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"El Diario Rojo" - Joe y tu Terminada
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: "El Diario Rojo" - Joe y tu Terminada
Que tiene Joe en la cabeza!!
es que no puede escapar de lo que siente por la rayis aunque lo intente1
y eso de dejar ala rayis que nosele haga costumbre :risa:
siguelaaaaa! :D
es que no puede escapar de lo que siente por la rayis aunque lo intente1
y eso de dejar ala rayis que nosele haga costumbre :risa:
siguelaaaaa! :D
☎ Jimena Horan ♥
Re: "El Diario Rojo" - Joe y tu Terminada
uuuusssssssshhhhhhh ese joe es un patan...lo odio (pff no es cierto)..pero eso no se haceeeee
sigue y no nos abandones :(
sigue y no nos abandones :(
Julieta♥
Re: "El Diario Rojo" - Joe y tu Terminada
ahh Joe que patan eres en serio, pobre rayita
Siguela pronto!!
Siguela pronto!!
aranzhitha
Re: "El Diario Rojo" - Joe y tu Terminada
Capítulo 23
Joe revisó el armario de la habitación vacía, en busca de tonos de azul. Encontró nube azul celeste, hielo aqua, azul Jamaica, lago Habana, aciano y noche de verano. Faltaban horas hasta la puesta de sol y la luz natural que entraba en cascada por las ventanas, que llegaban del suelo al techo, no podía compararse con nada artificial. Además, las vistas del océano le inspiraron mientras se giraba hacia el lienzo en blanco apoyado en un caballete antiguo.
Elaine le había regalado los lienzos por Navidad hacía años, cuando ambos estaban en el instituto. Aunque nunca los había usado, era el tipo de cosas que guardaban; nunca tiraban nada a lo que pudieran encontrarle un uso algún día, aunque no tuvieran ni idea de qué uso podría ser.
Tras bañar un pincel en la mancha de azul Jamaica de su paleta, comenzó con atrevidas pinceladas que dieron vida instantáneamente al lienzo en blanco y le hicieron sentir un estremecimiento viejo y conocido por las venas. Y aquel estremecimiento tendría que ser suficiente; no pensaba volver a acostarse con ________ Ash.
Acabaría el trabajo en su casa y eso era todo. Volvería a ser el pintor de su casa y nada más, como ella había querido, y descargaría sus frustraciones con el pincel y el lienzo cuando volviera a casa por la noche.
No podía permitirse estar cerca de ella por más tiempo, porque hacía que quisiera quedarse cerca de ella. No le había gustado herirla ese mismo día, no le había gustado ver el dolor en sus ojos cuando se había marchado, no le había gustado el dolor que él mismo había sentido. Pero quedarse era imposible. La historia de sus familias era un obstáculo entre ellos y, como antes, lo había apartado.
La había seducido una vez para demostrar su valía y, sí, quizás hasta para herirla. Pero dos veces... bueno, lo que había pasado aquella tarde no estaba planeado. Simplemente había sucedido en la tenue iluminación del cuartito, el resultado de todas aquellas caricias íntimas implicadas en curarle la herida. La había mirado en el espejo y la sangre se le había arremolinado en la entrepierna. Después de eso, ya no había pensado, sólo actuado, sólo había hecho lo que su cuerpo le decía y pronto se perdió en ella. «Quiero sentirte, como la otra vez. Quiero sentirlo cuando llegues dentro de mí». Joe detuvo el pincel mientras sus palabras volvían a inundarle, mientras le hormigueaba el cuerpo ante el cálido recuerdo.
«Pero no puedes tener más de eso. No importa cuan cálido, no importa cuan agradable. Limítate a pintar, la única cosa en la que eres bueno. Píntale la casa, pinta el océano, pinta lo que haga falta para quitártela de la cabeza».
Y aquello era lo que pretendía hacer. Se acabó hacer el tonto con la Princesa de Ash Builders. En algún punto del camino, había difuminado los márgenes de su resentimiento, pero nada real podría existir jamás entre ellos. Ahora sólo quería mirar hacia otro lado, sólo quería volver a la vida que se había forjado a pesar de Henry Ash y antes de _______ Ash.
