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SOMBRAS EN LA NOCHE(Nick y Tu)
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: SOMBRAS EN LA NOCHE(Nick y Tu)
lovely last escribió:new reader siguela me encanta
Bienvenida,
qeu bueno que te guste
*Stephanie*
Re: SOMBRAS EN LA NOCHE(Nick y Tu)
Él apartó su mano.
—Imposible.
—Por supuesto que es posible. Todo es posible en un sueño.
—Tengo
que marcharme —se levantó, pero antes de que hubiera dado un paso hacia
el balcón, ella se levantó también y le puso una mano sobre el hombro.
Él
se volvió, de mala gana, y ella se quitó los tirantes del camisón de
los hombros y dejó que se deslizara hasta el suelo. Se quedó desnuda
ante él. Nick recorrió su cuerpo, inspeccionando desvergonzadamente
todos sus rincones. Ella lo tomó de la mano y lo llevó a la cama de nuevo. Se tumbó y le pidió:
—Tómame, Nick —se apartó el pelo del cuello—. Pruébame. Quiero sentir de nuevo lo
que he sentido antes. Quiero que poseas mi sangre, mi alma y mi cuerpo.
Ella vio cómo temblaba, pero todavía tenía su mano agarrada, y tiró de él suavemente. Él volvió a sentarse al borde de la cama. _________ se incorporó y lo besó, rodeándole el cuello con los brazos.
Él le devolvió el beso, se alimentó de su boca, absorbió su lengua y la pinchó suavemente con sus afilados colmillos, haciendo brotar diminutas gotas de sangre. Al hacerlo, la tumbó en la
cama y apretó su cuerpo contra el de ella mientras devoraba su boca.
Metió una de sus rodillas entre las piernas de ________, y ella sintió
su erección a través de la barrera de sus vaqueros, apretándole su sexo desnudo y abierto.
Ella alcanzó la cremallera de sus pantalones, pero él le apartó la mano con delicadeza.
—Te haría daño.
—No. Éste es mi sueño.
Él se incorporó, recuperó el aliento y susurró:
—Cierra
los ojos, _____, y te daré lo que quieres. Ella hizo lo que le había
pedido. Él se inclinó y le acercó los labios al oído.
—Ríndete —le susurró—. Ábrete para mí. Déjame entrar en ti, dentro de tu mente.
— Sí —susurró ella.
Separó las piernas, pero él no la
tocó. Y sin embargo, sí lo hizo. De alguna forma, sin tocarla, estaba
acariciándola. Eran como los dedos de un fantasma, que no la rozaban pero estaban acariciándole todo el cuerpo a la vez. Ella lo veía en su mente, lo sentía como si fuera real, pero sabía que él no se había movido. Estaba sentado en la misma posición, mirándola.
—Así —susurró él—. Abandónate y siénteme, ______. Estoy dentro de ti y alrededor de ti. ¿Me sientes?
-¡Sí!
—Te estoy poseyendo, soy tu señor. Tu cuerpo es mío y obedece mis órdenes.
Ella asintió, retorciéndose en la cama, ansiando más, mucho más.
—Vamos, _______—le susurró muy cerca del oído.
El orgasmo explotó en su cuerpo. Gritó su nombre y lo abrazó, apretándolo contra ella. Y entonces lo sintió. Notó que él abría la boca y sus colmillos se le clavaban en el cuello, y que la chupaban deliciosamente.
—Sí,
sí, sí... —susurró, mientras el clímax se repetía una y otra vez,
intensificado por el hecho de que él estuviera bebiendo de ella.
Al instante, ella se desmayó, completamente perdida en él.
—Imposible.
—Por supuesto que es posible. Todo es posible en un sueño.
—Tengo
que marcharme —se levantó, pero antes de que hubiera dado un paso hacia
el balcón, ella se levantó también y le puso una mano sobre el hombro.
Él
se volvió, de mala gana, y ella se quitó los tirantes del camisón de
los hombros y dejó que se deslizara hasta el suelo. Se quedó desnuda
ante él. Nick recorrió su cuerpo, inspeccionando desvergonzadamente
todos sus rincones. Ella lo tomó de la mano y lo llevó a la cama de nuevo. Se tumbó y le pidió:
—Tómame, Nick —se apartó el pelo del cuello—. Pruébame. Quiero sentir de nuevo lo
que he sentido antes. Quiero que poseas mi sangre, mi alma y mi cuerpo.
Ella vio cómo temblaba, pero todavía tenía su mano agarrada, y tiró de él suavemente. Él volvió a sentarse al borde de la cama. _________ se incorporó y lo besó, rodeándole el cuello con los brazos.
Él le devolvió el beso, se alimentó de su boca, absorbió su lengua y la pinchó suavemente con sus afilados colmillos, haciendo brotar diminutas gotas de sangre. Al hacerlo, la tumbó en la
cama y apretó su cuerpo contra el de ella mientras devoraba su boca.
Metió una de sus rodillas entre las piernas de ________, y ella sintió
su erección a través de la barrera de sus vaqueros, apretándole su sexo desnudo y abierto.
Ella alcanzó la cremallera de sus pantalones, pero él le apartó la mano con delicadeza.
—Te haría daño.
—No. Éste es mi sueño.
Él se incorporó, recuperó el aliento y susurró:
—Cierra
los ojos, _____, y te daré lo que quieres. Ella hizo lo que le había
pedido. Él se inclinó y le acercó los labios al oído.
—Ríndete —le susurró—. Ábrete para mí. Déjame entrar en ti, dentro de tu mente.
— Sí —susurró ella.
Separó las piernas, pero él no la
tocó. Y sin embargo, sí lo hizo. De alguna forma, sin tocarla, estaba
acariciándola. Eran como los dedos de un fantasma, que no la rozaban pero estaban acariciándole todo el cuerpo a la vez. Ella lo veía en su mente, lo sentía como si fuera real, pero sabía que él no se había movido. Estaba sentado en la misma posición, mirándola.
—Así —susurró él—. Abandónate y siénteme, ______. Estoy dentro de ti y alrededor de ti. ¿Me sientes?
-¡Sí!
—Te estoy poseyendo, soy tu señor. Tu cuerpo es mío y obedece mis órdenes.
Ella asintió, retorciéndose en la cama, ansiando más, mucho más.
—Vamos, _______—le susurró muy cerca del oído.
El orgasmo explotó en su cuerpo. Gritó su nombre y lo abrazó, apretándolo contra ella. Y entonces lo sintió. Notó que él abría la boca y sus colmillos se le clavaban en el cuello, y que la chupaban deliciosamente.
—Sí,
sí, sí... —susurró, mientras el clímax se repetía una y otra vez,
intensificado por el hecho de que él estuviera bebiendo de ella.
Al instante, ella se desmayó, completamente perdida en él.
*Stephanie*
Re: SOMBRAS EN LA NOCHE(Nick y Tu)
Nick se lamió la sangre de los labios y apartó la cabeza. No debería haberla probado. Demonios, él no quería hacerlo Los brazos de ________ se deslizaron de sus hombros a la cama. Él le colocó la cabeza sobre la almohada y la tapó. Después se volvió y cerró los ojos.
Sólo había querido darle placer con la fuerza de su mente. Pero Dios, aquello había tenido un efecto tan potente en él como en ella. Y cuando ella lo había atraído a su cuello, él se había perdido en su olor. La sangre, justo debajo de la piel, sus manos atrayéndolo, su cuello arqueándose hacia su boca.
Y él la había tomado. Había hundido los colmillos en su carne.
Sólo
había sido un poco, y el poder que aquello había ejercido sobre él le
resultaba incomprensible. Le hacía temblar por dentro. Le hacía desear
más.
