Road trip {RESULTADOS

Hace exactamente dos minutos y treinta y dos segundos que Niall James Horan no deja de mirarme las tetas.
Oh, bueno, esto es incómodo.
Probablemente deben estar familiarizados con el término “Niall Horan”, y si no lo están, ¡Que Dios se desquite en vosotros! Pero, me siento responsable de su inutilidad, así que, déjenme contarles la historia del apuesto Niall Horan, o, más o menos, como lo conozco. Vale, he dicho más o menos, no me miréis así.
Había una vez una mujer que tuvo sexo con su esposo y blah blah blah. A nadie le importa esa parte. Bueno, de ese acto, nació Niall Gilipollas Horan. Niall siempre fue un chico soñado desde pequeño (nada me sorprende a este punto, de verdad os lo digo), siempre siendo bueno con las niñas, tierno, carismático, blah, etc. Uno de esos tíos encantadores, de los que una tía siempre sueña.
Niall siempre tuvo una voz encantadora (sí, más o menos todo es perfecto en Niall Horan), cantaba en el coro de la Iglesia, rezaba todos los días, era bueno con todas las tías, y además de eso, cantaba como un puto ángel.
Nunca me lleve bien con Niall. Él era demasiado perfecto para mi gusto y yo demasiado imperfecta para él suyo. Bien por mí. Realmente no confiaba en ese tío. Era como un Ken reencarnado en humano o algo así, por amor de Dios. Ajam, desde pequeña era una cascarrabias.
Finalmente, la secundaría llego y con eso los años de oro de Niall. Niall comenzó a salir con Alli Blue (una perra rubia, popular, pechugona y quisquillosa, casi como la pareja más predecible de todas las películas adolescentes, solo que esta vez no había una nerd linda o algo por el estilo) y yo con Mark Davis. Mark es un gilipollas. Pero estaba bien para ser mi primer novio, supongo. En fin, volviendo a Niall, un hombre de negocios fue a escucharlo a la Iglesia, luego de que Alli lo llamará para escucharle, y termino consiguiendo un contrato para una disquera. No mucho después, Niall tuvo millones y millones de visitas en YouTube, grandes contratos y discos platinos.
¡Wi! ¡Yay! ¡Bien por Niall! Mal por Jessie.
Después de eso, no supe mucho más de él que sus fans. Las revistas solo suelen decir que tipo de ropa lleva, como una camiseta roja o unos jeans. Siempre odie las revistas. Pero no tanto como odiaba a Niall Gilipollas Horan.
–¿Alguna vez te habían dicho que eres hermosa?
Ruedo los ojos, y giro la silla para encontrarme con esos ojos azules penetrantes que me perseguían en la secundaría, los que tanto detestaba, envidiaba y deseaba que alguna vez me notarán sin tener que corregir mi forma de ser o con algún comentario hiriente. Su sonrisa se ensancha, y sospecho que no me reconoce. “Por supuesto que no te reconoce, esta mirándote las tetas” Pienso, y le miro severamente.
–¿Alguna vez te han dicho que los ojos de una persona están en su cara? –le espeto, y él me mira el rostro rápidamente, intentando ocultar el rubor en sus mejillas.
Idiota. Este tío es idiota. Más de lo que recuerdo. Gilipollas.
–L-lo sient-to –dice, rascándose la nuca nerviosamente, mientras suelta una risita nerviosa, solo que esta vez sus ojos se encuentran con los míos. Ruedo los ojos una vez más.
–Sí, bueno. Ahora, ¿podrías perderte, tío? Gracias –le digo fríamente, mirando a ver si Mandy llegaría del baño de una puta vez. Niall me mira un poco sorprendido.
–Cuantos modales.
Me encojo de hombros.
–No ha pasado mucho tiempo desde la secundaría –le digo simplemente, y luego agrego: –. Todavía no supero esa etapa sarcástica que tú tanto detestabas.
Pestañea, pestañea y pestañea. Y luego pestañea una vez más.
–¿Disculpa?
¡Pero este tío no comprende nada! ¡Le mataré en cualquier momento!
–A ver, gilipollas, ¿Quién era la única tía que odiabas de pequeño? –le digo, rodando los ojos dramáticamente.
La boca se le abre formando una perfecta “o”. Me encantaría que se le metiera una mosca y se ahogara en estos momentos.
–Jessie Glee –dice y las palabras parecieran flotar en el aire.
