su rostro cuando el doctor Lewis quiso comprárselo.
«Jamás» —había dicho él— «No sabe por lo que pasé para conseguirlo»
Pero __ sí lo sabía después de haber escuchado las historias de su pasado. Y lo había vendido por ella.
Temblando, se puso de puntillas y lo besó con fiereza.
Nick se quedó helado al sentir sus labios. Jamás se había entregado a él de aquel modo. Cerró los ojos, hundió las manos en su pelo para dejar que le acariciara los brazos, y gimió ante el asalto de ___.
La cabeza de Nick comenzó a dar vueltas al saborear su boca, al sentir el cuerpo de ___ pegado al suyo, al ser consciente de la ferocidad de su beso, que nunca antes había experimentado; jamás le habían besado así…
Hasta su alma maldita se estremeció.
En ese momento, deseó poder permanecer sereno durante más tiempo. No quería vivir otro segundo más separado de ___. No podía imaginarse un solo día sin que ella estuviese a su lado.
Nick notó cómo, poco a poco, perdía el control. La locura lo asaltaba dolorosamente, le atravesaba la cabeza al mismo tiempo que la entrepierna.
*¡Todavía no!* Gritó su mente. No quería que ese momento terminara. Ahora no. No cuando ella estaba tan cerca.
Tan cerca… pero no tenía opción
La separó de la mala gana.
— Ya veo que te ha gustado el regalo, ¿no?
Ella se rió.
— No, me ha encantado. Nick, estás loco. —Le pasó los brazos alrededor de la cintura y apoyó la cabeza sobre su pecho.
Nick se estremeció mientras unas desconocidas emociones hacían vibrar su cuerpo. La envolvió entre sus brazos y sintió cómo sus corazones latían al unísono.
Si pudiera, se quedaría así, abrazándola para toda la eternidad. Pero no podía. Retrocedió un paso. Ella lo miró con una ceja alzada. Nick borró con una caricia las arrugas de preocupación que se habían formado en la frente de ___.
— No te estoy rechazando, cariño —le susurró—. Lo que ocurre es que no me siento muy bien en este momento.
— ¿Es la maldición?
Él asintió.
— ¿Puedo ayudarte?
— Dame un minuto para controlarlo.
___ se mordió el labio mientras lo observaba acercarse a la cama. Era la única vez que Nick no parecía moverse con su habitual elegancia y fluidez. Daba la impresión de que apenas podía respirar, como si tuviese un terrible dolor de estómago. Agarró con tanta fuerza el poste de la cama que los nudillos se le pusieron blancos.
El dolor se apoderó de ________ ante aquella imagen y quiso reconfortarlo. Quería ayudarlo más que nunca. De hecho quería… Lo quería a él. Y punto.
Abrió la boca ante el repentino impacto de sus pensamientos. Lo amaba.
Profunda, verdadera y totalmente. Lo amaba. ¿Cómo no iba a amarlo?
Con el corazón enloquecido, _______ deslizó la mirada sobre los libros del vestidor. Los recuerdos la asaltaron: Nick la noche que apareció y se le ofreció ; Nick haciéndole el amor en la ducha ; Nick tranquilizándola, haciéndola reír ; Nick bajando por la trampilla del ascensor para rescatarla ; Nick tumbado en la cama con la rosa, observándola mientras ella descubría sus regalos.
Yari tenía razón. Era el mayor de los tesoros y no quería dejarlo marchar.
Estuvo a punto de decírselo, pero se contuvo. No era el momento. No cuando estaba soportando una tremenda
agonía. No cuando era tan vulnerable.
*Él querría saberlo.*
¿O no?
_______ consideró las consecuencias de su posible confesión. A Nick no le gustaba esta época, estaba claro. Quería irse a casa. Si ella le confesaba cuáles eran sus sentimientos, él se quedaría por esa razón; pero no sería justo, porque casi lo haría por obligación. Quizás algún día acabara resentido con ella por haberle negado la posibilidad de regresar al mundo que una vez conoció. A lo que había sido.
O peor aún, ¿y si su relación no funcionaba?
Como psicóloga, sabía mejor que nadie los problemas que podían ocasionarse en una pareja, y cómo podían acabar
destruyéndola.
Una de las causas más frecuentes de ruptura era la falta de intereses comunes; parejas que se mantenían unidas por la
simple atracción física y que acaban separándose.
Nick y ella eran completamente diferentes. Ella era una psicóloga del siglo XXI y él era un maravilloso general
Macedonio del sigo II a.C. ¡Era como hablar de emparejar a un pez y un pájaro!
Jamás habían existido dos personas más diferentes en el mundo que hubieran sido obligadas a permanecer juntas.
En ese momento estaban disfrutando de la novedad de la relación. Pero no se conocían en absoluto. ¿Y si dentro de
un año descubrían que no estaban enamorados?
¿Y si él cambiaba una vez acabaran con la maldición?
Nick le había dicho que en Macedonia era un hombre totalmente distinto. ¿Qué ocurriría si parte de su encanto o de
la atracción que sentía por ella se debían a la maldición? Según Cupido, la maldición hacía que Nick se sintiese
irremediablemente atraído hacia ella.
¿Y si rompían la maldición y él se convertía en una persona diferente? ¿En alguien que no quisiese estar con ella?
¿Qué pasaría entonces?
Una vez rechazara la oportunidad de regresar a su hogar, ________ sabía que no tendría otra ocasión de volver.
Se esforzó por respirar cuando cayó en la cuenta de que jamás podría decirle: «Intentémoslo y veamos si funciona».
Porque una vez tomaran la decisión, no habría vuelta atrás.
_________ tragó y deseó ser capaz de ver el futuro, como Yari. Pero hasta ella se equivocaba a veces. No podía permitirse una equivocación; Nick no se lo merecía.
No, tendría que haber otra razón de peso para que él se quedara. Él tendría que amarla tanto como ella lo amaba.
No, tendría que haber otra razón de peso para que él se quedara. Él tendría que amarla tanto como ella lo amaba.
Y eso era tan probable como que el cielo se derrumbase sobre la tierra en los próximos diez minutos.
Cerró los ojos y se encogió ante la verdad. Nick jamás sería suyo. De una forma o de otra, tendría que dejarlo
marchar.
Y eso acabaría con ella...
Nick soltó un suspiro entrecortado y soltó el poste de la cama. Miró a _______ con una leve sonrisa.
— Eso me dolio —le dijo.
— Me he dado cuenta —le contestó _______ acercándose a él, pero Nick se alejó como si acabara de tocar a una serpiente.
Ella dejó caer la mano.
— Voy a preparar la cena.
Nick la observó mientras salía de la habitación. Deseaba tanto ir tras ella que apenas si podía contenerse. Pero no se
atrevía.
Necesitaba un poco más de tiempo para serenarse. Más tiempo para aplacar el fuego maldito que amenazaba con
devorarlo.
Meneó la cabeza. ¿Cómo podían las caricias de ______ insuflarle tanta fuerza y al mismo tiempo dejarlo tan débil?
* * *
_______ acababa de preparar una sopa de sobre y unos sándwiches cuando Nick entró a la cocina.
— ¿Te sientes mejor?
— Sí —le contestó mientras se sentaba a la mesa.
_______ removió su sopa con la cuchara y lo observó comer. Su cabello reflejaba la luz del sol del atardecer y lo hacía parecer aún más claro. Se sentaba con una postura muy erguida, y el más leve de sus movimientos despertaba una oleada de deseo en ella. Podría pasarse todo el día contemplándolo de ese modo y no se cansaría.
No!! Lo que en realidad deseaba era levantarse de la silla, acercarse a él, sentarse en su regazo y pasarle las manos por esos maravillosos rulos mientras lo besaba ardorosamente.
*¡Déjalo ya!* Si no se controlaba, ¡se rendiria a la tentación!
— ¿Sabes? —le dijo, insegura—. He estado pensando… ¿Y si te quedaras aquí? ¿Tan malo sería vivir en mi época?
La mirada que le dedicó hizo que se sofocara.
— Ya hemos hablado de esto. Éste es no es mi mundo; no lo comprendo, no entiendo sus costumbres. Me siento
extraño, y odio esa sensación.
_______ se aclaró la garganta. De acuerdo, no volvería a mencionar el tema.
Suspirando, cogió el sándwich y comenzó a comérselo, aunque lo único que le apetecía era discutir.
Una vez acabada la cena, Nick la ayudó a limpiar la cocina.
— ¿Quieres que te lea? —le preguntó.
— Claro —le contestó.
Pero ________ sabía que algo iba mal. Le estaba ocultando algo; se mostraba casi frío.
No lo había visto así desde que lo conoció.
______ subió, cogió su libro nuevo de Peter Pan y volvió a bajar. Nick ya estaba tumbado en el suelo, apilando los
cojines.
Ella se acomodó en el suelo, perpendicular a él y recostó la cabeza sobre su estómago. Pasó la primera página y
empezó a leer.
Nick escuchó la voz suave y melodiosa de ______, y no dejó de mirarla un solo instante. Observaba cómo sus ojos
bailaban sobre las páginas mientras leía.
Se había prometido no tocarla pero, en contra de su voluntad, alargó un brazo y comenzó a acariciarle el pelo. El
contacto de su cabello sobre la piel lo inflamó e hizo que su entrepierna se endureciera aún más, anhelando
dolorosamente poseerla.
Mientras las oscuras y sedosas hebras acariciaban sus dedos, dejó que la voz de ______ lo alejara de allí y lo llevara a un lugar acogedor. Se sentía en ese hogar esquivo que había perseguido durante toda la eternidad.
Un lugar en donde sólo existían ellos dos. Sin dioses ni maldiciones.
Maravilloso.
______ arqueó una ceja cuando notó que la mano de Nick se apartaba de su cabello y le desabrochaba el botón superior de la camisa. Contuvo la respiración y aguardó expectante, pero aún así no estaba muy segura de sus intenciones.
— ¿Qué estás…?
— Sigue leyendo —le dijo mientras acababa de desabrochar el botón.
Con el cuerpo cada vez más acalorado, ______ leyó el siguiente párrafo. Nick le desabrochó el siguiente botón.
— Nick…
— Lee.
Ella leyó otro párrafo mientras su mano descendía hasta el siguiente botón. Sus acciones le hacían perder el control y
respiraba entrecortadamente con el corazón latiendo a un ritmo cada vez más frenético.
Alzó la mirada y se encontró con los ojos hambrientos de Nick.
— ¿Qué es esto? ¿Una sesión de lectura con striptease incluido? ¿Yo leo un párrafo y tú desabrochas un botón?
Como respuesta, Nick deslizó una cálida mano por encima del sujetador hasta cubrir con ternura uno de sus pechos. ___ gimió de placer cuando él empezó a acariciarla por encima del satén y la piel de sus brazos se erizó ante el calor que emanaba de él.
— Lee —le ordenó de nuevo.
— Sí, claro. Como si pudiese leer mientras tú…
En ese momento, Nick le desabrochó el cierre delantero del sujetador y cubrió su pecho desnudo con una mano.
— ¡Nick!
— Léeme, ___. Por favor.
¡Como si fuese posible!
Pero la súplica que teñía su voz le llegó al corazón. Obligándose, se concentró en el libro y Nick siguió pasando las manos sobre su piel.
Sus caricias eran relajantes y dulces. Sublimes. No se parecían en nada a las que usaba para inflamarla y seducirla, eran algo muy diferente. Más allá de los límites de la carne. Involucraban directamente al corazón.
Después de un tiempo, se acostumbró a los círculos que Nick trazaba alrededor de sus pechos, de sus pezones y de su ombligo. Se perdió en el instante, en la extraña intimidad que estaban compartiendo.
Acabó el libro cerca de las diez. Nick pasó los nudillos sobre un endurecido pezón mientras ella dejaba el libro a un lado.
— Tus pechos son preciosos.
— Me alegra que digas eso. —Escuchó que el estómago de Nick rugía bajo su oreja—. Me da la sensación de que tienes hambre.
— El hambre que tengo no puede ser saciada con comida.
El rostro de ___ adquirió un tono escarlata.
Él deslizó las manos desde su ombligo hasta la garganta, una vez allí trazó la línea de la mandíbula y ascendió hasta el cabello. Con los pulgares, dibujó el contorno de sus labios.
— Qué extraño —dijo—. Sólo cuando me besas llego al borde del abismo.
— ¿Cómo?
Bajó las manos de nuevo hasta su vientre.
— Adoro la sensación de tu piel contra la mía. La suavidad de tu cuerpo bajo mi mano —le confesó en voz baja—. Pero sólo cuando tus labios rozan los míos siento que pierdo el control. ¿A qué crees que se deberá?
— No lo sé.
En ese momento sonó el teléfono.
Nick lanzó una maldición.
— Odio esos chismes.
— Yo estoy empezando a odiarlos también.
Nick retiró la mano para que ___ pudiera levantarse.
Ella la cogió y la volvió a poner sobre su pecho.
— Déjalo que suene.
Él sonrió ante su actitud e inclinó la cabeza, acercándola a la suya. Sus labios estaban tan cerca que ___ podía sentir su aliento en el rostro. De repente, Nick retrocedió bruscamente.
Ella vio la agonía, el deseo en sus ojos un instante antes de que los cerrara y apretara los dientes como si luchara para contenerse.
— Ve a contestar el teléfono —susurró, liberándola. ___ se puso en pie; le temblaban tanto las piernas que apenas si la sostenían. Cruzó la habitación y cogió el inalámbrico mientras se tapaba los pechos con la camisa.
— Hola, Yari.
Nick la escuchó hablar con el corazón pesado como el plomo, luchando contra el fuego que lo arrasaba.
Lo último que quería era dejar este refugio. Jamás había disfrutado tanto en su vida como desde que conoció a __. Y ahora estaba ansioso por pasar con ella cada segundo del tiempo que disponían para estar juntos.
— Espera y le pregunto. —__ volvió a su lado—. Yari y Joe quieren saber si nos apetecería salir con ellos el sábado.
— Tú decides —le contestó Nick, esperando que declinara la invitación.
Ella sonrió y se colocó de nuevo el teléfono en la oreja.
— Eso suena genial, Yari. Será muy divertido… Bueno. Nos vemos entonces. —Dejó el teléfono en su sitio—. Voy a darme una ducha rápida antes de ir a la cama. ¿Esta bien?
Nick asintió. La observó subir las escaleras. Deseaba más que nunca volver a ser mortal.
Daría cualquier cosa por poder seguirla en ese momento, tumbarse junto a ella en la cama y enterrarse profundamente en su cuerpo.
Cerrando los ojos podría jurar que era capaz de sentir la humedad de ___ rodeándolo.
Se mesó el cabello. ¿Cuántos días más podría soportar esta tortura?
Pero quería luchar contra ella. Se negaba a rendirse, a entregar su cordura un segundo antes del plazo que las Parcas habían decretado.
* * *
___ sintió la presencia de Nick. Se giró y lo vio de pie junto a la bañera, completamente desnudo.
__ dejó que su mirada se recreara con avidez en cada centímetro de aquel cuerpo bronceado, pero fue su sonrisa, cálida y fascinante, la que le robó el corazón y la dejó sin aliento.
Sin decir una sola palabra, él se metió en la ducha.
— ¿Sabes? —comentó con una naturalidad que la dejó pasmada—. Esta mañana encontré algo interesante.
Ella observó cómo el agua resbalaba sobre él, mojándole el pelo hasta convertirlo en una masa de rizos húmedos que caían sobre su rostro.
— ¿Sí? —contestó ella, resistiéndose al impulso de alzar el brazo y coger uno de sus rizos. O mejor aún, mordisquearlo.
— Mmm —murmuró Nick, deslizando la mano por el cordón de la ducha hasta sacarla de su soporte en la pared. Giró hasta encontrar la posición de un ligero masaje—. Date la vuelta.
___ dudó antes de obedecerle.
Nick deslizó su mirada por su espalda desnuda y húmeda. Jamás había visto una mujer más tentadora en todos los días de su vida.
Era todo lo que había soñado, pero que no podía ni siquiera anhelar. No se atrevía. Era un sueño lejano.
Bajó los ojos hasta sus voluptuosas curvas. Tenía las piernas ligeramente abiertas. Una imagen de él separándoselas y sumergiéndose en ella se abrió paso en su mente.
Esforzándose por mantener la respiración, acercó el cabezal de la ducha hasta los hombros de ___.
— Eso es estupendo —murmuró ella.
Nick no podía hablar. Mantenía la mandíbula fuertemente apretada para controlar las voraces exigencias de su cuerpo. Su necesidad de tocarla era tan honda que hacía que el hambre y la sed que padecía mientras permanecía en el libro fuesen una broma.
___ se dio la vuelta para mirarlo; su rostro resplandecía. Alargó el brazo para coger la manopla que se encontraba en la repisa, detrás de Nick. Él no se movió mientras lo lavaba, pasando las manos por su pecho y su abdomen, avivando la hoguera del deseo que sentía por ella.
Contuvo la respiración, anticipando el momento en que su mano bajara más y más.
___ se mordió el labio al tocar los duros abdominales. Miró hacia arriba y vio que Nick la observaba. Tenía los ojos medio cerrados y parecía estar saboreando cada caricia que sus manos dejaban sobre su cuerpo.
Deseando complacerlo, pasó la manopla sobre los rizos oscuros de su entrepierna. Nick jadeó cuando lo tomó entre sus manos con suavidad. Ella sonrió al sentir el repentino estremecimiento que agitó su cuerpo.
La expresión de sumo placer que se veía en su rostro hizo que ___ se sintiera encandilada. Con el corazón acelerado, deslizó la mano hacia arriba, para poder acariciar su miembro hinchado.
Escuchó cómo la ducha golpeaba la bañera un segundo antes de que él la envolviera entre sus brazos y enterrara los labios en su cuello.
___ tembló ante la sensación de sus cuerpos húmedos, desnudos y entrelazados. El amor que sentía por él fluyó por sus venas, rogando que sucediese un milagro que les permitiera pasar la vida juntos.
En ese instante, deseó poder sentirlo en su interior. Sentir cómo el tomaba posesión de su cuerpo de la misma forma que se había apoderado de su corazón.
Mientras la torturaba con los labios deliciosamente, enterró un muslo entre sus piernas y la sensación del vello sobre su carne hizo que el sentido común de ___ acabara por derretirse.
Enfebrecida, ___ se restregó contra su muslo y se deleitó al moverse contra los duros músculos que se contraían bajo sus piernas mientras seguía lamiendo su cuello. Cuánto amaba a este hombre. Cómo deseaba escucharle decir que significaba para él tanto como él para ella.
Nick pasó las manos a lo largo de la espalda de _______ y luego las movió hacia el frente.
Su mirada la abrasaba mientras la ayudaba a sentarse en la bañera.
— ¿Qué estás h…? —su pregunta acabó con un jadeo al sentir la lengua de Nick en la oreja.
______ percibió la tensión en los músculos de su brazo de él cuando cogió el cabezal de la ducha y volvió a
atormentar su cuerpo con su pulsante calor. Lo movió lentamente, trazando círculos sensuales sobre sus pechos
y su vientre. Enardecida por la estimulación del agua y el cuerpo de Nick, ______ luchaba por respirar.
Nick temblaba por la necesidad. Quería complacer a ________ como jamás había querido hacerlo con nadie.
Deseaba verla retorcerse bajo él. Escucharla gritar cuando llegara al clímax.
Nick le separó los muslos con el codo y dejó que el agua de la ducha cayera directamente entre sus piernas.
_______ emitió un entrecortado gemido al ser asaltada por una indescriptible oleada de placer.
— ¿Nick? —jadeó, mientras su cuerpo se estremecía. Los dedos de Nick la penetraron y comenzaron a moverse
en su interior a la vez que los chorros de agua intensificaban sus caricias.
Jamás, jamás había experimentado algo parecido. Nick giraba la muñeca haciendo que el agua cayera sobre ella
en pequeños movimientos circulares, hasta que ya no pudo más.
Cuando alcanzó el orgasmo un segundo después, gritó aliviada.
Nick sonrió y mantuvo su cuerpo completamente inmóvil para no poseerla. Aún no había acabado con ella. Jamás
podría acabar con ella.
Con las manos, la lengua y el cabezal de la ducha hizo que ________ disfrutara de cinco orgasmos más.
— Por favor —le rogó ella tras el último—. Ten compasión. No puedo más.
Decidiendo que ya habían tenido los dos suficiente tortura, Nick se giró y cortó el agua.
___ era incapaz de moverse. Cualquier sensación, por pequeña que fuera, la hacía estremecerse. Observó cómo
Nick se ponía de pie entre sus piernas y la miraba con una leve sonrisa.
— Acabas de matarme —balbució—. Ahora tienes que enterrar el cadáver.
Él se rió ante la ocurrencia. Salió de la bañera, alargó los brazos y la alzó.
________ se quedó embelesada al sentir su piel desnuda mientras la llevaba hasta la cama y la secaba con la toalla.
Muy lentamente y con mucho cuidado, utilizó el albornoz de un modo que ___ juraría que a nadie se le había
ocurrido antes. Lo pasó sensualmente por sus hombros, sus brazos y sus pechos, y después descendió hasta el
estómago trazando sensuales espirales.
— Abre tus piernas para mí, ______.
Sin fuerza de voluntad alguna, ella obedeció.
___ gimió al sentir la felpa sobre la trémula carne de su sexo. Súbitamente el albornoz fue reemplazado por los dedos de Nick.
— Nick, por favor. No creo que pueda soportarlo de nuevo.
Él no le hizo caso. Ni siquiera su propio cuerpo tuvo en cuenta su opinión. Y para su sorpresa, un nuevo orgasmo
la asaltó.
Nick se inclinó y le susurró al oído:
— Podríamos seguir así toda la noche.
Ella lo miró a los ojos y entonces se dio cuenta del alcance de la maldición: su miembro estaba aún
completamente erecto y tenía la frente cubierta de sudor.
¿Cómo podía soportar verla correrse una y otra vez sabiendo que él no podría hacerlo?
Pensando tan sólo en el amor que sentía por él, se incorporó hasta quedar sentada y lo besó.
Nick se echó atrás con un movimiento violento. Cayó al suelo agitándose como si le golpeasen.
Aterrorizada por lo que había hecho, _______ bajó de la cama.
— Lo siento —dijo al llegar junto a él—. Lo olvidé.
Nick se giró en ese instante para mirarla. Tenía los ojos de aquel espantoso color oscuro.
Temblaba como si estuviese luchando por alejarse de la locura. Fue el miedo en el rostro de ______ lo que
finalmente lo ayudó a calmarse.
Se alejó de ella como si fuera venenosa.
______ lo observó mientras utilizaba los peldaños de su cama como apoyo para ponerse en pie.
— Cada vez es peor —dijo con voz ahogada.
______ no podía hablar. No podía soportar verlo sufrir de aquella manera. Y se odiaba a sí misma por haberlo llevado hasta el borde del abismo.
Sin mirarla siquiera, Nick recogió su ropa y salió de la habitación.
Pasaron varios segundos antes de que ______ pudiese moverse. Cuando finalmente consiguió ponerse de
pie, abrió la cómoda para sacar algo de ropa y sus ojos se quedaron clavados sobre la caja que contenía los
grilletes.
¿Cuántos días más tendrían antes de que lo perdiera para siempre?
— Sí, Yari —le contestó ___ por teléfono mientras se vestía para ir a trabajar—. Ya ha pasado una semana. Estoy bien.
— Pues no lo parece —replicó Yari, incrédula—. Tienes la voz temblorosa.
Y realmente aún no lo había superado del todo. Pero estaba bien, gracias a Nick y al hecho de
no haber visto morir al pobre Jason Carmichael.
Una vez la policía hubo acabado con los interrogatorios, Nick la llevó a casa y ella había
procurado no pensar demasiado en lo sucedido.
— De verdad. Estoy bien.
Nick entró en la habitación.
— Vas a llegar tarde. —Le quitó el auricular de la mano y le ofreció una galleta—. Acaba de
vestirte —le dijo, y comenzó a hablar con Yari.
___ frunció el ceño cuando Nick salió de la habitación; ya no podía escuchar la conversación.
Mientras se vestía, cayó en la cuenta de lo cómoda que se sentía junto a Nick. Le encantaba
tenerlo a su alrededor, cuidarlo y que él la cuidara. La reciprocidad de su relación era
maravillosa.
— __________ —le dijo, asomando la cabeza por la puerta—. Vas a llegar tarde.
Ella se rió y se puso los zapatos de tacón.
— Ya voy, ya voy.
Cuando atravesaron la puerta principal _________ vio que él no se había puesto los zapatos.
— ¿No vas a venir hoy conmigo?
— ¿Me necesitas?
Ella dudó. En el fondo le encantaba almorzar junto a él y bromear entre paciente y paciente.
Pero claro, seguro que para él sentarse horas seguidas esperándola era muy aburrido.
— No.
Él le dio un beso hambriento.
— Hasta la noche.
De mala gana, se apresuró hacia el coche.
Fue uno de los días más largos de la historia. _______ lo pasó sentada tras el escritorio, contando los segundos que faltaban para acompañar a sus pacientes hasta la puerta.
A las cinco en punto, echó a la pobre Rachel de la oficina, recogió rápidamente todas sus cosas y se marchó a casa.
No tardó mucho en llegar. Frunció el ceño cuando vio a Yari, que la esperaba en el porche delantero.
— ¿Ha pasado algo? —le preguntó _______ al acercarse.
— Nada de importancia. Pero te daré un consejo: rompe la maldición. Nick es un tesoro.
___ la miró aún más ceñuda mientras Yari se alejaba hacia su Jeep. Confundida, abrió la puerta para entrar en casa.
— ¿Nick? —lo llamó.
— Estoy en la habitación.
________ subió las escaleras. Lo encontró tumbado sobre la cama en una postura mucho más que deliciosa, con la cabeza apoyada en una mano. Había una rosa roja delante de él. Estaba increíblemente seductor y maravilloso con aquellos hoyuelos y esa luz en sus ojos, que en esos momentos eran decididamente perversos.
___ subió las escaleras. Lo encontró tumbado sobre la cama en una postura mucho más que deliciosa, con la cabeza apoyada en una mano. Había una rosa roja delante de él. Estaba increíblemente seductor y maravilloso con aquellos hoyuelos y esa luz en sus ojos, que en esos momentos eran decididamente perversos.
— Tienes toda la apariencia del gato que se ha comido al canario —le dijo en voz baja—. ¿Qué han estado haciendo Yari y tú hoy?
— Nada.
— Nada —repitió ella, escéptica. ¿Y por qué no se lo creía? *Porque Nick tenía la apariencia de un niño que acaba de hacer una travesura.*
Su mirada bajo hasta la rosa.
— ¿Es para mí?
— Sí.
Ella sonrió ante su escueta y cortante respuesta. Dejó caer sus zapatos al lado de la cama y se quitó las medias.
Al alzar la vista, captó la mirada de Nick que había estirado el cuello para no perderse nada. Él volvió a sonreír.
___ cogió la rosa y aspiró su dulce aroma.
— Es una sorpresa encantadora —dijo, besándolo en la mejilla—. Gracias.
— Me alegra que te guste —susurró, acariciándole el mentón.
___ se alejó con renuencia y cruzó la habitación para depositar la rosa sobre la cómoda, y abrir el cajón superior.
Se quedó paralizada. Sobre la ropa había un pequeño ejemplar de Peter Pan, adornado con un gran lazo rojo.
Boquiabierta, lo cogió y desató el lazo. Al pasar la primera página, su corazón dejó de latir un instante.
— ¡Oh Dios mío! ¡Es una primera edición, y firmada!
— ¿Te gusta?
— ¿Que si me gusta? —le contestó con los ojos humedecidos—. ¡Nick!
Se arrojó sobre él y depositó una lluvia de besos sobre su rostro.
— ¡Eres tan maravilloso! ¡Gracias!
Y por primera vez, ___ lo vio avergonzado.
— Esto es… —su voz se desvaneció al mirar hacia el vestidor. La puerta estaba entreabierta y la luz del interior encendida.
No podía haber…
Muy lentamente, ___ se acercó. Abrió la puerta y miró dentro.
Los ojos se le llenaron de lágrimas de alegría y la invadió una oleada de calidez. Las estanterías estaban de nuevo llenas de libros. La mano le temblaba mientras acariciaba los lomos de su nueva colección.
— ¿Esto es un sueño? —susurró.
Sintió a Nick tras ella. No la estaba tocando, pero podía percibirlo con cada poro, con cada sentido de su cuerpo. No era nada físico pero conseguía que la tierra temblara bajo sus pies. Y la dejaba sin aliento.
— No pudimos encontrarlos todos, especialmente las ediciones de bolsillo, pero Yarelys me ha asegurado que hemos conseguido los más importantes.
Una única lágrima descendió por la mejilla de ___ al ver las copias de los libros de su padre. ¿Cómo los habían podido conseguir?
El corazón le latía con fuerza mientras veía sus títulos favoritos: Los tres Mosqueteros, Beowulf, La Letra Escarlata, El Lobo y la Paloma, Armas de Caballero, Fallen, Amores en Peligro… y seguían y seguían hasta dejarla aturdida.
Abrumada y con una sensación de mareo, dejó que las lágrimas corrieran por su rostro.
Se dio la vuelta y se lanzó a los brazos de Nick.
— Gracias —sollozó—. ¿Cómo…? ¿Cómo lo has hecho?
Él se encogió de hombros, y alzó una mano para enjugarle las lágrimas. En ese momento, ___ se dio cuenta de que algo faltaba en su mano.
— Tu anillo no —murmuró mientras contemplaba la señal blanquecina en el dedo de su mano derecha, donde había llevado el anillo—. Dime que no lo has hecho.
— Sólo era un anillo, ___.
No, no lo era. Ella recordaba la expresión de su rostro cuando el doctor Lewis quiso comprárselo.
«Jamás» —había dicho él— «No sabe por lo que pasé para conseguirlo»
Pero __ sí lo sabía después de haber escuchado las historias de su pasado. Y lo había vendido por ella.
Temblando, se puso de puntillas y lo besó con fiereza.
Nick se quedó helado al sentir sus labios. Jamás se había entregado a él de aquel modo. Cerró los ojos, hundió las manos en su pelo para dejar que le acariciara los brazos, y gimió ante el asalto de ___.
La cabeza de Nick comenzó a dar vueltas al saborear su boca, al sentir el cuerpo de ___ pegado al suyo, al ser consciente de la ferocidad de su beso, que nunca antes había experimentado; jamás le habían besado así…
Hasta su alma maldita se estremeció.
En ese momento, deseó poder permanecer sereno durante más tiempo. No quería vivir otro segundo más separado de ___. No podía imaginarse un solo día sin que ella estuviese a su lado.
Nick notó cómo, poco a poco, perdía el control. La locura lo asaltaba dolorosamente, le atravesaba la cabeza al mismo tiempo que la entrepierna.
*¡Todavía no!* Gritó su mente. No quería que ese momento terminara. Ahora no. No cuando ella estaba tan cerca.
Tan cerca… pero no tenía opción
La separó de la mala gana.
— Ya veo que te ha gustado el regalo, ¿no?
Ella se rió.
— No, me ha encantado. Nick, estás loco. —Le pasó los brazos alrededor de la cintura y apoyó la cabeza sobre su pecho.
Nick se estremeció mientras unas desconocidas emociones hacían vibrar su cuerpo. La envolvió entre sus brazos y sintió cómo sus corazones latían al unísono.
Si pudiera, se quedaría así, abrazándola para toda la eternidad. Pero no podía. Retrocedió un paso. Ella lo miró con una ceja alzada. Nick borró con una caricia las arrugas de preocupación que se habían formado en la frente de ___.
— No te estoy rechazando, cariño —le susurró—. Lo que ocurre es que no me siento muy bien en este momento.
— ¿Es la maldición?
Él asintió.
— ¿Puedo ayudarte?
— Dame un minuto para controlarlo.
___ se mordió el labio mientras lo observaba acercarse a la cama. Era la única vez que Nick no parecía moverse con su habitual elegancia y fluidez. Daba la impresión de que apenas podía respirar, como si tuviese un terrible dolor de estómago. Agarró con tanta fuerza el poste de la cama que los nudillos se le pusieron blancos.
El dolor se apoderó de ________ ante aquella imagen y quiso reconfortarlo. Quería ayudarlo más que nunca. De hecho quería… Lo quería a él. Y punto.
Abrió la boca ante el repentino impacto de sus pensamientos. Lo amaba.
Profunda, verdadera y totalmente. Lo amaba. ¿Cómo no iba a amarlo?
Con el corazón enloquecido, _______ deslizó la mirada sobre los libros del vestidor. Los recuerdos la asaltaron: Nick la noche que apareció y se le ofreció ; Nick haciéndole el amor en la ducha ; Nick tranquilizándola, haciéndola reír ; Nick bajando por la trampilla del ascensor para rescatarla ; Nick tumbado en la cama con la rosa, observándola mientras ella descubría sus regalos.
Yari tenía razón. Era el mayor de los tesoros y no quería dejarlo marchar.
Estuvo a punto de decírselo, pero se contuvo. No era el momento. No cuando estaba soportando una tremenda
agonía. No cuando era tan vulnerable.
*Él querría saberlo.*
¿O no?
_______ consideró las consecuencias de su posible confesión. A Nick no le gustaba esta época, estaba claro. Quería irse a casa. Si ella le confesaba cuáles eran sus sentimientos, él se quedaría por esa razón; pero no sería justo, porque casi lo haría por obligación. Quizás algún día acabara resentido con ella por haberle negado la posibilidad de regresar al mundo que una vez conoció. A lo que había sido.
O peor aún, ¿y si su relación no funcionaba?
Como psicóloga, sabía mejor que nadie los problemas que podían ocasionarse en una pareja, y cómo podían acabar
destruyéndola.
Una de las causas más frecuentes de ruptura era la falta de intereses comunes; parejas que se mantenían unidas por la
simple atracción física y que acaban separándose.
Nick y ella eran completamente diferentes. Ella era una psicóloga del siglo XXI y él era un maravilloso general
Macedonio del sigo II a.C. ¡Era como hablar de emparejar a un pez y un pájaro!
Jamás habían existido dos personas más diferentes en el mundo que hubieran sido obligadas a permanecer juntas.
En ese momento estaban disfrutando de la novedad de la relación. Pero no se conocían en absoluto. ¿Y si dentro de
un año descubrían que no estaban enamorados?
¿Y si él cambiaba una vez acabaran con la maldición?
Nick le había dicho que en Macedonia era un hombre totalmente distinto. ¿Qué ocurriría si parte de su encanto o de
la atracción que sentía por ella se debían a la maldición? Según Cupido, la maldición hacía que Nick se sintiese
irremediablemente atraído hacia ella.
¿Y si rompían la maldición y él se convertía en una persona diferente? ¿En alguien que no quisiese estar con ella?
¿Qué pasaría entonces?
Una vez rechazara la oportunidad de regresar a su hogar, ________ sabía que no tendría otra ocasión de volver.
Se esforzó por respirar cuando cayó en la cuenta de que jamás podría decirle: «Intentémoslo y veamos si funciona».
Porque una vez tomaran la decisión, no habría vuelta atrás.
_________ tragó y deseó ser capaz de ver el futuro, como Yari. Pero hasta ella se equivocaba a veces. No podía permitirse una equivocación; Nick no se lo merecía.
No, tendría que haber otra razón de peso para que él se quedara. Él tendría que amarla tanto como ella lo amaba.
No, tendría que haber otra razón de peso para que él se quedara. Él tendría que amarla tanto como ella lo amaba.
Y eso era tan probable como que el cielo se derrumbase sobre la tierra en los próximos diez minutos.
Cerró los ojos y se encogió ante la verdad. Nick jamás sería suyo. De una forma o de otra, tendría que dejarlo
marchar.
Y eso acabaría con ella...
Nick soltó un suspiro entrecortado y soltó el poste de la cama. Miró a _______ con una leve sonrisa.
