glances {newt | the maze runner}

Capítulo catorce.

Bárbara miró con horror al monstruo que se les acercaba por el largo pasillo del Laberinto. Parecía producto de una pesadilla; parte animal, parte máquina. El Penitente rodó e hizo clic a lo largo del camino de piedra. Su cuerpo se parecía al de una babosa gigante, con un poco de cabello y brillante por la baba. No tenía ni cabeza ni cola, pero era enorme, quizá unos tres metros de largo y dos de espesor.

Cada quince segundos, clavos metálicos afilados aparecían a través de su carne con bulbo y la criatura se hacia un ovillo y se movía hacia delante. Y eso lo hacia una y otra vez.

Pero no sólo cabello y clavos sobresalían del Penitente. Había varios brazos metálicos puestos al azar, sobresalían de aquí y allá, cada uno con diferentes usos. Unos tenían largas agujas, uno tenía una garra que se separaba y juntaba, otro con una especie de cuchilla gigante.

Bárbara se preguntó quién podría crear semejante criatura. Era un monstruo horrible y letal, de verdad querían matarlos ahí.

Los sonidos que se escuchaban en el Laberinto se podían explicar ahora; cuando el Penitente rodaba hacía un zumbido metálico con la sierra; los clavos y los brazos explican los chasquidos del metal contra la piedra; pero lo peor eran los gemidos moribundos del Penitente cada vez que se detenía.

Bárbara no esperó más, tomó a Thomas de la mano y echó a correr junto con él. Sabía que el Penitente los seguía muy de cerca pues seguía escuchando los sonidos metálicos contra el suelo de piedra.

Giraron a la izquierda, después derecha, derecha, izquierda, derecha, izquierda, izquierda, izquierda. No sabía a dónde se dirigían pero el Penitente se escuchaba cada vez más cerca y tenía mucho miedo. No quería ser pinchada y terminar igual de loca que Ben. Pero morir tampoco le parecía agradable, ser pinchada parecía mejor.

Cuando dieron vuelta a la siguiente esquina Bárbara quiso gritar, había tres Penitentes ahí, listos para atacar. La chica soltó una palabrota y miró hacia atrás, ahí estaba su primer perseguidor aún andando, pero un poco más lento. Debía saber que no tenían salida.

—No sé tú, pero prefiero un Penitente en lugar de tres —dijo Thomas mirando al Penitente que estaba tras ellos.

Bárbara asintió y salieron disparados al Penitente que los había perseguido hasta ahí. La bestia retrocedió un poco, parecía perplejo por la valentía. Pero no tardó en volver a la vida con púas brotando fuera de su piel. Rodó hacia delante y se preparó para atacar.

Ambos chicos siguieron corriendo y el Penitente comenzó a acercarse. Bárbara tenía una idea, junto al Penitente había un corredor hacia la izquierda, quizá podrían correr hacia él y engañarlo para que siguiera derecho mientras ellos iban por el nuevo pasillo.

Justo cuando estaban a punto de chocar con el Penitente Bárbara empujó a Thomas a la izquierda y el Penitente siguió hacia delante. Era su oportunidad. Se levantó del suelo, ayudó a Thomas y rápidamente salieron corriendo alejándose de los Penitentes.

Dos derechas, tres izquierdas. Los ruidos metálicos se escuchaban mucho más lejos ahora y Bárbara casi comienza a carcajearse, ¡habían logrado escapar! Chocó contra algo y cayó al suelo, rezaba porque no fuera un Penitente.

Minho. El chico estaba debajo de ella con una sonrisa en la cara. Bárbara quería golpearlo, los había abandonado a pesar de que sabía que eran nuevos. Se puso de pie pero no ayudó a Minho quien seguía en el suelo, en ese momento estaba muy molesta con él.

—Voy a matarte, eres el shank más miertero que he… —comenzó Bárbara pero Minho la interrumpió.
—Después puedes insultarme todo lo que quieras —dijo jadeando—, ahora síganme.

Ninguno puso objeciones y corrieron detrás de Minho quien intentaba hablar entre jadeos y respiraciones.

—Acabo de ver lo que hicieron… allá atrás… tengo una idea… sólo tenemos que… durar más tiempo.

Bárbara asintió y continuó corriendo detrás de Minho. La adrenalina la llenaba completamente, no se sentía cansada, pero sabía que en cuanto salieran —si es que lo conseguían— estaría dolorida de todo el cuerpo.

