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Rendicion (Adaptada Joe y Tu)
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Rendicion (Adaptada Joe y Tu)
Titulo: Rendición
Autor: Lora Leigh
Adaptacion: Si
Advertencias: De mi parte ninguna
Sipnosis:
Joe ha deseado a ------ durante años. Y él la ha advertido de esto varias veces. Él también la ha advertido COMO la deseaba él. Atada a su cama, bajo su dominación, rendida a sus deseos...
Bueno ya tienen un mini resumen asi que les dejo el primer capitulo y luego ustedes mo dicen si le seguimos o no
Capitulo 1
— ¿------, vas a venir a mi fiesta? —. Era la voz de su padre en su contestador automático que finalmente la despertó. —Mejor que vengas, muchacha. Estoy harto de tus ausencias. Llámame.
La línea se desconectó. ------ suspiró mientras abría los ojos. Ella prefería el sueño a la dura soledad que la esperaba cuando abría los ojos. Al menos allí, incluso en la oscuridad, luchando contra abismos de deseos demasiado oscuros para incluso nombrarlos, ella tenía un propósito, en vez de sus miedos.
Fijó la mirada en el gran gorila de paño que había abrazado al dormir. Un regalo de su padre cuando ella se marchó con su madre. Algo para mantener alejadas las pesadillas, había dicho él tristemente, aunque ella ya era adulta. ------ a menudo tenía pesadillas.
Quizá no debería haberse ido, pensaba ----- a menudo. Ella recién había entrado al colegio, y podría haber hecho su propia elección. Pero su madre la había necesitado. O ----- había pensado que lo hacía. Ahora no estaba segura sí su madre la necesitaba, o simplemente quería controlarla.
— ¿-----, ya estás despierta? —. Su madre, Ella James la llamaba desde el piso inferior, su voz apenas penetraba la distancia.
----- había instalado su propia línea telefónica ni bien había salido del colegio y había trasladado su habitación a la planta alta donde su madre raras veces iba. Ella necesitaba su privacidad, y su madre era propensa a acorralarla siempre que podía. Las escaleras le impedían aventurarse en la privacidad de -----.
—Sí, mamá. Estoy despierta —le gritó, sentándose en la cama, imaginando la mueca de aversión de su madre. Era sábado, por amor de Dios. Tenía derecho a dormir. Ella podía imaginar la expresión de su madre si supiera que fue el llamado de su padre lo que la despertó
Resignada, ----- se levantó de la cama y se dirigió a la ducha.
----- era consciente del disgusto de su madre por el estilo de vida de su padre. Jason Delacourte no se quedaba en casa, ni mantenía horarios regulares. Él poseía una corporación electrónica nacional y vivía la vida como él quería. Daba cenas, asistía a obras de beneficencia y organizaba fiestas. Ella, su madre, prefería sus libros, su tranquilidad y todo lo que no involucrara a un hombre. Y había hecho todo lo posible para llevar a su hija por el mismo camino.
----- realmente odiaba las fiestas. Siempre lo había hecho y sabía que siempre lo haría. Ella invariablemente terminaba yendo a las fiestas sola y siempre se iba de ellas sola. Tenía mala suerte para las fiestas. Tenía mala suerte con los hombres, la había tenido por años. Pero estaba obligada a ir a esta fiesta. Lo había prometido. ¿Qué más podía hacer que prepararse para ir?
Hizo una mueca, confundida mientras consideraba su carencia de vida amorosa. O quizás de vida sexual. Ella no era una gran creyente del amor o del “y vivieron felices”. Raramente veía que funcionara, sus propios padres eran un ejemplo de eso. Y el segundo matrimonio de su padre parecía más inestable que sólido.
Frunció el ceño, como lo hacía usualmente cuando pensaba en la nueva esposa de su padre. Bueno, tal vez no nueva. Jason Delacourte, su padre, había estado casado por casi tres años con Melissa. La mujer todavía insistía en que todos la llamaran Missy. Como si ella fuera todavía una adolescente. ----- gruñó con aversión. Por supuesto, la mujer tenía apenas treinta y cinco años, diez menos que su padre, y casi diez años más que -----. Lo menos que él hubiera podido hacer, susurró, era casarse con una mujer que tuviera su misma edad.
Ella apenas podía tolerar estar en la misma habitación con ‘Missy’. La mujer daba a la ‘rubia tonta’ un nuevo significado. Cómo había logrado relacionarse con un hombre considerado un genio, ----- no tenía idea. Joe Jonas era el hermano de Missy, y el padre de ----- juraba que Joe había llevado a Delacourte Electronics al estado financiero que ahora gozaba, siendo uno de los principales fabricantes de electrónica.
Pensar en él causaba mezcladas reacciones en -----.
Joe era un metro noventa y cinco de duro, compacto músculo y oscura belleza, con una cínica, burlona actitud que la volvía loca. Sus besos eran de lo que estaban hechos los sueños. Sus dedos eran malvados instrumentos de torturante placer; sus labios eran capaces de lanzarla a un hipnótico trance cuando la tocaban.
Ella suprimió un suspiro. Ningún hombre besaba mejor que Joe Jonas. Debería ser un crimen que un hombre exudara tanto sex appeal, y fuera tan idiota, además. Y era realmente un crimen que ella no pudiera superar ese único beso robado para poder disfrutar cualquier otro.
Luego de ducharse, rápidamente se secó el pelo, suspirando mientras se pasaba el cepillo por su pelo negro, largo hasta los hombros, una última vez antes de girarse hacia las puertas abiertas de su gran armario. Tenía suficiente ropa. Una cosa que su padre siempre había hacho era asegurarse de que estuviera bien provista.
Los profesores de escuela primaria no ganaban mucho en términos de dinero, y no era un trabajo glamoroso. Jason Delacourte había pensado siempre que su hija debería dejarlo, pero era lo que ella quería hacer. Además la mantenía fuera de la esfera social en la que su madrastra y Joe Jonas se movían. Esa era suficiente razón para mantener su decisión.
Pero, ella le había prometido a su padre que se quedaría con él esta semana. Que se tomaría un tiempo libre del trabajo y regresaría a la gran casa familiar donde ella había crecido antes del divorcio de sus padres, y trataría de ser su hija.
No es que ella no lo quisiera, pensó mientras armaba su valija. Ella lo hacía. Amaba a su padre terriblemente, pero Joe estaba en la casa. Él se quedaba allí a menudo, y era a Joe a quien necesitaba evitar.
Después de embalar la ropa informal que iba a necesitar y su atesorado y oculto vibrador, ----- miró dentro de su armario para elegir lo que iba a ponerse en la fiesta anual del Día de San Valentín que su padre daría. Era además, el tercer aniversario de su casamiento con Missy. Si, ella realmente quería celebrar eso.
Tomó un vestido tubo corto de seda negra del armario y lo colgó del pomo de la puerta. De su aparador sacó una tanga negra, un sostén de encaje haciendo juego y medias de seda ahumadas. Los colores oscuros satisfacían su humor. El día de San Valentín era para los amantes, y ----- no tenía uno. Ella aún no entendía por qué iba a esa estúpida fiesta.
Su padre no la extrañaría. La casa iba a estar atestada. No la necesitaban allí. Ella no había asistido a ninguna fiesta de Missy en casi un año. Eran ruidosas, alborotadas y a menudo resultaban un poco salvajes para su gusto. Además, Joe siempre terminaba haciéndola enojar durante la primera hora de la fiesta.
Sus oscuros ojos azules la mirarían, cínicamente lánguidos, siempre brillando con interés mientras los tontos a su alrededor le sonreirían con afectada adoración. Resopló. Si ella tuviera que sonreírle tontamente para retenerlo, entonces...
Suspiró desconsoladamente. Probablemente sonreiría tontamente si pensara que eso ayudaría. Si supiera como hacerlo. Su boca siempre parecía expresar sus pensamientos. El aire de superioridad de Joe sólo lograba irritarla. Después de aquel primer beso, su duro cuerpo manteniéndola cautiva contra la pared, mientras le susurraba lo que quería en su oído. Su cuerpo había estado de acuerdo, su mente, trastornada y aturdida por las imágenes, había entrado en escena con una defensa instantánea: su inteligente boca.
Habían pasado alrededor de dos años.
Ella se sentó sobre la cama, todavía desnuda, su vagina húmeda, palpitando con el recuerdo.
— ¿Puedes soportar el calor, nena? —le había susurrado él, sosteniéndola contra la pared mientras empujaba su miembro entre sus muslos. —No voy a mentirte, -----. Te deseo demasiado. Pero no soy uno de tus alumnos al cual puedas manejar. Te deseo atada a mi cama, gritando, rogando por mí. Deseo bombear mi polla en ese pequeño y apretado trasero tuyo, quiero oír tus gritos mientras estoy entrando allí y te jodo con un consolador comprado sólo para ese apretado coño tuyo.
Ella tembló ante el recuerdo de la excitación y la caliente y desesperada necesidad.
—Seguro —había respondido ella socarronamente — ¡Y luego yo puedo follar tu trasero!
Él había osado reírse de ella. Reírse de ella mientras sus dedos se hundían en su apretada y mojada vagina y su orgasmo ondulaba sobre su cuerpo. Ella había jadeado, sintiendo el resbaladizo calor pulsar sobre su vagina, mojando los dedos de él. Luego los había deslizado al pequeño y apretado agujero que había prometido follar, un dedo hundiéndose hasta su primer nudillo, enviando una llamarada de dolor a su cuerpo que había disfrutado demasiado para estar cómoda con eso.
----- recordó su miedo, palpitando tan caliente como su lujuria. Ella lo había empujado lejos, temblando, asustada por el caliente pulso de hambre que se había encendido dentro de ella, diferente a todo lo que había conocido antes. Y él la había observado, su pene grueso, duro bajo sus pantalones, sus ojos oscuros mientras ella pasaba por delante de él temblando.
— ¡Pervertido! —lo había acusado ella.
Los labios de él temblaron y sus ojos llamearon de cólera
— ¿Y tú? —le preguntó él. — ¿En qué te convierte esto a ti, nena? Porque tarde o temprano, tendrás que admitir que lo deseas.
— ¿Qué, que me violes? —había siseado ella.
Sus ojos de repente se ablandaron, una extraña sonrisa apareció en sus labios.
—Nunca violación, ----. Tú rogarás por eso. Porque los dos sabemos que lo deseas tanto como yo. Mi pene deslizándose en tu apretado trasero mientras gritas que me detenga, luego gritando que nunca me detenga. Tú eres mía, -----, y yo sé como darte lo que necesitas. Cuando estés lista para aceptarlo, házmelo saber.
----- sacudió su cabeza. Desearlo y aceptarlo eran dos cosas diferentes. Ella había soñado con eso desde entonces, demasiado humillada para pedírselo, y él rechazó ofrecérselo una segunda vez.
Ella tocó su suave, acalorado coño, sus ojos se cerraron mientras se acostaba sobre la cama. Pensar en lo que él deseaba la aterrorizaba, excitándola al punto que dolía. Pensar en su pene, tan grueso y duro, entrando cuidadosamente en su trasero mientras penetraba su húmedo, suplicante coño con un consolador, atada, incapaz de luchar, incapaz de escapar, a merced de sus deseos, la había empapado de necesidad. Él no la lastimaría. Ella sabía bastante sobre Joe para saber que él nunca le haría daño, pero podría mostrarle cosas sobre ella misma que no estaba segura de querer conocer. Él podía mostrarle una parte de ella que no estaba segura de poder manejar. Ese era un pensamiento escalofriante.
Sus dedos entraron en el poco profundo, estrecho pliegue de su vagina, rodeando su clítoris. Él había prometido comerla allí. Deslizar su lengua alrededor de su clítoris, succionarlo, comerla como si fuera miel, una lamida a la vez. Ella se estremeció, gimiendo, imaginando que sus dedos eran la lengua de él, chupando su coño, lamiendo el resbaladizo calor que empapaba su vagina. Ella rodeó su clítoris, susurrando el nombre de él. Luego movió sus dedos hacia abajo, al desesperado dolor de su vagina. Ella penetró el apretado canal con dos de sus dedos, mordiendo su labio, preguntándose cómo se sentirían los gruesos y largos dedos de Cole dentro de ella. Él tenía las manos tan grandes, él la llenaría, haciéndole gritar por más.
Él había susurrado la oscura promesa de follar su trasero, tomándola allí, haciéndola gritar por él. Mordió sus labios, sus dedos moviéndose, uno insertándose en ese pequeño, oscuro agujero, mientras deseaba no haber empacado su vibrador tan rápidamente. Mientras sus dedos pasaban por la apretada entrada, ella permitió a dos de los dedos de su otra mano hundirse en su vagina. Podía oír la voz de él en el fondo de su mente, sentir sus dedos, más gruesos que los suyos, lanzarle un dardo de dolor placentero mientras él perforaba su trasero. Y él le había dicho, le había advertido que la follaría por allí.
Sus rodillas se doblaron, sus caderas empujaron más fuerte contra sus propios dedos mientras imaginaba a Cole entre sus muslos, lamiéndola, follándola con sus dedos, conduciéndola hacia el borde mientras la follaba; su coño, su trasero, hasta que…
Ella gritó mientras la suave ondulación de su liberación la cubría. Su vagina apretó sus dedos, su útero temblando de placer. No era la liberación que ella hubiera experimentado con los dedos de Joe o con su vibrador, pero se llevó el pico de lujuria que parecía crecer con el tiempo.
Autor: Lora Leigh
Adaptacion: Si
Advertencias: De mi parte ninguna
Sipnosis:
Joe ha deseado a ------ durante años. Y él la ha advertido de esto varias veces. Él también la ha advertido COMO la deseaba él. Atada a su cama, bajo su dominación, rendida a sus deseos...
Bueno ya tienen un mini resumen asi que les dejo el primer capitulo y luego ustedes mo dicen si le seguimos o no
Capitulo 1
— ¿------, vas a venir a mi fiesta? —. Era la voz de su padre en su contestador automático que finalmente la despertó. —Mejor que vengas, muchacha. Estoy harto de tus ausencias. Llámame.