Se levantó de la cama y dio dos pasos hacia el balcón, antes de obligarse a sí mismo a darse la vuelta. No. No podía irse. Ella estaba dormida, y tenía la oportunidad de averiguar más cosas. Abrió la puerta y se dirigió al despacho, observando, mientras caminaba por la
casa, el mobiliario y el trabajo de restauración. Aquella mujer lo
conocía: había elegido piezas muy parecidas a las que él había comprado
originalmente, del periodo medieval. Estudiar aquel tema siempre había
sido una afición para él. Cuando llegó al despacho, abrió la puerta doble. Aquello había sido, una vez, su refugio contra el mundo. Casi estaba temeroso de entrar, pero lo hizo. Era como si hubiera penetrado en el pasado de nuevo. La
chimenea y los muebles habían sido restaurados, y había un ordenador
encima del escritorio que parecía estar fuera de lugar. Allí era donde
ella había estado la
noche anterior, cuando él había leído su mente. Allí había fantaseado
con él, y había sentido que todo lo que imaginaba era real.
En
aquel momento, vio algo que atrapó por completo su atención. Los
dibujos de las paredes. Había una docena de ellos... y todos eran
retratos suyos.
Se quedó asombrado y se acercó a ellos en
contra de su propia voluntad para examinar cada uno de los trazos que
formaban el contorno de su rostro. Le resultaba antinatural poder,
verse de aquella manera, cuando hacía tanto tiempo que no veía su propia
imagen. Siglos. ¿Era su cara tan angulosa? ¿Tenía los ojos tan
hundidos y tan sombríos? Dios, parecía que estaba hechizado.
¿Cómo había llegado aquella mujer a conocerlo? ¿Cómo?
La
habitación le pareció de repente demasiado pequeña, y sintió que le
faltaba el aire. Sería el shock, supuso, de haberse visto retratado con
tanta precisión. Abrió todos los cajones del escritorio, pero no
encontró nada. Y no sabía nada sobre ordenadores, así que buscar en su contenido sería difícil. Aun así, tendría que intentarlo.
Sin embargo, primero necesitaba tomar aire. Todavía no había podido asimilar todo aquello por completo. Se acercó a la ventana y la abrió. Entonces aspiró profundamente la brisa de la noche.
Un
pitido agudo y chirriante rompió el silencio e hizo añicos su recién
recuperada compostura. Demonios, era una alarma. Se tapó los oídos con
las palmas de las manos y salió por la ventana abierta. Después corrió alejándose de la casa.
Se escondió tras unos arbustos para decidir qué iba a hacer cuando ella apareció en el balcón. __________. Se había despertado con la alarma y había ido directamente al despacho. Como si lo hubiera sabido. Dios, la conexión entre ellos era muy fuerte.
Ella se quedó asomada, mirando hacia la
oscuridad, con una expresión completamente confusa y vulnerable. Sólo
podía recordar su encuentro como un sueño, y sin embargo, parecía que
sabía que alguien había estado en la casa por la forma en que miraba hacia la oscuridad, escudriñando como si tuviera la esperanza de verlo, en vez de sentir miedo.
Aquella mujer no conocía la clase de poder con el que estaba jugando. No tenía ni la más mínima idea.
Él hizo ademán de marcharse de allí, pero entonces vio que se movía, y algo en la expresión de su cara captó su atención. Ella se estaba volviendo, mirándose en el cristal del ventanal, y se puso una mano en el cuello.
Oh,
Dios, el reflejo. Vio las pequeñas heridas de aquella noche, que
habrían desaparecido con el primer toque del sol sobre su piel. Vio las
dos perforaciones, y el diminuto hilillo de sangre en su carne blanca. Lo vio, y lo supo.
Sólo había querido darle placer con la fuerza de su mente. Pero Dios, aquello había tenido un efecto tan potente en él como en ella. Y cuando ella lo había atraído a su cuello, él se había perdido en su olor. La sangre, justo debajo de la piel, sus manos atrayéndolo, su cuello arqueándose hacia su boca.
Y él la había tomado. Había hundido los colmillos en su carne.
Sólo
había sido un poco, y el poder que aquello había ejercido sobre él le
resultaba incomprensible. Le hacía temblar por dentro. Le hacía desear
más.
Se levantó de la cama y dio dos pasos hacia el balcón, antes de obligarse a sí mismo a darse la vuelta. No. No podía irse. Ella estaba dormida, y tenía la oportunidad de averiguar más cosas. Abrió la puerta y se dirigió al despacho, observando, mientras caminaba por la
casa, el mobiliario y el trabajo de restauración. Aquella mujer lo
conocía: había elegido piezas muy parecidas a las que él había comprado
originalmente, del periodo medieval. Estudiar aquel tema siempre había
sido una afición para él. Cuando llegó al despacho, abrió la puerta doble. Aquello había sido, una vez, su refugio contra el mundo. Casi estaba temeroso de entrar, pero lo hizo. Era como si hubiera penetrado en el pasado de nuevo. La
chimenea y los muebles habían sido restaurados, y había un ordenador
encima del escritorio que parecía estar fuera de lugar. Allí era donde
ella había estado la
noche anterior, cuando él había leído su mente. Allí había fantaseado
con él, y había sentido que todo lo que imaginaba era real.
En
aquel momento, vio algo que atrapó por completo su atención. Los
dibujos de las paredes. Había una docena de ellos... y todos eran
retratos suyos.
Se quedó asombrado y se acercó a ellos en
contra de su propia voluntad para examinar cada uno de los trazos que
formaban el contorno de su rostro. Le resultaba antinatural poder,
verse de aquella manera, cuando hacía tanto tiempo que no veía su propia
imagen. Siglos. ¿Era su cara tan angulosa? ¿Tenía los ojos tan
hundidos y tan sombríos? Dios, parecía que estaba hechizado.
¿Cómo había llegado aquella mujer a conocerlo? ¿Cómo?
La
habitación le pareció de repente demasiado pequeña, y sintió que le
faltaba el aire. Sería el shock, supuso, de haberse visto retratado con
tanta precisión. Abrió todos los cajones del escritorio, pero no
encontró nada. Y no sabía nada sobre ordenadores, así que buscar en su contenido sería difícil. Aun así, tendría que intentarlo.
Sin embargo, primero necesitaba tomar aire. Todavía no había podido asimilar todo aquello por completo. Se acercó a la ventana y la abrió. Entonces aspiró profundamente la brisa de la noche.
Un
pitido agudo y chirriante rompió el silencio e hizo añicos su recién
recuperada compostura. Demonios, era una alarma. Se tapó los oídos con
las palmas de las manos y salió por la ventana abierta. Después corrió alejándose de la casa.
Se escondió tras unos arbustos para decidir qué iba a hacer cuando ella apareció en el balcón. __________. Se había despertado con la alarma y había ido directamente al despacho. Como si lo hubiera sabido. Dios, la conexión entre ellos era muy fuerte.
Ella se quedó asomada, mirando hacia la
oscuridad, con una expresión completamente confusa y vulnerable. Sólo
podía recordar su encuentro como un sueño, y sin embargo, parecía que
sabía que alguien había estado en la casa por la forma en que miraba hacia la oscuridad, escudriñando como si tuviera la esperanza de verlo, en vez de sentir miedo.
Aquella mujer no conocía la clase de poder con el que estaba jugando. No tenía ni la más mínima idea.
Él hizo ademán de marcharse de allí, pero entonces vio que se movía, y algo en la expresión de su cara captó su atención. Ella se estaba volviendo, mirándose en el cristal del ventanal, y se puso una mano en el cuello.
Oh,
Dios, el reflejo. Vio las pequeñas heridas de aquella noche, que
habrían desaparecido con el primer toque del sol sobre su piel. Vio las
dos perforaciones, y el diminuto hilillo de sangre en su carne blanca. Lo vio, y lo supo.
*Stephanie*
Re: SOMBRAS EN LA NOCHE(Nick y Tu)
9
—Personalmente —dijo Joe—, creo que Lydia ha estado viendo demasiadas películas. Estas tonterías paranormales están muy de moda.
—¿De verdad? —Demi le echó una mirada desde el asiento del copiloto. Iban en el viejo coche de Joe.
—Sí —respondió él—. ¿Es que no lo sabías? Yo me imaginaba que verías todas las películas de monstruos al minuto de estrenarlas.
—No
me gustan las que están mal hechas —replicó ella—. Ya no es lo que era.
No hay más que cuchilladas y golpes, y ninguna clase. ¿Me entiendes?
—Sí, claro.
