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"El Diario Rojo" - Joe y tu Terminada
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: "El Diario Rojo" - Joe y tu Terminada
Capitulo 9
Como siempre, la había puesto nerviosa. Nunca había visto tanto sexo emanando de la mirada de un hombre. Y no era de la clase mala, de la clase de Chad el socorrista, la clase «podrías ser cualquiera». De alguna manera, sabía que era sólo por ella. Quizás no había sido así cuando le abrió la puerta la mañana anterior (Dios, ¿había sido tan reciente?), pero lo que veía en sus ojos en aquel momento se había hecho más profundo, más estrecho, centrándose tanto en ella como ella, sin quererlo, se centraba en él.
Agarrándose al borde de la encimera de la cocina, intentó relajar su respiración. No debería haberse bebido ese refresco de vino sin comer nada; le había ido directamente a la cabeza. Unido a Joe Jonas, parecía una combinación letal.
—¿Qué haces?
________ alzó la vista para encontrarse con Carolyn saliendo del baño.
—Pensaba que estabas jugando en la piscina —dijo, sin pretender sonar tan sarcástica.
Carolyn ladeó la cabeza, como decidiendo si debía sentirse ofendida.
—Tenía que hacer pis.
________ fue hacia la despensa para agarrar una bolsa de patatas fritas y un bote de salsa, agradecida, debido a sus invitados inesperados, de guardar un montón de aperitivos a mano.
—Bueno, confiesa.
Miró por encima del hombro para ver la sonrisa curiosa de Carolyn.
—¿El qué?
—Vamos, ________. ¿Quién es ese hombre bueno de ahí fuera?
Oh, Dios, ¿Carolyn lo había visto? Contenta de seguir dándole la espalda a su amiga, ________ alargó el brazo hasta un armario que había sobre su cabeza para agarrar una bandeja. Rezó para que su voz no temblara al decir:
—Me está pintando la casa.
—Parece bueno.
—Me parece que está haciendo un trabajo excelente. —Se giró para mirar a Carolyn mientras desenroscaba la tapa de la salsa.
—No, tonta. En la cama.
_______ dejó el bote en la encimera y puso los ojos en blanco. ¿Así que ahora hasta Carolyn tenía la idea equivocada de que ella se acostaba con cualquiera?
—Bueno, no tengo ni idea de eso.
Carolyn se mordió el labio inferior y habló con tono cantarín.
—Podrías averiguarlo. He visto la forma en que te mira, ________. No puede ser que no te hayas dado cuenta.
Fingió indiferencia mientras abría la bolsa de patatas.
—No me va eso.
—¿El qué?
Se encontró con la mirada de Carolyn.
—El sexo con extraños.
Carolyn pareció ligeramente ofendida, pero a _______ no le importaba. Su mejor amiga podía dormir con todos los hombres de Florida, si quería, pero eso no quería decir que _________ tuviera que pensar que estaba bien. Y no pretendía ser tan injusta con Carolyn, pero no podía evitar estar de mal humor.
—Sigues nerviosa, ¿no?
—Sí, la verdad.
Carolyn bajó la barbilla y lanzó una mirada astuta, como diciendo: «Ahora sé por qué».
—Bueno, te aviso. Si no vas a ir tras ese guapísimo hombre, puede que yo tenga que hacerlo. —La sonrisa decía que Carolyn se estaba marcando un farol, intentaba empujarla hacia una seducción que no quería porque pensaba que ________ se lo estaba perdiendo.
—Sé mi invitada —Fue su única respuesta, mientras echaba patatas triangulares en la bandeja.
Sin embargo, mientras Carolyn volvía a salir por la puerta, algo parecido a los celos palpitó de forma incómoda en el pecho de ________.
Cuando ________ volvió a salir fuera, su humor había cambiado. El sol había comenzado a esconderse tras los árboles que había detrás del muro que separaba su patio del de su padre, y la piscina estaba vacía, con el agua quieta. Todos estaban sentados en círculo alrededor de la mesa del patio, bebiendo.
Dejó las patatas y la salsa en el centro de la mesa y agarró una de las sillas que sobraban.
—Tomen.
—Gracias —dijo Mike, mientras alargaba el brazo para agarrar una patata.
Jimmy soltó algún tipo de gruñido, con un cigarrillo colgándole del labio.
Holly se recogió el pelo en forma de trenza sobre un hombro, con aspecto sombrío; había un refresco de vino abierto sin tocar delante de ella. ________ sólo podía suponer que Holly no había contado con que Carolyn acapararía la atención de ambos hombres.
—Parece que tu pintor está recogiendo para marcharse —dijo Carolyn desde el otro lado de la mesa. «Gracias a Dios», pensó ella, ignorando la sonrisa insistente de Carolyn. Lanzó un vistazo rápido hacia Joe Jonas, que estaba de rodillas para enrollar una tela protectora, a lo lejos. Todos los demás miraron también.
—¿Cómo se llama? —preguntó Carolyn.
Ella exhaló antes de responder.
—Joe Jonas.
—¡Joe! —gritó Carolyn. El se detuvo para mirar hacia arriba y el corazón de ________ se heló. «¿Qué está haciendo Carolyn?»—. ¿Quieres una cerveza?
________ miró enfurecida a su amiga y desvió los ojos de nuevo hacia Joe, que sólo pareció ligeramente sorprendido. Su mirada se encontró con la de ella y viajó por todo su cuerpo.
—Claro —dijo él.
El estómago le dio un vuelco mientras Joe daba pasos tranquilos hacia el patio y se acomodaba en la última silla libre entre Holly y Jimmy. Ella no lo miró; en vez de eso, alargó el brazo nerviosamente hacia un refresco de vino.
—Se están calentando —dijo Holly.
________ la miró, confusa.
—¿Qué?
—Los refrescos de vino. Están calientes.
En respuesta, se levantó bruscamente.
—Iré por hielo. —Se dirigió rápidamente a la puerta, nunca en su vida tan contenta de escapar de una reunión social.
Dentro, agarró dos vasos acrílicos y los llenó de hielo... pero, entonces, se detuvo. ¿Y si simplemente se quedaba dentro y no salía? A la mierda con el refresco caliente de Holly. No quería estar sentada en una mesa con Joe Jonas.
Sin embargo, tras respirar profundamente, agarró los vasos y salió por las puertas francesas. Todo iría bien, se dijo. No dejaría que aquel tipo arruinara su tiempo libre. De hecho, quizás animara a Carolyn a que se enrollara con él. Quizás eso apartara los ojos de Joe de ella y los pusiera en alguien más como él. Carolyn y él podían follar como locos, a ella le daba igual.
Al llegar a la mesa, evitó los ojos de todos y vio a su pintor sólo en su visión periférica. Decidida a ignorar la forma en que su camiseta se le ajustaba tan bien al cuerpo, dejó un vaso delante de Holly y sirvió su refresco en el otro mientras se volvía a sentar. Por encima del crujido del hielo, escuchó la conversación.
—¿Y tú, Holly? —preguntó Carolyn con una sonrisa sugerente.
Holly siguió pensativa mientras miró rápidamente a Jimmy.
—Díselo tú.
—No sé en qué sitio...
Holly dejó caer el vaso en la mesa.
—En el baño de casa de tu padre. ¿En qué otro sitio podía estar pensando?
—Lo que tú digas —farfulló él.
—Eh, chicos, no se enfaden —dijo Carolyn en tono tranquilizador, juguetón—. Sólo estamos haciendo el tonto, ¿eh?
Entonces, Mike se echó a reír.
—¿Qué es tan gracioso? —preguntó Jimmy, indignado.
—Sólo estaba pensando en que una vez yo también lo hice en el baño de tu padre.
Jimmy quedó boquiabierto mientras Mike explicaba cómo había acabado con una chica en el baño de casa del padre de Jimmy durante una fiesta el año anterior, y _________ finalmente entendió de qué hablaban. Miró a Mike durante un minuto y, después, bajó la mirada hacia su vaso, porque no quería que Joe pensara que estaba interesada en aquello, ya que no lo estaba. ¿Cómo había acabado en aquella situación?
—_______, ¿y tú? —Carolyn alzó las cejas y lanzó una mirada—. ¿Cuál es el sitio más raro en el que lo has hecho?
El calor ardió en las mejillas de ________. Sabía que Carolyn lo hacía con buena intención, que sólo intentaba hacerle hacer lo que pensaba que era mejor para ella, pero aquello no ayudaba.
—Sabes que no hablo de este tipo de cosas —respondió, intentando sonar agradable.
Carolyn ladeó la cabeza ligeramente.
—Vamos, ________, aquí todos somos amigos. Y yo sé de algunos sitios interesantes en los que lo has hecho.
—Su amiga lanzó miradas provocadoras por la mesa, como si estuviera tentada a decir lo que ________ se negaba a decir.
—Carolyn, no. —Ni siquiera sabía lo que Carolyn planeaba decir, pero no quería averiguarlo.
—Déjala, si no quiere decirlo —intervino Joe, inesperadamente—. No le importa a nadie, si ella no quiere.
Carolyn desvió su sonrisa hacia el hombre que acababa de hablar.
—Entonces, ¿cuál es tu respuesta?
El estómago de ________ se hundió. A pesar de cómo la había defendido, no quería estar allí. No quería oír nada más de aquella conversación.
Mientras Joe alzaba la mirada, lentamente, ella alzó su vaso y tomó un sorbo largo y fresco.
—El sitio más raro en el que he practicado el sexo, ¿eh? —Ahora miraba a los ojos de Carolyn, y ________ alargó el brazo para agarrar una patata; cualquier cosa por tener las manos ocupadas.
—Ésa es la pregunta, semental —respondió Carolyn, y ________ tuvo la misma horrible sensación de la fiesta de la otra noche, de ver a Carolyn en la piscina antes, la sensación de verse obligada a soportar algo inquietantemente íntimo.
—Mmm... —Joe se rascó la barbilla mientras miraba en la distancia—. Es difícil escoger, ya que ha habido tantos.
________ tomó otro trago de su refresco de vino, deseando de repente estar borracha, desesperadamente.
—No tienes que limitarte a una sola respuesta —dijo Carolyn, que claramente disfrutaba del juego.
—No, no —respondió Joe, hablando despacio, como siempre—. La pregunta es «¿cuál es el sitio más raro en el que lo has hecho?». El sitio. Sólo uno. Quiero seguir las reglas y dar la mejor respuesta. —Tenía la misma insinuación de sonrisa que le había visto en la cara anteriormente.
—Bueno, ¿y cuál va a ser? —pinchó Carolyn.