La línea se desconectó. ------ suspiró mientras abría los ojos. Ella prefería el sueño a la dura soledad que la esperaba cuando abría los ojos. Al menos allí, incluso en la oscuridad, luchando contra abismos de deseos demasiado oscuros para incluso nombrarlos, ella tenía un propósito, en vez de sus miedos.
Fijó la mirada en el gran gorila de paño que había abrazado al dormir. Un regalo de su padre cuando ella se marchó con su madre. Algo para mantener alejadas las pesadillas, había dicho él tristemente, aunque ella ya era adulta. ------ a menudo tenía pesadillas.
Quizá no debería haberse ido, pensaba ----- a menudo. Ella recién había entrado al colegio, y podría haber hecho su propia elección. Pero su madre la había necesitado. O ----- había pensado que lo hacía. Ahora no estaba segura sí su madre la necesitaba, o simplemente quería controlarla.
— ¿-----, ya estás despierta? —. Su madre, Ella James la llamaba desde el piso inferior, su voz apenas penetraba la distancia.
----- había instalado su propia línea telefónica ni bien había salido del colegio y había trasladado su habitación a la planta alta donde su madre raras veces iba. Ella necesitaba su privacidad, y su madre era propensa a acorralarla siempre que podía. Las escaleras le impedían aventurarse en la privacidad de -----.
—Sí, mamá. Estoy despierta —le gritó, sentándose en la cama, imaginando la mueca de aversión de su madre. Era sábado, por amor de Dios. Tenía derecho a dormir. Ella podía imaginar la expresión de su madre si supiera que fue el llamado de su padre lo que la despertó
Resignada, ----- se levantó de la cama y se dirigió a la ducha.
----- era consciente del disgusto de su madre por el estilo de vida de su padre. Jason Delacourte no se quedaba en casa, ni mantenía horarios regulares. Él poseía una corporación electrónica nacional y vivía la vida como él quería. Daba cenas, asistía a obras de beneficencia y organizaba fiestas. Ella, su madre, prefería sus libros, su tranquilidad y todo lo que no involucrara a un hombre. Y había hecho todo lo posible para llevar a su hija por el mismo camino.
----- realmente odiaba las fiestas. Siempre lo había hecho y sabía que siempre lo haría. Ella invariablemente terminaba yendo a las fiestas sola y siempre se iba de ellas sola. Tenía mala suerte para las fiestas. Tenía mala suerte con los hombres, la había tenido por años. Pero estaba obligada a ir a esta fiesta. Lo había prometido. ¿Qué más podía hacer que prepararse para ir?
Hizo una mueca, confundida mientras consideraba su carencia de vida amorosa. O quizás de vida sexual. Ella no era una gran creyente del amor o del “y vivieron felices”. Raramente veía que funcionara, sus propios padres eran un ejemplo de eso. Y el segundo matrimonio de su padre parecía más inestable que sólido.
Frunció el ceño, como lo hacía usualmente cuando pensaba en la nueva esposa de su padre. Bueno, tal vez no nueva. Jason Delacourte, su padre, había estado casado por casi tres años con Melissa. La mujer todavía insistía en que todos la llamaran Missy. Como si ella fuera todavía una adolescente. ----- gruñó con aversión. Por supuesto, la mujer tenía apenas treinta y cinco años, diez menos que su padre, y casi diez años más que -----. Lo menos que él hubiera podido hacer, susurró, era casarse con una mujer que tuviera su misma edad.
Ella apenas podía tolerar estar en la misma habitación con ‘Missy’. La mujer daba a la ‘rubia tonta’ un nuevo significado. Cómo había logrado relacionarse con un hombre considerado un genio, ----- no tenía idea. Joe Jonas era el hermano de Missy, y el padre de ----- juraba que Joe había llevado a Delacourte Electronics al estado financiero que ahora gozaba, siendo uno de los principales fabricantes de electrónica.
Pensar en él causaba mezcladas reacciones en -----.
Joe era un metro noventa y cinco de duro, compacto músculo y oscura belleza, con una cínica, burlona actitud que la volvía loca. Sus besos eran de lo que estaban hechos los sueños. Sus dedos eran malvados instrumentos de torturante placer; sus labios eran capaces de lanzarla a un hipnótico trance cuando la tocaban.
Ella suprimió un suspiro. Ningún hombre besaba mejor que Joe Jonas. Debería ser un crimen que un hombre exudara tanto sex appeal, y fuera tan idiota, además. Y era realmente un crimen que ella no pudiera superar ese único beso robado para poder disfrutar cualquier otro.
Luego de ducharse, rápidamente se secó el pelo, suspirando mientras se pasaba el cepillo por su pelo negro, largo hasta los hombros, una última vez antes de girarse hacia las puertas abiertas de su gran armario. Tenía suficiente ropa. Una cosa que su padre siempre había hacho era asegurarse de que estuviera bien provista.
Los profesores de escuela primaria no ganaban mucho en términos de dinero, y no era un trabajo glamoroso. Jason Delacourte había pensado siempre que su hija debería dejarlo, pero era lo que ella quería hacer. Además la mantenía fuera de la esfera social en la que su madrastra y Joe Jonas se movían. Esa era suficiente razón para mantener su decisión.
Pero, ella le había prometido a su padre que se quedaría con él esta semana. Que se tomaría un tiempo libre del trabajo y regresaría a la gran casa familiar donde ella había crecido antes del divorcio de sus padres, y trataría de ser su hija.
No es que ella no lo quisiera, pensó mientras armaba su valija. Ella lo hacía. Amaba a su padre terriblemente, pero Joe estaba en la casa. Él se quedaba allí a menudo, y era a Joe a quien necesitaba evitar.
Después de embalar la ropa informal que iba a necesitar y su atesorado y oculto vibrador, ----- miró dentro de su armario para elegir lo que iba a ponerse en la fiesta anual del Día de San Valentín que su padre daría. Era además, el tercer aniversario de su casamiento con Missy. Si, ella realmente quería celebrar eso.
Tomó un vestido tubo corto de seda negra del armario y lo colgó del pomo de la puerta. De su aparador sacó una tanga negra, un sostén de encaje haciendo juego y medias de seda ahumadas. Los colores oscuros satisfacían su humor. El día de San Valentín era para los amantes, y ----- no tenía uno. Ella aún no entendía por qué iba a esa estúpida fiesta.
Su padre no la extrañaría. La casa iba a estar atestada. No la necesitaban allí. Ella no había asistido a ninguna fiesta de Missy en casi un año. Eran ruidosas, alborotadas y a menudo resultaban un poco salvajes para su gusto. Además, Joe siempre terminaba haciéndola enojar durante la primera hora de la fiesta.
Sus oscuros ojos azules la mirarían, cínicamente lánguidos, siempre brillando con interés mientras los tontos a su alrededor le sonreirían con afectada adoración. Resopló. Si ella tuviera que sonreírle tontamente para retenerlo, entonces...
Suspiró desconsoladamente. Probablemente sonreiría tontamente si pensara que eso ayudaría. Si supiera como hacerlo. Su boca siempre parecía expresar sus pensamientos. El aire de superioridad de Joe sólo lograba irritarla. Después de aquel primer beso, su duro cuerpo manteniéndola cautiva contra la pared, mientras le susurraba lo que quería en su oído. Su cuerpo había estado de acuerdo, su mente, trastornada y aturdida por las imágenes, había entrado en escena con una defensa instantánea: su inteligente boca.
Habían pasado alrededor de dos años.
Ella se sentó sobre la cama, todavía desnuda, su vagina húmeda, palpitando con el recuerdo.
— ¿Puedes soportar el calor, nena? —le había susurrado él, sosteniéndola contra la pared mientras empujaba su miembro entre sus muslos. —No voy a mentirte, -----. Te deseo demasiado. Pero no soy uno de tus alumnos al cual puedas manejar. Te deseo atada a mi cama, gritando, rogando por mí. Deseo bombear mi polla en ese pequeño y apretado trasero tuyo, quiero oír tus gritos mientras estoy entrando allí y te jodo con un consolador comprado sólo para ese apretado coño tuyo.
Ella tembló ante el recuerdo de la excitación y la caliente y desesperada necesidad.
—Seguro —había respondido ella socarronamente — ¡Y luego yo puedo follar tu trasero!
Él había osado reírse de ella. Reírse de ella mientras sus dedos se hundían en su apretada y mojada vagina y su orgasmo ondulaba sobre su cuerpo. Ella había jadeado, sintiendo el resbaladizo calor pulsar sobre su vagina, mojando los dedos de él. Luego los había deslizado al pequeño y apretado agujero que había prometido follar, un dedo hundiéndose hasta su primer nudillo, enviando una llamarada de dolor a su cuerpo que había disfrutado demasiado para estar cómoda con eso.
----- recordó su miedo, palpitando tan caliente como su lujuria. Ella lo había empujado lejos, temblando, asustada por el caliente pulso de hambre que se había encendido dentro de ella, diferente a todo lo que había conocido antes. Y él la había observado, su pene grueso, duro bajo sus pantalones, sus ojos oscuros mientras ella pasaba por delante de él temblando.
— ¡Pervertido! —lo había acusado ella.
Los labios de él temblaron y sus ojos llamearon de cólera
— ¿Y tú? —le preguntó él. — ¿En qué te convierte esto a ti, nena? Porque tarde o temprano, tendrás que admitir que lo deseas.
— ¿Qué, que me violes? —había siseado ella.
Sus ojos de repente se ablandaron, una extraña sonrisa apareció en sus labios.
—Nunca violación, ----. Tú rogarás por eso. Porque los dos sabemos que lo deseas tanto como yo. Mi pene deslizándose en tu apretado trasero mientras gritas que me detenga, luego gritando que nunca me detenga. Tú eres mía, -----, y yo sé como darte lo que necesitas. Cuando estés lista para aceptarlo, házmelo saber.
----- sacudió su cabeza. Desearlo y aceptarlo eran dos cosas diferentes. Ella había soñado con eso desde entonces, demasiado humillada para pedírselo, y él rechazó ofrecérselo una segunda vez.
Ella tocó su suave, acalorado coño, sus ojos se cerraron mientras se acostaba sobre la cama. Pensar en lo que él deseaba la aterrorizaba, excitándola al punto que dolía. Pensar en su pene, tan grueso y duro, entrando cuidadosamente en su trasero mientras penetraba su húmedo, suplicante coño con un consolador, atada, incapaz de luchar, incapaz de escapar, a merced de sus deseos, la había empapado de necesidad. Él no la lastimaría. Ella sabía bastante sobre Joe para saber que él nunca le haría daño, pero podría mostrarle cosas sobre ella misma que no estaba segura de querer conocer. Él podía mostrarle una parte de ella que no estaba segura de poder manejar. Ese era un pensamiento escalofriante.
Sus dedos entraron en el poco profundo, estrecho pliegue de su vagina, rodeando su clítoris. Él había prometido comerla allí. Deslizar su lengua alrededor de su clítoris, succionarlo, comerla como si fuera miel, una lamida a la vez. Ella se estremeció, gimiendo, imaginando que sus dedos eran la lengua de él, chupando su coño, lamiendo el resbaladizo calor que empapaba su vagina. Ella rodeó su clítoris, susurrando el nombre de él. Luego movió sus dedos hacia abajo, al desesperado dolor de su vagina. Ella penetró el apretado canal con dos de sus dedos, mordiendo su labio, preguntándose cómo se sentirían los gruesos y largos dedos de Cole dentro de ella. Él tenía las manos tan grandes, él la llenaría, haciéndole gritar por más.
Él había susurrado la oscura promesa de follar su trasero, tomándola allí, haciéndola gritar por él. Mordió sus labios, sus dedos moviéndose, uno insertándose en ese pequeño, oscuro agujero, mientras deseaba no haber empacado su vibrador tan rápidamente. Mientras sus dedos pasaban por la apretada entrada, ella permitió a dos de los dedos de su otra mano hundirse en su vagina. Podía oír la voz de él en el fondo de su mente, sentir sus dedos, más gruesos que los suyos, lanzarle un dardo de dolor placentero mientras él perforaba su trasero. Y él le había dicho, le había advertido que la follaría por allí.
Sus rodillas se doblaron, sus caderas empujaron más fuerte contra sus propios dedos mientras imaginaba a Cole entre sus muslos, lamiéndola, follándola con sus dedos, conduciéndola hacia el borde mientras la follaba; su coño, su trasero, hasta que…
Ella gritó mientras la suave ondulación de su liberación la cubría. Su vagina apretó sus dedos, su útero temblando de placer. No era la liberación que ella hubiera experimentado con los dedos de Joe o con su vibrador, pero se llevó el pico de lujuria que parecía crecer con el tiempo.
Sooky
Re: Rendicion (Adaptada Joe y Tu)
Hola Julieta bienbenida a esta modesta nove :oops:, ahorita le sigo
Sooky
Rendicion (Adaptada Joe y Tu)
Capítulo 2
No era suficiente. Una hora y una ducha fría más tarde, el cuerpo de ----- todavía hervía de necesidad. Estirada sobre su cama, su cuerpo cubierto de sudor mientras luchaba por un orgasmo, maldijo al teléfono cuando sonó a su lado. Haciendo una mueca cuando rehusó detenerse Tess lo alcanzó, agarrando el receptor.
— ¡Hola! —. Ella intentó aclarar su garganta, aquietar sus alientos rápidos, y esperó poder justificarlo si fuera su padre. No quería que él supiera que su hija era una masa furiosa de hormonas calientes listas para explotar.
Hubo un silencio breve, como si el que llamaba sopesara sus palabras.
— ¿Te sientes mejor? —. Burlándose, una profunda, sensual y ronca voz susurró las palabras.
----- enrojeció ante la voz de Joe. Maldito.
—No he estado enferma —dijo ella entre dientes, sus ojos cerrándose mientras su vagina palpitaba. Ella pasó sus dedos sobre su clítoris, sintiendo la estimulación aumentada allí. Maldición, ella podría correrse solamente con su voz.
