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"El Diario Rojo" - Joe y tu Terminada - Página 10 Empty Re: "El Diario Rojo" - Joe y tu Terminada

Mensaje por Nani Jonas Jue 26 Abr 2012, 5:27 pm

Capítulo 26

Joe rara vez había pasado la noche con una mujer; hacía que las cosas fueran más sencillas. Pero ________ no le había dejado elección. Todo lo que sabía era que no estaba dispuesto a dejarla ir, no estaba preparado para dejar que aquello acabara, por más que intentara convencerse a sí mismo. Y no estaba seguro de en qué se estaba metiendo, pero tampoco estaba dispuesto a analizarlo demasiado detenidamente en aquel momento.

Nunca la había visto tan asombrada, ni siquiera cuando le había dicho que lo había hecho a caballo, ni siquiera cuando le había dado aquella rosa de color rosa pálido. Cubrió la boca de _______ con la suya, ansioso por quitarle la conmoción a besos, ansioso por hacerle de todo.

Tras subirle el top por encima de un sujetador de encaje de color lavanda, moldeó sus pechos en sus manos y la escuchó mientras liberaba pesadamente su aliento, en respuesta.

—¿Es éste el sujetador que llevabas puesto en la playa? —le murmuró a la oreja, y empezó a regalarle besos justo debajo.

—Eh... —Miró hacia abajo para verlo—. Sí, creo.

—No pude ver el color en la oscuridad. Levanta los brazos —susurró.

Ella lo hizo, permitiendo que le quitara el top por encima de la cabeza.
Enterrando los dedos en el escotado encaje de cada copa, las bajó, liberándole los pechos. Ella ahogó un grito cuando él bajó para tomar un pezón, duro como una perla, en su boca, rodeando la tentadora piedrecita con la lengua. El sonido de su respiración entrecortada, la forma en que pasaba las manos por su pelo, todo lo estimulaba. Lamiendo una última vez la tensa cima rosada, se movió hasta el otro pecho y se lo introdujo profundamente en la boca, se sintió más congestionado aún abajo, y se deleitó sabiendo que ella lo estaba observando.

Mientras se arrodillaba, roció besos por su suave estómago y cogió sus muslos entre sus manos, acariciando hacia arriba. El aliento de ________ se hizo más superficial mientras se agarraba a él, y a él le encantaba ver lo excitada que estaba... «pero hay mucho más por venir, nena. Muchísimo». No tenía pensado volver a apresurarse con ella.

Enganchó los dedos en el delgado elástico de su cintura para bajarle las diminutas braguitas color lavanda hasta los tobillos. Mientras ella se liberaba de ellas, él le levantó la falda hasta descubrir la pequeña parcela de pelo leonado entre sus muslos. Besó la suave piel que había justo encima, haciendo que se estremeciera.

Tras ponerse en pie, se dirigió a la cómoda, de donde agarró una sillita tapizada con tela rosa, y la giró.

—Siéntate. —Ella obedeció la orden y él se volvió a arrodillar ante ella. Le abrió las piernas lo justo para moverse entre ellas y siguió besándole la suave boca, mientras le amasaba los redondos pechos.

Ella pasó sus manos por sus hombros, su espalda, finalmente levantándole la camiseta sobre la cabeza.

—Necesito verte, tu cuerpo. Nunca te he visto.

Ella tenía razón; antes todo había sido desabrochar, apresurarse y seguir adelante.

—No te preocupes, Princesa, verás cada milímetro de mí antes de que acabe la noche. Pero ahora mismo todo se centra en ti. —Arrastró la lengua lentamente por uno de sus tensos pezones, dejando que descansara ahí, mientras usaba las manos para abrirle más las piernas.

Había tenido la intención de provocarla un poco, de ir besándola desde la parte trasera de la rodilla, besarla en todas partes menos en el sitio en que ella más anhelaba. Pero reposar entre sus muslos abiertos no lo ponía de humor para provocar. La miró hambriento a los ojos y dijo:

—Agárrate a la silla. Y no te sueltes.

Sin dudarlo, ella se agarró a las patas traseras de la silla. Entonces, incapaz de esperar otro segundo más, él pasó su lengua por su centro húmedo.

El temblor que sacudió su cuerpo también lo sacudió a él. Intentó recobrar el aliento, aferrarse a su cordura, mientras la lamía de nuevo, y otra vez, llegando pronto arriba, usando los dedos para abrirla más. Arriba, ella gemía y soltaba quejidos, y él se bebió la intensidad de su placer.

—Levanta las piernas —dijo, con su propia voz algo temblorosa entonces, y ________ le dejó colocarla justo como él quería. Él sostuvo la parte posterior de sus muslos levantados, puso tensa la lengua y la apretó contra su húmeda carne, hasta que se deslizó dentro.

—Oh —dijo en voz baja, sobre él.

Él cerró los ojos, empujando la lengua en su humedad, perdiéndose en la sensación.

—Oh. Oh.

Él deslizó la lengua lentamente dentro y fuera de ella hasta que temió que ninguno de los dos podría resistirlo más y, entonces, le bajó suavemente las piernas hasta que sus pies tocaron la alfombra. Le dio un segundo para respirar, se dio a sí mismo un segundo para recuperarse, la miró y susurró:

—Ahora te voy a hacer llegar.

