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Argan, El Fin Terrestre

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Argan, El Fin Terrestre  Empty Argan, El Fin Terrestre

Mensaje por L. M. Daniel Mar 07 Oct 2014, 7:54 pm


Ficha de la serie


• Titulo: Argan, El Fin Terrestre 
• Autor: L. M. Daniel

• Adaptación: Totalmente original, llevo algunos años desarrollándola en mi mente.
• Género: Ciencia ficción y fantasía 



• Advertencias: Violencia. 
• Otras páginas: http://arganbooks.wix.com/argan 





Sinopsis 


Es el año 2073, la Tierra vive sus últimos días, las tres naciones luchan por sobrevivir. Esa esperanza que tanto anhelan la han encontrado en sus avances tecnológicos. Algunos lo llaman el “El arma definitiva” y otros lo conocen como Marc.
Marc es un joven de 16 años que ha vivido toda su vida en Clenford, una ciudad industrial, en la que “libertad” es una palabra desconocida.
Tras haber perdido su familia y amigos se decidirá por enfrentar a quien se los arrebataron. Pero descubrirá, que por el momento, lo más importante es asegurar la vida de las personas que han sufrido por la corrupción de las naciones, y aquellas que realmente pueden hacer una diferencia.
Un genio de la informática, una tiradora innata, un hombre de extraordinaria fuerza pero de gran corazón, un líder por naturaleza y un Heasenshi de sobresaliente talento con katanas. Es el grupo y amigos que acompañaran a Marc en su lucha.


----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Hola! Soy L. M. Daniel ya llevo un tiempo que inicie este proyecto. Ahora, si ya leyeron la sinopsis de mi historia ficticia que esta arriba y les llamo la atención, entonces pesasen a mi web donde seguiré publicando semanalmente esta historia, ademas encontraran novedades y material extra de Argan: http://arganbooks.wix.com/argan. 
Si aun no se convencen entonces dejare los primeros capítulos en un comentario. Gracias!!   


Última edición por L. M. Daniel el Mar 07 Oct 2014, 8:08 pm, editado 1 vez
L. M. Daniel
L. M. Daniel


http://arganbooks.wix.com/argan

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Argan, El Fin Terrestre  Empty Re: Argan, El Fin Terrestre

Mensaje por L. M. Daniel Mar 07 Oct 2014, 7:58 pm

PD: No tengo ni la mas mínima experiencia de publicar posts en html, por eso el formato tan feo.
L. M. Daniel
L. M. Daniel


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Argan, El Fin Terrestre  Empty Re: Argan, El Fin Terrestre

Mensaje por L. M. Daniel Mar 07 Oct 2014, 8:04 pm

           Argan             
El Fin terrestre
 
I
La Formación
Es 2073. El planeta vive sus últimos días. El mundo es un caos, un lugar fúnebre y oscuro. Los cielos son negros, al igual que los mares. La tierra es infértil y con puntos muy elevados de erosión. Los polos se han derretido casi por completo, si no fuera por la tecnología humana que logro detener el proceso de derretimiento. Pero esta astucia no es suficiente para detener la autodestrucción. La mayoría de las penínsulas e islas del planeta desaparecieron por el aumento del nivel del mar con la gran cantidad de glaciares derretidos. Las áreas forestales se han extinguido causando que la población humana viva con oxígeno producido artificialmente.
 Las únicas zonas no pobladas son grandes desiertos, los cuales se les suele llamar “zona de la muerte”, porque ni una persona es capaz sobrevivir más de una hora en ellas sin el equipo necesario. Mientras en las zonas pobladas solo hay grandes ciudades en su máximo punto de contaminación y delincuencia. Menos de la mitad de la población de esas ciudades, viven todos sus días encerrados en departamentos por el temor que se tiene a los exteriores. El único tipo de alimento que existe es comida clonada, esto es debido a que los alimentos no se pueden cultivar, siendo ésta solo comida en reserva o enlatada. Lo que queda de la población, viven como delincuentes en edificios abandonados, enfrentándose diariamente en una batalla por sobrevivir. Utilizando de por vida mascaras especiales para purificar el aire del exterior. A menos que se encuentren dentro de un edificio con aire tratado, la máscara es obligatoria, si no quieren morir en cuestión de horas por alguna enfermedad respiratoria.
 Otras zonas pobladas son las ciudades industriales, caracterizadas por su gran cantidad de industrias, que causan un nivel más alto de contaminación en todos los sentidos tanto que en cuestión de minutos, respirar este tóxico aire los lleva a una muerte inmediata. Es la razón de que en todos los establecimientos y casas se mantengan con su propio suministro de aire purificado.
Otra característica de las ciudades industriales es la gran cantidad de seguridad que mantienen. Pero esto no los deja exentos de crímenes, porque aunque en el día la ciudad parezcan base militar con tantos soldados, por la nacho parece una zona de batalla entre dos bandos. Toda esta seguridad que el gobierno mantiene, hace parecer a los habitantes como personas presas, ya que la mitad de la ciudad está conformada por una gran cantidad de casas pequeñas idénticas entre sí, alineadas en una perfecta cuadricula. Siendo lo único que las diferencia, los números en las puertas de cada casa. Estas personas que viven en una dictadura se le prohíbe salir de sus casa, a excepción para ir a sus trabajos y escuelas, mediante autobuses programados para ir a sus destinos y vigilados por un par de soldados que se ubican en el interior de cada autobús.   
 El mundo se encuentra dividido en tres naciones como resultado de un largo proceso de guerras, estas son ahora llamadas: la Nación Americana, la cual abarca toda América, la Nación Europea, compuesta por Europa y el norte de áfrica y la Nación Asiática, compuesta por Asia y el sur de África. Las islas de Oceanía desaparecieron quedando solo Australia, esta fue parte de la Nación Europea por un periodo muy corto, hasta que, por su lejanía no pudieron mantener el contacto cuando se formó la Nación Asiática. Por lo tanto, lo que antes fue Australia, ahora le pertenece a la Nación Asiática. 
En estas guerras solo hicieron a las potencias aún más poderosas y los demás países fueron obligados a rendirse para ser conquistados. Esta guerra empezó con el objetivo de dominar a los países débiles y extraer sus escasos recursos. Por lo que se puede decir que solo es una guerra por los últimos recursos que quedan en el planeta.
El gran número de batallas por la conquista de los recursos se desató alrededor del 2020 y termino en 2050. Este periodo fue considero en pocas bocas como “Tercera Guerra Mundial”. Pero exactamente no se le podría llamar “guerra mundial”, pues aunque todos los países hayan estado en guerra, fueron independientes en la formación de sus nuevas naciones. Y por esa razón, aquel periodo fue conocido como “La formación del nuevo mundo”. 
En el caso de la Nación Americana, empezó con la potencia más grande, Estados Unidos de América, la cual estableció bases militares en distintas ubicaciones de américa, ubicadas estratégicamente para cuando fuera el momento de atacar, como un predador en la espera del momento correcto. Este proceso de conquista tardó menos de dos décadas, sin contar todos los años que tardó Estados Unidos en establecer sus bases militares dentro de los países americanos y demás situaciones de organización para nombrarse como una nueva nación.
Los países europeos, al ver el suceso que empezó Estados Unidos, comprendían que por sí solos no podrían hacerle frente. Fue la razón por la que toda Europa se decidió por unir fuerzas, convirtiéndose en una sola nación, aunque para llegar a esto pasaron por varias disputas y conflictos. Al final lo lograron con el único fin de defenderse contra la Nación Americana.
En cuanto a la nación Asiática, fue un proceso de formación más conflictiva. Ya que en aquellos tiempos los países orientales tenían varias rivalidades desde antes de La formación del nuevo mundo. Pero fue la alianza de rusos con japonés la que causo las guerras de conquista territorial para la nación Asiática. Estas guerras fueron las más intensas, ya que la alianza Rusia-Japón utilizo varias de sus bombas nucleares para ganar estas guerras contra los países asiáticos. Llamando la atención a los demás países, de que aquella formación era una gran amenaza.
Al haber quedado concluidas las Naciones Europea y Asiática, un poco antes de que acabara La formación del nuevo mundo en 2041, hubo un gran conflicto entre esas dos naciones por el territorio africano, continente al que al que se consideraba el más débil, quedando en 2050 el continente africano dividido para ambas naciones, siendo el sur de África para la nación asiática y el norte para la nación europea. También ese mismo año fue cuando se estableció como terminada la nueva Estados Unidos de América o Nación Americana. Por lo cual se considera que aquel año fue la culminación de La formación del nuevo mundo.
Pero al haberse terminado dicha formación, llego la más grande preocupación de las tres naciones. Los recursos del planeta no son suficientes para tres grandes naciones, asi que esperaban el ataque de alguna nación para desencadenar una guerra nuclear la cual sería la verdadera tercera guerra mundial. Pero las tres naciones eran conscientes que si eso sucedía, representaría el fin de la humanidad. También tenían la opción de esperar a que los recursos de cada nación se agotaran siendo un inminente fin. No importa que camino tomen, todos conducen al final.

