unlucky {novela colectiva}

Balthazar Garner: Beyond a simple reality.

Las notas tristes y deprimentes que transmitía un piano roto, viejo que se encontraba en manos de un desolador huésped dentro de su oscuro corazón. Intuía que había caído en una trampa y quiso huir. Hiso un enorme esfuerzo, pero era tarde: su cuerpo ya no le obedecía. Se resignó a presenciar lo que iba a pasar, como si fuera un acontecimiento ajeno a su persona. Posteriormente era más un show previsto que otra cosa. El hombre aquel comenzó a transformarse en pájaro, en un pájaro de tamaño humano. Empezó por los pies: vio cómo se convenían poco a poco en unas patas de gallo o algo así. Las notas abatidas cada vez más insondables y esquizofrénicas. Balthazar se escondía bajo la pila de escombros y guardaba silencio para no llamar la atención.

La clase de teatro comenzó a dar eufóricos aplausos y gritos chirriantes a exposición de una horrible obra de supuesto terror. No obstante, era ridículo el que estuviera allí solo que ya tenía pensado una cuartada; espiar a una castaña, reitera, la castaña que llamo su estúpida atención cuando sin querer derramo todo su liquido sobre sus favorables circunferencias. Aun es memorable en su cabeza el leve rubor que derramo sus mejillas, y causante a ello; la mejilla del castaño yacía roja cuando esta había escapado hecha huracana. En realidad ni siquiera fue su intención, tan solo un simple descuido de su parte. Aunque su propósito era referir el ataque con tranquilidad, para no agravar la situación irritando a la chica con una reacción demasiado violenta (lo que podría inducirlo a hacer algo todavía peor), comencé a contar mentalmente, rezando porque la clase de teatro terminara de una buena vez.

— Hablo en serio, Lía —le susurro Emma colgando su brazo en su hombro, que de inmediato lo bajo sin restarle importancia al asunto.
— Es sencillamente ridículo, Emma.

Ambas chicas susodichas caminaban lentamente hasta los vertieres, ya que los papeles que interpretaban solo eran secundarios, por lo que tomar vestimentas de la ocasión era su deber. La muchacha estaba próxima a la risa. Pensó que el mundo se le venía abajo, sin que el atinara a nada tranquilo o eficaz. Se encontró diciendo algo que después le avergonzaría reiterar.

La vio caminar hacia la salida con paso firme, y se dijo a si mismo que había llegado la hora que tanto había anhelado con ansias desde que había pisado el teatro. Juzgué a ojo que debería abarcar unos veinte metros de frente; este cálculo aumentó el malestar que tenía. Pero ahora no tenía tiempo de entregarse a ese sentimiento: ya se torturaría más tarde, con tranquilidad.

— Yo de ti no iría —dijo una voz burlona a su costado y tuvo que rodar los ojos antes de darse cuenta de la presencia de Louis. El sonrió con suficiencia, como si molestar a su mejor amigo fuera el mejor honor.
— ¿Por qué no? Según tú —contesto Balthazar a su pesar, y se levantó del piso de tablas, estirando cada extremidad de su cuerpo.
— He escuchado que la chica tiene problemas en su familia. No querrás entrometerte en eso, ¿verdad Balt? —pregunto con cierto cinismo en su voz, pero el castaño lo dejo pasar— Eres un buen chico, desgraciadamente… Encontraras algo mejor, amigo.
— ¿Quién lo dice? —rio entre dientes— ¿El chico que vive pendiente de una chica que no lo mira? ¡Dios mío, Beckett! Eres un As.

El ojiceleste rodo los ojos, pero en cambio camino con fuertes zancadas hacia la puerta de emergencias, allí bajo la luz del sol; se reflejó la pequeña sombra de Venecia. Enérgicamente, se penetro bajo la misma luz y descendió por el pasillo de Lancock White. Estos personajes como muchos que no haya tenido el molesto trabajo de conocerlos no dejan de murmurar de él y sus tatuajes. Aunque su autoestima este por los cielos, le molesta que la gente hable a sus espaldas, en especial cuando estos creen ser el centro de atención todo el tiempo. Naturalmente uno creería que todo es simple lógica comparativa, donde lo común es casi siempre la misma rutina parcial. Los acontecimientos son los mismos, las sectas son igual de estúpidas y el rango aumenta.

Al llegar al piso tercero, vio que otra persona salía, lo que computaba un poco la situación; caminando con lentitud espero que el otro entrara en una de las oficinas mientras Balthazar todavía caminaba a lo largo del pasillo. Entonces respiro tranquilo; dio unas vueltas por el corredor, fue hasta el extremo, miro el panorama por una ventana, se devolvió y llamo por fin a la chica que hace un rato había pasado por su lado.

— ¡Hey!

Su cabellera se movió al mismo tiempo que el eje facial. Ojos de un marrón muy parecido al del castaño, con un brillo intenso y hermoso. Cejas no muy pobladas, que le daban cierta fragilidad a su bello rostro. Nariz no muy pequeña y una enorme sonrisa impecable. Casi cae cuando esta se acercó a él y tuvo que sostenerse de la baranda.