Todavía sujetándose firmemente a la silla, ella sólo suspiró, y Joe se inclinó para lamer delicadamente su rosado centro sensible, que sabía que era el núcleo de su deseo. Su profundo gemido lo hizo pedazos, y la volvió a lamer.

—Sí —susurró ella.

Empujando dos dedos dentro de su tensa calidez, frotó su lengua sobre ella con el mismo ritmo apasionado y lento que la había llevado al éxtasis cada vez que habían estado juntos. Sus gritos se hicieron más fuertes, se movió con más fuerza contra su boca, y él conoció el placer de sentirse totalmente consumido por ella mientras ella gimoteaba:

—¡Oh, cielos, Joe! ¡Oh, cielos! —con su carne convulsionada en rápidos espasmos a su alrededor.

Cuando terminó, él deslizó las manos hasta sus caderas mientras ella jadeaba exhausta y simplemente la observó, dejando que su belleza lo arrastrara como un río. Finalmente, dijo:

—Quiero llevarte a la cama.

Después de quitarle el precioso sujetador y la falda, ella se tumbó desnuda en lo alto de la cama con dosel.

—Ahora tú. Quítate los pantalones.

Él los empujó hacia abajo, junto con su ropa interior, y la dejó mirarlo hasta que se centró en su erección, dura como una roca.

—¿Joe?

Él se tumbó en la cama junto a ella.

-¿Sí?

Ella se mordió el labio.

—No me malinterpretes. Me encantan los juegos preliminares tanto como a cualquier otra chica. Pero te deseo dentro de mí ahora.

Su gruñido provino de las profundidades de su alma.

—Yo también quiero estar dentro de ti —susurró, dán dose cuenta mientras rodaba hasta ella de que aquélla era la primera vez que lo hacían tumbados.

Ella debió de captar una pizca de sonrisa, ya que, en cuanto él se deslizó en su calidez, en cuanto emitió aquel suspiro apasionado de aceptación, dijo:

—¿Qué?

El consiguió sonreír.

—Nada. Simplemente normalmente no soy... el tipo de hmbre al que le va la postura del misionero.

Ella envolvió las piernas alrededor de su espalda y lo atrajo con fuerza hacia ella.

—O tal vez lo sea —rectificó, sin aliento.

Él fue entrando y saliendo lentamente, saboreando cada dulce empuje, y sus relajados besos con lengua lo perdieron tanto en ella que casi se olvidó de su propio nombre. Y también del de ella. Pensó en ello una vez, quiénes eran el uno para el otro, lo que estaban haciendo (porque aquello no era sólo sexo, era más), pero lo apartó de su mente y se centró en su receptivo cuerpo, dejando que su sexy gemido lo llenara.

Después de un rato, se apartó en silencio y la giró, mientras se tumbaba detrás de ella y la penetraba por detrás. Después de algunos empujes suaves, se inclinó cerca de su oreja.

—¿Te gusta, nena?

Su «sí» quejumbroso le alcanzó las entrañas.

Pronto se volvió a perder, empujando más y más fuerte hasta que ella gritó con cada empuje apasionado. Sabía que no podría resistir mucho más, sabía que el cielo estaba a sólo a unos cuantos dulces empujes más, cuando ________ lo sorprendió totalmente. Alargando la mano entre ellos, le cogió las pelotas en la mano y las acercó a ella, tiró de él hasta que estuviera aún más dentro, y lo llevó más allá del límite.

Soltó tacos en voz baja y, entonces, estaba llegando al orgasmo, en ráfagas cegadoras de pasión y luz; se estaba derramando dentro de ella, entregándose a una liberación tan potente que lo vació de todo pensamiento, toda energía.

