Hooked Love.

Capitulo 02

Harry Styles

—¡Harry!

—¡Aquí, por favor!

—¡Una más!

Las personas se agolpaban a mi alrededor, gritando, con sus flashes cegando mi cara. Sin embargo, tenía que sonreír una y otra vez. No podía hacer otra cosa, era el precio de mi trabajo. Y, aunque lo odiaba, no me arrepentía ni un solo día de mis decisiones y de todo lo que me había llevado hasta allí.

Aquel día estaba especialmente cansado. Igual habían sido todas esas entrevistas. No solía importarme que me atosigasen a preguntas, pero se habían pasado. “Y, Harry, ¿cómo vamos de chicas? ¿Tienes planeado encontrar una especial o seguirás buscando una para cada noche?”. Todavía podía escuchar las palabras que aquel hombre había pronunciado en un tono completamente amistoso. Tuve que reírme, todos lo hicimos, aunque estuviera sufriendo por dentro. ¿Qué podía decir? ¿Qué yo no era así? Nadie lo creía. Daba igual lo que hiciera o dijera.

Todas las noches la misma rutina. Diferente escenario, diferente público, pero siempre la misma sensación. Vacío. ¿De verdad esas personas gritaban mi nombre? Porque yo solo oía un barullo, chillidos, pero ninguno concluyente. Todas nuestras canciones hablaban sobre el amor, la chica perfecta. Ojalá pudiera sentir lo que canto, me decía a mí mismo una y otra vez. No era así. Me sentía triste, interiormente, profanando letras tan profundas como aquellas con mis burdas ideas.

En cuanto hubimos terminado, cada uno se fue por donde quiso. Yo, como llevaba haciendo ya varias noches, me fui con Niall y otros amigos a un club cualquiera. No me gustaba beber. De hecho, es una de las cosas que más odio en el mundo entero. Por eso siempre me quedaba apartado, en una esquina. Todas las noches una chica nueva. Una rutina similar. Se acercaba buscando algo más, me sonreía, hablábamos y luego, al querer venirse conmigo, salíamos del pub juntos para que yo le dijese que se fuera a su casa. Era cierto que muchas veces no las rechazaba, pero no era algo de mí que me gustase.

Sin embargo, aquella vez no fue otra rutina. Cuando Niall y yo nos pusimos de camino al bar, caminando por las poco frecuentadas por las noches calles de Londres, pasamos por un puente. Era impresionante. La estructura era normal, sí, la típica alambrada de hierro a la altura de la cintura y de color metálico. Aunque no se podía ni siquiera apreciar el dibujo de las propias placas. Estaba lleno de candados. No quedaba ni un solo sitio libre, ocupaban cada rendija, cada espacio. De hecho, había incluso algunos enganchados en otros, porque ya no había casi espacio. Era impresionante.

—Harry, ¿vamos?— cuando escuché la voz de Niall, me di cuenta de que estaba parado, contemplando el espectáculo que, a mis ojos, era una de las más hermosas muestras de amor verdadero que había visto nunca.

—¿Qué? Oh, sí. Claro— torpemente, alejé mi mirada de aquellos cerrojos y seguí mi camino. No quería perder de vista a mi amigo, ya que odiaba estar solo en Londres por las noches. No era algo agradable.

Cuando llegamos al club, fue como si nos estuvieran esperando. Todo el mundo se giró a saludarnos, el dj paró la música y anunció que habíamos llegado. Aquella era una de las peores cosas de ese mundillo. No podíamos entrar como personas normales, dos chicos adolescentes que van a pasarlo bien y a olvidar sus problemas a una discoteca famosa por sus camareras y la buena música, no. Teníamos que ser anunciados, como las estrellas que éramos. Qué cargante.

En poco tiempo, Niall estaba completamente desaparecido. Imaginé que habría ido a por una cerveza, o algo así, ya que se había excusado, pero como la música estaba muy alta y aquella noche tampoco estaba yo muy inspirado, pues no le había escuchado. Tampoco sabía si me hubiera o no gustado ir con él. Por un lado, adoraba a ese irlandés y su compañía siempre era una maravilla, pero no me apetecía hablar. Hoy no.

