problemas mentales { n.c.

Aún no sé cómo explicarle ésto al mundo. Sé que él no es real. Pero sí lo sé y lo asumo: ¿por qué aún lo siento? ¿por qué aún lo escucho? Sé que ésto pasó hace muchos años o quizás nunca pasó. No recuerdo desde hace cuánto tiempo. Estoy tras éstas paredes atado a una camisa de fuerza que no me deja realizar ningún movimiento salvo el suave vaivén de mi pecho al respirar. Ya no logro distinguir la realidad de mi imaginación. Tal vez las drogas que me dan son muy fuertes. Tengo miedo de que vuelva por mí. Cada noche lo escuchaba lamentarse, balbucear, diciéndome que lo dejara entrar. Escuchaba sus pasos a la media noche arrastrando algo pesado que simplemente me producía pánico. Aún recuerdo ésa noche, antes de que pudiera domarme, sus ojos que trasmitían miedo, con una pizca de picardía; sus afiladas garras cortando todo a su paso, haciéndome ésa herida que tengo desde mi pecho hasta el ombligo.

Desde pequeño, mi abuelo me contaba cuentos de terror; sobre brujas, duendes, fantasmas u otros personajes que sólo yo creía que él mismo inventaba para asustarme. Jamás pensé que desde ése entonces, mi abuelo tuviera tanta razón. Yo jamás creí en eso. Era algo casi imposible. Pero hasta ahora las historias son ciertas.

De pronto, algo o alguien toca mi hombro tras mis espaldas. Desvío la mirada hacía la criatura quién tenía una sonrisa de oreja a oreja; demasiado macabra. Sus ojos mirándome intensamente, totalmente oscuros. Me espanté al nivel máximo, dando un pequeño salto. ¿Qué pasa? ¿qué es real y qué no? ¿cuándo podré saberlo? ¿Él era real?.

—Tranquilo —susurra con voz áspera y de un tono amenazante.
— ¿Qué quieres de mí, Lucifer? —comencé molesto— No volverás a poseerme, sólo me haces daño; ¡siempre quieres verme atormentado! —mascullo con desprecio.
—Y dime… ¿no te hace eso divertido? ¿no te pareció divertido al ver morir a ésa repugnante mujer? ¿no era eso lo que querías? —susurraba a mi oído mandando escalofríos por todo mi cuerpo. Me aparto un poco.
—Deja de repetir la situación. Tú sabes perfectamente lo que me hizo; nunca me quiso y tú sólo me lo recuerdas. Lárgate —ordeno con un deje de impotencia.
—Ya verás Niall… sí ésa chica nueva pasa tras tu puerta no podrás sacarla de tu mente; y sí te engaña, ya sabes a quién acudir —me dice sonriendo.
— ¿Qué chica? —pregunto desorientado— No… —digo poniéndome de rodillas, totalmente desesperado— no quiero volver a hacer ser la misma persona; no me dominarás de nuevo… no lo harás.
—Admite que extrañas ésa sensación que recorría por tu cuerpo, Niall. Tú mismo sabes que eres un enfermo mental, pero que sólo yo puedo hacerte una persona que jamás pudiste imaginar —exclama de lo más tranquilo.
—N-no… no sé —respondo inseguro.
—Estás solo… perdido en tu propio mundo; haciendo de cuenta que no existo —hace una breve pausa—. Imaginando que alguien está a tu lado, dándote calor y amor; pero tranquilo… ella llegará.
— ¿Dices que alguien me amará? —musito ilusionado.
— ¡No! ¡El amor no existe! Sólo dolor —grita fuertemente—, el amor atropella, engaña y decepciona… tu eres un asesino; no te importa el amor. Recuérdalo.
—Soy un asesino —admito firme—, pero un obsesionado por el amor.
—Tanto, que mataste a tu propia esposa —ríe amargamente.
— ¡Era porque no me amaba! ¡Nunca lo hizo! Le di todo, ¡todo! Y sólo lo pagó con una aventura; ¡era una puta! Pero la amé —sollocé—. Nunca seré amado. ¡Vete! Lárgate Lucifer, no te necesito; no te quiero ver, sólo… vete.

A lo lejos se oye su risa macabra retumbando por toda la habitación. Él sólo viene y va; lo miro de nuevo y no lo logro creer. Parece que no me toma en serio. Él sólo me utiliza aprovechándose de mi fuerza. No me doy cuenta de mi realidad. Cierro los ojos tratando de controlarme, pensando que todo acabará; pero no es así, aún sigo aquí, tratando de huir; y me desespero. Yo todavía no lo logro entender.


La luz del día se hace presente, enviando rayos de luz hacía mi rostro haciendo que frunciera el ceño. Abro mis ojos lentamente y miro a mi alrededor. Todo seguía igual. Lucifer no había destruido algo ni nada por el estilo, y éso me aliviaba un poco. Me encuentro solo en la habitación junto el pajarito que acababa de entrar en mi ventana; comenzando el día cantando. Yo sólo lo observo detenidamente. Parece tranquilo y... alegre de la vida, según he podido notar por su alto cantar. Pero de pronto, casi sin darme cuenta, me quedo absorto, con la mente en blanco, liberando mis pensamientos. Quizás sea mi mecanismo de defensa que se ha puesto en marcha intentando buscar alguna ayuda  y la encuentra simplemente escuchando al fondo el canto melodioso de ése pájaro.