—Eres tan buena —susurró cerca de su oreja mientras la envolvía y, entonces, el agotamiento se apoderó de él, ni siquiera dándole tiempo a desconectar sus cuerpos antes de que llegara el sueño.

~~~~

Ella lo despertó en mitad de la noche. No podía resistirse. Estaba demasiado asombrada de que estuviera en su cama y la forma en que le había hecho el amor (sabía que Joe nunca lo llamaría así, pero así es como lo había sentido) la había dejado casi temerosa de que hubiera sido un sueño.

Deslizó una mano bajo la colcha y lo acarició suavemente hasta que creció, se endureció... y se despertó.

—Qué... —murmuró, medio dormido.

Ella le dio besos minúsculos por el oscuro vello de su pecho, con la mano envolviéndolo firmemente abajo. Le sorprendió lo cómoda que se sentía tan rápidamente, acariciándolo de forma tan íntima, despertándose a su lado. No era propio de ella, y debería parecerle extraño, fuera de lugar. Pero el hecho de que se hubiera quedado había cambiado todo, de alguna manera.

—Mmm —dijo él.

—Te deseo otra vez —susurró ella en la oscuridad.

—Entonces tómame —dijo en voz baja.

Pronto ella estaba a horcajadas encima de él, moviéndose suavemente. No mucho después, llegaban al orgasmo juntos, fuerte y frenéticamente, y ella se desplomaba sobre su pecho y sentía el cielo de sus brazos ceñirse a su alrededor, justo antes de que el sueño los volviera a capturar.

Joe yacía con las manos detrás de la cabeza, observando el ventilador del techo girar lentamente. Aunque las persianas estaban bajadas, la luz del sol se filtraba por la ventana de media luna.

—Sigues aquí.

Él se movió en la almohada para ver a la preciosa rubia que había a su lado mostrando una sonrisa juguetona. Tenía buen aspecto por la mañana.

—Sí —dijo él.

—¿Ha sido tan malo?

—No tan malo. —No estaba seguro de que hubiera sido inteligente, pero, ciertamente, no había sido malo. De hecho, despertarse y encontrar su cuerpo desnudo junto al suyo bajo las sábanas había sido incluso mejor de lo que esperaba.

—¿Quieres desayunar?

—Ah —dijo él, mientras echaba hacia atrás la cabeza ligeramente—, quedarse tiene extras.

—Eso es. Ahora baja a la cocina y prepáralo.

Él soltó una pequeña carcajada y se acercó a ella, con un gesto automático, imprevisto.

—Trabajé duro para tenerte contenta anoche, mujer, ¿y ahora esperas que yo vaya a preparar el desayuno?

Su voz bajó hasta convertirse en un susurro coqueto, sus caras a sólo milímetros de distancia.

—Yo trabajé bastante duro también... a eso de las tres de la mañana. ¿Te acuerdas?

—Mmm, la verdad es que esa vez hiciste todo el trabajo.

—Me alegro de que estemos de acuerdo —dijo con el mismo tono seguro—. Hay panecillos de canela en la nevera, puedes calentarlos en el microondas, y los vasos de zumo están en el armario que hay junto al fregadero.

Reconociendo su derrota, salió lentamente de la cama. No se molestó en ponerse ropa, ya que la casa estaba lo su ficientemente apartada como para no tener que preocuparse de que lo vieran por la ventana. Y, mientras se movía desnudo por la cocina, se dio cuenta de que la última vez que había hecho algo así por una mujer había sido... nunca. Joe estaba acostumbrado a que las mujeres lo adularan a él. Y la verdad era que la princesa lo adulaba de algunas formas, pero a veces también esperaba cosas a cambio. Quería odiar aquellas expectativas, pero en aquel momento, todo lo que podía hacer era preguntarse cómo demonios había acabado preparándole el desayuno.

Cuando volvió al dormitorio, llevando una bandeja de panecillos y zumo, se encontró a ________ sentada, con la colcha a la cintura.

—Tienes buen aspecto así.

—¿Así, cómo?

—En topless.

Ella se rió.

—Tú también tienes buen aspecto como estás.

—¿Desnudo?

Ella sonrió ampliamente.

—Desnudo y sirviéndome.
Nani Jonas
Nani Jonas


http://misadatacionesnanijonas.blogspot.mx/

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Mensaje por aranzhitha Jue 26 Abr 2012, 6:16 pm

awwwwwww que lindo por fin Joe se quedo y es un amor tan lindo y hermoso ya me lo imagino baba desnudo y sirviendome jajaja
Siguela!!!
aranzhitha
aranzhitha


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Mensaje por berenice_89 Jue 26 Abr 2012, 6:28 pm

FUCK¡¡¡

QUE CAP TAN HOT¡¡¡
berenice_89
berenice_89


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Mensaje por andreita Vie 27 Abr 2012, 2:26 pm

ame el capp

joe se quedo espero sigan asiiii

maraton
andreita
andreita


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Mensaje por aranzhitha Vie 27 Abr 2012, 4:03 pm

siguela!!!!!!!!!!!!!
aranzhitha
aranzhitha


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Mensaje por ☎ Jimena Horan ♥ Vie 27 Abr 2012, 4:16 pm

siguelaaaa!
espero que ahora Joe se quede...
suertuda la rayis que tine a joe que
le lleva el desayuno :D
☎ Jimena Horan ♥
☎ Jimena Horan ♥


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Mensaje por Nani Jonas Sáb 28 Abr 2012, 1:12 pm

Capitulo 27

—Parece que estoy haciendo realidad una fantasía o algo así. —Le dejó la mesa bandeja sobre el regazo y se dirigió al otro lado de la cama.

La expresión de ________ se volvió melancólica.