Tomó un sorbo de su cerveza y, finalmente, comenzó a asentir.
—Creo que la tengo.
—¿Y bien? —preguntó Carolyn, impaciente—. Me muero por saberlo.
—Una vez lo hice... —comenzó, mientras desviaba la mirada hacia ________— ... a caballo.
Como siempre, la había puesto nerviosa. Nunca había visto tanto sexo emanando de la mirada de un hombre. Y no era de la clase mala, de la clase de Chad el socorrista, la clase «podrías ser cualquiera». De alguna manera, sabía que era sólo por ella. Quizás no había sido así cuando le abrió la puerta la mañana anterior (Dios, ¿había sido tan reciente?), pero lo que veía en sus ojos en aquel momento se había hecho más profundo, más estrecho, centrándose tanto en ella como ella, sin quererlo, se centraba en él.
Agarrándose al borde de la encimera de la cocina, intentó relajar su respiración. No debería haberse bebido ese refresco de vino sin comer nada; le había ido directamente a la cabeza. Unido a Joe Jonas, parecía una combinación letal.
—¿Qué haces?
________ alzó la vista para encontrarse con Carolyn saliendo del baño.
—Pensaba que estabas jugando en la piscina —dijo, sin pretender sonar tan sarcástica.
Carolyn ladeó la cabeza, como decidiendo si debía sentirse ofendida.
—Tenía que hacer pis.
________ fue hacia la despensa para agarrar una bolsa de patatas fritas y un bote de salsa, agradecida, debido a sus invitados inesperados, de guardar un montón de aperitivos a mano.
—Bueno, confiesa.
Miró por encima del hombro para ver la sonrisa curiosa de Carolyn.
—¿El qué?
—Vamos, ________. ¿Quién es ese hombre bueno de ahí fuera?
Oh, Dios, ¿Carolyn lo había visto? Contenta de seguir dándole la espalda a su amiga, ________ alargó el brazo hasta un armario que había sobre su cabeza para agarrar una bandeja. Rezó para que su voz no temblara al decir:
—Me está pintando la casa.
—Parece bueno.
—Me parece que está haciendo un trabajo excelente. —Se giró para mirar a Carolyn mientras desenroscaba la tapa de la salsa.
—No, tonta. En la cama.
_______ dejó el bote en la encimera y puso los ojos en blanco. ¿Así que ahora hasta Carolyn tenía la idea equivocada de que ella se acostaba con cualquiera?
—Bueno, no tengo ni idea de eso.
Carolyn se mordió el labio inferior y habló con tono cantarín.
—Podrías averiguarlo. He visto la forma en que te mira, ________. No puede ser que no te hayas dado cuenta.
Fingió indiferencia mientras abría la bolsa de patatas.
—No me va eso.
—¿El qué?
Se encontró con la mirada de Carolyn.
—El sexo con extraños.
Carolyn pareció ligeramente ofendida, pero a _______ no le importaba. Su mejor amiga podía dormir con todos los hombres de Florida, si quería, pero eso no quería decir que _________ tuviera que pensar que estaba bien. Y no pretendía ser tan injusta con Carolyn, pero no podía evitar estar de mal humor.
—Sigues nerviosa, ¿no?
—Sí, la verdad.
Carolyn bajó la barbilla y lanzó una mirada astuta, como diciendo: «Ahora sé por qué».
—Bueno, te aviso. Si no vas a ir tras ese guapísimo hombre, puede que yo tenga que hacerlo. —La sonrisa decía que Carolyn se estaba marcando un farol, intentaba empujarla hacia una seducción que no quería porque pensaba que ________ se lo estaba perdiendo.
—Sé mi invitada —Fue su única respuesta, mientras echaba patatas triangulares en la bandeja.
Sin embargo, mientras Carolyn volvía a salir por la puerta, algo parecido a los celos palpitó de forma incómoda en el pecho de ________.
Cuando ________ volvió a salir fuera, su humor había cambiado. El sol había comenzado a esconderse tras los árboles que había detrás del muro que separaba su patio del de su padre, y la piscina estaba vacía, con el agua quieta. Todos estaban sentados en círculo alrededor de la mesa del patio, bebiendo.
Dejó las patatas y la salsa en el centro de la mesa y agarró una de las sillas que sobraban.
—Tomen.
—Gracias —dijo Mike, mientras alargaba el brazo para agarrar una patata.
Jimmy soltó algún tipo de gruñido, con un cigarrillo colgándole del labio.
Holly se recogió el pelo en forma de trenza sobre un hombro, con aspecto sombrío; había un refresco de vino abierto sin tocar delante de ella. ________ sólo podía suponer que Holly no había contado con que Carolyn acapararía la atención de ambos hombres.
—Parece que tu pintor está recogiendo para marcharse —dijo Carolyn desde el otro lado de la mesa. «Gracias a Dios», pensó ella, ignorando la sonrisa insistente de Carolyn. Lanzó un vistazo rápido hacia Joe Jonas, que estaba de rodillas para enrollar una tela protectora, a lo lejos. Todos los demás miraron también.
—¿Cómo se llama? —preguntó Carolyn.
Ella exhaló antes de responder.
—Joe Jonas.
—¡Joe! —gritó Carolyn. El se detuvo para mirar hacia arriba y el corazón de ________ se heló. «¿Qué está haciendo Carolyn?»—. ¿Quieres una cerveza?
________ miró enfurecida a su amiga y desvió los ojos de nuevo hacia Joe, que sólo pareció ligeramente sorprendido. Su mirada se encontró con la de ella y viajó por todo su cuerpo.
—Claro —dijo él.
El estómago le dio un vuelco mientras Joe daba pasos tranquilos hacia el patio y se acomodaba en la última silla libre entre Holly y Jimmy. Ella no lo miró; en vez de eso, alargó el brazo nerviosamente hacia un refresco de vino.
—Se están calentando —dijo Holly.
________ la miró, confusa.
—¿Qué?
—Los refrescos de vino. Están calientes.
En respuesta, se levantó bruscamente.
—Iré por hielo. —Se dirigió rápidamente a la puerta, nunca en su vida tan contenta de escapar de una reunión social.
Dentro, agarró dos vasos acrílicos y los llenó de hielo... pero, entonces, se detuvo. ¿Y si simplemente se quedaba dentro y no salía? A la mierda con el refresco caliente de Holly. No quería estar sentada en una mesa con Joe Jonas.
Sin embargo, tras respirar profundamente, agarró los vasos y salió por las puertas francesas. Todo iría bien, se dijo. No dejaría que aquel tipo arruinara su tiempo libre. De hecho, quizás animara a Carolyn a que se enrollara con él. Quizás eso apartara los ojos de Joe de ella y los pusiera en alguien más como él. Carolyn y él podían follar como locos, a ella le daba igual.
Al llegar a la mesa, evitó los ojos de todos y vio a su pintor sólo en su visión periférica. Decidida a ignorar la forma en que su camiseta se le ajustaba tan bien al cuerpo, dejó un vaso delante de Holly y sirvió su refresco en el otro mientras se volvía a sentar. Por encima del crujido del hielo, escuchó la conversación.
—¿Y tú, Holly? —preguntó Carolyn con una sonrisa sugerente.
Holly siguió pensativa mientras miró rápidamente a Jimmy.
—Díselo tú.
—No sé en qué sitio...
Holly dejó caer el vaso en la mesa.
—En el baño de casa de tu padre. ¿En qué otro sitio podía estar pensando?
—Lo que tú digas —farfulló él.
—Eh, chicos, no se enfaden —dijo Carolyn en tono tranquilizador, juguetón—. Sólo estamos haciendo el tonto, ¿eh?
Entonces, Mike se echó a reír.
—¿Qué es tan gracioso? —preguntó Jimmy, indignado.
—Sólo estaba pensando en que una vez yo también lo hice en el baño de tu padre.
Jimmy quedó boquiabierto mientras Mike explicaba cómo había acabado con una chica en el baño de casa del padre de Jimmy durante una fiesta el año anterior, y _________ finalmente entendió de qué hablaban. Miró a Mike durante un minuto y, después, bajó la mirada hacia su vaso, porque no quería que Joe pensara que estaba interesada en aquello, ya que no lo estaba. ¿Cómo había acabado en aquella situación?
—_______, ¿y tú? —Carolyn alzó las cejas y lanzó una mirada—. ¿Cuál es el sitio más raro en el que lo has hecho?
El calor ardió en las mejillas de ________. Sabía que Carolyn lo hacía con buena intención, que sólo intentaba hacerle hacer lo que pensaba que era mejor para ella, pero aquello no ayudaba.
—Sabes que no hablo de este tipo de cosas —respondió, intentando sonar agradable.
Carolyn ladeó la cabeza ligeramente.
—Vamos, ________, aquí todos somos amigos. Y yo sé de algunos sitios interesantes en los que lo has hecho.
—Su amiga lanzó miradas provocadoras por la mesa, como si estuviera tentada a decir lo que ________ se negaba a decir.
—Carolyn, no. —Ni siquiera sabía lo que Carolyn planeaba decir, pero no quería averiguarlo.
—Déjala, si no quiere decirlo —intervino Joe, inesperadamente—. No le importa a nadie, si ella no quiere.
Carolyn desvió su sonrisa hacia el hombre que acababa de hablar.
—Entonces, ¿cuál es tu respuesta?
El estómago de ________ se hundió. A pesar de cómo la había defendido, no quería estar allí. No quería oír nada más de aquella conversación.
Mientras Joe alzaba la mirada, lentamente, ella alzó su vaso y tomó un sorbo largo y fresco.
—El sitio más raro en el que he practicado el sexo, ¿eh? —Ahora miraba a los ojos de Carolyn, y ________ alargó el brazo para agarrar una patata; cualquier cosa por tener las manos ocupadas.
—Ésa es la pregunta, semental —respondió Carolyn, y ________ tuvo la misma horrible sensación de la fiesta de la otra noche, de ver a Carolyn en la piscina antes, la sensación de verse obligada a soportar algo inquietantemente íntimo.
—Mmm... —Joe se rascó la barbilla mientras miraba en la distancia—. Es difícil escoger, ya que ha habido tantos.
________ tomó otro trago de su refresco de vino, deseando de repente estar borracha, desesperadamente.
—No tienes que limitarte a una sola respuesta —dijo Carolyn, que claramente disfrutaba del juego.
—No, no —respondió Joe, hablando despacio, como siempre—. La pregunta es «¿cuál es el sitio más raro en el que lo has hecho?». El sitio. Sólo uno. Quiero seguir las reglas y dar la mejor respuesta. —Tenía la misma insinuación de sonrisa que le había visto en la cara anteriormente.