—Además
—continuó ella—. No me gusta ir al cine sola. Y no es que tenga
exactamente un batallón de hombres dispuestos a salir conmigo.
Él sacudió la cabeza.
—No entiendo por qué no.
—¿No? Bueno, eso es muy agradable por tu parte, Joe. Pero la verdad es que no soy muy guapa.
Él soltó un gruñido y le dijo:
—Y un cuerno que no.
Demi volvió la cara, fingiendo que miraba por la ventanilla, para que él no pudiera ver su sonrisa perversa.
—Bueno, quizá sea pasablemente mona —se arriesgó—. Pero mona no es lo mismo que sexy. Los hombres no me ven como alguien sexy.
—Los ciegos, quizá.
Ella
sonrió aún más, pero después se obligó a disimular, arqueó las cejas
como si estuviera sorprendida y se volvió para mirarlo.
—¿Quieres decir que tú piensas que soy sexy, Joe?
—¿Yo? —cerró la
boca, frunció el ceño y entonces se dio cuenta de que le estaba tomando
el pelo—. ¿Sabes? No deberías burlarte de un viejo. No está bien.
—Yo no...
—Mira,
ya hemos llegado —le dijo, y detuvo el coche para aparcar—. Y ahora
recuerda, cariño. Esta señora es una vieja amiga mía, muy querida. Me
importa mucho. Acaba de perder a su mejor amiga y tengo que decirte que
no es la única cosa que ha perdido en la vida. Así que pórtate bien. Estoy hablando de tus modales, Demi. Demuéstrale respeto.
—Eeeh. Parece que te crees que voy a entrar y voy a escupir en el suelo, o algo así.
— Sólo quiero que la tranquilices. Eso es todo. Quiero que la convenzas de que no hay nada de vampiros, y que seas elocuente. ¿De acuerdo?
Ella bajó la cabeza, levantó la mirada y lo abanicó con las pestañas.
—Lo que tú digas, Joe.
Joe miró al cielo como si estuviera pidiendo resignación, y salió del coche.
Habían ido a una
cafetería enorme que tenía varios ambientes y que estaba bastante vacía a
media mañana. Demi se figuró el motivo por el que Joe había elegido
aquel lugar. Los dos subieron las escaleras que llevaban a la puerta principal, que estaba abierta, y entraron. Había una mujer sentada en
un sofá junto a una mesita, que escudriñó rápidamente a Demi y que,
guando vio a Joe, se levantó y esbozó una sonrisa débil, temblorosa. Demi, probablemente, habría sentido cierta simpatía por cualquier persona
que hubiera sonreído como ella, pero aquella mujer era una rubia teñida
y pechugona que estaba sonriéndole así a su policía. Demi reprimió el
impulso de ponerle mala cara mientras Joe la acompañaba hasta allí.
—Lydia —le dijo Joe—. ¿Qué tal estás, cariño? — le dijo, y le dio un cariñoso abrazo, que hizo que Demi sintiera la sangre golpeándole en las sienes.
—Estoy bien. Gracias por venir, Joe —le dijo. Después miró a Maxine.
—Lydia, esta es Demetria Lovato, la chica sobre la que te hablé. Demi, Lydia Morgan.
La sonrisa de Lydia no vaciló, no se transformó en
una forzada y tensa, como Demi se esperaba. Seguramente pensaba que Demi
era demasiado joven como para representar una competencia para ella.
Bien, pues ya podía pensárselo mejor.
—No puedo explicarte lo
agradecida que estoy porque hayas accedido a venir, Demi —dijo Lydia,
y tomó una mano de Demi entre las suyas—. Lou dice que tú sabes más
acerca de este tipo de cosas que ninguna otra persona. Y yo necesito la opinión de alguien como tú, alguien en quien pueda confiar por completo.
Max
parpadeó, un poco sorprendida. Así que Lou había estado halagándola,
¿eh? Estupendo. Estaba muy bien saber eso. Le echó una mirada a Lou,
pero él la evitó y miró a una silla.
Demi se sentó en un extremo del sofá, Joe en el otro y Lydia en medio. Fantástico. Después apareció una camarera que les dejó los menús sin decir una palabra y se marchó.
—Vaya, qué habladora —comentó Demi.
—Les he dicho que necesitábamos privacidad — explicó Lydia, tragando saliva como si tuviera un nudo en la
garganta. Miró a Demi a los ojos y continuó—: Creo que Lou ya te ha
contado algo. Mi compañera... mi... mi mejor amiga, Kimbra Sykes... fue
asesinada cuando volvía a casa por la noche, hace dos semanas.
—Lou me ha enseñado sus notas sobre el caso — dijo Demi, en voz baja, por si acaso alguien los estaba escuchando. No querría por nada del mundo que Joe se metiera en problemas por aquello—. Encontraron su cuerpo a la mañana siguiente, en un callejón.
Lydia
asintió. Llevaba demasiado maquillaje, pensó Demi con crueldad. Las
mujeres mayores solían hacer aquello. Era un esfuerzo por disimular las
huellas del tiempo.
—Joe se va a enfadar mucho conmigo por esto, Demi,
pero... —Lydia sacó un sobre de un maletín de cuero negro que tenía a
sus pies y se lo dio—. Conseguí copias de las fotografías de la escena del crimen y del informe de la autopsia antes de que el FBI se hiciera cargo del caso.
— ¡Oh, por Dios, Lydia! ¿Cómo demonios...? —le dijo Joe; mientras Max empezaba a abrir el sobre y Lydia levantaba la mano para indicarle que esperara.
—Yo voy a ir a la otra habitación a descansar, y así os daré tiempo para que veáis todo esto con más tranquilidad.
—Oh, lo siento, no me había dado cuenta... —se disculpó Demi, deteniéndose.
—No importa. Adelante, eso es lo que yo quería — se levantó y se fue hacia el otro ambiente de la cafetería.
—¿No sabías que tenía esto? —le preguntó Demi a Joe mientras sacaba los documentos y las fotografías del sobre.
—No, no tenía ni idea. Los del FBI llegaron, se llevaron las pruebas y destruyeron todas las copias que había.
Demi lo miró fijamente.
—¿De verdad?
—Sí. Ocurrió así. Ocurre algo raro, Demi, pero no sé qué puede ser. Mi teoría es que debe de haber un asesino en serie suelto, que tiene este modus operandi. Pero si dices una palabra de esto, yo lo negaré.
—Gracias a Dios que el Gran Hermano mantiene a la opinión pública bien informada —farfulló ella. Dejó que el contenido del sobre se extendiera sobre la mesa y miró las fotografías. En ellas aparecía una mujer de unos cuarenta años, tirada en el suelo. Llevaba unos pantalones marrones, una camiseta verde y el pelo recogido en un moño.
—No se le ha despeinado ni un pelo —murmuró Demi—. Y mira la ropa, Joe. No está sucia ni rota. Y su maquillaje, ni siquiera se le ha corrido el carmín.
—Lo sé.
Después miró las fotografías de la autopsia, que incluían primeros planos del cuello de la mujer. Había dos perforaciones diminutas en su piel blanquísima. Demi tomó el informe de la autopsia y lo leyó.
—La
mujer murió por pérdida de sangre —le dijo a Joe—. Aquí dice que le
quedó una cantidad de sangre ínfima, pero que no tenía ni una sola
herida en todo el cuerpo. Ni un corte, ni un hematoma, ninguna lesión interna... nada, excepto estos dos pequeños puntitos en el cuello. Y tampoco había una gota de sangre en la escena del crimen.
Levantó la mirada y la clavó en los ojos de Joe.
Entonces, más allá, vio que Lydia se acercaba lentamente, y metió los papeles y las fotografías en el sobre. Nadie debería ver a su mejor amiga de aquella manera.
—¿Y bien? —le preguntó Lydia, deteniéndose cerca de la mesa—. ¿Cuál es tu opinión?
—¿Puedo quedarme con esto? —le pidió Demi, mostrándole el sobre—. Me gustaría estudiarlo más a fondo.
—Sí. Tengo unas copias. Pero... ¿qué piensas, Demi? ¿Crees que estoy completamente loca por pensar que ha podido ser...?