Tras agarrar otro pincel, mezcló lago Habana con las pinceladas azul celeste que ya se extendían por el espacio en blanco. Y pensó en la fantasía del océano de ________, y se arrepintió de no haberla besado entre los muslos cuando había tenido la oportunidad.
~~~~
_______ avanzó a lo largo del día siguiente como en una neblina. Hizo recados (al banco, la oficina, la tintorería) y trabajó diligentemente en un análisis de gastos que vencía a final de mes. Se mantuvo ocupada en momentos en los que normalmente habría bajado el ritmo o se habría tomado un descanso, en un intento desesperado por no pensar en lo que había pasado en su cuarto de baño el día anterior.
En aquel momento, mientras miraba al horno para comprobar la pequeña cazuela de lasaña que había metido para cenar, le costaba mantener la mente ocupada en otra cosa. O quizás no lo había logrado en absoluto. Se había mantenido ocupada, pero, ¿no había estado Joe, y los recuerdos de sus manos, su cuerpo, coqueteando al borde de su mente y su corazón todo el día, de todas formas?
El intenso placer durante los felices momentos de su unión la habían hecho olvidar el dolor que vendría después. Y había llegado; Dios, había llegado. El podría haber dicho que todo lo que podía darle era sexo ocasional, pero no había sido ocasional para ella. De hecho, había sido la gratificación sexual más profunda que había experimentado jamás con un hombre, y hacía que... él le importara. Que lo necesitara. No sólo durante aquellos minutos, sino en su vida, de alguna forma que importara, que perdurara, que contara para algo. Aquello le sonaba como una locura, teniendo en cuenta lo poco que lo conocía en realidad, pero eso no impedía que las emociones fluyeran por su interior.
Al menos la primera vez había sentido que era el centro de atención para él durante un rato. Y le había llevado una rosa (la rosa) y, a pesar de lo repentino que había sido y de la forma brusca en que se había marchado, había algo en ello que podía denominar romántico. Pero el día anterior la había hecho sentir como algo de usar y tirar cuando hubiera acabado. De nuevo se preguntó con cuántas mujeres había tenido relaciones de quince minutos mientras trabajaba. Entonces recordó que solía pintar obra nueva, pero a veces seguía habiendo mujeres alrededor, ¿no? De repente se preguntó si se habría acostado con Karen o Melody, las guapas comerciales de Ash que a menudo hacían visitas a las obras con clientes durante la fase de pintado. Pensó en las innumerables agentes inmobiliarias que vigilaban los pisos en construcción para despertar un interés temprano en los compradores.
—Maldita sea —dijo, mientras golpeaba las baldosas de cerámica con el pie. ¿Qué diferencia suponía con quién se acostara Joe? Sabía que ella era una de muchas, sólo una mujer sin nombre y sin rostro en la multitud.
Pero no, no podía creer aquello. No, cuando recordaba la forma en que él la miraba. Entonces la veía, veía su alma real y verdaderamente; lo sabía. Y estaba la rosa de su fantasía; ¿cómo se podía explicar aquello? Y las respuestas que le había dado cuando habían hablado, del caballo, del océano... ¿cómo podía descartarlas como algo que no importara? Siempre estaban en lo más profundo de su mente, añadiendo una pizca de fuerza a su delicada conexión.
Hasta había añadido otra fantasía a su diario sexual. Había comenzado como un intento por escribir algo que no tuviera nada que ver con él, algo que tuviera lugar lejos, en un mundo totalmente diferente. Se mordió el labio y miró distraídamente por la ventana de la cocina, intentando recordar las palabras que había usado para intentar transportarse fuera de su situación con Joe.
Nado en una laguna, en una solitaria isla polinesia. En aguas poco profundas, me acerco a un banco exuberante alineado con grandes rocas y cubierto de frondosa vegetación. Tras apoyar la espalda contra los pedruscos, cierro los ojos y me relajo en el sombreado escondite.
Cuando una caricia suave como una mariposa me sube rozando por el hombro hasta el cuello, sé que debería alarmarme, pero no lo hago; sé de forma innata que la caricia proviene de un hombre con la intención de hacerme suya, y el aislamiento de la isla me ha infundido una libertad extraña y grata.
