Let It Snow

Let It Snow.

Los copos de nieve descienden por la ventana, mis manos tiemblan del frío que logra consumirse por toda la casa, a pesar de haber prendido la chimenea, aún estoy temblando; tal vez y sea la edad, no puedo creer lo rápido que pasa el tiempo. Tengo setenta años: nunca tuve hijos y mucho menos nietos. Tal vez la culpa es mía, por haber dejado pasar aquellas oportunidades que me brindaba la vida y esperarlo todo este tiempo, pero tal vez nunca lo valoró, porque después de cincuenta años no volví a saber de él.
Miro el reloj, son las 9:00 p.m. seguramente, todos están en sus casas, conviviendo con sus familias, pero a pesar de todo, no me siento tan mal. Me levanto del cómodo sofá, dirigiéndome a la cocina para sacar el pavo que estaba unos minutos en el horno.
—Perdón pavito. —comento apenada. A pesar de hacer mi intento de ser vegetariana, nunca pude. Parto un pedazo, me agacho para poder tomar el plato de Doki y enseguida le sirvo un poco a mi tan amado hijo, me mira emocionado, sabiendo que es lo que esperaba. Pongo el plato en su lugar, y enseguida mi perro comienza a comer con singular alegría; reprimo una sonrisa, tal vez y él es mi única razón por la que sigo viva, ha estado conmigo durante nueve años y no me ha dejado sola.
Todo es rutinario, terminaré de cenar, veré un rato la tele y me iré a dormir. El timbre resuena por toda la casa, bajo con cuidado las escaleras y en unos ratos llego a la entrada ¿quién será a esta hora y en este día? Giro el picaporte y enseguida siento que me voy a desmayar, cubro mi rostro con las manos, tratando de controlar a mi corazón, me siento una adolescente enamorada.
— ¿Enserio eres tú? —digo anonadada. Él solamente sonríe, mientras sostiene un ramo de flores en sus manos, mis lágrimas no tardan en llegar, no puedo creer que después de tanto tiempo él esté aquí. No ha cambiado en nada, tal vez en que ya tiene algunas arrugas por la edad y ahora tenga canas por todos lados, pero físicamente, siempre será él.
—Feliz navidad Lucie. —habla por fin, dejándome sin aliento, no dudo un segundo y lo abrazo, sintiendo que el mundo dependiera de eso.
Cuando por fin logro tranquilizarme, lo paso a mi hogar, hablando de nosotros y aclarando todos nuestros problemas, el amor de mi vida llegó después de tanto tiempo, haciéndome sentir con una nueva ilusión y una  nueva oportunidad.