–La misma, y obviamente sé quién es el gran Niall Horan–le digo sonriente, mientras muestro mi más perfecta sonrisa que dice “vete-al-puto-demonio”. Sin embargo, el no parece darse cuenta y vuelve a rascarse la parte trasera de la nuca con nerviosismo.
–Ahora sí que se ha puesto incómodo.
–Y tú te pensabas que mirarme las tetas lo era–me rió un poco y él hace lo mismo, solo que con más nerviosismo –. Vale, no estés nervioso. Las cosas siguen como antes; tú me odias, yo te odio, ¿Vale? Vale. Ahora por favor, piérdete. Shu, fuera, adiós.
Sin embargo, él no se mueve y sigue mirándome. La música del club en el que estamos no ayuda en nada (¿realmente están pasando una canción lenta en un puto club de noche? Pero qué día) y Mandy parece estar bailando con un tío rubio que le esta oliendo el cabello. No le culpo, el cabello de Mandy siempre huele a cielo (si el cielo oliera a vainillas y frutillas en un envase). Miro a Niall, que me mira intensamente. Vale, ahora si estoy nerviosa. Me limpio las manos sudadas en el vestido corto azul que tengo y le devuelvo la mirada. Pero está claro que la mía es la más débil de las dos.
–Cambiaste –me dice lentamente, y trago la palabra con dificultad. ¡¿Por qué estas sudando, Jessica?! Vamos, Jessie, eres mejor que un tío famoso.
–Digamos que han pasado –cuento con los dedos–… uno, dos… seis años desde la última vez que nos vimos en el último año de secundaría.
Su mirada no se aleja de mí.
–Es extraño.
Asiento.
–Sí que lo es–digo lentamente, mirando a mis zapatos.
–Aun así–continúa–, sigues siendo la misma niña fastidiosa que solía decir que era un gilipollas homosexual.
Suelto una carcajada, recordando esos días, donde todo era más simple. Donde solo debías preocuparte por tu peinado o ropa y no por una carrera de cantante sin mucho futuro o sobre encontrarte con el tío que detestas en un club nocturno a las dos de la mañana semi-ebria. Ah, las desventajas de ser toda una adulta.
–Esa estaba buena, eh–le digo, entre carcajadas. Él asiente, sonriendo de costado.
–¿Sabes? Eras una gilipollas–rié.
–Lo sigo siendo–corrijo con una sonrisa –. Y tú sigues sin agradarme.
–Tú tampoco me agradas demasiado–me responde, desafiante.
–Tú me agradas menos–le respondo.
–No–espeta.
–Sí.
–No.
–Sí.
–No.
–Sí.
–Sí.
–No.
–¡Ja! ¡Gané! –exclama, tirando los brazos al aire.
–¡Hey! ¡Has hecho trampa! –le grito, pero él hace caso omiso y me toma por la cintura. Le miro confundida pero me echo a reír al ver su cara sonriente. Su cabello rubio un poco largo (¿hace cuanto este tío no se corta el cabello?) tiene un corte tipo Justín Bieber lo cual me hace reír aun más. Me levanta de la silla con demasiada facilidad, en modo día de bodas, y me lleva hasta la pared. Allí, me pega contra ella y mira mis labios peligrosamente. “Está  borracho.” Me digo a mí misma, “Pero tú también lo estas, idiota.”
Pero antes de que pudiera continuar con la pelea interna, sus labios chocan contra los míos en un beso desesperado y hambriento. Sus labios saben a frutillas y a desesperación. Pero me sorprendo a mi misma besándole devuelta.
Mis labios danzan al ritmo de los suyos en la misma melodía y sinfonía. Es un beso violento; ambos luchamos por tener el dominio, pero termino cediendo y él controla todo. Me muerde el labio inferior y chillo de dolor. El murmura un “lo siento”, pero yo asiento y continuamos.  Me lame el labio inferior pidiendo permiso, a lo cual acepto y le dejo el paso libre. Siento miles de fuegos artificiales explotar alrededor de nosotros. Casi como… magia. Pero, una vez más, estoy demasiado borracha como para saber bien en lo que estoy pensando o haciendo.
Y, cuando me doy cuenta de lo que estoy haciendo, me separo de un empujón de él, lo que le hace caer al suelo con un estruendo. Le miro herida y confundida y me devuelve la mirada de la misma manera. Me largo de allí casi al borde de las lágrimas, sin importarme nada, ni siquiera Mandy. Besé a Niall Gilipollas Horan.
Y me ha gustado.
“Con un poquito de suerte, no le volverás a ver jamás.” Me digo, pero no sé por qué, me vuelve aún más inquieta.

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