—No, solamente intentando correrte — dijo perezosamente. —Yo te ayudaría. Todo lo que tienes que hacer es pedirlo.
Pídelo, pídelo, rogaba su voz interior.
—En tus sueños —. Ella se estremeció mientras las palabras salían de su boca. Maldito, él la ponía a la defensiva más rápido que cualquiera que ella conociese.
—Parecería que en los tuyos también —dijo él, de pronto su voz sin burla. —Sé como suenas cuando estas excitada, -----. No intentes mentirme. Déjame oírte. Tócate para mí.
----- sintió su aliento estrangularse en su garganta
—Eres un pervertido, Joe —. Ella luchó por su propio control ante el sonido de aquella voz atractiva. — ¿No es el sexo telefónico ilegal?
—Estoy seguro que la mayor parte de que lo que quiero hacer contigo podría ser llamado ilegal —rió él silenciosamente. —Conversemos sobre ello, -----. Venga, dime que te estabas haciendo. ¿Estas usando tus dedos o un vibrador?
— No tengo un vibrador —. Ella apretó sus dientes por la mentira.
— ¿Consolador? —él susurró las palabras acaloradamente. — ¿Te estas jodiendo a ti misma, -----? ¿Pensando en mí, en cuánto te deseo?
— ¡No! —. Ella apretó al receptor en su mano, sacudiendo su cabeza a pesar del hecho que sus dedos habían vuelto de pronto a su pulsante coño.
—Me gustaría verte en mi cama, -----, tus piernas extendidas, tus manos tocando tu bonito coño, jodiéndote. ¿Alguna vez te dije que compré ese consolador que prometí? Es agradable y grueso, -----. Casi tan grande como mi polla. Quiero mirarte usarlo. Verte jodiendote con él.
—Dios, Joe —ella jadeó. —Estamos en el teléfono. Esto es indecente —. Pero sus dedos se hundían en su coño.
— ¿Qué estabas haciendo antes que yo llamara, -----? —. Su voz era oscura, caliente. —Sé que te estabas tocando. Conozco el sonido de tu voz cuando estás lista para correrte, y estás lista para correrte, nena.
—No —, ella intentó negar la verdad obvia, pero no pudo impedir que su aliento se le atascara cuando sus dedos rozaron su clítoris otra vez.
—Hija de pu*ta, ----- —gruñó él. — ¿Estas cerca, nena? —. Su voz se hizo más profunda. —Si yo estuviera allí, te haría gritar por eso. Te jodería tan profundamente y con tanta fuerza que no serías capaz de pararlo. Llegarías para mí, -----. Córrete para mí ahora, nena. Déjame oírte.
Su voz era tan profunda, tan sensual y excitada que hizo que su matriz se contrajera casi dolorosamente. Su cuerpo inclinado se dobló, su respiración cercana al sollozo. Él le trajo todos sus deseos más oscuros, sus fantasías más profundas a la vanguardia de su mente. Eso la aterrorizaba.
—Joe —ella susurró su nombre, queriendo negarlo, pero sus dedos no escuchaban mientras acariciaban su clítoris, se hundían en su vagina, luego se movian hacia atrás para repetir la acción.
Estaba tan caliente que apenas podía soportarlo. Tan caliente que estaba a punto de gritar su alivio.
—Estoy acariciando mi polla, -----, escuchándote yaciendo, imaginándote tocar tu jugoso coño, deseando estar contigo, mirándote follarte con el consolador que te compré —. Sus palabras hicieron que ella jadeara, que su matriz se contrajera dolorosamente, que sus caderas se levantaran hacia sus dedos hundidos.
—No —. Ella sacudió su cabeza. No podía hacer esto.
—Maldición, -----, quiero follarte —gruñó él, su voz dura. —Quiero estar enterrado tan profundamente y con tanta fuerza dentro de ti que nunca lo olvidarás o me negarás otra vez. Córrete para mí, maldición. Al menos déjame oír lo que no puedo tener. Jódete Tess, dame eso. Esos no son tus dedos enterrados en tu coño, es mi polla. La mía, y voy a joderte hasta que grites.
El orgasmo de ----- corrió a través de ella. Se estremeció, gimoteó, su cuerpo rígido al punto de dolor antes de que sintiera su vagina explotar.
—Ah Dios, Joe —ella gritó su nombre, luego oyó su dura exclamación de placer, sabía que él estaba llegando, supo que su clímax había provocado el de él.
—----- —gimió él. —Maldición, cuando consiga agarrarte te follaré hasta que no puedas andar.
----- tembló ante la promesa erótica de su voz, la sensualidad oscura que la aterrorizaba, la hizo querer darle todo lo que él quisiera.
—No —susurró ella, luchando por conservar el aliento, luchando por conservar la cordura. —Te pedí que te mantuvieras alejado.
Ella quería gimotear, quería rogar.
Había silencio sobre la línea.
— ¿Mantenerme alejado? —le preguntó él con cuidado. —No lo creo, nena. He estado lejos demasiado tiempo. Eres mía -----, y voy a demostrártelo. Toda mía. Mía de cada manera posible, y antes me condenaré que dejarte que sigas negándolo.
No era suficiente. Una hora y una ducha fría más tarde, el cuerpo de ----- todavía hervía de necesidad. Estirada sobre su cama, su cuerpo cubierto de sudor mientras luchaba por un orgasmo, maldijo al teléfono cuando sonó a su lado. Haciendo una mueca cuando rehusó detenerse Tess lo alcanzó, agarrando el receptor.
— ¡Hola! —. Ella intentó aclarar su garganta, aquietar sus alientos rápidos, y esperó poder justificarlo si fuera su padre. No quería que él supiera que su hija era una masa furiosa de hormonas calientes listas para explotar.
Hubo un silencio breve, como si el que llamaba sopesara sus palabras.
— ¿Te sientes mejor? —. Burlándose, una profunda, sensual y ronca voz susurró las palabras.
----- enrojeció ante la voz de Joe. Maldito.
—No he estado enferma —dijo ella entre dientes, sus ojos cerrándose mientras su vagina palpitaba. Ella pasó sus dedos sobre su clítoris, sintiendo la estimulación aumentada allí. Maldición, ella podría correrse solamente con su voz.
—No, solamente intentando correrte — dijo perezosamente. —Yo te ayudaría. Todo lo que tienes que hacer es pedirlo.
Pídelo, pídelo, rogaba su voz interior.
—En tus sueños —. Ella se estremeció mientras las palabras salían de su boca. Maldito, él la ponía a la defensiva más rápido que cualquiera que ella conociese.
—Parecería que en los tuyos también —dijo él, de pronto su voz sin burla. —Sé como suenas cuando estas excitada, -----. No intentes mentirme. Déjame oírte. Tócate para mí.
----- sintió su aliento estrangularse en su garganta
—Eres un pervertido, Joe —. Ella luchó por su propio control ante el sonido de aquella voz atractiva. — ¿No es el sexo telefónico ilegal?
—Estoy seguro que la mayor parte de que lo que quiero hacer contigo podría ser llamado ilegal —rió él silenciosamente. —Conversemos sobre ello, -----. Venga, dime que te estabas haciendo. ¿Estas usando tus dedos o un vibrador?
— No tengo un vibrador —. Ella apretó sus dientes por la mentira.
— ¿Consolador? —él susurró las palabras acaloradamente. — ¿Te estas jodiendo a ti misma, -----? ¿Pensando en mí, en cuánto te deseo?
— ¡No! —. Ella apretó al receptor en su mano, sacudiendo su cabeza a pesar del hecho que sus dedos habían vuelto de pronto a su pulsante coño.
—Me gustaría verte en mi cama, -----, tus piernas extendidas, tus manos tocando tu bonito coño, jodiéndote. ¿Alguna vez te dije que compré ese consolador que prometí? Es agradable y grueso, -----. Casi tan grande como mi polla. Quiero mirarte usarlo. Verte jodiendote con él.
—Dios, Joe —ella jadeó. —Estamos en el teléfono. Esto es indecente —. Pero sus dedos se hundían en su coño.
— ¿Qué estabas haciendo antes que yo llamara, -----? —. Su voz era oscura, caliente. —Sé que te estabas tocando. Conozco el sonido de tu voz cuando estás lista para correrte, y estás lista para correrte, nena.
—No —, ella intentó negar la verdad obvia, pero no pudo impedir que su aliento se le atascara cuando sus dedos rozaron su clítoris otra vez.
—Hija de pu*ta, ----- —gruñó él. — ¿Estas cerca, nena? —. Su voz se hizo más profunda. —Si yo estuviera allí, te haría gritar por eso. Te jodería tan profundamente y con tanta fuerza que no serías capaz de pararlo. Llegarías para mí, -----. Córrete para mí ahora, nena. Déjame oírte.
Su voz era tan profunda, tan sensual y excitada que hizo que su matriz se contrajera casi dolorosamente. Su cuerpo inclinado se dobló, su respiración cercana al sollozo. Él le trajo todos sus deseos más oscuros, sus fantasías más profundas a la vanguardia de su mente. Eso la aterrorizaba.
—Joe —ella susurró su nombre, queriendo negarlo, pero sus dedos no escuchaban mientras acariciaban su clítoris, se hundían en su vagina, luego se movian hacia atrás para repetir la acción.
Estaba tan caliente que apenas podía soportarlo. Tan caliente que estaba a punto de gritar su alivio.
—Estoy acariciando mi polla, -----, escuchándote yaciendo, imaginándote tocar tu jugoso coño, deseando estar contigo, mirándote follarte con el consolador que te compré —. Sus palabras hicieron que ella jadeara, que su matriz se contrajera dolorosamente, que sus caderas se levantaran hacia sus dedos hundidos.
—No —. Ella sacudió su cabeza. No podía hacer esto.
—Maldición, -----, quiero follarte —gruñó él, su voz dura. —Quiero estar enterrado tan profundamente y con tanta fuerza dentro de ti que nunca lo olvidarás o me negarás otra vez. Córrete para mí, maldición. Al menos déjame oír lo que no puedo tener. Jódete Tess, dame eso. Esos no son tus dedos enterrados en tu coño, es mi polla. La mía, y voy a joderte hasta que grites.
El orgasmo de ----- corrió a través de ella. Se estremeció, gimoteó, su cuerpo rígido al punto de dolor antes de que sintiera su vagina explotar.
—Ah Dios, Joe —ella gritó su nombre, luego oyó su dura exclamación de placer, sabía que él estaba llegando, supo que su clímax había provocado el de él.
—----- —gimió él. —Maldición, cuando consiga agarrarte te follaré hasta que no puedas andar.
----- tembló ante la promesa erótica de su voz, la sensualidad oscura que la aterrorizaba, la hizo querer darle todo lo que él quisiera.
—No —susurró ella, luchando por conservar el aliento, luchando por conservar la cordura. —Te pedí que te mantuvieras alejado.
Ella quería gimotear, quería rogar.
Había silencio sobre la línea.
— ¿Mantenerme alejado? —le preguntó él con cuidado. —No lo creo, nena. He estado lejos demasiado tiempo. Eres mía -----, y voy a demostrártelo. Toda mía. Mía de cada manera posible, y antes me condenaré que dejarte que sigas negándolo.
Sooky
Re: Rendicion (Adaptada Joe y Tu)
joe esta decidido en doblegar a la rayis
me encanta
siguela!!!!!!!!!
Julieta♥
Re: Rendicion (Adaptada Joe y Tu)
Quiere mas que doblegarla :twisted: jajaja ya lo veras mas despues claro. Y le sigo ahorita espero que la disfrutes
Sooky
Rendicion (Adaptada Joe y Tu)
Capítulo 3
Su madre la esperaba cuando bajó las escaleras
con la maleta en la mano. Ella Delacourte era una mujer pequeña y delgada, con
cabello castaño y agudos ojos color avellana. Había pocas cosas que se le
escaparan, e incluso menos las que toleraba.
—Así que te
vas —le espetó al ver la maleta que ----- depositó junto a la puerta principal—.
Pensaba que tendrías más orgullo, -----.
----- apretó
los labios luchando por evitar una respuesta sarcástica.
—Esto no tiene
nada que ver con el orgullo, madre —dijo suavemente. —Él todavía es mi padre.
—El mismo
padre que destruyó a tu familia. Que se aseguró que perdieses la casa en la que
te habías criado —le recordó Ella con amargura. —El mismo padre que se casó con
la puta que significaba más para él que tú.
El pecho de ----- se tensó de dolor y furia. Ya no era una niña, y podía ver con claridad
por qué su padre no había sido capaz de continuar al lado de su madre. Ella
sólo tenía en cuenta un punto de vista, y ese era el suyo.
—Se preocupó
por nosotras, madre —le indicó. —Incluso después del divorcio.
—Como si
tuviese otra opción —. Ella cruzó sus brazos sobre su pecho mientras su mirada
llena de cólera se fijaba en -----.
—Sí, madre,
tuvo otra opción cuando yo cumplí los dieciocho —la recordó ----- con tristeza.
—Pero creo que todavía te envía dinero y te proporciona lo que puedas
necesitar, tal como hace conmigo. No tiene por qué hacerlo.
—El dinero de
la conciencia —escupió Ella, con su bonito rostro retorcido de furia y amarga
cólera. —Sabe que hizo mal, -----. Nos echó…
—No, tú
elegiste marcharte, si recuerdo bien —. ----- deseaba gritar de frustración.
La discusión
nunca acababa. Nunca tenía fin. Se sentía como si continuamente pagase por las
elecciones de su padre porque su madre no tenía modo de hacerle pagar a él.
—Es un
depravado. Como si tú necesitases pasar una semana en su casa —. Ella se
sacudía de furia, con el desprecio impreso en cada palabra que salía de su
boca.
— Esas fiestas
que da son excusas para las orgías, y esa esposa suya…
—No quiero
oírlo, madre.
—Crees que tu
padre y su nueva familia son tan respetables y amables —se mofó. —Crees que no
sé como mirabas al hermano de ella. Que no sabía lo de las flores que te envió
el año pasado. Son monstruos, ----- —la apuntó con un dedo delgado y acusador.
