Secret Messages.

Despertar a las cinco y cuarenta y cinco de la mañana no era en definitiva la mejor manera de hacerlo si está acompañado de gritos, ladridos y quejas y menos si se trata del primer día de escuela. Lorraine tomó lo primero que encontró arriba de la cómoda de su cama para vestirse y buscar a su perro para sacarlo a pasear o correr detrás de él. En el momento que salió por la puerta de su casa para la calle el frío chocó su rostro y piernas, joder, como amaba esa sensación.
Esperó a que su perro termine y comenzó a pensar que esa no era la manera en la que quería pasar la primera mañana de su primer día de escuela, porque ella amaba ir a allí, o, bueno, tal vez amar era demasiado pero que disfrutaba cada día (o eso pretendía). Al entrar corrió a lavar sus dientes y hacer todas sus necesidades para ponerse el uniforme correctamente: la falda en su cintura y a cinco dedos arriba de sus rodillas, las medias dobladas y camisa sin abotonar los primero cuatro botones. Yo no hice mención de que lo correcto según ella no lo era para el colegio ¿no? Pues, mala mía.
No desayunó porque nunca lo hacía, juntó su mochila y bolsa, metió el almuerzo, los libros, cuadernos, cartuchera, su celular, auriculares, dinero y la tarjeta para el colectivo. Saludó a su abuela y mascotas y corrió para llegar a su madre a esperar el transporte. Sólo conversaron cosas irrelevantes hasta que el colectivo amarillo apareció en la esquina y saludó con un beso en la mejilla a su madre, subió, pagó y se sentó. Era hora de escuchar música. Digamos que estaba emocionada, había descargado unas veinte nuevas melodías a su teléfono. Miró por la ventana mientras encendía su celular, jamás dormía cerca de él y nunca estaba prendido de noche, ¿han escuchado que eso causa cáncer? Pues, ella sí y todos los días de sus vacaciones de boca de su tía, Lorraine pensó que la sociedad está muy propensa al cáncer y elevó sus hombros respondiéndose a ella misma.
En el momento que su teléfono se prendió le llegaron ocho mensajes los cuales ignoró y fue directamente a música y comenzó a escuchar al azar, ¿cuántos minutos le faltaban para llegar a su colegio? Miró su reloj, genial cuarenta minutos más. Oh precioso sarcasmo.
Casi se duerme, casi. Si no fuera porque notó que el colectivo estacionó justo delante de su escuela se hubiera dormido. Bajó corriendo y ajustó su buzo a la cintura, había diez grados de temperatura pero Lorraine estaba de mangas cortas.
Entró a Sacred Family y al instante tuvo que correrse de su camino porque nos niños corrían en su dirección pero ellos venían a saludarla. Sonrió por eso. Por supuesto que saludó a los niños y siguió su camino por el pasillo hasta adentrarse a las aceras de la secundaria, “dios ¿acá también hay niños?” se preguntó. Cada dos segundos tenía que salir del camino de las bolitas de pelo que iban disparadas como balas por todo el corredor. Apenas sus piernas chocaron con el pedazo de mármol que funcionaba como banco se dejó caer mientas saludaba a sus compañeros y Belén Marzioni fue hasta ella.
—Lorraine, tanto tiempo, ¿cómo estás? Desde la fiesta en la casa de Amorina hace un mes no te he vuelto a ver. —La pelirroja se sentó a su lado alisando su falda con sus blanquísimos dedos.
—Belu, un mes no es tanto tiempo pero estoy bien ¿has visto a las chicas?
—No, pero sabes… sólo son las siete y tres minutos. Ellas siempre llegan en distintos horarios.
La ojiazul que se apellidaba Greminger sólo suspiró y dejó que sus pies tocasen el suelo y su celular comenzó a sonar, haciéndole recordar los mensajes no leídos que tenía. Y eso fue su entretenimiento la media hora hasta entrar a clases, había hablado saludado a sus amigas pero las conversaciones antes de clases no eran su fuerte.
