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"Atentamente tuyo" (Nicholas & Tú) Terminada.

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"Atentamente tuyo" (Nicholas & Tú) Terminada. Empty "Atentamente tuyo" (Nicholas & Tú) Terminada.

Mensaje por Cande Luque Vie 06 Ene 2012, 5:27 pm

Nombre: Atentamente tuyo.
Autor: Cande Luque
Adaptacion: Sí. Josephine Lis
Genero: Romántica
Advertencias: Publico muy seguido si comentan :)
Otras Paginas: No que yo sepa, pero como es una adaptación supongo que sí.



ARGUMENTO
Cuando ____ Bradford conoció a Nicholas Jonas, conde de Wiltshire, en el baile de su amiga Mary Beth Benning, las primeras palabras que vinieron a su mente fueron: presuntuoso, atractivo, libertino, irresistible. Su amiga la había prevenido de hombres como él, y la fama del Conde lo precedía a donde fuera. Después de la muerte de su padre y de haberse hecho cargo de su familia, lo último que quería ____ era arruinar su temporada de presentación con las galanterías de ese tipo de hombre. Pero ¿sería capaz de hacerlo?
Cuando Nicholas Jonas vio a ____ Bradford entrar al baile que ofrecía la familia Benning, supo que la invitaría a la pista en la primera oportunidad y, mientras bailaba con ella, las primeras palabras que vinieron a su mente fueron: malcriada, hermosa, rebelde, irresistible. A pesar de sus treinta años, Nicholas no quería saber nada con jovencitas casaderas, y en especial, nada con ____. Pero ¿sería capaz de olvidarla? Un fin de semana compartido en la campiña hace que ambos se conozcan mejor y que compartan sus secretos y dolores más íntimos, lo que los hará pensar en profundizar su vínculo. Sin embargo, el marqués de Lavillée, nuevo marido de la madre de ____, tiene otros planes para ella: casarla con su sobrino en Francia para así adueñarse de su fortuna. La obligará con una feroz amenaza a desairar al hombre que ama y partir hacia París.
Un año y medio después, tras la muerte de su familia, y todavía soltera, ____ regresará a Londres, donde sufrirá el desprecio de Nicholas. A pesar de todo, el destino parece guardar una última carta y hará que, para salvaguardar su honor, deban casarse. "Un matrimonio por conveniencia", acordarán. Pero ¿alguno de los dos creerá esa mentira?

Hope you like it.

¿La sigo? Este libro es precioso.


Última edición por Cande Luque el Mar 16 Oct 2012, 11:16 am, editado 1 vez
Cande Luque
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Mensaje por raqel d' Jonas(NJJ<3 Vie 27 Ene 2012, 4:29 pm

dios me encantoo la sipnosis me encanta seguilaa porfasssss :)
raqel d' Jonas(NJJ<3
raqel d' Jonas(NJJ<3


http://twitter.com/#!/raqel_JBROTHERS

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"Atentamente tuyo" (Nicholas & Tú) Terminada. Empty Re: "Atentamente tuyo" (Nicholas & Tú) Terminada.

Mensaje por Cande Luque Vie 27 Ene 2012, 5:10 pm

Gracias pero nadie comenta, no creo que la lea alguien más :(
Cande Luque
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Mensaje por .Lu' Anne Lovegood. Vie 27 Ene 2012, 6:35 pm

Nueva Lectora!*

Aww sii, yo si comentooo!!! Me ha dejado con intriga el prefacio, tienes que seguirlaaa!! pleaseee! *_*

.Lu' Anne Lovegood.
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"Atentamente tuyo" (Nicholas & Tú) Terminada. Empty Re: "Atentamente tuyo" (Nicholas & Tú) Terminada.