—Bueno, ¿y cuál va a ser? —pinchó Carolyn.
Tomó un sorbo de su cerveza y, finalmente, comenzó a asentir.
—Creo que la tengo.
—¿Y bien? —preguntó Carolyn, impaciente—. Me muero por saberlo.
—Una vez lo hice... —comenzó, mientras desviaba la mirada hacia ________— ... a caballo.
Nani Jonas
Re: "El Diario Rojo" - Joe y tu Terminada
uuuuuuuhhhhh
sera qu ela rayis lo va a descubrir??????
q malo joe jejejje y que fastidio carolyn...y entrometida
siguela!!!!!!!!!!!!!!!!
sera qu ela rayis lo va a descubrir??????
q malo joe jejejje y que fastidio carolyn...y entrometida
siguela!!!!!!!!!!!!!!!!
Julieta♥
Re: "El Diario Rojo" - Joe y tu Terminada
ese joseph esta rebelando lo del
librito de la rayis ¬¬
sigue
librito de la rayis ¬¬
sigue
andreita
Re: "El Diario Rojo" - Joe y tu Terminada
que maldita Carolyn es muy zorr* ,
Siguela pronto
Siguela pronto
aranzhitha
Re: "El Diario Rojo" - Joe y tu Terminada
Capítulo 10
Joe observó cómo se quedaba boquiabierta mientras el color desaparecía de su preciosa cara.
A pesar de su irritación momentos antes, no lo había dicho para horrorizarla. Lo había dicho para hacer que se preguntara si fantasía y realidad podían mezclarse. Lo había dicho para excitarla.
No importaba cuánto intentara parar, seguía pensando en su fantasía, imaginando sus manos acariciándole los muslos, las caderas, el culo, volviéndola loca por él. Imaginaba que era el hombre que había detrás de ella en ese caballo.
—Bueno —respondió Carolyn, con una voz que sonaba más profunda—, eso suena bastante salvaje. ¿Detalles?
Él mantuvo la mirada prendida firmemente en _________.
—Claro —dijo, y alzó su cerveza.
________ se retorció, incómoda, en la silla, pero tampoco apartó la mirada de la suya. Dios, deseaba a aquella mujer... demasiado. En aquel momento no podía darle sentido, no podía separar el pasado del presente, su obsesión con su vida de su nueva obsesión: llevarla a la cama.
—Mi tío tiene una de esas granjas de caballos en la Ruta 52 —mintió, todavía mirando sus cálidos ojos—. Una primavera, conocí a una chica allí; su padre quería comprar un purasangre. Nunca había montado an tes, así que me ofrecí a enseñarla. Me monté en el caballo detrás de ella y le enseñé a usar las riendas, y acabamos montando por el bosque.
Se detuvo para beber de nuevo, consciente de que todas las personas de la mesa estaban ligeramente tensas, esperando el resto de su historia, pero él seguía hablando sólo para _________.
—La rodeé con mis brazos, comencé a besarle el cuello —dijo. _________ tragó saliva, nerviosa—. Las cosas avanzaron a partir de ahí.
—¿Y qué pasó con sus pantalones? —preguntó Carolyn—. Cómo... ya sabes.
Buena pregunta. Lo bastante buena como para hacer que desviara la mirada hacia ella por primera vez desde que había empezado con su historia, y no había esperado que lo cogieran en falta.
—Eres fisgona, ¿eh?
Ella sonrió abiertamente.
—No soy tímida.
—Eso es obvio.
—Entonces responde a la pregunta.
Respiró lentamente, mientras consideraba posibilidades. De ninguna forma iba a decir que la chica imaginaria llevaba falda. Eso sería demasiado parecido a la fantasía de ________, y no quería delatarse.
—Se levantó en los estribos —dijo, finalmente—, y se los bajé todo lo que pude. Fue suficiente.
________ había tenido bastante. Se levantó.
—Disculpenme —dijo, y se dirigió a la casa, sin importarle si tenía un buen motivo para irse, sin importarle lo que nadie pensara de ella.
Lo primero que hizo fue apresurarse escaleras arriba, a su oficina, donde localizó su diario sexual en la estantería, justo donde debía estar, sin tocar. Por supuesto que estaba sin tocar, ¿qué había pensado? Todavía agitada, vol vio a correr escaleras abajo, fue al baño, cerró la puerta y se miró en el gran espejo que cruzaba la pared. Su mirada era tan frenética como se sentía ella y su corazón palpitaba. Una oleada de vértigo la recorrió y se agarró al lavamanos para no perder el equilibrio. ¿Cómo podía ser que lo supiera? ¿Lo sabía? Su historia no había reflejado exactamente su fantasía, pero las similitudes la habían dejado literalmente sin aliento.
Pero tenía que ser razonable, racional. ¿Podía él haber leído su diario? No, definitivamente, no. Era imposible.
Sin embargo, incluso sin temer aquello, era como si la agarrara con algún lazo invisible. Había sido incapaz de apartar la mirada mientras él la miraba a los ojos y compartía su historia, terriblemente íntima y, Dios, la verdad es que ni siquiera había querido apartarla. Había sido como si la estuviera seduciendo con sus palabras, su voz, sus dorados ojos que la abrumaban, y como si ella se lo hubiera permitido. Notaba su cuerpo tan cansado como si acabaran de acostarse. Sacudió la cabeza ante su propio reflejo; «te estás volviendo loca». Entonces, alargó la mano hasta el grifo y se salpicó las mejillas con agua fresca.
Aun así, incluso mientras tomaba una toalla de la barra de metal y se la apretaba contra la cara, su mente volvió apresuradamente a los paralelismos entre su historia y su fantasía. Las preguntas volvieron a formarse en su mente. «¿Hay alguna forma de que lo supiera? ¿Alguna forma en absoluto?».
Contuvo el aliento bruscamente, pensando, intentando razonar.
«No, no había ninguna forma. Porque nadie lo sabía. Ni siquiera Carolyn. Nadie».
Pero, entonces, ¿qué? ¿Era una coincidencia disparatada?
Por el momento, no tenía ninguna otra explicación, así que iba a tener que aceptarla. Era eso o pensar que, de alguna forma, le había leído la mente.
Cuando, finalmente, salió del baño, volvió a pensar en no volver a salir. Pero aquella vez salía con un objetivo: ya era hora de acabar con aquella estúpida fiesta.
—¿Estás bien, ________? —Carolyn parecía preocupada mientras _________ volvía al patio. El mismo grupo, Joe incluido, seguía alrededor de la mesa, aunque se habían callado.
—La verdad es que no me siento demasiado bien. Demasiados refrescos de vino —afirmó, con la esperanza de que nadie se hubiera dado cuenta de que se había tomado menos de dos—. No quiero ser maleducada, pero... creo que es hora de terminar por hoy.
—Por supuesto —dijo Carolyn, con tono totalmente comprensivo—. Nos vamos.
—Gracias, chicos. Lo siento. —Inclinó la cabeza en forma de disculpa.
—No hay problema, _________ —dijo Mike, mientras se ponía en pie.
Mientras los demás se levantaban también, Carolyn volvió a desviar su atención hacia Joe.
—Entonces, ¿vendrás?
________ parpadeó. «¿Qué se había perdido con su última desaparición?».
—Sí, allí estaré.
—Genial —Carolyn mostró una sonrisa victoriosa.
—¿Qué es genial? —preguntó _________ con indiferencia, intentando sonreír.
Carolyn desvió la mirada hacia _________.
—He invitado a Joe a la fiesta de Phil de mañana por la noche.
La noticia la sacudió como un maremoto. Carolyn lo había invitado a la fiesta de Phil. Y él había dicho que sí. «Oh, Dios».
Aun así, sonrió, asintió, intentó mantener la calma, como si no fuera nada importante. Era la última defensa que tenía a su disposición.
—Bueno —dijo Joe, volviéndose a centrar en ella con aquellos ojos color miel y seductores—, hasta mañana. —E incluso sólo con eso, su mirada sobre ella durante aquellas simples palabras casi la enterró. Era como si estuviera diciendo más. Cosas sexuales. Hasta Carolyn lo había visto antes, así que sabía que no se lo estaba imaginando. Sus ojos le decían obscenidades.
Pero, en una tardía y sorprendente ráfaga de fuerza, aquella vez no se desmoronó. De hecho, todo lo contrario. Se preparó, lo miró directamente y copió su tono seguro.
—Claro —dijo, imitando una de sus lacónicas respuestas favoritas, se giró y se marchó.
~~~~
Joe escaló la escalera que había apoyada contra la parte de atrás de la casa de _________. Echó un vistazo distraído hacia la ventana más cercana, no intentando ver dentro, sino preguntándose dónde estaba y qué hacía, y se encontró con las cortinas echadas. Bueno, si no la veía durante el día, sin duda la vería por la noche.
Normalmente, una fiesta en casa de Phil Hudson sería el último sitio al que querría ir, pero teniendo en cuenta las circunstancias, había sido una invitación que no había podido rechazar. Si quería saber cómo era la vida para los ricos magnates de Ash Builders, ¿qué mejor forma de observarlos que en una fiesta?
Por supuesto, si Henry estaba allí, cabía la posibilidad de que lo reconociera. Como con ________, no había visto a Henry desde que tenía doce años y, con una empresa de la magnitud de Ash, no tenía motivos para pensar que Henry supiera siquiera que Joe trabajaba para él. Quería que siguiera siendo así, especialmente en aquel momento. Una reunión cara a cara, con la verdad ante ellos, podía llevar al tipo de confrontación que le costaría su sustento. Y, además, ahora que quería seducir a la hija de Henry, mantener en secreto su anterior conexión en la vida parecía más importante aún.
Sí, ir a la fiesta de Phil parecía una buena forma de ver a los ricos en acción: Henry, Phil, Carolyn... y, por supuesto, _________, la razón principal por la que iba. Aspiró recordando cómo lo había mirado mientras contaba la historia del caballo. Había saboreado observando cómo se abrían sus ojos azules, que le parecían perdidos. Había sido como si un rayo invisible hubiera conectado sus miradas y construido un calor lento en su interior. Lo sentía incluso entonces, y no tenía nada que ver con el abrasador sol de la Costa del Golfo.
Justo entonces, el sonido de su busca interrumpió el caluroso silencio del mediodía. Tras dejar el rodillo en la bandeja, lo agarró de su cinturón para ver que Tommy Marsden lo estaba llamando, que probablemente había acabado con su trabajo actual y se preguntaba dónde lo quería Joe a continuación.