—No estás loca en absoluto. O alguien ha intentando en serio que esto pareciera el trabajo de un vampiro, o lo ha sido en realidad.
—Demi... —Joe la miró como si quisiera estrangularla.
—Lo siento, Joe, pero ¿tienes alguna teoría mejor?
— ¡Cientos! Demonios, Demi, te he traído para que mejoraras las cosas, no para que las empeoraras.
—No
le hables así —le dijo Lydia. Su tono de voz era suave, pero firme—.
Quería que me diera su opinión más honesta, y lo ha hecho a pesar del
hecho de que sabía que tú te enfadarías, Joe. Déjala —y volvió su
atención hacia Demi—. ¿Qué crees que debería hacer yo ahora?
Demi se sintió un poco crecida. Aquella mujer le estaba pidiendo consejo como si ella fuera alguien cuya opinión importaba. Y en
realidad, era cierto. Nadie podría ayudar a Lydia mejor que ella.
Pero, demonios, aquel era un tema sobre el que había tenido la
secreta esperanza de que nunca tendría que involucrarse de nuevo. Al
menos, no todavía. Recordó al hombre desfigurado, y el sonido de su voz
mientras amenazaba a las personas a las que ella quería por el teléfono.
Sintió un escalofrío y se dio cuenta de que Lydia estaba esperando una respuesta.
—Lo
primero y lo más importante es que no le digas a nadie nada de esto. A
nadie. Tienes que fingir que crees todas las historias que te cuenten
acerca de la muerte de Kimbra. Dales las gracias y no les preguntes nada. Te prometo que eso es vital.
Lydia parecía sorprendida, pero asintió con vehemencia. Mientras, Joe miraba a Demi con los ojos entrecerrados como si se hubiera vuelto loca.
—Aparte de eso, sigue con tu vida normal. No salgas a la calle por la noche y cierra bien las puertas de tu casa. Alguna compañía no sería mala idea. Sólo por si acaso.
—Sí,
claro —dijo Lou—. Supongo que también vas a sugerirle que cuelgue
ristras de ajos y crucifijos alrededor de su cama, ¿verdad, Demi?
Ella le echó una mirada desdeñosa.
—No creo que funcionen mucho.
Él puso los ojos en blanco y suspiró.
—Lydia,
vete a casa y olvídate de esta reunión. Debería haber tenido sentido
común y no haber traído a Demetria Devonne Lovato como si fuera la
razón personificada. Deja que las autoridades se ocupen de esto y te
prometo que tendrás respuestas a su debido tiempo. Sólo necesitas tener
paciencia —después se volvió—. En cuanto a ti...
—Lou, por favor —le dijo Lydia.
Demi se hundió en el sofá.
—No
pasa nada, Lydia —le dijo—. Adelante, sigue con tu vida normal. Yo me
ocuparé de esto —y después suspiró—. Quizá deberías irte ahora. Creo
que Joe quiere gritarme a solas durante un rato.
Lydia la miró un instante y después asintió.
—Parece que puedes manejarlo.
—Sí.
—Gracias, Demi. Gracias. Te llamaré.
Demi se sacó una tarjeta del bolsillo y se la dio a Lydia.
—Es una de las antiguas. Todavía no he hecho las nuevas.
Lydia volvió a asentir, se guardó la tarjeta. Después le dio un abrazo a Joe y se marchó.
Demi se puso de pie.
—Vamos, Joe.
—¿Adonde? —preguntó él.
—A
mi casa. Quiero que veas algunas cosas. Y si todavía quieres gritarme
después de ver lo que te voy a enseñar, eres libre de hacerlo. Pero si
no, tienes que ayudarme a investigar sobre esto.
—No hay nada que puedas enseñarme que me convenza de que le has hecho un favor a esta mujer, Demi. Nunca te lo perdonaré.
—Sí lo harás.
LISTO GIRLS
ESPERO QUE LES GUSTE!!!
BESOS
—Personalmente —dijo Joe—, creo que Lydia ha estado viendo demasiadas películas. Estas tonterías paranormales están muy de moda.
—¿De verdad? —Demi le echó una mirada desde el asiento del copiloto. Iban en el viejo coche de Joe.
—Sí —respondió él—. ¿Es que no lo sabías? Yo me imaginaba que verías todas las películas de monstruos al minuto de estrenarlas.
—No
me gustan las que están mal hechas —replicó ella—. Ya no es lo que era.
No hay más que cuchilladas y golpes, y ninguna clase. ¿Me entiendes?
—Sí, claro.
—Además
—continuó ella—. No me gusta ir al cine sola. Y no es que tenga
exactamente un batallón de hombres dispuestos a salir conmigo.
Él sacudió la cabeza.
—No entiendo por qué no.
—¿No? Bueno, eso es muy agradable por tu parte, Joe. Pero la verdad es que no soy muy guapa.
Él soltó un gruñido y le dijo:
—Y un cuerno que no.
Demi volvió la cara, fingiendo que miraba por la ventanilla, para que él no pudiera ver su sonrisa perversa.
—Bueno, quizá sea pasablemente mona —se arriesgó—. Pero mona no es lo mismo que sexy. Los hombres no me ven como alguien sexy.
—Los ciegos, quizá.
Ella
sonrió aún más, pero después se obligó a disimular, arqueó las cejas
como si estuviera sorprendida y se volvió para mirarlo.
—¿Quieres decir que tú piensas que soy sexy, Joe?
—¿Yo? —cerró la
boca, frunció el ceño y entonces se dio cuenta de que le estaba tomando
el pelo—. ¿Sabes? No deberías burlarte de un viejo. No está bien.
—Yo no...
—Mira,
ya hemos llegado —le dijo, y detuvo el coche para aparcar—. Y ahora
recuerda, cariño. Esta señora es una vieja amiga mía, muy querida. Me
importa mucho. Acaba de perder a su mejor amiga y tengo que decirte que
no es la única cosa que ha perdido en la vida. Así que pórtate bien. Estoy hablando de tus modales, Demi. Demuéstrale respeto.
—Eeeh. Parece que te crees que voy a entrar y voy a escupir en el suelo, o algo así.
— Sólo quiero que la tranquilices. Eso es todo. Quiero que la convenzas de que no hay nada de vampiros, y que seas elocuente. ¿De acuerdo?
Ella bajó la cabeza, levantó la mirada y lo abanicó con las pestañas.
—Lo que tú digas, Joe.
Joe miró al cielo como si estuviera pidiendo resignación, y salió del coche.
Habían ido a una
cafetería enorme que tenía varios ambientes y que estaba bastante vacía a
media mañana. Demi se figuró el motivo por el que Joe había elegido
aquel lugar. Los dos subieron las escaleras que llevaban a la puerta principal, que estaba abierta, y entraron. Había una mujer sentada en
un sofá junto a una mesita, que escudriñó rápidamente a Demi y que,
guando vio a Joe, se levantó y esbozó una sonrisa débil, temblorosa. Demi, probablemente, habría sentido cierta simpatía por cualquier persona
que hubiera sonreído como ella, pero aquella mujer era una rubia teñida
y pechugona que estaba sonriéndole así a su policía. Demi reprimió el
impulso de ponerle mala cara mientras Joe la acompañaba hasta allí.
—Lydia —le dijo Joe—. ¿Qué tal estás, cariño? — le dijo, y le dio un cariñoso abrazo, que hizo que Demi sintiera la sangre golpeándole en las sienes.
—Estoy bien. Gracias por venir, Joe —le dijo. Después miró a Maxine.
—Lydia, esta es Demetria Lovato, la chica sobre la que te hablé. Demi, Lydia Morgan.
La sonrisa de Lydia no vaciló, no se transformó en
una forzada y tensa, como Demi se esperaba. Seguramente pensaba que Demi
era demasiado joven como para representar una competencia para ella.
Bien, pues ya podía pensárselo mejor.
—No puedo explicarte lo
agradecida que estoy porque hayas accedido a venir, Demi —dijo Lydia,
y tomó una mano de Demi entre las suyas—. Lou dice que tú sabes más
acerca de este tipo de cosas que ninguna otra persona. Y yo necesito la opinión de alguien como tú, alguien en quien pueda confiar por completo.