Miro por encima del hombro para ver a un chico isleño muy bronceado, que alarga las manos para desatar el top de mi traje de baño, detrás de mi cuello. Cuando el top cae, dejándome los pechos desnudos, el sol se abre paso entre los árboles para calentarlos. El se acerca desde detrás para acariciarlos con manos ásperas por el trabajo mientras me besa el cuello; lo duro y lo suave de sus afectos se encuentran en el centro para crear un placer delicioso.
Para cuando se zambulle en el agua y sale a la superficie, muestra una expresión animal, lo que me vuelve a recordar que tomará lo que quiera, y estoy más que dispuesta a entregarlo.
Tras moverse hasta donde yo espero en las rocas, coloca las manos una en cada hombro y se inclina para succionar primero un pecho y, después, el otro, con una urgencia brusca. El sol calienta más, brillando más intensamente mientras él se aprovecha bruscamente de mi carne. Cuanto más fuertemente succiona, más calor cae desde arriba.
Bajo el agua, tira del nudo que hay en mi cadera hasta que la parte inferior de mi bikini también cae y, sin vacilar, empuja dos dedos dentro de mí, moviéndolos dentro y fuera, dentro y fuera, mientras tira de mi pecho con la boca y yo me estiro bajo el resplandor ardiente del sol, que armoniza con el calor que hay en mi interior en ese momento.
Sin avisar, hunde su excitación entre mis piernas, igual de dura que todo lo demás en su forma de hacer el amor, pero su comportamiento indómito también saca el animal en mí, haciéndome gemir, ronronear y gritar con cada empuje.
Con más y más dureza, empuja su erección en mi cuerpo, que lo acoge de buen grado. Extiendo los brazos y me agarro a las rocas que hay a cada lado para af errarme a la vida mientras él me entrega su brutal cariño. El sol abrasador brilla con más calor a cada duro empuje que recibo, hasta que me pierdo en ambos tipos de calor, con los ojos cerrados y mi cuerpo respondiendo ante mi amante isleño. Y, en el mismo instante en que dejo de pensar y me permito sólo sentir, experimentar, un salvaje climax planea en mi interior, haciéndome gritar, agarrarme a sus hombros, aferrarme a él, fuertemente, fuertemente... y, entonces, él también llega al orgasmo, con sus últimos empujes igual de fuertes, pero más lentos ya, y sé que siente cada uno de una forma tan completa como yo.
Nos quedamos así, abrazándonos en el agua y, cuando abro los ojos, esperando encontrar el brillo terrible del sol sobre nuestras cabezas, veo que no, que permanecemos bañados en la sombra del denso follaje, y el sol no se ve por ninguna parte.
Por supuesto, incluso antes de acabar de escribir, supo que su amante en realidad no era un chico isleño muy bronceado, sino un hombre de Florida muy bronceado que no se aferraba a ella cuando se acababa, que sólo la dejaba sola y anhelante. Dios, pensaba que podría escapar de él con una fantasía, pero, igual que la última que había escrito, trataba por completo de Joe. Suspiró, impregnada con el mismo sentimiento de decepción que había sentido al acabar la entrada y darse cuenta de que sólo había perpetuado aquello que esperaba aplastar. Era inútil.
Joe revisó el armario de la habitación vacía, en busca de tonos de azul. Encontró nube azul celeste, hielo aqua, azul Jamaica, lago Habana, aciano y noche de verano. Faltaban horas hasta la puesta de sol y la luz natural que entraba en cascada por las ventanas, que llegaban del suelo al techo, no podía compararse con nada artificial. Además, las vistas del océano le inspiraron mientras se giraba hacia el lienzo en blanco apoyado en un caballete antiguo.
Elaine le había regalado los lienzos por Navidad hacía años, cuando ambos estaban en el instituto. Aunque nunca los había usado, era el tipo de cosas que guardaban; nunca tiraban nada a lo que pudieran encontrarle un uso algún día, aunque no tuvieran ni idea de qué uso podría ser.
