"Who knows" - Nick Jonas y tu -

Nombre: “Who Knows”
Autor: Wishoflove (Yo)
Adaptación: No
Género: Drama y Romance
Advertencias: Es una versión modificada de mi novela anterior “Every Part of Me”. Dado que no es un libro, y que es una novela que escribo día a día, es posible que de giros.
Otras Páginas: Sí, estaba en un metroblog, pero por ahora no la publico ahí.

Prefacio

Llovía a más no poder. La ciudad estaba bajo agua tras dos días de lluvia continua. Mirar a través de la ventana me encantaba. Ver a la gente yendo de aquí para allá, imaginar a dónde van, de donde vienen. Me ha gustado desde que tengo memoria. Memoria. Gran Palabra.
Esa misma mañana había leído algo sobre la memoria. Jorge Luis Borges, a pesar de que no era uno de mis escritores favoritos, eran un genio y créanme, sí que me gustaba leer. “Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos.” Me gustaría decir que me sentía identificada. Pero mentiría.
Mentiría diciendo que no creía en el amor, porque muy en el fondo -realmente en el fondo- había empezado a creer en aquel sonriente duendecito. Mentiría diciendo que sé quien soy. Mentiría diciendo que no sabía nada de mí. Mentiría diciendo que no importaba lo que le pasara al pequeño pueblo dónde Raquel me había enseñado tantas cosas, junto a tantos otros huérfanos como yo. Mentiría diciendo que no extrañaba a nadie en ese momento. Mentiría diciendo que era, lo que suelen llamar, “normal”. Mentiría diciendo que creía totalmente en el amor.
Y mentiría rotundamente diciendo que no me había enamorado de Nicholas Jonas.

Argumento

Nicholas Jonas -con sólo 22 años- es profesor, un médico reconocido, y uno de los jóvenes solteros más codiciados de New York. Pero nadie podía imaginarse ni en sus más alocadas hipótesis con lo que estaba dispuesto a lidiar.

Emma Abbot, cuyo verdadero nombre es _____ _____, es una chica cuya vida es tan borrosa como su descripción. Tras haber perdido la memoria y a sus padres, atraviesa sus 17 años con más dificultadas que festejos. Escondiendo así, bajo su historia secretos tan oscuros como difíciles de develar.

Nicholas Jonas, dispuesto a cambiar las cosas para la joven _____, estará más involucrado que nunca en una historia de enredos y desenredos donde él será, junto a Emma, el protagonista.

~o~

Hello everyone! Espero que les guste lo que les subí! Dejenme saber qué les parece! Saludos!

NUEVA Y FIEL LECTORAA!!
SE VE MUY INTERESANTE TU NOVEE!!!
PON EL PRIMER CAP PLEASEE!!
SIGUELAA!!!!!

WIIIIIIIIIII!! Estoy muy feliz de haber recibido comentarios! Gracias!!!! Enseguida les subo el primer capítulo. Gracias una vez más!

Wish ~

Finalmente tenía aquel librito en mis manos. Después de varias horas de trabajo en el bar de Ronda, y muchas más de estudio, había conseguido hacerme un tiempo para pasar por la biblioteca a buscar aquel libro que tantas veces había leído, y ahora tendría el tiempo necesario para leerlo una vez más. O eso esperaba.
Sus hojas amarillentas no podían aparentar más atractivas, y su título perfectamente conservado sonaba igual de atractivo que siempre. Sonaba igual de atractivo que un año atrás, que el anterior, y todos los anteriores: “Papaito Piernas Largas”. Mi libro favorito por sobre todos los otros. El libro que siempre había querido comprar en la versión ilustrada que tenía Raquel en sus estantes. Y algún día lo compraría. Así como algún día volvería a Neverland a visitar a Raquel.
Una de las peores cosas de no tener memoria, es no saber el por qué de algunas actitudes en tu vida.
Sí. Yo no tenía memoria. No tenía padres ni una familia. Claro que había una historia, una que me habían contado mil veces, pero aún así, no había memoria. La soledad nunca me había atormentado. Tampoco me había acobardado. De hecho, me gustaba tener tiempo a solas. Tiempo para pensar, imaginar, y distorsionar la realidad con mi mente.
Salí de la biblioteca, con mi librito en mano. Me retorcí en el calor de la cazadora que llevaba sobre los hombros, y restregué mis manos cubiertas por aquellos guantes marrones que tanto me gustaban. El bolso colgaba sobre uno de mis hombros y cruzaba mi pecho, donde sólo guardaba mi celular, mi cámara y mi cuaderno de anotaciones, reposando al lado derecho de mi cintura.
Llovía. Como siempre en New York, últimamente. No importaron las capas de ropa que había bajo mi cazadora, el frío las traspasó sin piedad, desnudándome ante la temperatura. Sin más protección que mi orgullo, me incliné y eché a andar.
No iba a casa. No iba a ningún lado. Mi lugar favorito. Mi ningún lugar.
Miré mi reloj después de varios minutos caminando. 19:33. Había abandonado el centro hacia más o menos media hora; y mi casa a las 10:00 de la mañana. Sí. Mucho tiempo.
Empezaba a anochecer, y la zona no era linda para nada durante la noche. En realidad, con sólo 17 años de edad, ninguna zona es linda en New York a partir de las 18 hs; y eso era algo que había aprendido “a los golpes” como dicen por ahí.
Estaba deprimida. Aunque no quería admitirlo, lo estaba. Profundamente.

