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Capítulo 01

 —No, mamá, ¡no! ¡No te muevas de donde estas! Ve, tranquila y cuida de Ginger, pero no te muevas, ¿vale?—mis ojos entre cerrados pudieron divisar a una persona, conocida, ordenándole a mamá, rogándole. Me encontraba en el suelo y cerca mío la casa estaba cayendo a pedazos, desde la puerta se veía a la gente correr, este no era un lugar sano.—Maldita sea.—se quejo aquella persona mientras una parte de la pared caía sobre él. Aún así tomó su camino y se fue corriendo, como las demás personas lo hacían, y sí, no lo volví a ver más. 

Caminé por el pasillo de la casa, llevaba un camisón de quién sabe qué año y un sweatter. Hacía frío a pesar de todo, y mamá estaba calentándose las manos en la chimenea que a pesar de todo, seguía funcionando. La vi y tenía una mirada de angustia, se la veía como si ya todo estuviera acabado, y parecía que así era. Mi familia siempre fue negativa, cero esperanza en un fruto de una vivienda cristiana. Simplemente me preguntaba dónde me encontraba, qué era de la persona que vi antes de despertarme y no iba a conseguir respuestas en una situación de pánico. Ella seguía ahí y cuando caminé cerca para saber de su estado, ella me entrego una mochila.

—¿Qué es esto?—pregunté un poco insegura, sinceramente no sabía si estaba segura, pero no tendría idea hasta que acabe y si es que ya acabo, pues es así, todo acabo.
—Esta lleno de lo necesario, te vas de casa.—dijo y cayeron gotas por sus mejillas, mostrándola vulnerable a lo que sea.
—Pe-pero ¡¿por qué?!—y así comencé a llorar, obviamente no quería dejar a una mujer tan importante para mi y me parecía una locura, sé que soy una persona muy débil, lo sé perfectamente.
—Mi niña, no hay tiempo para explicaciones, pero debes irte, por mi, por favor.—ella me entregó la mochila de cuero y cuerda y yo la abracé, no sabía como me iría en el camino, no, no lo sabía y para nada.

La puerta ya ni existía, estaba todo destruido, por lo cual solo saludé llorando al igual que ella y me encontré con lo que solía llamar vecindario, sí, estaba gris, triste y había gente muerta por toda la calle. Sí encontrabas un auto, o estaba hecho llamas o iba a una velocidad inexplicable. Más que obvio, antes de salir me dispuse a vestirme con algo más, ¿presentable? Y fue así, de instinto propio que me puse unas medias largas y unos borsegos, tenía miedo de salir, sí que lo tenía y no me lo esperaba. Charcos de sangre, no eran los típicos charcos de lluvia cuales amas saltar y pisar, no, estos eran de sangre, sangre humana. La gente suplicando que alguien le de una mano, pues o tenían un escombro encima o simplemente morían. Negué con mi cabeza y comencé a correr, no sabía como ayudar, no tenía idea, no estaba ni preparada psicológicamente, estaba sola y con mi vida en mis manos. Comencé a adentrarme en un edificio, desolado, y no del todo, alguien se ecnontraba ahí. 

—Qué onda.—preguntó tranquilo, aquel chico. Estaba sentado, con una cuchilla afilada entre sus manos y la cara lastimada.
—¿Hola? Joder, ¿estas bien?—me comporté nerviosa, no sabía quién era y lo veía muy sencillo y relajado en una situación como esta.
—¿Te importa?—se levantó por lo cual no pude responderle. Por su comportamiento noté que era una persona fastidiosa. Se acercó lentamente hacía mi, y posó su cuchilla en mi rostro, lo cual causo que me asustara por completo y mi piel lograra erizarse.—Hum, sí, sí te importa.—acaricio, literalmente, mi mejilla con aquel afilado utensilio.
—Eh-eh ¿cómo llegaste aquí?—cambié de tema, tal vez así sería más amable, espero que lo sea.
—Se están muriendo todos, así que, me quedaré aquí, voy a morir.—contestó un poco frívolo pero despreocupado y eso impresionaba, no tenía ni una esperanza.
—Hum.. ¿Tu familia?—pregunté, no sabía lo que hacía, él se había sentado en el mismo lugar donde lo encontré y yo estaba tiesa.
—¡Joder! ¡Haces muchas preguntas!—se levantó furioso, y se acerco otra vez, se notaba en sus ojos, buscaba respuestas.

Fue raro, pero él era vulnerable después de todo, se comportaba así por esas mismas razones, estaba dolorido. Ni tenía idea de como lo había convencido de que me acompañara, pero así lo hizo, me siguió. Siempre fue una manía hacer preguntas, y esta vez las respondió, pero secamente. Nombre, familia, futuro, etc. Logré comprender que era realista, y un poco terco, debía seguir sus reglas, en cierto modo me sentía segura con él.