finales felices. {nc}

Sentada en el ventanal de mi habitación que da a la calle, vi a los vecinos de enfrente —una pareja de jóvenes— prácticamente teniendo sexo en su garaje sobre su coche. Se restregaban como si no hubiera día ni noche, él parecía que atravesaría la ropa en cualquier momento, ella, encantada de placer. Apenas se les escuchaba, solo algún que otro gemido, nada del otro mundo.

Llevaba tiempo sin tener ninguna relación sexual que involucrara algo más que unos dedos o una máquina con pilas. Ninguno merecía que gastara mi tiempo —y clímax— en ellos. También es verdad que solo buscan su propio orgasmo y no el de la chica. Egoístas..

Seguí mirando a la pareja a través de mi ventanal. La chica estaba con la espalda apoyada en el coche y abierta de piernas enrollando con ellas por la cintura a su pareja, mientras éste último, masajeaba y besaba todo el cuerpo de ella. Sin pensarlo dos veces mis dedos se dirigieron a mi sexo, el cual comenzaba a calentarse cuanto más veía a la pareja, cerré inconscientemente mis ojos al pasar mi mano por encima de mis pantalones mientras rozaba mi volcán. Abrí mis ojos justo a tiempo para ver como él agarraba a la chica por el culo mientras se besaban y entraban dentro de su casa a terminar lo que empezaron.

—¡Hijos de..! —Gruñí muy fuerte mientras apartaba mis dedos del lugar insatisfecho. Segundos después se abrió la puerta de mi cuarto.
—Keith, ¡qué te tengo dicho de gritar palabrotas! —Gritó mi madre con una mano apoyada en el pomo de la puerta—. Una señorita no debería de decir esas cosas.

Bufé enfadada por no poder tener una familia normal. Mi familia era muy cristiana, tan cristiana que querían —y pensaban— que llegaría al matrimonio virgen. Si enseñaba un poco la parte superior de mi pecho, se volvían locos. Que locura, ¿no? Si ellos supieran que me cambiaba la ropa una vez fuera de casa..

Mi madre pasó su mirada por toda la habitación hasta pararse en un punto. Sus ojos rápidamente se abrieron y su boca se formó en una gran o, cada vez se ponía más pálida mientras avanzaba. Seguí sus ojos y encontré con que me había dejado el libro de 50 sombras de Grey sin esconder.

Rápida me levanté del ventanal y llegué a él antes que mamá. Lo cogí y lo escondí tras mi espalda.

—¿Qué es eso, Keith? —Me miró furiosa—. Solo espero que no sea ese famoso libro erótico lleno de pecado —no respondí inmediatamente por lo que ella supo que sí era ese.
—Mamá… —mis palabras se quedaron en el aire cuando noté su palma dar contra mi mejilla derecha. Incrédula, sin mirarla, pasé a su lado y salí de casa lo más rápido que pude sin creer que me había levantado la mano.

*

Llegué a un campo en medio de un pequeño bosque. Siempre que quería estar sola o leer con tranquilidad me venía a este sitio. Me tumbé y con el libro aún en la mano lo abrí por la página que me había quedado. Siempre me apuntaba la página en la muñeca de la mano así que no tuve problema en seguir leyendo por donde me quedé.

Hace una pausa para bajarme despacio las bragas. Me retuerzo en sus piernas, no porque quiera escapar de los golpes sino porque quiero más… liberación, algo. Sus caricias en mi piel sensibilizada se convierten en un cosquilleo de lo más sensual. Resulta abrumador, y empieza de nuevo. Unas cuantas palmadas suaves y luego cada vez más fuertes, izquierda, derecha y abajo. Oh, esos de abajo. Gimo.

—Buena chica, Keith —gruñe, y se altera su respiración.

Me azota un par de veces más, luego tira del pequeño cordel que sujeta las bolas y me las saca de un tirón. Casi alcanzo el clímax; la sensación que me produce no es de este mundo. Con movimientos rápidos, me da la vuelta suavemente. Oigo, más que ver, cómo rompe el envoltorio del condón y, de pronto, lo tengo tumbado a mi lado. Me coge las manos, me las sube por encima de la cabeza y se desliza sobre mí, dentro de mí, despacio, ocupando el lugar que han dejado vacío las bolas. Gimo con fuerza.

—Oh, nena —me susurra mientras retrocede y avanza a un ritmo lento y sensual, saboreándome, sintiéndome.

Es la manera más suave en que me lo ha hecho nunca, y no tardo nada en caer por el precipicio, presa de una espiral de delicioso, violento y agotador orgasmo. Cuando me contraigo a su alrededor, disparo su propio clímax, y se desliza dentro de mí, sosegándose, pronunciando mi nombre entre jadeos, fruto de un asombro prodigioso y desesperado.

—¡Keith!

Me levanto con el corazón a mil, con su voz aún revotando por mi cabeza y con las bragas empapadas. Tengo el libro sobre mi estómago, boca abajo. Lo he soñado, lo he soñado todo. Y, mientras comienzo a levantarme para irme a mi casa, una sensación de anhelo se propaga por todo mi cuerpo satisfecho.

Hermanita, me has echo casi llorar con tu capítulo.
Dios que perfección y que drama a la vez. ¡Que de sentimientos!
Escribes genial, y esta novela va a ser la mejor.
Te quiero hermanita mayor.

TU.
CAPÍTULO.
HELENNA.
OMFG. DIOOOOOOOOOOOS ES ES ES SERSO POR TODOS LADOS dios, dios, dios LouisChristian Grey te viene de perlas. Woho, yo quiero que nos conozcamos y que hablemos entre nosotras y lleguemos a la hechizera esa. ¿nou?