Un golpe en seco justo a la derecha me desestabilizo. Miré en esa dirección, y encontré sobre la vereda, a mi alrededor, un grupo de chicos. Seguramente de 18 años, o un poco más. Miré al que tenía enfrente. Cualquiera pensaría al verlo que no era nadie peligroso, sino todo lo contrario. Cualquiera pensaría que un simple estudiante de escuela que esta camino a casa, acompañado de sus amigos. Cualquiera pensaría que era inofensivo.
Cualquiera se equivocaría. Sí, era un estudiante, incluso recordaba haberlo visto un par de veces en los pasillos de la escuela. Sí, podía estar yendo a su casa acompañado de sus amigos. Pero no era inofensivo.
Miré sus ojos un momento, y me vasto para saber que cruzarme en su camino había sido una coincidencia que podía pagar caro. Los amigos y él reían, observándome fijamente e impidiéndome continuar caminando. Dí unos pasos hacia delante y él se puso a mi lado, riendo, y exhibiéndose ante sus amigos como el idiota mayor. Y aparentemente eso era. Pensé que quizás, si ignoraba sus palabras tal y como lo estaba haciendo, conseguiría cansarlos. Aburrirlos. Pensé, igual que cualquiera, que podía ser inofensivo.
Sería heroico decir que acerté. Sería también heroico decir que mi actitud los aburrió y se alejaron de mí. Pero no fue así.
Comprendí que no sería tan fácil en el momento en que el chico que caminaba a mi lado apretó mi brazo, sorprendente pequeño entre sus dedos. De no ser por su bruto agarre, habría caído por efecto del tirón.
- ¿Por qué te vas tan rápido? ¿No te quieres quedar, a disfrutar de la fiesta?- no sonaba totalmente en sus cabales.
Creí que podría controlarlo, pero una vez más esa tarde, me equivoqué. Y supe que me había equivocado en el momento en que uno de ellos tironeó mi cabello. Empujé al chico que sostenía mi brazo, me dí media vuelta y golpeé al que me sostenía el pelo en la nariz con mi librito. Pero cuando quise voltear nuevamente, en el frente estaba el chico que sostenía mi brazo unos segundos antes, sosteniendo un cuchillo o algo parecido entre sus dedos.
Crucé la calle corriendo antes de que pudiera tocarme de nuevo, y corrí como nunca, sabiendo que me perseguían. Crucé varias calles, buscando alguna donde hubiera alguien cerca. Mi respiración se aceleraba, y mis pulmones no conseguían recuperarse, mis pies golpeaban furiosos el suelo. Cuando intenté doblar en la esquina, un charco hizo que resbalara. Caí al piso, golpeando un poco mi cabeza con la mocheta del edificio deplorable que adornaba la esquina. Me levanté lo más rápido que pude, considerando la situación y mis nulas habilidades, y continué corriendo. Giré la cabeza, sin dejar de correr, y comprobé que aún me perseguían. Evidentemente, había forzado mis rodillas al caer, porque la derecha me dolía horrores, y prácticamente me impedía caminar. Al cruzar la siguiente calle, las cosas cambiaron.
Un auto se cruzó en mi camino, tirándome de nuevo al piso. Una frenada, y yo estaba en el piso. Si bien el Volvo negro no consiguió golpearme demasiado, mi equilibrio fallaba. Me paré y levanté mi mano en signo de disculpas al conductor, pero escuché la puerta del auto abrirse, y los pasos del conductor unirse a los de los chicos. Sólo que mucho más cerca. No sabía si era un alivio o no, pero no dejé de correr. El conductor era mucho más ágil que los otros, ya que enseguida me alcanzó y, con delicadeza, pero no la suficiente para mis recientemente maltratados huesos, me empujó un poco, sumándonos a ambos a la oscuridad de un callejón.
No recuerdo mucho, todo fue muy repentino. Recuerdo mi respiración agitada, las cálidas manos del hombre frente a mí sobre mis brazos, y la pared congelada rasparme la espalda.
- ¿Estás bien?- preguntó el hombre alarmado. Intenté contestar, juro que lo intenté, pero no lo logré. En ese preciso instante, el cúmulo de mal tratos a mis huesos me desplomó, resbalando entre los brazos de aquel desconocido.
Su voz me sonaba familiar. Muy familiar; intenté abrir los ojos, pero no tuve fuerzas. Un imán gigante los apretaba. Me dije a mí misma que no me iba a lastimar... o al menos lo intenté. Intenté abrir los ojos una vez más.