Mensaje por Cande Luque Vie 27 Ene 2012, 7:01 pm

Capítulo 1

Londres, septiembre de 1833.
—Gail, por favor, date prisa.
_____ Bradford estaba sentada frente al espejo, mientras su doncella le terminaba el peinado, un recogido propio de una princesa, con unos rizos sueltos que enmarcaban su cara y acentuaban, aún más, sus hermosos y grandes ojos verdes.
—Muchacha ingrata, si no fuera porque te conozco desde que llevabas pañal y que te quiero como a una hija, te pondría sobre mis rodillas.
_____ sonrió ante la regañina de Gail. La verdad era que la quería como si fuera su segunda madre. Había estado a su lado desde que tenía uso de razón. Su madre, con frecuencia, la había censurado por la libertad y la abierta confianza con que dejaba que la tratase; pero ella no podía imaginar su relación con Gail de otra manera. La anciana doncella la quería como a una hija; así se lo había dicho más de una vez y se lo había demostrado cuando más la había necesitado.
Podía recordar cuando el médico les había comunicado a sus padres que su hermano sería uno de esos niños especiales que nunca dejaban de serlo. Si cerraba los ojos, aún podía ver la cara de tristeza de su padre, un hombre siempre alegre y jovial, y la desolación que empañó el semblante de su madre, mientras intentaba, a duras penas, contener las lágrimas. Aquello, sin duda, afectó a sus padres como nunca antes nada lo había hecho. Se volcaron a Henry por completo, en un intento desesperado por demostrar que el médico se equivocaba. Y, en aquellos momentos, siempre estaba Gail, con una sonrisa a medio esbozar que la hacía sentir tan especial, que le transmitía la sensación de que todo iría bien. Si su madre hubiese sabido el tiempo que había pasado en la cocina ayudando a la doncella a hacer deliciosos pastelillos, y las veces que habían quedado totalmente embadurnadas de harina, habría puesto el grito en el cielo.
Al mirar al espejo y ver su reflejo, no pudo evitar recordar a su padre. Cuando era pequeña, todo el mundo le decía que se parecía a él; y no sólo en el físico, con esos ojos de color esmeralda y el pelo tan negro como una noche sin luna, sino también en el carácter apacible y tranquilo. Su muerte tan inesperada, en un accidente mientras montaba a caballo, había significado un antes y un después en la vida de toda la familia. Su madre se había encerrado en sí misma, consumida por la pena, alejada de la vida real, encerrada entre las cuatro paredes de su cuarto, sin querer saber más de lo que los recuerdos le aportaban.
Así, de esa forma, _____, con tan sólo dieciséis años y después de haber perdido a su padre para siempre, debió hacerse cargo de la casa. Tuvo que mostrar la serenidad y madurez que ni siquiera sabía que tenía.
Tomó las riendas del hogar, puso al día la contabilidad, realizó los pagos pendientes, se hizo cargo de su hermano y más: un sinfín de tareas que la hacían caer rendida al final del día. Sólo en la intimidad de su habitación, se permitía volver a tener dieciséis años y poder expresar su pena cuando encontraba a su lado de nuevo a Gail, con sus dulces palabras y sus brazos, entre los que se permitía llorar en busca de consuelo y solaz.
De eso, ya hacía tres años y, en todo ese tiempo, la dinámica de sus vidas había cambiado.
—Gail, no puedes amenazarme así, ya no soy ninguna niña —le dijo Ellie con una sonrisa en los labios.
Ellie era el diminutivo por el que solía llamarla su padre, y Gail era una de las dos personas que seguían utilizando ese apodo cariñoso.
— Como sigas moviéndote así, sin dejarme terminar este maldito peinado, verás si cumplo mi amenaza o no.
— No hace falta que te esmeres, Gail; ya sabes que no quiero llamar la atención de ningún caballero. Todavía no.
_____ quería disfrutar un poco de todo aquello; bailes, amigas y, lo más importante, una mayor libertad. Durante tres años había sido la madre de Henry, la señora de la casa, y en ese momento, no quería tan pronto pasar a ser "la esposa de".
—¡Pero qué dices, niña! Ya tienes diecinueve años, y dentro de nada, serás una solterona; te saldrán canas en el pelo y tendrás que comprarte un gato para que te haga compañía. Ya lo estoy viendo: gruñendo todo el día como una vieja bruja. Qué pena, de verdad, yo ya estoy demasiado mayor para escuchar estas cosas. Mi pobre corazón no está para estos disgustos.
_____ soltó una carcajada. Gail siempre había sido proclive a la exageración; eso había estado bien cuando, de pequeña, _____ se quedaba absorta escuchando las historias que le contaba. Sangrientos piratas que raptaban a hermosas damas y escondían grandes tesoros. Lugares exóticos donde nunca hacía frío y las mujeres casi no llevaban ropa. Escalofriantes relatos de buques fantasmas, que aparecían en noches con densa niebla y excitantes duelos con espada.
A veces, había llegado a pensar que, en verdad, Gail había sido la hija o la nieta de algún famoso pirata; mientras que otras, simplemente, se dormía soñando con esos exóticos y extraordinarios lugares que, en secreto, visitaba en sus sueños.
Sin embargo, en la vida real, la tendencia de Gail a la exageración era excesiva a veces.
—Bueno, Gail; no creo que vaya a pasar todo eso que has dicho por esperar un año más.
—Quién sabe lo que puede pasar en un año, mi niña.
_____ jamás podía haber imaginado cuánta verdad había detrás de esas palabras.

