Conquistando al Amor Nick y Tu

Era un verano de 1540 cuando conocí al amor de mi vida, el hombre con el soñaba fuera mi esposo y el padre de mis hijos. La primera vez que lo vi no pude apreciar su belleza debido a la mugre y el pelo de la cabeza y la cara que le daban un aire de naufrago pero luego cuando lo vi limpio y afeitado me encandilo. Era un hombre alto y muy guapo, de frente amplia, nariz recta y ojos castaños de una mirada un poco dormida, que le suavizaba el rostro. Nicholas Jonas, el capitán del último grupo de soldados que llegaban a ayudar a mi hermano en su conquista del Nuevo Mundo. Era un hombre fuerte, valiente y muy inteligente a pesar de ser el más joven de sus soldados, era considerado unos de los capitanes españoles más respetados. Estaba admirada por todo lo que las indias en nuestro campamento comentaban de él. Recién llegaba a nuestro campamento con su tropa después de haber atravesado el árido desierto sufriendo de sed y calor y peleando con tribus de indios que lo único que deseaban era matarlos para en muchos casos comerlos. No tuvieron comida por mucho tiempo excepto por carne seca y cereales que solo les ayudo a sobrevivir. Estaban tan débiles y sucios que nos costó varias semanas hacer que se recuperaran con remedios indios, que prefería no saber que contenían. Como la hermana del teniente gobernador, Juan Quiroga, ayudaba a curar a los heridos y enfermos, ya que mis conocimientos me lo permitían, a cocinar para los soldados y a tejer mantas para pasar las heladas noches. Juan Quiroga estaba decidido a conquistar estas tierras y a fundar una ciudad donde los indios y los españoles convivieran sin estar en permanente guerra aunque los indios no estaban dispuestos a dar su brazo a torcer y dar sus tierras así nada más. La travesía había sido muy dura, habíamos atravesado el desierto siendo guiados por uno de los pocos que había sobrevivido a la expedición de Diego de Almagro en estas tierras. Diego de Almagro le había asegurado a mi hermano antes de morir que al pasar el desierto estaba el paraíso, tierras fértiles, verdes y de aire limpio. Era el lugar perfecto para fundar la ciudad que Juan tanto ansiaba.
Una de las indias me saco de mis pensamientos cuando entro en mi tienda para avisarme que debía cambiar las vendas de un soldado. Salí junto a ella y no me sorprendí de que el soldado fuera nada más ni nada menos que Nicholas. Las indias me decían que se hurgaba las heridas solo para que yo pudiera seguir curándolo y había terminado por creerlo ya que para ellas no había secretos, las indias sabían todo lo que sucedía en el campamento. Según ellas Nicholas estaba enamorado de mí, algo que me parecía no solo increíble si no que también completamente inusual. Los capitanes como el al igual que sus soldados no se enamoraban, solo satisfacían sus necesidades carnales con breves encuentros con indias o mujeres a las que les pagaban con cualquier chuchería. Según las indias era amor todo lo que sentía Nicholas por mí, verdadero amor romántico. Mientras lo curaba siempre me dedicaba a observarlo. A sus 23 años Nicholas era todo un hombre endurecido por la guerra. Lo poco que sabía de él era que había venido desde España al nuevo continente cuando su madre, y su única familia había muerto, entonces había llegado al Perú y a poco tiempo el marqués gobernador, Francisco Pizarro lo mando como refuerzos para mi hermano en las difíciles tierras de Chile.
-Si esto no mejora pronto, me temo que deberemos cortarle el brazo-le dije a Nicholas.
-Un soldado manco no sirve de nada, señorita ______-murmuro con miedo.
-Un soldado muerto sirve aun menos.
Le di un trago de vino y me prepare para abordar el tema tratando de disimular el temblor de mis manos.
-Me doy cuenta de que me buscas, Nicholas. Sabes perfectamente que no es conveniente para ninguno de los dos, no sé de lo que mi hermano sería capaz.
De un momento a otro se levanto de la silla en la que estaba sentado mientras yo curaba la herida de su brazo y me acorralo contra la pared sujetándome fuertemente con sus labios a tan solo centímetros de los míos. A esta altura había perdido la razón junto con él.
-_______ Quiroga, simplemente te amo y sé que no te soy indiferente, puedo ver el brillo en tus ojos cada vez que me vez y como arrugas la frente de preocupación cuando me curas. Si solo me dejaras probarte lo feliz que serias junto a mí.
-No!.. pero…
-______ conoces mi vida. Guerra tras guerra sin descansos y lo único que deseo es lo mismo que tu hermano. Quiero una ciudad donde pueda vivir, formar mi familia. Quiero hijos y quiero una esposa a la que ame y tengo solo ojos para ti.
No podía permitir esto. Juan me lo había advertido << no quiero problemas con hombres, ______. Mas te vale mantenerte alejada de ellos>> Esa había sido la condición que me impuso para poder viajar con él. Si mi hermano llegaba descubrir que Nicholas estaba enamorado de mí… se pondría furioso.
-Nicholas, simplemente no puedo. Juan jamás lo permitiría…
-Yo podría hablar con él! Pero solo dime… dime que sientes algo por mi-me miro intensamente con esos hermosos ojos castaños que tenia y no pude resistirme a asentir incapaz de decir una palabra-créeme que mis intenciones son honestas. Podría hablar con el capellán para que nos case lo antes posible, Juan Quiroga no tiene razones para oponerse.
No podía ser así de fácil. A pesar del honor de Nicholas, no tenía dinero y lamentablemente era lo que más le importaba al mundo. Mi hermano había decidido que cuando fundara la ciudad entraría a un convento y yo había estado de acuerdo con él, pero desde que Nicholas Jonas comenzó a cortejarme sutilmente mis sentimientos se revolucionaron… sentimientos que no estaban desarrollados a pesar de mis 20 años.