—En realidad, muchas —dijo en voz baja, y el corazón de Joe latió con más fuerza. Cuando había llevado la rosa y otras insinuaciones de sus fantasías a su relación, lo había hecho intentando sorprenderla y excitarla, pero en aquel momento parecía mucho más agradable hacer justo lo que decía ella, hacer realidad sus fantasías. La sola idea le calentaba la sangre, pero también le recordaba que seguía habiendo entre ellos un enorme secreto.

Tras agarrar un panecillo de canela del plato, usó el dedo para impedir que una gota de glaseado blanco y calíente cayera en la colcha. En un impulso, se inclinó hacia adelante y lo aplicó en su descarado pezón rosado antes de acercarse para lamerlo.

—Mmm, más extras —dijo, mientras un nuevo hilo de deseo se tensaba en su interior.

Ella soltó una risita y suspiró y mientras la miraba a sus preciosos ojos, tuvo que admitid que despertarse con ella era mucho más fácil que dejarla. Por supuesto, ella probablemente pensaba que significaba algo que se quedara, cuando no era así. No podía ser así. Por una parte, era la hija de Henry, y siempre lo sería. Y, por otra parte, Joe simplemente no tenía relaciones con mujeres. Si aquello era lo siguiente en su lista de expectativas, se decepcionaría amargamente.

Sin embargo, a pesar de esos pensamientos, no podía oponerse a que las cosas fueran donde querían, por el momento. Especialmente desde que la había visto bañar un dedo largo y fino en el glaseado de su propio panecillo y pintarse el otro tenso pezón.

—Toma otro extra —casi le ronroneó.

Se le escapó un gruñido mientras se inclinaba para lamerla, dejando que su lengua la rodeara sin prisas hasta que ella soltó un suave gemido.

—¿Cómo te ha sabido eso? —Bajó la barbilla provocativamente.

—Condenadamente bueno —dijo él, mientras se preguntaba cuándo se había convertido la princesa en una guarrilla.

Una sonrisa curiosa se fue adueñando poco a poco de la cara de ________.

—Bueno, Joe, dime, ¿te acuestas con muchas mujeres en el trabajo o sólo conmigo?

¿De dónde había salido aquello?

—¿Por qué?

—Curiosidad.

—Bueno... no puedo decir que nunca haya ocurrido. Pero no es habitual. —Mientras las palabras salían de su boca, se dio cuenta de que habría sido más sencillo mentir y alegar su total inocencia, pero era mejor ser sincero, era mejor recordarle qué tipo de hombre era.

—Y ese condón que llevabas contigo el otro día... lo tenías porque...

—Porque siempre voy con cuidado, como te dije. —Entonces, hizo una mueca—. Antes de ti, quiero decir.

Ella ladeó la cabeza..

—¿Conmigo ha sido la única vez que no has sido precavido?

Él asintió, y se alegró de que ella no fisgoneara para saber el porqué, porque no tenía respuesta.

—Por cierto, ya que hablamos del otro día, en el lavamanos...

—Esperaba —lo interrumpió— que evitáramos mencionar el lavamanos. —Bajó los ojos mientras sus mejillas se coloreaban.

—¿Por qué?

Ella lo miró rápidamente.

—Simplemente... fue la primera vez para mí, eso es todo. Igual que tú no eres un hombre al que le vaya la postura del misionero, yo no soy la clase de chica que lo hace en el lavamanos.

Él dejó que una amplia sonrisa apareciera en su cara lentamente.

—¿Acabas de untarte el pezón para mí, pero ahora vas a hacerte la inocente? —Sintió que un calor curioso le invadía la mirada cuando preguntó—: ¿Cómo responderías a la pregunta de Carolyn? ¿Cuál es el sitio más raro en el que lo has hecho?

Ella sonrió.

—El lavamanos.

—Antes de eso —dijo él, con una sonrisa recriminadora.

Sus mejillas se volvieron a oscurecer.

—Nada demasiado raro, me temo. Carolyn exageraba. En coches, cuando iba a la universidad... en una tienda de campaña, una vez. —Negó con la cabeza—. Eso es prácticamente todo antes del lavamanos. Bastante aburrido, ¿eh?

—No me aburres, créeme. Pero, volviendo al lavamanos... ¿qué estabas haciendo cuando te hiciste daño en el pulgar?

Un cambio brusco de tema, él lo sabía, pero ignoró la mirada inquisitiva de _______ mientras respondía:

—Cortaba unas rosas.

—Y, ¿antes de eso? —Él suponía que, simplemente, quería saberlo, se lo había estado preguntando desde que la conoció...

—Arrancar malas hierbas —dijo riendo—. ¿Por qué?

Él le dedicó una pequeña sonrisa.

—La verdad es que no hay motivo. Sólo me preguntaba si las chicas ricas hacían ese tipo de cosas.

Ella abrió mucho la boca, alegremente, como si le chocara lo que implicaba.

—Joe, que tenga dinero no quiere decir que no sea humana.

—No —dijo él, suavemente—, supongo que no. —Y, mientras estaba sentado mirándola en la cama, se dio cuenta de que quizás aquél había sido su problema todo el tiempo: se había olvidado de que pudiera ser humana bajo todo el dinero, bajo el apellido Ash. Bajo el cuerpo matador y los rizos largos y rubios, era buena y amable y, a veces, la expresión de sus ojos se volvía tan dulce que, a su pesar le daban ganas de besarla. Era así en aquel mismo momento, así que se inclinó, alzó una mano hasta su sedoso cuello y le dio un beso cálido y largo aderezado con canela.

Cuando terminó, ella sonreía.

—Me gustas cuando eres así.

—Así, ¿cómo?

—Cuando me hablas.

Maldita sea. Suponía que había estado hablando. Ni siquiera había pensado en ello, no había mantenido las cosas a ese nivel superficial tan cómodo que solía usar con las mujeres.