El hecho de sentirse solo es muy relativo. Puedes estar completamente solo y sin embargo no sentirte así. Podrías ir al Everest, escalarlo por tu cuenta y darte cuenta de que tienes a gente increíble esperándote abajo, gente por la que quieres volver. Sin embargo, también está la otra cara de la moneda. Esa en la que te ves completamente solo, sin ningunas ganas de bajar. Puedes estar rodeado de gente, en la mejor de las fiestas del mundo, y sentirte solo, sabiendo que, aunque lo pases bien, cuando vuelvas a casa, el otro lado de la cama estará frío. Un vacío que nunca conseguirás llenar, porque ya hasta dudas de tener lo que hace falta para ser amado, para que alguien te quiera, para que den la cara por ti y, de ese modo, te des cuenta de que ya no estás solo, que se preocupan realmente, que podrías sin ningún problema entregar tu corazón, tirarte, y saber que te esperarían abajo, para recogerte y curar tus heridas.

—Hola, Harry— escuché de repente una voz muy pegada a mi oído. Estaba tan sumido en mis propios pensamientos que ni había reparado en que una chica se había puesto a mi lado.

Era muy rubia, seguramente escandinava, podía imaginar gracias a su acento. Rusa, o quizá de Hungría. Sin duda, era guapa. Aunque se la veía muy confiada, a la vez de falsa. Sus labios, perfilados de rosa oscuro y pintados de rosa más claro, daban a entender que estaba dispuesta a lo que fuera aquella noche, y su vestido lo único que decía era “ven”. Ni siquiera sabía si eso podía ser considerado un vestido. El caso era que no me gustaba. Había visto demasiadas modelos que quitarían la respiración a cualquiera, y había terminado decidiendo que no me gustaban. Eran todas falsas.

—Hola…

—Chlöe— completó ella. Yo esbocé una sonrisa.

—Encantado— le extendí la mano, pero ella se tiró a darme dos besos. Mucho contacto en unos pocos minutos.

—¿Sabes? No me gustan los preliminares. He venido a esta fiesta con un objetivo, y tiene nombre propio. ¿No te lo imaginas? Eres tú. Así que podemos ir a donde quieras, con tal de que sea ya.— lo necesitaba. Necesitaba a alguien ciegamente aquella noche. Y Chlöe no estaba del todo mal.

Mis recuerdos siguientes eran borrosos. Había bebido mucho al lado de esa chica, que parecía una esponja. Cuanto más alcohol, mejor estaba. Yo, sin embargo, habiendo bebido menos, estaba muy mal. Había decidido, hacía ya tiempo, que no tenía autocontrol alguno. Y cada vez que salía de fiesta se notaba más y más. No controlaba mis acciones. Me había sacado a bailar, lo recordaba bien. Luego la llevé al baño. En esas escenas todo estaba muy borroso, culpemos a todos esos chupitos. Cuando salimos, ella se despidió. Entonces salí a tomar aire.

Estaba muy borracho, por ello creo que me golpeó con tanta fuerza. Estaba solo. Nadie me quería. Aquella chica ni siquiera me había besado. Sólo había querido acostarse conmigo. Ahora podría fardar, ser importante en los medios. Y yo sería un mujeriego otra vez.

Cuando me desperté, al día siguiente, tenía una resaca de mucho cuidado. Me dolía demasiado la cabeza. Buceando en mi memoria para
vislumbrar algo más, recordé que había vuelto en taxi, incapaz de caminar. Había ido una vez más al puente de los candados. Y después… nada.