—Depravados y sin conciencia. Te convertirá en una zorra.
----- sintió su
rostro en llamas. Había luchado durante años para ocultar su atracción por
Cole. Había escuchado todos los rumores sobre sus proezas sexuales de las que
tan frecuentemente se chismorreaba. Él se lo había admitido más o menos en
varias ocasiones.
—Nadie puede
convertirme en una zorra, madre —dijo entre dientes. —Tal como no hay forma de
que tú puedas cambiar el hecho de que tengo un padre. No puedo ignorarle o
pretender que no existe, y tampoco quiero hacerlo.
----- se
enfrentó a su madre, sintiendo el mismo horrible miedo que siempre la llenaba
ante el pensamiento de enfurecerla. O de desagradarla de alguna forma. Pero se
enfrentó a su miedo y sintió su propia furia creciendo dentro de ella. Durante
muchos años había intentado compensarla por el divorcio que su padre, de alguna
manera, había forzado. Sabía que él se había echado la culpa por ello. Tal como
su madre había jurado una completa inocencia. Y comenzaba a preguntarse si
alguno de ellos le diría alguna vez la verdad.
—Terminarás
como él —la acusó Ella, con sus ojos estrechándose de odio.
----- solamente
pudo sacudir la cabeza.
—Volveré a
casa dentro de una semana, madre —dijo, recogiendo su equipaje.
Aunque en el
fondo de su mente sabía que no volvería. Había evitado el sentimiento de culpa
y el miedo de fallar en algo a los ojos de su madre. Aunque solo ahora se daba
cuenta de que nunca conseguiría su aprobación. Luchaba una batalla perdida. Una
batalla que ya no deseaba ganar, para empezar.
---- todavía
temblaba cuando entró en la amplia avenida de entrada de la casa de su padre.
Las sombras de la tarde invadían la majestuosa mansión virginiana, derramándose
sobre la casa y el arbolado patio circundante. El trayecto desde Nueva York no
había sido duro, pero su estado de nervios la había dejado exhausta.
Definitivamente no estaba preparada para enfrentarse a Joe. Su rostro se
encendió ante el pensamiento. Intentó no pensar en la llamada de esa mañana o
en el núcleo de calor que había dejado palpitando en su interior.
Casi había
sido suficiente para hacerla dar la vuelta varias veces y regresar a la cómoda
y segura vida en la casa de su madre. Lo habría hecho, hasta que pensó en su
madre. Ella temía demasiado el mundo como para sacar la cabeza de sus libros y
ver las cosas que se perdía. Había perdido a su esposo años antes de su
divorcio por su aversión a las demandas sexuales de él. Le había contado a
menudo a ----- lo asqueroso y vergonzoso que consideraba el sexo.
----- no quería
envejecer sabiendo que había dejado pasar las cosas emocionantes de la vida. No
quería pasar toda su vida suspirando por lo que más había necesitado y que
había dejado escapar. Pero tampoco deseaba que le rompiesen el corazón. Y -----
tenía la sensación de que Joe podría rompérselo.
Le deseaba
tanto. Se había dado cuenta de eso durante los pasados meses. Los sueños la
estaban volviendo loca. Sueños de Joe atándola a la cama, burlándose de ella,
tocándola, con su oscura voz susurrándole promesas sexuales. Cada vez más a
menudo se despertaba con el sexo húmedo, la respiración agitada y una súplica
en los labios.
----- supo que
él era un mal asunto incluso antes de que su padre se casase con su hermana.
Sus ojos eran demasiado pícaros, sus miradas demasiado sensuales. Era
malvadamente sexy, pecaminosamente sensual. Gimió con la creciente excitación y
el temor.
Dejando las
llaves en el contacto para que el mayordomo lo aparcase, ----- saltó del coche.
La noche ya se acercaba y maldita fuese si se quedaba sentada en el coche
porque estuviera demasiado asustada como para entrar en la casa.
Afortunadamente, Joe no estaría allí. No estaba siempre allí.
—Buenas
tardes, señorita Delacourte —. El mayordomo, un antiguo gorila de discoteca
alto y fornido, abrió la puerta cuando ella se acercó.
Por lo que ----- sabía, Thomas pasaba de los cincuenta pero no tenía aspecto de pasar de
los treinta y cinco. Medía arriba de un metro ochenta, estaba abundantemente musculoso
y lucía una nariz torcida y varias cicatrices pequeñas en su amplia cara. Era
irlandés, según le había dicho, con una mezcla de linaje indio cherokee y
alemán. Su espeso cabello castaño estaba casi afeitado y su amplio rostro se
abría con una sonrisa.
—Buenas
tardes, Thomas. ¿Mi padre está en casa? —Dio un paso al interior, más incómoda
de lo que pensó que estaría.
Este era el
hogar en el que se había criado, en el que corría tras el cachorro que una vez
le había comprado su padre pero del que su madre se había deshecho. El hogar
donde su padre le curaba las rodillas despellejadas y un corazón magullado. El
hogar del que su madre la había sacado cuando su padre reclamó sus derechos
como esposo o un divorcio.
—Su padre y la
señora Delacourte han salido esta tarde, señorita —le respondió él. — ¿Se
quedará usted un tiempo?
—Sí —inspiró
hondo. —Mi equipaje está fuera. ¿Mi habitación está todavía disponible?
Sintió una
punzada de dolor mientras hacía la pregunta. Se había enterado de que Missy
había dispuesto su habitación para los invitados, en lugar de conservarla para
las escasas visitas de -----.
—Lo siento,
señorita ----- —dijo Thomas con suavidad. —La habitación está siendo redecorada.
Pero el cuarto de la torre está disponible. Lo preparé yo mismo esta mañana.
El cuarto de
la torre era el más alejado de los dormitorios de los invitados o de la
familia. Detrás de la casa, en la tercera planta. La torre se había añadido
décadas atrás por su abuelo y cuando era niña la había adorado. Ahora se
resintió del hecho de que no era una habitación de la familia, sino una que
sabía que Missy asignaba a aquellos visitantes que apenas podía tolerar.
Evidentemente, pensó -----, había bajado algunos peldaños en la cortesía de su
madrastra.
----- inspiró
profundamente. No eran lágrimas lo que se atascaba en su garganta, se aseguró a
sí misma. Su pecho estaba tenso por el agotamiento, no por dolor.
—Bien —tragó
con fuerza. — ¿Podría subirme el equipaje? Necesito una ducha y un poco de
sueño. Veré a mi padre por la mañana.
—Por supuesto,
señorita ----- —. La voz de Thomas era amable. Llevaba con la familia más de lo
que ella podía recordar y supo que su dolor no le pasaba desapercibido.
— ¿Mi padre es
feliz, Thomas? —le preguntó haciendo una pausa antes de bajar por el pasillo hacia
la escalera oculta que conducía al cuarto de la torre. — ¿Missy se ocupa de él?
—Su padre me
parece muy feliz, señorita ----- —le aseguró Thomas. —Más feliz de lo que nunca
le he visto desde que la señora Ella se marchó.
----- asintió
bruscamente. Eso era todo lo que importaba. Bajó rápidamente por el pasillo,
girando hacia la cocina para entrar por la escalera de la derecha. La
escalinata conducía a un solo lugar. El cuarto de la torre.
Era una
habitación hermosa. Circular y espaciosa, el mobiliario se había fabricado para
encajar en el cuarto con exactitud. La cama era grande con una cabecera de
madera de nogal maciza que se asentaba perfectamente contra la pared. Pesados
cajones a juego se deslizaban en la pared de piedra formando un tocador, cubierto
con un tapete a un lado de la cama. Al otro lado de la habitación había una
pequeña chimenea, la madera eran troncos falsos que funcionaban con gas, pero
era bastante bonito.
Ella se sintió
como Cenicienta antes de que el Príncipe la rescatase. Se sentó pesadamente
sobre el edredón que cubría la cama. Esto era una mierda. Debería regresar al
coche e irse directamente de vuelta al hogar al que pertenecía. Ya no
pertenecía a este lugar, y comenzaba a preguntarse si alguna vez lo había
hecho.
Respirando
hondo, se pasó las manos por el pelo y escuchó como Thomas subía las escaleras.
Él entró en el cuarto con una sonrisa amistosa, pero sus ojos marrones eran
sombríos cuando se encontraron con los de ella.
—
¿Estará usted bien aquí, señorita -----? —le preguntó mientras colocaba la
maleta grande y la bolsa en la rejilla para el equipaje junto a la puerta.
—Puedo preparar rápidamente otra habitación.
—No. Estoy
bien, Thomas —. Sacudió la cabeza. ¿Qué más daba? Había regresado,
principalmente para encontrar algo que nunca existió. Era mejor que lo supiese
ahora, antes de llegar más lejos.
Thomas asintió
mientras se encaminaba hacia la chimenea. Con movimientos expertos encendió el
fuego de gas, luego se echó hacia atrás y asintió con satisfacción ante el
calor que se irradió desde los troncos de cerámica.
— ¿Quiere que
le pida la cena, señorita -----? —le preguntó.
Su padre y su
madrastra no estaban. ----- sabía que los criados estarían preparando su propia
cena. Negó con la cabeza. Probablemente habían esperado una noche de descanso y
ella no les privaría de eso. Lo que más le dolía era la ausencia de su padre.
Él sabía que ella venía, y no estaba allí. Era la primera vez que se marchaba
sabiendo que ella vendría a casa. La primera vez que ----- se sentía como si
fuese una extraña en su propia casa.
Una cosa que
le encantaba a ----- de la habitación de la torre era el baño. El espacioso
cuarto estaba situado a la derecha de la cama, y poseía una enorme bañera lo
bastante grande para tres personas y una pared entera cubierta de espejo.
Thomas había abastecido la pequeña nevera en contra de sus protestas. Una de
sus pequeñas sorpresas fue una botella de su vino blanco favorito. ----- la
abrió, se sirvió una copa llena y comenzó a dar sorbos mientras el agua llenaba
la bañera. El vapor se elevó llenando el cuarto, creando un efecto etéreo junto
con el brillo de las velas que había encendido.
Se quitó los
vaqueros y la camiseta, apoyando la copa y la botella sobre un pequeño estante,
y se hundió en el burbujeante líquido. Exquisito. Se inclinó hacia atrás contra
la porcelana y apoyó la cabeza en el reposacabeza acolchado. Esto era propio de
un hedonista. Una extravagancia malvada y pecaminosa, habría dicho su madre.
Cerró los ojos
e inspiró profundamente. Había esperado que su padre estuviese en casa, había
esperado alguna clase de bienvenida. No se había esperado que la abandonasen a
su suerte. Pero la pecaminosa riqueza de la bañera aliviaba un poco la herida.
Podía disfrutarlo. Por esta última vez.
No había
venido a la casa sin motivos ocultos, eso lo sabía. Quizás este era su castigo
por ello. No era su padre quien la había atraído sino el hombre que sabía que
llegaría tarde o temprano.
Joe. Inspiró
profundamente, sonrojándose una vez más ante el recuerdo de la conversación
telefónica. Podía tener un poco de sexo con él. No era como si fuese una
virgen. Era por todo lo demás. Joe no era de los que se limitaban a un sexo
normal. Joe era salvaje y pervertido, y le gustaba dar más sabor a las cosas,
según había escuchado. Escuchado. Gimió recordando su promesa de atarla a su
cama y lo que haría con ella allí.
Nunca había
tenido sexo duro, aunque admitió que tampoco había tenido ningún sexo
satisfactorio. Nunca había sido lo bastante intenso, lo bastante fuerte. El
orgasmo más fuerte de su vida había sido en aquel maldito vestíbulo, con los
dedos de Joe empujando dentro de su coño. Había estado tan excitada, tan
mojada, que incluso sus muslos se habían cubierto de humedad.
Alzando la
copa del estante, ----- sorbió un poco ávidamente. Su piel estaba sensible, sus
senos hinchados de excitación, su sexo tenso de necesidad. Maldita sea, debería
haber buscado un rector o un profesor amable y manso para satisfacer su
lujuria. Joe era un mal asunto. Ella sabía que era un mal asunto. Siempre lo
había sabido.
Conocía a Joe
desde antes de que su padre se casase con su hermana. Había oído hablar de sus
prácticas sexuales, de sus placeres. Era un hedonista, malvado. Y a veces, le
gustaba dominar. No se comportaba como un matón fuera del dormitorio. Seguro de
sí mismo, altanero sí, pero no un matón. Pero ella había oído los rumores.
Historias sobre las preferencias de Joe, su insistencia en la sumisión por
parte de sus mujeres. Los comentarios que él le había hecho a ella a través de los
años solamente daban mayor credibilidad a los rumores.
----- tembló
ante la idea de ser dominada por Joe. El miedo y la excitación vibraron a
través de sus venas y de su sexo a partes iguales, hinchando sus senos,
endureciendo sus pezones. Ella no necesitaba esto. No necesitaba el deseo que
sentía por él. No necesitaba el corazón roto que sabía que él provocaría. Apuró
el vino de su copa y se sirvió otra, notando que los efectos de la bebida ya
corrían por su sistema. Finalmente se sintió más relajada. No había estado tan
relajada desde hacía meses. Disfrutando las sensaciones, se sirvió otra,
esperando que al menos esta noche pudiera conseguir unas pocas horas de sueño
sin soñar con Joe.
Su madre la esperaba cuando bajó las escaleras
con la maleta en la mano. Ella Delacourte era una mujer pequeña y delgada, con
cabello castaño y agudos ojos color avellana. Había pocas cosas que se le
escaparan, e incluso menos las que toleraba.
—Así que te
vas —le espetó al ver la maleta que ----- depositó junto a la puerta principal—.
Pensaba que tendrías más orgullo, -----.
----- apretó
los labios luchando por evitar una respuesta sarcástica.
—Esto no tiene
nada que ver con el orgullo, madre —dijo suavemente. —Él todavía es mi padre.
