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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
"Una casa para dos corazones" [Nick y tu]Adaptacion TERMINADA
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: "Una casa para dos corazones" [Nick y tu]Adaptacion TERMINADA
por heyitsnicktanii Mar 07 Feb 2012, 12:21 pm
Hola chicas aqui les traigo capi perdon por no subir es que ultimamente me duele la cabeza y mi mamá no me dejaba agarrar la PC pero ya subire seguido lo prometo, bueno les dejo el capitulo bienvenida a la nueva lectora :lol:
—Creo que es una idea magnífica —intervino Marge, absolutamente encantada.
—¿No habrás venido con él en la moto, verdad, Marge? —le costaba imaginarse a Marge, con su vestido de seda y su americana de terciopelo montada en el asiento trasero de una moto.
—No, por el amor de Dios, no —se rió Marge. Su buen humor aumentaba por momentos—. He venido en mi coche, pero Nick ha insistido en traer su propio medio de transporte. Un hombre independiente —le guiñó el ojo a _____, la cual decidió no darse por enterada—. Bueno me voy corriendo al despacho, que tengo muchas cosas que hacer.
—Y yo he quedado con Jim para comer —añadió Valerie—. Me ha dicho algo de que teníamos que elegir un anillo —la emoción brillaba en sus ojos oscuros, y _____ le dio un rápido abrazo.
—Me alegro por ti, de verdad, Val.
—Yo también me alegro por mí, sobre todo si las cosas te van bien a ti —replicó Valerie significativamente.
—Ya veremos —respondió _____—. Voy por las llaves y nos iremos, Nick.
Fue en busca de las llaves, que había dejado en la encimera de la cocina, y luego sacó unos cuantos dólares del billetero y se los metió en el bolsillo trasero del pantalón antes de seguir a los demás hasta la puerta. Su madre siempre le aconsejaba que llevara dinero de emergencia. Por primera vez en su vida, comprendió lo que había querido decir.
—Mantente en contacto —le gritó Marge desde el volante de su Cadillac color azul claro.
—Lo haré —respondió ____ con el mayor desenfado que pudo reunir.
Con cierta sensación de desamparo, esperó detrás de la reluciente moto negra mientras veía alejarse el Cadillac de Marge tras el Cámaro de Valerie. ¡Y pensar cuánto había deseado que llegara aquel día!
—Necesitarás esto.
Nick le lanzó un casco blanco, y ____ observó que él ya se había puesto uno similar sobre su pelo castaño. Se puso el voluminoso casco y trató torpemente de abrocharse la cinta de la barbilla.
—Espera, que te ayudo.
El aire de suficiencia de Nick la irritó. Ya podía darse por satisfecho con que aceptase cabalgar a lomos de aquel monstruo metálico.
—Puedo hacerlo yo —dijo con brusquedad, deseando no parecer una niña de seis años.
—Lo dudo. Ya te lo has puesto mal.
Sus fuertes dedos tomaron la cinta y rápidamente se la abrocharon.____ sintió un cosquilleo en el rostro allí donde sus nudillos la rozaron.
—Vamos —dijo él bruscamente, volviéndose para subirse al asiento de cuero negro y dejando que ella hiciera lo mismo torpemente a su espalda—. ¿Has montado alguna vez en moto?
La pregunta la pilló desprevenida.
—No. Mi padre solía decir que…
—Entonces agárrate a mi cintura —la interrumpió él, sin hacer caso de sus intentos por justificar su inexperiencia—. Trata de sentir en qué dirección cambia el peso de mi cuerpo y cambia tú en el mismo sentido. Es un poco como bailar.
De mala gana, ella deslizó los brazos en torno a su cintura, tratando de no pensar en el deleite sensual de aquellos músculos flexibles mientras él introducía la llave y ponía en marcha la moto. Se tensó cuando él arrancó bruscamente, pero consiguió inclinarse en la dirección correcta mientras salían del aparcamiento.
Cada vez a mayor velocidad,Nick recorrió las sinuosas calles de La Jolla, subiendo y bajando sus numerosas colinas, mientras _____ luchaba por mantener una distancia respetable entre sus cuerpos. Finalmente decidió olvidarse de la decencia y se aferró con fuerza a él por pura supervivencia, apretando su cuerpo temeroso contra la fuerte espalda.
A medida que avanzaban y comprobaba que no se caía, su ansiedad decreció lo suficiente como para permitirse disfrutar de la fresca brisa que azotaba su cuerpo y del sol de finales de noviembre que le calentaba la espalda. Poco a poco se relajó, permitiéndose contemplar la imagen veloz del paisaje circundante: pinos que se arqueaban sobre sus cabezas, el rosa oscuro de las buganvillas, los senderos bordeados de caléndulas.
Aunque notaba que se estaban alejando del océano, podía sentir aún el punzante olor marino. Instintivamente, su cuerpo se movía con el de Nick, ladeándose fácilmente en cada curva que recorría la poderosa máquina. Cada vez era más consciente del contacto con el cuerpo de Nick, a medida que su miedo iba desapareciendo.
Con cada curva, sus pechos se hacían más sensibles a los músculos de la espalda de él y los muslos le cosquilleaban allí donde rozaban los de Nick. «Será mejor que este viaje acabe cuanto antes», rogó mientras los latidos de su corazón se hacían mas fuertes. Se preguntó si él los sentiría a través de su chaqueta. «Tal vez piense simplemente que estoy asustada».
Por fin se metieron en el aparcamiento de un restaurante de comida rápida, y ella suspiró suavemente de alivio, dejando caer los brazos y echándose hacia atrás en el asiento.
Miró a su alrededor, sorprendida, pues había esperado tener una amplia vista del océano. En cambio, vio un típico rincón comercial. La vista más cercana era de una gasolinera de autoservicio.
—Aquí está bien —dijo él, sonriendo con ironía mientras ella se bajaba torpemente del asiento trasero de la moto—. Un sitio sin atmósfera, sin vistas al océano. Así es como lo quería yo. Veamos qué sucede con el arreglo propuesto cuando no tenemos la reluciente vista del océano para seducirnos e inducirnos a algo que puede ser una terrible equivocación, ¿no te parece?
«Seducirnos». Deseó que no hubiera utilizado aquella palabra. El viaje en moto la había dejado con las piernas débiles y una sensación de intensa vulnerabilidad.
—Supongo que tienes razón —«con desenfado, ____; no dejes que las cosas se te vayan de las manos»—. Además, me apetecía mucho una hamburguesa y un batido de chocolate.
Consiguió desabrocharse la cinta del casco sin la ayuda de Nick y dejó luego el adminículo junto al de él en la parte trasera de la moto.
—A mí también.
Nick sonrió y ____ observó con asombro que parecía estar disfrutando. La ira que había mostrado en el apartamento había desaparecido, reemplazada por una actitud amable que le resultaba encantadora. ¿Encantadora? Gary también la había encantado una vez. Tendría que tener cuidado.
—¿El rizado es natural o de peluquería? —inquirió él mientras sus ojos se fijaban admirativamente en los rubios rizos de____.
—Natural. Cuando era pequeña lo odiaba, pero últimamente está de moda, así que dejé de alisarme el pelo.
—Te sienta muy bien.
Se volvió y se dirigió hacia las puertas de metal y cristal del restaurante antes de que Stephanie pudiera reaccionar a su inesperado cumplido. «Ten cuidado, Stephanie», se recordó a sí misma. «No analices su comentario, buscando evidencias de que se siente atraído por ti. Tú no quieres atracción. Quieres equidad en este asunto, para poder financiar tu propia clínica. Si te enredas con Nick, puedes echar a perder todos tus planes». Lo siguió hacia el restaurante, tratando de hacer desaparecer la leve arruga de preocupación que había aparecido en su frente.
Unos minutos después estaban sentados el uno frente al otro en una mesa de fórmica, mordisqueando dos hamburguesas de queso y bebiendo sendos batidos de chocolate.
—¿Sabes?, me ha sorprendido que me dejaras pagarte la comida. ¿No insistís las mujeres liberadas siempre en pagar lo vuestro, sobre todo cuando tratáis con machistas?
—Ahora te doy el dinero —dijo en un tono bajo de voz.
—¡Vaaaya! Ya he vuelto a meter la pata. Lo siento. Estaba simplemente intentando hacerme idea de lo fanática que podías ser.
—Tengo carné de la Organización Nacional para la Mujer, pero no creo que haya que quemar los sujetadores. ¿Te refieres a eso? —le preguntó dulcemente, mientras se metía la mano en el bolsillo—. Aquí tienes mi parte.
Dejó tres billetes de un dólar sobre la mesa.
—Hey, ____ —su mano cubrió la de ella antes de que pudiera apartarla—. Te he invitado a comer, sin más, así que voy a pagarte la comida.
Las sirenas de alarma sonaron en el cerebro de ____ mientras la presión suave pero firme de su mano hacía que le subiera la temperatura corporal. Sí, realmente se sentía atraída por él.
Nick le dio la vuelta a la mano y le puso en la palma los billetes.
—Por favor, vuelve a guardarlos, y yo me guardaré los comentarios agudos —y le cerró los dedos.
—De acuerdo —respondió ella, fingiendo un desenfado que estaba lejos de sentir—, la próxima vez me toca a mí —¿«la próxima vez»?, ¿qué estaba diciendo?
—Muy bien. ¿Qué sacas tú de este asunto del piso,____?
—Dinero —dijo ella simplemente—. No encontraba forma de ahorrar lo suficiente para abrir mi propia clínica. Tengo pensado vender el piso dentro de uno o dos años y obtener lo suficiente para pagar los primeros seis meses de funcionamiento de mi clínica.
—Pero ¿por qué un piso compartido? ¿Por qué no te has buscado un apartamento más pequeño para ti sola?
—Eso fue idea de Valerie. Decidió que debía disfrutar al mismo tiempo que obtenía beneficios. Este piso es mucho más bonito que cualquiera que hubiera podido pagar yo sola. Además, fuimos compañeras de habitación en la universidad, así que pensamos que podríamos funcionar muy bien juntas.
—¿Y a qué viene esa ansia por abrir una clínica propia? ¿No te gusta dar clases en la universidad?
—No está mal —removió lentamente su batido con la cuchara antes de llevárselo a los labios—. Pero yo decidí dedicarme a la psicología para ayudar a la gente a resolver sus problemas, no para enseñarle a otras personas a hacerlo. Siempre he considerado la enseñanza como una forma de hacer dinero hasta que pudiera abrir mi propia clínica, pero al ritmo que van las cosas, tardaría diez años antes de conseguir lo suficiente.
—Eres impaciente, ¿no?
—Quizás. ¿Y tú, Nick? —le estimulaba extrañamente pronunciar su nombre—. Si me perdonas que te lo diga, un hombre en tu posición debería poder pagarse un apartamento para él solo.
—Es cierto. Sin embargo, cometí el error de casarme hace varios años, y aún estoy pagando por ello. Literalmente —una expresión de amargura apareció en sus ojos.
—Aun así, no tendrías por qué compartir un piso —insistió ella—. Podrías conseguir algo más barato sin necesidad de compartir.
—Cierto también —parte de la hostilidad se había desvanecido de su rostro—. Pero Marge conoce mi debilidad por los pisos que dan al mar. Y, naturalmente, pensé que el otro comprador era un hombre.
—Y yo supuse que serías una mujer. Marge nos ha enredado a los dos.
—Más bien. ¿Y cómo es que tu amiga se ha retirado del asunto, por cierto? ¿Se acordó de pronto de que roncabas? —su sonrisa era irresistible, y ella no pudo evitar reírse.
—No, es a Cupido a quien tengo que agradecerle este lío. Un antiguo amante apareció y le propuso matrimonio.
—Y te dejó a ti colgada con el muerto; con el pago del piso en este caso.
—Sí —aquello sonaba a deslealtad, y ____ se apresuró a limpiar el nombre de su amiga—. Pero no puedo culparla. Había descartado a Jim, considerándolo una causa perdida, pero yo sabía que seguía enamorada de él. Si hubiera estado en su pellejo, creo que habría hecho lo mismo.
—¿Tienes algún amante perdido en tu pasado? —la pregunta llegó suavemente desde el otro lado de la mesa.
—No creo que sea de tu incumbencia —dijo ___ con cierta irritación.
—Si voy a compartir la propiedad de ese piso contigo, creo que sí que lo es —replicó él tranquilamente—. Me acabas de decir que serías capaz de echarlo todo por la borda por amor. ¿Qué pasa si de pronto me encuentro con que tengo que pagar el doble por el piso? Te lo advierto, dudo que fuera tan comprensivo como tú lo has sido con Valerie. Tendrías que vértelas con mi abogado.
—Te doy mi palabra de que no tendrás que preocuparte por eso.
Podía hablar con convicción. Al contrario que Jim, Gary nunca regresaría para suplicarle que se casara con él. Había descubierto demasiado tarde su filosofía respecto al matrimonio. De «costumbre anacrónica», lo había calificado la noche en que ella había cometido la mayor estupidez de su vida. Nunca volvería a arrojarse a los pies de ningún hombre.
—¿Y qué hay de Jeremy? —insistió Nick—. Creo que las palabras que dijiste fueron «prácticamente comprometidos». ¿No preferirías que fuera él quien comprase la parte de Valerie?
____ retorció la paja con una mano. Tenía que explicar aquello cuidadosamente para mantener a Jeremy como una especie de amortiguador entre ella y aquel encantador desconocido. ¡Gracias a Dios que Jeremy era tan manejable!
—Jeremy y yo tenemos una relación muy abierta —empezó a decir.
—¿Ah, sí? —una de sus oscuras cejas se curvó hacia arriba.
¡Maldita sea! ¡No era aquello lo que había intentado insinuar!
—Quiero decir que no nos obligamos a aceptar mutuamente nuestras ideas —aquello estaba mejor—. Él no quiere dejar su dinero atado en inversiones inmobiliarias. Posee algunos bonos, y algún día, cuando abramos una clínica juntos, yo utilizaré los beneficios de la venta del piso y él convertirá en dinero sus bonos.
—¿Así que él también forma parte del plan de la clínica?
—Oh, sí, naturalmente.
¿Por qué la perspectiva de tener a Jeremy como socio le resultaba de pronto tan desagradable?
—Y mientras tanto, ¿a él no le importará que compartas el piso con otro hombre?
El persistente escepticismo de Nickestaba contribuyendo a atacarle aún más sus ya vapuleados nervios.