* * *

Nicholas maldijo por vigésima vez esa noche. Aún no sabía cómo se había dejado convencer para ir, un rato, al baile de los condes de Norfolk.
Llevaba nueve años fuera de Inglaterra, su tierra natal, a la que había vuelto sólo porque su padre había muerto. Y el título, que nunca había querido para él, lo reclamaba, como si el destino le hubiese estado reservando una broma de mal gusto.
Había dejado su trabajo en el Departamento de Inteligencia de Su Majestad para volver a la tierra que lo había visto nacer, y para asumir su responsabilidad como noveno conde de Wiltshire.
Su hermano mayor, Kevin, era quien debería haber ostentado ese privilegio. El perfecto hijo, el perfecto caballero, el perfecto amigo. Eso era lo que había pensado su padre, y la mitad de la aristocracia en Londres. Quizás, ese había sido el motivo por el que su padre no le había perdonado que fuera él, y no su primogénito, el que siguiera con vida.
Nicholas sacudió la cabeza a ambos lados como si, de esa manera, pudiera alejar de sí esos pensamientos.
—Vamos, Nicholas, no seas tan gruñón —le dijo Charles, mientras lo obligaba a cruzar las puertas del salón de baile.
—Dime otra vez, Charles, ¿por qué estoy aquí contigo y no en mi casa descansando, como sería mi mayor deseo?
—Porque me debes una, por aquella vez que te salvé la vida en España; y además, si crees que yo voy a tragarme la fiesta de mis tíos solo y aguantar que mi madre intente vincularme con todas las jovencitas en edad casadera, estás loco.
Nicholas sabía que su amigo tenía buena intención, aunque tuviera tan mala memoria como para no recordar que había sido él, y no al revés, el que le había salvado la vida en España, y había terminado con un tiro en el trasero como prueba de ello. Las bromas sobre la puntería de los espías enemigos fueron la comidilla del Departamento de Inteligencia durante un largo tiempo.
Charles miró de reojo a su amigo. Con sinceridad, le había costado un mundo que Nicholas lo acompañara esa noche; pero, al fin, había logrado arrancar a su amigo de las cuatro paredes de su despacho.
Cuando se conocieron en Eton, ambos tenían diez años y, aunque eran muy diferentes, al final terminaron por hacerse amigos inseparables. Charles no pudo evitar sonreír al recordarlo. Cuatro chicos de dos cursos más avanzados lo habían acorralado con el propósito de quitarle el reloj de oro regalado por su padre con motivo de su ingreso a la escuela; toda una tradición en su familia.
Los cuatro eran más grandes y más fuertes que él, por lo que dedujo, desde un principio, cuál sería el resultado de ese enfrentamiento. Sin embargo, quizás esa obstinación suya, que tantas veces otros le habían señalado como su peor defecto, le hizo apretar los dientes y los puños, y jurar que tendrían que quitárselo a la fuerza, antes que dejarse intimidar por un puñado de bravucones cobardes incapaces de enfrentarse a alguien de su tamaño. De pronto, sin saber de dónde había salido, se encontró con un muchacho que peleaba con él, y juntos intentaron defenderse de los delincuentes. Para ser sinceros, ambos acabaron en un estado lamentable, pero, cuando todo había terminado, él seguía teniendo consigo el reloj de su padre. Aquel muchacho desconocido, que lo había ayudado, sólo lo miró y asintió con la cabeza; luego, desapareció, como si de un espejismo se tratara, como si, con aquel gesto, estuviese todo dicho.
Después de eso, Charles no paró hasta averiguar quién era y, una vez que lo logró, lo persiguió por todo Eton hasta que se hicieron amigos. Más de una vez, Nicholas le había dicho que su amistad se debía a la tozudez de Charles, que era como un perro de caza, incansable hasta el final.
Él había podido ver, desde el principio, que bajo aquella fachada de duro que su amigo se esforzaba por representar, había un corazón noble y generoso; como le había demostrado aquel día, al ponerse a su lado en una lucha que no era la suya, sólo porque no le parecía justo que aquellos bravucones abusaran de su ventaja para amedrentar a un muchacho recién llegado.
Con los años, se había dado cuenta por qué su amigo aparentaba que nada lo afectaba, por qué cuando habían estado juntos en el Ejército, y después en el Departamento de Inteligencia, Nicholas había resultado ser tan buen espía: su amigo era un experto en disfrazar sus sentimientos; no se permitía bajar la guardia ni siquiera un segundo. Aquello había empeorado ocho años atrás, cuando un acontecimiento en la vida de Nicholas lo había hecho volcarse a su trabajo por completo; como si, de esa manera, pudiese olvidar o cambiar algo de lo sucedido. Decidió presentarse como voluntario en las misiones más arriesgadas; parecía que estaba buscando que, en una de ellas, lo mataran.
En ese momento, después de la muerte del padre de su amigo, Charles quería que Nicholas disfrutara de la vida a la que durante muchos años había dado la espalda.
Charles dejó a un lado sus pensamientos cuando vio a sus tíos que, poco a poco, iban dando la bienvenida a todos los invitados.
—Ven, Nicholas, quiero presentarte a mis tíos, los condes de Norfolk.
—De acuerdo, pero no olvides que hemos acordado que nos quedaríamos sólo una hora. Después de eso, me iré del baile contigo o sin ti —dijo Nicholas entre dientes, mientras sonreía a una vieja matrona que miraba, con atención, si estaban seguras todas sus polluelas.
Se acercaron a los condes de Norfolk; una pareja singular, pensó Nicholas.
Los tíos de Charles se habían casado por amor, algo bastante excepcional entre la alta sociedad inglesa. Hacían buena pareja, de eso no cabía duda, y se notaba que aún estaban enamorados después de tantos años juntos.
Nicholas reconoció que experimentaba cierta envidia ante eso. Su cinismo había borrado todo tipo de ilusión acerca del amor: ya ni siquiera creía en él, pero no podía sino sentirse incómodo en presencia de esa complicidad existente entre dos personas, algo que él nunca tendría.
— Os presento a mi buen amigo, el conde de Wiltshire. Lord Brame, le presento a mis tíos, los condes de Norfolk.
— Lord y lady Benning, es un placer para mí el que me hayan invitado al baile de esta noche —dijo Nicholas, aun sabiendo, a ciencia cierta, que los tíos de Charles lo habían invitado sólo porque su sobrino se lo había pedido. Suponía que ellos habían hecho oídos sordos a aquellas habladurías que, durante años, habían circulado en torno a él.
Era bien sabido, por la sociedad, que el padre de Nicholas había amado y respetado a su hijo mayor con la misma intensidad con la que había detestado al menor. Su hermano mayor, Kevin, había sido una figura ejemplar de conducta y madurez, mientras que él había sido una decepción, un vividor, un jugador y un libertino. Sólo él y Charles sabían que aquello no era cierto.
Quizás, pensó con un brillo irónico en los ojos, había sido una empresa imposible desde el principio la de intentar ser un hijo aceptable para su padre. Kevin había sido el hijo fruto del amor, si es que su padre alguna vez había sido capaz de amar, mientras que él había sido el resultado de su unión, en segundas nupcias, con lady Emily McDowell, hija de un duque escocés. Había sido un hijo de lo práctico, de lo necesario, de lo que un hombre hacía cuando se encontraba viudo con una criatura de un año y necesitaba volver a casarse.
Todavía se acordaba del día en que su madre había muerto. Él tenía tan sólo nueve años, pero eran los suficientes para darse cuenta de la clase de padre que tenía y de la vida que le había dado a su madre, llena de sinsabores y malos tratos.
Ella siempre había amado a otro hombre; pero, en aquella época, cuando un conde presentaba una propuesta de matrimonio al padre de la elegida, ella poco podía decir, salvo el "sí, quiero" en la iglesia, para seguir los dictados de su padre.
Los nueve años de matrimonio fueron un infierno para su madre, que sólo descansaba cuando el padre de Nicholas se encontraba fuera de casa, bien para atender sus otras propiedades, o bien a sus amantes. Cuando llegaba a su casa, después de una larga ausencia, se dedicaba por completo a Kevin, y relegaba a ellos a la condición de meros desconocidos. Sólo fijaba su atención en su esposa cuando tenía que descargar su ira.
De aquellos sucesos, Nicholas recordaba más de lo que hubiese deseado. Si cerraba los ojos, podía escuchar con toda claridad los gritos de su padre y ver los moretones que su madre, cada vez menos, podía ocultar. Tenía grabados, en su memoria, sus ojos ausentes, como si la hubiese visto ayer.
Cuando ella murió de unas fiebres y él se fue a Eton, se alegró de alejarse de allí, porque, por primera vez, se sintió libre.
Las pocas veces en que regresaba a su casa, deseaba volver a partir lo antes posible. La casi inexistente relación con su padre se volvió inaguantable, y la única excepción era, por raro que pareciera, su hermano Kevin. Sin él no habría podido soportar.
Su hermano era el único que le dirigía una palabra amable y, cuando su padre descargaba su furia con él, siempre estaba ahí para hacerlo sonreír. Fue por él, y no por su padre que, años después, había encubierto las juergas de Kevin, su desenfreno con el juego, la bebida y las mujeres, y sus continuos coqueteos con la muerte en varios duelos.
Porque amaba a su hermano, lo amparó y asumió sus excesos. Quizás, también por eso se sentía culpable, porque podría haber hecho algo más para frenar todo aquello y no sólo haber sido testigo de su muerte en uno de esos inútiles duelos. Duelo al que llegó demasiado tarde, y en el que sólo pudo sostener a su hermano en brazos, mientras exhalaba su último aliento.