—Prefiero besarte —dijo y, después, volvió a inclinar la boca sobre sus labios.

—Nos hemos besado mucho —dijo ella después—. Sólo hemos hablado un poco.

El pecho de Joe se tensó. No se sentía cómodo con la idea de compartir sus pensamientos y sentimientos... y con la hija de Henry, nada menos.

—Yo... no soy muy hablador. —Se deslizó de nuevo en la cama hasta que su cabeza encontró la almohada.

Los ojos de _______ brillaron sobre él.

—A veces lo eres. Si no te lo acabara de decir, podrías haber estado hablando conmigo todo el día.

Él sacudió la cabeza ligeramente. Pero, ¿qué les pasaba a las mujeres con hablar?

—¿Pero de qué tienes tantas ganas de hablar?

—De cualquier cosa. De tu empresa. De tu familia. —Se mordió el labio pensativamente—. Podrías contarme lo que le pasó a Davy.

Él negó con la cabeza y respondió dulcemente.

—No. —Aquélla era una historia que nunca podría contar, a nadie.

—También me acuerdo de él, aunque no tan bien como me acuerdo de ti. Creo que me echó arena en los ojos en uno de los picnics de la empresa y tu madre le gritó.

Joe se rió suavemente; sonaba a como era Davy entonces.

—Era un poco alborotador cuando éramos niños —le dijo—. Es curioso, sigue siendo un niño pequeño, pero ahora nunca haría algo así, nunca le haría daño a nadie. Siempre intenta salvar cosas, siempre lleva a casa animales heridos y vuelve loca a mi hermana.

—¿Tu hermana?

—Elaine. Davy vive con ella.

_______ asintió; pareció recordarla.

—¿Está casada Elaine?

Él negó con la cabeza y, aunque nunca había pensado en ello antes, le pareció triste. Él no era la clase de persona que quería aquel tipo de compromiso, alguien con quien compartir toda su vida, pero a Elaine probablemente le gustara aquello.

—¿Qué tipo de animales ha llevado a casa Davy?

—Tiene habilidad para encontrar pájaros con patas o alas rotas y, un día, hace un año o dos, vio un perro al que le había atropellado un coche en la autopista. Me hizo parar para recogerlo, pero no sabíamos qué hacer con él. Acabamos llevándolo a un veterinario y gastándonos un montón para curarlo. Pero Elaine no quiso quedárselo, así que se lo dimos a una niña de su calle.

________ colocó la bandeja sobre la cama y se puso cómoda junto a Joe.

—Pobre Davy. ¿Quería él quedarse con el perro?

—Sí. Elaine pensaba que no lo cuidaría, pero creo que lo habría hecho. Se le dan bien los animales, se le dan bien un montón de cosas. Y la verdad es que ve cosas.

—¿Qué quieres decir?

Sacudió ligeramente la cabeza, intentando pensar en cómo explicarlo.

—Siempre dice cosas que, si no fuera por él, yo no las advertiría. Nubes o árboles raros, días en los que el océano está picado cuando vamos por la autopista. Le puso nombre a mi empresa.

—¿De verdad?

—Estábamos paseando una noche por Clearwater Beach, viendo cómo los pájaros se zambullían para pescar peces. Yo acababa de dejar de pintar para James Staley para crear mi propia empresa y le pedí a Davy que pensara en un nombre. Así de rápido —chasqueó los dedos—, Davy dijo que debía llamarla Horizon. Dijo que eso mostraría que yo podía hacer que las cosas fueran del color de la puesta de sol. Y yo ni siquiera había mirado la puesta de sol, pero en aquel momento miré, y el cielo era naranja, morado y rosa, y prácticamente brillaba. Nos sentamos en la arena y la observamos, arremolinándose y cambiando mientras el sol se ponía. Así que la llamé Horizon por Davy.

Ella se mordió el labio y, después, se inclinó hacia adelante para darle un beso en la mejilla. Él lo ignoró, girándose ligeramente, pero deslizó el brazo a su alrededor al mismo tiempo. Dios, ¿cuándo lo había engañado para que volviera a hablar?

________ apoyó la cabeza en su pecho, todavía incapaz de creerse que se hubiera quedado y que estuvieran comunicándose, como personas normales, como amantes de verdad y... oh, el sexo. Su deseo despertaba sólo al recordarlo, porque también había cambiado. Aunque a veces había sido tan apasionado y duro como sus relaciones anteriores, la verdad es que había estado más cerca de hacer el amor. Había hecho el amor antes; sabía lo que se sentía, cómo podía ser duro y tierno en el mismo suspiro. Y no sabía por qué ni como, pero las cosas habían cambiado desde el día anterior. Joe tenía alma y le estaba dejando verla, aunque fuera de mala gana.

En aquel momento, sus palabras de la noche anterior le volvieron a la mente. «Agárrate a la silla. Y no te sueltes». Tan parecido a sus mismas palabras, las de su diario. Un escalofrío le recorrió el cuerpo, igual que cuando las había dicho la noche anterior. ¿Coincidencia? Tal vez.
Pero, añadido a todo lo demás... no, no podía creerlo. Y todavía no sabía qué significaba, pero la hacía sentirse más unida a él, como si pudiera confiar en él.

—¿Quieres saber algo? —preguntó ella dulcemente.

—Claro.

—La noche que me llevaste a la playa de Fred Howard, estaba tan oscura y aislada que estaba un poco nerviosa.

—No intentaba ponerte nerviosa. Sólo quería sacarte del mercado de carne que era aquella fiesta.

Ella dejó que la sombra de una sonrisa le cruzara la cara.