—¡Santo cielo, tal como lo dices, parece que estemos haciendo algo ilícito! Cada uno tendrá su dormitorio y su baño, y podemos llevar vidas totalmente independientes —se preguntó si estaba tratando de convencerlo a él o a sí misma—. No sé tú, pero yo estoy muy ocupada. Probablemente ni nos veremos.
—A menos que queramos.
—Sí, a menos que queramos —repitió ella.
—¿Cuál es el siguiente paso, ____?
—¿Qué?
Ella alzó la cabeza, sorprendida. La chispa que vislumbró en sus ojos le indicó que él había pretendido sorprenderla deliberadamente.
—Creo que tenemos una decisión que tomar —dijo Nick en voz baja—. ¿Qué crees que deberíamos hacer?
Ella pugnó por superar su vulnerabilidad.
—Seré sincera contigo, Nick. Si no compras la parte de Valerie, probablemente tendré que dejar el piso. Marge me ha informado de que los compradores no abundan precisamente en estas épocas de crisis. De todas formas, tenerte a ti de copropietario no es tampoco la solución que yo hubiera elegido.
Él soltó una breve carcajada.
—Te gusta decir las cosas claras, ¿no? Estamos en las mismas, porque lo último que hubiera elegido yo para compartir un piso habría sido una mujer. Ya tuve bastante durante mi matrimonio.
—Entonces tal vez deberíamos olvidarlo.
Ella suspiró pensando en el reflejo del sol sobre el agua, el olor del aire salado entrando por la puerta de su dormitorio. Siempre se había preguntado, incluso cuando Valerie y ella habían cerrado el trato, si no sería todo un sueño irrealizable. Y al parecer lo era.
—No necesariamente —sus palabras la hicieron alzar la cabeza con brusquedad—. Si no hubiera salido a aquel balcón, tal vez podría descartar fácilmente la idea —sus ojos se entretuvieron un instante sobre su rostro—. Bueno, tal vez no tan fácilmente.
____ se lo quedó mirando, temerosa de que sus pensamientos hubieran tomado el mismo rumbo que los de ella. No podía dejar que la atracción que sentía saboteara sus cuidadosos planes. ¡Pero el caso era que, sin Nick, aquellos planes estaban igualmente condenados!
—Esa vista es algo que he deseado toda mi vida —continuó él—. Ni siquiera mi despacho en el instituto tiene una vista del océano como ésa. Es fantástica.
—Estoy de acuerdo.
—Probablemente soy un absoluto idiota por tan siquiera considerar esto —se pasó los dedos por el pelo—. ¿Qué piensas tú, ____?
¿Qué pensaba ella? Pensaba que era lo más arriesgado y estúpido que había hecho en su vida, pero… ¿qué alternativa le quedaba? Sólo la de seguir otros diez años ahorrando penosamente y viviendo en un sombrío apartamento.
—Creo que deberíamos intentarlo —dijo con firmeza.
—Yo también.
Le sostuvo la mirada, y ella sintió de pronto que le faltaba el aliento. ¿Qué estaba haciendo? ¿Qué le diría a sus padres, cuya mentalidad de clase media seguramente no les permitiría aceptar que su hija compartiera el piso con un hombre? Y además estaba Sigmund. Se había olvidado completamente de él hasta aquel momento, pero la pequeña revelación podía esperar.
—Creo que es una idea magnífica —intervino Marge, absolutamente encantada.
—¿No habrás venido con él en la moto, verdad, Marge? —le costaba imaginarse a Marge, con su vestido de seda y su americana de terciopelo montada en el asiento trasero de una moto.
—No, por el amor de Dios, no —se rió Marge. Su buen humor aumentaba por momentos—. He venido en mi coche, pero Nick ha insistido en traer su propio medio de transporte. Un hombre independiente —le guiñó el ojo a _____, la cual decidió no darse por enterada—. Bueno me voy corriendo al despacho, que tengo muchas cosas que hacer.
—Y yo he quedado con Jim para comer —añadió Valerie—. Me ha dicho algo de que teníamos que elegir un anillo —la emoción brillaba en sus ojos oscuros, y _____ le dio un rápido abrazo.
—Me alegro por ti, de verdad, Val.
—Yo también me alegro por mí, sobre todo si las cosas te van bien a ti —replicó Valerie significativamente.
—Ya veremos —respondió _____—. Voy por las llaves y nos iremos, Nick.
Fue en busca de las llaves, que había dejado en la encimera de la cocina, y luego sacó unos cuantos dólares del billetero y se los metió en el bolsillo trasero del pantalón antes de seguir a los demás hasta la puerta. Su madre siempre le aconsejaba que llevara dinero de emergencia. Por primera vez en su vida, comprendió lo que había querido decir.
—Mantente en contacto —le gritó Marge desde el volante de su Cadillac color azul claro.
—Lo haré —respondió ____ con el mayor desenfado que pudo reunir.
Con cierta sensación de desamparo, esperó detrás de la reluciente moto negra mientras veía alejarse el Cadillac de Marge tras el Cámaro de Valerie. ¡Y pensar cuánto había deseado que llegara aquel día!
—Necesitarás esto.
Nick le lanzó un casco blanco, y ____ observó que él ya se había puesto uno similar sobre su pelo castaño. Se puso el voluminoso casco y trató torpemente de abrocharse la cinta de la barbilla.
—Espera, que te ayudo.
El aire de suficiencia de Nick la irritó. Ya podía darse por satisfecho con que aceptase cabalgar a lomos de aquel monstruo metálico.
—Puedo hacerlo yo —dijo con brusquedad, deseando no parecer una niña de seis años.
—Lo dudo. Ya te lo has puesto mal.
Sus fuertes dedos tomaron la cinta y rápidamente se la abrocharon.____ sintió un cosquilleo en el rostro allí donde sus nudillos la rozaron.
—Vamos —dijo él bruscamente, volviéndose para subirse al asiento de cuero negro y dejando que ella hiciera lo mismo torpemente a su espalda—. ¿Has montado alguna vez en moto?
La pregunta la pilló desprevenida.
—No. Mi padre solía decir que…
—Entonces agárrate a mi cintura —la interrumpió él, sin hacer caso de sus intentos por justificar su inexperiencia—. Trata de sentir en qué dirección cambia el peso de mi cuerpo y cambia tú en el mismo sentido. Es un poco como bailar.
De mala gana, ella deslizó los brazos en torno a su cintura, tratando de no pensar en el deleite sensual de aquellos músculos flexibles mientras él introducía la llave y ponía en marcha la moto. Se tensó cuando él arrancó bruscamente, pero consiguió inclinarse en la dirección correcta mientras salían del aparcamiento.
Cada vez a mayor velocidad,Nick recorrió las sinuosas calles de La Jolla, subiendo y bajando sus numerosas colinas, mientras _____ luchaba por mantener una distancia respetable entre sus cuerpos. Finalmente decidió olvidarse de la decencia y se aferró con fuerza a él por pura supervivencia, apretando su cuerpo temeroso contra la fuerte espalda.
A medida que avanzaban y comprobaba que no se caía, su ansiedad decreció lo suficiente como para permitirse disfrutar de la fresca brisa que azotaba su cuerpo y del sol de finales de noviembre que le calentaba la espalda. Poco a poco se relajó, permitiéndose contemplar la imagen veloz del paisaje circundante: pinos que se arqueaban sobre sus cabezas, el rosa oscuro de las buganvillas, los senderos bordeados de caléndulas.
Aunque notaba que se estaban alejando del océano, podía sentir aún el punzante olor marino. Instintivamente, su cuerpo se movía con el de Nick, ladeándose fácilmente en cada curva que recorría la poderosa máquina. Cada vez era más consciente del contacto con el cuerpo de Nick, a medida que su miedo iba desapareciendo.
Con cada curva, sus pechos se hacían más sensibles a los músculos de la espalda de él y los muslos le cosquilleaban allí donde rozaban los de Nick. «Será mejor que este viaje acabe cuanto antes», rogó mientras los latidos de su corazón se hacían mas fuertes. Se preguntó si él los sentiría a través de su chaqueta. «Tal vez piense simplemente que estoy asustada».
Por fin se metieron en el aparcamiento de un restaurante de comida rápida, y ella suspiró suavemente de alivio, dejando caer los brazos y echándose hacia atrás en el asiento.
Miró a su alrededor, sorprendida, pues había esperado tener una amplia vista del océano. En cambio, vio un típico rincón comercial. La vista más cercana era de una gasolinera de autoservicio.
—Aquí está bien —dijo él, sonriendo con ironía mientras ella se bajaba torpemente del asiento trasero de la moto—. Un sitio sin atmósfera, sin vistas al océano. Así es como lo quería yo. Veamos qué sucede con el arreglo propuesto cuando no tenemos la reluciente vista del océano para seducirnos e inducirnos a algo que puede ser una terrible equivocación, ¿no te parece?
«Seducirnos». Deseó que no hubiera utilizado aquella palabra. El viaje en moto la había dejado con las piernas débiles y una sensación de intensa vulnerabilidad.
—Supongo que tienes razón —«con desenfado, ____; no dejes que las cosas se te vayan de las manos»—. Además, me apetecía mucho una hamburguesa y un batido de chocolate.
Consiguió desabrocharse la cinta del casco sin la ayuda de Nick y dejó luego el adminículo junto al de él en la parte trasera de la moto.
—A mí también.
Nick sonrió y ____ observó con asombro que parecía estar disfrutando. La ira que había mostrado en el apartamento había desaparecido, reemplazada por una actitud amable que le resultaba encantadora. ¿Encantadora? Gary también la había encantado una vez. Tendría que tener cuidado.
—¿El rizado es natural o de peluquería? —inquirió él mientras sus ojos se fijaban admirativamente en los rubios rizos de____.
—Natural. Cuando era pequeña lo odiaba, pero últimamente está de moda, así que dejé de alisarme el pelo.
—Te sienta muy bien.
Se volvió y se dirigió hacia las puertas de metal y cristal del restaurante antes de que Stephanie pudiera reaccionar a su inesperado cumplido. «Ten cuidado, Stephanie», se recordó a sí misma. «No analices su comentario, buscando evidencias de que se siente atraído por ti. Tú no quieres atracción. Quieres equidad en este asunto, para poder financiar tu propia clínica. Si te enredas con Nick, puedes echar a perder todos tus planes». Lo siguió hacia el restaurante, tratando de hacer desaparecer la leve arruga de preocupación que había aparecido en su frente.
Unos minutos después estaban sentados el uno frente al otro en una mesa de fórmica, mordisqueando dos hamburguesas de queso y bebiendo sendos batidos de chocolate.
—¿Sabes?, me ha sorprendido que me dejaras pagarte la comida. ¿No insistís las mujeres liberadas siempre en pagar lo vuestro, sobre todo cuando tratáis con machistas?
—Ahora te doy el dinero —dijo en un tono bajo de voz.
—¡Vaaaya! Ya he vuelto a meter la pata. Lo siento. Estaba simplemente intentando hacerme idea de lo fanática que podías ser.
—Tengo carné de la Organización Nacional para la Mujer, pero no creo que haya que quemar los sujetadores. ¿Te refieres a eso? —le preguntó dulcemente, mientras se metía la mano en el bolsillo—. Aquí tienes mi parte.
Dejó tres billetes de un dólar sobre la mesa.
—Hey, ____ —su mano cubrió la de ella antes de que pudiera apartarla—. Te he invitado a comer, sin más, así que voy a pagarte la comida.
Las sirenas de alarma sonaron en el cerebro de ____ mientras la presión suave pero firme de su mano hacía que le subiera la temperatura corporal. Sí, realmente se sentía atraída por él.
Nick le dio la vuelta a la mano y le puso en la palma los billetes.
—Por favor, vuelve a guardarlos, y yo me guardaré los comentarios agudos —y le cerró los dedos.
—De acuerdo —respondió ella, fingiendo un desenfado que estaba lejos de sentir—, la próxima vez me toca a mí —¿«la próxima vez»?, ¿qué estaba diciendo?
—Muy bien. ¿Qué sacas tú de este asunto del piso,____?
—Dinero —dijo ella simplemente—. No encontraba forma de ahorrar lo suficiente para abrir mi propia clínica. Tengo pensado vender el piso dentro de uno o dos años y obtener lo suficiente para pagar los primeros seis meses de funcionamiento de mi clínica.
—Pero ¿por qué un piso compartido? ¿Por qué no te has buscado un apartamento más pequeño para ti sola?
—Eso fue idea de Valerie. Decidió que debía disfrutar al mismo tiempo que obtenía beneficios. Este piso es mucho más bonito que cualquiera que hubiera podido pagar yo sola. Además, fuimos compañeras de habitación en la universidad, así que pensamos que podríamos funcionar muy bien juntas.
—¿Y a qué viene esa ansia por abrir una clínica propia? ¿No te gusta dar clases en la universidad?
—No está mal —removió lentamente su batido con la cuchara antes de llevárselo a los labios—. Pero yo decidí dedicarme a la psicología para ayudar a la gente a resolver sus problemas, no para enseñarle a otras personas a hacerlo. Siempre he considerado la enseñanza como una forma de hacer dinero hasta que pudiera abrir mi propia clínica, pero al ritmo que van las cosas, tardaría diez años antes de conseguir lo suficiente.
—Eres impaciente, ¿no?
—Quizás. ¿Y tú, Nick? —le estimulaba extrañamente pronunciar su nombre—. Si me perdonas que te lo diga, un hombre en tu posición debería poder pagarse un apartamento para él solo.
—Es cierto. Sin embargo, cometí el error de casarme hace varios años, y aún estoy pagando por ello. Literalmente —una expresión de amargura apareció en sus ojos.
—Aun así, no tendrías por qué compartir un piso —insistió ella—. Podrías conseguir algo más barato sin necesidad de compartir.
—Cierto también —parte de la hostilidad se había desvanecido de su rostro—. Pero Marge conoce mi debilidad por los pisos que dan al mar. Y, naturalmente, pensé que el otro comprador era un hombre.
—Y yo supuse que serías una mujer. Marge nos ha enredado a los dos.
—Más bien. ¿Y cómo es que tu amiga se ha retirado del asunto, por cierto? ¿Se acordó de pronto de que roncabas? —su sonrisa era irresistible, y ella no pudo evitar reírse.
—No, es a Cupido a quien tengo que agradecerle este lío. Un antiguo amante apareció y le propuso matrimonio.
—Y te dejó a ti colgada con el muerto; con el pago del piso en este caso.