Se dirigía a la furgoneta para llamar desde el viejo teléfono del coche cuando un ruido repentino lo asustó, haciendo que se detuviera en la hierba. La puerta del garaje. Después de lo del día anterior, reconocería aquel sonido en cualquier parte. Mientras espiaba cómo el lujoso Z4 daba marcha atrás, unas elegantes gafas de sol escondían los ojos de _________ Ash, pero el resto era tan magnífico como siempre. Largos rizos caían sobre sus hombros como olas de satén pálido y su top sin mangas revelaba unos hombros ligeramente bronceados y unos brazos gráciles que se alargaban hacia el volante. Joe levantó la mano en forma de pequeño e indeciso saludo y el gesto que ella le devolvió fue igual de evasivo. Después, él abrió la puerta de copiloto de la furgoneta y buscó el teléfono entre los asientos.
Resultó que el teléfono no funcionaba; se había olvidado de cargarlo. Alzó la vista y pensó rápidamente en preguntar a la princesa si podía usar su teléfono, justo a tiempo de verla girar por Bayview Drive, lejos de él.
Empezó a rodear la furgoneta, pensando que iría al teléfono público más cercano... lo que sería malgastar un cuarto de hora. Pero, entonces, se le ocurrió que podía usar su teléfono de todas formas. Sólo le llevaría un minuto y ahorraría mucho tiempo.
Rodeó la casa y encontró la llave bajo el macetero.
Sin embargo, en el preciso instante en que entró por la puerta trasera, fue consciente de la innegable verdad. Ahora que estaba dentro, no podía usar sólo el teléfono y volver a salir.
Saber que la casa estaba vacía de nuevo le disparaba el corazón vergonzosamente. Quería más y, a su pesar, sabía de qué quería más.
Echó un vistazo al teléfono que colgaba de una pared de la cocina y, después, al recibidor que conducía a las escaleras. Podía llamar a Tony en unos minutos, decidió, porque, casi sin su consentimiento, sus botas de trabajo se dirigieron al recibidor. Una culpa pesada e implacable le martilleaba las costillas, pero sus pies no prestaron atención.
Cuando se aproximó a la escalera serpenteante y miró hacia arriba, el corazón le latía salvajemente. Aquello era tan peligroso, maldicion... no debería estar allí, y lo sabía. No sólo era peligroso, sino simplemente reprensible.
No obstante, era como si una muestra de sus pensamientos secretos lo hubiera enganchado. No fue tanto la elección como la rendición lo que lo condujo, finalmente, escaleras arriba.
Se movió rápidamente, pensando: «Sólo una, leeré sólo una fantasía más, moveré el culo hasta abajo, llamaré a Tony y me largaré de aquí».
Le dolía el pecho para cuando llegó a la oficina y agarró el volumen rojo. Aquella vez no se sentó, ya que tenía más prisa que el día anterior.
Abrió el libro hacia el final para encontrar las páginas vacías y, después, hojeó hacia el principio, donde su bonita letra abundaba en tinta de color verde oscuro.
Estoy tumbada en una cama en medio de las sábanas de algodón más suaves, en medio de un bosque fértil y verde, con altos árboles formando un toldo sobre mi cabeza. El suelo del bosque es una gruesa alfombra de heléchos verdes y exuberantes. El amanecer me hace abrir los ojos, pero la fresca sombra y el sonido de los grillos, que todavía no ha cesado, comienzan a adormecerme de nuevo.
Cuando unas manos grandes se cierran sobre mis pechos, a través del delgado camisón, abro los ojos sobresaltada para encontrarme a un hombre totalmente cautivador sentado sobre mí, a horcajadas, acariciándome. Su tacto envía sensaciones de mi pecho hasta la unión de mis muslos; aún más cuando se mueve y acomoda su erección justo allí, a través del camisón. Está delgado, musculoso y desnudo, y su expresión tranquila me hace pensar en un duendecillo del bosque que se dedica a revolotear de cama en cama para dar placer a doncellas que no se lo esperan.
Sólo que no es ningún duendecillo; es todo hombre, con músculos fibrados tensándole los brazos, el pecho, los muslos, y sus ojos se vuelven, lentamente, más animales y hambrientos cuando me mira.
—Más —susurro, sin pensar.
Sonríe, complacido, y se aparta de mí, hasta el pie de la cama.
—Más —vuelvo a decir, temiendo que se vaya. Esta vez es una súplica.
—Levántate el camisón —me ordena el hombre del bosque.
Tras buscar el dobladillo, alzo lentamente el algodón blanco, más arriba, más arriba, mientras observa, hasta que, finalmente, descansa alrededor de mi cintura.
—Abre las piernas —ordena, sin apartar nunca los ojosde mí.
Hago lo que me pide, mostrándole mis partes más íntimas.
En ese momento, la cama se transforma en un columpio grande, con cuerdas de enredaderas florecientes. Me siento en el columpio del bosque, con las piernas abiertas, preguntándome si realmente se trata de algún tipo de ser mágico, cuando susurra: «Agárrate. No te sueltes».
Mientras me agarro a las enredaderas que tengo a los lados, una brisa eleva el columpio suavemente, de manera que se desliza ligeramente adelante y atrás. Mi hombre del bosque desnudo se arrodilla delante de mí, entre los helechos, y, cuando el columpio se acerca a él a cámara lenta, lame suavemente entre mis piernas. Yo gimo mientras el columpio se aleja, con la caricia de su lengua irradiando a través de mí como luz, calor. Cuando el columpio se vuelve a acercar a él, su lengua concede otro lametón que me hace gritar.
Una y otra vez, el columpio se balancea hasta su boca, y su lengua impone la dulce y provocadora tortura; justo cuando creo que me volveré loca, coge la madera con las manos para impedir que me aleje. Aplica largas y abundantes caricias en mi centro mientras lo observo; su cara está húmeda de mis jugos. El placer es tan exquisito que casi me lleva a las lágrimas, me llena, me llena hasta que, por último, soy toda placer, toda sensaciones, y grito con él, lloro con él, empapándome de cada magnífico afecto que transmite mi amante del bosque.
Cuando el fenomenal orgasmo termina, cierro los ojos, sólo para sentir cómo las enredaderas se evaporan bajo mis manos y, cuando caigo, el suave algodón de la cama me sostiene. Abro los ojos para encontrarlo tumbado a mi lado, cubriéndonos con las sábanas mientras me acomodo en su cálido abrazo.
Joe lo leyó rápidamente, con el corazón latiéndole demasiado rápido y, cuando terminó, se sintió muy tentado a leer más.
Demasiado tentado.
«Sólo otro vistazo», se prometió. Eso era todo lo que necesitaba. Un vistazo más en su mundo de fantasía.
¿Podía permitírselo?
«Ésta será la última vez», promete.
Tras respirar profundamente, gira la página.
Tinta azul para aquella entrada, pero no se trata de tinta azul normal; es de un azul un poco más claro, más brillante, que le hace pensar en el océano.
Y sobre eso había escrito. Sobre flotar en el océano. Entonces, un hombre aparece en el agua y ella abre las piernas para él, igual que en la otra fantasía. No pudo evitar pensar que le debía de gustar mucho aquello para haber escrito dos fantasías seguidas sobre ello. El corazón le latió aún más rápido y la sangre se le arremolinó en la ingle mientras se imaginaba a la princesa, húmeda y abierta para él, se imaginaba que la hacía gimotear y gritar.
Tembló, totalmente excitado para entonces, pero casi lamentándolo, lamentando haber girado la página, haber necesitado más de tal forma. No podía recordar ni un solo momento en el que se hubiera sentido tan poseído por algo... algo imaginario, además.
No sólo eso, sino que se encontró queriendo leer otra, y otra, con la piel ardiendo de hambriento deseo. Sería fácil sentarse y leer aquel libro todo el maldito día.
Pero, por amor de Dios, tenía que ejercer algún tipo de disciplina. De todas formas, era una locura estar allí.
Y el peor tipo de delito. El remordimiento ya le recorría las venas. ¿Qué clase de hombre era? Nunca había dicho que fuera un santo, pero no le gustaba sentir que se aproximaba al otro lado del espectro.
Tras cerrar el libro de golpe, lo volvió a poner en su sitio y salió de la oficina. Sin embargo, las imágenes de ella, deslizándose en un columpio, con el camisón por la cintura, y flotando en el océano, desnuda, bronceada y sexy, se quedaron con él mientras bajaba las escaleras. Casi podía sentir sus manos en su húmeda piel, casi podía oírla, saborearla. Su corazón ni siquiera había comenzado a calmarse.
Cuando giró hacia la cocina, algo se movió y él se estremeció de pánico.
—Miau.
Tras bajar la vista para encontrarse con la gata blanca de ayer cerca de los pies, murmuró aliviado.
—Gato, me has dado un susto de muerte.
Tras respirar hondo, se dirigió a la puerta trasera, la cerró rápidamente tras él, depositó la llave bajo la tortuga y dio gracias a Dios por haber podido entrar y salir tan rápidamente. ¿Qué demonios estaba haciendo? Apenas lo sabía. Comenzaba a sentirse como el delincuente juvenil que una vez fue. Todo era culpa de aquel maldito libro de fantasías, era como una luz del porche y, él, una polilla sin cerebro. Y, si no iba con cuidado, se iba a carbonizar.
Ya había vuelto a subir la escalera y comenzado a pintar antes de darse cuenta de que se había olvidado de llamar a Tommy. Negó con la cabeza, irritado, justo cuando el busca le volvió a vibrar contra la cadera.
Joe observó cómo se quedaba boquiabierta mientras el color desaparecía de su preciosa cara.
A pesar de su irritación momentos antes, no lo había dicho para horrorizarla. Lo había dicho para hacer que se preguntara si fantasía y realidad podían mezclarse. Lo había dicho para excitarla.
No importaba cuánto intentara parar, seguía pensando en su fantasía, imaginando sus manos acariciándole los muslos, las caderas, el culo, volviéndola loca por él. Imaginaba que era el hombre que había detrás de ella en ese caballo.
—Bueno —respondió Carolyn, con una voz que sonaba más profunda—, eso suena bastante salvaje. ¿Detalles?
Él mantuvo la mirada prendida firmemente en _________.
—Claro —dijo, y alzó su cerveza.
________ se retorció, incómoda, en la silla, pero tampoco apartó la mirada de la suya. Dios, deseaba a aquella mujer... demasiado. En aquel momento no podía darle sentido, no podía separar el pasado del presente, su obsesión con su vida de su nueva obsesión: llevarla a la cama.