Tras bañar un pincel en la mancha de azul Jamaica de su paleta, comenzó con atrevidas pinceladas que dieron vida instantáneamente al lienzo en blanco y le hicieron sentir un estremecimiento viejo y conocido por las venas. Y aquel estremecimiento tendría que ser suficiente; no pensaba volver a acostarse con ________ Ash.
Acabaría el trabajo en su casa y eso era todo. Volvería a ser el pintor de su casa y nada más, como ella había querido, y descargaría sus frustraciones con el pincel y el lienzo cuando volviera a casa por la noche.
No podía permitirse estar cerca de ella por más tiempo, porque hacía que quisiera quedarse cerca de ella. No le había gustado herirla ese mismo día, no le había gustado ver el dolor en sus ojos cuando se había marchado, no le había gustado el dolor que él mismo había sentido. Pero quedarse era imposible. La historia de sus familias era un obstáculo entre ellos y, como antes, lo había apartado.
La había seducido una vez para demostrar su valía y, sí, quizás hasta para herirla. Pero dos veces... bueno, lo que había pasado aquella tarde no estaba planeado. Simplemente había sucedido en la tenue iluminación del cuartito, el resultado de todas aquellas caricias íntimas implicadas en curarle la herida. La había mirado en el espejo y la sangre se le había arremolinado en la entrepierna. Después de eso, ya no había pensado, sólo actuado, sólo había hecho lo que su cuerpo le decía y pronto se perdió en ella. «Quiero sentirte, como la otra vez. Quiero sentirlo cuando llegues dentro de mí». Joe detuvo el pincel mientras sus palabras volvían a inundarle, mientras le hormigueaba el cuerpo ante el cálido recuerdo.
«Pero no puedes tener más de eso. No importa cuan cálido, no importa cuan agradable. Limítate a pintar, la única cosa en la que eres bueno. Píntale la casa, pinta el océano, pinta lo que haga falta para quitártela de la cabeza».
Y aquello era lo que pretendía hacer. Se acabó hacer el tonto con la Princesa de Ash Builders. En algún punto del camino, había difuminado los márgenes de su resentimiento, pero nada real podría existir jamás entre ellos. Ahora sólo quería mirar hacia otro lado, sólo quería volver a la vida que se había forjado a pesar de Henry Ash y antes de _______ Ash.
Tras agarrar otro pincel, mezcló lago Habana con las pinceladas azul celeste que ya se extendían por el espacio en blanco. Y pensó en la fantasía del océano de ________, y se arrepintió de no haberla besado entre los muslos cuando había tenido la oportunidad.
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_______ avanzó a lo largo del día siguiente como en una neblina. Hizo recados (al banco, la oficina, la tintorería) y trabajó diligentemente en un análisis de gastos que vencía a final de mes. Se mantuvo ocupada en momentos en los que normalmente habría bajado el ritmo o se habría tomado un descanso, en un intento desesperado por no pensar en lo que había pasado en su cuarto de baño el día anterior.
En aquel momento, mientras miraba al horno para comprobar la pequeña cazuela de lasaña que había metido para cenar, le costaba mantener la mente ocupada en otra cosa. O quizás no lo había logrado en absoluto. Se había mantenido ocupada, pero, ¿no había estado Joe, y los recuerdos de sus manos, su cuerpo, coqueteando al borde de su mente y su corazón todo el día, de todas formas?
El intenso placer durante los felices momentos de su unión la habían hecho olvidar el dolor que vendría después. Y había llegado; Dios, había llegado. El podría haber dicho que todo lo que podía darle era sexo ocasional, pero no había sido ocasional para ella. De hecho, había sido la gratificación sexual más profunda que había experimentado jamás con un hombre, y hacía que... él le importara. Que lo necesitara. No sólo durante aquellos minutos, sino en su vida, de alguna forma que importara, que perdurara, que contara para algo. Aquello le sonaba como una locura, teniendo en cuenta lo poco que lo conocía en realidad, pero eso no impedía que las emociones fluyeran por su interior.