—Sí —aquello sonaba a deslealtad, y ____ se apresuró a limpiar el nombre de su amiga—. Pero no puedo culparla. Había descartado a Jim, considerándolo una causa perdida, pero yo sabía que seguía enamorada de él. Si hubiera estado en su pellejo, creo que habría hecho lo mismo.
—¿Tienes algún amante perdido en tu pasado? —la pregunta llegó suavemente desde el otro lado de la mesa.
—No creo que sea de tu incumbencia —dijo ___ con cierta irritación.
—Si voy a compartir la propiedad de ese piso contigo, creo que sí que lo es —replicó él tranquilamente—. Me acabas de decir que serías capaz de echarlo todo por la borda por amor. ¿Qué pasa si de pronto me encuentro con que tengo que pagar el doble por el piso? Te lo advierto, dudo que fuera tan comprensivo como tú lo has sido con Valerie. Tendrías que vértelas con mi abogado.
—Te doy mi palabra de que no tendrás que preocuparte por eso.
Podía hablar con convicción. Al contrario que Jim, Gary nunca regresaría para suplicarle que se casara con él. Había descubierto demasiado tarde su filosofía respecto al matrimonio. De «costumbre anacrónica», lo había calificado la noche en que ella había cometido la mayor estupidez de su vida. Nunca volvería a arrojarse a los pies de ningún hombre.
—¿Y qué hay de Jeremy? —insistió Nick—. Creo que las palabras que dijiste fueron «prácticamente comprometidos». ¿No preferirías que fuera él quien comprase la parte de Valerie?
____ retorció la paja con una mano. Tenía que explicar aquello cuidadosamente para mantener a Jeremy como una especie de amortiguador entre ella y aquel encantador desconocido. ¡Gracias a Dios que Jeremy era tan manejable!
—Jeremy y yo tenemos una relación muy abierta —empezó a decir.
—¿Ah, sí? —una de sus oscuras cejas se curvó hacia arriba.
¡Maldita sea! ¡No era aquello lo que había intentado insinuar!
—Quiero decir que no nos obligamos a aceptar mutuamente nuestras ideas —aquello estaba mejor—. Él no quiere dejar su dinero atado en inversiones inmobiliarias. Posee algunos bonos, y algún día, cuando abramos una clínica juntos, yo utilizaré los beneficios de la venta del piso y él convertirá en dinero sus bonos.
—¿Así que él también forma parte del plan de la clínica?
—Oh, sí, naturalmente.
¿Por qué la perspectiva de tener a Jeremy como socio le resultaba de pronto tan desagradable?
—Y mientras tanto, ¿a él no le importará que compartas el piso con otro hombre?
El persistente escepticismo de Nickestaba contribuyendo a atacarle aún más sus ya vapuleados nervios.
—¡Santo cielo, tal como lo dices, parece que estemos haciendo algo ilícito! Cada uno tendrá su dormitorio y su baño, y podemos llevar vidas totalmente independientes —se preguntó si estaba tratando de convencerlo a él o a sí misma—. No sé tú, pero yo estoy muy ocupada. Probablemente ni nos veremos.
—A menos que queramos.
—Sí, a menos que queramos —repitió ella.
—¿Cuál es el siguiente paso, ____?
—¿Qué?
Ella alzó la cabeza, sorprendida. La chispa que vislumbró en sus ojos le indicó que él había pretendido sorprenderla deliberadamente.
—Creo que tenemos una decisión que tomar —dijo Nick en voz baja—. ¿Qué crees que deberíamos hacer?
Ella pugnó por superar su vulnerabilidad.
—Seré sincera contigo, Nick. Si no compras la parte de Valerie, probablemente tendré que dejar el piso. Marge me ha informado de que los compradores no abundan precisamente en estas épocas de crisis. De todas formas, tenerte a ti de copropietario no es tampoco la solución que yo hubiera elegido.
Él soltó una breve carcajada.
—Te gusta decir las cosas claras, ¿no? Estamos en las mismas, porque lo último que hubiera elegido yo para compartir un piso habría sido una mujer. Ya tuve bastante durante mi matrimonio.
—Entonces tal vez deberíamos olvidarlo.
Ella suspiró pensando en el reflejo del sol sobre el agua, el olor del aire salado entrando por la puerta de su dormitorio. Siempre se había preguntado, incluso cuando Valerie y ella habían cerrado el trato, si no sería todo un sueño irrealizable. Y al parecer lo era.
—No necesariamente —sus palabras la hicieron alzar la cabeza con brusquedad—. Si no hubiera salido a aquel balcón, tal vez podría descartar fácilmente la idea —sus ojos se entretuvieron un instante sobre su rostro—. Bueno, tal vez no tan fácilmente.
____ se lo quedó mirando, temerosa de que sus pensamientos hubieran tomado el mismo rumbo que los de ella. No podía dejar que la atracción que sentía saboteara sus cuidadosos planes. ¡Pero el caso era que, sin Nick, aquellos planes estaban igualmente condenados!
—Esa vista es algo que he deseado toda mi vida —continuó él—. Ni siquiera mi despacho en el instituto tiene una vista del océano como ésa. Es fantástica.
—Estoy de acuerdo.
—Probablemente soy un absoluto idiota por tan siquiera considerar esto —se pasó los dedos por el pelo—. ¿Qué piensas tú, ____?
¿Qué pensaba ella? Pensaba que era lo más arriesgado y estúpido que había hecho en su vida, pero… ¿qué alternativa le quedaba? Sólo la de seguir otros diez años ahorrando penosamente y viviendo en un sombrío apartamento.
—Creo que deberíamos intentarlo —dijo con firmeza.
—Yo también.
Le sostuvo la mirada, y ella sintió de pronto que le faltaba el aliento. ¿Qué estaba haciendo? ¿Qué le diría a sus padres, cuya mentalidad de clase media seguramente no les permitiría aceptar que su hija compartiera el piso con un hombre? Y además estaba Sigmund. Se había olvidado completamente de él hasta aquel momento, pero la pequeña revelación podía esperar.
heyitsnicktanii
Re: "Una casa para dos corazones" [Nick y tu]Adaptacion TERMINADA
por heyitsnicktanii Mar 07 Feb 2012, 12:24 pm
StephanieJonas escribió:Me encanto el cap.
Yo iria adorar subir en la moto de Nick
SIGUELA :lol!:
______________________________________________
Te pasas por mi nove?
Corazón Cautivo
https://onlywn.activoforo.com/t9518-corazon-cautivo-nick-y-tu?highlight=corazon+cautivo
Haha lose yo también gracias por leer :D
heyitsnicktanii
Re: "Una casa para dos corazones" [Nick y tu]Adaptacion TERMINADA
por heyitsnicktanii Mar 07 Feb 2012, 12:25 pm
AmyBaqueiro escribió:Nueva Lectora y exijo capitulo.
Hola bienvenida,ya subi capitulo gracias por leer :lol:
heyitsnicktanii
Re: "Una casa para dos corazones" [Nick y tu]Adaptacion TERMINADA
por AmyBaqueiro Mar 07 Feb 2012, 11:45 pm
Gracias por el cap. Me encanta esta nove!
Yo en una moto con Nick, abrazandolo, hczxbzxkvbzkhbvzv morí!
Y claro que deberiamos intentarlo! yo quiero intentar todo con ese Jonas!
Me desespero con facilidad asi que quiero cap!!!!!!!!!
jajaja mentira! Esperare es la primera nove que sigo por que me encanto todas las demás las he leído ya terminadas.
Besos y sigue pronto!
Yo en una moto con Nick, abrazandolo, hczxbzxkvbzkhbvzv morí!
Y claro que deberiamos intentarlo! yo quiero intentar todo con ese Jonas!
Me desespero con facilidad asi que quiero cap!!!!!!!!!
jajaja mentira! Esperare es la primera nove que sigo por que me encanto todas las demás las he leído ya terminadas.
Besos y sigue pronto!
AmyBaqueiro
Re: "Una casa para dos corazones" [Nick y tu]Adaptacion TERMINADA
por *Stephanie* Miér 08 Feb 2012, 7:43 am
Morar en una casa com o Nick.............................GENIALLLL!!!!!
SIGUELA PRONTO OU..... :caliente:
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*Stephanie*
Re: "Una casa para dos corazones" [Nick y tu]Adaptacion TERMINADA
por jonatic&diectioner Miér 08 Feb 2012, 8:09 am
nueva lectora siguela..
jonatic&diectioner
Re: "Una casa para dos corazones" [Nick y tu]Adaptacion TERMINADA
por Dorin Miér 08 Feb 2012, 12:10 pm
siguelaaa
Dorin
Re: "Una casa para dos corazones" [Nick y tu]Adaptacion TERMINADA
por LU_ 123 Jue 09 Feb 2012, 12:50 pm
siguela !!! porfa esta muy buena :)
LU_ 123
Re: "Una casa para dos corazones" [Nick y tu]Adaptacion TERMINADA
por LU_ 123 Jue 09 Feb 2012, 12:51 pm
jajajaja estoy feliz acabo de entrar al foro y este es el pimer mensaje que envio....
tenes un lugar en mi corazon jajaja :D
tenes un lugar en mi corazon jajaja :D
LU_ 123
Re: "Una casa para dos corazones" [Nick y tu]Adaptacion TERMINADA
por *Stephanie* Sáb 11 Feb 2012, 7:44 am
SIGUELA!!!
SIGUELA!!!
SIGUELA!!! :caliente:
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Corazón Cautivo(Nick y Tu)
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SIGUELA!!!
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*Stephanie*
Re: "Una casa para dos corazones" [Nick y tu]Adaptacion TERMINADA
por heyitsnicktanii Sáb 11 Feb 2012, 10:59 am
Hola chicas wow tengo lectoras nuevas Bienvenidas :cheers: ,perddon por no subir pero estaba enferma y mi mamá no me dejaba agarrar la PC pero ya estoy bien y como recompensa por hacerlas esperar subire un maraton espero que los disfruten :)
Capitulo 2/1
—Estás proyectando, ____, proyectando.
Una voz áspera graznó aquel consejo clínico desde el otro extremo del dormitorio mientras_____, ataviada con unos vaqueros gastados y una camisa estampada trataba de centrar un grabado de Andrew Wyeth en la pared.
—Cállate, Sigmund. Si no estuviera tan nervioso como yo, ya estaría aquí en este momento. Aunque me alegro de que no esté. Dios, ojalá fuera capaz de pagar esto yo sola.
Tan sólo hacía una semana Nick y ella habían estado tomando unas hamburguesas de queso y habían decidido vivir juntos, pero la preocupación de _____ había alcanzado proporciones gigantescas durante aquellos siete días. ¡Vivir juntos! Debía haberse vuelto loca. Convencida de que en algún momento tenía que despertarse de aquella pesadilla, había contemplado cómo Marge dejaba todos los papeles necesarios listos en un tiempo récord.
Un golpe desviado sobre la uña de su pulgar le hizo soltar la piedra que estaba usando como martillo. Se chupó el dedo herido, deseando llorar o maldecir, no muy segura de que ninguna de las dos cosas pudiera ofrecerle mucho consuelo. Su radioreloj anunció el mediodía, y Nicholas seguía sin dar señales de vida. Si no aparecía pronto, estaba dispuesta a disponer su escaso mobiliario para la sala de estar sin contar con él, y tendría que aceptar su decisión. Golpeó otra vez con rabia el clavo, que se dobló, incrustándose en la pared.
—Maldito clavo —maldijo ella.
—Maldito clavo, maldito clavo —repitió Sigmund alegremente.
—Sigmund, soy capaz de retorcerte el cuello antes de acabar con esto, por mucho dinero que valgas. Al fin y al cabo no eres más que un…
El sonido de una llave girando en la cerradura la hizo interrumpirse a mitad de la frase.
—Oh, Sigmund, ya está aquí.
Dejando caer al suelo la piedra otra vez, se secó las palmas de las manos, súbitamente húmedas, contra las perneras del pantalón.
—¿Hay alguien en casa?
La cálida voz la hizo estremecerse y alcanzó los lugares más secretos de su alma. Iba a ser peor de lo que había imaginado.
Antes de que pudiera responder, un escalofriante chillido cortó el aire.
—¿______? ¡Dios mío! ¿Estás bien? ¿Qué…?
Nicholas irrumpió en el dormitorio con una gran caja de cartón entre los brazos. Sus ojos reflejaban alarma. El chillido se oyó de nuevo, y Nick se volvió en dirección a la fuente que lo producía.
—¿Un loro? —era más una acusación que una pregunta—. Desde luego, estoy seguro de que no me dijiste que tenías un loro.
Sus ojos resplandecieron de ira mientras se volvía hacia ella, sin soltar la caja.
—Es un guacamayo —dijo en tono abatido, preguntándose cómo había podido llegar a pensar que aquello pudiera funcionar.
—Lo que sea, me da igual. Lo que importa es ese ruido horrible que hace. Tienes que librarte de él.
—¿No lo dirás en serio? ¡Al parecer te olvidas de que Sigmund y yo estábamos aquí antes! —inconscientemente, se interpuso entre Nick y el pájaro en un gesto protector—. ¡Además, este guacamayo vale tres mil dólares!
—Para mí no, desde luego. Por cierto —sus ojos se entrecerraron suspicazmente—, si tan mal estás de dinero, ¿qué estás haciendo con un pájaro tan valioso?
Ella le devolvió su mirada de furia, considerando si debía darle la menor explicación. A pesar de su disgusto, no podía dejar de reconocer la escandalosa sexualidad que emanaba el hombre que tenía delante, con las piernas separadas en pose beligerante y el cabello desordenado por la brisa marina. La caja que sostenía debía de ser pesada, pensó, porque sus bien desarrollados bíceps se tensaban contra el tejido de su camisa.
—¿Te importaría dejar la caja en el suelo mientras hablamos? —le sugirió, y fue recompensada con un ligero sonrojo que le subió a Nicholas por el cuello.
—Supongo que sí —balbuceó mientras dejaba la carga—. Y ahora, ¿de dónde has sacado esa horrible bestia?
Sigmund ladeó su roja cabeza y se los quedó mirando con sus ojos amarillos.
—Estudia el ego. Estudia el ello. El uno está claro, el otro es complejo —graznó alegremente, luego se dedicó a arreglarse las plumas rojas, amarillas y azules con el poderoso pico.
—Oh, no —gruñó Nicholas—. Encima habla.