— Eso me dolio —le dijo.
— Me he dado cuenta —le contestó _______ acercándose a él, pero Nick se alejó como si acabara de tocar a una serpiente.
Ella dejó caer la mano.
— Voy a preparar la cena.
Nick la observó mientras salía de la habitación. Deseaba tanto ir tras ella que apenas si podía contenerse. Pero no se
atrevía.
Necesitaba un poco más de tiempo para serenarse. Más tiempo para aplacar el fuego maldito que amenazaba con
devorarlo.
Meneó la cabeza. ¿Cómo podían las caricias de ______ insuflarle tanta fuerza y al mismo tiempo dejarlo tan débil?
* * *
_______ acababa de preparar una sopa de sobre y unos sándwiches cuando Nick entró a la cocina.
— ¿Te sientes mejor?
— Sí —le contestó mientras se sentaba a la mesa.
_______ removió su sopa con la cuchara y lo observó comer. Su cabello reflejaba la luz del sol del atardecer y lo hacía parecer aún más claro. Se sentaba con una postura muy erguida, y el más leve de sus movimientos despertaba una oleada de deseo en ella. Podría pasarse todo el día contemplándolo de ese modo y no se cansaría.
No!! Lo que en realidad deseaba era levantarse de la silla, acercarse a él, sentarse en su regazo y pasarle las manos por esos maravillosos rulos mientras lo besaba ardorosamente.
*¡Déjalo ya!* Si no se controlaba, ¡se rendiria a la tentación!
— ¿Sabes? —le dijo, insegura—. He estado pensando… ¿Y si te quedaras aquí? ¿Tan malo sería vivir en mi época?
La mirada que le dedicó hizo que se sofocara.
— Ya hemos hablado de esto. Éste es no es mi mundo; no lo comprendo, no entiendo sus costumbres. Me siento
extraño, y odio esa sensación.
_______ se aclaró la garganta. De acuerdo, no volvería a mencionar el tema.
Suspirando, cogió el sándwich y comenzó a comérselo, aunque lo único que le apetecía era discutir.
Una vez acabada la cena, Nick la ayudó a limpiar la cocina.
— ¿Quieres que te lea? —le preguntó.
— Claro —le contestó.
Pero ________ sabía que algo iba mal. Le estaba ocultando algo; se mostraba casi frío.
No lo había visto así desde que lo conoció.
______ subió, cogió su libro nuevo de Peter Pan y volvió a bajar. Nick ya estaba tumbado en el suelo, apilando los
cojines.
Ella se acomodó en el suelo, perpendicular a él y recostó la cabeza sobre su estómago. Pasó la primera página y
empezó a leer.
Nick escuchó la voz suave y melodiosa de ______, y no dejó de mirarla un solo instante. Observaba cómo sus ojos
bailaban sobre las páginas mientras leía.
Se había prometido no tocarla pero, en contra de su voluntad, alargó un brazo y comenzó a acariciarle el pelo. El
contacto de su cabello sobre la piel lo inflamó e hizo que su entrepierna se endureciera aún más, anhelando
dolorosamente poseerla.
Mientras las oscuras y sedosas hebras acariciaban sus dedos, dejó que la voz de ______ lo alejara de allí y lo llevara a un lugar acogedor. Se sentía en ese hogar esquivo que había perseguido durante toda la eternidad.
Un lugar en donde sólo existían ellos dos. Sin dioses ni maldiciones.
Maravilloso.
______ arqueó una ceja cuando notó que la mano de Nick se apartaba de su cabello y le desabrochaba el botón superior de la camisa. Contuvo la respiración y aguardó expectante, pero aún así no estaba muy segura de sus intenciones.
— ¿Qué estás…?
— Sigue leyendo —le dijo mientras acababa de desabrochar el botón.
Con el cuerpo cada vez más acalorado, ______ leyó el siguiente párrafo. Nick le desabrochó el siguiente botón.
— Nick…
— Lee.
Ella leyó otro párrafo mientras su mano descendía hasta el siguiente botón. Sus acciones le hacían perder el control y
respiraba entrecortadamente con el corazón latiendo a un ritmo cada vez más frenético.
Alzó la mirada y se encontró con los ojos hambrientos de Nick.
— ¿Qué es esto? ¿Una sesión de lectura con striptease incluido? ¿Yo leo un párrafo y tú desabrochas un botón?
Como respuesta, Nick deslizó una cálida mano por encima del sujetador hasta cubrir con ternura uno de sus pechos. ___ gimió de placer cuando él empezó a acariciarla por encima del satén y la piel de sus brazos se erizó ante el calor que emanaba de él.
— Lee —le ordenó de nuevo.
— Sí, claro. Como si pudiese leer mientras tú…
En ese momento, Nick le desabrochó el cierre delantero del sujetador y cubrió su pecho desnudo con una mano.
— ¡Nick!
— Léeme, ___. Por favor.
¡Como si fuese posible!
Pero la súplica que teñía su voz le llegó al corazón. Obligándose, se concentró en el libro y Nick siguió pasando las manos sobre su piel.
Sus caricias eran relajantes y dulces. Sublimes. No se parecían en nada a las que usaba para inflamarla y seducirla, eran algo muy diferente. Más allá de los límites de la carne. Involucraban directamente al corazón.
Después de un tiempo, se acostumbró a los círculos que Nick trazaba alrededor de sus pechos, de sus pezones y de su ombligo. Se perdió en el instante, en la extraña intimidad que estaban compartiendo.
Acabó el libro cerca de las diez. Nick pasó los nudillos sobre un endurecido pezón mientras ella dejaba el libro a un lado.
— Tus pechos son preciosos.
— Me alegra que digas eso. —Escuchó que el estómago de Nick rugía bajo su oreja—. Me da la sensación de que tienes hambre.
— El hambre que tengo no puede ser saciada con comida.
El rostro de ___ adquirió un tono escarlata.
Él deslizó las manos desde su ombligo hasta la garganta, una vez allí trazó la línea de la mandíbula y ascendió hasta el cabello. Con los pulgares, dibujó el contorno de sus labios.
— Qué extraño —dijo—. Sólo cuando me besas llego al borde del abismo.
— ¿Cómo?
Bajó las manos de nuevo hasta su vientre.
— Adoro la sensación de tu piel contra la mía. La suavidad de tu cuerpo bajo mi mano —le confesó en voz baja—. Pero sólo cuando tus labios rozan los míos siento que pierdo el control. ¿A qué crees que se deberá?
— No lo sé.
En ese momento sonó el teléfono.
Nick lanzó una maldición.
— Odio esos chismes.
— Yo estoy empezando a odiarlos también.
Nick retiró la mano para que ___ pudiera levantarse.
Ella la cogió y la volvió a poner sobre su pecho.
— Déjalo que suene.
Él sonrió ante su actitud e inclinó la cabeza, acercándola a la suya. Sus labios estaban tan cerca que ___ podía sentir su aliento en el rostro. De repente, Nick retrocedió bruscamente.
Ella vio la agonía, el deseo en sus ojos un instante antes de que los cerrara y apretara los dientes como si luchara para contenerse.
— Ve a contestar el teléfono —susurró, liberándola. ___ se puso en pie; le temblaban tanto las piernas que apenas si la sostenían. Cruzó la habitación y cogió el inalámbrico mientras se tapaba los pechos con la camisa.
— Hola, Yari.
Nick la escuchó hablar con el corazón pesado como el plomo, luchando contra el fuego que lo arrasaba.
Lo último que quería era dejar este refugio. Jamás había disfrutado tanto en su vida como desde que conoció a __. Y ahora estaba ansioso por pasar con ella cada segundo del tiempo que disponían para estar juntos.
— Espera y le pregunto. —__ volvió a su lado—. Yari y Joe quieren saber si nos apetecería salir con ellos el sábado.
— Tú decides —le contestó Nick, esperando que declinara la invitación.
Ella sonrió y se colocó de nuevo el teléfono en la oreja.
— Eso suena genial, Yari. Será muy divertido… Bueno. Nos vemos entonces. —Dejó el teléfono en su sitio—. Voy a darme una ducha rápida antes de ir a la cama. ¿Esta bien?
Nick asintió. La observó subir las escaleras. Deseaba más que nunca volver a ser mortal.
Daría cualquier cosa por poder seguirla en ese momento, tumbarse junto a ella en la cama y enterrarse profundamente en su cuerpo.
Cerrando los ojos podría jurar que era capaz de sentir la humedad de ___ rodeándolo.
Se mesó el cabello. ¿Cuántos días más podría soportar esta tortura?
Pero quería luchar contra ella. Se negaba a rendirse, a entregar su cordura un segundo antes del plazo que las Parcas habían decretado.
* * *
___ sintió la presencia de Nick. Se giró y lo vio de pie junto a la bañera, completamente desnudo.
__ dejó que su mirada se recreara con avidez en cada centímetro de aquel cuerpo bronceado, pero fue su sonrisa, cálida y fascinante, la que le robó el corazón y la dejó sin aliento.
Sin decir una sola palabra, él se metió en la ducha.
— ¿Sabes? —comentó con una naturalidad que la dejó pasmada—. Esta mañana encontré algo interesante.
Ella observó cómo el agua resbalaba sobre él, mojándole el pelo hasta convertirlo en una masa de rizos húmedos que caían sobre su rostro.
— ¿Sí? —contestó ella, resistiéndose al impulso de alzar el brazo y coger uno de sus rizos. O mejor aún, mordisquearlo.
— Mmm —murmuró Nick, deslizando la mano por el cordón de la ducha hasta sacarla de su soporte en la pared. Giró hasta encontrar la posición de un ligero masaje—. Date la vuelta.
___ dudó antes de obedecerle.
Nick deslizó su mirada por su espalda desnuda y húmeda. Jamás había visto una mujer más tentadora en todos los días de su vida.
Era todo lo que había soñado, pero que no podía ni siquiera anhelar. No se atrevía. Era un sueño lejano.
Bajó los ojos hasta sus voluptuosas curvas. Tenía las piernas ligeramente abiertas. Una imagen de él separándoselas y sumergiéndose en ella se abrió paso en su mente.
Esforzándose por mantener la respiración, acercó el cabezal de la ducha hasta los hombros de ___.
— Eso es estupendo —murmuró ella.
Nick no podía hablar. Mantenía la mandíbula fuertemente apretada para controlar las voraces exigencias de su cuerpo. Su necesidad de tocarla era tan honda que hacía que el hambre y la sed que padecía mientras permanecía en el libro fuesen una broma.
___ se dio la vuelta para mirarlo; su rostro resplandecía. Alargó el brazo para coger la manopla que se encontraba en la repisa, detrás de Nick. Él no se movió mientras lo lavaba, pasando las manos por su pecho y su abdomen, avivando la hoguera del deseo que sentía por ella.
Contuvo la respiración, anticipando el momento en que su mano bajara más y más.
___ se mordió el labio al tocar los duros abdominales. Miró hacia arriba y vio que Nick la observaba. Tenía los ojos medio cerrados y parecía estar saboreando cada caricia que sus manos dejaban sobre su cuerpo.
Deseando complacerlo, pasó la manopla sobre los rizos oscuros de su entrepierna. Nick jadeó cuando lo tomó entre sus manos con suavidad. Ella sonrió al sentir el repentino estremecimiento que agitó su cuerpo.
La expresión de sumo placer que se veía en su rostro hizo que ___ se sintiera encandilada. Con el corazón acelerado, deslizó la mano hacia arriba, para poder acariciar su miembro hinchado.
Escuchó cómo la ducha golpeaba la bañera un segundo antes de que él la envolviera entre sus brazos y enterrara los labios en su cuello.
___ tembló ante la sensación de sus cuerpos húmedos, desnudos y entrelazados. El amor que sentía por él fluyó por sus venas, rogando que sucediese un milagro que les permitiera pasar la vida juntos.
En ese instante, deseó poder sentirlo en su interior. Sentir cómo el tomaba posesión de su cuerpo de la misma forma que se había apoderado de su corazón.
Mientras la torturaba con los labios deliciosamente, enterró un muslo entre sus piernas y la sensación del vello sobre su carne hizo que el sentido común de ___ acabara por derretirse.
Enfebrecida, ___ se restregó contra su muslo y se deleitó al moverse contra los duros músculos que se contraían bajo sus piernas mientras seguía lamiendo su cuello. Cuánto amaba a este hombre. Cómo deseaba escucharle decir que significaba para él tanto como él para ella.
Nick pasó las manos a lo largo de la espalda de _______ y luego las movió hacia el frente.
Su mirada la abrasaba mientras la ayudaba a sentarse en la bañera.
— ¿Qué estás h…? —su pregunta acabó con un jadeo al sentir la lengua de Nick en la oreja.
______ percibió la tensión en los músculos de su brazo de él cuando cogió el cabezal de la ducha y volvió a
atormentar su cuerpo con su pulsante calor. Lo movió lentamente, trazando círculos sensuales sobre sus pechos
y su vientre. Enardecida por la estimulación del agua y el cuerpo de Nick, ______ luchaba por respirar.
Nick temblaba por la necesidad. Quería complacer a ________ como jamás había querido hacerlo con nadie.
Deseaba verla retorcerse bajo él. Escucharla gritar cuando llegara al clímax.
Nick le separó los muslos con el codo y dejó que el agua de la ducha cayera directamente entre sus piernas.
_______ emitió un entrecortado gemido al ser asaltada por una indescriptible oleada de placer.
— ¿Nick? —jadeó, mientras su cuerpo se estremecía. Los dedos de Nick la penetraron y comenzaron a moverse
en su interior a la vez que los chorros de agua intensificaban sus caricias.
Jamás, jamás había experimentado algo parecido. Nick giraba la muñeca haciendo que el agua cayera sobre ella
en pequeños movimientos circulares, hasta que ya no pudo más.
Cuando alcanzó el orgasmo un segundo después, gritó aliviada.
Nick sonrió y mantuvo su cuerpo completamente inmóvil para no poseerla. Aún no había acabado con ella. Jamás
podría acabar con ella.
Con las manos, la lengua y el cabezal de la ducha hizo que ________ disfrutara de cinco orgasmos más.
— Por favor —le rogó ella tras el último—. Ten compasión. No puedo más.
Decidiendo que ya habían tenido los dos suficiente tortura, Nick se giró y cortó el agua.
___ era incapaz de moverse. Cualquier sensación, por pequeña que fuera, la hacía estremecerse. Observó cómo
Nick se ponía de pie entre sus piernas y la miraba con una leve sonrisa.
— Acabas de matarme —balbució—. Ahora tienes que enterrar el cadáver.
Él se rió ante la ocurrencia. Salió de la bañera, alargó los brazos y la alzó.
________ se quedó embelesada al sentir su piel desnuda mientras la llevaba hasta la cama y la secaba con la toalla.
Muy lentamente y con mucho cuidado, utilizó el albornoz de un modo que ___ juraría que a nadie se le había
ocurrido antes. Lo pasó sensualmente por sus hombros, sus brazos y sus pechos, y después descendió hasta el
estómago trazando sensuales espirales.
— Abre tus piernas para mí, ______.
Sin fuerza de voluntad alguna, ella obedeció.
___ gimió al sentir la felpa sobre la trémula carne de su sexo. Súbitamente el albornoz fue reemplazado por los dedos de Nick.
— Nick, por favor. No creo que pueda soportarlo de nuevo.
Él no le hizo caso. Ni siquiera su propio cuerpo tuvo en cuenta su opinión. Y para su sorpresa, un nuevo orgasmo
la asaltó.
Nick se inclinó y le susurró al oído:
— Podríamos seguir así toda la noche.
Ella lo miró a los ojos y entonces se dio cuenta del alcance de la maldición: su miembro estaba aún
completamente erecto y tenía la frente cubierta de sudor.
¿Cómo podía soportar verla correrse una y otra vez sabiendo que él no podría hacerlo?
Pensando tan sólo en el amor que sentía por él, se incorporó hasta quedar sentada y lo besó.
Nick se echó atrás con un movimiento violento. Cayó al suelo agitándose como si le golpeasen.
Aterrorizada por lo que había hecho, _______ bajó de la cama.
— Lo siento —dijo al llegar junto a él—. Lo olvidé.
Nick se giró en ese instante para mirarla. Tenía los ojos de aquel espantoso color oscuro.
Temblaba como si estuviese luchando por alejarse de la locura. Fue el miedo en el rostro de ______ lo que
finalmente lo ayudó a calmarse.
Se alejó de ella como si fuera venenosa.
______ lo observó mientras utilizaba los peldaños de su cama como apoyo para ponerse en pie.
— Cada vez es peor —dijo con voz ahogada.
______ no podía hablar. No podía soportar verlo sufrir de aquella manera. Y se odiaba a sí misma por haberlo llevado hasta el borde del abismo.
Sin mirarla siquiera, Nick recogió su ropa y salió de la habitación.
Pasaron varios segundos antes de que ______ pudiese moverse. Cuando finalmente consiguió ponerse de
pie, abrió la cómoda para sacar algo de ropa y sus ojos se quedaron clavados sobre la caja que contenía los
grilletes.
¿Cuántos días más tendrían antes de que lo perdiera para siempre?
Belieber&Smiler♥
Re: "Un amante de ensueño" (Nick y tu)
Capítulo 14
Los días siguientes fueron los mejores de la vida de ______. Una vez se acostumbró a la regla que Nick
impuso, que prohibía los besos y las caricias íntimas e incitantes, desarrollaron una relación agradable que
fue casi una sorpresa para ella.
Pasaba los días en el trabajo, almorzaba a menudo con Nick y Yari, y dedicaba las noches a tumbarse entre sus maravillosos brazos.
Sin embargo, con cada día que pasaba, saber que iba a abandonarla a final del mes la dejaba destrozada.
¿Cómo iba a soportarlo?
Aunque la idea no abandonaba nunca su mente, se negó a pensar en eso constantemente. Viviría el
momento y se preocuparía del mañana cuando llegara.
El sábado por la noche quedaron con Yari y Joe en Tip’s, en el Barrio Francés. Aunque con bastante más
afluencia de turistas que el original Tippitinas’s, era la noche de Zydeco() y ella quería que Nick escuchara la
música que Nueva Orleáns había hecho famosa.
— ¡Eh! —Les dijo Yar mientras se aproximaban a la mesa, en el fondo del local—. Empezaba a preguntarme si
iban a dejarnos plantados.
______ se sintió enrojecer al recordar el motivo de su retraso. Algún día de estos aprendería a cerrar la
puerta del baño mientras se duchaba…
— Hola Nick, ______ —les saludó Joe.
______ sonrió al ver la escayola del brazo de Joe que Yari había decorado con pintura fluorescente.
Nick inclinó la cabeza a modo de saludo mientras retiraba una silla para que _______ se sentara y, después,
hizo lo propio a su lado. En cuanto apareció el camarero pidieron cervezas y nachos, y Yari comenzó a
seguir el ritmo de la música golpeando la mesa con la mano.
— Vamos, Yari —dijo Joe, malhumorado—. Será mejor que bailemos antes de que tenga que matarte por ese
ruidito insoportable.
Con una ligera punzada de envidia, _______ observó cómo se alejaban.
— ¿Te gustaría bailar? —le preguntó Nick.
A ella le encantaba bailar, pero no quería que Nick pasara un mal rato. En su mente no había dudas de que
él no sabía bailar música moderna. Pero, aún así, fue una invitación muy tierna por su parte.
— No, no pasa nada.
Pero él no la escuchó. Se puso en pie y le tendió la mano.
— Sí, claro que vas a bailar.
Tan pronto como llegaron a la pista de baile, ______ comprendió que aquel hombre bailaba tan bien como
besaba.
Nick conocía cada paso y daba la sensación de que había nacido bailando. De hecho, sus movimientos eran
elegantes sin perder el toque masculino y fascinante. ______ nunca había visto a nadie bailar así. Y por las
envidiosas miradas femeninas que sentía clavadas en ella, podía imaginarse que todas aquellas mujeres
tampoco habían presenciado antes nada semejante.
Cuando el grupo terminó de tocar se sentía excitada y estaba sin aliento.
— ¿Cómo…?
— Fue el regalo de Terpsícore —le contestó Nick mientras le pasaba el brazo por los hombros y la mantenía
fuertemente pegada a su cuerpo.
— ¿De quién?
— De la musa de la danza.
______ sonrió.
— Recuérdame que le envíe una nota de agradecimiento.
Al comenzar la siguiente canción, Nick miró fijamente a su izquierda y frunció el ceño.
— ¿Pasa algo? —preguntó ella, mientras seguía la dirección de su mirada.
Él meneó la cabeza y se frotó los ojos.
— Debo estar viendo visiones.
— ¿Qué has visto?
Nick volvió a mirar entre la multitud, buscando al hombre rubio y alto que acababa de ver por el rabillo del
ojo. Aunque apenas había captado su imagen, juraría que se trataba de Zachary de Tracia.
Con algo más de uno noventa de estatura, a Zac siempre le había resultado difícil perderse entre la multitud
y, además, su modo de andar era bastante distintivo, ya que tenía un aura letal.
Pero pensar que Zac estuviese en esa época era algo imposible. Debía ser la locura que volvía a hacer mella en él; ahora comenzaba a ver visiones.
— Nada —contestó.
Apartó el tema de su mente y la miró con una sonrisa. La siguiente canción era lenta y la atrajo hacia sus brazos, manteniéndola muy cerca de su cuerpo, al tiempo que se movían suavemente al ritmo de la música. ______ le rodeó el cuello y apoyó la cabeza en su pecho; podía inhalar el cálido aroma a sándalo que desprendía Nick. No sabía cómo, pero aquel olor conseguía que perdiera la cabeza por completo y que la boca se le hiciera agua.
Con la mejilla apoyada sobre la cabeza de _____, Nick comenzó a acariciarle el pelo mientras ella escuchaba los latidos de su corazón. ______ podría quedarse así para siempre.
Pero la pieza terminó demasiado pronto. Y después de dos canciones rápidas, ______ tuvo que regresar a su asiento. Simplemente, no tenía el aguante de Nick.
Al encaminarse hacia la mesa, se dio cuenta de que Nick ni siquiera tenía la respiración alterada; pero eso sí, su frente estaba cubierta de sudor.
Él le apartó la silla. Se sentó muy cerca de ella y cogió su jarra de cerveza para tomar un gran trago.
— ¡Nick! —dijo Yari con una carcajada—. No tenía ni idea de que podías moverte así.
Joe puso los ojos en blanco.
— ¿Pensamientos lujuriosos de nuevo, Yari?
Yari le dio un puñetazo a su marido en el estómago.
— Sabes que no es eso. Tú eres el único juguete con el que me apetece jugar.
Joe miró a Nick con escepticismo.
— Sí, claro.
______ vio cómo el rostro de Nick se ensombrecía.
— ¿Estás bien? —le preguntó.
Él le contestó con su sonrisa plagada de hoyuelos y a ella se le olvidó la pregunta.
Permanecieron sentados en silencio escuchando al grupo, mientras Nick y ________ se ofrecían nachos el uno al otro.
Cuando ______ apartó la mano de los labios de él, Nick la capturó y se la llevó de nuevo a la boca para chupar un poco de queso que se le había quedado pegado en la yema de un dedo. Pasó la lengua sobre su piel y ______ sintió que el cuerpo le estallaba en llamas.
No pudo más que reírse al notar cómo el deseo la consumía. Cómo deseaba haberse quedado en casa. ¡Le encantaría quitarle la ropa a Nick y lamer queso fundido sobre su cuerpo toda la noche!
Definitivamente, iba a añadir Cheez Whiz a la lista de la compra.
Con los ojos brillantes, Nick llevó la mano de ______ hasta su regazo y comenzó a mordisquearle el cuello antes de apartarse y tomar otro trago de cerveza.
— Yarelys —le dijo Joe llamando la atención de su esposa, que estaba mirando a _______ y Nick. Le ofreció una servilleta—. Seguro que quieres limpiarte la baba que te gotea por la barbilla.
Yari puso los ojos en blanco.
— __________, necesito ir al baño. Vamos.
Nick se echó hacia atrás para dejarla pasar. Observó cómo _________ se perdía entre la multitud y, casi al instante, las mujeres comenzaron a acercársele.
El estómago se le contrajo. ¿Por qué siempre tenían que revolotear a su alrededor? En ese momento, deseó que por una vez en su vida pudiera sentarse tranquilo sin tener que mantener a raya a un puñado de mujeres, de las cuales ni siquiera conocía sus nombres, antes de que empezaran a sobarlo.
— Hola nene —coqueteó una atractiva rubia, que fue la primera en llegar a su lado—. Me gusta cómo bailas. ¿Qué tal si…?
— No estoy solo —le contestó él, entrecerrando los ojos a modo de advertencia.
— ¿Con ella? —se rió la mujer mientras señalaba con un dedo hacia el lugar por donde ______ había desparecido—. Venga ya. Pensaba que habías perdido una apuesta o algo así.
— Yo pensé que lo hacía por pena —comentó otra mujer que se acercó junto a una morena.
Dos hombres surgieron en ese momento de entre la multitud.
— ¿Qué hacen aquí ustedes tres? —preguntaron los tipos a sus compañeras.
Las mujeres contemplaron contritas a Nick.
— Nada —ronroneó la rubia, mirándolo por última vez antes de darse la vuelta y marcharse.
Los hombres lo miraron furiosos.
Él alzó una ceja con un gesto burlón y tomó otro trago de cerveza con total normalidad. Los tipos debieron darse cuenta de que la idea de pelear con él era bastante estúpida, porque se reunieron con sus chicas y se marcharon.
Nick suspiró, disgustado. Daba igual la época en la que se encontrara, algunas cosas no cambiaban.
— Oye —le increpó Joe alzándose un poco por encima de la mesa—. Sé que últimamente has pasado mucho tiempo con mi mujer. Por tu bien, espero que no te estés metiendo en mi territorio. ¿Me has entendido?
Nick tomó una honda bocanada de aire. Joe no; él no.
— Por si no lo has notado, sólo estoy interesado en _______.
— Sí, claro —masculló Joe—. No intentes confundirme; _______ me cae muy bien, pero no soy *******. No puedo creer que seas el tipo de hombre que se conforma con una hamburguesa cuando tiene un montón de jugosos solomillos de ternera esperándolo.
— Sinceramente, me importa una ******* lo que creas.
___ vaciló cuando Yari y ella regresaron junto a Nick y Joe. La tensión de Nick era palpable. Sostenía la cerveza con tanta fuerza que se sorprendía de que la botella no hubiera estallado, hecha añicos.
— Joe —le dijo Yari mientras le pasaba los brazos alrededor del cuello—. ¿Te importaría mucho si bailo con Nick?
— Joder, claro que me importa.
De inmediato, Nick se disculpó y se acercó a la barra.
_______ lo siguió con rapidez.
Pidió otra cerveza justo cuando ella llegó a su lado.
— ¿Estás bien? —le preguntó.
— Estupendamente.
Pero no lo parecía. Definitivamente, no parecía estar bien.
— ¿Sabes una cosa? Sé cuando no estás siendo sincero conmigo. Y ahora confiesa, Nick. ¿Qué pasa?
— Deberíamos marcharnos.
— ¿Por qué?
Nick lanzó una rápida mirada a Yari y Joe.
— Creo que sería lo más sensato.
— ¿Por qué?
Nick gruñó.
Antes de que pudiera contestarle, tres hombres aparecieron tras él y, por sus expresiones, _______ intuyó que no estaban muy contentos.
Peor aún, parecía que Nick era la fuente de todos sus problemas.
El más grande era un monstruoso culturista, siete centímetros más bajo que Nick, pero bastante más musculoso y voluminoso. Hizo una especie de mohín al mirar la espalda de Nick de arriba abajo. Y, en ese instante, ______ lo reconoció.
Robert.
El más grande era un monstruoso culturista, siete centímetros más bajo que Nick, pero bastante más musculoso y voluminoso. Hizo una especie de mohín al mirar la espalda de Nick de arriba abajo. Y, en ese instante, ______ lo reconoció.
Robert.
El corazón empezó a latirle con rapidez. Físicamente, había cambiado muchísimo con los años. Tenía la cara más redonda, con arrugas prematuras alrededor de los ojos, y había perdido mucho pelo. Pero aún conservaba la misma sonrisa burlona.
— Éste era el que estaba con Amber —le dijo uno de sus acólitos.
Una calma mortal rodeó a Nick, haciendo que ______ se estremeciera de miedo. Ella no sabía de lo que era capaz y, por lo que estaba viendo, Robert no había cambiado por dentro tanto como por fuera. Un niñato de anuncio, rodeado de seguidores, que siempre se movía con su séquito. Todo lo que hacía tenía que ser notorio para dejar claro su poder. Con ese ego de chulo de playa, estaba claro que no se iría hasta que consiguiera enredar a Nick en una pelea.
Lo único que esperaba era que su general tuviera más sentido común y no cayera en la trampa.
— ¿Necesitan algo? —preguntó, sin mirar a Robert ni a sus amigos.
Robert se rió y palmeó a uno de los suyos en el pecho.
— ¿Qué acento es ése? Tiene voz de pito. Pensaba que el niño bonito iba detrás de mi chica, pero por su pinta y por su voz, creo que iba detrás de uno de ustedes.
Nick se giró y miró furioso a Robert. A cualquier otra persona con más entendederas, esa mirada la habría hecho retirarse.
Robert, por supuesto, carecía de entendederas. No había tenido nunca ni una pizca de sentido común.
— ¿Qué pasa contigo, niño bonito? —se burló Robert—. ¿Te he ofendido? —Miró a sus amigos y meneó la cabeza—. Lo que pensaba; es un ******* cobarde con voz de pito.
Nick soltó una carcajada siniestra.
— Venga Nick —le increpó ______, cogiéndolo del brazo antes de que las cosas se pusieran peor—. Vámonos.
Robert la miró con aquella risita burlona y entonces la reconoció.
— Vaya, vaya, vaya. ________ Alexander. Hace mucho que no nos vemos. —Le dio una palmada en la espalda al tipo moreno que estaba a su lado—. Oye, Tom, ¿te acuerdas de ________, la de la facultad? Sus braguitas blancas me hicieron ganar nuestra apuesta.
Nick se quedó paralizado ante sus palabras.
_______ sentía que el viejo dolor volvía, pero se negó a demostrarlo. Jamás le daría ese gusto a Robert de nuevo.
— No me extraña que fuera detrás de Amber —siguió Robert—. Probablemente quería probar a una mujer que no estuviese todo el rato llorando mientras se la fo*lla.
Nick giró hacia Robert con tal rapidez que ________ apenas si fue capaz de percibir el movimiento. Robert se movió un poco pero Nick se agachó y le lanzó un puñetazo a las costillas que lo envió hasta la multitud, que se agolpaba unos metros detrás de ellos. Con una maldición, se arrojó a plena carrera hacia Nick. Él se ladeó un poco, le puso la zancadilla y lo empujó haciéndolo volar por los aires.
Robert aterrizó sobre la espalda.
Antes de que pudiera moverse, Nick colocó el pie sobre su garganta y le sonrió con tal frialdad que ________ comenzó a temblar de la cabeza a los pies.
Robert agarró el pie de Nick con las dos manos e intentó apartarlo. Comenzó a agitarse por el esfuerzo, pero Nick no se apartó.
— ¿Sabías…—le preguntó Nick con un tono de voz tan pragmático que era realmente atemorizante—…que sólo son necesarios poco más de dos kilos para aplastarte el esófago por completo?
Los ojos y los brazos de Robert comenzaron a hincharse cuando Nick ejerció más presión sobre su cuello.
— Tío, por favor —suplicó Robert mientras intentaba quitarse el pie de Nick de encima—. Por favor, no me hagas daño, ¿vale?
________ contuvo el aliento, aterrada, al ver que Nick lo pisaba aún con más fuerza.
Tom se acercó a ellos.
— Hazlo —le advirtió Nick— y te saco el corazón para que tu amigo se lo coma.
______ se quedó helada al ver la mirada de los ojos de Nick. Éste no era el hombre tierno que le hacía el amor por las noches. Éste era el rostro del general que una vez había mandado al infierno a los romanos más valientes.
No dudaba ni por un solo instante que Nick podía llevar a cabo la amenaza. Y por lo rápido que la sangre abandonó el rostro de Tom, _______ supo que el hombre también lo creyó.
— Por favor —volvió a implorar Robert, comenzando a llorar—. Por favor, no me hagas daño.
________ tragó saliva mientras esas palabras la asaltaban; las mismas que ella pronunció llorando en la cama de Robert.
Fue entonces cuando Nick la miró a los ojos. Ella vio la furia y el deseo de acabar con Robert. Por ella.
— Déjalo, Nick —le dijo en voz baja—. No merece la pena. A tu lado no vale nada.
Nick miró a Robert con los ojos entrecerrados.
— Los cobardes inútiles como tú son descuartizados como entrenamiento en donde vengo.
Cuando ________ pensaba que iba a matarlo, Nick apartó el pie.
— Levántate.
Frotándose el cuello, Robert se puso en pie lentamente.
La mirada gélida y letal de Nick hizo que Robert se encogiera.
— Le debes una disculpa a mi mujer.
Robert se limpió la nariz con el dorso de la mano.
— Lo siento.
— Dilo como si lo sintieras de verdad —lo amenazó Nick en voz baja.
— Lo siento, ________. De verdad. Lo siento muchísimo.
Antes de que ella pudiese responder, Nick pasó un brazo por sus brazos en un gesto posesivo y salieron a paso tranquilo del local.
Ninguno de ellos habló hasta que llegaron al coche. _______ notaba que algo iba muy mal con Nick. Estaba totalmente tenso, como la cuerda de un arco.
— Ojalá me hubieses dejado matarlo —le dijo Nick, mientras ella buscaba las llaves del coche en el bolsillo de los vaqueros.
— Nick…
— No tienes ni idea de lo que me cuesta dejarlo marchar. No soy el tipo de hombre que suele dejar de lado una situación como ésta —confesó mientras golpeaba con fuerza el techo del coche con la palma de la mano para después girarse rápidamente y lanzar un gruñido—. ¡Maldita sea, ___! hubo una época en la que me alimentaba de las entrañas de tipos como ése. Y he pasado de eso a…
Nick dudó un instante cuando dos mil años de recuerdos reprimidos afluyeron a su mente. Volvió a verse como el respetado líder que fue. El héroe de Macedonia. El hombre que una vez consiguió que legiones completas de romanos se rindieran ante la simple aparición de su estandarte.
Y después vio en lo que se había convertido. En una cáscara vacía. En una codiciada mascota, sometida a la voluntad de aquélla que lo invocara.
Durante dos mil años había vivido sin emociones y sin pronunciar más que un puñado de palabras.
Había encontrado el punto exacto que le permitía sobrevivir. Y se había dejado arrastrar.
Hasta que ___ llegó y descubrió su faceta humana…
Ella observó la miríada de emociones que cruzaron por el rostro de Nick. Ira, confusión, horror y, finalmente, una terrible agonía. Se acercó hasta el otro lado del coche, donde él estaba, pero no dejó que lo tocara.
— ¿Es que no lo ves? —le preguntó con un tono brusco a causa de las intensas emociones—. Ya no sé quién soy. En Macedonia sabía quién era; después me convertí en esto —dijo, mientras alzaba el brazo para que ___ pudiera ver las palabras que Príapo grabó a fuego—. Y tú lo has cambiado todo —acabó, mirándola fijamente.
La angustia que reflejaban sus ojos desgarraba a ___.
— ¿Por qué has tenido que cambiarme, ___? ¿Por qué no me dejaste como estaba? Había aprendido, a fuerza de voluntad, a no sentir nada. Simplemente venía a este mundo, hacía lo que me ordenaban y me marchaba. No deseaba nada. Y ahora… —miró a su alrededor, como un hombre inmerso en una pesadilla de la que no puede escapar.
Ella alargó el brazo.