Tutoría era la primera clase y bueno, no es que fuera mala, pero nadie tenía ganas de hablar de lo que sentían o que habían hecho en las vacaciones. Cuando la maestra entró al aula nadie se calló como era de suponer salvo por Winona y Emily, pero Lorraine prefería a su compañera de banco Candela y sus amigas Belén y Julieta aplicadas hasta la médula. Rió y comenzó a sacar hojas de uno de sus cuadernos para dibujar alguna prenda que guardaría en un cajón y cuando sea grande y diseñadora de modas sacaría y se lo mostraría a las personas. Pero su teléfono no podría para de vibrar y era realmente molesto.
Era Tobías, y él aún no estaba en clases.
« ¿Cuándo se supone que entres por la jodida puerta de aluminio que estoy viendo?» Le envió.
«Cuando me sienta emocionalmente preparado y además tengo que cuidar a mi hermana». Eso fue lo único que recibió del chico.
La hora del almuerzo llegó y todos salieron corriendo a abastecerse de alimentos. En uno de los patios alejados de los directivos había unas jóvenes chillando enojadas. Muchos chicos se habían acercado sólo para ver una “pelea de chicas”.
Candela y Belén estaban de un lado enfrentando a Lorraine de algo que Julieta había dicho y todas se veían muy, muy, enojadas.
Resulta que vieron a James Redd fumando junto con una chica en el patio de los niños del jardín del colegio. Gran problema.
—Esa tal Pip-Pipi o como se llame está fumando con James en el patio de los nenitos, ¿qué clase  de ejemplo moral y cívico es eso?—Dijo Julieta con desesperación y enfado, pobre estúpida.
—Ético. —Respondió con paz fingida Lorraine mientras rogaba no perder la cordura, a lo que Julieta la miró verdaderamente indignada y volvió con su ceño fruncido a preguntarle qué era lo que había dicho y ella contestó—: Si la chica quiere tener problemas de asma, cáncer de pulmón, morir joven y dolorosamente por los paros cardiorrespiratorios además de que su cara al igual que su cuerpo quede demacrado o lo que sea que le suceda por fumar a esta edad, es su vida y no somos nadie para impedírselo ni a la chica ni a James.
Julieta estaba enojada, puedes apostarlo. ¿Quién se creía Lorraine Greminger para defender a una estúpida que corrompe la dignidad del colegio? Diablos, a veces la chica es tan molesta con su psicología barata y creer que siempre tiene la razón. Pero en fin no había que pensar tanto, de todas maneras es lo único que tiene de malo Lorraine, además de su ego por haber nacido en un lugar donde se habla la lengua hispana, y dibujar bien, saber mucho de historia, hablar con todos sin problemas y tener un futuro planeado. Bueno tal vez no era la única cosa que le molestaba de ella, pero la consideraba una de sus “mejores” amigas así que lo que pensaba no habría necesidad de decírselo en la cara.
La segunda hora del día comenzaba con Contabilidad y no era su preferida para alardear pero sin embargo su año anterior tuvo A como nota final y no realizó muchos trabajos, por lo que supuso que este año sería igual de fácil.
Lorraine salió de su burbuja y miró a su alrededor, Milena y su novio Agustín están hablando con Valentina Borginino y James Redd y era algo molesto por las risas que propagaban, como si todo el salón tuviera que oírlos. Miró a la maestra con la esperanza que la mujer esté fulminando con la mirada a los jóvenes pero ella estaba tan metida hablando con los alumnos de los primeros lugares y tecleando en su teléfono que dejaba pasar todo por ser el primer día. Cualquiera puede decir: «Oh que suerte», pero las acciones de “aprendizaje” de la materia de contabilidad no eran las mejores y en especial gracias a que en un corto tiempo comenzarán los exámenes y se tomará todo el apunte dado, «el cual deberías haber estudiado y no estar hablando con la maestra» (palabras textuales de los directivos).
Todos en sus propios pensamientos hasta que tocaron la puerta y Lorraine y sus amigas miraron al igual que otras personas hacia el mismo lugar, ¿quién podría ser? ¿El rector? ¿La directora? No, simplemente un chico alto y lleno de tatuajes con una remera beige y pantalones rotos con su mochila a sus pies: Tobías Zandomeni.

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