—Quizás te esté juzgando mal, Joe, pero me pareces el tipo de hombre que sabría apreciar un buen mercado de carne.

—Los mercados de carne están bien si quieres estar en uno. No parecía que tú quisieras.

Ella bajó los ojos.

—Tengo que admitir que me he pasado mucho tiempo rechazando atención no deseada en fiestas como la de Phil.

—¿Por qué vas?

—A veces es simplemente resultado de... presión de grupo, supongo. —Suspiró—. Carolyn agobiándome, intentando hacer que me sienta aburrida si prefiero quedarme en casa con mi gata en vez de salir y que se me insinúen treinta veces. Pero, a veces, como la otra noche, es algo así como una obligación empresarial. Phil es el socio de mi padre y trabajo con él habitualmente. Y, cuando sé que mi padre y otros peces gordos de Ash van a estar allí, se convierte en algo profesional.

—Princesa —dijo Joe con mordacidad—, aquélla era la reunión menos profesional en la que he estado.

Ella ladeó la cabeza hacia la almohada.

—¿En serio?

Él asintió tajantemente y la hizo sentir un poco tonta.

—Supongo que no tengo mucho con qué compararla. Quiero decir que las reuniones de mi padre siempre son así, así que di por hecho...

—¿Lo son?

—Sí.

—Cariño —dijo él—, puede que mi empresa no sea tan importante como Ash, pero cada año organizo una cena de Navidad para mis chicos y sus familias. Vamos a Leverock, comemos marisco, bebemos cerveza y hablamos de trabajo, del tiempo o de la temporada de fútbol. Es bastante insulsa, pero una noche de fiesta bastante buena. Y nadie se escabulle para tener relaciones sexuales ni nada. En la fiesta de Phil, por otra parte, me encontré con Carolyn saliendo del baño con aquel tipo, Jimmy, y me tropecé con el mismo Phil enrollándose con alguien.

Ella se apoyó sobre un codo.

—¿Jeanne? —No sonaba a que fuera ella. No en una fiesta, y no con lo ocupada que había estado con las obligaciones como anfitriona aquella noche.

Bajo ella, Joe negó con la cabeza.

—No, no era Jeanne. Vi a Jeanne y no era ella.

—Pero... —Ella contuvo la respiración—. Entonces, ¿quién...? —Negó con la cabeza mientras la sorpresa la sacudía—. Espera, eso es imposible. Phil nunca lo haría.

—Phil lo haría —dijo Joe—. Lo hizo. —Entonces, hizo una mueca—. No habría dicho nada, pero no sabía que fuera un secreto. Quiero decir que la puerta estaba abierta.

_______ estaba boquiabierta. Sabía que Phil no era ningún santo, pero...

—¿Estás seguro de que era él? ¿Totalmente seguro?

—Sí.

—No... no me lo puedo creer.

—Mucha gente lo hace.

—Bueno, eso no hace que esté bien —respondió ella, todavía asombrada—. Oh, cielos, pobre Jeanne.

Joe se encogió de hombros.

—Quizás lo sepa.

—No. —Jeanne y ella no eran amigas íntimas, pero se conocían lo suficiente como para saber que Jeanne pensaba que su matrimonio iba bien. ________ se incorporó en la cama, casi fuera de sí por lo que acababa de oír. ¿Qué demonios estaba pensando Phil? ¿Cómo le podía hacer eso a su esposa?
Apretó los puños mientras la sorpresa y la incredulidad se transformaban en rabia.

—Oye —dijo Joe—, olvida que he dicho eso, si te preocupa.

Ella lo miró.

—No lo entiendes. Tengo a Phil por un amigo y pensaba que lo conocía. Pensaba que era buena persona y un buen marido. No sé si puedo olvidarme de esto.

Mientras deslizaba los brazos a su alrededor, Joe la atrajo hacia sí, hablándole al oído con su sexy voz.

—¿Por qué no me dejas intentar alejarlo de tu mente? —Su mano se cerró sobre su pecho y... mmm, para su sorpresa, quizás pudiera llevar su mente a otra parte. Su preocupación siguió intacta, pero el placer la rodeaba lentamente.

—No pienses en nada excepto en ti y en mí, Princesa —le dijo—. Piensa en esto. —La mano que le quedaba libre encontró la suya y la arrastró bajo las sábanas, hasta que descansó entre los muslos de Joe.






Chicas disculpen qe no e podido subirles cap como acostumbro pero esqe en la universidad me encargan muchas tareas y trabajos pero aqi en México tenemos puente hasta el miercoles asi qe les podre subir como antes el unico dia qe no podre subirles es el lunes ok bueno ya no las molesto mas espero disfruten el cap las qiero
Nani Jonas
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Mensaje por berenice_89 Sáb 28 Abr 2012, 1:44 pm

haha el lavamanos mmmm

ese phill maldito
berenice_89
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Mensaje por andreita Sáb 28 Abr 2012, 4:34 pm

no te preosupes estrae esperando el proximoo
andreita
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Mensaje por andreita Sáb 28 Abr 2012, 4:38 pm

me encanta la noveeeeeeeeeeeeeee
andreita
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Mensaje por aranzhitha Sáb 28 Abr 2012, 11:46 pm

aww me encanto Joe es tan lindo
Siguela!!!
aranzhitha
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Mensaje por berenice_89 Dom 29 Abr 2012, 9:51 pm

SIGULEA¡¡¡
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Mensaje por andreita Lun 30 Abr 2012, 3:14 pm

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andreita
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Mensaje por Nani Jonas Mar 01 Mayo 2012, 9:13 am

Capítulo 28