Unas cuantas horas después, desperté. Me dolían todos los huesos. Me dolían hasta las pestañas. Sentía a mí alrededor mucho silencio. No recordaba qué había pasado o dónde estaba. Apreté los ojos, intenté moverme. Y finalmente recordé. El dolor en mi cabeza, los pasos acelerados. Los golpes.
Mi cabeza estaba a punto de estallar. Un sonido agudo se escuchó en la habitación. Muy agudo.
¿Dónde rayos estaba? Me esforcé una vez más. Pasos. Gritos. El auto. Eso es. Lo último que recuerdo es al hombre que conducía aquel Volvo negro. De todas maneras, el terror comenzó a invadirme. No saber dónde estaba no era tranquilizador, en absoluto.
Abrí los ojos con lentitud extrema. Un dolor punzante azotó mi cabeza, y me obligo a llevar mi mano hasta mis sienes. Eso también me dolió. Sentía mi cuerpo tan adolorido como si un tractor me hubiera pasado por arriba, al menos 27 veces. Estiré mi mano izquierda, esta vez.. De acuerdo, 68 veces.
No fue difícil identificar las sabanas acartonadas, color marfil, y el resto de la habitación del sanatorio. Me sentía tan inútil. Y pronto llegarían las preguntas de Lucia.
El ruido de la puerta al abrirse fue un chillido tan agudo que consiguió desplomarme sobre el colchón, desesperada por el dolor de cabeza, y ahora también por el esfuerzo que había significado para mis huesos acurrucarme y taparme los oídos.
- Lo siento- se disculpó el intruso. No fui capaz de contestar. Destapé mis oídos y estiré las piernas, nuevamente. – Soy el doctor Hopkins, ¿me recuerdas? Trabajo con tu madre…- no pude contestar, pero me dio asco de que llamara así a Lucia, quién nunca podría llegar a serlo, sólo asentí- ¿Cómo te encuentras, Emma?- preguntó guardando las manos en sus bolsillos.
- Del asco- contesté con una voz casi irreconocible. Gruesa y ajena. El hombre a mi lado, alto y desgarbado, se río y avanzó hacia mí. Saco de la mesa a mi lado instrumentos para medir la presión.
- Es de esperarse… Te arroyó un auto, te golpearon…-se sentó a mi lado, y tomó mi mano con cuidado- y te hiciste esto, forcejeando en el hospital.
Sólo cuando él tomó mi mano, noté en mis muñecas unos grandes hematomas, oscuros como el carbón, cubriendo completamente a las mismas. Mis ojos se abrieron de par en par, atónitos. ¿Cómo diablos había pasado?

- ¿Cóm-o es que…?
- Cuando llegaste, con este chico… tu estabas inconciente,- me decía mientras rodeaba mi antebrazo con el aparato- pero cuando empezaste a despertar, mientras te revisábamos, intentabas hablar, pero no lograbas hacerlo, sólo balbuceabas. Querías levantarte, y cuando quisimos tranquilizarte, tuvimos que sujetar tus manos, cosa que – levantó la vista a mis ojos, regañándome- evidentemente no fue sencilla.
Estaba perpleja. ¿Qué rayos me pasaba? ¿Por qué me había comportado tan raro? Mil preguntas rondaban mi cabeza. El dolor en todo el cuerpo me desconcentraba, al igual que los borrosos recuerdos. Por el momento me preocupé por decir sólo dos palabras:
- Lo siento…- Hopkins me miró sobre sus anteojos, y sonrió. Luego de desanudar el aparato de mi brazo, se paró y me dio un golpe cariñoso en la barbilla.
- Estarás bien, Emma. Toma estas pastillas cada 12 horas, y pronto te sentirás estupendo. Lucia dice que puedes esperarla aquí, si no quieres tomarte un taxi. Pero – miró a cada lado, como si alguien pudiera estar con nosotros, luego se inclinó hasta quedar más cerca y dijo en voz baja- …entre nosotros: tiene como para dos horas.
Imité una risa convincente, impaciente por salir de allí.
- Gracias, Julio, - reí- dile que me tomaré un taxi en la puerta. – Hopkins sonrió, y antes de cerrar la puerta a sus espaldas alzó una mano para saludar.

raqel d' Jonas(NJJ<3 escribió:dios pobrecita encima que la quisieron apuñalar la atropellaron dios eso incompetentes dios pobre ya quiero saber quien es el del volvo :D e_e seguilaa

Jajaja! Es medio extremo este cap! JAJAJA! Tu nombre es Emma?? *.* I've always loved that name!!

nueva lectora..siguela