Hasta ahora han decidió esperar, pero viviendo el más alto grado de tensión. Si una nación llega a la locura o se le agotan sus recursos, comenzará una tercera guerra mundial o el fin terrestre.
L. M. Daniel
L. M. Daniel


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Argan, El Fin Terrestre  Empty Re: Argan, El Fin Terrestre

Mensaje por L. M. Daniel Mar 07 Oct 2014, 8:07 pm

II
Sueños
Nuestra historia empieza en una ciudad industrial llamada Clenford, al norte de la nación americana con un joven llamado Marc de apenas 16 años. Clenford
Marc permanecía sentado en un mesabanco al lado de una ventana, donde se podía ver a través de ella una línea de 20 casas idénticas bajo un cielo de nubes oscuras y detrás de dichas casas, grandes industrias que expiden el humo negro que alimenta a las desagradables nubes. Deseaba que aquellas nubes pudieran estar llenas del líquido más preciado en el mundo, pero sólo era un sueño que creía nuca poder ver en su vida.
 Su vista hacia el exterior fue interrumpida por su reflejo, observó su cara delgada y cabello castaño, a la vez notó lo gris que era su uniforme escolar.
 La voz del profesor le llamó la atención volviendo la vista hacia enfrente. Levanta la mano derecha a la altura de su hombro y desliza un recuadro que da la sensación de que flota en su pupitre, cuando solamente son luces que reaccionan al tacto. Vuelve a dar vuelta a la página o, mejor dicho, deslizar de nuevo el holograma y continuar leyendo. Una cabeza virtual de una persona calva con lentes de media luna en un pizarrón electrónico les da las últimas indicaciones del día a los estudiantes.
 En cuestión de segundos suena el timbre de salida y los hologramas desaparecen.
En las entradas de las aulas, por el lado de los corredores hay guardias cuidando tanto corredores como salones de clases. El grupo de Marc sale en filas de su salón al igual que los demás grupos, siendo observados fijamente por la enorme cabeza del profeso. Continúan por los corredores siendo vigilados, esta vez, por guardias que se ubican en la entrada de cada aula. Pero guardias por toda la escuela no parece ser suficiente, cámaras-sonar en cada pared y rincón del edificio, son lo que lo complementan, pequeñas lentes que han sustituido a las cámaras de vigilancia convencionales. Estos son pequeños sensores que funcionan como los sonar de los submarinos, envía señales a cierta frecuencia, rebotando con todo objeto a su alcance y regresan para ser interceptado por el mismo sensor, con esto se puede reproducir una imagen en todas sus dimensiones, siendo más eficaz la vigilancia.
 Después de que salen de sus salones, pasan por sus pequeños casilleros ubicados en los corredores, en los cuales solo guardan sus máscaras vitales y algunos objetos de importancia pero sencillas que se les permita llevar. De ahí Marc saca su máscara, hecho de aluminio, con dos pequeños cilindros en los lados laterales de la máscara, y otro más corto de metal con agujeros de ventilación en la parte frontal de la mascarilla, a la altura de la boca. El ducto de ventilación que tiene por enfrente sirve para que el aire entre y salga, mientras que los cilindros de los lados, que se encuentran a la altura de las mejillas, son las encargadas de realizar todo el proceso de purificación del aire.
 Saca la máscara, se retira del casillero y se cierra por si solo. Se integra a una fila esperando para salir. Cuando las puertas de salida son abiertas, todos los estudiantes de las filas se ponen de inmediato sus máscaras vitales. Llegan varios autobuses y los estudiantes pasan por la banqueta de la escuela para subir en ellos. Marc camina por la banqueta buscando el autobús con el número 17, lo encuentra y sube en él. Dentro del autobús se encuentra con dos guardias, uno en cada extremo del transporte. Con sus manos sostiene un arma cada quien, aparentando ser armas de fuego pero solo contienen tranquilizantes. Marc encuentra un asiento vacío y se sienta en él, un minuto después de que todos los estudiantes del autobús 17 abordan, enciende para hacer su recorrido.
 Marc mira por la ventana del autobús y ve el mismo panorama que veía en el cristal de la escuela, casas idénticas debajo de las mismas nubes negras del cielo, en ese momento Marc recordaba las maravillosas historias de su abuelo, de cómo era la vida antes, cuando el mundo no era tan horrible, cuando brotaba agua de mangueras y tuberías. Cómo una persona se podía duchar bajo una regadera, donde podía sentir el placer de cientos de gotas de agua estrellándose en la cabeza o incorporarse en una bañera llena de agua caliente, permaneciendo el tiempo suficiente para relajarse. Todo desapareció, ya no existen tuberías, regaderas o bañeras. La única manera de asearse es mediante toallas húmedas que les son proporcionados cada mes junto a los víveres necesarios para sobrevivir.
 También recuerda historias sobre comida cosechada de la tierra y no la comida clonada en conservación que ha perdido su sabor natural. Entre otras historias, la que más le gusto fue la del fruto de un árbol extinto llamado cacao, el cual, según su abuelo lo procesaban y creaban el sabor más exquisito y dulce, llamado chocolate. Decía que el chocolate se podía adquirir en todas sus formas; liquido, en tabletas, en comidas, en rellenos y muchos otros. Además, quien lo comía, se decía que le levantaba el ánimo.
Los recuerdos del chico son interrumpidos al ver su casa a través del cristal. El autobús se detiene en la casa con el número 145 en la puerta, Marc se pone la máscara y baja. Se para frente a su puerta, una pequeña lente en la entrada que casi no se logra distinguir, escanea a Marc. Después de haber sido identificado, la puerta se abre y al entrar se vuelve a cerrar. Se dirige al comedor donde se quita la máscara, dejándola sobre la mesa. Luego Marc se dirige a una pequeña cocina con unos pocos muebles de metal. No hay estufa, horno o un lavamanos, ya que no son necesarios. En los pocos muebles se encuentran unas cuantas latas de comida en conservación y tres botellas de agua.
 Marc saca una lata de un gabinete, un abre latas y un cubierto en el cajón debajo de ese mismo gabinete, come un poco e intenta pensar en la comida de las historias de su abuelo, pero no lo logra al probar el desagradable sabor de esa comida en conservación. Después saca una botella de agua con tan sólo la mitad del contenido, bebe un trago deseando poder beber más, pero al igual que la comida enlatada, el agua embotellada también es enviada por el gobierno. Entregándoles una botella de un litro por cada integrante de cada casa en las ciudades industriales, haciéndolas rendir por dos días. A diferencias de los demás víveres, las botellas de agua son enviadas con mayor frecuencia.
 Cuando es el día de recibir alguno de los víveres, al llegar de sus obligaciones, los encuentran en su lugar.
 
 Solo se permite tener a cuatro integrantes por hogar. En la casa de Marc, aparte de él viven su mamá y su tío. Antes completaban los cuatro con su abuelo, pero cuando Marc tenía 6 años, él murió. Su padre también vivía con ellos antes de que Marc naciera, pero un poco antes de que su madre diera a luz desapareció. Cuando Marc preguntaba por su padre, su tío y su madre le contaban lo grandioso que era, tratando de evadir el tema siempre que podían.
 