No sé cuánto tiempo había pasado mientras nosotros nos manteníamos juntos, respirando aceleradamente y nuestros labios rozándose. Nicholas se acerco solo un poco mas y junto sus labios con los míos, acariciándolos y humedeciéndolos. Me abrazo aunque sentí que le dolía el brazo herido y mis manos viajaron hasta su cuello impidiendo que se alejara. Todo daba vueltas y estas se intensificaron cuando alguien irrumpió en la tienda. Mi hermano Juan estaba en la puerta con la espada en la mano ardiendo de furia.
-Noooooo!!-grite horrorizada cuando lo vi decidido a atravesar con el acero a Nicholas. Lo protegí poniéndome frente a Nicholas que aunque trato de separarme me abrace a su pecho con todas mis fuerzas-Juan no le hagas nada por favor…
-De que estás hablando? Este hombre se ha propasado contigo!!-dijo furioso-Lo he visto desde afuera, quien te crees que eres, Jonas?
- Quiroga, por favor escúcheme…
-No quiero tus estúpidas explicaciones!
Todo paso tan rápido que no pude darme cuenta de lo que realmente pasaba. Mi hermano llamo al maestre de campo y le ordeno ahorcar a Nicholas a la mañana siguiente después de misa, frente al campamento formado. Se llevaron a Nicholas y lo dejaron en una tienda, vigilado pero sin cadenas. Inmediatamente le grite a mi hermano lo injusto de su decisión. Todos, incluso el, sabíamos que era una decisión exagerada pero Juan era demasiado orgulloso. Si alguien rompía sus reglas, lo pagaría con su vida. Corrí con el capellán González de Marmolejo que me consoló diciéndome que no era mi culpa, sino de Nicholas por desear a una mujer que no podía tener, o alguna sandez por el estilo.
-Supongo que no se quedara de brazos cruzados, padre. Tiene que convencer a Juan de que está a punto de cometer una grave injusticia!-le exigí
-El capitán general debe mantener el orden entre su propia gente, hija, no puede permitir este tipo de faltas.
-Padre, Nicholas quiere casarse conmigo!-expuse mi último recurso.
-Ya no puede retractarse. Una orden es una orden.
-Claro que puede! Nicholas no merece la muerte y usted lo sabe tan bien como yo, hable con Juan Quiroga!
-Lo hare, _____, pero dudo que cambie de opinión.
Su intento fue en vano. Mi hermano se negó rotundamente a cambiar su decisión. Solo tenía una opción, el alguacil Don Pedro.
-Usted es el alguacil, Don Pedro, por favor haga algo-le rogué
-No puedo desobedecer una orden del capitán-dijo
-No puede permitir que Juan cometa este pecado! Por favor…
-Que se propone?
-Esto está en manos de Dios, como dice el capellán, Que le parece si ayudamos un poco a la mano divina?
Al día siguiente, después de la misa, el maestre de campo convoco a todo el campamento donde estaba la horca con la cuerda preparada. Un pregonero anuncio la ejecución y el alguacil Pedro Gómez se encargo de decir a Nicholas lo grave de su falta. Nadie dudo sobre las explicaciones que fueron dadas. Los dos negros escoltaron a Nicholas a la plaza que caminaba con su misma mirada dormida de profundos ojos castaños. Se me partía el alma verlo así, aunque no llevaba cadenas. El hombre que amaba iba a ser asesinado por mi culpa y yo no podía impedirlo.
Los negros le ataron los tobillos al igual que las manos y pusieron la cuerda en su cuello. Nicholas rechazo la capucha y sostuvimos la mirada perdida en los ojos del otro. Cuando dieron la señal los negros soltaron el soporte bajo los pies de Nicholas y su cuerpo quedo colgando en el aire. No pude evitar soltar un gemido de dolor al que mi hermano ni se inmuto pero después de unos momentos infinitos… la cuerda se soltó y el cuerpo de mi amado Nicholas cayó desplomado al suelo. La sorpresa entre los presentes no se hizo esperar y Juan Quiroga dio unos pasos hacia adelante, pálido como un cirio, aun sin poder creer lo sucedido. Antes de que pudiera dar cualquier orden el capellán se levanto con la Cruz, tan sorprendido como los demás.
-Es el juicio de Dios! Es el juicio de Dios!-grito cada vez más fuerte.
Comencé a llorar cuando el alguacil levanto a Nicholas del suelo y le quito la cuerda del cuello. Sin poder retenerme corrí hasta Nicholas y lo abrace con todas mis fuerzas dando gracias a Dios que estuviera vivo. Lo bese, lo bese con lágrimas en las mejillas mientras mi hermano miraba la escena atónito sin poder hacer nada para impedir lo que estaba sucediendo.
Esa tarde Nicholas pidió mi mano en matrimonio. No fue fácil. Mi hermano quería desterrarlo pero el capellán lo hizo entrar en razón después de horas de hablar con él. No era capaz de separarme de Nicholas, lo abrazaba todo el tiempo mientras él me susurraba palabras de amor al oído.
-Te amo tanto Nicholas-le dije después de nuestra boda dos días después.
El me apretó a su cuerpo y me llevo a nuestra tienda donde no dejo de besarme y decirme cuanto me amaba, cuanto me necesitaba.
-______ Quiroga, prometo hacerte feliz por siempre, prometo nunca maltratarte y también prometo darte todos los hijos que deseas pero por sobre todo, prometo amarte por siempre ______ del alma mía.-juro para después volver a besarme con todo el amor que me tenía.