— Nick…
Negando con la cabeza, él se alejó de su mano.
— ¡No! —exclamó, mesándose el cabello—. No sé a dónde pertenezco. No lo entiendes.
— Entonces, explícamelo —le suplicó ___.
— ¿Cómo voy a explicarte lo que es caminar entre dos mundos y ser despreciado por ambos? No soy humano, ni tampoco un dios; soy un híbrido abominable. No tienes idea de cómo crecí: mi madre me entregó a mi padre, que me entregó a su esposa, que me entregaba a cualquiera que estuviese cerca para alejarme de su vista. Y durante los últimos veinte siglos no he sido más que una moneda de cambio, algo que se podía comprar y vender. He pasado toda mi vida buscando un lugar al que poder llamar hogar. Buscando a alguien que me quisiera por lo que soy, no por mi rostro ni por mi cuerpo. —El tormento que reflejaban sus ojos hería a ___ como una quemadura.
— Yo te quiero, Nick.
— No, no es cierto. ¿Cómo ibas a quererme?
Ella se quedó boquiabierta ante su pregunta.
— Mejor di que cómo no iba a hacerlo. Dios mío, jamás en mi vida he deseado estar junto a alguien como ahora deseo estar contigo.
— Es lujuria, nada más.
Eso sí consiguió enfadarla. ¡Cómo se atrevía a despreciar sus sentimientos como si fuesen algo trivial! Lo que sentía hacia él era mucho más profundo que la mera lujuria, era algo que le llegaba hasta el alma.
— No me digas lo que siento o lo que no. No soy una niña.
Nick meneó la cabeza, incapaz de creer sus palabras. Se trataba de la maldición. Tenía que ser eso. Nadie podía amarlo. Nadie lo había hecho nunca, desde el día en que nació.
Pero que ___ lo amara…
Sería un milagro. Sería…
La gloria. Y él no había nacido para saborearla.
«Sufrirás como ningún otro hombre lo ha hecho.»
Sólo se trataba de otra estratagema de los dioses. Otro cruel engaño concebido para castigarlo.
Y ya estaba cansado. Exhausto y agotado por la lucha. Sólo quería escapar al sufrimiento. Buscaba un puerto donde refugiarse de aquellos aterradores sentimientos que lo asaltaban cada vez que la miraba.
___ apretó los dientes al ver la negativa en los ojos de Nick. Pero, ¿quién podía culparlo?
Lo habían herido en incontables ocasiones. Pero de algún modo, de alguna forma, lograría probarle lo mucho que significaba para ella.
Tenía que hacerlo. Porque perderlo significaría la muerte para ella.
Los días siguientes fueron los mejores de la vida de ______. Una vez se acostumbró a la regla que Nick
impuso, que prohibía los besos y las caricias íntimas e incitantes, desarrollaron una relación agradable que
fue casi una sorpresa para ella.
Pasaba los días en el trabajo, almorzaba a menudo con Nick y Yari, y dedicaba las noches a tumbarse entre sus maravillosos brazos.
Sin embargo, con cada día que pasaba, saber que iba a abandonarla a final del mes la dejaba destrozada.
¿Cómo iba a soportarlo?
Aunque la idea no abandonaba nunca su mente, se negó a pensar en eso constantemente. Viviría el
momento y se preocuparía del mañana cuando llegara.
El sábado por la noche quedaron con Yari y Joe en Tip’s, en el Barrio Francés. Aunque con bastante más
afluencia de turistas que el original Tippitinas’s, era la noche de Zydeco() y ella quería que Nick escuchara la
música que Nueva Orleáns había hecho famosa.
— ¡Eh! —Les dijo Yar mientras se aproximaban a la mesa, en el fondo del local—. Empezaba a preguntarme si
iban a dejarnos plantados.
______ se sintió enrojecer al recordar el motivo de su retraso. Algún día de estos aprendería a cerrar la
puerta del baño mientras se duchaba…
— Hola Nick, ______ —les saludó Joe.
______ sonrió al ver la escayola del brazo de Joe que Yari había decorado con pintura fluorescente.
Nick inclinó la cabeza a modo de saludo mientras retiraba una silla para que _______ se sentara y, después,
hizo lo propio a su lado. En cuanto apareció el camarero pidieron cervezas y nachos, y Yari comenzó a
seguir el ritmo de la música golpeando la mesa con la mano.
— Vamos, Yari —dijo Joe, malhumorado—. Será mejor que bailemos antes de que tenga que matarte por ese
ruidito insoportable.
Con una ligera punzada de envidia, _______ observó cómo se alejaban.
— ¿Te gustaría bailar? —le preguntó Nick.
A ella le encantaba bailar, pero no quería que Nick pasara un mal rato. En su mente no había dudas de que
él no sabía bailar música moderna. Pero, aún así, fue una invitación muy tierna por su parte.
— No, no pasa nada.
Pero él no la escuchó. Se puso en pie y le tendió la mano.
— Sí, claro que vas a bailar.
Tan pronto como llegaron a la pista de baile, ______ comprendió que aquel hombre bailaba tan bien como
besaba.
Nick conocía cada paso y daba la sensación de que había nacido bailando. De hecho, sus movimientos eran
elegantes sin perder el toque masculino y fascinante. ______ nunca había visto a nadie bailar así. Y por las
envidiosas miradas femeninas que sentía clavadas en ella, podía imaginarse que todas aquellas mujeres
tampoco habían presenciado antes nada semejante.
Cuando el grupo terminó de tocar se sentía excitada y estaba sin aliento.
— ¿Cómo…?
— Fue el regalo de Terpsícore —le contestó Nick mientras le pasaba el brazo por los hombros y la mantenía
fuertemente pegada a su cuerpo.
— ¿De quién?
— De la musa de la danza.
______ sonrió.
— Recuérdame que le envíe una nota de agradecimiento.
Al comenzar la siguiente canción, Nick miró fijamente a su izquierda y frunció el ceño.
— ¿Pasa algo? —preguntó ella, mientras seguía la dirección de su mirada.
Él meneó la cabeza y se frotó los ojos.
— Debo estar viendo visiones.
— ¿Qué has visto?
Nick volvió a mirar entre la multitud, buscando al hombre rubio y alto que acababa de ver por el rabillo del
ojo. Aunque apenas había captado su imagen, juraría que se trataba de Zachary de Tracia.
Con algo más de uno noventa de estatura, a Zac siempre le había resultado difícil perderse entre la multitud
y, además, su modo de andar era bastante distintivo, ya que tenía un aura letal.
Pero pensar que Zac estuviese en esa época era algo imposible. Debía ser la locura que volvía a hacer mella en él; ahora comenzaba a ver visiones.
— Nada —contestó.
Apartó el tema de su mente y la miró con una sonrisa. La siguiente canción era lenta y la atrajo hacia sus brazos, manteniéndola muy cerca de su cuerpo, al tiempo que se movían suavemente al ritmo de la música. ______ le rodeó el cuello y apoyó la cabeza en su pecho; podía inhalar el cálido aroma a sándalo que desprendía Nick. No sabía cómo, pero aquel olor conseguía que perdiera la cabeza por completo y que la boca se le hiciera agua.
Con la mejilla apoyada sobre la cabeza de _____, Nick comenzó a acariciarle el pelo mientras ella escuchaba los latidos de su corazón. ______ podría quedarse así para siempre.
Pero la pieza terminó demasiado pronto. Y después de dos canciones rápidas, ______ tuvo que regresar a su asiento. Simplemente, no tenía el aguante de Nick.
Al encaminarse hacia la mesa, se dio cuenta de que Nick ni siquiera tenía la respiración alterada; pero eso sí, su frente estaba cubierta de sudor.
Él le apartó la silla. Se sentó muy cerca de ella y cogió su jarra de cerveza para tomar un gran trago.
— ¡Nick! —dijo Yari con una carcajada—. No tenía ni idea de que podías moverte así.
Joe puso los ojos en blanco.
— ¿Pensamientos lujuriosos de nuevo, Yari?
Yari le dio un puñetazo a su marido en el estómago.
— Sabes que no es eso. Tú eres el único juguete con el que me apetece jugar.
Joe miró a Nick con escepticismo.
— Sí, claro.
______ vio cómo el rostro de Nick se ensombrecía.
— ¿Estás bien? —le preguntó.
Él le contestó con su sonrisa plagada de hoyuelos y a ella se le olvidó la pregunta.
Permanecieron sentados en silencio escuchando al grupo, mientras Nick y ________ se ofrecían nachos el uno al otro.
Cuando ______ apartó la mano de los labios de él, Nick la capturó y se la llevó de nuevo a la boca para chupar un poco de queso que se le había quedado pegado en la yema de un dedo. Pasó la lengua sobre su piel y ______ sintió que el cuerpo le estallaba en llamas.
No pudo más que reírse al notar cómo el deseo la consumía. Cómo deseaba haberse quedado en casa. ¡Le encantaría quitarle la ropa a Nick y lamer queso fundido sobre su cuerpo toda la noche!
Definitivamente, iba a añadir Cheez Whiz a la lista de la compra.
Con los ojos brillantes, Nick llevó la mano de ______ hasta su regazo y comenzó a mordisquearle el cuello antes de apartarse y tomar otro trago de cerveza.
— Yarelys —le dijo Joe llamando la atención de su esposa, que estaba mirando a _______ y Nick. Le ofreció una servilleta—. Seguro que quieres limpiarte la baba que te gotea por la barbilla.
Yari puso los ojos en blanco.
— __________, necesito ir al baño. Vamos.
Nick se echó hacia atrás para dejarla pasar. Observó cómo _________ se perdía entre la multitud y, casi al instante, las mujeres comenzaron a acercársele.
El estómago se le contrajo. ¿Por qué siempre tenían que revolotear a su alrededor? En ese momento, deseó que por una vez en su vida pudiera sentarse tranquilo sin tener que mantener a raya a un puñado de mujeres, de las cuales ni siquiera conocía sus nombres, antes de que empezaran a sobarlo.
— Hola nene —coqueteó una atractiva rubia, que fue la primera en llegar a su lado—. Me gusta cómo bailas. ¿Qué tal si…?
— No estoy solo —le contestó él, entrecerrando los ojos a modo de advertencia.
— ¿Con ella? —se rió la mujer mientras señalaba con un dedo hacia el lugar por donde ______ había desparecido—. Venga ya. Pensaba que habías perdido una apuesta o algo así.
— Yo pensé que lo hacía por pena —comentó otra mujer que se acercó junto a una morena.
Dos hombres surgieron en ese momento de entre la multitud.
— ¿Qué hacen aquí ustedes tres? —preguntaron los tipos a sus compañeras.
Las mujeres contemplaron contritas a Nick.
— Nada —ronroneó la rubia, mirándolo por última vez antes de darse la vuelta y marcharse.
Los hombres lo miraron furiosos.
Él alzó una ceja con un gesto burlón y tomó otro trago de cerveza con total normalidad. Los tipos debieron darse cuenta de que la idea de pelear con él era bastante estúpida, porque se reunieron con sus chicas y se marcharon.
Nick suspiró, disgustado. Daba igual la época en la que se encontrara, algunas cosas no cambiaban.
— Oye —le increpó Joe alzándose un poco por encima de la mesa—. Sé que últimamente has pasado mucho tiempo con mi mujer. Por tu bien, espero que no te estés metiendo en mi territorio. ¿Me has entendido?
Nick tomó una honda bocanada de aire. Joe no; él no.
— Por si no lo has notado, sólo estoy interesado en _______.
— Sí, claro —masculló Joe—. No intentes confundirme; _______ me cae muy bien, pero no soy *******. No puedo creer que seas el tipo de hombre que se conforma con una hamburguesa cuando tiene un montón de jugosos solomillos de ternera esperándolo.
— Sinceramente, me importa una ******* lo que creas.
___ vaciló cuando Yari y ella regresaron junto a Nick y Joe. La tensión de Nick era palpable. Sostenía la cerveza con tanta fuerza que se sorprendía de que la botella no hubiera estallado, hecha añicos.
— Joe —le dijo Yari mientras le pasaba los brazos alrededor del cuello—. ¿Te importaría mucho si bailo con Nick?
— Joder, claro que me importa.
De inmediato, Nick se disculpó y se acercó a la barra.
_______ lo siguió con rapidez.
Pidió otra cerveza justo cuando ella llegó a su lado.
— ¿Estás bien? —le preguntó.
— Estupendamente.
Pero no lo parecía. Definitivamente, no parecía estar bien.
— ¿Sabes una cosa? Sé cuando no estás siendo sincero conmigo. Y ahora confiesa, Nick. ¿Qué pasa?
— Deberíamos marcharnos.
— ¿Por qué?
Nick lanzó una rápida mirada a Yari y Joe.
— Creo que sería lo más sensato.
— ¿Por qué?
Nick gruñó.
Antes de que pudiera contestarle, tres hombres aparecieron tras él y, por sus expresiones, _______ intuyó que no estaban muy contentos.
Peor aún, parecía que Nick era la fuente de todos sus problemas.
El más grande era un monstruoso culturista, siete centímetros más bajo que Nick, pero bastante más musculoso y voluminoso. Hizo una especie de mohín al mirar la espalda de Nick de arriba abajo. Y, en ese instante, ______ lo reconoció.
Robert.
El más grande era un monstruoso culturista, siete centímetros más bajo que Nick, pero bastante más musculoso y voluminoso. Hizo una especie de mohín al mirar la espalda de Nick de arriba abajo. Y, en ese instante, ______ lo reconoció.
Robert.
El corazón empezó a latirle con rapidez. Físicamente, había cambiado muchísimo con los años. Tenía la cara más redonda, con arrugas prematuras alrededor de los ojos, y había perdido mucho pelo. Pero aún conservaba la misma sonrisa burlona.
— Éste era el que estaba con Amber —le dijo uno de sus acólitos.
Una calma mortal rodeó a Nick, haciendo que ______ se estremeciera de miedo. Ella no sabía de lo que era capaz y, por lo que estaba viendo, Robert no había cambiado por dentro tanto como por fuera. Un niñato de anuncio, rodeado de seguidores, que siempre se movía con su séquito. Todo lo que hacía tenía que ser notorio para dejar claro su poder. Con ese ego de chulo de playa, estaba claro que no se iría hasta que consiguiera enredar a Nick en una pelea.
Lo único que esperaba era que su general tuviera más sentido común y no cayera en la trampa.
— ¿Necesitan algo? —preguntó, sin mirar a Robert ni a sus amigos.
Robert se rió y palmeó a uno de los suyos en el pecho.
— ¿Qué acento es ése? Tiene voz de pito. Pensaba que el niño bonito iba detrás de mi chica, pero por su pinta y por su voz, creo que iba detrás de uno de ustedes.
Nick se giró y miró furioso a Robert. A cualquier otra persona con más entendederas, esa mirada la habría hecho retirarse.
Robert, por supuesto, carecía de entendederas. No había tenido nunca ni una pizca de sentido común.
— ¿Qué pasa contigo, niño bonito? —se burló Robert—. ¿Te he ofendido? —Miró a sus amigos y meneó la cabeza—. Lo que pensaba; es un ******* cobarde con voz de pito.
Nick soltó una carcajada siniestra.
— Venga Nick —le increpó ______, cogiéndolo del brazo antes de que las cosas se pusieran peor—. Vámonos.
Robert la miró con aquella risita burlona y entonces la reconoció.
— Vaya, vaya, vaya. ________ Alexander. Hace mucho que no nos vemos. —Le dio una palmada en la espalda al tipo moreno que estaba a su lado—. Oye, Tom, ¿te acuerdas de ________, la de la facultad? Sus braguitas blancas me hicieron ganar nuestra apuesta.
Nick se quedó paralizado ante sus palabras.
_______ sentía que el viejo dolor volvía, pero se negó a demostrarlo. Jamás le daría ese gusto a Robert de nuevo.
— No me extraña que fuera detrás de Amber —siguió Robert—. Probablemente quería probar a una mujer que no estuviese todo el rato llorando mientras se la fo*lla.
Nick giró hacia Robert con tal rapidez que ________ apenas si fue capaz de percibir el movimiento. Robert se movió un poco pero Nick se agachó y le lanzó un puñetazo a las costillas que lo envió hasta la multitud, que se agolpaba unos metros detrás de ellos. Con una maldición, se arrojó a plena carrera hacia Nick. Él se ladeó un poco, le puso la zancadilla y lo empujó haciéndolo volar por los aires.
Robert aterrizó sobre la espalda.
Antes de que pudiera moverse, Nick colocó el pie sobre su garganta y le sonrió con tal frialdad que ________ comenzó a temblar de la cabeza a los pies.
Robert agarró el pie de Nick con las dos manos e intentó apartarlo. Comenzó a agitarse por el esfuerzo, pero Nick no se apartó.
— ¿Sabías…—le preguntó Nick con un tono de voz tan pragmático que era realmente atemorizante—…que sólo son necesarios poco más de dos kilos para aplastarte el esófago por completo?
Los ojos y los brazos de Robert comenzaron a hincharse cuando Nick ejerció más presión sobre su cuello.
— Tío, por favor —suplicó Robert mientras intentaba quitarse el pie de Nick de encima—. Por favor, no me hagas daño, ¿vale?
________ contuvo el aliento, aterrada, al ver que Nick lo pisaba aún con más fuerza.
Tom se acercó a ellos.
— Hazlo —le advirtió Nick— y te saco el corazón para que tu amigo se lo coma.
______ se quedó helada al ver la mirada de los ojos de Nick. Éste no era el hombre tierno que le hacía el amor por las noches. Éste era el rostro del general que una vez había mandado al infierno a los romanos más valientes.
No dudaba ni por un solo instante que Nick podía llevar a cabo la amenaza. Y por lo rápido que la sangre abandonó el rostro de Tom, _______ supo que el hombre también lo creyó.
— Por favor —volvió a implorar Robert, comenzando a llorar—. Por favor, no me hagas daño.
________ tragó saliva mientras esas palabras la asaltaban; las mismas que ella pronunció llorando en la cama de Robert.
Fue entonces cuando Nick la miró a los ojos. Ella vio la furia y el deseo de acabar con Robert. Por ella.
— Déjalo, Nick —le dijo en voz baja—. No merece la pena. A tu lado no vale nada.
Nick miró a Robert con los ojos entrecerrados.
— Los cobardes inútiles como tú son descuartizados como entrenamiento en donde vengo.
Cuando ________ pensaba que iba a matarlo, Nick apartó el pie.
— Levántate.
Frotándose el cuello, Robert se puso en pie lentamente.
La mirada gélida y letal de Nick hizo que Robert se encogiera.
— Le debes una disculpa a mi mujer.
Robert se limpió la nariz con el dorso de la mano.
— Lo siento.
— Dilo como si lo sintieras de verdad —lo amenazó Nick en voz baja.
— Lo siento, ________. De verdad. Lo siento muchísimo.
Antes de que ella pudiese responder, Nick pasó un brazo por sus brazos en un gesto posesivo y salieron a paso tranquilo del local.
Ninguno de ellos habló hasta que llegaron al coche. _______ notaba que algo iba muy mal con Nick. Estaba totalmente tenso, como la cuerda de un arco.
— Ojalá me hubieses dejado matarlo —le dijo Nick, mientras ella buscaba las llaves del coche en el bolsillo de los vaqueros.
— Nick…
— No tienes ni idea de lo que me cuesta dejarlo marchar. No soy el tipo de hombre que suele dejar de lado una situación como ésta —confesó mientras golpeaba con fuerza el techo del coche con la palma de la mano para después girarse rápidamente y lanzar un gruñido—. ¡Maldita sea, ___! hubo una época en la que me alimentaba de las entrañas de tipos como ése. Y he pasado de eso a…
Nick dudó un instante cuando dos mil años de recuerdos reprimidos afluyeron a su mente. Volvió a verse como el respetado líder que fue. El héroe de Macedonia. El hombre que una vez consiguió que legiones completas de romanos se rindieran ante la simple aparición de su estandarte.
Y después vio en lo que se había convertido. En una cáscara vacía. En una codiciada mascota, sometida a la voluntad de aquélla que lo invocara.
Durante dos mil años había vivido sin emociones y sin pronunciar más que un puñado de palabras.
Había encontrado el punto exacto que le permitía sobrevivir. Y se había dejado arrastrar.
Hasta que ___ llegó y descubrió su faceta humana…
Ella observó la miríada de emociones que cruzaron por el rostro de Nick. Ira, confusión, horror y, finalmente, una terrible agonía. Se acercó hasta el otro lado del coche, donde él estaba, pero no dejó que lo tocara.
— ¿Es que no lo ves? —le preguntó con un tono brusco a causa de las intensas emociones—. Ya no sé quién soy. En Macedonia sabía quién era; después me convertí en esto —dijo, mientras alzaba el brazo para que ___ pudiera ver las palabras que Príapo grabó a fuego—. Y tú lo has cambiado todo —acabó, mirándola fijamente.
La angustia que reflejaban sus ojos desgarraba a ___.
— ¿Por qué has tenido que cambiarme, ___? ¿Por qué no me dejaste como estaba? Había aprendido, a fuerza de voluntad, a no sentir nada. Simplemente venía a este mundo, hacía lo que me ordenaban y me marchaba. No deseaba nada. Y ahora… —miró a su alrededor, como un hombre inmerso en una pesadilla de la que no puede escapar.
Ella alargó el brazo.
— Nick…
Negando con la cabeza, él se alejó de su mano.
— ¡No! —exclamó, mesándose el cabello—. No sé a dónde pertenezco. No lo entiendes.
— Entonces, explícamelo —le suplicó ___.
— ¿Cómo voy a explicarte lo que es caminar entre dos mundos y ser despreciado por ambos? No soy humano, ni tampoco un dios; soy un híbrido abominable. No tienes idea de cómo crecí: mi madre me entregó a mi padre, que me entregó a su esposa, que me entregaba a cualquiera que estuviese cerca para alejarme de su vista. Y durante los últimos veinte siglos no he sido más que una moneda de cambio, algo que se podía comprar y vender. He pasado toda mi vida buscando un lugar al que poder llamar hogar. Buscando a alguien que me quisiera por lo que soy, no por mi rostro ni por mi cuerpo. —El tormento que reflejaban sus ojos hería a ___ como una quemadura.
— Yo te quiero, Nick.
— No, no es cierto. ¿Cómo ibas a quererme?
Ella se quedó boquiabierta ante su pregunta.
— Mejor di que cómo no iba a hacerlo. Dios mío, jamás en mi vida he deseado estar junto a alguien como ahora deseo estar contigo.
— Es lujuria, nada más.
Eso sí consiguió enfadarla. ¡Cómo se atrevía a despreciar sus sentimientos como si fuesen algo trivial! Lo que sentía hacia él era mucho más profundo que la mera lujuria, era algo que le llegaba hasta el alma.
— No me digas lo que siento o lo que no. No soy una niña.
Nick meneó la cabeza, incapaz de creer sus palabras. Se trataba de la maldición. Tenía que ser eso. Nadie podía amarlo. Nadie lo había hecho nunca, desde el día en que nació.
Pero que ___ lo amara…
Sería un milagro. Sería…
La gloria. Y él no había nacido para saborearla.
«Sufrirás como ningún otro hombre lo ha hecho.»
Sólo se trataba de otra estratagema de los dioses. Otro cruel engaño concebido para castigarlo.
Y ya estaba cansado. Exhausto y agotado por la lucha. Sólo quería escapar al sufrimiento. Buscaba un puerto donde refugiarse de aquellos aterradores sentimientos que lo asaltaban cada vez que la miraba.
___ apretó los dientes al ver la negativa en los ojos de Nick. Pero, ¿quién podía culparlo?
Lo habían herido en incontables ocasiones. Pero de algún modo, de alguna forma, lograría probarle lo mucho que significaba para ella.
Tenía que hacerlo. Porque perderlo significaría la muerte para ella.
Belieber&Smiler♥
Re: "Un amante de ensueño" (Nick y tu)
Capítulo 15
Nick mantuvo la distancia entre ellos lo que quedaba del fin de semana. Por mucho que ___ intentaba derribar la barrera que lo rodeaba, él la apartaba sin dudarlo.
Ni siquiera quería que le leyera.
Totalmente descorazonada, se fue al trabajo el lunes por la mañana, pero ni siquiera debería haberse molestado en acudir a la consulta. No podía concentrarse en otra cosa que no fuesen sus ojos marrones, cargados de confusión.
— ¿___ Alexander?
___ alzó la mirada del escritorio y vio a una mujer rubia, increíblemente hermosa, de poco más de veinte años que estaba parada en el hueco de la puerta. Parecía que acababa de salir de un desfile de modas en Europa, con aquel traje de seda roja de Armani y las medias y los zapatos a juego.
— Lo siento —le dijo ___—. Mi hora de visitas ha acabado. Si quiere volver mañana…
— ¿Tengo aspecto de necesitar a una sexóloga?
A primera vista, no. Pero claro, ___ había aprendido hacía ya mucho tiempo a no hacer juicios apresurados sobre los problemas de la gente.
Sin que la invitara, la mujer entró tranquilamente a su consulta con un andar presuntuoso y elegante que le resultaba extrañamente familiar. Caminó hacia la pared donde estaban colgados los títulos y certificados de ___.
— Impresionante —le dijo. Pero su tono expresaba todo lo contrario.
Se volvió para observar concienzudamente a ___ y, por la mueca burlona en su rostro, ésta supo que la mujer la encontraba seriamente deficiente.
— No eres lo bastante hermosa para él, ¿sabes? demasiado baja y demasiado rechoncha. ¿Y dónde has encontrado ese vestido?
Completamente ofendida, ___ adoptó una postura rígida.
— ¿Cómo dice?
La mujer ignoró su pregunta.
— Dime, ¿no te molesta estar cerca de un hombre como Nick, sabiendo que si tuviese oportunidad, jamás querría estar contigo? Tiene un cuerpo tan bien formado, es tan elegante… Tan fuerte y cruel… Sé que nunca antes has tenido detrás de ti a un hombre como él, y jamás volverás a tenerlo.
Atónita, ___ no era capaz de hablar.
Y tampoco tuvo que hacerlo; la mujer siguió sin detenerse.
— Su padre era como él. Imagínate a Nick con el pelo oscuro, un poco más bajo y de apariencia más vulgar, no tan refinado. Pero aún así, ese hombre tenía unas manos que… Mmm… —Sonrió pensativamente, con la mirada perdida—. Por supuesto Diocles tenía todo el cuerpo marcado por horribles cicatrices de las batallas; tenía una espantosa que le atravesaba la mejilla izquierda. —Entrecerró los ojos con ira—. Jamás olvidaré el día que intentó marcar a Nick con una daga, para hacerle esa misma cicatriz. En ese momento hubiera deseado que viviese lo suficiente para arrepentirse de esa infracción, pero me aseguré de que no lo hiciera. Nick es físicamente perfecto, y jamás permitiré que nadie estropee la belleza que yo le di. —La fría y calculadora mirada que Afrodita dedicó a ___ hizo que ésta se estremeciera.
» No compartiré a mi hijo contigo.
La posesividad de las palabras de la diosa despertó la ira de ___. ¿Cómo se atrevía a aparecer ahora y a decir tal cosa?
— Si Nick significa tanto para ti, ¿por qué lo abandonaste?
Afrodita la miró, furiosa.
— ¿Crees que me dejaron otra opción? Zeus se negó a darle la ambrosía; ningún mortal puede vivir en el Olimpo. Antes de que pudiera siquiera protestar, Hermes me lo quitó de los brazos y lo entregó a su padre.
___ vio el horror en el rostro de Afrodita al recordar aquel momento.
— Mi dolor por su pérdida iba más allá de los límites humanos. Inconsolable, me encerré para alejarme de todo. Cuando fui capaz de enfrentarme a todos ellos de nuevo, habían pasado catorce años en la tierra. Apenas si reconocí al bebé que yo había amamantado. Y él me odiaba. —Sus ojos brillaron como si estuviese luchando por contener las lágrimas.
» No tienes idea de lo que es ser madre, y que ese hijo que has llevado en tu vientre maldiga hasta tu propio nombre.
___ comprendía su dolor, pero era a Nick a quien amaba; y su sufrimiento era lo que más le preocupaba.
— ¿Alguna vez intentaste decirle cómo te sentías?
— Por supuesto que lo hice —espetó la diosa—. Le envié a Eros con mis regalos. Me los devolvió, con un mensaje que un hijo no debería decirle a su madre jamás.
— Estaba herido.
— Y yo también —gritó Afrodita. Todo su cuerpo temblaba de furia.
Desconfiada y bastante asustada por lo que una diosa enfadada pudiera hacer con ella, ___ observó cómo Afrodita cerraba los ojos y respiraba hondo para calmarse.
Cuando volvió a hablar, lo hizo con voz dura y el cuerpo tenso.
— Aún así, envié de nuevo a Eros con más regalos para Nick. Los rechazó todos. Me vi a obligada a presenciar cómo juraba lealtad y servicio a Atenea en venganza. —Masculló el nombre de la diosa como si la despreciara.
» Fue en su nombre que conquistó ciudades con los dones que yo le otorgué cuando nació: la fuerza de Ares, la templanza de Apolo y las bendiciones de las Musas y las Gracias. Incluso lo sumergí en el río Estigio para asegurarme de que ningún arma humana pudiera matarlo o dejarlo marcado y, a diferencia de lo que hizo Tetis con Aquiles, sumergí también sus tobillos para que no tuviese ni un solo punto vulnerable. —Meneó la cabeza como si aún no pudiese creer lo que Nick hizo.
» Hice todo lo que estuvo en mis manos por ese chico, y él no me demostró la más mínima gratitud. Ni el respeto que merecía. Finalmente, dejé de intentarlo. Puesto que rechazaba mi amor, me aseguré de que nadie lo amara jamás.
El corazón de ___ se detuvo al escuchar el egoísmo de la diosa.
— ¿Que hiciste qué?
Afrodita alzó la barbilla, altanera, como una reina orgullosa de sus frías y sangrientas hazañas.
— Le maldije del mismo modo que él lo hizo conmigo. Me aseguré de que ninguna mujer humana pudiese mirarlo sin desear su cuerpo, y de que todo hombre que estuviese a su alrededor lo envidiara profundamente.
___ no podía creer lo que estaba oyendo. ¿Cómo podía una madre ser tan cruel?
Y tan pronto como ese pensamiento se alejó de su mente, la asaltó otro aún más horrible:
— Tú fuiste la culpable de que Selena muriera, ¿verdad?
— No, eso fue obra de Nick. Por supuesto que yo estaba enfurecida cuando Eros me contó lo que había hecho por su hermano, y también porque Nick había acudido a él y no a mí.
» Puesto que no podía deshacer lo que la flecha de Eros había conseguido, decidí mermar sus efectos. Lo que Nick tuvo con Selena fue algo insípido, y él lo sabe. —Afrodita se acercó hasta la ventana y contempló la ciudad.
» Si Nick hubiese acudido a mí alguna vez, habría dejado que Selena lo amara. Pero no lo hizo. Lo observé acercarse a ella, noche tras noche, tomándola una y otra vez, y percibí su malestar, su angustia porque sabía que su esposa no lo amaba. Y todavía seguía rechazándome y maldiciéndome.
» Fueron las lágrimas que derramé por él a lo largo de los años lo que puso a Príapo en su contra. Siempre ha sido el más leal de mis hijos. Debí detenerlo tan pronto como supe que quería la sangre de Nick, pero no lo hice. Ansiaba que la ira de Príapo consiguiera que Nick me buscara e implorara mi ayuda. —Apretó los dientes.
» Pero no lo hizo.
___ comprendía su dolor, pero eso no cambiaba lo que le había hecho a su hijo.
— ¿Cómo es que Nick acabó siendo maldecido?
La diosa tragó saliva.
— Todo comenzó la noche que Atenea le contó a Príapo que no existía otro hombre más valiente y fuerte que Nick. Ella lo retó a enfrentar a su mejor general con Nick. Dos días más tarde, contemplé cómo Nick cabalgaba hacia la batalla y supe que no perdería. Cuando venció al ejército romano, Príapo se enfureció.
» Eros se fue de la lengua y le contó lo que había hecho. Al instante, Príapo fue en busca de David y Selena. Yo no sabía las repercusiones que iba a tener. —Se envolvió la cintura con los brazos.
» Nunca tuve intención de que los niños murieran. No te imaginas las veces que me pregunto al cabo del día por qué dejé que ocurriera aquello.
— ¿No hubo ningún modo de evitarlo?
Afrodita negó tristemente con la cabeza.
— Incluso mis poderes están limitados por las Parcas. Cuando Nick se dirigió a mi templo, tras verlos a todos muertos, contuve el aliento pensando que por fin acudía en busca de mi ayuda. Y entonces vio a esa puerca con la túnica de Príapo que se arrojó a sus brazos y le pidió que tomara su virginidad antes de que tuviese lugar la ceremonia en la que sería reclamada por mi otro hijo. Si Nick hubiese pensado con claridad, sé que la habría rechazado. —El rostro de la diosa se ensombreció por la furia.
» Si no hubiese sido por Alexandria, ese día mi hijo hubiese venido a mí. Sé que me habría pedido ayuda. Pero era demasiado tarde. Todo acabó en el mismo momento en que se derramó en ella.
— ¿Y aún así te negaste a ayudarlo?
— ¿Cómo podía elegir entre dos de mis hijos?
___ se horrorizó ante la pregunta.
— ¿Y no fue eso lo que hiciste cuando permitiste que encerraran a Nick en un pergamino?
Los ojos de Afrodita brillaron con tal malicia que ___ dio un paso atrás.
— Nick fue quien me rechazó. Todo lo que tenía que hacer era pedirme ayuda y yo se la habría dado.
___ no podía creer lo que estaba oyendo. Para ser una diosa, Afrodita era bastante egoísta y corta de entendederas.
— Toda esta tragedia porque ninguno de los dos ha querido rebajarse a suplicar al otro. No puedo creer que concedieras a Nick la fuerza de Ares y luego lo maldijeras por esa fuerza que tú misma le otorgaste. En lugar de esperarlo o de enviar a otros en tu nombre, ¿no se te ocurrió nunca ir en persona?
Afrodita la miró furiosa e indignada.
— Yo soy la Diosa del Amor, ¿cómo quieres que me arrastre? ¿Tienes la más ligera idea de lo embarazoso que es para mí que mi propio hijo me odie?
— ¿Embarazoso? Tienes al resto del mundo para amarte. Nick no tiene a nadie.
Afrodita se acercó a ella, furiosa.
— Aléjate de él. Te lo advierto.
— ¿Por qué? ¿Por qué me amenazas cuando no lo hiciste con Selena?
— Porque él no la amaba.
___ se quedó paralizada.
— ¿Estás diciéndome…?
La diosa se esfumó.
— ¡Venga ya! —gritó __ mirando al techo—. ¡No puedes esfumarte en mitad de una conversación!
— ¿___?
La voz de Beth hizo que diera un respingo. Girándose de inmediato, la vio asomándose por la puerta.
— ¿Con quién estás hablando? —le preguntó Beth.
___ hizo un gesto abarcando la consulta y después pensó que no sería muy inteligente decirle a su compañera la verdad.
— Conmigo misma.
Beth la miró sin acabar de creérselo.
— ¿Tienes la costumbre de gritarte a ti misma?
— A veces.
Beth alzó una de sus oscuras cejas.
— Me parece que necesitas una sesión —comentó mientras se alejaba.
Haciendo caso omiso de su compañera, ___ no perdió tiempo en recoger sus cosas. Estaba deseando llegar a casa para ver a Nick.
Tan pronto como abrió la puerta supo que algo iba mal. Nick no salió a recibirla.
— ¿Nick? —lo llamó.
— Arriba.
___ dejó las llaves y el correo sobre la mesa, y subió los escalones de dos en dos.
— No vas a creerte quién pasó hoy por la… —su voz se desvaneció al llegar a la puerta de su dormitorio y ver a Nick con una mano encadenada a los barrotes de la cama, tendido en el centro del colchón, sin camisa y con la frente cubierta de sudor.