Sabía que los Penitentes estaban ganando terreno a una velocidad impactante. Quería detenerse para tomar aire pero siguió corriendo rezando porque su corazón siguiera palpitando.

Unos giros después, Bárbara vio frente a ellos algo… extraño. El corredor no terminaba en otro muro de piedra, terminaba en oscuridad. Bárbara creyó que había sido ella quien no había visto bien, pero estaba en lo correcto. Ahí no había pared, era una grieta.

—No te emociones, Novato —dijo Minho mirando a Thomas.

Antes de llegar al final del corredor Minho se detuvo y sostuvo a ambos chicos de la muñeca para que se detuvieran también.

Habían encontrado una especie de salida del Laberinto, pero Minho había dicho que no era para emocionarse. Sólo era una grieta donde se podía ver el cielo, pero no había nada ahí. Bárbara notó que el amanecer estaba empezando a poner su marca, el cielo estaba mucho más iluminado de lo que había estado en el último minuto.

—Con cuidado —dijo Minho mirando a Thomas quien estaba muy cerca de la grieta—, no serías el primer larcho en caerse por el Acantilado.

Bárbara recordaba oír menciones del Acantilado, principalmente eran amenazas sobre tirar a alguien por ahí. Era algo escalofriante, sólo había vacío ahí.

Frente a ellos los Penitentes estaba aproximándose en fila india moviéndose muy rápido. Entonces todo el plan encajó antes de que Bárbara pudiera preguntar.

—Estas cosas son estúpidas, nos colocaremos en fila frente al Acantilado. Thomas tú a la derecha, Barbarita tú a la izquierda y yo en medio.

Ambos asintieron y se pusieron en sus posiciones. Sus pies estaban a solo centímetros del borde del Acantilado y tenía miedo de fracasar, pero tenía esperanza también.

—¡Necesitamos estar sincronizados! —gritó Minho— ¡A mi señal!

Bárbara no sabía el por qué los Penitentes se habían puesto en fila, pero eso se los ponía todo mucho más fácil. Y ahí estaban, uno tras otro rodando por el corredor, chasqueando y gimiendo preparados para atacar.

Ahora sólo estaban a unos siete u ocho metros y los monstruos se acercaban cada vez más rápido.

—Preparados —dijo Minho—. Esperen… Todavía no… ¡Ahora! —gritó Minho cuando el brazo del primer Penitente se extendía para pincharlos.

Bárbara saltó hacia la izquierda seguida de Minho quien soltó un grito en cuanto la última criatura iba a caer por el Acantilado. El Penitente se había sostenido del pie de Minho y lo arrastraba con él.

Bárbara se las arregló la tomar a Minho de una mano y patear al Penitente hacia el Acantilado. El Penitente cayó al Acantilado y Bárbara sostuvo a Minho para evitar que se lo llevaran. ¡Lo habían logrado!

—¿No era tan literal el matarme, uh? —dijo Minho sonriente y Bárbara le lanzó una mirada asesina.

Thomas estaba asomado por el Acantilado pero no tardó en sentarse recargado en la roca. Bárbara y Minho lo imitaron. Habían sobrevivido a pesar de todo, parecía ser un milagro.
Media hora pasó.

Ninguno se había movido ni un centímetro, se habían quedado en la misma posición todo el tiempo esperando poder regresar al Área.  

A Bárbara le explotaba la cabeza, quería irse a dormir y que la dejaran hacerlo sin molestarla por el resto del día. Tenía varios rasguños y moretones por todo el cuerpo, pero lo más grave era una cortada en la ceja que había estado sangrando alrededor de quince minutos. Ésa noche había sido la más traumática de su vida, no tenía que recordar el pasado, sabía que nada podía igualarse a aquella situación.

El cielo estaba color morado oscuro y poco a poco iba desvaneciéndose hasta ser de un color azul brillante. Pronto saldrían de ahí y por fin podría dormir.

No le importaba alimentarse o hacer algo antes, sólo quería ir a dormir y descansar el cuerpo. Sentía los músculos a punto de explotar y el dolor de cabeza no ayudaba para nada.

—Estamos vivos —dijo Bárbara para romper el silencio.

Minho soltó un ‘woooh’ y el silencio continuó.