Marc sale por el comedor. Enfrente, atravesando el pasillo, hay una sala con un par de sofás y en una pared hay un recuadro negro con el grosor de una hoja de papel, un televisor. Ese televisor casi nunca se usa ya que solo se trasmite un canal agobiante del gobierno, donde en su mayor parte de trasmisión son anuncios del mismo gobierno y aclaraciones de su supuesto buen trabajo. Más adelante, por el pasillo, hay dos puertas en cada lado y una al fondo.
 Marc entra por la puerta de la derecha donde se encuentra su dormitorio. En el hay dos camas, una a cada lado de la puerta, un escritorio en la pared delante de la puerta y una pequeña ventana sobre el escritorio, donde solo se ve la casa de al lado.
Se sienta delante del escritorio y presiona un botón al costado de el, sobre el escritorio aparecen objetos holográficos; una papelera de reciclaje de un tamaño menor que su puño, un libro, un cuaderno y un sobre del mismo tamaño que la papelera. En la esquina inferior derecha se ubican cuadros con números dando la hora, muestra las 05:33 pm, toca el sobre, se abre un recuadro con un mensaje de su profesor virtual dándole las indicaciones de su tarea. Después de leer el mensaje toca el libro, desaparece el recuadro del mensaje y aparece otro, pero éste con tanta información como una enorme enciclopedia, donde investiga sobre el tema de su tarea para realizar la síntesis que le pide su profesor.
 
El reloj del escritorio electrónico indica las 06:19. Marc va a la mitad de su tarea y en ese  momento se oye que alguien entra por la puerta de su casa. Se escuchan voces, Marc las reconoce, es su mamá y su tío que llegaron del trabajo. Ambos trabajan en una de las industrias de clonación de comida. La madre de Marc trabaja en el área de producción, mientras que su tío trabaja reparando máquinas y computadoras. En ninguna industria se paga en efectivo, trabajan mientras que el gobierno brinda lo necesario para subsistir. Por eso hay una ley, la cual establece que mínimo por cada casa,   debe haber una persona que trabaje, si no, no tienen derecho de los víveres que reciben  ni al aire purificado.
 El tío de Marc, llamado John entra a la habitación, se sienta en la cama de la derecha de Marc y le saluda.
—Hola Marc, ¿cómo te fue en la escuela?
  Marc sin dejar de mirar la pantalla holográfica en su escritorio, da un leve suspiro.
—Nada nuevo, me parece que hasta las clases son siempre las mismas.
John mira por unos segundos lo que hace Marc y le dice levantándose de la cama.
—Entonces si quieres ver algo nuevo, mira esto— se quita un pequeño collar plateado y lo pone sobre el escritorio.
Los cuadros holográficos con la tarea de Marc son ocultados y aparece uno nuevo, el cual está repleto de una especie de comandos. Marc se para y se pone detrás de la silla para dejar que su tío se siente. Entonces John hace aparecer un teclado que parece estar impreso sobre el escritorio. Empieza a teclear y modificando los comandos del recuadro. En cuestión de segundos aprese otro recuadro, pero esta vez éste contiene fotografías de paisajes. John expande una de la fotografías y Marc queda atónito a lo que ve.
—Este es un bosque de los que había cerca de esta región— dice John sin dejar de ver la imagen.
Marc nunca había visto un lugar así de bello.
 El gobierno oculta o elimina todo ese tipo de fotografías, porque no querían que las personas vieran un lugar mejor que el que tiene para vivir por temor a que se revelen ante el mal gobierno que se ha tenido todo ese tiempo. Por esa razón Marc miraba ese paisaje con gran aprecio y alegría, le fascinó ver esos grandes árboles, pero lo que más le gusto fue el rio con una gran cantidad de agua corriendo. Entonces, cuando ya tenía aliento para hablar dijo.
—Es increíble, ¿cómo lo has conseguido?— sin dejar de ver de manera impresionada la fotografía.
—En la hora de descanso me quede “trabajando” y como estaba solo en la oficina donde arreglaba un sistema holográfico, aproveche a usar una computadora y logre conseguir estas fotografías sin que me detectaran los sistemas de seguridad— contestó alegre.
 Marc sabía que su tío era un hacker y varias veces le enseñaba lo que conseguía, pero aun así la madre de Marc siempre temía que lo fueran a atrapar irrumpiendo los sistemas, en cambio, Marc pensaba que su tío era un espléndido hacker. Sus conocimientos en sistemas computacionales eran demasiado elevados y por eso parecía imposible que lo atrapen. Permanecieron por casi dos horas viendo todas la fotografías, todas eran hermosas, había selvas, praderas, mares, lugares nevados, lluviosos, y muchos más.
 
Aún seguían admirando las fotografías, cuando entro una mujer de cabello castaño y ondulado.
—Mira Elizabeth, debes de ver esto.
—Hola mamá, si, mira— dijo Marc con entusiasmo.
Entonces Elizabeth se paró a un lado de Marc y puso su mano izquierda sobre su hombro.
— Es increíble— dijo Elizabeth, igualmente impresionada.
 Marc se sentía feliz, estar junto a su familia, imaginarse vivir en esos frondosos bosques con su madre, correr libremente con John por la pradera sin preocuparse que fuese vigilado o tener que llevar una máscara puesta, nadar en esos hermosos lagos cristalinos y zambullirse en lo más profundo de su alegría.
 Pasaron algunos minutos cuando Elizabeth miró la hora en el escritorio.
—Ya es tarde, deberíamos irnos a dormir.
—Es cierto, vamos a dormir— dice John apagando el escritorio, mientras Elizabeth sale de la habitación, sin antes darle un beso en la mejilla a marc y desearle las buenas noches.  
 Después de media hora todos estaban en la cama, Marc y John en la habitación del escritorio y Elizabeth en la habitación de enfrente. John y Elizabeth ya estaban dormidos cuando Marc aún seguía mirando el techo oscuro. En ese momento el chico escucha disparos y gritos a lo lejos en las calles. Esos ruidos ya eran muy normales para Marc, pues, según los rumores que escuchó, eran rebeldes atacando a los soldados. Se dice que los rebeldes son un grupo de personas que cada noche liberan batallas contra los soldados para salvar a las personas que viven aprisionadas en sus casas, pero el gobierno tiene su versión, en la cual dicen que son solo criminales perturbando la paz en las ciudades. Marc quiere creer que son héroes tratando de salvarlos, pero en realidad siempre ha parecido ser más convincente la versión del gobierno, por tener más pruebas de lo que dicen al haber muchos asesinatos en los exteriores, por lo que siempre ha sido más seguro estar encerrado.
Y si quisieran que los salvaran, ¿A dónde irían?
Más allá de las grandes ciudades y las industriales, solo está la zona de la muerte.
Las dudas empiezan a surgir en la mente de Marc, si es tan peligroso vivir en los exteriores por las condiciones ambientales y otras muchas razones, ¿Cómo es posible que ése grupo de personas llamados rebeldes, puedan seguir viviendo?
 
Si por lo que Marc recuerda siempre se han escuchado los disparos cada noche. Debe de existir un lugar de donde provengan. El sueño empezó a apoderarse del muchacho, los parpados le pesaban, yéndose con un sueño en mente, esperanza de vida.
 
III
Amigos
Marc levanta su cabeza con los ojos entreabiertos para ver el reloj en la pared, son las 6:02, en veintiocho minutos pasaría el autobús. Levantándose de un salto, ve que la cama de su tío ya está recogida. Coge su uniforme y corre al sanitario, en la puerta del fondo del pasillo hay un escusado con una sustancia azul en su interior que simula ser agua, un espejo en la pared de la izquierda y un estante con ganchos a la derecha, para colgar la ropa, eso es lo que compone aquel pequeño sanitario.
 Se desviste y coge las toallas húmedas para asearse, sale con el uniforme puesto y la pijama en la mano, la pone en uno de los cajones debajo de la cama de su habitación y se dirige al comedor donde se encuentra con su tío y su madre, quienes están desayunando, ya preparados para el trabajo. Los saluda, toma una lata y un tenedor, desayuna rápido, pues sabía que ya casi era tiempo. Siempre pasa diez minutos antes el autobús de la escuela que el del trabajo.
 