Al menos la primera vez había sentido que era el centro de atención para él durante un rato. Y le había llevado una rosa (la rosa) y, a pesar de lo repentino que había sido y de la forma brusca en que se había marchado, había algo en ello que podía denominar romántico. Pero el día anterior la había hecho sentir como algo de usar y tirar cuando hubiera acabado. De nuevo se preguntó con cuántas mujeres había tenido relaciones de quince minutos mientras trabajaba. Entonces recordó que solía pintar obra nueva, pero a veces seguía habiendo mujeres alrededor, ¿no? De repente se preguntó si se habría acostado con Karen o Melody, las guapas comerciales de Ash que a menudo hacían visitas a las obras con clientes durante la fase de pintado. Pensó en las innumerables agentes inmobiliarias que vigilaban los pisos en construcción para despertar un interés temprano en los compradores.
—Maldita sea —dijo, mientras golpeaba las baldosas de cerámica con el pie. ¿Qué diferencia suponía con quién se acostara Joe? Sabía que ella era una de muchas, sólo una mujer sin nombre y sin rostro en la multitud.
Pero no, no podía creer aquello. No, cuando recordaba la forma en que él la miraba. Entonces la veía, veía su alma real y verdaderamente; lo sabía. Y estaba la rosa de su fantasía; ¿cómo se podía explicar aquello? Y las respuestas que le había dado cuando habían hablado, del caballo, del océano... ¿cómo podía descartarlas como algo que no importara? Siempre estaban en lo más profundo de su mente, añadiendo una pizca de fuerza a su delicada conexión.
Hasta había añadido otra fantasía a su diario sexual. Había comenzado como un intento por escribir algo que no tuviera nada que ver con él, algo que tuviera lugar lejos, en un mundo totalmente diferente. Se mordió el labio y miró distraídamente por la ventana de la cocina, intentando recordar las palabras que había usado para intentar transportarse fuera de su situación con Joe.
Nado en una laguna, en una solitaria isla polinesia. En aguas poco profundas, me acerco a un banco exuberante alineado con grandes rocas y cubierto de frondosa vegetación. Tras apoyar la espalda contra los pedruscos, cierro los ojos y me relajo en el sombreado escondite.
Cuando una caricia suave como una mariposa me sube rozando por el hombro hasta el cuello, sé que debería alarmarme, pero no lo hago; sé de forma innata que la caricia proviene de un hombre con la intención de hacerme suya, y el aislamiento de la isla me ha infundido una libertad extraña y grata.
Miro por encima del hombro para ver a un chico isleño muy bronceado, que alarga las manos para desatar el top de mi traje de baño, detrás de mi cuello. Cuando el top cae, dejándome los pechos desnudos, el sol se abre paso entre los árboles para calentarlos. El se acerca desde detrás para acariciarlos con manos ásperas por el trabajo mientras me besa el cuello; lo duro y lo suave de sus afectos se encuentran en el centro para crear un placer delicioso.
Para cuando se zambulle en el agua y sale a la superficie, muestra una expresión animal, lo que me vuelve a recordar que tomará lo que quiera, y estoy más que dispuesta a entregarlo.
Tras moverse hasta donde yo espero en las rocas, coloca las manos una en cada hombro y se inclina para succionar primero un pecho y, después, el otro, con una urgencia brusca. El sol calienta más, brillando más intensamente mientras él se aprovecha bruscamente de mi carne. Cuanto más fuertemente succiona, más calor cae desde arriba.
Bajo el agua, tira del nudo que hay en mi cadera hasta que la parte inferior de mi bikini también cae y, sin vacilar, empuja dos dedos dentro de mí, moviéndolos dentro y fuera, dentro y fuera, mientras tira de mi pecho con la boca y yo me estiro bajo el resplandor ardiente del sol, que armoniza con el calor que hay en mi interior en ese momento.
Sin avisar, hunde su excitación entre mis piernas, igual de dura que todo lo demás en su forma de hacer el amor, pero su comportamiento indómito también saca el animal en mí, haciéndome gemir, ronronear y gritar con cada empuje.
