looking for some fun {audiciones abiertas.

Los agobiantes golpeteos de su desaforado corazón, y las sudorosas palmas de sus manos, hacían todo evidentemente más difícil de soportar.
¿Cómo debería decirle a su familia que estaba quedando ciego? ¿Cómo reaccionarían? Probablemente, de la misma manera que había reaccionado él frente al diagnóstico del Dr. Knight. Fue simplemente un severo estado de shock, donde el minutero del reloj no parecía avanzar, y el salir corriendo de la oficina del oftalmólogo no solucionó nada. Había dejado al Dr. Knight con miles de palabras en la boca, ya que apenas el hombre soltó el gélido: “Estás sufriendo de una ambliopía, Nialler”, el corazón del muchacho rubio comenzó a latir en frenesí, y con sus piernas retardadas y temblorosas, se alejó del lugar; llevándose consigo sus azulados y débiles ojos, que empezaban a escocer y a lagrimear.

Habían pasado casi tres horas desde que se había dado cuenta de que sus ojos dejarían de ver el mundo en un lapso indefinido de corto tiempo. Niall se encontraba sentado fuera de la clínica, a plena intemperie nocturna; los pasillos del interior se vaciaban a medidas que el reloj ya estaba a punto de marcar las 23 horas. Simplemente no quería llegar a su departamento, a dejar que su llanto batallara contra una almohada sin sentimientos. ¿A quién le lloraría? Sus padres no eran una buena opción. Niall ya tenía veinte años y no vivía con sus padres, asistía a la universidad, y hacía todo lo que cualquier chico normal haría a esa edad, y claramente, la idea de decirles a sus padres que sufría de un catastrófico caso de ambliopía, le volvía demente. No cargaría con problemas a sus progenitores. Definitivo.

Entre el suave sonido que emitían los grillos, de pronto a sus oídos llegó un melodioso tarareo de alguna canción que no era capaz de reconocer, por lo que elevó su humedecida vista y vio salir del hospital a una muchacha. Ésta parecía tener los ojos cerrados al mismo tiempo que musitaba la letra de la canción. Niall, con la extrañeza reflejada en su rostro, la miró fijamente por unos segundos; ver a una chica rubia, disfrutando de la música en plena noche, no era algo que se veía comúnmente.
La chica se detuvo abruptamente, y entonces, abrió sus ojos marrones, para luego plantarlos en su observador.

—Hey—Sonrió ella. Niall, aún más extrañado, dibujó en su rostro la sonrisa más rara que alguna vez pudo regalar. La chica soltó una risa y tomó asiento junto a él—. Un chico llorando no es algo que se ve todos los días.
—Una chica cantando, definitivamente no es algo que se ve todos los días—Espetó él con tono ofendido. El hecho de que la muchacha no tuviera ni la menor idea de lo que realmente pasaba, le carcomió por dentro y puso sus nervios de punta.
—En fin—La rubia se encogió de hombros desinteresadamente—. Ya sabes, yo siempre digo que después de la tormenta…
—Viene la calma—Continuó Niall, dejando que las palabras se deslizaran aburridas desde su boca. Por otra parte, la muchacha a su lado frunció el ceño, obviando su confusión.
—No, gran genio. Después de la tormenta, aparece un arcoíris.
— ¿Te estás burlando de mí porque soy irlandés y está esa estúpida historia de que los duendes esconden las ollas de oro al final del arcoíris?—Bufó el ojiazul. Esta vez, la muchacha se vio aún más sorprendida y el destello de sus ojos marrones se encendió aún más.
— ¿Irlandés? Wow, eso es genial—Rió ella, con una dulzura tan exasperante como encantadora.
—Mira, niña… No estoy de humor, ¿claro? Lamento ser grosero contigo, pero estoy pasando por un momento terrible—Admitió el rubio, con un nuevo nudo formándose en su garganta.
— ¿Qué te pasó?
—Estoy quedando ciego—Espetó, volviendo de sus labios una línea apretada—. Y no creo que sea algo que te incumba, niña.
—Oh—Musitó la muchacha, en un siseo preocupado—. Yo estoy pasando por una serie de exámenes, probablemente tengo leucemia—Explicó la rubia, con ese desinterés plenamente sorprendente.

Nialler estaba sufriendo por el simple motivo de que su vista desaparecería, pero la chica frente a él, seguía sonriendo, sin importarle que probablemente pudiese morir a causa de esa enfermedad tan temida por la humanidad.