— ¿Qué estás haciendo? —le preguntó muerta de miedo.
— No puedo luchar más, ___ —le contestó respirando entrecortadamente.
— Tienes que intentarlo.
Él meneó la cabeza.
— Necesito que me encadenes la otra mano. No llego.
— Nick…
Él la interrumpió con una amarga y brusca carcajada.
— ¿No es irónico? Tengo que pedirte que me encadenes cuando todas las demás lo hacían libremente a las pocas horas de presentarme ante ellas. —La miró directamente a los ojos—. Hazlo, ___. No podría seguir viviendo si te hiciese daño.
Con el corazón en un puño, ella cruzó la habitación hasta llegar junto a la cama.
Cuando estuvo bastante cerca, Nick alargó el brazo y acarició su mejilla. La acercó hasta él y la besó, tan profundamente que __ pensó que iba a desmayarse.
Fue un beso feroz y exigente. Un beso que hablaba de deseo. Y de promesas.
Nick mordisqueó sus labios y la alejó.
— Hazlo.
___ pasó el grillete de plata por los barrotes del cabecero.
El alivio de Nick fue evidente. Hasta ese momento, ___ no se había dado cuenta de lo tenso que había estado durante la semana anterior. Apoyó la cabeza en la almohada y, con dificultad, respiró hondo.
___ se acercó y le pasó una mano por la frente.
— ¡Dios santo! —jadeó. Estaba tan caliente que casi le hizo una quemadura—. ¿Qué puedo hacer?
— Nada, pero gracias por preguntar.
___ fue hacia el vestidor en busca de su ropa. Cuando empezó a desabrocharse la blusa, Nick la detuvo.
— Por favor, no lo hagas delante de mí. Si veo tus pechos… —Echó la cabeza hacia atrás como si alguien le hubiese aplicado un hierro candente.
___ fue consciente en ese momento de lo acostumbrada que estaba a su presencia; no había pensado en desnudarse en otro lado.
— Lo siento —se disculpó.
Se cambió en el cuarto de baño y mojó unas toallas para colocárselas en la frente.
Volvió a la habitación para refrescarlo.
Le acarició el pelo, empapado de sudor.
— Estás ardiendo.
— Lo sé. Me siento como si estuviese en un lecho de brasas.
Siseó cuando ___ le acercó la toalla fría.
— No me has contado qué tal te ha ido el día —le dijo sin aliento.
__ jadeó al sentir que el amor y la felicidad la invadían. Todos los días Nick le hacía esa pregunta. Todos los días contaba las horas para regresar a casa junto a él.
No sabía lo que iba a hacer cuando se marchara.
Obligándose a no pensar en eso, se concentró en cuidarlo.
— No hay mucho que contar —susurró. No quería agobiarlo con lo que su madre le había confesado. No mientras estuviese así. Ya lo habían herido bastante, y no sería ella la que aumentara su dolor—. ¿Tienes hambre? —le preguntó.
— No.
___ se sentó a su lado. Pasó toda la noche leyéndole y refrescándolo.
Nick no durmió. No pudo. Sólo era consciente de la piel de ___ cuando lo tocaba y de su dulce perfume floral. Invadía sus sentidos y hacía que la cabeza le diera vueltas. Todas las fibras de su cuerpo le exigían que la poseyera.
Con los dientes apretados, tiró de las cadenas de plata que apresaban sus muñecas y luchó contra la oscuridad que amenazaba con devorarlo. No quería rendirse.
No quería cerrar los ojos y desaprovechar el poco tiempo que le quedaba para estar junto a ___ mientras aún estuviese cuerdo. Si dejaba que la oscuridad lo consumiera no se despertaría hasta estar de vuelta en el libro. Solo.
— No puedo perderla —murmuró. La simple idea de perderla hacía pedazos lo poco que le quedaba de corazón.
El reloj de pared dio las tres. __ se había quedado dormida hacía muy poco rato. Tenía la cabeza y la mano apoyadas sobre su abdomen y su aliento le acariciaba el estómago.
Podía sentir su cabello rozándole la piel, la calidez de su cuerpo filtrándose por sus poros hasta llegarle al alma.
Lo que daría por poder tocarla…
Cerró los ojos, echó la cabeza hacia atrás y se permitió soñar por primera vez desde hacía siglos. Soñó con pasar noches enteras junto a ___.
Soñó que llegaba el día en que podía amarla como se merecía. Un día en que él sería libre para poder entregarse a ella. Soñó en tener un hogar junto a ___.
Y soñó con niños de alegres ojos grises, y dulces y traviesas sonrisas.
Aún estaba soñando cuando la luz del amanecer comenzó a filtrarse por las ventanas y el reloj dio las seis. ___ se despertó.
Frotó la mejilla sobre su pecho, acariciándolo de tal modo que para Nick supuso una tortura.
— Buenos días —lo saludó sonriente.
— Buenos días.
___ se mordió el labio al pasear la mirada sobre su cuerpo y arrugó la frente por la preocupación.
— ¿Estás seguro que tenemos que hacer esto? ¿No te puedo liberar un ratito?
— ¡No! —exclamó con énfasis.
___ cogió el teléfono y marcó el número de la consulta para hablar con Beth.
— No iré en un par de días, ¿puedes hacerte cargo de algunos de mis pacientes?
Nick frunció el ceño al escucharla.
— ¿Es que no vas a ir a trabajar? —le preguntó en cuanto colgó.
___ no podía creer que le hiciese esa pregunta.
— ¿Y dejarte aquí tal y como estás?
— Estaré bien.
Ella lo miró como si se hubiese vuelto completamente loco.
— ¿Y si pasara algo?
— ¿Cómo qué?
— Puede haber un incendio o alguien puede entrar y hacerte cualquier cosas mientras estás ahí indefenso.
Nick no discutió. Le entusiasmó el hecho de verla tan dispuesta a quedarse junto a él.
A media tarde, ___ fue testigo de que la maldición empeoraba. Cada centímetro del cuerpo de Nick estaba cubierto de sudor. Los músculos de los brazos estaban totalmente tensos y apenas hablaba; cuando lo hacía, apretaba los dientes.
Pero seguía mirándola con una sonrisa, y sus ojos eran cálidos y alentadores mientras sus músculos se contraían con continuos espasmos y soportaba el sufrimiento que amenazaba con devorarlo.
___ siguió refrescándolo, pero tan pronto como acercaba la toalla a su piel se calentaba tanto que apenas era capaz de tocarla después.
Para cuando llegó la medianoche Nick deliraba.
Observó impotente cómo se agitaba y maldecía como si un ser invisible estuviese arrancándole la piel a tiras. ___ nunca había visto algo así. Estaba forcejeando tanto que casi temía que echara abajo la cama.
— No puedo soportar esto —susurró. Bajó corriendo las escaleras y llamó a Yari.
Una hora después, ___ abrió la puerta a Yari y a su hermana Paola. Con el pelo negro y los ojos azules, Paola no se parecía en nada a Yari. Era una de las pocas sacerdotisas blancas de vudú; regentaba una tienda de artículos mágicos y hacía de guía turística por el cementerio los viernes por la noche.
— No saben cuánto les agradezco que hayan venido —les dijo ___ al cerrar la puerta, una vez pasaron al recibidor.
— No es nada —le contestó Yari.
Paola llevaba un timbal bajo el brazo e iba vestida con un sencillo vestido marrón.
— ¿Dónde está?
___ las llevó al piso superior.
Paola puso un pie en la habitación y se quedó paralizada al ver a Nick sobre la cama presa de continuas convulsiones y maldiciendo a todo el panteón griego.
El color abandonó su rostro.
— No puedo hacer nada por él.
— Pao —la increpó Yari—. Tienes que intentarlo.
Con los ojos abiertos como platos por el miedo, Paola meneó la cabeza.
— ¿Quieres un consejo? Sella esta habitación y déjalo hasta que regrese de donde vino. Hay algo tan maligno y poderoso observándolo que no me atrevo a hacerle frente. —Miró a Yari—. ¿No percibes el odio?
___ comenzó a temblar al escuchar a Paola, y su corazón empezó a latir cada vez más rápido.
— ¿Yari? —llamó a su amiga. Necesitaba desesperadamente que alguien aliviara el sufrimiento de Nick de algún modo. Tenía que haber algo que ellas pudiesen hacer.
— Sabes que no puedo ayudarlo —le dijo Yari—. Mis hechizos nunca funcionan.
*¡No!*, gritó su mente. No podían abandonarlo de aquel modo.
Miró a Nick mientras éste forcejeaba por liberarse de los grilletes.
— ¿Hay alguien a quien pueda acudir en busca de ayuda?
— No —contestó Paola—. De hecho, ni siquiera puedo permanecer aquí. No te ofendas, pero todo esto me pone los pelos de punta. —Lanzó una mirada categórica a su hermana—. Y tú sabes muy bien a qué tipo de atrocidades me enfrento diariamente.
— Lo siento, ______ —se disculpó Yari, acariciándole el brazo—. Investigaré y veré lo que puedo descubrir, ¿de acuerdo?
Con el corazón en un puño, _______ no tuvo más remedio que acompañarlas a la puerta.
Cuando la cerró, se dejo caer sobre ella con cansancio.
¿Qué iba a hacer?
No podía limitarse a aceptar que no había ayuda posible para Nick. Tenía que haber algo que pudiese aliviar su dolor. Algo en lo que ella aún no hubiese pensado.
Subió las escaleras y volvió junto a él.
— ¿______? —Nick la llamó con un gemido tan agónico que su corazón acabó de hacerse pedazos.
— Estoy a tu lado, cariño —le dijo, acariciándole la frente.
Él dejó escapar un gruñido salvaje, como el de un animal atrapado en un cepo, y se lanzó sobre ella.
Aterrorizada, ______ se alejó de la cama.
Se dirigió al vestidor, con las piernas temblorosas, y cogió el ejemplar de La Odisea.
Acercó la mecedora a la cama y comenzó a leer.
Pareció relajarlo. Al menos no se revolvía con tanta fuerza.
Con el paso de los días, la esperanza de ______ se marchitaba. Nick estaba en lo cierto al afirmar que no había modo alguno de romper la maldición si no lograba superar la locura.
No podía soportar verlo sufrir, horas tras hora, sin ningún momento de alivio. No era de extrañar que odiara a su madre. ¿Cómo podía Afrodita dejarlo pasar por esto sin mover un solo dedo para ayudarlo?
Y había sufrido de aquel modo durante siglos…
______ estaba totalmente fuera de sí.
— ¡Cómo pueden permitirlo! —gritó enfadada, mirando al techo.
— ¡Eros! —le llamó—. ¿Me oyes? ¿Atenea? ¿Hay alguien? ¿Cómo permiten que sufra así? Si lo aman un poco, por favor, ayudenlo.
Tal y como esperaba, nadie contestó.
Dejó descansar la cabeza sobre la mano e intentó pensar en algo que pudiera ayudarlo. Seguramente habría algo que…
Una luz cegadora atravesó la habitación.
Perpleja, alzó la vista y se encontró con Afrodita que acababa de materializarse junto a la cama. Si se hubiese encontrado con un burro en la cocina no se hubiese sorprendido tanto.
La diosa perdió el color del rostro al contemplar cómo su hijo se revolvía, agitado por los espasmos, sufriendo una horrible agonía. Alargó una mano hacia él y la retiró con brusquedad, dejándola caer mientras apretaba el puño.
En ese momento miró a _______.
— Lo quiero —dijo en voz baja.
— Yo también.
Afrodita clavó la mirada en el suelo, pero ______ fue testigo de su lucha interior.
— Si lo libero, lo apartarás de mí para siempre. Si no lo hago, las dos lo perderemos. —Afrodita la miró a los ojos—. He estado pensando acerca de lo que me dijiste y creo que tienes razón. Lo hice fuerte y jamás debí castigarlo por eso. Lo único que deseaba es que me llamara madre. —Miró a su hijo.
» Sólo quería que me quisieras, Nick. Un poquito nada más.
_______ tragó saliva al ver el dolor en el rostro de Afrodita cuando acarició la mano de Nick.
Él siseó, como si el roce le hubiese quemado la piel.
Afrodita retiró la mano.
— Prométeme que lo cuidarás mucho, ________.
— Tanto como él me lo permita; lo prometo.
Afrodita asintió y colocó la mano sobre la frente de Nick. Él echó la cabeza hacia atrás, como si acabara de ser alcanzado por un rayo. La diosa inclinó la cabeza y lo besó con ternura en los labios.
Al instante, Nick se relajó y su cuerpo se quedó inmóvil.
Los grilletes se abrieron y aún así no se movió. El corazón de _________ dejó de latir al darse cuenta de que Nick no respiraba. Aterrorizada, alargó una temblorosa mano para tocarlo.
Él inspiró con brusquedad.
Mientras Afrodita tendía la mano hacia Nick, _______ percibió en sus ojos la necesidad de sentir el amor de un hijo que ni siquiera sabía que estaba allí. Era la misma mirada anhelante que a menudo captaba en los ojos de Nick cuando él no era consciente de que lo estaba observando.
¿Cómo era posible que dos personas que se necesitaban tan desesperadamente no fuesen capaces de arreglar las cosas?
Afrodita desapareció en el mismo instante que Nick abrió los ojos.
_____ se acercó a él. Temblaba tanto que le castañeteaban los dientes. La fiebre había desaparecido y su piel estaba tan fría como el hielo.
Recogió el edredón del suelo y lo cubrió con él.
— ¿Qué ha pasado? —preguntó Nick con voz insegura.
— Tu madre te liberó.
Nick pareció enmudecer por la sorpresa.
— ¿Mi madre? ¿Ha estado aquí?
________ asintió con la cabeza.
— Estaba preocupada por ti.
Nick no podía creer lo que estaba escuchando. ¿Sería cierto?
Pero, ¿por qué iba a ayudarlo su madre ahora si siempre le había vuelto la espalda cuando más la había necesitado? No tenía sentido.
Con el ceño fruncido, intentó bajarse de la cama.
— No, ni hablar —le dijo _______ con brusquedad—. Acabo de hacer que te pongas bien y no voy a…
— Necesito ir al baño urgentemente —la interrumpió él.
— ¡Ah!
___ lo ayudó a bajar de la cama. Estaba tan débil que no se aguantaba en pie y ella lo sostuvo hasta atravesar el pasillo. Nick cerró los ojos e inhaló el dulce aroma de _____. Temeroso de hacerle daño, intentó no apoyarse demasiado en ella.
Su corazón se enterneció al ver la forma en que ella lo cuidaba, al percibir la sensación de sus brazos envolviéndole la cintura mientras lo ayudaba a caminar.
Su ________. ¿Cómo iba a soportar separarse de ella?
Una vez atendió sus necesidades, ella le preparó un baño caliente y lo ayudó a meterse en la bañera.
Nick la contempló mientras lo lavaba. Le parecía imposible que hubiese permanecido a su lado todo aquel tiempo. No recordaba casi nada de los últimos días, pero se acordaba del sonido de su voz atravesando la oscuridad para reconfortarlo.
La había oído pronunciar su nombre a gritos y, en ocasiones, estaba seguro de haber sentido su mano sobre la piel, anclándolo a la cordura.
Sus caricias habían sido su salvación.
Cerrando los ojos, disfrutó de la sensación de las manos de _______ deslizándose sobre su piel mientras lo lavaba. Le recorrían el pecho, los brazos y el abdomen. Y cuando rozaron accidentalmente su erección, no pudo evitar dar un respingo ante la intensidad con la que percibió la caricia.
Cómo la deseaba…
— Bésame —balbució Nick.
— ¿No será peligroso?
Él le sonrió.
— Si pudiese moverme ya estarías conmigo en la bañera. Te aseguro que en este momento estoy tan indefenso como un bebé.
Vacilante, ella se humedeció los labios y le acarició una mano; su roce fue suave y tierno. Lo miró fijamente a los labios como si pudiera devorarlo, y Nick sintió que el frío desaparecía al contemplar sus ojos.
_______ se inclinó y lo besó con ansia. Él gimió al sentir sus labios; anhelaba mucho más. Necesitaba sus caricias.
Para su sorpresa, obtuvo lo que deseaba.
_______ se apartó un instante de sus labios, lo suficiente para quitarse la ropa y quedarse desnuda ante él. Lentamente y con movimientos seductores, se metió en la bañera y se sentó a horcajadas sobre su cintura.
Nick volvió a gemir al sentir su vello púbico sobre el estómago. _______ lo besó de nuevo, tan ardientemente que él creyó que se quemaba.
¡Maldición, ni siquiera podía abrazarla! No podía mover los brazos. Y necesitaba con desesperación rodearla con fuerza.
Ella debió percibir su frustración porque se incorporó con una sonrisa.
— Ahora me toca mimarte —susurró antes de enterrar los labios en su cuello.
Cerró los ojos mientras ___ dejaba un rastro de besos sobre su pecho. Cuando llegó al pezón todo comenzó a darle vueltas al sentir la lengua de ___ jugueteando y succionándolo. Nada había conseguido estremecerlo del modo que lo hacían sus caricias. No recordaba ninguna ocasión en la que alguien le hubiese hecho el amor a él.
Y ninguna mujer se había entregado de aquel modo. Ni le había dado tanto.
Contuvo la respiración en el momento que ella introdujo la mano entre sus cuerpos.
— Ojalá pudiese hacerte el amor —susurró Nick.
Ella alzó la cabeza para mirarlo a los ojos.
— Lo haces cada vez que me tocas.
Sin saber cómo, consiguió abrazarla, aunque los brazos no dejaban de temblarle, y la atrajo hacia su pecho para reclamar sus labios.
La escuchó quitar el tapón con el pie mientras profundizaba el beso aún más y atormentaba con leves caricias su miembro hinchado.
Nick sintió vértigo al notar la mano de ella sobre su pene. Ansiaba sus caricias; las anhelaba de un modo que no era capaz de definir.
Una vez la bañera se vació de agua, ___ abandonó sus labios para abrasarle la piel con diminutos besos, descendiendo por el pecho. Nick echó la cabeza hacia atrás y la apoyó en el borde mientras ella le pasaba la lengua por el estómago y la cadera.
Y entonces, para su sorpresa, se llevó su miembro a la boca. Él gruñó y le sujetó la cabeza con ambas manos, deleitándose en las sensaciones que provocaban la lengua y la boca de ___, lamiendo y rodeando su miembro. Ninguna otra mujer había hecho eso antes. Se habían limitado a tomar lo que podían de él, sin ofrecerle jamás nada a cambio.
Hasta que ___ llegó.
Su boca arrasó con los resquicios de su sentido común y venció lo poco que quedaba de su resistencia. Le temblaba todo el cuerpo por la ternura que ella estaba demostrando.
— Lo siento —se disculpó __, alejándose de él—. Otra vez estás temblando de frío.
— No es por el frío —le contestó con voz ronca—. Es por ti.
La sonrisa de ___ le atravesó el corazón. Volvió a inclinarse y prosiguió con su implacable asalto.
Cuando terminó, Nick creyó haber sufrido una intensa sesión de tortura. No podría sentirse más satisfecho aunque hubiese llegado al clímax.
___ lo ayudó a salir de la bañera. Aún le temblaban las piernas y tuvo que apoyarse en ella para llegar a la habitación.
Ella lo sostuvo hasta que estuvo acostado y, después, lo tapó con todas las mantas que encontró. Depositó un beso tierno sobre su frente y acomodó la ropa de la cama.
— ¿Tienes hambre?
Nick sólo fue capaz de asentir con la cabeza.
Ella se apartó de su lado el tiempo justo para calentar un tazón de sopa. Cuando regresó, él estaba profundamente dormido.
Dejó el tazón en la mesita de noche y se acostó junto a él. Lo abrazó y se quedó dormida.
Nick tardó tres días en recuperar toda su fuerza. Durante todo ese tiempo, ___ estuvo a su lado. Ayudándolo.
No acababa de comprender el motivo de la devoción que ella le profesaba. Y su fuerza. Era la mujer que había estado esperando toda su vida. Y con cada día que pasaba, era consciente de que el amor que sentía por ella crecía un poco más. La necesitaba a su lado.
— Tengo que decírselo —se dijo a sí mismo mientras se secaba con una toalla. No podía permitir que pasara un día más sin que ella supiese lo que significaba para él.
Dejó el cuarto de baño y atravesó el pasillo hasta llegar al dormitorio de ___. Estaba hablando con Yari.
— Por supuesto que no le he contado lo que su madre me dijo. ¡Jesús!
Nick retrocedió un paso y se apoyó contra la pared mientras escuchaba a ___.
— ¿Qué se supone que debo decirle? ¿«Por cierto, Nick, tu madre me ha amenazado»?
Él sintió que acababan de darle un golpe en el pecho y comenzó a verlo todo negro. Entró a la habitación.
— ¿Cuándo has hablado con mi madre? —inquirió.
___ alzó la vista, sorprendida.
— Esto… Yari, tengo que colgar. Adiós. —Dejó el auricular en su sitio.
— ¿Cuándo has hablado con ella? —insistió.
___ encogió los hombros descuidadamente.
— El día que comenzaste a sentirte mal.
— ¿Qué te dijo?
Ella volvió a encoger los hombros, esta vez con timidez.
— No fue una verdadera amenaza, sólo me dijo que no te compartiría conmigo.
La ira lo atravesó. ¡Cómo se había atrevido! ¿Quién demonios se creía su madre que era como para exigir que ___ o él mismo la obedecieran?
Qué imbécil había sido al pensar que el corazón de Afrodita se había ablandado.
¿Cuándo iba a aprender?
— Nick —lo increpó ___, poniéndose en pie y acercándose a él, al pie de la cama—, ella ha cambiado. Cuando vino a liberarte…
— No, ___ —la interrumpió—. La conozco mucho mejor que tú.
Y sabía de lo que su madre era capaz. Su crueldad hacía que las acciones de su padre pareciesen meras travesuras.
Con el corazón abatido, comprendió que jamás podría confesarle a ___ lo que sentía por ella.
Y lo que era aún peor, no podía quedarse con ella. Si algo había aprendido acerca de los dioses era que jamás lo dejarían vivir en paz.
¿Cuánto tiempo tardarían en hacer daño a ___? ¿Cuánto tiempo le llevaría a Príapo ponerla en su contra? ¿O cuándo se vengaría su madre de ambos?
Tarde o temprano, le pasarían factura por ser feliz. No le cabía la menor duda. Y la simple idea de que ___ pudiese sufrir…
No. Jamás podría arriesgarse.
* * *
Los días pasaron volando mientras ellos permanecían tanto tiempo juntos como les resultaba posible.
Nick enseñó a __ cultura clásica griega y algunas formas muy interesantes de disfrutar del Reddi-wip() y la crema de chocolate. ___ le enseñó a desahuciar al contrario en el Monopoly y a leer en español.
Después de unas cuantas clases más de conducción, y de un nuevo embrague, ___ reconoció que Nick no tenía futuro al frente de un volante.
A ___ le parecía que apenas había pasado el tiempo y, sin embargo, el último día del plazo de Nick llegó tan rápido que la dejó aterrorizada.
La noche previa a ese fatídico día, hizo el más sorprendente de los descubrimientos: no podía vivir sin Nick.
Cada vez que pensaba en retomar su antigua vida, sin él, creía morir de dolor.
Pero finalmente comprendió que la decisión era de Nick, y sólo de él.
— Por favor, Nick —le susurró mientras él dormía a su lado—. No me abandones.
Nick mantuvo la distancia entre ellos lo que quedaba del fin de semana. Por mucho que ___ intentaba derribar la barrera que lo rodeaba, él la apartaba sin dudarlo.
Ni siquiera quería que le leyera.
Totalmente descorazonada, se fue al trabajo el lunes por la mañana, pero ni siquiera debería haberse molestado en acudir a la consulta. No podía concentrarse en otra cosa que no fuesen sus ojos marrones, cargados de confusión.
— ¿___ Alexander?
___ alzó la mirada del escritorio y vio a una mujer rubia, increíblemente hermosa, de poco más de veinte años que estaba parada en el hueco de la puerta. Parecía que acababa de salir de un desfile de modas en Europa, con aquel traje de seda roja de Armani y las medias y los zapatos a juego.
— Lo siento —le dijo ___—. Mi hora de visitas ha acabado. Si quiere volver mañana…
— ¿Tengo aspecto de necesitar a una sexóloga?
A primera vista, no. Pero claro, ___ había aprendido hacía ya mucho tiempo a no hacer juicios apresurados sobre los problemas de la gente.
Sin que la invitara, la mujer entró tranquilamente a su consulta con un andar presuntuoso y elegante que le resultaba extrañamente familiar. Caminó hacia la pared donde estaban colgados los títulos y certificados de ___.
— Impresionante —le dijo. Pero su tono expresaba todo lo contrario.
Se volvió para observar concienzudamente a ___ y, por la mueca burlona en su rostro, ésta supo que la mujer la encontraba seriamente deficiente.
— No eres lo bastante hermosa para él, ¿sabes? demasiado baja y demasiado rechoncha. ¿Y dónde has encontrado ese vestido?
Completamente ofendida, ___ adoptó una postura rígida.
— ¿Cómo dice?
La mujer ignoró su pregunta.
— Dime, ¿no te molesta estar cerca de un hombre como Nick, sabiendo que si tuviese oportunidad, jamás querría estar contigo? Tiene un cuerpo tan bien formado, es tan elegante… Tan fuerte y cruel… Sé que nunca antes has tenido detrás de ti a un hombre como él, y jamás volverás a tenerlo.
Atónita, ___ no era capaz de hablar.
Y tampoco tuvo que hacerlo; la mujer siguió sin detenerse.
— Su padre era como él. Imagínate a Nick con el pelo oscuro, un poco más bajo y de apariencia más vulgar, no tan refinado. Pero aún así, ese hombre tenía unas manos que… Mmm… —Sonrió pensativamente, con la mirada perdida—. Por supuesto Diocles tenía todo el cuerpo marcado por horribles cicatrices de las batallas; tenía una espantosa que le atravesaba la mejilla izquierda. —Entrecerró los ojos con ira—. Jamás olvidaré el día que intentó marcar a Nick con una daga, para hacerle esa misma cicatriz. En ese momento hubiera deseado que viviese lo suficiente para arrepentirse de esa infracción, pero me aseguré de que no lo hiciera. Nick es físicamente perfecto, y jamás permitiré que nadie estropee la belleza que yo le di. —La fría y calculadora mirada que Afrodita dedicó a ___ hizo que ésta se estremeciera.
» No compartiré a mi hijo contigo.
La posesividad de las palabras de la diosa despertó la ira de ___. ¿Cómo se atrevía a aparecer ahora y a decir tal cosa?
— Si Nick significa tanto para ti, ¿por qué lo abandonaste?
Afrodita la miró, furiosa.
— ¿Crees que me dejaron otra opción? Zeus se negó a darle la ambrosía; ningún mortal puede vivir en el Olimpo. Antes de que pudiera siquiera protestar, Hermes me lo quitó de los brazos y lo entregó a su padre.
___ vio el horror en el rostro de Afrodita al recordar aquel momento.
— Mi dolor por su pérdida iba más allá de los límites humanos. Inconsolable, me encerré para alejarme de todo. Cuando fui capaz de enfrentarme a todos ellos de nuevo, habían pasado catorce años en la tierra. Apenas si reconocí al bebé que yo había amamantado. Y él me odiaba. —Sus ojos brillaron como si estuviese luchando por contener las lágrimas.
» No tienes idea de lo que es ser madre, y que ese hijo que has llevado en tu vientre maldiga hasta tu propio nombre.
___ comprendía su dolor, pero era a Nick a quien amaba; y su sufrimiento era lo que más le preocupaba.
— ¿Alguna vez intentaste decirle cómo te sentías?
— Por supuesto que lo hice —espetó la diosa—. Le envié a Eros con mis regalos. Me los devolvió, con un mensaje que un hijo no debería decirle a su madre jamás.
— Estaba herido.
— Y yo también —gritó Afrodita. Todo su cuerpo temblaba de furia.
Desconfiada y bastante asustada por lo que una diosa enfadada pudiera hacer con ella, ___ observó cómo Afrodita cerraba los ojos y respiraba hondo para calmarse.
Cuando volvió a hablar, lo hizo con voz dura y el cuerpo tenso.
— Aún así, envié de nuevo a Eros con más regalos para Nick. Los rechazó todos. Me vi a obligada a presenciar cómo juraba lealtad y servicio a Atenea en venganza. —Masculló el nombre de la diosa como si la despreciara.
» Fue en su nombre que conquistó ciudades con los dones que yo le otorgué cuando nació: la fuerza de Ares, la templanza de Apolo y las bendiciones de las Musas y las Gracias. Incluso lo sumergí en el río Estigio para asegurarme de que ningún arma humana pudiera matarlo o dejarlo marcado y, a diferencia de lo que hizo Tetis con Aquiles, sumergí también sus tobillos para que no tuviese ni un solo punto vulnerable. —Meneó la cabeza como si aún no pudiese creer lo que Nick hizo.
» Hice todo lo que estuvo en mis manos por ese chico, y él no me demostró la más mínima gratitud. Ni el respeto que merecía. Finalmente, dejé de intentarlo. Puesto que rechazaba mi amor, me aseguré de que nadie lo amara jamás.
El corazón de ___ se detuvo al escuchar el egoísmo de la diosa.
— ¿Que hiciste qué?
Afrodita alzó la barbilla, altanera, como una reina orgullosa de sus frías y sangrientas hazañas.
— Le maldije del mismo modo que él lo hizo conmigo. Me aseguré de que ninguna mujer humana pudiese mirarlo sin desear su cuerpo, y de que todo hombre que estuviese a su alrededor lo envidiara profundamente.
___ no podía creer lo que estaba oyendo. ¿Cómo podía una madre ser tan cruel?
Y tan pronto como ese pensamiento se alejó de su mente, la asaltó otro aún más horrible:
— Tú fuiste la culpable de que Selena muriera, ¿verdad?
— No, eso fue obra de Nick. Por supuesto que yo estaba enfurecida cuando Eros me contó lo que había hecho por su hermano, y también porque Nick había acudido a él y no a mí.
» Puesto que no podía deshacer lo que la flecha de Eros había conseguido, decidí mermar sus efectos. Lo que Nick tuvo con Selena fue algo insípido, y él lo sabe. —Afrodita se acercó hasta la ventana y contempló la ciudad.
» Si Nick hubiese acudido a mí alguna vez, habría dejado que Selena lo amara. Pero no lo hizo. Lo observé acercarse a ella, noche tras noche, tomándola una y otra vez, y percibí su malestar, su angustia porque sabía que su esposa no lo amaba. Y todavía seguía rechazándome y maldiciéndome.
» Fueron las lágrimas que derramé por él a lo largo de los años lo que puso a Príapo en su contra. Siempre ha sido el más leal de mis hijos. Debí detenerlo tan pronto como supe que quería la sangre de Nick, pero no lo hice. Ansiaba que la ira de Príapo consiguiera que Nick me buscara e implorara mi ayuda. —Apretó los dientes.
» Pero no lo hizo.
___ comprendía su dolor, pero eso no cambiaba lo que le había hecho a su hijo.
— ¿Cómo es que Nick acabó siendo maldecido?
La diosa tragó saliva.
— Todo comenzó la noche que Atenea le contó a Príapo que no existía otro hombre más valiente y fuerte que Nick. Ella lo retó a enfrentar a su mejor general con Nick. Dos días más tarde, contemplé cómo Nick cabalgaba hacia la batalla y supe que no perdería. Cuando venció al ejército romano, Príapo se enfureció.
» Eros se fue de la lengua y le contó lo que había hecho. Al instante, Príapo fue en busca de David y Selena. Yo no sabía las repercusiones que iba a tener. —Se envolvió la cintura con los brazos.
» Nunca tuve intención de que los niños murieran. No te imaginas las veces que me pregunto al cabo del día por qué dejé que ocurriera aquello.
— ¿No hubo ningún modo de evitarlo?
Afrodita negó tristemente con la cabeza.
— Incluso mis poderes están limitados por las Parcas. Cuando Nick se dirigió a mi templo, tras verlos a todos muertos, contuve el aliento pensando que por fin acudía en busca de mi ayuda. Y entonces vio a esa puerca con la túnica de Príapo que se arrojó a sus brazos y le pidió que tomara su virginidad antes de que tuviese lugar la ceremonia en la que sería reclamada por mi otro hijo. Si Nick hubiese pensado con claridad, sé que la habría rechazado. —El rostro de la diosa se ensombreció por la furia.
» Si no hubiese sido por Alexandria, ese día mi hijo hubiese venido a mí. Sé que me habría pedido ayuda. Pero era demasiado tarde. Todo acabó en el mismo momento en que se derramó en ella.
— ¿Y aún así te negaste a ayudarlo?
— ¿Cómo podía elegir entre dos de mis hijos?
___ se horrorizó ante la pregunta.
— ¿Y no fue eso lo que hiciste cuando permitiste que encerraran a Nick en un pergamino?
Los ojos de Afrodita brillaron con tal malicia que ___ dio un paso atrás.
— Nick fue quien me rechazó. Todo lo que tenía que hacer era pedirme ayuda y yo se la habría dado.
___ no podía creer lo que estaba oyendo. Para ser una diosa, Afrodita era bastante egoísta y corta de entendederas.
— Toda esta tragedia porque ninguno de los dos ha querido rebajarse a suplicar al otro. No puedo creer que concedieras a Nick la fuerza de Ares y luego lo maldijeras por esa fuerza que tú misma le otorgaste. En lugar de esperarlo o de enviar a otros en tu nombre, ¿no se te ocurrió nunca ir en persona?
Afrodita la miró furiosa e indignada.
— Yo soy la Diosa del Amor, ¿cómo quieres que me arrastre? ¿Tienes la más ligera idea de lo embarazoso que es para mí que mi propio hijo me odie?
— ¿Embarazoso? Tienes al resto del mundo para amarte. Nick no tiene a nadie.
Afrodita se acercó a ella, furiosa.
— Aléjate de él. Te lo advierto.
— ¿Por qué? ¿Por qué me amenazas cuando no lo hiciste con Selena?
— Porque él no la amaba.
___ se quedó paralizada.
— ¿Estás diciéndome…?
La diosa se esfumó.
— ¡Venga ya! —gritó __ mirando al techo—. ¡No puedes esfumarte en mitad de una conversación!
— ¿___?
La voz de Beth hizo que diera un respingo. Girándose de inmediato, la vio asomándose por la puerta.
— ¿Con quién estás hablando? —le preguntó Beth.
___ hizo un gesto abarcando la consulta y después pensó que no sería muy inteligente decirle a su compañera la verdad.
— Conmigo misma.
Beth la miró sin acabar de creérselo.
— ¿Tienes la costumbre de gritarte a ti misma?
— A veces.
Beth alzó una de sus oscuras cejas.
— Me parece que necesitas una sesión —comentó mientras se alejaba.
Haciendo caso omiso de su compañera, ___ no perdió tiempo en recoger sus cosas. Estaba deseando llegar a casa para ver a Nick.
Tan pronto como abrió la puerta supo que algo iba mal. Nick no salió a recibirla.
— ¿Nick? —lo llamó.
— Arriba.
___ dejó las llaves y el correo sobre la mesa, y subió los escalones de dos en dos.
— No vas a creerte quién pasó hoy por la… —su voz se desvaneció al llegar a la puerta de su dormitorio y ver a Nick con una mano encadenada a los barrotes de la cama, tendido en el centro del colchón, sin camisa y con la frente cubierta de sudor.
— ¿Qué estás haciendo? —le preguntó muerta de miedo.
— No puedo luchar más, ___ —le contestó respirando entrecortadamente.
— Tienes que intentarlo.
Él meneó la cabeza.
— Necesito que me encadenes la otra mano. No llego.