* * *

_____ se alegraba de haber encontrado a su amiga, Mary Beth Benning, que había adelantado su regreso de su finca en la campiña, en la fiesta. Gran parte de la sociedad londinense estaba presente en el baile que, esa noche, celebraban los padres de Mary Beth.
El olor que desprendían las innumerables velas que iluminaban el salón se mezclaba con los perfumes de las damas presentes y con el aroma de las gardenias que, de forma sinuosa, se deslizaba a través de las puertas que invitaban al jardín.
Se disculpó con su madre y su acompañante, y se dirigió al lugar en el que estaba su amiga. A decir verdad, no quería estar mucho más tiempo con Jacques Cousen, el prometido de su madre. Era un marqués francés que, un año atrás, había irrumpido en la sociedad y que había cortejado a su madre de manera insistente desde el primer momento. Después de varias propuestas, había conseguido que ésta aceptara casarse con él.
La mayoría lo consideraba un hombre distinguido y apuesto. A sus cuarenta y dos años se mantenía en forma, y sólo su pelo, parcialmente plateado, delataba su verdadera edad.
_____ sintió, desde el principio, un recelo hacia ese hombre; aunque intentaba suprimirlo por el bien de su madre que había vuelto a sonreír gracias a él.
— _____, estás guapísima —dijo Mary Beth con la espontaneidad que la caracterizaba.
— Gracias, Mary Beth, tú también lo estás.

Hacía años que eran amigas, pero, en los últimos tiempos, Mary Beth había sido un gran apoyo para _____. A menudo la hacía sonreír con sus disparatadas ideas y su carácter impulsivo que, de pequeñas, las había metido en más de un lío.
Siempre había visto a Mary Beth como la quintaesencia de la elegancia. Alta, esbelta, rubia y con grandes ojos azules era el prototipo de belleza que marcaba la sociedad. Ella, por el contrario, aunque de formas bien definidas, era más bien baja, cosa que a veces la hacía desear tener unos centímetros más, con el pelo negro azabache y grandes ojos verdes. Cuando estaban juntas, mucha gente las miraba, sobre todo por el contraste de ambas; eran como el día y la noche. También lo eran en el carácter, porque mientras Mary Beth era extrovertida, alegre e impulsiva, _____ era calmada, dulce, serena y madura. Demasiado madura, pensó Mary Beth para sí.
—Ellie, esta noche mis padres han invitado a la flor y nata de la sociedad, y entre los asistentes, habrá un montón de caballeros con quienes poder bailar y coquetear un rato.
—Oh, Mary Beth, eres incorregible —dijo Ellie mientras reía—. Un día, con tanto coqueteo, te vas a meter en un buen lío.
—Pero Ellie, el coquetear un poco no hace daño a nadie; es más, es bastante divertido, y tú deberías probarlo. Llevas tanto tiempo asumiendo el papel de madre y señora de la casa que se te ha olvidado que sólo tienes diecinueve años.
Ellie sabía que Mary Beth tenía razón; cuando estaba con ella, tenía la sensación de ser una anciana.
—Lo siento, Ellie —se disculpó Mary Beth al ver que _____ hacía una mueca—. No sé mantener esta boca cerrada. La verdad es que me duele que no disfrutes totalmente de todo esto; me dijiste que no querías pensar en el matrimonio hasta la próxima temporada para poder vivir todo aquello que, por tus circunstancias familiares, habías tenido que posponer. Yo sólo deseo que disfrutes lo máximo posible, que hagas las cosas propias de la edad que tienes y, sobre todo, que sonrías.
—Lo sé, Mary Beth. Es que a veces me cuesta creer que todo vaya bien y que las cosas estén volviendo de nuevo a su lugar. Pero no te preocupes, porque tengo la intención de llenar por completo mi carné de baile y probar eso del coqueteo.
—Oh, muy bien. Te daré unos consejos. Primero, mueve las pestañas todo el tiempo —le dijo su amiga, mientras hacía aspavientos con los ojos de forma tan exagerada que _____ no pudo más que soltar una carcajada.
—¿Te estás riendo de mí?
—¡Desde luego!
—Yo, aquí, haciendo esfuerzos denodados por darte unas lecciones básicas, y tú me lo pagas así —exageró e intentó evitar, aunque sin éxito, que sus labios esbozaran una auténtica sonrisa—. Sin embargo, como te quiero, voy a hacer como si no hubiese escuchado nada y voy a darte otro consejo. Saca pecho y sonríe todo el rato.
—¡Por Dios, Mary Beth! No sé cómo lo consigues sin que se te desencaje la mandíbula.
Mary Beth hizo un gesto negativo con la cabeza; su amiga era un caso perdido. Al levantar la mirada y posarla a lo lejos, sus ojos se iluminaron.
—¡Mira, Ellie, es mi primo Charles! No sé si te acordarás de él, pero pasó mucho tiempo con nosotros cuando yo era una niña. Mis tíos viajaban muy a menudo, y él pasaba temporadas en casa; hace bastante que no lo veía, y ahora está aquí. Ven, voy a presentártelo.
_____ siguió la dirección de la mirada de su amiga y, sin lugar a dudas, reconoció quién era su primo. Los mismos ojos color mar, el mismo tono de cabello, su misma expresión relajada y la misma sonrisa; más que primos parecían hermanos. Realmente era apuesto, como un ángel.
Sin embargo, el hombre que estaba a su lado era... _____ se quedó, momentáneamente, sin respiración cuando se vio atrapada por la mirada de ese caballero. Si Charles era apuesto con sus rasgos angelicales, su amigo parecía el mismísimo Lucifer. Sus facciones eran tan bellas y duras que resultaban pecaminosas, y su mirada era helada y posesiva.
_____ sintió un escalofrío y las manos húmedas por el sudor. Seguramente, acostumbrada a no beber, el vaso de ponche que había tomado esa noche se le había subido a la cabeza y había hecho que la realidad se distorsionara, en cierta medida, y provocara reacciones en su cuerpo que nunca antes había sentido.
Cuando Mary Beth se encaminó hacia aquellos hombres, ella la siguió por inercia; pero, a medida que se hallaban más cerca de ellos, comenzó a arrepentirse de secundar a su amiga en semejante actitud atrevida. Los ojos de aquel hombre, de aquel ángel caído, eran tan negros como el carbón, y sus cabellos, más largos de lo que dictaba la moda, parecían una noche sin luna, como el azabache. Su nariz recta y su mandíbula cuadrada terminaban el cuadro que, a cada paso, hacía arder con más intensidad sus mejillas. ¡Y cómo le sentaba el traje! Vestido de negro, los músculos de las piernas se le insinuaban a través de los ceñidos pantalones, y sus hombros, que no necesitaban relleno, parecían poder sostener el peso del mundo.
No volvería a tomar ponche en su vida, se dijo mentalmente, y se enfadó consigo misma al ser consciente de que, quizás, esa reacción que su cuerpo no intentaba mitigar no era fruto de la embriaguez, sino de la presencia y de la mirada de aquel desconocido. Era como un depredador.
Con la fuerza de voluntad que pensaba que la caracterizaba, se recriminó su escaso control y se prometió no dejar que ese adonis la intimidara. Con todo el ímpetu que pudo reunir, lo miró fijo a los ojos y, sin saberlo, aquello fue el principio de su perdición.