Con más y más dureza, empuja su erección en mi cuerpo, que lo acoge de buen grado. Extiendo los brazos y me agarro a las rocas que hay a cada lado para af errarme a la vida mientras él me entrega su brutal cariño. El sol abrasador brilla con más calor a cada duro empuje que recibo, hasta que me pierdo en ambos tipos de calor, con los ojos cerrados y mi cuerpo respondiendo ante mi amante isleño. Y, en el mismo instante en que dejo de pensar y me permito sólo sentir, experimentar, un salvaje climax planea en mi interior, haciéndome gritar, agarrarme a sus hombros, aferrarme a él, fuertemente, fuertemente... y, entonces, él también llega al orgasmo, con sus últimos empujes igual de fuertes, pero más lentos ya, y sé que siente cada uno de una forma tan completa como yo.
Nos quedamos así, abrazándonos en el agua y, cuando abro los ojos, esperando encontrar el brillo terrible del sol sobre nuestras cabezas, veo que no, que permanecemos bañados en la sombra del denso follaje, y el sol no se ve por ninguna parte.
Por supuesto, incluso antes de acabar de escribir, supo que su amante en realidad no era un chico isleño muy bronceado, sino un hombre de Florida muy bronceado que no se aferraba a ella cuando se acababa, que sólo la dejaba sola y anhelante. Dios, pensaba que podría escapar de él con una fantasía, pero, igual que la última que había escrito, trataba por completo de Joe. Suspiró, impregnada con el mismo sentimiento de decepción que había sentido al acabar la entrada y darse cuenta de que sólo había perpetuado aquello que esperaba aplastar. Era inútil.
Nani Jonas
Re: "El Diario Rojo" - Joe y tu Terminada
Julieta escribió:uuuusssssssshhhhhhh ese joe es un patan...lo odio (pff no es cierto)..pero eso no se haceeeee
sigue y no nos abandones :(
no te preocupes yo jamas las abandonaria si no subi en dos dias fue porqe estaba ocupada con toda la tarea qe me encargan en la universidad
Nani Jonas
Re: "El Diario Rojo" - Joe y tu Terminada
Siguelaaaa!
joe se dara cuenta de que no puede
vivir sin la rayis! :D
joe se dara cuenta de que no puede
vivir sin la rayis! :D
☎ Jimena Horan ♥
Re: "El Diario Rojo" - Joe y tu Terminada
Nani Jonas escribió:Julieta escribió:uuuusssssssshhhhhhh ese joe es un patan...lo odio (pff no es cierto)..pero eso no se haceeeee
sigue y no nos abandones :(
no te preocupes yo jamas las abandonaria si no subi en dos dias fue porqe estaba ocupada con toda la tarea qe me encargan en la universidad
ushhh si te entiendo la universidad deja aveces unos trabajos todos tontos ..... y gracias por siempre estar subiendo los caps!!! :D
Julieta♥
Re: "El Diario Rojo" - Joe y tu Terminada
Capitulo 24
En aquel momento, oyó el sonido familiar de una escalera que se movía fuera. «Vete a casa, Joe». Ya eran las seis pasadas, quedaba lejos la hora de dejar de trabajar, pero seguía ahí fuera, pintando. Se habían evitado durante todo el día, lo que a ella le iba bien, pero, cuanto más se quedara, menos formas encontraba para mantenerse ocupada y más quería casi... salir, decirle algo, buscar alguna forma de empezar una conversación.
«Desesperada», pensó, mientras ponía los ojos en blanco. «Te estás comportando como una colegiala desesperada que intenta conseguir una cita para el baile de fin de curso».
Pero, en realidad, era peor que eso. «Eres una mujer desesperada que intenta exprimir aunque sea una pizca de cariño de un hombre con el que ya te has acostado dos veces, con emoción cero por su parte. Estás buscando frenéticamente una parte de él que probablemente no existe». Triste, pero cierto. ¿Cómo le había pasado aquello? Y, ¿cuándo captaría el mensaje? Le había dicho sin ningún tipo de rodeos que no significaba nada, ¿por qué no podía aceptarlo, agachar la cabeza por la vergüenza y pasar página?
Porque él estaba fuera, tan cerca de ella.
Y porque todavía lo deseaba, todavía creía que había más en él.
_______ soltó un fuerte suspiro ante la confesión, pero era cierto. Su cuerpo hormigueaba de expectación nerviosa y se dio cuenta de que, después de todo, después del día anterior, estaba pensando en serio en salir a hablar con él.