— Nick…
Él la interrumpió con una amarga y brusca carcajada.
— ¿No es irónico? Tengo que pedirte que me encadenes cuando todas las demás lo hacían libremente a las pocas horas de presentarme ante ellas. —La miró directamente a los ojos—. Hazlo, ___. No podría seguir viviendo si te hiciese daño.
Con el corazón en un puño, ella cruzó la habitación hasta llegar junto a la cama.
Cuando estuvo bastante cerca, Nick alargó el brazo y acarició su mejilla. La acercó hasta él y la besó, tan profundamente que __ pensó que iba a desmayarse.
Fue un beso feroz y exigente. Un beso que hablaba de deseo. Y de promesas.
Nick mordisqueó sus labios y la alejó.
— Hazlo.
___ pasó el grillete de plata por los barrotes del cabecero.
El alivio de Nick fue evidente. Hasta ese momento, ___ no se había dado cuenta de lo tenso que había estado durante la semana anterior. Apoyó la cabeza en la almohada y, con dificultad, respiró hondo.
___ se acercó y le pasó una mano por la frente.
— ¡Dios santo! —jadeó. Estaba tan caliente que casi le hizo una quemadura—. ¿Qué puedo hacer?
— Nada, pero gracias por preguntar.
___ fue hacia el vestidor en busca de su ropa. Cuando empezó a desabrocharse la blusa, Nick la detuvo.
— Por favor, no lo hagas delante de mí. Si veo tus pechos… —Echó la cabeza hacia atrás como si alguien le hubiese aplicado un hierro candente.
___ fue consciente en ese momento de lo acostumbrada que estaba a su presencia; no había pensado en desnudarse en otro lado.
— Lo siento —se disculpó.
Se cambió en el cuarto de baño y mojó unas toallas para colocárselas en la frente.
Volvió a la habitación para refrescarlo.
Le acarició el pelo, empapado de sudor.
— Estás ardiendo.
— Lo sé. Me siento como si estuviese en un lecho de brasas.
Siseó cuando ___ le acercó la toalla fría.
— No me has contado qué tal te ha ido el día —le dijo sin aliento.
__ jadeó al sentir que el amor y la felicidad la invadían. Todos los días Nick le hacía esa pregunta. Todos los días contaba las horas para regresar a casa junto a él.
No sabía lo que iba a hacer cuando se marchara.
Obligándose a no pensar en eso, se concentró en cuidarlo.
— No hay mucho que contar —susurró. No quería agobiarlo con lo que su madre le había confesado. No mientras estuviese así. Ya lo habían herido bastante, y no sería ella la que aumentara su dolor—. ¿Tienes hambre? —le preguntó.
— No.
___ se sentó a su lado. Pasó toda la noche leyéndole y refrescándolo.
Nick no durmió. No pudo. Sólo era consciente de la piel de ___ cuando lo tocaba y de su dulce perfume floral. Invadía sus sentidos y hacía que la cabeza le diera vueltas. Todas las fibras de su cuerpo le exigían que la poseyera.
Con los dientes apretados, tiró de las cadenas de plata que apresaban sus muñecas y luchó contra la oscuridad que amenazaba con devorarlo. No quería rendirse.
No quería cerrar los ojos y desaprovechar el poco tiempo que le quedaba para estar junto a ___ mientras aún estuviese cuerdo. Si dejaba que la oscuridad lo consumiera no se despertaría hasta estar de vuelta en el libro. Solo.
— No puedo perderla —murmuró. La simple idea de perderla hacía pedazos lo poco que le quedaba de corazón.
El reloj de pared dio las tres. __ se había quedado dormida hacía muy poco rato. Tenía la cabeza y la mano apoyadas sobre su abdomen y su aliento le acariciaba el estómago.
Podía sentir su cabello rozándole la piel, la calidez de su cuerpo filtrándose por sus poros hasta llegarle al alma.
Lo que daría por poder tocarla…
Cerró los ojos, echó la cabeza hacia atrás y se permitió soñar por primera vez desde hacía siglos. Soñó con pasar noches enteras junto a ___.
Soñó que llegaba el día en que podía amarla como se merecía. Un día en que él sería libre para poder entregarse a ella. Soñó en tener un hogar junto a ___.
Y soñó con niños de alegres ojos grises, y dulces y traviesas sonrisas.
Aún estaba soñando cuando la luz del amanecer comenzó a filtrarse por las ventanas y el reloj dio las seis. ___ se despertó.
Frotó la mejilla sobre su pecho, acariciándolo de tal modo que para Nick supuso una tortura.
— Buenos días —lo saludó sonriente.
— Buenos días.
___ se mordió el labio al pasear la mirada sobre su cuerpo y arrugó la frente por la preocupación.
— ¿Estás seguro que tenemos que hacer esto? ¿No te puedo liberar un ratito?
— ¡No! —exclamó con énfasis.
___ cogió el teléfono y marcó el número de la consulta para hablar con Beth.
— No iré en un par de días, ¿puedes hacerte cargo de algunos de mis pacientes?
Nick frunció el ceño al escucharla.
— ¿Es que no vas a ir a trabajar? —le preguntó en cuanto colgó.
___ no podía creer que le hiciese esa pregunta.
— ¿Y dejarte aquí tal y como estás?
— Estaré bien.
Ella lo miró como si se hubiese vuelto completamente loco.
— ¿Y si pasara algo?
— ¿Cómo qué?
— Puede haber un incendio o alguien puede entrar y hacerte cualquier cosas mientras estás ahí indefenso.
Nick no discutió. Le entusiasmó el hecho de verla tan dispuesta a quedarse junto a él.
A media tarde, ___ fue testigo de que la maldición empeoraba. Cada centímetro del cuerpo de Nick estaba cubierto de sudor. Los músculos de los brazos estaban totalmente tensos y apenas hablaba; cuando lo hacía, apretaba los dientes.
Pero seguía mirándola con una sonrisa, y sus ojos eran cálidos y alentadores mientras sus músculos se contraían con continuos espasmos y soportaba el sufrimiento que amenazaba con devorarlo.
___ siguió refrescándolo, pero tan pronto como acercaba la toalla a su piel se calentaba tanto que apenas era capaz de tocarla después.
Para cuando llegó la medianoche Nick deliraba.
Observó impotente cómo se agitaba y maldecía como si un ser invisible estuviese arrancándole la piel a tiras. ___ nunca había visto algo así. Estaba forcejeando tanto que casi temía que echara abajo la cama.
— No puedo soportar esto —susurró. Bajó corriendo las escaleras y llamó a Yari.
Una hora después, ___ abrió la puerta a Yari y a su hermana Paola. Con el pelo negro y los ojos azules, Paola no se parecía en nada a Yari. Era una de las pocas sacerdotisas blancas de vudú; regentaba una tienda de artículos mágicos y hacía de guía turística por el cementerio los viernes por la noche.
— No saben cuánto les agradezco que hayan venido —les dijo ___ al cerrar la puerta, una vez pasaron al recibidor.
— No es nada —le contestó Yari.
Paola llevaba un timbal bajo el brazo e iba vestida con un sencillo vestido marrón.
— ¿Dónde está?
___ las llevó al piso superior.
Paola puso un pie en la habitación y se quedó paralizada al ver a Nick sobre la cama presa de continuas convulsiones y maldiciendo a todo el panteón griego.
El color abandonó su rostro.
— No puedo hacer nada por él.
— Pao —la increpó Yari—. Tienes que intentarlo.
Con los ojos abiertos como platos por el miedo, Paola meneó la cabeza.
— ¿Quieres un consejo? Sella esta habitación y déjalo hasta que regrese de donde vino. Hay algo tan maligno y poderoso observándolo que no me atrevo a hacerle frente. —Miró a Yari—. ¿No percibes el odio?
___ comenzó a temblar al escuchar a Paola, y su corazón empezó a latir cada vez más rápido.
— ¿Yari? —llamó a su amiga. Necesitaba desesperadamente que alguien aliviara el sufrimiento de Nick de algún modo. Tenía que haber algo que ellas pudiesen hacer.
— Sabes que no puedo ayudarlo —le dijo Yari—. Mis hechizos nunca funcionan.
*¡No!*, gritó su mente. No podían abandonarlo de aquel modo.
Miró a Nick mientras éste forcejeaba por liberarse de los grilletes.
— ¿Hay alguien a quien pueda acudir en busca de ayuda?
— No —contestó Paola—. De hecho, ni siquiera puedo permanecer aquí. No te ofendas, pero todo esto me pone los pelos de punta. —Lanzó una mirada categórica a su hermana—. Y tú sabes muy bien a qué tipo de atrocidades me enfrento diariamente.
— Lo siento, ______ —se disculpó Yari, acariciándole el brazo—. Investigaré y veré lo que puedo descubrir, ¿de acuerdo?
Con el corazón en un puño, _______ no tuvo más remedio que acompañarlas a la puerta.
Cuando la cerró, se dejo caer sobre ella con cansancio.
¿Qué iba a hacer?
No podía limitarse a aceptar que no había ayuda posible para Nick. Tenía que haber algo que pudiese aliviar su dolor. Algo en lo que ella aún no hubiese pensado.
Subió las escaleras y volvió junto a él.
— ¿______? —Nick la llamó con un gemido tan agónico que su corazón acabó de hacerse pedazos.
— Estoy a tu lado, cariño —le dijo, acariciándole la frente.
Él dejó escapar un gruñido salvaje, como el de un animal atrapado en un cepo, y se lanzó sobre ella.
Aterrorizada, ______ se alejó de la cama.
Se dirigió al vestidor, con las piernas temblorosas, y cogió el ejemplar de La Odisea.
Acercó la mecedora a la cama y comenzó a leer.
Pareció relajarlo. Al menos no se revolvía con tanta fuerza.
Con el paso de los días, la esperanza de ______ se marchitaba. Nick estaba en lo cierto al afirmar que no había modo alguno de romper la maldición si no lograba superar la locura.
No podía soportar verlo sufrir, horas tras hora, sin ningún momento de alivio. No era de extrañar que odiara a su madre. ¿Cómo podía Afrodita dejarlo pasar por esto sin mover un solo dedo para ayudarlo?
Y había sufrido de aquel modo durante siglos…
______ estaba totalmente fuera de sí.
— ¡Cómo pueden permitirlo! —gritó enfadada, mirando al techo.
— ¡Eros! —le llamó—. ¿Me oyes? ¿Atenea? ¿Hay alguien? ¿Cómo permiten que sufra así? Si lo aman un poco, por favor, ayudenlo.
Tal y como esperaba, nadie contestó.
Dejó descansar la cabeza sobre la mano e intentó pensar en algo que pudiera ayudarlo. Seguramente habría algo que…
Una luz cegadora atravesó la habitación.
Perpleja, alzó la vista y se encontró con Afrodita que acababa de materializarse junto a la cama. Si se hubiese encontrado con un burro en la cocina no se hubiese sorprendido tanto.
La diosa perdió el color del rostro al contemplar cómo su hijo se revolvía, agitado por los espasmos, sufriendo una horrible agonía. Alargó una mano hacia él y la retiró con brusquedad, dejándola caer mientras apretaba el puño.
En ese momento miró a _______.
— Lo quiero —dijo en voz baja.
— Yo también.
Afrodita clavó la mirada en el suelo, pero ______ fue testigo de su lucha interior.
— Si lo libero, lo apartarás de mí para siempre. Si no lo hago, las dos lo perderemos. —Afrodita la miró a los ojos—. He estado pensando acerca de lo que me dijiste y creo que tienes razón. Lo hice fuerte y jamás debí castigarlo por eso. Lo único que deseaba es que me llamara madre. —Miró a su hijo.
» Sólo quería que me quisieras, Nick. Un poquito nada más.
_______ tragó saliva al ver el dolor en el rostro de Afrodita cuando acarició la mano de Nick.
Él siseó, como si el roce le hubiese quemado la piel.
Afrodita retiró la mano.
— Prométeme que lo cuidarás mucho, ________.
— Tanto como él me lo permita; lo prometo.
Afrodita asintió y colocó la mano sobre la frente de Nick. Él echó la cabeza hacia atrás, como si acabara de ser alcanzado por un rayo. La diosa inclinó la cabeza y lo besó con ternura en los labios.
Al instante, Nick se relajó y su cuerpo se quedó inmóvil.
Los grilletes se abrieron y aún así no se movió. El corazón de _________ dejó de latir al darse cuenta de que Nick no respiraba. Aterrorizada, alargó una temblorosa mano para tocarlo.
Él inspiró con brusquedad.
Mientras Afrodita tendía la mano hacia Nick, _______ percibió en sus ojos la necesidad de sentir el amor de un hijo que ni siquiera sabía que estaba allí. Era la misma mirada anhelante que a menudo captaba en los ojos de Nick cuando él no era consciente de que lo estaba observando.
¿Cómo era posible que dos personas que se necesitaban tan desesperadamente no fuesen capaces de arreglar las cosas?
Afrodita desapareció en el mismo instante que Nick abrió los ojos.
_____ se acercó a él. Temblaba tanto que le castañeteaban los dientes. La fiebre había desaparecido y su piel estaba tan fría como el hielo.
Recogió el edredón del suelo y lo cubrió con él.
— ¿Qué ha pasado? —preguntó Nick con voz insegura.
— Tu madre te liberó.
Nick pareció enmudecer por la sorpresa.
— ¿Mi madre? ¿Ha estado aquí?
________ asintió con la cabeza.
— Estaba preocupada por ti.
Nick no podía creer lo que estaba escuchando. ¿Sería cierto?
Pero, ¿por qué iba a ayudarlo su madre ahora si siempre le había vuelto la espalda cuando más la había necesitado? No tenía sentido.
Con el ceño fruncido, intentó bajarse de la cama.
— No, ni hablar —le dijo _______ con brusquedad—. Acabo de hacer que te pongas bien y no voy a…
— Necesito ir al baño urgentemente —la interrumpió él.
— ¡Ah!
___ lo ayudó a bajar de la cama. Estaba tan débil que no se aguantaba en pie y ella lo sostuvo hasta atravesar el pasillo. Nick cerró los ojos e inhaló el dulce aroma de _____. Temeroso de hacerle daño, intentó no apoyarse demasiado en ella.
Su corazón se enterneció al ver la forma en que ella lo cuidaba, al percibir la sensación de sus brazos envolviéndole la cintura mientras lo ayudaba a caminar.
Su ________. ¿Cómo iba a soportar separarse de ella?
Una vez atendió sus necesidades, ella le preparó un baño caliente y lo ayudó a meterse en la bañera.
Nick la contempló mientras lo lavaba. Le parecía imposible que hubiese permanecido a su lado todo aquel tiempo. No recordaba casi nada de los últimos días, pero se acordaba del sonido de su voz atravesando la oscuridad para reconfortarlo.
La había oído pronunciar su nombre a gritos y, en ocasiones, estaba seguro de haber sentido su mano sobre la piel, anclándolo a la cordura.
Sus caricias habían sido su salvación.
Cerrando los ojos, disfrutó de la sensación de las manos de _______ deslizándose sobre su piel mientras lo lavaba. Le recorrían el pecho, los brazos y el abdomen. Y cuando rozaron accidentalmente su erección, no pudo evitar dar un respingo ante la intensidad con la que percibió la caricia.
Cómo la deseaba…
— Bésame —balbució Nick.
— ¿No será peligroso?
Él le sonrió.
— Si pudiese moverme ya estarías conmigo en la bañera. Te aseguro que en este momento estoy tan indefenso como un bebé.
Vacilante, ella se humedeció los labios y le acarició una mano; su roce fue suave y tierno. Lo miró fijamente a los labios como si pudiera devorarlo, y Nick sintió que el frío desaparecía al contemplar sus ojos.
_______ se inclinó y lo besó con ansia. Él gimió al sentir sus labios; anhelaba mucho más. Necesitaba sus caricias.
Para su sorpresa, obtuvo lo que deseaba.
_______ se apartó un instante de sus labios, lo suficiente para quitarse la ropa y quedarse desnuda ante él. Lentamente y con movimientos seductores, se metió en la bañera y se sentó a horcajadas sobre su cintura.
Nick volvió a gemir al sentir su vello púbico sobre el estómago. _______ lo besó de nuevo, tan ardientemente que él creyó que se quemaba.
¡Maldición, ni siquiera podía abrazarla! No podía mover los brazos. Y necesitaba con desesperación rodearla con fuerza.
Ella debió percibir su frustración porque se incorporó con una sonrisa.
— Ahora me toca mimarte —susurró antes de enterrar los labios en su cuello.
Cerró los ojos mientras ___ dejaba un rastro de besos sobre su pecho. Cuando llegó al pezón todo comenzó a darle vueltas al sentir la lengua de ___ jugueteando y succionándolo. Nada había conseguido estremecerlo del modo que lo hacían sus caricias. No recordaba ninguna ocasión en la que alguien le hubiese hecho el amor a él.
Y ninguna mujer se había entregado de aquel modo. Ni le había dado tanto.
Contuvo la respiración en el momento que ella introdujo la mano entre sus cuerpos.
— Ojalá pudiese hacerte el amor —susurró Nick.
Ella alzó la cabeza para mirarlo a los ojos.
— Lo haces cada vez que me tocas.
Sin saber cómo, consiguió abrazarla, aunque los brazos no dejaban de temblarle, y la atrajo hacia su pecho para reclamar sus labios.
La escuchó quitar el tapón con el pie mientras profundizaba el beso aún más y atormentaba con leves caricias su miembro hinchado.
Nick sintió vértigo al notar la mano de ella sobre su pene. Ansiaba sus caricias; las anhelaba de un modo que no era capaz de definir.
Una vez la bañera se vació de agua, ___ abandonó sus labios para abrasarle la piel con diminutos besos, descendiendo por el pecho. Nick echó la cabeza hacia atrás y la apoyó en el borde mientras ella le pasaba la lengua por el estómago y la cadera.
Y entonces, para su sorpresa, se llevó su miembro a la boca. Él gruñó y le sujetó la cabeza con ambas manos, deleitándose en las sensaciones que provocaban la lengua y la boca de ___, lamiendo y rodeando su miembro. Ninguna otra mujer había hecho eso antes. Se habían limitado a tomar lo que podían de él, sin ofrecerle jamás nada a cambio.
Hasta que ___ llegó.
Su boca arrasó con los resquicios de su sentido común y venció lo poco que quedaba de su resistencia. Le temblaba todo el cuerpo por la ternura que ella estaba demostrando.
— Lo siento —se disculpó __, alejándose de él—. Otra vez estás temblando de frío.
— No es por el frío —le contestó con voz ronca—. Es por ti.
La sonrisa de ___ le atravesó el corazón. Volvió a inclinarse y prosiguió con su implacable asalto.
Cuando terminó, Nick creyó haber sufrido una intensa sesión de tortura. No podría sentirse más satisfecho aunque hubiese llegado al clímax.
___ lo ayudó a salir de la bañera. Aún le temblaban las piernas y tuvo que apoyarse en ella para llegar a la habitación.
Ella lo sostuvo hasta que estuvo acostado y, después, lo tapó con todas las mantas que encontró. Depositó un beso tierno sobre su frente y acomodó la ropa de la cama.
— ¿Tienes hambre?
Nick sólo fue capaz de asentir con la cabeza.
Ella se apartó de su lado el tiempo justo para calentar un tazón de sopa. Cuando regresó, él estaba profundamente dormido.
Dejó el tazón en la mesita de noche y se acostó junto a él. Lo abrazó y se quedó dormida.
Nick tardó tres días en recuperar toda su fuerza. Durante todo ese tiempo, ___ estuvo a su lado. Ayudándolo.
No acababa de comprender el motivo de la devoción que ella le profesaba. Y su fuerza. Era la mujer que había estado esperando toda su vida. Y con cada día que pasaba, era consciente de que el amor que sentía por ella crecía un poco más. La necesitaba a su lado.
— Tengo que decírselo —se dijo a sí mismo mientras se secaba con una toalla. No podía permitir que pasara un día más sin que ella supiese lo que significaba para él.
Dejó el cuarto de baño y atravesó el pasillo hasta llegar al dormitorio de ___. Estaba hablando con Yari.
— Por supuesto que no le he contado lo que su madre me dijo. ¡Jesús!
Nick retrocedió un paso y se apoyó contra la pared mientras escuchaba a ___.
— ¿Qué se supone que debo decirle? ¿«Por cierto, Nick, tu madre me ha amenazado»?
Él sintió que acababan de darle un golpe en el pecho y comenzó a verlo todo negro. Entró a la habitación.
— ¿Cuándo has hablado con mi madre? —inquirió.
___ alzó la vista, sorprendida.
— Esto… Yari, tengo que colgar. Adiós. —Dejó el auricular en su sitio.
— ¿Cuándo has hablado con ella? —insistió.
___ encogió los hombros descuidadamente.
— El día que comenzaste a sentirte mal.
— ¿Qué te dijo?
Ella volvió a encoger los hombros, esta vez con timidez.
— No fue una verdadera amenaza, sólo me dijo que no te compartiría conmigo.
La ira lo atravesó. ¡Cómo se había atrevido! ¿Quién demonios se creía su madre que era como para exigir que ___ o él mismo la obedecieran?
Qué imbécil había sido al pensar que el corazón de Afrodita se había ablandado.
¿Cuándo iba a aprender?
— Nick —lo increpó ___, poniéndose en pie y acercándose a él, al pie de la cama—, ella ha cambiado. Cuando vino a liberarte…
— No, ___ —la interrumpió—. La conozco mucho mejor que tú.
Y sabía de lo que su madre era capaz. Su crueldad hacía que las acciones de su padre pareciesen meras travesuras.
Con el corazón abatido, comprendió que jamás podría confesarle a ___ lo que sentía por ella.
Y lo que era aún peor, no podía quedarse con ella. Si algo había aprendido acerca de los dioses era que jamás lo dejarían vivir en paz.
¿Cuánto tiempo tardarían en hacer daño a ___? ¿Cuánto tiempo le llevaría a Príapo ponerla en su contra? ¿O cuándo se vengaría su madre de ambos?
Tarde o temprano, le pasarían factura por ser feliz. No le cabía la menor duda. Y la simple idea de que ___ pudiese sufrir…
No. Jamás podría arriesgarse.
* * *
Los días pasaron volando mientras ellos permanecían tanto tiempo juntos como les resultaba posible.
Nick enseñó a __ cultura clásica griega y algunas formas muy interesantes de disfrutar del Reddi-wip() y la crema de chocolate. ___ le enseñó a desahuciar al contrario en el Monopoly y a leer en español.
Después de unas cuantas clases más de conducción, y de un nuevo embrague, ___ reconoció que Nick no tenía futuro al frente de un volante.
A ___ le parecía que apenas había pasado el tiempo y, sin embargo, el último día del plazo de Nick llegó tan rápido que la dejó aterrorizada.
La noche previa a ese fatídico día, hizo el más sorprendente de los descubrimientos: no podía vivir sin Nick.
Cada vez que pensaba en retomar su antigua vida, sin él, creía morir de dolor.
Pero finalmente comprendió que la decisión era de Nick, y sólo de él.
— Por favor, Nick —le susurró mientras él dormía a su lado—. No me abandones.
Belieber&Smiler♥
Re: "Un amante de ensueño" (Nick y tu)
Capítulo 16
Ninguno de los dos habló mucho en todo el día. De hecho, Nick la evitó constantemente.
Eso, más que ningún otro detalle, le hizo imaginarse cuál era la decisión que había tomado.
______ tenía el corazón destrozado. ¿Cómo podía abandonarla después de todo lo que habían
pasado juntos? ¿Después de todo lo que habían compartido?
No podía soportar la idea de perderlo. La vida sin él sería intolerable.
Al atardecer, lo encontró sentado en la mecedora del porche, contemplando el sol por última
vez. Su rostro tenía una expresión tan dura que apenas si podía reconocer al hombre alegre que
había llegado a amar tanto.
Cuando el silencio se hizo demasiado insoportable, le habló:
— No quiero que me abandones. Quiero que te quedes aquí, en mi época. Puedo cuidar de ti,
Nick. Tengo mucho dinero y te enseñaré todo lo que desees saber.
— No puedo quedarme —le contestó entre dientes—. ¿Es que no lo entiendes? Todos los que han
estado cerca de mí alguna vez han sido castigados por los dioses: David, Selena, Calista,
Atolycus. —La miró como si estuviese aturdido—. ¡Por Zeus! Zac acabó crucificado.
— Esta vez será diferente.
Se puso en pie y la miró con dureza.
— Tienes razón. Será diferente. No voy a quedarme aquí para ver cómo mueres por mi culpa.
Pasó por su lado y entró a la casa.
_____ apretó los puños, deseando estrangularlo.
— ¡Eres un… testarudo!
¿Cómo podía ser tan insoportable?
En ese momento notó que el diamante del anillo de boda de su madre se le clavaba en la palma
de la mano. La abrió y lo miró durante un buen rato. Estaba a punto de conseguir que el pasado
dejara de atormentarla. Por primera vez en su vida tenía un futuro en el que pensar. Un futuro
que la llenaba de felicidad.
Y no estaba dispuesta a permitir que Nick lo echara todo por la borda.
Más decidida que nunca, abrió la puerta de la casa y sonrió maliciosamente.
— No vas a librarte de mí, Nicholas de Macedonia. Puede que hayas vencido a los romanos, pero
te aseguro que a mi lado son unos enclenques.
Nick estaba sentado en la salita, con su libro en el regazo. Pasaba la palma de la mano sobre la
antigua inscripción, despreciándola más que nunca.
Cerró los ojos y recordó la noche que _______ lo convocó. Recordó lo que se sentía cuando no
tenía conciencia de su propia identidad. Cuando no era más que un simple esclavo sexual
griego.
Hacía mucho, mucho tiempo que se hallaba perdido en un lugar oscuro y temible, y ______ lo
había encontrado.
Con su fortaleza y su bondad había conseguido desafiar lo peor que había en él y le había
devuelto la humanidad. Sólo ella había percibido su corazón y había decidido que merecía la
pena luchar por él.
*Quédate con ella.*
¡Por los dioses!, qué fácil parecía. Qué sencillo. Pero no se atrevía. Ya había perdido a sus hijos.
_______ era la dueña de lo que le quedaba de corazón, y perderla por culpa de su hermano…
Sería lo más doloroso a lo que jamás se hubiera enfrentado.
Hasta él tenía un punto débil. Ahora conocía el rostro y el nombre de la persona que podría
hacerle caer de rodillas.
______.
Tenía que apartarse de ella para que estuviera a salvo.
La sintió entrar en la estancia. Abrió los ojos y la vio de pie, en el hueco de la puerta, mirándolo
fijamente.
— Ojalá pudiese destruir esta cosa —gruñó al devolver el libro a la mesita.
— Después de esta noche no tendrás necesidad de hacerlo.
Sus palabras le dolieron. ¿Cómo podía hacer esto por él? No soportaba la idea de que alguien la
utilizara y aquí estaba él, usándola del mismo modo que lo habían usado a él tantas y tantas
veces.
— ¿Aún estás dispuesta a dejarme utilizar tu cuerpo para que pueda marcharme?
La sinceridad de su mirada lo dejó paralizado.
— Si de ese modo conseguimos que seas libre, sí.
La siguiente pregunta se le atravesaba en la garganta, pero tenía que saber la respuesta.
— ¿Llorarás cuando me haya marchado?
______ apartó la mirada y él vio la verdad en sus ojos. No era mucho mejor que Robert. Era exactamente igual que aquel egoísta.
Pero, después de todo, era hijo de su padre. Tarde o temprano, la mala sangre siempre hacía acto de presencia.
______ se dio la vuelta y se marchó, dejándolo solo con sus pensamientos. Dejó que sus ojos vagaran por la salita. Cuando miró enfrente del sofá, el corazón se le encogió.
Cómo iba a echar de menos las noches pasadas allí junto a ______, escuchando su voz. Su risa.
Pero sobre todo, echaría de menos sus caricias.
Era muy tentador quedarse, pero no podía hacerlo. No había sido capaz de proteger a sus hijos, ¿cómo iba a proteger a _______?
— ¿Nick?
Se sobresaltó al escuchar la voz de ______ que lo llamaba desde el piso de arriba.
— ¿Qué?
— Son las once y media. ¿No deberías subir?
Nick miró el bulto que se apreciaba bajo los vaqueros. Había llegado la hora de darle utilidad.
Debería estar encantado. Era lo que había querido desde el primer instante en que la vio.
Pero, por alguna razón, le dolía el hecho de tomarla así.
*Por lo menos no le harás daño.*
*¿No?*
De hecho, dudaba mucho que Robert la hubiese hecho sufrir tanto como él estaba a punto de hacer.
— ¿Nick?
— Voy —le contestó, obligándose a abandonar el sofá.
En la puerta, volvió la cabeza para mirarlo todo por última vez.
Incluso ahora podía ver la imagen de ______ tumbada en el sofá, con los pechos cubiertos de nata mientras él, muy lentamente, los lamía hasta no dejar ni rastro de la crema. Podía escuchar su risa y ver el brillo de sus ojos cada vez que la llevaba al clímax.
*«No me abandones, Nick»*, le había susurrado la noche anterior mientras él supuestamente dormía, y sus palabras le habían abrasado. Ahora le estaban partiendo en dos el corazón.
— ¿Nick?
Dándose la vuelta, se encaminó hacia las escaleras y se apoyó en el pasamanos. Sería la última vez que subiría estos escalones. La última vez que cruzaría el pasillo para llegar al dormitorio de _______.
Y la última vez que la vería en su cama…
Con el corazón en la garganta, se dio cuenta de que apenas podía respirar.
¿Por qué tenía que ser así?
Soltó una amarga carcajada. ¿Cuántas veces se habría hecho esa misma pregunta?
Se detuvo al llegar a la puerta. La habitación estaba alumbrada por la tenue luz de las velas, pero lo que más le impresionó fue ver a ______ con la negligé roja que él había elegido.
Estaba arrebatadora.
De repente, sintió que la lengua acababa de caérsele hasta el suelo y que era imperante enrollarla de nuevo para meterla en la boca.
— No vas a ponérmelo fácil, ¿verdad? —le preguntó con voz ronca.
Ella le dedicó una sonrisa traviesa.
— ¿Debería hacerlo?
Totalmente embobado por ella, Nick era incapaz de mover un músculo mientras observaba cómo se acercaba.
— ¿No tienes demasiada ropa?
Antes de que pudiese responder, ella agarró el borde inferior de su camisa y la levantó hasta pasarla por su cabeza. Una vez la arrojó al suelo, alargó un brazo y colocó la mano en su pecho, justo sobre el corazón. En ese instante, para Nick era la mujer más hermosa del mundo. Ni siquiera la belleza de su madre podía competir con la de _______.
Permaneció inmóvil como una estatua mientras ella deslizaba las manos sobre su piel, provocándole escalofríos.
No, no iba a ponérselo nada fácil.
Nick notó que ella intentaba desabrocharle el botón del pantalón.
— ______ —le advirtió, y le apartó las manos.
— ¿Mmm? —murmuró ella, con los ojos oscurecidos por la pasión.
— No importa.
Ella se apartó y se subió a la cama. Nick contuvo el aliento al vislumbrar su trasero desnudo a través de la diáfana gasa de la negligé.
Se tumbó de lado y lo miró fijamente.
Tras despojarse de los vaqueros, se unió a ella. Hizo que se tendiera de espaldas y, en esa posición, el profundo escote dejó a la vista uno de sus pechos. Nick se aprovechó de la situación.
— ¡Oh, Nick! —gimió ______.
La sintió estremecerse bajo él cuando pasó la lengua alrededor del endurecido pezón. Su cuerpo era fuego líquido y gritaba exigiéndole que la poseyera. Pero no sólo anhelaba su carne. La quería a ella.
Y abandonarla lo destrozaría.
Nick tragó y se apartó. Había estado esperando esta noche durante una eternidad. Había pasado la eternidad esperando a esta mujer.
Con mucha ternura acarició su rostro, guardando en la memoria cada pequeño detalle.
Su preciosa _______.
Jamás la olvidaría.
Su alma lloraba a gritos por lo que estaba a punto de hacerle. Le separó los muslos con las rodillas.
Se estremeció involuntariamente al sentir su piel desnuda bajo la suya. Y, en ese momento, cometió el error de mirarla a los ojos.
El sufrimiento que vio en ellos lo dejó sin aliento.
«Jamás tuviste nada que no robaras antes». Se tensó al escuchar las palabras de David en su cabeza. Lo último que quería era robarle algo a la mujer que le había entregado tanto.
*¿Cómo voy a hacerle esto?*
— ¿Qué estás esperando? —le preguntó ella.
Nick no lo sabía. Lo único que tenía claro era que no podía apartar la mirada de sus tristes ojos grises. Unos ojos que llorarían si la utilizaba para después abandonarla. Unos ojos que llorarían de felicidad si se quedaba.
Pero si se quedaba, su familia la destruiría.
Y, en ese instante, supo lo que debía hacer.
______ le envolvió la cintura con las piernas.
— Nick, date prisa. El tiempo se acaba.
Él no habló. No podía hacerlo. En realidad, no confiaba en sí mismo, y podía decir algo que lo hiciera cambiar de opinión.
A lo largo de los siglos había sido muchas cosas: huérfano, ladrón, marido, padre, héroe, leyenda y, finalmente, esclavo.
Pero jamás había sido un cobarde.
No. Nicholas de Macedonia jamás había sido un cobarde. Era el general que había contemplado victorioso a legiones enteras de romanos, y les había desafiado entre carcajadas a que lo mataran y le cortaran la cabeza si podían.
Ése era el hombre que ______ había encontrado, y ése era el hombre que la amaba. Y ese hombre se negaba a hacerle daño.
_____ intentó mover las caderas para que el miembro de Nick se hundiera en ella, pero él no la dejó.
— ¿Sabes lo que más echaré de menos? —le preguntó, mientras deslizaba una mano entre sus cuerpos y le acariciaba el clítoris.
— No —murmuró _____.
— El aroma de tu pelo cada vez que entierro mi rostro en él. El modo en que te agarras a mí y gritas cuando te corres. El sonido de tu risa. Y sobre todo, tu imagen al despertar cada mañana, con el sol bañándote el rostro. Jamás podré olvidarlo...
Apartó la mano y movió las caderas para encontrar las de ___. Pero, en lugar de penetrarla, todo se quedó en una placentera caricia que los hizo gemir a ambos.
Bajó la cabeza hasta la oreja de ___ y le mordisqueó el cuello.
— Siempre te amaré —le susurró.
___ lo oyó respirar hondo en el mismo momento en que el reloj daba la medianoche.
Con un brillante destello, Nick desapareció.
Horrorizada, ___ permaneció inmóvil esperando despertar. Pero siguió escuchando las campanadas del reloj y se dio cuenta de que no era un sueño.
Nick se había ido.
Se había ido de verdad.
— ¡No! —gritó mientras se sentaba en la cama. ¡No podía ser! —. ¡No!
Bajó de la cama con el corazón martilleándole con fuerza en el pecho y corrió hasta el salón. El libro estaba aún sobre la mesita de café. Pasó las páginas y vio que Nick estaba justo en el mismo sitio que antes, sólo que ahora no sonreía diabólicamente y llevaba el pelo corto.
¡No, no y no!, repetía su mente una y otra vez. ¿Por qué había hecho eso? ¿Por qué?
— ¿Cómo has podido? —Le preguntó mientras abrazaba el libro contra su pecho—. Yo te habría dado la libertad, Nick. No me habría importado. ¡Dios!, Nick ¿Por qué te has hecho esto? —sollozó—. ¿Por qué?
Pero en el fondo lo sabía. La ternura que había visto en sus ojos hablaba por sí misma. Lo había hecho para no herirla como Robert.
Nick la amaba. Y, desde el momento que llegó a su vida, no había hecho otra cosa que protegerla. Cuidarla.