Hope you like it.
Cande Luque
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"Atentamente tuyo" (Nicholas & Tú) Terminada. Empty Re: "Atentamente tuyo" (Nicholas & Tú) Terminada.

Mensaje por raqel d' Jonas(NJJ<3 Miér 01 Feb 2012, 11:39 am

esta super buena seguilaa porfass no la canceles plzzzz :)
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Mensaje por Cande Luque Jue 02 Feb 2012, 10:21 am

Capítulo 2

Nicholas tenía ganas de matar a alguien. Era la cuarta madre que los había interceptado para, de forma descarada y nada sutil, presentarles a sus queridísimas hijas, todas ellas paradigmas de la buena educación.
Miró a Charles sin poder comprender cómo su amigo podía hacer gala de esa diplomacia. Sin duda, se movía mejor que él en sociedad porque, en ese momento, si tenía que ser sincero consigo mismo, en lo único que podía pensar era en ponerle el chal en la boca a esa mujer, encerrarla en una torre y tirar la llave.
Cuando empezaba a temer que su paciencia estallase en mil pedazos, dos damas que se encontraban al otro lado del salón llamaron su atención. Estaban mirando fijamente a Charles, lo que hizo que, por primera vez en su vida, tuviera envidia de no ser el centro de atención.
Una de ellas, la más alta, era preciosa, casi etérea, con el cabello rubio, esbelta y enérgica por lo que podía deducir de sus continuos gestos. Sin embargo, la que le nubló literalmente los sentidos, fue la mujer que estaba a su lado, y que parecía escucharla con atención.
De estatura media, cabellos negros, boca sensual y curvas generosas, era la mujer más bella y atractiva que había visto en mucho tiempo. En su vida había conocido a muchas mujeres, pero nunca se había enamorado de ninguna y, aunque había tenido numerosas amantes, jamás había mantenido una relación duradera con ninguna. Para ser sinceros, era mucho mejor así. Lo más sensato era no crear ningún tipo de vínculo.
Casi siempre, sus amantes habían sido mujeres casadas, que encontraban el placer fuera del matrimonio, o viudas que después de un tiempo prudencial buscaban las atenciones de un hombre. Siempre había sido un buen acuerdo para ambas partes.
Sin embargo, hasta ese momento, ninguna mujer le había causado esa primera impresión, y había conocido a muchas que habrían podido rivalizar con la propia Afrodita. Ninguna había azotado sus sentidos de aquella manera y con tal intensidad.
De pronto, como si sus pensamientos hubieran puesto en marcha algún tipo de mecanismo, ambas empezaron a cruzar el salón y se aproximaron, cada vez más, a ellos. Al acercarse pudo ver sus ojos con total claridad. Unos ojos color esmeralda, resplandecientes, hipnóticos, que iluminaban su cara y hacían que fuera imposible apartar la mirada de ellos. Pensó cómo sería perderse en esas aguas verdes, mientras le hacía el amor lentamente.
Supo de inmediato el instante en que ella leyó en sus ojos el deseo, porque un intenso rubor tiñó sus tersas mejillas y la hizo más terrenal que etérea. Nicholas, que no sabía cómo interpretar aquel rubor, se preguntó si esa reacción era fingida inocencia o la respuesta espontánea de una dama sin experiencia. Sin embargo, lo único que sabía era que lo había fascinado, y más aún, cuando, haciendo acopio de fuerzas, ella levantó la mirada y la posó en la suya en un claro intento por dejar bien claro que no se dejaría intimidar. Entonces, supo que el rubor no era fingido y sintió cómo una sonrisa acudía a sus labios.
Su mirada, que intentaba mantener fija en la de él, era transparente, tan limpia como las aguas de un arroyo. ¡Maldita sea! Había sentido un tirón en la entrepierna y, para colmo, estaba recitando mentalmente, como uno de esos cursis jovencitos pimpollos que se creían lord Byron. ¡Por Dios, él no seducía a jovencitas inocentes!
—Hola, primo, ¿cuánto tiempo hace...?
—¡Dios bendito! ¿Mary Beth? ¿Eres tú, pequeña? ¡Estás increíble! —dijo Charles, sin poder evitar que la sorpresa se reflejara en su cara.
—Gracias, primo, pero sé, a ciencia cierta, que eres un adulador incurable, aunque en mi caso, tus palabras sean ciertas —le dijo Mary Beth mientras se acercaba a ellos y bajaba, con sutileza, el tono de voz, como si lo dicho hubiese sido un secreto inconfesable.
—Granuja... —le contestó Charles mientras besaba a su prima en la mejilla.
—Charles, te presento a mi buena amiga, lady _____ Bradford.
—Encantado de conocerla.
—Igualmente —contestó _____ y miró al primo de Mary Beth, mientras se embarcaba en la tarea, casi imposible, de no prestar atención al hombre que lo acompañaba y que parecía devorarla con la mirada. Recordaba haber visto esa mirada antes. En los ojos de su difunta tía Marcie, cuando le traían los pastelillos con el té. Un escalofrío le recorrió la espalda. ¡Ella no era ningún rollito relleno!
No quería ser maleducada porque, al estar al lado del primo de Mary Beth, estaba claro que debía de ser amigo suyo, aunque la diferencia de comportamiento cié ambos fuera tan notoria.
El primo de Mary Beth, como bien había dicho su prima, era un adulador, y en sus ojos se destacaba un brillo pícaro que a _____ le agradó; sin embargo, su amigo era duro y posesivo en su mirada. No era que antes no hubiera leído en otros hombres el deseo, pero nunca tan abiertamente como en ese. Era como si él hubiera tejido una telaraña y ella hubiera quedado atrapada sin remedio en ella y sin posibilidad de escapar.
—Siento interrumpir, Charles, pero ¿no estarás ignorándome para tener para ti sólo la atención de estas dos bellas damas, no? —dijo Nicholas, mientras esbozaba una seductora sonrisa.
—Creo que me has descubierto, pero como ya no tengo más remedio...
Charles miraba con ojos burlones a su querido amigo.