Max
parpadeó, un poco sorprendida. Así que Lou había estado halagándola,
¿eh? Estupendo. Estaba muy bien saber eso. Le echó una mirada a Lou,
pero él la evitó y miró a una silla.
Demi se sentó en un extremo del sofá, Joe en el otro y Lydia en medio. Fantástico. Después apareció una camarera que les dejó los menús sin decir una palabra y se marchó.
—Vaya, qué habladora —comentó Demi.
—Les he dicho que necesitábamos privacidad — explicó Lydia, tragando saliva como si tuviera un nudo en la
garganta. Miró a Demi a los ojos y continuó—: Creo que Lou ya te ha
contado algo. Mi compañera... mi... mi mejor amiga, Kimbra Sykes... fue
asesinada cuando volvía a casa por la noche, hace dos semanas.
—Lou me ha enseñado sus notas sobre el caso — dijo Demi, en voz baja, por si acaso alguien los estaba escuchando. No querría por nada del mundo que Joe se metiera en problemas por aquello—. Encontraron su cuerpo a la mañana siguiente, en un callejón.
Lydia
asintió. Llevaba demasiado maquillaje, pensó Demi con crueldad. Las
mujeres mayores solían hacer aquello. Era un esfuerzo por disimular las
huellas del tiempo.
—Joe se va a enfadar mucho conmigo por esto, Demi,
pero... —Lydia sacó un sobre de un maletín de cuero negro que tenía a
sus pies y se lo dio—. Conseguí copias de las fotografías de la escena del crimen y del informe de la autopsia antes de que el FBI se hiciera cargo del caso.
— ¡Oh, por Dios, Lydia! ¿Cómo demonios...? —le dijo Joe; mientras Max empezaba a abrir el sobre y Lydia levantaba la mano para indicarle que esperara.
—Yo voy a ir a la otra habitación a descansar, y así os daré tiempo para que veáis todo esto con más tranquilidad.
—Oh, lo siento, no me había dado cuenta... —se disculpó Demi, deteniéndose.
—No importa. Adelante, eso es lo que yo quería — se levantó y se fue hacia el otro ambiente de la cafetería.
—¿No sabías que tenía esto? —le preguntó Demi a Joe mientras sacaba los documentos y las fotografías del sobre.
—No, no tenía ni idea. Los del FBI llegaron, se llevaron las pruebas y destruyeron todas las copias que había.
Demi lo miró fijamente.
—¿De verdad?
—Sí. Ocurrió así. Ocurre algo raro, Demi, pero no sé qué puede ser. Mi teoría es que debe de haber un asesino en serie suelto, que tiene este modus operandi. Pero si dices una palabra de esto, yo lo negaré.
—Gracias a Dios que el Gran Hermano mantiene a la opinión pública bien informada —farfulló ella. Dejó que el contenido del sobre se extendiera sobre la mesa y miró las fotografías. En ellas aparecía una mujer de unos cuarenta años, tirada en el suelo. Llevaba unos pantalones marrones, una camiseta verde y el pelo recogido en un moño.
—No se le ha despeinado ni un pelo —murmuró Demi—. Y mira la ropa, Joe. No está sucia ni rota. Y su maquillaje, ni siquiera se le ha corrido el carmín.
—Lo sé.
Después miró las fotografías de la autopsia, que incluían primeros planos del cuello de la mujer. Había dos perforaciones diminutas en su piel blanquísima. Demi tomó el informe de la autopsia y lo leyó.
—La
mujer murió por pérdida de sangre —le dijo a Joe—. Aquí dice que le
quedó una cantidad de sangre ínfima, pero que no tenía ni una sola
herida en todo el cuerpo. Ni un corte, ni un hematoma, ninguna lesión interna... nada, excepto estos dos pequeños puntitos en el cuello. Y tampoco había una gota de sangre en la escena del crimen.
Levantó la mirada y la clavó en los ojos de Joe.
Entonces, más allá, vio que Lydia se acercaba lentamente, y metió los papeles y las fotografías en el sobre. Nadie debería ver a su mejor amiga de aquella manera.
—¿Y bien? —le preguntó Lydia, deteniéndose cerca de la mesa—. ¿Cuál es tu opinión?
—¿Puedo quedarme con esto? —le pidió Demi, mostrándole el sobre—. Me gustaría estudiarlo más a fondo.
—Sí. Tengo unas copias. Pero... ¿qué piensas, Demi? ¿Crees que estoy completamente loca por pensar que ha podido ser...?
—No estás loca en absoluto. O alguien ha intentando en serio que esto pareciera el trabajo de un vampiro, o lo ha sido en realidad.
—Demi... —Joe la miró como si quisiera estrangularla.
—Lo siento, Joe, pero ¿tienes alguna teoría mejor?
— ¡Cientos! Demonios, Demi, te he traído para que mejoraras las cosas, no para que las empeoraras.
—No
le hables así —le dijo Lydia. Su tono de voz era suave, pero firme—.
Quería que me diera su opinión más honesta, y lo ha hecho a pesar del
hecho de que sabía que tú te enfadarías, Joe. Déjala —y volvió su
atención hacia Demi—. ¿Qué crees que debería hacer yo ahora?
Demi se sintió un poco crecida. Aquella mujer le estaba pidiendo consejo como si ella fuera alguien cuya opinión importaba. Y en
realidad, era cierto. Nadie podría ayudar a Lydia mejor que ella.
Pero, demonios, aquel era un tema sobre el que había tenido la
secreta esperanza de que nunca tendría que involucrarse de nuevo. Al
menos, no todavía. Recordó al hombre desfigurado, y el sonido de su voz
mientras amenazaba a las personas a las que ella quería por el teléfono.
Sintió un escalofrío y se dio cuenta de que Lydia estaba esperando una respuesta.
—Lo
primero y lo más importante es que no le digas a nadie nada de esto. A
nadie. Tienes que fingir que crees todas las historias que te cuenten
acerca de la muerte de Kimbra. Dales las gracias y no les preguntes nada. Te prometo que eso es vital.
Lydia parecía sorprendida, pero asintió con vehemencia. Mientras, Joe miraba a Demi con los ojos entrecerrados como si se hubiera vuelto loca.
—Aparte de eso, sigue con tu vida normal. No salgas a la calle por la noche y cierra bien las puertas de tu casa. Alguna compañía no sería mala idea. Sólo por si acaso.
—Sí,
claro —dijo Lou—. Supongo que también vas a sugerirle que cuelgue
ristras de ajos y crucifijos alrededor de su cama, ¿verdad, Demi?
Ella le echó una mirada desdeñosa.
—No creo que funcionen mucho.
Él puso los ojos en blanco y suspiró.
—Lydia,
vete a casa y olvídate de esta reunión. Debería haber tenido sentido
común y no haber traído a Demetria Devonne Lovato como si fuera la
razón personificada. Deja que las autoridades se ocupen de esto y te
prometo que tendrás respuestas a su debido tiempo. Sólo necesitas tener
paciencia —después se volvió—. En cuanto a ti...
—Lou, por favor —le dijo Lydia.
Demi se hundió en el sofá.
—No
pasa nada, Lydia —le dijo—. Adelante, sigue con tu vida normal. Yo me
ocuparé de esto —y después suspiró—. Quizá deberías irte ahora. Creo
que Joe quiere gritarme a solas durante un rato.
Lydia la miró un instante y después asintió.
—Parece que puedes manejarlo.
—Sí.
—Gracias, Demi. Gracias. Te llamaré.
Demi se sacó una tarjeta del bolsillo y se la dio a Lydia.
—Es una de las antiguas. Todavía no he hecho las nuevas.
Lydia volvió a asentir, se guardó la tarjeta. Después le dio un abrazo a Joe y se marchó.
Demi se puso de pie.
—Vamos, Joe.
—¿Adonde? —preguntó él.
—A
mi casa. Quiero que veas algunas cosas. Y si todavía quieres gritarme
después de ver lo que te voy a enseñar, eres libre de hacerlo. Pero si
no, tienes que ayudarme a investigar sobre esto.