—Mi tío tiene una de esas granjas de caballos en la Ruta 52 —mintió, todavía mirando sus cálidos ojos—. Una primavera, conocí a una chica allí; su padre quería comprar un purasangre. Nunca había montado an tes, así que me ofrecí a enseñarla. Me monté en el caballo detrás de ella y le enseñé a usar las riendas, y acabamos montando por el bosque.
Se detuvo para beber de nuevo, consciente de que todas las personas de la mesa estaban ligeramente tensas, esperando el resto de su historia, pero él seguía hablando sólo para _________.
—La rodeé con mis brazos, comencé a besarle el cuello —dijo. _________ tragó saliva, nerviosa—. Las cosas avanzaron a partir de ahí.
—¿Y qué pasó con sus pantalones? —preguntó Carolyn—. Cómo... ya sabes.
Buena pregunta. Lo bastante buena como para hacer que desviara la mirada hacia ella por primera vez desde que había empezado con su historia, y no había esperado que lo cogieran en falta.
—Eres fisgona, ¿eh?
Ella sonrió abiertamente.
—No soy tímida.
—Eso es obvio.
—Entonces responde a la pregunta.
Respiró lentamente, mientras consideraba posibilidades. De ninguna forma iba a decir que la chica imaginaria llevaba falda. Eso sería demasiado parecido a la fantasía de ________, y no quería delatarse.
—Se levantó en los estribos —dijo, finalmente—, y se los bajé todo lo que pude. Fue suficiente.
________ había tenido bastante. Se levantó.
—Disculpenme —dijo, y se dirigió a la casa, sin importarle si tenía un buen motivo para irse, sin importarle lo que nadie pensara de ella.
Lo primero que hizo fue apresurarse escaleras arriba, a su oficina, donde localizó su diario sexual en la estantería, justo donde debía estar, sin tocar. Por supuesto que estaba sin tocar, ¿qué había pensado? Todavía agitada, vol vio a correr escaleras abajo, fue al baño, cerró la puerta y se miró en el gran espejo que cruzaba la pared. Su mirada era tan frenética como se sentía ella y su corazón palpitaba. Una oleada de vértigo la recorrió y se agarró al lavamanos para no perder el equilibrio. ¿Cómo podía ser que lo supiera? ¿Lo sabía? Su historia no había reflejado exactamente su fantasía, pero las similitudes la habían dejado literalmente sin aliento.
Pero tenía que ser razonable, racional. ¿Podía él haber leído su diario? No, definitivamente, no. Era imposible.
Sin embargo, incluso sin temer aquello, era como si la agarrara con algún lazo invisible. Había sido incapaz de apartar la mirada mientras él la miraba a los ojos y compartía su historia, terriblemente íntima y, Dios, la verdad es que ni siquiera había querido apartarla. Había sido como si la estuviera seduciendo con sus palabras, su voz, sus dorados ojos que la abrumaban, y como si ella se lo hubiera permitido. Notaba su cuerpo tan cansado como si acabaran de acostarse. Sacudió la cabeza ante su propio reflejo; «te estás volviendo loca». Entonces, alargó la mano hasta el grifo y se salpicó las mejillas con agua fresca.
Aun así, incluso mientras tomaba una toalla de la barra de metal y se la apretaba contra la cara, su mente volvió apresuradamente a los paralelismos entre su historia y su fantasía. Las preguntas volvieron a formarse en su mente. «¿Hay alguna forma de que lo supiera? ¿Alguna forma en absoluto?».
Contuvo el aliento bruscamente, pensando, intentando razonar.
«No, no había ninguna forma. Porque nadie lo sabía. Ni siquiera Carolyn. Nadie».
Pero, entonces, ¿qué? ¿Era una coincidencia disparatada?
Por el momento, no tenía ninguna otra explicación, así que iba a tener que aceptarla. Era eso o pensar que, de alguna forma, le había leído la mente.
Cuando, finalmente, salió del baño, volvió a pensar en no volver a salir. Pero aquella vez salía con un objetivo: ya era hora de acabar con aquella estúpida fiesta.
—¿Estás bien, ________? —Carolyn parecía preocupada mientras _________ volvía al patio. El mismo grupo, Joe incluido, seguía alrededor de la mesa, aunque se habían callado.
—La verdad es que no me siento demasiado bien. Demasiados refrescos de vino —afirmó, con la esperanza de que nadie se hubiera dado cuenta de que se había tomado menos de dos—. No quiero ser maleducada, pero... creo que es hora de terminar por hoy.
—Por supuesto —dijo Carolyn, con tono totalmente comprensivo—. Nos vamos.
—Gracias, chicos. Lo siento. —Inclinó la cabeza en forma de disculpa.
—No hay problema, _________ —dijo Mike, mientras se ponía en pie.
Mientras los demás se levantaban también, Carolyn volvió a desviar su atención hacia Joe.
—Entonces, ¿vendrás?
________ parpadeó. «¿Qué se había perdido con su última desaparición?».
—Sí, allí estaré.
—Genial —Carolyn mostró una sonrisa victoriosa.
—¿Qué es genial? —preguntó _________ con indiferencia, intentando sonreír.
Carolyn desvió la mirada hacia _________.
—He invitado a Joe a la fiesta de Phil de mañana por la noche.
La noticia la sacudió como un maremoto. Carolyn lo había invitado a la fiesta de Phil. Y él había dicho que sí. «Oh, Dios».
Aun así, sonrió, asintió, intentó mantener la calma, como si no fuera nada importante. Era la última defensa que tenía a su disposición.
—Bueno —dijo Joe, volviéndose a centrar en ella con aquellos ojos color miel y seductores—, hasta mañana. —E incluso sólo con eso, su mirada sobre ella durante aquellas simples palabras casi la enterró. Era como si estuviera diciendo más. Cosas sexuales. Hasta Carolyn lo había visto antes, así que sabía que no se lo estaba imaginando. Sus ojos le decían obscenidades.
Pero, en una tardía y sorprendente ráfaga de fuerza, aquella vez no se desmoronó. De hecho, todo lo contrario. Se preparó, lo miró directamente y copió su tono seguro.
—Claro —dijo, imitando una de sus lacónicas respuestas favoritas, se giró y se marchó.
~~~~
Joe escaló la escalera que había apoyada contra la parte de atrás de la casa de _________. Echó un vistazo distraído hacia la ventana más cercana, no intentando ver dentro, sino preguntándose dónde estaba y qué hacía, y se encontró con las cortinas echadas. Bueno, si no la veía durante el día, sin duda la vería por la noche.
Normalmente, una fiesta en casa de Phil Hudson sería el último sitio al que querría ir, pero teniendo en cuenta las circunstancias, había sido una invitación que no había podido rechazar. Si quería saber cómo era la vida para los ricos magnates de Ash Builders, ¿qué mejor forma de observarlos que en una fiesta?
Por supuesto, si Henry estaba allí, cabía la posibilidad de que lo reconociera. Como con ________, no había visto a Henry desde que tenía doce años y, con una empresa de la magnitud de Ash, no tenía motivos para pensar que Henry supiera siquiera que Joe trabajaba para él. Quería que siguiera siendo así, especialmente en aquel momento. Una reunión cara a cara, con la verdad ante ellos, podía llevar al tipo de confrontación que le costaría su sustento. Y, además, ahora que quería seducir a la hija de Henry, mantener en secreto su anterior conexión en la vida parecía más importante aún.
Sí, ir a la fiesta de Phil parecía una buena forma de ver a los ricos en acción: Henry, Phil, Carolyn... y, por supuesto, _________, la razón principal por la que iba. Aspiró recordando cómo lo había mirado mientras contaba la historia del caballo. Había saboreado observando cómo se abrían sus ojos azules, que le parecían perdidos. Había sido como si un rayo invisible hubiera conectado sus miradas y construido un calor lento en su interior. Lo sentía incluso entonces, y no tenía nada que ver con el abrasador sol de la Costa del Golfo.
Justo entonces, el sonido de su busca interrumpió el caluroso silencio del mediodía. Tras dejar el rodillo en la bandeja, lo agarró de su cinturón para ver que Tommy Marsden lo estaba llamando, que probablemente había acabado con su trabajo actual y se preguntaba dónde lo quería Joe a continuación.
Se dirigía a la furgoneta para llamar desde el viejo teléfono del coche cuando un ruido repentino lo asustó, haciendo que se detuviera en la hierba. La puerta del garaje. Después de lo del día anterior, reconocería aquel sonido en cualquier parte. Mientras espiaba cómo el lujoso Z4 daba marcha atrás, unas elegantes gafas de sol escondían los ojos de _________ Ash, pero el resto era tan magnífico como siempre. Largos rizos caían sobre sus hombros como olas de satén pálido y su top sin mangas revelaba unos hombros ligeramente bronceados y unos brazos gráciles que se alargaban hacia el volante. Joe levantó la mano en forma de pequeño e indeciso saludo y el gesto que ella le devolvió fue igual de evasivo. Después, él abrió la puerta de copiloto de la furgoneta y buscó el teléfono entre los asientos.
Resultó que el teléfono no funcionaba; se había olvidado de cargarlo. Alzó la vista y pensó rápidamente en preguntar a la princesa si podía usar su teléfono, justo a tiempo de verla girar por Bayview Drive, lejos de él.
Empezó a rodear la furgoneta, pensando que iría al teléfono público más cercano... lo que sería malgastar un cuarto de hora. Pero, entonces, se le ocurrió que podía usar su teléfono de todas formas. Sólo le llevaría un minuto y ahorraría mucho tiempo.
Rodeó la casa y encontró la llave bajo el macetero.
Sin embargo, en el preciso instante en que entró por la puerta trasera, fue consciente de la innegable verdad. Ahora que estaba dentro, no podía usar sólo el teléfono y volver a salir.
Saber que la casa estaba vacía de nuevo le disparaba el corazón vergonzosamente. Quería más y, a su pesar, sabía de qué quería más.
Echó un vistazo al teléfono que colgaba de una pared de la cocina y, después, al recibidor que conducía a las escaleras. Podía llamar a Tony en unos minutos, decidió, porque, casi sin su consentimiento, sus botas de trabajo se dirigieron al recibidor. Una culpa pesada e implacable le martilleaba las costillas, pero sus pies no prestaron atención.
Cuando se aproximó a la escalera serpenteante y miró hacia arriba, el corazón le latía salvajemente. Aquello era tan peligroso, maldicion... no debería estar allí, y lo sabía. No sólo era peligroso, sino simplemente reprensible.