~~~~
Joe observó desde la escalera de mano mientras _______ se contoneaba a través del patio hacia la piscina, llevando una faldita blanca y un top floreado elástico que se ceñía a sus curvas. Sus pies estaban descalzos. Maldita sea, la chica era sexy hasta sin proponérselo. Pero no la había visto en todo el día, había pensado en ella lo menos posible y hasta se había resistido a escabullirse dentro a por otra dosis de sus fantasías cuando oyó que abría la puerta del garaje aquella mañana. Así que parecía un mal momento para comenzar a dejar que invadiera su mente, ahora que casi había durado todo el día.
Por supuesto, había sido un día largo. Y tenía pensado seguir una hora o dos más antes de dejarlo. Había perdido un par de horas el lunes cuando había llevado a Davy al puerto deportivo y había perdido un par más la tarde anterior, al salir volando de allí como un murciélago salido del infierno después de que lo hicieran en el lavamanos. La ráfaga de recuerdos hizo que no apartara los ojos de ella.
Se puso en cuclillas al lado de la piscina y alargó la mano hasta el agua, comprobando el termómetro y casi enseñándole el culo a Joe en el proceso, aunque él no creía que lo supiera. Él continuó trabajando, pero vio por el rabillo del ojo cómo ella se fue paseando hasta la parte de atrás del jardín para comprobar los comederos de pájaro, que él sabía que había llenado el día anterior. La chica tenía algo serio con los pájaros.
Un minuto después, volvió caminando hacia la casa. Él se esforzó por no mirarla, ni siquiera cuando ella dijo, desde cierta distancia:
—¿Trabajas hasta tarde?
—Voy un poco atrasado. —Él supuso que ambos sabían por qué.
—Ah —respondió ella y, después, se dirigió a la puerta.
—¿Qué tal el pulgar? —Maldición, ¿acababa de decir eso?
Ella se detuvo para mirarlo.
—Mejor. —Después, se giró para irse y, casi había alcanzado las puertas francesas cuando se detuvo de nuevo, mirando por encima del hombro.
—Bueno, ¿hasta qué hora tienes pensado trabajar?
Él se encogió de hombros desde lo alto de la escalera.
—Otra hora. Tal vez dos.
—¿Vas a cenar?
Él negó con la cabeza.
—No tengo tiempo. Tengo que trabajar.
Ella cambió el peso de un pie al otro, dudando.
—Tengo una cazuela de lasaña en el horno. Por si quieres un poco.
Las palabras lo sacudieron. No se podía creer que lo invitara a cenar con ella después de lo del día anterior, y no sabía qué pensar. Su pecho se tensó mientras buscaba una respuesta, hasta que finalmente se oyó decir:
—De acuerdo.
Ella asintió levemente, con una expresión sorprendentemente vacía de emoción.
—Estará lista en un cuarto de hora. Dejaré la puerta de atrás abierta.
Él la observó mientras entraba y, después, tragó saliva con fuerza. ¿Pero qué demonios estaba haciendo?
«Vas a cenar con ella, Joe. Eso es todo».
Disculpen la tardanza chicas
En aquel momento, oyó el sonido familiar de una escalera que se movía fuera. «Vete a casa, Joe». Ya eran las seis pasadas, quedaba lejos la hora de dejar de trabajar, pero seguía ahí fuera, pintando. Se habían evitado durante todo el día, lo que a ella le iba bien, pero, cuanto más se quedara, menos formas encontraba para mantenerse ocupada y más quería casi... salir, decirle algo, buscar alguna forma de empezar una conversación.
«Desesperada», pensó, mientras ponía los ojos en blanco. «Te estás comportando como una colegiala desesperada que intenta conseguir una cita para el baile de fin de curso».
Pero, en realidad, era peor que eso. «Eres una mujer desesperada que intenta exprimir aunque sea una pizca de cariño de un hombre con el que ya te has acostado dos veces, con emoción cero por su parte. Estás buscando frenéticamente una parte de él que probablemente no existe». Triste, pero cierto. ¿Cómo le había pasado aquello? Y, ¿cuándo captaría el mensaje? Le había dicho sin ningún tipo de rodeos que no significaba nada, ¿por qué no podía aceptarlo, agachar la cabeza por la vergüenza y pasar página?