 El sonido de llantas detenerse sobre concreto llega a oídos de Marc.
 Rápidamente deja la lata y coge la máscara vital de la mesa, poniéndose la máscara frente de la puerta, es escaneado para poder salir. Se abre la puerta y casi corriendo sube al autobús, dejando atrás las puertas que se cierran por si solas. Al subir, casi chocaba con uno de los guardias. Ve su traje negro y la máscara vital que le cubre toda cara y siempre traen puesta sin importar que se encuentre en un lugar seguro. Inmediatamente Marc se dirige a su asiento con un gran susto, cuando su mirada se entrechocó con la parte de la máscara donde se suponía, deberían estar los ojos del guardia.
 Mientras el autobús pasa dos casas más. Marc ve subir a Edward, un viejo amigo de actitud rebelde.
 Desde que Marc entro a la escuela, a los 5 años, conoció a Edward. Aunque nunca había tiempo de jugar o alguna forma de diversión en conjunto, siempre platicaban en las horas del almuerzo y eso fue suficiente para volverse muy unidos. Parecían ser los mejores amigos, hasta que un día todo cambio.
 
En la entrada a clases, cuando iban caminando en los corredores hacia sus salones de clases, Marc saludó a Edward como todos los días. Pero aquel día fue distinto. Edward, tenía la vista fija al suelo en toda su trayectoria hacia su salón de clases, sin decir ni una sola palabra, Marc le hablaba incitándolo a que dijera algo pero sin resultados favorables. Hasta en la hora del almuerzo, Marc se sentó frente a Edward como siempre.
— ¿Qué te sucede?— dijo Marc seriamente, poniendo su plato en la mesa.
Pero Edward miraba fijamente su plato de sopa, apretando tan fuerte su cuchara que le temblaba la mano y los nudillos se aclaraban, aun sin decir la más mínima palabra desde que llego a la escuela. Finalmente, después de un rato con la mirada preocupante de Marc en la cabeza agachada de Edward, este dijo con voz quebrada.
—Mi… madre… está enferma— dio un gran suspiro de desahogo.
Al escuchar eso, aumento más su preocupación. Antes de que le diera la oportunidad de decir algo, Edward dijo.
—Al parecer es una enfermedad grave, pasará sus últimos días yendo al hospital— dice con la cabeza agachada.
— ¿No la pueden curar?— dice Marc con la misma mirada de preocupación en Edward, levanta su cara para ver a Marc.
—El gobierno ya nos envió una carta diciendo que solo nos ayudará un tiempo, y si para entonces no hay ni una persona que de sustento en mi casa…— por un momento, volviendo la vista a su plato. Intentó evitar que le salieran lágrimas, siendo inevitable que recorrieran sus mejillas.
—… ¡nos enviaran a la zona de la muerte!— volviendo la cara hacia Marc y con lágrimas en ella. Marc no sabía que decir, no podía creer lo que le decía. Más aun cuando sabía que la madre de Edward es la única familia que tiene.
—No lo permitiré, me vengaré por lo que nos están haciendo, ¡No es justo que nos den este trato!— dijo Edward mientras secaba las lágrimas de su cara.
 
Desde entonces, Edward ha intentado distintos actos de rebeldía. Pero aunque quería que Marc le apoyara, él nunca lo siguió, fue la razón por la que se dejaron de hablar, y aunque Edward conseguía más que castigos, finalmente consiguió quien le siguiera. Aunque ese día en que paso a lado de Marc en el autobús, el chico vio una mirada distinta, presentía que algo malo estaba por suceder.
 En medio de las clases, Marc dio varios vistazos a Edward y aún tenía la misma mirada perdida e intensa que la de esa mañana. Su preocupación por Edward iba en incremento, sabía que algo tramaba o que algo muy malo le pasaba. No sabía que podría ser y no podía hacer nada hasta que llegara la hora del almuerzo.
 Toca el timbre a las 1:00 pm. Todos se dirigen en filas al comedor de la escuela. Entran en el enorme lugar y caminan aun en filas junto a una pared para recoger una charola con platos y cubiertos. Continúan caminando para tomar sus alimentos con una máquina que se los deposita en los platos cuando ponen estos sobre ella. Después de que Marc recibe sus alimentos, busca un asiento disponible. Encuentra uno cercas de Edward que está rodeado de sus amigos. Al acercarse se percata de que les cuenta algo en voz baja y parecen ponerle gran atención. Finalmente se sienta en la misma mesa de ellos, pero parecen estar muy ocupados en lo que les dice Edward, pues estos ignoran a Marc.
 Marc alcanza a escuchar algunas palabras, que al relacionarlas decían algo sobre la oficina del director. Las bromas de Edward no han sido tan fuertes, pero aun así ha recibido sus castigos. Meterse con la oficina del director parecía ser algo grave. El director era la única persona en el sector administrativo de la escuela, ya que todo era dirigido desde lejanas oficinas y los profesores eran virtuales. Un poco antes de que el almuerzo terminara, los amigos de Edward empezaron a irse, negando con la cabeza lo propuesto por Edward, finalmente queda solo, con una cara más seria y enfadada que antes. Marc se acerca a él.
—No sé qué planeas esta vez, pero por favor, no lo hagas, no vale la pena— dice en voz baja, tratando de persuadir a Edward.
— ¡No me digas que hacer, tu nunca me apoyaste!— dice Edward en voz alta y desahogando su ira.
Abandona la mesa enfadado, quedando Marc solo en la mesa, sin tocar su plato, en espera de que la hora del almuerzo finalice.
 Las clases acabaron y la misma rutina cotidiana no parecía cambiar. El autobús llegó a la casa de Edward, donde el baja. Dos casa después Marc baja del autobús, con la máscara vital puesta. Se para frente a su casa, voltea a la casa de Edward, donde ve que antes de entrar lo mira por un momento con rabia.
 
Come un poco, va a su habitación para realizar su tarea, intenta hacerla pero no puede dejar de pensar en lo que le sucede a Edward. Permanece en ese estado hasta que llegan John y Elizabeth. Después del rutinario saludo de Marc con su tío, le cuenta lo que sucedió, luego entra Elizabeth y también le cuenta.
—Por lo que nos contabas de él, parece normal de Edward, pero si hace lo que tú crees haber escuchado, es mejor que no te entrometas— dice John.
Elizabeth se sienta a lado de Marc y le pone su mano sobre el hombro.
—John tiene razón, es mejor que no te acerques a Edward, puede ser peligroso— dice preocupada.
Marc mira al suelo, pensando en sus palabras. John le ayudó a Marc a terminar su tarea y luego todos se fueron a dormir.
 
—¿Sigues despierto? —Dice John en tono de susurro.
—Sí, aún sigo despierto —Contesta Marc en el mismo tono.
—Bien, solo quería contarte de algunas cosas extrañas que han sucedido en el trabajo.
— ¿Cosas extrañas? ¿De qué hablas?
—Últimamente han estado yendo personas aparentemente importantes y algunos soldados escoltándoles, es algo extraño porque no es muy común que vallan personas de esa clase a la industria. Además, cada vez que ellos aparecen, algunos trabajadores desaparecen.
— ¿Y mamá lo sabe? — lo dice Marc preocupado.
—Si lo sabe, ella no quiere que lo sepas, pero en mi opinión, debes de estar informado de estos asuntos para que estés preparado.
— ¿Preparado para qué?
—oh, no para nada, mejor duérmete.        
 Esa noche Marc ni siquiera le puso atención a los gritos y disparos de todas las noches, se durmió hasta muy tarde pensando en los sucesos con Edward y lo que le había contado John. “Tal vez mamá pueda tener razón sobre dejar de pensar en aquellos posibles problemas de Edward para no meterme en líos”, pensaba Mac. “Y, ¿qué era eso de estar preparado?”
 
Marc aún en la cama, miro el reloj. Se había quedado dormido, faltaban 10 minutos para que el autobús pasara. Rápidamente de un salto se levanta, se cambia y corre al comedor a desayunar algo rápido. Poniéndose la máscara, se para frente a la puerta, da un rápido adiós a su tío y a su madre y sale para entrar al autobús. Pero sin que antes, John le gritara:
—¡Perdona! Te mirabas muy cansado.
 Mientras se quitaba la máscara, ya en su asiento, el autobús llega a la casa de Edward donde él sube. Al pasar a un lado de Marc, este no le voltea a ver, pero Marc si y se percató que aún tenía la misma mirada del día anterior.
 