—No puedo creerlo, en serio, logramos sobrevivir una noche completa, eso nunca antes se había visto. —Comentó Minho.
—¿Qué hemos hecho de manera diferente? —preguntó Thomas.
—No lo sé, y es difícil preguntarle a un muerto qué hizo mal.
—Parece que los Penitentes desaparecieron cuando cayeron por el borde.
—Sí —dijo Minho. Pero Bárbara no se había percatado sobre los Penitentes debido a que estaba salvando la vida de Minho—. Algunos Habitantes tenían una teoría de que algunas cosas desaparecen, pero está mal. Mira.

Bárbara y Thomas observaron cómo Minho arrojó una roca sobre el Acantilado y la siguieron con la mirada hasta que fue muy pequeña para ver.

—¿Cómo demuestra que están equivocados?

Minho se encogió de hombros.

—La roca no desapareció, ¿verdad?
—¿Entonces qué crees que pasó?
—Quizá son mágicos, no lo sé, mi cabeza duele mucho para pensar en esto.
—Regresemos al Área —dijo Bárbara.

Minho y Thomas asintieron y se pararon. Bárbara sentía que cada músculo gritaba cada vez que daba un paso hacia delante, sabía que no dudarían mucho más tiempo así, tenían que regresar al Área.

Trataron de correr pero el trío estaba demasiado cansado como para intentarlo así que fueron caminando lentamente hacia la puerta. Cuando dieron vuelta en una esquina Bárbara se asustó cuando vio un movimiento más adelante, pero se alivió cuando vio que era Newt y algunos Habitantes. La puerta se estaba abriendo. ¡Lo habían logrado!

Newt se acercó cojeando hacia ellos, Bárbara no sabía si definirlo como aliviado o furioso.

—¿Qué pasó? —preguntó—, ¿cómo demonios…
—Puedes esperar unas horas para matarnos, iré a dormir —interrumpió Bárbara y se fue caminando lentamente hacia la Finca.

Minho y Thomas la seguían de cerca, la caminata hasta la Finca parecía infinita. Todos los Habitantes los miraban como si estuvieran viendo a un fantasma. Bárbara sabía que sólo estaban impresionados, pero se sentía incómoda con tanta atención y mucho más cuando Gally se le quedó mirando. No se dignó a mirarlo, continuó caminando viendo al frente.

Los siguientes minutos estaban borrosos. Fue atendida por los Docs, recibió alimento, agua, vendas, dolor. Finalmente cuando los Docs terminaron de atenderla la dejaron sola en su habitación perfectamente acomodada en su cama.

Tardó segundos en quedarse profundamente dormida, por primera vez, desde su llegada al Área, había tenido un sueño feliz en un mundo mucho mejor.

Estaba con su familia pero los rostros de éstos eran borrosos, no alcanzaba a distinguirlos bien. Pero podía interactuar con ellos y abrazarlos, era un recuerdo muy feliz.

Horas más tarde, Newt la zarandeaba de un lado a otro intentando despertarla. Le tomó varios segundos orientarse y ver con claridad.

—Dije que esperaras para matarme, quiero dormir.
—Sigo con deseos de matarte, me tuviste toda la jodida noche despierto preocupándome por ustedes. Pero no es por eso que vine.
—¿Entonces?
—Quería darte las gracias. Demonios, princesa, te atreviste a entrar al Laberinto con una de las frases más patéticas que he escuchado y salvaste a uno de mis mejores amigos; pero según dice Minho también lo salvaste a él.

Bárbara sonrió entre el aturdimiento, seguía sintiéndose cansada.

—No hay de qué y mi frase no fue patética, fue heroica.

Newt sonrió.

—Puedes continuar durmiendo, pero vendré a despertarte para la cena. Por cierto, Alby está iniciando la Transformación. De nuevo gracias.

Bárbara sonrió y asintió. Le parecía bien que Newt estuviera feliz. Lo único agradable que había tenido el Laberinto era que había podido sacarlo de su mente por lo menos una noche. Pero volvía a estar ahí, con su estúpida sonrisa y su voz miertera.

No tardó en volverse a quedar dormida, aunque escuchaba los gritos de Alby, le parecían muy lejanos. Le preocupaba Alby, quizá podría volverse loco como Ben… Aunque no le tenía demasiado aprecio quería que estuviera bien, por Newt.