—El mismo
padre que destruyó a tu familia. Que se aseguró que perdieses la casa en la que
te habías criado —le recordó Ella con amargura. —El mismo padre que se casó con
la puta que significaba más para él que tú.
El pecho de ----- se tensó de dolor y furia. Ya no era una niña, y podía ver con claridad
por qué su padre no había sido capaz de continuar al lado de su madre. Ella
sólo tenía en cuenta un punto de vista, y ese era el suyo.
—Se preocupó
por nosotras, madre —le indicó. —Incluso después del divorcio.
—Como si
tuviese otra opción —. Ella cruzó sus brazos sobre su pecho mientras su mirada
llena de cólera se fijaba en -----.
—Sí, madre,
tuvo otra opción cuando yo cumplí los dieciocho —la recordó ----- con tristeza.
—Pero creo que todavía te envía dinero y te proporciona lo que puedas
necesitar, tal como hace conmigo. No tiene por qué hacerlo.
—El dinero de
la conciencia —escupió Ella, con su bonito rostro retorcido de furia y amarga
cólera. —Sabe que hizo mal, -----. Nos echó…
—No, tú
elegiste marcharte, si recuerdo bien —. ----- deseaba gritar de frustración.
La discusión
nunca acababa. Nunca tenía fin. Se sentía como si continuamente pagase por las
elecciones de su padre porque su madre no tenía modo de hacerle pagar a él.
—Es un
depravado. Como si tú necesitases pasar una semana en su casa —. Ella se
sacudía de furia, con el desprecio impreso en cada palabra que salía de su
boca.
— Esas fiestas
que da son excusas para las orgías, y esa esposa suya…
—No quiero
oírlo, madre.
—Crees que tu
padre y su nueva familia son tan respetables y amables —se mofó. —Crees que no
sé como mirabas al hermano de ella. Que no sabía lo de las flores que te envió
el año pasado. Son monstruos, ----- —la apuntó con un dedo delgado y acusador.
—Depravados y sin conciencia. Te convertirá en una zorra.
----- sintió su
rostro en llamas. Había luchado durante años para ocultar su atracción por
Cole. Había escuchado todos los rumores sobre sus proezas sexuales de las que
tan frecuentemente se chismorreaba. Él se lo había admitido más o menos en
varias ocasiones.
—Nadie puede
convertirme en una zorra, madre —dijo entre dientes. —Tal como no hay forma de
que tú puedas cambiar el hecho de que tengo un padre. No puedo ignorarle o
pretender que no existe, y tampoco quiero hacerlo.
----- se
enfrentó a su madre, sintiendo el mismo horrible miedo que siempre la llenaba
ante el pensamiento de enfurecerla. O de desagradarla de alguna forma. Pero se
enfrentó a su miedo y sintió su propia furia creciendo dentro de ella. Durante
muchos años había intentado compensarla por el divorcio que su padre, de alguna
manera, había forzado. Sabía que él se había echado la culpa por ello. Tal como
su madre había jurado una completa inocencia. Y comenzaba a preguntarse si
alguno de ellos le diría alguna vez la verdad.
—Terminarás
como él —la acusó Ella, con sus ojos estrechándose de odio.
----- solamente
pudo sacudir la cabeza.
—Volveré a
casa dentro de una semana, madre —dijo, recogiendo su equipaje.
Aunque en el
fondo de su mente sabía que no volvería. Había evitado el sentimiento de culpa
y el miedo de fallar en algo a los ojos de su madre. Aunque solo ahora se daba
cuenta de que nunca conseguiría su aprobación. Luchaba una batalla perdida. Una
batalla que ya no deseaba ganar, para empezar.
*
* * * *
* * * *
---- todavía
temblaba cuando entró en la amplia avenida de entrada de la casa de su padre.
Las sombras de la tarde invadían la majestuosa mansión virginiana, derramándose
sobre la casa y el arbolado patio circundante. El trayecto desde Nueva York no
había sido duro, pero su estado de nervios la había dejado exhausta.
Definitivamente no estaba preparada para enfrentarse a Joe. Su rostro se
encendió ante el pensamiento. Intentó no pensar en la llamada de esa mañana o
en el núcleo de calor que había dejado palpitando en su interior.
Casi había
sido suficiente para hacerla dar la vuelta varias veces y regresar a la cómoda
y segura vida en la casa de su madre. Lo habría hecho, hasta que pensó en su
madre. Ella temía demasiado el mundo como para sacar la cabeza de sus libros y
ver las cosas que se perdía. Había perdido a su esposo años antes de su
divorcio por su aversión a las demandas sexuales de él. Le había contado a
menudo a ----- lo asqueroso y vergonzoso que consideraba el sexo.
----- no quería
envejecer sabiendo que había dejado pasar las cosas emocionantes de la vida. No
quería pasar toda su vida suspirando por lo que más había necesitado y que
había dejado escapar. Pero tampoco deseaba que le rompiesen el corazón. Y -----
tenía la sensación de que Joe podría rompérselo.
Le deseaba
tanto. Se había dado cuenta de eso durante los pasados meses. Los sueños la
estaban volviendo loca. Sueños de Joe atándola a la cama, burlándose de ella,
tocándola, con su oscura voz susurrándole promesas sexuales. Cada vez más a
menudo se despertaba con el sexo húmedo, la respiración agitada y una súplica
en los labios.
----- supo que
él era un mal asunto incluso antes de que su padre se casase con su hermana.
Sus ojos eran demasiado pícaros, sus miradas demasiado sensuales. Era
malvadamente sexy, pecaminosamente sensual. Gimió con la creciente excitación y
el temor.
Dejando las
llaves en el contacto para que el mayordomo lo aparcase, ----- saltó del coche.
La noche ya se acercaba y maldita fuese si se quedaba sentada en el coche
porque estuviera demasiado asustada como para entrar en la casa.
Afortunadamente, Joe no estaría allí. No estaba siempre allí.
—Buenas
tardes, señorita Delacourte —. El mayordomo, un antiguo gorila de discoteca
alto y fornido, abrió la puerta cuando ella se acercó.
Por lo que ----- sabía, Thomas pasaba de los cincuenta pero no tenía aspecto de pasar de
los treinta y cinco. Medía arriba de un metro ochenta, estaba abundantemente musculoso
y lucía una nariz torcida y varias cicatrices pequeñas en su amplia cara. Era
irlandés, según le había dicho, con una mezcla de linaje indio cherokee y
alemán. Su espeso cabello castaño estaba casi afeitado y su amplio rostro se
abría con una sonrisa.
—Buenas
tardes, Thomas. ¿Mi padre está en casa? —Dio un paso al interior, más incómoda
de lo que pensó que estaría.
Este era el
hogar en el que se había criado, en el que corría tras el cachorro que una vez
le había comprado su padre pero del que su madre se había deshecho. El hogar
donde su padre le curaba las rodillas despellejadas y un corazón magullado. El
hogar del que su madre la había sacado cuando su padre reclamó sus derechos
como esposo o un divorcio.
—Su padre y la
señora Delacourte han salido esta tarde, señorita —le respondió él. — ¿Se
quedará usted un tiempo?
—Sí —inspiró
hondo. —Mi equipaje está fuera. ¿Mi habitación está todavía disponible?
Sintió una
punzada de dolor mientras hacía la pregunta. Se había enterado de que Missy
había dispuesto su habitación para los invitados, en lugar de conservarla para
las escasas visitas de -----.
—Lo siento,
señorita ----- —dijo Thomas con suavidad. —La habitación está siendo redecorada.
Pero el cuarto de la torre está disponible. Lo preparé yo mismo esta mañana.
El cuarto de
la torre era el más alejado de los dormitorios de los invitados o de la
familia. Detrás de la casa, en la tercera planta. La torre se había añadido
décadas atrás por su abuelo y cuando era niña la había adorado. Ahora se
resintió del hecho de que no era una habitación de la familia, sino una que
sabía que Missy asignaba a aquellos visitantes que apenas podía tolerar.
Evidentemente, pensó -----, había bajado algunos peldaños en la cortesía de su
madrastra.
----- inspiró
profundamente. No eran lágrimas lo que se atascaba en su garganta, se aseguró a
sí misma. Su pecho estaba tenso por el agotamiento, no por dolor.
—Bien —tragó
con fuerza. — ¿Podría subirme el equipaje? Necesito una ducha y un poco de
sueño. Veré a mi padre por la mañana.
—Por supuesto,
señorita ----- —. La voz de Thomas era amable. Llevaba con la familia más de lo
que ella podía recordar y supo que su dolor no le pasaba desapercibido.
— ¿Mi padre es
feliz, Thomas? —le preguntó haciendo una pausa antes de bajar por el pasillo hacia
la escalera oculta que conducía al cuarto de la torre. — ¿Missy se ocupa de él?
—Su padre me
parece muy feliz, señorita ----- —le aseguró Thomas. —Más feliz de lo que nunca
le he visto desde que la señora Ella se marchó.
----- asintió
bruscamente. Eso era todo lo que importaba. Bajó rápidamente por el pasillo,
girando hacia la cocina para entrar por la escalera de la derecha. La
escalinata conducía a un solo lugar. El cuarto de la torre.
Era una
habitación hermosa. Circular y espaciosa, el mobiliario se había fabricado para
encajar en el cuarto con exactitud. La cama era grande con una cabecera de
madera de nogal maciza que se asentaba perfectamente contra la pared. Pesados
cajones a juego se deslizaban en la pared de piedra formando un tocador, cubierto
con un tapete a un lado de la cama. Al otro lado de la habitación había una
pequeña chimenea, la madera eran troncos falsos que funcionaban con gas, pero
era bastante bonito.
Ella se sintió
como Cenicienta antes de que el Príncipe la rescatase. Se sentó pesadamente
sobre el edredón que cubría la cama. Esto era una mierda. Debería regresar al
coche e irse directamente de vuelta al hogar al que pertenecía. Ya no
pertenecía a este lugar, y comenzaba a preguntarse si alguna vez lo había
hecho.
Respirando
hondo, se pasó las manos por el pelo y escuchó como Thomas subía las escaleras.
Él entró en el cuarto con una sonrisa amistosa, pero sus ojos marrones eran
sombríos cuando se encontraron con los de ella.
—
¿Estará usted bien aquí, señorita -----? —le preguntó mientras colocaba la
maleta grande y la bolsa en la rejilla para el equipaje junto a la puerta.
—Puedo preparar rápidamente otra habitación.
—No. Estoy
bien, Thomas —. Sacudió la cabeza. ¿Qué más daba? Había regresado,
principalmente para encontrar algo que nunca existió. Era mejor que lo supiese
ahora, antes de llegar más lejos.
Thomas asintió
mientras se encaminaba hacia la chimenea. Con movimientos expertos encendió el
fuego de gas, luego se echó hacia atrás y asintió con satisfacción ante el
calor que se irradió desde los troncos de cerámica.
— ¿Quiere que
le pida la cena, señorita -----? —le preguntó.
Su padre y su
madrastra no estaban. ----- sabía que los criados estarían preparando su propia
cena. Negó con la cabeza. Probablemente habían esperado una noche de descanso y
ella no les privaría de eso. Lo que más le dolía era la ausencia de su padre.
Él sabía que ella venía, y no estaba allí. Era la primera vez que se marchaba
sabiendo que ella vendría a casa. La primera vez que ----- se sentía como si
fuese una extraña en su propia casa.
*
* * * *
* * * *
Una cosa que
le encantaba a ----- de la habitación de la torre era el baño. El espacioso
cuarto estaba situado a la derecha de la cama, y poseía una enorme bañera lo
bastante grande para tres personas y una pared entera cubierta de espejo.
Thomas había abastecido la pequeña nevera en contra de sus protestas. Una de
sus pequeñas sorpresas fue una botella de su vino blanco favorito. ----- la
abrió, se sirvió una copa llena y comenzó a dar sorbos mientras el agua llenaba
la bañera. El vapor se elevó llenando el cuarto, creando un efecto etéreo junto
con el brillo de las velas que había encendido.
Se quitó los
vaqueros y la camiseta, apoyando la copa y la botella sobre un pequeño estante,
y se hundió en el burbujeante líquido. Exquisito. Se inclinó hacia atrás contra
la porcelana y apoyó la cabeza en el reposacabeza acolchado. Esto era propio de
un hedonista. Una extravagancia malvada y pecaminosa, habría dicho su madre.
Cerró los ojos
e inspiró profundamente. Había esperado que su padre estuviese en casa, había
esperado alguna clase de bienvenida. No se había esperado que la abandonasen a
su suerte. Pero la pecaminosa riqueza de la bañera aliviaba un poco la herida.
Podía disfrutarlo. Por esta última vez.
No había
venido a la casa sin motivos ocultos, eso lo sabía. Quizás este era su castigo
por ello. No era su padre quien la había atraído sino el hombre que sabía que
llegaría tarde o temprano.
Joe. Inspiró
profundamente, sonrojándose una vez más ante el recuerdo de la conversación
telefónica. Podía tener un poco de sexo con él. No era como si fuese una
virgen. Era por todo lo demás. Joe no era de los que se limitaban a un sexo
normal. Joe era salvaje y pervertido, y le gustaba dar más sabor a las cosas,
según había escuchado. Escuchado. Gimió recordando su promesa de atarla a su
cama y lo que haría con ella allí.
Nunca había
tenido sexo duro, aunque admitió que tampoco había tenido ningún sexo
satisfactorio. Nunca había sido lo bastante intenso, lo bastante fuerte. El
orgasmo más fuerte de su vida había sido en aquel maldito vestíbulo, con los
dedos de Joe empujando dentro de su coño. Había estado tan excitada, tan
mojada, que incluso sus muslos se habían cubierto de humedad.
Alzando la
copa del estante, ----- sorbió un poco ávidamente. Su piel estaba sensible, sus
senos hinchados de excitación, su sexo tenso de necesidad. Maldita sea, debería
haber buscado un rector o un profesor amable y manso para satisfacer su
lujuria. Joe era un mal asunto. Ella sabía que era un mal asunto. Siempre lo
había sabido.