Capitulo 003

Tessa Clapton

Vagaba caminando lentamente por las calles, estaba en un estado de shock, simplemente no podía superarlo y hace tres días que debí de asimilarlo. Debía de entender que Jason ya no me quería a su lado, o en pocas palabras, le era un completo estorbo en sus planes de conquista a la secretaria de su jefe. Solo por los encanto de ella, ahora me encuentro en esta penosa situación.
Los sollozos no tardan en volver y no puedo evitar contenerlos, es algo imposible, como si fuera natural, como respirar.
Tomo mi celular y veo una foto de Jason y yo juntos, y por el pequeño error de ver mi celular las lágrimas no tardan en bajar por mis mejillas, quisiera odiarlo como en el minuto que me lo dijo con sus típicas palabras asquerosas, pero algo me detiene a hacerlo, siendo totalmente honesta conmigo misma nunca podre odiarlo de la manera que quiero.
Marco el número de mi mejor amiga y me manda directo a buzón de voz. La muy maldita debe de estar pasándosela a bomba en la playa con su nuevo novio, mientras yo me encuentro en un estado de depresión donde mi mejor compañía es un bote de helado.
Paso lentamente por un puente con una reja cubierta casi en su totalidad con candados, el solo hecho se me hace un poco cursi pero es una manera de demostrar ese amor incondicional que le tienes a una persona.  
Siguió caminando viendo mi objetivo principal, el pequeño bar de ebrios, simplemente quiero olvidar y que mejor que un par de copas, tal vez eso cambie por completo mi estado de ánimo.
Al llegar a la entrada del lugar, parte de mi dice que me aleje, mi instinto de supervivencia es mayor de lo que podía creer, pero sin hacer caso a ese mal presentimiento me adentro a paso rápido en el lugar.
Cuando logro ver a las personas que están dentro me doy cuenta de mi error monumental, técnicamente el noventa por ciento de los clientes que se encuentran en el lugar son hombres, y a juzgar por su aspecto no son agradables.
Sigo caminando hasta sentarme en una silla cerca de la barra e ignorando algunos comentarios vulgares que estos viejos me lanzan, quisiera partirles el hocico a todos para que dejaran de aullar, como si no se entretuvieran lo suficiente con las meseras.
Las primeras copas se pasan tan rápido que ni me doy cuenta de lo que sucede a mi alrededor, estoy más que segura de que el alcohol no ha hecho el efecto que deseaba, así que por más que pido copa tras copa sigo consciente de lo que sucede en mi entorno y mis pensamientos siguen siendo tan sobrios que finalmente suelto un largo suspiro de derrota.
Pago la cuenta y salgo del lugar a paso rápido viendo de reojo que ningún sujeto extraño me siga. Afortunadamente nadie lo hace.
Regreso al bendito puente de candados y me siento para ver como la vida de algunas personas transcurre lentamente, el enrejado esta tan lleno candados que pienso que sería muy difícil encontrar un lugar vació en donde poner el tuyo.
Recargo mis codos en mis rodillas y mi cabeza en mis manos, viendo cómo pasan las personas riendo y una que otra señalando un candado, gritando triunfalmente que el suyo no ha sido cambiado.
De pronto la imagen de un chico atrae mi mirada como un imán al hierro. Me quedo viendo como busca un lugar con la mirada, teniendo un candado en su mano y un rotulador rojo en la otra.
Sonríe alegre de ver un espacio vació y coloca su candado escribiendo su nombre y el de su pareja en una hoja de papel, cerrando el candado y tirando la llave al agua del puente. Se aleja dos pasos hacia atrás y contempla su obra de arte, maravillado por algo que desconozco.
Sin más que hacer guarda el rotulador en su gabardina gris y se va del puente con una sonrisa pegada en su rostro delgado, rascando sus ojos cafés como la miel y alisando su pelo achocolatado, sin duda ese sería mi chico ideal y de sueños.
Vuelvo la vista hacia su candado y camino pausadamente, teniendo en cuenta de que él ya no se encuentre cerca del puente. Al comprobar que no hay nadie cerca me inclino y veo su nombre escrito junto con el que sería su compañera de vida.

William Hutcherson y Blake Jensen

Me quedo contemplando un momento el candado con los nombres escritos, me giro sobre mis talones y comienzo a caminar apresuradamente, puede ser que algún día me arrepienta de hacer este pequeño acto de vandalismo pero a estas alturas lo que más me preocupa es de no sacar la preocupación y angustia que tengo dentro.
Llego a la papelería más cercana y compro unas cuantas hojas de colores y un rotulador rojo, es horrible y lo sé pero lo único que me preocupa es que alguien vea lo que estoy a punto de hacer. Pago las pocas cosas que compro y camino de regreso al puente.
Busco con la mirada el candado más reciente y cuando doy con él las cosas se vuelven más confusas de lo que eran en un principio.
Arranco la hoja que él escribió y la arrugo guardándola en mi bolsillo, tal vez, solo tal vez el alcohol que hace una hora consumí me está haciendo el efecto, provocando que haga cosas estúpidas e irracionales.
Corto un pedazo de hoja y comienzo a garabatear con mi mejor letra los nombres que quiero poner en ellos, por un momento no pensé en Jason y por un momento me sentía malvada y con el poder.
Cierro la tapa del rotulador y pego la hoja al candado, me alejo dos pasos con él lo hizo y me quedo viendo el candado, es ilógico que ese chico quede flechado de mí por un simple truco o tradición de puente, es simplemente incoherente, aunque eso me dé una pequeña esperanza.
Guardo el marcador en mi bolsillo y tiro las hojas – incluyendo la que él escribió – en la basura y sigo mi camino hacia mi departamento, creo que ahora tengo más paz de la que no he tenido en tres días.
Y después de todo sin poder dejar de pensar en los nombres que escribí en la hoja, haciendo que la culpabilidad recorra mi cuerpo:  

Holo(?: