Treinta días (por dos) |Zayn Malik|

Día uno: Recapitula.

Primero de septiembre del 2013. 

Primero vayamos recordando un poco lo que pasó en la temporada pasada, cosa que puedan involucrarse mejor en ésta que tendrá sus grandes y largos capítulos. Por un lado tenemos a Michelle proponiéndole a su jefe el convivir juntos bajo el mismo techo. Ella aprovechándose de cada situación posible, él queriéndola asesinar también en cada situación posible. Las cajas de cartón, el cortado, oficiar de delivery, las discusiones constantes, los tres meses que todavía le sigue debiendo, el ángel sin alas (el cual el protagonista de ésta historia se enteró del suceso pero no pegó el grito en el cielo, solo rió), la humedad en la casa del vecino (con el cual todavía se siguen manteniendo conflictos de todo tipo), las fiestas empresariales y sacar el sushi del menú para suplantarlo por empanadas, el quedar presa por ir en busca de un diario íntimo, entre otras cosas que llevaron a discusiones infinitas. 

Pero después, al mismo tiempo, tuvimos los acercamientos, el descubrimiento del color ámbar en los ojos de él los días de lluvia, el ser alérgico a la pimienta, las confesiones respecto a los sufrimientos vividos en el pasado, el darle la bienvenida al amor, el que los dos lo acepten (con ayuda de sus amigos, claro), los impulsos y los besos robados, las noches de amor, lo confuso, el irse de casa, el volver y enroscarse en la cama. Entonces gritarle al mundo que la empleada y su jefe se enamoraron (lo cual llevó a una pelea de arranques de pelos con Rebecca, la secretaria odiada y detestada por todas las lectoras y la autora) y disfrutar de ello como lo jóvenes que eran. 

Actualmente, en éste nuevo año, podemos decir que sus vidas cambiaron bastante. Por un lado, tenemos a un Zayn que dejó de lado el traje y corbata para calzarse el jean y camisa (o chomba, o remera) e ir casi todas las mañanas por el mismo trayecto para llegar a otra empresa, un poco más pequeña, donde su trabajo es el de un columnista en el diario de la ciudad que sale todas las mañanas a la misma hora en todos los puestos de chapa color verde que hay cada dos calles. Todavía sigue manteniendo ese hobby de crear historias de amor en su netbook, pero disfruta mucho el también escribir para un periódico. Aprendió a reírse más de las macanas que se manda su novia, por eso verán que no se pelea con ella por ciertas pavadas, sino que se suma a los gritos o al quilombo, o sino decide reír porque le sale mejor. Zayn se reúne más tiempo con sus amigos y disfruta muchísimo el estar con ella. Ella que lo hace feliz.

Y Michelle… bueno, Michelle no cambió mucho de una temporada a la otra. Sigue siendo la misma persona torpe, que no mide las consecuencias de las cosas que hará, y que no piensa, sino que va a la acción. Michelle está cursando las cuatro materias que le quedan de diseño gráfico, como a ella tanto le gusta y como él le pidió que terminara esa carrera para el día de mañana poder trabajar de ello. Y si de trabajo hablamos, Danielle, una de sus tantas amigas (porque no nos olvidemos que Michelle tiene amigas hasta cuando levanta la tapa del inodoro) se adueñó de un bar que queda en la avenida principal y ni siquiera le pidió el curriculum, solamente le ofreció el puesto de ayudante y camarera y allí está ella, llevando bandejas ante pedidos de la gente. ¿Preguntan si alguna vez se le cayó algo? Y sí, obvio, sino no es Michelle.

-¿Sabes que estaría buenísimo? –ella con su delantal negro, la pechera roja y el gorro en forma triangular también negro. 

-¿Qué? –Danielle está del otro lado de la mesada, sacando cuentas. 

-Unos patines –agarra una banqueta y se sienta para descansar. De mientras cotillea lo que su amiga anota en lápiz. 

-Se te caen las cosas a pie, no me quiero imaginar con patines –Danielle amplía los ojos mientras no deja de escribir y Michelle solo le golpea el brazo, insinuándole un qué hambre. 

-Estaría bien. Facilitarías mucho el trabajo. 

-Eres vaga, eh –la mira y ella ríe- toma, lleva esto a la mesa siete –le alcanza la bandeja con dos jugos de naranja y dos tostados gigantes. Michelle primero verifica la lejanía de la mesa y bufa cuando se da cuenta que es la última, la que está contra la ventana, al lado de la entrada. Pero va, simulando todo con una sonrisa y entregándoles el pedido a esas dos muchachas quienes les agradecen. 

-¡Mátame! –Michelle está buscando cambio en la caja registradora cuando la puerta del bar vuelve a abrirse y se encuentra con la figura de Rebecca. Recapitulen. 