Conocía a Joe
desde antes de que su padre se casase con su hermana. Había oído hablar de sus
prácticas sexuales, de sus placeres. Era un hedonista, malvado. Y a veces, le
gustaba dominar. No se comportaba como un matón fuera del dormitorio. Seguro de
sí mismo, altanero sí, pero no un matón. Pero ella había oído los rumores.
Historias sobre las preferencias de Joe, su insistencia en la sumisión por
parte de sus mujeres. Los comentarios que él le había hecho a ella a través de los
años solamente daban mayor credibilidad a los rumores.
----- tembló
ante la idea de ser dominada por Joe. El miedo y la excitación vibraron a
través de sus venas y de su sexo a partes iguales, hinchando sus senos,
endureciendo sus pezones. Ella no necesitaba esto. No necesitaba el deseo que
sentía por él. No necesitaba el corazón roto que sabía que él provocaría. Apuró
el vino de su copa y se sirvió otra, notando que los efectos de la bebida ya
corrían por su sistema. Finalmente se sintió más relajada. No había estado tan
relajada desde hacía meses. Disfrutando las sensaciones, se sirvió otra,
esperando que al menos esta noche pudiera conseguir unas pocas horas de sueño
sin soñar con Joe.
Sooky
Re: Rendicion (Adaptada Joe y Tu)
Jummm esa madrastra no me gusta para nada
Ya quiero q se encuentre con joe!!!!!
Síguela pronto!!!!!
Ya quiero q se encuentre con joe!!!!!
Síguela pronto!!!!!
Julieta♥
Re: Rendicion (Adaptada Joe y Tu)
Capítulo 4
A la mañana
siguiente ---- bajó la escalera esperando ser bienvenida por su padre. Se había
puesto el suéter gris paloma que él le había enviado el mes anterior. Diminutos
botones de perla lo cerraban en un ribete justo por encima de sus pechos. Traía
zapatos bajos a juego y perlas en el cuello. Confiada y segura de sí misma, ----- se sentía capaz de sortear las preguntas de su padre, su insistencia para
que volviera a casa por un tiempo. En lugar de ello, cuando entró en el
familiar cuarto débilmente iluminado, se encontró con Joe.
Ella se
quedó de pie, inmóvil y silenciosa, mientras permanecía frente a él al otro
lado de la habitación. Los ojos de él, de un brillante azul y llenos de
malvados secretos, la observaron atentamente. Gruesas y negras pestañas
enmarcaban las brillantes esferas, tal como su grueso y negro pelo enmarcaba
los salvajes rasgos de su rostro. Sus pómulos eran altos y afilados, su nariz
un arrogante tajo descendente en su cara. Sus labios eran anchos, y podían
estar llenos y sensuales o finos por la cólera. Ahora, él parecía simplemente curioso.
Sus brazos
estaban cruzados sobre el pecho ancho y musculoso, sus tobillos cruzados
mientras se apoyaba en el respaldo de un sofá a cuadros, de tal manera que
estaba enfrentado pero lejos de ella.
— ¿Dónde
está Papá? —preguntó -----, luchando contra su excitación y sus propios deseos
irrefrenables.
—Tuvo una
demora. Espera, quizás estará en casa mañana —dijo él quedamente.
— ¿Quizás?
—ella acalló apenas el temblor en su voz.
—Quizás —él
se irguió de su postura perezosa, observándola con una intensidad que le
estrechaba los ojos, y que le hacía a ella tener los pechos y el coño latiendo. Maldito fuera él por el
efecto que tenía en ella.
— ¿Y no me
lo podría haber dicho él mismo? —cuestionó nerviosamente, mirándolo avanzar hacia ella, decidida a mantener
su posición.
—Estoy
seguro que él llamará, eventualmente —la voz de Joe era lenta, se arrastraba
perezosamente, espesa por la tensión y la excitación. ----- hizo todo lo que
pudo por mantener sus ojos en la cara de él, en lugar de permitirles descender
para ver cuán grueso se había puesto el bulto en sus pantalones. Ella supo con
toda certeza que el latido en su vagina se había intensificado.
— ¿Entonces
te alistaste como voluntario para el comité de bienvenida? —ella estaba
jadeante, y supo que él lo podría oír en su voz. Los ojos de Joe se
oscurecieron con el conocimiento, haciendo que el latido de ella se
intensificara aún más.
Él se acercó
sin detenerse, hasta que sólo estuvo a unos centímetros de ella. ----- podía
sentir el calor de su cuerpo, haciéndole sentir un hormigueo en sus
terminaciones nerviosas. Era alto, mucho más ancho que ella. Ella se sintió a
la vez amenazada y segura. Las
alternantes emociones la atraparon, incapaz de moverse, sin voluntad para
correr.
La sangre
corría por sus venas mientras ella trataba de darle sentido a los poderosos
sentimientos que estaban atravesando su cuerpo y su mente. Dos años había
pensado en él, había luchado con la tentación que él representaba y el ardor
que inspiraba.
—Siempre
estoy aquí para darte la bienvenida, ----- —él sonrió, esa lenta rareza de sus
labios que hacía que los músculos del estómago de ella se tensaran—. Pero tengo
que admitir, estaba más que ansioso después de hablar contigo ayer.
La cara de
ella llameó, haciéndose eco de sus gemidos y su lucha por respirar a través del
clímax susurrado directamente a su mente. La voz de Joe, ronca y profunda,
áspera por su propia excitación y luego por su propio clímax, la incitaba.
----- tragó
saliva mientras se mordía el labio en nerviosa indecisión. ¿Le extendería la
mano? ¿O debería escaparse de él?
—Perro
acosador —masculló, más enojada consigo misma que con él.
Él se rió
ahogadamente, alargando la mano para tocar la carne desnuda de su cuello.
—Veo que
sigues tan espinosa como siempre —dijo él con una vena de diversión en sus ojos
que se iban oscureciendo—. ¿Serás tan ardiente en la cama, -----?
— ¡Cómo si
te lo fuera a decir! —escupió ella.
----- luchó
contra el instinto de inclinarse más hacia él, para inspirar el picante aroma
de un macho excitado y decidido.
—Hmm, tal
vez podrías mostrármelo —sugirió él, su voz sedosamente suave y caliente.
----- tembló
ante la cualidad baja y seductora de su voz. Ésta viajó a través de su cuerpo,
tensándole el sexo, haciendo que sus pechos se hincharan y sus pezones se
endurecieran en anticipación. Todo su cuerpo se ruborizó, caliente. Entonces el
aliento quedó atrapado en su garganta. Las manos de él se movieron, el dorso de
sus dedos la acariciaron, dejando un rastro de fuego en la parte superior de
sus pechos que subían y bajaban.
Él la miró a
los ojos, los suyos soñolientos, los párpados gruesos.
—Mía
—susurró.
Los ojos de
ella se ensancharon ante la nota posesiva en la voz de él.
—Creo que no
—----- quiso hacer una mueca ante el tono rasposo y áspero de su propia voz—. No
le pertenezco a nadie, Joe. Mucho menos a ti.
¿Entonces
por qué estaba su cuerpo gritando en negación? Ella podía sentir los desnudos
labios de su vulva mojándose a medida que su cuerpo se preparaba para ser
poseído por él. Su piel hormigueaba, su boca se hacía agua al pensar en su
beso.
—Toda mía
—gruñó él mientras un botón se deslizaba, libre del frágil amarre sobre sus
pechos palpitantes—. Sabías que no habría manera de que me mantuviera alejado
después de oírte llegar al clímax al son de mi voz, -----. Sabías que no te
dejaría ir.
Ella se
encogió de hombros, luchando por mantener el aplomo, una independencia que
parecía más arraigada que necesaria en ese momento.
—No tienes
otra opción que dejarme ir —le informó ella, sintiendo la trepidación de los
dardos que la atravesaban desde la intensidad repentina de los ojos de Joe.
Los dedos de
él acariciaron la redondeada curva de su pecho, su expresión pensativa mientras
bajaba los ojos hacia ella.
— ¿Por qué
peleas conmigo, -----? —preguntó repentinamente en un tono suave. —Por dos años
he hecho todo menos atarte y hacerte admitir que me deseas. Y sé que lo haces.
Entonces, ¿por qué luchas contra ello?
—Tal vez
quiero ser atada y forzada a admitirlo —dijo ella impertinentemente, ignorando
la llamarada de excitación ante el pensamiento. Ella había oído los rumores,
conocía las acusaciones que la propia madre de ----- había acopiado durante
años, acerca del cuñado de su padre. —Sí, Joe. Yo atada, nada más esperando
por ti y uno de tus mejores amigos. Oye cariño, las posibilidades de eso son
ilimitadas.
Su boca era
la maldición de su existencia. Mentalmente, ella puso sus ojos en blanco ante su propia declaración,
cortante y burlona.
— ¿Mi mejor
amigo, eh? —él inclinó la cabeza, mirándola con una leve sonrisa.
—Cuantos
más, mejor —se alejó de él, negándose el contacto que deseaba por encima de
cualquier otro. —Tú sabes cómo es. Una chica tiene que tener alguna clase de
excitación en su vida. Puede ser bueno llegar al extremo.
Ella solita
iba a cortarse la lengua. ----- se sentía más poseída que en posesión de algo de
sentido común por el momento. Tentar a Joe, empujarlo, nunca había sido una
buena idea. Lo sabía por experiencia. Pero aparentemente ella no sabía cómo
hacer algo distinto.
—-----, ten
cuidado con lo que deseas —se estaba riendo abiertamente de ella. — ¿Has tenido
alguna vez en la vida dos hombres a la vez, nena?
El término
cariñoso, dicho suavemente por esa voz oscura y pecaminosa, hizo correr su
pulso con más fuerza que antes.
— ¿Tiene
importancia? —le respondió, algún duendecillo diabólico instándola a bromear, a
seducir a modo de devolución.
Ella le
lanzó una mirada por debajo de sus pestañas, deslizándola hacia abajo y
haciendo escala en las caderas de él, suprimiendo un gemido ante el tamaño de
la erección bajo los vaqueros. Demonios, él iba a destrozar la cremallera de un
momento a otro.
—No, no
importa —él cruzó los brazos sobre su pecho—. Te puedo dar lo que fuera que
desees, preciosidad. Si realmente lo deseas. Soy flexible.
*
* * * *
Joe sintió
su polla latir. Condenada, él sabía que Tess no tenía idea de cuán lejos lo
estaba empujando en realidad. Podía ver la excitación en los ojos de ella, el
indicio de ardor sexual, de determinación. ¿Pensaba ella que podría matar el
deseo en él otorgándole carta blanca para que él hiciera lo peor de lo que era
capaz? Ella no tenía ni la más mínima idea de cuán lejos podía llegar él en el
terreno sexual. El pensar en atarla, en
forzarla a admitir las necesidades de su propio cuerpo, o las necesidades de
él, estaba casi más allá de lo que su autocontrol podía aguantar. El pensar en
iniciarla en los placeres del ménage a
trois, oyendo los gritos de placer de Tess en sus oídos, hizo que su polla
endureciera hasta el dolor.
Quería que ----- tuviera cada toque, cada experiencia sexual que ella alguna vez hubiera
imaginado querer intentar. La quería caliente, mojada y rogando por su polla.
Quería que ella admitiera sus necesidades, lo mismo que él finalmente había
admitido las propias. Quería a -----, ahora, mañana, para siempre. De cualquier
forma que pudiera tenerla, de todas las formas en que ella le permitiera
tenerla.
Joe miró el
rubor que había subido a sus pómulos, la llamarada de interés en sus ojos que
ella apagó rápidamente. Ella pensaba que era un juego, ingeniosas réplicas de
carácter sexual que fácilmente podría poner a un lado más tarde. Pero eso no
cambiaba el hecho de que ----- le había dedicado a tales ideas más que un
pensamiento pasajero. Él podía ver eso en el afanoso subir y bajar de sus pechos,
en la túrgida curva de ellos, en las duras puntas de sus pezones. Estaban casi tan duros como su polla.
Ella no
podía saber, pensó él con una hebra de diversión, cuánto disfrutaría él de
hacer ambas cosas con ella. El nivel de dominación que él poseía era
increíblemente alto. Introducirla en ser atada, tomada del pelo, atormentada o
emparedada entre su cuerpo y el de Jesse…
Drásticamente
él aplastó su lujuria. Eso de compartirla no sería fácil u ocurriría a menudo,
pero había un placer particular en ello que no podía ser encontrado en ningún
otro acto sexual. El pensamiento de tener el control total de ella, de su
cuerpo, sus deseos, su sensualidad, era un afrodisíaco casi imposible de
resistir.
—-----, no
deberías desafiarme —le advirtió cuidadosamente. —No sabes lo que estás
pidiendo, nena.
Él se sentía
moralmente obligado a darle una oportunidad, y sólo una oportunidad, para
aquietar los deseos rugientes que crecían dentro de él. Ella no sabía, no podía
saber, que la sexualidad era parte de él a tal grado. Una sexualidad y un
oscuro deseo que él había estado dispuesto a amortiguar por ella. Pero su
atrevida declaración de que ella podría manejarlos era más de lo que él podía
resistir.
—Tal vez lo
sé —. Él amó la calidad jadeante de su voz, la mezcla de miedo y lujuria en su
tono de voz era una combinación embriagadora.
—Follaría tu
culo, ----- —gruñó él, avanzando hacia ella otra vez. — ¿Es eso lo que quieres?
Mi mejor amigo hundiéndose en ese apretado coñito mientras yo empujo dentro de
tu trasero. Gritarías, nena.
La idea de
eso lo ponía tan caliente que apenas soportaba el ardor.
—Hmm… —sus
rosados labios se fruncieron en un mohín de meditación. —Suena interesante, Joe. Pero tú sabes, no permitiría a cualquiera tales privilegios —suspiró ella
con pesar. —Lo siento, amorcito, pero aparentemente no estás de suerte.
Oh, ella
estaba en problemas. Joe mantuvo su expresión sólo ligeramente divertida,
permitiendo a su dulce ----- cavar su propia tumba.