—Os presento a lord Nicholas Jonas. Somos amigos desde que éramos unos niños, aunque aún no sepa cómo.
—Encantada, lord Jonas, aunque para mí es como si ya lo conociese. Verá, he crecido escuchando las travesuras que hacían mi primo y usted.
—Espero que su primo no haya sido muy explícito en sus narraciones —dijo Nicholas mientras arqueaba una ceja.
—No se preocupe. No me contaba nada que pudiera escandalizarme, y eso es justo lo que me hace pensar que, en realidad, había mucho más que decir de usted —contestó Mary Beth, mientras la sonrisa picarona, tan propia de la familia Benning, hizo que dos hoyuelos tímidos hicieran acto de presencia en sus suaves mejillas.
En ese momento, sonaron las primeras notas de un vals.
—Prima, hace tanto tiempo que no bailo contigo. ¿Cuándo fue la última vez? Déjame pensar, ah, ya recuerdo —dijo Charles con una sonrisa enigmática como si acabase de recordar algo divertido—. Creo que tú tenías ocho años, estabas escondida detrás de una maceta e intentabas participar de la fiesta que habían celebrado tus padres por el cumpleaños de tu madre.
Mary Beth se puso un poco colorada al recordar aquello, aunque una auténtica sonrisa de añoranza y su mirada perdida en el pasado denotó con qué cariño atesoraba aquel recuerdo.
—Así que, queridísima prima, ¿me concedes el honor? —le preguntó Charles mientras ofrecía su brazo en un gesto caballeroso—. Esta vez, prometo no subirte en mis zapatos para poder bailar mejor.
Mary Beth sonrió al recordar aquello. En esa época, había tanta diferencia en la altura de ambos que su primo la había subido en sus zapatos y la había hecho girar y girar hasta que ella apenas distinguió lo que había a su alrededor.
—Por supuesto, si a _____ no le importa —dijo Mary Beth y miró a su amiga con intensidad.
_____ tuvo que morderse la lengua. ¿Cómo que si no le importaba? ¡Pues claro que le importaba! ¿O Mary Beth se había quedado ciega? Sin embargo, antes de que pudiera siquiera decir la primera palabra, lord Jonas le pidió que bailara con él. En ese momento, los tres la estaban mirando y esperaban su respuesta. Ser el centro de atención no le gustaba nada, y menos cuando parecía que, si daba la respuesta equivocada, quedaría ya grabada en el libro de "lo que nunca debe hacer una dama" por los albores de la eternidad.
Si decía que no y aducía la excusa de que lo tenía comprometido, Mary Beth sospecharía, ya que había mirado su carné de baile momentos antes. Y si decía que no le apetecía, también sospecharía, además de ser descortés; así que respiró hondo y, con resignación, dijo lo único que podía decir, aunque esas palabras se le atravesaron en la garganta mientras las pronunciaba.
—Será un placer, lord Jonas.
Cuando Nicholas le ofreció su brazo, sintió su pequeña mano que se apoyaba en él, lo que provocó que una sonrisa de satisfacción acudiera a sus labios. La condujo hasta el centro del salón, donde ya otras parejas giraban seducidas por el embrujo de la música, la tomó entre sus brazos y comenzó a bailar, con el deleite de la dulce sensación de sentirla cerca. Mientras bailaban la acercó un poco más a sí, y se embriagó con el dulce aroma que desprendía su pelo, una mezcla de flores que no podía reconocer, pero que era tan seductor como su propia dueña. Sin embargo, el hecho de que ella temblara un poco y rehusara su mirada lo irritó. Parecía que no le era indiferente, aunque no de la manera que él deseaba.
_____ sentía las manos de lord Jonas que le quemaban la piel; una en su cintura y otra enredada en su mano. La miraba fijo mientras la desplazaba, con gran maestría, por el salón de baile. No cabía duda de que era un gran bailarín. Se reprendió mentalmente por ser tan tonta y se obligó a mirarlo a los ojos, unos ojos tan hermosos como penetrantes, que parecían querer descubrir sus más íntimos pensamientos, y hasta por un momento, Ellie llegó a pensar que era capaz de adivinarlos. Nicholas dedujo que, si continuaba fijando su mirada en ella, podría leerla como un libro abierto. La sentía debatirse consigo misma y disfrutó con ello. Las numerosas emociones que acababa de ver en su cara no lo habían dejado indiferente. Por el contrario, le habían hecho sentir curiosidad, le habían recordado, vagamente, qué era la inocencia, y le habían despertado un sentimiento que hacía mucho tiempo no sentía: la ternura.
Para ser sinceros, siempre le habían gustado las mujeres maduras, que sabían lo que querían; pero, esa vez, se encontró fascinado por las reacciones de una muchacha que era, a todas luces, inocente e inexperta; y eso, en cierta medida, lo hizo sentirse incómodo y asombrado de sí mismo.
—¿Es su primera temporada? —le preguntó, en un intento porque la señorita Bradford se relajara y dejara de mirarlo como si él fuera el gato y ella un indefenso pajarillo, atento a la primera señal para salir volando.
—Sí —le contestó _____ sin apenas mirarlo.
—¿Y le gusta?
—Sí.
—Imagino que habrá venido con su familia.
—Sí.
—¿Me toma por tonto, señorita Bradford?
—Sí, quiero decir no, lord Jonas —le contestó _____ y reprimió las ganas de decirle lo que realmente pensaba de él.
—¿Sólo habla con monosílabos o es que yo la intimido? —le preguntó Nicholas, que ya pensaba que la señorita Bradford era muda o sufría de algún tipo de trastorno en el habla.
_____ se tensó en dos segundos. Ese presuntuoso estaba intentando hacerse el gracioso a su costa. ¡Hombres! ¿No podía imaginarse que, quizá, la estaba aburriendo con su perorata? ¿O que su compañía podría no resultarle agradable? No, por supuesto que no se le habrían pasado esas posibilidades por la cabeza a aquel prepotente; la única solución a que no estuviera babeando ante sus encantos era que fuera idiota o que estuviera asustada como un pajarillo indefenso.
Nicholas estaba encantado por el cambio que estaba presenciando en la señorita Bradford. Esa mujer era una caja de sorpresas. Tan hermosa como enfadada estaba en ese instante que no podía disimular el fuego que ardía en su interior y, ¡Dios mío!, ¡qué hermosos eran esos ojos cuando brillaban de furia!