—No hay nada que puedas enseñarme que me convenza de que le has hecho un favor a esta mujer, Demi. Nunca te lo perdonaré.
—Sí lo harás.
LISTO GIRLS
ESPERO QUE LES GUSTE!!!
BESOS
*Stephanie*
Re: SOMBRAS EN LA NOCHE(Nick y Tu)
Esos sueños, q no son sueños :D
joe tendra que darle las gracias a Demi.....de que forma???' jajjajajjajj:roll:
SIGUELA
joe tendra que darle las gracias a Demi.....de que forma???' jajjajajjajj:roll:
SIGUELA
Taescaab
Re: SOMBRAS EN LA NOCHE(Nick y Tu)
Él alargó el brazo para tomar el sobre de la mesa, pero ella fue más rápida.
—Eso es material clasificado —le dijo Joe.
—Lo sé —respondió Demi—. Tengo mucho más en mi casa, así que esto no estará fuera de lugar.
Él la miró, esperando a que soltara la bomba, pero al ver que no lo hacía, arqueó las cejas interrogativamente.
—Vamos —le dijo ella—. Te lo explicaré cuando lleguemos allí.
Lou
se había quedado atónito cuando Demi había corroborado las
especulaciones de Lydia, en vez de demolerlas. Demi era salvaje, sí.
Impetuosa, también, Irreverente y un poco egocéntrica. Pero, demonios,
él nunca hubiera pensado que iba a fallarle cuando la necesitara.
Estaba muy disgustado, pero tenía que haber pensado que ella era una niña. ¿Qué se podía esperar?
Sin
embargo, cada vez estaba más preocupado. Cuando habían salido de la
cafetería, se había comportado como si alguien los estuviera vigilando.
Miró arriba y abajo en la carretera, debajo del coche antes de entrar,
comprobó que no había nada extraño en el asiento trasero y durante todo
el trayecto estuvo atenta de los espejos retrovisores.
—¿Qué demonios ocurre? —le preguntó.
Ella lo miró y sacudió la cabeza.
—Para en el banco. Necesito recoger una cosa.
—¿En el cajero?
—No, de la caja fuerte.
Aquello
hizo que Lou se estremeciera. ¿En qué demonios se había metido Demi?
Aparcó mientras ella rebuscaba en su bolso y sacaba una llave. Después
ambos entraron al banco, y al seguirla, se sintió totalmente alerta por
su comportamiento. La había visto comportarse cínica, escéptica y
ridículamente, pero nunca la había visto paranoica. Y sin embargo, había
una parte de él, muy pequeña, que pensaba que quizá pudiera tener
razón. Se comportó como si ella fuera su compañera de trabajo y
acabaran de entrar en una habitación llena de asesinos.
Ella se dio
cuenta, y entonces él notó que sus ojos desprendían calidez y
agradecimiento. Tenía unos ojos enormes, verdes y brillantes. Le iban
bien a su pelo rojo. Era una mujer en technicolor, física y
espiritual-mente. Demi le guiñó un ojo y esbozó una sonrisa hermética
mientras el empleado del banco la guiaba hacia el depósito de seguridad.
Lou apretó los dientes y se acercó, apoyándose en la puerta por la que
ella acababa de desaparecer, intentando no prestar atención a su pulso,
ligeramente acelerado.
Se dio cuenta de que Demi no tenía ni idea de
lo que le hacía cuando coqueteaba con él de aquella manera.
Constantemente. Ella creía que él era demasiado viejo como para
reaccionar, que no representaba un peligro ni una amenaza. Demonios,
aquello no era precisamente halagador, pero para ser sincero, a Lou le
gustaba que ella se sintiera segura con él. Estaba avergonzado por la
manera en que reaccionaban su cuerpo y su mente, que no siempre podía
evitar. Prefería que lo dispararan antes que admitirlo ante ella. No
quería que pensara que era otro viejo verde.
Había dieciocho años entre ellos. Técnicamente, podría ser su padre. Un padre joven, pero de todas formas...
Ella
volvió, y él no vio que llevara nada en las manos. Sin embargo, su
bolso estaba más lleno de lo que estaba cuando había entrado. Estaba
siendo muy cuidadosa.
Cuando volvieron al coche y él arrancó el motor, le dijo:
—¿Ya puedes decirme qué ocurre, Demi?
—Tú
eres la única persona en el mundo en quien confío lo suficiente como
para hablarle de esto, Joe. Nadie puede saberlo. Nadie. Ni siquiera se
lo he dicho a mi madre, ni a Stormy... A nadie.
—Entendido —respondió él.
—Quería
decírtelo hacía mucho tiempo, pero estaba preocupada porque pudieras
meterte en problemas. Además, podría resultar peligroso.
Él asintió.
—Vamos a tu casa, ¿de acuerdo? La mía no es segura. Storm siempre está allí, y además, ellos saben donde vivo.
—¿Quién sabe donde vives? Por Dios, Demi, estás empezando a asustarme.
—¿Tienes ordenador en casa? ¿Con lector de cd-rom?
Él
asintió. Había algo que tenía realmente asustada a Demi, y ella no era
tonta. Joe no creía que pudiera exagerar tanto por algo insignificante.
—¿Es eso lo que tenías en el banco, Demi? ¿Un cd-rom?
— Y una tarjeta de identificación.
Él arqueó las cejas.
—¿Qué tipo de tarjeta?
—Parecida a la tuya, pero en vez de decir Policía Local, tiene las siglas DIP.
—Nunca lo había oído antes.
—Estoy
segura de que era una unidad secreta dependiente de la CÍA, y que
tenía su cuartel general aquí mismo, en White Plains. Antes de que se quemara, claro.
Él se quedó silencioso durante unos instantes, procesando todo lo que ella le había contado. Entonces lo entendió.
—¿Te refieres a esos laboratorios de investigación contra el cáncer que ardieron hace cinco años, más o menos?
Ella asintió.
—Sí. Pero no estaban investigando sobre el cáncer.
Él aparcó frente a su casa y se volvió a mirarla.
—
Aquella noche, tú estabas allí, fisgando. Me acuerdo de que me pediste
que... —se interrumpió al entenderlo todo—. Tomaste esas cosas del
incendio aquella noche, ¿verdad, Demi? Por eso necesitabas que te ayudara
a salir sin que te registraran.
—Ahora lo has entendido. Y la cosa aún mejora, Joe. Alguien, aparte de ti, me vio curioseando por allí aquella noche.
—¿Quién?
—El tipo al que pertenecía la tarjeta de identificación, creo.
—Dios santo...
—Y
esto es sólo la parte creíble de la historia. Vamos. Si te cuento el
resto, me internarás en un sanatorio mental antes de que pueda
escaparme. Tienes que ver esto por ti mismo.
Abrió la puerta del
coche, salió y tomó su bolso. Joe salió también. La cabeza le daba
vueltas. No podía creer que Max hubiera robado secretos de una agencia
gubernamental. La gente iba a la cárcel por cosas mucho menos graves
que aquella.
La tomó por el brazo y la guió hasta su apartamento.
—No sé en qué demonios te has metido esta vez, Demi —le dijo suavemente—. Sólo espero que pueda sacarte.
—Eso es material clasificado —le dijo Joe.
—Lo sé —respondió Demi—. Tengo mucho más en mi casa, así que esto no estará fuera de lugar.
Él la miró, esperando a que soltara la bomba, pero al ver que no lo hacía, arqueó las cejas interrogativamente.
—Vamos —le dijo ella—. Te lo explicaré cuando lleguemos allí.
Lou
se había quedado atónito cuando Demi había corroborado las
especulaciones de Lydia, en vez de demolerlas. Demi era salvaje, sí.
Impetuosa, también, Irreverente y un poco egocéntrica. Pero, demonios,
él nunca hubiera pensado que iba a fallarle cuando la necesitara.
Estaba muy disgustado, pero tenía que haber pensado que ella era una niña. ¿Qué se podía esperar?
Sin
embargo, cada vez estaba más preocupado. Cuando habían salido de la
cafetería, se había comportado como si alguien los estuviera vigilando.