Hasta el final. Aun cuando de ese modo se negara la posibilidad de quedar libre de un tormento eterno, ella había sido más importante.
___ no soportaba pensar en el sacrificio que Nick acababa de hacer. Lo veía condenado a pasar la eternidad en la oscuridad. Solo y sufriendo una agonía.
Él le había contado que pasaba hambre mientras estaba atrapado en el libro, y sed. Y en su mente lo veía sufrir del mismo modo que lo había visto en su cama. Recordó las palabras que dijo después.
«Esto no es nada comparado con lo que se siente dentro del libro»
Y ahora estaba allí. Sufriendo.
— ¡No! —gritó—. No permitiré que te hagas esto, Nick. ¿Me oyes?
Abrazó con fuerza el libro y se dirigió a toda prisa a la parte trasera de la casa. Abrió las cristaleras que daban al jardín y corrió hacia un claro iluminado por la luna llena.
— Regresa a mí, ¡Nicholas de Macedonia, Nicholas de Macedonia, Nicholas de Macedonia! —lo repitió una y otra vez, rogando por que apareciera.
No ocurrió nada. Nada de nada.
— ¡No!, ¡por favor, no!
Con el corazón destrozado, volvió a la salita.
— ¿Por qué?, ¿por qué? —sollozaba, arrodillada en el suelo sin dejar de mecerse hacia delante y hacia atrás.
— ¡Nick! —susurró con la voz rota mientras los recuerdos la asaltaban. Nick riéndose con ella, abrazándola. Nick sentado tranquilamente, pensando. Su corazón latiendo desenfrenado al mismo ritmo que el suyo.
Lo quería de vuelta.
Lo necesitaba de vuelta.
— No quiero vivir sin ti —balbució dirigiéndose al libro—. ¿Lo entiendes, Nick? No puedo vivir sin ti.
De repente, una luz cegadora iluminó la estancia.
Con la boca abierta, ___ alzó la mirada esperando encontrarse con Nick.
Pero no era él. Se trataba de Afrodita.
— Dame el libro —le ordenó con el brazo extendido.
___ lo abrazó con más fuerza.
— ¿Por qué le haces esto? —inquirió ___—. ¿Es que no ha sufrido ya bastante? Yo no lo habría alejado de ti. Preferiría que estuviese contigo antes de que regresara al libro. —Se limpió las lágrimas—. Está solo ahí dentro. Solo en la oscuridad —susurró—. Por favor, no dejes que permanezca ahí. Envíame al libro con él, por favor. ¡Por favor!
Afrodita bajó la mano.
— ¿Harías eso por él?
— Haría cualquier cosa por él.
La diosa la observó con los ojos entrecerrados.
— Dame el libro.
Cegada por las lágrimas, ___ se lo dio mientras rezaba para que Afrodita la ayudara a reunirse con él.
Ella suspiró con fuerza y abrió el libro.
— Me van a joder bien por esto.
Súbitamente, otro destello cegador iluminó la sala y ___ tuvo que cerrar los ojos. La cabeza comenzó a darle vueltas y todo pareció girar a su alrededor, haciendo que su estómago protestara.
¿Por esto pasaba Nick cada vez que alguien lo invocaba? No lo sabía con certeza, pero ya era bastante terrorífico y por sí solo suponía una tortura.
Y, entonces, la luz desapareció.
___ cayó a un profundo foso donde la oscuridad era un ente con vida que la ahogaba, impidiéndole respirar y haciendo que le escocieran los ojos.
Intentó incorporarse para frenar la caída y sintió bajo ella una superficie mullida que le resultaba familiar.
La luz volvió y se encontró en su cama, con Nick sobre ella.
Él miró alrededor, perplejo.
— ¿Cómo…?
— Será mejor que esta vez no la fastidien —les dijo Afrodita desde la puerta—. No quiero ni pensar en lo que me harán los de arriba si intento esto de nuevo.
Y se esfumó.
Nick dejó de mirar el hueco de la puerta y clavó los ojos en ___.
— ___, yo…
— Cállate, Nick —le ordenó; no quería perder más tiempo— y enséñame cómo quieren los dioses que un hombre ame a una mujer.
Diciendo esto, lo agarró por la cabeza y lo acercó para darle un beso apasionado y profundo.
Él se lo devolvió con ferocidad, y con un poderoso y magistral envite se introdujo en ella.
Echó la cabeza hacia atrás y gruñó cuando el húmedo cuerpo de ___ le dio la bienvenida, envolviéndolo con su calidez. El impacto que sufrieron sus sentidos fue tan poderoso que se estremeció de la cabeza a los pies. Por los dioses, era mucho mejor de lo que había imaginado.
Recordaba las palabras que le había dirigido.
«No quiero vivir sin ti, Nick. ¿Lo entiendes? No puedo vivir sin ti.»
Con la respiración entrecortada, la miró a la cara y quedó subyugado al sentir a ___, cálida y estrecha, alrededor de su pene. Deslizó la mano por su brazo, hasta capturar su mano y aferrarla con fuerza.
— ¿Te estoy haciendo daño?
— No —le contestó con una mirada tierna y sincera. Se llevó la mano de Nick a los labios y la besó—. Jamás me harás daño estando conmigo.
— Si lo hago, dímelo y me detendré.
Ella lo rodeó con los brazos y las piernas.
— Si se te ocurre sacarlo antes del amanecer te perseguiré durante toda la eternidad para darte una paliza.
Nick se rió; no le cabía la menor duda.
_________ le pasó la lengua por el cuello y se deleitó al sentir cómo vibraba entre sus brazos.
Él alzó las caderas, muy lentamente, torturándola con el movimiento y, sin previo aviso, se hundió en ella con tanta fuerza que ________ creyó morir de placer.
Contuvo el aliento al sentirlo por completo dentro de ella. Era una sensación increíble. Era maravilloso sentir las embestidas de ese cuerpo ágil y fuerte.
Cerró los ojos y disfrutó del movimiento de los músculos de Nick, que se contraían y se relajaban sobre su cuerpo. Entrelazó las piernas con las suyas y la embrujó el cosquilleo que producía el vello masculino.
Jamás había sentido algo parecido. Se limitaba a respirar y a expresar con su cuerpo el amor que sentía por él. Era suyo. Aunque luego la abandonara, disfrutaría de este momento de gloria junto a él.
Extasiada por el peso de su cuerpo sobre ella, le pasó las manos por la espalda hasta llegar a las caderas y lo empujó, incitándolo a ir más rápido.
Nick se mordió los labios cuando sintió que _______ le clavaba las uñas en la espalda. ¿Cómo era posible que unas manos tan pequeñas tuvieran el poder de vencerlo?
Jamás lo entendería; como tampoco entendería por qué lo amaba.
Se lo agradecía en el alma.
— Mírame, _________ —le dijo, hundiéndose profundamente en ella de nuevo—. Quiero ver tus ojos.
_________ obedeció. Nick tenía los ojos entrecerrados y, por su modo de respirar y la expresión de su rostro, supo que estaba disfrutando de cada certera embestida. Ella sentía cómo se le contraían los abdominales cada vez que se movía.
Alzó las caderas para salir al encuentro de los furiosos envites. Nada podía ser mejor que tener a Nick sobre ella, besándola con pasión y deslizándose dentro y fuera de su entrepierna.
Cuando creyó que ya no podría resistirlo más, su cuerpo estalló en miles de estremecimientos de placer.
— ¡Nick! —gritó, arqueando más su cuerpo hacia él—. ¡Sí, oh, sí!
Él se hundió en ella hasta el fondo y permaneció inmóvil, observándola mientras los músculos de su vagina se contraían a su alrededor.
Cuando ella abrió los ojos, se encontró con su diabólica sonrisa.
— Te ha gustado eso, ¿verdad? —le preguntó, mostrando sus hoyuelos y rotando sus caderas para que ella lo sintiera dentro.
A __________ le costó un enorme esfuerzo no gemir de placer.
— Ha estado bien.
— ¿Bien? —le preguntó con una sonrisa—. Creo que tendré que seguir intentándolo.
Se dio la vuelta y la arrastró consigo, con cuidado de que su miembro no la abandonara.
Gimió al encontrarse sobre él. Nick alargó un brazo y deshizo el lazo que cerraba el escote de la negligé. El diminuto trozo de tela se abrió.
La mirada de puro gozo que transmitían sus ojos fue mucho más placentera para ______ que sentirlo en su interior. Sonriendo, alzó las caderas y las bajó para absorberlo por entero.
Ella lo sintió estremecerse.
— Te ha gustado eso, ¿verdad?
— Ha estado bien. —Pero la voz estrangulada traicionaba su tono despreocupado.
Ella soltó una carcajada.
Nick alzó las caderas en ese momento y se introdujo aún más en ella.
_______ siseó de placer al sentir que la llenaba por entero. Al sentir la dureza de su cuerpo y la fuerza que ostentaba. Y ella aún quería más. Quería ver el rostro de Nick cuando llegase al clímax. Quería ser ella la que le diera lo que hacía siglos que no experimentaba.
— Si seguimos a este ritmo vamos a estar extenuados cuando llegue el amanecer, ¿lo sabías? —le dijo él.
— No me importa.
— Pero te vas a sentir dolorida.
Ella contrajo los músculos de la vagina para rodearlo con más fuerza.
— ¿Ah, sí?
— En ese caso… —él deslizó la mano muy lentamente por el cuerpo de ______ hasta llegar a su ombligo, y bajó aún más separando los húmedos rizos de su entrepierna para acariciarle el clítoris.
Se mordió los labios mientras los dedos de Nick jugueteaban con ella, acoplándose al ritmo que imponían sus caderas. Cada vez más rápido, más hondo y con más fuerza.
La cogió por la cintura y la ayudó a seguir el frenético ritmo. Cómo deseaba poder abandonar el cuerpo de ______ el tiempo suficiente como para enseñarle unas cuantas posturas más. Pero no les estaba permitido.
Por ahora.
Pero cuando llegara el amanecer…
Sonrió ante la perspectiva. En cuanto amaneciera tenía toda la intención de mostrarle una nueva forma de utilizar el Reddi-wip.
______ perdió la noción del tiempo mientras sus cuerpos se acariciaban y se deleitaban en su mutua compañía. Sintió que la habitación comenzaba a girar bajo sus expertas caricias, y se dejó llevar por la maravillosa sensación de expresar el amor que sentía por él.
Los dos estaban cubiertos de sudor, pero no dejaron de saborearse; seguían disfrutando de la pasión que al fin compartían.
Esta vez, cuando _______ se corrió, se desplomó sobre él.
La profunda risa de Nick reverberó por su cuerpo mientras pasaba sus manos por su espalda, sus caderas y por sus piernas.
_______ se estremeció.
______ se despertó con la sensación de tener algo cálido que la llenaba por completo. Cuando comenzó a moverse, fue consciente de unos brazos fuertes como el acero que la inmovilizaban.
— Con cuidado —le advirtió Nick—. No lo saques.
— ¿Me quedé dormida? —balbució, sorprendida de haber hecho tal cosa.
— No importa. No te perdiste gran cosa.
— ¿De verdad? —le preguntó ella meneando las caderas y acariciándolo con todo el cuerpo.
Él soltó una carcajada.
— Ok, de acuerdo. Te perdiste un par de cositas.
Se incorporó y lo miró a lo ojos. Trazó la línea de la mandíbula, levemente áspera por la barba incipiente, con un dedo que Nick capturó y mordisqueó en cuanto llegó a los labios.
Súbitamente, él se incorporó y se quedó sentado con ella en su regazo.
— Mmm, me gusta —dijo ella mientras le pasaba las piernas alrededor de la cintura.
— Mmm, sí —convino él y comenzó a mover suavemente las caderas.
Bajando la cabeza, capturó uno de sus pechos y lamió el duro pezón. Jugueteó con ella y la torturó dulcemente antes de soplar sobre la humedecida piel, que se erizó bajo su cálido aliento.
Dejó ese pecho y se dirigió al otro. ______ acunó su cabeza, acercándolo aún más a ella, completamente extasiada por sus caricias. En ese momento se dio cuenta de que el cielo comenzaba a clarear.
— ¡Nick! —exclamó—. Está amaneciendo.
— Lo sé —le contestó, tumbándola de espaldas sobre la cama.
Lo miró a los ojos mientras se acomodaba sobre ella sin dejar de mover las caderas.
La contemplaba totalmente hechizado. Percibía su ternura y su amor. Nadie lo había conocido como ella y jamás habría creído posible que alguien pudiese lograrlo. Lo había acariciado en un lugar que nadie había tocado antes.
En el corazón.
Y entonces anheló mucho más. Desesperado por tenerla por completo, siguió moviéndose dentro de ella.
Necesitaba más.
_______ lo envolvió con sus brazos y enterró el rostro en su hombro al sentir que aceleraba el ritmo de sus envites. Más y más rápido, más y más fuerte; hasta que ella se quedó sin aliento por el frenético ritmo.
De nuevo, el sudor los cubría. _______ lamió el cuello de Nick, embriagada por sus gemidos. Él siseó de placer.
Y todavía seguía hundiéndose en ella, una y otra vez, hasta que ___________ pensó que no podría soportarlo más.
Le clavó los dientes en el hombro mientras alcanzaba el orgasmo rápida y salvajemente. Nick no disminuyó sus acometidas cuando ______ se tumbó sobre el colchón.
Se mordió el labio con fuerza y se movió aún más rápido, haciendo que ella se corriera de nuevo, y esta vez con más intensidad que la anterior.
Justo cuando el primer rayo de sol atravesaba los ventanales de la habitación, escuchó que Nick gruñía y lo vio cerrar los ojos.
Con un envite profundo y certero, se derramó en ella y todo su cuerpo se convulsionó entre los brazos de ______.
Nick era incapaz de respirar y la cabeza le daba vueltas a causa del éxtasis que acaba de sentir; la intensidad de su orgasmo había sido increíble. Le dolía todo el cuerpo, pero aún así, no recordaba haber experimentado con anterioridad semejante placer. La noche pasada lo había dejado exhausto, y estaba agotado por las caricias de ______.
Habían roto la maldición.
Alzó la cabeza y vio que ______ le sonreía.
— ¿Ya está? —le preguntó ella.
Antes de que pudiera contestar, el brazo comenzó a dolerle como si le estuvieran marcando con un hierro candente. Siseando, se apartó de ella y lo cubrió con la mano.
— ¿Qué pasa? —le preguntó ella al ver que se alejaba.
Perpleja, observó cómo un resplandor anaranjado le cubría todo el brazo. Cuando apartó la mano, la inscripción griega había desaparecido.
— Ya está —balbució ______—. Lo conseguimos.
La sonrisa se borró del rostro de Nick.
— No —dijo él, rozándole la mejilla con los dedos—. Tú lo hiciste.
Riéndose, ______ se arrojó en sus brazos. Él la abrazó con fuerza mientras se besaban en un caótico frenesí.
¡Ya había acabado!
Era libre. Por fin, después de tantos siglos, volvía a ser un hombre mortal.
Y era _____ la que lo había conseguido. Su fe y su fortaleza habían revelado lo mejor de sí mismo.
Ella lo había salvado.
___ volvió a reírse y giró en la cama hasta quedar encima de él.
Pero la alegría le duró poco ya que otro destello, aún más brillante que los anteriores, atravesó la habitación.
Su risa murió al instante. Percibió la malévola presencia antes de que Nick se tensara entre sus brazos.
Sentándose en la cama, obligó a ___ a ponerse tras él y se colocó entre ella y el apuesto hombre que los observaba desde
los pies de la cama.
Ella tragó saliva cuando vio al hombre alto y moreno que los miraba furioso. Estaba claro que tenía todas las intenciones
de matarlos allí mismo.
— ¡Bastardo engreído! —gritó el hombre—. ¡Cómo te has atrevido a pensar que puedes ser libre!
Al instante, ___ supo que estaba ante el mismísimo Príapo.
— Déjalo, Príapo —le contestó Nick con una nota de advertencia en la voz—. Ya ha acabado todo.
Príapo resopló.
— ¿Crees que puedes darme órdenes? ¿Quién te crees que eres, mortal?
Nick sonrió con malicia.
— Soy Nicholas de Macedonia, de la Casa de Diocles de Esparta, hijo de la diosa Afrodita. Soy el Libertador de Grecia,
Macedonia, Tebas, Punjab y Conjara. Mis enemigos me conocían como Augustus Julius Punitor y temblaban ante mi simple presencia. Y tú, hermano, eres un dios menor y poco conocido, que no significaba nada para los griegos y al que
los romanos apenas si tomaron en cuenta.
La ira del infierno transfiguró el rostro de Príapo.
— Es hora de que aprendas cuál es tu lugar, hermanito. Me quitaste a la mujer que iba a dar a luz a mis hijos y que
aseguraría la inmortalidad de mi nombre. Ahora yo te quitaré a la tuya.
Nick se arrojó sobre Príapo, pero ya era demasiado tarde. Había desaparecido llevándose a ___.
Ninguno de los dos habló mucho en todo el día. De hecho, Nick la evitó constantemente.
Eso, más que ningún otro detalle, le hizo imaginarse cuál era la decisión que había tomado.
______ tenía el corazón destrozado. ¿Cómo podía abandonarla después de todo lo que habían
pasado juntos? ¿Después de todo lo que habían compartido?
No podía soportar la idea de perderlo. La vida sin él sería intolerable.
Al atardecer, lo encontró sentado en la mecedora del porche, contemplando el sol por última
vez. Su rostro tenía una expresión tan dura que apenas si podía reconocer al hombre alegre que
había llegado a amar tanto.
Cuando el silencio se hizo demasiado insoportable, le habló:
— No quiero que me abandones. Quiero que te quedes aquí, en mi época. Puedo cuidar de ti,
Nick. Tengo mucho dinero y te enseñaré todo lo que desees saber.
— No puedo quedarme —le contestó entre dientes—. ¿Es que no lo entiendes? Todos los que han
estado cerca de mí alguna vez han sido castigados por los dioses: David, Selena, Calista,
Atolycus. —La miró como si estuviese aturdido—. ¡Por Zeus! Zac acabó crucificado.
— Esta vez será diferente.
Se puso en pie y la miró con dureza.
— Tienes razón. Será diferente. No voy a quedarme aquí para ver cómo mueres por mi culpa.
Pasó por su lado y entró a la casa.
_____ apretó los puños, deseando estrangularlo.
— ¡Eres un… testarudo!
¿Cómo podía ser tan insoportable?
En ese momento notó que el diamante del anillo de boda de su madre se le clavaba en la palma
de la mano. La abrió y lo miró durante un buen rato. Estaba a punto de conseguir que el pasado
dejara de atormentarla. Por primera vez en su vida tenía un futuro en el que pensar. Un futuro
que la llenaba de felicidad.
Y no estaba dispuesta a permitir que Nick lo echara todo por la borda.
Más decidida que nunca, abrió la puerta de la casa y sonrió maliciosamente.
— No vas a librarte de mí, Nicholas de Macedonia. Puede que hayas vencido a los romanos, pero
te aseguro que a mi lado son unos enclenques.
Nick estaba sentado en la salita, con su libro en el regazo. Pasaba la palma de la mano sobre la
antigua inscripción, despreciándola más que nunca.
Cerró los ojos y recordó la noche que _______ lo convocó. Recordó lo que se sentía cuando no
tenía conciencia de su propia identidad. Cuando no era más que un simple esclavo sexual
griego.
Hacía mucho, mucho tiempo que se hallaba perdido en un lugar oscuro y temible, y ______ lo
había encontrado.
Con su fortaleza y su bondad había conseguido desafiar lo peor que había en él y le había
devuelto la humanidad. Sólo ella había percibido su corazón y había decidido que merecía la
pena luchar por él.
*Quédate con ella.*
¡Por los dioses!, qué fácil parecía. Qué sencillo. Pero no se atrevía. Ya había perdido a sus hijos.
_______ era la dueña de lo que le quedaba de corazón, y perderla por culpa de su hermano…
Sería lo más doloroso a lo que jamás se hubiera enfrentado.
Hasta él tenía un punto débil. Ahora conocía el rostro y el nombre de la persona que podría
hacerle caer de rodillas.
______.
Tenía que apartarse de ella para que estuviera a salvo.
La sintió entrar en la estancia. Abrió los ojos y la vio de pie, en el hueco de la puerta, mirándolo
fijamente.
— Ojalá pudiese destruir esta cosa —gruñó al devolver el libro a la mesita.
— Después de esta noche no tendrás necesidad de hacerlo.
Sus palabras le dolieron. ¿Cómo podía hacer esto por él? No soportaba la idea de que alguien la
utilizara y aquí estaba él, usándola del mismo modo que lo habían usado a él tantas y tantas
veces.
— ¿Aún estás dispuesta a dejarme utilizar tu cuerpo para que pueda marcharme?
La sinceridad de su mirada lo dejó paralizado.
— Si de ese modo conseguimos que seas libre, sí.
La siguiente pregunta se le atravesaba en la garganta, pero tenía que saber la respuesta.
— ¿Llorarás cuando me haya marchado?
______ apartó la mirada y él vio la verdad en sus ojos. No era mucho mejor que Robert. Era exactamente igual que aquel egoísta.
Pero, después de todo, era hijo de su padre. Tarde o temprano, la mala sangre siempre hacía acto de presencia.
______ se dio la vuelta y se marchó, dejándolo solo con sus pensamientos. Dejó que sus ojos vagaran por la salita. Cuando miró enfrente del sofá, el corazón se le encogió.
Cómo iba a echar de menos las noches pasadas allí junto a ______, escuchando su voz. Su risa.
Pero sobre todo, echaría de menos sus caricias.
Era muy tentador quedarse, pero no podía hacerlo. No había sido capaz de proteger a sus hijos, ¿cómo iba a proteger a _______?
— ¿Nick?
Se sobresaltó al escuchar la voz de ______ que lo llamaba desde el piso de arriba.
— ¿Qué?
— Son las once y media. ¿No deberías subir?
Nick miró el bulto que se apreciaba bajo los vaqueros. Había llegado la hora de darle utilidad.
Debería estar encantado. Era lo que había querido desde el primer instante en que la vio.
Pero, por alguna razón, le dolía el hecho de tomarla así.
*Por lo menos no le harás daño.*
*¿No?*
De hecho, dudaba mucho que Robert la hubiese hecho sufrir tanto como él estaba a punto de hacer.
— ¿Nick?
— Voy —le contestó, obligándose a abandonar el sofá.
En la puerta, volvió la cabeza para mirarlo todo por última vez.
Incluso ahora podía ver la imagen de ______ tumbada en el sofá, con los pechos cubiertos de nata mientras él, muy lentamente, los lamía hasta no dejar ni rastro de la crema. Podía escuchar su risa y ver el brillo de sus ojos cada vez que la llevaba al clímax.
*«No me abandones, Nick»*, le había susurrado la noche anterior mientras él supuestamente dormía, y sus palabras le habían abrasado. Ahora le estaban partiendo en dos el corazón.
— ¿Nick?
Dándose la vuelta, se encaminó hacia las escaleras y se apoyó en el pasamanos. Sería la última vez que subiría estos escalones. La última vez que cruzaría el pasillo para llegar al dormitorio de _______.
Y la última vez que la vería en su cama…
Con el corazón en la garganta, se dio cuenta de que apenas podía respirar.
¿Por qué tenía que ser así?
Soltó una amarga carcajada. ¿Cuántas veces se habría hecho esa misma pregunta?
Se detuvo al llegar a la puerta. La habitación estaba alumbrada por la tenue luz de las velas, pero lo que más le impresionó fue ver a ______ con la negligé roja que él había elegido.
Estaba arrebatadora.
De repente, sintió que la lengua acababa de caérsele hasta el suelo y que era imperante enrollarla de nuevo para meterla en la boca.
— No vas a ponérmelo fácil, ¿verdad? —le preguntó con voz ronca.
Ella le dedicó una sonrisa traviesa.
— ¿Debería hacerlo?
Totalmente embobado por ella, Nick era incapaz de mover un músculo mientras observaba cómo se acercaba.
— ¿No tienes demasiada ropa?
Antes de que pudiese responder, ella agarró el borde inferior de su camisa y la levantó hasta pasarla por su cabeza. Una vez la arrojó al suelo, alargó un brazo y colocó la mano en su pecho, justo sobre el corazón. En ese instante, para Nick era la mujer más hermosa del mundo. Ni siquiera la belleza de su madre podía competir con la de _______.
Permaneció inmóvil como una estatua mientras ella deslizaba las manos sobre su piel, provocándole escalofríos.
No, no iba a ponérselo nada fácil.
Nick notó que ella intentaba desabrocharle el botón del pantalón.
— ______ —le advirtió, y le apartó las manos.
— ¿Mmm? —murmuró ella, con los ojos oscurecidos por la pasión.
— No importa.
Ella se apartó y se subió a la cama. Nick contuvo el aliento al vislumbrar su trasero desnudo a través de la diáfana gasa de la negligé.
Se tumbó de lado y lo miró fijamente.
Tras despojarse de los vaqueros, se unió a ella. Hizo que se tendiera de espaldas y, en esa posición, el profundo escote dejó a la vista uno de sus pechos. Nick se aprovechó de la situación.
— ¡Oh, Nick! —gimió ______.
La sintió estremecerse bajo él cuando pasó la lengua alrededor del endurecido pezón. Su cuerpo era fuego líquido y gritaba exigiéndole que la poseyera. Pero no sólo anhelaba su carne. La quería a ella.
Y abandonarla lo destrozaría.
Nick tragó y se apartó. Había estado esperando esta noche durante una eternidad. Había pasado la eternidad esperando a esta mujer.
Con mucha ternura acarició su rostro, guardando en la memoria cada pequeño detalle.
Su preciosa _______.
Jamás la olvidaría.
Su alma lloraba a gritos por lo que estaba a punto de hacerle. Le separó los muslos con las rodillas.
Se estremeció involuntariamente al sentir su piel desnuda bajo la suya. Y, en ese momento, cometió el error de mirarla a los ojos.
El sufrimiento que vio en ellos lo dejó sin aliento.
«Jamás tuviste nada que no robaras antes». Se tensó al escuchar las palabras de David en su cabeza. Lo último que quería era robarle algo a la mujer que le había entregado tanto.
*¿Cómo voy a hacerle esto?*
— ¿Qué estás esperando? —le preguntó ella.
Nick no lo sabía. Lo único que tenía claro era que no podía apartar la mirada de sus tristes ojos grises. Unos ojos que llorarían si la utilizaba para después abandonarla. Unos ojos que llorarían de felicidad si se quedaba.
Pero si se quedaba, su familia la destruiría.
Y, en ese instante, supo lo que debía hacer.
______ le envolvió la cintura con las piernas.
— Nick, date prisa. El tiempo se acaba.
Él no habló. No podía hacerlo. En realidad, no confiaba en sí mismo, y podía decir algo que lo hiciera cambiar de opinión.
A lo largo de los siglos había sido muchas cosas: huérfano, ladrón, marido, padre, héroe, leyenda y, finalmente, esclavo.
Pero jamás había sido un cobarde.
No. Nicholas de Macedonia jamás había sido un cobarde. Era el general que había contemplado victorioso a legiones enteras de romanos, y les había desafiado entre carcajadas a que lo mataran y le cortaran la cabeza si podían.
Ése era el hombre que ______ había encontrado, y ése era el hombre que la amaba. Y ese hombre se negaba a hacerle daño.
_____ intentó mover las caderas para que el miembro de Nick se hundiera en ella, pero él no la dejó.
— ¿Sabes lo que más echaré de menos? —le preguntó, mientras deslizaba una mano entre sus cuerpos y le acariciaba el clítoris.
— No —murmuró _____.
— El aroma de tu pelo cada vez que entierro mi rostro en él. El modo en que te agarras a mí y gritas cuando te corres. El sonido de tu risa. Y sobre todo, tu imagen al despertar cada mañana, con el sol bañándote el rostro. Jamás podré olvidarlo...
Apartó la mano y movió las caderas para encontrar las de ___. Pero, en lugar de penetrarla, todo se quedó en una placentera caricia que los hizo gemir a ambos.
Bajó la cabeza hasta la oreja de ___ y le mordisqueó el cuello.
— Siempre te amaré —le susurró.
___ lo oyó respirar hondo en el mismo momento en que el reloj daba la medianoche.
Con un brillante destello, Nick desapareció.
Horrorizada, ___ permaneció inmóvil esperando despertar. Pero siguió escuchando las campanadas del reloj y se dio cuenta de que no era un sueño.
Nick se había ido.
Se había ido de verdad.
— ¡No! —gritó mientras se sentaba en la cama. ¡No podía ser! —. ¡No!
Bajó de la cama con el corazón martilleándole con fuerza en el pecho y corrió hasta el salón. El libro estaba aún sobre la mesita de café. Pasó las páginas y vio que Nick estaba justo en el mismo sitio que antes, sólo que ahora no sonreía diabólicamente y llevaba el pelo corto.
¡No, no y no!, repetía su mente una y otra vez. ¿Por qué había hecho eso? ¿Por qué?
— ¿Cómo has podido? —Le preguntó mientras abrazaba el libro contra su pecho—. Yo te habría dado la libertad, Nick. No me habría importado. ¡Dios!, Nick ¿Por qué te has hecho esto? —sollozó—. ¿Por qué?
Pero en el fondo lo sabía. La ternura que había visto en sus ojos hablaba por sí misma. Lo había hecho para no herirla como Robert.
Nick la amaba. Y, desde el momento que llegó a su vida, no había hecho otra cosa que protegerla. Cuidarla.
Hasta el final. Aun cuando de ese modo se negara la posibilidad de quedar libre de un tormento eterno, ella había sido más importante.
___ no soportaba pensar en el sacrificio que Nick acababa de hacer. Lo veía condenado a pasar la eternidad en la oscuridad. Solo y sufriendo una agonía.
Él le había contado que pasaba hambre mientras estaba atrapado en el libro, y sed. Y en su mente lo veía sufrir del mismo modo que lo había visto en su cama. Recordó las palabras que dijo después.
«Esto no es nada comparado con lo que se siente dentro del libro»
Y ahora estaba allí. Sufriendo.
— ¡No! —gritó—. No permitiré que te hagas esto, Nick. ¿Me oyes?
Abrazó con fuerza el libro y se dirigió a toda prisa a la parte trasera de la casa. Abrió las cristaleras que daban al jardín y corrió hacia un claro iluminado por la luna llena.
— Regresa a mí, ¡Nicholas de Macedonia, Nicholas de Macedonia, Nicholas de Macedonia! —lo repitió una y otra vez, rogando por que apareciera.
No ocurrió nada. Nada de nada.
— ¡No!, ¡por favor, no!
Con el corazón destrozado, volvió a la salita.
— ¿Por qué?, ¿por qué? —sollozaba, arrodillada en el suelo sin dejar de mecerse hacia delante y hacia atrás.
— ¡Nick! —susurró con la voz rota mientras los recuerdos la asaltaban. Nick riéndose con ella, abrazándola. Nick sentado tranquilamente, pensando. Su corazón latiendo desenfrenado al mismo ritmo que el suyo.
Lo quería de vuelta.
Lo necesitaba de vuelta.
— No quiero vivir sin ti —balbució dirigiéndose al libro—. ¿Lo entiendes, Nick? No puedo vivir sin ti.
De repente, una luz cegadora iluminó la estancia.
Con la boca abierta, ___ alzó la mirada esperando encontrarse con Nick.
Pero no era él. Se trataba de Afrodita.
— Dame el libro —le ordenó con el brazo extendido.
___ lo abrazó con más fuerza.
— ¿Por qué le haces esto? —inquirió ___—. ¿Es que no ha sufrido ya bastante? Yo no lo habría alejado de ti. Preferiría que estuviese contigo antes de que regresara al libro. —Se limpió las lágrimas—. Está solo ahí dentro. Solo en la oscuridad —susurró—. Por favor, no dejes que permanezca ahí. Envíame al libro con él, por favor. ¡Por favor!
Afrodita bajó la mano.
— ¿Harías eso por él?
— Haría cualquier cosa por él.
La diosa la observó con los ojos entrecerrados.
— Dame el libro.
Cegada por las lágrimas, ___ se lo dio mientras rezaba para que Afrodita la ayudara a reunirse con él.
Ella suspiró con fuerza y abrió el libro.
— Me van a joder bien por esto.
Súbitamente, otro destello cegador iluminó la sala y ___ tuvo que cerrar los ojos. La cabeza comenzó a darle vueltas y todo pareció girar a su alrededor, haciendo que su estómago protestara.
¿Por esto pasaba Nick cada vez que alguien lo invocaba? No lo sabía con certeza, pero ya era bastante terrorífico y por sí solo suponía una tortura.
Y, entonces, la luz desapareció.
___ cayó a un profundo foso donde la oscuridad era un ente con vida que la ahogaba, impidiéndole respirar y haciendo que le escocieran los ojos.
Intentó incorporarse para frenar la caída y sintió bajo ella una superficie mullida que le resultaba familiar.
La luz volvió y se encontró en su cama, con Nick sobre ella.
Él miró alrededor, perplejo.
— ¿Cómo…?
— Será mejor que esta vez no la fastidien —les dijo Afrodita desde la puerta—. No quiero ni pensar en lo que me harán los de arriba si intento esto de nuevo.
Y se esfumó.
Nick dejó de mirar el hueco de la puerta y clavó los ojos en ___.
— ___, yo…
— Cállate, Nick —le ordenó; no quería perder más tiempo— y enséñame cómo quieren los dioses que un hombre ame a una mujer.
Diciendo esto, lo agarró por la cabeza y lo acercó para darle un beso apasionado y profundo.
Él se lo devolvió con ferocidad, y con un poderoso y magistral envite se introdujo en ella.
Echó la cabeza hacia atrás y gruñó cuando el húmedo cuerpo de ___ le dio la bienvenida, envolviéndolo con su calidez. El impacto que sufrieron sus sentidos fue tan poderoso que se estremeció de la cabeza a los pies. Por los dioses, era mucho mejor de lo que había imaginado.
Recordaba las palabras que le había dirigido.
«No quiero vivir sin ti, Nick. ¿Lo entiendes? No puedo vivir sin ti.»
Con la respiración entrecortada, la miró a la cara y quedó subyugado al sentir a ___, cálida y estrecha, alrededor de su pene. Deslizó la mano por su brazo, hasta capturar su mano y aferrarla con fuerza.
— ¿Te estoy haciendo daño?
— No —le contestó con una mirada tierna y sincera. Se llevó la mano de Nick a los labios y la besó—. Jamás me harás daño estando conmigo.
— Si lo hago, dímelo y me detendré.
Ella lo rodeó con los brazos y las piernas.
— Si se te ocurre sacarlo antes del amanecer te perseguiré durante toda la eternidad para darte una paliza.
Nick se rió; no le cabía la menor duda.
_________ le pasó la lengua por el cuello y se deleitó al sentir cómo vibraba entre sus brazos.
Él alzó las caderas, muy lentamente, torturándola con el movimiento y, sin previo aviso, se hundió en ella con tanta fuerza que ________ creyó morir de placer.
Contuvo el aliento al sentirlo por completo dentro de ella. Era una sensación increíble. Era maravilloso sentir las embestidas de ese cuerpo ágil y fuerte.
Cerró los ojos y disfrutó del movimiento de los músculos de Nick, que se contraían y se relajaban sobre su cuerpo. Entrelazó las piernas con las suyas y la embrujó el cosquilleo que producía el vello masculino.
Jamás había sentido algo parecido. Se limitaba a respirar y a expresar con su cuerpo el amor que sentía por él. Era suyo. Aunque luego la abandonara, disfrutaría de este momento de gloria junto a él.
Extasiada por el peso de su cuerpo sobre ella, le pasó las manos por la espalda hasta llegar a las caderas y lo empujó, incitándolo a ir más rápido.
Nick se mordió los labios cuando sintió que _______ le clavaba las uñas en la espalda. ¿Cómo era posible que unas manos tan pequeñas tuvieran el poder de vencerlo?
Jamás lo entendería; como tampoco entendería por qué lo amaba.
Se lo agradecía en el alma.
— Mírame, _________ —le dijo, hundiéndose profundamente en ella de nuevo—. Quiero ver tus ojos.
_________ obedeció. Nick tenía los ojos entrecerrados y, por su modo de respirar y la expresión de su rostro, supo que estaba disfrutando de cada certera embestida. Ella sentía cómo se le contraían los abdominales cada vez que se movía.
Alzó las caderas para salir al encuentro de los furiosos envites. Nada podía ser mejor que tener a Nick sobre ella, besándola con pasión y deslizándose dentro y fuera de su entrepierna.
Cuando creyó que ya no podría resistirlo más, su cuerpo estalló en miles de estremecimientos de placer.
— ¡Nick! —gritó, arqueando más su cuerpo hacia él—. ¡Sí, oh, sí!
Él se hundió en ella hasta el fondo y permaneció inmóvil, observándola mientras los músculos de su vagina se contraían a su alrededor.
Cuando ella abrió los ojos, se encontró con su diabólica sonrisa.
— Te ha gustado eso, ¿verdad? —le preguntó, mostrando sus hoyuelos y rotando sus caderas para que ella lo sintiera dentro.
A __________ le costó un enorme esfuerzo no gemir de placer.
— Ha estado bien.
— ¿Bien? —le preguntó con una sonrisa—. Creo que tendré que seguir intentándolo.
Se dio la vuelta y la arrastró consigo, con cuidado de que su miembro no la abandonara.
Gimió al encontrarse sobre él. Nick alargó un brazo y deshizo el lazo que cerraba el escote de la negligé. El diminuto trozo de tela se abrió.
La mirada de puro gozo que transmitían sus ojos fue mucho más placentera para ______ que sentirlo en su interior. Sonriendo, alzó las caderas y las bajó para absorberlo por entero.
Ella lo sintió estremecerse.
— Te ha gustado eso, ¿verdad?
— Ha estado bien. —Pero la voz estrangulada traicionaba su tono despreocupado.
Ella soltó una carcajada.
Nick alzó las caderas en ese momento y se introdujo aún más en ella.
_______ siseó de placer al sentir que la llenaba por entero. Al sentir la dureza de su cuerpo y la fuerza que ostentaba. Y ella aún quería más. Quería ver el rostro de Nick cuando llegase al clímax. Quería ser ella la que le diera lo que hacía siglos que no experimentaba.
— Si seguimos a este ritmo vamos a estar extenuados cuando llegue el amanecer, ¿lo sabías? —le dijo él.
— No me importa.
— Pero te vas a sentir dolorida.
Ella contrajo los músculos de la vagina para rodearlo con más fuerza.
— ¿Ah, sí?
— En ese caso… —él deslizó la mano muy lentamente por el cuerpo de ______ hasta llegar a su ombligo, y bajó aún más separando los húmedos rizos de su entrepierna para acariciarle el clítoris.
Se mordió los labios mientras los dedos de Nick jugueteaban con ella, acoplándose al ritmo que imponían sus caderas. Cada vez más rápido, más hondo y con más fuerza.
La cogió por la cintura y la ayudó a seguir el frenético ritmo. Cómo deseaba poder abandonar el cuerpo de ______ el tiempo suficiente como para enseñarle unas cuantas posturas más. Pero no les estaba permitido.
Por ahora.
Pero cuando llegara el amanecer…
Sonrió ante la perspectiva. En cuanto amaneciera tenía toda la intención de mostrarle una nueva forma de utilizar el Reddi-wip.
______ perdió la noción del tiempo mientras sus cuerpos se acariciaban y se deleitaban en su mutua compañía. Sintió que la habitación comenzaba a girar bajo sus expertas caricias, y se dejó llevar por la maravillosa sensación de expresar el amor que sentía por él.
Los dos estaban cubiertos de sudor, pero no dejaron de saborearse; seguían disfrutando de la pasión que al fin compartían.
Esta vez, cuando _______ se corrió, se desplomó sobre él.
La profunda risa de Nick reverberó por su cuerpo mientras pasaba sus manos por su espalda, sus caderas y por sus piernas.
_______ se estremeció.
______ se despertó con la sensación de tener algo cálido que la llenaba por completo. Cuando comenzó a moverse, fue consciente de unos brazos fuertes como el acero que la inmovilizaban.
— Con cuidado —le advirtió Nick—. No lo saques.
— ¿Me quedé dormida? —balbució, sorprendida de haber hecho tal cosa.
— No importa. No te perdiste gran cosa.
— ¿De verdad? —le preguntó ella meneando las caderas y acariciándolo con todo el cuerpo.
Él soltó una carcajada.
— Ok, de acuerdo. Te perdiste un par de cositas.
Se incorporó y lo miró a lo ojos. Trazó la línea de la mandíbula, levemente áspera por la barba incipiente, con un dedo que Nick capturó y mordisqueó en cuanto llegó a los labios.
Súbitamente, él se incorporó y se quedó sentado con ella en su regazo.
— Mmm, me gusta —dijo ella mientras le pasaba las piernas alrededor de la cintura.
— Mmm, sí —convino él y comenzó a mover suavemente las caderas.
Bajando la cabeza, capturó uno de sus pechos y lamió el duro pezón. Jugueteó con ella y la torturó dulcemente antes de soplar sobre la humedecida piel, que se erizó bajo su cálido aliento.
Dejó ese pecho y se dirigió al otro. ______ acunó su cabeza, acercándolo aún más a ella, completamente extasiada por sus caricias. En ese momento se dio cuenta de que el cielo comenzaba a clarear.
— ¡Nick! —exclamó—. Está amaneciendo.
— Lo sé —le contestó, tumbándola de espaldas sobre la cama.
Lo miró a los ojos mientras se acomodaba sobre ella sin dejar de mover las caderas.
La contemplaba totalmente hechizado. Percibía su ternura y su amor. Nadie lo había conocido como ella y jamás habría creído posible que alguien pudiese lograrlo. Lo había acariciado en un lugar que nadie había tocado antes.
En el corazón.
Y entonces anheló mucho más. Desesperado por tenerla por completo, siguió moviéndose dentro de ella.
Necesitaba más.
_______ lo envolvió con sus brazos y enterró el rostro en su hombro al sentir que aceleraba el ritmo de sus envites. Más y más rápido, más y más fuerte; hasta que ella se quedó sin aliento por el frenético ritmo.
De nuevo, el sudor los cubría. _______ lamió el cuello de Nick, embriagada por sus gemidos. Él siseó de placer.
Y todavía seguía hundiéndose en ella, una y otra vez, hasta que ___________ pensó que no podría soportarlo más.
Le clavó los dientes en el hombro mientras alcanzaba el orgasmo rápida y salvajemente. Nick no disminuyó sus acometidas cuando ______ se tumbó sobre el colchón.
Se mordió el labio con fuerza y se movió aún más rápido, haciendo que ella se corriera de nuevo, y esta vez con más intensidad que la anterior.
Justo cuando el primer rayo de sol atravesaba los ventanales de la habitación, escuchó que Nick gruñía y lo vio cerrar los ojos.
Con un envite profundo y certero, se derramó en ella y todo su cuerpo se convulsionó entre los brazos de ______.
Nick era incapaz de respirar y la cabeza le daba vueltas a causa del éxtasis que acaba de sentir; la intensidad de su orgasmo había sido increíble. Le dolía todo el cuerpo, pero aún así, no recordaba haber experimentado con anterioridad semejante placer. La noche pasada lo había dejado exhausto, y estaba agotado por las caricias de ______.
Habían roto la maldición.
Alzó la cabeza y vio que ______ le sonreía.
— ¿Ya está? —le preguntó ella.
Antes de que pudiera contestar, el brazo comenzó a dolerle como si le estuvieran marcando con un hierro candente. Siseando, se apartó de ella y lo cubrió con la mano.
— ¿Qué pasa? —le preguntó ella al ver que se alejaba.
Perpleja, observó cómo un resplandor anaranjado le cubría todo el brazo. Cuando apartó la mano, la inscripción griega había desaparecido.
— Ya está —balbució ______—. Lo conseguimos.
La sonrisa se borró del rostro de Nick.
— No —dijo él, rozándole la mejilla con los dedos—. Tú lo hiciste.
Riéndose, ______ se arrojó en sus brazos. Él la abrazó con fuerza mientras se besaban en un caótico frenesí.
¡Ya había acabado!
Era libre. Por fin, después de tantos siglos, volvía a ser un hombre mortal.
Y era _____ la que lo había conseguido. Su fe y su fortaleza habían revelado lo mejor de sí mismo.
Ella lo había salvado.
___ volvió a reírse y giró en la cama hasta quedar encima de él.
Pero la alegría le duró poco ya que otro destello, aún más brillante que los anteriores, atravesó la habitación.
Su risa murió al instante. Percibió la malévola presencia antes de que Nick se tensara entre sus brazos.
Sentándose en la cama, obligó a ___ a ponerse tras él y se colocó entre ella y el apuesto hombre que los observaba desde
los pies de la cama.
Ella tragó saliva cuando vio al hombre alto y moreno que los miraba furioso. Estaba claro que tenía todas las intenciones
de matarlos allí mismo.
— ¡Bastardo engreído! —gritó el hombre—. ¡Cómo te has atrevido a pensar que puedes ser libre!
Al instante, ___ supo que estaba ante el mismísimo Príapo.
— Déjalo, Príapo —le contestó Nick con una nota de advertencia en la voz—. Ya ha acabado todo.
Príapo resopló.
— ¿Crees que puedes darme órdenes? ¿Quién te crees que eres, mortal?
Nick sonrió con malicia.
— Soy Nicholas de Macedonia, de la Casa de Diocles de Esparta, hijo de la diosa Afrodita. Soy el Libertador de Grecia,
Macedonia, Tebas, Punjab y Conjara. Mis enemigos me conocían como Augustus Julius Punitor y temblaban ante mi simple presencia. Y tú, hermano, eres un dios menor y poco conocido, que no significaba nada para los griegos y al que
los romanos apenas si tomaron en cuenta.
La ira del infierno transfiguró el rostro de Príapo.
— Es hora de que aprendas cuál es tu lugar, hermanito. Me quitaste a la mujer que iba a dar a luz a mis hijos y que
aseguraría la inmortalidad de mi nombre. Ahora yo te quitaré a la tuya.
Nick se arrojó sobre Príapo, pero ya era demasiado tarde. Había desaparecido llevándose a ___.
Belieber&Smiler♥
Re: "Un amante de ensueño" (Nick y tu)
Capítulo 17
En un abrir y cerrar de ojos, ___ pasó de estar sentada desnuda en su habitación a encontrarse tumbada en un lecho
circular, situado en una estancia que tenía todo el aspecto de ser la tienda de un harén en mitad de un desierto. Estaba
cubierta por una pieza de seda de color rojo intenso, tan liviana y suave que se escurría sobre su piel como si se tratara de
agua.
Intentó moverse pero no pudo. Aterrorizada, abrió la boca para chillar.
— No te molestes —le recomendó Príapo, acercándose al lecho. Deslizó los ojos sobre su cuerpo con una hambrienta
mirada, justo antes de subir a la cama y colocarse de rodillas al lado de ___—. No puedes hacer nada a menos que yo lo
desee. —Le pasó un dedo, huesudo y frío, por la mejilla, como si quisiera comprobar la textura y la calidez de su piel—.
Entiendo por qué te desea Nick. Tienes fuego en la mirada. Inteligencia. Valor. Es una pena que no hayas nacido en la
época del Imperio Romano. Podrías haberme proporcionado innumerables campeones que lideraran mis ejércitos.
Príapo suspiró mientras su mano descendía hasta el hueco de la garganta de ___.
— Pero así es la vida y así son los caprichos de las Parcas. Supongo que tendré que conformarme con utilizarte hasta que
me canse de ti. Si me complaces hasta que llegue ese momento, puede que después permita que Nick se quede contigo. En
el caso de que te siga queriendo después de que mis hijos hayan estropeado tu cuerpo.
Sus ojos ardían de deseo, y ___ no podía dejar de temblar bajo su escrutinio.
El egoísmo de Príapo le resultaba increíble. Al igual que su vanidad. Aterrorizada, quiso hablar, pero él se lo impidió.
¡Cielo santo! ¡Tenía poder absoluto sobre ella!
Una fuerza invisible la alzó para colocarla de espaldas sobre los almohadones mientras Príapo se quitaba la túnica.
Los ojos de ___ se abrieron como platos al verle desnudo y con una erección completa. El terror la asaltó de nuevo.
— Ahora puedes hablar —le dijo mientras se acercaba para recostarse junto a ella.
— ¿Por qué quieres hacerle esto a Nick?
La ira oscureció los ojos del dios.
— ¿Que por qué? Ya lo escuchaste. Su nombre era reverenciado por todo aquél que lo escuchaba, mientras que el mío
apenas si se pronunciaba aun en los templos de mi madre. Incluso ahora se burlan de mí. Mi nombre se ha perdido en la
antigüedad, al contrario que su leyenda, que se cuenta una y otra vez a lo largo y ancho del mundo. Pero yo soy un dios y
él no es otra cosa que un bastardo a quien ni siquiera le está permitido habitar en el Olimpo.
— Aparta las manos de ella. Siempre has sido tan inútil que has acabado relegado en el olvido. Ni siquiera mereces
limpiarle los zapatos.
El corazón de ___ comenzó a latir más rápido al escuchar la voz de Nick. Alzó la cabeza de entre los almohadones y lo vio
justo al pie del estrado donde estaban ellos. Sólo llevaba puestos los vaqueros e iba armado con el escudo y la espada.
— ¿Cómo…? —preguntó Príapo mientras bajaba de la cama.
Nick le dedicó una perversa sonrisa.
— La maldición ha desaparecido y estoy recuperando mis poderes. Ahora puedo localizaros e invocaros. A cualquiera de
vosotros.
— ¡No! —gritó Príapo, y al instante, apareció cubierto por su armadura.
___ luchó por librarse de aquella fuerza que la mantenía inmovilizada mientras Príapo cogía su espada y su escudo,
situados en la pared en la que se apoyaba el lecho, y atacaba a Nick.
Hipnotizada por el espectáculo, observó cómo luchaban los dos hermanos.
Jamás había visto nada semejante. Nick giraba ágilmente, como si estuviese ejecutando una macabra danza que
devolviera los golpes de Príapo, uno por uno. El suelo y la cama temblaban por la intensidad de la lucha.
No era de extrañar que Nick hubiese llegado a ser un personaje legendario.
Pero tras unos minutos, vio cómo se tambaleaba y bajaba el escudo.
— ¿Qué te pasa? —se burló su hermano, utilizando el escudo para empujarlo—. ¡Ah, lo olvidaba! Puede que la maldición
haya desaparecido, pero aún estás debilitado. Tardarás días en recuperar toda tu fuerza.
Nick meneó la cabeza y alzó el escudo.
— No necesito toda mi fuerza para acabar contigo.
Príapo se rió.
— Valientes palabras, hermanito. —Y bajó la espada, que se estrelló directamente sobre el escudo de Nick.
___ contuvo el aliento mientras observaba cómo los golpes comenzaban de nuevo.
Justo cuando pensaba que Nick iba a ganar, Príapo utilizó una táctica para desestabilizarlo: dejó que ganara terreno. Tan pronto como Nick perdió la protección de la pared en uno de sus flancos, Príapo blandió la espada y la hundió en el vientre de su hermano. Nick dejó caer su espada.
— ¡No! —chilló ___, aterrada.
Con el rostro transfigurado por la incredulidad, Nick se tambaleó hacia atrás, pero no pudo ir muy lejos con la espada de Príapo hundida en su cuerpo y su hermano aún sosteniéndola.
— Vuelves a ser humano —le espetó mientras hundía la espada un poco más y retorcía la hoja. Levantó un pie para apoyarlo en la cadera de Nick y le dio una patada.
Libre de la espada, Nick trastabilló y cayó. Su escudo resonó con fuerza al golpear el suelo, justo a su lado.
Príapo no dejó de reír mientras se aproximaba a Nick.
— Es posible que ningún arma humana pueda acabar contigo, hermanito, pero no eres inmune a un arma inmortal.
La fuerza que inmovilizaba a ___ despareció en ese instante, liberándola. Tan rápido como pudo, cruzó la habitación hasta llegar junto a Nick, que yacía en un charco de sangre. Respiraba de forma laboriosa y no dejaba de temblar.
— ¡No! —sollozó ___ mientras sostenía su cabeza en el regazo. Contemplaba, horrorizada, la herida abierta en su costado.
— Mi preciosa ___ —dijo Nick, mientras alzaba una mano ensangrentada para rozarle la mejilla.
Ella limpió la sangre que manaba de sus labios.
— No me abandones, Nick —rogó.
Él hizo una mueca de dolor, dejó caer la mano y luchó por respirar.
— No llores por mí. No lo merezco.
— ¡Sí lo mereces!
Él negó con la cabeza y entrelazó sus dedos con los de ella.
— Has sido mi salvación. Sin ti, jamás habría conocido lo que es el amor. —Tragó y se llevó la mano al corazón—. Y nunca habría vuelto a ser quien fui.
___ observó cómo la luz desaparecía de sus ojos.
— ¡No! —volvió a gritar, acunando su cabeza sobre el pecho—. ¡No, no, no! No puedes morir. Así no. ¡¿Me oyes?! Por favor… ¡No te vayas! ¡Por favor!
Lo abrazó con fuerza mientras la agonía que invadía su corazón y su alma brotaba en forma de lágrimas.
— ¡No! —resonó con ferocidad a través de la estancia, haciendo que las paredes temblaran.
___ vio que el color abandonaba el rostro de Príapo al escuchar el chillido. Se escuchó un trueno y, en mitad de un brillante destello de luz, apareció Afrodita delante de ella. Su rostro estaba contraído como reflejo de la indescriptible agonía que sufría al contemplar el cuerpo exangüe y frío de Nick.
Incapaz de asimilar lo que tenía delante, miró furiosa a Príapo.
— ¿Qué has hecho? —le preguntó.
— Fue una pelea justa, madre. O él o yo. No tenía otra opción.
Afrodita dejó escapar un grito agónico directamente desde su corazón.
— Invoqué la ira de Zeus y la de las Parcas para conseguir su libertad. ¿Quién demonios crees que eres para hacer esto? —Miró a Príapo como si su mera presencia le provocara náuseas—. ¡Era tu hermano!
— Era tu bastardo, pero nunca fue mi hermano.
Afrodita gritó de furia.
— ¡Cómo te atreves!
Cuando la diosa miró de nuevo a Nick, ___ vio el dolor que reflejaban sus ojos.
— Mi precioso Nick —sollozó la diosa—. Jamás debí permitirles que te hiciesen daño. ¡Dulce Citera! ¿A dónde me ha llevado mi egoísmo? —Cayó de rodillas a su lado—. Te dejé solo cuando debía haber estado contigo para protegerte.
— ¡Vamos, madre, déjalo ya! —dijo Príapo, como si la aflicción de su madre hubiese conseguido aburrirlo—. Nick te conocía, igual que te conocemos nosotros desde el comienzo de los tiempos; no piensas más que en ti misma y en lo que los demás debemos hacer por ti. Es tu naturaleza. Y, al contrario que Nick, todos la aceptamos hace eones.
Afrodita no se tomó muy bien esas palabras. De hecho, su rostro se convirtió en una máscara de granito y se puso en pie con toda la dignidad y la elegancia que se espera de una diosa.
Arqueó una ceja y miró a Príapo.
— ¿Has dicho que fue una lucha justa? Bien, tengamos una lucha justa. ¿Estás de acuerdo? Tánatos aún no ha reclamado su alma. Todavía no es demasiado tarde. Lo único que necesitamos para devolverlo a la vida es que su corazón comience a latir de nuevo.
___ sintió una repentina oleada de calor atravesando el cuerpo inerte de Nick.
Se echó hacia atrás y observó cómo un aura dorada lo rodeaba mientras la herida de su costado se cerraba por sí sola y los vaqueros se desintegraban, siendo reemplazados por unas grebas de oro y unas sandalias. El resplandor dorado subió hasta cubrir su pecho que, al instante, quedó oculto a la vista por una antigua armadura dorada, repujada con cuero rojo, y una túnica. Sobre los brazos aparecieron unas anchas tiras de cuero marrón.
El tinte azulado desapareció de su rostro.
De repente, tomó una profunda bocanada de aire que hizo que todo su cuerpo se estremeciera, y abrió los ojos, mirando a ___ con aquella sonrisa que conseguía derretirle hasta el alma.
Ella se mordió los labios mientras la felicidad la traspasaba. ¡Estaba vivo!
— ¿Qué diablos pasa aquí? —rugió Príapo.
Sobre ellos apareció una mujer, flotando plácidamente. Su pelo negro lanzaba destellos mientras miraba con furia a Príapo.
— Como muy bien ha dicho tu madre, ya es hora de que contemplemos una lucha justa, Príapo. Llevamos retrasándola demasiado tiempo y, esta vez, no habrá ninguna Alexandria que distraiga a Nick e impida que lleve a cabo su venganza.
— ¿Qué? —preguntó Afrodita—. Atenea, ¿qué estás diciendo?
— Estoy diciendo que fue él quién la envió intencionadamente para distraerlo, mientras acudía a refugiarse a tu templo por temor a la furia de Nick.
Por la cara de Príapo, ___ supo que era verdad. El dios curvó los labios en un rictus furioso.
— Atenea, ¡puta traicionera! Siempre lo mimaste.
Atenea se rió mientras se desvanecía en el aire para volver a aparecer junto a Afrodita.
— Nadie lo mimó nunca. Eso lo convirtió en el mejor guerrero que jamás salió de las filas espartanas; y eso es lo que va a ayudarle a darte una buena patada en el culo en este momento.
Nick se puso en pie. La ceñuda mirada con la que enfrentaba a Príapo consiguió que ___ sintiera un súbito escalofrío.
Afrodita se movió hasta quedar entre sus dos hijos y, cuando alzó la mirada hacia Nick, ___ vio que sus ojos estaban llenos de orgullo.
— Ésta es la segunda vez que te doy la vida, Nick. Me arrepiento de no haber sido la madre que necesitaste la primera vez. No tienes ni idea de lo mucho que desearía poder cambiar el pasado. Lo único que puedo hacer ahora es darte mi amor y mis bendiciones. —Afrodita miró por encima del hombro, buscando los ojos de Príapo—. Y ahora dale una buena patada en el culo a este malcriado.
— ¡Madre! —gimoteó Príapo.
Nick miró a su hermano y balanceó la espada alrededor de su cuerpo mientras se acercaba a él.
— ¿Estás preparado?
Príapo atacó sin avisar. Pero tampoco es que importara demasiado.
___ se quedó boquiabierta al verlos luchar. Si antes había pensado que Nick era un buen guerrero, ahora su destreza era infinitamente superior.
Se movía con una agilidad y una velocidad que jamás habría creído posibles.
Atenea se puso a su lado. Alzó un brazo y rozó ligeramente la seda con la que se envolvía.
— Bonito vestido.
___ la miró con el ceño fruncido por la incredulidad.
— ¿Están luchando a muerte y tú te dedicas a estudiar cómo voy vestida?
Atenea se rió.
— Confía en mí; siempre elijo con mucho cuidado a mis generales. Príapo no tiene ninguna posibilidad frente a Nick.
___ volvió a dirigir su atención a los hombres en el mismo instante que Nick golpeaba a Príapo con su escudo. El dios perdió el equilibrio, se tambaleó y Nick aprovechó para hundirle la espada en el costado.
— Púdrete en el Infierno, bastardo —dijo Nick con desdén mientras el cuerpo de Príapo se desintegraba entre destellos multicolores.
___ corrió hacia él.
Nick arrojó a un lado la espada y el escudo, y la alzó en brazos para girar con ella alrededor de la estancia.
— ¡Estás vivo! ¿Verdad que sí? —le preguntó.
— Sí, lo estoy.
___ se dejó caer sobre él. Nick la bajó, deslizándola muy lentamente sobre su armadura centímetro a centímetro, hasta que sus pies se apoyaron sobre el suelo y reclamó sus labios con un beso.
___ escuchó que alguien se aclaraba la garganta.
— Discúlpame, Nick —dijo Atenea, al ver que no soltaba a ___—. Debes tomar una decisión. ¿Quieres que te envíe a casa o no?
___ se echó a temblar.
Nick la miró de forma abrasadora y acarició con mucha suavidad su mejilla como si estuviera saboreando el tacto de su piel.
— Sólo he conocido un hogar en todos los siglos de mi existencia.
___ se mordió el labio mientras los ojos se le llenaban de lágrimas. Iba a abandonarla en ese mismo momento. Dios santo, sólo rogaba tener la fuerza necesaria para soportar el dolor.
Nick se inclinó y le besó la frente.
— Y es con ___ —susurró sobre su pelo—. Si ella me acepta.
___ puso los ojos en blanco; se sentía tan aliviada que tenía ganas de gritar y reír a la vez, pero sobre todo quería abrazarlo y retenerlo junto a ella para siempre.
— ¡Jesús, Nick! —exclamó con una apatía totalmente falsa—. No lo sé… Ocupas toda la cama, y llevas unos boxers espantosos… ¿Crees que voy a poder soportarlo? Si vuelves conmigo tendremos que hacer que desaparezcan. Y nada de volver a acostarse con los vaqueros puestos por la noche; me raspan las piernas.
Él soltó una carcajada.
— No te preocupes. Para lo que tengo en mente, el nudismo viene mucho mejor.
La risa de ___ se unió a la suya mientras Nick le tomaba la cara entre las manos.
Al intentar besarla, ella se alejó de forma juguetona.
— ¡Ah, por cierto! ¿Ésta es tu armadura?
Él la miró ceñudo.
— La misma; o al menos lo era.
— ¿Podemos quedárnosla?
— Si tú quieres… ¿por qué?
— Porque… Mmm cariño —ronroneó ___ lanzando una mirada lasciva sobre su fantástico cuerpo—, te queda de muerte. Si te la pones, te prometo que pasarás un buen rato en la cama cinco o seis veces al día.
Atenea y Afrodita se rieron al unísono.
Aparecieron en la habitación de ___ con otro de aquellos destellos cegadores; exactamente en la misma posición que se encontraban cuando Príapo apareció.
— ¡Eh! —exclamó ___ enfadada—. ¿Dónde está la armadura?
Apareció súbitamente junto con el yelmo, la espada y el escudo, en un rincón del dormitorio.
— ¿Ya estás contenta? —le preguntó Nick mientras la acomodaba sobre su pecho.
— Delirante de felicidad.
Alzó la cabeza y la besó de tal forma que ___ se estremeció de la cabeza a los pies y gimió al sentir la calidez de su boca sobre la suya. Al sentir su cuerpo bajo ella.
Jamás permitiría que volviese a marcharse.
— Por cierto…
Nick se apartó de los labios de ___ con un gruñido y alzó la sábana con rapidez para taparlos a ambos con ella.
___ la apretó con fuerza a la altura de la barbilla.
— Atenea —dijo Nick—, ¿piensas seguir interrumpiéndonos?
La diosa no parecía avergonzada en lo más mínimo mientras se aproximaba a la cama. Llevaba una caja dorada en las manos.
— Bueno, es que se me ha olvidado darles una cosa.
— ¿Qué? —preguntaron al unísono con suma irritación.
Antes de que Atenea pudiese contestar, apareció Afrodita.
— Ya lo tengo —le dijo a Atenea antes de quitarle la caja de las manos.
Atenea se desvaneció.
Afrodita se acercó a la cama, dejó la caja al lado de Nick y la abrió.
— Si vas a quedarte en esta época, necesitarás varias cosas: un certificado de nacimiento, un pasaporte, un permiso de residencia… —Afrodita miró la tarjeta verde y frunció el ceño— No, espera, esto no lo necesitas. —Y entonces miró a ___—. ¿O sí?
— No, señora.
Afrodita sonrió mientras la tarjeta se evaporaba.
— También hay un carné de conducir pero, si aceptas un consejo maternal, deja que sea ___ quien se encargue del coche. No te lo tomes a mal, pero eres un completo desastre al volante. —Y suspiró—. Es una pena que no tengamos un dios para esas cuestiones. Pero qué se le va a hacer. —Cerró la caja y se la ofreció a su hijo—. Aquí tienes; puedes echarle un vistazo luego.
Cuando Afrodita comenzaba a alejarse, Nick se incorporó en la cama y la cogió de la mano.
— Gracias por todo, madre.
La diosa lo miró con los ojos llenos de lágrimas y le dio unas palmaditas en la mano.
— Siento muchísimo no haberme enterado de lo que les ocurrió a tus hijos hasta que fue demasiado tarde. No tienes idea de lo mucho que me arrepiento de no haberlo descubierto hasta después de que Tánatos reclamara sus almas.
Nick le dio un apretón cariñoso.
— ¿Me llamarás si necesitas cualquier cosa? —preguntó la diosa.
— Te llamaré aunque no necesite nada.
Afrodita se llevó la mano de Nick a los labios y la besó mientras sus ojos se clavaban en ___ para, de inmediato, volver de nuevo a su hijo.
— Quiero seis nietos. Como mínimo.
— ¡Eh! —exclamó ___ sacando de la caja un título universitario—. ¿Le has dado un título de Licenciado en Historia Antigua? ¿Y de Harvard?
Afrodita asintió con la cabeza.
— También hay uno de Lengua y Cultura Clásicas. —Miró a Nick—. No estaba segura de lo que querrías hacer, por eso he dejado que seas tú quien elija.
— ¿Podemos usarlos de verdad? —preguntó ___.
— Claro que sí. Si miras un poco más abajo encontrarás su certificado de notas.
___ lo hizo y al mirarlo jadeó.
— No es justo, ¡sólo hay matrículas de honor!
— Por supuesto —rezongó Afrodita, un poco indignada—. Mi hijo jamás será un segundón. —Sonrió—. No me molesté en hacer un certificado de matrimonio. Supuse que querrian encargarse de eso personalmente. Y tan pronto como Nick decida cuál será su apellido, aparecerá en todos los documentos. —La diosa rebuscó bajo los papeles y sacó una libreta bancaria—. Por cierto, he convertido el dinero que tenías en Macedonia en dólares para que puedas usarlo aquí.
___ abrió la libreta y se quedó con la boca abierta.
— ¡Jesús, María y José! ¡Eres asquerosamente rico!
Nick se rió a carcajadas.
— Ya te lo dije, se me daba muy bien lo de conquistar.
Afrodita alargó una mano y el libro donde Nick había estado atrapado apareció entre sus brazos.
— También pensé que te gustaría buscar un lugar seguro donde guardar esto.
Nick se quedó boquiabierto mientras cogía el libro de las manos de su madre.
— ¿Me estás encargando la custodia de Príapo?
Afrodita se encogió de hombros.
— Te mató. No podía dejar que se marchara sin castigarlo de algún modo. Acabará saliendo si es un buen chico.
___ casi se sentía apenada por el pobre Príapo.
Casi.
Afrodita se inclinó y besó a Nick en la mejilla.
— Siempre te he querido. Pero no he sabido cómo demostrarlo.
Él asintió con la cabeza.
— Supongo que eso suele pasar cuando tu madre es una diosa. No puedes esperar fiestas de cumpleaños y comidas caseras.
— Eso es cierto, pero te he dado muchos otros regalos que a tu novia parecen gustarle muchísimo.
— Hablando de eso —la interrumpió _______, repentinamente asaltada por un pensamiento—, ¿no podemos deshacernos de ése que hace que las mujeres se sientan atraídas por él como por un imán?
La diosa la miró con una expresión divertida.
— Niña, mira bien a este hombre. ¿Qué mujer en su sano juicio no lo querría en su cama? Tendría que dejarlas ciegas a todas o hacer que Nick engordara y se quedara calvo.
— Déjalo, no importa. Acabaré acostumbrándome.
— Eso creo yo.
Afrodita desapareció tras el comentario.
Nick envolvió a ______ entre sus brazos y la acercó a él de nuevo.
— ¿Estás dolorida?
— No, ¿por qué?
— Porque tengo la intención de pasarme el día entero haciéndote el amor.
Ella le mordisqueó la barbilla.
— Mmm, me gusta esa idea…
Nick la besó.
— ¡Ah, espera! —exclamó alejándose de sus labios.
_____ frunció el ceño mientras Nick salía de la cama para coger libro, arrojarlo al pasillo y cerrar la puerta después.
— ¿Qué estás haciendo? —le preguntó ella.
Nick volvió a la cama con su característico andar lento y ágil que la dejaba sin aliento y conseguía encenderla. Trepó al lecho con la misma gracia que un animal salvaje, desnudo y sigiloso, y recorrió su cuerpo con una mirada lujuriosa y ardiente.
— Puede escuchar todo lo que decimos. Y, personalmente, no quiero tenerlo al lado mientras hago esto.
_____ jadeó cuando Nick la puso de costado, acercándola a él.
— O esto —siguió él, deslizando una mano entre sus muslos y acariciándola con manos expertas.
Se acurrucó contra la espalda de _____.
— Y sobre todo, no quiero que escuche esto.
Enterró sus labios en el cuello de _____ mientras deslizaba la mano por el interior de sus muslos para separarle las piernas e introducirse en ella hasta el fondo.
_____ gimió de satisfacción.
— He estado esperándote dos mil años, _____ Alexander —le susurró al oído—, y cada segundo de espera ha merecido la pena.
En un abrir y cerrar de ojos, ___ pasó de estar sentada desnuda en su habitación a encontrarse tumbada en un lecho
circular, situado en una estancia que tenía todo el aspecto de ser la tienda de un harén en mitad de un desierto. Estaba
cubierta por una pieza de seda de color rojo intenso, tan liviana y suave que se escurría sobre su piel como si se tratara de
agua.
Intentó moverse pero no pudo. Aterrorizada, abrió la boca para chillar.
— No te molestes —le recomendó Príapo, acercándose al lecho. Deslizó los ojos sobre su cuerpo con una hambrienta
mirada, justo antes de subir a la cama y colocarse de rodillas al lado de ___—. No puedes hacer nada a menos que yo lo
desee. —Le pasó un dedo, huesudo y frío, por la mejilla, como si quisiera comprobar la textura y la calidez de su piel—.
Entiendo por qué te desea Nick. Tienes fuego en la mirada. Inteligencia. Valor. Es una pena que no hayas nacido en la
época del Imperio Romano. Podrías haberme proporcionado innumerables campeones que lideraran mis ejércitos.
Príapo suspiró mientras su mano descendía hasta el hueco de la garganta de ___.
— Pero así es la vida y así son los caprichos de las Parcas. Supongo que tendré que conformarme con utilizarte hasta que
me canse de ti. Si me complaces hasta que llegue ese momento, puede que después permita que Nick se quede contigo. En
el caso de que te siga queriendo después de que mis hijos hayan estropeado tu cuerpo.
Sus ojos ardían de deseo, y ___ no podía dejar de temblar bajo su escrutinio.
El egoísmo de Príapo le resultaba increíble. Al igual que su vanidad. Aterrorizada, quiso hablar, pero él se lo impidió.
¡Cielo santo! ¡Tenía poder absoluto sobre ella!
Una fuerza invisible la alzó para colocarla de espaldas sobre los almohadones mientras Príapo se quitaba la túnica.
Los ojos de ___ se abrieron como platos al verle desnudo y con una erección completa. El terror la asaltó de nuevo.
— Ahora puedes hablar —le dijo mientras se acercaba para recostarse junto a ella.
— ¿Por qué quieres hacerle esto a Nick?
La ira oscureció los ojos del dios.