_____ sentía que su interior se dividía en dos. No sabía si atender a la buena educación que desde pequeña habían tratado de inculcarle o dejarse arrastrar por la furia que la invadía. ¿Qué se creía ese mequetrefe? ¿Le estaba dando a entender que era una de esas cabezas huecas que no tenían nada en el cerebro y que estarían deseando caer rendidas a sus pies? Nada más alejado de la realidad.
Nicholas sabía que la señorita Bradford ardía en deseos de ponerlo en su sitio, y no quedó decepcionado.
—Ninguna de las dos cosas, milord. No hablo con monosílabos y no me intimida; pero si tiene interés en saber, le diré que en el caso que nos ocupa, no vi la necesidad de contestar a sus "interesantes" y, desde luego, "trascendentales" preguntas con más palabras —dijo _____ con cierto tono irónico.
—¿Está burlándose de mí, señorita Bradford? —le preguntó Nicholas divertido.
—No, por favor, no osaría hacer eso, milord.
Nicholas soltó una carcajada y _____ se quedó maravillada ante su transformación.
Sus rasgos que, momentos antes, le habían parecido demasiado duros, se suavizaron de golpe y le dieron el aspecto de un niño travieso y encantador.
En ese instante, recordó que estaba furiosa con ese hombre, aunque tenía algo de razón al reprocharle sus evasivas respuestas. Pero si tenía que ser sincera consigo misma, la verdad era que no podía pensar de forma coherente en su presencia. No sabía por qué lord Jonas tenía ese efecto sobre sus nervios; sentía un nudo en el estómago y su respiración algo agitada.
Él se había burlado de ella, y _____ no había podido contenerse. Su madre siempre le había dicho que controlara ese mal genio y, a menudo, la comparaba con la calma que precede a las tormentas. Dulce y serena para, en un instante, convertirse en una fuerza de la naturaleza. Siempre había pensado que su madre exageraba sobremanera, pero la realidad era que, a veces, le costaba controlar su lengua; sobre todo si alguien la sacaba de sus casillas.
Aquella noche se había puesto el vestido de raso verde encargado, expresamente, para esa velada. El escote dejaba al descubierto parte de sus hombros y, según su parecer, demasiado de sus senos. Así se lo había dicho a madame Lorraine, la semana anterior, cuando había estado en su tienda para efectuar las pruebas de su atuendo.
Madame Lorraine, la modista más solicitada en Londres, le había asegurado, una y otra vez, que era la moda y que era incuestionable poner el escote más arriba. En esos momentos, deseaba haber discutido ese aspecto con más ahínco, al notar cómo se desviaba, a veces, la mirada de lord Jonas sobre su escote. Si hubiera tenido una manta con la que rodearse entera, habría sido la mujer más feliz del mundo. De esa forma, no se habría sentido desnuda ante el deseo que veía en los ojos de lord Jonas.
Al terminar el vals, _____ estaba más que furiosa y avergonzada de la reacción que él le provocaba, y que hacía que sus sentidos se volviesen locos.
Ese hombre sabía lo que hacía, y no estaba dispuesta a que jugaran con ella. Había oído rumores acerca de él y de su relación con las mujeres. En los días anteriores, lord Jonas había sido objeto de habladurías y chismorreos que no paraban de circular por los salones. En aquel momento, le hubiese gustado haber puesto oídos a esos comentarios, pero claro, lo que no imaginaba era que el hombre de quien no paraban de hablar, sería el amigo del primo de Mary Beth; ni tampoco que bailaría con él el vals, o que sería observada como un bicho raro mientras se sentía hechizada por el calor de la mano de un hombre en su espalda y el cosquilleo, fascinante y tentador, que la había sacudido al estar junto a él.
En ese momento, la música dejó de sonar y sacó a _____ de sus pensamientos.
—Bien, señorita Bradford, he disfrutado mucho del baile, aunque más aún de su brillante conversación —le susurró Nicholas, mientras la acompañaba al lugar del salón en que se hallaban Mary Beth y Charles.
Al cabo de unos momentos, ambos caballeros se alejaron, no sin antes confirmar que volverían a verse ese mismo fin de semana.
_____ había sido invitada por Mary Beth a pasar un par de días en Crossover Manor, la casa de campo que la tía de su amiga, lady Jane Picrins, poseía en las afueras de Londres.
Mary Beth le había dicho que sería divertido y la había convencido. No habría muchos invitados; la mayoría de ellos, familias que vivían en las cercanías y alguno que otro de la capital. El rostro entusiasmado de Mary Beth, al enumerarle las bellezas del lugar, la había decidido. También le había comentado sobre las actividades de las que podrían disfrutar, los largos paseos en ese hermoso paisaje, y la tranquilidad y el aire fresco, que tan bien les harían. Por las noches, después de cenar, se divertirían con juegos y música, o con algún que otro baile que su tía se encargaría de organizar. Y como si eso fuera poco, después, Mary Beth la había mirado con ese mohín de perrito abandonado y el labio a punto de temblar mientras le suplicaba...
—Vamos, Ellie, hazlo por tu amiga, tu amiga que te adora. Ya verás lo bien que lo pasaremos; conocerás a la gente del lugar, y a los caballeros que se esconden en el campo.
Al final, y con una sonrisa en la boca, tuvo que darse por vencida y aceptar; aunque eso había sido antes de saber que lord Jonas también iría: el destino tenía, sin duda, un pésimo sentido del humor.