Porque él estaba fuera, tan cerca de ella.
Y porque todavía lo deseaba, todavía creía que había más en él.
_______ soltó un fuerte suspiro ante la confesión, pero era cierto. Su cuerpo hormigueaba de expectación nerviosa y se dio cuenta de que, después de todo, después del día anterior, estaba pensando en serio en salir a hablar con él.
~~~~
Joe observó desde la escalera de mano mientras _______ se contoneaba a través del patio hacia la piscina, llevando una faldita blanca y un top floreado elástico que se ceñía a sus curvas. Sus pies estaban descalzos. Maldita sea, la chica era sexy hasta sin proponérselo. Pero no la había visto en todo el día, había pensado en ella lo menos posible y hasta se había resistido a escabullirse dentro a por otra dosis de sus fantasías cuando oyó que abría la puerta del garaje aquella mañana. Así que parecía un mal momento para comenzar a dejar que invadiera su mente, ahora que casi había durado todo el día.
Por supuesto, había sido un día largo. Y tenía pensado seguir una hora o dos más antes de dejarlo. Había perdido un par de horas el lunes cuando había llevado a Davy al puerto deportivo y había perdido un par más la tarde anterior, al salir volando de allí como un murciélago salido del infierno después de que lo hicieran en el lavamanos. La ráfaga de recuerdos hizo que no apartara los ojos de ella.
Se puso en cuclillas al lado de la piscina y alargó la mano hasta el agua, comprobando el termómetro y casi enseñándole el culo a Joe en el proceso, aunque él no creía que lo supiera. Él continuó trabajando, pero vio por el rabillo del ojo cómo ella se fue paseando hasta la parte de atrás del jardín para comprobar los comederos de pájaro, que él sabía que había llenado el día anterior. La chica tenía algo serio con los pájaros.
Un minuto después, volvió caminando hacia la casa. Él se esforzó por no mirarla, ni siquiera cuando ella dijo, desde cierta distancia:
—¿Trabajas hasta tarde?
—Voy un poco atrasado. —Él supuso que ambos sabían por qué.
—Ah —respondió ella y, después, se dirigió a la puerta.
—¿Qué tal el pulgar? —Maldición, ¿acababa de decir eso?
Ella se detuvo para mirarlo.
—Mejor. —Después, se giró para irse y, casi había alcanzado las puertas francesas cuando se detuvo de nuevo, mirando por encima del hombro.
—Bueno, ¿hasta qué hora tienes pensado trabajar?
Él se encogió de hombros desde lo alto de la escalera.
—Otra hora. Tal vez dos.
—¿Vas a cenar?
Él negó con la cabeza.
—No tengo tiempo. Tengo que trabajar.
Ella cambió el peso de un pie al otro, dudando.
—Tengo una cazuela de lasaña en el horno. Por si quieres un poco.
Las palabras lo sacudieron. No se podía creer que lo invitara a cenar con ella después de lo del día anterior, y no sabía qué pensar. Su pecho se tensó mientras buscaba una respuesta, hasta que finalmente se oyó decir:
—De acuerdo.
Ella asintió levemente, con una expresión sorprendentemente vacía de emoción.
—Estará lista en un cuarto de hora. Dejaré la puerta de atrás abierta.
Él la observó mientras entraba y, después, tragó saliva con fuerza. ¿Pero qué demonios estaba haciendo?
«Vas a cenar con ella, Joe. Eso es todo».
Disculpen la tardanza chicas
Nani Jonas
Re: "El Diario Rojo" - Joe y tu Terminada
aww Nany que mala como la dejas asi, que va a pasar en la cena???
Siguela!!
Siguela!!
aranzhitha
Re: "El Diario Rojo" - Joe y tu Terminada
pobre rayis...aun con la esperanza de que el cambie con ella
que va apasar!!!!!
sigue!!!!!!
que va apasar!!!!!
sigue!!!!!!
Julieta♥
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