—Naturalmente —dijo ella con brusquedad—. Es muy inteligente, y muy pacífico. Hasta que se acostumbre a su nuevo entorno, lo dejaré dentro de la jaula… —señaló la jaula cuadrada de acero, de un metro y medio de alta—, pero está acostumbrado a estar libre por la casa.
—¿Cómo se llama?, ¿Sigmund?
—Sigmund Freud. Supongo que habrás oído hablar de él.
—Aja. Qué bien —miró sombríamente al pájaro de cabeza roja—. Sigo sin comprender por qué tienes un bicho que cuesta tres mil dólares. ¿Se lo estás cuidando a tu amigo Jeremy?
—No —puso una mano encima de la plateada jaula—, Sigmund es todo mío. Aunque no lo compré yo, me lo dieron.
—Un hombre —imaginó Lloyd, y acertó.
—Sí.
_____ sonrió, recordando al viejo señor Staten, dueño de la cadena de restaurantes de comida rápida donde trabajaba ella para pagarse los estudios universitarios. Nadie la había avisado de que solía hacer visitas de incógnito a sus restaurantes ni de que recompensaba a sus empleados de las formas más extrañas. Más tarde se enteró de las diversas historias: al chico que le había limpiado alegremente una coca-cola que se le había caído le había recompensado con un servicio de limpieza a domicilio durante cinco años; el cajero que había rechazado amablemente una enorme propina, recibió un viaje alrededor del mundo. Ignorante de su identidad, ____ escuchó pacientemente su extensa perorata el día que apareció por el restaurante y, a la semana siguiente, llegó Sigmund a su casa metido en una gran caja de madera.
—Es maravilloso —Nicholas se acercó a la jaula y miró a Sigmund a los ojos—. Entonces se supone que voy a tener que soportar chillidos, plumas y Dios sabe qué más; y todo porque algún amante desquiciado quería que lo recordaras eternamente. ¿No te susurra Sigmund cosas dulces al oído?
—Más bien no —dijo _____, riéndose.
—¿Y qué le pasó a tu anterior novio? ¿O fue a Jeremy a quien se le ocurrió ofrecerte esta delicada muestra de estima?
—No fue un novio realmente, Nick—dijo ____, sin dejar de reír—. Fue un viejo que…
Nick levantó la mano.
—Creo que prefiero no oírlo. Me parece demasiado complicado para mi actual estado de perplejidad. Pero, _____… —se volvió hacia ella y la miró seriamente— tendrías que haberme contado lo de este pájaro la semana pasada.
—Me acordé de él cuando ya habíamos decidido comprar el piso juntos —reconoció—. Francamente, temí que si intentaba explicarte que tenía un guacamayo parlanchín de medio metro de alto, te retirarías del trato.
Bajó la mirada, notando al hacerlo que los dedos de Nick estaban a sólo unos milímetros de los suyos sobre la jaula. Sus uñas eran cuadradas y estaban cortadas limpiamente. Le gustaron.
—Después de aquel trayecto en moto, ni siquiera un guacamayo parlanchín me hubiera hecho retirarme del trato, _____.
—¿Qué?
Sobresaltada, alzó los ojos y se encontró con su mirada. Lo que leyó en ella le produjo una sensación paralizante en todos sus miembros.
—Creo que te has hecho una idea equivocada, Nicholas —se obligó a decir a través de sus labios helados—. Para mí este piso es una inversión que tú estás ayudando a hacer posible. Eso es todo. No tengo la menor intención de que nuestra relación se convierta en algo más.
—_____, no te apresures a sacar con…
—No pienso convertirme en tu compañera de cama —siguió ella, interrumpiéndolo—. Y más vale que esto quede claro desde el principio.
—Oh, ____—las palabras salieron como un suspiro que pareció acariciarla, aunque las manos de Nicholas se mantenían apartadas de ella—. ¿No te das cuenta de que yo tengo tanto miedo como tú de la atracción que existe entre nosotros? Me he repetido a mí mismo un millón de veces que estoy haciendo esto porque así puedo vivir junto al océano, aunque me dé cuenta de que no es sólo el océano lo que me atrae de este sitio.
Capitulo 2/1
—Estás proyectando, ____, proyectando.
Una voz áspera graznó aquel consejo clínico desde el otro extremo del dormitorio mientras_____, ataviada con unos vaqueros gastados y una camisa estampada trataba de centrar un grabado de Andrew Wyeth en la pared.
—Cállate, Sigmund. Si no estuviera tan nervioso como yo, ya estaría aquí en este momento. Aunque me alegro de que no esté. Dios, ojalá fuera capaz de pagar esto yo sola.
Tan sólo hacía una semana Nick y ella habían estado tomando unas hamburguesas de queso y habían decidido vivir juntos, pero la preocupación de _____ había alcanzado proporciones gigantescas durante aquellos siete días. ¡Vivir juntos! Debía haberse vuelto loca. Convencida de que en algún momento tenía que despertarse de aquella pesadilla, había contemplado cómo Marge dejaba todos los papeles necesarios listos en un tiempo récord.
Un golpe desviado sobre la uña de su pulgar le hizo soltar la piedra que estaba usando como martillo. Se chupó el dedo herido, deseando llorar o maldecir, no muy segura de que ninguna de las dos cosas pudiera ofrecerle mucho consuelo. Su radioreloj anunció el mediodía, y Nicholas seguía sin dar señales de vida. Si no aparecía pronto, estaba dispuesta a disponer su escaso mobiliario para la sala de estar sin contar con él, y tendría que aceptar su decisión. Golpeó otra vez con rabia el clavo, que se dobló, incrustándose en la pared.
—Maldito clavo —maldijo ella.
—Maldito clavo, maldito clavo —repitió Sigmund alegremente.
—Sigmund, soy capaz de retorcerte el cuello antes de acabar con esto, por mucho dinero que valgas. Al fin y al cabo no eres más que un…
El sonido de una llave girando en la cerradura la hizo interrumpirse a mitad de la frase.
—Oh, Sigmund, ya está aquí.
Dejando caer al suelo la piedra otra vez, se secó las palmas de las manos, súbitamente húmedas, contra las perneras del pantalón.
—¿Hay alguien en casa?
La cálida voz la hizo estremecerse y alcanzó los lugares más secretos de su alma. Iba a ser peor de lo que había imaginado.
Antes de que pudiera responder, un escalofriante chillido cortó el aire.
—¿______? ¡Dios mío! ¿Estás bien? ¿Qué…?
Nicholas irrumpió en el dormitorio con una gran caja de cartón entre los brazos. Sus ojos reflejaban alarma. El chillido se oyó de nuevo, y Nick se volvió en dirección a la fuente que lo producía.
—¿Un loro? —era más una acusación que una pregunta—. Desde luego, estoy seguro de que no me dijiste que tenías un loro.
Sus ojos resplandecieron de ira mientras se volvía hacia ella, sin soltar la caja.
—Es un guacamayo —dijo en tono abatido, preguntándose cómo había podido llegar a pensar que aquello pudiera funcionar.
—Lo que sea, me da igual. Lo que importa es ese ruido horrible que hace. Tienes que librarte de él.
—¿No lo dirás en serio? ¡Al parecer te olvidas de que Sigmund y yo estábamos aquí antes! —inconscientemente, se interpuso entre Nick y el pájaro en un gesto protector—. ¡Además, este guacamayo vale tres mil dólares!
—Para mí no, desde luego. Por cierto —sus ojos se entrecerraron suspicazmente—, si tan mal estás de dinero, ¿qué estás haciendo con un pájaro tan valioso?
Ella le devolvió su mirada de furia, considerando si debía darle la menor explicación. A pesar de su disgusto, no podía dejar de reconocer la escandalosa sexualidad que emanaba el hombre que tenía delante, con las piernas separadas en pose beligerante y el cabello desordenado por la brisa marina. La caja que sostenía debía de ser pesada, pensó, porque sus bien desarrollados bíceps se tensaban contra el tejido de su camisa.
—¿Te importaría dejar la caja en el suelo mientras hablamos? —le sugirió, y fue recompensada con un ligero sonrojo que le subió a Nicholas por el cuello.
—Supongo que sí —balbuceó mientras dejaba la carga—. Y ahora, ¿de dónde has sacado esa horrible bestia?
Sigmund ladeó su roja cabeza y se los quedó mirando con sus ojos amarillos.
—Estudia el ego. Estudia el ello. El uno está claro, el otro es complejo —graznó alegremente, luego se dedicó a arreglarse las plumas rojas, amarillas y azules con el poderoso pico.
—Oh, no —gruñó Nicholas—. Encima habla.
—Naturalmente —dijo ella con brusquedad—. Es muy inteligente, y muy pacífico. Hasta que se acostumbre a su nuevo entorno, lo dejaré dentro de la jaula… —señaló la jaula cuadrada de acero, de un metro y medio de alta—, pero está acostumbrado a estar libre por la casa.
—¿Cómo se llama?, ¿Sigmund?
—Sigmund Freud. Supongo que habrás oído hablar de él.
—Aja. Qué bien —miró sombríamente al pájaro de cabeza roja—. Sigo sin comprender por qué tienes un bicho que cuesta tres mil dólares. ¿Se lo estás cuidando a tu amigo Jeremy?
—No —puso una mano encima de la plateada jaula—, Sigmund es todo mío. Aunque no lo compré yo, me lo dieron.
—Un hombre —imaginó Lloyd, y acertó.
—Sí.
_____ sonrió, recordando al viejo señor Staten, dueño de la cadena de restaurantes de comida rápida donde trabajaba ella para pagarse los estudios universitarios. Nadie la había avisado de que solía hacer visitas de incógnito a sus restaurantes ni de que recompensaba a sus empleados de las formas más extrañas. Más tarde se enteró de las diversas historias: al chico que le había limpiado alegremente una coca-cola que se le había caído le había recompensado con un servicio de limpieza a domicilio durante cinco años; el cajero que había rechazado amablemente una enorme propina, recibió un viaje alrededor del mundo. Ignorante de su identidad, ____ escuchó pacientemente su extensa perorata el día que apareció por el restaurante y, a la semana siguiente, llegó Sigmund a su casa metido en una gran caja de madera.
—Es maravilloso —Nicholas se acercó a la jaula y miró a Sigmund a los ojos—. Entonces se supone que voy a tener que soportar chillidos, plumas y Dios sabe qué más; y todo porque algún amante desquiciado quería que lo recordaras eternamente. ¿No te susurra Sigmund cosas dulces al oído?
—Más bien no —dijo _____, riéndose.
—¿Y qué le pasó a tu anterior novio? ¿O fue a Jeremy a quien se le ocurrió ofrecerte esta delicada muestra de estima?
—No fue un novio realmente, Nick—dijo ____, sin dejar de reír—. Fue un viejo que…
Nick levantó la mano.
—Creo que prefiero no oírlo. Me parece demasiado complicado para mi actual estado de perplejidad. Pero, _____… —se volvió hacia ella y la miró seriamente— tendrías que haberme contado lo de este pájaro la semana pasada.
—Me acordé de él cuando ya habíamos decidido comprar el piso juntos —reconoció—. Francamente, temí que si intentaba explicarte que tenía un guacamayo parlanchín de medio metro de alto, te retirarías del trato.
Bajó la mirada, notando al hacerlo que los dedos de Nick estaban a sólo unos milímetros de los suyos sobre la jaula. Sus uñas eran cuadradas y estaban cortadas limpiamente. Le gustaron.
—Después de aquel trayecto en moto, ni siquiera un guacamayo parlanchín me hubiera hecho retirarme del trato, _____.
—¿Qué?
Sobresaltada, alzó los ojos y se encontró con su mirada. Lo que leyó en ella le produjo una sensación paralizante en todos sus miembros.
—Creo que te has hecho una idea equivocada, Nicholas —se obligó a decir a través de sus labios helados—. Para mí este piso es una inversión que tú estás ayudando a hacer posible. Eso es todo. No tengo la menor intención de que nuestra relación se convierta en algo más.
—_____, no te apresures a sacar con…
—No pienso convertirme en tu compañera de cama —siguió ella, interrumpiéndolo—. Y más vale que esto quede claro desde el principio.
—Oh, ____—las palabras salieron como un suspiro que pareció acariciarla, aunque las manos de Nicholas se mantenían apartadas de ella—. ¿No te das cuenta de que yo tengo tanto miedo como tú de la atracción que existe entre nosotros? Me he repetido a mí mismo un millón de veces que estoy haciendo esto porque así puedo vivir junto al océano, aunque me dé cuenta de que no es sólo el océano lo que me atrae de este sitio.
Última edición por heyitsnicktanii el Sáb 11 Feb 2012, 11:16 am, editado 1 vez
heyitsnicktanii
Re: "Una casa para dos corazones" [Nick y tu]Adaptacion TERMINADA
por heyitsnicktanii Sáb 11 Feb 2012, 11:09 am
2/2
—Te estás equivocando, Nicholas. Así no va a funcionar. Tenemos que mantener…
—Eso también me lo he dicho.
Ella sintió el aire moverse cuando él alzó la mano para alisarle la arruga de preocupación que se había formado en su frente. Una caricia. Había estado esperándola toda la semana sin darse cuenta. Cerró los ojos con fuerza, tratando de no sentir placer.
—No frunzas el ceño, ____. No luches contra ello. Tú también lo sientes, ¿verdad? No creo que interpretase mal el mensaje de tu cuerpo contra el mío la semana pasada. Si hubiéramos ido a comer en coche, no me habría dado cuenta tan pronto.
—Estás equivocado —susurró ella.
—No lo estoy.
Deslizó el dedo hacia abajo por el puente de su nariz hasta posarlo sobre sus labios entreabiertos.
—Tú también me deseas. Pero no sabes qué hacer, porque se supone que tu hombre es Jeremy, ¿no? No un oceanógrafo divorciado atenazado por los gastos de mantenimiento de su anterior mujer —sacudió la cabeza en un gesto abatido—. Sé que este sentimiento se está desarrollando muy rápidamente, pero es algo que sucede algunas veces. Puedes intentar vivir tu vida dentro de unos límites prefijados, pero creo que deberías considerar esto.
En un gesto rápido, su mano descendió y la tomó de la cintura para atraerla hacia sí.
—¡No! ¡No tienes derecho! Yo…
Sus protestas se estrellaron ineficazmente contra la presión de la boca de Nick. Inmersa en la ardiente suavidad de sus brazos, se retorció para liberarse, pero él la sostuvo con firmeza e introdujo la lengua entre sus labios y sus dientes para exigir la respuesta que ella ya sentía formarse en su interior.