* * *

Al empezar la velada, a Nicholas ni se le había pasado por la cabeza ir a ninguna parte ese fin de semana. No porque no le apeteciera ver a lady Jane, la tía de Charles, a la que adoraba desde niño, sino porque, desde su regreso a Inglaterra, lo que en otro tiempo le había parecido divertido e incluso desafiante, en ese momento, se le antojaba banal y superficial.
Por eso Charles lo estaba mirando, en ese preciso instante, con total desconcierto.
—Dime, amigo mío, ¿has sufrido algún tipo de enajenación mental que yo desconozca o es que te has golpeado la cabeza? —le preguntó.
—No sé de qué me hablas —le dijo Nicholas y miró la manga de su traje con una atención inusual, como si, de repente, comprobar que estaba correctamente ajustada y sin arruga alguna fuera lo más importante del mundo.
—No te hagas el desentendido que sabes muy bien a lo que me refiero. Te comenté lo de la invitación de mi tía y, un poco más, me mandas al infierno. Luego, de pronto, con la mejor de tus sonrisas, aceptas ir; no me engañas ni por un segundo.
Nicholas arqueó una ceja mientras miraba a Charles con cara de inocencia, lo que hizo que su amigo arqueara a su vez las dos cejas mientras lo señalaba con el dedo.
—¡Tú, granuja!, ¿crees que no me he dado cuenta de lo que pasa?
Nicholas se maldijo mentalmente; era un fastidio tener un amigo que lo conociera tanto.
—No sé de qué hablas, porque, la verdad, lo único que deseo es ver a tu tía, a la que tengo en la mayor estima.
Y en eso, Nicholas no mentía. Cuando eran niños, Charles lo había invitado un verano a pasar unos días en casa de su tía; algo que, desde ese momento, se había convertido en un ritual.
Lady Jane era cariñosa e intuitiva y, sin preguntar nada, siempre parecía comprender lo que pasaba a su alrededor y a quienes estaban con ella.
Lady Jane lo había tratado siempre como a su propio sobrino. No había tenido hijos y se volcaba con ellos de manera maternal y afectuosa, con una paciencia, a veces, infinita. Sonrió al recordar cómo los regañaba cuando volvían demasiado tarde para cenar, manchados de barro hasta los ojos; y cómo sonreía a escondidas por sus travesuras.
No era por ella que no había aceptado la invitación de su amigo en un primer momento, sino por las madres con hijas en edad casadera, que tomarían esa invitación como una excelente oportunidad para promocionar a sus jovencitas.
Parecía que el hecho de haber heredado un título y de poseer una considerable fortuna lo hacía digno a los ojos de la sociedad, y los rumores acerca de su persona desaparecían por arte de magia.
Por primera vez, quería que esos rumores le hubieran servido para algo, como por ejemplo, para desalentar a las madres con sus hijas. Sin embargo, en la fiesta de los condes de Norfolk, había comprobado que sus esperanzas habían sido en vano y que se encontraba a la cabeza de la lista de los solteros más deseados de Londres. Charles se reía al ver cómo le cambiaba la expresión; muchas veces había tenido que dominar su impulso y las ganas de mandar, a más de una, a la Torre de Londres.
Días antes, Charles lo había invitado y, como era de esperar, se había negado; prefería quedarse tranquilo en Londres y atender sus asuntos. Su amigo no paraba de mirarlo, estaba desconcertado e intentaba deducir qué lo había hecho cambiar de opinión.
—Si quieres que te diga la verdad, cuando te dije que no iría, subestimé los placeres que puede brindar relacionarse en sociedad —le contestó con una sonrisa en los labios.
—Y esos placeres, ¿no tendrán que ver con una joven dama, de hermoso pelo negro y grandes ojos verdes, verdad? Porque he visto cómo la mirabas. —Charles cruzó los brazos sobre el pecho y esperó una respuesta.
—¿Y puede saberse cómo la miraba?
—Como un lobo hambriento. Nunca te he juzgado. Pero siempre te has dedicado a otro tipo de mujeres, aquellas que tienen cierta experiencia y saben qué es lo que quieren; y esta es una joven en su primera temporada. Sé que es muy hermosa, pero debes tener cuidado. Ese nunca ha sido tu estilo porque, aunque te esfuerces en ocultarlo, siempre has sido un auténtico caballero.
—Viejo amigo, ¿qué has bebido? No voy a comprometer a la señorita Bradford, por muy deseable que sea, pero no veo nada de malo en coquetear un rato. Además, a decir verdad, _____ Bradford me intriga.
— ¡No puedo creerlo! ¿Te gusta, eh? Puede que, al final, el lobo se convierta en cordero —agregó Charles, con una sonrisa socarrona que a Nicholas le dieron ganas de borrar en un instante.
— Charles, antes de que ocurra eso, las ranas surcarán los cielos.
—Y quién sabe, cosas más extrañas se han visto —dijo Charles mientras soltaba una carcajada.

Hope you like it.
Cande Luque
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Mensaje por raqel d' Jonas(NJJ<3 Jue 02 Feb 2012, 11:10 am

o dios me encanto el cap. tienes que seguirlaa :D
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http://twitter.com/#!/raqel_JBROTHERS

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Mensaje por .Lu' Anne Lovegood. Sáb 04 Feb 2012, 1:28 pm

SIGUELA
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Mensaje por Cande Luque Miér 15 Feb 2012, 9:40 pm

Cuando termine la otra, un disfraz para una dama sigo ésta. Le queda muy poco a la otra, es para focalizarme más y publicar un capítulo más seguido :)
Cande Luque
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Mensaje por .Lu' Anne Lovegood. Dom 04 Mar 2012, 10:56 am

Cuando subes cap? Queremos cap please :)
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Mensaje por Cande Luque Lun 05 Mar 2012, 1:29 pm

Falta muy poco para que termine la otra, pronto voy a subir, gracias por pasarte :)
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Mensaje por .Lu' Anne Lovegood. Dom 11 Mar 2012, 5:18 pm

ok, seguire esperando por cap :)
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Mensaje por Cande Luque Lun 12 Mar 2012, 10:13 am

Gracias :)
Cande Luque
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Mensaje por raqel d' Jonas(NJJ<3 Mar 13 Mar 2012, 5:23 am

subee cap... plzzz
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