Miró arriba y abajo en la carretera, debajo del coche antes de entrar,
comprobó que no había nada extraño en el asiento trasero y durante todo
el trayecto estuvo atenta de los espejos retrovisores.
—¿Qué demonios ocurre? —le preguntó.
Ella lo miró y sacudió la cabeza.
—Para en el banco. Necesito recoger una cosa.
—¿En el cajero?
—No, de la caja fuerte.
Aquello
hizo que Lou se estremeciera. ¿En qué demonios se había metido Demi?
Aparcó mientras ella rebuscaba en su bolso y sacaba una llave. Después
ambos entraron al banco, y al seguirla, se sintió totalmente alerta por
su comportamiento. La había visto comportarse cínica, escéptica y
ridículamente, pero nunca la había visto paranoica. Y sin embargo, había
una parte de él, muy pequeña, que pensaba que quizá pudiera tener
razón. Se comportó como si ella fuera su compañera de trabajo y
acabaran de entrar en una habitación llena de asesinos.
Ella se dio
cuenta, y entonces él notó que sus ojos desprendían calidez y
agradecimiento. Tenía unos ojos enormes, verdes y brillantes. Le iban
bien a su pelo rojo. Era una mujer en technicolor, física y
espiritual-mente. Demi le guiñó un ojo y esbozó una sonrisa hermética
mientras el empleado del banco la guiaba hacia el depósito de seguridad.
Lou apretó los dientes y se acercó, apoyándose en la puerta por la que
ella acababa de desaparecer, intentando no prestar atención a su pulso,
ligeramente acelerado.
Se dio cuenta de que Demi no tenía ni idea de
lo que le hacía cuando coqueteaba con él de aquella manera.
Constantemente. Ella creía que él era demasiado viejo como para
reaccionar, que no representaba un peligro ni una amenaza. Demonios,
aquello no era precisamente halagador, pero para ser sincero, a Lou le
gustaba que ella se sintiera segura con él. Estaba avergonzado por la
manera en que reaccionaban su cuerpo y su mente, que no siempre podía
evitar. Prefería que lo dispararan antes que admitirlo ante ella. No
quería que pensara que era otro viejo verde.
Había dieciocho años entre ellos. Técnicamente, podría ser su padre. Un padre joven, pero de todas formas...
Ella
volvió, y él no vio que llevara nada en las manos. Sin embargo, su
bolso estaba más lleno de lo que estaba cuando había entrado. Estaba
siendo muy cuidadosa.
Cuando volvieron al coche y él arrancó el motor, le dijo:
—¿Ya puedes decirme qué ocurre, Demi?
—Tú
eres la única persona en el mundo en quien confío lo suficiente como
para hablarle de esto, Joe. Nadie puede saberlo. Nadie. Ni siquiera se
lo he dicho a mi madre, ni a Stormy... A nadie.
—Entendido —respondió él.
—Quería
decírtelo hacía mucho tiempo, pero estaba preocupada porque pudieras
meterte en problemas. Además, podría resultar peligroso.
Él asintió.
—Vamos a tu casa, ¿de acuerdo? La mía no es segura. Storm siempre está allí, y además, ellos saben donde vivo.
—¿Quién sabe donde vives? Por Dios, Demi, estás empezando a asustarme.
—¿Tienes ordenador en casa? ¿Con lector de cd-rom?
Él
asintió. Había algo que tenía realmente asustada a Demi, y ella no era
tonta. Joe no creía que pudiera exagerar tanto por algo insignificante.
—¿Es eso lo que tenías en el banco, Demi? ¿Un cd-rom?
— Y una tarjeta de identificación.
Él arqueó las cejas.
—¿Qué tipo de tarjeta?
—Parecida a la tuya, pero en vez de decir Policía Local, tiene las siglas DIP.
—Nunca lo había oído antes.
—Estoy
segura de que era una unidad secreta dependiente de la CÍA, y que
tenía su cuartel general aquí mismo, en White Plains. Antes de que se quemara, claro.
Él se quedó silencioso durante unos instantes, procesando todo lo que ella le había contado. Entonces lo entendió.
—¿Te refieres a esos laboratorios de investigación contra el cáncer que ardieron hace cinco años, más o menos?
Ella asintió.
—Sí. Pero no estaban investigando sobre el cáncer.
Él aparcó frente a su casa y se volvió a mirarla.
—
Aquella noche, tú estabas allí, fisgando. Me acuerdo de que me pediste
que... —se interrumpió al entenderlo todo—. Tomaste esas cosas del
incendio aquella noche, ¿verdad, Demi? Por eso necesitabas que te ayudara
a salir sin que te registraran.
—Ahora lo has entendido. Y la cosa aún mejora, Joe. Alguien, aparte de ti, me vio curioseando por allí aquella noche.
—¿Quién?
—El tipo al que pertenecía la tarjeta de identificación, creo.
—Dios santo...
—Y
esto es sólo la parte creíble de la historia. Vamos. Si te cuento el
resto, me internarás en un sanatorio mental antes de que pueda
escaparme. Tienes que ver esto por ti mismo.
Abrió la puerta del
coche, salió y tomó su bolso. Joe salió también. La cabeza le daba
vueltas. No podía creer que Max hubiera robado secretos de una agencia
gubernamental. La gente iba a la cárcel por cosas mucho menos graves
que aquella.
La tomó por el brazo y la guió hasta su apartamento.
—No sé en qué demonios te has metido esta vez, Demi —le dijo suavemente—. Sólo espero que pueda sacarte.
*Stephanie*
Re: SOMBRAS EN LA NOCHE(Nick y Tu)
Nueva lectora...!!! me encanta la nove debes seguirla porfa me llamo Bianca amm...y espero cap pronto n.n saludos...!
Bianca
Re: SOMBRAS EN LA NOCHE(Nick y Tu)
siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa :oops: :bounce:
oli JB
Re: SOMBRAS EN LA NOCHE(Nick y Tu)
Bianca escribió:Nueva lectora...!!! me encanta la nove debes seguirla porfa me llamo Bianca amm...y espero cap pronto n.n saludos...!
BIENVENIDA BIANCA!!!
QUE BUENO QUE TE GUSTE!!
*Stephanie*
Re: SOMBRAS EN LA NOCHE(Nick y Tu)
10
_______ trabajaba incansablemente hasta muy tarde por las noches, tecleando en su ordenador, o paseando y hablando consigo misma, mientras Nick vigilaba todos sus movimientos.
Él
nunca vio que comiera. Se limitaba a beber vodka con cualquier
refresco que tuviera a mano. Fuera lo que fuera lo que estaba
escribiendo, la tenía
obsesionada. Y él presentía que tenía algo que ver con él. No quería
creer que también tuviera que ver con que estaba revelando sus secretos
a sus enemigos.
Su visita nocturna había empeorado las cosas, pensó. Podría no haberlo hecho si ella no hubiera visto la
prueba de su beso de posesión con sus propios ojos. Habría desaparecido
al día siguiente, y ella habría creído que lo había soñado todo.
Pero era evidente que ________- sabía que no. Él no podía entrar en aquel maldito despacho para averiguar en qué estaba trabajando ella sin que la alarma se disparara y avisara a _______ y a la policía. Aunque hubiera podido entrar, encontrar lo que quería sería difícil. La había estado observando, noche tras noche, escribiendo febrilmente. Ella lo había guardado todo en cd-roms y lo había almacenado en una caja fuerte que había tras una estantería.
Aquella noche la vio teclear frenéticamente, como cada noche.
Él había intentado de nuevo, poniendo las manos bajo el lugar donde
ella se sentaba, conectar con su mente, pero no lo había conseguido.
Ella había erigido barreras de algún tipo. Al menos, mientras estaba
despierta. Pero, demonios, él tenía miedo de volver a visitarla
mientras dormía. Tenía miedo de perder el control.
Casi lo había perdido la última vez...
Ella trabajó durante la noche, y cuando lo dejó, se apoyó en el respaldo de la silla como si estuviera completamente consumida.