— ¿Cómo puedes estar tan tranquila?—Niall se atrevió a interrogar.
— ¿Y de qué me serviría ser pesimista? —Respondió la rubia con una nueva sonrisa. Nialler, sin embargo, clavó su vista en el suelo, con las agobiantes ganas de romper  en llanto en cualquier segundo. Su vida se estaba cayendo a pedazos y estaba intercambiando palabras con una desconocida que quizá sólo estaba mintiendo respecto a su supuesta leucemia. Aún así, la muchacha que parecía no poder rendirse a sus propios intentos de hacer sentir mejor al rubio, no dudó en cumplir con su nueva meta—. Ponte de pié, te acompañaré hasta tu casa.
—Muy divertido—Masculló el rubio, colocándose de pié al mismo tiempo que ignoraba olímpicamente la mano extendida de la chica—. No necesito que me acompañes, no sientas lastima por mí. Además, apenas te conozco.
—Bueno, mi primer nombre es algo que no te diré. Pero todos me conocen como Liz Ostrower, tengo diecisiete años, me gustan las nubes y los chicos de ojos azules. Ahora me conoces, genial, ¿no crees?— “Me gustan las nubes y los chicos de ojos azules”. Niall escondió su rostro para ocultar el evidente rubor que se esparció por sus mejillas ya acaloradas. Era un chico fácil de elogiar. Claro, él tenía ojos azules, y a la insistente chica frente a él le gustaban esa clase de ojos. Era un dato incoherentemente interesante.
—Mira, Liz…puedo llegar a mi casa solo, gracias—El chico comenzó a mover sus pies en dirección contraria a la de la muchacha. Ella, por su parte, mantuvo su rostro relajado, sin ni siquiera arrugar el entrecejo.
—Esperaba que me dijeras tu nombre, pero eres difícil. Eres como los demás chicos, se hacen los interesantes porque son atractivos y se fijan en muchachas súper modelos. Sólo trataba de ayudarte, no me gusta ver gente llorar—La calma con la que Liz hablaba, hacía creer a Niall que todo se trataba de una broma. Y también que ella estaba loca, pero prefería creer más en la primera opción, puesto que ni él podía decir que estaba en toda su cordura.
— Tu corazón es muy frágil, eso será un problema, las personas te dañarán fácilmente—Dijo aquello como un consejo—. Mira, enserio agradezco lo que estás haciendo, pero puedo llegar a casa por mi cuenta—Liz estaba cruzada de brazos y asentía frente a cada acotación que Niall se esmeraba en hacer. No obstante, ella no borraba esa pequeña sonrisa bajo su nariz. El rubio no sabía que más decir, y la joven finalmente pareció rendirse e irse caminando por la gran calle con poca iluminación. Y así, la pared de ladrillo concreto que había construido Niall en el segundo en que recibió la mala noticia, terminó por derrumbarse con un simple toque de Liz—. Está bien, está bien…Soy Niall—La muchacha se volteó a mirarlo de nuevo, esta vez, con una sonrisa aún más resplandeciente. El rubio enganchó su mano alrededor de la muñeca de la joven, y prácticamente la arrastró con suavidad por el camino que dirigía a su casa, bueno…departamento.

La chica plantó su mirada divertida sobre el muchacho, y ya era obvio que la sonrisa no desaparecería.

— ¿Qué?—Indagó el muchacho al notar que la rubia tenía su mirada marrón sobre él.
—También me gustan los duendes—Respondió Liz con una sonrisa risueña.
—Oh, Lizzie…—Masculló Niall, sintiendo como sus mejillas ardían otra vez.

De esa manera se fueron caminando en un silencio cómodo, en donde Niall pensaba cómo era posible que existiera alguien más sonriente que él mismo en sus tiempos de alegría, y en donde Liz se imaginaba mil y un formas de comparar a Niall.

— ¿Liz?
—Dime.
— ¿Crees que tienes leucemia?—Nialler nunca fue bueno aprendiendo a controlar esos impulsos de un segundo, siempre solía hacer comentarios fuera de lugar en reuniones importantes o cosas que similares. Esta vez, lo hizo de nuevo.
—Es obvio—Liz levantó sus hombros y suspiró antes de hablar—. Te mentí.
— ¿Qué?—Niall lo sabía. Sabía que todo fue una mentira.
—No estoy haciéndome exámenes para saber si tengo leucemia…Ya la tengo. Esta cosa que tengo en mi cabeza—Apuntó a su desordenado cabello rubio—es una peluca. Tengo un extraño cabello de chico militar que prefiero ocultar. Nada lindo.
—Oh—Musitó el rubio ahogándose en su propio interior. No quería sentir lástima, jamás le había gustado sentirse mal por otras personas. Sabía que con sentirse apenado no conseguiría que la vida de la gente mejorara. Pero Liz era una muchacha que irradiaba alegría, y eso ya le daba motivos a Niall para comenzar a asesinar el tiempo, de tal manera para que ya no siguiera avanzando. De esa forma, él no quedaría ciego, y Liz seguiría con vida.
—Te ayudaré, Niall.
— ¿Cómo dices? No puedes ayudarme, no hay manera…
—Ya lo verás, ojos bonitos, ya lo verás.