No obstante, era como si una muestra de sus pensamientos secretos lo hubiera enganchado. No fue tanto la elección como la rendición lo que lo condujo, finalmente, escaleras arriba.
Se movió rápidamente, pensando: «Sólo una, leeré sólo una fantasía más, moveré el culo hasta abajo, llamaré a Tony y me largaré de aquí».
Le dolía el pecho para cuando llegó a la oficina y agarró el volumen rojo. Aquella vez no se sentó, ya que tenía más prisa que el día anterior.
Abrió el libro hacia el final para encontrar las páginas vacías y, después, hojeó hacia el principio, donde su bonita letra abundaba en tinta de color verde oscuro.
Estoy tumbada en una cama en medio de las sábanas de algodón más suaves, en medio de un bosque fértil y verde, con altos árboles formando un toldo sobre mi cabeza. El suelo del bosque es una gruesa alfombra de heléchos verdes y exuberantes. El amanecer me hace abrir los ojos, pero la fresca sombra y el sonido de los grillos, que todavía no ha cesado, comienzan a adormecerme de nuevo.
Cuando unas manos grandes se cierran sobre mis pechos, a través del delgado camisón, abro los ojos sobresaltada para encontrarme a un hombre totalmente cautivador sentado sobre mí, a horcajadas, acariciándome. Su tacto envía sensaciones de mi pecho hasta la unión de mis muslos; aún más cuando se mueve y acomoda su erección justo allí, a través del camisón. Está delgado, musculoso y desnudo, y su expresión tranquila me hace pensar en un duendecillo del bosque que se dedica a revolotear de cama en cama para dar placer a doncellas que no se lo esperan.
Sólo que no es ningún duendecillo; es todo hombre, con músculos fibrados tensándole los brazos, el pecho, los muslos, y sus ojos se vuelven, lentamente, más animales y hambrientos cuando me mira.
—Más —susurro, sin pensar.
Sonríe, complacido, y se aparta de mí, hasta el pie de la cama.
—Más —vuelvo a decir, temiendo que se vaya. Esta vez es una súplica.
—Levántate el camisón —me ordena el hombre del bosque.
Tras buscar el dobladillo, alzo lentamente el algodón blanco, más arriba, más arriba, mientras observa, hasta que, finalmente, descansa alrededor de mi cintura.
—Abre las piernas —ordena, sin apartar nunca los ojosde mí.
Hago lo que me pide, mostrándole mis partes más íntimas.
En ese momento, la cama se transforma en un columpio grande, con cuerdas de enredaderas florecientes. Me siento en el columpio del bosque, con las piernas abiertas, preguntándome si realmente se trata de algún tipo de ser mágico, cuando susurra: «Agárrate. No te sueltes».
Mientras me agarro a las enredaderas que tengo a los lados, una brisa eleva el columpio suavemente, de manera que se desliza ligeramente adelante y atrás. Mi hombre del bosque desnudo se arrodilla delante de mí, entre los helechos, y, cuando el columpio se acerca a él a cámara lenta, lame suavemente entre mis piernas. Yo gimo mientras el columpio se aleja, con la caricia de su lengua irradiando a través de mí como luz, calor. Cuando el columpio se vuelve a acercar a él, su lengua concede otro lametón que me hace gritar.
Una y otra vez, el columpio se balancea hasta su boca, y su lengua impone la dulce y provocadora tortura; justo cuando creo que me volveré loca, coge la madera con las manos para impedir que me aleje. Aplica largas y abundantes caricias en mi centro mientras lo observo; su cara está húmeda de mis jugos. El placer es tan exquisito que casi me lleva a las lágrimas, me llena, me llena hasta que, por último, soy toda placer, toda sensaciones, y grito con él, lloro con él, empapándome de cada magnífico afecto que transmite mi amante del bosque.
Cuando el fenomenal orgasmo termina, cierro los ojos, sólo para sentir cómo las enredaderas se evaporan bajo mis manos y, cuando caigo, el suave algodón de la cama me sostiene. Abro los ojos para encontrarlo tumbado a mi lado, cubriéndonos con las sábanas mientras me acomodo en su cálido abrazo.
Joe lo leyó rápidamente, con el corazón latiéndole demasiado rápido y, cuando terminó, se sintió muy tentado a leer más.
Demasiado tentado.
«Sólo otro vistazo», se prometió. Eso era todo lo que necesitaba. Un vistazo más en su mundo de fantasía.
¿Podía permitírselo?
«Ésta será la última vez», promete.
Tras respirar profundamente, gira la página.
Tinta azul para aquella entrada, pero no se trata de tinta azul normal; es de un azul un poco más claro, más brillante, que le hace pensar en el océano.
Y sobre eso había escrito. Sobre flotar en el océano. Entonces, un hombre aparece en el agua y ella abre las piernas para él, igual que en la otra fantasía. No pudo evitar pensar que le debía de gustar mucho aquello para haber escrito dos fantasías seguidas sobre ello. El corazón le latió aún más rápido y la sangre se le arremolinó en la ingle mientras se imaginaba a la princesa, húmeda y abierta para él, se imaginaba que la hacía gimotear y gritar.
Tembló, totalmente excitado para entonces, pero casi lamentándolo, lamentando haber girado la página, haber necesitado más de tal forma. No podía recordar ni un solo momento en el que se hubiera sentido tan poseído por algo... algo imaginario, además.
No sólo eso, sino que se encontró queriendo leer otra, y otra, con la piel ardiendo de hambriento deseo. Sería fácil sentarse y leer aquel libro todo el maldito día.
Pero, por amor de Dios, tenía que ejercer algún tipo de disciplina. De todas formas, era una locura estar allí.
Y el peor tipo de delito. El remordimiento ya le recorría las venas. ¿Qué clase de hombre era? Nunca había dicho que fuera un santo, pero no le gustaba sentir que se aproximaba al otro lado del espectro.
Tras cerrar el libro de golpe, lo volvió a poner en su sitio y salió de la oficina. Sin embargo, las imágenes de ella, deslizándose en un columpio, con el camisón por la cintura, y flotando en el océano, desnuda, bronceada y sexy, se quedaron con él mientras bajaba las escaleras. Casi podía sentir sus manos en su húmeda piel, casi podía oírla, saborearla. Su corazón ni siquiera había comenzado a calmarse.
Cuando giró hacia la cocina, algo se movió y él se estremeció de pánico.
—Miau.
Tras bajar la vista para encontrarse con la gata blanca de ayer cerca de los pies, murmuró aliviado.
—Gato, me has dado un susto de muerte.
Tras respirar hondo, se dirigió a la puerta trasera, la cerró rápidamente tras él, depositó la llave bajo la tortuga y dio gracias a Dios por haber podido entrar y salir tan rápidamente. ¿Qué demonios estaba haciendo? Apenas lo sabía. Comenzaba a sentirse como el delincuente juvenil que una vez fue. Todo era culpa de aquel maldito libro de fantasías, era como una luz del porche y, él, una polilla sin cerebro. Y, si no iba con cuidado, se iba a carbonizar.
Ya había vuelto a subir la escalera y comenzado a pintar antes de darse cuenta de que se había olvidado de llamar a Tommy. Negó con la cabeza, irritado, justo cuando el busca le volvió a vibrar contra la cadera.
Nani Jonas
Re: "El Diario Rojo" - Joe y tu Terminada
jummm..joe volvioa ser un delincuente jejejejje
siguela!!!!!
que ira apasar en esa ffiesta!!!!!!!!!!!
siguela!!!!!
que ira apasar en esa ffiesta!!!!!!!!!!!
Julieta♥
Re: "El Diario Rojo" - Joe y tu Terminada
Capitulo 11
________ guardó las últimas provisiones y arrastró una bolsa de diez kilos de alpiste hacia la puerta trasera. Tras liberar una mano para girar el cerrojo, abrió la puerta... y el teléfono sonó. Genial.
Tras dejar la bolsa de alpiste contra el marco de la puerta, corrió a tomarlo. Era Carolyn, que llamaba para hacer planes para la noche.
—¿Quieres que vaya a recogerte?
________ respiró hondo.
—Ah, gracias, pero prefiero conducir.
—¿Por qué? —Sonaba sorprendida.
—Porque puede que no me quede mucho tiempo. Sólo voy porque me siento obligada. Y eso me recuerda que anoche quería matarte. —Lo dijo con el tono de «te quiero, pero lo digo en serio» que sólo podían compartir las amigas de toda la vida.
—¿Y eso? —Como siempre, Carolyn parecía no darse cuenta de nada.
________ suspiró.
—¿Lo invitas a tomar una cerveza con nosotros? ¿Y luego me presionas a tomar parte en esa conversación sobre dónde lo habían hecho todos? Me quería morir. Sabes que no me va ese tipo de... juegos preliminares en grupo, o lo que fuera.
Y, también como siempre, después de una reprimenda, Carolyn parecía tener remordimientos.
—Lo sé, lo sé —dijo suavemente—, pero pensé que sería bueno para ti. Tienes que divertirte más. Y, si no aprovechas esta oportunidad con el bombón de tu pintor... —Concluyó, soltando un fuerte suspiro exasperado—. Sinceramente, ________, a veces me preocupa que acabes sola.
Era curioso, ella tenía el mismo pensamiento sobre su mejor amiga.
—Oh, Carolyn —arrastró un suspiro—. A veces me gustaría poder ser más como tú, pero no lo soy. No soy tan abierta, ni me siento tan cómoda hablando de cosas personales con gente que no conozco... —«No me siento tan cómoda ofreciendo sexo a todos los hombres que conozco»—. Simplemente no soy tan... sociable como tú.
La mente de ________ se llenó de imágenes de las dos, en el instituto, hablando por teléfono de chicos, tumbadas en la playa con revistas de moda, riéndose de cosas que nadie más pensaría que eran divertidas. Entonces eran tan parecidas... pero todo había cambiado cuando el único tipo del que Carolyn se había enamorado jamás la había plantado bruscamente. Él estaba en el último curso de la Universidad de Florida cuando Carolyn estaba en el segundo año. Se había enamorado locamente de Clark y él dijo que quería casarse con ella. Sin embargo, el día que se graduó, anunció que había cambiado de opinión, que no estaba preparado para sentar la cabeza y que se iba a California a trabajar. No quería que Carolyn fuera con él. Cuando ella dejó de llorar, se sumergió en su estilo de vida de diversión despreocupada y nunca miró atrás, dejando que _________ se sintiera como un palo en el barro.
—Lo siento, ________ —dijo Carolyn—. Sólo intentaba que te soltaras un poco.