Al llegar a la escuela, en el salón de clases, Marc mira el mesabanco vacío de Edward, pero sus amigos aún seguían en el salón. Tal vez desapareció cuando iban por los corredores, pensó Marc. No podía olvidar el asunto de Edward, pero lo único que conseguía era preocuparse aún más. La enorme cabeza virtual del pizarrón electrónico hablaba sin sentido para Marc. Miraba por la ventana en busca de una señal desesperada. Sus pies no paraban de temblar y sus puños se cerraban fuertemente de manera constante. El timbre toco y el chico se levantó inmediatamente, esperando a que las filas se formaran para dirigirse al comedor.
 Después de tomar la comida de la máquina, se dirige a la mesa de los amigos de Edward. Pone el plato en la mesa y se sienta, todos están muy callados con caras de amargura.
—¿Qué es lo que trama Edward?— dice Marc en voz alta, pero nadie le responde. — ¡Ocupo saber qué le sucede!— dice golpeando la mesa con ambos puños y en voz más elevada, tratando de parecer enfadado, cuando lo único que aparentaba era desesperación— ¡Él fue alguna vez mi amigo, y aunque no lo parezca aun lo sigo apoyando, lo sigo considerando como un amigo y no lo dejaré a un lado!— Se tranquiliza y se vuelve a sentar.
Después de un momento en espera, Malcolm, un chico muy delgado y pecoso, voltea a ver a Marc.
—Esta vez él quería llegar lejos, decía que trataría de abrirle los ojos a todos de la situación en la que vivimos— dice con voz triste. Luego continúa diciendo Eliot, otro de los amigos de Edward, de cara redonda, con el mismo ánimo que Malcolm.
—Nosotros no quisimos hacerlo, porque era demasiado arriesgado.
—¿Que era tan arriesgado?— pregunta Marc confuso.
—Edward de alguna forma consiguió latas de pintura y quería escribir mensajes de liberación en las paredes de la escuela, empezando por la oficina del director— dice Malcolm de forma temblorosa.
Marc empieza a entender lo que sucede. ¿Será que el tiempo que le dieron a su madre se había acabado, siendo la razón por la que tiene ese comportamiento?
 
La hora del almuerzo finalizó y Marc solo pudo pensar en el asunto de Edward. Deseaba haber podido hacer algo para ayudarle, lo que le hacía pensar, en que lo debió haber seguido. —Tal vez si lo seguía hubiera podido evitar todo esto, —pensaba.
Todos iban saliendo en filas del comedor hacia sus salones de clases, cuando se escucharon gritos en la oficina del director. Al pasar frente de la oficina del director, la fila se detuvo. De la habitación salieron dos guardias que se llevaban a Edward sujetándolo de los brazos, mientras se jaloneaba y gritaba jadeando.
—¡Ustedes tienen la culpa de lo que nos sucede, solo nos mantienen esclavizados en espera de nuestra muerte!— Dijo con gran furia y lágrimas en la cara, hasta que le pusieron una mascarilla a la fuerza y salieron por la puerta principal.
 Todos los alumnos quedaron pasmados por lo presenciado, en especial los amigos de Edward y Marc. Después se escuchó una voz severa que provenía de una bocina en la pared, indicándoles que avanzaran. Cuando prosiguieron sus caminos hacia sus salones de clases, Marc pudo notar una palabra incompleta, de color rojo escrita en la pared gris, que decía “LIBERT”.
 
Las clases terminaron y no hubo ni siquiera un murmuro de lo sucedido. En el autobús, Marc no dejaba de pensar a donde se pudieron haber llevado a Edward. “¿Se lo habrán podido llevar a la zona de la muerte?, era lo peor que podría pasar”, pensaba Marc.
 Al llegar a su casa, come algo, pero esta vez, no va a su habitación a realizar su tarea. Se dirige a la sala donde se sienta en un sofá. Casi son las 6 de la tarde, casi es la hora de llegar de John y Elizabeth. Marc aún continuaba en el sofá lamentando la falta de apoyo que tuvo con su amigo, cuando escucha un grito en la calle. El muchacho corre para asomarse en la ventana de la sala, era Edward que corría por la calle con el bastón de su madre en las manos. Pero la falta de su máscara vital fue lo que llamaba más la atención, Marc no sabía qué hacer en ese momento, era incapaz de moverse y aunque pudiera, no hubiera podido hacer nada para salvarlo, porque el daño ya se ha hecho, al haber respirado el aire tóxico.
— ¡USTEDES LA HAN MATADO!— grita Edward corriendo, con sus mejillas llenas de lágrimas, mientras los soldados que cuidan las calles, solo lo miraban atentamente. —¡Con sus industrias han hecho que se enfermara y esto seguirá repitiéndose, nos enviaran a todos a la zona de la muerte como planeaban hacerlo con migo y mi madre, es la hora, la hora de que todos juntos nos enfrentemos a la dictadura en la que viv…!.
1…2…3…disparos se escuchan en el aire. En los siguientes instantes, Edward tenía tres dardos tranquilizantes del tamaño de una bala en la espalda, cae al suelo dejando rodar el bastón de su madre. En un par de minutos llega una camioneta negra, dos guardias lo suben y se lo llevan en dirección a las industrias.
 
IV
Planes de rebelión
Permanecía inmóvil, repitiendo la terrible escena en su mente una y otra vez, aunque tratara de evitarla no podía, no podía pensar en otra cosa. —No Edward, no puede ser— pensaba Marc.
 Ya habían retirado el cuerpo de Edward y el chico aún continuaba aturdido, con la mirada vacía en el cristal. Llegaron John y Elizabeth, vieron a Marc, aún inmóvil y con los ojos casi desorbitados  frente a la única ventana de la sala, Elizabeth se acercó y le puso una mano en el hombro —siento lo sucedido y no te culpes— dijo Elizabeth con una voz tierna y consoladora. Quien junto a John, vio cómo pasó todo desde el autobús.
 
 Se sentaron en el par de sofás de la sala y hablaron, pero Marc aún seguía en un silencio que mostraba su gran dolor. Su madre y su tío intentaban cambiar su cara de miedo y confusión hasta que después de varios minutos el chico dijo algo— ¿Por qué nos hacen esto?¡ … me parece cierto lo que Edward dijo, sobre un modo distinto de vida!
—¡No Marc! —Interrumpió Elizabeth— ¡ya viste lo que sucedió y no quiero que por pensar igual, tenga que perderte!
Pero en cambio, John  puso sus codos sobre sus rodillas y amabas manos en la cara, con la vista en el suelo.
—Puede que tengas razón… existen otros modos de vida— dice John sin separar la vista del suelo, y Marc, de mejores ánimos al escucharlo voltea rápidamente.
— ¡¿Qué dices?! Ahora mi propio hermano le da falsa ilusiones a mi hijo— dice Elizabeth enojada— ¡¿no vez lo que le sucedió a ese chico por pensar de esa manera?! ¡No soportaría ver a Marc que terminara como él!
—No te exaltes, yo solo decía que podría ser una posibilidad— dice John volteando la vista a Elizabeth, tratando de defenderse.
—No importa que solo sea una posibilidad, si pensamos de esa manera no iremos a llegar a ni una parte.
—Vamos  Elizabeth, tu sabes que lo que digo puede ser cierto, además, ya no podemos llegar a otro lugar en estas condiciones.
—¡No importa  podemos quedarnos así a estar de una forma peor!
— ¿Una forma peor? ¡Cómo podemos estar peor si vivimos como esclavos!
— ¡Estando en un desierto  por ejemplo! ¡Aquí por lo menos tenemos lo necesario para vivir!
—¡Pero podemos mejorar nuestras condiciones de vida  si hacemos algo, en vez de surgir leyes corruptas!
—¿Y tú crees que metiéndote a los sistemas podrás hacer algo?, al contrario, te atraparan y eso no quiero ni pensarlo.
 