________ pensó que estaba todo lo satisfecha que podía estar una mujer mientras avanzaba rápidamente hacia las oficinas de Ash, con la capota de su coche bajada y el viento azotándole el pelo. Las últimas dieciocho horas parecían algo que podía haber soñado.

Bueno, de acuerdo, si lo hubiera soñado habría cambiado unas cuantas cosas. Joe no era tan cariñoso como sus amantes anteriores. Y no había aquella sensación de saber que a los dos les importaba profundamente, de saber que estaban implicados en algo real y duradero. Pero la verdad era que había conseguido más de lo que podría haber esperado de él. Le había hablado. Y la había abrazado mientras dormían. Y le había mostrado lo dulce que podía ser cuando quería.

Algunas preguntas innegables revoloteaban por su mente. ¿Adonde conduciría aquello? ¿Continuaría? Y, la pregunta inevitable que tenía que ver con su padre: ¿estaba Joe utilizándola por alguna razón? ¿El acostarse con ella le hacía sentir que, de alguna manera, se estaba vengando de Henry?

Pero sacudió la cabeza ante sus dudas. Se había zambullido en aquello de cabeza, conociendo los riesgos, y tenía que enfrentarse a ellos.

Mientras aceleraba para fundirse con el tráfico de la Ruta 19, alargó la mano para encender la radio, dejar que la música la recorriera junto con la cálida brisa, negándose a que nada la deprimiera. Porque, hasta en su falta de perfección, algo en Joe y ella, juntos, sencillamente se sentía... mágico. Quizás realmente hubiera algo cósmico uniéndolos, acercándolos. «Estás volviendo a pensar locuras», se regañó, pero cada día parecía una explicación más plausible para los extraños giros en su corta pero apasionada relación.

Por supuesto, ir a la oficina no la ayudaba a levantarle el ánimo. Porque no iba por negocios y, sin embargo, era algo que sentía que tenía que hacer o no podría vivir consigo misma. Una parte de ella deseaba no conocer la indiscreción de Phil, pero, ahora que lo sabía, no podía dejarla dentro de ella.

—Oooh, miau —dijo Sadie cuando ________ entró por la puerta con su minifalda de piel de leopardo—. Daría el brazo derecho para poder ponerme eso.

_______ se rió.

—Eso es un poco radical, Sadie.

—De acuerdo, daría el brazo derecho para poder ponerme eso y poder tontear con el sexy Joe Jonas.

—¡Calla! —_______ abrió los ojos de par en par—. Baja la voz, ¿quieres?

Sadie sonrió ampliamente.

—Entonces estás tonteando con él. ¿Y es un secreto?

No pensaba que fuera un secreto exactamente, pero no estaba preparada para dejar que su padre supiera que estaba viéndose con el hijo de John Jonas. Podría abrir una caja de Pandora muy antigua que era mejor que siguiera cerrada. Por el momento, al menos.

—Algo así.

Sadie ladeó la cabeza.

—¿Y cómo están las cosas con tu pintor? Pareces mucho más contenta que la última vez que hablamos.

—Las cosas están... mejor. —No pudo esconder su sonrisa.

—Así que, ¿ya no estoy en apuros por habértelo enviado a casa? —bromeó Sadie.

—Estás totalmente perdonada.

—Eso me deja la conciencia tranquila. —La mujer mayor guiñó el ojo y alargó la mano hasta el teléfono—. Bueno, ¿a quién necesitas?

—A Phil. —Pero mientras pronunciaba su nombre, su voz resonó por el vestíbulo.

—Ahí lo tienes. —Sadie volvió a colocar el auricular en la base del teléfono y ________ ya había comenzado a dirigirse hacia el sonido de la voz de Phil cuando Sadie añadió: —Ah, _______. —Cuando ella se giró, los ojos de la otra mujer brillaron con malicia—. Pásatelo bien con ese pintor y dale un beso por mí.

—Pero Sadie —respondió—, sabes que Joe no tiene nada contra Arthur.

Sadie ladeó la cabeza, meditándolo.

—Tienes razón.

_______ se rió mientras se giraba para buscar a Phil, pero su sonrisa de desvaneció cuando recordó la desagradable tarea que tenía entre manos. Se reunió con él en el pasillo, con uno de los supervisores de obra.

—Hola —dijo Phil. Llevaba la ropa informal que solía usar, bermudas y una camisa; iba hecho un pincel.

Ella intentó forzar una sonrisa, pero no lo consiguió.

—Hola, Phil. Craig. —Entonces, se centró en Phil—. ¿Podría verte un minuto?

Extendió los brazos de la forma desenfadada en que solía hacerlo.

—Tengo uno ahora mismo. ¿Qué necesitas?

—A solas.

Él arqueó una ceja.

—¿Me estás haciendo proposiciones deshonestas, nenita? —Siguió con un guiño que, bajo las circunstancias, casi la puso enferma, y Craig se rió con él.

—Ni de lejos —murmuró ella, y esas palabras mataron la sonrisa de Phil.

—Oooh, esto suena serio. —Alargó un brazo en dirección a la puerta de su despacho, a unos pasos—. Después de ti.

Cerró la puerta y se sentó tras su escritorio, entrelazando los dedos ante él. Ella se sentó al otro lado, aunque apenas podía creerse que estuviera allí haciendo aquello.

—¿Qué ocurre? —preguntó él.

—Estás engañando a Jeanne.

Su expresión tranquila nunca cambió, pero dudó durante un segundo de más.

—¿Por qué demonios piensas eso?

—Porque te vi —mintió—. En tu fiesta. Deberías haber cerrado la puerta.

Frente a ella, él soltó un suspiro sufrido mientras se pasaba una mano por el pelo. Volvió a caer perfectamente en su sitio.

—Tienes razón. Debería haberlo hecho. Fui demasiado imprudente.

El corazón de _______ se partió un poco ante la confesión. Quizás había esperado contra todo pronóstico que Joe estuviera equivocado.