—Bueno, déjalo —dijo ella, medio en broma, medio en serio.
—De acuerdo, de acuerdo, ya lo pillo. No quieres divertirte. Quieres hacerte vieja con tu gata.
No exactamente, pero suficiente, si hacía que Carolyn se comportara.
—Te prometo que intentaré ser buena a partir de ahora. Bueno, por lo que a ti respecta, me refiero. —Carolyn soltó una risita traviesa típica de ella—. Pero, antes de que dejemos el tema del todo, hay algo que tengo que decir.
—¿De qué se trata?
—Es sobre tu pintor. —Introdujo una pausa dramática—. Para ser alguien a quien no le van ese tipo de charlas, parecías embelesada con su historia.
El estómago de _________ se revolvió. Se había olvidado más o menos de aquella parte o, al menos, se había olvidado de que Carolyn estaba sentada allí, viéndolo.
—Eso sólo fue... —«¿Qué? ¿Qué fue?».
—Química sexual locamente incontrolada —ofreció Carolyn, como si nada—, te guste o no.
Sin saber qué decir, ________ respiró hondo y prácticamente escupió:
—Es un estúpido. —Y echó un vistazo rápido a la puerta trasera, que seguía abierta, para asegurarse de que seguía estando sola.
Carolyn sólo rió.
—A veces así es como los chicos nos dicen que les gustamos, ¿te acuerdas? En tercero, te tiraban de las trenzas y, ahora, a veces simplemente actúan como babosos machotes.
-Lo que sea, no quiero tener nada que ver con él. Y, por cierto, añadamos invitarle a la fiesta a la lista de cosas por las que quiero matarte.
Su amiga la reprendió.
—Me parece que estás demasiado molesta por esto, ________.
Negó con la cabeza, contrariada y, aunque no quería compartir sus sentimientos sobre Joe con Carolyn, algo en ella se rompió. Sus mentiras sonaban estúpidas, incluso para ella.
—Es raro —admitió—. Ni siquiera lo entiendo yo misma. Y no sé qué hacer.
—Así que la situación es que te atrae locamente, pero no crees que sea un buen tipo.
Por alguna razón, el recuerdo de él defendiéndola, diciéndole a Carolyn que la dejara en paz, se repitió en su mente. Pero, aun así, dijo:
—Sí, básicamente.
Carolyn soltó lo que casi sonó como un suspiro maternal.
—Sé que no te gustan las relaciones físicas esporádicas, pero a veces hasta las chicas buenas se encuentran en sitios en los que es más fácil olvidarse de lo que tiene sentido y concentrarse en lo que es divertido.
________ tragó saliva, nerviosa.
—No dejo de decirte que no me va la diversión.
Carolyn rió.
—Si alguna vez lo probaras, quizás te gustaría.
Era hora de cambiar de tema.
—¿A qué hora irás a casa de Phil?
Afortunadamente, aquello condujo a hablar de lo que se iban a poner y de quién más estaría allí, y la conversación se disolvió en el ritmo fácil en que su amistad se había desarrollado a lo largo de los años. Pero, tras despedirse finalmente algunos minutos después, se giró hacia la puerta, para encontrarse a Joe Jonas apoyándose en el marco, observándola.
El sobresalto se hizo notar por todo su cuerpo. ¿Cuándo había aparecido él?
—¿Qué estás haciendo? —preguntó ella.
—Necesito usar tu teléfono.
—Ah. —Asintió secamente—. Adelante. —Hizo un gesto hacia el auricular que acababa de colgar y observó mientras Joe entraba y se acercaba a ella. Pareció llenar la sala.
Ella se giró, ansiosa por hacer algo, cualquier cosa. Afortunadamente, un par de bolsas de la compra vacías seguían cubriendo el suelo de la cocina. Se agachó para recoger una y se preguntó si sus shorts vaqueros se le ceñían demasíado al culo y si él estaba mirando. Se volvió a incorporar y dobló la bolsa nerviosamente mientras él comenzaba a hablar.
—Tommy, soy Joe. Perdona que haya tardado tanto en contestarte... Por qué no vas a Oceanbrook y ves si Stan te necesita...
Tras ponerse la bolsa bajo el brazo, alcanzó la otra y también la dobló. Mientras lo escuchaba hablar, su primer pensamiento fue lo concienzudo que parecía sobre su trabajo. Sabía, a través de charlas informales entre los supervisores de la construcción de Ash, que tenía la reputación de hacer un trabajo bueno y concienzudo y de dirigir un negocio respetado. ¿Podía un tipo tan de fiar y trabajador ser tan malo como ella lo veía en su cabeza? Desafortunadamente, su segundo pensamiento fue que, la última vez que lo había visto, le había contado una experiencia sexual, y ella había escuchado, embelesada.
—Es una casa de ladrillo de dos plantas en el primer callejón sin salida... Sí, mañana por la mañana Gary y tú pueden empezar en la última casa de Sea Breeze Court si está lista...
Cuando hubo colgado, ella se estremeció, sin ningún motivo, aparte de que Joe estaba en su casa, a pocos metros de ella, y ella se lo estaba imaginando haciéndolo con una chica a caballo. Se giró para mirarlo, rezando para que él no pudiera ver nada de eso en su mirada.
—¿Me podrías dar un vaso de agua? —preguntó él.
Ella parpadeó y lo rodeó para alargar la mano hasta el armario que había sobre su cabeza, que era donde guardaba los vasos.
—Llevo una nevera conmigo, pero esta mañana se me ha olvidado volver a llenarla.
Qué poco propio de él, pensó ella, ofrecer conversación informal, pero ella no pudo pensar en ninguna respuesta. Después de llenar el vaso de hielo y de agua purificada de la nevera, se giró para dárselo, pero se aseguró de no alzar la mirada. Aun así, cuando sus dedos, ásperos por el trabajo, tocaron los suyos durante el intercambio, fue imposible no mirarlo: su cara, aquellos ojos penetrantes. Habría jurado que él podía ver todos sus secretos.
Sintió la necesidad de llenar el silencio.
—¿Así que esta noche vas a casa de Phil?
—¿Te molesta eso?
La pregunta la cogió desprevenida.
—¿Por qué me iba a molestar?
—Creo que no te caigo bien.
Su pecho se tensó. Deseaba que no estuvieran tan cerca.
—Yo... nunca he dicho eso.
—No hacía falta.
Luchó por hallar una respuesta, pero, de nuevo, no la encontró. El levantó el vaso y tomó un largo trago, y ella esperó con indiferencia, rezando todo el tiempo para que no pareciera que lo estaba observando embelesada.
—No tengo por qué ir —dijo, mientras sus ojos se volvían a encontrar—, si te va a hacer sentir incómoda.
—¿Incómoda? ¿Por qué me iba a sentir incómoda?
—Pareces estar bastante incómoda ahora mismo.
¿Lo parecía? Claro que lo parecía. De nuevo, sacudió la cabeza brevemente.
—No lo estoy. Sólo estoy... cansada.
—Ah, sí, ya me acuerdo, no te encontrabas bien anoche. —No insinuó su sonrisa, como solía hacer, pero ella sabía que estaba allí, escondida justo bajo la superficie—. Bueno, tal vez deberías descansar un poco esta tarde. Guarda tus energías para esta noche. —Tras aquello, apuró el vaso, lo dejó sobre la encimera y se dirigió a la puerta trasera.
Ella sabía para qué necesitaba tener fuerzas para aquella noche: enfrentarse a la fiesta, a la gente que estaría allí, enfrentarse a él. Pero se preguntaba para qué pensaba él que necesitaba fuerzas, qué estaba insinuando. Incluso de espaldas a ella, seguía sintiendo cómo emanaba sexo de él.
Se detuvo en la puerta para señalar la gran bolsa de alpiste que seguía allí, olvidada.
—¿Esto tiene que ir fuera?
Ella asintió bruscamente.
—Tengo algunos comederos de pájaro en la parte trasera del patio.
Joe Jonas se echó la bolsa al hombro sin esfuerzo alguno y desapareció por la puerta, cerrándola tras él. Al darse cuenta de que no había respirado con normalidad durante algún tiempo, ________ dejó escapar un suspiro enorme e intentó relajarse. Cielo santo, ¿cómo se había metido aquel hombre, al que no conocía, tan profunda y rápidamente en su mundo? Y, ¿por qué eran aquellos ojos miel tan letales para ella?
Le había costado horrores dormirse la noche anterior y tenía una sensación más horrible aún sobre la fiesta de Phil. Porque, por alguna razón, tenía ganas de ir, tenía ganas de verlo allí. En teoría debería temerlo, pero aquel vestigio subyacente de ilusión seguía abriéndose paso hasta su cerebro.
Quizás, pensó, simplemente deseaba que las cosas fueran diferentes, que él fuera diferente. Lo que Carolyn había dicho era cierto: lo deseaba con locura, pero simplemente no le gustaba. Aquélla no era una atracción corriente.
________ guardó las últimas provisiones y arrastró una bolsa de diez kilos de alpiste hacia la puerta trasera. Tras liberar una mano para girar el cerrojo, abrió la puerta... y el teléfono sonó. Genial.
Tras dejar la bolsa de alpiste contra el marco de la puerta, corrió a tomarlo. Era Carolyn, que llamaba para hacer planes para la noche.
—¿Quieres que vaya a recogerte?
________ respiró hondo.
—Ah, gracias, pero prefiero conducir.
—¿Por qué? —Sonaba sorprendida.
—Porque puede que no me quede mucho tiempo. Sólo voy porque me siento obligada. Y eso me recuerda que anoche quería matarte. —Lo dijo con el tono de «te quiero, pero lo digo en serio» que sólo podían compartir las amigas de toda la vida.
—¿Y eso? —Como siempre, Carolyn parecía no darse cuenta de nada.
________ suspiró.
—¿Lo invitas a tomar una cerveza con nosotros? ¿Y luego me presionas a tomar parte en esa conversación sobre dónde lo habían hecho todos? Me quería morir. Sabes que no me va ese tipo de... juegos preliminares en grupo, o lo que fuera.
Y, también como siempre, después de una reprimenda, Carolyn parecía tener remordimientos.
—Lo sé, lo sé —dijo suavemente—, pero pensé que sería bueno para ti. Tienes que divertirte más. Y, si no aprovechas esta oportunidad con el bombón de tu pintor... —Concluyó, soltando un fuerte suspiro exasperado—. Sinceramente, ________, a veces me preocupa que acabes sola.
Era curioso, ella tenía el mismo pensamiento sobre su mejor amiga.