Dios,
era preciosa. Su piel era de alabastro, y tenía el pelo largo, color
cobre, brillante, como si tuviera luz propia. Estaba muy delgada. Hacía
tres días desde que había estado en la
misma habitación que ella, acariciándola, y estaba decidido a no
volver a hacerlo. Se limitaría a observarla desde el exterior, y más
tarde o más temprano a ella se le olvidaría conectar la alarma o poner el cerrojo, o quizá se marchara de la casa. Su oportunidad llegaría.
Pero no aquella noche. Ella se levantó, al fin, y miró la hora. Él sentía la proximidad del amanecer, como todos los vampiros, así que sabía que debían de ser más o menos las dos de la madrugada. A ______ le temblaban las piernas. Nick estaba empezando a pensar que ella estaba enferma. De hecho, parecía que la debilidad que él había notado la primera noche se estaba incrementando por momentos, como su palidez.
Incluso aunque se sentía muy mal, _________ recordó que tenía que tomar el cd-rom y guardarlo en la caja fuerte. Era frustrante no poder ver los números de la
combinación desde su lugar de observación, tan frustrante como no
poder leer lo que ella estaba escribiendo. Pero ninguna de las dos
cosas era tan desesperante como estar tan cerca de ella y no poder
acariciarla de nuevo, y sentir que estaba enferma, pero no saber por
qué. _________ apagó el ordenador y subió a su habitación. Él rodeó la
casa y trepó al árbol de al lado de su balcón para seguir observándola
por el ventanal. Probablemente, Sarafina se reiría de él si supiera que
se estaba comportando de aquella forma. Atribuiría sus tonterías
infantiles a la lujuria, y no estaría totalmente desencaminada. Pero había algo más que deseo en
todo aquello. Existía aquel vínculo que él quería negar, pero que sin
embargo, sentía fuertemente. Tenía que saber cómo había llegado a
conocerlo aquella mujer.
Ella entró a su habitación y después al baño. Abrió los grifos de la bañera y se sentó en el borde, como si se hubiera quedado exhausta sólo con aquel pequeño esfuerzo. No había cerrado la puerta del baño. Nunca la
cerraba. ¿Por qué iba a hacerlo? Seguramente, nunca se le habría
ocurrido que alguien podría estar espiándola desde aquel árbol.
Quería
quedarse y ver cómo se bañaba, pero si lo hacía, era probable que
rompiera el cristal y fuera hacia ella, a pesar de su determinación de
no hacerlo, así que saltó al suelo y bajó hasta la playa, para darse un baño en el mar y un paseo por la
arena, razonando consigo mismo y luchando contra su propio deseo. Para
cuando volvió al balcón, esperaba que ella estuviera ya en la cama, dormida.
Y estaba profundamente dormida, pero no en la cama. Seguía en la bañera, completamente pálida, desmayada, con la cabeza inclinada hacia un lado. Él pensó que estaba muerta cuando abrió de un golpe las puertas del balcón y corrió hacia el baño.
_______ trabajaba incansablemente hasta muy tarde por las noches, tecleando en su ordenador, o paseando y hablando consigo misma, mientras Nick vigilaba todos sus movimientos.
Él
nunca vio que comiera. Se limitaba a beber vodka con cualquier
refresco que tuviera a mano. Fuera lo que fuera lo que estaba
escribiendo, la tenía
obsesionada. Y él presentía que tenía algo que ver con él. No quería
creer que también tuviera que ver con que estaba revelando sus secretos
a sus enemigos.
Su visita nocturna había empeorado las cosas, pensó. Podría no haberlo hecho si ella no hubiera visto la
prueba de su beso de posesión con sus propios ojos. Habría desaparecido
al día siguiente, y ella habría creído que lo había soñado todo.
Pero era evidente que ________- sabía que no. Él no podía entrar en aquel maldito despacho para averiguar en qué estaba trabajando ella sin que la alarma se disparara y avisara a _______ y a la policía. Aunque hubiera podido entrar, encontrar lo que quería sería difícil. La había estado observando, noche tras noche, escribiendo febrilmente. Ella lo había guardado todo en cd-roms y lo había almacenado en una caja fuerte que había tras una estantería.
Aquella noche la vio teclear frenéticamente, como cada noche.
Él había intentado de nuevo, poniendo las manos bajo el lugar donde
ella se sentaba, conectar con su mente, pero no lo había conseguido.
Ella había erigido barreras de algún tipo. Al menos, mientras estaba
despierta. Pero, demonios, él tenía miedo de volver a visitarla
mientras dormía. Tenía miedo de perder el control.
Casi lo había perdido la última vez...
Ella trabajó durante la noche, y cuando lo dejó, se apoyó en el respaldo de la silla como si estuviera completamente consumida.
Dios,
era preciosa. Su piel era de alabastro, y tenía el pelo largo, color
cobre, brillante, como si tuviera luz propia. Estaba muy delgada. Hacía
tres días desde que había estado en la
misma habitación que ella, acariciándola, y estaba decidido a no
volver a hacerlo. Se limitaría a observarla desde el exterior, y más
tarde o más temprano a ella se le olvidaría conectar la alarma o poner el cerrojo, o quizá se marchara de la casa. Su oportunidad llegaría.
Pero no aquella noche. Ella se levantó, al fin, y miró la hora. Él sentía la proximidad del amanecer, como todos los vampiros, así que sabía que debían de ser más o menos las dos de la madrugada. A ______ le temblaban las piernas. Nick estaba empezando a pensar que ella estaba enferma. De hecho, parecía que la debilidad que él había notado la primera noche se estaba incrementando por momentos, como su palidez.
Incluso aunque se sentía muy mal, _________ recordó que tenía que tomar el cd-rom y guardarlo en la caja fuerte. Era frustrante no poder ver los números de la
combinación desde su lugar de observación, tan frustrante como no
poder leer lo que ella estaba escribiendo. Pero ninguna de las dos
cosas era tan desesperante como estar tan cerca de ella y no poder
acariciarla de nuevo, y sentir que estaba enferma, pero no saber por
qué. _________ apagó el ordenador y subió a su habitación. Él rodeó la
casa y trepó al árbol de al lado de su balcón para seguir observándola
por el ventanal. Probablemente, Sarafina se reiría de él si supiera que
se estaba comportando de aquella forma. Atribuiría sus tonterías
infantiles a la lujuria, y no estaría totalmente desencaminada. Pero había algo más que deseo en
todo aquello. Existía aquel vínculo que él quería negar, pero que sin
embargo, sentía fuertemente. Tenía que saber cómo había llegado a
conocerlo aquella mujer.
Ella entró a su habitación y después al baño. Abrió los grifos de la bañera y se sentó en el borde, como si se hubiera quedado exhausta sólo con aquel pequeño esfuerzo. No había cerrado la puerta del baño. Nunca la
cerraba. ¿Por qué iba a hacerlo? Seguramente, nunca se le habría
ocurrido que alguien podría estar espiándola desde aquel árbol.
Quería
quedarse y ver cómo se bañaba, pero si lo hacía, era probable que
rompiera el cristal y fuera hacia ella, a pesar de su determinación de
no hacerlo, así que saltó al suelo y bajó hasta la playa, para darse un baño en el mar y un paseo por la
arena, razonando consigo mismo y luchando contra su propio deseo. Para
cuando volvió al balcón, esperaba que ella estuviera ya en la cama, dormida.
Y estaba profundamente dormida, pero no en la cama. Seguía en la bañera, completamente pálida, desmayada, con la cabeza inclinada hacia un lado. Él pensó que estaba muerta cuando abrió de un golpe las puertas del balcón y corrió hacia el baño.
*Stephanie*
Re: SOMBRAS EN LA NOCHE(Nick y Tu)
No ha comido en 3 dias, como no se va desmayar
sera posible que de alguna extraña forma ella este embarazada o quizas en una transicion de transformacion???
que idea mas loca,o quizas no, bueno eso lo sabes tu
SIGUELA
sera posible que de alguna extraña forma ella este embarazada o quizas en una transicion de transformacion???
que idea mas loca,o quizas no, bueno eso lo sabes tu
SIGUELA
Taescaab
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