Cierro de nuevo mis ojos. Trato de reunir alguna clase de pensamiento, pero no lo logro; salvo del canto del ave presente a mi lado. Me relajo, y me concentro en el sonido. Pasa un tiempo y aún sigo descansando en mi cama; solo. Me entretengo escuchando mi propia respiración. Siento cómo mi pecho sube y baja. Entre abro mis ojos: todo sigue igual. Muevo mi cabeza hacía un lado observando el reloj que estaba posicionado en la mesa de noche. 9:18 am. A ésta hora ya van llegando las enfermeras y encargados del hospital psiquiátrico en el que me encontraba prisionero. Vuelvo a mi posición anterior y cierro mis ojos; para esperar a que llegaran a ver cómo me encontraba.

De repente un aguijonazo de dolor me penetra. Mi rostro se contrae en una mueca llena de angustia. No sé de dónde proviene aquella sensación horrenda; pero sospecho que venga de mi corazón. Trato de moverme pero no sucede nada; no puedo. El dolor desaparece tan rápido cómo llegó.

Cierro mis ojos nuevamente. Espero por un momento. Me aburro aquí adentro. Vuelvo a mirar el reloj: 10:27 am. Miro hacía un extremo de la habitación, veo un cartel, trato de contar todas las letras que contiene; rápidamente pierdo el resultado. Y aunque trate de contar, no obtengo éxito. Pero muy adentro surge un estallido de dolor tan agudo que, por primera vez lo siento en todo mi cuerpo. Todo mi ser se sumerge en aquel dolor inmenso. Mi boca se abre sin control y surge un grito de dolor.

— ¡Ahhhh! —me asombro por la intensidad del sonido. Trato de controlarme, pero no puedo.

Se abre la puerta, lo percibo claramente. Las tres enfermeras me rodean; se inclinan sobre mi cuerpo.  Alumbran mis ojos con una luz pequeña e intensa. Siento cómo el dolor que anida en mi interior de nuevo se libera y salta hacía afuera. Asciende y me invade todo.

— ¡¡Ahhh!! —no puedo reprimirme.

Una de ellas toma mi brazo con sus frías manos y lo levanta. Siento un ligero pinchazo; era una aguja. Me espanto; de nuevo todo el pánico se apodera de mí. La oscuridad y el silencio reinarán la habitación en cuánto me duerma; y tengo miedo de que Lucifer aparezca de nuevo.

—Ya no dolerá más, Niall. Quédate tranquilo. Descansa —dice una de ellas.
—No creo Lucy, él ya descanso lo suficiente. Sólo ha sido un ataque de pánico —la voz de Helen se hace presente, mirándome inquietante.
—Creo que tienes razón. Vigílalo de cerca, Helen —dicho ésto, Lucy toma sus cosas y sale de la habitación.

El silencio se apodera de la habitación en cuánto salió. Cierro mis párpados. Suspiro pesadamente, tratando de relajarme.

—Oí que habrá una pequeña reunión sobre los problemas que han tenido los pacientes en sus vidas, ¿te apetecería ir, Niall? —Helen interrumpe el armonioso silencio. Abro mis ojos y la miro. Ella sonríe coqueta; de nuevo los cierro— Eres demasiado guapo cómo para morir en éste lugar —dice en un tono sensual lo cuál me repugna lo suficiente cómo para dar un respingo.
—Cariño, por favor; te haría bien sí sales de aquí después de tanto tiempo —me dice la rubia a quién se le dibujo una sonrisa en los labios. Sólo me limito a asentir para ya no escuchar su voz aguda e irritante.

Me levanto con ayuda de ella, de la cama. Camino el largo pasillo tratando de no mirar hacía arriba y encontrarme con las gárgolas diabólicas. Veo el número de la habitación: 254. Me recargo en el marco de la puerta. La enfermera me susurra algo, la miro y me guiña un ojo. No la comprendo. Trago saliva sonoramente. Observo el lugar invadido de enfermos mentales, platicando con tres enfermeras sobre sus repugnantes vidas. Mi mirada se enfoca en una morena sonriente. La miro detalladamente. Su cuerpo, parecía una escultura perfecta. Ésas piernas largas y torneadas que ahora deja a la vista con ése vestido blanco y apretado. Su cabello largo y perfecto. Sus manos tan pequeñas y delicadas. Estoy deseando sentirlas sobre mi piel. Ver sus ojos mirándome y sus labios moviéndose al pronunciar unas palabras. Deseo a ésa chica, la deseaba y quería. Me estremezco y dibujo una sonrisa. Me dispongo a entrar en la habitación aún observándola.

¿De verdad querrá amarme?