Delirium {resultados.

no he publicado nada (aún), pero tengo esto que es de un fanfic de "el corredor del laberinto", que empecé a escribir hace mucho.

Despertó; su boca se abrió al mismo tiempo que sus párpados, tomando una gran bocanada de aire. De un salto, sus palmas abiertas en el suelo fueron apoyadas, despegando su cuerpo de la fría y lisa superficie metálica. Una arcada se escapó de su garganta, mientras la misma se cerraba poco a poco, impidiendo al aire circular por ella. Dobló las piernas, se arrodilló en el suelo, y llevó sus manos alrededor de su cuello, casi sin aire. Podía sentir a la perfección cómo sus pulmones se apretaban contra su pecho, su garganta palpitante ante la falta de oxígeno. Su vista se volvió borrosa después de un simple par de segundos, y cuando estuvo a punto de dejarse vencer, una voz femenina resonó dentro de su cabeza.

El dolor, Kale. Pensar en él lo hace real.

Al principio, ella no tuvo la menor idea de sobre qué se refería la voz. En primer lugar, ni siquiera sabía a quién pertenecía. Sin embargo, de alguna forma, se le hacía conocida. Luego, un par de segundos más tarde que pudieron haberle costado la vida, se repitió aquellas palabras intentando buscarle algún sentido. Finalmente, lo encontró.

El dolor es mental, se repitió a ella misma, esta vez siendo más exacta en cuanto al consejo. Cerró sus ojos con tanta fuerza que dolió, pero nada de eso era importante ahora que se estaba muriendo asfixiada. Soltó el agarre de sus manos alrededor de su garganta, intentando convencerse de que la falta de oxígeno estaba sólo en su cabeza. Finalmente, lo sintió. Un pequeño flujo de aire entrando por sus agujeros nasales. Tenía unas ganas inmensas de abrir la boca y tomar todo el aire de una sola vez, pero sabía que eso sólo empeoraría su situación, así que mantuvo los ojos cerrados, recuperando con calma el oxígeno que había perdido.

Abrió sus ojos, esperando unos segundos a que estos se acostumbraran a la profunda oscuridad, y deslizó sus manos a través de la ared, intentando llegar a la esquina del cuarto. Esta era liso y frío, al igual que el piso.

De pronto, luces rojas y celestes se encendieron, iluminando la habitación. Una fuerte sacudida la hizo caer al suelo, su hombro impactando violentamente contra el duro metal. Su rostro se comprimió ante el dolor. Pero, nuevamente, empujó los pensamientos no importantes lejos de su cabeza, y volvió a concentrarse en el hecho de que se encontraba de vuelta en aquel maldito ascensor.

Las luces se apagaron con un fuerte chasquido.

Su cabeza funcionaba de manera extraña. A diferencia de la última vez, sus recuerdos estaban intactos. Pero, nuevamente, las cosas se tornaban un poco confusas. Sabía que había escapado del Laberinto, pero no recordaba exactamente cómo.

Y así sucesivamente.

Recordaba todo, no detalladamente, pero lo hacía. Y, sin embargo, aún no podía recordar cómo había vuelto allí.

Se arrastró por el suelo hasta llegar a la pared más cercana. Apoyó su espalda en ella, y cerró sus ojos durante un corto instante, sintiendo cómo de pronto toda la adrenalina y energía que había sentido segundos después de casi haber muerto por asfixia se evaporaban en el aire.

Un leve, pero doloroso, pinchazo se hizo presente en el lado derecho de su estómago. Llevó sus manos a su vientre, sintiendo un líquido pegajoso que emergía desde debajo de su camiseta. Cualquiera habría sido lo suficientemente inteligente como para deducir que aquello era sangre.

Estaba sangrando, y ni siquiera sabía por qué.

Un fuerte quejido desde el otro lado de la habitación la obligó a alzar la vista y olvidarse de su herida sangrante. Frunció el ceño, ya bastante confundida, recordando que la primera vez en la cual se había encontrado dentro de aquel ascensor, las cosas habían sido bastante diferentes.

Una voz femenina, diferente a la que resonaba dentro de su cabeza, comenzó a maldecir entre dientes.

No tardó demasiado en reconocer la voz, y por un instante se mostró incrédula ante la idea de que alguien más estuviese allí con ella.

- Levi -, musitó al aire.

- ¿Kale? -, preguntó la rubia en respuesta.

La susodicha escupió un poco de sangre al piso antes de responder. Limpió su boca con el dorso de su mano, y cayó en cuenta de que también salía un flujo considerado de sangre desde ella.

- No -, finalmente dijo, cayendo en cuenta de que había tardado un poco en responder. - La maldita reina de Francia. ¿Quién más va a ser, shank?