Siguieron discutiendo por una hora, pero Marc se fue a su habitación antes. No soportaba verlos discutir.
 Esa tarde, Marc se acostó temprano. Nunca los había visto discutir así, aunque no quiere decir que nunca hayan discutido.
 Por lo general, Elizabeth es muy paciente y  tiene un tono de voz tierno y John siempre le daba la razón. Pero después de lo sucedido con Edward, parecían todo lo contrario. Y no solo les ocurría eso a Elizabeth y John, pues Marc escuchaba desde su habitación que los vecinos discutían de lo mismo.
 Al parecer Edward logro su objetivo, pero, ¿se atreverán a enfrentar a las autoridades?
Sin embargo, Marc no sabía que pensar, si estar a favor de su madre o de John. Le importaba menos que discutieran, lo que más le había afectado  era no haber podido hacer nada en el momento en que Edward estaba en peligro.
Sentía un gran dolor por aquella tragedia, en esos momentos deseaba haber podido arreglar sus diferencias, regresar al pasado y haberle ayudado, pero para él era más que una simple fantasía. Se sentía con una gran responsabilidad de ayudar a quienes quería pero el miedo lo detenía.
 
El día siguiente no fue el mejor para Marc, Elizabeth y John no se hablaban, y él seguía sin decirles mucho. En el autobús todo era silencioso, antes podrían escucharse pequeños murmullos o ligeros sonidos de movimientos para acomodarse. Esta vez todos estaban tensos, tratando de evitar el más mínimo movimiento.
Marc suponía que vieron lo sucedió con Edward, o los guardias le dieron una advertencia como ya habían hecho antes.  Posiblemente las dos.
 Marc fijo la vista en la venta y pensó en la discusión de su madre y su tío. Él no quería estar de ningún lado, no quería hacer diferencias entre nadie y lo que más le molestaba era el mismo sentimiento de incapacidad de ayuda.
 En las clases, Marc no se podía concentrar  por más que quería. Entonces, simulando leer el recuadro holográfico de su pupitre, empezó a voltear para todos lados y se dio cuenta de algo a lo que  nunca había prestado atención. Muchos alumnos, a los que Marc casi no les hablaba, razón por la que no se había dado cuenta antes, no asistían a clases. Había como siete mes bancos vacíos pero recordaba que hace menos de dos semanas no faltaba nadie, hasta el día en que el profesor virtual dejo de tomar asistencia. Entonces recordó lo que su tío le había dicho anteriormente sobre el desaparecimiento de algunos de sus compañeros de trabajo, cabiendo la posibilidad de que tuvieran alguna relación.
 
 En la hora del almuerzo, todo era muy silencioso, al parecer toda la escuela estaba enterada de lo que le sucedió a Edward, así que nadie quería hablar mucho o decir alguna palabra parecida como las que dijo Edward y algún guardia les disparara.
 
 Marc se sentó en la misma mesa, donde antes Edward se sentaba con sus amigos, no le importaba si decía algo mal ante los guardias.
— ¿Han notado que hay varios mesabancos vacíos en el salón?
Nadie respondió. Después de un momento comiendo el puré gris en sus platos, Erick, el tercero de los tres amigos de Edward dijo en voz baja y tímida.
—Tal vez deberíamos seguir lo que Edward no terminó
— ¿Te has vuelto loco? ¿Sabes por qué decidimos no seguirlo? Porque sabíamos que nos iban a atrapar como a él— Dijo Malcolm
—Es cierto, fue nuestra mejor decisión no haberle seguido—complemento Eliot.
—Lo sé, pero, también es cierto lo que decía Edward, existe otra forma mejor para vivir que esta— dice Erick defendiéndose y volteando para ambos lados— ¡Marc!, tú que una vez fuiste el mejor amigo de Edward, me apoyas, ¿verdad?
El rostro de Marc se endureció. Sin saber que decir dejo el cubierto en el puré y pensó un par de minutos antes de responderle a Erick.
—No lo sé, no sé de qué forma pensar, después de lo sucedido con Edward...
Con esas palabras dichas, los pocos ánimos del chico tímido desaparecieron. Marc puso su mirada en el puré sin comer de el en toda la hora del almuerzo y no es que aquella comida de mal aspecto tuviera buen sabor, pero no comen mucho en el día y saltarse una de las pocas comidas no era nada bueno.
 
Marc aún sentía el mismo dolor. Había dejado de pensar en los sospechosos desaparecimientos.
 En las últimas horas de clases, no puso atención en absoluto a la enorme cabeza de la pantalla. Su falta de atención era evidente pero al profesor virtual no parecía importarle que uno de sus alumnos tuviera su mente en otro lugar, siempre y cuando, su vista estuviera en él o en el pupitre. Posiblemente estaba programado para que así fuera.
 Las clases terminaron, las páginas holográficas en los pupitres desaparecieron y todos salieron en filas por los corredores. Marc se percató que las palabras escritas con pintura roja en las paredes, desaparecieron. Después, en el recorrido rutinario por los corredores: pasar por su mascarilla vital y luego salir de la escuela en las mismas filas, le hizo pensar que tal vez Edward no se equivocaba. John le había enseñado fotografías de lugares increíbles para vivir y siempre parecía convencido de que en realidad si existía algo más que esa ciudad industrial, una vida mejor, pero no se atrevía a decírselo por alguna razón. Si en verdad existiera aquel lugar, entonces el problema sería como escapar. El gobierno se lo impediría fácilmente. La única solución que Marc veía era el hacerle frente a la dictadura, sabía que simples protestas y actos de vandalismo no son suficiente.
Ya en el autobús hacia su casa, Marc estuvo planeando seriamente como enfrentar a la Nación American. Ya no quería ser un simple espectador más dando sus opiniones sobre lo que ocurre, no quería quedarse a ver sin poder ayudar en nada, no quería sentirse como un inútil sin poder brindar apoyo a los demás, así que era el momento de ponerse a trabajar. Esas eran las razones que a Marc le motivaron para sumarse a la causa de Edward.
 Llego a su casa más decidido que nunca, comió algo rápidamente y tomo su trago de agua de las tardes. Después, se dirigió rápidamente a su escritorio. Pensaba entrar al sistema del gobierno como lo hacía John, para conseguir información necesaria para su nuevo propósito. Pero su único problema era que no tenía ni idea de cómo hacerlo. Nunca en su vida ha tomado alguna clase de sistemas computacionales ni nada por el estilo y nunca se había tomado la molestia de pedirle que le enseñara así que no le quedaba de otra más que esperar a que llegara John, aunque sabía que a Elizabeth no le agradaría mucho la idea. Tendrían que hacerlo a sus espaldas.
 
 Mientras Marc esperaba la llegada de su tío viendo el reloj holográfico sobre su escritorio y balanceándose con las patas traseras de la silla. Empezó a voltear para todos lados de su habitación, dándose cuenta en lo vacío que se veía. Luego volteó a la ventana frente a él, viendo más que la misma pared de la casa de sus vecinos. Todo estaba en silencio, no como el día anterior cuando se escuchaban las discusiones. Empezó a balancearse más estrechamente sobre las patas traseras de la silla de metal, cuando volteó a la cama de su tío y se fijó en que estaba desordenada, tal vez por lo apresurado que estaba en la mañana. Lo que más le llamo la atención fue que sobre la cama se encontraba el collar plateado de John. Lo observaba atentamente como si creyera que se le fuera a escapar. Seguía abalanzándose en la silla hasta que perdió el equilibrio y cayó de espalda. Rápidamente se levantó a coger el collar de su tío. Al parecer, se le había olvidado aunque algo tan importante no podía estar en cualquier lugar. Pero ahora tenía la oportunidad de entrar al sistema del gobierno y entrar a su información.
 Sabía que en esa pequeña memoria digital, John guardaba mucha información confidencial que nunca compartiría con nadie o por lo menos eso esperaba.
 Cuando Marc apenas puso el collar sobre la mesa se escuchó que alguien entro a la casa, pero no solo eso, también se escuchaba un llanto. Marc corrió rápidamente a ver de quien se trataba aunque ya se imaginaba quien por el tono de voz. Dejando el collar sobre el escritorio, con un recuadro abierto, se dirigió a la entrada de su casa. Era su madre quien estaba frente a la puerta con una máscara en una mano y la otra en su cara cubriéndose sus ojos llenos de lágrimas. Marc, sin saber que sucedía, corrió rápidamente a abrazarla.
— ¿Qué te sucede, por qué lloras?
— Oh Marc… John…— dijo Elizabeth con la voz entrecortada  y llorando.
— ¿Qué le sucede?, ¿dónde está?
— ¡Se lo llevaron!, ¡llegaron personas que no eran de la industria, acompañados de guardias y…— su llanto la interrumpió. Marc se quedó mirando por detrás del hombro de Elizabeth con los ojos muy abiertos y enrojecidos. Lo único que pudo decir fue:
— No, no, no… a mi tío no le pudo pasar eso… no lo pudieron haber atrapado… a él no le pudo haber pasado eso… no.
 