Con un gruñido de angustia, consiguió liberarse por fin, luchando desesperadamente contra las emociones que Nick había desatado en ella.
—Nicholas. No quiero esto —gimió—. Por favor, déjame en paz.
Él dejó caer los brazos a los costados, pero ____ vio sus puños cerrados y se dio cuenta del tenso control de su voz cuando habló.
—Muy bien, ____. Nunca me he impuesto a ninguna mujer y no pienso empezar contigo. Tal vez estaba equivocado respecto a tu reacción hacia mí.
—¡Equivocado! —graznó Sigmund.
—¡Y en cuanto a tu amiguito el de las plumas… —continuó, señalando al pájaro con el dedo—, más vale que se guarde los comentarios si no quiere acabar dorándose en salsa de barbacoa!
Agarrando la pesada caja de cartón como si estuviera llena de aire, Nicholas salió dando zancadas de la habitación y dejó a _____ sumida en un mar de confusiones.
¡Ni siquiera conocía a Nicholas Jonas! ¡Lo había visto por primera vez la semana anterior! Sin embargo, algo dentro de ella lo reconoció con un instinto primitivo que no podía controlar. La presión de sus labios era familiar; conocía el tacto de su piel contra la de ella; el modo en que le habría hecho el amor con suave urgencia, su olor… ¡No! Tan inapropiado era para ella aquel hombre como Jeremy era adecuado. Nicholas tenía la capacidad de destruir su ansia de independencia. Lo temía, temía el anhelo que despertaba en ella. Ni siquiera Gary, el único hombre a quien no había sido capaz de resistirse, la había alterado de aquella manera.
Sombríamente, se entregó de nuevo a la tarea de colgar el grabado en la pared, sin poder evitar reírse de la bucólica escena campestre que representaba. ¡Tal serenidad parecía escandalosamente fuera de lugar en aquel apartamento!
Sonó el timbre de la puerta mientras acababa de ajustar el marco del cuadro sobre el cabecero metálico de su cama. Nick no abría la puerta, observó con irritación. Podía ser para él…, aunque estaba segura de que era Jeremy. Se dirigió al vestíbulo y abrió bruscamente la puerta.
—Pareces algo cansada, ____ —la saludó Jeremy—. Supongo que llego oportunamente con esto —mostró una botella de vino—. Es un regalo para darle vida a la casa.
—Es asombroso tu sentido del tiempo, Jeremy. Me he pasado toda la semana deslomándome para traer mis cosas desde el antiguo apartamento y tú has estado ausente. ¿Cómo ha sido eso?
Su ira crecía al recordar todo lo que había tenido que empaquetar y cómo había tenido que arrastrar las pesadas cajas, llenas de libros y objetos, las maletas repletas de ropa y, sobre todo, la engorrosa jaula de Sigmund.
—He estado muy ocupado corrigiendo exámenes. Lo siento.
Una sonrisa perezosa iluminó sus facciones infantiloides. Su cabello rubio, que enmarcaba de pequeños rizos su rostro, contribuía a aumentar su aspecto de chiquillo excesivamente crecido. Stephanie comparó las formas casi orondas de Jeremy con la musculosa dureza que había experimentado hacía unos momentos entre los brazos de Nick. No era extraño que le hubiera resultado tan fácil evitar la cama de Jeremy.
—Una historia plausible, Jer —replicó _____ con sorna.
—Me amas por mi mente, no por mis músculos, ¿recuerdas? —entró en el apartamento—. ¿Puedo hacer las paces con un vino espumoso? Es lo mejor que he podido comprar por tres dólares —agitó la botella ante el rostro de _____.
—Jeremy, eres imposible —dijo ella, riéndose. Le costaba mantener el enfado—. Todavía tengo algunas cosas que desembalar, y un par de copas de eso podrían hacerme decidir dar por terminada la jornada.
—¿Y qué? Hace una tarde espléndida. ¿Por qué no te vienes a la playa conmigo? Noto una cierta tensión en su actitud, doctora Collier. ¡Relájese! ¿Qué estás tratando de hacer, impresionar a tu nuevo compañero de piso?
—¡Ni lo sueñes! Simplemente, estoy demasiado ocupada para jugar, Jer —dijo, sonrojada.
—Hemmm —Jeremy se frotó su barbilla redondeada—. ¿Has tenido algún altercado con el oceanógrafo ya?
Sus ojos azul claro la contemplaban con curiosidad.
—Algo así.
—¿El motivo?
_____ titubeó; no le apetecía contarle toda la historia.
—Sigmund —dijo finalmente—. Lanzó un par de sus famosos graznidos, y Nicholasse quedó de piedra.
—El bueno de Sigmund —Jeremy sonrió—. Sabía que podía contar con él en un apuro. ¡Eh, Sigmund! ¿quieres venirte a la playa?
La respuesta de Sigmund fue otro de sus escalofriantes chillidos, y la aprensión se apoderó de _____
—¿Es que no hay forma de mantener a ese bicho callado? —exclamó Nick, irrumpiendo en el dormitorio. Al ver a Jeremy se detuvo—. Oh, se me había olvidado el timbre de la puerta. Perdona si te he parecido brusco, pero es que cuesta acostumbrarse al tal Sigmund.
Su actitud no parecía de disculpa.
—Ya se acostumbrará él a ti —observó Jeremy, mientras sus ojos pálidos estudiaban a Nick. Luego se volvió hacia ____ con expresión preocupada.
«Se ha dado cuenta», pensó_____ frenéticamente. «Ha notado que hay algo entre Nick y yo».
—Nicholas, te presento a Jeremy Hammond —dijo, un poco jadeante—. Jeremy, Nicholas Jonas.
—Encantado de conocerte —dijo Jeremy, estrechándole la mano con poco entusiasmo—. _____ me ha contado que eres oceanógrafo. ¿Has ido a bucear a la cala alguna vez?
—Bastantes veces, de hecho. Ése era uno de los atractivos para comprar este sitio —cambió de postura, como si estuviera deseando dejar la conversación, pero Jeremy lo retuvo con otra pregunta.
—¿Hay realmente mucho que ver ahí abajo? Me da la impresión de que supone demasiado problema y gasto, cuando puedes ver tranquilamente a Jacques Cousteau por la televisión mientras te tomas una cerveza.
—No hay comparación entre las imágenes y la realidad —replicó Nick, disimulando apenas su impaciencia.
—Si es cierto eso, y ahora que _____h vive tan cerca de la cala, tal vez intente hacer algo de buceo yo también.
—Será mejor que tomes algunas lecciones y obtengas el certificado antes —le advirtió Nick—. Puede ser peligroso.
—¿No sufrirás el conocido síndrome «Tiburón»? —le preguntó Jeremy en tono guasón.
—No, la verdad es que no. El enemigo más peligroso que tiene el hombre ahí abajo es él mismo, o ella misma… —lanzó una mirada significativa a ______—. Me olvidaba de nuestra común amiga feminista, aquí presente.
_____ apretó los labios. Se negaba a caer en la provocación y ofrecerle la airada respuesta que él estaba esperando.
—En cualquier caso —siguió Nick—, los buceadores a veces corren riesgos inútiles por no revisar bien el equipo, por sumergirse a demasiada profundidad, bucear solos…, cosas así.
—Ya veo. Eres uno de esos tipos meticulosos y conscientes, ¿no?
_____ se dio cuenta, por el tono burlón de Jeremy, de que estaba intentando por todos los medios hacer perder la compostura a Nick.
—Te estás equivocando, Nicholas. Así no va a funcionar. Tenemos que mantener…
—Eso también me lo he dicho.
Ella sintió el aire moverse cuando él alzó la mano para alisarle la arruga de preocupación que se había formado en su frente. Una caricia. Había estado esperándola toda la semana sin darse cuenta. Cerró los ojos con fuerza, tratando de no sentir placer.
—No frunzas el ceño, ____. No luches contra ello. Tú también lo sientes, ¿verdad? No creo que interpretase mal el mensaje de tu cuerpo contra el mío la semana pasada. Si hubiéramos ido a comer en coche, no me habría dado cuenta tan pronto.
—Estás equivocado —susurró ella.
—No lo estoy.
Deslizó el dedo hacia abajo por el puente de su nariz hasta posarlo sobre sus labios entreabiertos.
—Tú también me deseas. Pero no sabes qué hacer, porque se supone que tu hombre es Jeremy, ¿no? No un oceanógrafo divorciado atenazado por los gastos de mantenimiento de su anterior mujer —sacudió la cabeza en un gesto abatido—. Sé que este sentimiento se está desarrollando muy rápidamente, pero es algo que sucede algunas veces. Puedes intentar vivir tu vida dentro de unos límites prefijados, pero creo que deberías considerar esto.
En un gesto rápido, su mano descendió y la tomó de la cintura para atraerla hacia sí.
—¡No! ¡No tienes derecho! Yo…
Sus protestas se estrellaron ineficazmente contra la presión de la boca de Nick. Inmersa en la ardiente suavidad de sus brazos, se retorció para liberarse, pero él la sostuvo con firmeza e introdujo la lengua entre sus labios y sus dientes para exigir la respuesta que ella ya sentía formarse en su interior.
Con un gruñido de angustia, consiguió liberarse por fin, luchando desesperadamente contra las emociones que Nick había desatado en ella.
—Nicholas. No quiero esto —gimió—. Por favor, déjame en paz.
Él dejó caer los brazos a los costados, pero ____ vio sus puños cerrados y se dio cuenta del tenso control de su voz cuando habló.
—Muy bien, ____. Nunca me he impuesto a ninguna mujer y no pienso empezar contigo. Tal vez estaba equivocado respecto a tu reacción hacia mí.
—¡Equivocado! —graznó Sigmund.
—¡Y en cuanto a tu amiguito el de las plumas… —continuó, señalando al pájaro con el dedo—, más vale que se guarde los comentarios si no quiere acabar dorándose en salsa de barbacoa!
Agarrando la pesada caja de cartón como si estuviera llena de aire, Nicholas salió dando zancadas de la habitación y dejó a _____ sumida en un mar de confusiones.
¡Ni siquiera conocía a Nicholas Jonas! ¡Lo había visto por primera vez la semana anterior! Sin embargo, algo dentro de ella lo reconoció con un instinto primitivo que no podía controlar. La presión de sus labios era familiar; conocía el tacto de su piel contra la de ella; el modo en que le habría hecho el amor con suave urgencia, su olor… ¡No! Tan inapropiado era para ella aquel hombre como Jeremy era adecuado. Nicholas tenía la capacidad de destruir su ansia de independencia. Lo temía, temía el anhelo que despertaba en ella. Ni siquiera Gary, el único hombre a quien no había sido capaz de resistirse, la había alterado de aquella manera.
Sombríamente, se entregó de nuevo a la tarea de colgar el grabado en la pared, sin poder evitar reírse de la bucólica escena campestre que representaba. ¡Tal serenidad parecía escandalosamente fuera de lugar en aquel apartamento!
Sonó el timbre de la puerta mientras acababa de ajustar el marco del cuadro sobre el cabecero metálico de su cama. Nick no abría la puerta, observó con irritación. Podía ser para él…, aunque estaba segura de que era Jeremy. Se dirigió al vestíbulo y abrió bruscamente la puerta.
—Pareces algo cansada, ____ —la saludó Jeremy—. Supongo que llego oportunamente con esto —mostró una botella de vino—. Es un regalo para darle vida a la casa.
—Es asombroso tu sentido del tiempo, Jeremy. Me he pasado toda la semana deslomándome para traer mis cosas desde el antiguo apartamento y tú has estado ausente. ¿Cómo ha sido eso?
Su ira crecía al recordar todo lo que había tenido que empaquetar y cómo había tenido que arrastrar las pesadas cajas, llenas de libros y objetos, las maletas repletas de ropa y, sobre todo, la engorrosa jaula de Sigmund.
—He estado muy ocupado corrigiendo exámenes. Lo siento.
Una sonrisa perezosa iluminó sus facciones infantiloides. Su cabello rubio, que enmarcaba de pequeños rizos su rostro, contribuía a aumentar su aspecto de chiquillo excesivamente crecido. Stephanie comparó las formas casi orondas de Jeremy con la musculosa dureza que había experimentado hacía unos momentos entre los brazos de Nick. No era extraño que le hubiera resultado tan fácil evitar la cama de Jeremy.
—Una historia plausible, Jer —replicó _____ con sorna.
—Me amas por mi mente, no por mis músculos, ¿recuerdas? —entró en el apartamento—. ¿Puedo hacer las paces con un vino espumoso? Es lo mejor que he podido comprar por tres dólares —agitó la botella ante el rostro de _____.
—Jeremy, eres imposible —dijo ella, riéndose. Le costaba mantener el enfado—. Todavía tengo algunas cosas que desembalar, y un par de copas de eso podrían hacerme decidir dar por terminada la jornada.
—¿Y qué? Hace una tarde espléndida. ¿Por qué no te vienes a la playa conmigo? Noto una cierta tensión en su actitud, doctora Collier. ¡Relájese! ¿Qué estás tratando de hacer, impresionar a tu nuevo compañero de piso?
—¡Ni lo sueñes! Simplemente, estoy demasiado ocupada para jugar, Jer —dijo, sonrojada.
—Hemmm —Jeremy se frotó su barbilla redondeada—. ¿Has tenido algún altercado con el oceanógrafo ya?
Sus ojos azul claro la contemplaban con curiosidad.
—Algo así.
—¿El motivo?
_____ titubeó; no le apetecía contarle toda la historia.
—Sigmund —dijo finalmente—. Lanzó un par de sus famosos graznidos, y Nicholasse quedó de piedra.
—El bueno de Sigmund —Jeremy sonrió—. Sabía que podía contar con él en un apuro. ¡Eh, Sigmund! ¿quieres venirte a la playa?
La respuesta de Sigmund fue otro de sus escalofriantes chillidos, y la aprensión se apoderó de _____
—¿Es que no hay forma de mantener a ese bicho callado? —exclamó Nick, irrumpiendo en el dormitorio. Al ver a Jeremy se detuvo—. Oh, se me había olvidado el timbre de la puerta. Perdona si te he parecido brusco, pero es que cuesta acostumbrarse al tal Sigmund.
Su actitud no parecía de disculpa.
—Ya se acostumbrará él a ti —observó Jeremy, mientras sus ojos pálidos estudiaban a Nick. Luego se volvió hacia ____ con expresión preocupada.
«Se ha dado cuenta», pensó_____ frenéticamente. «Ha notado que hay algo entre Nick y yo».
—Nicholas, te presento a Jeremy Hammond —dijo, un poco jadeante—. Jeremy, Nicholas Jonas.
—Encantado de conocerte —dijo Jeremy, estrechándole la mano con poco entusiasmo—. _____ me ha contado que eres oceanógrafo. ¿Has ido a bucear a la cala alguna vez?
—Bastantes veces, de hecho. Ése era uno de los atractivos para comprar este sitio —cambió de postura, como si estuviera deseando dejar la conversación, pero Jeremy lo retuvo con otra pregunta.
—¿Hay realmente mucho que ver ahí abajo? Me da la impresión de que supone demasiado problema y gasto, cuando puedes ver tranquilamente a Jacques Cousteau por la televisión mientras te tomas una cerveza.
—No hay comparación entre las imágenes y la realidad —replicó Nick, disimulando apenas su impaciencia.
—Si es cierto eso, y ahora que _____h vive tan cerca de la cala, tal vez intente hacer algo de buceo yo también.
—Será mejor que tomes algunas lecciones y obtengas el certificado antes —le advirtió Nick—. Puede ser peligroso.
—¿No sufrirás el conocido síndrome «Tiburón»? —le preguntó Jeremy en tono guasón.
—No, la verdad es que no. El enemigo más peligroso que tiene el hombre ahí abajo es él mismo, o ella misma… —lanzó una mirada significativa a ______—. Me olvidaba de nuestra común amiga feminista, aquí presente.
_____ apretó los labios. Se negaba a caer en la provocación y ofrecerle la airada respuesta que él estaba esperando.
—En cualquier caso —siguió Nick—, los buceadores a veces corren riesgos inútiles por no revisar bien el equipo, por sumergirse a demasiada profundidad, bucear solos…, cosas así.
—Ya veo. Eres uno de esos tipos meticulosos y conscientes, ¿no?
_____ se dio cuenta, por el tono burlón de Jeremy, de que estaba intentando por todos los medios hacer perder la compostura a Nick.
heyitsnicktanii
Re: "Una casa para dos corazones" [Nick y tu]Adaptacion TERMINADA
por heyitsnicktanii Sáb 11 Feb 2012, 11:15 am
2/3
—Supongo que sí —replicó Nick alegremente, negándose a morder el anzuelo.
—Entonces te llevarás bien con ____, que nunca se deja llevar por sus impulsos. Ni siquiera quiere compartir un trozo de pan y un poco de vino conmigo en la playa.
—Lo siento, Jeremy, pero tengo que dejar terminado esto —con el rabillo del ojo vio la expresión de sorpresa de Nick—. Tal vez el fin de semana próximo —se sorprendió a sí misma diciendo.
—Claro, ¿por qué no? —a pesar de su enfado, Jeremy sonrió—. Dejaré el vino aquí para otra ocasión, y vosotros dos podéis seguir trabajando hasta mataros —dejó la botella en la cocina y se marchó, dando un portazo al salir.
—Me parece que a tu novio no le he caído muy bien —observó Nick.
—No es extraño, después de tu actitud. No has sido muy amable que digamos —le espetó ella.
—Supongo que yo tampoco he sentido una simpatía instantánea por él.
—Bueno, por lo menos podrías haber sido más educado.
Se sentía más disgustada de lo que el episodio justificaba. ¿No sería porque el contraste entre Nick y Jeremy resaltaba demasiado claramente todos los aspectos negativos de Jeremy?
De pronto, Nick sonrió.
—Oye, no sigamos peleándonos. Aunque tengo que admitir que te pones preciosa cuando te enfadas.
Sus ojos marrones penetraron en las profundidades de los azules de____ durante un largo instante. Luego, se dio la vuelta y salió de la habitación.
_____ se quedó como paralizada durante varios segundos, luego sacudió la cabeza como si quisiera librarse de sus pensamientos.
—Maldita sea —dijo en voz baja, luego volvió a su habitación para acabar de desembalar sus cosas.
Una hora de esfuerzo continuado produjo algo similar al orden en la habitación. Tras extender el edredón que le había regalado su madre, sobre la cama recién hecha y ajustar la pantalla de la lámpara de la mesilla, decidió ir con el coche a comprar a la tienda. El arreglo de la sala de estar tendría que esperar. No había visto señal alguna del mobiliario de Nicholas, así que tendrían que dejar las zonas comunes para más tarde.
Cuando volvió de hacer sus compras, no vio la moto de Nicholas en el aparcamiento. Ya en la cocina, clasificó sus vituallas poniéndoles a todas sus iniciales y las agrupó ordenadamente en sus lugares correspondientes. Luego decidió darse una buena ducha caliente antes de cenar.
Mientras el agua aliviaba la tensión de su nuca y sus hombros, volvió a pensar en Nicholas. ¿Cenaría en casa? Dándose cuenta de que podía ser así, tuvo la precaución de vestirse con unos vaqueros limpios y un suéter cómodo en lugar de ponerse la bata como hubiera hecho si hubiera estado viviendo con Valerie. ¡Otra incomodidad! Aireándose los húmedos rizos con la mano, se dirigió a la cocina para prepararse una cena ligera.
—Hora de cenar —anunció una triste voz a sus espaldas.
—Lo siento, Sigmund. También te toca cenar a ti, ¿verdad? Una ración de semillas de girasol, marchando. Y también te he comprado fruta fresca.
Mientras se dirigía a la jaula para sacar el pocillo de la comida, una hoja de papel sujeta al asa de la parte superior de la misma le llamó la atención. Soltó el cordel con que estaba sujeta, la desdobló y leyó, asombrada:
Querida _____:
Después de lo sucedido, probablemente pensarás que soy una especie de animal incontrolable. Créeme, te aseguro que nada sucederá entre nosotros, a menos que queramos los dos. Estás perfectamente a salvo conmigo, Nicholas.
Volvió a leer la nota varias veces. Las palabras le trajeron de nuevo el recuerdo de las manos de Nick, la presión de sus labios sobre los de ella. ¿A salvo? No lo creía, pero no era por miedo a Nick, sino a ella misma.
—No sé qué hacer al respecto, Sigmund —dijo en voz baja.
—_____ preciosa, ____e preciosa —canturreó el ave de brillante colorido, agitando las plumas.
—¿De dónde te has sacado eso, pájaro loco?
Se le ocurrió pensar que tal vez Nicholas se lo hubiera enseñado, pero le pareció demasiado improbable. Ni siquiera le gustaba el pájaro.
La inesperada nota consiguió que sus pensamientos se centraran definitivamente en Nick durante el resto de la noche. Cada ruido de pasos en el descansillo aceleraba los latidos de su corazón. A las diez de la noche, mientras estaba tumbada en la cama preparando las clases del día siguiente, decidió que se estaba manteniendo alejado a propósito.
—Y, desde luego, no pienso esperarlo despierta como si fuera su madre —le dijo a Sigmund con una sonrisa irónica mientras apagaba la luz de la mesilla—. Buenas noches, Sigmund.
—Buenas noches —graznó el pájaro.
Aunque estaba físicamente exhausta después de aquella semana de esfuerzo, le costó dormirse. Intentó todos los sistemas de relajación que conocía, pero aun así permaneció despierta, esperando oír una llave en la cerradura.
—Maldita sea, Sigmund, no estaría haciendo esto si fuera Valerie la que llegara tarde —dijo en la oscuridad. La única respuesta fue un somnoliento graznido—. Me alegro de que tú sí puedas dormir —musitó—. Voy a tener que hacer algo o mañana voy a ser una auténtica muerta viviente.
Se obligó a sí misma a concentrarse en el amortiguado rumor de las olas. Durante la semana se había comprado un pestillo especial para la puerta del balcón que permitía mantenerla ligeramente abierta. Dejaba entrar un poco del aire y el rumor del mar, pero impedía la entrada de los intrusos. ¡Intrusos, ja!
El único intruso al que realmente le gustaría mantener alejado tenía llave del piso. «Ya basta», se recordó a sí misma seriamente. Tenía que dormir a toda costa. Acurrucándose sobre sí misma, se concentró en el sonido repetitivo de las olas.
Una luz blanca intensa, seguida de cerca por un trueno y un agudo chillido de Sigmund, la hicieron saltar bruscamente de la cama.
Temblando violentamente, se quedó de pie en medio de la habitación, mientras su mente, medio inmersa aún en las tinieblas del sueño, trataba de calibrar la gravedad del peligro. Un segundo relámpago, seguido de otro trueno, atrajo su mirada más allá de las puertas correderas, hacia el océano, donde una tormenta avanzaba, convirtiendo el mar en un infierno blanco que arrojaba con furia sus olas contra el acantilado.
—Dios mío —musitó ____ mientras el miedo la hacía abrir mucho los ojos.
Nunca había estado tan cerca de una tormenta marina, y aquélla prometía ser muy violenta.
—Buenos días, _____ —el alegre saludo de Sigmund la hizo reír nerviosamente.
—Todavía no es de día, tonto. Espero que no se trate de un huracán tropical o algo así.
Se estremeció cuando la corriente de aire frío que entraba por la rendija de la puerta de la terraza envolvió su cuerpo escasamente vestido. El camisón de encaje le llegaba un poco más abajo de las caderas y la brisa helada le puso la carne de gallina.
—Venga, Sigmund, vamos a poner la radio, a ver si hay algo de que preocu…
El resplandor de un relámpago y el estruendo que lo siguió ahogaron el final de su frase y la hicieron saltar bajo las sábanas mientras Sigmund chillaba de nuevo.
—¿____? —la voz de Nicholas llegaba a través de la puerta cerrada del dormitorio y, llevada por su necesidad de tranquilizarse, ____ saltó de la cama y fue corriendo a abrirla.
Su amplia figura se erguía en el umbral; tan sólo su imagen la hizo sentirse segura. Una bata oscura de estilo oriental cubría su cuerpo hasta las rodillas. Aparentemente, no llevaba pijama.
—He oído ruido aquí dentro y he pensado que tal vez tuvieras miedo.
Su voz no reflejaba en absoluto la ira que había esperado ella, teniendo en cuenta la escandalosa reacción de Sigmund ante la tormenta, y le sonrió agradecida. Pijama o no pijama, se alegraba de no estar sola en aquel momento.
—¿Es una to-tormenta seria? —los dientes le castañeteaban ligeramente al hablar.
—Supongo que sí —replicó Nick alegremente, negándose a morder el anzuelo.
—Entonces te llevarás bien con ____, que nunca se deja llevar por sus impulsos. Ni siquiera quiere compartir un trozo de pan y un poco de vino conmigo en la playa.
—Lo siento, Jeremy, pero tengo que dejar terminado esto —con el rabillo del ojo vio la expresión de sorpresa de Nick—. Tal vez el fin de semana próximo —se sorprendió a sí misma diciendo.
—Claro, ¿por qué no? —a pesar de su enfado, Jeremy sonrió—. Dejaré el vino aquí para otra ocasión, y vosotros dos podéis seguir trabajando hasta mataros —dejó la botella en la cocina y se marchó, dando un portazo al salir.
—Me parece que a tu novio no le he caído muy bien —observó Nick.
—No es extraño, después de tu actitud. No has sido muy amable que digamos —le espetó ella.
—Supongo que yo tampoco he sentido una simpatía instantánea por él.
—Bueno, por lo menos podrías haber sido más educado.
Se sentía más disgustada de lo que el episodio justificaba. ¿No sería porque el contraste entre Nick y Jeremy resaltaba demasiado claramente todos los aspectos negativos de Jeremy?
De pronto, Nick sonrió.
—Oye, no sigamos peleándonos. Aunque tengo que admitir que te pones preciosa cuando te enfadas.
Sus ojos marrones penetraron en las profundidades de los azules de____ durante un largo instante. Luego, se dio la vuelta y salió de la habitación.
_____ se quedó como paralizada durante varios segundos, luego sacudió la cabeza como si quisiera librarse de sus pensamientos.
—Maldita sea —dijo en voz baja, luego volvió a su habitación para acabar de desembalar sus cosas.
Una hora de esfuerzo continuado produjo algo similar al orden en la habitación. Tras extender el edredón que le había regalado su madre, sobre la cama recién hecha y ajustar la pantalla de la lámpara de la mesilla, decidió ir con el coche a comprar a la tienda. El arreglo de la sala de estar tendría que esperar. No había visto señal alguna del mobiliario de Nicholas, así que tendrían que dejar las zonas comunes para más tarde.
Cuando volvió de hacer sus compras, no vio la moto de Nicholas en el aparcamiento. Ya en la cocina, clasificó sus vituallas poniéndoles a todas sus iniciales y las agrupó ordenadamente en sus lugares correspondientes. Luego decidió darse una buena ducha caliente antes de cenar.
Mientras el agua aliviaba la tensión de su nuca y sus hombros, volvió a pensar en Nicholas. ¿Cenaría en casa? Dándose cuenta de que podía ser así, tuvo la precaución de vestirse con unos vaqueros limpios y un suéter cómodo en lugar de ponerse la bata como hubiera hecho si hubiera estado viviendo con Valerie. ¡Otra incomodidad! Aireándose los húmedos rizos con la mano, se dirigió a la cocina para prepararse una cena ligera.
—Hora de cenar —anunció una triste voz a sus espaldas.
—Lo siento, Sigmund. También te toca cenar a ti, ¿verdad? Una ración de semillas de girasol, marchando. Y también te he comprado fruta fresca.
Mientras se dirigía a la jaula para sacar el pocillo de la comida, una hoja de papel sujeta al asa de la parte superior de la misma le llamó la atención. Soltó el cordel con que estaba sujeta, la desdobló y leyó, asombrada:
Querida _____:
Después de lo sucedido, probablemente pensarás que soy una especie de animal incontrolable. Créeme, te aseguro que nada sucederá entre nosotros, a menos que queramos los dos. Estás perfectamente a salvo conmigo, Nicholas.
Volvió a leer la nota varias veces. Las palabras le trajeron de nuevo el recuerdo de las manos de Nick, la presión de sus labios sobre los de ella. ¿A salvo? No lo creía, pero no era por miedo a Nick, sino a ella misma.
—No sé qué hacer al respecto, Sigmund —dijo en voz baja.
—_____ preciosa, ____e preciosa —canturreó el ave de brillante colorido, agitando las plumas.
—¿De dónde te has sacado eso, pájaro loco?
Se le ocurrió pensar que tal vez Nicholas se lo hubiera enseñado, pero le pareció demasiado improbable. Ni siquiera le gustaba el pájaro.
La inesperada nota consiguió que sus pensamientos se centraran definitivamente en Nick durante el resto de la noche. Cada ruido de pasos en el descansillo aceleraba los latidos de su corazón. A las diez de la noche, mientras estaba tumbada en la cama preparando las clases del día siguiente, decidió que se estaba manteniendo alejado a propósito.
—Y, desde luego, no pienso esperarlo despierta como si fuera su madre —le dijo a Sigmund con una sonrisa irónica mientras apagaba la luz de la mesilla—. Buenas noches, Sigmund.
—Buenas noches —graznó el pájaro.
Aunque estaba físicamente exhausta después de aquella semana de esfuerzo, le costó dormirse. Intentó todos los sistemas de relajación que conocía, pero aun así permaneció despierta, esperando oír una llave en la cerradura.
—Maldita sea, Sigmund, no estaría haciendo esto si fuera Valerie la que llegara tarde —dijo en la oscuridad. La única respuesta fue un somnoliento graznido—. Me alegro de que tú sí puedas dormir —musitó—. Voy a tener que hacer algo o mañana voy a ser una auténtica muerta viviente.
Se obligó a sí misma a concentrarse en el amortiguado rumor de las olas. Durante la semana se había comprado un pestillo especial para la puerta del balcón que permitía mantenerla ligeramente abierta. Dejaba entrar un poco del aire y el rumor del mar, pero impedía la entrada de los intrusos. ¡Intrusos, ja!
El único intruso al que realmente le gustaría mantener alejado tenía llave del piso. «Ya basta», se recordó a sí misma seriamente. Tenía que dormir a toda costa. Acurrucándose sobre sí misma, se concentró en el sonido repetitivo de las olas.
Una luz blanca intensa, seguida de cerca por un trueno y un agudo chillido de Sigmund, la hicieron saltar bruscamente de la cama.
Temblando violentamente, se quedó de pie en medio de la habitación, mientras su mente, medio inmersa aún en las tinieblas del sueño, trataba de calibrar la gravedad del peligro. Un segundo relámpago, seguido de otro trueno, atrajo su mirada más allá de las puertas correderas, hacia el océano, donde una tormenta avanzaba, convirtiendo el mar en un infierno blanco que arrojaba con furia sus olas contra el acantilado.
—Dios mío —musitó ____ mientras el miedo la hacía abrir mucho los ojos.
Nunca había estado tan cerca de una tormenta marina, y aquélla prometía ser muy violenta.
—Buenos días, _____ —el alegre saludo de Sigmund la hizo reír nerviosamente.
—Todavía no es de día, tonto. Espero que no se trate de un huracán tropical o algo así.
Se estremeció cuando la corriente de aire frío que entraba por la rendija de la puerta de la terraza envolvió su cuerpo escasamente vestido. El camisón de encaje le llegaba un poco más abajo de las caderas y la brisa helada le puso la carne de gallina.
—Venga, Sigmund, vamos a poner la radio, a ver si hay algo de que preocu…
El resplandor de un relámpago y el estruendo que lo siguió ahogaron el final de su frase y la hicieron saltar bajo las sábanas mientras Sigmund chillaba de nuevo.
—¿____? —la voz de Nicholas llegaba a través de la puerta cerrada del dormitorio y, llevada por su necesidad de tranquilizarse, ____ saltó de la cama y fue corriendo a abrirla.
Su amplia figura se erguía en el umbral; tan sólo su imagen la hizo sentirse segura. Una bata oscura de estilo oriental cubría su cuerpo hasta las rodillas. Aparentemente, no llevaba pijama.
—He oído ruido aquí dentro y he pensado que tal vez tuvieras miedo.
Su voz no reflejaba en absoluto la ira que había esperado ella, teniendo en cuenta la escandalosa reacción de Sigmund ante la tormenta, y le sonrió agradecida. Pijama o no pijama, se alegraba de no estar sola en aquel momento.
—¿Es una to-tormenta seria? —los dientes le castañeteaban ligeramente al hablar.
heyitsnicktanii
Re: "Una casa para dos corazones" [Nick y tu]Adaptacion TERMINADA
por heyitsnicktanii Sáb 11 Feb 2012, 11:23 am
2/4
—No. He estado en el Scripps esta noche y no se espera más que un poco de fuegos artificiales y algunas olas altas. ¿No tienes frío? —los ojos de Nick escrutaron su cuerpo escasamente cubierto, y ella bendijo la oscuridad de la habitación, sabiendo que contribuía algo a ocultar su figura y el sonrojo de sus mejillas.
—Realmente no. Yo…
Un trueno sacudió la puerta de cristal e, instintivamente, ____ se lanzó entre los brazos de Nicholas, enterrando la cabeza en el calor de su pecho. Seda. La bata era de seda. Y allá donde se abría, un vello negro y fuerte le cosquilleó la mejilla. Sintió que él la rodeaba con los brazos y una sensación de seguridad vino a reemplazar su miedo.
—Este tipo de tormenta es realmente fuerte para una chica del Medio Oeste —balbuceó contra su pecho—. Supongo que debes pensar que soy una cobarde de tomo y lomo, ¿no?
—En absoluto —el sonido de la voz de Nick vibró contra su piel, tranquilizándola—. Yo he crecido aquí y aún me siguen impresionando las tormentas marinas. Ésta no tiene por qué ser muy grave, pero hemos tenido algunas que han costado vidas. Un miedo saludable no es malo en absoluto. Lo que siempre me ha ayudado, sin embargo, es el comprender cómo funciona una tormenta. ¿Sabes algo de meteorología?
—No mucho —susurró ella contra su pecho, preguntándose si sería imaginación suya el ritmo cada vez más acelerado de los latidos del corazón de Nicholas.
Su propio corazón también estaba latiendo cada vez más deprisa a medida que su cuerpo reaccionaba ante el de Nick. Pero no deseaba abandonar la seguridad de sus brazos.
—Entonces vamos a sentarnos y te hablaré un poco de cuáles son los mecanismos de esta tormenta.
La condujo hasta la deshecha cama, donde ambos se sentaron de cara a la puerta de cristal del balcón. Mientras le hablaba del mar y de corrientes de aire, de temperaturas y mareas, Nick mantuvo el brazo sobre sus hombros, trazando suavemente con los dedos un cosquilleante sendero sobre su brazo.
—Sientes una atracción especial por el océano, ¿verdad? —dijo _____, tratando de ignorar la cálida corriente de sensaciones que estaba despertando en ella su caricia.
—Sí —él mantuvo la vista fija en las olas—. Es una de las fuerzas naturales más majestuosas que conozco. Puede parecer cursi, pero me siento inspirado por la inmensidad y el poder de esas aguas agitadas.
—¿No te da miedo?
—Naturalmente.
Entonces la miró, y la expresión de ternura de su rostro era apenas visible en la oscuridad.
—Solamente un loco no sentiría respeto ante un poder así, ____. No te avergüences de tu miedo.
—Es un poco tonto, ¿no? Se supone que, como psicóloga, soy capaz de ayudar a los demás a superar sus miedos y, sin embargo, me siento impotente ante el mío.
Él se rió. Fue una risa cálida que templó el aire frío de la habitación.
—Es como los médicos que se niegan a admitir que están enfermos. Le sucede a todo el mundo, supongo.
—Bueno, pues me siento mucho mejor después de tu explicación, Nick. Gracias.
Era una señal, una insinuación de que debía dejar la habitación, y Nick se dio cuenta. Dejó caer el brazo.
Luchando contra la sensación de pérdida, _____ se puso de pie.
—Supongo que será mejor que durmamos un poco. Debe ser tarde.
—Cerca de las dos, creo.
Nick se puso de pie también. El súbito resplandor de un relámpago los bañó a los dos, mostrando a Nick todo lo que la penumbra de la habitación le había ocultado.
—_____…
Su voz era un seco carraspeo, y ella contuvo el aliento ante el deseo que percibía en cada sílaba.
—Maldita sea —añadió con voz quebrada—. Ojalá llevaras un poco más de ropa encima.
—Tú tampoco estás muy cubierto que digamos —dijo ella desenfadadamente, tratando de aliviar la tensión.
—Eso es cierto —la emoción contenida se reflejaba en su voz—. Suelo dormir desnudo y no me he tomado tiempo para más ceremonias cuando he oído ruido aquí. En fin, buenas noches y que duermas bien.
Agachó la cabeza y se dispuso a besarla en la mejilla, pero un impulso irresistible la hizo girar la cabeza y sus labios aterrizaron directamente sobre los de ella.
Sintió cómo Nick contenía el aliento antes de tomarla con fuerza entre sus brazos. «Ahora sí que la he hecho buena», pensó ella mientras la potencia embriagadora de su beso ahogaba toda resistencia, impulsándola a aferrarse a él.
La fina tela de su camisón la protegía poco del impacto cuando sus pechos quedaron aplastados contra el torso poderoso de Nicholas. Sintió cómo sus pezones se endurecían bajo el algodón, y supo que él también lo estaba sintiendo.
La lengua de Nick estaba explorando ya los cálidos recovecos de su boca y una mano se apoderó de sus caderas. Abandonando lentamente sus labios, él comenzó a trazar un cálido sendero de besos a lo largo de su esbelto cuello.
—Qué sorpresa, ____ —canturreó, bañando su piel con su ardiente aliento—. Yo había pensado irme como un caballero esta noche, pero tú no estabas dispuesta a dejarme hacerlo, ¿verdad?
Con suavidad, apartó el fino tirante del camisón mientras su boca seguía viajando hacia abajo.
_____ luchó contra el impulso de arquearse contra él, de invitarlo a dar el siguiente paso en la seducción. Se apartó un poco.
—Nicholas, lo siento. No sé qué me ha llevado a hacer eso. No quería…
—Oh, yo creo que sí querías, _____.
La pequeña distancia que ella había logrado entre ellos, había puesto al descubierto nuevas áreas de exploración para los dedos inquietos de Nicholas, quien siguió la línea de escote del camisón hasta el hueco de sus pechos.
—¿No sientes tú también lo natural, lo correcto que es esto?
Era cierto, se dio cuenta ____. Cuando la había abrazado por primera vez, sus brazos habían encontrado instintivamente el camino, y sus manos le habían acariciado por propia voluntad los poderosos músculos de la espalda.
—¡Pero si apenas te conozco! —protestó ella, agudamente consciente de la torturante caricia de los dedos de Nicholas sobre la piel sedosa de su pecho.
—Me conoces, _____ —susurró él—. Has estado esperando a alguien como yo toda tu vida. ¿Crees que puedes llegar a disfrutar en la cama con un hombre al que puedes manejar como una marioneta?
—Jeremy no es una marioneta.
—¿No? ¿Entonces por qué no se ha acostado contigo?
—Porque yo… —se detuvo, perpleja—. ¡No puedes saberlo!
—Sí que puedo. A una mujer se le nota cuando está con un hombre con el que se ha acostado. Y cuando Jeremy ha venido aquí esta tarde, no he notado nada en ti.
—¿Tan experto eres en estas cosas?
Se estremeció al sentir cómo la mano de Nick se apoderaba plenamente de su pecho, pero se sentía incapaz de detenerlo.
—Experto no. Sólo observador. Es extraño que estés «prácticamente comprometida» con alguien que nunca te ha hecho esto… —el pulgar jugueteó con su pezón— ni esto… —apartando la tela, agachó la cabeza para tomar el endurecido pezón entre sus dientes.
S______ creyó que su corazón había dejado de latir.
—Tal vez es más caballero que tú —jadeó.
—Eso espero —murmuró él—. Eso espero, desde luego.
Le soltó por un momento las caderas para despojarla totalmente del camisón, haciéndolo deslizarse por sus muslos, abajo, hasta el suelo. Un nuevo relámpago le permitió a ______ leer la pasión reflejada en sus ojos.
—Hermosa —la palabra la cubrió como una manta mientras permanecía de pie ante él, balanceándose ligeramente—. Eres hermosa, ____.
La mantuvo paralizada sólo con la mirada. «Soy libre de detenerlo», pensó ella con cierta perplejidad. Nicholas deseaba que la decisión última fuera de ella. Su corazón latía al ritmo de los truenos. Su cuerpo lo deseaba, ¿qué pasaría al día siguiente? ¿Y la semana siguiente, el año siguiente? ¿Sería capaz ella de vender su parte del piso y marcharse?
—Ven a mí, ______.
—Creo que estamos cometiendo un error…
—Amarse nunca es un error, _____. Déjame demostrártelo. Mañana será otro día. Esta noche nos necesitamos —su voz la atrajo mágicamente—. Ven.
Extendió la mano y ella, despacio, le dio la suya. Notó bajo la palma las endurecidas callosidades de las bases de sus dedos, la fuerza de su agarre mientras su mano se cerraba sobre la de ella, atrayéndola hacia él, hacia la deshecha cama.
—¡Buenos días, _______! —la voz resonó claramente en la oscuridad.
—No. He estado en el Scripps esta noche y no se espera más que un poco de fuegos artificiales y algunas olas altas. ¿No tienes frío? —los ojos de Nick escrutaron su cuerpo escasamente cubierto, y ella bendijo la oscuridad de la habitación, sabiendo que contribuía algo a ocultar su figura y el sonrojo de sus mejillas.
—Realmente no. Yo…
Un trueno sacudió la puerta de cristal e, instintivamente, ____ se lanzó entre los brazos de Nicholas, enterrando la cabeza en el calor de su pecho. Seda. La bata era de seda. Y allá donde se abría, un vello negro y fuerte le cosquilleó la mejilla. Sintió que él la rodeaba con los brazos y una sensación de seguridad vino a reemplazar su miedo.
—Este tipo de tormenta es realmente fuerte para una chica del Medio Oeste —balbuceó contra su pecho—. Supongo que debes pensar que soy una cobarde de tomo y lomo, ¿no?
—En absoluto —el sonido de la voz de Nick vibró contra su piel, tranquilizándola—. Yo he crecido aquí y aún me siguen impresionando las tormentas marinas. Ésta no tiene por qué ser muy grave, pero hemos tenido algunas que han costado vidas. Un miedo saludable no es malo en absoluto. Lo que siempre me ha ayudado, sin embargo, es el comprender cómo funciona una tormenta. ¿Sabes algo de meteorología?
—No mucho —susurró ella contra su pecho, preguntándose si sería imaginación suya el ritmo cada vez más acelerado de los latidos del corazón de Nicholas.
Su propio corazón también estaba latiendo cada vez más deprisa a medida que su cuerpo reaccionaba ante el de Nick. Pero no deseaba abandonar la seguridad de sus brazos.
—Entonces vamos a sentarnos y te hablaré un poco de cuáles son los mecanismos de esta tormenta.
La condujo hasta la deshecha cama, donde ambos se sentaron de cara a la puerta de cristal del balcón. Mientras le hablaba del mar y de corrientes de aire, de temperaturas y mareas, Nick mantuvo el brazo sobre sus hombros, trazando suavemente con los dedos un cosquilleante sendero sobre su brazo.
—Sientes una atracción especial por el océano, ¿verdad? —dijo _____, tratando de ignorar la cálida corriente de sensaciones que estaba despertando en ella su caricia.
—Sí —él mantuvo la vista fija en las olas—. Es una de las fuerzas naturales más majestuosas que conozco. Puede parecer cursi, pero me siento inspirado por la inmensidad y el poder de esas aguas agitadas.
—¿No te da miedo?
—Naturalmente.
Entonces la miró, y la expresión de ternura de su rostro era apenas visible en la oscuridad.
—Solamente un loco no sentiría respeto ante un poder así, ____. No te avergüences de tu miedo.
—Es un poco tonto, ¿no? Se supone que, como psicóloga, soy capaz de ayudar a los demás a superar sus miedos y, sin embargo, me siento impotente ante el mío.
Él se rió. Fue una risa cálida que templó el aire frío de la habitación.
—Es como los médicos que se niegan a admitir que están enfermos. Le sucede a todo el mundo, supongo.
—Bueno, pues me siento mucho mejor después de tu explicación, Nick. Gracias.
Era una señal, una insinuación de que debía dejar la habitación, y Nick se dio cuenta. Dejó caer el brazo.
Luchando contra la sensación de pérdida, _____ se puso de pie.
—Supongo que será mejor que durmamos un poco. Debe ser tarde.
—Cerca de las dos, creo.
Nick se puso de pie también. El súbito resplandor de un relámpago los bañó a los dos, mostrando a Nick todo lo que la penumbra de la habitación le había ocultado.
—_____…
Su voz era un seco carraspeo, y ella contuvo el aliento ante el deseo que percibía en cada sílaba.
—Maldita sea —añadió con voz quebrada—. Ojalá llevaras un poco más de ropa encima.
—Tú tampoco estás muy cubierto que digamos —dijo ella desenfadadamente, tratando de aliviar la tensión.
—Eso es cierto —la emoción contenida se reflejaba en su voz—. Suelo dormir desnudo y no me he tomado tiempo para más ceremonias cuando he oído ruido aquí. En fin, buenas noches y que duermas bien.
Agachó la cabeza y se dispuso a besarla en la mejilla, pero un impulso irresistible la hizo girar la cabeza y sus labios aterrizaron directamente sobre los de ella.
Sintió cómo Nick contenía el aliento antes de tomarla con fuerza entre sus brazos. «Ahora sí que la he hecho buena», pensó ella mientras la potencia embriagadora de su beso ahogaba toda resistencia, impulsándola a aferrarse a él.
La fina tela de su camisón la protegía poco del impacto cuando sus pechos quedaron aplastados contra el torso poderoso de Nicholas. Sintió cómo sus pezones se endurecían bajo el algodón, y supo que él también lo estaba sintiendo.
La lengua de Nick estaba explorando ya los cálidos recovecos de su boca y una mano se apoderó de sus caderas. Abandonando lentamente sus labios, él comenzó a trazar un cálido sendero de besos a lo largo de su esbelto cuello.
—Qué sorpresa, ____ —canturreó, bañando su piel con su ardiente aliento—. Yo había pensado irme como un caballero esta noche, pero tú no estabas dispuesta a dejarme hacerlo, ¿verdad?
Con suavidad, apartó el fino tirante del camisón mientras su boca seguía viajando hacia abajo.
_____ luchó contra el impulso de arquearse contra él, de invitarlo a dar el siguiente paso en la seducción. Se apartó un poco.
—Nicholas, lo siento. No sé qué me ha llevado a hacer eso. No quería…
—Oh, yo creo que sí querías, _____.
La pequeña distancia que ella había logrado entre ellos, había puesto al descubierto nuevas áreas de exploración para los dedos inquietos de Nicholas, quien siguió la línea de escote del camisón hasta el hueco de sus pechos.
—¿No sientes tú también lo natural, lo correcto que es esto?
Era cierto, se dio cuenta ____. Cuando la había abrazado por primera vez, sus brazos habían encontrado instintivamente el camino, y sus manos le habían acariciado por propia voluntad los poderosos músculos de la espalda.
—¡Pero si apenas te conozco! —protestó ella, agudamente consciente de la torturante caricia de los dedos de Nicholas sobre la piel sedosa de su pecho.
—Me conoces, _____ —susurró él—. Has estado esperando a alguien como yo toda tu vida. ¿Crees que puedes llegar a disfrutar en la cama con un hombre al que puedes manejar como una marioneta?
—Jeremy no es una marioneta.
—¿No? ¿Entonces por qué no se ha acostado contigo?
—Porque yo… —se detuvo, perpleja—. ¡No puedes saberlo!
—Sí que puedo. A una mujer se le nota cuando está con un hombre con el que se ha acostado. Y cuando Jeremy ha venido aquí esta tarde, no he notado nada en ti.
—¿Tan experto eres en estas cosas?
Se estremeció al sentir cómo la mano de Nick se apoderaba plenamente de su pecho, pero se sentía incapaz de detenerlo.
—Experto no. Sólo observador. Es extraño que estés «prácticamente comprometida» con alguien que nunca te ha hecho esto… —el pulgar jugueteó con su pezón— ni esto… —apartando la tela, agachó la cabeza para tomar el endurecido pezón entre sus dientes.
S______ creyó que su corazón había dejado de latir.
—Tal vez es más caballero que tú —jadeó.
—Eso espero —murmuró él—. Eso espero, desde luego.
Le soltó por un momento las caderas para despojarla totalmente del camisón, haciéndolo deslizarse por sus muslos, abajo, hasta el suelo. Un nuevo relámpago le permitió a ______ leer la pasión reflejada en sus ojos.
—Hermosa —la palabra la cubrió como una manta mientras permanecía de pie ante él, balanceándose ligeramente—. Eres hermosa, ____.
La mantuvo paralizada sólo con la mirada. «Soy libre de detenerlo», pensó ella con cierta perplejidad. Nicholas deseaba que la decisión última fuera de ella. Su corazón latía al ritmo de los truenos. Su cuerpo lo deseaba, ¿qué pasaría al día siguiente? ¿Y la semana siguiente, el año siguiente? ¿Sería capaz ella de vender su parte del piso y marcharse?
—Ven a mí, ______.
—Creo que estamos cometiendo un error…
—Amarse nunca es un error, _____. Déjame demostrártelo. Mañana será otro día. Esta noche nos necesitamos —su voz la atrajo mágicamente—. Ven.
Extendió la mano y ella, despacio, le dio la suya. Notó bajo la palma las endurecidas callosidades de las bases de sus dedos, la fuerza de su agarre mientras su mano se cerraba sobre la de ella, atrayéndola hacia él, hacia la deshecha cama.
—¡Buenos días, _______! —la voz resonó claramente en la oscuridad.
heyitsnicktanii
Re: "Una casa para dos corazones" [Nick y tu]Adaptacion TERMINADA
por heyitsnicktanii Sáb 11 Feb 2012, 11:30 am
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—¡Qué d…! —Nicholas saltó de la cama—. ¿Quién está ahí?
Irguiéndose bruscamente, _____ se dio cuenta, horrorizada, de lo que había sucedido.
—Es Sigmund —dijo con voz ahogada.
—¿El pájaro? —la voz de Nicholas denotaba incredulidad—. Pero si ha sonado como una persona…
—Es capaz de hacerlo, a veces.
Tragó aire con fuerza. De pronto sentía frío y tirando de la sábana, se envolvió con ella.
—Sigmund, me encantaría retorcerte el pescuezo —musitó Nicholas, avanzando amenazadoramente hacia la jaula.
—¡No te atrevas a tocarlo!
—¡Buenos días, buenos días! —graznaba Sigmund, saltando de percha a percha.
—Puede que lo sean, pero no gracias a ti —le dijo Nicholas al ave—. No te preocupes, ______ —se volvió hacia ella—. No pensaba ha… ¡Hey! ¿Qué haces envuelta con la sábana?
—Nicholas, creo que será mejor que te vayas —respondió ella, abatida. El hechizo se había roto.
—Pensándolo otra vez, creo que podría matar a ese bicho —dijoNick, perplejo—. Creo que Sigmund ha estropeado algo que podía haber sido un momento hermoso en nuestras vidas. _____.
—Lo siento, Nicholas, pero no estoy dispuesta a cambiar todo mi futuro por un solo momento, por muy hermoso que pueda ser.
—¿Es cierto eso? Ésa no es la impresión que tenía antes de que el bocazas ese se entrometiera.
—Me había olvidado de mí misma —______ se envolvió más con la sábana, tratando de olvidar el dolor y la frustración que percibía en la voz de Nicholas.
—¿Y no te dabas cuenta de lo que estabas haciendo? ¡Vamos, _____! Ya eres mayor y responsable de tus actos. Pero está lejos de mi intención tratar de hacerte cambiar de idea ahora. Me voy a la cama… solo —y salió a zancadas de la habitación.
Después de oír el portazo de su dormitorio, siguió sentada en la cama durante varios minutos, consternada por el súbito giro de los acontecimientos. ¿Cómo habían progresado tan rápidamente las cosas? ¿Por qué había tenido que besarlo? Y luego, cuando estaba a punto de rendirse totalmente, Sigmund…
Súbitamente se le apareció la escena tal como debía haber parecido desde fuera, y la comisura de los labios se le curvó levemente hacia arriba. Aquel leve gesto se convirtió en una amplia sonrisa a la que siguió una ligera risa que acabó transformándose en una sucesión de carcajadas que tuvo que ahogar en la almohada. Estuvo riéndose hasta que se le saltaron las lágrimas y le dolieron los costados. Lentamente, las carcajadas fueron menguando y se quedó tumbada de espaldas, jadeante, escuchando el repiqueteo de la lluvia contra la barandilla metálica de la terraza.
La risa había eliminado la tensión de su cuerpo, pero su mente no podía ignorar las complicaciones que aquella noche había creado en su vida. Y tampoco le apetecía ponerse a pensar en aquel momento, mientras el ruido monótono de la lluvia la arrastraba hacia el sueño. Parecía el momento adecuado para utilizar la técnica de resolución de problemas que le enseñaba a sus alumnos; enviaría todo aquel turbio asunto a su subconsciente para que lo resolviera mientras ella dormía.
Bueno chicas espero que les gustara el maraton,no se ustedes pero yo amo a Sigmund :arre: bienvenidas de nuevo a las nuevas lectoras y gracias por seguir leyendo,en la noche subo capitulos :hi:
—¡Qué d…! —Nicholas saltó de la cama—. ¿Quién está ahí?
Irguiéndose bruscamente, _____ se dio cuenta, horrorizada, de lo que había sucedido.
—Es Sigmund —dijo con voz ahogada.
—¿El pájaro? —la voz de Nicholas denotaba incredulidad—. Pero si ha sonado como una persona…
—Es capaz de hacerlo, a veces.
Tragó aire con fuerza. De pronto sentía frío y tirando de la sábana, se envolvió con ella.
—Sigmund, me encantaría retorcerte el pescuezo —musitó Nicholas, avanzando amenazadoramente hacia la jaula.
—¡No te atrevas a tocarlo!
—¡Buenos días, buenos días! —graznaba Sigmund, saltando de percha a percha.
—Puede que lo sean, pero no gracias a ti —le dijo Nicholas al ave—. No te preocupes, ______ —se volvió hacia ella—. No pensaba ha… ¡Hey! ¿Qué haces envuelta con la sábana?
—Nicholas, creo que será mejor que te vayas —respondió ella, abatida. El hechizo se había roto.
—Pensándolo otra vez, creo que podría matar a ese bicho —dijoNick, perplejo—. Creo que Sigmund ha estropeado algo que podía haber sido un momento hermoso en nuestras vidas. _____.
—Lo siento, Nicholas, pero no estoy dispuesta a cambiar todo mi futuro por un solo momento, por muy hermoso que pueda ser.
—¿Es cierto eso? Ésa no es la impresión que tenía antes de que el bocazas ese se entrometiera.
—Me había olvidado de mí misma —______ se envolvió más con la sábana, tratando de olvidar el dolor y la frustración que percibía en la voz de Nicholas.
—¿Y no te dabas cuenta de lo que estabas haciendo? ¡Vamos, _____! Ya eres mayor y responsable de tus actos. Pero está lejos de mi intención tratar de hacerte cambiar de idea ahora. Me voy a la cama… solo —y salió a zancadas de la habitación.
Después de oír el portazo de su dormitorio, siguió sentada en la cama durante varios minutos, consternada por el súbito giro de los acontecimientos. ¿Cómo habían progresado tan rápidamente las cosas? ¿Por qué había tenido que besarlo? Y luego, cuando estaba a punto de rendirse totalmente, Sigmund…
Súbitamente se le apareció la escena tal como debía haber parecido desde fuera, y la comisura de los labios se le curvó levemente hacia arriba. Aquel leve gesto se convirtió en una amplia sonrisa a la que siguió una ligera risa que acabó transformándose en una sucesión de carcajadas que tuvo que ahogar en la almohada. Estuvo riéndose hasta que se le saltaron las lágrimas y le dolieron los costados. Lentamente, las carcajadas fueron menguando y se quedó tumbada de espaldas, jadeante, escuchando el repiqueteo de la lluvia contra la barandilla metálica de la terraza.
La risa había eliminado la tensión de su cuerpo, pero su mente no podía ignorar las complicaciones que aquella noche había creado en su vida. Y tampoco le apetecía ponerse a pensar en aquel momento, mientras el ruido monótono de la lluvia la arrastraba hacia el sueño. Parecía el momento adecuado para utilizar la técnica de resolución de problemas que le enseñaba a sus alumnos; enviaría todo aquel turbio asunto a su subconsciente para que lo resolviera mientras ella dormía.
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