-¿Qué? –Michelle llega caminando tranquila, desde la cocina, con dos platos de porcelana color blancos. 

-Mira ya para allá –ella se da vuelta, para que su ex secretaria no la reconozca. 

-¿Qué? ¿Qué hay? –Danielle espía por encima de los hombros de su amiga. Claro, ella no llegó a conocer a Rebecca. 

-La de la mesa nueve ¿la ves? –ella asiente- era la secretaria de la empresa.

-¡Nah! –y Dani quiere reír, pero no lo hace- ¿la secretaria de Zayn? –Michelle asiente- ¿la que te hacía la vida imposible? –otra vez- ¿la que le tenía ganas a tu chico? –ídem. 

-¡Sí, esa! –porque Michelle no tiene ganas de recordarla. Hacía mucho tiempo que no la veía y la había perdido de vista- ve tú.

-¿A qué?

-Ve a atenderla tú.

-Ese es tu trabajo, nena –la empuja del hombro y la corre para acomodar los platos en pila, en una punta. 

-Si voy, le tiro el pedido en la cabeza 

-Okey, voy yo –Michelle sabe amenazar. 

Por otro lado, tenemos a Zayn tecleando frente a su computadora no portátil dentro del trabajo. Hay aire acondicionado por lo que no sufre tanto el calor (entiéndase que el aire se adapta al clima). Está estresado y esto de ser columnista le lleva un tiempo indeterminado, pero le gusta, le divierte. Cuando se masajea el cuello, porque ya le está doliendo de siempre permanecer en la misma pose, se percata de que en el reloj figuran las seis y media de la tarde y debe retirarse en ese mismo momento. Cierra todos los programas abiertos y apaga el equipo. Saluda a sus compañeros con un nos vemos generalizado, agarra su mochila negra, la cuelga al hombro y sale en dirección a tomar el colectivo (se quedó sin auto a causa de un choque contra un árbol que produjo la mismísima Michelle cuando quería aprender a manejar para conseguir su licencia). Apoyado contra el poste azul y blanco, bufa porque hace quince minutos que está ahí parado y quiere, necesita y desea estar en su casa. El problema es que cuando éste llega, está lleno. Y no, no va a dejarlo pasar porque no quiere volver a esperar otros quince minutos. Se aplasta contra todos los sujetos que están ahí adentro y le implora a la señora que está delante de él que le saque el boleto porque no llega a la máquina. La mujer le concede el pedido pero no lo miró con muy buena cara. A todo esto, súmenle que, a mitad de viaje, se larga a llover y el colectivo se descompone y todos están obligados a bajar para subir al que viene atrás (el cual no viene). Zayn termina caminando bajo la lluvia las doce cuadras que lo separan de su casa.

-¿Te agarró un huracán? –ella ni siquiera le dice hola. 

-Algo así –tira la mochila a un costado de la puerta y se mira de pies a cabeza. Ella también lo mira de pies a cabeza. 

-Estas un poquito empapado –pero Michelle se ríe de él, siempre- toma –le alcanza una toalla para que se seque el pelo. 

-Gracias –casi ni se le escucha cuando lo dice. Se sienta sobre el sillón blanco y suspira varias veces. 

-¿Qué pasó? –ella se acomoda a su lado. 

-Estrés 

-¿Estrés? –y la caradura se ríe- ¿estrés de qué, tonto?

-¿Vinimos graciosas del barsucho? 

-¡No le digas así! –le golpea apenas la espalda. Es que Michelle quiere mucho a ese bar del cual es una empleada afortunada. 

-Estoy cansado. Me estresa el viajar tanto, que el bus tarde treinta horas en venir, que esté lleno de gente, que te miren con cara de culo cuando pides el boleto… ¡¿el boleto, entiendes?! –Michelle ríe y él también. 

-Si tuvieras el auto, todo esto no te pasaría –es guacha (bien lo saben) y sabe que ella tiene la culpa de que el vehículo no esté más estacionado en la puerta de la casa- ¡bueno, hey! Tranquilo –se sube al sillón, arrodillándose detrás de él para masajearle la espalda. Él cierra los ojos para disfrutar de ello- piensa que ya estas en casa, que yo también estoy aquí, que la comida se está preparando y… no sé, pero la carne va a tardar un poquito en cocinarse –acerca la cara a su oreja- ¿tú dices que llegamos? –Zayn sonríe y la mira de reojo. 

-Agárrate –él se levanta, llevando las manos debajo de la cola de ella para que Michelle pueda enrollar las piernas desde la espalda de él e ir cabalgando hasta la habitación. Bien saben que a ellos dos les encanta demostrarse cuanto se quieren, sino recapitulen.

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