V
Destierro
Marc no lo podía creer, ¿será que el mejor hacker que conocía pudo haber sido atrapado? Se lo preguntaba una y otra vez sin poder creérselo. Elizabeth y Marc pasaron las siguientes dos horas en la sala, Elizabeth no podía parar de llorar mientras decía todo lo bueno de su hermano. En cambio, Marc solo escuchaba a su madre las palabras no le salían, solo se hacía preguntas a él mismo de cómo era posible que lo hayan atrapado. Entonces, en sus lamentos, Marc recordó la cama desordenada y el collar de John, ¿será que lo habrá dejado a propósito porque sabía que algo le ocurriría?  “¿Sabría que iba a ser atrapado y por eso dejo su collar, entre las sabanas revueltas para que no lo pudieran encontrar fácilmente?
 Nuca se separa del collar, era la primera vez que lo veía separado de el. Estaba de acuerdo con Edward y con el ideal de ‘un lugar mejor para vivir’. Tal vez si, por eso lo dejó, para continuar con ese trabajo” Pensó Marc.
 Antes de las ocho Elizabeth se fue a su habitación y Marc unos minutos después. Sabía que quería estar sola y por eso comprendió que se fuera sin decir ni una sola palabra, tan solo hizo un gesto con la mano la cual terminó sobre sus labios para evitar soltar su llanto. Él se quedó solo en un sofá, con la vista en el vacío.
Después de que estuvo pensando en el desaparecimiento de John, sabía que él debía empezar su lucha contra el gobierno. Le parecía lo más indicado y también lo más tonto, pero esta vez no se quedaría con los brazos cruzados, tenía que intentarlo. Se levantó y casi corriendo, se dirigió a su habitación.
 
 Cerró la puerta e inmediatamente se sentó en la silla del escritorio. El recuadro flotante sobre el escritorio, contenía muchos comandos a los que Marc no entendía. Un renglón entre comillas le llamó la atención, en el que decía “Confidencial” por lo que se imaginaba, podría ser algo importante. Tocó el renglón y era lo que esperaba, páginas de documentos con encabezados que tenían sellos elegantes y formales.
 Pasó una hora en la que, con las luces de la habitación apagadas, Marc seguía leyendo esos documentos “confidenciales”. No encontraba nada de gran relevancia que le ayudara para sus propósitos.
 Tendría que estar dormido a esa hora, si lo sorprendían despierto, tendría graves problemas.
 Cuando ya casi terminaba de leer los documentos, encontró una lista donde venían fotografías de personas con sus nombres. Reconoció varias caras de su edad eran sus compañeros desaparecidos. También había fotografías de hombres mayores, tenían gafetes que decían “Industrias Rurs” que era donde trabajaban Elizabeth y John. Eran las personas que John le había contado, los empleados que se llevaron y no volvieron a ver. No encontró más, la lista parecía estar incompleta, hacía falta información de los desaparecidos.
En ese momento, Marc escuchó un ruido afuera, volteó hacia la ventana y miró en la pared iluminada por los faros de la calle la proyección de la sombra de una persona, acercándose más y más, a la vez que aumentaba de tamaño. Marc apagó rápidamente el escritorio y se lanzó a la cama con el uniforme aún puesto, se cubrió con las sabanas lo más rápido que pudo. Una máscara negra de purificación de aire se asomó por la ventana, al no ver nada sospechoso, se fue. Marc dejo de fingir estar dormido y se asomó por la ventana para verificar que ya se había ido el guardia, entonces, a oscuras, se puso la pijama y se volvió a meter a la cama.
 
En la mañana siguiente, Marc se había levantado temprano, se terminó de alistar para la escuela y se fue a la cocina para buscar algo de comida. Al llegar al comedor, se encontró a su madre sentada con una lata en la mano y con los nudillos sujetaba una cuchara, aún seguía triste. Marc tomo una cuchara, una lata, se sentó y empezó a comer. Volteo a ver a Elizabeth y notó que su cuchara aún seguía limpia.
—Lo lamento— dice Marc.
—Aun no puedo creerlo, primero mi padre, luego Marcus y ahora John— dijo Elizabeth afligida, con la vista en la lata.
Elizabeth parecía estar más dolida desde que perdió al abuelo de Marc y a Marcus, el padre de Marc. Pero parecía que le tenía un cariño especial a John.
—Lo sé, yo me siento igual, pero  nos tenemos a nosotros— dijo Marc con un suave y motivador tono de voz. En la cara de Elizabeth apareció una sonrisa y volteó hacia Marc con lágrimas en las mejillas.
—Es cierto, soy una tonta al no pensar en ti, tendría que ser yo quien debería preocuparme más por cuidarte, a preocuparme por cosas que ya pasaron— dijo Elizabeth con la misma voz tierna de antes.  Marc y Elizabeth volvían a recuperar ánimos.
La plática de Marc con su madre lo motivo mucho. Intentaba estar más atento a las clases, el pensar que aún puede vivir feliz con su madre lo hizo sentirse mejor. En el almuerzo todo seguía igual de silencioso como el día anterior, pero al parecer esta vez aún más, pues el número de guardias aumentó en gran cantidad. Había guardias ubicados  en las paredes del comedor, con un metro de separación entre ellos.
Aún no había ni una sola cámara-sonar, supuestamente para preservar la privacidad de los alumnos, pero era evidente que no era así. La dictadura parecía que crecía aún más, pero esta vez Marc no pensaba quedarse con los brazos cruzados. “Ahora que sólo me queda mi madre, más que nunca lucharé para escapar de este horrible lugar y la llevare a un lugar como aquellas fotografías donde al fin viviremos felices” pensó Marc.
 
Las clases acabaron. Mientras iba en el autobús, Marc ya quería seguir explorando el collar de su tío. Sabía que con la información que contenía aquel collar, podría conseguir las armas suficientes para enfrentarse al gobierno que seguía creciendo e intentar detenerlo. Pero, después de tener toda esa información necesaria, ¿cómo la usaría? El chico ya lo tenía todo planeado: convencería a sus compañeros y vecinos para hacer un levantamiento, estaba casi seguro de  que los habitantes de la ciudad industrial eran un mayor número que de guardias y con eso bastaría para enfrentarlos.
 
 Cuando llegó a su casa comió algo rápido, se dirigió al sanitario para asearse con toallas húmedas y se puso la pijama. Esta vez no quería que lo sorprendieran como el día anterior. Se sentó en la silla del escritorio, lo encendió y puso el collar sobre este. Empezó a leer los renglones de entradas, no sabía por donde empezar, pues esta vez sabía que esos renglones son los nombres de los archivos. En su búsqueda encontró un documento que se llamaba “fotografías prohibidas”, lo abrió y descubrió que eran las fotografías de los paisajes que John le había enseñado. Se quedó horas apreciándolas aunque no eran muchas, tardaba mucho tiempo viendo cada una a detalle. Marc pensaba, como era posible llamarle fotografías prohibidas a paisajes tan bellos que en aquel entonces ya no existen o quizá sí.
 