—Phil, ¿cómo has podido?

Él la miró.

—No te lo tomes a mal, _______, pero no estoy seguro de que esto sea de tu incumbencia.

—Los considero amigos míos tanto a Jeanne como a ti; ¿cómo puedo hacer que no sea de mi incumbencia? —Se inclinó hacia adelante, con el corazón latiéndole demasiado rápido—. ¿Lo sabe Jeanne?

—Por supuesto que no —dijo él bruscamente—. La mataría.

_______ suspiró, sin saber qué decir.


—¿Por qué lo haces?
El se puso en pie y rodeó el escritorio, hasta acomodarse en la silla con ruedas que había al lado de la de ________. Rodando hasta estar frente a ella, le cogió la mano.

—Tienes un corazón tan bueno y puro, nenita...

—No me vuelvas a llamar así. —Ahora cada vez que lo decía, la hería, haciéndola sentir más como un objeto que como una persona.

Los ojos de Phil se abrieron de par en par, con incredulidad, mientras le soltaba la mano.

—Te estás tomando esto demasiado en serio.

—Es serio. Y ahora mismo me enferma el simple hecho de mirarte. —Se puso en pie, lista para marcharse, casi arrepentida de haber ido.

Phil también se levantó.

—Mira, no es que sea el único hombre del mundo que se desvía un poco del camino.

Aquel comentario le hirvió la sangre.

—Puede que no, pero no sabía que fueras tan baboso como los demás. —Y, por vez primera desde que Joe le había contado lo de Phil aquella mañana, se encontró preguntándose acerca de cada vez que la había tocado o que la había llamado «nenita». Pensaba que compartían una relación inofensiva y con bromas, pero quizás no lo era. Ni siquiera quería pensar en aquel aspecto de la situación, así que finalizó diciendo: —No vuelvas a hacerlo, Phil. —Y se giró para marcharse.

—_______, espera.

Ella se detuvo y miró hacia atrás.

—No se lo vas a decir, ¿verdad?

Ella negó con la cabeza.

—No por ahora, al menos. Pero piensa en tu matrimonio y, si significa algo para ti, empieza a respetarlo.

La conversación con Phil la dejó temblando mientras giraba hacia el Macauto para recoger la comida que le había prometido a Joe. Aún no podía creer que aquél fuera Phil, el mismo hombre que conocía y con el que había trabajado desde hacía seis años. Tampoco podía creer que se hubiera enfrentado a él de aquella forma tan osada (no era su estilo), pero se alegraba de haberlo hecho. No sentía que el encuentro hubiera sido un éxito, pero esperaba que al menos le hiciera volver a evaluar sus actos.

Volvió a la casa y se encontró a Joe haciendo muchos progresos con la pintura. Insistió en comerse su Big Mac con patatas mientras trabajaba, ya que decía que estaba en racha y no quería parar. Aunque sí que se tomó su tiempo para hablar de un nuevo color para la pintura de las cornisas mientras pintaba, diciéndole que terminaría la capa base aquella tarde y empezaría con ellas al día siguiente.

Mientras se retiraba para dejar que Joe se concentrara, deseó que su día hubiera sido tan productivo como el de él, y decidió trabajar un poco para no atrasarse también. Tras dirigirse a su oficina, escarbó entre las facturas de aquella semana; pero, sinceramente, todavía le costaba concentrarse. Su mente giraba con recuerdos de su noche con él y con la duradera sorpresa de descubrir que Phil engañaba a Jeanne. De repente, nada en su mundo parecía igual que ayer.

A última hora de aquella tarde, mientras seguía intentando hacer algo, llamaron a la puerta trasera y, mientras bajaba las escaleras, oyó la voz de Joe.

—¿_______?

Tras cruzar la sala de estar, se lo encontró apoyado en una de las puertas francesas; ella había dejado de cerrarlas con llave cuando él se encontraba allí. Como siempre, sólo verlo hizo que el corazón le hormigueara.

—Hola.

—Aquí tienes ese color. —Entró, sosteniendo una muestra de pintura—. Se llama muñeca china.

Ella le echó un vistazo a la cartulina que tenía entre los dedos y dijo:

—Es perfecta. Gracias por escogerla por mí.

Joe simplemente se encogió de hombros.

—Es mi trabajo, Princesa. Y me estoy preparando para irme, así que te veré mañana.

Ella se mordió el labio, en respuesta al persistente vuelco de su corazón. No podía dejar que se marchara sin preguntarle...

—Joe, tengo que saberlo... cuando vuelvas mañana, ¿cómo serán las cosas?

Él la miró a los ojos y bajó la barbilla.

—¿Te refieres a si será como antes? ¿Si vendré a pintarte la casa y levantarte la falda?

Ella asintió.

Su duda fue breve, pero obvia, antes de decir dulcemente «no» y besarla en la frente.

Sin embargo, un nudo de preocupación seguía apretándole el estómago, y Joe debió de vérselo en la cara, porque añadió:

—Confía en mí.

Ya se lo había pedido antes y, de nuevo, las palabras la hicieron creer en él. No era que pensara que Joe Jonas fuera el hombre más sincero del mundo, ni el más de fiar, pero no pensaba que la mintiera. Y, después de la noche pasada y de aquella mañana, pensaba que, por fin, quizás tuviera lo que había anhelado con él... una conexión auténtica.
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Mensaje por aranzhitha Mar 01 Mayo 2012, 9:28 am

aww me encanto el capi
Maldito Phill es un descarado, infiel que no le interesa su matrimonio
Sigula!!
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