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Kir nació un diecinueve de agosto, un día bastante lluvioso para ser el principio del verano. Nació en perfectas condiciones; era una niña guapa y sana. Con sus preciosos ojos azules celestes enamoró a sus padres.

Su familia no tenía mucho dinero durante los primeros 6 años de su vida, aún así Kira nunca se quejó ni pidió cosas que no podían comprar, solo se preocupada por reír y divertirse como una niña que era. En ocasiones en su casa había peleas, gritos, vasos rotos... Lo que hacía que ella se escondiera y cerrara los ojos fuertemente deseando que todo pasara. Todo por la escasez de dinero en su casa y por un sueño de una vida mejor. Pero, ni su madre ni su padre desistieron en el intento de darle una buena vida a su hija, y lo consiguieron.  

Salieron de ese bache que la vida les puso por delante. Su padre había conseguido un buen trabajo  en una famosa empresa y su madre en una empresa de venta de vuelos pero, eso conllevó a una consecuencia; dejar de lado a Kira. Ella no lo tomó a mal, sabía que lo hacían para poder sacarla hacia adelante y poder tener una mejor vida a la que habían llevado hasta ahora, así que decidió callar y seguir creciendo.

Cuando ella tenía diez años sus padres querían un niño pero, su madre había tenido cáncer de ovarios en un pasado y se los tuvieron que quitar para que no se propagara por todo el cuerpo y pudiera llevarla a una muerte segura y dolorosa. Así que decidieron adoptar a un niño de seis años llamado Jason.

Al principio Kira tuvo celos de la llegada de Jason, ya que sus padres estaban más en casa para poder cuidarle. Y claro, cuando ella quería que estuvieran siempre anteponían al trabajo, pero con la llegada de Jason fue al contrario. Los celos fueron disminuyendo a medida que veía que sus padres comenzaban a aburrirse de él y volvían a su trabajo. Ella adoptó el puesto de madre y padre a los 13 años cuidando de él y sobreprotegiéndole.

Los años pasaban y Jason veía más a Kira como su madre, como quien lo crio que como a una hermanastra. Ella no iba a fiestas ni se divertía como las jóvenes de su edad para no dejar a su hermano solo en casa. Nunca llegó a quejarse, le daba igual.

Con 16 años se rebeló contra sus padres, les echó todo en cara; desde el momento que dejaron de preocuparse por ella, hasta el momento que dejaron de preocuparse por Jason. A raíz de eso empezó a frecuentar malas compañías hasta que un trágico día abrió los ojos, pero ya era demasiado tarde para volver atrás.  

Un día de verano, con 17 años la invitaron a una fiesta a la playa. Ella no se lo pensó dos veces para ir. Esa noche bebió demasiado y, en una completa locura se subió al coche de un “amigo” y decidieron dar una vuelta. Él iba muy colocado y comenzó a pisarle al acelerador más de la cuenta. Sin ver por donde llegaba el coche, impactaron contra él. Su “amigo” salió medio ileso –algunos golpes y costillas rotas-– de ese accidente, ella no. Al coche volcar se le atravesó por la garganta uno de los limpiaparabrisas que con el golpe se había soltado y había volado hacia su garganta. A partir de ese día no podría volver a hablar nunca más.

Después de eso se dio cuenta con quiénes se había estado juntando, así que dejó de juntarse con ellos y volverse a preocupar por su hermano –que en ese tiempo lo había dejado un poco de lado. Sus padres comenzaron a preocuparse otra vez por ella pero, Kira pasaba de ellos. Tuvo que quedarse muda para que se preocuparan por ella, y eso no lo aceptaba ni lo aceptaría nunca.

Aprendió con dificultad a hablar con señas. Aunque, normalmente escribía en una libreta o pequeña pizarra lo que tenía que decir. Jason fue el único en apoyarla y estar con ella –quitando a sus padres. Jason aprendió a hablar con señas para que a Kir le resultara más fácil comunicarse con él con señas que escribiendo.

Dejó de lado todo lo que había conocido hasta ahora y se volcó completamente en su hermano y en que a él no le pasara como a ella. Dejando de lado a sus “amigos” y padres. Dejando de lado a todos menos a Jason.

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