Miró el reloj, eran las 7: 08, Marc ya estaba preocupado pues a esa hora Elizabeth ya debería estar en casa. ¿Será posible que el autobús se haya averiado? Marc esperaba que ese fuera el motivo de su retardo. Ya había sucedido una vez, una falla en el sistema hizo que el autobús se detuviera por una hora. Aquel día Elizabeth y John llegaron tarde, encontrando a Marc dormido en el sofá, se había asustado tanto por aquello, que decidió esperarlos en la sala de estar.
 Ahora era distinto, el tiempo transcurría y su preocupación crecía. Ya había tardado más que la última vez, por lo tanto, Marc seguía explorando el collar, hasta que el recuadro con la información se ocultó por sí solo. En lugar del recuadro apareció un sobre grande  rojo, con letras negras que decía “MENSAJE IMPORTANTE”. Lo abrió y este decía:
 
Habitantes de la residencia #145:
Se lamenta el destierro de John Jorlef Ruvroy y el fallecimiento de Elizabeth Jorlef Ruvroy.
Motivo por el que se les informa, a falta de integrantes que laboren, se les dará un lapso de tiempo para abandonar dicha residencia.
A la vez, se les da la opción de conseguir residentes productivos, con lo cual, contarán con el mismo lapso de tiempo para qué se establezcan. Este lapso de tiempo consta de una semana, a partir del envió de este mensaje.
Gracias por su atención.
Atte.:
Departamento del Control de Índice Poblacional. 
 
Marc solo pudo leer hasta el nombre de su madre. No era posible, ahora si parecía estar totalmente solo, por un par de minutos quedo petrificado, soportando el nudo en la garganta, lágrimas le recorrieron toda la cara, hasta que empezó a ahogarse en sus lamentos. Su sufrimiento era terrible, aún no superaba lo de John. Ahora, que su madre haya muerto de alguna forma era su tormento ¿Qué le pudo haber pasado? ¿Un accidente, un asalto, habrá salido al exterior? Entre el sufrimiento tenía un sinfín de preguntas y angustias que lo trastornaban.
 Para las nueve de la noche ya estaba en la cama, pero aún seguía llorando en silencio. Ahora más que nunca, entendía el sufrimiento por el que paso Edward al perder a su madre. Marc estaba solo, había perdido a su familia por completo, además, según la carta con la segunda opción, nunca podría conseguir a algún nuevo residente productivo. Nuca había conocido a ni un adulto que no fuesen Elizabeth, John, su abuelo o los guardias enmascarados.
 
Al día siguiente a Marc no le quedaba de otra, más que tratar de seguir con su vida cotidiana “Tal vez, me habrían atrapado investigando sobre los informes secretos del gobierno y por eso la asesinaron, para tener la excusa de echarme” pensaba. Pero sabía que no ocupaban excusa para desterrar a alguien, así es que descarto inmediatamente esa idea.
En el autobús y la escuela, Marc tenía la misma cara que Edward en el último día que lo vio: parecía un hombre esperando su sentencia de muerte, mirada desoladora y mente en el vacío. En las clases no ponía nada de atención, solo tenía el recuadro holográfico elevado, con la vista en el pupitre. Parecía planear algo, pero ¿qué podía hacer en su situación de sentencia? No le daba importancia a nada, cada vez que le hablaban parecía no escuchar y así era, para él, el sonido desapareció. Se encerraba en su soledad y depresión. Las clases, la hora del almuerzo, todo parecía correr a un ritmo más lento. El cielo parecía estar más negro de lo normal, el aire más contaminado, la escuela más gris, el número de soldados aumentaba al igual que el número de cámaras-sonar. El mundo era más triste, lúgubre y atroz que nunca. La depresión que experimentaba Marc era de lo más dolorosa que jamás había experimentado.
 El timbre de salida sonó, a Marc no le importaba. En su casillero, cuando sacaba su mascarilla vital, volteó a la cámara de vigilancia detrás de él, la miró fijamente por un minuto, con una mirada de furia y rabia que guardaba en su interior, sintiendo que pudiera explotar en cualquier momento.
 
En el autobús no fue la acepción, todo era más silencioso, Marc pensaba en momentos  hacer un acto de rebeldía e intentar que sus compañeros lo siguieran. Un desesperado intento para hacer un levantamiento sin importar las consecuencias, sin importar que acelerara su destierro, sin importar el riesgo que tome. Solo quería hacerle todo el daño posible a ese monstruo que los mantenían esclavizados y que les ha arrebatado todo. Ya no le importaba lo que le sucediera, solo quería darles el mismo sufrimiento que ahora sentía.
 
El autobús se paró en la casa de Marc, bajó y mientras la puerta lo escaneaba, con la mascarilla en la cara, pensaba, en qué importaba lo que le sucediera, si de todos modos, va a seguir sufriendo en su laguna de soledad. Ya estaba decidido, nada lo detendría.
 
 La puerta se abrió, mientras entraba, pensaba  en un plan. La puerta se cerró, extraños ruidos sonaban en la sala de estar.  Le empezó a latir más rápido el corazón, nunca había visto otra persona en su casa que no fuese su familia. Una enorme sonrisa se formó en su cara “¿será posible? ¿ se habrán equivocado? ¿seguirá vivía?” Pensaba, con una ilusión que lo llenaba de alegría.
 Entre todos los muebles volteados y hechos un desastre, estaba un soldado con un arma larga en las manos. Su alegría y esperanza desaparecieron.
Cuando Marc lo vio, el soldado también se percató del chico. Se empezó a acercar a Marc, apuntándole con el arma. Se aproximaba más y Marc se quedó paralizado del miedo. No sabía qué hacer, ¿sería ese su fin? —pensaba Marc. Hasta que el soldado se detuvo, con la terrorífica máscara negra de filtración y el arma a un par de centímetros de su cara. Marc seguía paralizado viendo directamente el orificio del arma, esperando a que algo saliera de ella. Su corazón latía tan rápido, que todo parecía moverse muy lento. Los recuerdos de su familia pasaron por su mente.
Ellos eran los responsables. La sangre le empezó a hervir de rabia, cerró los puños, los haría pagar por todo lo que le arrebataron. Empezó a alzar su mano cerrada, hasta que un ligero sonido que le recordó el disparo hacía Edward, sonó detrás de él. Una aguja se enterró en su espalda, un líquido  entraba en él, sentía un frio intenso, su cuerpo estaba tan pesado que no podía sostenerse de pie, cayó al suelo y al igual que con su cuerpo, no podía mantener sus ojos abiertos. Todo se tornó oscuro.
 
Entre los sueños de Marc, los cuales olvidaba al instante, logró despertar por unos segundos. Sentía estar recostado en una especie de mesa helada y dura como el metal. Una luz cegadora le impedía tener una buena visión. Solo pudo ver siluetas de varias personas que lo rodeaban. Intentó tapar la luz frente a él con su mano, para poder identificar a las personas que le rodeaban. Se asustó al ver su mano ensangrentada, pero no había dolor alguno. En ese momento, una voz de las personas que le rodaba, decía:
— Rápido, duérmanlo.
La voz le parecía familiar, pero no lograba identificarla. Unos segundos después, sintió que le ponían algo en la cara, lo cual hizo que se durmiera de nuevo.
 
Entre los sueños que Marc volvía a tener y se borraban mientras permanecía inconsciente, tuvo uno que parecía repetirse varias veces. En aquel sueño estaba en un lugar completamente oscuro, donde no podía ver nada más que a él mismo. De la nada, apareció una extraña criatura en forma de humanoide, con cuerpo de un peculiar metal gris, una cola en vez de piernas manteniéndose suspendido en el aire. Su rostro era aterrador; en sus ojos había un brillo rojo sobrenatural además de una boca larga que parecía estar entre cocida con hebras de metal y una tenebrosa sonrisa tan grande que parecía llegar a la altura de los ojos. En sus manos tenía largos dedos puntiagudos, dando la sensación de que con aquellos dedos podía atravesar cualquier cosa.
 
 Aquella criatura terrorífica fijaba su vista en Marc a tan solo un par de metros de distancia, él también lo miraba, petrificado por el terror que le infundía.
 
El sueño parecía ser eterno. Hasta que en un segundo todo se desvaneció, despertando en un suelo de tierra abrazadora y agrietada.

 Con la cara en el suelo, vio un par de soldados cerrando la puerta trasera de una camioneta negra y luego subiendo en ella. Marc miraba como se alejaba la camioneta hasta que desapareció de su vista. Haciendo un gran esfuerzo trató de ver  todo su alrededor, se percató de  que el lugar donde se encontraba era la zona de la muerte.
L. M. Daniel
L. M. Daniel


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