— ¿Y qué
cualidades debe tener un hombre para ser tan afortunado? —preguntó él, mientras
deliberadamente maniobraba para ponerla contra la pared, su cuerpo presionando
el de ella, no obligándola, sino conteniéndola, calentándola.
Por un
momento, una vulnerabilidad cautivadora brilló en los ojos de ella. El corazón
de él se ablandó por lo que leyó allí. Esperanza mezclada con necesidad, un
destello de incertidumbre.
—Algo que tú
no tienes —. Él se preguntó si ella habría percibido la pena en su voz.
— ¿Y qué
sería eso, nena? —. Quería atraerla hacia su pecho, abrazarla, asegurarle que
cualquier cosa que ella necesitara, cualquier cosa que ella quisiera, sería
suya sólo con pedirlo.
----- se
apartó con fuerza de él, su natural actitud defensiva asumiendo el control
nuevamente, ese destello de dolor en sus ojos sobrepasando la necesidad de
jugar, bromear con él y tentarlo.
—Corazón, Joe. Debe tener un corazón —dijo, mordiendo las palabras. —Y realmente no creo
que tú tengas uno.
*
* * * *
----- se marchó dando media vuelta rápidamente, la cólera envolviéndola.
Eso hizo poco por apaciguar el deseo o el rugiente caldero de emociones que
amenazaban con abrumarla. Maldición. Doble maldición. No podía amarlo. No podía
necesitar su amor. Dos años de discutir con él, luchando contra sus avances y
sus acaloradas miradas, no pudieron haber causado esto.
Sintió su cuerpo temblando, su pecho agarrotado por las lágrimas. Amar a Joe era imposible. No tenía ninguna oportunidad contra las mujeres
sofisticadas y experimentadas con las que él se acostaba habitualmente. Ella
las había visto, las había odiado. Saber que él las había llevado a su cama,
que las había hecho gritar con su toque era más de lo que ella podía tolerar.
Seguramente ellas no lo amaron. Pero ----- tenía el mal presentimiento de que ella lo haría.
A la mañana
siguiente ---- bajó la escalera esperando ser bienvenida por su padre. Se había
puesto el suéter gris paloma que él le había enviado el mes anterior. Diminutos
botones de perla lo cerraban en un ribete justo por encima de sus pechos. Traía
zapatos bajos a juego y perlas en el cuello. Confiada y segura de sí misma, ----- se sentía capaz de sortear las preguntas de su padre, su insistencia para
que volviera a casa por un tiempo. En lugar de ello, cuando entró en el
familiar cuarto débilmente iluminado, se encontró con Joe.
Ella se
quedó de pie, inmóvil y silenciosa, mientras permanecía frente a él al otro
lado de la habitación. Los ojos de él, de un brillante azul y llenos de
malvados secretos, la observaron atentamente. Gruesas y negras pestañas
enmarcaban las brillantes esferas, tal como su grueso y negro pelo enmarcaba
los salvajes rasgos de su rostro. Sus pómulos eran altos y afilados, su nariz
un arrogante tajo descendente en su cara. Sus labios eran anchos, y podían
estar llenos y sensuales o finos por la cólera. Ahora, él parecía simplemente curioso.
Sus brazos
estaban cruzados sobre el pecho ancho y musculoso, sus tobillos cruzados
mientras se apoyaba en el respaldo de un sofá a cuadros, de tal manera que
estaba enfrentado pero lejos de ella.
— ¿Dónde
está Papá? —preguntó -----, luchando contra su excitación y sus propios deseos
irrefrenables.
—Tuvo una
demora. Espera, quizás estará en casa mañana —dijo él quedamente.
— ¿Quizás?
—ella acalló apenas el temblor en su voz.
—Quizás —él
se irguió de su postura perezosa, observándola con una intensidad que le
estrechaba los ojos, y que le hacía a ella tener los pechos y el coño latiendo. Maldito fuera él por el
efecto que tenía en ella.
— ¿Y no me
lo podría haber dicho él mismo? —cuestionó nerviosamente, mirándolo avanzar hacia ella, decidida a mantener
su posición.
—Estoy
seguro que él llamará, eventualmente —la voz de Joe era lenta, se arrastraba
perezosamente, espesa por la tensión y la excitación. ----- hizo todo lo que
pudo por mantener sus ojos en la cara de él, en lugar de permitirles descender
para ver cuán grueso se había puesto el bulto en sus pantalones. Ella supo con
toda certeza que el latido en su vagina se había intensificado.
— ¿Entonces
te alistaste como voluntario para el comité de bienvenida? —ella estaba
jadeante, y supo que él lo podría oír en su voz. Los ojos de Joe se
oscurecieron con el conocimiento, haciendo que el latido de ella se
intensificara aún más.
Él se acercó
sin detenerse, hasta que sólo estuvo a unos centímetros de ella. ----- podía
sentir el calor de su cuerpo, haciéndole sentir un hormigueo en sus
terminaciones nerviosas. Era alto, mucho más ancho que ella. Ella se sintió a
la vez amenazada y segura. Las
alternantes emociones la atraparon, incapaz de moverse, sin voluntad para
correr.
La sangre
corría por sus venas mientras ella trataba de darle sentido a los poderosos
sentimientos que estaban atravesando su cuerpo y su mente. Dos años había
pensado en él, había luchado con la tentación que él representaba y el ardor
que inspiraba.
—Siempre
estoy aquí para darte la bienvenida, ----- —él sonrió, esa lenta rareza de sus
labios que hacía que los músculos del estómago de ella se tensaran—. Pero tengo
que admitir, estaba más que ansioso después de hablar contigo ayer.
La cara de
ella llameó, haciéndose eco de sus gemidos y su lucha por respirar a través del
clímax susurrado directamente a su mente. La voz de Joe, ronca y profunda,
áspera por su propia excitación y luego por su propio clímax, la incitaba.
----- tragó
saliva mientras se mordía el labio en nerviosa indecisión. ¿Le extendería la
mano? ¿O debería escaparse de él?
—Perro
acosador —masculló, más enojada consigo misma que con él.
Él se rió
ahogadamente, alargando la mano para tocar la carne desnuda de su cuello.
—Veo que
sigues tan espinosa como siempre —dijo él con una vena de diversión en sus ojos
que se iban oscureciendo—. ¿Serás tan ardiente en la cama, -----?
— ¡Cómo si
te lo fuera a decir! —escupió ella.
----- luchó
contra el instinto de inclinarse más hacia él, para inspirar el picante aroma
de un macho excitado y decidido.
—Hmm, tal
vez podrías mostrármelo —sugirió él, su voz sedosamente suave y caliente.
----- tembló
ante la cualidad baja y seductora de su voz. Ésta viajó a través de su cuerpo,
tensándole el sexo, haciendo que sus pechos se hincharan y sus pezones se
endurecieran en anticipación. Todo su cuerpo se ruborizó, caliente. Entonces el
aliento quedó atrapado en su garganta. Las manos de él se movieron, el dorso de
sus dedos la acariciaron, dejando un rastro de fuego en la parte superior de
sus pechos que subían y bajaban.
Él la miró a
los ojos, los suyos soñolientos, los párpados gruesos.
—Mía
—susurró.
Los ojos de
ella se ensancharon ante la nota posesiva en la voz de él.
—Creo que no
—----- quiso hacer una mueca ante el tono rasposo y áspero de su propia voz—. No
le pertenezco a nadie, Joe. Mucho menos a ti.
¿Entonces
por qué estaba su cuerpo gritando en negación? Ella podía sentir los desnudos
labios de su vulva mojándose a medida que su cuerpo se preparaba para ser
poseído por él. Su piel hormigueaba, su boca se hacía agua al pensar en su
beso.
—Toda mía
—gruñó él mientras un botón se deslizaba, libre del frágil amarre sobre sus
pechos palpitantes—. Sabías que no habría manera de que me mantuviera alejado
después de oírte llegar al clímax al son de mi voz, -----. Sabías que no te
dejaría ir.
Ella se
encogió de hombros, luchando por mantener el aplomo, una independencia que
parecía más arraigada que necesaria en ese momento.
—No tienes
otra opción que dejarme ir —le informó ella, sintiendo la trepidación de los
dardos que la atravesaban desde la intensidad repentina de los ojos de Joe.
Los dedos de
él acariciaron la redondeada curva de su pecho, su expresión pensativa mientras
bajaba los ojos hacia ella.
— ¿Por qué
peleas conmigo, -----? —preguntó repentinamente en un tono suave. —Por dos años
he hecho todo menos atarte y hacerte admitir que me deseas. Y sé que lo haces.
Entonces, ¿por qué luchas contra ello?
—Tal vez
quiero ser atada y forzada a admitirlo —dijo ella impertinentemente, ignorando
la llamarada de excitación ante el pensamiento. Ella había oído los rumores,
conocía las acusaciones que la propia madre de ----- había acopiado durante
años, acerca del cuñado de su padre. —Sí, Joe. Yo atada, nada más esperando
por ti y uno de tus mejores amigos. Oye cariño, las posibilidades de eso son
ilimitadas.
Su boca era
la maldición de su existencia. Mentalmente, ella puso sus ojos en blanco ante su propia declaración,
cortante y burlona.
— ¿Mi mejor
amigo, eh? —él inclinó la cabeza, mirándola con una leve sonrisa.
—Cuantos
más, mejor —se alejó de él, negándose el contacto que deseaba por encima de
cualquier otro. —Tú sabes cómo es. Una chica tiene que tener alguna clase de
excitación en su vida. Puede ser bueno llegar al extremo.
Ella solita
iba a cortarse la lengua. ----- se sentía más poseída que en posesión de algo de
sentido común por el momento. Tentar a Joe, empujarlo, nunca había sido una
buena idea. Lo sabía por experiencia. Pero aparentemente ella no sabía cómo
hacer algo distinto.
—-----, ten
cuidado con lo que deseas —se estaba riendo abiertamente de ella. — ¿Has tenido
alguna vez en la vida dos hombres a la vez, nena?
El término
cariñoso, dicho suavemente por esa voz oscura y pecaminosa, hizo correr su
pulso con más fuerza que antes.
— ¿Tiene
importancia? —le respondió, algún duendecillo diabólico instándola a bromear, a
seducir a modo de devolución.
Ella le
lanzó una mirada por debajo de sus pestañas, deslizándola hacia abajo y
haciendo escala en las caderas de él, suprimiendo un gemido ante el tamaño de
la erección bajo los vaqueros. Demonios, él iba a destrozar la cremallera de un
momento a otro.
—No, no
importa —él cruzó los brazos sobre su pecho—. Te puedo dar lo que fuera que
desees, preciosidad. Si realmente lo deseas. Soy flexible.
*
* * * *
Joe sintió
su polla latir. Condenada, él sabía que Tess no tenía idea de cuán lejos lo
estaba empujando en realidad. Podía ver la excitación en los ojos de ella, el
indicio de ardor sexual, de determinación. ¿Pensaba ella que podría matar el
deseo en él otorgándole carta blanca para que él hiciera lo peor de lo que era
capaz? Ella no tenía ni la más mínima idea de cuán lejos podía llegar él en el
terreno sexual. El pensar en atarla, en
forzarla a admitir las necesidades de su propio cuerpo, o las necesidades de
él, estaba casi más allá de lo que su autocontrol podía aguantar. El pensar en
iniciarla en los placeres del ménage a
trois, oyendo los gritos de placer de Tess en sus oídos, hizo que su polla
endureciera hasta el dolor.
Quería que ----- tuviera cada toque, cada experiencia sexual que ella alguna vez hubiera
imaginado querer intentar. La quería caliente, mojada y rogando por su polla.
Quería que ella admitiera sus necesidades, lo mismo que él finalmente había
admitido las propias. Quería a -----, ahora, mañana, para siempre. De cualquier
forma que pudiera tenerla, de todas las formas en que ella le permitiera
tenerla.
Joe miró el
rubor que había subido a sus pómulos, la llamarada de interés en sus ojos que
ella apagó rápidamente. Ella pensaba que era un juego, ingeniosas réplicas de
carácter sexual que fácilmente podría poner a un lado más tarde. Pero eso no
cambiaba el hecho de que ----- le había dedicado a tales ideas más que un
pensamiento pasajero. Él podía ver eso en el afanoso subir y bajar de sus pechos,
en la túrgida curva de ellos, en las duras puntas de sus pezones. Estaban casi tan duros como su polla.
Ella no
podía saber, pensó él con una hebra de diversión, cuánto disfrutaría él de
hacer ambas cosas con ella. El nivel de dominación que él poseía era
increíblemente alto. Introducirla en ser atada, tomada del pelo, atormentada o
emparedada entre su cuerpo y el de Jesse…
Drásticamente
él aplastó su lujuria. Eso de compartirla no sería fácil u ocurriría a menudo,
pero había un placer particular en ello que no podía ser encontrado en ningún
otro acto sexual. El pensamiento de tener el control total de ella, de su
cuerpo, sus deseos, su sensualidad, era un afrodisíaco casi imposible de
resistir.
—-----, no
deberías desafiarme —le advirtió cuidadosamente. —No sabes lo que estás
pidiendo, nena.
Él se sentía
moralmente obligado a darle una oportunidad, y sólo una oportunidad, para
aquietar los deseos rugientes que crecían dentro de él. Ella no sabía, no podía
saber, que la sexualidad era parte de él a tal grado. Una sexualidad y un
oscuro deseo que él había estado dispuesto a amortiguar por ella. Pero su
atrevida declaración de que ella podría manejarlos era más de lo que él podía
resistir.
—Tal vez lo
sé —. Él amó la calidad jadeante de su voz, la mezcla de miedo y lujuria en su
tono de voz era una combinación embriagadora.
—Follaría tu
culo, ----- —gruñó él, avanzando hacia ella otra vez. — ¿Es eso lo que quieres?
Mi mejor amigo hundiéndose en ese apretado coñito mientras yo empujo dentro de
tu trasero. Gritarías, nena.