— ¿Que por qué? Ya lo escuchaste. Su nombre era reverenciado por todo aquél que lo escuchaba, mientras que el mío
apenas si se pronunciaba aun en los templos de mi madre. Incluso ahora se burlan de mí. Mi nombre se ha perdido en la
antigüedad, al contrario que su leyenda, que se cuenta una y otra vez a lo largo y ancho del mundo. Pero yo soy un dios y
él no es otra cosa que un bastardo a quien ni siquiera le está permitido habitar en el Olimpo.
— Aparta las manos de ella. Siempre has sido tan inútil que has acabado relegado en el olvido. Ni siquiera mereces
limpiarle los zapatos.
El corazón de ___ comenzó a latir más rápido al escuchar la voz de Nick. Alzó la cabeza de entre los almohadones y lo vio
justo al pie del estrado donde estaban ellos. Sólo llevaba puestos los vaqueros e iba armado con el escudo y la espada.
— ¿Cómo…? —preguntó Príapo mientras bajaba de la cama.
Nick le dedicó una perversa sonrisa.
— La maldición ha desaparecido y estoy recuperando mis poderes. Ahora puedo localizaros e invocaros. A cualquiera de
vosotros.
— ¡No! —gritó Príapo, y al instante, apareció cubierto por su armadura.
___ luchó por librarse de aquella fuerza que la mantenía inmovilizada mientras Príapo cogía su espada y su escudo,
situados en la pared en la que se apoyaba el lecho, y atacaba a Nick.
Hipnotizada por el espectáculo, observó cómo luchaban los dos hermanos.
Jamás había visto nada semejante. Nick giraba ágilmente, como si estuviese ejecutando una macabra danza que
devolviera los golpes de Príapo, uno por uno. El suelo y la cama temblaban por la intensidad de la lucha.
No era de extrañar que Nick hubiese llegado a ser un personaje legendario.
Pero tras unos minutos, vio cómo se tambaleaba y bajaba el escudo.
— ¿Qué te pasa? —se burló su hermano, utilizando el escudo para empujarlo—. ¡Ah, lo olvidaba! Puede que la maldición
haya desaparecido, pero aún estás debilitado. Tardarás días en recuperar toda tu fuerza.
Nick meneó la cabeza y alzó el escudo.
— No necesito toda mi fuerza para acabar contigo.
Príapo se rió.
— Valientes palabras, hermanito. —Y bajó la espada, que se estrelló directamente sobre el escudo de Nick.
___ contuvo el aliento mientras observaba cómo los golpes comenzaban de nuevo.
Justo cuando pensaba que Nick iba a ganar, Príapo utilizó una táctica para desestabilizarlo: dejó que ganara terreno. Tan pronto como Nick perdió la protección de la pared en uno de sus flancos, Príapo blandió la espada y la hundió en el vientre de su hermano. Nick dejó caer su espada.
— ¡No! —chilló ___, aterrada.
Con el rostro transfigurado por la incredulidad, Nick se tambaleó hacia atrás, pero no pudo ir muy lejos con la espada de Príapo hundida en su cuerpo y su hermano aún sosteniéndola.
— Vuelves a ser humano —le espetó mientras hundía la espada un poco más y retorcía la hoja. Levantó un pie para apoyarlo en la cadera de Nick y le dio una patada.
Libre de la espada, Nick trastabilló y cayó. Su escudo resonó con fuerza al golpear el suelo, justo a su lado.
Príapo no dejó de reír mientras se aproximaba a Nick.
— Es posible que ningún arma humana pueda acabar contigo, hermanito, pero no eres inmune a un arma inmortal.
La fuerza que inmovilizaba a ___ despareció en ese instante, liberándola. Tan rápido como pudo, cruzó la habitación hasta llegar junto a Nick, que yacía en un charco de sangre. Respiraba de forma laboriosa y no dejaba de temblar.
— ¡No! —sollozó ___ mientras sostenía su cabeza en el regazo. Contemplaba, horrorizada, la herida abierta en su costado.
— Mi preciosa ___ —dijo Nick, mientras alzaba una mano ensangrentada para rozarle la mejilla.
Ella limpió la sangre que manaba de sus labios.
— No me abandones, Nick —rogó.
Él hizo una mueca de dolor, dejó caer la mano y luchó por respirar.
— No llores por mí. No lo merezco.
— ¡Sí lo mereces!
Él negó con la cabeza y entrelazó sus dedos con los de ella.
— Has sido mi salvación. Sin ti, jamás habría conocido lo que es el amor. —Tragó y se llevó la mano al corazón—. Y nunca habría vuelto a ser quien fui.
___ observó cómo la luz desaparecía de sus ojos.
— ¡No! —volvió a gritar, acunando su cabeza sobre el pecho—. ¡No, no, no! No puedes morir. Así no. ¡¿Me oyes?! Por favor… ¡No te vayas! ¡Por favor!
Lo abrazó con fuerza mientras la agonía que invadía su corazón y su alma brotaba en forma de lágrimas.
— ¡No! —resonó con ferocidad a través de la estancia, haciendo que las paredes temblaran.
___ vio que el color abandonaba el rostro de Príapo al escuchar el chillido. Se escuchó un trueno y, en mitad de un brillante destello de luz, apareció Afrodita delante de ella. Su rostro estaba contraído como reflejo de la indescriptible agonía que sufría al contemplar el cuerpo exangüe y frío de Nick.
Incapaz de asimilar lo que tenía delante, miró furiosa a Príapo.
— ¿Qué has hecho? —le preguntó.
— Fue una pelea justa, madre. O él o yo. No tenía otra opción.
Afrodita dejó escapar un grito agónico directamente desde su corazón.
— Invoqué la ira de Zeus y la de las Parcas para conseguir su libertad. ¿Quién demonios crees que eres para hacer esto? —Miró a Príapo como si su mera presencia le provocara náuseas—. ¡Era tu hermano!
— Era tu bastardo, pero nunca fue mi hermano.
Afrodita gritó de furia.
— ¡Cómo te atreves!
Cuando la diosa miró de nuevo a Nick, ___ vio el dolor que reflejaban sus ojos.
— Mi precioso Nick —sollozó la diosa—. Jamás debí permitirles que te hiciesen daño. ¡Dulce Citera! ¿A dónde me ha llevado mi egoísmo? —Cayó de rodillas a su lado—. Te dejé solo cuando debía haber estado contigo para protegerte.
— ¡Vamos, madre, déjalo ya! —dijo Príapo, como si la aflicción de su madre hubiese conseguido aburrirlo—. Nick te conocía, igual que te conocemos nosotros desde el comienzo de los tiempos; no piensas más que en ti misma y en lo que los demás debemos hacer por ti. Es tu naturaleza. Y, al contrario que Nick, todos la aceptamos hace eones.
Afrodita no se tomó muy bien esas palabras. De hecho, su rostro se convirtió en una máscara de granito y se puso en pie con toda la dignidad y la elegancia que se espera de una diosa.
Arqueó una ceja y miró a Príapo.
— ¿Has dicho que fue una lucha justa? Bien, tengamos una lucha justa. ¿Estás de acuerdo? Tánatos aún no ha reclamado su alma. Todavía no es demasiado tarde. Lo único que necesitamos para devolverlo a la vida es que su corazón comience a latir de nuevo.
___ sintió una repentina oleada de calor atravesando el cuerpo inerte de Nick.
Se echó hacia atrás y observó cómo un aura dorada lo rodeaba mientras la herida de su costado se cerraba por sí sola y los vaqueros se desintegraban, siendo reemplazados por unas grebas de oro y unas sandalias. El resplandor dorado subió hasta cubrir su pecho que, al instante, quedó oculto a la vista por una antigua armadura dorada, repujada con cuero rojo, y una túnica. Sobre los brazos aparecieron unas anchas tiras de cuero marrón.
El tinte azulado desapareció de su rostro.
De repente, tomó una profunda bocanada de aire que hizo que todo su cuerpo se estremeciera, y abrió los ojos, mirando a ___ con aquella sonrisa que conseguía derretirle hasta el alma.
Ella se mordió los labios mientras la felicidad la traspasaba. ¡Estaba vivo!
— ¿Qué diablos pasa aquí? —rugió Príapo.
Sobre ellos apareció una mujer, flotando plácidamente. Su pelo negro lanzaba destellos mientras miraba con furia a Príapo.
— Como muy bien ha dicho tu madre, ya es hora de que contemplemos una lucha justa, Príapo. Llevamos retrasándola demasiado tiempo y, esta vez, no habrá ninguna Alexandria que distraiga a Nick e impida que lleve a cabo su venganza.
— ¿Qué? —preguntó Afrodita—. Atenea, ¿qué estás diciendo?
— Estoy diciendo que fue él quién la envió intencionadamente para distraerlo, mientras acudía a refugiarse a tu templo por temor a la furia de Nick.
Por la cara de Príapo, ___ supo que era verdad. El dios curvó los labios en un rictus furioso.
— Atenea, ¡puta traicionera! Siempre lo mimaste.
Atenea se rió mientras se desvanecía en el aire para volver a aparecer junto a Afrodita.
— Nadie lo mimó nunca. Eso lo convirtió en el mejor guerrero que jamás salió de las filas espartanas; y eso es lo que va a ayudarle a darte una buena patada en el culo en este momento.
Nick se puso en pie. La ceñuda mirada con la que enfrentaba a Príapo consiguió que ___ sintiera un súbito escalofrío.
Afrodita se movió hasta quedar entre sus dos hijos y, cuando alzó la mirada hacia Nick, ___ vio que sus ojos estaban llenos de orgullo.
— Ésta es la segunda vez que te doy la vida, Nick. Me arrepiento de no haber sido la madre que necesitaste la primera vez. No tienes ni idea de lo mucho que desearía poder cambiar el pasado. Lo único que puedo hacer ahora es darte mi amor y mis bendiciones. —Afrodita miró por encima del hombro, buscando los ojos de Príapo—. Y ahora dale una buena patada en el culo a este malcriado.
— ¡Madre! —gimoteó Príapo.
Nick miró a su hermano y balanceó la espada alrededor de su cuerpo mientras se acercaba a él.
— ¿Estás preparado?
Príapo atacó sin avisar. Pero tampoco es que importara demasiado.
___ se quedó boquiabierta al verlos luchar. Si antes había pensado que Nick era un buen guerrero, ahora su destreza era infinitamente superior.
Se movía con una agilidad y una velocidad que jamás habría creído posibles.
Atenea se puso a su lado. Alzó un brazo y rozó ligeramente la seda con la que se envolvía.
— Bonito vestido.
___ la miró con el ceño fruncido por la incredulidad.
— ¿Están luchando a muerte y tú te dedicas a estudiar cómo voy vestida?
Atenea se rió.
— Confía en mí; siempre elijo con mucho cuidado a mis generales. Príapo no tiene ninguna posibilidad frente a Nick.
___ volvió a dirigir su atención a los hombres en el mismo instante que Nick golpeaba a Príapo con su escudo. El dios perdió el equilibrio, se tambaleó y Nick aprovechó para hundirle la espada en el costado.
— Púdrete en el Infierno, bastardo —dijo Nick con desdén mientras el cuerpo de Príapo se desintegraba entre destellos multicolores.
___ corrió hacia él.
Nick arrojó a un lado la espada y el escudo, y la alzó en brazos para girar con ella alrededor de la estancia.
— ¡Estás vivo! ¿Verdad que sí? —le preguntó.
— Sí, lo estoy.
___ se dejó caer sobre él. Nick la bajó, deslizándola muy lentamente sobre su armadura centímetro a centímetro, hasta que sus pies se apoyaron sobre el suelo y reclamó sus labios con un beso.
___ escuchó que alguien se aclaraba la garganta.
— Discúlpame, Nick —dijo Atenea, al ver que no soltaba a ___—. Debes tomar una decisión. ¿Quieres que te envíe a casa o no?
___ se echó a temblar.
Nick la miró de forma abrasadora y acarició con mucha suavidad su mejilla como si estuviera saboreando el tacto de su piel.
— Sólo he conocido un hogar en todos los siglos de mi existencia.
___ se mordió el labio mientras los ojos se le llenaban de lágrimas. Iba a abandonarla en ese mismo momento. Dios santo, sólo rogaba tener la fuerza necesaria para soportar el dolor.
Nick se inclinó y le besó la frente.
— Y es con ___ —susurró sobre su pelo—. Si ella me acepta.
___ puso los ojos en blanco; se sentía tan aliviada que tenía ganas de gritar y reír a la vez, pero sobre todo quería abrazarlo y retenerlo junto a ella para siempre.
— ¡Jesús, Nick! —exclamó con una apatía totalmente falsa—. No lo sé… Ocupas toda la cama, y llevas unos boxers espantosos… ¿Crees que voy a poder soportarlo? Si vuelves conmigo tendremos que hacer que desaparezcan. Y nada de volver a acostarse con los vaqueros puestos por la noche; me raspan las piernas.
Él soltó una carcajada.
— No te preocupes. Para lo que tengo en mente, el nudismo viene mucho mejor.
La risa de ___ se unió a la suya mientras Nick le tomaba la cara entre las manos.
Al intentar besarla, ella se alejó de forma juguetona.
— ¡Ah, por cierto! ¿Ésta es tu armadura?
Él la miró ceñudo.
— La misma; o al menos lo era.
— ¿Podemos quedárnosla?
— Si tú quieres… ¿por qué?
— Porque… Mmm cariño —ronroneó ___ lanzando una mirada lasciva sobre su fantástico cuerpo—, te queda de muerte. Si te la pones, te prometo que pasarás un buen rato en la cama cinco o seis veces al día.
Atenea y Afrodita se rieron al unísono.
Aparecieron en la habitación de ___ con otro de aquellos destellos cegadores; exactamente en la misma posición que se encontraban cuando Príapo apareció.
— ¡Eh! —exclamó ___ enfadada—. ¿Dónde está la armadura?
Apareció súbitamente junto con el yelmo, la espada y el escudo, en un rincón del dormitorio.
— ¿Ya estás contenta? —le preguntó Nick mientras la acomodaba sobre su pecho.
— Delirante de felicidad.
Alzó la cabeza y la besó de tal forma que ___ se estremeció de la cabeza a los pies y gimió al sentir la calidez de su boca sobre la suya. Al sentir su cuerpo bajo ella.
Jamás permitiría que volviese a marcharse.
— Por cierto…
Nick se apartó de los labios de ___ con un gruñido y alzó la sábana con rapidez para taparlos a ambos con ella.
___ la apretó con fuerza a la altura de la barbilla.
— Atenea —dijo Nick—, ¿piensas seguir interrumpiéndonos?
La diosa no parecía avergonzada en lo más mínimo mientras se aproximaba a la cama. Llevaba una caja dorada en las manos.
— Bueno, es que se me ha olvidado darles una cosa.
— ¿Qué? —preguntaron al unísono con suma irritación.
Antes de que Atenea pudiese contestar, apareció Afrodita.
— Ya lo tengo —le dijo a Atenea antes de quitarle la caja de las manos.
Atenea se desvaneció.
Afrodita se acercó a la cama, dejó la caja al lado de Nick y la abrió.
— Si vas a quedarte en esta época, necesitarás varias cosas: un certificado de nacimiento, un pasaporte, un permiso de residencia… —Afrodita miró la tarjeta verde y frunció el ceño— No, espera, esto no lo necesitas. —Y entonces miró a ___—. ¿O sí?
— No, señora.
Afrodita sonrió mientras la tarjeta se evaporaba.
— También hay un carné de conducir pero, si aceptas un consejo maternal, deja que sea ___ quien se encargue del coche. No te lo tomes a mal, pero eres un completo desastre al volante. —Y suspiró—. Es una pena que no tengamos un dios para esas cuestiones. Pero qué se le va a hacer. —Cerró la caja y se la ofreció a su hijo—. Aquí tienes; puedes echarle un vistazo luego.
Cuando Afrodita comenzaba a alejarse, Nick se incorporó en la cama y la cogió de la mano.
— Gracias por todo, madre.
La diosa lo miró con los ojos llenos de lágrimas y le dio unas palmaditas en la mano.
— Siento muchísimo no haberme enterado de lo que les ocurrió a tus hijos hasta que fue demasiado tarde. No tienes idea de lo mucho que me arrepiento de no haberlo descubierto hasta después de que Tánatos reclamara sus almas.
Nick le dio un apretón cariñoso.
— ¿Me llamarás si necesitas cualquier cosa? —preguntó la diosa.
— Te llamaré aunque no necesite nada.
Afrodita se llevó la mano de Nick a los labios y la besó mientras sus ojos se clavaban en ___ para, de inmediato, volver de nuevo a su hijo.
— Quiero seis nietos. Como mínimo.
— ¡Eh! —exclamó ___ sacando de la caja un título universitario—. ¿Le has dado un título de Licenciado en Historia Antigua? ¿Y de Harvard?
Afrodita asintió con la cabeza.
— También hay uno de Lengua y Cultura Clásicas. —Miró a Nick—. No estaba segura de lo que querrías hacer, por eso he dejado que seas tú quien elija.
— ¿Podemos usarlos de verdad? —preguntó ___.
— Claro que sí. Si miras un poco más abajo encontrarás su certificado de notas.
___ lo hizo y al mirarlo jadeó.
— No es justo, ¡sólo hay matrículas de honor!
— Por supuesto —rezongó Afrodita, un poco indignada—. Mi hijo jamás será un segundón. —Sonrió—. No me molesté en hacer un certificado de matrimonio. Supuse que querrian encargarse de eso personalmente. Y tan pronto como Nick decida cuál será su apellido, aparecerá en todos los documentos. —La diosa rebuscó bajo los papeles y sacó una libreta bancaria—. Por cierto, he convertido el dinero que tenías en Macedonia en dólares para que puedas usarlo aquí.
___ abrió la libreta y se quedó con la boca abierta.
— ¡Jesús, María y José! ¡Eres asquerosamente rico!
Nick se rió a carcajadas.
— Ya te lo dije, se me daba muy bien lo de conquistar.
Afrodita alargó una mano y el libro donde Nick había estado atrapado apareció entre sus brazos.
— También pensé que te gustaría buscar un lugar seguro donde guardar esto.
Nick se quedó boquiabierto mientras cogía el libro de las manos de su madre.
— ¿Me estás encargando la custodia de Príapo?
Afrodita se encogió de hombros.
— Te mató. No podía dejar que se marchara sin castigarlo de algún modo. Acabará saliendo si es un buen chico.
___ casi se sentía apenada por el pobre Príapo.
Casi.
Afrodita se inclinó y besó a Nick en la mejilla.
— Siempre te he querido. Pero no he sabido cómo demostrarlo.
Él asintió con la cabeza.
— Supongo que eso suele pasar cuando tu madre es una diosa. No puedes esperar fiestas de cumpleaños y comidas caseras.
— Eso es cierto, pero te he dado muchos otros regalos que a tu novia parecen gustarle muchísimo.
— Hablando de eso —la interrumpió _______, repentinamente asaltada por un pensamiento—, ¿no podemos deshacernos de ése que hace que las mujeres se sientan atraídas por él como por un imán?
La diosa la miró con una expresión divertida.
— Niña, mira bien a este hombre. ¿Qué mujer en su sano juicio no lo querría en su cama? Tendría que dejarlas ciegas a todas o hacer que Nick engordara y se quedara calvo.
— Déjalo, no importa. Acabaré acostumbrándome.
— Eso creo yo.
Afrodita desapareció tras el comentario.
Nick envolvió a ______ entre sus brazos y la acercó a él de nuevo.
— ¿Estás dolorida?
— No, ¿por qué?
— Porque tengo la intención de pasarme el día entero haciéndote el amor.
Ella le mordisqueó la barbilla.
— Mmm, me gusta esa idea…
Nick la besó.
— ¡Ah, espera! —exclamó alejándose de sus labios.
_____ frunció el ceño mientras Nick salía de la cama para coger libro, arrojarlo al pasillo y cerrar la puerta después.
— ¿Qué estás haciendo? —le preguntó ella.
Nick volvió a la cama con su característico andar lento y ágil que la dejaba sin aliento y conseguía encenderla. Trepó al lecho con la misma gracia que un animal salvaje, desnudo y sigiloso, y recorrió su cuerpo con una mirada lujuriosa y ardiente.
— Puede escuchar todo lo que decimos. Y, personalmente, no quiero tenerlo al lado mientras hago esto.
_____ jadeó cuando Nick la puso de costado, acercándola a él.
— O esto —siguió él, deslizando una mano entre sus muslos y acariciándola con manos expertas.
Se acurrucó contra la espalda de _____.
— Y sobre todo, no quiero que escuche esto.
Enterró sus labios en el cuello de _____ mientras deslizaba la mano por el interior de sus muslos para separarle las piernas e introducirse en ella hasta el fondo.
_____ gimió de satisfacción.
— He estado esperándote dos mil años, _____ Alexander —le susurró al oído—, y cada segundo de espera ha merecido la pena.
Belieber&Smiler♥
Re: "Un amante de ensueño" (Nick y tu)
Aiii tienen me agarro la loca :lol!: y subi todo los caps que qedaban...si kieren el Epílogo
solo comenten
espero que les aya gustadao :D
Mi proxima nove se va a llamar:"Bailando con el Diablo" y tambien es de Nick y tu
y para esta nove voy a ser mas organizada..la voy a empezar a subir cuando la tenga bien editada...
comenten para que suba el Epílogo
"Un amante de ensueño" (Nick y tu) el final
:love: "Pucky Love" :love:
solo comenten
espero que les aya gustadao :D
Mi proxima nove se va a llamar:"Bailando con el Diablo" y tambien es de Nick y tu
y para esta nove voy a ser mas organizada..la voy a empezar a subir cuando la tenga bien editada...
comenten para que suba el Epílogo
"Un amante de ensueño" (Nick y tu) el final
:love: "Pucky Love" :love:
Belieber&Smiler♥
Re: "Un amante de ensueño" (Nick y tu)
AH me hiciste llorar crei qe nick no iba a volver jajaja wii!! final feliz! quiero el epilogo 8)
besottee
besottee
heynatii
Re: "Un amante de ensueño" (Nick y tu)
Epílogo
Un año después
Nick abrió la puerta de la habitación del hospital. Junto a su madre y a Yari, entró sin hacer ruido, ya que no
quería molestar a ___ si estaba descansando.
El miedo lo atenazó al verla tumbada en la cama. Su aspecto lo aterrorizaba, estaba muy pálida y parecía
indefensa. No podía soportar verla a sí.
Ella era su fuerza. Su corazón. Su alma. Todo lo que era bueno en la vida.
La idea de perderla le resultaba insoportable.
___ abrió los ojos y les sonrió.
— Hola —dijo en un susurro.
— ¡Hola guapa! —le contestó Yari—. ¿Qué tal estás?
— Exhausta, pero muy bien.
Nick se inclinó y la besó.
— ¿Necesitas algo?
— Tengo todo lo que siempre he deseado —le contestó ella con el rostro radiante.
Él le sonrió.
— Bueno, ¿dónde están mis nietos? —preguntó Afrodita.
— Se los han llevado para pesarlos —contestó ___.
Y, como si las hubiesen llamado, las enfermeras entraron en ese instante empujando las cunas. Comprobaron
los brazaletes de ___ y los de los bebés y salieron en silencio.
Nick se apartó del lado de ___ lo justo para coger en brazos a su hijo con mucho cuidado. La alegría lo inundó
al acunar al diminuto bebé. ___ le había dado mucho más de lo que jamás imaginó que tendría. Y mucho más de
lo que se merecía.
— Éste es Nicholas James Alexander —dijo mientras lo depositaba en brazos de Afrodita para coger a su hija—
. Y ésta es Vanessa Anne Alexander —y la colocó sobre el otro brazo de su madre.
Los labios de Afrodita comenzaron a temblar cuando miró a su nieta.
— ¿Le has puesto mi nombre?
— Los dos quisimos hacerlo —le dijo ___.
Las lágrimas brotaron de los ojos de la diosa mientras contemplaba a sus dos nietos.
— ¡La de regalos que tengo para ustedes!
— ¡Mamá! —la interrumpió Nick con brusquedad—. Por favor, nada de regalos. Tu amor será suficiente.
La diosa se limpió las lágrimas y soltó una carcajada.
— De acuerdo. Pero si cambian de opinión, deganmelo.
___ observó a Nick mientras éste acariciaba la cabeza pelona de Nicholas. No lo habría creído posible pero, en
ese momento, lo amaba aún más que antes.
Cada día pasado junto a él había sido una bendición.
— ¡Ah, por cierto! —exclamó Yari mientras cogía a Vanessa de los brazos de Afrodita—. Fui ayer a la librería y
Príapo no estaba. Hace unos días que hubo luna llena. ¿Alguien quiere apostar a que en estos momentos está
practicando sexo salvaje y desenfrenado con alguien?
Todos se rieron.
Excepto Nick.
— ¿Te pasa algo? —le preguntó ___.
— Supongo que me siento un poco culpable.
— ¡¿Culpable?! —exclamó Yari con incredulidad—. ¿Por Príapo?
Nick señaló con un gesto a ___ y a los niños.
— ¿Cómo podría guardarle rencor? Sin su maldición jamás os tendría a ninguno de ustedes. Fue una pesadez
pero debo admitir que mereció la pena.
Todas las miradas se clavaron, expectantes, en Afrodita.
— ¿Qué? —preguntó ella con fingida inocencia—. ¡No me digas que quieres que lo libere! Ya te lo dije, lo haré
cuando aprenda la lección…
Yari meneó la cabeza.
— Pobre tío Príapo —dijo dirigiéndose a Vanessa—. Pero fue un chico muy, muy malo.
La puerta se abrió en ese instante y una enfermera se asomó, indecisa.
— ¿Doctor Alexander? —se dirigió a Nick—, hay una pareja aquí fuera que dicen ser familiares suyos. Ellos…
mmm… —bajó la voz hasta hablar en un murmullo— son moteros.
— ¡Eh, Nick! —lo llamó Eros desde detrás de la enfermera—. Dile a Atila el Huno que somos de fiar para que
podamos entrar a babear sobre los bebés.
Nick soltó una carcajada.
— Está bien, Trish —le dijo a la enfermera—. Es mi hermano.
Eros le hizo una mueca burlona a Trish mientras entraba a la habitación junto a Psique.
— Que alguien me recuerde que tengo que dispararle una flecha de la mala suerte al salir —comentó mientras la
enfermera cerraba la puerta.
Nick lo miró con una ceja arqueada.
— ¿Tengo que confiscarte de nuevo el arco?
Eros le contestó con un gesto grosero y se acercó a Yari para tomar en brazos a Vanessa.
— ¡Ooooh! Menuda rompecorazones que vas a ser. Apuesto a que vas a tener a montones de niños corriendo
detrás de ti.
Nick perdió el color del rostro y miró a su madre.
— Mamá, hay un regalo que me gustaría pedirte.
Afrodita lo observó, esperanzada.
— ¿Te importaría hablar con Hefesto para que hiciera un cinturón de castidad apropiado para Vanessa?
— ¡Nick! —balbució ___ con una carcajada.
— No tendría que llevarlo durante mucho tiempo; sólo treinta o cuarenta años.
___ puso los ojos en blanco.
— Menos mal que tienes a tu mami —le dijo al bebé que Eros sostenía—, porque tu papi no es nada divertido.
Nick alzó una ceja con un gesto arrogante.
— ¿Que no soy divertido? —repitió—. Divertido… eso no es lo que dijiste el día que concebiste a estos dos…
— ¡Nick! —exclamó ___ con el rostro arrebolado. Pero ya hacía tiempo que sabía que era incorregible.
Y lo amaba tal y como era.
~*~*~*~*~*Fin*~*~*~*~*~
"Un amante de ensueño" (Nick y tu) "Fin"
:love: "Pucky Love" :love:
Un año después
Nick abrió la puerta de la habitación del hospital. Junto a su madre y a Yari, entró sin hacer ruido, ya que no
quería molestar a ___ si estaba descansando.
El miedo lo atenazó al verla tumbada en la cama. Su aspecto lo aterrorizaba, estaba muy pálida y parecía
indefensa. No podía soportar verla a sí.
Ella era su fuerza. Su corazón. Su alma. Todo lo que era bueno en la vida.
La idea de perderla le resultaba insoportable.
___ abrió los ojos y les sonrió.
— Hola —dijo en un susurro.
— ¡Hola guapa! —le contestó Yari—. ¿Qué tal estás?
— Exhausta, pero muy bien.
Nick se inclinó y la besó.
— ¿Necesitas algo?
— Tengo todo lo que siempre he deseado —le contestó ella con el rostro radiante.
Él le sonrió.
— Bueno, ¿dónde están mis nietos? —preguntó Afrodita.
— Se los han llevado para pesarlos —contestó ___.
Y, como si las hubiesen llamado, las enfermeras entraron en ese instante empujando las cunas. Comprobaron
los brazaletes de ___ y los de los bebés y salieron en silencio.
Nick se apartó del lado de ___ lo justo para coger en brazos a su hijo con mucho cuidado. La alegría lo inundó
al acunar al diminuto bebé. ___ le había dado mucho más de lo que jamás imaginó que tendría. Y mucho más de
lo que se merecía.
— Éste es Nicholas James Alexander —dijo mientras lo depositaba en brazos de Afrodita para coger a su hija—
. Y ésta es Vanessa Anne Alexander —y la colocó sobre el otro brazo de su madre.
Los labios de Afrodita comenzaron a temblar cuando miró a su nieta.
— ¿Le has puesto mi nombre?
— Los dos quisimos hacerlo —le dijo ___.
Las lágrimas brotaron de los ojos de la diosa mientras contemplaba a sus dos nietos.
— ¡La de regalos que tengo para ustedes!
— ¡Mamá! —la interrumpió Nick con brusquedad—. Por favor, nada de regalos. Tu amor será suficiente.
La diosa se limpió las lágrimas y soltó una carcajada.
— De acuerdo. Pero si cambian de opinión, deganmelo.
___ observó a Nick mientras éste acariciaba la cabeza pelona de Nicholas. No lo habría creído posible pero, en
ese momento, lo amaba aún más que antes.
Cada día pasado junto a él había sido una bendición.
— ¡Ah, por cierto! —exclamó Yari mientras cogía a Vanessa de los brazos de Afrodita—. Fui ayer a la librería y
Príapo no estaba. Hace unos días que hubo luna llena. ¿Alguien quiere apostar a que en estos momentos está
practicando sexo salvaje y desenfrenado con alguien?
Todos se rieron.
Excepto Nick.
— ¿Te pasa algo? —le preguntó ___.
— Supongo que me siento un poco culpable.
— ¡¿Culpable?! —exclamó Yari con incredulidad—. ¿Por Príapo?
Nick señaló con un gesto a ___ y a los niños.
— ¿Cómo podría guardarle rencor? Sin su maldición jamás os tendría a ninguno de ustedes. Fue una pesadez
pero debo admitir que mereció la pena.
Todas las miradas se clavaron, expectantes, en Afrodita.
— ¿Qué? —preguntó ella con fingida inocencia—. ¡No me digas que quieres que lo libere! Ya te lo dije, lo haré
cuando aprenda la lección…
Yari meneó la cabeza.
— Pobre tío Príapo —dijo dirigiéndose a Vanessa—. Pero fue un chico muy, muy malo.
La puerta se abrió en ese instante y una enfermera se asomó, indecisa.
— ¿Doctor Alexander? —se dirigió a Nick—, hay una pareja aquí fuera que dicen ser familiares suyos. Ellos…
mmm… —bajó la voz hasta hablar en un murmullo— son moteros.
— ¡Eh, Nick! —lo llamó Eros desde detrás de la enfermera—. Dile a Atila el Huno que somos de fiar para que
podamos entrar a babear sobre los bebés.
Nick soltó una carcajada.
— Está bien, Trish —le dijo a la enfermera—. Es mi hermano.
Eros le hizo una mueca burlona a Trish mientras entraba a la habitación junto a Psique.
— Que alguien me recuerde que tengo que dispararle una flecha de la mala suerte al salir —comentó mientras la
enfermera cerraba la puerta.
Nick lo miró con una ceja arqueada.
— ¿Tengo que confiscarte de nuevo el arco?
Eros le contestó con un gesto grosero y se acercó a Yari para tomar en brazos a Vanessa.
— ¡Ooooh! Menuda rompecorazones que vas a ser. Apuesto a que vas a tener a montones de niños corriendo
detrás de ti.
Nick perdió el color del rostro y miró a su madre.
— Mamá, hay un regalo que me gustaría pedirte.
Afrodita lo observó, esperanzada.
— ¿Te importaría hablar con Hefesto para que hiciera un cinturón de castidad apropiado para Vanessa?
— ¡Nick! —balbució ___ con una carcajada.
— No tendría que llevarlo durante mucho tiempo; sólo treinta o cuarenta años.
___ puso los ojos en blanco.
— Menos mal que tienes a tu mami —le dijo al bebé que Eros sostenía—, porque tu papi no es nada divertido.
Nick alzó una ceja con un gesto arrogante.
— ¿Que no soy divertido? —repitió—. Divertido… eso no es lo que dijiste el día que concebiste a estos dos…
— ¡Nick! —exclamó ___ con el rostro arrebolado. Pero ya hacía tiempo que sabía que era incorregible.
Y lo amaba tal y como era.
~*~*~*~*~*Fin*~*~*~*~*~
"Un amante de ensueño" (Nick y tu) "Fin"
:love: "Pucky Love" :love:
Belieber&Smiler♥
Re: "Un amante de ensueño" (Nick y tu)
ahhhhh que lindo final :cheers:
voy a esperar ansiosa por la otra novela ! jajaj besoteee
voy a esperar ansiosa por la otra novela ! jajaj besoteee
heynatii
Re: "Un amante de ensueño" (Nick y tu)
Ya esta la otra nove..se llama: "Bailando con el diablo" hoy la empese
Belieber&Smiler♥
Re: "Un amante de ensueño" (Nick y tu)
NO PUEDE SER, QUÉ HERMOSA QUE FUE ESTA NOVELAAAAAAAA! :D
GRACIAS, GRACIAS Y GRACIAS.. AHORA VOY A EMPEZAR A LEER LA OTRA, NO LO DUDES.. FUE GENIAAAAAAAAAAALL!!
www.jazzbarrial.blogspot.com
GRACIAS, GRACIAS Y GRACIAS.. AHORA VOY A EMPEZAR A LEER LA OTRA, NO LO DUDES.. FUE GENIAAAAAAAAAAALL!!
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Invitado
Invitado
Re: "Un amante de ensueño" (Nick y tu)
me encanto el final! Como t abia dicho, sorry x no postiar antes recien llegue aora d mis vacasiones
Aora tb leere tu otra nove:) !
Aora tb leere tu otra nove:) !
Invitado
Invitado
Re: "Un amante de ensueño" (Nick y tu)
noooooo me encantooo enceriioooooo! me encantooooo
la amoooooooooooo
amo como es Nick en la novela ... amo TODO directamente y la amo mas poq es mitologia griega
buenooo me voy a leer tu otra novela
bye bye ^^
la amoooooooooooo
amo como es Nick en la novela ... amo TODO directamente y la amo mas poq es mitologia griega
buenooo me voy a leer tu otra novela
bye bye ^^
Invitado
Invitado
Re: "Un amante de ensueño" (Nick y tu)
hi
nueva lectora como q llegue un poco tarde
pero valioi la pena me ENCANTO la nove
la viví, la ame, bueno creo q ya me entiendes
waaaaaoooooooo q NOVELA
voy a estar esperando la otra nove
publica el link si?
nueva lectora como q llegue un poco tarde
pero valioi la pena me ENCANTO la nove
la viví, la ame, bueno creo q ya me entiendes
waaaaaoooooooo q NOVELA
voy a estar esperando la otra nove
publica el link si?
Última edición por angi el Mar 17 Ago 2010, 6:22 pm, editado 1 vez
Invitado
Invitado
Re: "Un amante de ensueño" (Nick y tu)
Oh Dios llevo leyendo desde por la mañana.
¡Me ha encantado la novela!:D
¡Me ha encantado la novela!:D
{@idrunkniall.}
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