—Oh, Carolyn —arrastró un suspiro—. A veces me gustaría poder ser más como tú, pero no lo soy. No soy tan abierta, ni me siento tan cómoda hablando de cosas personales con gente que no conozco... —«No me siento tan cómoda ofreciendo sexo a todos los hombres que conozco»—. Simplemente no soy tan... sociable como tú.
La mente de ________ se llenó de imágenes de las dos, en el instituto, hablando por teléfono de chicos, tumbadas en la playa con revistas de moda, riéndose de cosas que nadie más pensaría que eran divertidas. Entonces eran tan parecidas... pero todo había cambiado cuando el único tipo del que Carolyn se había enamorado jamás la había plantado bruscamente. Él estaba en el último curso de la Universidad de Florida cuando Carolyn estaba en el segundo año. Se había enamorado locamente de Clark y él dijo que quería casarse con ella. Sin embargo, el día que se graduó, anunció que había cambiado de opinión, que no estaba preparado para sentar la cabeza y que se iba a California a trabajar. No quería que Carolyn fuera con él. Cuando ella dejó de llorar, se sumergió en su estilo de vida de diversión despreocupada y nunca miró atrás, dejando que _________ se sintiera como un palo en el barro.
—Lo siento, ________ —dijo Carolyn—. Sólo intentaba que te soltaras un poco.
—Bueno, déjalo —dijo ella, medio en broma, medio en serio.
—De acuerdo, de acuerdo, ya lo pillo. No quieres divertirte. Quieres hacerte vieja con tu gata.
No exactamente, pero suficiente, si hacía que Carolyn se comportara.
—Te prometo que intentaré ser buena a partir de ahora. Bueno, por lo que a ti respecta, me refiero. —Carolyn soltó una risita traviesa típica de ella—. Pero, antes de que dejemos el tema del todo, hay algo que tengo que decir.
—¿De qué se trata?
—Es sobre tu pintor. —Introdujo una pausa dramática—. Para ser alguien a quien no le van ese tipo de charlas, parecías embelesada con su historia.
El estómago de _________ se revolvió. Se había olvidado más o menos de aquella parte o, al menos, se había olvidado de que Carolyn estaba sentada allí, viéndolo.
—Eso sólo fue... —«¿Qué? ¿Qué fue?».
—Química sexual locamente incontrolada —ofreció Carolyn, como si nada—, te guste o no.
Sin saber qué decir, ________ respiró hondo y prácticamente escupió:
—Es un estúpido. —Y echó un vistazo rápido a la puerta trasera, que seguía abierta, para asegurarse de que seguía estando sola.
Carolyn sólo rió.
—A veces así es como los chicos nos dicen que les gustamos, ¿te acuerdas? En tercero, te tiraban de las trenzas y, ahora, a veces simplemente actúan como babosos machotes.
-Lo que sea, no quiero tener nada que ver con él. Y, por cierto, añadamos invitarle a la fiesta a la lista de cosas por las que quiero matarte.
Su amiga la reprendió.
—Me parece que estás demasiado molesta por esto, ________.
Negó con la cabeza, contrariada y, aunque no quería compartir sus sentimientos sobre Joe con Carolyn, algo en ella se rompió. Sus mentiras sonaban estúpidas, incluso para ella.
—Es raro —admitió—. Ni siquiera lo entiendo yo misma. Y no sé qué hacer.
—Así que la situación es que te atrae locamente, pero no crees que sea un buen tipo.
Por alguna razón, el recuerdo de él defendiéndola, diciéndole a Carolyn que la dejara en paz, se repitió en su mente. Pero, aun así, dijo:
—Sí, básicamente.
Carolyn soltó lo que casi sonó como un suspiro maternal.
—Sé que no te gustan las relaciones físicas esporádicas, pero a veces hasta las chicas buenas se encuentran en sitios en los que es más fácil olvidarse de lo que tiene sentido y concentrarse en lo que es divertido.
________ tragó saliva, nerviosa.
—No dejo de decirte que no me va la diversión.
Carolyn rió.
—Si alguna vez lo probaras, quizás te gustaría.
Era hora de cambiar de tema.
—¿A qué hora irás a casa de Phil?
Afortunadamente, aquello condujo a hablar de lo que se iban a poner y de quién más estaría allí, y la conversación se disolvió en el ritmo fácil en que su amistad se había desarrollado a lo largo de los años. Pero, tras despedirse finalmente algunos minutos después, se giró hacia la puerta, para encontrarse a Joe Jonas apoyándose en el marco, observándola.
El sobresalto se hizo notar por todo su cuerpo. ¿Cuándo había aparecido él?
—¿Qué estás haciendo? —preguntó ella.
—Necesito usar tu teléfono.
—Ah. —Asintió secamente—. Adelante. —Hizo un gesto hacia el auricular que acababa de colgar y observó mientras Joe entraba y se acercaba a ella. Pareció llenar la sala.
Ella se giró, ansiosa por hacer algo, cualquier cosa. Afortunadamente, un par de bolsas de la compra vacías seguían cubriendo el suelo de la cocina. Se agachó para recoger una y se preguntó si sus shorts vaqueros se le ceñían demasíado al culo y si él estaba mirando. Se volvió a incorporar y dobló la bolsa nerviosamente mientras él comenzaba a hablar.
—Tommy, soy Joe. Perdona que haya tardado tanto en contestarte... Por qué no vas a Oceanbrook y ves si Stan te necesita...
Tras ponerse la bolsa bajo el brazo, alcanzó la otra y también la dobló. Mientras lo escuchaba hablar, su primer pensamiento fue lo concienzudo que parecía sobre su trabajo. Sabía, a través de charlas informales entre los supervisores de la construcción de Ash, que tenía la reputación de hacer un trabajo bueno y concienzudo y de dirigir un negocio respetado. ¿Podía un tipo tan de fiar y trabajador ser tan malo como ella lo veía en su cabeza? Desafortunadamente, su segundo pensamiento fue que, la última vez que lo había visto, le había contado una experiencia sexual, y ella había escuchado, embelesada.
—Es una casa de ladrillo de dos plantas en el primer callejón sin salida... Sí, mañana por la mañana Gary y tú pueden empezar en la última casa de Sea Breeze Court si está lista...
Cuando hubo colgado, ella se estremeció, sin ningún motivo, aparte de que Joe estaba en su casa, a pocos metros de ella, y ella se lo estaba imaginando haciéndolo con una chica a caballo. Se giró para mirarlo, rezando para que él no pudiera ver nada de eso en su mirada.
—¿Me podrías dar un vaso de agua? —preguntó él.
Ella parpadeó y lo rodeó para alargar la mano hasta el armario que había sobre su cabeza, que era donde guardaba los vasos.
—Llevo una nevera conmigo, pero esta mañana se me ha olvidado volver a llenarla.
Qué poco propio de él, pensó ella, ofrecer conversación informal, pero ella no pudo pensar en ninguna respuesta. Después de llenar el vaso de hielo y de agua purificada de la nevera, se giró para dárselo, pero se aseguró de no alzar la mirada. Aun así, cuando sus dedos, ásperos por el trabajo, tocaron los suyos durante el intercambio, fue imposible no mirarlo: su cara, aquellos ojos penetrantes. Habría jurado que él podía ver todos sus secretos.
Sintió la necesidad de llenar el silencio.
—¿Así que esta noche vas a casa de Phil?
—¿Te molesta eso?
La pregunta la cogió desprevenida.
—¿Por qué me iba a molestar?
—Creo que no te caigo bien.
Su pecho se tensó. Deseaba que no estuvieran tan cerca.
—Yo... nunca he dicho eso.
—No hacía falta.
Luchó por hallar una respuesta, pero, de nuevo, no la encontró. El levantó el vaso y tomó un largo trago, y ella esperó con indiferencia, rezando todo el tiempo para que no pareciera que lo estaba observando embelesada.
—No tengo por qué ir —dijo, mientras sus ojos se volvían a encontrar—, si te va a hacer sentir incómoda.
—¿Incómoda? ¿Por qué me iba a sentir incómoda?
—Pareces estar bastante incómoda ahora mismo.
¿Lo parecía? Claro que lo parecía. De nuevo, sacudió la cabeza brevemente.
—No lo estoy. Sólo estoy... cansada.
—Ah, sí, ya me acuerdo, no te encontrabas bien anoche. —No insinuó su sonrisa, como solía hacer, pero ella sabía que estaba allí, escondida justo bajo la superficie—. Bueno, tal vez deberías descansar un poco esta tarde. Guarda tus energías para esta noche. —Tras aquello, apuró el vaso, lo dejó sobre la encimera y se dirigió a la puerta trasera.
Ella sabía para qué necesitaba tener fuerzas para aquella noche: enfrentarse a la fiesta, a la gente que estaría allí, enfrentarse a él. Pero se preguntaba para qué pensaba él que necesitaba fuerzas, qué estaba insinuando. Incluso de espaldas a ella, seguía sintiendo cómo emanaba sexo de él.
Se detuvo en la puerta para señalar la gran bolsa de alpiste que seguía allí, olvidada.
—¿Esto tiene que ir fuera?
Ella asintió bruscamente.
—Tengo algunos comederos de pájaro en la parte trasera del patio.
Joe Jonas se echó la bolsa al hombro sin esfuerzo alguno y desapareció por la puerta, cerrándola tras él. Al darse cuenta de que no había respirado con normalidad durante algún tiempo, ________ dejó escapar un suspiro enorme e intentó relajarse. Cielo santo, ¿cómo se había metido aquel hombre, al que no conocía, tan profunda y rápidamente en su mundo? Y, ¿por qué eran aquellos ojos miel tan letales para ella?
Le había costado horrores dormirse la noche anterior y tenía una sensación más horrible aún sobre la fiesta de Phil. Porque, por alguna razón, tenía ganas de ir, tenía ganas de verlo allí. En teoría debería temerlo, pero aquel vestigio subyacente de ilusión seguía abriéndose paso hasta su cerebro.
Quizás, pensó, simplemente deseaba que las cosas fueran diferentes, que él fuera diferente. Lo que Carolyn había dicho era cierto: lo deseaba con locura, pero simplemente no le gustaba. Aquélla no era una atracción corriente.
Nani Jonas
Re: "El Diario Rojo" - Joe y tu Terminada
aww me encanto el capi, ya deberia dejarce llevar por joe
Siguela pronto
Siguela pronto
aranzhitha
Re: "El Diario Rojo" - Joe y tu Terminada
jum joseph es un miron!!
que pasra en la fista
yo queiro beso :)
que pasra en la fista
yo queiro beso :)
andreita
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