— ¡Hey! —sonrió ella con ternura, algo que devasto su malhumor y no pudo evitar sonreír de la misma forma.
— Soy Balthazar —dijo estirando su mano, igualmente ella lo correspondió.
— Soy Georgiana, pero me dicen Gio.

El castaño mostro sus dientes delanteros con mucha amabilidad y beso su mejilla. Esta se sonrojo y nuevamente se dispuso a seguir su camino a la oficina del director en busca de explicaciones sobre sus exámenes. Examino las primeras posibilidades de invitarla a salir, pero las abandono de inmediato; la castaña era la chica de Louis. Desde que habían llegado a Lancock, el ojiceleste había presentado una extraña actitud al dirigirse hacia ella. Para su suerte ambos están en la clase de Química, algo que se ve en cursilerías típicas.

Camino con las manos en los bolsillos por el pasillo solitario, esperando no encontrar algún maestro que lo regañase por suspender clases. Bufo para sí mismo y tiro su mochila a la deriva. Sin duda este momento sería perfecto para pensar y aclarar su mente poco agraciada. Se levantó para echar un vistazo a la biblioteca. De pronto tuvo la impresión de que alguien lo observaba en silencio a sus espaldas. Se dio vuelta y vio a una chica en el extremo opuesto del patio: era alta, delgada, tenía una hermosa cabellera. Sonreía mirando hacia donde él estaba, pero en general, sin precisión.

— ¿Usted es Garner, no? —me dijo con cordialidad, extendiendo su mano.
— Sí, pero lamentablemente no sé su nombre.
— Ellie Trésor —estrujó firmemente su mano? Un placer conocerte.

El castaño sonrió con cierta desconfianza, pero para su imaginación la chica ya le habría echado el ojo. No obstante, era comprensible que le atrajera su físico ya que es un hombre de pocos perder. Dedujo en su yacente corazón, permitirse una distracción de esa forma, más sin embargo se golpeaba el trasero mentalmente. Primero Lía, después Gio y ahora Ellie.

— Que lindo… —susurro distraído— Entonces, creo que es hora de que busque mi segunda clase… No quiero llegar tarde.
— Sí claro —rio la chica— Nos vemos entonces.
— Sí, adiós —murmuro cuando esta ya había desaparecido entre toda esa aglomeración. Suspiro inquisitoriamente y empezó su trayecto de ida a un lugar que ni el mismo tenía idea.

Más allá de mi memoria se encontraba Louis coqueteando con Georgiana, quién al parecer no le agradaba nada sentir el más mínimo respiro del castaño en su rostro. Se veía molesta a simple vista y más allá de estos podía notar a otro chico espiándolos… Un momento, ¡¿qué demonios..?! Pensó Balthazar. Un chico adolecente muy peculiar y muy atractivo, elegante y muy predominante. Ojos celestes y cabello castaño casi llegando a un café muy claro. Creyó por un momento que estaba viendo un espejismo o algo en particular. ¡Gemelos! Sí, en efecto, pero… ¿cómo? La cabeza le daba vueltas.

Ambos jóvenes se dieron vuelta captando sus miradas de sorpresa. Ni siquiera estaba seguro de como pero de alguna forma ambos se dispersaron entre tanta gente sin el más mínimo interés de su extraño semejante igualdad físicamente. Evidentemente no habría forma de recordárselo a Louis, de cualquier forma se enfadaría y solo maldeciría el momento en que lo vio.  

Podría reservarme los motivos que me movieron a escribir estas páginas de confesión; pero como no tengo interés en pasar por excéntrico, diré la verdad, que de todos modos es bastante simple, pensé que podrían ser leídas por mucha gente, ya que ahora soy célebre; y aunque no me hago muchas ilusiones acerca de la humanidad en general y de los lectores de estas páginas en particular, me anima la débil esperanza de que alguna persona llegue a entenderme. AUNQUE SEA UNA SOLA PERSONA.

El maestro les había puesto una prueba a todos, era hora de demostrar de que estaban hechos y sí su futuro sería de un escritor o escritora. De manera que la extrovertida forma de redactar y la imaginación que fluye en Balthazar tan solo tardo segundos para que todo comenzara a fluir. Aun que era una lástima que todos no tuvieran la misma satisfacción, para su mala suerte; todos tenían otra cosa mejor que hacer, como mirar a Lorraine Van Hulton como si fuera la diosa más hermosa. El centro de atención, y acompañada de su querida amiga Prislie Frey, una chica muy atractiva. Posteriormente ignorarlas es una dificultad muy grande, ya que precisamente la rubia está dispuesta a coquetear con Balthazar.

— Soy Lorraine —la rubia se posó sobre sus piernas— Pero puedes decirme Lorrie, cariño.

Sonrió, sonrió de una manera que solo él pudo captar. Una simple sonrisa que contraía más allá de una advertencia, había más problemas de los que cualquier puede pensar de una chica. Ella sería un gran problema, uno enorme.

Alina Delacour, a good girl.