La idea de
eso lo ponía tan caliente que apenas soportaba el ardor.
—Hmm… —sus
rosados labios se fruncieron en un mohín de meditación. —Suena interesante, Joe. Pero tú sabes, no permitiría a cualquiera tales privilegios —suspiró ella
con pesar. —Lo siento, amorcito, pero aparentemente no estás de suerte.
Oh, ella
estaba en problemas. Joe mantuvo su expresión sólo ligeramente divertida,
permitiendo a su dulce ----- cavar su propia tumba.
— ¿Y qué
cualidades debe tener un hombre para ser tan afortunado? —preguntó él, mientras
deliberadamente maniobraba para ponerla contra la pared, su cuerpo presionando
el de ella, no obligándola, sino conteniéndola, calentándola.
Por un
momento, una vulnerabilidad cautivadora brilló en los ojos de ella. El corazón
de él se ablandó por lo que leyó allí. Esperanza mezclada con necesidad, un
destello de incertidumbre.
—Algo que tú
no tienes —. Él se preguntó si ella habría percibido la pena en su voz.
— ¿Y qué
sería eso, nena? —. Quería atraerla hacia su pecho, abrazarla, asegurarle que
cualquier cosa que ella necesitara, cualquier cosa que ella quisiera, sería
suya sólo con pedirlo.
----- se
apartó con fuerza de él, su natural actitud defensiva asumiendo el control
nuevamente, ese destello de dolor en sus ojos sobrepasando la necesidad de
jugar, bromear con él y tentarlo.
—Corazón, Joe. Debe tener un corazón —dijo, mordiendo las palabras. —Y realmente no creo
que tú tengas uno.
*
* * * *
----- se marchó dando media vuelta rápidamente, la cólera envolviéndola.
Eso hizo poco por apaciguar el deseo o el rugiente caldero de emociones que
amenazaban con abrumarla. Maldición. Doble maldición. No podía amarlo. No podía
necesitar su amor. Dos años de discutir con él, luchando contra sus avances y
sus acaloradas miradas, no pudieron haber causado esto.
Sintió su cuerpo temblando, su pecho agarrotado por las lágrimas. Amar a Joe era imposible. No tenía ninguna oportunidad contra las mujeres
sofisticadas y experimentadas con las que él se acostaba habitualmente. Ella
las había visto, las había odiado. Saber que él las había llevado a su cama,
que las había hecho gritar con su toque era más de lo que ella podía tolerar.
Seguramente ellas no lo amaron. Pero ----- tenía el mal presentimiento de que ella lo haría.
Sooky
Re: Rendicion (Adaptada Joe y Tu)
Ohhhhh q es lo q siente Joe x la rayis?????
Debes seguirla pronto por fa!!!!!
Me encanta!!!!!!
Debes seguirla pronto por fa!!!!!
Me encanta!!!!!!
Julieta♥
Re: Rendicion (Adaptada Joe y Tu)
Dios acabo de leerla
Abvdujdejkke
Sin palabras sensacional linda
Siguela pronto
Abvdujdejkke
Sin palabras sensacional linda
Siguela pronto
Pao Jonatica Forever :3
Re: Rendicion (Adaptada Joe y Tu)
Hola perdon por no subir capi antes pero como ya sali de la facu mebusque un trabajo de niñera y pues me quita tiempo,pero aca esta el nuevo capi
Sooky
Re: Rendicion (Adaptada Joe y Tu)
Capítulo
5
5
----- se despertó unas
horas más tarde, la sensación de ser observada, estudiada, se abrió camino
dentro del sueño erótico con Joe bromeando, tentándola con un beso que nunca
llegó. A punto de gritar, la presencia en su habitación empezó a cobrar sentido.
Ella parpadeó abriendo
los ojos, mirando ceñuda la suave luz de una vela en la pequeña mesa de media
luna junto a su cama. Volviendo la cabeza, su corazón comenzó a correr. Joe
estaba sentado al lado de la cama mirándola, sus ojos azules entrecerrados, su
musculoso pecho desnudo excepto por la sombra del rizado vello negro que bajaba
por su estómago y desaparecía en el interior... Sus ojos se agrandaron, luego
volaron hacía abajo. Él estaba desnudo. Dulce Dios, él estaba desnudo y duro,
comprenderlo la aterrorizó. Grueso y largo, la cabeza púrpura, la carne
fuertemente venosa.
----- de repente fue
más consciente de su desnudez bajo el pesado edredón. Cuando se había acostado,
no había pensado para nada en ello. Ahora podía sentir la hinchazón de sus
pechos, el endurecimiento de sus pezones. Entre sus muslos sentía la lenta,
ardiente humedad de su carne afiebrada.
También sentía algo más. Sus brazos estaban atados al curvado cabecero,
estirados, así como sus piernas, con muy poco juego en las cuerdas. El hijo de
puta, la había atado a la cama como una
virgen condenada al sacrificio.
— ¿Qué has hecho? —.
Ella se aclaró la somnolencia de su voz mientras él se quedaba quieto,
mirándola con aquellos malvados ojos, llenos de sensualidad. –Desátame, Joe.
¿Qué haces aquí?
—Primera lección —dijo
él, su voz era suave mientras asomaba a sus labios una sexy sonrisa. — ¿Estás lista para ella?
— ¿Lección? —ella negó
con la cabeza, su voz gritando de cólera. ¿Cómo se atrevía el hijo de puta a
atarla? — ¿De que demonios hablas, Joe?
Su mano se levantó. ----- pensó que él la tocaría, la agarraría, en cambio, esos largos dedos se
enrollaron distraídamente alrededor de su pene, acariciándolo. Ella tragó
fuertemente, su boca sedienta, ansiando sentir la hinchada cabeza en ella.
Hasta podría haber pensado en darse impulso, si hubiera podido mover su cuerpo.
—Tu primera lección en
ser mi mujer, ----- —le dijo él, con una voz serena, decidida. –Te dije que
estaba harto de esperarte. Esta noche, empieza tu primera lección.
----- hizo girar sus
ojos mientras suspiraba con irritación.
— ¿Eres un psicópata o
algo parecido, Joe? —Le dijo rechinando los dientes — ¿Prestas atención a lo
que dices? Ahora déjame y deja de actuar
de manera tan rara. Caray, si lo que quieres es follar, sólo debías haberlo
dicho.
Él se rió de ella. El
bastardo sólo sonrió perezosamente, perversamente.
—Pero, ----- no quiero
sólo follarte —dijo él, divertido. —Quiero que sepas quién controla tu cuerpo,
tus lujurias. Quiero que sepas, en el fondo de tu alma, quién pose ese coño tan
bonito, ese culito tan tentador y tu boca caliente. Quiero que admitas que son
míos, sólo para joderte cuando yo quiera.
Maldición. Ella sabía
que Joe era retorcido, ¿pero violación?
—Joe —. Ella luchaba
para que su voz sonara razonable. —Esta no es forma de conseguir una mujer.
Realmente. Ya sabes, flores, noviazgo, ese es el camino al corazón de una
mujer.
— ¿De verdad? —se reía
ahora de ella sin disimulo. —Te envié flores, querida.
Sus ojos se abrieron.
—Ah sí, con una
tarjeta que me decía de qué tamaño tenía que comprar el invasor anal, para así
poder follar mi culo —ella apretó los dientes cuando tiró de las cuerdas que
ataban sus tobillos. —Verdaderamente romántico, Joe.
Recordaba con un
sentimiento de horror, el entusiasmo y la vergüenza que sintió cuando leyó la
tarjeta. Había tirado las flores a la basura, pero se había guardado la
tarjeta. Del por qué, ella no estaba muy segura.
Él se encogió de
hombros indiferente. —Práctico —le dijo. —Te deseaba preparada. Pero como no
aceptaste prepararte tu misma, entonces tendrás que aceptar el dolor.
¿Dolor? No, no, nada
de dolor.
—Mira, Joe —ella le
advirtió razonablemente. —Mi padre realmente se enfadará contigo. Y sabes que
se lo contaré.
—Primero pedí permiso
a tu padre, ----- —le dijo él suavemente, ahora con una expresión paciente. —
¿Por qué piensas que tu madre abandonó finalmente a tu padre? Ella rechazaba
aceptar quien era él y lo que necesitaba. No cometeré el mismo error contigo.
Tu conocerás y aceptaras tu alma, tus necesidades y las mías. No huirás de mí.
Tu padre lo entiende y me da el tiempo que necesito para ayudarte a comprender.
----- miró hacía arriba
a Joe, con la furia estallando dentro de ella mientras sacudía sus brazos
estirando las cuerdas que la sujetaban. Condenado, no estaban apretadas, pero
no había ninguna posibilidad de que pudiera golpearlo para borrarle la
expresión de triunfo de su cara.
—Estás mintiendo —le
acusó ella. —Mi padre nunca dejaría que me hicieras daño.
—Pregúntaselo por la
mañana —se encogió de hombros tranquilamente, —estarás libre para entonces.
Un sentimiento de
impotencia la embargó. Maldición, pensó que él tenía todas las malditas
respuestas y todos los malditos proyectos. Ella no era un juguete para que él
jugara y se lo demostraría.
—Te haré detener —le
prometió ella. —Lo juro, aunque sea la última cosa que haga, te encerraré.
Durante unos largos
momentos el se mostró tranquilo, sus ojos brillaban con lujuria, con un sereno
conocimiento.
—Yo no lo haría si
estuviera en tu situación. Piensa que mañana por la mañana, quizás hayas
cambiado de opinión.
----- aspiró con
fuerza, mirándolo con miedo y odiando el recuerdo que esto le trajo.
— ¿De que me hablas?
—le dijo ella rechinando los dientes.
La mano de Joe cesó
de acariciar lánguidamente su polla, moviéndose al estómago de ella. Sus
músculos se contrajeron involuntariamente con el calor y la aspereza del masaje
en su carne.
—Esta noche, te daré
una muestra del placer del que puedes disfrutar —le prometió él. —Aprenderás, -----, quién es tu maestro, lentamente. Un paso a la vez. Nada demasiado fuerte,
nena, lo prometo.
----- tembló. Él no
parecía cruel, pero estaba decidido. Su voz era suave, inmensamente suave, pero
centrada en el objetivo. Él la tendría ahora y la tendría en sus condiciones.
—Esto no es lo que
quiero, Joe —le dijo, luchando por respirar, por tener el control.
Su mano se movió
perezosamente de su estómago, sus ojos siguieron cada movimiento, sus dedos se
deslizaron entre sus muslos hasta que uno corrió entre la espesa, resbaladiza
crema que los humedecía, que probaban que sus palabras eran falsas. Ella
tembló, reprimiendo un gemido de placer cuando la gruesa longitud de su dedo
bajó hasta su vagina.
— ¿De verdad? —le
susurró. —Pienso que me mientes, -----. No deberías mentirme, nena.
Antes de que -----
supiera lo que iba a hacer, su mano se movió, dándole con la palma de la mano
un golpe seco sobre la carne desnuda de su coño.
----- tembló de
excitación. —Eres un hijo de puta —le gritó ella, sacudiéndose contra las
cuerdas, no haciendo caso del latigazo de placer que hizo que su clítoris se
hinchó sobresaliendo. —Le daré una patada a tu culo cuando salga de aquí.
Joe sonrió
abiertamente, moviéndose de su lado para colocarse entre sus muslos extendidos.
— ¡Déjame ir,
bastardo! — gritó, luchando por no hacer caso del placer vergonzoso y la
anticipación que se alzaba en su interior.
—-----, traviesa —le
susurró él, su mano dejó de lado su coño, deslizándose entre la humedad de los
gruesos y pesados labios de su sexo. —Estás tan apretada, -----. ¿Cuánto tiempo
hace desde tu último amante?
— ¡Bésame el culo! —
gritó ella, por la sorpresa cuando su palma golpeó la curva superior de su
coño. Ella luchó contra las cuerdas, aterrorizada por las espantosas
vibraciones de placer que irradiaban de su clítoris debido al calor del golpe.
— ¡Maldito seas!
Su cuerpo se arqueó
cuando su dedo se deslizó dentro de la vagina otra vez. Era una estimulación
lenta, el dedo suavemente separaba sus músculos, haciendo temblar la carne con
el principio del éxtasis. Ella luchó contra la necesidad de gemir, suplicar por
la penetración lenta.
— ¿Cuánto tiempo -----,
desde que has tenido un amante? —le preguntó otra vez.
----- comprendió que
estaba jadeando, lista para culminar. Dios, si él solamente la dejara acabar.
—Te odió —le gruñó.
Su dedo se paró. A
mitad de camino dentro de ella, sus músculos se apretaron desesperadamente por
la necesidad y él paró.
—No estás siendo
buena, ----- —susurró él. —Yo podría dejarte atada aquí, caliente y desesperada
por aliviarte, o podría darte finalmente lo que necesitas. Ahora contesta a mi
pregunta. — ¿Cuánto tiempo?
La amenaza era clara.
Su dedo estaba todavía dentro de ella cuando él la miró, su expresión dura
ahora, aunque sus ojos retuvieran aquel humor irónico, suave. El contraste era
casi espantoso.
—Cuatro años. ¡Estás
satisfecho... Oh Dios! —. Su espalda se arqueó, su cabeza cayó sobre las
almohadas cuando su dedo se deslizó dentro con un poderoso empujón.
----- se estremecía, el orgasmo tan cerca que ella podía sentirlo palpitar con
desesperación.
—Maldición, que
estrecha eres, ----- —. La yema de su dedo se torció, acariciando las sensibles
profundidades mientras ella se estiraba contra sus ataduras. —Tan apretada como
una virgen. Apuesto a que tu culo aún está más apretado.
----- se calmó,
temblando, viendo la lujuria, el entusiasmo que llenaba la cara de Joe. Su
polla era enorme, gruesa y larga, y ella sabía que estiraría su vagina hasta
que gritara por alivio. ¿Pero su culo? No había modo. Aunque mirando la cara de Joe, parecía que él hubiera resuelto el modo de hacerlo, exactamente.
Sooky
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